Sunteți pe pagina 1din 6

Resumen: Roland Barthes

De la obra al texto
La acción conjugada del marxismo, el freudismo y el estructuralismo, obliga, en literatura, a
relativizar las relaciones entre el escritor, el lector y el observador crítico. Frente a la obra se produce
la exigencia de un objeto nuevo, obtenido por deslizamiento o inversión de las categorías anteriores.
Este objeto es el texto, que se refiere al método, los géneros, el signo, la pluralidad, la lectura, el
placer.

 El texto no debe entenderse como un objeto computable. Sería inútil intentar discernir
materialmente las obras de los textos. La diferencia es que la obra es un fragmento de sustancia,
ocupa una porción del espacio de los libros; el texto, por su parte es un campo metodológico. La obra
se ve, el texto se demuestra, es mencionado según determinadas reglas; la obra se sostiene en la
mano, el texto se sostiene en el lenguaje, sólo existe extraído en un discurso. El texto no se
experimenta más que en un trabajo, en una producción.
 El texto no se detiene en la literatura; no puede captarse en una jerarquía ni en base a una
simple división de géneros. El texto es lo que llega hasta los límites de las reglas de enunciación, es
siempre paradójico.
 Al texto uno se acerca, lo experimenta, en relación al signo. La obra se cierra sobre un
significado. A ese significado se le pueden atribuir dos modos de significación: o bien se le pretende
aparente, y entonces la obra es objeto de una ciencia de lo literal (filología); o bien se le considera
secreto, último, hay que buscarlo, y entonces la obra exige una hermenéutica, una interpretación. Es
decir, la obra funciona toda ella como un signo general, y es natural que represente una categoría
institucional de la civilización del signo. Por el contrario, el texto practica un retroceso infinito del
significado, es dilatorio; su campo es el del significante. La obra es simbólica de una manera
mediocre; el texto es simbólico de una manera radical. El texto resulta de este modo restituido al
lenguaje; al igual que él, está estructurado, pero descentrado, sin cierre.
 El texto es plural. No quiere decir que tiene varios sentidos, sino que realiza la misma
pluralidad del sentido: una pluralidad irreductible. La pluralidad del texto se basa no en la
ambigüedad de los contenidos, sino que en lo que podría llamarse la pluralidad estereográfica de los
significantes que lo tejen: lo que el texto percibe es múltiple, irreductible, proveniente de sustancias
y de planos heterogéneos, desligados. El texto no puede ser el mismo más que en su diferencia. La
intertextualidad en la que está escrito todo texto, ya que él mismo es el entretexto de otro texto, no
debe confundirse con ningún origen del texto.
 La obra está inserta en un proceso de filiación. Se considera al autor como padre y propietario
de su obra. El texto, en cambio, se lee sin la inscripción del padre; la metáfora del texto es la de la
red; si el texto se extiende es a causa de una combinatoria, de una sistemática; el yo que escribe el
texto nunca es más que un yo de papel.
 La obra es el objeto de consumo. El texto decanta de la obra de su consumo y la recoge como
juego, trabajo, producción, práctica. El texto solicita del lector una colaboración práctica.
 El texto está asociado al disfrute, al placer. El texto consigue la transparencia de las relaciones
del lenguaje: en el espacio en el que ningún lenguaje tiene poder sobre otro, es el espacio en el que
los lenguajes circulan.

Análisis de Texto 2016 Hoja N° 1 Ivo Giordanengo


Resumen: Roland Barthes

La muerte del autor


El libro pasa a ser texto, lo que el autor escribió, y ahí se acabó, no hay más, porque cierto un libro
según el texto tiene fin, y de este modo comienza la muerte del autor, cuando la escritura, pasa a ser
la destrucción de toda voz, de todo origen, ya que la escritura es ese lugar neutro, compuesto,
oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blanco y negro en donde acaba por perderse toda
identidad comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe. Cuanto un hecho pasa a ser
relatado, como simple símbolo, se produce la ruptura de la voz ya que esta pierde su origen, el autor
entra en su propia muerte, comienza la escritura.

