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EXPLlC.

AClON Y COMPRENSION se halla en los orígenes Je


los auu~~~cs desarrollos en torno a la teoría de la acción, por la que
:-~ inr•-rC':·a11 h)s filósofos y metodólogos de las ciencias soci<iie~ Y
de la histo:•a, iv:. partidarios de la fenomenulogfo y Je l.1 her:nc-
néutica, y los cultivadores de la teoría marxista. Atraído en un prin-
cipio por los a~p'.:ctos lógico-formales de lv~ conceptos relativos H la
:icción, ·:uy<1 cluci<lación resulta indispensable para <lorar a la «lógica
deóniica» e.le una ba~e firme, C. VOi'\ \X/RlGHT termrnó orientan-
do su investigación hacia «la venerable cuestión de cómo se rela-
cionan las ciencias <le la naturaleza con el estudio del hombre». La
obra cornien1.a at~ fiJi,.:indo la doble tra...\icicín --- ;\ ri~ ~océ:ica v gali iea-
na-· c...: la cxpJic,1ción, que se ha desarrollado en nuestro si .;lo aio
la fo rma J e uposición entre el monismo positivista, con su insi:, .en-
cía en la expli~ac ión según el modelo de cobe:·rura legal, ) Ja her-
menéu tica, centr;ll-la sob re la ide;1 de la comp ren:,ión de una iealidad
1-iumana demasiado compleja para ser abordada con los método~: de
las cie11cias naturales. Tras examinar los problema!> de lP Laus:1'.dad
y la ex~,Jicación causal, así corrio los ele la incencio:1;.lidad y la (:'.tili-
cación t\ !':'.ológiC<\, se ent ra de iieno en el análisis del tipo .Je ~:<~)li­
cación pos!ble de la conducta, objeto de la hisroria y las cien<. ias
sociales, donde la posibilidad <le p redicción y el espccrro del ·:h::rer-
rninismo pon~n de man;~:esto el carácter específico de estr.s disctpli-
n,1s. Ü•-ros títulos de esta colección sobre temas relacionados: «Pr<.xÍ<;
y accíéu» lAU 229), ele Ri chard J. Bernstein; «Racionalidttd) i;c.. ón
human.1 .. (AU 223), de Jesús i\.fosterín: «La comprens1ún ~~1ma­ 1

na>~ (;\ ~) t9 l ), de Stephen Touimin; «De la m:.u'·; \;, a la ; ,;z('n»


(AU 225 ), de José Ferrarer Mora; «La explicaciu.1 en Lis ciencias
de la conduct<.i» (AU 71 ), de Noam Chornsk y y otro$ atltfüC'.~..

A fian.za Editorial
~~L1
r--~""l
Alianza Universidad
ganz1912
Georg Henrik von W right

Explicación
.,
y comprens1on

Versión castellana de
Luis Y ega Reñón

Alianza
Editorial

. ... - .
1itulo origina l :

t:xplanarian und U11d,>rs1aud11rg.


La traducció n al castellano de csla obra ha sido a ul<>ri7.ada por Cornell Uni-
ver~it)' Pr~liS.

A Norman Malcolm

~ 197 J by Cornell University Prcss


i) Ed. casi.: Alianza Editorial , S. A .• Madrid. 1979
Calle M ihín, 38 : "ll' 200 00 45
ISBN : 84-206-2257-5
Depósito le~al: M. 120· 1980
Fotocompone : lmposa-TccnigraL Juan de Olía>, 12. Madrid-20
Imp reso en Hijos de F.. Minucsa. S. 1.
Ronda de Toledo, 24- Madrid-5
Printed in Spain
ganz1912
« ... 11nd titfer al.s der Taggeda,ht... »•
"'ll:TL'CHt'., Zarath11Jlr11
INDICE

Prefacio 13

Capítulo 1. Dos tradiciones . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17


i. Dos tradicione> imponante'I en 12 ciencia y en la filosofía del mtlodo c1cntffi·
co: h ari<101élica y la galílcan2 Su \JnCulac1ón a lo• csfucczos del hombre:
por comprender b\ co•2~ tclcológiC2menrc ) por cxplic:arlas causalmc:otc.-2.
C..aracterización de la posición po'iti.-.,t;i en filo•ofü de: la c1enc1a, El hinapic
en la unidad del método c1cntífico. en el ideal de perfección representado
por b c:xactnud marc:mátlca y en la su1cc1ón de lo.~ fenómenos a lc\·c:s gencra-
lc:s.- 3. La hc:rmcnéutic:a como reacción contra el momsmo metodológico del
pos1r1v1smo. Las Gtirft11Vllltf1Jthaj1m. La d1s1inc16n entre explicadón y compren-
sión. Los :t<pcc1os ps1cológ1cos y los aspectos scmanncos de I~ compren·
~•ón. -4. La ambivalencia de las pos1c1ones de Hcgd y de Man. Hegel )'
An<tótrlc:s. El explktto •causalismo» del marxismo contrapuc-5to a 5U tc-lc:ologla
implic1ta. 5. El resuq1;ir del po~itivismo y su 1nmer<ión en la corricn1c:, m:l.s
comprcn$1\'a, de la filosofi2 ll!lal.itica. La ram1iicac16n de esta úlrima. F.I antiposi-
~vl'imo impl!cito en la filosofla linguistica El po,ítivismo tradicional de la
hlo,;ofía analiuca de 12 ciencia. La metodología de las ciencias social~ y de
la conducta a mediado' de siglo.--ó. La teoría de Hcmpcl <obre la exphci¡c16n
. • «•.• . y mas profundo de lo que el dia (ha) pcn~ado• forma parte de dos cic~tífiai. 1.os modelos de cobertura 1.-gal nomológico-dc:ducu''º y probabilím·
co-1nduet1vo. m<cgundo no es un moddo de explicación, smo un procedimiento
sr_gmficauvos ver~os, ecEl mundo e. profundo / y más profundo de lo que el
para ru•ttficar expectativas l prcdiccion~.-7. División del ámbno de la teleolo-
dia ha pensado•, que aparecen en distintos pasajes de Así l;abló Zarat11Jfra,
gía en un dominio funcional y proposirh·o, de una parte, y en un dom1mo
t./l,. en «~a segunda canción del baile», 3, de la tercera panc. o en «La canción 1ntcnc1onal de otra p:inc. La c1bc:rnet1ca y .1.a causahllción de la tc:lcolo·
del noctambulo», 6 y 12, de la cuarta parte. ( N. dtl T.) !!;la». 8. Criticas :d punto de vista posmvm:i sobre las leyes ocntificas. Conven·
donai1smo. u d1St1nción entre nccc:11dadcs nómicas y uniformidadC'S accídcnt~-
11
lndiee
10 lnd1<c
y acción. J.os 1.spcctOd interno. y externo de una acción. La acuv1dad muscuhr
les. La conmbución de I• lógica modal y del problcm2 de los condicionalct como aspecto e:xccrn<> 1nmcd1aco de la 1cc1ón. El resultado de un.a ilcción
contraft.icucos al resurgir de la noción de necesidad natural. 9. La aparición ~e discinguc de su" :u11cccdcntcs causalc" y de sus con.sccucnc1:as. Ac;,1on y
de una f11n..~níí:a 1n111Htint dt. l:.a ~rrión. Ancirnmh" .c:nhrr intl"nr1nn•litf::uf y nuom:· 'lh~te:odón.-3. r ..1 re.ladón entre los 11spcctos interno y externo de una tcción.
miento práctico. la c.ríuc1 al pos1ti\'ismo en la filosof'ia ana.Huca de la h.istoá1 La considena.ción dd pnmcro como c:aus:a hum.:an:a. del segundo. <..ons1dtr2etón
(Doy) y de la ciencia social (IX'tneh). 10. El renacimiento de un• filosofít impug=da por los deÍCIUO<CS del argumento de b Conexión Lói¡1C2.-4. L2
hennenéuuc:a de las Gt.is1t.swus~n1chajl111. Afin1d2dC$ con Ja ftlosoRa 2rulitia.. 1nfcrenci2 pricttc.a.
cEs lógicamcncc concluyente? Su tt.lación con laJ e:xpbcacio-
Tensiones entre una onetluc1ón chum2n&Scn h2.c-1a la httmenéuuca y una orienu ncs tcltológicas. Las prcmLSaS de un2 1nfertnc121 prácria describen un complejo
c1ón «.cient1fic1stl.lt hacia el positivismo en el seno dcJ pt:n~2m1ento m.uxis1t vohtivo-cognoscru vo. S. l:a iofcre:nc1:t pricuca dice rd2ción a los medios
ncccs:arios para un ObJcuvo d-:ido de acru:ación. Ut intención )' b supuesta
57 capacid•d del ogenic pan el logro de su objetivo.4. En la formulocióo
Capítulo 2. Causalidad y explicaci6n causa l . . . . . . . . . . . . . . . . . de una inferencia pr4cric:t debe contemplarse llt posibilidad (:tnto de que el
ob1cto de intención pertcneLc:a :a.) fururo, como de que d agente pued:i lleg·a r
l. La causa11d1d no es una categoría anticuad.a en fiJosoffa de Ja c1e:ncia. La
a ve..sc imposíbihtado p2r:a llc\•:ar 2 efecto sus propósitos.-?. ¿Cómo e..sublc.ccr
tcoria de 1(\ cxphcac1óo fOr subsunción, una provocac-1ón para la rcfcreocii
que uo agente d"Ú dispuesto t. hacer algo en panicular? El peso de la vcnCicación
a concx.ion~ nórrucas -r~ ;i la par, para el repl.2.nteamicnto dcl problenu
,·1cne2 recaer sobre la.s premisas de un1 1nícrcocia pricuca.-8. ¿Cómo esca.ble~
de la causilidid . 2. La relaciones caunles como relaciones condtcionaleS.
ce:r la pteSCnci2 de ona. 1ntmción y de una acurud cognoscuv11 en un ¡gente?
Coodtc1oncs sufic1cntC$ y oeccsar12s. La cons1derac1ón cuanuficac1onal exceasio
El peso de b vcrifKac1ón ,-1cnc a recaer sobre la conclusión de una mfc-rencia
nal y la cons1denac1ón modal mtcnsion:tl de l;LS relaciones cond1c1onalcs.- 3. La
pcicc1a.. La conduc11 1occac.1on:a.l es un componamicnto s1gruficat1\º0. Este
asimetría de c11us:a y efecto No puede cxphcnrsc en cérm1aos de orden tcmpon.I
comport:tmicnto cicnc significado sólo en el cont~to dc un rel:ato acerca del
úrucamence. L11 posabilid:.d de un:. "caus11c1ón [(:troacciva~. - 4. F.I :aparato lógico
•gcmc.-9. La cuentón de la comp•tibilidod entre una explicodón causal y
form•I involucrodo: lógica propO$icíonol, lógico rnodol proposicionol, lógic. una e>cplicación tclcológk:a dc la conducta. Un2 y otra expJic:ación dcner. 1x¡la-
tempar21 proposicional aplicad2 ~ una ~uc~ión discret~. L.tK estados d~ c:osas
11.a•"'1 diferentes. La dJstinc1ón eoue la comprensión iocencional de la ccnducra
como aregorit On[ológka: básica. l2 noción de mundo )' de su h¡storia.
a título de :icción y la e:xpLicación telcológ.ca de 12 :tcción como medio Cirigido
t:na prescnt•ción topológc:i de t.. h1<tOn.l> posibles de un mundo. Lo noción
a un fin.-10. El pumo dc la com¡nt1blhdad nucvammcc 21 examen. La 1rte:rprc-
de .sisccma.-5. Anáhot1s a.u.sal en el inrerior de sisccmas l:t1t cadenas de condi- h:c1ón 1otcnc1on1l de 121 conduct2 en c21idad dt acción gwrdi una relación
ciones suficie-nr1:1 no admir:n eones;~; pueden ocurrir en cadcn-a~ de condiciones
rontingf':flrc con b cxisttocia de un:i C21JS:t. humana de la conducta La crccocia
necesarias La noción de ocrrc.-6. Tipos de explicación caus2J. L.as cuestiones en la caus:u:ión un \'Crs:al, un dogma cuy:. verifie:ación no cabe e-stablccer a
•¿por qué ocurrió ncccsuiamemc?. y -<<ómo es que fue posible?.. Las r~pucs· pnon.
tas al p rimer cipo de preguntas pueden uulizacsc a cíceros predictivos; las
respuestas al segundo upo de prcguncas pueden sc:rvu par.i. fine) rctrodict1vos.
La cuasi·tdcotogia o Ja cxplicac:1ón caus:a.I del proceder proposn1vo c.n e! ambuo Capítulo 4. La explicación en historia y en c1enc1as sociales 157
n•tural.- 7. El caricter ccrndo de lo. s11tcmu csttblcc1do por su «pucsu
ea marcha. medJ2nte nuCSU'rl intcrrenc1oa eo el curso de b n2n.ar2lua.--8. Ac- 1 Oistincos órdcno de acto< de comprensión intencional rchuv-a a ditos de
aón f producaón causal Disunción entre hace-r f dt.r lugar a. AcciÓnes conducta. Conduela individual y grupal. Una rapucs.. 2 lo pregu= por
básícas.- 9. El concepto de producción causal fundado en b cx~timcmación. •CuoU sea ésta• reúne I~ hechos bajo un nuevo concepto .• cualidades emergen.
La distinción enrrc f2ctores<aus:a y f:tetores..efecco cstrib::l en la distinción ta• en la conducu gcupal.-2. Explu:2c1oncs causales gcnu1na.s en historia
entre cosas hechas y cosa.s a las que se da lugar por medio de la acción. y ca ciencia social. Su cometido mediadoc entre txplanans y expla1U1nJ11111 en
Las condiciones fiicricas que hacen " Ja :tcción lógicamcn1c posible rambién eJC;plicacioncs que no s:on (gcnuinamenrc) caus:atcs. -3. Exphc:acioncs cuisi-eau-
proporcionan una base paet la dife-rcnc1ación entre conexione~ nómtets y unifor· .saJcs en hisron.:a. Los disparos de Sar:ajcvo y el estallido dt 12 primera guerra
mid2dcs accidentales en <l :imbi10 narur>I. - JO. El problema de lo :isimetrfa mundal como ejtmplo. El modo como la 1ncidcncla de 1.con~cdmientos afcc1a
de b relación causal La posibilidad de la ausación re-troacuva nucv-am~ntc aJ tttsfoodo mOU\'2C1002J de inferencias prlcticas que: tone.luyen en la ac-
en consideración Se sugiere que-. ma:h2nce 12 ejecución de 1ccioncs básO.S. c1óo.-4. Cambios externos e uucmos ~n el tr.a~íondo m0tÍ\-aciorul de la acc.1óa.
un agente puede dar lugar :a acontccimicnco~ previos en su $L~tcma nen· ioso. La importtnCi2 de 12~ transíormadoncs de c2ráacr tecnológico - un pandigma
El determinismo, una ilusión mccafi!iica fomeou.da por una rcndcncia a consid~­ cxpliCaavocn el C2So de procesos socialcs-.-S. El hacer que la gcn:e lng-.i
rac que hasta 12 mera ob~rvación de :.ucc,ioncs regula(ts p2n cJ atablccimicnto c~as y la noción de presión normauva. l.a prc:s1ón ootmaúv1 cuenta con
de conexiones nómicas. un trasfondo tcleolóy.1co desarcollado a instancias de sanciones y recompensas.
Einc trasfondo puede quedar más o menos alejado de lo;a i1cción 1ndh·idu.a1.
107 En el caso límnc la presJóa normauva degenera en mec:t.nismo 1:2Jsa.l de
Capítulo 3. lntencionalidad y explicación teleológica csumulo )' rcspuesu (condic1002d2). ó. L2 distumóo entre regl21 que gobier·
l. Distinción entre cxphcc1oncs amales l cu.u1-cau.safC$. La convalidación dt a.an la conducu ) í:l(l.t.> "lue; Jdi.ucu Ji>tuu.u ytli\..U\..U e úuriructonu .t0eiak.s.
escas úlum2s no dtpende: de Ja "fe:tifiC11:c1ón dt CODCXtones nómicas. Su rclcv:incu .E.te segundo upo de rcgbs no cjcrct prtsión nonm<iva y no figur1 en t.
~n his~or-ia y en 12 cjencia social. Dlsunoón e:nrrc cxphc2e10-ncs rclcoJógic;as cxpl1e2c1ón telcokip1ca de b conductt. Pero rcaulu de primord12I tmponanc:is
~ cua.:n-•dcol6g1c:as L.a dependcoc1:a mostrada por esr:u Ulumas rcspceto de para la compren.s1ón de 1-a condua2 -y, en consecuencia, parJ. l:a. labor de5cript:i-
cone:xJones nómica'-. Su reJev2,0c12 en lllS ciencias biológicas.- 2. Conduqi
r 12 Indico

va de ancropólog°' y de e ent!ficos sociales -. 7. E>plicacioncs cuasi·tclcológi·


os en historia . La 1tnbuc1ón de (nuevo) .significado a los •ntiguos cvcoros PREFACIO
a 1~ luz de 1conrcetm1cntcs mis rcc1c!ltC:$. Por qué motivos de o rden conccptu1l
no puedo darso el caso de un1 descnpcióo compltta y defiruúva del pasado
h1Stór1ro. -~. t.xpheaCJcnn tJbtrntucas del proceder propos.iuvo. El fuocio-
n2micnco de pTOCtsOS dt retroacción en 11 h1nona y en la vjd.a sociaJ no
consnruyc uns producaón causal humana bajo leyes de cobcnun. sino un
curs.o de c:..igcnc:ias mot1\'lC1on1IC$ pautado por tnfttencias pní.cticas. Los mect·
nismos de r<rroacción l la •n<l(•c1ón de la negación•. La cibtmética y la
rcintcrprcc.ación de nociono cla\·c hcgchanas y marx~l25 en términos de .a
reorf2 de sillcmas..-9. 1..a d1cunción entre dos concq>C10na dd determinismo
en historia. El dcccrmin1mo como prcdccibilidad. Niveles m2Cro y micro
de prcdccibilicbd La pmun12 conwbución de la prob>bilidad y de b ley de
los gr.andes núme10> a lo 1vcncne12 de libcrt•d y de nccC$1dad- La posibilidad
de: manipular sistemas dodc fucn. por panc de: un cx-pc:nmc:nt:ador, - y desee
dcmro, por parte de los propios sujetos cuya conducta C$ ob¡c10 de cstud10-.
·-Las faltcuu del chmoncsmo•. 10. El dctc1m1rusmo como mtcl1g1btlicfad ctc
T.í 2cctón 1odiv1du1I y de los procesos histórKos. Las hm1toc100C$ de la explica-
ción teJcológ1ca, 11sí come las de la cxpli<ac1óo caus:al, son cuC$tión de expcrico-
c1i. La prcrcnstón de 11 h1scona cucnt• con una meta inma.ncntc sobrcpa3a
los limucs de un csrud10 «cicndfico• del hombre y de la soc::1cd:td,

Bibliografía ......................... . _.................. _ 195

1Jsrc libro ha sido fruto de uo interés personal por La teoría


de la acción, resultante a su vez de mi interés por normas y
valores. Me sentía en un principio atraído por los aspectos lógico·
formales de los conceptos relativos a la acción. Era este un campo
poco cultivado anteriormente, pero cuya elucidación parecía impo·
nerse si la «lógica deómica» había de contar con una base firme*.
Mi interés se desplazó de la lógica de la acción a la explicación
de la acción. El libro de Charles Taylor, The Explana/ion tf Behavio11r,
habla llegado a producirme una honda impresión imelecrual. Me
hizo advertir cuán profundamente calan los problemas de la explica-
ción en la problemática tradicional no sólo de la filosofía de
la ciencia, sino de la filosofía en general. De modo que, finalmente,
lo que comenzara siendo un estudio de la acción llegó a convertirse
en una contribución a la venerable cuestión de cómo se relacionan
las ciencias de la naturaleza con d estudio del hombre.
• En el número 28 de los Cuadernos Ttort111t1 (G.H. von Wright: L.ÁgÍ<a
JHntu,•, Valencia, 19i9). 6C cnc:ucncra in!ormaci6n rnú det2lluis d~ ~st~ 1nn~1';1rlo
iotdtttual y una noticia bibliográfica de sus conuibuci_oocs en .tal •cnddo,
proporcionadas por el propio Von Wrigbt. ar. «Urut 1ntroclucc1ón educa.,
l. c., pp. 7-21. ( N. titl T.)
r 14 Prefacio
Prcf2c10 15
Los pr~blemas aquí planteados son controvertibles, hao sido
muy debaudos y revisten gran complejidad. Nunca había sentido para ver a su cont.raluz el mu_ndo -y, por consig~ente.• ven
antes con tanta fuena los peligros de un malentendido, incluso el mundo de modo diferente-. Situados en una perspectiva históri-
de orden terminológico. La sustancia de una opinión de un autor ca, su~ respectivos puntos de visea vienen a integrarse en las
no deja de verse comprometida con la fraseología de las contadas dos tradiciones de pensamiento que procuro describir y diferenciar
t~is que proponga y defienda. Yo, por ejemplo, puedo confesar en el capítulo l.
m1 deseo de defender un punto de vista a tenor del cual las Los tres primeros capítulos fueron en origen ensayos indepen-
acciones humanas ne p11tdtn tener causas. Pero muchos autores, dientes. Puede decirse que cada uno conserva esa autonomía. El
ames como ahora, mantienen que las acciones p11eden ser causadas. cuarto, sin embargo, es en su mayor parce un bosquejo de cómo
¿Discr~po de. ellos? No necesariamente. Pues quienes piensan que los patrones de explicación tratados en abstracco en los capítulos 11
las acciones nenen c.1usas emplean a menudo «causa» en un sentido y III pueden prestar servicios explicativos en la historiografía y
mucho más laxo que yo cuando niego tal cosa. O pueden encender en las ciencias sociales.
por «acción» algo diferente. Bien puede ocurrir, entonces, que Se presentaron versiones preliminares de los capítulos Il
las «acciones» según su acepción tengan «causas» en .el sentido y IH a distintos aud itorios académicos a partir de 1965. Agra
en que yo entiendo éstas, o que las «acciones» en mi terminología dezco el reto y el estímulo que las reacciones críticas de mis
tengan «~usas» en la suya. No estoy empeñado en que mi uso oyentes supusieron para un ulterior desarrollo de mis ideas. La
sea .el me¡or o el más natural de los disponibles en el lenguaje primera exposición srnóptica del material contenido en este libro
ordinano. fueron mis conferencias Tarncr en Cambridge, en ot0ño de 1969.
Pero .al mismo tiempo representaría un craso error el sugerir Quiero agradecer al Consejo del Trinity College de Cambridge
que la d1fcrencin de opinión es simplemente una cuestión verbal ~u in viración al respecto. Sin este incentivo externo, los resu ltados
si con ello quiere darse a entender que una completa clarificació~ de mi inveotigaeión en este campo no habrían madurado hasta
de los términos en juego debería permitir un acuerdo sustancial alcanzar entidad de libro. Se presentaron extraeros de un a versión
no ~cnos c.ompleto. En la elucidación de su significado habrían revisada del manuscrito en conferéncias públicas en Cornell, en
de totervenir nuevos conceptos tan controvertibles como los de prima vera de 1970. Es coy profundamente reconocido al decano
«causa» y «a~ción». Tanto el gue afirma como el que niega que del programa Andrew D. Wbite de profesores visitantes y editor
las acciones ~1enen causas relacionarán probablemente ambas ideas general de la serie Contemporary Philosophy, profesor Max Black,
de modo distinto.co~ eso_s otros conceptos. Uno acentuará distingos por la oportunidad decisiva que me brindó para la terminación
que el. ot~o se toclanara a atenuar o a pasar por alto. Quizás y publicación de esca obra.
el parudano de la ca1.salidad asocie intenciones, motivos y razones
GEORG H.ENR1K VoN WR1GnT
a causas, acciones a acontecimientos. El partidario de la acción
agrupa de otro modo estos conceptos: motivos y razones con
acciones, acontecimientos con causas -sin dejar de ver una clara
lí~ea divisoria entre los dos grupos . El primero puede no estar
dtspuesc~. a conferir a la experimentación un papel decisivo en
la formar1on del concepto de causa. O, cuando menos, no admitirá
que, dado que la experimentación es un modo de acción, la acción
sea fundame~tal ~onceptualmen~e para la causación. En otras pala-
b~as, el parudano de la causalidad y el partidario de Ja acción
·
tc1en de manera d.1stmta 1as tramas conceptuales de que se sirven
Capítulo 1

DOS TRADICIONES

1. Puede decírse que la investigación científica, contemplada en


una perspectiva muy amplia, p resenta dos importantes aspectos.
El escrutinio y des,c.ub.rimiento de hechos es uno de ellos, el
otro es la construcción d~J:ü ótesis teorías. Estos dos aspectos ~
de la actividad científica han si o cal' 1ca os a veces de ciencia
(descrfMWa, y cienci<.teórica. .
La construcción'téónca sirve a _dos fines principales. Uno es
predecir la ocurrencia de acontecimientos o de resultados experimen-
tales y prever así nuevos hechos. El Otro consiste en exe/icar
o hacer inteligibles hechos ya registrados.
Estas distinciones son útiles con vistas a una primera aproxima-
ción, pero no deben tomarse con excesiva rigidez. El descubrimieiM
to y la descripción de hechos no siempre pueden aislarse conceptual- \
menee de Ja correspondiente teoría acerca de ellos y representan
con frecuencia un paso importante hacia la comprensión de su
naturaleza l. La predicción y la explicaciói;, por su parte, no han-'

1 Casi todas las <<re\•oluciones• científicas cestimonian lo indisoluble unión

del de.~cubrimiento de nuevos hechos a la invención de una nue\•a reoria para


exphcarlos, -así como la estrecha interrelación que media entre la descripción
Expliea.dón y comprensión 19
18 Georg Hencik von Wright
ras calificaciones sugieren que la primera tiene venerables raíces
dejado de verse en ocasiones como procesos del pensamiento cientí- en la histona intelectual del hombre, mientras que la segunda
fico básicamente idénticos --c¡ue difieren únicamente desde un es de origen relativamente reciente. Hay algo de verdad en todo
punto de vista temporal, por así decir2-. La predicción mira estO, pero no estarían de más ciertas reservas. Lo que aquí llamo
hacia adelante, de lo que ocurre a Jo que ocurrirá, mientras Ja tradición galileana cuenta con una ascendencia que se remonta
explicación vuelve por Jo general la vista atrás desde Jo que hay más allá de Aristóteles a Plarón5. Habría que cuidarse también
a lo que previamente ha tenido lugar. No obstante, se ha alegado, de pensar que la tradición aristotélica representa en Ja actualidad
los términos de las relaciones predictiva y explicativa resultan no más que la supervivencia marchita de elementos anticuados
similares, así como Ja conexión entre ellos. Los primeros consisten de Jos que Ja ciencia se ha venido <<liberando» gradualmente.
en algunos hechos, la última en una ley. Sin embargo, esre punt0 Por lo que se refiere a sus respectivos puntos de vista sobre
de vista sobre la predicción y la explicación puede ser revisadoª. Ja explicación científica, el C2_ntraste entre ambas tradiciones es

