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ABORTO

Alumna: Guadalupe Barrera

Profesor: Juan Iosa

Materia: Filosofía
INTRODUCCION
En las distintas sociedades aun tienen privilegio la heterosexualidad y el patriarcado, sin
embargo distintos impactos en el orden sexual llevaron a cuestionar temas que se creían
indiscutibles que muestran un escenario más diverso respecto del orden sexual. Por ejemplo el
tema del divorcio que es prácticamente parte de todas las legislaciones del mundo, quebrando lo
defendido por múltiples instituciones religiosas que es la indivisibilidad del matrimonio. Otro
ejemplo es el reconocimiento de derechos a parejas del mismo sexo, borrando el requisito de la
heterosexualidad para formación de una pareja.

Pero un tema controversial sigue siendo la legalización del aborto, su discusión trae
como resultado que no se permita, que se permita parcialmente o una permisión total. Donde
esta discordancia se da por los distintos argumentos que se sostienen. Lo que pretendo apuntar
con este trabajo es señalar los motivos que generalmente se sostienen para su prohibición y dar
a lugar la critica por la que no solo tal práctica debería dejar de ser vista como un crimen, sino
incluso debería ser vista como un derecho de las mujeres.
El aborto no solo puede verse como un asunto social y de salud pública, sino también
como un asunto moral, dado que lo que se discute es si se considera moralmente permisible o
no la interrupción del embarazo lo que estaría dando fundamento (o no) a su penalización.

Para aquellos que consideran esta práctica moralmente incorrecta, por lo que apoyan
que la misma sea prohibida, tienden a sostener distintos argumentos, el primero que vemos en
su discurso de defensa es que “La vida comienza con la concepción”, “El feto es vida” o “un feto
es un ser humano inocente y que, por lo tanto, es moralmente incorrecto matarlo “apoyándose
tanto en argumentos científicos, jurídicos como religiosos.

Sin embargo, no todos estamos de acuerdo sobre si el feto es un ser humano con todos
los derechos, la dignidad y el valor que tienen los seres humanos ya nacidos.

Para algunas personas, ser humano significa ser miembro de la especie Homo sapiens o
tener el código genético o el genoma de dicha especie, y dado que los fetos humanos satisfacen
esa condición consideran que son seres humanos y que, por lo tanto, es inmoral abortarlos.
Dejemos de lado la cuestión de que todas nuestras células tienen el código genético humano y,
sin embargo, no las consideramos “seres humanos”. Resulta más importante señalar que el
hecho de pertenecer a una determinada especie no basta para fundamentar ningún juicio moral.
Si ser humano significa ser miembro de una determinada especie o tener una cierta información
genética, entonces todavía quedaría por explicar por qué este mero hecho tiene alguna
significación moral. Pertenecer a una especie o tener un código genético determinado, en sí
mismos no tienen ningún valor moral, desde ningún punto de vista, pues es un mero hecho
biológico que, por cierto, todos los seres vivos comparten.

Otros afirman que tenemos que respetar la vida del feto porque se trata de una “persona
potencial”; es decir, sostienen que el feto es un ente que tiene el poder de convertirse en una
persona real y que eso hace a su vida valiosa. Sin embargo, el problema que plantea el
argumento, es que también se tiene que admitir que es posible que el feto no llegue nunca a
convertirse en una persona real. Y si el feto no se convierte en una persona real (por ej. si se
aborta) y, por lo tanto, no llega a tener en el futuro las características que confieren valor a las
personas, entonces no hay nada en el presente de donde se pueda derivar su valor moral. Así,
argumentar que el feto es una persona potencial, no necesariamente nos lleva a la conclusión de
que el feto tiene el mismo valor moral que una persona real. Y esto lo podemos observar en
distintas legislaciones, por ejemplo en aquellas que solo aprueban esta práctica solo en caso de
violación, nos lleva a pensar que aunque todas las personas tengan derecho a la vida, algunas
tienen más derecho que otras, donde van a tener menos derecho a la vida aquellos que existen
como resultado de una violación.

