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El estado de necesidad y su incidencia en la eficacia de los negocios

jurídicos

NEGOCIO JURIDICO.

El acto jurídico es todo acto humano voluntario o consciente, lícito o ilícito, que
tiene por fin inmediato establecer entre las personas relaciones jurídicas, crear,
modificar, transferir, transmitir, conservar, extinguir o aniquilar derechos. Dentro de
los actos jurídicos en la clasificación de los actos lícitos, encontramos lo que se
conoce como negocio jurídico. Los negocios jurídicos, son aquellos actos
destinados a producir efectos jurídicos, en los cuales la voluntad es constitutiva
pero además es reguladora de los efectos jurídicos; puede estar conformado por
una o más declaraciones de voluntades privadas.

El negocio jurídico está conformado por tres clases o tipos de elementos:


Esenciales, Naturales y Accidentales.

 Elementos Esenciales: Como su nombre lo dice, son los que


primordialmente deben estar en el negocio jurídico para que este se pueda
dar. Estos a su vez se subdividen en comunes y especiales.
 Esenciales - Comunes: Son aquellos que se dan en todos los negocios
jurídicos mirados como género. Encontramos en esta clasificación a:
1. Consentimiento: es un presupuesto lógico del contrato que no puede
faltar, es la exteriorización de la voluntad de los intervinientes de querer
negociar, de querer obligarse, de querer vincularse. Es la base del
negocio jurídico, pero para llevar a cabo esta función debe cumplir
ciertos parámetros: 1. Que los sujetos deben actuar de manera racional
y consciente, según la capacidad que exige la ley; 2. La voluntad debe
manifestarse y exteriorizarse; 3. No debe existir en la exteriorización
ninguna clase de vicio.
2. Voluntad: se refiere al querer de la realización de algo de manera
intencionada. Existen tres formas de declaración de voluntad:
a) Expresa, ya sea por un lenguaje, verbal o escrito, mediante signos
inequívocos o conducta expresiva del declarante.
b) Tácita, que se infiere de hechos concluyentes.
c) Presunta, que resulta, por precepto legal, de hechos no concluyentes.
3. Capacidad: Es la atribución por ley de la posibilidad de ser sujeto de
derechos y obligaciones. La capacidad jurídica está atribuida a
toda persona física o natural desde su nacimiento y de acuerdo con lo
regulado legalmente respecto a éste, salvo las excepciones
establecidas por la ley.
4. Objeto lícito: pueden ser objeto de contrato todas las cosas que no
están fuera del comercio de los hombres. El objeto del contrato es
equivalente a la prestación, pues por un lado, es el elemento corpóreo,
la sustancia, la cosa, lo material, y por el otro, es la conducta que en un
momento determinado se exige al obligado y esa conducta siempre
será de un dar, un hacer o un no hacer. Como requisitos para que sea
elemento esencial del contrato, se hace necesario que el objeto sea
licito, posible y determinado o por lo menos determinable; ello refiere al
hecho de que no solo las cosas que existen pueden ser objeto de
contrato, sino también pueden serlo las cosas que aunque no existan,
se conozca por lo menos su género.
5. Causa lícita: toda declaración de voluntad requiere esencialmente un
motivo y una finalidad, esto se conoce como causa, es la finalidad que
cada sujeto persigue al contraer una obligación.

 Esenciales – Especiales: Son aquellos específicos que se dan según la


clasificación de los negocios jurídicos mirados como especie. Estos se
definen según el tipo de contratos que pueden ser solemnes, reales, etc.

 Elementos Naturales: son aquellos que normalmente se encuentran en cada


negocio jurídico, se dan de pleno derecho, sin necesidad de una manifestación
expresa de las partes para agregarlos, pero si es necesaria dicha
manifestación para excluirlas o modificarlas.
 Elementos Accidentales: también conocidos como voluntarios; no resultan
necesarios para la existencia del negocio, son aquellos que adquieren
vigencia cuando las partes lo determinan o agregan. La existencia de estos
elementos se basan en el principio de autonomía de la voluntad que le otorga
la ley a las partes. Encontramos en esta categoría como elementos
importantes la condición, el plazo y el modo:

1. Condición: suceso futuro e incierto, que no se sabe con certeza si


ocurrirá o cuando se dará, sobre el cual se configuran los efectos
del acto jurídico, de este depende el inicio o la finalización del
negocio jurídico. la condición puede ser suspensiva o resolutoria.
Es suspensiva cuando de ella depende la existencia del negocio, se
configura una condición sobre si debe producirse o no determinado
hecho que dará como resultado la producción del negocio jurídico.
Es resolutoria cuando de esta depende la finalización del negocio,
se da cuando el acto jurídico produce sus efectos, hasta que el
hecho condicionante tiene lugar o se da.
2. Plazo: es un hecho futuro pero cierto, contrario a la condición, ya
que el plazo es el suceso que permite el inicio o extinción del
negocio en un determinado día o fecha. Este plazo debe
necesariamente cumplirse.
3. Modo: sin ser un elemento esencial del negocio jurídico, se
considera como una imposición hecha al beneficiario, donde si no
se cumple dicha situación, no se podrán adquirir los derechos
objeto del negocio.

