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Salud Mental

María del Rosario Ortega Gómez*

Unidad 3
El Estado y las políticas de
salud mental

*Profesor del ENEO-UNAM. e-mail: rosarioogz02@hotmail.com


Asesoría Pedagógica: Mtra. Artemisa Espinosa Olivares. e-mail: aespinos@hotmail.com
Salud Mental

Índice

Tema 1. Normatividad y Derechos Humanos

Tema 2. Principios que guían el fortalecimiento de la salud mental

Tema 3. Bases para el movimiento de transformación

Tema 4. Programas con enfoque sociosanitario de la salud mental

Tema 5. Norma oficial mexicana para la salud mental

Tema 6. Programa de salud mental en México y la función del estado benefactor y regulador

Tema 1. Normatividad y Derechos Humanos

Para analizar el régimen jurídico de la prestación de servicios de salud mental y de los derechos de las
personas que requieren de esos servicios, es necesario integrar las normas generales aplicables y el
capítulo específico sobre salud mental en la Ley General de Salud, las normas generales aplicables y el
capítulo específico sobre salud mental del Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de
Prestación de Servicios de Atención Médica, así como la Norma Oficial Mexicana para la Prestación de
Servicios de Salud en Unidades de Atención Integral Hospitalaria Médico-Psiquiátrica. Ello sin perjuicio
de la organización específica de los servicios de salud mental que, dentro de este marco, efectúen las
entidades federativas y el Distrito Federal.

La Norma Oficial Mexicana 025 (NOM-0025-SSA2-19994) para la Prestación de Servicios de Salud en


Unidades de Atención Hospitalaria Médico-Psiquiátrica asigna carácter prioritario a la prevención de las
enfermedades mentales con acciones destinadas a la promoción de la salud mental, además, regula la
atención de las enfermedades mentales en relación a la atención de personas con padecimientos
mentales, la rehabilitación psiquiátrica de enfermos mentales crónicos, deficientes mentales, alcohólicos
y personas que usen habitualmente estupefacientes o sustancias psicotrópicas así como los criterios de
internamiento involuntario.

En términos generales, existe compatibilidad de la normativa mexicana en materia de prestación de


servicios de salud mental y derechos de los usuarios con los estándares internacionales aplicables; sin
embargo un asunto pendiente es lo relativo a los derechos humanos de las personas con discapacidad
mental, ya difícil de por sí, debido al estigma que rodea a la enfermedad mental y a quienes la padecen,
que en muchos casos lleva a privación en la atención de los servicios de salud, educativos, laborales y

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recreativos, cuando no, hasta la libertad por el internamiento involuntario o la reclusión sólo por
padecer o haber padecido en algún momento de su vida alguna enfermedad.

Cabe mencionar que la normatividad presenta aspectos muy destacables como la que se muestra en la
Ley General de Salud en relación a la accesibilidad económica de los servicios de salud en general, y por
incluir disposiciones relativas a la calidad y disponibilidad de servicios para todos los mexicanos. En
cuanto a las prestaciones de salud mental, también es destacable su inclusión entre las prestaciones
básicas de salud, en igualdad de condiciones con las de otras prestaciones médicas, y la amplitud de los
aspectos que componen esas prestaciones (prevención, curación, rehabilitación).

Resalta el dictado de la Norma Oficial Mexicana que regula expresamente las prestaciones hospitalarias
médico-psiquiátricas, que haya tomado como modelo inspirador los Principios para la protección de los
enfermos mentales y la perspectiva de los Derechos Humanos de los usuarios de los servicios de salud
mental, consagrando un catálogo importante de derechos y obligaciones de las autoridades sanitarias;
sin embargo, a decir de Courtis, “existen algunas cuestiones que requieren mejoramiento, por ejemplo,
en la legislación, en la reglamentación y en particular en la NOM prevalece un modelo de atención de
salud mental centralmente hospitalario. Hace falta una clara orientación desinstitucionalizadora, y un
impulso por desarrollar servicios de salud mental comunitarios, con el correlativo derecho del usuario de
ser tratado prioritariamente en la comunidad, y sólo por excepción en un ambiente más restrictivo.

La normativa mexicana otorga excesiva deferencia a las decisiones médicas en temas conflictivos, en los
que puede existir afectación de derechos del usuario. Así, la regulación en materia de internamiento
involuntario, consentimiento informado, tratamiento compulsivo, intervenciones riesgosas, restricciones
físicas, investigación y tratamiento experimental concede demasiado peso a la decisión médica original,
estableciendo recaudos de revisión insuficientes a la luz de los estándares internacionales. El
consentimiento del paciente se deja de lado con demasiada facilidad, tanto a favor de sus familiares
cercanos como de la autoridad médica. Faltan recaudos que garanticen una duración máxima absoluta
de las decisiones de urgencia que puedan comprometer los derechos del usuario. Debería establecerse
claramente un órgano de revisión independiente de la jerarquía médica de la unidad hospitalaria, con
participación plural y facultades suficientes para revocar las decisiones adoptadas en forma urgente por
los profesionales tratantes. Del mismo modo, debe desarrollarse un procedimiento que permita la
revisión y apelación de esas decisiones, a instancias del usuario o su representante, de carácter urgente y
con plenas garantías de audiencia, defensa, debate y prueba.

Aunando a lo anterior, considerar la regulación específica de las necesidades de algunos grupos de


usuarios en particular. La autoridad sanitaria debe dictar normas técnicas destinadas a regular la

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prestación de servicios de salud mental en condiciones que garanticen el derecho a una atención
adecuada a personas privadas de libertad por motivos penales, niños y adolescentes y miembros de
pueblos indígenas. (Courtis, 2005)

1948 Si bien la Declaración Universal de los Derechos Humanos emitida por la Asamblea General
de las Naciones Unidas data de 1948, en ella se establece que todas las personas deben
acceder entre otras cosas a la salud y la educación. A partir de ésta se han elaborado una
serie de instrumentos jurídicos internacionales con la intención de promover y proteger
los derechos y la dignidad de las personas. Sin embargo, la salud mental no aparecía como
una cuestión específica.

1993 Para 1993 después de la Conferencia Internacional sobre Derechos Humanos de Viena, los
estados miembros comienzan a analizar la distancia existente entre las recomendaciones
emitidas y las realidades prevalecientes en cada uno de ellos, de manera tal que se
establezcan compromisos, planes de gobierno y políticas públicas.

2001 En 2001 la misma Asamblea centra su interés en los derechos de las personas con
discapacidad física o metal, y es así como aparece el tema de la salud mental y los
derechos de las personas que padecen algún trastorno mental en la agenda internacional y
nacional.