~
n modo de hacerlo es cu¡;stionar el papel de las le.}l.~es caracterizado habitualmente en Jos términos de explkación causal
n la explicación científica ~ plantear el problema de si la consrmc- versus ex licación teleoló ica 6. También se ha llamado mecanicista 7
ón teórica es intrínsecamente un mismo género de empresa canto a primer tipo e exp icación, finalista al segundo. La tradición
n las ciencias naturales como en las disci¡:tliDaLh,~anas ~ocial~. •
Algunos problemas concerniences a la interrelación de los diver- de un• y o tra teo ría, cuanto algunas diferencias en la manera de pensar bastaote
sos conceptos recién mencionados - descripción, explicación, ere- fundamentales que tuvieron un papel dererminance en la investigación real
dicción y teoría- pueden contemplarse provechosamente a la luz aristotélico-medieval y posrgalileana en física.» (p. 423).
6 Sobre d trasfondo platónico de la nueva ciencia de la naturaleza que
de Ja historia de las ideas. surgió a finoles del Rónacimiento y durante el BMroco, véase l3urlt 1924,
En la historia de las ideas cabe distinguir dos tradiciones impor- CaS>ircr 1946 y Koy1é 1939.
tantes, que difieren en el planteamiento de las condiciones a satisfa- 6 Estos términos dan como mucho una caraccerización parcial de la confronta-
cer por una explicación científicamente respetable. Una de ellas ción. Si bien es fuerte el acento puesto por Arist6tcles y la ciencia «aristotélica»
en la teleología, ello no significa en absoluto que todas las explicaciones caracterís-
ha sido calificada a veces de aristotélica, la otra de galiieana4. Es- ticas de su forma de pensar sean teleológicas. Las explicaciones aristotclicas,
incluidos varios casos notorios, solían htl.ccrsc en cérm inos de «facultades» o
de hechos y la formación ele concepcos- . Véase, por ejemplo, cómo Kuhn «potencias», asociadas a la «esencia• de alguna sustancia. De tales explicaciones
1962, p. 56 y passim, da cuema del descubrimiento dcl oxigeno y del derrocamien- cabe decir. no obsume. que se aseme¡an a las genuinamente teleológicas en
to de la teorfa flogística de la combusdón. que resultan más bien explicaciones conceptuales que hipótesis causales. En
2 Cfr. Popper 1935, scc. 12; Hcmpcl 1942, sec. 4; Caws 1965, sec. 13. forma similar, las explicaciones que con Galileo y la «nueva c iencia» vinieron
3 La tesis de «la identidad estruccural de explicación y predicción>: ha sido a reemplazar a las de la ciencia aristorélica estuvieron lejos de ser siempre
criticada por varios autores recientes. El debate cobró un decisivo impulso explicaciones causales en un sentido estricto. Los prototipos de explicación
de Scheffler 1957 y de Hanson 1959. Los pros y contras de la tesis están galileana vienen formulados en términos de leyes que relacionan fenómenos
hábilmente analizados er. Hempel l 965, sec. 2.4. Para una defensa de Ja tesis determinados métrica y numéricamente a partir de distintos determinables genéri-
véase cambién Angel 1967. cos. Resultan así explicaciones congruentes con el patrón de la teoría de la
4 Los lod dassiti de la confrontación enue el punto de vista «aristotélico» subsunción (véase más adelante, sec. 2. y 5). En ufo difieren, según d punto
Y el punto de vista «gaiileano» son dos obras ' de Galileo redactadas en forma de visea adoptado en el presente libro, de las explicaciones genuinameme teleoló-
de di~logo, Dialoghi s11i mtJssimi sistemi toltmait() e topernirano y Discorsi e dint?slraziani gicas.
1 Debe usarse con precaución el térniino «mecanicisc:u>. La cibernética y
n1alemolithe intorno a due·nllOIJt 1rie11ze. No es preciso insistir en que no dan
una imagen h istóricamente fiel de la ciencia aristotélica y de su met0dologfa. las explicaciones de la teoría de sistemas que se ajusten a los patrones de la
Aun o s( dibuj:ln con admirable: claridad las J v:> tl ifc:n:ot~ aproxjmacionc:> a teoría rif:" la subsunción (vé~se más 2dcJa.ote~ sec. 7) pueden c::ilifitlt'Se de
la expLicac1ón y a la comprensión de los fenómenos naturales. Un excelente <<mccanicistas» en un scnrido amplio. Pero también cabe apreciar en ellas diferen-
examen del conflicto existente entre ambos tipos de ciencia es el de Lewin cias significativas rC$pecto de explicaciones que merezcan este calificativo co
1930/.1931: «En la confrontación enrre las concepciones aristotélica y galileana, un sentido más restr1ngido.
en física, lo que naruralmente nos impona no son tanto las inflexiones personales
20 Georg Hcnrik von Wrighr F-splicición y comprensión 21

galileana en el ámbito de la ciencia discurre a la par que el avance parriendo de Comte y Mill no sólo desemboca en nuestros días,
de la perspectiva roecanicista en los esfuerzos del hombre por sino que se remonta hacia atrás hasta alcanzar a Hume y a la
explicar y predecir fenómenos, la tradición aristotélica discurre filosofía de la Ilustración. _
al compás de sus estucrzos por comprender los hechos de modo Uno de los principios del positivismo~ es el f!í'ío11ismo metodológi.cDJ
teleológico o finalista. ~ 0 Ja idea de Ja unidad del método científico por entre la diversidad
No es mi intención examinar el desarrollo de una y otra tradición de objetos temáticos de la inves;igacjón científicalO. -Un segundo
desd e sus inicios. Ni trataré de evaluar su importancia relativa principio es la consideración de que las ciencias naturaks exactas,
para el progreso de la ciencia. Limitaré mi sumaria exposición - en particular la física matemática, establecen un canon o jdl:,¡¡l
histórica a la época comprendida más o menos entre la mitad ~ metodológico que mide el rado de desarrollo erfección de
del siglo xrx y el momento presente, dedicando una mayor atención tÓdas las demás ciencia§.,jncluklas la s b · des.!!. Por último,
a los desarrollos recientes. Además me circunscribiré a la metodolo- 0 ;t'e~er principio consiste en una visión característica de la explica-
gía, por la que entiendo la filosofía del método cienáfico. ~ ción científical2, Tal ex~a~ión~ «causal», en un sentido ª°l:..

2. El notable despertar o Ja revolución a que hubo lugar . en 9 Hay distintas maneras de caracterizar el «positivismo». Una de ellas vincula
el positivismo cl:lsico a uoa teoría fenomenalista o sensualista del conocim ienro
las ciencias naturales durante el Renacimiento tardío y la épo-
y el posittvismo moderno a una teoría verificacionista del significado. Otra
ca Barroca fue hasta cierto punto análogo al que conoció en el si- lo asocia a una visión «cicntificista» y «tecnológica» del cooocirniento y de
glo x1x el estudio sistemático del hombre, de su historia, lengua- sus aplicaciones. Mili tiene más de positivista en el primer sentido que Cornee.
jes, mores e instituciones sociales. La obra de Ranke y Mommseo E l positivismo de Comte es por encima de todo una filosofía de la ciencia.
en historiografía, de Wilhelm von Humboldt, Rasmus Rask, Jacob (Véase Comre 1830, 1eAvcrtissemcnt de l'Auteur>•.} Su pasión fue, en último
término, ser un paladín del espíritu científico «positivo• en d estadio de Jos
Grimm en lingüística y filología_. de Tylor en antropología social, fcnóu11::uvs ~ocialcs. (Cornee 1830, L-c~on 1, se:c. 6.) A ella 1soció u,Q;!_flr__me_
es comparable a los logros alcanzados, dos o tres siglos antes, ~onfianza ~ el valor del co.o.ocimiento científico paráh:.refouna..social. «U na...
por Copérnico y Kepler en astronomía, por Galileo y Newton propiedad fundamental... de lo que he llamado filosofía positiva, y que sin
en física o por Vesalius y Harvey en anatomía y fisiología. duda alguna debe hacecle acreedora más que a ninguna otra de la atención
general, dado qu• es hoy en día la más importante en la práctica, es la de
Desde el momento en que la ciencia natural hubo sentado sus poder ser considerada como la única base sólida de la reorganización social.•
bases intelectuales y los estudios humanísticos con pretensiones (Cornee 1830, Le~on I scc. 8.} Como apóstol de una actitud tecnológica hacia
científicas alcanzaron a unirse a ella, resultó natural que una de el conocimiento, Comte puede ser comparado, sin que ello carezc~ de interés,
• las principales cuestiones de Ja metodología y de Ja filosofía de con Fraocis Bacon. Ambos han contribuido en gran manera a la creación de
un cierto «Clima de opinión eienúficiSt:m, pero muy poco al progreso real
Ja ciencia del siglo xrx fuera la concerniente a las relaciones entre
de la ciencia.
estas dos importantes ramas de la investigación empírica. Las 10 Comte 1830, «Avcrtissemcot»: <<. .. porjilo1ofía poiitiva ... entiendo solamente
principales posiciones al respecto pueden engarzarse en las dos el estudio propio de las generalidades de las distintas ciencias, concebidas como
importantes tradiciones del pensamiento metodológico que hemos hallándose sujetas a un método único y formando las diferentes partes de
distinguido. un plan general de investigación.» Comrc 1830, LeS'Qn 1, sec. 10: «Por lo que
se refiere a la doctrina, no es mcncsrer que sea una, b1tsta con que sea homogénea.
Una de estas posiciones es la filosofía de la ciencia típicamente Consideramos, pues, en este curso, las diferentes clase!; de teorías positivas
representada por August~omte y_Joh.n Sruart MiJL Es la común- desde el doble punto de vista de la unidad de método y de Ja bomogeoeidad
mente llamada ¡¿ositiviuno. El nombre fue acuñado por Comte, doctrinal.»
P.ero usado con la debida cautela también es apropiado para caracte- 11 Comte 1830, Le~on 1, sec. 6 (sobre la noción de una «física social»}

rLZar la posición de Mill 8 y toua una uadición intelectual que y Lec;on JT, "'e~ 1 1.
12 Mili 1.843/ 1. Jll, c. xii; Comte 1830, i.esoa 1, scc. 4 y 24. Cornee no
8 ofrece una versión siuemárica de la explicación. Su mayor énfasis recae sobre
Cfr. Mill 1865 y las referencias a Comte y al positivismo en Mili 1843,
cspecialmcnre en el libro VI. la predicción. Cfr. Cornte 1844, P. 1, sec. 3: «Así, el verdadero espíriru positivo
22 Georg Henrik voo Wright
f.xplicación )' con,prcn-.ión 23
plio 13. Consiste, más específicamente, en Ja subsunción de casos
individuales bajo leyes generales hipotéticas de la naturalezal4, zación, sólo es apropiado para algunos~ectos de esta tendencia.
incluida la «naturaleza humana»lS. La actitud hacia las explicaciones Me parece preferible el nombre d't.!:.ern1tni111f0.Véase más adelante,
finalistas, i.e., hacia los ensayos de dar razón de los hechas en PP· 29 y ss.) r:mre las fi!?uras repr_esentauv_as ~e este tip? d.e
términos de intenciones, fines, propósitos, conduce o bien a recbar- pensamiento se incluyen emmentes filosofos, h1~tonadores. y c1cnu-
zarlas como ac1entíficas, o bien a mostrar que, una vez debidamente ficos sociales alemanes. Seguramente los me1or conocidos son
depuradas de resros oanimistas» o «Vitalistas», vienen a transformar- Droysen, Dilthey, Simmcl y Max Weber. Windelband y Rickert,
se en expl1cac1ones causales 16. de la escucli: neokamiaoa de Badea, son afines a ellos. Del italiano
.- A tra vés de su insistencia en la unidad de mérodo, en la Croce y del eminente filósofo de la hist0ria r del arte, el británico
tipificación ideal muemáuca de la ciencia y en la relevancia de Collingwood, puede decirse que pertenecen al ala idealista de esta
"- las leyes generales para la explicación, el positivismo queda \'incula- cendencia anupositivista en metodología.
do a esa tradición más amplia y ramificada de Ja histori~ de las Todos estos pensadores rechazan el monismo metodológico
ideas que aquí he llamado galileanali. del ~osicivisffi9 } rehúsan tomar el patron establec1do por las
..... ciencias naturales exactas como ideal regulador, único y supremo,
3. La otra posición en el debate sobre las relaciones entre las de la comprensión racional de la realidad. Muchos de ellos acentúan
ciencias de la naturaleza y las ciencias del hombre fue una reacc ión el contraste entre las ciencias que, al modo de la física, la química
contra el positivismo. La filosofía antipositi~ de la ciencia, o la fisiología, aspiran a generalizaciones sobre fenómenos reprodu-
que alcanza un lugar prominente a finales del si~lo xrx, representa cibles y predecibles, y las ciencias que, como la historia, buscan
una tendencia mucho más diversificada y heterogénea que el positi- comprender las peculiaridades individuales y únicas de sus objetos.
vismo. El rórn lo de •idealismo», utilizado a veces para su caractcri- Windelh~ne'l dispuso los términos «nomotético» para calificar las
ciencias que persiguen leyes e «idiográfico» para calificar el estudio
consiste sobre todo en '" pnri1 pn vtr, en investiga r lo que es a fin de concluir descriptivo de lo individuaJ18,
de dio lo que seró, conforme al do¡zma general de la invariabilidod de los Los antipositivistas también han impugnado el enfoque positi-
leves naturales.»
• IS Mill 1843, 1. 111, c. xi1, scc. 1: «Se dice que un hecho individua l queda
vista de la expliéación. El filósofo e hist0riador alemán Droysen
cxplicodo señal•ndo <u caus•, e.-.m es, es tableciendo lo ley o las leyes causales parece haber sido el primero en introducir una dicotomía metodoló-
de las que su producci1n resulta ins1:2nc1a.» Comre rechazó la büsqueda de gica que ha ejercido gran influencia. Acuñó en tal sentido los
•Causas•. Asoció esta empresa a la etapa metafiMca, «prcpos1tivista», del desarrollo nombres de explic(Jció11 y co111prensió11, ea alemán Erkliire11 y Verste-
de la cienci2. En la ciencia positivista el cometido de las causas viene asumido
hen 19. El ob¡etivo de las ciencias naturales consiste, según él,
por los leyes gener>les. Cfr. Comre 1830, Le~on 1, sec. 4 y Comte 1844, P. 1,
scc. 3. en explicar; el propósito de la hist0ria es más bien comprender
1• Cfr. la cito de \lill en 12 nota 13 prcccd<onte. Comte 1830, Lc:~on 1, s<oc. 2: los fenómenos que ocurren en su ámbito. Estas ideas metodológicas
•La explic2eión de los hechos... y• no es otr• cosa en lo sucesivo que 12 fueron luego elaboradas hasta alcanzar plenitud sistemática por
rclactón cs12blecid2 entre los dtsttntos fenómenos particulares y cienes hechos Dilthey20. Para designa r todo el dominio de aplicación del método
generales.•
15 lllill 1843, l. Vl , c. iii, scc. 2: •Puede decirse que la ciencÍ:l de la r.aturole22
l•\V.'indclb:tnd 1894.
humana existe en b medida en que las verdades aproximadas, que componen 11OrO)Sen 1858. u d1mnc1ón metodológica hecha por DrO)'Sen tU\'O en
un conocimiento práct 1co del género humano, puedan re,•elarse corolarios de un pnnc1p10 forma de tncotomia: el método filosófico, el método físico )
las leyes un1vcrs•lcs de 12 natuulez• human• en que se fundan.» el método hi'l6rico. 1.m objciivos de los tres métodos son, respectivamente,
11 Cfr. Ll>mre 11144 P. 1 ~tt lí conQCcr (trhnntn). c'<pl1car y comprender. Sobre: la mctodologiG l:tcrmcnCutic::a
17
Comte, en parueular, era eonsc1cnte de esta vinculación tradicional. Cfr. de la htstona de Droysen véase \tach 1926, 1933. vol. m. c. ü.
c_omte 1830, Le~on 1, sec S. Según Comtc, fue de la mano de Bacon y de 20 Vé-.ase Dtlthcy 1833; 1894; 1900; 1910. Sobre la hermenéuno de Dilthev
G:tltleo como 12 ciencia cnrró defin1tiv2mcote en la et2po positiva. \'C3'e Stctn 1913. Por lo que se refiere a la hi<roria dcl concepto de •Verstchen>•
en ,Kcnerll \'C3Sc Apcl 1955.
f.•pliución y comprcMión 25
24 Georg Hcnrik von Wrighi
Si se acepta una demarcación metodológica fundamental entre
de comprensión se sirvió del término Geisteswissen.uhaften. No hay las ciencias naturales y las GtisteS1Pissenschaften históricas, surgirá
un buen equivalente en inglés, pero es digno de mención el he- inmediatamente la cuestión de dónde situar a las ciencias sociales
cho de que la palabra fuera concebida en su origen con vist.as r a las ciencias de la conducta. Estas ciencias nacieron en buena
a traducir al alemán la expresión inglesa «moral science» 21. med~a ba¡o la influencia de una presión cruzada de las rendencias
El uso ordinario no hace una distinción aguda entre las palabras positivista y antipositivista en el último siglo. No es sorprendente
«explicar» y «Comprender». Cabe decir que práctic.amcnte cualquier p0r lo tanto el que hayan .-enido a resultar un campo de batalla
explicación, sea causal o teleológica o de otro tipo, nos proporciona para )as dos tendencias en liza en la filosofía del método científico.
una comprensión de las cosas. Pero <~rensióru> cuenta además La aplicación de métodos matemáticos a la economía p0lítica y
con una resonancia psicológica de Ja que carece «explicaciáO». a otras formas de estudio social fue un legado de la Ilustración
Este carácter psicológico fue subrayado por varios metodólogos del siglo xv111 que encontró apoyo en los positivisr.as del siglo x1x.
antiposirivisras del siglo x1x, siendo seguramente Simmel el más El mismo Comte acuñó el nombre de «sociología» para el estudio
enérgico al considerar que la comprensión, como método caracterís- científico de la sociedad humana24. De los dos grandes sociólogos
tico de las human idades, es una forma de unpalía (en alemán dd cambio de siglo, Emile Durkheim fue esencialrnente un positi-
Einfüh/11n/l.) o recreación en la mente del estudioso de Ja atmósfera vista en todo lo referente a su metodología 25, mientras que en Max
espiritual, pensamientos, sentimientos y motivos, de sus objetos Weber se entremezclaba un cierto rinte positivista con el énfasis
de estudio 22. en la teleología (<•zweckrationales Handelru>) y en la comprensión
Sin embargo, no es unicamenre por este sesgo psicológico empática («verscehende Soziologie») 26.
por lo que cabe d ifcrenciar a la comprensión de la explicación.
La comprensión se encuentra además vinculada con la intu11:i/lnnlidnd 4. 1 lcgel y Mnrx son dos grandes filósofos del p:t,:tclo s iglo
de una manera en que la explicación no lo está. Se comprenden que han ejercido una profunda y duradera influencia, nada desdeña-
los objetivos y propósitos de un agente, el significado de un ble, por cierto, en este orden de consideraciones metodológicas,
signo o de un símbolo, el sentido de una institución social o pero a quienes es dificil situar tanto respecto del p0sitivismo
de un riro religioso. Esta dimensión intencional o, como también del siglo )'IX como respecto de las reacciones contra el positivis-
seguramente podría decirse, esta dimensión semántica de la com- mo 27. Las ideas hegelianas y marxistas sobre el método cargan
prensión ha llegado a jugar un pepe! relevante en la discusión
met0dológica más reciente. (Cfr. más adelante, Sec. 10)23. 24 E l término "soc1olog¡•• también esci usado en MiJJ 1843.
2S El punto de vista metodológico de Durkhc:.im está mejor estudiado e?
ZI La obra que intrt'ldu10 el término GwteszvwuruhajJ parece haber sido
Durkhe1m 1893 y 1894. A pesar de su 2ctirud positivista, 2lgunas de las 1dC2s capi-
la traducción de 12 Ld!/M de J\lill por Seh1d en 1863. El libro V1 de Mili
tales de Ourkhc1m, por ejemplo, las coacernic:.ntes a las «representac.ones coleeti·
1843 es titul2do en 12 traducción: «Von der Logik der Geisteswissen;cbaften
vas• de la conciencia soci21, podrían ser rciotcrprccadas con provecho, creo, en
oder monlischen \X'is~ens.:haften•. l'uc Dilthey quien puso el termino en circula-
los términos de un.a mctodologl:l hermenéutica de la comprensión.
ción. Cfr. Frischci<cn-Kéhler 1912.
26 Sobre la posic ón de Weber véase especialmente Weber 1913 y Weber
2'2 u tcori• psicologisrn de lo comprensión y del conocimiento histórico
de S1mmel se h2ll2 expuesta en S1mmcl 1892. c. 1 en especial, y cA S1mmel 1921 P. 1, c. 1.
1918. Z1 \.farx ba•cula de forma 2cusada entre un• oricn12ción ccausalis:a», ccienufi
23 Dro)Sen 1857 1937, p. 25, va b2bia dicho: cNuestro comprensión histórica cista•, d~ un.:a panc, \' un:a oricnt2ción •dialcctico·h~rmenéutica•, •telcológ1ca•.
es equiparoblc a nuestra comprensión de quien nos babb.• u noción dübcy:tru1 de la otr:i. Esta amb1valcocia, sea dicho de paso, propicia intcrprciacionc'
ti,.. rnrnprcn.s1ón ( Dilthey 1883 r 1884) cr~ en un pr1nc1p10 ~obre:ma.ncr2 -p«icolo-- rad1almenrc diferente• de su mensa1e filosófico. En este aspecto l.\farx puede
gista• y •subjcuvma•. lJego, (en Dilthe)· 1910), al parecer bajo la creciente ser comparado, sin que ello deic de tener interés, con Freud, en cuya obra,
mfluenc1a de Hegel, D1lther 2centuó el caclctcr •objetivo• de Jos fruros del una explicita búsque<b científico-natural de explicac1ooes causales frusta a menu-
método de comprensión. \'éase tambien Dilthey 1900, en especial d Apéndice, do el dc<arrollo de un2 tendencia de pensamiento 1mplic11a benneneutica y
pp 332-338.
26 Georg Hcnrik \•on Wright
l·.xp1ic:aci6n y conlprcn\ión 27
~J acento sobre las leyes, la validez un iversal y Ja necesidad28.
En esto se asemejan, por lo meaos superficialmente, a Ja tendencia Barroca- de una tradición aristotélica en la filosofla del método.
positivista de orientación científico-natural. Pero la idea de ley Para Hegel, como para Aristóteles, ~ idea de ley es pnmordi~lmenre
presente en los escri:os de Hegel y de Marx cuando se plantean, la de una conexión mw nseca que ha ~e ser ap~~hen~1da por
por ejemplo, el proceso histórico, difiere Jo suyo del concepto comprensión refle11iva, no la dé una generaflzac1on mducttva esta-
de ley que subyace a las explicaciones causales («gaWeanas»). De blecida por observación y experimentación1 P_ara ambos fi~óso~os,
modo similar, el esquema dialéctico de desarrollo a través de Ja explicación consiste e.o procl•racque los fen~.!!!!:..~ean 1.n~e.l!g_1-
tesis, antítesis y síntesis no es un patrón <ousal (ista) de pensamien- blcs rcleológ1camente, más bien que en determmar su predec1b11idad
to 29. La concepción hegeliana y marxiana de ley y desarrollo :f partir del conocímtenco de sus causas eficient~32 . A l.ª. luz
se halla ~ás próxima a lo . que nosotros llamaciamos parro~ dcsu afinidad r parentesco con Hegel, la metodolog1a ancposmv1s-
de conex1on concep1ua1 o log1ca30. En este sentido, se parecen ta del siglo x1x en su conj unto puede remitirse a ~n:i \'ene~able
a las ideas metodológicas de marchamo intencional y teleológico tradición aristotélica, desplazada durante los eres ulttmos siglos
expuestas por filósofos antipositivistas como Croce o Collingwo- por un nuevo espíritu en filosofía de la ciencia cuyo paladín
od, que por otra parce fueron ajenos a la influencia hege- más caracterizado fue Galileo33.
liana.
Hegel se consideró a sí mismo seguidor de Aristóteles31. Si s. Al apogeo del p2.lliivismo a mediados. del filzj,o xtx s~cedl2., )
bien, a diferencia del Filósofo Maestro, Hegel apenas comprendió una reacción anti12.ositivista hacia fines del siglo X.!X y JLcom1e~
la ciencia natural. En este punto, su talante intelectual es extraño del sigltUQ~...J>cro en fiSClécadas que mediaron entre las dos
al de positivismo y presenta una íntima afinidad con el de las guerras mundia les resurgió el positivismo co~ .~ás vigo r gu~ ~~ne~
Gei.rtes111issmschnflm. Pero a pesar de esre ar<' nto «humanista y ami- El nuevo movimiento fue llamado neo os1t1v1smo o osmv1~mo
naturalista», me pucce justo decir que Hegel fue el gran renovador l~c~ más tarde también se le conoció por _ · i:¡,_mo lógic§:
-después de la Edad Med ia y por lo tanto necesariamente en El a{(ibuto «lógico» fue añadido para indicar el apoyo que. el
oposición al espíritu plato nizance del Renacim iento y de Ja ciencia redivivo positivismo obtuvo de los nuevos desarrollos en lógica
formal.
celeológica. Con uno y otro 3utor se tiene la 1mprc<1ón de que su pensamiento E l resurgi miento de la lógica, después de medio milenio de
se vio hasta cierto punto lastrado y pcrveroido por el «g"1ileanismo» dominante decadencia y estancamiento - aproximadamente desde 1350 hasta
en la ciencia )' en la filosoffa de I• ciencia (poSlti\'Jsmo) de su tiempo.
2
8 Sobre neccsidod y lcv en Hegel véase Hegel 1812 '1816, l. IJ sec. i, c. 3
(«Der G rund.¡ )' llegcl 1830, ,ec, 14 7-159. Las ideas de causalidad, necesidad y ex- 32 Pan la 1clcologia hegeliana véase Hegel 1812, 1816, l. JI, <ec. 1ii, c. 2.
plicación se hallan qui1:h me1or estudiadas en el temprano manuscrito conocido La explicación •mccamco<ta» no nos fac1ht2 una comprensión plma de los fenóme-
por la ./tnnutr Lo¡,ik, pp. 40· 76. Sobre los conceptos de ley y de necesidad no• de la natul'21C:a; la explicación sólo es completa cuando se Sltúa en una
en la filosofü marxista véase Rapp 1968. M2r. habla en no pocas oc:isiones perspectiva tcleológ1ca. El carácter teleológico y oariscoc<licOl> de 111< 1de2' de
de las lercs <ocoa les come <i tuvienn una •ÍérrC2 necesidad. o funcioru.ran con Hegel y de Marx ,obre lty y necesidad se encuentra acencu•d o y bien d'?"umenca-
«12 !ncxor2bilidad de hs leyes de la nuuraJeu•. Cfr. Marcuse 1941, pp. 317 y s., do en \X'ilcniu' 196- \le hallo en deuda con él pot su ayuda en mis propios
Y Kon 1964, vol. 1, p. 2?0. Vé2sc también el capitulo relarivo a la c:msalidad c>fuerios p<>r comprcider el pensamiemo hegeliano ,. marxista. Sobre la teleolo-
Y a la necesidad naturale• de Len1n 1909. gia 1mplicua en el mar.1smo vease también Ch. Tavlor 1966.
29 F'le c-;qucma, asociado con freeucne12 a Hegel, es 1m·ención de Fiehte.
3:1 F.I punto de b rel2ción de Dilthey. y de los filósof0$ de la mcrodologia
Hegel no lo uuh>.• de f:>rma explicita, aun cuando <ca r2zOnable decir que hcrmcncuuca en general, con Hegel es complejo. J.a transición ~ilrhe~a~a
st ~p/ita 3 un buen número de •procesos de pens2m1ento• típicamenrr hegeli::.nos~ Je un:t po~1ctón nu¡:-o 41 p~.u:olo~J~ta subjctavi~t:.l,. 2 otr-:t más .chrrm_enCuuco-0bJC1l-
~1 como manust:a~
30
vi,ta• éonrntuyó al mismo riempo una progresiva oric:ntac100 hacia Hegel
Cfr. Lut 1953, pp. 220 y M. (d:.volutoon und D1alektik». ) ' 12 tr•d1c1<)n hcgeloon•. (Cfr. J. nota 23.) Sobre estas vinculaciones ''ét<c Marcusc
31
Cfr. Hartmann 1921yMarcusc1941, pp. 40 y s. ¡-p. 122. 1932, en especial pp. )(,3 y ""~·Gadamer 1960, ca es.pecio! P. II , >CC. 2. Dil~he•
1905 contribuvó de manera decisiva a la rc:cupcr:mon de Hegel en cStc siglo.
28 Georg Hcmi k von Wright E~plicación y comprensión 29