NEGOCIO JURIDICO EFICAZ.


La eficacia significa aptitud, eficiencia, vigor, idoneidad para originar un efecto o
consecuencia; según la RAE, es la capacidad de lograr el efecto que se desea o
se espera.
Cuando la eficacia se predica dentro de una entidad negocial, se entiende o
considera que se está ante un negocio eficaz y con ellos se desea dar a entender
que un acto jurídico es idóneo, eficiente para la producción de sus efectos jurídico
de manera estable.

VICIOS DEL CONSENTIMIENTO.

Según Diez – Picazo, para que un negocio jurídico surja, es necesario que sea
mediante la voluntad libre y consciente de los interesados, esta ha de ser la
expresión de un consentimiento serio, espontaneo y libre, se considera que si
estas circunstancias antes mencionadas no se dan, el consentimiento de halla
viciado.

En la vida diaria se presentan casos en que un negocio se celebra por temor,


estando intimidado su autor, la fuerza vicia la voluntad por el temor que produce
en la victima la situación de indefensión o de inferioridad en la que se encuentra.
La inhibición en la que se coloca o encuentra la persona, si es grave e injusta, y
además proviene de cualquier persona, ya sea para un beneficio propio o de un
tercero vicia el consentimiento; pero la amenaza no siempre proviene de otra
persona, sino de un grupo social, de sucesos de la naturaleza o de circunstancias
especiales del individuo. Se considera que en estos casos no hay espontaneidad
en la declaración; el sujeto fue impulsado por una coacción extraña difícil de
superarse o evitarse, en estos casos su actuar es protegido de igual manera como
si se encontrara coaccionado por un hombre.

El artículo 1508 del Código Civil establece que los vicios que pueden adolecer el
consentimiento, son: error, fuerza y dolo.

- Error: es la discrepancia entre el concepto y la realidad, es cuando se


considerara como cierto lo que no es; el error como vicio de la voluntad, es
la equivocación que lleva a un individuo a celebrar un negocio que de no
existir la ignorancia o malicia por alguna de las partes no se habría
celebrado. Pero no todo tipo de error produce la nulidad del negocio; ha de
ser error relevante o esencial, para eso el código civil en sus artículos 1509
al 1512, menciona los posibles o tipos de error que se pueden dar.

- Fuerza: es la presión física ejercida sobre una persona, inmiscuida en la


celebración de un negocio; en la fuerza su resultado se evidencia en el
temor que sobrecoge a la víctima y que la lleva a actuar aun yendo en
contra de sus intereses. La fuerza vicia el consentimiento cuando es capaz
de producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio, tomando
en cuenta su edad, sexo y condición, esta fuerza puede ser ejercida por el
beneficiario o por un tercero, basta con haber empleado la fuerza para
obtener el consentimiento. art.1513 – 1514 C.C.

- Dolo: es el deseo positivo de inferir daño a alguien, y en cuanto vicio de la


voluntad, es toda clase de maniobras, maquinaciones, artificios y engaños
que se emplean con el fin de obtener el consentimiento de un individuo
para la celebración de un negocio. Parte de una conducta ilícita que recae
sobre una persona a la que se le induce a contratar.

Estado de necesidad en el negocio jurídico

Algunos códigos modernos reglamentan expresamente los contratos celebrados


en estado de necesidad, que aunque muy cercanos a veces a los que surgen con
el vicio de fuerza o de lesión, tienen modalidades distintas y deben regirse por
normas diversas.

El código alemán con su art 138 dispone: “será nulo todo acto jurídico contrario
a las buenas costumbres y en particular aquel por el cual, explotando cualquiera la
desgracia, la ligereza o inexperiencia de otro, se haga prometer o dar por el o por
un tercero, en cambio de una prestación, ventajas patrimoniales que excedan el
valor de esta prestación, de tal modo que, según las circunstancias, las ventajas
estén en enorme discordancia con ella.

En este artículo se considera el estado de necesidad cuando se refiere a que se


explote cualquiera desgracia, es decir, cuando se contrate en condiciones inicuas
por una parte que se encuentra en estado de apremio, angustia(necesidad) que la
determina a contratar en esas condiciones. En cambio, cuando se refiere al que
contrata con ligereza o inexperiencia, no hay estado de necesidad y como,
además, puede no haber tampoco un vicio del consentimiento (error, fuerza, dolo),
la ley interviene para regular la normal equivalencia de las prestaciones, de
manera objetiva, esto es, defiende la conmutatividad.

En otros términos el estado de necesidad, para anular el acto, se toma en cuenta


la voluntad “presionada” por la necesidad del que la obliga, que es “explotada” por
la otra parte; en cambio, cuando existe la ligereza o la inexperiencia del que se
obliga en condiciones tan desventajosas, no se toma en cuenta primordialmente
un vicio de su voluntad, sino la lesión, la falta de conmutatividad que hace que el
acto sea “contrario a las buenas costumbres” y por eso se anula.

De ahí que el artículo comience refiriéndose, en general, a los actos contrarios a


las buenas costumbres, y enseguida señale diversos casos dentro de la norma.