El autor es un personaje moderno, producido por nuestra sociedad, en la medida en que ésta, al
salir de la Edad Media y gracias al empirismo inglés, descubre el prestigio del individuo o, dicho de
manera más noble de la persona humana. Es el lenguaje, y no el autor, el que habla; ya por sí mismo
el lenguaje de la escritura, es quien nos da a entender lo que el autor nos presenta en su libro, por
ello la frase anterior, y escribir consiste en alcanzar, a través de una previa impersonalidad ese punto
en el cual sólo el lenguaje actúa. El autor nunca es nada más que el que escribe, del mismo modo que
yo no es otra cosa que sino el que dice yo: el lenguaje conoce un “sujeto”, no una “persona” y ese
sujeto logra que el lenguaje se mantenga en pie, es decir, logra agotarlo por completo. En las
preguntas del principio hay una que específicamente trata acerca de la interpelación del libro con la
vida misma de cada persona, y es que según el autor, la vida nunca hace otra cosa que imitar al libro,
y ese libro no es más que un tejido de signos, una imitación perdida, que retrocede infinitamente,
claro que nos podemos sentir identificados, y este es el principio de “la muerte del autor” cuando el
autor plasma su obra, y esta obra me interpela, ya que es una pequeña cadena la que hace que esto
se dé, primero el autor, con una propia historia, la plasma y delimita en un texto llamado libro, este
libro pasa a ser del texto mismo interpelación, aunque no siempre de mi vida, ya sea en todo o en
algunas cuestiones, de no ser así yo me apropio de las palabras del texto aunque no me interpelen
en nada, y así yo doy un valor a ese texto de pendiendo, o no del autor del mismo texto. Un texto
está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas, y que, unas con otras
establecen un diálogo, una parodia, pero existe un lugar donde se recoge toda esa multiplicidad, y
ese lugar no es el autor, sino el lector; ya que él es el espacio mismo en el que se inscriben, es tan
sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el
escrito, y es por esto que “El nacimiento del lector se paga con la muerte del autor.”

Barthes dice que el acto de escribir se reforma, un escrito es una reconstrucción, un reescrito, por
ello que el autor desaparece o metafóricamente muere. Afirma que la idea de autor tiene que ver
con un gesto, con la idea de firma, de apropiarse de las ideas, sin embargo, hay que ser conscientes
de que las ideas escritas en un papel, no son propias de cada persona, pertenecen a la cultura
histórica en general. Por esto, plantea que para dar existencia al lector, la voz del autor debe
desaparecer. Todo esto porque el discurso escrito no es una categoría fija, pues cada lector le da una
posible interpretación a dicho texto. Por tanto, explica que el texto es una reescritura, es un tejido
de citas donde se mezclan todas las culturas, se reescribe y se reactualiza, dejando de ser una
categoría fija. Por esto, tiene que desaparecer el autor, para que pueda existir el lector, como un

Análisis de Texto 2016 Hoja N° 2 Ivo Giordanengo


Resumen: Roland Barthes

agente reconstructor. Hay que tener presente que el autor es una categoría moderna, por el sentido
de pertenencia que entrega la firma. Es así como llega a la conclusión de que el autor es un personaje
moderno donde sólo importa el prestigio del individuo. Pero no se toma en cuenta que lo que escribe
ese autor son ideas que pertenecen a la cultura y no propiamente a él. Hay que valorar el sentido de
reconstrucción múltiple que tiene el texto, lo cual le permite interactuar con todos los otros textos,
pues todos pertenecen a una propiedad: la cultura. Pero el sentido de pertenencia que está presente
en esta época moderna, se da por el positivismo en la literatura, como resultado de la ideología
capitalista, la cual da la máxima importancia al autor como persona propietaria de sus ideas, con las
cuales puede lucrar. Hoy en día esto es posible porque importan mucho las biografías, los diarios, los
manuales, etcétera, donde vemos cómo en gran parte la cultura tiene en su centro al autor. Esto
tiene que ver con lo que el autor llama el poderoso imperio del autor. Si bien es un planteamiento
de Barthes, Mallarmé también influye sobre él, diciendo que es el lenguaje el que habla y no el autor.
Escribir es alcanzar el punto en el cual solo la lengua actúa. Así, el nacimiento del lector tiene que
ocurrir a costa de la muerte del autor. Para los surrealistas el lenguaje no tiene una posición soberana,
más bien tiene una idea de la escritura colectiva, donde se desacraliza la imagen del autor. Para
Bertolt Brecht, para poder leer un texto, debe existir un alejamiento del autor, un distanciamiento
de éste y así obtener distintas perspectivas del texto.