1850, descontando las brillantes pero aisladas contribuciones de ciencia _y_del cultivo de una actitud racionaliua_de-'<ingenierfa-
Leibniz ~n el siglo xvn-, ha sido un evento de la mayor importan- social» _l!acia.J~s !!_~ntoshl:rtm1no-s~
cia en s1 m1sniu para la metodología y la filosofía de la ciencia. Los filósofos aua l íticu~ Je la (.:lt::ll(.: l ¡t <tflUUVit::run uurante mucho
No obstante, difícilmente cabría decir que la lógica formal se tiempo preocupados casi exclusivamente con cuestiones relativas
halla comprometida incrinsecamente con el p ositivismo o con una a Jos fundamentos de las matemáticas y a la metodología de las
filosofía positivista de la ciencia. La alianza entre lógica y positivis- r ciencias naturales exactas. Ello es comprensible, en parte, en el
mo durante el presente siglo es, por consiguiente, un accidente \ - contexto del impacro que supuso la lógica (matemática) para este
histórico más que una necesidad filosófica. tipo de filosofía . No obstante, la metodología de las ciencias sociales
El.positivis~~ lógico de los años 1920 y 1930 fue el principal, y de Ja conducta y la metodología de la historia han comenzado
aun . SJ no el umco,. afluente del que se nutrió Ja más amplia gradualmente a atraer la atención de los filósofos analíticos, en
corriente de pensamiento filosófico hoy comúnmente conocida cierto modo a consecuencia sin duda de que estas ciencias se
como fll?sofía _analíti.l;.a. Serí~ totalmente erróneo considerar que vieran invadidas por métodos precisos. Con este desplazamiento
Ja f1losofia anah t1ca en su con¡unto representa una rama del positi- en su ámbito de intereses, la filosofía analítica de la ciencia se
vismo. Pero es acertado reconocer que las contribuciones de la halló inmersa en el tradicional campo de batalla de la metodología
filosofía analítica a la metodología y a la filosofía de la ciencia positivista y antipositivista y las antiguas controversias se reaviva-
se han mantenido hasta hace bien poco predominantemente fieles ron de nuevo a mediados de siglo. La causa inmediata de la
al es.píri~u positivis~a, si _por «positivismo» se entiende una füosofía \ reanimación del debate fue una versión moderna de la vieja teoría
pamdana del ~o~mo metodológica, de ideales matemáticos de ) positivista sobre la explicación científica.
P.erte:~1ón y de una_ perspecti vateonco~sufísnntiva_de h e><plicaci&n
C1enttf1ca. Hay vanas razones para pensar así. Una de ellas remite 6. La discusión de Jos problemas de la eli.¡;Ws;a.ció.o__e..!1 ~ seno
a la bifurcación de la filosofía analítica en dos importantes subco- de la rrad1Cion de Ja hlosoba analírn;a recibió un impulso dedsivo
rrientes. c_lel trabajo clásico- de - Ca rl Gustav Hempel «T he Functlo_n- '?f
Es. una de elfas la ~endencia llai:na~a íjl9sofía lingüí~tic.¡ 0 General Laws in Hist_Q~ publicado por el jo11rnal oj Philosopl!J•
filosofi~ ~el lengua¡~ ordma~JO. Su ~nncipal fuente de inspiración en 1942. Ya habían adef;:,ntado positivistas lógicos y otros filósofos
fue_ la, ultima filosofia de Wittgenstein y su centro de promoción analíticos puntos de vista sobre la explicación semejantes a los
radico CJJ Oxf~rd por los años 50. Se impone decir a propósito de Hempel 3.5. E n esencia, todas estas propuestas vienen a ser
de esta subcornenre que res ulta intrínsecamente hostil al positivis-
~o, aun cuando est~ ~ostilidad permanecía hasta hace poco más
bien latente que manifiesta. Por razones compcensibles, la filosofía
e Un rcprcscmantc carac1eristico de estos herederos de última hora del
posi1ivismo es ~Karl Po pper. ,Siempre fue un vigoroso crítico del positivismo
del lenguaje ocdinario ha mostrado un interés relativamente escaso del Círcu lo de Víena y - del «inductivismo» presente en un determinado ti po
por la filosofía de la ciencia. de filosofía positivista de la ciencia. Pero el antipositi»ismo, en cieno modo
parricida, de Popper y de sus discipulos no debe permit ir que se difumine
La otra subcorriente constituye un caso completamente distinto. la continuidad bis1órica aqui existente ni que se haga borrosa su cor.traposición
Es la ~eredera del atomismo lógico de Russell y del primer Witt- a otras corrien1cs de k filosofía contemporáoea manifiestameme nnti;><>si1ivistas.
genstem, así como de! neopositivismo deJ Círculo de Viena. Cabe El movimiento intelectual llamado a veces «racionalismo gític.mt es, esencialmen-
asegurar sin temor a equivocarse que su mayor interés se ha 1e, un dcfeosor en nuestro tiempo de esa rradicióo inrdecwal c uyos grandes
centrado en la filosofía <.le la gené. Pero, en virtud de su misma d:isicos •nn Comtc y Mili. Cfr. Albert 1968.
3S Karl Popper, por ejemplo, en Popper 1935, sec. 12. Más tarde Popper
ascendencia, su disposición íntima ha sido positivista. También reclamó, frente a Hempel, la prioridad de esta ceoda de lo que él llama «explica-
en buena medida comparte con el positivismo del siglo xrx una c1ón_ causal» (Popper 1945, c. XV, scc. 2). La verdad es que la teor!a «E'opper-
confianza implícita en el progreso a través del desarrollo de la Hcmpel» sobre la explicación no ha dejado de representar en .,:gún modo
l:..xplic:1ción y comprensión 31
10 Georg Hcnrik von \Vrighr
Sea E un acontecimiento cuya ocur.r~ncia en aJ~una ocas~on
variantes de la teoría de Ja explicación expuesta por los clásicos ocida )' se ve precisada de explicac10n. ¿Por gue ba ocurndo
del positivismo, en particular por Mili. es con · . · d' ¡ ·
E? Con vistas a responder a esta cutst1.on, 10 1camos a gun otro
Retrospectivamente casi parece u na ironía dd J estiuo d yuc:: acontecimiento o estado de cosas determinado E 1, ... , E.,. y apunta-
la formulación más completa y lúcida de la teoría positivista so- Lv ..., L", tales
s una 0 varias proposiciones generales o leyes
bre la explicación llegara a establecerse a propósito de la materia pa- que Ja ocurrencia de E (en el modme.nto cons1 era do ) se s1gu.e
mo "d .
ra la que, obviamente, la teoría se haJla peor dispuesta, a saber la lógicamente de esas leyes y del hecho e que ague11os otros acontec1-
historia. Aun cuando es probable que, precisamente por esa razón, miemos (estados de cosas) haya ocurrido (se hayan dado).
el trabajo de Hempel provocara discusiones y controversias sin E, en la descripción esguemática precedente del modelo no~o­
cuento. lógico-ded uctivo de Hempel, representa el exp~ana~~11n1 o explz~11-
La ~oría ~pelia.na....ds la explicación ha veuido a conocerse dJ1m. También llamaré a E ob;eto de la exphcac1on. Llamare a
por iñocfelo (o teoría) de co bertura lega! (Covering Law Model E 1 , ... ,E,. explat1011s o explictl/11111. También pueden .co nsiderar~e
(or Theory) ). Inventó este nombre uno de los críticos de la teoría, base de la explicación. L 11 .. ., L, son las leyes de co bertura baio
William Dray36. Una denominación alternativa y quizás mejor Jas gue la explicación subsume tanto el explanans como el explana11-
podría ser Ja de teoría de la explicación por subsunción ( S11bs11mption d11m39.
TheOIJ' of Explanatio11) . Cabe preguntarse si el modelo de Hempel sólo se aplica a
En varias de sus últimas publicaciones Hempel ha ampliado, objetos de explicación consistentes e~ acontecimientos. A ~~nudo
aclarado y modificado en algún gue otro detalle sus opinione-1 deseamos saber no por gué ha temdo lugar un acontec1m1ento,
primirivas37. También ha diferenciadQ ~ submodelos del modelo sino por qué se da o deja de darse un determinado estado de
general de exp!Jcació:1 por cobertura legal:.. Aquí vamos a llamarlos cosas. Este caso, también puede encajar obviamente en el patrón
modelo nomológ_iso-deductivo y modelo probabilísrico-induc!.!.- hempelia no. Cabe incluso tomarlo por el caso más fundamental,
vo38. El primero se deja describir esquemáticamente en los siguien- en el gue la noción de acontecimienro puede analizarse (definirse)
tes términos: mediante la noción de estado de cosas. Cabría decir que un aconteci-
miento consiste en un par de estad os de cosas sucesivos 40 •
un tópico filosófico desde h época de MiU y Jevons por lo menos. Cfr. D uc.asse Otra cuestión planteada po r nues tra descripción del modelo
1925, p. 150 y sig.: «La explicación consiste esencialmente en la propuesta
es hi de si los acontecimientos o esrados E 1, .. ., E,,,. gue constituyen
de una hipótesis fáctica, presentando el hec ho a explicar como un e.aso de
antecedente con respecto a un caso de consecuente de alguna ley de conexión la base de la explicación, tienen que haber ocurrido e haberse
)'3 conocida»; Hoban 1930, p. 300: «Explicar un acontecimienro es moscrar dado antes gue E, o si, en cambio, pueden resultar simultáneos
que tenía que ocurrir e .tno lo hizo. Lo que significa poner de mani fiesto que oral vez incluso posteriores a E. Se trata de un problema importan-
resu lta el efec10 de un'f causa, en ocras palabras, un caso de aplicación de te, algunos de cuyos aspectos discutiré más adelante. Cuando los
una ley.>> Los ejemplos poddan multiplicarse fácilmente.
:16 Oray 1957, p. l.
7
3 Las principales concribuciones de Hempel a la teoria de la explicación, 39 ' o están fijad05 ni la terminología ni el significado de los distintos
comenzando por el trabajo de 1942 sobre las leyes generaJes en hisiorio, están términos. Persona lmente prefiero el par de términos txplmtons (plucal, explanonlia)
recogidas en Hcmpcl 1965. También es relevanre Hempel 1962/ 1966. y t:xplm1und1111J. Se define (entiende) ordinariamente el primer miembro de manen>
38 La distinción encre una y otra variedad de modelo explicativo tuvo lugar que incluya rnnro la base de la explicación como las leyes de cobertura. Véase,
por vez primera, que yo sepa, en Hempel 1959. Fue sometida a reelaboración t .g .. Hempcl-Oppcnhcim 1948, scc. 2. Me parece preferible, en gr•n parre por
ulterior en Hcmpel 1962; 1962/ 1966 y 1965. La presentación hempeliana drl razones de: orden ccrminológico, servirse de «expltJJ111n1» para signifiC'ar solamente
segundo modelo ha sufrido cambios que pueden estudia rse en los trabajos la base, ;.e., las aserciones de hechos individuales de las que, de consumo
citados. Tampoco ha sido uniforme su terminología. Hempel califica a la explica- con las leyes; se deduce d explnnondm/J.
ci<>n de tipo no deductivo de distintas m~neros 1 «inductiva», <<esradisrica», «proba
4
ar.
·10 von \'í'ri~hr 1963a, c. 11, sec. 6.
bi líscica» )' «<:stadístico4inductiva».

L
32 Georg Het'lnk von Wnght
I· ~phcación y compttn11ón 33
acontecimientos E 1preceden al objeto de explicación E, me referiré
a ellos como a11ttwlmlts de f;: Lo que hace que una e~licación nomológico-deducriva «expli-
El mi.smo ejemplo, hoy popular, en el que Hempel muestra gue» es, podemos decir, que nos indica e,or q_ué E 111110 que ocurrir,
una cxpl11.a1.1ú11 numológico-dcducciva es un caso tlpico en el por yué una vez <jue la base ~e hu~o reali:rnti~ y se ac~p~an
que el explanand11111 es un acontecimient o y el txplanans consiste las leyes correspondientes E fue 11uuar10. Ah_ora bien, la admisión
en acontecimient o restados anrecedeotes41. ¿Por qué reventó por de la posibilidad de que E no lltg11e a ocurnr es parte constituti-
la noche el radiador de mi auto? El tanque estaba lleno hasta va de una explicación probabilístico-inductiva. Ello da pie por con-
rebosar de agua; d tapón estaba enroscado a fondo; no habla siguiente a ~na pregunta adicio_nal sobre la explicación: por qué
puesto anticongelante; el coche se había quedado al sereno en en esta ocasión I:; ocurre efectivamente y no se frustra . ...E,QQria
el patio; durante _la noche descendió inesperadame nte la temperatu- ser competencia de una explicación nomológico-deductiva eJ res-
ra muy por deba¡o de cero grndos. Tales fueron los antecedentes. ponder a esta cuestión. A veces cabe proceder así. Sucede cuando
En combinación con ley~ flsicas -en particular, la ley de que somos capaces de añadir a la base de la explicación algún nuevo
el volumen del agua se dilata al helarse-, ex plica o la suerte del acont~cimiento o estado de cosas E.,+ 1 tal que, a tenor de las leyes
radiador. Conocidos los antecedentes y las leyes podríamos haber aceptadas, un acomcc1miento del tipo E tendrá lugar en toda oca-
p~·edicho con cer~eza. el acontecimiento. He aquí un buen ejemplo sión en que acontecimientos del tipo E 1... , E,,,+ 1 ocurran conjun·
srn duda de explicación, pero no del tipo de explicación que interesa tamente44. Se podrla introducir ahora una nota distintiva y decir
a los hist0riadores. que, a falta de información ad icional que nos permita una explica-
!"l~est~a dis.cusión de la teoría de la explicación p.>r subsunc1ón ción nomológico-deductiva de E, no alcanzamos a explicar por
se hmuara casi exclusivamente al modelo nomológico-deductivo. qué F.. ha ocurrido, sino únicamente por qué 1e ha babia de uperar E.
~~brá ocasión, no obstante, de ofrecer a continuación una prescnta- Sea una ley (hipótesis) probabilística del tenor siguiente : cuando
c100 sumaria del modelo probabilístico -inductivo, sobre el que tienen lugar E 1 , ... , E,.. es probable en el grado p que E ocurra,
también haremos alguna acotación critica 42. donde p es un grado medio o baío de p robabilidad. Enronces
El objeto de una explicación probabilístico-inductiva también no cabe decir que la ley probabilística explica la ocurrencia efectiva
es un acontecimier.ro individual E. La base se compone de un de E. Pero se podría llegar a utilizar la información contenida
conjunto de acontecimientos o estados E 1 , ..., E •. La ley de cober- en la ley para derivar otra ley probabilística según la cual es
tura, el _«pue.nte» o el «h~amento» que une la base con el objeto altammte proboblt que la f recuenúa relativa con que E ocurra en
de explicac1on, es una hipótesis probabilística de la que resulta tantas ocasiones cuantas verifiquen E 1, ... , E,.. ronde el valor p.
que, con ocasión de Ev ... , E.,. es alta1venle probable gue E ocurra. La ocurrencia de E con esta frecuencia relativa es otro evento
. Nf/deía de ser entonces pertinente preguntar en qué sentido, individual. E ste es el acontecim iento que aquí se ha de esperar.
s1 en algu~o, cabe asegurar que este tipo de base y de cobercura Hay un empleo característico de las leyes probabilísticas en
legal explican la ocurrencia efectiva de un acontccimiemo43. el cometido de predecir con alta probabilidad frecuencias relativas
de ocurrencias de acontecimientos, cualqujera que SC2 su gra-
41 La ver>1ón original del ejemplo aquí parafraseado figura en Heapel 1942, do de probabilidad -alto, medio o bajo-. La circunstancia de que
sec. 2.1.
42 No hny una. fo~ma canón1CJ1 inequívoca del modelo (cfr. má< arriba, critica del modelo presente en d texto. Las expl icaciones probabilíst1co-inducti-
nota 38). Por cons1gu1eme cab<: decir que nuestra discusión concierne sólo va~. por usar una expresión feliz de Scriven «se lavan las maoos ame el
a una vtriió11 del modelo. c-.o individual» (p. 4(>7). «Un acontecim1cnto•, dlcc Scriven, •puede bullir dentro
43
us dudas sob~c la dicac1a explicativa del modelo}ª habí•n sidosusciudas de uu..t red de Jeyc~ c:<-12dtst1cas, pero es localtz:,ado y explia.do por au;unrr.,n;;c:
\ dcbaudas por la literatura anterior. \'rue Gluck 1955, Scnven 1959, Ora,·
:u1 en la red nómica.» (/bíJ.)
1%3. Las 2cot2c1one~ hechas por Scrivcn v Orav est:in relacionadas con ), " Sobre I• d1snnc ón entre acontcc1m1cntos y cscados individuales y genen-
cos, Véase más adclanrc c. 11, sec. 4, y vun Wright 1963a, c. 11, scc. S.

L----~-
Georg Hcorik von Wrighi 35
Eiplicac.ion y comprcn$1Ón

el evento-frecuencia no sea otro que la ocurrencia del propio anteriormente). Esto es algo parecido a encontrar una cauro (E.+,)
E, i.e. la ocurrencia de E con una frecuencia relativa i en una de Ja discrepancia observada entre frecuencia y probabilidad (p).
ocasión dada, e~ un caso limite de un patrón m<is genernl ne El método ne poner a prueba la corrección de la explicación
empleo de probabilidades en la elaboración de predicciones. En sugerida es simi~a.r.al procedimiento que desc~i.biré más tarde bajo
consecuencia, yo diría que el modelo hempeliano probabilísrico-in- el nombre de 11no/w1 coUJol. Cabria llamarlo análisis causal probobi/íJ-
<luctivo no es sino 1.na aplicación especial de un modo característico 1;,0. Ocupa un lugar importante en la metodología de la explicación,
de servirse del cálculo de probabilidades a efectos predictivos. pero no será discutido con más detalle en este libro45.
Los dos modelos son mucho más dispares de lo que a menudo
"'· El modelo hempeliano (nomológico-deductivo) de explicación
se piensa. Un cometido primordial del modelo nomológico-deducti-
no menciona las nociones de causa y efecto. El modelo cubre
vo es d de explicar por qué unas determinadas cosas han tenido
un ámbito más amplio, donde se entiende que h~ un dominio
lugar. De modo que, en segundo término, también nos indica
reservado para las e.xplicaciones causales46. Es discutible que todas
por qué habían de esperarse tales cosas. Bien podían haber~e espera-
las explicaciones causales cuadren realmente con el esquema de
do por ccanto que tenían que ocurrir. Con el modelo probabilístico-
Hempel. También cabe preguntar si el esquema puede en realidad
inductivo se invierten los papeles. Explica en primer lugar por
hacerse cargo del peso de una explicación a menos que las leyes
qué se había de esperar (o no) lo ocurrido. Sólo en un segundo
de cobertura sean causales.
término procede a explicar el por qué de lo ocurrido, a saber
La respuesta a una y otra cuestión depende del punto de
«debido a)) su alta probabilidad. Considero preferible, en cualquier
vista que se adopte sobre la naturaleza de la causación. Intentaré
caso, decir simplemente que el modelo probabilístico-inductivo
poner de manifiesto la existencia de importantes usos de <<Ca usa»
justifica determinadas expectativas y predicciones, ea vez de decir
involucrados en procesos e><plicacivos ciue no se ajustan al modelo
que explica lo que ocurre.
de cobertura legal. Claro que no faltan de otra parte usos importan-
Con esto no se niega la existencia de patrones de explicación
tes acordes con él. Me parece un procedimienro de clarificación
(propiamente dicha) en los que juega la probabilidad un papel
el reservar para tales usos el término «explicación causal)). De
caracrer1st1co. Uno de esos patrones es el siguiente:
modo que as! resulta indiscutible que la explicación causal cua-
Supóngase una hipótesis conforme a la cual la probabilidad
dra con el modelo de cobertura legal, aun cuando no necesaria-
del acontecimiento E respecto de una realización aleatoria de los
mente con la versión simplificada que de él hemos ofrecido en la
datos E 1, .. ., E,. resulta, digamos, p. Se ha comprobado que el
sección anterior.
acontecimiento en cuestión tiene lugar con una frecuencia relativa
notablemente distinta de p en una sene (amplia) de instanciaciones 45 Sobre el papel de la probabilidad eo el aoalisis causal véase Suppe<
19~0. 1:1 auwr defino la noéión de cau'" en términos probabiliscicos (p. 12).
de los datos. ¿A qué obedece esta diferencia? Dos son los principales
Por un2 c:au<.a pri1'1n faot de uo acontecimiento entiende orro acontec1m1cn10
procedimientos de respuesta. Uno consiste en atribuir esa circuns- 12! que b probabilidad previa del primer acontecimiento sea menor que lo
tancia al «azarn. Salida siempre a nuestra disposición, pero que probabilidad del primer acontecimiento una vez dado el segundo. Teo~o mi<
represenca en general un recurso extremo. El otro procedimiento duda~ ~obre su comonanc1a con cuaJqujec uso común o narur2l de «cau~a•
consiste en busca.r } descubrir un daco posterior E... + 1, cuya realiza- (o •causa pru1'11 fattt• ). Pero no no dUicultad en hablar de Ja rr/rr,,nria de
(la ocurrencia de) un acontcc1m1cnto para la probabilidad de (I< ocurrencia
ción también pene:iece al conjunto de instancias de E 1 , ... , E,,.· A de oc ro acon1cc1m1cnto como de una especie de reJcvanc1a «causal•.
la ocurrencia de E respecco de una instanciación de E¡, .. ., E,,,· 19 Hcmpcl siempre ha ms1sudo eo la disnnción correspondiente. La relación
F..+ 1 . r¡ueda asociarla una probabilinan p', niferenre de p. Esta de la t''<f'lu:-:tc1ón C2\.1t1J con la cxplicac16n nomolOgico~rleducriva en s:tener-:il
probabilidad, supongamos, es tal que la frecuencia relativa con viene 1ra1ada con d<talle co Hcmpel 1965, pp. 347 y ss . .\lill 1843, l. 111.
~ue ha ocurrido efectivamente E en la serie correspondiente de c.~"·'°'· 1, 1 Pop~r 1935. sec. 12. puecen identificar, implícitam<nte, exphca-
cion c•usal Y e•phcación por <uh.unción bajo le¡-es generales.
mscanciaciones era la que había de esperarse (en el sentido e.xplicado

L
36 Georg Hcnnk von Wright 37
1- :c-pJtet.ción y comprcnJión

Un test elemental de la pretensión de validez universal de U oción clave en el planteamiento «causalista» del proceder
la teoría de la explicación por subsunción consiste e..'1 plantear la n~ ?~o
roposto • •
sugerida por los eres autores del artíclllobO, es la
cuestión de si el modelo de cobertura legal comprende así mismo P .
de rttroa,dón ntgotiva (ntgalive ftedba&k.}. Un sistema en el que un
las explicaciones te!eológicas.
(actor -cauSll' un calentador pongamos por caso, produce un efecto,
- Puede dividirse el campo tradicionalmente asignado a la teleolo- la subida de la temperatura en una b a b.1tac1on, ·' puede h all.arse
gía en dos sectores. Uno es el dominio de las nociooe~ de~!!f.ii.!!, · do a otro sistema tal que un «fallo» en el efecto del pr1mer
' carácter propositivo* y totalidadesorgdni&a! («sistemas»). El otro corres- asocia .
ma un des,¿enso de la temperatura por deba¡o de un punto
s1ste •
/ pondc a los okJ.etivoI:l_ Íf!tenciones4!_. Función y carácter o proceder determinado, provoca una «correcc1"ón>>, es d ec1r, ·
un aumento de
t propositivo figuran de modo predominante en las ciencias biológi- ¡ actividad del calentador en la operación de su factor-causa.
cas, la intencionalidad lo hace por su parte en las ciencias de ~l factor-efecto del segundo sistema proporciona entonces a la
la conducta, en la ciencia social y en la historiografía. Pero los operación del factor-causa del primer sistema una «apariencia de
dominios de la biología y de la ciencia de la conducta se solapan tcleología>i. Pero ambos sistemas actúan de acuerdo con leyes
en gran parte y así, naturalmente, ocurre con los dominios de causales. Los efectos en uno y otro sistema se explican sobre
función, finalidad y totalidades por un lado y los de _proposición la base de «condiciones iniciales» constituidas por los factores-causa
de objetivos e inrencionalidad por el otro. No obstan:e puede y el concurso de leyes de cobertura que vinculan la~ causas a
ser útil distinguirlos. sus efectos.
En 1943, un año después de la publicación del te-abajo de Los autores dd artículo propusieron la tesis de que el carácter
Hempcl, apareció un importante artículo de Roscnblueth, Wicner propositivo es susceptible en general de explicación mediante algu-
y Bigelow titulado «Behavior. Purpose. and Teleology»48. Un na concatenación de sistemas causales de este género51. Se llama
nuevo hito en la historia de la teoría de la explicación. Los autores homeostático o autorregulado al sistema que cuenta con un meca-
proceden con independencia de Hempel. Pero su contribución, nismo de retroacción asociado. Tales mecanismos son muy propios
considerada en una perspectiva hfatórica, podría tomarse por un de los organismos vivos. Por ejemplo, el control de la temperatura
esfuerzo por ampliar el ámbito de aplicación del punto de vista en los vertebrados es un caso de «calentadorn con «termostato».
«causalista»49 sobre la explicación y con ello el alcance de la El análisis de la teleología propuesto por Rosenblueth, Wiener
teoría de la subsuncióo a la biología y a la ciencia de la conducta. y Bigelow parece adecuarse al punto de vista de la teoría de
la subsunción sobre la explicación científica. No queda claro, sin
• P11r~1t/111/nus se vierte Por •caricter (o proceder) propositivo,.. En alguna embargo, si el patrón explicativo de este tipo de análisis es precisa-
ocasión que no se preste a equivoco se utihunln •finalidad» o ..sent.do.. como mente el del esqJema nomológico-deductivo de Hempcl anees
vanantes esuhsticas, pues no dejan de emplear5e en este contexto. Eg. •azar c.~puesro. Para ver si es así efectivamente, el análisis requiere
y finalidad•, •el sentido de la evolución,.. Cfr. infra., p. 60. ( N. dtl T.)
una mayor elaboración. No han faltado importantes contribuciones
41 !'\. Hanmann 1951 distingue entre teleología de pr(}(esos, de formas )'
ulteriores al análisis lógico de la autorregulación y de otros procesos
de 101nlitlodu. Ayata 1970. p. 9, menciona tres casos de teleologia en biología,
a saber o) «cuando el estado final o meta es anucipado conscientemente por
el agente», b) sistemas autorreguladorcs, ') «estructuras diseñadas anatómica bO Los propios aucores no llaman «causal•• su planteamiento. Por el contra-
y fi•iológicamente para desempeñar una determinada función». rio, procuran distinguir su noción de teleología de la causalidad. Me parece
48 Véanse los comentarios criucos de R. Tni-lor 1950a y 1950b, así como que ~to conduce a una re~c ricción excesiva del término •causal•.
la réplica de Rosenblucth y Wicner 1950. bl Hablando estrictamente, tos autores defienden uoa res1rkc16n de la noción
49 R. Toylor 1950n c;alifica el pl:tntcamicn[O de R03cnblucth, \Vicoct y DJgc· de •conducta cclovló8ica~ en el ~entido de •reacciones proposicivas controlada•
low de concepción •mecanicista• del proceder proposmvo. Debe entonces entcn- por medio del error de la reacción .. «Conducta teleológica viene, pues, a ser
dcne el término •mecuucistaJt en un sentido amplio que queda, creo, mejor UM expresión sinón:ma de conducta controlada por medio de retroacción
cubierto por el término •causalma•. Cfr. nota 7. negauva .• (Roscnblucth, W1encr. Bcgclow 1943, pp. 23-24.)
18 Georg Hetlri1' vo11 Wright 39

teleológicos proceeemes de diversos autores. Sobresalen de entre no en los principios básidcos de la ex~lic~cfiión o en el punto de
ellos Braithwaite y NageJS2. ·. ~ obre la naturaleza e 1as 1eyes c1cntt 1cas.
, 1sta
CI estudio gcn~rai de sistemas de control y de mecanismos
de dirección, de los que la bomeostasis es sólo un ejemplo, es La noción de ley natural, dé uniformidades legaliformes en
8 positivista de
conocido como cib!rnética. Ha tenido una influencia considerable, · ral ocupa un lugar preferente en la filosofía
. ..
gene • . d
por no decir revolucionaria, en la ciencia moderna, especialmente 1
la cieocia55. Los modelos hempc11anos e exp 1cac1on son en este
en biología y en ingeniería. Algunos piensan que constituye una sentido úpicamentc (<positivistas».
contribución científica de mediados de siglo comparable en repercu. También ha siclo carac1erístico del positivismo un punto de
sión a la revolución provocada en física por Ja teoría de la relativi vista más 0 menos claramente articulado sobre la 11a/11ra!ez.r1 de las
dad y por la teoría cuántica en las primeras décadas dd siglo53. leyes naturales y de mras leyes científicas. Según. este punto d_e
A mi modo de ver, la trascendencia de su contribución en metodo- vista, considerado a grandes rasgos, las leyes enuncian la concomi-
logia ha consistido en propiciar un notable desarrollo, en el espiriru tancia (correlación) regular o uniforme de fenómenos, i.e. caracte-
de la tradición gal:leana, de la perspectiva «causalista» y «mecani- risticas que aparecen en objetos, estados de cosas que tienen lugar
cista». Al mismo tiempo ha reforzado algunos de Jos dogmas 0 acontecimientos que ocurren. El paradigma
de una ley es bien
más importantes de Ja filosofía positivista de la ciencia, en panicular una unplicación universal (<¡todos los A son B») o bien una corrcJa.
Ja consideración unitaria del método científico y la teoría de la ción probabilisticz. Los fenómenos vinculados por la ley serán
explicación por subsunción. En medios hosti les al positivismo en el mejor de los casos lógicamente independientes. §_te requisito
no ha dejado de negarse esto a veces poniendo de relieve las equivale mas o menos a la idea de que el valor de verdad de
grandes dife rencias que median entre los sistemas cibernéticos los enunciados legales no es lógicamente necesario, sino contingente
y los sistemas mecánicos de tipo más simple y tradicional. Induda- con arreglo al testimomo de la expenencia~6. Y dado que cualquier
blemente ta les diferencias existen54. Quedan reflejadas en la diferen· pretensión de verdad por parte de una ley siempre trasciende
cía entre el esquema que explica el modo de proceder de los la experiencia realmente disponible, las leyes nun ca son en principio
mecanismos de dirección cibernética y control y la esquematización completamente verificables.
más «Simplista» ofrecida por el modelo hempeliano de cobe rtura Considérese la siguiente demanda de explicación: éPOr qué
legal. Aún así yo diría que los modelos difieren esencialmente es ncgr:: :-ste pájaro? Respuesta: es un cuervo y todos los cuervos
en su respectivo grado de complejidad y de sofistificación lógica. son negros. Respuesta ajustada al esquema nomológico-<leductivo
de Hempel. Pero, ¿explica en realidad por qué el pájaro es negro ?Si

