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Retiro de Cuaresma

1. La teología de la cruz

Tema: La cruz en nuestra vida. Una realidad. ¿Quién no sufre???? ¿Qué hacemos con ella???

Considerar San Pablo. Lo que hizo con su cruz. Lo que vivía y escribía. Llegar a una teología de
la cruz.

Reflexiones del P Benedicto.

Audiencia Benedicto XVI, miércoles 29 octubre 2008

Conocemos la conversión de San Pablo y la experiencia que tenia en el camino a Damasco. De


este encuentro con Jesús, en las palabras del Papa Benedicto, San Pablo “se había pasado a la
parte de Cristo crucificado, haciendo de él la razón de su vida y el motivo de su predicación.”

Y el Papa siguió:
“Este amor San Pablo lo experimentó ante todo en sí mismo (cf. Ga 2, 20) y de pecador
se convirtió en creyente, de perseguidor en apóstol. Día tras día, en su nueva vida,
experimentaba que la salvación era “gracia”, que todo brotaba de la muerte de Cristo y
no de sus méritos…”

Hablar del amor. No podemos o no debemos tratar de separar la cruz y el amor. Es por amor que
Jesús se cargó una cruz. Una amor por nosotros. Quiso perdonar nuestros pecados y
reconciliarnos con el Padre. No podemos entender la cruz en la vida de Jesús sin amor. No
podemos entender la cruz en la vida de San Pablo sin el amor. Tampoco vamos a entender la
cruz en nuestra vida sin el amor.

Aquí en este texto del Papa Benedicto encontramos varias cosas que vale la pena reflexionar.

 haciendo de él la razón de su vida. Por San Pablo, su vida cristiana no era un adorno, no
fue un pasatiempo, o algo que practicaba de vez en cuando. Hay muchos católicos que no
se preocupan a irse a la misa dominical, y mucho menos la oración diaria, la
evangelización de los demás, un retiro anual, o la adoración, etc. ¿Qué papel Jesús juega
en mi vida? ¿Es la razón de mi vida? ¿Le amo de verdad? ¿Cómo manifiesto mi amor a
Él?
 Este amor San Pablo lo experimentó ante todo en sí mismo. Jesús conquistó su corazón.
A pesar de ser un perseguidor de cristianos, Jesús había perdonado todo. En lugar de
venganza, Pablo recibía la misericordia. Jesús le dio la vida eterna, y una misión de ser
apóstol suyo en el mundo.
 Este es como el primer dato de nuestra vida cristiana: Jesús me ama con un amor eterno,
y se manifestó ese amor en la cruz. No solamente querría mi bien. Se sacrificó su vida
por mi. ¿He experimentado el amor de Jesús? ¿Reflexionaba sobre este amor? ¿Su amor

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me anima corresponder y amarle con todo mi corazón, con todo mi alma y con todas mis
fuerzas?
 experimentaba que la salvación era “gracia”. San Pablo no hizo nada para ganar el
perdón de su pecados y el amor de Jesús. Todo lo contrario, hizo cosas mereciendo la
condenación.
 Igual nosotros. No merecemos nada, y Dios nos da todo. Nos da la vida. Nos da el perdón
de los pecados. Nos da su amor y afección. Nos da todo. ¿Estoy agradecido con Dios?
¿Estoy consciente de los dones que Dios me ha dado? ¿No son expresiones de su amor?
¿Creo en el amor de Dios?

Un encuentro con Cristo es un encuentro con su amor. Debemos conocernos amado


profundamente, y ese amor debía encender un fuego de amor en nuestros corazones. No
podemos meditar suficiente sobre el amor De Dios. Es un amor incondicional. Es un amor
infinito. Es un amor sin limites. Por eso las Escrituras nos habla tanto del amor.
Aquí es uno texto del profeta Isaías.

Is 49, 14-16: Sión decía: «El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí». ¿Se
olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero
aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos,
tus muros están siempre ante mí.

Pasando por un mal momento, los Israelitas quejaban que Dios se había olvidado de ellos. Sión
es otro nombre por Jerusalén. Jerusalén fue conquistado por los babilonios y quedaba en ruinas.
Pensaban que Dios les abandonó. Entonces, Isaias está comunicándoles la respuesta de Dios. ¿Es
posible que una mamá olvida su hijo?

Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos. Siempre estamos en la mente de Dios. Siempre
está pensando en nosotros y buscando nuestro bien. Tenemos que creer en ese amor. El amor de
Dios conquistó el corazón de Pablo, y fue cada día identificándose más y más con el amor de su
vida. Escucha sus palabras a los Gálatas.

Gal 2, 20: Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la
vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se
entregó por mí.

 Estoy crucificado con Cristo. San Pablo estaba consciente de su unión vital con Jesús. Su
amor se empujo unirse a Jesús en toda, en su crucifixión. Aquí es donde San Pablo va a
poner todos sus sufrimientos, que encontraba en su vida y a lo largo de su vida apostólica.
Su unión vital con Jesús comenzó en su bautismo. Conocía Jesús en el camino de
Damasco. Pero, fue su bautismo después a los manos de Ananías que ligo su vida a Jesús.
Unidos en su muerte y su Resurrección.
 Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Jesús es la inspiración de su vida. Todo por Él.
Hacer todo lo que le agrada, y nada de lo que desagrada. Vivir por Jesús. Sus
pensamientos. Sus criterios. Sus juicios. Sus deseos. Nos da su gracia para cumplir su
voluntad. Nos da sus inspiraciones para guiarnos desde dentro. Nos da su Palabra para
formar nuestra consciencia. Cristo vive en él. Y así, Cristo puede vivir en mi.

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 Que me amó y se entregó por mi. San Pablo había personalizado el amor de Jesús. Es
como Jesús fue crucificado solamente por Él. Por mi, Jesús tomó su cruz y subió
Calvario. Por mi, Jesús ofreció su vida al Padre para perdonar mis pecados. Por mi,
resucitó de la muerte para darme la vida eterna. Y todos los días está conmigo, pensando
en mi, queriendo ayudarme.

¿Cómo es posible que Dios me ama tanto? Pero, es así. Una locura de amor, como Pablo había
expresado en otra carta.

1 Cor 1, 18-25: El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para
los que se salvan –para nosotros– es fuerza de Dios. Porque está escrito: "Destruiré la
sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes". ¿Dónde está el sabio?
¿Dónde el hombre culto? ¿Dónde el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha
demostrado que la sabiduría del mundo es una necedad? En efecto, ya que el mundo, con
su sabiduría, no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría, Dios quiso
salvar a los que creen por la locura de la predicación. Mientras los judíos piden
milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a
un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza
y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque
la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es
más fuerte que la fortaleza de los hombres.

San Pablo nos presenta con la paradoja del mensaje de la cruz. La cruz de Cristo es una locura
por los que se pierden, y la fuerza de Dios por los que se salvan. La cruz de Cristo es una locura,
pero siempre ha atraid́ o los santos de todos los siglos.

Es un escándalo para los judió s. Estaban esperando un Mesiá s exitoso y no crucificado. Es una
locura para los paganos, con la muerte y la resurrección. Pero, es la fuerza y la sabiduría de Dios.

Podemos concluir con unas reflexiones del Papa Benedicto:

El "escándalo" y la "necedad" de la cruz radican precisamente en el hecho de que donde


parece haber sólo fracaso, dolor, derrota, precisamente allí está todo el poder del Amor
ilimitado de Dios, porque la cruz es expresión de amor y el amor es el verdadero poder
que se revela precisamente en esta aparente debilidad. Para los judíos la cruz es
skandalon, es decir, trampa o piedra de tropiezo: parece obstaculizar la fe del israelita
piadoso, que no encuentra nada parecido en las Sagradas Escrituras.

En efecto, para [los griegos] la cruz es moría, necedad, literalmente insipidez, un


alimento sin sal; por tanto, más que un error, es un insulto al buen sentido.

Y esta lógica griega es también la lógica común de nuestro tiempo.

También hoy día, le cuesta la gente entender la lógica de la Cruz, o creer que Dios podría
amarles tanto. Ciertamente no merecemos ese amor. Es un amor gratuito, incondicional, y
infinito.

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¿Pero por qué san Pablo, precisamente de esto, de la palabra de la cruz, hizo el punto
fundamental de su predicación? La respuesta no es difícil: la cruz revela "el poder de
Dios" (cf. 1 Co 1, 24), que es diferente del poder humano, pues revela su amor: "La
necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más
fuerte que la fuerza de los hombres" (1 Co 1, 25).

Reflexionar sobre la cruz y el amor en nuestras vidas.

