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Hispanoamericana
Laura Pollastri
Universidad Nacional del Comahue,
Argentina
Los procesos de legitimación institucional de las formas literarias experimentan un
tortuoso camino hasta alcanzar el voto de la Academia para su admisión. Horizontes de
legibilidad, viabilidad de los corpus de trabajo, volumen de la producción literaria y
también el interés de investigadores y teóricos delimitan fronteras, deciden territorios y
trazan mapas sobre la totalidad de lo que comprendemos como literatura.
Sobre este vasto campo hay zonas oscurecidas por un muro de silencio que impiden la
cooptación de ciertas prácticas y textos frecuentes en la literatura latinoamericana y que,
sin embargo, son ignoradas de manera insistente por la crítica y la teoría producidas en
los centros hegemónicos de tránsito intelectual. Una de ellas es la que se refiere al
estudio de las formas breves de la narrativa –minificción--, de larga data en la
producción de nuestros escritores. A la minficción le ha costado todo un siglo de
producciones que atraviesan el tardío modernismo, las vanguardias, las neovanguardias,
la literatura de los 60 y esta posmodernidad periférica que vivimos, para ingresar en la
agenda académica como una manifestación literaria viable.
Y es probable que así sea, pues los poetas no establecen cánones, no participan
de las regulaciones ni de las reglas, en general las violan, establecen sectas, son
siempre heterodoxos, verdaderos separadores de la cofradía literaria,
verdaderos diablos, si nos atenemos a la etimología: dia-bolein. (Nicolá Rosa,
1999: 37)
Las revistas
Las revistas literarias constituyen uno de los campos más ricos para indagar los
fenómenos literarios y culturales de las diversas épocas. No es llamativo, entonces, que
la cuestión de la minificción más allá de producción de autores individuales, como
tópico de discusión, tema de taller literario y de concursos, surja como expresión en el
ámbito de revistas destinadas a la difusión de cuentos. La primera históricamente es El
cuento (Primera época: 1939, cinco números; Segunda época: 1964-1994) de México
que inicia un taller y un concurso permanente de microrrelatos. Edmundo Valadés,
su alma mater, fue uno de los focos de religación de los productores de este tipo de
texto: temprano antologista, crítico y lector empedernido que fomentó a lo largo de su
vida el estudio y la producción de minificciones. En Colombia, es Ekuóreo (Colombia,
primer número en Cali en febrero de 1980 y el último apareció en noviembre de 1992)
que nace impulsada por Harold Kremer y Guillermo Bustamante Zamudio, en el marco
de una juventud universitaria, que, “en su momento expresaba rebeldía no solo contra la
situación social del país sino contra los discursos estereotipados y retóricos, que se
expresaban en el quehacer literario” . En la Argentina, es Puro cuento (Argentina, 1986
- 1992) la destinada a la difusión de la minificción.
En el campo de revistas de circulación académica hay que recordar que entre 1995-
1996, Carlos Paldao -para entonces editor de la Revista Interamericana de
Bibliografía de la OEA-, comienza a organizar un número dedicado al cuento breve que
finalmente sale a la luz en 1997 VOL.XLVI, 1-4 (1996): 147-169 (Número especial
sobre el microrrelato hispanoamericano). Esta revista incluye un importante sector
destinado a la antología: es importante señalar que los trabajos críticos se acompañan de
antologías de mayor o menor porte, en las que se intenta delimitar las fronteras de la
forma en el campo de la escritura. Claro está que en su intento canonizador, se someten
los límites del canon a la derivas del corpus y según sea el corpus de textos
seleccionados, serán los rasgos que se abstraigan como característicos de la forma. Lo
mismo sucede con Escritos disconformes. Nuevos modelos de escritura (Salamanca,
2004) que reúne los trabajos presentados en el II Congreso Internacional de Minificción,
Salamanca, 2002, más algunos aportes de investigadores que estuvieron ausentes en el
encuentro. Allí también el volumen se cierra con una antología que se extiende por unas
sesenta páginas donde aparecen representados diversos países de habla española.
