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Introducción
Los sistemas sanitarios y la práctica de la medicina han tenido tradicionalmente casi como
único objetivo, aún lo tienen hoy, la enfermedad, y han dirigido sus esfuerzos hacia el
perfeccionamiento de los medios diagnósticos y terapéuticos precisos para el abordaje de
las patologías establecidas, prestando poca o nula atención a su prevención y a la
conservación y promoción de la salud, tanto desde la perspectiva individual como colectiva.
Los sistemas sanitarios deberían girar la brújula de sus objetivos fundamentales. Todos,
profesionales sanitarios, planificadores, políticos y ciudadanos, somos conscientes de que el
sistema sanitario no debe dedicarse en exclusiva a garantizar el derecho del enfermo a ser
correctamente diagnosticado y tratado, sino que también debe preocuparse de que no
enferme, de que se mantenga sano, a través de acciones de promoción dela salud y
preventivas enfocadas primordialmente bajo una perspectiva comunitaria y de cambio de
hábitos, condiciones y estilos de vida no saludables.
Estas consideraciones no son nuevas, muchos las han expuesto y analizado con
anterioridad. A partir de los primeros años dela década de los setenta y, sobre todo, a raíz
de la conferencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de Alma-Ata (1978),el
conjunto del entramado profesional, social y político de gran parte de las naciones ha ido
asumiendo, no sin dificultades y errores, la necesidad de reorientar los sistemas sanitarios.
El derecho a una atención de salud óptima es uno de los derechos fundamentales de la
persona, y para su consecución necesita la colaboración y coordinación de distintos sectores
técnicos y sociales. Entre ellos, el sistema de salud tiene un papel relevante, pero ha de
contar siempre con las aportaciones de otros, como, por ejemplo, educación, vivienda,
comunicación y agricultura. Al igual que en otros campos, en el de la salud también se hace
cada vez más evidente la necesidad de una cooperación internacional efectiva para el
abordaje de una parte significativa de los problemas y para la desaparición progresiva de las
grandes desigualdades existentes en este ámbito entre distintos países.
Esta larga y densa definición de APS contiene de forma genérica todos los elementos que la
caracterizan y sitúan como la pieza fundamental del sistema sanitario para alcanzar un nivel
adecuado de salud de la población, en el seno de la estrategia general de la OMS definida
en el lema «Salud para todos en el año 2000», y contenida en sus 38 objetivos. A pesar de
que esta estrategia y definición fue aprobada de forma unánime por más de 140 países, la
realidad es que los responsables de la política sanitaria de muchas naciones desarrolladas
no han hecho los esfuerzos precisos para potenciar la APS. Una primera y superficial
lectura de los contenidos de la definición expuesta puede llevar a pensar que su aplicación
es prioritaria solamente para los países subdesarrollados, y que en los restantes ya se
cumplen ampliamente todos o la mayor parte de sus postulados. Sin embargo, en los países
con sistemas sanitarios de potente infra estructura también es necesario corregir sus
desviaciones conceptuales y organizativas para adaptarlos a las directrices de la APS.
La Atención Primaria de Salud forma parte del desarrollo político, social y económico de
cada país.
Objetivos
La atención primaria debe ofrecer servicios según necesidad, y dar respuesta en su nivel a
la mayoría de los problemas.3
Una Atención Primaria polivalente y resolutiva, competente para dar respuesta a pacientes
complejos y para considerar la salud en conjunto, y que por ello coopere con otros
servicios, socio-sanitarios y extra-sanitarios.
Características
Puntos claves:
En la tabla 1-1 se reflejan clara mente las diferencias conceptuales y de contenido entre la
asistencia ambulatoria y la APS. Estas diferencias se ven ampliadas si consideramos que las
actividades propiamente sanitarias son solo una parte de las básicas de la APS.
Incluye:
La APS entendida como un conjunto de actividades requiere para poder ser definida como
tal la inclusión de las premisas que se enumeran en el cuadro 1-1. Como podemos apreciar,
las actividades de muchos de los actuales sistemas sanitarios son solo una parte del
conjunto de las de la APS y, aunque a primera vista pudiera parecer que en los países
industrializados muchas de ellas ya están resueltas de forma satisfactoria, un análisis en
profundidad nos revela que en bastantes ocasiones esto no es así: el suministro de agua
potable o el de medicamentos esenciales pueden ser adecuados, pero no por ello deja de ser
significativa la contaminación de los cursos naturales de agua y de las playas, la
proliferación injustificada de preparados farmacéuticos idénticos o el aumento del número
de intoxicaciones accidentales y los trastornos por hipernutrición en la infancia. Estos y
otros datos nos indican que la estrategia de la APS no es un proyecto adecuado exclusiva ni
principalmente para los países subdesarrollados, sino que ha de ser asumido también por las
naciones ricas e industrializadas, introduciendo los matices lógicos derivados de su
situación concreta respecto a los distintos grupos de actividades propias de la APS.