¿Qué es mi cruz? ¿Qué es mi sufrimiento? ¿Cómo estoy sufriendo? ¿Qué sentido tiene este
sufrimiento en mi vida? ¿Me ayuda unirme más a Jesús o está separándome de Él? ¿Estoy
consciente del valor del sufrimiento para la salvación de las almas?

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2. Del Pecado a la Libertad

Audiencia Benedicto XVI, miércoles, 3 diciembre 2008

Hablando del pecado original, el Papa Benedicto comentaba que es un dato empírico y no
simplemente una revelación de la fe cristiana.

Papa Bendicto siguió hablando así -

El dato empírico es que existe una contradicción en nuestro ser. Por una parte, todo
hombre sabe que debe hacer el bien e íntimamente también lo quiere hacer. Pero, al
mismo tiempo, siente otro impulso a hacer lo contrario, a seguir el camino del egoísmo,
de la violencia, a hacer sólo lo que le agrada, aun sabiendo que así actúa contra el bien,
contra Dios y contra el prójimo.

San Pablo en su carta a los Romanos expresó esta contradicción en nuestro ser con estas
palabras: "Querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no
hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero" (Rm 7, 18-19). Esta
contradicción interior de nuestro ser no es una teoría. Cada uno de nosotros la
experimenta todos los días.

Esta contradicción interior no es simplemente una teoría de algunos teólogos. Cada uno de
nosotros lo experimentamos todos los días.

En nosotros encontramos inspiraciones buenas. Queremos hacer el bien, y ese deseo es obra de
Dios. Hay que dar cuenta de eso, y dar gracias al Señor. Quiere decir que Dios está presente y
trabajando en nuestros corazones.

Pero por otra parte no logramos hacer todo el bien que queremos hacer o debemos hacer. Allí
tocamos nuestra debilidad. Somos vasos de barro.

Humildad. Necesitamos la humildad para aceptarnos como somos. Dios nos ama como somos.
Queremos hacer el bien, pero somos débiles.

Santo Tomas de Aquino hablaba de 4 heridas a nuestra naturaleza por el pecado original.
Intelecto. Voluntad. Y las pasiones. Moderación en los placeres. Valentía en momentos difíciles.
No veo con claridad el bien que debo hacer. No tengo la fuerza de voluntad para perseverar en el
bien. La concupiscencia y la debilidad. Un desorden en nuestras pasiones. En momento de estrés
o en un enojo, exploto.

Cuanto daño por el poco control que tenemos sobre nosotros. Como lastimamos los demás.

Herencia del pecado original. Necesitamos la fuerza De Dios. Solos no vamos a lograr nada.
Necesitamos la humildad para buscar a Dios y los medios que nos ofrece en nuestro camino.

La misa. La oración. Un retiro. La confesión. Momentos como estos.

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Aunque no es agradable tocar nuestra miseria, es un paso adelante. Una persona no vaya al
medico si se siente bien. Es un paso hacia la salud dar cuenta de una enfermedad, porque así se
puede buscar la ayuda necesaria.

Somos pecadores. Tenemos una naturaleza caída. Sentimos una atracción al pecado que no es
fácil resistir.

San Pablo expresó de manera muy elocuente esta lucha interior.

Rm 7, 15-19: Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo
que aborrezco. Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena.
Pero entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí, porque sé que
nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a
mi alcance, pero no el realizarlo. Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero.

Pablo está hablando en lenguaje retórico. Sé que nada bueno hay en mí. Es una exageración para
efectos retóricos. Hablando del hombre pecador, Pablo dice que el deseo de hacer el bien existe.
Entonces, no todo está mal. Pero, el hombre es débil frente al pecado no puede realizarlo todo.
Entonces, también algo malo. Ni totalmente bueno ni totalmente malo. Así es el hombre caído.

Podemos caer en uno de los dos extremos. Pensar que todo está mal, desanimarnos, y dejamos de
luchar para la santidad. O pensar que somos muy buenos, todo está bien, y no tenemos que
cambiar nada. La conversión es para los demás.

Tocar nuestro miseria. Soy pecador. Aquí estoy con esta naturaleza caída. Soy un hombre caído
en un mundo caído, y en mi alrededor son unos cuantos más pecadores. Entonces, el grito de San
Pablo.

Rm 7, 24-25: ¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la
muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor!