Antologías
Este libro quiere proponer al lector algunos ejemplos del género [narrativo], ya
referentes a sucesos imaginarios, ya a sucesos históricos. Hemos interrogado,
para ello, textos de diversas naciones y de diversas épocas, sin omitir las
antiguas y generosas fuentes orientales. La anécdota, la parábola y el relato
hallan aquí hospitalidad, a condición de ser breves (Borges y Bioy Casares,
1995: 7)
Otra temprana antología es la de René Avilés Fabila publica en 1970: “Antología del
cuento breve del siglo XX en México” en el Boletín Nº 7, Comunidad Latinoamericana
de Escritores, México, seguida de la de Edmundo Valadés en 1976 El libro de la
imaginación. En su prólogo, Aviles Fabila apunta:
A estas antologías le siguen las de Juan Armando Epple, tenaz antólogo de estas
formas: Brevísima relación del cuento breve de Chile (Epple, Juan Armando, Santiago:
Lar, 1989), y su posterior ampliación y actualización: Cien microcuentos chilenos.
(Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2002), así como el volumen realizado junto
con Heinrich: Epple, Juan Armando y James Henrich: Para empezar cien micro-cuentos
hispanoamericanos (Concepción: Ediciones Lar, 1990).
y más adelante señalan: “El cuento corto se alimenta del poema, del ensayo, de la
epístola, del relato, del cine, de la noticia periodística, de la tradición oral” ( Kremer y
Zamudio, 1994: 13).
Es muy interesante el fenómeno que se vincula con las últimas antologías producidas en
torno a la forma que se polarizan en el campo de antologías por páises, por
nacionalidades. La última de Lauro Zavala, Minificción mexicana enriquece el
panorama con aportes tomados de versiones de cronistas de Indias. En su prólogo,
Zavala señala:
Se han dejado de lado los antecedentes de a minificción escrita en lengua
española desde la Colonia hasta el siglo XIX. En esta historia será necesario
recuperar, además de los textos de los cronistas de Indias, escritores del
período colonial como Bernardo Couto (autor de la conocida “Mulata de
Córdoba”) y de los más destacados narradores, poetas y cronistas del siglo
XIX, como Kicrós, Amado Nervo y Manuel Gutiérrez Nájera (Zavala, 2004:
13-14)
El antólogo está planteando la cuestión de buscar las raíces del fenómeno, de hacer su
historia, de trazar, y tomo prestadas palabras de Rosa, la “geopolítica de las sucesiones
y herencias textuales” (Rosa, 1999: 30)..
Historias y preceptivas
La primera cuestión que hay que considerar es que la minificción surge ligada al destino
del cuento. Registro la primera mención destacable a esta modulación específica en este
volumen crítico-histórico de la mano de Luis Leal en su Historia del cuento
Hispanoamericano (2º edición ampliada, México, 1971) donde se hace mención con
referencia a la obra de Arreola:
Uno de los más tempranos y agudos estudiosos del tema, David Lagmanovich, ha
publicado un importante volumen sobre el tema en 1999: Microrrelatos. Buenos Aires-
Tucumán: Cuadernos de Norte y Sur. [1ª reimpresión: 2003]. Este trabajo que reúne sus
aportes a los estudios de la forma, Lagmanovich propone una denominación general de
microtexto en los que incluye desde los haiku, hasta los “casos” de tradición oral, las
sentencias, las “greguerías” de Ramón Gómez de la Serna, entre otros, y concluye:
“Este siglo XX que está a punto de terminar se inclinó hacia la formas breve, la falta de
redundancia, la economía de medios expresivos, el cuidado de la palabra: en suma,
hacia el microtexto. Y avanza:
Es importante destacar que por primera vez en el año 2004 se incluyó en el temario del
Congreso Internacional del Instituto de Literatura Iberoamericana, “Fronteras de la
literatura y de la crítica”, Poitiers, bajo el tópico “Límites de la escritura: el micro-
relato”, en esa oportunidad Juan Armando Epple organizó una mesa con especialistas en
el tema.
Una última circunstancia que deseo apuntar se vincula con el área editorial. En este
sentido se orienta el proyecto coordinado por Henry González Martínez, coordinador
del convenio U.P.N. (Colombia) – UAM (Xochimilco, México) a través de la cual se
crea la serie La Avellana cuyo propósito es “constituirse en una respuesta positiva a la
dispersa producción minicuentística hispanoamericana” (González Martínez, 2000: 10).