~! Bnaithwai<c 1953, c. X; Kagcl 1%1, c. XII. En Canficld (ed.) 1966 se ~ Comre 1830, l.e~on l. sec. 10: •El carácter fundamental de '2 filo>óÍla
encuentran reimpresas analectas repre,eniativu de amb•s obras. Brauhwa11c posnin consiste en con<iderar a todos los fenómenos sujetos a ftJtl narurnlcs
asume expresamente la opinión de que la explicación teleológico, tamo de 1nvar1ables.»
ac11vidadcs intenciona'.es dirigida' a un ob¡elivo como del proceder proposinvo ~• Sobre la noció1 de independencia lógica véase también c. 11, '<c. 4, y
en general, es reducib'.e a (formas de) explicación causal. La acritud de Na gel en e 111, scc. 3.
07
In que se refiere a la reducción de la tcleologfo • patrones explic.1úvos cau· • Es de todo punto obvio <¡uc el c<<¡ucm• de cl<plicación nomológico dcduc-
sales (no telcológicos) es más cautelosa. No parece injusto referir la posición 11~ª en <u, podríamos decir, prcscntaci<in «tradicional» no constiruye una exposi-
de Na gel diciendo que considera «reducibles» a cxplicacione' causales la• explica· cioo adecuada de las condiciones que una cxplic2ción de tipo nomo lógico-deducti·
c1one• tclcológicas que tienen lugar en btolo¡,io. Para irotamientos reciemes de vo ha ~e satisfacer. Reconocer esto no representa ca sí mismo, Mn embargo.
cMO> prnblcmas vcasc Ackcrmann 1969 y Ayala 1970. ~n• <t<:..n-a t..ritica de: J;i tcorla de 12 cxphcac1on por subsunción. L.a :adecuación
~3 Sobre la "gnifx:ación general v filosófico de la cibernético, cfr. Oa-·1d el esquema de Hempd )' las condiciones 2dicion2les que c2be im')oncrlc han
1965. 1-..lau' 1%1, l.aogc 1962 y \X'1cncr 1948. ~do tratadas por Eberlc, K2plan \' Montague 1961, Fam 1963, Kim 1963,
~· Cfr. LanJ?e 1962. c. l. ckcrmano 1%5 y Ackcrmann y Sicnncs 1966.
40 Georg Hcorik von Wrigh 1 41
C.:!!tpliC'Jtión Y comprcns1Jn

A menos que, como filósofos, sustentemos la opinión de que Llevados a sus respectivos extremos, el positivismo y el con-
toda subsunción, cualquiera que sea, de un caso individual en cionali~mo vienen a oponerse en un seorido parecido a como
ven . . d
una proposición universal C3 una explicación, pienso 9uc nos asalta- oponcu entre sí un empirismo exrrema o y un extre.m2rlo racio-
rá la duda de sí dar una contestación afirmativa. Desearíamos ~:lismo. Pero es rclauvamente fácil h~ar una fórmula de compro-
saber por qué los cuervos son negros, qué hay en ellos que «sea miso. Un positivista razonable estara de acuerdo en que algunos
responsable» de un color que, según hemos asegurado, caracteriza principios científicos tien~n el carácter de. ve~dadcs ana~í~icas mien-
a la especie. Para satisfacer nuestra demanda de explicación es cras que otros son palmariamcn.te. ge~eralizac1ones empmeas. Reco-
menester que la base de la explicación tenga en algún sentido nocerá además qi.e la línea div1sona entre ambas categorías no
una relación más fuerte con el objeto de explicación que la represen- ha de¡ado de ser a menudo fluctuante en el curso del desarrollo
tada simplemente por la existencia de una ley que establece la histórico de una ciencia 59.
concomitancia universal de esas dos características, la de ser cuervo Puede decirse que la versión convencionalisca de las ley_e§ cientí-
y la de ser negro. ficas no cooúene elementos conceptuales ajenos a lajilosofía positi-
Al parecer hay dos maneras de cumplimentar este requisito. vista de la ciencia Aunque el convencionalismo haya arremetido
Una consiste en buscar una «causa» de la negrura de los cuervos, muchas veces contra el positivismo, y a la inversa, tampoco ha
1.e., alguna otra propiedad de los pájaros de esta especie que faltado conciencia de que una y otra posición tienen muchos puntos
dé razón de su color. La otra es suministrar fuerza explicativa en común60. Una tesis compartida por ambas concepciones de
a la respuesta anterior estipulando que la negrnra consútuye, de las leyes científicas consiste en negar la existencia de algo «interme-
hecho, un rasgo definitorio de la especie cuervo. Aceptar cualquiera dio», a veces llamado necesidad 110/ural, distinto por su parte tanto
de estas dos soluciones equivale a contemplar el emparejamien- de las generalizaciones empíricas como de la necesidad lógica.
o de ambas características como algo no meramente 1miversal, Por lo mismo convencionalismo y positivismo negarían que
ino también en cierto modo nunari!J. las leyes causales adquieren su «fuerza explicativa» del presunto
El segundo procedimiento nos coloca frente a un punto de hecho de que mies leyes establecen conexiones necesarias entre
vista sobre las leyes naturales que podría tomarse por alternativo acontecimientos naturales. Poner en cuesúón la presunción de
al punto de vista positivista clásico. De acuerdo con esta concepción que la verdad universal haya de ser o accidental (empírica, contin-
alternativa, una ley científica puede resultar inmune a la refutación gente) o lógicamente necesaria constituye para el positivismo un
empírica en virtud de su estatuto de verdad analítica, lógica. La desafío mucho más serio que el reto presentado por el convenciona-
lismo.
conformidad con 12 ley viene a ser entonces una pauta de identific;¡:-
-cioñ con arreglo a la cual se clasifican los casos individuales en Sin embargo, se trata de un desafío tradicional y viene asociado
calidad de incluidos o no incluidos en el conjunto de fenómenos a la confrontación entre las orientaciones «aristotélica.» y «galileana»
contemplados por la ley. Todo A es B, de modo que si algo e11 filosofía de la ciencia. Tiene un panicular relieve en este contexto
pretende ser A y resulta no ser B, entonces tampoco resulta ser advertir el hecho de que ha brotado con renovada virulencia
A a fin de cuentas. Tales pautas de decisión son convenciones en el seno de la propia filosofía analítica, a raíz de dos motivos.
adoptadas en el proceso de la formación de conceptos. Por ello Es uno de ellos el renacimiento a mediados de siglo del interés
se denomina tonvtr.áonalismo a este punto de vistaá8. u Cfr. von \X'nght 1941 195i, c. JII, scc. 4, y von Wrighr ' 951, c. VI,
Se<:. 2.
~8 Lo posición conocido por convcncionolismo en filoso fía de la ciencia fíl ~ La ma,torf.1. J'-= I\» representantes del convcncionali:>tuo Ju.o guau.LiJo
viene ligada, en origen, ol nombre de Henn Pomcaré. La fuentt: principal 10
•o lic•men1e afinidad con el p osirivi•mo. furo no es menos cieno de los
es .Poincaré 1902, ce. V-VII . So se lln-a a su extremo, la posicion se holla co nvcncional1<ta< radicoles. Cfr. Ajdulucwicz 1934. Corl\elius 1931, Dingler
m~1or rep re.senrada, creo, por las obras de Hans Cornelius r Hugo Dingler. 193 1 \ 1953.
Yo.e 12mb1én sobre co nvenc1onahsmo von Wrigb1 1941 / 1957, c. Jll.
42 Georg Henrik von Wrigh1 r,phcsacic\n ~· comprcn~i<\n
43

por la lógirn moda! y por Ja filosofía de los concepcos modales. El problema consisl~, pues, en cómo ~ract~rizar la lega~if?rmidad
Los lógicos con formación filosófica han llegado a familiarizars.! en cómo discernir entre la conex1on nom1ca no log1ca y la
0
c:on ~1 punro de ,·ist~ de:- '1"" la neresid~d y la po~ihilicfan ltígicas con~omirnncin universal «accident<iln63_ F.n un ensayo de hace ya
no son sino espuie; de un gi11ero más comprensiYO en cuyo ámbito unos quince años, arg_umenté que la noció~ ~is~a de condicional
cabe distinguir dh·ersas formas de necesidad y posibilidad. Este ontrafáctico se halla involucrada en esca d1st1nc1on -y. en conse-
resurgir de la lógica modal no ha rehabilitado por si mismo la ~uencin, no puede recurrirse a esca para su elucidación 64-. La
noción de una necesidad natural irreducible a necesidad lógica «moraleja» a sacar de la discusión del problema de los condicionales
y a generalidad neramenre accidental. La noción sigue siendo contrafácticos es que la nuuidnd y 110 In nnivtrlidad es precisamente
conrrovemda y, a los ojos de muchos filósofos analíticos, resulta lo que constituye _a ?1ª.r~a de una conexión ~ómica o de le.~alifor~i
sospechosa o infundada sin más. Sin embargo, la lógica modal dad6~. Si esta aprec1ac1on es correcta, arruma la concepcton posm-
ha preparado el camino para una transformación de la Yersión 'ísta de la ley, a.inque no necesariamente la validez de la teoría
positi vista de las leyes naturales, aceptada durante mucho tiempo <le la explicación por subsunción. No me voy a ocupar aquí de
por los filósofos analiticos61. los condicionales comrafácticos, pero espero ser capaz de iluminar
El problema de los condicionales conm.fácúcos dio lugar a un poco más l:i índole de la «necesida~> que hace nómicas a
un reto más inmediato a la versión de las leyes naturales mantenida algunas regularidades universales.
por la tradición positivista. Plantearon este problema los traly.¡jos
clásicos de Chisholm ( 1946) y G oodrnan (1947). Desde entonces 9. ¿Con qué profundidad penetran las explicaciones cibernéticas
ha sido objeto de discusión en innumerables arciculos y libros. en el campo de la teleología? ¿Se extienden más allá de las fronteras
En términos un ranro simplificados, su relevancia para la cuestión de la biología hasta alcanzar el interior de las ciencias del hombre?
relativa a la lndolc de las leyes viene a consistir en lo siguiente: Cabe responder a esta ú !tima pregunta señalando el gran impacto
En ocasiones nuestra convicción, si alguna tenemos al respecto, producido por el pensamiento cibernético en economía, en psicolo-
de que si no se hub iera dad o el caso de que p entonces tampoco gía social y aun en la teoría jurídica 66. Pero esta respuesta no
se habría dado el caso de que q, se funda en nuestra confianza es muy ilustrativa. o nos dice si la utilización de ideas procedentes
en alguna conexión nómica 62 o lcgaliformc entre las proposiciones de la Cibernética nos proporciona explicaciones del tipo de las
(genéricas) p y q. \lo seria fundamento suficiente cualquier suerte dispuestas por la teoría de la subsunción. Tengo la impresión
de implicación universal válida que conectara ambas proposiciones. de que, en general, no es así. Si no ando descaminado en este
punto r tampoco al pensar que las explicaciones cibernéticas de
61 La reinserc1ón en el moderno contexto de discusión de la idea de necL>Sid•d sistemas homeostáticos, etc., en la ciencia biológica se adecúan
naiuul )'del pi2n1e2micnto de las lcv~ nal uraJe, como principios de n<ccsaricdad al patrón de la ceoría de la subsunción, entonces la «cibernética>>
(1ttu11ilalion) se ha debido princ1palmemc a \'<'ifüam Kn<'111c. Véase Kneale de la ciencia social difiere de la aplicada al caso de la biología
1949 y 1961. N o deja de ser significativo que Knc:ile sc:i una autoridad bastante más de lo que puede sugerir la asimilacion de escas diversas
en hi<ioria de 12 lógica modal )' de la lógica en gcncr.>I. Para discusionc:.< en
tomo a b idea de nrccs1dad natural, cfr. tamb1en ~edich !" Suchring 1%~, acti,·idades de investigación bajo ese rótulo común.
Popper 1%7 y /\bx wdl 1968.
1Z El término •nómico• («11on11r») fue sugerido por W. E. Johnson. • Propon- •i ~obre c•tc problema vcasc espcc13lmeoie Goodm2n 195-l :en el que •e
drfa que nó"'"º (de '<lf1«, ley) susutuycn a necesario como cont-apuesto a halla rc:imprcw God'1lan 1'147), pp. 17-r_ 45 y s1g., 73-83. y passim.
conungrncc. Oc m2ncr2 que un2 proposición nómica es Ja que e>.prcsa una 8< Von Wright 195-
ley pura de Ja natunle2:1• (Johnson. 1921 1924. P. l. c.'"· sec. 7). Johnson ~ //J., p 153 . •.
distingue entre ncccs1d2de< nomicas no lógica y umver>alcs fácticos. L's pnmer3S "6 Pau una cmcntación general cfr. Da,•id 1965. Sobre 12 aberncuca en
1mphc2n a l<>'I <egundo,, pero no a la invef'la. Puede d.cirse que el plamcam1cn10 l.1 ciencia mc12J, véase Buckle,• 196- v Buckle!· (cd.) 1968. Una buena panorámica
de Johnson de ¡._ lc\'CS noturaJc, 2n1icipa el plamcamicnto de Kneole. i:encral de la c1bcrnmcn en derecho es 12 de Losano 1969.
44 Georg Hcorik von Wright 45
8,..pli~ción y Cl'>mprcruióo
Los aspectos telcológicos cubiertos por explicaciones cibernéti- históricas una formulación completa de leyes generales reside pri-
cas acordes con el modelo de cobertura legal son primordialmente, mordialmente en la excesiva complejidad de tales leyes y en la
pienso, los aspectos desprovistos de intencionalidad. Entre las insuficic::ntc precisión con que las conocemos. Las explicaciones
cosas a las que se atribuye intencionalidad, las acciones ocupan dadas por los historiadores son típicamente elípticas o incompletas.
un lugar sobresaliente. El test definitivo para juzgar sobre la En términos estrictos, constituyen únicamente bosquejos de explica-
validez universal de la teoría de la explicación por subsunción ción. «Un relato explicativo», dice Hempel, «puede sugerir, quizás
es el de si puede hacerse cargo cabalmente de la explicación de con notable viveza y persuasión, el concomo general de algo
acciones. que, es de esperar, puede acabar por ser completamente de mane-
Muchos filósofos anaüticos, tal vez la mayoría de ellos, piensan ra que haya lugar a una argumentación más sólidamente fundada
que la teoría supera la prueba. Las acciones responden a motivos; sobre hipótesis explicativas más complecas»68.
la fuerza de los motivos descansa en el hecho de que los agentes Según Popper, otro eminente representante de la teoría de
están dispuestos a seguir pautas de conducta características; tales la explicación por subsuación, la razón de que las leyes no sean
pautas (disposiciones) ptoporciónan las «leyes» que conectan moti- formuladas en las explicaciones históricas, es que tales leyes son
vos y acción en el caso individual. He aquí una descripción, demasiado triviales para merecer una mención explícita. Estamos
simplificada a sabiendas, de una idea que con variantes más o familiarizados con ellas y las damos implícitamente por supuestas69.
menos sofisticadas continúa ejerciendo un fuerte poder de fascina- Una consideración radicalmente distinta del cometido de las
ción sobre la imaginación filosófica67. Se relaciona con la idea leyes en las explicaciones históricas es la expuesta por William
de que las acciones tienen causas, de modo que tampoco es ajena Dray en su importante libro Laws and Explana/ion in History, publi-
a una posición determinista en el viejo problema del <<libre albe- cado en 1957. La razón por la que las explicaciones históricas
drío». no hacen referencia normalmente a leyes no radica en que las
Sin embargo, no falta oposición entre los filósofos analíticos leyes sean tan complejas y oscuras que debamos contentarnos
a esta presunción de la validez de un modelo subsuntivo de explica- con su mero bosquejo, ni en que resulten demasiado triviales
ción de la acción. para ser mencionadas. La razón consiste simplemente, según Dray,
Un frente de oposición viene representado por los filósofos en que las explicaciones históricas no se fundan en absoluto en
(analíticos) que se ocupan de la metodología de la historia. En leyes generales.
este caso la crítica se ha centrado en la función de las leyes Considérese, ~.g., el aserto de que Luis XIV murió en olor
generales en la historia -el tópico que precisamente dio lugat de impopularidad por seguir una política lesiva de los intereses
al título del ensayo de Hempel, donde por vez primera se articuló
claramente el modelo de cobertura legal. 68 Htmpel 1962/ 1966, p. 107.
¿Cómo es que las explicaciones que proponen efectivamente 69 «Si, por ejemplo, explicamos la primera división de Polonia en 1772
señalando que no era pos ible resistir la fuerza combinada de Rusia, Prusia
los historiadores rara ve?, si alguna, hacen referencia a leyes wera- y Austria, estaremos utilizando enconces, tácitamente, una ley univccsal crivlaJ
les? Quienes mantienen la teoría de la subsunción para la explica- de este tenor; "Si de dos ejércitos con paridad de armamento y jefrs, uno
ción histórica han sido, naturalmente, bien conscientes .de elfo. tiene sobre el otro una t remenda superioridad en el número de hombres, entonces
Pero la gama de reacciones al respecto ha sido muy variada. siempre obtendrá la victoria"... Una ley de este tipo podría caracterizarse como
una ley de la sociologia del poder milirnr; pero resulta demasiado trivial par.
Según Hempel la razón por la que falta en las explicaciones poder plantear un serio problema a los sociólogos o para llamar su atención»
(Popper 1945, c. XXV, sec. 2). Puede ser cierto. Pero ¿a quién se le ocurriría
67 Hempel 1965, pp. 469-487, ofrece una meridiana exposición con una hábil • «Cxplicarn la división de Polonia en los términos tácitos de semejante «ley
defen~• del. plamcamiemo en términos de la teoría de la subsunción de P.Xplicacio- s9ciológica»? Es notable la fortuna con que los defensores de la teoría de
ncs d1spos1c1onales de acciones eo base a razones motivadoras. la cobertu ra legal dt la explicación histórica logran eludir ejemplos relevantes.
Georg Hennk <On \~ right E."<pliac1ón ) comprcn:s1ón
46

nacionales franceses70. ¿Cómo podría defender el teórico de la histórica, y por vía ~<positiva» al ins1sur en el carácter s11i generis
cobertura legal su pretensión de que en esca explicación hay una de Jos modelos explicativos de la acción humana. El aspecto critico
e~ con mucho el más sólido en la obra de Dray. Las contribucio nes
ley implícita? U= ley general que nos hace saber que lodos los
gobernante s que... Uegan a ser impopulares, dará lugar a un modelo positivas reflejan los pasos a tientas de una filosofía «analítica»
de cobertura del caso en cuestión sólo si se añaden a ella tantas de la acción, por entonces codavía en pañales.
condiciones de restricción y cualificación que, en último término Explicar una acción es, en opinión de Dray, mostrar que esa
equivaldría a decir que todos los gobernanre s que siguen un~ acción fue el proceder adecuado o racional en la ocasión considera-
política exactamente pareja a la de Luis XIV bajo unas condiciones da 71. Dray llama a csco explicoció11 racional. No ha conseguido
estrictamente similares a las prevale<.ientes en Francia y en los esclarecer demasiado su naturaleza. Piensa, con toda justicia a
mi parecer, que csce tipo de explicación tiene sus propias peculiari-
demá~ países afectados por la política de Luis, Uegan a ser impopula-
dades lógicas. Pero, al intentar hallar escas peculiaridades en elemen-
res. Si la cabal similitud de polícica y de condiciones dominantes
tos de valoración ames que en un tipo de celeología, enturbia
no queda especificada en términos genéricos, el aserto correspon-
innecesariamente su enfoque 12.
diente no es una <<ley» en absoluto, pues por fuerza cuenta con
El modelo de explicación de Dray se asemeja a ideas tradiciona-
una única referencia de aplicación, a saber el caso de Luis XIV.
les sobre el cometido metodológ ico de la empatia y de la compren-
Si ~e. especifican. las condiciones de similitud -empresa que sería
sión. Su lib ro no traba contacto con la más reciente filosofía
d1f1c1lmcnrc posible en la práctica- , tendríamos una ley genuina,
conrinencal de las Gei.rle.rivi11emchajtm. Hay en s u lugar un engarce
pero. la única instancia de aplicación de esta ley habría de ser
inceresance con la tendencia hegeliana de Collíngwood (y Oakes-
prec1sa~ence ~I caso que se supone ha ele «explicar». Empeñarse
hon) 73.
en ~a existencia de la ley no conducida entonces más que a una
reaf1rmac1ón en codo caso de lo ya escablecido, a saber que la lntMlio11, de Elizabctb Anscombc, apareció el mismo nño en
causa de la creciente impopularidad de L uis fue su desdichada que lo hiciera el libro de Dray. Contribuyó a que se centrara
políticia exterior. en la noción de intencional idad la discusión subsiguiente de la
filosofía de la acción entre filósofos analíticos 74.
La .críc.i~a d~ 1??Y de la función de las leyes generales en
la exphcacaon histonca lleva entonces a una recusación completa Aun cuando no se ocupe directamen te de la teoría de la explica-
del modelo de cobertura legal. Es ilustrativa la comparación de ción, el libro de miss Anscombe cambién ha hecho dos imporcantes
Lti1v.r n11d Expla11ati1>11 in l listory, de Dray, con The Nal11re ef Hi.rtori- contribuciones en esce campo. Es la primera su observació n de
cal Expla11ation, de ~ardiner, publicado cinco años antes (1952). 71 Droy 1957. c. V. Posteriormente ha oclarado su po<ición en Oray 1963.
Tal y como yo en:1endo a uno y ocro aucor, sus «intenciones Hook (c<l.) 1963 ccn11ene ''>rias contribuciones a la discusión del modelo de
metodológicas» son en gran medida semejantes. Pero, mientras cxplicaci<in de la acción propuesto por Ora¡
12 El modtto de expl icac1ón de Ora y ha 'ido criticado por Hcmpcl dC$dc su
las intenciones de Gardiner se ven desgraciadamente frustradas
perspccuva de teórico de b cobertura leg:¡I en Hcmpel 1962 y en Hempcl 1965,
por la infl uencia dominante, aun si tal vez implícita de Ja filosofía sec. 10.3. "n Donagan 1964 >e encuentra una crítica desde un punto de vista
positivista de la ciencia, Dray consigue de modo admirable descerra- esencialmente solidario del de Dr.ty. Donagan distingue entre acciones lnltligiblu
jar los grilletes posiciviscas de la contempor ánea filosofía «analítica» Y acciones raáo1taltJ. Puede que la elección del término por parte de Dny
de la hiscoria. Lo logra por vía «negativa», mediante su crítica resulte desafortunada. Sugiere fácilmente una tn1erprcue1ón •racionalista• de
la historia en un sentido algo más fuerte del pretendido en realidad por el
del modelo de cobertura legal como instrument o de explicación propio Dray. (Cfr. más adelante, e. l V, sce. 10.) Paro una discusión critica
70 del planteamiento de Oray v~ase iambien Lvud1 1966.
Se mm del ejemplo dd modelo de Drny. Véase Dray 1957, pp. 25, 73 Sobre la relación entre la filosoíio analítica reciente r b filo<ofia de
3! Y.•s., 51, 97, 102, 134 Quien introdu¡o el ejemplo fue P. Gardiner. Véase .
la Vrrsttl1tn, véase Gardincr 1966.
G2rdiner 1952, pp. 67, 87 ) ss. La paniínm presente ~ ligeramente diferente 74
del eaemplo debatido por Ora¡ y Gardincr · Cabe decir que comparte este méruo con Hampshire 1959.
48 G<or~ H<nnk ' <>" Wnghr Exph~etón >compr<ns.ón 49

que una conducta que es intencional a tenor de una descripción, Pienso que miss Anscombc está en lo cieno al a,cgurar que el
puede dejar de serlo a tenor de otra. Entonces el modo como silogismo prácrico no es una forma de demostración y que cons-
es descrito, i.e. entendido en calidad de acción, introduce una tituye un razonamiento de tipo diferente al de la prueba silogís-
diferencia pertinente en la explicación de un ítem de conducta. uca 17. Pero tanto sus peculiaridades como su relación con el razona-
Es este un caso en el que la distinción entre explicación y compren- rnienco teórico son complejas y siguen siendo oscuras.
sión resulta conceptualmente relevante. (Cfr. más adelante, c. Ill, El razonamiento práctico reviste gran importancia para la expli-
sec. 2, y c. IV, sec. 1.) cación y comprensión de la acción. Es un principio del presente
Miss Anscombc ha llamado así mismo la atención sobre el trabajo la tesis de que el silogismo práctico provee a las ciencias
peculiar carácter lógico del razonamiento conocido en la terminolo- del hombre de algo durante mucho uempo ausente de su metodolo-
gía tradicional por el nombre de silogumo prártiro. La noción del gía: un modelo explicativo legítimo por sí mismo, que conscicuye
mismo procede de Aristóteles y representó, al decir de miss Ans- una alternativa definida al modelo de cobertura legal te6rico-sub-
combe, uno de sus mejores descubrimientos, pese a que la filosofía sunuva 78. En líneas generales, el silogismo práctico viene a repre-
posterior lo desperdiciara por tergiversación 75. No es fácil de sentar para la explicación teleológica y para la explicación en
hallar, con todo, la clave de una interpretación correcta. El propio historia y ciencias sociales, lo que el modelo de subsunción teórica
tratamiento analítico del tópico es sumamente asistemático y sus representa para la explicación causal y para la explicación en ciencias
ejemplos son a menudo confusos. Una manera de reconstruir aquí naturales.
la idea principal es la siguiente: el punto de partida a la premisa Los crabajos de Anscombe y Dray reflejan el creciente interés,
mayor del silogismo menciona alguna cosa pretendida o la meta en el seno de la filosofía analítica, por el concepto de acción
de actuación; la premisa menor refiere algún acto conducente y por las formas del discurso práctico. A esta obra pionera ba
a su logro, algo así como un medio dirigido n tal fin; por último,
la conclusión consiste en el empleo de este medio para alcanzar
.segui<lu bucu uúmcru <le:: 1..uutdlluduuc;:.-; puMcriurc~ 'º· Pc::ru no
fue hasta la aparición del imporcante libro de Charles Taylor,
el fin en cuestión. De modo que el asentimiento a Jas premisas The E.xpla11atio11 of Behauiq11r, en 1964, cuando esta nueva orientación
de una inferencia práctica entraña la acción correspondiente como, de la filosofía analirica llegó a conectar con la teoría de la explicación
en una inferencia teórica, la afirmación de las premisas lleva necesa- en psicología y en las otras ciencias de la conducta. Como sucediera
riamente a la afirmación de la conclusión 76. con las comribuctones de la cibernética, si bien con rruy dispar
talante, la obra de Taylor ha reavivado el debate en corno a
7S Anscombc 1957, scc. 33. El olvido del razonamiento pracuco no ha
sido, con rodo, 1ao comple10 como miss Anscombc parece pensar. La doctrina
la teleología en la filosofía de la ciencia. Cabe caracterizar esta
de Hegel acerca de lo que él tambifo llama 1nc1den1almcnte •Schluss des Han- diferencia de talante como la existente entre las perspectivas galilca-
dclns• es significativamente similar a la idea de un silogismo p ráctico en el na y aristotélica sobre la conducta motivada por propósitos.
sentido en que viene contemplado en el presente trabajo. En el esquema hegeliano Los esfuerzos e ideas de los filósofos analíticos de la acción
de inferencia práctica, Ja primera premisa viene dada por la tendencia del sujew
hacia un fin (<der subjektive Zweck»), la segunda premisa está consutuida
no han dejado de provocar la reacción de los filósofos de orienta-
por la contemplación de medios con visras al fin 1· la condusicin consiste
en la •ob1etivación• de la tendencia en acción (•dcr ausgcfohnc Zwcck>). Hegel 77 An•combc 195?, sec. 33. E•te punto ha sido contro,·erudo. Kcnnf 1966
escribe: cEI fin se funde a través de un medio con la objetividad ¡· en ~ta defiende el car:icrcr mi guttris del ra,onam1ento pnic11co. Jarvis 1962 argurc
consigo mismo... Por consiguicnre el medio es el t~rmono medio pr111al de en contn Un• posición in1ermcdia es lo asumuda por \\-allacc 1969
un silogtsmo formal; es exlfrnD tanto respecto al t>:lrtmo del fin subjerho como, 7 ti Este plantcami<nto no ser:i admitido, naturalmente. por quienes •suman
rnr ~nde, también rcspcCIO 41 CKtrcmo de) fin objetivo .• (HcgcJ lE.12( 181 6, lo que m:is odclnncc, en el c. 111, ,;ce. 4, e5 ~Hficado c:omo phnte2-mtcnto
1. 111, <ce. ii, c. 3, B). Debo • Mr. juha l\!annincn las obscrvociones sobre <causalista• de la validez de Jos argumentos prácticos.
la afinidad entre Aristóteles l llcgel. 79 Meldcn 1961, Kenny 1963, d'Arcy 1963 y Brown 1968, pc>r mencionar
7e Aristóteles, E.1hira algunos de los más importantes.
Niromofhta 1147 a 25-30.
so Georg Henrik von Wngh1 E:c:phc.acion y comprensión 51

