Sunteți pe pagina 1din 3

Érase una vez un eslabón perdido…

Presentado por: Laura Sofía Gutierrez Romero y Katherin Alejandra Funeme


Rozo.

“Las vi agarrarme de los pies y jalarme con fuerza. Eran brujas, Alejandra.”- le
escuchó decir a su padre cuando iban camino a Anapoima en la Toyota de sus abuelos.

El arquitecto del universo diseñó una naturaleza imperfecta pero preciosa e hizo de
nosotros sus fieles escultores del desierto, cuyo propósito es moldear y esculpir granos de
arena. Granos de arena que se labran como grava rasposa en los cimientos de la sociedad. En
solitario, nuestras ideas son granos de arena que se desvanecen con el vaivén de los vientos
gélidos de la noche. Aquellas iridiscentes ideas añoran el estado utópico del cristal. Sin
embargo, no todo es sistemático y sus rumbos pueden encaminar a dichos granos a un
espejismo ilusorio, un desemboque de fobias y anhelos no congénito a la realidad. La
diferencia es el tesoro más preciado que el arquitecto nos pudo obsequiar. Gracias a ello,
existen granos rasposos, granos frágiles, granos castaños, granos casi imperceptibles a la
vista, granos que tristemente se pierden en la inmensidad de un desierto llano.
El mundo está conformado por una diversidad rica en individualidad y genuinidad,
que se ha visto opacada por ideas convencionalistas de mundos ajenos a lo que representa
una auténtica realidad en el hoy. La exclusión ha estado presente a lo largo de los años, desde
periodos de piedra hasta la más moderna era digital. Es porque el humano es presa, el humano
es depredador, y como afirma Thomas Hobbes: “El hombre es lobo para el hombre”. Las
ideas pueden no siempre corresponder a lo que se espera, pero eso no implica que su potencial
sea menor. Nuestro comportamiento es similar al de los pingüinos: relacionan la diferencia
con debilidad, con falta de carácter y como consecuencia terminan desterrando al extranjero
de su pequeño imperio ovíparo. No permiten que el afectado se libre de su cascarón, solo lo
aíslan en un mundo de terror e indiferencia.
La ciencia ha desarrollado diversas escalas de clasificación para los misterios
de las mentes. Lamentablemente, se ha centrado en su categorización, pero no en su
integración a una comunidad arquetípica como la de hoy en día. El sujeto de estudio que será
denominado “Eslabón perdido”, padece el declive de oportunidades para aquellos de mentes
laberínticas. La dualidad de versiones, fragmentada en realidad y ficción, no significa un
riesgo para el avance de la humanidad, solo implica el fin de un régimen absolutista que
desenvaina ideas convencionales y elitistas.

El eslabón perdido, cuya mente, es laberíntica, se ejerce ante diferentes contextos


paralelos entre sí, sometiéndose a los prejuicios de la sociedad liquida (una sociedad que
profesa el avance, pero sin tener en cuenta a todos sus visionarios). La convencionalidad se
ha formado en un impedimento para seguir con nuestros objetivos, dada la capacidad
inclusiva de la que carece. Una sociedad trascendente debe acoger al humano en todas y cada
una de sus expresiones, sin segregarlos ante las adversidades que cada uno posee. Sin
embargo, nuestro eslabón es medicado con prejuicios que adormecen y debilitan cada vez
más su potencial. Es por ello que es crucial reconocer su travesía en esta sociedad líquida,
sin tener en cuenta sus estadios psicológicos.
La soledad lleva al delirio, el delirio lleva a la locura y la locura lleva al aislamiento.
El rastro que recorre el eslabón perdido, al cruzar todos estos estadios de su existencia, retrata
esos aranceles que le impiden proyectarse en los estándares sociales. Sus demonios internos
sofocan sus esperanzas, haciendo que su respiración se torne ansiosa ante la compañía. El
eslabón perdido teme, se oculta, se fragmenta en miedos y decae ante las tinieblas. Se encierra
en su propia tormenta de arena, plagada de inseguridades que arrasan con él. Debilitado
ahonda en las profundidades de su espejismo y se pierde en su errático paisaje. La realidad
del eslabón perdido es terrorífica y le brinda los peores escenarios de paranoia.
Tal y como las parvadas de aves vuelvan lejos al ver a un niño aproximarse, los
medios desplegaron sus alas y revelaron lo más hostil de la tormenta de arena a sus crías,
cuyas bocas se hallan bañadas en agua ante el deseo de ser alimentadas por las lombrices que
sus progenitoras les brindan. El eslabón perdido es visto como un ser incapaz, como una
lombriz asocial; incluso le acribillan con connotaciones tenebrosas y desdeñosas que fueron
dedicadas a terribles personajes tales como Jeffrey Dahmer. Y así como dice Calle 13 en uno
de sus más enigmáticos temas: el eslabón perdido “sueña todos los días con poder hacer
daño”. El estigma está presente y devora salvajemente las entrañas de un hombre encerrado
en su propia tormenta de arena. Finalmente, no deja más que un par de cuencas vacías y un
cascarón superficial e ineficiente. Las reacciones y manifestaciones humanas ante la
paranoia, el miedo y el engaño son subjetivas a quien lo padece; por ende, no es justo aislarlos
o difamarlos por el simple hecho de lidiar con algo diferente. Tristemente parte de la media
se enfoca en perturbar a los infiernos del eslabón. La oscuridad que trae calor sofocante se
intensifica en un denigrante encuentro de prejuicios. Según un estudio publicado por la
Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (2015), se identificó la siguiente
apreciación del eslabón perdido: “En las noticias sobre delitos […] era víctima en 16,1% y
causante del delito en 83,9% y se utilizaban con relativa frecuencia expresiones
estigmatizantes.” ¿Cuánto más del graznar de los medios deben soportar los eslabones?
¿Cuánto más de ese entremés agridulce que les enjuicia injustamente? ¿Aquello no significa
una constante de conspiración en la realidad y la ficción de sus vidas?