Hay quienes afirman que el feto no es una persona potencial, sino una persona real —sólo
así se explica la atribución de derechos al feto, como el derecho a la vida y otros—, que
generalmente tenemos un concepto de persona mucho más rico y pensamos que las personas
son seres capaces de tener conciencia y autoconciencia, seres que tienen capacidades que
implican ciertos grados de racionalidad, que poseen la capacidad de interactuar con otros
miembros de la comunidad de personas y de llevar a cabo acciones intencionales. Lo que hace
que demos un valor especialmente importante a un ser humano.
Si bien la ciencia no puede decirnos qué es una persona, sí puede decirnos a partir de
cuándo podemos afirmar que un embrión ha desarrollado dichas características mentales. Los
avances científicos sobre el desarrollo del embrión y la fisiología del embarazo, así como la
neurobiología, nos dan información importante para establecer en qué etapa del desarrollo
embrionario se puede decir que el feto ha adquirido las características definitorias del ser
humano y la base neurofisiológica necesaria para atribuir estados mentales al embrión. A las
doce semanas el desarrollo del cerebro está apenas en sus etapas iniciales y no se ha
desarrollado la corteza cerebral ni las conexiones neurofisiológicas indispensables para que
podamos atribuir sensaciones y conciencia al feto. Nos dice el neurocientífico Ricardo Tapia “el
desarrollo anatómico y funcional del sistema nervioso humano nos permite establecer que no se
puede hablar de persona sino hasta el tercer trimestre del embarazo, y que por eso no hay duda
de que el embrión de doce semanas no es un individuo biológico ni mucho menos una persona.”

Si pensamos en las características mentales como aquello a lo que otros se han referido en
términos de “alma”. Uno de los pasajes más citados por quienes defienden la prohibición, se
encuentra en el Antiguo Testamento, en el primer capítulo de Jeremías, y dice: "Antes de
formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había
consagrado, te había constituido profeta para las naciones". Para el filósofo James Rachels a
lectura de ese fragmento no permite concluir que se trate de un juicio moral sobre el aborto, sino
más bien es una figura "poética"

San Agustín obispo de Hipona y máximo pensador del primer milenio del cristianismo,
consideraba que el embrión no tenia alma, sino hasta el día 45 después de la concepción.. Por
eso, distinguía entre el aborto realizado sobre un feto animado -que equiparaba al homicidio-, del
aborto practicado sobre un "informe" sin alma humana, que igualmente repudiaba pero que tenía
una pena menor.

Casi un milenio más tarde, Santo tomas de Aquino otro de los teólogos más importante del
cristianismo, fue contundente al sostener – en su suma teológica y siguiendo a Aristóteles- que
“El alma no es infundida antes de la formación del cuerpo”. El alma humana viene junto con la
forma humana, por lo que un embrión no tiene alma sino hasta después de varias semanas de
embarazo, cuando el feto comienza a adquirir la forma humana. "Se consideraba que los
primeros movimientos del feto, las primeras señales de vida perceptibles, significaban el
comienzo de la «animación»"

Esta postura es la que Iglesia la adoptó en 1312, en el Concilio de Vienne convocado por el
papa Clemente V. Recién la revirtió en el siglo XIX, cuando dio marcha atrás, pero por un curioso
motivo: con rudimentarios microscopios de la época, los científicos de entonces creyeron ver en
el embrión a personas humanas diminutas, a las que denominaron "homúnculo".

Si bien los avances tecnológicos posteriores permitieron confirmar, que el pensamiento


original de Santo Tomás era correcto, y que los embriones comienzan como un grupo de células
y que la forma humana la adquiere con el desarrollo. Aun cuando cambió el conocimiento
científico, la Iglesia mantuvo aquella posición.
Esto nos lleva a el conflicto entre los supuestos derechos del feto y los derechos efectivos de
la mujer.

La penalización implica una violación de distintos derechos los cuales derivan directamente
del hecho que las mujeres son agentes moralmente autónomos. Penalizar el aborto significa no
reconocer que lo son. Significa no reconocer que las mujeres tienen derechos a decidir sobre su
propio cuerpo, a decidir cuándo y cuántos hijos tener, y a planear libremente su futuro y
realizarlo. No hay otro caso en que la ley requiera a un individuo sacrificar su libertad, su
autonomía, su privacidad, su dignidad, su integridad corporal y su vida futura en la manera en la
que un código penal lo hace cuando criminaliza el aborto.

El argumento de los contra abortistas sostienen que la mujer tiene la obligación biológica de
llevar el embarazo a término, sosteniendo que deben ser responsables de sus actos
irresponsables haciéndose cargo de su maternidad. Cabe decir a esto que, no podemos tener
ningún tipo de responsabilidad especial hacia una persona a menos que la asumamos explícita o
implícitamente. Si unos padres no intentan evitar un embarazo y no recurren al aborto, sino que
tienen al bebé, ellos están asumiendo responsabilizarse del bebé, le están dando derechos y no
pueden zafarse de su responsabilidad cuando vean el enorme coste que tiene sobre sus vidas.
Pero si ellos han tomado todas las precauciones razonables contra tener un bebé, no tienen
responsabilidad simplemente por su relación biológica con el niño que viene. No se les puede
exigir inmensos sacrificios.