2005 En el caso de México durante el sexenio del presidente Fox (2005), “apegándose a las
recomendaciones de la Conferencia en Viena, se instaura el Programa Nacional de
Derechos Humanos como política de gobierno, lo cual implica colocar a la persona como
fin de las instituciones, al tiempo que se propone consolidad la transición de un enfoque
asistencialista en el que la persona es considerada un sujeto pasivo de las políticas de
desarrollo, hacia la concepción de personas como sujetos de derechos, que participan
activamente en el desarrollo de las políticas públicas”.

No obstante la reglamentación existente para el ejercicio del derecho a la salud, se observa aún una falta
de cobertura para la atención de los problemas de salud mental, en lo que se refiere al diagnóstico, y
principalmente al tratamiento integral, es decir, aquel que abarque lo farmacológico y lo psicosocial.

Tema 2. Principios que guían el fortalecimiento de la salud mental

La salud mental es el núcleo de un desarrollo equilibrado de toda la vida que desempeña una función
importante en las relaciones interpersonales, la vida familiar y la integración social; es una parte
indivisible de la salud y la base del bienestar y el funcionamiento eficaz de las personas. Sin embargo, las
condiciones sociales actuales generan con mucho más frecuencia que antes, crisis a lo largo de la vida,
mismas que requieren ser atendidas de manera oportuna en el lugar donde las personas viven, o lo que
es mejor, prevenir la aparición de esas crisis a través del trabajo comunitario.

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Según datos de la OPS, en 1998, los trastornos mentales constituyeron el 11.5% de la carga global de las
enfermedades, representaron el 28% de los años de vida vividos con discapacidad e intervienen en el
aumento de los niveles de mortalidad, pues el suicidio es una de las tres causas principales de muerte
entre las personas de 15 a 35 años.

Los cambios que se experimentan en todo el mundo y en especial en nuestro país, en relación al perfil
demográfico, epidemiológico, de deterioro ambiental y en general de las condiciones de vida moderna,
han ocasionado cambios en muchos aspectos de la vida como pudieran ser el debilitamiento del rol de la
familia y de las redes de apoyo social, el aumento de problemas de índole económico (relacionados con
el considerable incremento de la pobreza), que dificultan cada vez más la satisfacción de las necesidades
básicas (vivienda, salud y educación), a un alto consumo de sustancias, una mayor accesibilidad a las
drogas ilícitas y altos niveles de violencia e inseguridad social, han provocado un incremento en los
problemas de salud mental, de manera tal, que se estima que por lo menos una vez en la vida las
personas demandarán atención en éste ámbito, motivo por el cual, resulta necesario el diseño e
implementación de estrategias de salud pública que prevengan la aparición de enfermedades mentales y
promuevan el pleno desarrollo de la salud mental de las personas, con un enfoque más amplio, que
recupere las distintas dimensiones problemáticas y el abordaje transdisciplinario para su comprensión.

Es importante señalar que los trastornos mentales afectan a personas de todas las regiones y grupos
sociales, para América Latina y el Caribe se observa que la depresión mayor presenta una prevalencia
media a lo largo de la vida de 8.7%, el abuso o dependencia del alcohol 11.3%, el trastorno bipolar de
1.4%, los trastornos de ansiedad generalizada de 5.5%, y la esquizofrenia y las psicosis no afectivas de
1.4%; de la misma manera se incrementan los días vividos con discapacidad y costo económico para los
individuos, las familias y para el propio sistema de salud. En este sentido la OMS, propuso una variable
conocida como años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD), que mide la pérdida de la
salud que abarca los años de vida “sana” perdidos por un estado no óptimo de salud, por ejemplo en el
grupo de 15 a 44 años de edad se ha observado que cinco de las diez primeras causas de AVAD obedecen
a trastornos mentales como la depresión unipolar, el trastorno bipolar, la esquizofrenia, los trastornos
por consumo de alcohol y las lesiones autoinflingidas (OMS, 2001).

Aunado a lo anterior, el problema del estigma y la discriminación a que son sometidas las personas que
padecen algún trastorno mental, con frecuencia hacen que tengan dificultad para conseguir vivienda,
empleo u otros servicios que conforman parte de la vida normal en la sociedad, lo que en ocasiones
provoca sufrimiento, discapacidad y pérdidas económicas que al mediano plazo agudizan sus síntomas.
La falta de información, o información errónea sobre los trastornos mentales, por ejemplo la idea de que
esos enfermos son violentos y peligrosos, no hace más que perpetuar el estigma y la discriminación, el

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cual se expresa por medio de opiniones negativas sobre las enfermedades mentales y el rechazo hacia
los enfermos; cabe mencionar que los medios de comunicación han favorecido una imagen negativa y
“amarillista” de las personas enfermas, tal es el caso por ejemplo de las series televisivas o películas
donde los personajes malos o peligrosos suelen ser presentados como mentalmente anormales.

Como se puede observar, el panorama es difícil, por lo que deberán tomarse medidas en diferentes
ámbitos, que lleven al replanteamiento del concepto de salud mental y de las formas más adecuadas
para atenderla.

Tema 3. Bases para el movimiento de transformación

El incremento de problemas de salud asociados a la salud mental en todo el mundo ha hecho que los
gobiernos se interesen por establecer políticas y programas tendientes a contrarrestarlos; así en las
conferencias sobre Salud Mental en las Américas celebrada en Caracas 1990, Washington 2001, y Brasilia
2005, se tomaron acuerdos en relación a esta problemática, con el fin de que los países miembros de la
OPS diseñaran e instrumentaran los programas pertinentes de acuerdo a sus propias necesidades.
Dentro de este contexto, se produjeron en Latinoamérica una serie de reformas a las prácticas de
atención a la salud mental, especialmente las psiquiátricas, que sin embargo, no incidieron y no se
expresaron de manera importante en México, en este sentido, los movimientos de crítica e impugnación
favorecieron el trato más humano a los pacientes, el respeto a sus derechos humanos, pero no
transformaron la práctica psiquiátrica mexicana.

En algunos casos, ha habido reformas en la manera de entender la enfermedad y por lo tanto en la


forma de atenderla. En términos generales podemos decir que en mayor o menor grado han transitado
de un modelo biologicista centrado en la organicidad como agente causal y la farmacología en reclusión
asilar como único tratamiento, a uno sociocrítico que incorpora además de lo orgánico, una dimensión
histórica, social (que considera la explotación y alienación como forma de favorecer la enfermedad) y
política de la enfermedad y su cura.