CJon más posmv1sra. Así mismo, no pocos autores recientes han · La comprensión cmpática no es un (<Sentimiento»; es una aptitud
defendido con vigor por lo general la aplicabilidad de categorías ara participar en una <(forma de vida»81.
causales a la explicación de la acción y de la conducta 81>. P Puede decirse que Winch investig2 el 11 priori del método (o
Peter Winch ha sostenido en la filosofía «analítica» de las ciencias métodos) de la ciencia social. En este sentido su libro es una
sociales una posición un tamo similar a la mantenida por Dray contribución metodológica 82. Algunos críticos de Winch parecen
en la filosofía «analftíca» de la historia. Su libro The Idea oj a opinar que contempla la s.ociologra ~orno una especie de ci~ncia
Social Science, publicado en 1958, constituye, como el libro de priori, i.t. como un estudio que explica y comprende los fenome-
0
Dray, un ataque al positivismo y una defensa de la compren- nos sociales por métodos o priori. Es este un error de bulto83.
sión de los fenómenos sociales por métodos radicalmente diferen- El libro de Winch es difícil y oscuro. A mi modo de ver,
ces de los empleados en la ciencia natural. La tradición latente en también es parcial por cuanto que destaca excesivamente la impor-
la obra de Winch es, en parte, la metodologla «comprensiva» tancia de las reglas en la comprensión del comportamiento en
de Max Weber y, en parre, la tendencia hegeliana representada sociedad. Con ello se descuidan los aspectos intencionales y teleo-
en Inglaterra por Collingwood y Oakeshott. Con todo, la influencia lógicos 84.
mayor procede del último Wittgenstein.
Puede decirse que el libro de Winch se cenera en la cuestión 10. La metodología y la filosofía de la ciencia pos1t1v1stas se
de los criterios de la conducta (acción) social. El científico social han encontrado pues con un desafío surgido de la corriente princi-
debe comprender el «significado» de los datos de comporcamienco pal de la filosofía analítica, en especial a raíz de la publicación
que registra si quiere tratarlos como hechos sociales. Alcanza este de las tres obras de Anscombe, Dray y Winch. Puede decirse
género de comprensión mediante la descripción (inrerpretación) que los años de su publicación, 1957-1 958, señalan un cambio
de los datos en términos de conceptos y reglas que determinan de marcha. Quienes, entre los filósofos analíticos, han criticado
la (<realidad social» de los agentes estudiados. La descripción, y la el positivismo, han sido comúnmente autores cuyo pensamiento
explicación, de la conducta social debe servirse de la misma tra- venía inspirado por la filosofía del último Wittgenstein. También
ma conceptual que la empleada por los propios agentes sociales. puede apreciarse en algunos de ellos una orientación hacia la
En razón de ello, el cienrifico social no puede permanecer al
margen de su objeto de estudio de la forma en que puede hacerlo
81 En \'l:'inch 19f4a bity un• intcrcs2ntc discusión de la aphoción de su
un científico natural. Cabe decir que no es otro el núcleo de verdad
planteamiento a la antropología social y • la comprensión de culturas priaü-
conceptual existente en la doctrina psicologista de la «empatía». uvas.
82 Winch 1964b desmiente que su pretensión sea la de trazar ura metodolo-
gía de Ja, ciencias sociales. Est~ en lo cierro, si por mecndologfa se entiende
más o menos una exposición de los métodos científicos en uso. Pero no si
so Para una defensa de 12 aplicación a acciones del modelo de explicación por metodología uno entiende, como nqui es el caso, la ji/1JJ~flo del mécodo.
propuesto por la tcorfa de Ja $ubsuncióo y de la idea de que las accione~ 83 Vé2se la crítio de Louch 1963 y la réplica del autor, Winch 1964b.
tienen causas, véanse llrandt y f(jm 1963, Dav1dson 1963 y Churc:hland 1970. IW Cfr Wilcnius 1967, p. 130. l'n filósofo integ..,.do en la principal corriente
Ackermann 1967 propone un modelo cmeanici..a• sirviéndose de ideas cibernc!u- icnomenológia, cuyas ideas sobre la natu"'-lcza de la realidad social y 12 metodo-
cas. 1..:1 más reciente """''"' sobre ceoria de la c:xphcaeión )" filosofía de la logía de las c1cnci2s sociales son afines • las de \'(" mcb, es A lfred Schütz
ciencia en general, Stcgmúller 1968, se hall• dcc1d1damcnte denrro de la rradición (1899-1959). Su libro Dtr si,,nlJajlt Alljba11 dtr soz/alen Wtfl, ""' Ei11/ti111nt. in
del positivismo y dd empirismo lógico. Tambifo vendría al caso mencionar dtt 1trslfht11tft Soz.iolot.it apareció en \'Íspcra< dd eclipse cultural europeo Y pcrma-
que los cuatro :artícvlo~ rec.os;jdos ~11 Vt::,t:) (~J.) t968 ~uc ~e ucupan del ncc16 curiosamcmc olvidado aun después de que el autor huboeu hallado refugio
problema de acciones y causas, a saber los de Kolnni, Hcnderson, Pcars y en los Esrodos Unidos. Póstumamcntc se hn publicado uno selección de trobajos
Whiteley, defienden ura consideración causalistn del mecanismo de mouvación de Schü1z eii in~lés, co n la inclusióit ele una parte sustancio] del Der simthafle
de: accione.~.
.-4a11fbau (Schútz 196'-).
52 G~org Hcn.rik voo Wright EJcphcac.ión y comprcns1ón 53

fenomenología y hacia otras tendencias de Ja filosofía no analítica Ja escuela de Viena de posmvismo lógico por los años 1930 y
en el continente europeo85. sobre la escuela de Oxford de análisis lingüístico por los años
Hay unn reodentación paralela hasta cierto punto en la filosofía 1950. •
continental con desarrollos afines a Jos de Ja filosofía analítica. La segunda característica de la filosofía hermenéutica por Ja
Estoy pensando sobre todo en el encumbramiento por los años que congenia con los filósofos de Ja tradición analítica mejor que
1960 de la corriente que se autocalifica de hermenéutica o de con algunos vástagos del tronco fenomenológico, es su preocu-
filosofía dialéctico-hermenéutica 86. pación por la metodología y por la filosofía de la ciencia oo. En
Ha y dos características de la hermenéutica que resultan especial- oposición explícita a la idea positivista de Ja unidad de la ciencia,
mente notables a la vista de su afinidad con la filosofía analítica. la filosofía hermenéutica defiende el carácter 111i generú de Jos
La primera es el lugar central en ella reservad o a la idea de métodos interpretativos y comprensivos de las Ge/Jteswísrenscbaftm.
leng11aje y a nociones de orientación lingüística como significado, En este punto restaura y mantiene el legado intelectual del antiposi-
intencionalidad, interpretación y comprensión 87. E llo queda refleja- tivismo neokantiano )' neohegeliano de las últimas décadas del
do en su mismo nombre «hermenéurica>l que significa arte de pasado siglo y primeras del presente.
la interpretación 88. Los pro blemas que interesan a los filósofos «Com prensión», eo el lenguaje de la filosofía hermenéutica,
hermenéuticos so n en buena medida Jos problemas que también debería distinguirse de empatía o Einfiih/11ng. Se trata de una catego-
aparecen por doquier en la filosofía de Wittgenstein, especialmente ría antes semántica que psicológica. (Cfr. pág. 6.) Algunas versiones
en sus últimas fases de desarro1Jo89, No sería sorprendente que viejas y trasnochadas de la metodología de la empatía pueden
esta afinidad, una vez reconocida claramente, condujera a Ull impac- ser acreedoras a la imputación, tan frecuente emre filósofos positi-
to de Wittgenstein en la filosofía continental europea comparable vistas, de que La comprensión es únicamente un recurso heurístico,
en g rado, si no en carácter, a la influencia por él ejercida sobre útil para dar con una explicación pero que no llega a formar
parre constitutiva de la naturaleza conceptual del modelo de explica-
ss Cfr. Yoltoo 1966, p. 16.
ción en sí mismo 91 , Pero no es esta una objeción adecuada a
86 La fuente capital es Gadamer 1960. Tal vez cabría dísdoguir, coo las
debidas precauciones, entre los filósofos hermenéuticos de orientación dilfli<tira La metodología de la comprensión como tal.
y los de orientación º"olítira. El término «filosofía hermenéutica>> puede represen- Como se advirtió antes (sec. 4), no es fácil determinar Ja posición
tar entonces una denominación gené rica de ombas tendencias. Serfa útil al de Hegel y de Marx respecto de las filosofías de Ja ciencia positivista
objeto de introducir uoa línea divisoria m ás aguda de lo que hasta ahora y antipositivista del siglo x1x. Algo parecido ocurre con el marxis-
se ha juzgado oportuno entre la filosofía analítica que prnviene del últim o
Wittgenstein y la filosofia analltica prop ia de la corriente posirivista o empirista
mo en su calidad de corriente principal del pensamiento moderno.
lógica. TaJ reagrupación haría con el tiempo probablemente más justicia a Después de la Revolución rusa la filosofía marxista se vio inmersa
la morfologia de las tendencias dd pensamiento contemporáneo que el situar la en luchas intescinas por cuestiones de ortodoxia y asumió gradual-
filosofía de Wittgenstein bajo el marb&e de «analJtica» y el considerar a la filo- mente una apariencia monolítica y rígida. Pero está alcanzando
sofia hermenéutica com.nental una variante básicamente de la fenomenología. obviamente de nuevo reUeve intelectual. Parece, de otra parte,
87 Sobre el lugar del lenguaje en la filosofía hermenéutica, véase la co lección
de artículos Gadamer (cd.) 1967. Tombién habrla lugar aquí paro mencionar
que es posible discernir en ella dos tendencias im portantes 92.
el reciente interés por el planteamiento del lenguaje latente en el pensamiento
de Hegel. Veanse Lauener 1962, Simon 1966 y Derbolaw 1970. 90 Cfr. 1\pcl 1965/1967, 1968, y Radnitzky 1968, vol. 11.
88 Originariamente, el •rte de interpretar documentos escritos. Sobre la 91 Radnirzky 1968, vol. 11. pp. 106 y ss. Sobre la critica de ia Vtrsleht11
historia tamo del término como del movimiento hermenéutico, véase Apcl Y ~e la metodología hermenéutica a la luz de la filosofía analítica y del positivis-
1966, Dilrhey 1900, Gadamer 1960 y Wacb 1926/1933. mo cfr. Neurarh 1931, p. 56; Hempel 1942, sec. 6; Hempel-Oppenheim 1948,
89 Sobre esta afinidad véase Apel 1966. Acerca de la relación que media P· 1, sec. 4; Hempel 1965, sec. 10.3; Abe! 1948; Martin 1969.
antre la filosofia analítica )" la filosofía hermenéutica co general, vé2nse Apcl 2
9 La distinción entre una y otra tendencia parece haber sido advertida
1965/ 1967, Habermas 1967 y Gadamer 1969. en principio por Krajcwski 1963. Véase también Kusy 1970.
54 Georg Hcnrik von Wnght E,;p)icacion y comprensión SS

Una de ellas consiste principalmente en una filosofía de la Marx y Hegel ioo. Su filosofía de la ciencia re.~ulca en ocasiones
ciencia forjada en el espíriru del materialismo dialéctico. Reciente- una defensa de las ciencias del hombre contra las pretensiones
mente ha cobrado nuevos ímpetus de la cibernética v de la teoría rnonist:is de un pensamiento moldeado por el impacto del progreso
de sistemas, así como de las aplicaciones del instrume~tal matemáti- de La ciencia natural y de la tecnología.
co en general a fenómenos vitales y a las ciencias de la conducta 93.
No es extraño que la «causalización de la teleología» ruviera fuerte He procurado relacionar algunos desarrollos de la filosofía
resonancia entre los macerialistas marxistas 94. Pese a provenir de del método científico con dos grandes tradiciones en la historia
tradiciones diferentes, esta corriente marxista es afín a la rama de las ideas. Hemos visto cómo en los últimos cien años la filoso-
de la filosofía de la ciencia que en el Oeste ha venido a ser fía de la ciencia se ha adherido sucesivamente a una u otra de esas
la heredera espiritual del positivismo lógico y del movimiento dos posiciones básicamente: opuestas. Después de Hegel, advino
por la unificación de la ciencia 95. Se trata de un marxismo calificado el positivismo; luego de la reacción antipositivista y en parte
a veces de «positivista», aun cuando es mucho más frecuente neohegeliana en torno al cambio de siglo, vino el neopositivismo;
el calificativo de «cientifista>l96. ahora el péndulo tiende de nuevo hacia la temática aristotélica
La segunda tendencia c.xistente en el seno del marxismo contem- que Hegel reanimó.
poráneo es la antropología filosófica que también se autodenomina Seria ciertamente ilusorio creer que La ,-erdad reside inequívoca-
humanismo socialista 97 . Sus fuentes de inspiración son en parte mente en una de estas dos posiciones opuestas. Al decir esto
los escritos del joven Marx, pero tal vez acude con mayor frecuencia no est0y pensando en la trivialidad de que ambas posruras son
aún a la filosofía de Hegel 98. Su dialéctica parece más próxima parcialmente verdaderas y cabe llegar a un compromiso en algunos
a la de la filosofía hermenéutica que al «macerialism0>> del marxismo puntos. Puede que así sea. Pero también existe una confrontación de
ortodoxo 09. Su antropología y su filosofía humanista, social y base, al margen de la pos1b11idad canto de reconciliación como
política, guardan afinidades con el existencialismo, en especial con de refutación - incluso, en cierto modo, al margen de la verdad
la ú ltima filosofía de Sartre que, a su vez, se ha oriemado hacia Se funda en la elección de conceptos primitivos, básicos para
la argumentación en su conjunto. Podría calificarse es:a elección
93 Klaus 1961 y Kirschenmann 1969 son fuentes para el estudio del impacto de «existenciahl. Consiste en la opción por un punto de vista
de la cibernética sobre el materialismo dialécuco marxma. no susceptible de ulterior fundamento.
N CTr. Klaus 1961, pp. 290-324; l.ang~ 1962. 1
0 falta, sin embargo, diálogo entre ambas posiciones y aun
9S Cfr. Krajcwski 1963 v Skolimow<ki 1965. una especie de progreso. El dominio temporal de una de las
te Slulomowski 1%5, p. 245.
dos tendencias es por regla general el resultado del cam no abierto
in El nombre puccc haber sido sugerido. por ,.C7 primera, por Adam Schaff
en Schaff 1961. Los phntcamienros agrupado; bajo este rótulo consrituyeo un a continuación de un período durante el que la tendencia opuesta
buen baubucrillo, siendo unos mis «Ortodoxos» y otros a su vez más ueVJslonis- se ha \"Ísto criticada. Lo que surge a resultas de este paso adelante
tnS». Véase la colección de ensayos Fromm {tel.) 1965. Así mismo Markovié 1969: nunca se limita simplemente a la reposición de algo que había
•El marxi<rno es hoy, en realidad, un rocimo de orientaciones y rendencias opucs estado antes ahí, sino c¡ue lleva además la impronta de las ideas
<OS» (p. 608}.
98 Las obras de Lukács sobre el joven l legcl y sobre d joven Ma:x (Luk:íc>
a través de cuya crítica ha surgido. El proceso ilustra lo c¡ue
948 y 1955} han revestido considero ble impomncia para la reorientación hegelinna Hegel ha descrito con los términos tmfgehobm y a11Jbe111flr/, cuya
ele la filosofía marxista. Lukács 1948 polemiza \•iolcnrameme con Ja obra de Dilt- mejor equivalencia inglesa tal vez sea «Superseded» y «retamed».
hey de 1905 en torno al joven Hegel, que fue crucial para el primer despertar del La posición que está en vfo< ne <er reemph.,ana (rnperseded) derro-
interé< por l legel en este siglo.
911 cha por lo común sus energías polémicas combatiendo caractcrisu-
1..o escuela de Frwkfurt ( Horkhdm'l:r, Adorno. Fromm, Marcusc, Haber-
mas) ocup•. puede decirse, urui pos1c1óo situada en la rntcrscccióo de la filosofi>
hcrmenéucic.a y del mar'\:ismo buman1~t2. loo Sattre 1960. A propósito de Sartre y el marxismo vcisc Oc<an 1965.

.....
56 Georg Hencik ~·on \'(l right
Capítulo 2
cas ya trasnochadas de la tendencia opuesta y tiende a ver en
CAUSALIDAD Y EXPLJCACJON CAUSAL
lo asimilado (retai11ed) por la alternativa emergente una sombra
deformada de ella misma. Esto es Jo que ocurre cuando, por
ejemplo, los filósofos positivistas de nuestros días fundan sus
objeciones a la Verslehen en argumentos quizás válidos contra
Dilthey o Collingwood, o cuando toman equivocadamente la filoso-
fía de la psicología de Wittgenstein por no otra cosa que una
forma más de conductismo.

1. Los filósofos tienen por costumbre hace ya basrante tiempo


distinguir entre la relación de causa y efecto, po r un lado, y
la relación de fundamento y consecuencia, por el otro. La primera
es una relación fáctica y empírica, la segunda es una relación
conceptual y lógica. Antes de que la distinción llegara a hacerse
habitual, resultó 2 menudo ignorada o difuminada -especialmente
por parre de los pensadores racionalistas del siglo xvm- . Cuando
llegó a establecerse con mayor claridad, gracias a Humel en no
escasa medida, dio origen a nuevos problemas. Acaso todas las
relaciones causales sean fácticas. Pero es muy cierto que no todas
las relaciones fácticas son causales. Emonces, ¿cuáles son los demás
rasgos distintivos de las relaciones causales --a parte de su condi-
ción empírica-? Según Hume la relación entre causa y efecto
es una secuencia regular en el tiempo de (casos de) fenómenos
genéricos. El que la regularidad se mantenga en vigor en el futuro
es una generalización inductiva, sobre Ja base de experiencias pasa-
rlas 2.
L Véase Hume 1739, l. l, P. iii, sec. 1 y sec. 14, y en particular Hume 748, sec.
iv, P. 1.
2H ume1739, l. I, P. iii,sec. l4 ; Hume 1748,scc. iv, P.2,y scc.vii, P.2.
SS Ex¡>Liacaón > comprcns:ón 59
Georg HC:!lrik \·on Wri~ht

.Desde Hume, el problema de la causación ha sido familiar y, p<>r lo tamo, pretenden una formulación indebidamente simplifi-
una .especie de niño mimado, en epistemología y en filosofía d~ cada» 7·
b. <"lencia. Much os .han sido los esfuerzos dirigidos a moscra1 Se puede convenir con Russell en que «el principio de causali-
bien que el planteamiento humano de la relación causal es erróneo dad», con todo lo que representa, carece propiamente de lugar
o bien que, aceprando ese planteamiento, el problema de Ja induc: en la ciencia y no constituye sino una construcción típicamente
ción que deja abierto - también conocido a veces por «el problema filosófica. Más discutible es la denuncia por parte de Russell de
de Hume»- puede resolverse satisfactoriamente3. No han sido la noción misma de causa. Sus palabras parecen sugerir que esta
afortunados, por regla general, estos esfuerzos y se ha tildado noción es un antepasado precientifico del concepto científico de
al estado insatisfactorio de la cuestión de la inducción de «escándalo función.
de la filosofía» 4. Se ha alegado, contra Russell, que, aun si Jos términos «causa»
Esta desazón es probabl~m~nte 11110 de los motivos de que y «efecto» así como otros elementos de la ter111inología causal no
no falt~n filósofos que hayan insistido en que la idea de la relación desempeñan un papel importante en el lenguaje de las ciencias
c.ausal ¡uega sólo un papel insignificante en Ja ciencia y con el teóricas avanzadas, las ideas causales y el pensamiento causal no
tiempo puede ser expulsada para siempre del conocimiento científi- se hallan en cambio tan fuera de lugar como pudiera sugerir
co5. No ~ menester ~ntonces que la filosofía de la ciencia cargue el desplazamiento cerminológico, e.g. de hablar de relaciones «Causa-
con las dificultades filosóficas de la causación. Bertrand Russell les» a hablac de relaciones «funcionales». Como observa Emesc
expu~o ~ta opinión con toda energía en su famoso ensayo «Ón :;:..:agel, la noción de causa «no sólo aparece en el lenguaje ordinario
t~e 1'ot1on of Cause». Con su ingenio característico, Russell escri- y en las investigaciones relativas a asuntos humanos llevadas a
bió: «Todos los filósofos, de cualquier escuela, imaginan que Ja cabo por economistas, psicólogos sociales e historiadores, también
causalidad es uno de los axiomas o postulados fundamentales de impregna los informes que los cient!ficos naturales rinden de sus
la ciencia, pero, curiosamente, en las ciencias avanzadas como la experiencias en el laboratorio, no menos que las interpretaciones
astronomía gravitatoria, la palabra 'causa' brilla por su ausencia ... propuestas por muchos físicÓs teóricos de su formalismo matemáti-
Creo qu~ la ley de causali?ad.' como mucho de Jo que se acepta coȻ.
entre filosofes, es una rcl1qu1a del pasado que sobrevin, como Un destacado filósofo de la ciencia contemporáneo, Patrick
ocurre con la mona·quía, tan sólo porque se supone erróneamen- Suppes, llega aún más lejos y dice: «Al contrario de cuando Russell
te que n~ hace daño&.» Y continúa: «Sin duda, la razón por la escribió ese ensayo los términos 'causalidad' y 'causa' son usados
'ª.
~ue v1e1a 'ley d~ causalidad' ha continuado durante tanto tiempo de ordinario y en general por los físicos en su invescigacióa más
avanzada» 9.
1nvad1endo los libros de los filósofos consiste simplemente en
que la idea de funci6n no es familiar para Ja mayoría de ellos Esto último, sin embargo, puede ser una exageración. Al procurar
decerminar la imporcancia de·la causalidad para la ciencia es pruden-
3 Para una panodm1ea de los esfuerzos por resolver •el problema de Hume• te recordar que la palabra «causa» y los términos causales en
v6"e von Wrigh1 194111957. general se emplean con una multitud de significados. No sólo
1
!.a expresión e~ de C. D. Broad en Broad 1926.
median «Causas>> en asuntos humanos muy diferentes de las «causas»
F.s10 han mantenido filósofos de posru~s generales r2n diversas como
5

¡omte (cfr. c. 1, scc. 2) y ~llmg~ood. Comte 1844. P. 1, scc. 3: «La revolución


de acontecimientos naturales, sino que aun dentro de las ciencias
undamcotal qu7 caractcnia el vigor de nuestra 1ntcligcnc1a consiste oscncial- naturales campoco es la causalidad una cacegoda homogénea. La
menre en susmutr por doquier la macccs1ble determinación de causos propiamen-
rc .dichas po r la mera 1nvcs11gac1ón de ll!J"'• es decir, de relaciones constantes 1
existentes entre los fenómenos observados.» Comtc 1851, lntroduction. Colling· lb ' p . 184.
wood 1940. p. 327. Cfr. cnmbién Donagan 1962, p. 145. 8 Nngcl 1965, p. 12.
6 9 Suppc< 1970, p. 5.
Russell 19 1211913, p. 171.
60 Georg Hcnrik von Wright F:<phcRción ~' comprensión 61

noció.n de causa qu~ voy a discutir en este capítulo se halla ligada Como ya hemos visto (c. 1, scc. 8), la noci ón de ley involucrada
esencialmente a la idea de acción y por consiguiente, en calidad en el modelo de explicación por subsunción resulta en sí misma
de noción científica, a la idea de experimente. Figura de modo problemática._ El plan'.eam iento reciente de estas cuestiones_ ~a
relevante, pienso, en «los info rmes que los científicos naturales puesto de relle ve las ideas de necesidad natural y de conexron
rinden de sus experiencias de laborat0rio>>. De lo que estoy menos nómica. Estas ideas se encuentran a su vez íntimamente asociadas
seguro es de si se encuemra involucrada «en las interpretaciones a fas ideas de causa y de efecto, al punto de que sería conveniente
propuesras por muchos físicos teóricos de su formalismo matemáti- agrupar rodas ellas bajo el epígrafe general de la causalidad. La
co». insistencia en que el modelo de cobertura legal t iene fuerza explicati-
La razón de que aun así quiera dar una prioridad básica a va sólo cuando las leyes por él supuestas expresan conexiones
esta noción de causa vinculada a la acción o al experimento con- nómicas (no lógicas) equivaldría al reconocimiento de que la expli-
siste en que, además de ocupar un lugar importante en las ciencias cación conforme al modelo de cobertura legal y la explicación cau-
experii;nencales ~atural es, parece representar, en g~~n medida, un sal son, en sustancia, la misma cosa. Y esto convertiría inmediata-
protonpo de la idea de causa presente en los deo.ates filosóficos mente la problemática asociada al modelo hempeliano de explica-
sobre causación universal, determinismo vers11s liberrad, interacción ción en una modalidad moderna del problema de Ja causación12,
de cuerpo y mente, etc. Simpatizo, no obstante, con quienes han
advertid_~ a la manera de Russell o de Norman Campbell JO que 2. Russell sugería que el lugar de la noción de causa en la filosofía
esta noc1on de causa no es tan relevante en los cuerpos teóricos de la ciencia fuera ocupado por la noción de función. Existe
avanzados «como ia astronomía gravitatoria» y piensan que, en orra noción, aparre de la de función, con parecidos títulos para
su caso, el planteamiento de diversas relaciones funcionales puede ello. Se crata del concepto de condición. La discusión en torno
reemplnzar con ventaja al planteamienco causal. Pi::ru, esté o no a la causa y al efecto a gue voy a proceder aqui djscurrirá en
justificada esta actitud, queda en p ie el hecho de que el pensam iento términos de relación cond icional y 110 de relación funcional.
causal, como tal, no ha sido descerrado de la ciencia -y de que, Suele distinguirse entre condiciones necesarias y suficientes.
en consec uencia, Jos p roblemas fi losóficos en torno a la causalidad También cabe definic o eros conceptos pertinentes: condiciones
condnúan si~ndo c?ncrales en la filosofía de la ciencia-. Su impor- contribuyentes, requis itos sustituibles, etc. Sin embargo, para los
tancia se de¡a sentir de manera especialmente aguda en la teoría presentes propósitos no serán necesarios estos conceptos «meno-
de la explicación científica. res» 13.
El modelo de cobertura legal fue proyectado en su origen IZ Es útil advertir en este coocext? una distinción entre la explicación de J,,_
como una generalización de las ideas asociadas a la explicación rho1, como In ocurrencia de un aconrecinliento. y la «expHcación», si así conveni·
causal 11 . Muchos tuviero n la impresión de que los problemas mos en llamarla, de lqes (científicas). En este libro únicamente me estoy o cup• n-
esp~cificos sobre fa causación habían dejado de ser perentorios do del primer tipo de explicación. Según una opinión común, por más que discu-
cible, la explicación de leyes consiste en su derivación de, o en Ja constatación de
debido a esta ampliación del horizonte conceptual - justamente resultar casos especiales de, lcyc.s niás generales. Se trata de una explicación no-
como Russell había considerado que la causalidad había perdido mológico-deducciva de tipo subsumivo. Cfr. Mili 1843, 1, IIJ, c. Xlll, y Braith-
interés filosófico debido a su posible subsunción baj_o la categoría waite 1953, c. XI. «Una ley o uniformidad narural se considera explicada cuando
más amplia de relación funcional- . Pero esto es un error. se indica otra ley o leyes, de las que la ley en cuestió n no es sino un caso y de
las que podría deducirse» (Mili). «Explicar una ley es mostrar un conjunto dado
10 Russell 19 12/ 1913 y Campbdl 1921. pp. 49-57. de hipótesis de las q ue se sigue la ley» ( Br1lithwaite). No se trata, sin embargo,
~fr. Popper 1935. scc. 12. Hempc.1 1965, sec. 2.3, •~ ocupa con dccalle de
11 de un~ ''cxpl ic~ción causal» -~ I menos no lo es¡ en cu:alquie! acepción ~t-n!\~r~ rlP
la rclac16~ ex1scente.encre la explicación causal y la explicación subsuntiva de tipo escc termino-. No tendría más scmido decir que una ley «causa» la validez de
noniológ1co-deducuva. Segun Hempel, lodo explicación causal es nomológicn- .º"ªley que decir que la verdad de 2• > n «causa» el que 23 es mayor que 3.
deducuva. pero no toda explicación nomológico-deductiva es causal. l3 t\ propósito de Ja distinción entre los diversos conceptos condicionales
ó2 Georg Hcnrik von \Vright ·-ción )' comprensión 63
r,splJ••