Es Jesús quien puede liberarnos de la esclavitud al pecado y a la muerte. No podemos hacerlo


nosotros solos.

Palabras de Jesús en el evangelio de Juan, quien peca es esclavo del pecado. La herencia del
pecado original. La división interior, y la debilidad. Y con nuestros pecados personales, hacemos
más grandes las 4 heridas de nuestra naturaleza. Con cada pecado, es más débil mi voluntad, más
débil mi intelecto, mayor confusión en con mis pasiones, que me dominan más y más.
Quien podría librarme. Jesucristo. En Cristo, Dios nos ofrece la libertad de los hijos de Dios.

Las practicas cuaresmales. Ordenar el desorden en nuestra vida. Para abrirnos a la gracia De
Dios. Pero, es Dios quien va a santificarnos. Es Dios quien puede purificar nuestros corazones.
No podemos hacer nada sin la gracia de Dios.

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Herida al intelecto. Formación intelectual. Estudiar la fe.
Herida a la voluntad. Formar virtudes. Los sacrificios. Las obras de caridad. Van en esta
dirección. Y esas virtudes van ordenando el desorden en nuestras pasiones.

Rm 8, 1-4: Por lo tanto, ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo
Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, me libró, en Cristo Jesús, de la ley del
pecado y de la muerte. Lo que no podía hacer la Ley, reducida a la impotencia por la
carne, Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne semejante a la del pecado, y
como víctima por el pecado. Así él condenó el pecado en la carne, para que la justicia de
la Ley se cumpliera en nosotros, que ya no vivimos conforme a la carne sino al espíritu.

Unidos a Cristo. Esto es la clave. Tenemos que poner toda nuestra fuerza aquí. Mantenernos
unidos a Cristo. En el evangelio de Juan nos ofrece la imagen de los sarmientos unidos a la vid.
Así, reciben la vida. Así, somos nosotros.

Somos unidos a Cristo por el bautismo. Pero, tenemos que vivir unidos y no separarnos nunca
de Jesús.

El Espiŕ itu Santo nos da la fuerza para cumplir las normas de la Ley (la Ley de Moisés del AT).
Podemos cumplir la ley de Dios en una manera imposible bajo la alianza antigua.

La Ley marca la dirección que tenemos que caminar. La Ley es buena, expresa lo que realmente
va a llevarnos a la felicidad duradera. Dios nos da la fuerza de su gracia a ayudarnos. Con su
gracia, podemos comenzar a convertirnos.

Convertimos en morada De Dios. Dios mora en mi corazón. Somos templos del Espíritu Santo.
Nos da buenos deseos. Nos inspira buscar el bien. Y nos da la fuerza hacerlo. Lo que Dios nos
pide, siempre va a darnos la gracia necesaria. Porque es lo que quiere Dios.

Podemos vivir conforme al Espíritu de Dios, siguiendo sus inspiraciones. Pero, tenemos que
prestar atención. Tenemos buscar y colaborar con su gracia.

Sigue San Pablo

Rm 8, 5-8: En efecto, los que viven según la carne desean lo que es carnal; en cambio,
los que viven según el espíritu, desean lo que es espiritual. Ahora bien, los deseos de la
carne conducen a la muerte, pero los deseos del espíritu conducen a la vida y a la paz,
porque los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni
pueden hacerlo. Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a
Dios.

El cristiano tiene dos opciones: vivir según la carne o vivir según el espíritu. Los deseos
desordenados de la carne conducen al pecado y la muerte.

En contraste, los que viven según el espiŕ itu, hacen lo que inspira el Espiŕ itu Santo. Por eso,
están conducidos a la vida y la paz.

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Discernir lo que hay en nuestro corazón. Los deseos de la carne y los deseos del espíritu. Lo que
conducen a la vida y a la paz. Dios quiere que la paz reina en nuestros corazones. ¿Qué está
quitando mi paz???? ¿Qué viene como tentación? ¿Qué son los deseos santos que Dios está
inspirándome? Dar cuenta.

Aquí la lucha está a nivel de los deseos: deseos de la carne y deseos del espíritu. Si queremos
vivir según el Espiŕ itu tenemos que lograr una conversión de nuestros deseos. El Espiŕ itu Santo
quiere trabajar en nuestro corazón purificando y elevando los deseos.

Rm 8, 14-17: Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y
ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el
espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre! El
mismo espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo,
porque sufrimos con él para ser glorificados con él.