Es necesario enfatizar que la mayoría de las reformas psiquiátricas que se han llevado a cabo lo han
hecho en el marco de las Reformas Sanitarias entre los años setentas a los noventas del siglo pasado,
como rupturas fundamentales que transformaron la psiquiatría tradicional. (Rodríguez, 2004)

Las Reformas Sanitarias incluyeron no pocas veces, reformas psiquiátricas consistentes básicamente en:

Negar al manicomio y garantizar que la atención a los enfermos psiquiátricos se realice en el


interior de los sistemas generales de salud
Combatir el confinamiento social o familiar del enfermo psiquiátrico

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Negar todas las formas de coerción a los enfermos mentales


Humanizar el trato hacia ellos, procurando:
 no segregarlos de la sociedad
 respetar sus derechos humanos
Privilegiar las intervención en el seno de las comunidades, con:
 servicios comunitarios
 soportes sociales
 reinserción plena

Como puede observarse, son tres los elementos centrales de estas acciones: la superación del
manicomio como principal espacio para el ejercicio de la psiquiatría, la humanización del trato a los
enfermos con respeto o garantía de sus derechos y la sustitución de las prácticas hospitalarias por la
intervención en servicios y estructuras comunitarias.

Otro elemento común a todos los movimientos reformadores, es que no aparecen ni por generación
espontánea ni por una suerte de voluntarismo de quienes los protagonizan, sino como resultado de
condiciones sociales y sectoriales específicas y maduras que garantizan su viabilidad y éxito. Así,
podemos identificar que en todos los movimientos de reforma psiquiátrica, se combinan algunas de las
siguientes condiciones:

1. Interés y promoción por parte de grupos


profesionales, especialmente enfermeras
2. Necesidad evidente de un cambio no cosmético de
la práctica
3. Desprestigio de la práctica preponderante en el
campo

4. Proceso paralelo de reforma sanitaria

5. Un momento histórico con una sociedad sensible y


movilizada

6. Voluntad política del gobierno en turno

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Entre los países que han realizado reformas se pueden citar Italia, España y en caso Latinoamericano,
Argentina con su experiencia de Río Negro; Chile, Brasil y Panamá, todos ellos con diferencias
sustanciales.

La situación en México: condiciones y posibilidades

Siguiendo a Rodríguez (2004), en un México como el nuestro, tan desigual, en el que cada vez caben
menos los que son cada vez más desiguales, la situación de quienes por diversas razones son diferentes
es, sin embargo, precaria y vulnerable. El de los enfermos mentales, dentro de este segmento
poblacional, es un grupo que aún vive el rechazo social, la estigmatización, la exclusión y la marginación.

En nuestro país, el desarrollo de la psiquiatría como institución está ligado a la historia del
establecimiento manicomial. Entre el asilo y el manicomio, y entre éste y el hospital psiquiátrico, parece
existir una línea de continuidad, si bien con inflexiones, crisis y transformaciones más o menos radicales.

Por su parte, como especialidad médica, la psiquiatría surge en nuestro país unos años antes de la
creación del Manicomio General de la Ciudad de México, en los asilos de San Hipólito y La Canoa, a partir
de un grupo de alienistas pioneros, que a su vez, son quienes forman a otro grupo de médicos entre los
que se incluye a algunos de los que se considera son "pilares" de la psiquiatría mexicana. Estos grupos
mantuvieron una visión esencialmente médica sobre los trastornos mentales y fueron formados con un
dispositivo de tutor-alumno, con un enfoque organicista que renunciaba al enfoque psicodinámico, el
cual era conocido sólo parcialmente.

El Manicomio General de la Ciudad de México (“La Castañeda”) fue inaugurado en 1910, y durante el
período revolucionario ( 1910-1917) no sólo se deteriora físicamente y desarregla el ejercicio de la
psiquiatría en su interior, sino intenta mantenerlo guiado por la clínica francesa. Unos años después, la
apertura de la psiquiatría a otras influencias clínicas, como la norteamericana, introdujo nuevas
concepciones y amplió la visión sobre la enfermedad mental, presidida siempre por la celosa mirada
médica.
La primera "escuela" de psiquiatría informal que existía en el país desde la fundación de La Castañeda,
estuvo muy ligada a la criminología (herencia del enfoque lombrossano), pero también a la neurología, y
bajo ella aquellos primeros médicos se formaron de manera autodidacta aspirando a ser
neuropsiquiatras. En el inicio de la década de los cuarentas, la psiquiatría adquiere el estatuto de
especialidad médica, y es identificada como tal (no como neuropsiquiatría, como en algún momento se
pretendió) y no es sino hasta 1951 cuando, gracias a su transformación, se da el primer curso de
especialización en psiquiatría para médicos en México, auspiciado por la Universidad Nacional Autónoma
de México, formación que adquiere el nivel de posgrado médico.

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El grupo inicial de la especialidad médica, generó también la idea de construir un Manicomio en la ciudad
de México, que adoptara las medidas más modernas del momento, insistiendo en la idea de
desarrollarlo frente a otra opción de corte comunitario, y por ello se le concibió desde su origen como un
espacio cerrado, propicio para la observación y la reclusión, que se ubicó – por supuesto - en las afueras
de la ciudad. En aquel espacio, la psiquiatría buscaba – como diría Foucault - develar el mal y reeducar al
enfermo.

A partir del Manicomio se instituyó un modelo de atención para los enfermos mentales que cumplió,
puntualmente, con las siguientes premisas (Rodríguez, 2004):

1. Un tipo de relación profesional e institucional


marcadamente asimétrica, predominando la autoridad del médico
por encima de cualquier otro actor institucional, incluido el
paciente
2. Una visión organicista basada en el empleo del modelo
médico sobre la enfermedad, que en el caso de la enfermedad
mental, no cubría todos los supuestos y lograba una eficacia
curativa menor que la propia medicina

3. Aislamiento del enfermo, con la interrupción explícita de su


relación familiar y la prohibición de la intervención de la misma y de
la comunidad en su tratamiento

4. Un dispositivo institucional que contribuyó de manera muy


importante a estigmatizar, aislar, institucionalizar y cronificar a los
pacientes

Desde luego que era de esperarse que tal situación propiciara el abandono, los abusos hacia los
enfermos por parte del personal que debería cuidarlos o de sus familiares y el descuido de la condición
ciudadana de los primeros, a los que invariablemente convertía en triples víctimas: de su enfermedad,
del abandono familiar y del olvido social e institucional.

En tales circunstancias, y dado que la práctica psiquiátrica requería “manos libres” para su intervención,
tales premisas excluyeron cualquier normativa o legislación que buscara paliar o revertir alguna de estas
condiciones o de sus efectos, lo que contribuyó a incrementar además de lo señalado:

La exclusión del saber del paciente y de todo enfoque que lo incluyera en su tratamiento
El estigma social de lo que es ser enfermo mental y la cadena de eventos que ello conlleva

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La ausencia de estructuras, redes y presencias comunitarias que facilitaran la inclusión social del
paciente al egresar de la institución
El uso y abuso de los tratamientos médicos, incluyendo los más crueles e ineficaces (la
psicocirugía, por ejemplo) justificados siempre por ser parte del arsenal médico y en ocasiones
como “recursos heroicos” ante la impotencia médica.