La proposición de que el fenómeno genéricol4 (estado de cosas, De estas «asirnetrias>i de los conceptos condicionales puede
acontecimiento) pes una condición suficiente de q puede explicarse, carse un interesante partido en lógica inductiva15.
a los efectos de una primera aproximación, como sigue: siempre sa En términos de condiciones cabe distinguir diversos fact0res
que ocurra p, ocurrirá así mismo q; la presencia (ocurrencia) de causales que resultan de difícil, o aun imposible, identificación
p basta para asegurar la presencia (ocurrencia) de q. El que p cuando se habla vagamente de «causa» y «efecto» 16, Los conceptos
sea una condición necesaria de q significa que toda vez que ocurra relativos a condiciones también contribuyen a esclarecer las ideas
q, ha de ocurrir así mismo p, i.e. la presencia (ocurrencia) de q de tos filósofos sobre Determinismo (universal) y sobre la Ley de
exige o supone la presencia (ocurrencia) de p. Causalidad (universal). Por ello encuentro sorprendente el que
Si es posible «rnanipulani p, i.e. producirlo o impedirlo «a Ja teoría de Jos conceptos condicionales y de sus aplicaciones
voluntad» («expe rimentalmente»), entonces también podemos, me- haya sido relativamente poco estudiada y desarrollada. Rara vez
diante la producción de p, provocar cualquier cosa de la que se Ja menciona en los manuales de lógica. Con todo me parece
sea condición suficiente y, mediante la remoción o an ulación de sumamente apropiada como propedéutica para la lógica y la meto-
p, podemos asegurarnos de que todo aquello cuya condición necesa- dología de la ciencia.
ria sea p no tendrá lugar.
Un fenómeno puede resultar condición necesaria y suficiente La utilidad de los conceptos condicionales no es óbice para
de algún otro fenómen o. Un fenómeno puede contar con varias el hecho de que también ocasionen problemas. Puede decirse que
condiciones suficientes o con varias condiciones necesarias. Tam- los problemas en cuestión se refieren al «lugar» de tales conceptos
bién una condición puede ser compleja, i.e. un compuesto veritati- en la lógica. Dos son aquí los principales puntos de vista en
vo-funcional de cienos fenómenos genéricos. Por lo que se refiere liza. Uno si túa los conceptos condicionales en la teoría de la
a la complejidad y variedad de condiciones, deben advenirse las cuancifícaciúu. Eu un lenguaje lógico que empleara nombres de
siguientes asimetrías entre los diversos tipos de condición. individuos y predicados, la implicación universal (x) (Px ~Qx)
Una condición compleja suficiente es una conj1111ció11 de fenóme- vendría a ser la «forma canó nica» («groundform») de las relaciones
nos. Tal vez p no sea suficiente por si misma para garantizar condicionales. En un lenguaje más elemental que se sirviera única-
que r ocurra, ni po r sí misma baste q. Pero si p y q tienen mente de vaciables proposicionales, las relaciones condicionales
lugar conjuntamente, es seguro que ocurre r. Una condición com- podrán formularse, e.g., como enunciados pertenecientes a una
pleja necesaria es por su parre una div1111ción. Quizás p no exija lógica tempora l, siendo entonces su «forma canónica» esta: «cuan-
(i ncondicionalmente) la presencia de q, ni (incond icior.al mente) do quiera que p, entonces ']» o en símbolos A (p --+q).
La presencia de r; pero p puede exigir de todos modos que al
1.; El cro bajo pionero en este campo es Broad 1930. Para un tratamiento
menos uno de los dos, q, o r, se halle presente. más complcco von Wrighc 1951, c. IV. Una presentación sumaria se encllcntra
La condición suficiente disyuntiva puede «resolverse)) en una en von Wri¡;ht 1941 / 1957, c. IV, scc. 3.5, de Ja edición revisada.
pluralidad de condiciones suficientes. Si p o q es suficiente para 16 Grande ha sido b confusión en el planteamiento de la cwsalidad y
r, entonces p es por sí mis ma suficiente y también es de por en la kig1ca inductiva procedence del error d e mantener al margen las d istintas
sí suficiente q. La condici ón necesaria conjuntiva es susceptible relaciones condicionales. Así en Humt' 1748. sec. vii, P. 2. «causa» viene definida,
cas.i al mismo tiempo, en e] sentido de condici<)n suficiente: primero y a continua-
de una «resolucióm similar. Si p y q es necesaria para r, entonces ción en el de condición necesaria - evidentemente en Ja creencia de c¡uc ambos
p es necesaria por sí misma y también por sí misma lo es q. senudos son idénticos-. «Podemos definir una causa como 1111 objeto trf,uido
de otro y dt modo q1" todos los objetos semtj011ltt o/ priJ11tro sean .segJ1ido1 de objeto.<
} de los clcmenros de su k)gica. véa:;c: von \Vrighr 1951, t.:. 111. ~t:t.. 2 . SoU11::: """Janw al segundo. O en m ras palabas (sit), de modo que si el primer ohjelo
la relación emre conceptos condicionales e ideas causales véanse también Mackie no bt1 tenido l11gor, ti segnndo nm1ta /Jo existido.» Mili 1843 está sembrado de
1965, Marc-Wogau 1962. Scriven 1964 y Vanqu ickenborne 1969. ejemplo, de confusiones sim ilnres. Véase von Wright 1941/1957, c. IV, sec.
14 Para el significado de «genérico» véase más adelante, sec. 4. 5, y von Wright 1951, c. VJ. sec::. 4. pp. 158-163.
64 Georg Hcnnk von \'( righc ~phQ.CJÓn y compre-nsión 65

El pumo de vista según el cual los conceptos condicionales suelo, entonces la humedad. de suel~ es una co.ndic1ón iecesaria
resulran ideas c11ontificacionalu puede también denominarse perspec- de Ja Jluvia. Y, en modo s1mila.r•..s1 la pres~ncta de oxigeno e.n
tiva exlensional sobre los mismos. Llamaré intm.rional al punto º" el mc;dto ambiente es una cond 1c1on neces2na P""" la ex1stenc1a
vista alternativo. De acuerdo con él, los conceptos condicionales de formas superiores de vida orgá nica, la existencia de vida es
consisten esencialmente en ideas modales y la «forma canónica» na condición suficiente de la presencia de oxígeno. Por lo q ue
de una relación condicional no es otra que la de una implicación ~e refiere a unas relacio nes meramente condicionales, yo diría
estricta, !\" (p ~ '!) 11. que tales simetrías esrán en regla. Pero en cuanto tercia la causalidad
Quizás los conceptos cuantificacionales podrían considerarse nos parecen absurdas. Como indica el segundo ejemplo, :a incon-
en cierto modo como no problemáticos «filosóficamente)>. Por gruencia no reside en atribuir un papel causal a un factor que
lo tamo, una ve:sión extensional de las relaciones condicionalc..~ es «sólo» necesario pero no suficiente con vistas a algo. La incon-
debería verse libre de complicaciones filosóficas internas. Sus defi- gruencia procede del hecho de que nuestras explicaciones de ambos
ciencias ea mi opi nión son «externas». Residen en el hecho de tipos de condiciones escamotean una asimetría implfciramente reco-
que es discutible el que esta versión a lean ce a dar cuenta adtcf((1da- nocida enrre condicíonames o factores-c011sa, por un lado, y condi-
fllt11te de la conexión condicional. Algunos pueden pensar que cionados o faccores-e/ecto por el otro. Si p es un factor-causa
ello sólo es posible en términos modales. Pero los conceptos moda- respecto de q, y q, por consiguiente, un factor-efecto respecto
les se hallan, por su pa rre, notoriamente erizados de dific1,1ltades de p, no nos ponemos a pensar, o ni menos no lo hacemos normal-
de índole «filosófica». De manera que una versión imens1ooalista de mente, en q como factor-causa con relación a p o en p como
las relaciones condicionales habrá de pagar su adecuación externa faccor-efecro con relación a q. (Digo «facto res-causa» y no «causas»
al precio de sus complicaciones filosóficas internas. Estas complica- con el fin de evitar en este contexto una idendficación implícita
ciones son en buena medida las mismas gue asediaban a Ja idea enue «causa» y «condición suficiente».)
de una conexió n nómicf/ o «legaliforme» y se habían int roducido Me referiré a este problema como problema de la Asimetría
en la filosofía analítica a t ravés principalmente del problema de entre Causa y Efecto.
Jos condicionales contrafácticos. (Véase c. I, sec. 8) Se podría tratar de res olver el problema sugiriendo que la
El análisis de las ideas causales por medio de concepros condi asimetría en cusetión refleja simplemente la asimetría de unas rela-
cionales no elude ni resuelve los problemas filosóficos involucrados ciones temporales. La ocurrencia de un factor-causa, cabría argüir,
en la causalidad o en la idea de ter natural. Pero es un expediente debe preceder en el tiempo a la ocurrencia de un factor-efecto
útil para plantear estas cuestiones con una mayor claridad. correlativo. La relación de precedencia temporal es asimétrica.
Si una ocurrencia de p antecede a una ocurrencia de q en el
3. Cualquier intento de analizar la causalidad en términos de tiempo, entonces eJta ocurrencia de q no precede a ua ocurrencia
condiciones, se adopte una perspectiva extensional o una perspecti- de p. Aun si, naturalmente, bien puede acontecer que Otra ocurren-
va imeosional, tropieza con el problema siguiente: cia de q preceda en el tiempo a (esa misma u) otra ocurrencia
De nuestra explicación preliminar de las nociones de condición de p. Dado que p y q son fenómenos genéricos, su asimetría
suficieme y necesaria se sigue que p es una condición suficiente temporal, cuando se relacionan entre sí como la causa con el
de q si y sólo si q es una condición necesaria de p. De manera efecto, debe resultar asimetría de las ocurrencias individuales de .
que si la llm·ia es una condición suficiente de la humedad del los factores. (Véase más abajo, sec. 10.)
11 Obsérvese que el término •implicac1on csmc1.. es cmplc1do 2qu1 en
La cuestión de la relación rempor2l entre c2us2 y efecrn nrigino
.. un scnrido que nu no5 comprome1e con Ja consideración de que Ja necesidad buen número de problemas. Si Ja ca usa y el efecto son fenóme-
nos que duran cieno tiempo, hemos de advertir la posibilidad de
de lo implicación es u na necesidad IQ.~i'"· Una obrn pionera en el campo del
.1n:ilis1s modal, no c>tcns1onal. de la rclaci6n causn l es Burks 1951 que la causa pueda sobrevivir al efecto. La precedencia cemporal
Georg Henrik von \Vright . ¡·-ción y conlprcnsión 67
66 E•P 1• ·

de la causa consistiría entonces en el hecho de que la causa llega al 0 «estático»; procesos tales como la lluvia pueden romarse
a tener lugar antes que el efecto. Más espinosa en la cuestión asf mismo por «estados de cosas».
de si puede transcurrir un lapso de tiempo enrre la desaparición Bl que los estados sean genéricos viene a significar que pueden
de la causa y la aparición del efecto o si, más bien, causa y 1
ner Jugar o no en determinadas ocasiones - y, por lo ramo,
efecto deben resultar en alguna forma temporalmente contiguos. ~ertar a darse, o no hacerlo, reiteradamente- . Consideraré esencial
Un planteamiento alternativo al punto de vista de que la causa ª ue todos los estados que puedan entrar en conexión causal o
ha de preceder al efecto sería Ja propuesta de que el efecto no dn otra conexión nómica con cualquier otro estado sean genéri-
puede anteceder a la causa. Con lo que se admitiría la posibilidad cos en este semido. Por ocasión también cabe entender una locali-
de que una caus11 pudiera (comenzar a) ocurrir simultáneamente zación en el espacio y/o en el tiempo. Aquí atenderemos únicamen-
coa su efecto. La relación de simultaneidad es simétrica, no obstan- te a la dimensión temporal de las ocasiones 19.
te. De modo que si causa y efecto pueden ser simultáneas, nos Por último, el que los estados sean lógicameme independiences
vemos precisados bien a abandonar el supuesto de que Ja relación viene a significar que, en cada ocasión dada, es lógicatmnle posible
causal es sietnpre asimétrica, o bien a procurar fundar la asimetría que tengan luga r o no lo tengan en cualquier combinación. Si
en alguna otra cosa distinta del tiempo. el número de estados del conjunto es finit0 e igual a 11, el número
Cabe aún plantearse si el efecto no puede a veces ocurrir, de tales combinaciones posibles es 2". De cualesquiera de estas
o empezar a producirse, antes que la causa. La posibilidad de combinaciones se dirá que representa un estado total o mur.do posible.
una «Causación retroactiva» ha de tomarse en serio, como espero Ha venido a ser corriente la denomfoación de descripáón-de-estadll
llegar a poner de manifiesto más adelante. (state-descriptio11) para la conjunción (siendo el orden de los compo-
No voy a considerar aquí con detalle los problemas del tiempo nentes irrelevante) de los enunciados y/ o de sus negaciones que
y de la causaciónl8. El motivo principal es el de que, en mi describen los estados que constituyen los «átomos» o «elementos»
opinión, la asimetría de la relación causal, la distinción entre facto- de tal mundo posible.
res-causa y factores-efecto, no puede explicarse satisfactoriamen- Voy a llamar estado-ámbito (state-space) al conjunto de estados
te en términos de relaciones temporales sin más. La asimetría radica que esramos considerando. A lo largo de las consideraciones forma-
en otra parte. les que aquí hagamos se mantendrá el supuest0 de que los estados-
Afirmar esto no es, sin embargo, negar que el tiempo constituya ámbito son finitos.
un ingredie nte esencial en el aná lisis lógico de la causalidad.
Asumamos que el estad o total del mundo en una ocasión
dada puede ser compleramente descripto mediante la aserción,
4. Voy a presentar a co ntinuación el aparato lógico-formal presu-
para cada miembro dado de algún estado-ámbito, de si el miembro
puesto en la presente investigación. Es extremadamente simple. en cuestión tiene lugar o no lo tiene en la ocasión coosiderada.
Considérese un conjunto de estados genér.icos de cosas p¡,
Un mundo que satisface esta condición puede ser llamado mundo-
Pz, ... , lógicamente independientes. Ejemplos de tales estados de Trac/a/JIS. Es el tipo de mundo que Wittgenstein contemplaba
cosas podrían ser que luce el sol o que una puerta en panicular
en el Tracta/11s. Forma parce de una concepción más general sobre
está abierta. Basten como aclaración de la noción de estado de
la constitución del mundo. Podemos llamar atomismo lógico a esta
cusas. No es preciso para nuestros fines entender los estados como
concepción general.
18 Especial mente la cues tión d e si una causa puede acwar retroaccivamente «E l mundo», i.e. el mundo en el que realmente nos hallarnos,
hn sído muy debatida en Ja literatura reciente. Puede decirse que su popularidad
proced e de D urnmett 1954 y Flew 1954. E ne re Ja,. contribuciones más importantes 19 Sobre Ja noción de oca¡;ión y sobre la distinción entre enridades cuasi
se cncuenrran l:llack 1955, Chisholm 1960, Chisholm-R . Taylor 1960, Oummetl
1964, Chisho lm 1966. Para bibliograEla al respec10, véase Gale (ed.) 1968.
proposicionales genéricas e individuales, vblse vo n W right 1963 a, c. ll , scc. 4.
68 Georg Hcnnk vo11 Wtight f."'.' 1ie1c1ón r comprensión 69
r-'P

¿es un mundo- Trct/alus o un mundo de estructura lógico-atomista? Obtenemos una •lógica de este conector T cuando añadimos a los axiomas
Se trata de una pregunta metafísica, profunda y dificil, y no .:onozco de PL los cuarro axiomas siguienres:
la respuesta. (El hecho de que un mundo-Trarlatm sea «reducido», TI <.pvqTrvs) - (pTr) v (pTs) v (l/Tr) v (9Ts)
i.e. haya un buen número de cosas familiares e importantes que T2. (J>Tq) & (J>Tr) - (pTq&r)
queden fuera de sus limites, no es una objección decisiva a esta T3. p - (J>Tr¡v-q)
versión de lo que el 11111ndo es.) Pero, al margen de cómo podamos T4. • (p Tq& ·q)
responder a la pregunta metafísica, es innegable que en calidad v a las reglas de mfc1encia de PL añadimos una regla con vistas al intercambio
de modelo simplificado de un mundo, la concepción de Wittgenstein de expresiones cuya equivalencia sea demostrable (Regla de Exrcns1oaalidad).
en d Trarlallil es, a un tiempo, interesante por sí misma y útil S1 el número de los estados torales posibles del mundo (en una ocasión
dada) es 2•, d número de hs historias posibles del mundo en ,,, ocasiones
como instrumento polivalente en filosofía de la lógica y de la succs1v2S es 2mn. Conviene indicar que n mtde la «anchura. cid mundo y
ciencia. Aquí emplearé constantemente este modelo. Esto significa, que ,,, mide la longitud de su historia. Vamos a llamar T·laNlolo¡/t1 O •historia
en panicular, que los estados de cosas son los únicos <materiales t•utológ1c•» a la disyunción de las 2m• posibles h istorias difcrenrei. Nos revela
ontológicos de construcción» de los mundos que voy a estudiar. todas las formas posibles en que el mundo puede cambiar o mantener invariables
No me ocuparé de la estructura interna de estos materiales. Cosas, sus rasgos singu lores, según «va pasando el tiempo» desde una primera ocasión
hasta la NI ésima. sin limitor el curso re2l de los acomec:imicntos en modo
propiedades y relaciones son entidades ontológicas que caen fuera alguno. Por consiguiente, no informa nada tn abso/1110 sobre esta historia.
del marco lógico-formal de nuestras investigaciones. La noción de T-uutología nos proporciona un criterio de nrd1d l6gita para
d cálculo del concc1or T. Cabe mosrrar que son demostrables en el cálculo
La base de nuemo formalismo lógico es •clásica», la lógica proposicional aquellas )' <ólo aquellas fórmulas que rcsul12a T-tautologfas (o son cqu1valemes
(PL) bivalente. Supondré que esra parte de la lógica es familiar pu• el lector; • ellos). bto significo que la lógica de T es ,.,,,,;,,1ic1111uftlt ro,,,p/110. También
.;\1 cirl'$~ntación puede encontrarse e.n cualquu:r manual de: lógica elemental. es decidible; para cada fórmula dada podemos determinor si Cll o no una
Sobre esra base connruimos una lógica rempor•I (rudimenuria)20 como T-rautología (o una fórmula equivalente n ella).
sigue: Según debería ser obv io a partir de las explicaciones precedentes y de
Ailadimos al vocabulario de PL un nuevo s!mbolo T. Es un conector la estrucrum del formalismo (axioma T2 en particular), nuestra ló¡iica temporal
binario. La expresión «pTqo puede leerse: «(nhora) tiene lugar d estado p traca al ttempo como un medio diurelo, como un flujo lineal de ocasiones
J a eonlilt11arión, esto es en la ocasión inmediatamente siguiente. cienc Jugar sucesiva< (momentos, puntos remporalcs). Cabe preguntar una vez más, como
el estado q.» Las expresiones a izquierda y derecha de T tambicn pueden c~ndo asumimos el atomismo lógico, si el tiempo tiene «en realidad• una
ser compcsicioncs de "ariablcs y de conecrorcs vernativos. Especial inrer& estructura discreta. ¿No hemos de pensar que el tiempo es por lo menos «denso•,
1.1. tal que entre dos momentos temporales cualesquiera siempre cabe un rcrccro?
rcvisre cl ctso en q•c resuhan descripciones de estado. La expresión complet•
dice entonces que e mundo se encuc:ntra ahora en un particular csrado total ¿O debcr!amos considerarlo un conrinuo? No es preciso que nos dcrc:ngamos
y, a continuación, en un particular esrado rorol, el mismo u otro di•tinto a discum aqul estas cuesttones.
según sea el caso. A título de modelo simplificado de la sucesión temporal de estados del mundo,
Las e~presiones a izquierda y derecha de T rambicn pueden contener por la lógica del conector T es suficiente para los presentes propósitos.
su parte el símbolo T. De csra manera podemos construir cadenas de la forma Adviértase de paso que p or «S implicidad» del modelo entiendo el carácter
-T(-T(- T ... )) ... que describen estados que tienen lugar en el mundo sucesiva- lógico elemental de su cobertura conceptual. Cuando se formulan. en la ciencia.
mente, i.t. en diversu ocasiones durante un periodo finito de tiempo. Es espe· las rdacionc< causales como dependencias funcionales entre variables y cuan-
ctalmente relevante el caso en el que las expresiones que ocupan los lugares mar- do las funciones se manejan por medio de cálculos matemáticos, puede resultar
cados por«-• resultan descnpciones de es12dos. Se llamará a una cadena de esta mucho más simple el tratam1enro del uempo como un continuo que su plantea-
!ndole (fragmento de) una hiJ1orit1 del mundo. El término •historia• presenta una llllenro como una progresión discreta paso a paso. La considención de las
provechosa ambigilcdad; puede significar tanto la sucesión de estados rotales del leyes de l• naturaleza en los t~rmmos ideales de un 51srema de ecuaciones
mundo como la. descnpción (excepciones representauvas) de esta sucesión. diferenciales es aliada de la idea de la continuidad de espacio y tiempo. Sin
embargo, desde un punto de v"r• lng1co esta es una concepc10r sumamente
sofls.ucada )' compleja, cuya relación con la •realidad» no es además fácil de
20 Para una presentación detallada de este sistema de lógica temporal o precisar. La tdea de continuidad puede tal vez tomarse por una •idealización>>
Lógica del cambio vease von Wright 1965; 1969. que suavi1• la áspera superficie de la realidad.
·o Georg Hcnrik ,.·on \X1right
f. ,phClClt\n y con1prcnuón 7t

Cabe aderezar el C\llcu lo del conector T con un cuantor temporal, e.g. d


tivas, inmediatamente siguientes a un estado dado, sean todas
concepto •Siempre que» («cuandoquiera que»). Simbolizando "simpre» por /\ ,
podemos dcfimr «nunca• mediante el símbolo compuesto f\ • y ..1guna vez» ellas diferentes. (De otro modo no dejaríamos de encontrarnos
mediante -11 •. Añadiendo f\ •¡I vocabulario del cálculo T. podemos traducu a veces con una proliferación completameme lnütil de círculos
a nuestro lengua¡e lógico asertos tale. como •Cuand~uic~a. que p sea el ~aso, en el d1agr:1ma.) Convendremos también en que la línea horizontal
sení a conunuac1ón el caso de que q.• La expresión simbólica cortespond1cnte de círculos, situada en la parte superior del diagrama c~-éase t.g.
es 11 (p- (pTq)). La ax1omiuca } la meta lógica (cucstion_es de completud'. decidi-
bilidad, etc.) de e'u lógica cuantificada del uempo discreto no ncces1tan ser
la figura I de la página 50), representa el curso real de la historta
discutidas aquf21, del mundo a lo largo de un trecho dado de ocasiones. Bajo esca
El ingrediente coiccptual que añadimos a concinuació~'. y por UláIDo, a ..superficie de realidad» se hallan los «fondos de posibilidades
nuestro formalismo <S un o¡x:ndor M. Representa la noc1on de posibilidad. alternarivas».
Podemos definir b imposibilidad mcdian1c ·Af y la necesidad mediante ·M-.
Este cuadro nos invita al estudio de la «libertad de mo,-imiento»
La ax1omáu;eac1ón de la lógica modal requerida debería ser al mt11'1 tan fuerte
como el sistema con~1ituido por PL. la regla de Exrcnsionalidad y los uiomas con que cuenta el mundo, o con la que podía haber contado,
s1gu1en1es: en cada erapa de su historia. Libertad que puede resultar mayor
0 menor en las diversas etapas. Cabe prescindir de todo esto,
MI. M(p•q) M¡,vMq en cuyo caso una progresión dada desde un círculo a otro situado
M2. p-Mp justo a su derecha carece de alternativas. O bien, la l:bertad del
M3. -M(p&· p)
mundo puede ser ilimitada. Entonces el mundo puede, en un
No nos ocuparemos aquí de demostrar teoremas sobre la base axiomática, solo paso, convertirse del mundo que venfa siendo en uno cualquie-
m siqu iera de in~cnrar c~prcsar los r~sultados de nuestra. arg~men~ación en ra de los 211 mundos susceptibles de composición con Jos mismos
el lengua je simbólico del calculo PL + 7 + 11 + M. La formalizac1on "'."s adecua- elementos. Si /11 significa el número de desarrollos alrernativn.<
da de Ja lógica de cond1c1onc> y de lo que propongo llamar análisis cau.al
es aün en gran parte uM cuestión nbicna que, espero, sed abordada y resuelta en una etapa dada de la historia del mundo, podemos emplear
a su debido ucmpo. Aquí nos comentamos con proporcionar a lo sumo los la fracción m-l como medida del grado de libertad de desarrollo
ingredientes de una solución. 2n.1
del mundo en esta etapa. Cuando 111 tiene el valor mínimo 1,
En vez de recurrir a desarrollos fo rmales dcmro del cálculo, este grado no es o tro que O. El desarrollo del mundo de esa
voy a emplear un método cuasi-formal de exposición e ilustración etapa a la sigu icnte, el curso de la historia en ese punto, resulta
por medio de figuras topológicas simples (árboles). Los círculos completamente deltrnriflado. Cuando nr tiene el valor máximo 2",
van a representar tsl11dos lo/a/es del mundo «compues:o» por 11 el grado de libertad es 1. El curso de Ja historia del mundo
estados «elementales». J.as progresiones de izquierda a derecha resulta ahora completamente indeterminado.
de los círculos conectados por lineas representarán hisJorias. Si Llamaré 1illt111n a un fragmento de la historia del mundo según
un círculo se halla conc:crado con dos o más círculos inmediatamen- queda descrita. Un sistema, en esre sentido, \'iene definido por un
te a su derecha, estos últimos representarán posibles estados totales estado-ámbito, un escado inicial, un número de etapas de desarro-
alcernacivos del mundo subsiguientes al estado representado por llo y un con¡unto de movimientos alternari,·os en cada etapa.
el primer círculo. l'n sistema dado puede ser ampliado. E sta ampliación puede
~ada indica el diagrama sobre la «escrucrura interna» de los llevarse a cabo de dos formas. Cna consiste en aumentar el número
estados totales (mundos posibles) en términos de sus n elementos. de sus etapas de desarrollo, sea retrocediendo a etapas anteriores
'Ni 5i<¡uie1a muc~cra si dos círculos representan estados totales ~ su primitivo estado final. La otra ampliación procede ?º' medio
distintos o el mismo. Convengamos en que las posibilidades alterna- d~ la inclusión de nuevos elementos en el estado-ámbito original.
Cna extensión del primer tipo se refleja, en el árbol topológico,
21 Un> prcscntac.ón m:is pormenorizad• en YOn Wri~ht 1968b en una prolongación y también posiblemente en una multiplicación
E_splic:tctón )' comprensión 73
72 Georg Hcnnk von Wnght

