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Como todas las doctrinas novedosas, amplias y algo polémicas por los impactos que tienen en
la política, el territorio, el urbanismo e hilando más fino en la distribución poblacional el
Ordenamiento Territorial ha sufrido variaciones en el campo lingüístico, debido a las múltiples
interpretaciones a lo largo de la historia. Si se remonta esto hasta la década de los 80’s donde el
método científico adoctrinaba al OT como una técnica administrativa que permitía una conjunción
entre la política y la integralidad de los procesos en la repartición de los territorios con el fin de
que los recursos naturales y actividades económicas fueran más proliferas dependiendo del
progreso regional.
Sin embargo al acercarnos a los 90’s se busca que una metodología que ayude a mejorar la
distribución geográfica de las poblaciones y asentamientos humanos de acuerdo al potencial de
explotación de los recursos naturales, conformados en este caso por el entorno físico y biótico,
sin escatimar en la mejora de calidad de vida, acentuadas en la conjunción de acciones político-
administrativas de planificación emprendidas a niveles macro (gobernaciones) y micro
(municipios) para orientar el desarrollo del territorio bajo su jurisdicción y regular de forma
ordenada los espacios, dando espacio a la consolidación de la ordenanza a inicios del siglo 21,
como un proceso organizacional del uso y la ocupación del territorio en función de sus
características biofísicas y ambientales, socioeconómicas, culturales e institucionales con el fin
de promover el desarrollo sustentable de las regiones, definiéndose esta como una expresión
física del estilo de desarrollo, considerando los recursos naturales existentes en pro del beneficio
comunitario.
Al ser una política de Estado, la ordenación del territorio concierne a toda la sociedad, al conjunto
de las actividades económicas y a las actuaciones públicas y privadas. Como política de largo
plazo le concierne el establecimiento de escenarios de uso y ocupación del territorio a ser
alcanzados en un horizonte de tiempo determinado. Como instrumento de planificación está
sujeto a los procedimientos técnicos de la misma que incluyen actividades de pre-diagnóstico,
diagnóstico territorial, formulación de objetivos y escenarios a alcanzar en distintos horizontes de
tiempo (corto, medio y largo plazo), elaboración de los lineamientos estratégicos y determinación
de las acciones a realizar, dando como resultado la concepción de la ordenación del territorio
como una política de planificación que integra objetivos ambientales (planificación física-
espacial) y regionales (planificación territorial), en función de la escala, predominando en las
escalas locales la planificación física-espacial con fuerte contenido urbanístico y en las escalas
regionales la planificación territorial que busca una ocupación sustentable del territorio y un
mayor equilibrio del desarrollo regional.
En este sentido, iniciando los 80’s se introduce el interés en la parte ambiental, donde el uso
desmesurado de los recursos naturales y el impacto asociado a ecosistemas vulnerados, dio
paso al interés por regular los sistemas bióticos y físicos asentados, adoptando el término “Eco-
desarrollo”, el cual nos daba a entender un desarrollo económico y social enmarcado en la
conservación ambiental. Este término tuvo una vida fugaz, dado que a mediados de los 80’s fue
absorbido por lo que hoy se conoce como desarrollo sustentable o sostenible.
Al iniciar los 90’s y en sus mediados se obtienen cambios radicales en las políticas de estado
definiendo la visión de desarrollo sustentable planteada como una dimensión espacial, al
considerar la ordenación del territorio como una de las líneas maestras para lograr dicho
desarrollo, entendiendo la OT como la distribución geográfica de la población y sus actividades
de acuerdo con la integridad y potencialidad de los recursos naturales que conforman el entorno
físico-biótico. Todo ello, en la búsqueda de unas condiciones de vida mejores, todo esto bajo el
marco de políticas ambientales a partir de la aprobación de leyes ambientales y la creación de
ministerios e instituciones encargadas de la gestión ambiental. En la segunda mitad de los años
noventa, algunos países latinoamericanos logran concebir la ordenanza territorial como un
instrumento de gestión ambiental (cuadro 3), especialmente asociadas a zonificaciones de usos
del suelo, considerando las potencialidades del mismo y la necesidad de preservar, conservar
y/o recuperar el patrimonio natural e histórico-cultural.
Al patriarcado político que gira alrededor del OT se le hace muy difícil obviar las razones madre
de esta sinergia entre administración y desarrollo sustentable, dejando en manifiesto la
participación social, donde esta es la base fundamental de un buen plan de OT, donde una
participación activa y decisiva de la ciudadanía, es aun inmadura e incrédula frente al proceso y
de cierto temor de los ciudadanos para dicha participación. La poca fe es alimentada por cien
años de centralismo exacerbado y de menosprecio por la participación de la ciudadanía, aún en
los asuntos locales. El temor está asociado al conflicto armado que azota a este país y que ha
sacrificado la libertad de expresar libremente las ideas, ante el temor a ser eliminado físicamente
por algunas de las fuerzas en conflicto. Adicionalmente, ha existido en muchas administraciones
municipales cierto desinterés por promover la participación social.
Todo esto conlleva a lo que se llama hegemonía de control estatal donde prevalece la
normatividad existente por encima del bien social, dejando las bases de un desarrollo sostenible
a las políticas de estado donde no existe una organización administrativa que favorezca la
gestión integral de la ordenación del territorio y se excluye la participación social, dejando al
descubierto que las instituciones responsables de los planes y los grupos empresariales
corporativos ejercen un control de dominio encaminado a potenciar bienes personales y privados.