El código civil italiano

Con el propósito de dar, tal vez, mayor estabilidad jurídica a los actos, mezcla la
lesión con el estado de necesidad exclusivamente y disponiendo en su artículo
1.448 “acción general de rescisión por lesión. Si hubiese desproporción entre la
prestación de una de las partes, y la de la otra, y la desproporción dependiese del
estado de necesidad de una de ellas, de la que se ha aprovechado la otra para
obtener ventaja, la parte damnificada podrá demandar la rescisión del contrato.”
La acción no será admisible si la lesión no excediese la mitad del valor que la
prestación ejecutada o prometida por la parte damnificada tenía en el momento del
contrato.

“La lesión debe perdurar hasta el momento en que se proponga la demanda”.

“no podrán ser rescindidos por causa de lesión los contratos aleatorios”

“quedan a salvo las disposiciones relativas a la rescisión de la división”

Las disposiciones recién transcritas son de mayor amplitud que las relativas a la
fuerza, pues, aun cuando sea la propia víctima la que exija la celebración del
contrato en esas condiciones lesivas para sus intereses, y aunque el beneficiado
no haya participado en modo alguno a crear esa situación o a sugerir el beneficio
excesivo, el acto será anulable. Dentro de las normas relativas a la fuerza, el acto
seria perfectamente válido.

Diversos autores y legislaciones alrededor del mundo han hablado de cómo puede
el estado de necesidad afectar la eficacia de un negocio jurídico, los autores que
lo tocan tienden a tener ciertas discrepancias y entendimientos respecto al tema,
en cuanto a que no hay acuerdo, de donde ubicar el estado de necesidad dentro
del negocio jurídico, por consiguientes entre los consensos de donde ubicarlo se
pueden presentar tres:

1- En la fuerza como un vicio del consentimiento del negocio jurídico


2- En la lesión como un vicio del consentimiento
3- En el objeto como un elemento del negocio jurídico

El estado de necesidad en la fuerza

La fuerza o violencia como también se denomina, es el constreñimiento ejercido


sobre la voluntad de un individuo mediante coacción física o amenazas, que le
producen un temor de tal magnitud que le obliga a consentir en un acto jurídico
que no desea.

La presión en la voluntad puede ejercerse mediante la amenaza de un mal futuro,


o bien por un mal trato o sufrimiento físico actual.

Este vicio de consentimiento altera, pues, la voluntad por el temor que engendra
en la persona que lo sufre, pero no hace desaparecer totalmente la voluntad. De
aquí que en los primeros tiempos del derecho romano la violencia no era un vicio
del consentimiento, puesto que el autor o el contratante exterioriza su voluntad con
cabal conocimiento de las circunstancias (sin error) y prefiere consentir a
mantener su espíritu turbado por el miedo de que continúe el sufrimiento físico o
se realice la amenaza.

El vicio de la voluntad no está propiamente en la fuerza (que viene a ser causa)


sino en el miedo (efecto), que es el que determina que se exprese
conscientemente una voluntad que no corresponde al verdadero querer del sujeto.

La fuerza de que tratamos puede ser pues física o moral según se emplee vías de
hecho o amenazas, respectivamente, pero en todo caso tiene por finalidad infundir
temor; de manera que el que la sufre manifiesta una voluntad solo aparente por
falta de libertad.

Los casos de violencia física, como dice G. Ripert, son cada vez más raros y lo
frecuente es que se emplee la fuerza mediante la amenaza o “chantage”

Requisitos del vicio de la fuerza

Para que la fuerza vicie el consentimiento debe reunir los siguientes requisitos

a) Debe ser grave


b) Debe ser injusta
c) Debe ser determinante

Debe ser grave


El código alemán dispuso en su artículo 123, siguiendo estos principios: “el que se
haya determinado a hacer una declaración de voluntad, por manejos fraudulentos
o por amenazas ilegales, podrá erguir de falsa dicha declaración”.

El mal con que se amenaza puede recaer no solo sobre una persona o patrimonio
de la víctima, sino también sobre su honor y reputación. Además, para precisar en
cada caso si la fuerza ha producido el temor que vicia el consentimiento deben
considerarse siempre las circunstancias de tiempo y lugar, pues pueden tener
influencia decisiva en el ánimo de la víctima. Ejemplo. El que se encuentra solo en
un país extraño o de noche y en despoblado, puede experimentar un temor que
vicie su voluntad, aunque el mal con que se le amenace no sea probable ni de
gran magnitud.

En el código chileno es tal vez más preciso en reglamentar la fuerza que el código
francés, puesto que en el artículo 1112 dice: hay fuerza cuando es de naturaleza
capaz de hacer impresión sobre una persona razonable y que pueda inspirarle el
miedo de exponer su persona o su fortuna a un mal considerable y presente. Se
tienen en cuenta, en esta materia la edad, el sexo, y la condición de las personas.

La fuerza debe ser injusta (el ejercicio ilegitimo de los derechos)

Que la fuerza sea injusta o ilegitima significa que es contraria a derecho.