El Espíritu Santo nos conduce a la vida. Nos empuje hacia el bien. Ser hijos De Dios. Vivir como
hijos De Dios. ¿Qué hay en mi vida que es digno de un hijo De Dios? ¿Y qué no es digno?
Conversión.

El Espíritu Santo es un regalo de Dios que mora en mi corazón. Desde dentro está trabajando.
Nos hace llamar a Dios, Abba. Pablo usa la palabra arameo. Sabemos que esta era la manera que
Jesús se dirigiá a su Padre en la oración. Su manera de rezar fue adoptado por los cristianos muy
temprano, tanto que Pablo quiso preservar la palabra aramea, optando traducirlo.

El Espíritu Santo nos ilumine con la verdad que somos hijos de Dios. Es una luz. Es una certeza
de la fe. Hemos entrado en la relación que Jesús teniá con el Padre. También nosotros podemos
llamar a Dios, Abba. Somos hijos en el Hijo.

Por ser hijos de Dios, somos herederos, destinados de recibir la vida eterna. Pero aquí
curiosamente, Pablo introduce el tema del sufrimiento. Porque sufrimos con él, podemos ser
glorificados con él.

Un texto más, como resumen.

2 Cor 4, 6-7: Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es
el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento
de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo. Pero nosotros llevamos ese tesoro
en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede
de nosotros, sino de Dios.

Sí, somos vasos de barro, pero llevamos dentro un tesoro: Cristo, su luz, su amor, y su gracia.

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¿Qué conversión de corazón, Jesús me pide? ¿Por donde tengo que luchar? ¿Qué es una cosa que
puedo hacer para acercarme a Dios y prepararme para la Semana Santa? ¿Qué son los deseos
santos que Dios está poniendo en mi corazón?
[
Humildad. Compasión por los demás. Todos somos iguales. Todos somos pecadores y hijos De
Dios.

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3. El Culto Espiritual

Audiencia Benedicto XVI, miércoles, 7 enero 2009

Tenemos 3 textos claves sobre el tema del culto que debemos ofrecer a Dios.

1. En Rm 3, 25 – Hablando de Jesús, San Pablo dijo, Él fue puesto por Dios como
instrumento de propiciación por su propia sangre.

Dice el Papa, Este "propiciatorio", en el gran día de la reconciliación —"yom kippur"— se


asperjaba con la sangre de animales sacrificados, sangre que simbólicamente ponía los pecados
del año transcurrido en contacto con Dios y, así, los pecados arrojados al abismo de la bondad
divina quedaban como absorbidos por la fuerza de Dios, superados, perdonados.

Y el Papa Benedicto, sigue:


San Pablo alude a este rito y dice que era expresión del deseo de que realmente se
pudieran poner todas nuestras culpas en el abismo de la misericordia divina para
hacerlas así desaparecer. Pero con la sangre de animales no se realiza este proceso. Era
necesario un contacto más real entre la culpa humana y el amor divino. Este contacto
tuvo lugar en la cruz de Cristo. Cristo, verdadero Hijo de Dios, que se hizo verdadero
hombre, asumió en sí toda nuestra culpa. É l mismo es el lugar de contacto entre la
miseria humana y la misericordia divina.

Jesús es el lugar de contacto entre la miseria humana y la misericordia divina. Es el abismo de la


misericordia divina donde ponemos poner todas nuestras culpas. No existe ningún pecado que
Jesús no perdonó.

Sal 103, 8-12: El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran
misericordia; no acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata
según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Cuanto se alza el cielo
sobre la tierra, así de inmenso es su amor por os que lo temen; cuanto dista el oriente del
occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados.

Is 1, 18: Aunque sus pecado sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve;
aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana.

Necesitamos confiar mucho en Jesús, en su amor y en su perdón. Tenemos que dedicarnos a Él,
aprovechando todos los medios que nos ofrece no solamente para recibir su perdón, pero también
para dejar el pecado detrás.

Podemos recordar la mujer sorprendida en adulterio, como está narrado en el evangelio de San
Juan (Cf. Jn 8, 1-11). Seguramente recordamos el relato. Unos fariseos trajeron una mujer
sorprendida en adulterio a Jesús para pregúntale que debían hacer con ella. Fue una trampa por

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Jesús. Seguramente sabían que Jesús era misericordioso y inclinado en perdonarla. Y por ellos
esto fue en violación de la Ley de Moisés.