Escribir la lectura
Barthes intenta sistematizar los momentos en el que al leer se levanta la cabeza, esa lectura
irrespetuosa. Trata de captar la forma de todas las lecturas dado que, entiende, la forma es el único
territorio de la ciencia. En ese sentido, intenta llegar a una teoría de la lectura.

Dice que, generalmente, la crítica funciona o bien a base de microscopio o a base de telescopio.
En S/Z él ha intentado filmar la lectura de Sarrasine en cámara lenta. Entiende que el resultado no ha
sido un análisis, sino el texto que se escribe en nuestra cabeza cada vez que levantamos la cabeza del
texto.

Ese texto-lectura es poco conocido porque desde hace siglos no hay un interés en el lector. El
exorbitante privilegio concedido al punto de partida de la obra (persona o Historia) determinan una
economía muy particular: el autor está considerado como eterno propietario de su obra, y nosotros,
los lectores, como simples usufructuadores: esta economía implica evidentemente un tema de
autoridad: el autor tiene derechos sobre el lector, lo obliga a captar un determinado sentido de la
obra, y este sentido, naturalmente es el bueno. Lo que se trata de establecer es siempre lo que el
autor ha querido decir, y en ningún caso lo que el lector entiende.

Todavía nos apercibimos con dificultad de hasta qué punto la lógica de la lectura es diferente de
las reglas de la composición. La lectura (ese texto que escribimos cuando leemos) dispersa, disemina.
Con la lógica de la razón (que hace legible la historia) se entremezcla una lógica del símbolo. Esta
lógica es asociativa: asocia al texto material otras ideas, otras imágenes, otras significaciones. En ese
relato, un suplemento de sentido del que ni el diccionario ni la gramática pueden dar cuenta.

Análisis de Texto 2016 Hoja N° 3 Ivo Giordanengo


Resumen: Roland Barthes

Toda lectura deriva de formas transindividuales: las asociaciones engendradas por la literalidad
del texto nunca son anárquicas, siempre proceden de determinados códigos. Esas reglas proceden
de ese inmenso espacio cultural del que nuestra persona (lector o autor) no es más que un episodio.
Abrir el texto es conducir al reconocimiento de que no hay verdad objetiva o subjetiva de la lectura,
sino tan sólo una verdad lúdica.

Para Barthes, leer es hacer trabajar a nuestro cuerpo siguiendo la llamada de los signos del texto.

La lección inaugural
Cuando se habla de poder, tendemos a pensar en el poder político o económico, el cual detentan
unos pocos dominantes mientras que existen muchos dominados. Sin embargo, existe una pluralidad
de poderes que se encuentran dentro de todas las áreas de la vida social: en el deporte, en los juegos,
en las conversaciones cotidianas, etc.

Esto se debe a que el poder se encuentra en la lengua, y la lengua está presente en todas las
interacciones sociales. Por eso, el poder nunca se termina, siempre está presente.

Según Barthes, el poder está inscripto en la lengua. Es el lenguaje donde se inscribe el poder de
toda la eternidad humana, o más bien, su expresión obligada: la lengua. El lenguaje es la legislación,
la lengua es su código. Toda lengua es una clasificación; así hablar no es comunicar, sino sujetar.

No es que alguien ejerce el poder hablando, sino que el poder está en la palabra; no favorece al
que habla, sino que el que habla es dominado por el poder.

El hecho de utilizar la lengua implica realizar una clasificación. En este sentido, la lengua es fascista
porque nos obliga a decir, nos obliga a clasificar, ya que el fascismo no consiste en impedir decir, sino
en obligar a decir.

Si bien no es la lengua en si la que nos condiciona, somos prisioneros de las estructuras mentales
que solo son posibles desde la lengua.

¿Cómo ingresa el poder en la lengua? Mediante dos operaciones:

- Autoridad de la aserción: el uso del lenguaje suele ser para afirmar algo. Ahí hay una cierta
autoridad. En términos generales, no dudamos o preguntamos, sino que afirmamos.

- Gregariedad de la repetición: (gregario=grupo) no solo afirmamos, también repetimos lo que


dicen otros. Tendemos a parafrasear las sentencias que nos parecen ciertas.