un excelente pumo de partida para una descripción de la acrividad


de sus ramas. El segundo tipo de ampliación afecta a la estructura
que propongo ll2m~r ~nólisis :auud. ·
dd árbol mediante una «escisión» posible de sus nudos (y la Considére.~e d siguiente d1agrama de un sisrema:
consiguien te multiplicación de sus ramas). Por ejemplo: Si p no
estuviera presente en un principio en el estado-ámb ito de la figura I,
siendo incluido posteriorm ente, el estado total b, pongamos por
caso, puede «bifurcarse» en dos, a saber b&p y b&-p. Pero el he-
cho de que se escinda así realmente depende de las posibilidades de
desarrollo dd sistema. Tal vez únicamente sea posible, después
de a, b&p y no b&- p. No habrá entonces escisión en b. Considera-
ciones similares se aplican a todos los demás círculos de Ja figura.
Este uso de «Sistema» no se deja identificar fácilmente con
cualquiera de los usos ordinarios o corrientes del término22. Pero
no es ciertamente ajeno a muchos de sus usos familiares.
Un ejemplo de sistema en el sentido propuesto sería la puesta
en práctica de una decisión y el cálculo de los posibles desarrollos
subsiguientes durante un período limitado de tiempo donde
podría ser que las alternativas reflejaran reacciones opcionales de Fig. 1
los agentes afectados por las consecuenc ias de la decisión 23__
Este sistema ha cubierto realmente cinco crapas, de a a el •
La activid:1d conorida por planijfradón es algo que normalmente .
Cons1~cremos su esta~? final e1. Queremos investigar las «Causas»
se aproxima a lo contemplad o en las presentes consideraciones
del ongen y composición de este estado final en particular. Nos
acerca de «sistemas» en nuestro sentido. Sería otro ejemplo la ob-
preguntamos, por ejemplo, si el paso del sistema a través de
servación, en una región físicamente aislada en el espacio, de una
d¡, en su cuarra etapa, fue una condición suficiente para acabar en
serie de alteraciones en, digamos, estados de temperatura, hume- el estado e1• La respuesta es obviament e negativa. Porque, después
dad, presión del aire, movimient o o composició n química de sus
de d¡, el_ estado final también pcdría haber sido e2 . (De nuestras
panes, etc. La experimentación científica uabaja a menudo con o convenciones de presentación se sigue que e1 y e2 resultan diferen-
en sistemas de esta índole; más adelante procuraremos describir tes estados totales del sistema. Véase arriba, pág. 48.)
en qué consiste el component e activo del «hacer experimentos».
Preguntamos a continuació n si el paso del sistema por d1 en
su cuarta etapa de desarrollo fue una condición necesaria para
5. La presentación de sistemas en forma de árboles topológicos
acab~r en el es cado e1. Para responder a esta cuestión hemos de
que son fragmentos de una historia (posible) del mundo brinda
constderar la ~omposición de todos los demás estados penúltimos
De acuerdo con una definición estándar, un sis1ema es un• clase de
22 posibles del sistema y la de los posibles estados finales subsiguien-
demcntos con un conjunto coordinado de relaciones. Véanse Hall y Fageo tes. S1 ~n estado final idéntico a e1 sólo tiene lugar después de un
1956, p. 81; Lange 1962; Bucklcy 1967 Este concepto de sisu:ma es mucho estado 1dént1co a d1 , entonces la respuesta a la pregunta es afirmati-
más amplto que d ccns1derado aquí. Nucstn noción de sistema es virtualmente va; en otro caso, negaciva.
la mismo que la n0<:1ón de Rcschcr de 111/tlltP de estados dis(f"tfor. Véase Rescher
1963. T1Hnbién dice relación n la noción c:ibcrnéti<:a de si$lt111t1 Ji1uimÍr(), Vhse .. No estaría de más advertir que el significado cabal de la cues-
Ashby 1952, c. ll, y i\shby 1956, c. 111, scc. I y 11. u.~n acerca de si d1 es una especie particular de condición con rela-
2 3 Son importantes aspectos de tales consideraciones la asociación de magnitu· ~ion al estado rmal e1 del sistema viene a ser el siguiente: ¿Se
des de probabilidad a los dcsacrollos alternativos en e11da punto y la asociación
de magn11ud de rPlor a los estados totales o mundos.
ª ~ caso de que el sistema en su cuarta etapa, hallándose en un
Georg Hcmii von Wnght
c.ión y compr~csi6o
E•p1l<2
estado gtnéritamtnlt idintico a d1 , i.t. con la misma composición . • (o bien, ée alguna característica de esLe estado final) entraña
que d1 en lo que se refiere a los elementos del escado-ámbito s1sccm
e no haya estado, en una etapa anterior, que 1o sea. p or e1emp
0
• · 1
o:
considerado. es una condición de tal especie para un estado genéri- q.ud no es una 1:u11Ji1..iú11 >uÍÍl..icme Je p en e1 pongamos c..¡ue
camente idéntico a e1 ? ~ebldo :i la ausencia de p en e1- entonces c1 tampoco puede
Las cuestiones a que responde el análisis causal pueden revestir
una buena variedad de formas. No voy a procurar aquí tratar a su vez serlo. . . . .
:-Jo es obligado que el anal1s1s causal proceda retrospcct1vamen~e
el tema de maner' exhaustiva o sistemática, sino que me limitaré reir de un estado dado del sistema. Puede así mismo d1scurnr
a comar en consideración unos pocos casos un tanto especiales. ªpros
Pªpeccivamente bacía el futuro. Asumiendo el para.lelismo entre
En lugar de investigar los antecedentes causales del es;ado final Ja irre,·ersibilidad del tíempo, por un lado, y la as1mcma · d
tomado en s11 ron¡ur.lo, podemos interesarnos por alguna característi- e. 1a
relación causal, por el otro, el análisis causal del primer upo
ca peculiar, i.e. por estados «elementales» como p o q. Supongamos onsiste esencialmente en ir reconstruyendo las causas de efectos
que p es miembro de una conjunción en e1. ¿Es d1, en la cuarta
etapa, una condición suficiente de la ocurrencia de p en el estado
~ados, mientras que el análisis de~ segundo ripo sigue la pista
a los efectos de causas dadas. También es frecuente lfarnar «Conse-
fina l? Si p tiene lugar en cada estado final posible del sistema
cuencias» a Jos estados subsiguiemcs a un estado dado que se
que procede de (d1 o de) un penúltimo estado idéntico a d1, relacionan con él causalmeme. (Véase c. III, sec. 2.)
la respuesta es afirmativa; en otro caso, negativa. El análisis causal prospectivo no será objetO aquí de considera-
Pasemos ahora a la cuestión de st dt fue una condición necesana
ción independiente.
de la ocurrencia ce p en el estado final. Si p únicamente ocurre Ocupémonos seguidamente de no más que un fragmento del
en aquellos estados finales posibles del sistema que provienen sistema representado en Ja Fig. I, pongamos por caso el fragmento
de un penúltimo estado idéntico a d 1, csLo es si p no se halla
que comicm:a con el estado c1• Supongamo~ que el estado p o~urre
presente en estado final alguno que proceda de un penúltimo en e1 pero no así j 1 o f2. (S~ ocurrencia. o no ocurrencia en
estado cuya composición sea diferente a la de d¡, entonces la e2 es irrelevante.) Dentro del smema reducido tomado aho ra en
respuesta es afirmativa; en otro caso, es negativa. consideración una condición necesaria para que tenga lugar p
Vamos a ampliir en un sentido retrospectivo esta investigación en el estado final es, pues, que el penúltimo estado sea idéntico
de las causas de un estado dado o de las características de un a d1. Pero no se sigue de ahí que esto mismo se3 cieno en
estado. Advertimos entonces algo que ha probado ser de capiral el caso del sistema más amplio. Si p es una caractensrica • • de 1
importancia para la naturaleza de la causalidad. posible estado final g y si el estado inmediatamente preceden-
El hecho de que un estado particular en una determinada
te es distinto de d1 (somos libres de imaginarlo), ento~ces la rel~­
etapa de la historia de un sistema 110 sea condición 1recesaria del ción condicional anterior no es preservada por el sistema mas
estado final del sistema (o bien de alguna característica de este
estado final) es compatible con la posibilidad de que no falte amplio. . .. .
Algo parecido ocurre con la relación de cond1c1on su~ctentc.
algún otro estado, en una ecapa anterior, que si lo sea. Por ejemplo: Si p tiene lugar en e1 y e2 , ent0nces, en el fragmento del s1st~r:1.ª•
Supongamos que d 1 en la cuarta etapa no es condición necesaria el estado penúltimo d1 es una condición suficiente de la apanc100
de la ocurrencia de p en e1, digamos que en ,·irtud de que p de p en el estado final. Pero, no siendo p una caractcrisuca de
también ocurre en j 1 . Pese a ello, c1 en la tercera etapa puede g y siendo el cotado inmediaramente precedente idéntico a d¡~
ser necesario para la aparición de p en e1 . Este sería efectivamente estn relación condicional deja de ser válida en el sistemn no f rngmen
el caso si p no ocurriera en 9. tado.
Por otra parte, el hecho de que un estado particular en una Se aprecia fácilmente que, si una relac ión c.ondicional r!ge e.n
.determinada etapa 110 sea condición siifiúmlt del estado final del ·un sistema, entonces también mantiene necesariamente su vigencia
76 Georg Henrik von Wright E"pLic¡dón y comprensión 77

en el sistema reducido a un fragmento propio, pero no ocurre dicha relación condicional no resulta a su vez condicionada por
a la inversa 24. desarrollo alguno en el interior del sistema. Cualquiera que sea
Supongamos, como antes, que en el sistema que comienza Ja alternanva «elegida» por el sistema en el curso de su desarrollo,
con c1 un penúltimo estado idéntico a d1 es condición necesaria Ja aparición de, pongamos, F en el estado m-ésimo queda relaciona-
de un estado final que contiene p, aun si esto no sea cierto a da de una manera específica con la aparición de, digamos, G
propósito del sistema más amplio que se inicia con a. Puesto en el estado n-ésimo. Con todo, la relación condicional en cuestión
que el sistema introducido por c1 es un fragmento del sistema es aún relativo al 1istema 27 .
introducido por a, cabe decir que la relación condicional en cuestión Son varios los sentidos en que puede decirse de un sistema,
es preservada por el sistema más amplio en el sentido relativo una vez instanciado, que se encuentra cerrado a influencias causales
siguiente 25: Si el sistema mayor evoluciona desde su estado inicial procedentes del exterior28. Uno de ellos consiste en que ningún
a a través de b hasta '1> es necesario que pase por d1 si ha de esrado (o característica de C$tado) en etapa alguna del sistema
desembocar en un estado que contenga p. El antecedente sienta tiene una condició11 ;eficiente 011tecede11te exterior al sistema. Dado
una condición suficiente para (la concurrencia de) una relación que la palabra «Causa» es de uso muy común para referirse a
necesaria expresada por el consecuente26. · algo que resulta condición suficiente de alguna otra cosa, pienso
Si una relación condicional es verdadera en un sistema tomado que esre sentido de clausura con respecto a influencias causales
en su conjunto, y no ya sólo en algún fragmento suyo, entonces es lo que con mucha frecuencia tenemos en mientes al hablar
de una cadena particular de estados sucesivos comó si formara
24 Uo sistema que resulta fragmento de otro sistema pasará a través de un «sistema cerrado». A partir de este momento, voy a emplear
un número menor de etapas. Una relación condicional enrre un estado en
la etapa 1n )' un esLaJo en Ja etapa 11 <lt:I sistt:Ola íntg1ne::uc<trio yue valga así en este sentido la expresión «sistema cerrado».
mismo para el ~istcrna completo es una relación entre un estado <n la etapa Esta noción de sistema cerrado puede relativizar.re de varias
111 + k y un estado en la etapa /1 + k del sistema tornl, donde k representa maneras. Una consistiría en considerar cerrado el sistema respecto
la diferencia en e) número respectivo de erapas exiscence entre los dos sistemas. de olg11110, aun si no necesariameoce de todo; sus estados, !.e. cuando
Análogamente, una relación condkional entre un estado en la etapa n1 y un
estado en la etapa n del sistema total es una relación entre el primer estado alguno de sus estados carece de condiciones antecedentes externas
en la ern.pa n1 - k y el segundo estado en la etapa n - k del sistema fragmentario. mientras que ocros en cambio sí pueden cenérlas.
Si n-k <!,entonces la relación condicional vigente en el sistema total carece
de corrrspondencia en el sis1erna fragmen1ario. (Es así debido a que el estado
cond icionante pertenece a un.1 etapa anterior al estado inicial del sistema fragmen- de las relaciones condicionales podría e.ntonces «descifrarse• a partir de la siguieo-
tario). te fórmula:
25 Esta< cuestiones referidas a relaciones condicionales ne¡ deben confundirse
con las cuestiones relativas a condiciones ~contingente$» o «relativas)) discuridas N(e1 - N(IT(tTp) - tTdi)),
en la sec. 5.
26 Esta referencia a un s istema de la~ relaciones condicionales requiere para donde t representa una tautologia cualquiera.
. su expresión simbólica en el dlculo PL + T + A+ M el uso de operadores 27 Cualquier sistema puede considerarse a su vez fragmento de sistemas
modales reiterodos (de «orden superiorn). Supongamos. por ejemplo, que la más amplios. Las refaciones condicionales vigentes eo el primero oo mantienen
ocurrencia de d1 en la c uarta etapa es una condición necesaria de la aparicion necesariamente esta vigencia en esos sistemas más comprensivos.
de p en t 1. Esto significa que el paso del sistema por r 1 en la tercera etapa 28 Para una definición general de cierre, véase Hall y Fagen 1956, p. 86.
es 111/i'titrtle para ascg:a...ra r I~ circunsn1ncia de que resulce nteesariq aJ sislema Es importante advertir que el cierre, conforme viene aqui definido, es una pro-
r~ ~., ,. por d 1 en Ja cuart~ etapa par~ !tlc2n:l2r- un estado final que contcng2 piedad de un si:aema en Nnt1 in.rl1uuiaci6n S"Jd JaJa, i.e. en vn~ oe2sión en qnt: ~C":On·
p. Aceptemos, en gracia a la argumentación, el supuesto simpl ificador de que tecc su estado inicial y el sistema cubre algunos de sus posibles cursos de desa-
una implicación estricca es una expresión simbólica sadsfactoria cid caso en rro llo en un número n de etapas sucesivas. Un mismo sistema, cerndo respecto
que el ancecedente es condición suficiente del consecuente, así como el consecucn .. de una serie de ocas iones dadas de instanciación, oo se halla (ocurre) necesaria-
1e es condición necesaria del antecedente. La referencia o relatividad antedicha mente cerr!ldo en otn serie de ocasiones.
Expftcr.ac:ión y comprcns .ón 79
78 G<org Hcnrik von WrlRht

al estado-ámbito original. Al ser incluido p en el esiado-ámbico


6. Convendría disúnguir el mrálisú causal de la explicación causal. r haber reajusta~o la descripción de los estados, obtenemos un
En el primer caso comamos con un sistema dado y tratamos diagrama como este de un (fragmento de un) sistema:
de descubrir en s;i seno relaciones condicionales. En el segundo
caso contamos con ocurrencias individuales de algún fenómeno c&p
b&p
genérico (acontecimiento, proceso, estado) y buscamos un sistema

~&(~l P
en el que. este fenómeno (genérico), el explanandun1, pueda llegar
a correlacionarse con ocro med iante una relación condicional.
Aún cabe seguir distinguiendo especies o tipos de explicación
causal a tenor de la índole de la re lación condicional involucrada Fig. m
y/o ~el lugar ocupado por la relación condicional en el conjunto En respuesta a nuestra pregunta de partida podemos ahora aducir
del sistema. Voy a tomar aquí en consideración sólo unos pocos que ha tenido lugar f, y no e', porque la ocurrencia de p en
casos prototípicos. )as circunstancias b es una condición suficiente para la ocurrencia
i. Sea un esudo total '· compuesto por algunos estados ele- del estado final ' (al margen de la ulterior suerte de p.
mentales PI, ..., Po. ¿Por qué ha tenido lugar (ha acontecido) Cuando una explicación es de este tipo, acostumbramos a decir
'? Una e.-.:plicación sería que ' ha ocu rrido después de otro estado que p es la «causa» de f. No obstante, bueno sería advertir que
coral b formado por los mismos estados elementales y que la la «causa» no es por necesidad en este caso una condición suficiente
ocurrencia de b es una condición suficiente para la ocurrencia o una condición necesaria del efecto. La «causa» es un factor
de c. Si esta explicación es satisfactoria, tenemos un sistema de que, al sumarse a una constelación dada de circunstancias, el estado
esrrurrura en extremo simple ; un estado inicial b seguido, sin total b, convic:rce c:>ta -.onstclación en una condición suficiente
alternativas, de un estado final c. de alguna otra causa. Tal vez cabría, adoptando una expresión
ii. Sea un estado mral c. ¿Por qué ha tenido luga r precisamente sugerida por Erncst Nagel, llamar a p «condición suficience contin-
este estado y no otro, e' por ejemplo, que consideramos no menos gente>). También se la podría calificar de condición «rel:uiva»29.
posible? La consideración de e' como posible alternativa a e debe
entenderse por relación a la posición de los estados en una historia. 21 Cfr. Kagci 1965, pp. 19 y ~s. El caso planiodo por NagcJ es de un
Ello significa, e11; términos estrictos, que, luego del estado total upo ligeramente. distinto del planteado por nosotros en el tex1 o. Nagd <e
b, cuya precedenc:a respecto de e es conocida, también era posible refiere a la «necesidad conungenie• de un factor. Los tipos de condici5n crelo1h•a•
e'. La represemac.ón ropológica del sistema es dt>cutidos en d te>.to, b•io los tnd1cadorcs 11 e iii, están rclac.on2dos con
lo que Mackie (1965, p. 245) ll2nu condición inm, i.t. un componente indispen<a-
ble de .una. ~ondiciór suficiente que no es a su vez condición necesaria. [Es12
denom1nac1on, s~gcrida por O. C. Stove, según reconoce el propio M2ckie,
"" una sigla dcsuruió a designar un elemento insuficiente (1) pero neccoano
(n)dc un complejo.condicional que cnsí mismo resulta innecesario(•·, 1mnmssary)
aun cuando sufic1en1c (s) para un determinado efecto. El ejemplo dp1co es
I~ contribución de un cortocircuito a la producción de un incendio. N. del
Fig. II 1.] Talltbién dicen relación • lo que Morc-Wogau (1962, pp. 226 y ss.) llama
<•un mo1ncnro en una condici(>n ni ínim~ .suficiente y al tnismo tiempo necesa ria
Para responder a la pregunta de por qué ha ocurrido e, debemos />Otl fac/11111•, así como a la carac1erización de las causas de acontcc1micmos
ampliar este siscema bien sea en su uiuic:usiún Lemporal, bien partic;ula11;::s dada pur Sc..ri\r~ll (19G4, i'· 406). Lo$ rrcs 11:utorcr. mcl'\Cionndo.1:>
sea con relación a su estado-ámbito. Comenzaremos considerando tra1an de establecer las cond1ct0nes que un factor ha de satisfacer para 'er
calificado de «causa», además de ser una «condición conungcnremcntc sufic1cnten
la segunda posibilidad. Averiguamos, por ejemplo, que con ocasión en el sentido explicitado en el texto. i\o es sep:uro que pueda darse una caractcma-
de producirse b se produjo también un estado p no penenecieme
80 Georg Henrik von Wright ll•phcoción y comprcMión 81

111. La bifurcación del estado b en el caso recién descrito permi- ib. Volvamos a la cuest1on planteada en ii. Decíamos que
te el descubnmiemo de una condición suficiente (relativa) del estado una posible respuesta consistía en una ampliación de la dimensión
final. También podría permitir el descubrimiento de una condición temporal del sistema fragmenta rio. Puede llevarse a cabo como
necesaria (relativa). Nos enconcramos, por ejemplo, con que sólo sigue: observamos que el estado subsiguiente al explanond11m es
cuando el estado b tiene lugar con la característica adicional p
es seguido del estado final c. De no haber sido por la ocurrencia b
de p en b, e M habría llegado a producirse. Esto no equivale ~:::::::::::: e
e'
a pronosticar que r ocurra siempre que p se añada a b. La represenca- F¡g. V
ción topológica correspondiente a este tipo de explicación causal
podría tener una disposición parecida a ésta: el estado d; pensamos que e es una condición nereuria de ese
estado. El estado d ha tenido lugar - pero de no haber sido
o b&p por e, d no se habría producid~; e fue necesario para que d
c&p fuera posible, se podría decir. No estamos interesados aquí en
explicar d. Suponemos justificada su ocurrencia. A la luz de este
é &p planteamiento el «propósito», valga la expresión, de e consistió
en hacer posible d; e, de hecho, t iene lugar «por» d. La figura
c' &p correspondiente a esta explicación sería, e.g. :

b e
c'&- p
Fig. IV

Si modificamos ligeramente este último diagrama, de modo


que el segundo circulo, comenza ndo por arriba, de la columna
situada más a la derec ha, represente el estado c&p, entonces la Fig. VI
ocurrencia de p en b es, en sentido relativo, tanto necesaria como
suficiente para c. Hemps logrado así detecta r en estado que precede Guarda cierto parecido con la figura 1V del caso iii. U na d iferencia
al explanand11m una característica cuya ausencia de este estado (per- importante reside en que el expla11and11m ocupa una posición relativa
maneciendo invariable en él cualquier otra circunstancia) impediría distinta en uno y otro esquema.
la realización del explanandum y cuya presencia en dicho estado Llamaré c11a1i-leleológica a una implicación del tipo iv.
(con el resto de las circunstancias) garantiza la realización del Explicaciones de los tipos i y ii responden a preguntas del
explonond11m. género de por q11i algo fue o llegó a producirse nuuorian1enlt;
las explicaciones de los tipos iii y iv muestran por su parte cómo
ción satisfactona en tirminos únicamente de las distintas relaciones condicionales. es que algo fue o resultó poiible. En explicaciones del género
Cabe tener que considerar también cuesuones de f11a11ip11/abilidad (conuol) de
los factores (véase más adelante, sec. 7.10) y cuestiones de índole epistimi<a.
¿Por q11i oc11rrió neruoriamenle? Son decisivas las condiciones suficien-
Se refieren estas últimas al orden en que llegamos a conocer 12 presencia tes; en explicaciones del género ¿Cómo es t¡11e f11e posible?, las condi-
de Í•ctorcs o en que los tenemos en cuenta eo la explicación. la rdevanci• ciones necesarias30.
ucl orden epistémico se ve reflejada en la opcrac10n de 11111plior fragmentos
iniciales de sistemas, bien <ea por inclusión de nuevos elementos en el estado-ám- 30 Creo que corresponde a Willam Oray el mérito de h•ber sido el_primero
bito o bien tomando en consideración un mayor número de cs12dos en los en resaltar Ja importancia de las explicaciones que responden a cucsnones del
cursos de desarrollo de los sistemas. • ~énero rómo fue po11blt esto a lo ouo. Explicaciones de este género son •no
82 E•puc:ición y comprensión 83

Pueden ucilizarse a efccros predictivos explicaciones de los dos Conociendo las condiciones necesarias de un fenómeno podemos,
primeros tipos. Cuando se cuenta con la condición suficie~te, mediante su supresión o simplemente al constatar su ausencia,
n la c:nndic:ión suficience relativa se ha encajado en su debido predeci1 '-luc el fenómeno en cucMión 110 ocun i1á.
contcxro, estamos en condiciones de predecir el efecto, i.t. la Las explicaciones con poder predictivo so n de primordial im-
aparición reiterada del explnnand11111 de nuestra explicación. portancia en las ciencias experimentales. Las explicacíones retrodic-
No cabe utilizar explicaciones de los dos últimos tipos para tivas resultan a su vez particularmente relevantes en las ciencias
predecir nuevas ocurrencias del explanand11111. (Por esca sola razón, que, al modo de la cosmogonía, la geología y la teoría de la
es un error pensar que una explicación causal o, en ge~eral, una evolución, indagan la historia (el desarrollo) de acontecimientos
explicación científica equivale necesariamente a un mecarusmo pre- r procesos naturales.
dictivo de los fenómenos explicados; aun cuando no se uate de ' Las explicaciones del tipo que he dado en llamar cuasi-teleológi-
un error infrecuentc.)31 Pueden, en cambio, servir para cometidos co no han sido relativamente objeto de mayor atención por parte
que cabría calificar justamente de retrodiuiones. De la reconocida de metodólogos y filósofos de la ciencia 32. se las ha venido confun-
ocurrencia de un fenómeno podemos inferir ret rospectivamente diendo con las explicaciones propiamente teleológicas y así su
que así mismo deben haber ocurrido en el pasado sus condiciones peculiar carácter ca11sal, esto es su dependencia de conexiones nómi-
necesarias antecedentes. Y mediante una «inspección del pasado» cas entre fenómenos, no ha sido reconocido durante mucho tiempo.
podemos dar con 'us huellas (en el presente). Este mecanisi:no Pienso que: las explicaciones cuasi-teleológicas en términos de con-
de contrastación o de: verificación no será objeto aquí de ulterior secuencias de los fenómenos a explicar juegan un gran papel en
análisis. Predicción y retrodicción son, de hecho, más dispares las ciencias biológicas33. Pueden considerarse características de
entre sí de lo que a veces se piensa. . esas ciencias en no menor medida en que las explicaciones causales
Indirectamente, sin embargo, también cabe esperar de explica- en términos de antecedentes son características de las ciencias
ciones del género ¿Có1110 u que /lle posible?, servicios prL>c:l1ctivos. de la naturaleza inorgánica. Las explicaciones func ionales en biolo-
menos» congruentes con la teoría de la s~bsunci.ón que los explicaciones que gía parecen ser normalmente del tipo que aquí llamo cuasi-teleológi-
responden a cuestione! del gfocro por que ocurrió esto o lo otro. (No todas co. La conducta de un organismo vivo o de una máquina que
ni mucho menos las rC$pUCStt>S a preguntas ¿Por q11; nut1ariamenld corr~po.nden sea explicada cuasi-teológicamente también puede ser calificada de
a la teoría de la subsunción. Cfr. más adelante c. IV.) Cuando exphcac1oncs
condHcla <Olf sentido proposiliva. Tiene sentido en cuanto que es
del género ¿Ci•o t1 '!"' /11t posiblt? casan con la teoría de la subsun~1~n, se
ajustan a un modelo de cobertura legal. Pero este modcl~ rª no es 1dent1co
al esquema hempebano en su forma_ original.. El reconoc1m1ento del estatuto
necesaria para el desempeño de funciones características de ciertos
sistemas. La cor:ducta y otros procesos que así tienen sentido,
lógico independiente de las cxphcac1oncs ¿Co1110 t i que .f11• .Pºs'.~le? ~o habría son de esca guisa propositivos ( p11rposef11/), deben distinguirse de la
de tomarse por uua critica a h teoría hempcliana de la exph_cac1on, sino c~mo conducta que tiene un propósito (is p11rp1ui11e) por su persecución
un complemento suyo importante. Aun así interesa adverur que los crlucos
intencional de fines . No son pocas las opiniones «vitalistas» en
de la propuesta de Dr.y s~ han mostrado propensos n considerar S•)Spechosas
los explicaciones ¿Cómo t1 qut J11t posiblt? y, en oo.<iones, han procurado f?rzarla~ filosofía de la bilogía que resultan a menudo convictas de confusión
a entrar en el molde de las explicaciones bempeli>nas. ¿Por qlli nmsarzam1111t? entre la conducta con sentido, propositiva, y la conducta con
Véase Ora¡• 1968. En ningún caso se habría de tomar la distinció~ entre_ uno. y un propósuo.
otro género de explicac16 n por una caracterizición general de la d1fcrenCJ.~ ex.IS·
tente emcc los patrones cxphc3tivos de las ctenc1"5 naruralcs y los de las c1enc1as 32 Una excepción notable es Ernc<t Nagcl. Muchos de ~us an:ílisis de la
huma.nas. tclco lol!í• conciernen a casos típicos de .cuasi-tdeologí.. y ~rocuran poner
31 :.egún consta er, el c. l. sec. 1, nota .3, el punto. de la relación entre
de man1fies10 su carácter <ausal. Véilse Na¡zel 1953; 1961, en c.<pcc1al PP· 401-427;
explicación y prediccion ha sido muy debatido por la l11eratura rec~e~te. F.I 1965.
debate, sin embargo, 1c ha limitado en general a la capacidad pred1cuva de a:¡ Una buena panorám ica del es1ado de la cuestión en este área es L.agcrspetz
l•s respuestas a cuestiones del género ¿Por i¡11il 1959. La posición del propio autor e~ ofln • I• de Nagel.
Georg Hcnnk von Wnght IS1plica<ión y comprensión 85