Hoy sabemos que esta situación favoreció no sólo la cronificación de los enfermos que iba de la mano de
la escasa eficacia de este ejercicio profesional y del nihilismo terapéutico que lo caracteriza, sino de una
práctica social que propició la violación de los derechos humanos de los pacientes, su estigmatización
social y el abandono institucional de cientos de ellos, que luego fueron reubicados en los nuevos
establecimientos, los cuales, antes de estrenarse, no sólo estaban saturados sino condenados al fracaso
ya que estaban basados en premisas discordantes con el buen trato y el éxito terapéutico.

La “operación Castañeda” con la que se clausuró en 1967 el Manicomio General de la Ciudad de México,
trasladó simplemente a edificios más modernos y limpios, más amplios y airosos, al mismo personal, a
los mismos pacientes y al mismo enfoque o modelo de atención que había en el Manicomio, con todos
sus vicios y limitaciones. Los antiguos pabellones de “La Castañeda” se reubicaron así, en alguno de los
siete pisos del nuevo Hospital Fray Bernardino Álvarez, para agudos o en cualquiera de las salas del
flamante Hospital Juan N. Navarro o en los nuevos pabellones numerados de los hospitales-granja recién
inaugurados.

Es decir, a 40 años del cierre del establecimiento manicomial no pudo superarse el modelo de atención
basado en él, ya que el hospital psiquiátrico que lo sustituyó –pese a que declarativamente lo planteaba-
mantuvo los elementos esenciales del primero.

Durante la década de los sesentas y setentas, prácticamente en todo el mundo se produjo una serie de
reformas a las prácticas psiquiátricas, que sin embargo, no incidieron y no se expresaron de manera
importante en México. Los movimientos de crítica e impugnación favorecieron el trato más humano a los
pacientes, el respeto a sus derechos humanos, pero no transformaron la práctica psiquiátrica mexicana.

Más aún, la Declaración de Caracas emitida en 1990, se materializó en México a través de una única y
tangencial Norma Técnica que no modificó esencialmente la práctica psiquiátrica, ya que la preservó,
pero a la vez la humanizó, incidiendo en el ámbito hospitalario – público y privado – protegiendo la
mayor parte de los derechos de los pacientes y mejorando su atención, lo cual constituyó
indudablemente un avance, que no fue suficiente para modificar la esencia de esta práctica social.

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La prevalencia de lo hospitalario explica también, con sobradas razones, por qué en nuestro país
prácticamente no se crearon servicios de salud mental de carácter comunitario, que - entre otros fines –
favorecieran la inserción social de los enfermos y ayudaran a sostenerlos socialmente integrados.

Hasta ahora, pese a las crisis institucionales, en la que se generan críticas a la práctica y se exhiben
evidencias públicas de malos tratos y violaciones a los derechos humanos de los enfermos recluidos en
las instituciones psiquiátricas, sólo se deslegitima la práctica y en esos momentos - que han podido ser
oportunidades para el cambio- el modelo de atención no ha sido sustituido por otro que evite la
cronificación y la institucionalización y que permita ubicar la acción curativa y los servicios en las
comunidades, utilizando las redes sociales como un mecanismo terapéutico y de rehabilitación
psicosocial, y que todo ello se exprese en una legislación moderna sobre salud mental.

Sin embargo, es de consignarse el esfuerzo realizado por parte de organismos internacionales


especializados, en especial la OPS, en apoyo de la causa de la reforma psiquiátrica en el continente,
mismo que se viene realizando desde poco antes de la Declaración de Caracas. Asimismo, es menester
reconocer que en casos como el mexicano, esto ha sido insuficiente, seguramente porque en nuestro
país no ha existido una contraparte decisiva (una mezcla de profesionales preocupados y con incidencia
en la práctica institucional y de autoridades comprometidas con el cambio) que impulse las acciones o
las englobe en planes sectoriales o nacionales.

En este sentido resulta necesario mencionar las contribuciones más importantes que ha habido en esa
dirección, en particular la propuesta que hizo la OMS en el año 2001, al lanzar una serie de iniciativas
destinadas a colocar la salud mental en la agenda política internacional, a través de:

1. El desarrollo de políticas públicas especializadas

2. El diseño e implementación de planes y servicios especializados

3. La actualización de la legislación sobre salud mental

4. La promoción de la defensa de los derechos humanos.

Es a partir de ella, por ejemplo, que 16 países de la Región de las Américas (que en conjunto
representan el 56,5% del total de países) formularon un plan nacional de salud mental entre los años
1991 y 2001. (Rodríguez, 2004)

Algunos de los impulsores más decididos de esta iniciativa, como el Dr. Isaac Levav (2001) reconocían
que después de la Conferencia organizada por OPS, en noviembre de 1990, en la que se adoptó por
aclamación la Declaración de Caracas, se confirmaba que “sus principios habían penetrado
definitivamente en el discurso de la atención en salud mental en Latino América y que tanto los

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profesionales y como los no profesionales de ese ámbito a menudo se referían a ellos”, pero también
reconocían que el aspecto técnico para la implementación de dichos principios en la práctica, aunque
había experimentado algún progreso, mantenían un desarrollo considerablemente menor.

Estas experiencias, constituyen sin duda, un camino esperanzador para todos los países de la región y
hay que reconocer que desde la Declaración de Caracas, hace 19 años, hasta la actualidad, hay una
historia gratificante y esperanzadora, ya que en algunos países el espíritu de aquella conferencia se
trasformó en acciones innovadoras, aunque desafortunadamente en otros, como en México, permanece
aún como asignatura pendiente y las personas con enfermedades mentales que podrían vivir en mejores
condiciones y disfrutar y ejercer sus derechos como ciudadanos, deben seguir postergando su
realización.

Durante la administración federal 2000-2006 se presentó un Programa de Acción en Salud Mental


(Secretaría de Salud 2001) que centró su atención en las dificultades materiales que enfrentaban las
instituciones y no en el modelo de atención empleado.

El Programa afirma que aún “y cuando se favorece la reducción de la permanencia de los pacientes
psiquiátricos y su reincorporación a la comunidad y familia, la disminución en el número de camas ha
llegado a que en algunas instituciones se lleva a cabo un tratamiento psicoterapéutico, que posibilita el
manejo integral del enfermo mental, lo que conlleva a su más pronta incorporación a la sociedad”. En
esta línea se puede mencionar la experiencia del Modelo Miguel Hidalgo que en noviembre de 2000 hizo
posible la inauguración de la Villa Ocaranza, mediante el cierre, remodelación y acondicionamiento de un
ex hospital psiquiátrico asilar que estaba en pésimas condiciones físicas, y la construcción de dos casas
de medio camino en Pachuca, Hidalgo; con ello se buscó crear condiciones que favorecieran la
integración social del paciente mediante una hospitalización breve en la crisis aguda, seguida de una
estancia en residencias comunitarias, y después en las casas de medio camino, en las cuales se promovía
la recuperación de la independencia para la satisfacción de sus necesidades de autocuidado y
económicas a través de talleres protegidos. Cabe mencionar que con todo lo bueno que pueda resultar
esta experiencia, en realidad se trató de un caso aislado con una cobertura mínima y no una generalidad
en la atención de la salud mental, de tal manera que lo que prevaleció fue el modelo hospitalario.

