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¿Quién Incitó a David a Censar a Israel?

Los censos bajo la Ley de Moisés no eran inherentemente malos. De hecho, Dios realmente mandó a
Moisés a contar a los soldados israelitas en dos ocasiones diferentes—una vez en el segundo año
después de su libertad de la esclavitud egipcia y otra vez alrededor de cuarenta años después, cerca del
final de las andanzas de Israel en el desierto (Números 1:1-3,19; 26:2-4). Aunque el libro de Números
describe muchas de las experiencias de los israelitas mientras vagaban a través de una tierra estéril, el
libro toma su nombre (asignado primeramente por los traductores de la Septuaginta) de estos dos
censos de los israelitas. En realidad, los censos eran una práctica legítima bajo la ley antigua (cf. Éxodo
30:11-16). Sin embargo, algunas veces los motivos de una persona pueden convertir a las acciones
legales en obras pecaminosas (cf. Mateo 6:1-18). Este fue el caso con el Rey David cuando decidió contar
a los israelitas en la última parte de su reino. Dios no mandó que se hiciera un censo, ni tampoco David
lo instigó por una causa noble. En cambio, la Biblia implica que las intenciones de David (y por ende sus
acciones) fueron deshonrosas, imprudentes y pecaminosas (cf. 2 Samuel 24:3,10et.seq.).

Para muchos lectores de la Biblia, los relatos paralelos que describen el censo que David realizó en Israel
(en 2 Samuel 24 y 1 Crónicas 21) poseen un problema serio. “¿Por qué 2 Samuel 24:1 declara que Dios
‘incitó’ a David en contra de Israel, mientras 1 Crónicas 21:1 dice que Satanás fue el que “se levantó
contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel’”? ¿Pueden ser correctos ambos pasajes, o es
esta una contradicción?

La palabra hebrea wayyaset, traducida “incitó”, es idéntica en ambos pasajes. Se describe las acciones de
Dios y Satanás con la misma palabra. La diferencia yace en el sentido en que se usa la palabra: Satanás
incitó (o tentó—cf. 1 Tesalonicenses 3:5) a David más directamente, mientras se dice que Dios incitó a
David porque permitió que se realizara esa tentación. Los hebreos a menudo usaban los verbos activos
para expresar “no la realización de algo, sino el permiso de algo que se dice que el agente hace”
(Bullinger, 2898, p. 823, énfasis en original). A través de la Biblia, los escritores inspirados a menudo
describen la permisividad de Dios como algo que el Señor hace.

El libro de Éxodo registra que “Dios endureció el corazón de Faraón” (Éxodo 7:3,13; 9:12; 10:1 et.al.),
pero Dios no forzó directamente a Faraón a rechazar Su voluntad. Dios endureció su corazón en el
sentido que proveyó las circunstancias y ocasión para que Faraón rechazara Su voluntad. Dios envió a
Moisés para anunciar Sus demandas ante Faraón, incluso acompañó a Sus palabras con milagros—para
confirmar el origen divino del mensaje (cf. Marcos 16:20). Faraón decidió resistir las demandas de Dios.
Dios simplemente proveyó la ocasión para que Faraón demostrara su actitud inflexible. Si Dios no
hubiera enviado a Moisés, Faraón no hubiera enfrentado el dilema de liberar o no a los israelitas. Así que
Dios fue ciertamente el iniciador de las circunstancias que guiaron al pecado de Faraón, pero Él no fue el
autor (o causa directa) del desafío de Faraón (vea Butt y Miller, 2007).
Otro caso en que se encuentra este lenguaje idiomático es el libro de Job. De hecho, la situación en
cuanto a la incitación de Dios y Satanás para que David censara a Israel probablemente se asemeja más a
los primeros dos capítulos de Job que a ningún otro pasaje de la Escritura. Satanás entró a la presencia
de Dios en dos ocasiones diferentes en Job 1-2. La primera vez, acusó al justo Job de solamente servir a
Dios a causa de las bendiciones que Dios le concedía (1:9-11). Dios entonces permitió que Satanás
afligiera a Job con sufrimiento, diciendo a Satanás, “He aquí, todo lo que tiene está en tu mano;
solamente no pongas tu mano sobre él” (1:12). Después que Satanás usó agentes humanos y naturales
para destruir la riqueza y a todos los hijos de Job (1:13-19), regresó a la presencia del Señor. Note el
intercambio de palabras entre Dios y Satanás (en vista del pensamiento idiomático hebreo: se dice que
Dios hace lo que permite).

Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón
perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando
tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por
piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su
carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en
tu mano; mas guarda su vida. Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una
sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza (Job 2:3-7, énfasis añadido).

Aunque Dios sabía que Satanás era la causa directa del sufrimiento de Job (registrado en el capítulo
uno), Él dijo a Satanás: “tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa” (2:3, énfasis añadido).
Como resultado de la fidelidad de Job durante ese tiempo de sufrimiento, Satanás entonces propuso un
nuevo desafío a Dios, diciendo, “Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no
blasfema contra ti en tu misma presencia (vs. 5). Básicamente, Dios dijo, “Bien, lo haré”, pero Él
realmente no lo hizo de una manera directa. Simplemente permitió que Satanás lo hiciera: “He aquí, él
[Job—EL] está en tu mano; mas guarda su vida” (vs. 6). Así que Satanás “hirió a Job con una sarna
maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza” (vs. 7). El diálogo de Dios y Satanás en Job
capítulo 2 no deja duda que los escritores inspirados a menudo describen lo que Dios permite que pase
como algo que Dios hace. El autor inspirado del libro de Job incluso reitera este punto cuarenta capítulos
después, cuando escribe: “Y vinieron a él [a Job—EL] todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos
los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le
consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él” (42:11, énfasis añadido).

En su comentario sobre 2 Samuel, Burton Coffman mencionó que el mismo principio todavía opera en la
dispensación cristiana.
Pablo señaló que Dios realmente incita a la gente que no ama la verdad, sino que se complace en la
injusticia, a creer la mentira y ser condenada (2 Tesalonicenses 2:9-12).

“Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados,
etc.” (1992, p. 329).

Las personas referidas en 2 Tesalonicenses 2 hicieron la decisión de rechazar la verdad de la Palabra de


Dios (cf. vs. 10), y creer la mentira. Dios envía un poder engañoso en el sentido que controla la crisis del
mundo.

El problema de cómo un Dios amoroso puede enviar un “poder engañoso” (2 Tesalonicenses 2:11),
endurecer el corazón de alguien (Éxodo 9:12) o incitar a alguien a pecar (como en el caso del censo que
David hizo en Israel—2 Samuel 24:1), puede compararse a la obra de Dios en la naturaleza. En un
sentido, se puede decir que Dios mata a alguien que salta de un edificio de 100 pisos, ya que Dios fue el
que estableció la ley de gravedad (pero Él no forzó a la persona a saltar del edificio). Algunos escritores
inspirados escribieron desde este punto de vista, lo cual era una costumbre en su cultura.

Ciertamente, así como Faraón endureció su corazón porque Dios proveyó la ocasión para que lo hiciera, y
así como Job sufrió porque Dios permitió que Satanás golpeara a Job con calamidades, Dios permitió que
Satanás incitara a David a pecar (1 Crónicas 21:1). Israel sufrió como resultado directo de la obra de
Satanás en la vida del Rey David, lo cual Dios permitió. Por ende, se puede decir legítimamente que Dios
y Satanás habían incitado al rey—pero en maneras diferentes (y por diferentes razones).

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