Cuando la fuerza se ejerce por miedo de actos ilícitos, como amenaza de


escándalo o vías de hecho, sea que constituyan o no un delito penal, es
indiscutible que la coacción es injusta. Pero la duda surge cuando se ejercita un
derecho y a raíz de ello se celebra un acto jurídico en que el deudor o demandado
contrae una nueva obligación o renuncia a un derecho.

La doctrina es uniforme es estimar que el ejercicio legítimo de un derecho no


puede constituir fuerza, aun cuando con ello se produzca actos de violencia, como
la prisión del deudor, el desalojo de la propiedad, etc. un contrato celebrado en
estas condiciones es válido, puesto que la ley autoriza al acreedor para obtener
compulsivamente la satisfacción de su derecho .
Pero bajo la apariencia del ejercicio legítimo de un derecho, puede ejercer la
fuerza para obtener un beneficio ilegitimo y, entonces, la demanda judicial o la
amenaza de intentarla dejan de ser el ejercicio de un derecho y se transforman en
un abuso, en un medio de hecho que constituye fuerza, vicio del consentimiento.

Es decir, el ejercicio de un derecho no constituye fuerza si con el solo se persigue


la prestación o abstención que la ley le atribuye; pero si el ejercicio o la amenaza
de ejercitar un derecho tienen el deliberado propósito de agravar de manera ilícita
la condición del amenazado” para obligar, por ejemplo. Al deudor a pagar
intereses usuarios, o hacer dación en pago de una cosa de valor muy superior a la
deuda, o bien con el fin de obtener el consentimiento en una obligación diversa o
la renuncia de un derecho, habrá violencia injusta y por consiguiente vicio de
consentimiento en el acto que se celebre bajo esas condiciones.

G. Ripert , siguiendo este orden de ideas, dice que si le autor de un delito promete
reparar las consecuencias dañosas, por el miedo que le causa que se descubra su
delito y ante amenaza de la víctima, se obliga válidamente. Pero si es excesiva la
obligación que contrae, es decir la fuerza de proporción con la reparación del
daño, la obligación es nula.

La jurisprudencia francesa ha resuelto que “si en principio el empleo de una vía de


derecho no puede ser considerado como fuerza que invalida por si misma las
transacciones celebradas bajo su influencia, es diferente cuando el ejercicio de
esta acción, entablada con el propósito de sostener un pretensión injusta, no ha
sido sino un medio de intimidación.

Algunos códigos se refieren expresamente a este requisito. El art 100 del código
de Brasil, dispone que “no se considera fuerza la amenaza del ejercicio normal de
un derecho ni el simple temor reverencial”, el código italiano en su art 1.438
precisa más claramente estas ideas al disponer “la amenaza de hacer valer un
derecho podrá ser causa de anulación del contrato solamente cuando fuere
dirigida a conseguir ventajas injustas”.
La fuerza debe ser determinante

En el art 1.457 dice que “para que la fuerza vicie el consentimiento no es


necesario que la ejerza aquel que es beneficiado por ella; basta que se haya
empleado la fuerza por cualquiera persona con el objeto de obtener el
consentimiento”. O sea, jurídicamente solo hay fuerza cuando se ejerce con el
deliberado propósito de obligar a consentir.

Por eso la sanción en este vicio del consentimiento obedece tanto a que la
voluntad esta presionada por el temor, como al castigo que merece el hecho ilícito
de ejercer actos de violencia para determinar a consentir.

La sanción de este vicio del consentimiento tiene, pues, por fundamento primero
el castigo del acto ilícito. Y por ello siguiendo la doctrina clásica, no es nula la
obligación que se contraiga por temor si este no se ha producido mediante la
fuerza ejercida conscientemente para obtener ese efecto.

Son ejemplos: clásicos los del que promete una suma excesiva para que se le
salve la vida de un naufragio, o para que se liberte de manos de unos bandidos.

Esta solución jurídica, puramente formal, es inaceptable desde el punto de vista de


la equidad. Por eso Pothier decía que en esos supuestos debía reducirse la suma
prometida a la justa recompensa por el servicio prestado.

La doctrina también a ideado la posibilidad de anular estos contratos por falta


absoluta de la voluntad, pues, el que promete dominado por el pavor, en verdad
no sabe lo que promete. Pero es indiscutible que en tal supuesto la voluntad
desaparezca totalmente. La prueba es en todo caso muy difícil.

También se podría estimar que se amenaza al que encuentra en peligro en


estado de necesidad, con no prestarle ayuda si no se acepta pagar o si no ofrece
una prestación excesiva. Habría así vicio de fuerza puesto que se amenaza con el
mal de no prestar socorro (omisión) que produce necesariamente una impresión
fuerte por el daño irreparable y grave que significa.
Si el ofrecimiento de la víctima es absolutamente espontaneo, el acto será válido,
a menos que extremando los conceptos se considere que es un acto nulo por
inmoral.

Finalmente, podría estimarse que hay falta parcial de causa en la obligación de


quien hace una promesa en esas circunstancias.

La corte de casación francesa entiende, en general, que solo habría fuerza si se


obtiene la promesa excesiva ofreciéndose a prestar el auxilio y fijando en forma
expresa o insinuando un monto excesivo por esa recompensa. O simplemente
fijando o insinuando ese monto una vez que se le ha requerido.