Aunado a lo anterior, la implementación y alcances del programa se vieron mermados debido a los
cambios ocurridos en la organización del área federal responsable de la salud mental.

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c) Carencia de
a)
recursos
Infraestructura b) Personal
económicos
insuficiente, especializado
para poder
con una insuficiente y
brindar un
distribución mal distribuido
servicio
inadecuada y en el territorio
adecuado en la
de difícil nacional.
infraestructura
acceso.
existente.

En términos generales, y lo largo de la historia, se han identificado como los principales problemas de
salud mental en el país:

a) Infraestructura insuficiente, con una distribución inadecuada y de difícil acceso.

b) Personal especializado insuficiente y mal distribuido en el territorio nacional.

c) Carencia de recursos económicos para poder brindar un servicio adecuado en la


infraestructura existente.

Con una lógica así, me parece, no se planteó modificar la manera como se desarrollaba la práctica sino
ampliar la existente, considerando que el sector salud ya contaba con las instituciones especializadas
(hospitales psiquiátricos), y poseía un área de atención especial dentro de algunos institutos y hospitales
generales para el manejo agudo de la enfermedad mental (por el momento se deja de lado o no se
menciona el “manejo crónico” de la enfermedad). De igual forma contaba con un área de consulta
externa en donde se llevaban a cabo los programas de prevención, atención y rehabilitación del enfermo
mental, con personal capacitado para estas actividades y para realizar la investigación del padecimiento.

Los inconvenientes del modelo parecieran derivar, desde esta perspectiva, de la existencia de miles de
pacientes (aunque no se mencione a aquellos con trastornos severos ó crónicos) y su preocupación
principal se centra en la necesidad de tener instalaciones sanitarias y recursos financieros y económicos
suficientes, para otorgar una atención de calidad, lo que de entrada no define – sino por el contrario
obtura - una ruta para promover o realizar una verdadera reforma psiquiátrica.

Para esta manera de entender los problemas de la psiquiatría mexicana, estos se reducen a aspectos o
cuestiones materiales, derivadas de dos condiciones primordiales: de la antigüedad promedio de los
inmuebles donde se atiende la salud mental, que tienen un promedio de 35 años (producto de la
“Operación Castañeda”) y de que de los 28 hospitales psiquiátricos mexicanos existentes, sólo cinco de

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ellos se encuentran en buenas condiciones, y 18 están en un nivel medio de condición y cinco presentan
un deterioro severo.

En ese mismo análisis se destaca que las unidades en “condiciones regulares”, (que representan el 64%
del total) tienen –adicionalmente- problemas en su ubicación, déficit parcial de recursos humanos,
planta física con bajo nivel de mantenimiento y un relativo apego a la normatividad vigente, debido a la
falta de infraestructura y recursos. Por su parte, los hospitales psiquiátricos identificados “con
deterioro”, que corresponden al 18% del total de unidades, son los que carecen de una adecuada
infraestructura y equipamiento y sus recursos humanos son insuficientes para atender a los usuarios y
las instalaciones se encuentran en condiciones deplorables; cabe aclarar que es en ellos donde se
concentra la población hospitalaria asilar, prácticamente inamovible, pacientes crónicos y núcleo duro de
la práctica psiquiátrica.

Bajo esta representación, es lógico pensar que la solución parece depender tan solo de la necesidad de
incrementar los recursos e introducir modificaciones físicas y organizativas (incluyendo la formación y
una mejor capacitación de recursos humanos) que incrementen o mejoren la calidad de la atención. Lo
anterior mira sólo a uno de los dos elementos que están en el centro de la cuestión, a saber, el cuidado
de quienes ya se encuentran incorporados al sistema de atención, dejando fuera el otro elemento: el del
desarrollo de alternativas al modelo predominante.

Para completar el modelo, se pretendió capacitar a los médicos generales del primer nivel de atención,
para que pudieran llevar a cabo un diagnóstico temprano de la enfermedad mental, con el objeto de que
tratasen directamente el padecimiento identificado o lo derivaran según fuera el caso, a un segundo o
tercer nivel de atención, en donde el médico especialista estableciera el diagnóstico final junto con un
programa de tratamiento adecuado (incluyendo la psicoterapia). El contexto donde operaría este
modelo debía ser el de un sistema de referencia y contrarreferencia muy afinado, dependiente del
médico, que a final de cuentas tiene su origen y fin en el hospital psiquiátrico.

Sin embargo, no debemos ser injustos con este planteamiento que también propone disminuir el ingreso
y la permanencia de los pacientes en el hospital psiquiátrico. De ahí que debamos reconocer también los
grandes esfuerzos que se han empleado para llevar adelante procesos que, como el de
deshospitalización, son convenientes para descongestionar al hospital, o el de los “hospitales de día”
elementos útiles para esta finalidad, razón por la cual se busca implantarlos en algunas instituciones en
México ya que la experiencia obtenida en ellas ha sido satisfactoria, disminuyendo el número de recaídas
y logrando y manteniendo una mejor reinserción del paciente a la sociedad. Sin embargo, la lógica de
este enfoque de atención termina en lo mismo, pretendiendo mejorar la calidad de la atención, a través

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de la ampliación de los recursos humanos y materiales de las instituciones que manejan los trastornos
mentales.

En relación con la oferta de servicios comunitarios, actualmente la Secretaría de Salud mantuvo en


operación poco más de 80 módulos de salud mental integrados a centros de salud, los cuales en su
mayoría disponen de un psicólogo clínico, mientras que en otros se tienen trabajadoras sociales y
enfermeras. En una tercera parte de ellos, se dispone de médico psiquiatra y de un equipo profesional
de salud mental, de esta manera el concepto de comunitario se limitó al trabajo de estos centros, es
decir, nuevamente llevar al enfermo al consultorio, lejos de su casa, de su familia y sin ninguna
posibilidad de recuperar su vida y su persona.

En contraste con este esfuerzo, en el país persiste el estigma y la discriminación hacia las personas que
tienen problemas emocionales y mentales, tanto entre la población general como entre los profesionales
sean o no especialistas, lo que define –de entrada- la forma en que los primeros reciben asistencia y son
tratados y reinsertados socialmente o no, en la escuela, el trabajo y la comunidad. Es una realidad
cotidiana, que las personas con problemas de salud mental siguen siendo vistas por los medios masivos
como “peligrosas”, lo que contribuye a mantener en el imaginario social una idea negativa de ellas y a
generar un mayor temor social hacia las mismas, hecho injustificable bajo cualquier punto de vista.