Este convenio se propone realizar una antología de minificción hispanoamericana que
incluya a Argentina, Venezuela, México y Colombia. Ya han sido publicadas la de
Colombia: Henry González: La Minificción en Colombia (Bogotá: Universidas
Pedagógica Nacional, 2000) y la de Venezuela, Violeta Rojo: La Minificción en
Venezuela. (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2004).
En este rápido recorrido se puede advertir que junto a la práctica diabólica de los
escritores que como Julio Torri, Juan José Arreola, Augusto Monterroso, Alfonso
Reyes, Jorge Luis Borges, Marco Denevi y muchos otros que pujaban en el avance y
desarrollo de modulaciones de la cuentística latinoamericana, surgen revistas y
antologías que colectivizan l fenómeno y lo legitiman, ampliándolo más allá de las
producciones individuales. Esto produce la paulatina diferenciación de la forma en la
generación de diversos corpus.
La lectura comparada de los prólogos de las antologías que luego se sucedieron,
delimitan un conjunto de rasgos que trazan fronteras y definen mapas. Sin lugar a
dudas, fue importante en el proceso la publicación de antologías en lengua inglesa, cuyo
campo de difusión es, desde luego, mucho más amplio que el de nuestras producciones.
Ellas incentivaron aún más el desarrollo de estudios sistemáticos de este fenómeno en
nuestra lengua. Paralelamente, historiadores y preceptistas del cuento fueron
demarcando zonas de pertenencia y zonas de exclusión. Por otra parte, no hay que dejar
de reconocer el doble proceso de influencia que se ha generado entre escritores y
lectores; por un lado, escritores noveles que encontraban en diversas revistas espacio
para sus minficciones (tal es el caso por ejemplo de Raúl Brasca); por otro, que
incentivados por la demanda, comenzaron a producir sistemáticamente este tipo de
textos . Es indudable que la presencia de un mercado lector y editor asegurado, resulta
seductora para el escritor profesional. Pero fueron, sin lugar a dudas, los encuentros
académicos nucleados en congresos los que le han terminado por legitimar la presencia
de la forma. Dicho de otro modo, es recién a fines de los noventa cuando se condensan
los elementos que organizan la canonización del proceso.¿Qué razones acompañan este
tardío reconocimiento? Intentaré algunas respuestas.
BIBLIOGRAFÍA
i Estas denominaciones las tomo de Irlemar Chiampi, en el estudio que realiza sobre
Modernidad y barroco --Barroco y modernidad. México: FCE, 2000-- en las que habla
de los momentos que sucedieron en la modernidad para la recuperación del barroco.
Estas denominaciones me parecen las más propicias para registrar el fenómeno del
estudio y difusión de la minficicción hispanoamericana.
iii Un estudio de las tres revistas mencionadas en relación a la minficción, asi como de
Ficticia se encontrará en mi “Del papel a la red: lugares de legitimación de la
minificción” en Actas de 7º JORNADAS NACIONALES DE INVESTIGADORES EN
COMUNICACIÓN. “Actuales desafíos de la Investigación en Comunicación. Claves
para un Debate y Reflexión Transdisciplinaria”. Red Nacional de Investigadores en
Comunicación. General Roca, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad
Nacional del Comahue, 13 al 15 de noviembre de 2003. CD Rom, ISSN: 1515-6362.
v Publicada por José Luis Martínez bajo el título: “Evolución de las letras, el
pensamiento y las artes en México de 1900 a 1913. La exposición de “Savia Moderna”
de 1906” en José Luis Martínez: Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña.
Correspondencia 1907-1914, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp.220-231.