Pero no habría violencia cuando se aprovechan las circunstancias de apremio de


víctima y se acepta, sin ejecutar acto alguno, el ofrecimiento que ella nace por el
auxilio o beneficio que solicita.

El código italiano ha solucionado todos estos problemas de doctrina y


jurisprudencia disponiendo en su artículo 1.449; “contrato concluido en estado
de peligro. El contrato mediante el que una de las partes hubiere asumido
obligación en condiciones inicuas. Por la necesidad conocida por la otra parte de
salvarse a sí misma o salvar a otros del peligro actual de un daño grave a la
persona, podrá rescindirse a instancia de la parte que se haya obligado”. “el juez
al pronunciar la recisión, podrá, según las circunstancias asignar a la otra parte
una retribución equitativa por la obra prestada”.

El estado de necesidad en la lesión

La lesión ha sido considerada por tradición como un vicio del consentimiento.


Empero, la lesión en nuestro código no tiene ese carácter. Ella no figura entre los
vicios del consentimiento enumerados por el art 1508 de nuestro código civil,
tampoco constituye una causa general de nulidad de los actos jurídicos.

La lesión ha sido consagrada exclusivamente para determinar actos, y opera con


un criterio matemático, objetivo que descarta toda consideración subjetiva. Nada
importa las circunstancias en que actuó el sujeto. Para que exista lesión es
menester que se produzca la desproporción aritmética, objetiva, de las
prestaciones contractuales de las partes; es decir, que se haya traspasado, hacia
abajo o hacia arriba el límite aritmético fijado por la ley.

Basta el desequilibrio contractual entre lo que se da o se promete y lo que se


recibe en cambio, para que el acto quede expuesto a ser anulado, sin que
importen consideraciones relativas a la intención que se tuvo al emitir la
declaración de voluntad.

De igual modo sobra toda consideración acerca de una voluntad viciada, si se ha


respetado en el contrato el límite que la ley a determinado. Por tal motivo aseverar
que entre nosotros la lesión es un vicio del consentimiento, constituye un craso
error, cuya aplicación solo puede hallarse mediante el análisis de los orígenes y
desarrollo de la institución.

Criterios para establecer la lesión

En tres grandes categorías se dividen las legislaciones, según el criterio que


hayan adoptado al consagrar la lesión: Las objetivas, que siguieron al código
francés; aquellas que dieron a la institución un fundamento subjetivo, y las mixtas.

Para las primeras, la lesión es un vicio objetivo del contrato: se produce siempre
que exista la desproporción aritmética fijada en la ley; por regla general la mitad
del justo precio es el límite, mas halla del cual hay lesión.

Las segundas, reparan exclusivamente en la situación subjetiva de la parte al


celebrar el acto jurídico, siempre que este sea el producto del aprovechamiento
ilícito que una persona haga de la necesidad, de la ligereza o de la inexperiencia
de la otra, habrá lesión, por pequeño o nulo que sea el daño patrimonial causado.
Tal es el principio que consagra el art 33 de C.C soviético y en la legislación
anglosajona.
Finalmente las mixtas, a la vez que exigen cierta entidad en la desigualdad de las
contraprestaciones (desproporción), toman en cuenta el elemento subjetivo, es
decir, la situación del contratante lesionado, y exigen que tal desproporción sea el
resultado del aprovechamiento que una parte haga de la necesidad, ligereza o
inexperiencia de la otra. Códigos alemán y suizo.

Estado de necesidad en el objeto como elemento esencial del negocio


jurídico

Requisitos que debe tener el objeto de una obligación

1) Existir, por lo menos eventualmente


2) Estar en el comercio
3) Ser determinado o determinable
4) Ser licito
5) Ser física, moral y jurídicamente posible
6) Tener algún interés para el acreedor

Posibilidad del objeto:

El objeto debe ser posible física, moral y jurídicamente. El objeto, principalmente


cuando la prestación consiste en un hecho, debe hallarse al alcance de las
posibilidades humanas. De allí que las cosas imaginarias y los hechos físicamente
imposibles, no puedan ser el objeto de una obligación. ( art 1518 C.C)

¿Constituye imposibilidad del objeto el advenimiento de circunstancias


imprevistas que hagan excesivamente onerosa la obligación?

La teoría llamada de “la imprevisión”, pese a sus enconados adversarios, se ha


abierto paso en la vida jurídica moderna. El art 1625 del código civil colombiano y
en el 1234 del código francés, solo se ha contemplado, como causa de extinción
de las obligaciones, la imposibilidad absoluta y objetiva., sin mencionar en forma
alguna la extrema dificultad o el excesivo costo en el cumplimiento de las mismas.

Origen de la doctrina de la imprevisión


Ya desde tiempo anterior al estallido de la primera guerra mundial (1914-1918), se
había planteado el punzante problema de saber cuál sería la solución adecuada
para aquellos casos en que, en virtud de haber variado la situación existente al
momento de celebrarse el contrato, las obligaciones de una parte habían llegado a
ser tan onerosas que no sería posible mantenerlas sin causar la ruina del deudor o
sin cometer una tremenda injusticia, al pretender su cumplimiento sin reparar el
excesivo costo de tal exigencia.