Actualmente, el plan zonal de Salud de Desarrollo 2007-2012 en el Programa Nacional de Salud Mental
(PRONASA) a través de la Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y hospitales de Alta
Especialidad tiene entre otras funciones, la de atender las necesidades de salud mental; en ella los
Servicios de Atención Psiquiátrica son organismos desconcentrados, conformados por la confederación
de los Hospitales Psiquiátricos Fray Bernardino Álvarez, Juan N. Navarro, Samuel Ramírez Moreno y los
Centros Comunitarios de Salud Mental Cuauhtémoc, Iztapalapa y Zacatenco que en conjunto agrupan el
mayor número de personal especializado en Salud Mental en México, otorga el mayor número de
servicios multidisciplinarios tanto para la atención ambulatoria como la hospitalaria.

La Misión de los Servicios de Atención Psiquiátrica es proporcionar a la población mexicana una atención
en salud mental comunitaria, multidisciplinaria, integral y continua, mediante acciones de promoción y
prevención, diagnósticas terapéuticas y de rehabilitación psicosocial, a través de servicios caracterizados
por la calidad, el pleno respeto por los derechos y la dignidad humana, y sin ningún tipo de barreras para
su acceso. (Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad,
2008) Para el cumplimiento de esta ambición se diseñaron once estrategias para:

1. Promover el estudio legislativo y actualizar la regulación de la atención en salud mental y


psiquiátrica.

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2. Combatir el estigma y la discriminación en torno a los trastornos mentales.

3. Integrar programas de promoción y prevención de los trastornos mentales.

4. Desarrollar sistemas y procesos para la planeación, gestión y evaluación del sistema nacional de
atención a la salud mental.

5. Integrar la atención en salud mental comunitaria a la red de servicios de salud general, para lo
cual se plantea la “reorganización y fortalecimiento de los hospitales psiquiátricos actuales del
sector público, social y privado para que operen como centros de referencia estatal, regional y
nacional, especializados en atención ambulatoria, hospitalaria y de rehabilitación de pacientes
con trastornos mentales graves, así como asesoría, docencia e investigación. La incorporación de
servicios o módulos de salud mental o psiquiátricos dentro de la red de servicios de salud
general, así como una red de unidades médicas ambulatorias, especializadas y
multidisciplinarias, de atención primaria a la salud, organizadas bajo los lineamientos de modelo
comunitario y la amplia participación de la sociedad civil local. Conjuntamente la
instrumentación de programas de rehabilitación psicosocial dentro y fuera de las unidades
hospitalarias.

6. Estandarizar los procesos de atención en salud mental y psiquiátrica, que salvaguarden la


integridad del paciente y eviten la ocurrencia de efectos adversos y errores médicos.

7. Establecer alianzas con otros sectores y con la comunidad en la atención en salud mental y
psiquiátrica.

8. Incluir los trastornos mentales prioritarios como beneficios del Sistema de Protección Social en
Salud.

9. Fomentar la investigación en salud mental y psiquiátrica.

10. Desarrollar recursos humanos en salud mental y psiquiatría comunitaria.

11. Fortalecer el financiamiento para la operación e inversión de los servicios de atención en salud
mental y psiquiátrica.

El plan 2007-2012 fue presentado de manera oficial en 2009, estamos comenzando el 2010 y tal parece
que tendremos que esperar para conocer los informes oficiales de sus alcances, y aunque si bien hay
reconocer los grandes esfuerzos que se han empleado para llevar adelante procesos que, como el de
deshospitalización, son convenientes para descongestionar al hospital, o el de los “hospitales de día”
elementos útiles para esta finalidad, razón por la cual se busca implantarlos en algunas instituciones en
México ya que la experiencia obtenida en ellas, ha sido satisfactoria, disminuyendo el número de

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recaídas y logrando y manteniendo una mejor reinserción del paciente a la sociedad. Sin embargo, la
lógica de este enfoque de atención termina en lo mismo, pretendiendo mejorar la calidad de la atención,
a través de la ampliación de los recursos humanos y materiales de las instituciones que manejan los
trastornos mentales, y aún cuando se plantea el trabajo comunitario, este está pensado a través de los
centros comunitarios a los cuales es necesario llevar al enfermo para ser atendido, es decir, atenderlo
fuera de su casa y su familia.

Otro asunto por discutir es la participación de la sociedad civil, que si bien, actualmente existen varias
organizaciones como las de familiares de enfermos (Voz pro Salud Mental) con amplia cobertura en el
país, hacen falta otras para que verdaderamente tengan una mayor representatividad. Otro caso es el de
las agrupaciones profesionales, a las cuales no ha llegado a incidir de manera importante casi en ningún
gremio y por lo tanto la participación en nula.

Tema 4. Programas con enfoque sociosanitario de la salud mental

El incremento en los problemas asociados a la salud mental aunado al creciente interés de los gobiernos
por solucionarlos, ha dado lugar a reformas. En algunos casos, éstas han sido en la manera de entender
la enfermedad y por lo tanto en la forma de atenderla. En términos generales podemos decir que en
mayor o menor grado han transitado de un modelo biologicista -centrado en la organicidad como
agente causal y la farmacología en reclusión asilar, como único tratamiento-, a uno socio-sanitario o
sociocrítico que incorpora además de lo orgánico, una dimensión histórica, social (tomando como
referencia la explotación y alienación como forma de favorecer la enfermedad) y política de la
enfermedad y su cura.

La salud mental puede definirse desde diferentes puntos de vista, revisemos dos de ellos:

• Etiológico

El grupo de salud mental de la OPS considera que “desde un punto de vista etiológico, la salud mental
puede ser definida como un proceso de vida determinado y condicionado por un conjunto de procesos
biológicos, histórico-culturales, económicos-sociales, jurídico-políticos, científico-técnicos y de
organización de los servicios de salud, los cuales se interrelacionan y son movilizados por relaciones de
poder. En su perspectiva política, la salud mental se entiende como una cuestión social y en
consecuencia política que es determinada y que se expresa en las relaciones entre estado y sociedad,
entendida ésta como un derecho inalienable e indisolublemente ligado a los conceptos y procesos de
ciudadanía, libertad, democracia y solidaridad; en consecuencia precisa de un sistema jurídico legal que
lo promueva, lo ampare y lo defienda de la discriminación, la exclusión y la violación de los derechos
humanos y de un conjunto de políticas que garanticen su desarrollo social y subjetivo plenos. En el

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marco del estado de derecho, la organización de la atención de la salud mental implica la participación
de todos los actores implicados en el proceso: usuarios, prestadores de servicios e instituciones.

• Científico-epistemológico

Desde el punto de vista científico-epistemológico la salud mental corresponde al entrecruzamiento de


disciplinas y prácticas diversas vinculadas a todos los campos del saber humano, por lo tanto no es
posible ni conveniente acotar sus límites. Como campo interdisciplinario incluye: las problemáticas
conceptuales y prácticas de la salud mental, sus alteraciones y la enfermedad mental, los modos de
organización de los servicios, la regulación y los efectos de las relaciones de poder sobre los mismos.