La respuesta a Jesús fue genial. Quien no ha pecado puede tirar la primera piedra. Y todos
salieron, dejando Jesús solo con la mujer. Jesús le dijo, ¿dónde están sus acusadores? ¿Nadie te
ha condenado? Y la mujer respondió, “Nadie, Señor.” “Yo tampoco te condeno.” Y terminando,
Jesús le dijo, “Vete, y no peques más en adelante.”

Jesús no solamente perdonó la mujer esa. Confía en ella. Confía que ella podría dejar detrás su
vida del pecado. Podría hacerlo porque Jesús da todo su misericordia, su perdón, y toda su
gracia.

Entonces, con Jesús tenemos una opción. Y aquí podemos el segundo texto de San Pablo.

2. Rm 6, 12-13: No permitan que el pecado reine en sus cuerpos mortales, obedeciendo a


sus bajos deseos. Ni hagan de sus miembros instrumentos de injusticia al servicio del
pecado, sino ofrézcanse ustedes mismos a Dios, como quienes han pasado de la muerte a
la Vida, y hagan de sus miembros instrumentos de justicia al servicio de Dios.

Aquí, Pablo nos exhorta ofrecer nuestros cuerpos a Dios y su justicia en lugar del pecado.
Ofrézcanse ustedes mismos a Dios. Nuestro cuerpo sigue sufriendo las debilidades del pecado
original. Sigue la concupiscencia, atrayéndonos hace el placer y las bajos deseos. Tenemos que
luchar y resistir si queremos ir adelante con nuestra vida sin pecar.

Pablo está convencido que los romanos podrían hacerlo. Podrían ofrecer sus cuerpos Dios en
lugar del pecado. Aunque sentimos la atracción al pecado, no tiene que reinar en nosotros.
Somos del Reino De Dios. Hemos pasado de la muerte a la Vida, pasando por las aguas del
bautismo. Entonces es vivir la nueva vida que gozamos en Cristo a su plenitud.

Lo que Dios quiere de nosotros es este entregarse, este ofrecerse. Porque Él está totalmente
entregado a nosotros en el amor. El amor es esto, un darse al amado. Y según el ultimo texto de
San Pablo, esto es precisamente nuestro culto espiritual.

3. Rm 12, 1-2: Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a
ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el
culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el
contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan
discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Comentario del Papa Benedicto

En estas palabras se verifica una paradoja aparente: mientras el sacrificio exige


normalmente la muerte de la víctima, san Pablo hace referencia a la vida del cristiano.
La expresión "presentar vuestros cuerpos", unida al concepto sucesivo de sacrificio,
asume el matiz cultual de "dar en oblación, ofrecer". La exhortación a "ofrecer los

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cuerpos" se refiere a toda la persona; en efecto, en Rm 6, 13 invita a "presentaros a
vosotros mismos". Por lo demás, la referencia explícita a la dimensión física del
cristiano coincide con la invitación a "glorificar a Dios con vuestro cuerpo" (1 Co 6,
20); es decir, se trata de honrar a Dios en la existencia cotidiana más concreta, hecha de
visibilidad relacional y perceptible.

San Pablo enumera tres cualidades de nuestra entrega a Dios:

1. Debemos ser una vić tima viva. Esta clarifica lo que debe ser nuestro deseo. Realmente,
queremos entregarnos a Dios. No somos forzados hacer nada. No somos pasivos
aceptando las cosas como son, porque no hay otra opción. Realmente queremos
ofrecernos a Dios.
2. Debemos ser una vić tima santa. Por nuestro deseo de entregarnos, actualmente
buscamos la perfección y la santidad. Nuestra santificación es la obra de Dios en
nosotros. Pero, colaborarnos plenamente con Dios. Evitamos todo pecado y las ocasiones
del pecado en la manera que podemos. Y usamos los medios de perfección que Dios nos
ofrece, como los sacrificios, los sacramentos, y la oración.
3. Por último, debemos ser una vić tima agradable a Dios. Somos lo que Dios quiere de
nosotros. Nuestro deseo es hacer Dios feliz, no satisfacer nuestros gustos.

Podemos reflexionar sobre nuestra entrega a Jesús. ¿Cómo podemos vivirlo cuando asistimos a
la misa, cuando rezamos, cuando estamos sirviendo nuestras familias, en el apostolado?

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