Existe más de un eslabón en esta colectividad, el cual permanece excluido ante una
sociedad. Ya que el miedo ha reinado desde los tiempos más remotos, los excluyentes se
aferraban al pánico de lo desconocido; sin embargo. Han llegado diferentes y únicas personas
que lograron cambiar dicho concepto de exclusión de lo diferente y especial. No obstante,
depende del eslabón perdido si permite ser consumido por la oscuridad de su “catástrofe”.
La humanidad ha sido testigo de extraordinarios e ilustres eslabones que se han destacado
por su talento, personajes cuyas tormentas no les han impedido integrarse y aportar a la tan
temida sociedad líquida. Érase una vez un hombre de “Mente Brillante”. Érase una vez un
eslabón andante que, con su increíble astucia e inteligencia, transformó sus granos de arena
en cristal. Érase una vez un hombre que, entre los legados de su sabiduría, trajo esperanza
con las siguientes palabras: “lo que distingue lo irreal de lo irreal está en el corazón” ¡Dichoso
es quien conoce su preciado legado! ¡Viva John Nash! ¡Vivan sus demonios internos!

El eslabón perdido se halla en el espejismo, se encierra en su tormenta de arena y se


oculta de sus infiernos. El es un guerrero, un explorador y, no menos importante, un humano.
Cosificar ante la diferencia no nos hace más sabios ni mucho menos nos hace normales ¿qué
es ser normal? ¿Cómo es que el grado de aceptación nos hace tan diminutos ante un mundo
de tan infinitas posibilidades? Cada ser humano puede aspirar a un puesto relevante en la
comunidad, pues, cada granito de arena tiene el potencial para dejar su huella en la senda de
la vida. El cuento del eslabón culmina con una escena entristecedora, en donde una niña ve
desaparecer entre los matorrales a su padre y en su retorno presencia sus muñecas magulladas
y su rostro arañado. Tenía miedo. Un miedo tan efímero que olvidaría en la cena al admirar
los dibujos que su herido progenitor haría para ella. Su padre era un artista. Su padre
necesitaba de ella. Su padre es esquizofrénico.

Referencias:
1. Zaraza D.& Hernández D.. (2017, septiembre 1). Encerrado a oscuras: significado de
vivir con esquizofrenia para diagnosticados y sus cuidadores, Medellín, Colombia..
AQUICHAN, 17, 310-313. 2018, abril 01, De EBSCOhost Base de datos.
2. Perez, C., Bosqued L., Nebot M., Guilabert, M., Perez, J., & Quintanilla, M.. (2015,
diciembre. ). Esquizofrenia en la prensa: ¿el estigma continúa?. Revista de la
Asociación Española de Neuropsiquiatría., 35, p721-730. 2018. abril 01. , De
EBSCOhost Base de datos.
3. Enciclopedia Biografica. (-). John F. Nash. 30 Mazo, 2018, de Biografía y Vidas Sitio
web: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/n/nash_john_f.htm

S-ar putea să vă placă și