Por todo lo anterior, la atención integral de la salud mental incluye un conjunto de medidas sanitarias,
socio-culturales, científico-técnicas, económico-políticas, legislativas, éticas y estéticas que suponen una
visión compleja del sujeto y de la dinámica social. Dicha atención debe ser orientada hacia el
establecimiento de redes de servicios que sustituyan el modelo asilar de la psiquiatría, que se caracterice
por la diversificación y calificación de las prestaciones y que incluya a los distintos sectores de la
comunidad; en este contexto, los servicios de salud mental han de constituirse en centros de salud, de
vida y de ciudadanía.”

Como podemos ver, el planteamiento científico-epistemológico, abre enormes posibilidades a la vez que
retos para todas las disciplinas involucradas en la atención de la salud mental, tanto en sus procesos de
formación profesional como en los laborales, a través de la prestación de servicios de cada institución,
tomando como punto de referencia el análisis crítico del modelo psiquiátrico tradicional para la
transformación de conceptos y prácticas, servicios, políticas y legislación, en orden a la generación de
una respuesta social, ética y responsable a los problemas de salud mental.

En el caso de enfermería, retomando el planteamiento de la OPS, la atención a la salud mental “está


dada por el cuidado humano esencial que se traduzca en un conjunto de intervenciones interpersonales,
educativas, asistenciales, terapéuticas e institucionales para la promoción, protección y recuperación de
la salud y de inclusión social de las personas y los grupos. Las enfermeras deberían participar con los
integrantes del equipo de salud y otros actores sociales, de procesos colectivos orientados al rescate y
afirmación de la identidad, la integralidad, las potencialidades y los derechos humanos y civiles de las
personas y los grupos” (OPS, 2003)

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Tema 5. Norma oficial mexicana para la salud mental

La normativa mexicana en materia de prestación de servicios de salud y los derechos de los usuarios de
esos servicios se rige por nuestra Constitución en su artículo 4º, alusivo al derecho a la protección a la
salud y por la Ley General de Salud pública aplicable a las entidades públicas (SSA), sociales (IMSS e
ISSSTE) o privadas de carácter federal o local.

La ley establece como finalidad de la protección de la salud: (artículo 2º fracción 1, LGS), entre otros, “el
bienestar físico y mental del hombre para contribuir al ejercicio pleno de sus capacidades” en una
definición que recoge cierta inspiración de la establecida por la constitución de la Organización Mundial
de la Salud.

La Norma Oficial Mexicana 025 (NOM-0025-SSA2-19994) para la Prestación de Servicios de Salud en


Unidades de Atención Hospitalaria Médico-Psiquiátrica, tiene el objeto de uniformar criterios de
operación, actividades, actitudes del personal de las unidades que prestan servicios de atención
hospitalaria médico-psiquiátrica, la cual se proporcionará en forma continua e integral, con calidad y
calidez; es de aplicación obligatoria en todas las unidades que presten servicios de atención integral
hospitalaria médico-psiquiátrica para enfermos agudamente perturbados y otros de estancia
prolongada, de los sectores público, social y privado del país que conforman el Sistema Nacional de
Salud.

La NOM 0025, establece las definiciones implicadas en la atención a la salud mental, como:

• Unidades que prestan servicios de atención médico-psiquiátrica: los establecimientos de salud que
disponen de camas, y cuya función esencial es la atención integral de usuarios que padezcan un
trastorno mental.

• Usuario: toda aquella persona que requiera y obtenga servicios de atención médico-psiquiátrica.

• Enfermedad mental: es aquella considerada como tal en la Clasificación Internacional de


enfermedades mentales vigente, de la OMS.

• Atención integral médico-psiquiátrica: Es el conjunto de servicios que se proporcionan al usuario


con el fin de proteger, promover, restaurar y mantener su salud mental. Comprende las
actividades preventivas, curativas y de rehabilitación integral.

• Rehabilitación integral: es el conjunto de acciones y programas dirigidos a la utilización del


potencial máximo de crecimiento personal de un individuo, que le permita superar o disminuir las
desventajas adquiridas a causa de su enfermedad en los principales aspectos de su vida diaria;
tiene el objetivo de promover en el paciente, el reaprendizaje de sus habilidades para la vida

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cotidiana cuando las ha perdido, y la obtención y conservación de un ambiente de vida


satisfactorio, así como la participación en actividades productivas y en la vida socio-cultural.

• Educación para la salud mental: Proceso organizado y sistemático mediante el cual se busca
orientar a las personas a fin de modificar o sustituir determinadas conductas, por aquellas que son
saludables en lo individual, lo familiar, lo colectivo y en su relación con el medio ambiente.

• Promoción de la salud mental: es una estrategia concreta concebida como la suma de las acciones
de los distintos sectores de la población, las autoridades sanitarias y los prestadores de servicios
de salud, encaminadas al desarrollo de mejores condiciones de salud mental individual y colectiva.

• Detección y manejo oportuno de casos en la comunidad: Proceso que consiste en efectuar


revisiones periódicas con fines de identificar y atender precozmente el daño.

La NOOM 0025 detalla las condiciones y requisitos para la prestación de una atención adecuada, entre
los que se mencionan: instalaciones y equipo apropiado para el desarrollo de sus funciones y recursos
humanos suficientes en número y capacidad técnica, así como los procedimientos para que en la Unidad
prevalezcan el ambiente cordial, técnicamente eficiente para el cabal desarrollo de las actividades
requeridas, tanto en hospitalización como en los servicios de urgencias. (Comisión Coordinadora de
Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, 2008)

Aunado a lo anterior, se establecen las disposiciones relativas a la admisión de usuarios a los servicios
médico-psiquiátricos. El ingreso puede ser voluntario cuando el usuario así lo solicita, por indicación del
médico a cargo del servicio de admisión de la Unidad; involuntario cuando usuarios con trastornos
mentales severos requieran atención urgente o representen un peligro grave o inmediato para sí mismos
o para los demás; requiere la indicación de un médico psiquiatra y la solicitud de un familiar responsable,
tutor o representante legal, y obligatorio cuando lo solicita la autoridad legal competente, siempre y
cuando el paciente lo amerite de acuerdo con el examen médico-psiquiátrico. (Courtis, 2005)

Las actividades a realizar por los servicios de atención médico-psiquiátrica son de tipo preventivo,
curativo, de rehabilitación, enseñanza, capacitación e investigación científica. Se asigna carácter
prioritario a la prevención de las enfermedades mentales con acciones destinadas a la promoción de la
salud mental, para lo cual, las autoridades deberán fomentar y apoyar:

I. El desarrollo de actividades educativas, socioculturales y recreativas que contribuyan a la salud


mental, preferentemente de la infancia y la juventud.