Me parece dable señalar que encuestas realizadas entre mujeres que llegan a hospitales
por complicaciones en abortos inducidos muestran que un 69% de estas mujeres tiene ya una
criatura o más y que deciden abortar porque su situación económica o familiar no les permite
adquirir esta nueva responsabilidad, y en esa situación son incapaces de darle un mejor futuro o
educación a ese posible hijo de lo que ellas quisieran. Al contrario de lo que dicen quienes
apoyan la penalización, muchas veces estas mujeres están más conscientes de su imposibilidad
para brindarle un mejor futuro a un posible hijo de lo que ellos quieren creer; y ciertamente están
conscientes de los muchos problemas que un hijo no deseado traerá a sus vidas, entre otras
cosas además, muchas de ellas carecen de cualquier clase de “plan de vida”. Y muy
probablemente carecen de él, porque 60% de estas mujeres o son analfabetas o no terminaron
la primaria; un 28% terminó la primaria y sólo un 3% es profesionista. Es decir, el grueso de las
mujeres que abortan son pobres: mujeres que muy probablemente no tuvieron ningún tipo de
educación sexual, que desconocen cualquier tipo de método anticonceptivo, que viven en
contextos sociales machistas o en los que frecuentemente sufren violencia por parte de sus
propias parejas. Muchas de ellas no tuvieron ni la oportunidad ni las condiciones para decidir
tener sexo seguro y responsable. Es por ello que resulta injusto culparlas y luego exigirles que
tengan un hijo que ellas no desearon. La ley que penaliza el aborto castiga a estas mujeres no
sólo por la falta de prevención de la que muchas veces ni siquiera estaban conscientes, sino
también por su falta de educación, su ignorancia, su desconocimiento de métodos
anticonceptivos y, a fin de cuentas, su marginación. Así, la ley las castiga por muchas cosas de
las que ni siquiera son responsables. Todos sabemos que las mujeres con recursos también
recurren al aborto, la diferencia que ellas tienen los medios para buscar un buen ginecólogo que
les practicará un aborto igualmente ilegal, pero en óptimas condiciones sanitarias. De este modo,
ésta es una ley que penaliza mayormente a las mujeres pobres y en ese sentido es una ley
injusta y discriminatoria.

A su vez quienes se oponen a la despenalización nos dicen que las mujeres que no deseen
al hijo lo pueden poner en adopción pero, ¿es la adopción de estos niños una solución real? En
Estados Unidos la adopción ha demostrado no ser una verdadera solución al problema del
aborto. En 2003, 14,000 infantes recién nacidos fueron cedidos voluntariamente para adopción
por sus madres, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos; este
número es insignificante comparado con los 1.3 millones de abortos que se realizan en ese país
cada año. Estas cifras nos indican que las mujeres prefieren practicarse un aborto antes que
llevar a término su embarazo para luego dar en adopción a un niño. Por otro lado las personas
que tienen los medios económicos para adoptar prefieren bebes ideales, sanos y sin ninguna
historia previa, en Argentina el 1% de los niños que esperan una familia responden a ese criterio,
esto genera un número muy grande de niños que llegan a la edad de 18 años y deban egresar
de los hogares debiendo hacerle frente a la vida adulta.

Por lo tanto si a lo que el sistema apunta es al bienestar del individuo dentro de la sociedad y
el de la sociedad en su conjunto, el mismo no se logra por medio de la penalización del aborto.
Dado que aquellas mujeres que se enfrentan a un embarazo no deseado, deciden llevar a cabo
esa práctica y a causa de su prohibición se ven forzadas a recurrir a un aborto inseguro.

Esto nos demuestra que su prohibición no detiene su práctica, pero si da a lugar a


consecuencias negativas para las mujeres que quieren abortar, para el feto no deseado y para la
sociedad en general. Dado que las mujeres recurren a abortos clandestinos acompañados con
riesgo para su salud y de su vida. Acuden a remedios caseros y se auto inducen abortos con
ganchos para ropa, agujas de tejer, jeringas, infusiones, brebajes, entre otros. Acuden también a
médicos no calificados o sin ninguna certificación oficial que les realizarán un aborto en
condiciones frecuentemente inseguras e insalubres, que muchas veces resultarán en
complicaciones médicas muy serias, en esterilidad y, en ocasiones, en la muerte.