Pero solo fue con el desencadenamiento de tan grande hecatombe (primera


guerra mundial), como el problema en referencia asumió las características de una
calamidad social.

La invasión alemana trajo como resultado el encarecimiento extremo de los


medios de vida, la escases de materias primas, serios e insalvables obstáculos
para el trasporte, en fin, toda una serie de quebrantos en la vida económica de la
colectividad francesa, que repercutió inevitablemente en el círculo individual y
familiar y en la posibilidad de ejecución de un sinnúmero de convenciones
celebradas antes de la guerra.

El clamor público se preguntó, entonces, si la alteración de las circunstancias


existentes al momento de celebrarse el contrato, proveniente de hechos
imprevistos e imprevisibles para las partes contratantes, alteración que rompe el
equilibro contractual y determina una grave situación de injusticia, constituye o no
un motivo suficiente para que el juez intervenga en la ejecución del contrato, en el
sentido de modificar las obligaciones de las partes o para declararlo extinguido.

No obstante, la justicia ordinaria, imbuida de exceso de individualismo, rechazo en


un principio esa posibilidad, alegando que todo contrato es ley para las partes y
que tanto estas como el juzgador deben respetarlo y velar por su estricto y fiel
cumplimiento.
Fue el consejo de estado francés el que primero vino a romper las vacilaciones
existentes, al acoger y aplicar la teoría de la imprevisión en la decisión de un
célebre caso.

- La compañía de gas de burdeos había celebrado con el municipio del


mismo nombre, antes de la guerra, un contrato de suministro de alumbrado
a determinadas tarifas. Habiendo estallado el conflicto mundial de 1914, los
alemanes invadieron las cuencas hulleras de Francia, hecho que motivo el
alza inmoderada en el precio del carbón, por causa del extraordinario
aumento en el precio de dicho combustible, la empresa se vio
imposibilitada para seguir prestando el servicio referido a las mismas
tarifas, pues ello equivaldría su ruina.
De allí que acudieron ante la autoridad competente, en demanda de una
retribución o reparación de la perdida que le implicaba el cumplimiento del
contrato. Esta pretensión fue negada, lo que motivo un recurso ante el
consejo de estado, entidad esta que decidió el litigio en el sentido de
aceptar las razones expuestas por la compañía, reconociéndole el derecho
para obtener la revisión de las tarifas o una indemnización a título de
participación en las pérdidas sufridas por el mantenimiento del contrato.
Este fallo tiene fecha 30 de marzo de 1916.

Como dice hauriou, “uno de los resultados de la teoría del riesgo imprevisible, es
la aplicación de un principio de justicia distributiva a un contrato conmutativo. En
efecto, el riesgo imprevisible se distingue del previsible; y entretanto que esta
continua sometida a los principios de la justica conmutativa (cada uno soporta sus
riesgos), el riego imprevisible se declara común a las dos partes, y se distribuye,
por así decirlo, entre ellas.

Teoría de la presuposición
Fue expuesta por Windscheid y que inspiro las tesis de Renard,Ossilia y Cogliolo,
es en síntesis una aplicación del móvil determinante del negocio jurídico. En toda
declaración de voluntad es menester considerar el motivo que indujo a una parte
al contrato y los supuestos de que partió su obligación, los cuales no pueden en
forma alguna extenderse hasta haber querido los efectos no previsibles de su
consentimiento. Por tal causa dicha parte podrá exponer la exceptio doli cuando la
otra pretenda aprovecharse de las estipulaciones contractuales para obtener
resultados o efectos presupuestos para determinado estado de cosas,
cuandoquiera que tal estado haya sufrido variaciones.

En cada uno de los contratos dice por su lado Gogliolo, el consentimiento esta
determinado por móviles(motivos internos), que normalmente no tienen eficacia
jurídica, pero que en el territorio de pactos expresos o tácitos del contrato ocupan
una zona intermedia entre las condiciones estipuladas de aquel y los simples
motivos internos, zona constituida por aquellos hechos objetivos externos que
fueron el substratum, el presupuesto que elevo a voluntad jurídica de los
contratantes, el consentimiento.

Teoría de la equivalencia de prestaciones

Para Giorgi, Kruckmann y Lenel, entre otros, el cambio de estado de hecho


existente al celebrarse el contrato, debe influir de modo directo sobre el vínculo
creado, al alterar la relación de correspectividad, siendo entonces resoluble el
contrato. Cuando se verifique un cambio imprevisto que altere permanente bel
estado de hecho y produzca un desequilibrio, es menester, por razones de
equidad y justicia distributiva, que el magistrado restablezca el equilibrio alterado,
cortando toda desigualdad entre las partes y buscando aquella utilidad común que
dio origen a la celebración del contrato.