II. La difusión de las orientaciones para la promoción de la salud mental.

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III. La realización de programas para la prevención del uso de sustancias psicotrópicas,


estupefacientes, inhalantes y otras sustancias que puedan causar alteraciones mentales o
dependencia.

IV. Las demás acciones que directa e indirectamente contribuyan al fomento de la salud mental de la
población.

Además, se incluye en la atención de las enfermedades mentales en relación a:

I. La atención de personas con padecimientos mentales, la rehabilitación psiquiátrica de enfermos


mentales crónicos, deficientes mentales, alcohólicos y personas que usen habitualmente
estupefacientes o sustancias psicotrópicas.

II. La organización, operación y supervisión de instituciones dedicadas al estudio, tratamiento y


rehabilitación de enfermos mentales (artículo 74 LGS).

Tema 6. Programa de salud mental en México y la función del estado benefactor y regulador

El programa de Acción Específico 2007-2012 Atención en Salud Mental de la Comisión Coordinadora de


Institutos Nacionales de Salud de alta Especialidad plantea que los trastornos mentales son una prioridad
de salud pública por diversas razones: su alta prevalencia, su baja cobertura de diagnóstico, el alto grado
de discapacidad, la gran brecha de atención, el costo del tratamiento que suele empobrecer a muchos
enfermos, el rechazo por ignorancia, estigma y discriminación en torno a este problema.

En este Programa se hace énfasis en la necesidad de cambiar el paradigma en la prestación de servicios y


en la necesidad apremiante de invertir más recursos.

El Objetivo de Programa de Acción Específico en Salud Mental es contribuir a mejorar el nivel de salud
mental de la población mediante la promoción de políticas y programas que garanticen un trato digno,
abaten la discriminación y estigmatización del paciente y permiten su reintegración social a través de
una atención comunitaria integral, continua y con calidad, misma que se encuentra incluida en la red de
servicios de salud general y bajo los beneficios del sistema de protección social en salud.

Para el logro de este objetivo se cuenta con once estrategias según la Comisión Coordinadora de
Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad. (2008)

Rectoría efectiva en el sector

• Promover el estudio legislativo y actualizar la regulación de la atención en salud mental y


psiquiátrica.

• Combatir el estigma y la discriminación en torno a los trastornos mentales.

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• Integrar programas de promoción y prevención de los trastornos mentales.

• Desarrollar sistemas y procesos para la planeación, gestión, y evaluación del sistema nacional de
atención a la salud mental.

Prestación de servicios con calidad y seguridad

• Integrar la atención en salud mental comunitaria a la red de servicios de salud en


general.

• Estandarizar los procesos de atención de la salud mental y psiquiátrica, que salvaguarden


la integridad del paciente y eviten la ocurrencia de efectos adversos y errores médicos.

• Establecer alianzas con otros sectores y con la comunidad en la tención en salud mental y
psiquiátrica.

Financiamiento equitativo sostenible

• Incluir los trastornos mentales prioritarios como beneficios del sistema del Sistema de Protección
Social en Salud.

• Fomentar la investigación en Salud Mental y psiquiátrica.

• Desarrollar recursos humanos en salud mental y psiquiátrica comunitaria.

• Fortalecer el financiamiento para la operación e inversión de los servicios de atención en salud


mental y psiquiátrica.

Los planteamientos del Programa de Acción Específico en Salud Mental sin duda alguna son acordes a las
recomendaciones internacionales emitidas al respecto, sin embargo, está aún pendiente la realización
del mismo, y sólo el tiempo permitirá valorar los logros una vez puesto en práctica. Cabe mencionar que
un factor primordial en el logro del objetivo del programa será la asignación de recursos por parte del
estado. En este sentido, resulta importante la reflexión sobre el papel que el estado debe asumir frente a
la satisfacción de las necesidades de salud, si un papel benefactor o solamente regulador.

Se entiende por estado del bienestar, aquella situación donde corresponde al Estado o a la sociedad
asumir la responsabilidad del bienestar social y económico de sus miembros; para algunos, tal bienestar
es un derecho, ya sea humano o natural de los ciudadanos, lo que se concreta en los llamados derechos
sociales; para otros, tal derecho no existe como tal, sino que más bien hay un deber ya sea del estado, la
sociedad o sus miembros, entendida como responsabilidad social.

En el periodo de 1950 a 1980 México ha pasado de un estado “benefactor” a un estado “neoliberal”.

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• Estado benefactor

Como benefactor, el Estado desempeñó una función específica, la industrialización del país, y al tiempo
que lograba objetivos económicos, satisfacía demandas sociales a través de un sistema de
representación de intereses que ha sido calificado como corporativismo de estado, en el cual la
posibilidad de satisfacción de las demandas dependía de la adscripción, es decir, de la pertenencia a una
organización, de la fidelidad política personal y no del ejercicio de un derecho ciudadano y de la validez
de la demanda.

• Estado neoliberal

Hacia 1986, durante el sexenio del presidente Salinas, se instrumenta en México el modelo neoliberal y
desmantela al estado benefactor, buscando privatizar la producción y el acceso al bienestar (entre otros
la educación y la salud); este modelo se ha caracterizado por el desmantelamiento del sector
paraestatal, la reducción del tamaño del gasto público total, su recomposición funcional y el patrón de
comportamiento del gasto social. Después de 20 años, el modelo ha fracasado rotundamente en la
generación de oportunidades, ya que en nuestro caso, la reforma educativa ha limitado el acceso a la
educación superior, las reformas a las instituciones de salud, prácticamente han significado su
desmantelamiento, con la consecuente disminución en la calidad de los servicios, la creación de empleos
no ha logrado recuperar la pérdida de éstos; en los periodos de crisis el mercado laboral no ofrece
oportunidades a los jóvenes, y en general los puestos de trabajo tienen baja remuneración e
incertidumbre laboral y los logros en materia de combate a la pobreza se han reducido a grado extremo.

Vista así la situación, parece desalentadora, por lo que no queda más reflexionar sobre el papel de los
ciudadanos en el rescate de su ciudadanía, es decir, la posibilidad de exigir al gobierno la forma de vida
que queremos tener.

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Salud Mental

Referencias

 Ortega G. M. R. (2010). El estado y las Políticas de Salud Mental. Manuscrito presentado para
publicación.
 Medina M, M. E. (2003) Prevalencia de Trastornos mentales y uso de servicios. Resultados de la
encuesta nacional de Epidemiología Psiquiátrica en México, En: Salud Mental Vol. 26, No. 4,
Agosto.
 Secretaría de Salud (2008) Atención en Salud Mental. Programa de atención específico 2007-
2012. México, D.F. Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta
Especialidad.
 Secretaría de Gobernación (2005). Informe de ejecución del PNDH 2005. México D. F. Talleres
Gráficos de México.

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