La cita a continuación corresponde a la página 230.
vi En 1972 Enrique Anderson Imbert publica Teoría y técnica del cuento donde destina
un capítulo, el cuarto, “Entre el caso y la novelas: hacia una poética del cuento”. Allí
menciona la forma caso –que creo se acercaría a lo que denominamos minificción--,
pero sus definiciones oscurecen el panorama sobre los estudios en torno al microrrelato;
en realidad adpota la terminología de André Jolles (Einfache Formen, 1929), pero la
vacía de contenido.
vii Entre las antologías en lengua inglesa, algunas de las que se pueden consultar son: la
revista TriQuarterly (Evanston, Illinois) 35 (Winter 1976), que contiene las “Minute
Stories”; Irving Howe and Ilana Wiener Howe (ed.). 1982. Short Shorts: an Anthology
of the Shortest Stories. Boston: David R. Godine; Robert Shapard and James Thomas
(eds.). 1986. Sudden Fiction: American Short Short Stories. Layton, U.T.: Gibbs M.
Smith; Robert Shapard & James Thomas, Sudden fiction international: Sixty short-short
stories. Introduction by Charles Baxter. New York: Norton, 1989; James Thomas,
Denise Thomas and Tom Hazuka, eds., Flash fiction: Very short stories. New York:
Norton, 1992; Jerome Stern, Micro fiction: an anthology of really short stories. New
York: Norton, 1996.
ix Retomo las palabras liminares de Ana María Shua que inauguran Casa de Geishas:
“En 1984 publiqué La sueñera, mi primer libro de cuentos brevísimos. Ese libro tuvo
pocos lectores, pero muy calificados, y recibió de ellos halagos y alabanzas. El
entusiasmo de esos lectores fue lo que me decidió a volver a intentar el género. (Casa de
Geishas, 7). Indudablementre, en el proceso de interacción entre lectores y autor la
recurrencia no parte de una acto contestatrio sino de la conciencia en la productividad
de un escritor profesional. Esto mismo me afirmó en una charla con Pablo Urbanyi, él
me confesó que él escribía sin saber que eso que hacía eran microrrelatos; luego, Lauro
Zavala lo convocó a escribir minficciones en torno a “El dinosaurio” de Augusto
Monterroso, y finalmente terminó escribiendo microrrelatos a conciencia.
x En 1982, Hugo Verani organiza una sesión en la reunión anual de la MLA (Modern
Language Association of America). La reunión total se realizó del 26 al 29 de diciembre
de 1982, y tuvo lugar en Los Angeles. La mesa organizada por Verani se titulaba: “El
fragmento como texto en la narrativa hispanoamericana”. De los participantes, cuatro,
dos presentaron trabajos vinculados con la minificción: Wilfrido H. Corral “Notas sobre
el fragmento como texto en Hispanoamérica” y David Lagmanovich: “Lo fragmentario
en Falsificaciones de Marco Denevi”. Ambos nombres aparecen vinculados con el
estudio crítico de la minificción.
xi Todavía recuerdo con simpatía un par de anécdotas que paso a comentar. Había sido
invitada por la Universidad de Münster, Alemania, en 1992; entonces presenté una
conferencia sobre el microrrelato. El cátedratico del Romanisches Seminar, al finalizar
mi exposición, acotó con estupor: “¡Pero eso no figura en la Poética de Aristóteles!”
como forma de desacreditar la validez de mi objeto de estudio. Asimismo, recuerdo la
fuerte resistencia que tuve en la Universidad del Comahue, cuando quise publicar un
artículo sobre “El dinosaurio” de Augusto Monterroso. Formaban el Comité Editorial
todos los profesores regulares del Departamento de Letras; entre ellos, Martín Prieto
(alguien que a pesar de estar estrechamente vinculado con el Diario de Poesía de
Rosario, una publicación de avanzada y muy aguda), tomó el relato de Monterroso
como boutade. Finalmente, y luego de una ardua defensa de la pertinencia de mi objeto
de estudio contra los encendidos detractores, el artículo fue publicado y se puede leer en
la Revista de Lengua y Literatura Nro. 6 (noviembre 1989), Neuquén, Departamento de
Letras, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Comahue; 65-69. Su título
es “Una casi inexistente latitud: “El dinosaurio” de Augusto Monterroso”.
xii El trabajo presentado por José Díaz en el III Congreso Internacional de Minificción,
Valparaíso, 2004. Se puede consultar
en http://www.letrasdechile.cl/modules.php?name=News&file=article&sid=741, de allí
extraigo la cita.