Estado de necesidad

En un artículo publicado en 1898, intitulado lo stato di necessita nel diritto civile,


sostiene el jurista italiano N.Coviello que la obligación llegada a ser excesivamente
onerosa coloca al deudor en un estado de necesidad, naciendo de ese estado de
cosas un derecho de expropiación del derecho del acreedor, que autoriza al
deudor a sustituir dicha obligación por una compensación adecuada.

La fuerza mayor y el caso fortuito

Ciertos autores han observado que la imposibilidad que afecta al contratante cuya
prestación, por el advenimiento de circunstancias imprevistas, ha llegado a ser
difícil de ejecutar o demasiado onerosa, no es propiamente hablando subjetiva,
pues ella surge de un nuevo estado de cosas exterior al contratante, que es
netamente objetivo.

De allí que en Francia, Italia y Alemania, se haya hecho un notable esfuerzo en el


sentido de distinguir la imposibilidad absoluta objetiva de la relativa objetiva, y esta
de la imposibilidad simplemente subjetiva.

La imposibilidad absoluta objetiva sería un impedimento invencible desde todo


punto de vista; la relativa contempla un impedimento que puede ser vencido, pero
en virtud de esfuerzos y costos excepcionales, que implicarían una suma
diligencia a la cual no está obligado el deudor.

En efecto, se razona, puesto que el deudor no está obligado en los contratos que
tienen por objeto la mutua utilidad de las partes sino a una mediana diligencia y
cuidado, es contrario a este principio exigir que cumpla una obligación que, por
causa de circunstancias imprevistas, solo podría ejecutarse con el máximum de
diligencia. Debe considerarse aquí, como si existiera una fuerza mayor o caso
fortuito que hace imposible el cumplimiento de la obligación.

Las teorías anteriores sirven para justificar ese poder conferido al juzgador,
mediante el cual vela por el mantenimiento del equilibrio económico del contrato y
evita el atentado contra la equidad, que implica el que una de las partes, por virtud
de circunstancias imprevistas sobrevinientes, pueda llevar a la otra a una posición
ruinosa so pretexto del respeto a la ley contractual.

El estado de necesidad en Colombia

La doctrina del estado de necesidad se presentó en Colombia a través del fallo de


la corte del 7 de octubre de 1962, donde se brinda unas directrices para entender
la presencia de la violencia como vicio de la voluntad, ya que no permite que la
misma se exprese da manera libre.

La siguiente sentencia que se ocupa de estudiar la fuerza como vicio de la


voluntad, desde el punto de vista de los negocios jurídicos y su invalidez por vicios
de la voluntad incluyendo el estado de necesidad; se da el 4 de mayo de 1968 en
la corte suprema de justicia, casación civil de Bogotá, siendo el magistrado
ponente el doctor Fernando Hinestrosa, tratando el caso del señor Obdulio
Rodriguez, el cual ya había fallecido para la época y la venta desventajosa de
unas mejoras que tenía en un fondo baldío en Campohermoso, Boyacá,
seriamente afectada por la violencia en ese tiempo, presentándose la demanda
por medio de los herederos del mismo con el fin de la restitución, basando sus
pretensiones en ley 201 de 1959, que hace referencia al aprovechamiento
económico de la violencia durante el estado de sitio que se hallaba regulado por el
artículo 121 de la carta política de 1886.

La corte en sus consideraciones explica al negocio jurídico como un acto de


autonomía privada que contiene la autorregulación de los propios intereses, en el
que las partes se encuentran subordinadas a la validez de la operación por medio
de los efectos de la figura típica utilizada, el cual puede tener nulidad si los actos
no se realizan con plena consciencia y libertad, ya que de no contar con las
mismas no se podría dar la validez del negocio, dándose así los vicios del
consentimiento que se encuentran en el artículo 1508 del código civil colombiano y
en caso de coacción, la necesidad de que haya sido determinante el acto en sí,
pasando a hacer énfasis en el estado de necesidad impulsado por la
desproporcionalidad económica dando como consecuencia la ineficacia del
negocio por negocios desproporcionados.

Observando también el constreñimiento del sujeto por medio de situaciones


desprovistas de intención de un aprovechamiento desconsiderado que afecte el
aspecto económico del negocio, incluyéndose como vicio de la voluntad a pesar
de que carezcan de origen humano o un fin reprochable, con el fin de cuidar la
víctima en apremio y evitar la ventaja injustificada que se le concede al
beneficiario, dándose con mayor apremio esta figura cuando la situación política y
social en la que se encontraba inmerso el país desencadenó la oportunidad
mayoritaria de obtener tratos ilegítimos, dando la corte como solución la nulidad
relativa.

Considerando de forma adicional a la fuerza desde su resultado, y de manera


particular a la persona que la sufre a través de sus distintas circunstancias, como
las situaciones externas que pudieron cambiar las condiciones individuales del
sujeto al momento de celebrar el contrato, “como un estado sicológico de
atemorización decisiva, proveniente de cualesquiera fenómenos humamos,
individuales o colectivos, reflejada en la falta de espontaneidad de la conducta,
deducida de la ruindad del trato, ha venido a hermanar definitivamente los
negocios arrancados a la fuerza, con los que se celebran un estado de necesidad
o de peligro.”i Por lo tanto, hay que analizar cada el negocio jurídico desde la
evidencia del ambiente, la zozobra, ansiedad y el fundamento de la reclamación
con que obra el sujeto.