A diferencia de un aborto realizado por un médico calificado en condiciones técnicas e higiénicas


adecuadas en general es una operación médica bastante segura. Cabe mencionar que la
experiencia de algunos países que han despenalizado el aborto ha conllevado una reducción en
el número de abortos que se realizan cada año, es decir, la despenalización ha tenido
consecuencias positivas. La mayoría de los abortos que se realizan en Europa occidental y
septentrional y en América del Norte son seguros. Estas regiones también tienen las tasas de
aborto más bajas, las cuales cuentan con leyes relativamente permisivas sobre el aborto, altos
niveles de uso de anticonceptivos, desarrollo económico e igualdad de género, y servicios
sanitarios de alta calidad, factores todos ellos que contribuyen a que los abortos sean más
seguros, apunta un trabajo realizado por la Organización Mundial de la Salud y el Instituto
Guttmacher. A su vez expertos de la ONU y agencias piden la plena realización de los derechos
sexuales y reproductivos, incluido el acceso a un aborto seguro y legal:
-La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer o
CETFDCM, dijo en una declaración de 2014: "El aborto inseguro es una de las principales
causas de mortalidad y morbilidad maternas”
-El Comité de los Derechos del Niño instó a los gobiernos a despenalizar el aborto en todas las
circunstancias y eliminar las barreras de acceso

-El Comité de Derechos Humanos de la ONU, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y


Culturales y el Comité contra la Tortura también han pedido que se eliminen las penas por aborto
y que se adopten medidas para garantizar el acceso legal y seguro al aborto.

- La CADH indica en su artículo 4.1. Que “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida.
Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción”.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) definió el sentido de ese artículo
cuando se expidió en el caso “Baby Boy” en 1981. La expresión “en general” permitía la
ratificación de la Convención por parte de los Estados que, como la Argentina, ya habían
despenalizado en 1921 algunas causales para acceder a un aborto en forma legal y para que el
resto pudiera legislar sobre un amplio abanico de excepciones, sin violar la Convención. La Corte
IDH, que es el máximo intérprete posible de la Convención, reafirmó esta interpretación en el
caso “Artavia Murillo”, en 2012. “En general” significa que la protección del derecho a la vida no
es absoluta, sino es gradual, lo que implica entender la procedencia de excepciones a la regla
general. Sostuvo que, si bien no hay una definición consensuada sobre el inicio de la vida, hay
grupos que le otorgan atributos metafísicos a los embriones, asociados a creencias. Pero que
esas concepciones no pueden imponerse a personas que no las comparten

Ante el argumento que sostienen los antiabortistas, de que la ley que penaliza el aborto
es ineficaz y no reduce el número de abortos, es común que respondan que no castigar el aborto
porque éste se sigue practicando es tanto como no prohibir el homicidio porque sigue habiendo
asesinatos. Sin embargo, hay muchas diferencias: mientras que uno de los modos de reducir los
homicidios es anticiparles a los homicidas de que tendrán que pagar por sus crímenes, en el
caso del aborto parece que, en los ojos de muchas mujeres, la pena de la maternidad obligada y
de tener a un hijo no deseado, es mayor que la de la cárcel. Pero hay una diferencia más
importante: mientras que un homicidio es claramente un crimen, es debatible que el aborto lo
sea. Además, hay otra diferencia con el homicidio: la penalización del aborto es una ley que la
sociedad, en general, no quiere que se aplique. La gente casi no denuncia casos de aborto, a
pesar de que muchos saben de ellos: no hay voluntad social para perseguir a mujeres que
abortan.

Por lo tanto para concluir este trabajo, si entre los distintos miembros de la sociedad no
podemos coincidir cuando el feto es o no un ser humano, ¿por qué creemos que el Estado a
través de una ley que castiga la práctica lo puede determinar? ¿Por qué preferir, bajo el lema de
proteger la vida de miembros “potenciales” de la sociedad, sacrificar la vida de sus miembros
activos y dañar con ello la estructura de familias y relaciones personales ya existentes? Si
observamos que por más que la practica sea ilegal las mujeres no dejan de abortar y que en
general la sociedad no es capaz de denunciar o incluso penar (en el caso de los jueces) ¿Por
qué no dedicamos los recursos que implica esa legalidad para dedicarlos a fomentar una
educación sexual y así evitar que se lleve a cabo?

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