El hombre pasa a ser esclavo de la lengua, nadie puede escapar a su poder, porque no es posible
pensar o comunicarnos si no es mediante el uso de la lengua. No puede haber libertad sino por fuera
del lenguaje, pero el lenguaje humano no tiene exterior.

Análisis de Texto 2016 Hoja N° 4 Ivo Giordanengo


Resumen: Roland Barthes

Solamente se puede escapar al dominio de la lengua mediante trampas que son posibles en el
campo de la literatura.

Si bien no se puede escapar al poder, se lo puede engañar por un momento. Barthes llama
literatura a toda práctica de escribir, utiliza como sinónimos literatura, escritura o texto. Dice que
gracias a la literatura, el escritor (sin importar sobre qué esté escribiendo) tiene la oportunidad de
desplazarse de la lengua.

La literatura no es la trampa, sino que constituye un espacio propicio para hacerle trampas a la
lengua mediante la creatividad. Esas trampas creativas pueden ser: encontrarle nuevos sentidos a las
palabras, escribir de un modo inusual, crear nuevas articulaciones entre las palabras, nuevos modos
de decir.

Esos momentos de revolución creativa duran un corto tiempo, hasta que comienzan a ser
repetidos, y se cae otra vez bajo el dominio del poder.

Hay tres fuerzas dentro de la literatura:

1) Mathesis: La lengua alberga todos los saberes, habla de todas las ciencias. No asume el saber,
sino que los saberes circulan por ella. No dice que sepa algo, sino que sabe de algo. La escritura hace
posible los saberes porque las palabras permiten la existencia de las cosas tal como son.

2) Mímesis: Es la fuerza de la representación. La literatura intenta mimetizarse con lo real,


pretende representar la realidad. Sin embargo, le resulta imposible porque la literatura es
unidimensional, solo cuenta con palabras; mientras que la realidad es pluridimensional, tiene
sonidos, colores, aromas, etc.

La literatura posee una función utópica, todo el tiempo intenta alcanzar la coincidencia con lo real
y nunca lo logra. Pero justamente porque nunca lo alcanza, el hombre sigue haciéndola crecer. Si la
literatura alcanzara la realidad, en ese mismo momento perdería su sentido.

Para lograr escapar del poder el escritor debe obcecarse (recurrir a la parte de la lengua que aún
resiste a los discursos estandarizados) o desplazarse (colocarse en un lugar inesperado o inusual para
la lengua).

3) Semiosis: La tercera fuerza es propiamente semiótica porque se enfoca en los signos de la


lengua (o sea, las palabras). Consiste en actuar los signos, es decir, cambiar su sentido, en lugar de
destruirlos.

Barthes estudia entonces la semiología porque quería criticar la moralidad de su época. Quería
desarmar la lengua para modificar el pensamiento de su época. Luego funda una semiología no solo
crítica, sino iniciadora de ideas.

Para Barthes, la semiología surge a partir de la deconstrucción de la lingüística.

Análisis de Texto 2016 Hoja N° 5 Ivo Giordanengo


Resumen: Roland Barthes

La semiología es negativa y activa: Negativa o apofántica porque niega que el signo sea positivo,
fijo, ahistórico y acorporal, en resumen, niega que el signo sea científico. Los signos no se definen por
lo que son sino por lo que no son. Un signo por sí mismo no es nada.

Este apofantismo (apofántico es que afirma o niega algo) tiene dos consecuencias:

1. La primera es que la semiología no puede ser ella misma un metalenguaje, ya que no se puede
estar al mismo tiempo fuera y dentro del lenguaje. Utilizamos los signos del lenguaje para hablar de
los propios signos del lenguaje.

2. Además, la semiología tiene una relación con la ciencia, pero no es una disciplina. Puede ayudar
a algunas ciencias, puede brindar servicios a la historia, a la etnología, etc. Pero no tiene la función
de sustituir a ninguna disciplina.

Activa porque se despliega fuera de la muerte. No reposa sobre una smiofisis, en una naturalidad
inerte al signo, ni tampoco es una semioclasia, una destrucción del signo. Sería más bien una
semiotropía, una vuelta hacia el signo, es cautivada por él y lo recibe, lo trata y si es necesario lo
imita.

Análisis de Texto 2016 Hoja N° 6 Ivo Giordanengo

S-ar putea să vă placă și