Educación sanitaria
Provisión de alimentos
Nutrición adecuada
Salubridad del agua
Saneamiento básico
Cuidados materno-infantiles
Inmunización
Prevención y control de las enfermedades endémicas
Tratamiento básico
Abastecimiento de fármacos
La APS entendida como un nivel de asistencia implica su consideración como primer punto
de contacto individual y comunitario con el sistema de salud, con independencia de las
restantes subdivisiones organizativas establecidas en él. Esta primera toma de contacto ha
de ser mutuamente interactiva, en el sentido de que no se limite al acceso de la persona
enferma a los cuidados proporcionados por el sistema, sino que también sea este el que
promueva los contactos con los componentes sanos y enfermos de la comunidad y potencie
el autocuidado y autorresponsabilización respecto a la propia salud, a través de actividades
realizadas en las consultas, domicilios y otras instituciones propias de la comunidad.
El desarrollo adecuado del sistema de salud necesita la integración de los dos niveles
esenciales que lo componen: Atención Primaria y hospitalaria.
Integral: Considera al ser humano desde una perspectiva biopsicosocial. Las esferas
biológica, psicológica y social no son independientes o tangenciales, sino que se
interseccionan en las personas y sus necesidades y problemas de salud.
Activa: Los profesionales de los equipos no pueden actuar como meros receptores pasivos
de las demandas; han de trabajar activamente en los distintos aspectos de la atención,
resolviendo las necesidades de salud, aunque estas no se expresen.
Accesible. Los ciudadanos no deben tener dificultades importantes para poder tomar
contacto y utilizar los recursos sanitarios. La accesibilidad no debe entenderse
exclusivamente con un criterio geográfico, ya que este muchas veces tiene menor
relevancia que los económicos, los burocráticos (situación legal) o los claramente
discriminativos (p. ej., raciales). La financiación del sistema de salud y su carácter público,
privado o mixto pueden influir de forma decisiva en la accesibilidad al sistema de las capas
sociales más desfavorecidas. Los criterios de justicia social y equidad que deben presidir la
atención de salud son de difícil cumplimiento en los sistemas sanitarios basados exclusiva o
principalmente en el pago directo total o parcial (copago) de los actos médicos y las
prescripciones diagnósticas o terapéuticas por los usuarios y, por el contrario, se alcanzan
con mayor facilidad en los servicios nacionales de salud financiados mediante la
recaudación impositiva general.
La crisis económica y financiera que atenaza desde hace varios años a una parte
significativa de los países desarrollados ha situado en primera línea la preocupación por la
sostenibilidad de los sistemas sanitarios. Los sueldos, y las listas de espera para que los
pacientes puedan ser atendidos por los especialistas médicos y quirúrgicos han crecido de
forma clara. Al mismo tiempo, las prestaciones para las personas con diversos grados de
dependencia se han restringido, y tanto los trabajadores activos como los pensionistas han
visto incrementarse de manera muy importante los copagos para la adquisición.
En los años 1970 existía un panorama económico y político crítico pues el mundo estaba en
plena Guerra Fría, además de democracias poco estables y dictaduras militares,
encontrándose la salud con una orientación centralista y deficiente. A pesar de esto existían
esfuerzos gubernamentales para permitir un mayor acceso a la salud, teniéndose como
antecedente directo de la Conferencia de Alma-Ata a la III Reunión Especial de Ministros
de Salud convocada en Chile en el año 1972, en donde se comprende las deficiencias e
inequidades de los servicios de salud. A partir de 1972, nace la idea de lo que sería
la Atención Primaria de Salud como estrategia para permitir el mayor acceso posible a toda
la población.
Declaración de Alma-Ata
La Declaración de Alma-Ata posee un total de diez puntos no vinculantes para los estados
miembros, en los cuales se busca dar la base para la construcción de un nuevo sistema de
salud que permita el ejercicio pleno del derecho a la salud.
Los diez puntos de la declaración son:
Implica, en adición al sector salud, todos los sectores relacionados a los aspectos del
desarrollo de los países y las comunidades, en particular los sectores de agricultura, cría de
animales, alimentación, industria, educación, vivienda, trabajos públicos, comunicaciones y
otros; demandando los esfuerzos coordinados de todos esos sectores.