La sentencia del 3 de mayo de 1984, presentada en la corte suprema de justicia,


teniendo como magistrado ponente al doctor Alberto Ospina Botero, también es de
vital importancia para el desarrollo jurisprudencial del estado de necesidad en el
negocio jurídico, pues hace referencia a la fuerza y violencia como vicio del
consentimiento.
En dicha sentencia se interpuso el recurso de casación contra la sentencia de 26
de julio de 1982, estudiándose el caso del señor Eduardo Suan Gutiérrez, como
arrendatario del señor Elías López Obando. Arrendador que alegando la venta del
inmueble desalojó al Señor Suan Gutiérrez, dejándolo sus bienes, enseres y
familia en el desamparo absoluto, agregando también que el señor Suan tenía un
establecimiento comercial en el inmueble en cuestión, ocasionando que el mismo
se encontrase sin fuente de ingreso, dándose la situación de que en la misma
noche del desalojo, su arrendador, el señor López Obando le ofreció la entrega del
inmueble de nuevo por medio de un contrato de arrendamiento por una suma que
superaba el 150% de la que tenían acordada en su anterior contrato.

La corte en ésta sentencia hace referencia la escases de doctrina y jurisprudencia


en las circunstancias donde el consentimiento es constreñido o limitado por
conductas del otro contratante, sino también por terceros o hechos hasta de la
misma naturaleza que puedan generar cambios en el sujeto contratante.

Siendo menester mencionar que el fallo de la corte del 7 de octubre de 1962 se


encuentra resumido en la sentencia del 3 de mayo de 1984 teniendo como arista
doctrinal que:

 La autonomía de voluntad no está presente si hay violencia o coerción, ya


que se entenderá que no se dio libertad contractual, pues no fue de hay
voluntad de manera espontánea sino por miedo o por el fin de evitar algo
que nos genera temor.
 La coacción moral o intimidación debería suprimir los efectos del negocio,
pues determinadas circunstancias podían limitar a alguna de las partes,
que si no fuese estado en la misma situación no habría considerado la
contratación, teniendo en cuenta que la intimidación no sólo tiene que venir
del otro contratante para que sea considerada ésta figura, sino también
considerados los terceros hasta las mismas fuerzas de la naturaleza,
mencionándose la subjetividad de los casos a tratar de manera particular y
el análisis que el juez que lleve el asunto debe de hacer en los mismos sin
la vulneración de las normas sustantivas.
 Se tiene en cuenta el artículo 1513 del código civil colombiano, donde se
mira a la fuerza como vicio “cuando es capaz de producir una impresión
fuerte en una persona de sano juicio”, siendo así, que también se habla de
estado de necesidad cuando “son las condiciones desfavorables del
negocio como prueba de estar viciado el consentimiento por la violencia
dentro de perturbación del orden público que funda el estado de sitio por
conmoción interior. Es la juridicidad que reivindica su imperio civilizador
frente a la fuerza que retrograda a estados antisociales"ii

Por otro lado la corte nombra el fallo de 15 de abril de 1969, haciendo


referencia al estado de necesidad dándole también el nombre de la fuerza de
la naturaleza, diferenciándolo como tal del campo de la lesión legislativa y de la
doctrina clásica de la fuerza, hablando de las situaciones indebidamente
utilizadas para lograr una prestación desproporcionada, viendo directamente a
la intimidación de la víctima como un vicio del consentimiento, siendo la fuerza
injusta, no mirando a la misma como impuesta por acciones humanas sino
también como el aprovechamiento de las circunstancias en que se encuentre el
sujeto, con el fin del mejoramiento económico excesivo, aunque no alcancen el
límite de la lesión enorme, siendo la misma una figura jurídica que se presenta
cuando el valor del contrato difiere desproporcionadamente del valor real.
BIBLIOGRAFIA.

http://www.enciclopedia-juridica.biz14.com/

http://derecho.laguia2000.com/parte-general/elementos-de-los-actos-
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http://elnegociojuridico.globered.com/

http://www.wordreference.com/

http://www.gerencie.com/

Curso de introducción al derecho; Luis María Olaso – Jesús María Casal. Tomo II.
2007. (elementos del negocio jurídico).

La ineficacia en el negocio jurídico; Edgar Ramírez Baquero. 2008.

Iniciación del derecho; Elvira López Díaz. 2006. (consentimiento).

Derecho civil II. Derecho de obligaciones y contratos.2002. (Vicios del


consentimiento).

Código civil. Edición 2014. Editorial centauros.

Teoría general de las obligaciones. Álvaro Pérez Vives

La voluntad y la capacidad en los actos jurídicos. Avelino León Hurtado

i
Corte suprema de justicia, sala de casación civil. (4 de mayo de 1968). Fuerza de vicio de la voluntad
(violencia generalizada). Gaceta judicial, pág. 94.
ii
Corte suprema de justicia, sala de casación civil. (3 de mayo de 1984) Fuerza y violencia, vicios del
consentimiento. Gaceta Judicial, Pág. 177.

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