7. ¿Cómo aprendemos a «aislar» sistemas cerrados de su encorno mediado nuestra intervención, y en que así mismo no lleguen
de circunstancias externas y cómo nos las arreglamos para conocer a ocurrir aquellos cambios sobre los que podemos asegurar que
las posibilidades de desarrollo interno de un sistema? habrían ocurrido de no haberlo evitado. 34.
En el curso de una serie de ocasiones sucesivas hemos advertido Repárese en que nuestra suposición no es una suposición acerca
reiteradameoce la ocurrencia de un panicular estado o. Al que de una relación condicional causal. No se da por sup uesto que
siempre sigue, de acuerdo con nuestra experiencia, un estado b, el estado ex sea una condición suficiente de no-o. Ni asumimos
seguido a su vez en unas ocasiones de c1 y en otras de c2 , seguido que la transformación de a. en a requiere el conocimiento de
r 1 siempre o a veces de - - , seguido <2 siempre o a veces de las condiciones su(cientes de a. El conocimiento de tales condicio-
- -, y así sucesivamente a lo largo de, digamos, n etapas. En nes juega a veces un papel importante en nuestra transformación
estas series de aco:uecimientos hemos sido capaces de discernir de la situación. Pero no siempre es así.
determinadas relaciones condicionales por medio del análisis causal. Admitamos ahora que transformamos ex en o y veamos qué
Ahora bien, ¿cómo llegamos a saber que las posibilidades alrernati- ocurre. Nos encontramos, por suposición, con que el sistema discu-
vas de desarrollo, tan familiares para nosotros a partir de nuestras rre a través de uno de sus movimientos hipotéticamente admitidos
observaciones, representan realmente codas las posibilidades? ¿Pue- del estado inicial al esrado final.
de la continuada ob1•r11otión de sucesiones proporcionarnos la seguri- La manipulación indicada hace posible una conclusión lógica
dad requerida en este pu neo? de notable fuerza. La conclusión de que ni a. ni estado alguno
Consideremos una serie de ocurrencias repetidas del estado <1nttrior a :x pueden ser condición suficienle de la instanciación del
inicial a. El estado a siempre pro\·iene de algún estado inmediaca- estado inicial del sistema. Una condición suficiente procedente
mcncc precedente. Supongamos ahora que hay un estarlo a. tal del pasado sólo puede actuar a través de una cadena ininterrumpida
que estamos seguros, sobre la base de la pasada experiencia, de succsi vas condiciones suficientes dentro del sistema cuyo estado
de que a. no se transformará en d estado o a menos que 11osotros inicial es esa condición suficiente existente en el pasado. Pero
lo f()//virtomos en "· Y asumamos que esto es algo que podemos una cadena cualquiera de esta suerte, si alguna hu biera, se corta
(sabemos) hacer. Son esta~ suposiciones que pueden parecer suma- en a.. Puesto que ex, según hemos supuesto, no se transforma en
mente problemáticas. ¿Cómo podemos estar seguros de que (X a a menos que nosotros intervengamos.
no se transforma «por sí mismo» en <1, 1.t. con independencia El acto de interferencia que hemos considerado no garantiza
de nuesrra intervención? ¿Y cómo sabemos que 11osotros podemos aun así el cierre del «interior» del sistema. Puede ocurrir en él
transforma rlo? Cabe reconocer que se traca de problemas graves algún estado (o alguna característica de estado) del que sea condi- ·
para un filósofo. Pero también debemos admitir el hecho empírico ción suficiente ex o algún otro estado anterior a a. ¿Cómo excluir
de que situaciones del t ipo precisamente descrito nos son familiares. esta posibilidad?
Sé (estoy seguro de) que la ventana que tengo frente a mí no Convendría advertir en primer término que, si se da el caso
va a abrirse por «Sí misma», pero yo puedo abrirla. Puedo equivo- de tal estado (o característica de estado), debe tener lugar una
carme, naturalmente. Ocurren cosas sorprendentes en la naruraleza cadena ininterrumpida de condiciones suficientes que lo engarce
y a un hombre le sobreviene a veces una inesperada inc:ipacidad. con su condición suficiente «externa» en eJ sistema ampliado que
Pero en general el saber en cuestión es fiable. En orro caso, comienza con la ocurrencia de un tal estado externo. (Véase más
la acción no sería (de ordinario) posible y, o forliori, tampoco arriba, pág. 61.) Por lo que, de hecho, sólo nos vemos precisados
lo sería la actividad qi1c calificamos de experimentación científica-. 34
Sobre este «elemento con1raí:ic1ico• involucrado en la n<><:ión de acción,
De haí que una carncterística esencial de la acc ión consiste en véase más adclnnte c. 111, sec. 10. Cfr. también Black 1958, p. 24, y von
que lleguen a producirse aguellos cambios de los que podemos Wright 1968c. c. 11. scc. 6. Con todo, mi anterior punto de vi!ta es algo
decir con seguridad que no habrían tenido lugar de no haber d1íercnte de Ja posición que m•mcngo aqul.
F>.phcac-1on y comprensión 87
86 Georg Henri• von Wdght

cabría afirmar que hacen posible la materialización de la acció


a tener en cuenta en el sistema aquellos (o aquellas características
de produci r a (a partir de <X) o de dar lugar a alguna otra cos:
de) estados cuya condició n suficien te sea el estado inicial del siste-
a través de la producc ión de o. Estos estados. cuando no tienen
ma. Supong amos la existencia del estado ea cue:.tivn. Por ejemplo,
lugar, ~e prestan. a ser produci dos .Pº~ nosotros , aunque no es
suponga mos que p ocurre en todos los estados finales posibles
necesan o que as1 sea. (Para la d1stmc1ón entre hacer (doing) y
del sistema represen tado por la Fig. I. Entonce s, el estado inicial
dar lugar a (bringin g about), véase sec. 8.)
a del sistema es condició n suficien te de p. A fin de eliminar
Parece acertado por lo general el que las condicio nes necesarias
la posibilid ad de que un estado anterior a a sea condició n suficiente
«exte~nas» de estados de un sistema suscepti ble de reprodu cción
de la presencia de p en cada estado final del sistema, nos basta
expenment_al se co?temp len como condicio nes para la rtaliz.arión
con mostrar que no es una condició n suficien te de e~e género.
de 11n expenmenlo mas bien que como condicio nes de sus resultado;
Si nos ~iéramos.obligados a una observa ción meramente «pasi~
¿Cómo hacerlo?
Lo hacernos absltniindonos de transfor mar a. en a y observa n-
va1> de senes sucesivas de aconteci mientos , no llegaríamos a ser
do qué pasa entonces. Dtjamor q11e el m11ndo &ambit sin interferencias
capaces de asegurar que, al materializarse en estado micial de
por nu!!Stra parte -lo que también puede significa r, naturalm ente,
un sistema, no ha existido alguna condició n suficiente previa res-
que no cambia en absoluto , sino que se mantien e en un estado
ponsable de su ocurrenc ia. Es únicamente la operació n característica
idéntico a <X- . S~ una vez que este mundo «intacto » ha cubierto
de interven ir «acL~ameme'.>, de transfor mar un estado, que de
las cinco etapas, correspo ndientes (en el tiempo) a las etapas que
otra manera 11() habria _cambiado, en el estado inicial de un sistema,
median entre a y el estado final de nuestro sistema, no presenta la que puede proporcionarnos esa seguridad35.
la característica p, entonce s podemo s asegura r que et. no es una
_Nuestra respuesta a las pregunt as relativas a cómo aprende mos
conclir.ión suficiente de la ocurrenc ia de p en el estado final de
a a1>lar uu fr.igmc11tu tic una historia dc:I mundo en calidad de
nuestro sistema. Si, por el contrari o, presenta dicha característica,
s1st~°?ª cerrado y a cómo nos las arreglar nos para conocer las
hemos de co ntar con la posibilid ad de que efectiva mente sea una
posibilidades (y necesidades) que gobiern an el desarrol lo interno
condició n tal y el sistema no se halle en consecuencia cerrado.
de un sistema e~ entonces como sigue: Lo hacemos , en parte,
Ningún intento de «sacarn a p del estado final nos depararía la
mediant e la re~e~1~a puesta en marcha del sistema por la producc ión
segurida d del cierre. Aquí nos encontra mos «a merced de la natura-
de un esrnd.o 1mcial, contemp lando entonce s (1<pasi vamente») las
leza».
etapas sucesiva s d~ su desarrol lo, y en parte Jo hacemos compara ndo
El hecho de que el sistema pueda ser puesto en marcha mediant e
e~tas ecapas sucesivas con los desarrol los propios de sistemas que
la uaasfor maciór. de <X en a no excluye por cierto la posibilid ad procede n de escados iniciales diferent es. -
de que a tenga una o varias condicio nes suficientes que resultan
Lo que sacamos en li mpio de la interven ción experimental
alternati vas a a. Sea a.' una condició n lal. El sistema que se inicia
}' d.e la _observación subsigui ente no alcanza a represen tar una
en a puede entor.ces volver a presenta rse como un fragmen to de
verificación definitiva del carácter cerrado de un sistema o de sus
un sistema mayor que comienz a con ex'. Cabe plantear la cuestión
posibilidades de desenvo lvimient o. Son varias las razones de
de la posible clausura o apenura de este sistema más amplio.
Para respond er a ella, buscamo s la posibilid ad de manipul ar este 30
La expresión •condición suficiente en :tlguna ocasión• no debe ser interpre-
sistema mediant e la producc ión de un estado inicial 1:1.' a parcir " su fi1c1cntc de h, entonces en cualquier ocasión
1,da mal · Si a e~ una cond 1c1on
de algún otro estado previo. en 'l_~c se dé 11, b se da rnmbién. Pero cabe h posibilidad de- que, en alguna
Otra posibilidad no excluida por el acto tic t1aasfor mar tt en <>c.a~ion de ~u oc.urreocH\, b se halle \oh1culaJo a Ja condición 3uficicntc t1,
a es la de que et. mismo o algún estado o estados anterior es mientras que en otras cca<ioncs ocurra asociado a algum otra condición suficien-
te suya )' •un no falrtn ocasiones en l2s que c•rczca de condkión suficiente
a <X sean condicio nes necesarias de a o de algunos de los estados en •bsoluco.
subsigui entes en el sistema. A propósi to de esos estados previos

l
Georg Hcnrik von Wright 8~
88 F.:cphc2ció-n y c;omprensión

esro. Si el sistema presenta desarrollos alternativos, habrían de 12 existencia de una conex1on concepcual enue las nociones de
conocerse a través de repetidos experimentos con resultados de ob- causa y acción. Hablar de las causas como si fueran agentes que
servación variables. Si esta variación es considerahle y, en conse- actúan, siendo responsables de sus efectos, es servirse de un lenguaje
cuencia resulta nimia la predccibilidad del curso real de los aconte- analógico o metafórico en principio. Tomado al pie de la letra con-
cimient~s en una realización concreta del sistema, cesa pronto duce fácilmente a creencias supersticiosas en «poderes» invisibles,
nuestro interés por su estudio y no nos merece confianza la as.ev~ra­ por detrás del cur.so observa ble de la naturaleza, y ~n s~s oscuros
ción de que conocemos (todas) las posibilidades de desenvolv1m.1en- designios. A medida que se ha desarrollado la consciencia humana
to. Ni aun en el caso de no haber constatado cursos alternauvos de las conexiones causales y de los mecanismos naturales y ha
a una regularidad observada podemos estar completamente seguros llegado a ser más «científica», nos hemos ido liberando gradualmen-
de no llegar a toparnos un buen día con alguno. te de esas supersticiones. Tal vez podamos constatar sus últimos
vestigios en las ideas «vitalistas» que aún rondan por la filosofía
8. En Ja idea de poner sistemas en movimiento se dan ~i.ta (o al meaos por la cabeza de algunos filósofos) de la biología.
las nociones de acción y de producción causal. Esta confrontac1on Caben pocas dudas sobre su desaparición a razón del progreso
tiene profundas ra:ces históricas, como atestigua el propio lenguaje. de la ciencia. La cibernética ha significado, al respecto, un gran
Es natural hablar de las causas de los fenómenos como factores paso hacia una depuración científica de nuestra perspectiva de
que «producen» u «ocasionan» («bring abo11f>>) sus efectos. El modo los procesos vitales.
de operar de una causa es frecuentemente comparado con la actua- Pero las observaciones sobre la depuración de las concepciones
ción de un agenre al que se considera r.esponsable de lo que causales de los vestigios de animismo y magia en el ámbito científico,
ha hecho. Algunos historiadores de las ideas (Jaeger, Kels~n) son can incapaces de probar que causa y acción pueden llegar
sostienen que los antiguos griegos pert1lan su idea de ~ro~ucc1óo a disociarse conceptualmente, como lo eran las observaciones eti-
causal natural por analogía con ideas tomadas del amb1to del mológicas para probar que nuestros conceptos de causa y acción
derecho penal y de Ja justicia distributiva 36. La causa provoca se hallaban relacionados. Yo sostendría, por mi parte, que no
una alteración de un estado de equilibrio y resulta así responsable podemos entender la causación, ni la distinción entre conexiones
de algún daño o de alguna transgresión_ en la naturaleza. Este nómicas y regularidades accidentales en la naturaleza, sin acudir
mal es entonces recributivamente corregido de acuerdo con la a nociones relativas a la producción de cosas y a la intervención
legislación nacural. La deno~inación grie~a de caus~, ai'.ia, tambi:~ intencional en el curso de la naturaleza.
significa culpa. El causa !auno fue en origen un termmo le~al · Con el fin de aclarar algo más mi punto de vista, debo añadir
Cabe mencionar en este contexto que el nombre finlandes de aquí r más adelante algún detalle pertinente para la ehcidación
causa, .wi. tiene justamente la misma doble acepción que a~tia. del concepto de acción humana.
«Etiología» es empleado todavía en medicina como una deno~ma­ Conviene distinguir entre hacer ( doi11g) cosas y dar lugar a*
ción de la ciencia de las causas de enfermedad, esto es, alteraciones (hringing abOlll) cosas y también, por consiguiente, entre la aptitud
lesivas del estado natural del cuerpo. Pero también podría ser para hacer y la aptitud para dar lugar a. Haciendo determinadas
otro nombre para la teoría y práctica de investigaciones causales cosas damos lugar a otras. Por ejemplo, abriendo una ventana
en general. . dejamos ent rar aire fresco en la habitación, (damos lugar a su
Estas observaciones lingüísticas no establecen por s1 mismas ventilación), o provocamos un descenso de la temperatura o damos
lugnr a que una per~ona se sienta a disgusto en lo habitación,
u Jacgcr 1934, 1. T, c. 9; Kd•cn 19~1, _c .. v. titul~do:. «Die Eomchung
des Kausalgcsctzcs aus dem Vergcltuogspr1nz1p in dcr griechm:ben Naturpbdo· • En ocasiones aparecerin •provocar. u •ocasionant como variantes estilísti-
soph1c.• ca. de •dar lug-..r ª"• de modo que el comcxto preserve este sentido. ( N.
r7 Cfr. Cohcn 1942, p. 13. J,/ T.)
~xphcación y comprcn~ 1ón 91
90 Georg Hcnril von Wrigh1

he movid o _la mano, no sería correc to contes tar que he dado lugar
empiec e a estorn udar y termin e por pescar un resfriado. A lo
a esto media nte la contra cción y distensión de una determinada
que damos lugar es a los efectos de nuestra acción. Lo que hacem os s
serie de músculos. Pues, salvo que dispusiera de conoci miento
es la causa de esos efecros. Voy a lla111ar tamuié n a la causa ia, no sabría cuáles son tales múscu los
especializados de <.natom
ru 11ltfltlo de nuestrn acción y a los efectos con1wm1cia.r de nuestr a
n ni cómo contra erlos --a no ser movie ndo la mano.
acción'. Entre la causa y los c:fectos media alguna especie de relació
ser, por ejemp lo, condic ión Lo hecho es d resulta do de una acción ; lo ocasio nado es
cond1c1onal. Abr1r la ventana puede las consecuencias de una acción. Las cosas que se hacen y las
s~~ciente ~el deseen.so de la ternpernturn en la presen te config ura- provoc adas son, ante todo, cambi os (acontecimientos). Los cambi os
s
c1on de c1rcunstanc1as concu rrente s. Una de estas circunstancia
son transiciones de un estado a otro de cosas. El resu:ta do {así
consis te en que l~ tempe ratura de la habita ción es más alta que: como las consecuencias) puede identificarse con el cambi o o con
la tempe ratura exteri orªª· i-
su estado final. Para nuestr os propós itos es irrelevante qué alternat
Supon gamos que hemos dado lugar a la ventilación del cuarto va escoger. Por razones de simpli cidad elegiré la última . Conve ndría
ab.ricn do la ventana, i.e. hacien do algo. ¿ ·o hemos «dado lugar» adven ir que cuando el resulta do consiste en la obtenc ión de un
as1 mismo a que la ventana se abriera ? Si decim os que hemos estado no respon de únicam ente a Ja ejecución de un acto. Por
dado lugar a que se abriera la ventana, indicaríamos norma lmente ejemplo: el resultado del acto de abrir- la ventana es que una
con estos términ os que lo hemos llevado a cabo haciendo alguna determinada ventana esté abierta. Pero el mismo estado, a saber,
.
otra cosa, pulsan do un botón y liberan do entonc es un resorte una ,·eman a abierta, puede tambié n ser un resulta do del acto
a
Pero si hemos de explicar a otra person sa cómo abrimo s .a ventan de evitar que la ventana se cierre. {Y puede resultar de uno
y_dccimos haberl o hecho cogiendo primer o la manija para hacerla :
u otro de dos aecos «negativos» de absten erse de hacer cosas
girar. a contin uación en el sentid o de las agujas del reloj hasta dejar la vc111a11a abierta o dejar que se abra.)
por ultuno tirar de ella hacia nosotr os, entonc es también seria La conexi ón entre una acción y sus resultados es intrínseca,
a
co rrecto decir que hemos dado lugar a que se ab riera la ventan lcigica, y no ya causal (extrínseca). Si el resulta do no se materializa,
al hac~r sucesi vamen te esas cosas. La acción de tirar de la hoja la acción no ha sido simple mente ejecutada. El resultado es una
fue~ '1stas las circunstancias, _una cond1cióo suficie nte de que
se
de la manija fue una condic ión «parte» esenc;ia l de la acción . Consti tuye un grave error consid erar
abnera la venta na, pero el giro a la propia acción causa de sus resultados.
necesaria para crear las circun stancia s que hiciero n que el tirón La distinc ión entre resulta do y consecuencias es rtlaliva en
resultara suficiente para conseg uir abrirla.
un impor tante sentido. Cuand o digo que al abrir la ventana ventilo
Supon gamos que alguien pregun ta cómo he girado Ja manija la habicación, el resulcado de la acción es en este caso que Ja
Y yo conr~sto que la tomé con la mano derech a y la hice girar ventana se abra {esté abierta). Cuand o digo que abro la ventan
a
ai el sentid o de las ag ujas del rel oj. Será correc
to una vez más en manija , etc.,
al girar la manija, etc., el cambi o de posición de la
este caso decir que he ocasio nado el giro de la manija media nte es el resulta do, la consecuencia es el cambi o de situación de la
la ejecución de esas acciones. Pero si alguien pregun tara cómo ventana. Las cadenas de este upo siemp re finalizan de necesidad
disponc
con algo que hago, no por hacer alguna otra cosa, sino sÍ!nple
38 Jumo _con las txpresio nes •hacer algo• y •dar luA>r a algo• sc J directammlt. Llamaré arrionu bá1icas39 a este género de accion
es
cxpres1o n •hacer que algo ocurra» . N1ngun n de ellas, en su uso ordinar io.
de la
tic concep tos
puede asociar•c inequivocam~nrc a u~o u otro miembr o cid par 39 La introduc ción de la distinci ón entre acciones básicas y no b:lsicas,
técmco. resultad o 1· con<ccu ench(') de una 1963; 1%'i•;
que _ll•mo •qui, en ,n scnndo
mas natural <n l. discusión reciente, se Jd>c: a A. C. Danto. Véa'c D•nto
acc1on. Pero me pan!ce que «hace11t queda asociado de modo 1966 La formo en que Danto hace la d1sunci ón es succptib le de crítica. Cfr.
al resultad o y •dar lugar •»a la consecuencia de una acc1<in, mientras <¡UC
Sroutland, 1968. Danto define una acción básica como aquella que no es causoda
«hoc~r que ocurro• se emplea m:ls naturnlmcntc que losº"º ' dos en un sentido del mismo agente. La definici ón de Stoutlan d es ligera -
Black 1958. por alguna otra acción
•mbigu o aphc2ble ranro al resultad o como a Ja consecuencia. Cfr.
92 Georg Hcnrik von Wri¡¡hc E•plu:•ción y comprensión 93

de las que no es verdad decir que se ejecutan mediante la realiza- del acto de decid:rse a hacerlo así. (Es significativo que no se
ción de alguna otra cosa. llame acción a una decisión.)
E n términos de ((sistemas», la ejecución de una acción, sea Pueden caber dudas acerca de si puede decirse con propiedad
o no básica, representa la transición de un estado precedente al que se hacen acciones, pero lo que está fuera de discusión es
estado inicial de un sistema a este estado inicial. El resultado el cabal sentido de decir que las acciones son, en ocasiones, algo
es el estado inicial. La ejecución de una acción consiste, pues, a lo que se «ha dado lugarn. La gente ha hecho q11e se ho¡,a11 cosas.
en la puesta en marcha de un sistema. ¿Cómo lo ha conseguido? Por ejemplo: ordenando, int·midando,
Como caso límite, el sistema considerado cuenta no más que persuadiendo, suplicando o amenazando a los agentes. Las acciones
con un estado. Así sucede cuando el resultado de la acción no así provocadas pueden considerarse consecuencias o efectos de
está relacionado (por nosotros) con alguna otra cosa en calidad las acciones que las provocaron. Pero sostengo que "º es csce
de consecuencia. un caso de conexión causal o nómica del cipo que aquí estamos
Siempre que provocamos algo haciendo otra cosa, presupone- imrestigando. Se trata de un mecanismo motivacional y, en calidi>d
mos la existencia de un sistema que discurre a través de cuando de tal, no es ca usal sino teleológico. (Véase más adelante, c. IV,
menos dos estados y en cuyo seno cabe discernir una relación scc. S.)
de condición suficiente entre estados.
La idea de que el hombre, mediante su acción, puede dar /11/!.11r 9. Cuando decimos que la causa da lugar al efecto, no queremos
a algo está fundada en la idea de que las secuencias de acontecimien- significar que la causa lo provoque ha&imdo algo. Gracias al hecho
tos forman sistemas cerrados, si no de manera absoluta sí al menos de lmtr lu¡pr, la causa logra el efecto. (Los verbos «lograr», «dar
con respecco a alguna relación condicional entre sus estados. La lugar :1», «producirn vienen todos ellos cargados de metáforas
idendficación y el aislamiento de sistemas $C bMan, por su parte, procedentes del lenguaje de la acción.) Pero al hnttr que la causa
en la idea de que el hombre puede hacer algo, como empresa omrra, logrnmos o damos lugar a lo mismo que la ca usa hace
distinta a la de dar lugar a ello, por intervención directa en el por el hecho de tener lugar. Decir que nosotros causarnos efectos
curso de los acontecimientos (de la naturaleza). no es asegurar que los agentes sean causas. Significa que hacemos
Ejecutam os acciones. ¿Cabe hacer acciones? No le falta su cosas que, a título de causas, producen efectos, ((actuamos» u
punta de extra vagancia a una respuesta afirmativa. Ello es debido «operamos» como causas.
probablemente a que el decir que se ha hecho una acción sugiere Propongo aho:a el criterio siguiente para distinguir entre causa
que una acción es el resultado de una acción. o pienso detenerme y efecto por medio de la noción de acción: p es una causa respecto
a discutir si esto es imposible por razones conceptuales. Si alguien de q y q un efecco por relación a p si y sólo si haciendo p
distingue entre acco y acción y contempla a ésta última como podríamos dar lugar a q o suprimiendo p pod ríamos eliminar
algo que se automanifiesta «e n el mundo» a través de un aconteci- fJ o ev itar que ocurriera. En el primer caso, el factor-causa
miento o de un estado, considerados resultados suyos, y roma es condición suficiente del factor-efecto, en el segundo caso es
en cambio al primero por algo puramente «interno», entonces condición necesaria. Los factores son susceptibles de «relaci-
podrá decir seguramente que las acciones pueden ser resultados vización» por relación a un entorno de otros factores. La causa
de actos, por ejemplo, la acción de abrir la venrana puede resultar no es entonces una condición suficiente o necesaria del efecto
•por sí misma», sino sólo «en razón de las circunstancias». (Véase
más arriba, sec. 6.)
mente difercmc: una acción bhíca de un agcmc C$ aquella que no es ejecutad• ¿Es cierto, con todo, que siempre considerarnos a la causa
mediante la ejecución de alguna otca acción. La segunda definición es dccidída-
como algo susceptible de realización por nuestra parce? La erupción
mcntc mejor; soslay:i, en principio, la dudosa noción de •causar una acción•.
Véase también más adclnntc, c. 111, nota 38. del Vcsuhio fue la causa de la destrucción de Pompeya. El hombre
94 Georg Henrik von Wright Explicación y comprensión 95

puede con su intervenc1on destruir ciudades, pero no creemos Es lógicamente imposible verificar ea cada ocas1on concreta
que se halle en condiciones de hacer. 9ue __los volcanes entren en la gue no haya ocurrido (o no ocu rra) p lo gue habría tenido
en erupdón. ¿No pmeha esto que Ja d1snnc1on entre factor-causa Jugar de haber ocurrido p. Hay, con todo, una manera de aproxi-
y factor-efecto, en razón de ser Ja primera susceptible de -~ampula­ marse notablemente a semejante vericacióo. Es ésta:
ción en algún sentido, es improcedente' No. la erupc1on de un Supongamos c¡ue p es un estado de cosas que, al menos en
volcán y la destrucción de una ciudad son_dos ~ventas sumamen- algún caso, podemos producir o suprimir a discreción. Esto
te complejos. En cada uno de ellos cabe d1scernu: diversos aconte- presupone que no faltan ocasiones en las que todavla no ha
cimientos o fases y distintas conexiones causales entre ellos. Por tenido lugar p y estamos convencidos de que no alca112uá a ocu-
ejemplo, considérese el caso de una piedra que, aJ caer, alcanza rrir (en la ocasión siguiente) a menos que nosotros intervengamos.
a un hombre en Ja cabeza y lo mata. O el caso de que se derrumbe Supongamos una ocasión así y que nosotros producin1os p.
el techo de una casa bajo un determinado peso. O el de que Estamos seguros de que, si no lo hubiéramos hecho, p no ha-
un hombre no pueda tole rar el calor por encima de una temperatura brla tenido lugar en tal ocasión. Pero, de hecho, p tiene lugar.
en particular. En todos esros casos t_ieoe_n lugar relaciones causales Si tiene lugar entonces q, habríamos de tomar esto por una confir-
que nos resultan familiares por e~penencia y en_ las gue el factor-cau- mación del condicional contrafáctico en cuyos términos podríamos
sa satisface típicamente el regu1s1to de ser mampula~le. . . haber asegurado gue de no haber producido nosotros p, esto
No cabría objetar nuestra posición en los térmmos s1g u1entes: es, de no haber tenido lugar p, tampoco q habría ocurrido. Es
Si es verdad gue p viene siempre e invariablemente acompañado lo más «cerca» que podemos llegar de la confirmación de un
de q, entonces se sig11e ciertamente que en aquello~ ca~os _en gue condicional contrafáctico.
p sea realizado (producido "ª voluntad») resultara. as1 mismo q. Repárese en que el condicional contrafáctico así confirmado
l)e modo que la causalidad no se funda en la idea de hacer «descansa» sobte otro condicional contrafáctico, a saber, el gue
cosas, sino gue por sí misma proporciona una base para la posible alega que p no habría tenido lu gar de no haber sido por nuestra
manipu lación. Argüir así es, sin embargo, ~ar_ por supuesto lo med iación. Este condicional contrafáctico no asevera una relación
gue está en cuestión. Pues cons1deren:os gue s1g~1fic_a a~umu la condicional ni una conexión causal.
concomitancia universal de p y q. O bien ocJ1rre nt mas ni menos Pienso que el razonamiento anterior muestra en gué se ntido
que a p sucede q y el carácter causal o nómic~ ~e su uniformida~ es posible decir gue la idea de una relación causal o nómica
nunca es puesto a prueba mediante la reahzacton de P ~n. una si- depende del concepto de acción, í.e. de las condiciones fácticas
tuación en ta «de por sÍ>l no hubiera temdo lugar. (Qu1zas p sea gue hacen lógicammte posible la acción 40.
algo gue no podemos realizar.) En tales circunstancia~ no se cuenta
con nada gue decida si la verdad de la _propos1.c1on genera_! es 'º La idea de c¡ue la acción tiene prioridad conceptual sobre la causa cuenta
simplemcnre accidental o si, por el contrano, refle¡a una ne:es1dad con una larga tradición en la historia del pensamiento. También presenta multitud
natural. O bien, se han llevado a cabo las pruebas pertinentes de variantes. Uno de sus defensores fue Thomas Re.id. Su opinión, relativa a hl prio-
coa resultado positivo. La presunción (hipótesis) de que la coneo- ridad de 111 idea de acción (poder activo) sobre la de eficiencia causal, es coa
mitancia de p y q tiene un carácter nómico incluye algo t~ás todo más bien distinta de la asum ida aquí. Según Reíd, nuestra idea de 'º"'º
)' ifuto en el ámbito natural viene modelada por una 0110/ogia entre la relación
que la mera asunción de gue su concurrencia es u?iforme. También causal v 1~ exi~tcntc entre un agente y su flt,íón. La noción de «poder activo»
incluye el sJ1pJ1eslo contrafáctico de gue, en las ocasiones en que p no es un ;er, dice Re.id, es la idea de que el ser en cuestión «puede, si c¡uicre,
ha renido lugar de hecho, q habría acon:iJ:'.añado a P de. h~ber hacer determinadas cosas» (Reíd 1788, Essay J, c. V). Un punto de vista sobre
éste ocurrido. El detalle de fundar cond1c1onales contrafacucos la relación entre la noción de causa 1• la de acción, más afio al mantenido
ac¡uí, es el representado por la noción de Collingwood de causa como «palanca».
es Jo que caracleriz.o como nómica a una conexión. (Véase c. l, Cfr. Collingwood 1940, p. 296. La posición más similar a la mía c¡ue he cnconrrado
sec. 8.) en la literatura es la propuesta por Gasking 1955. En opinión de Gasking,
Georg Hcnrtk voa Wright r.~photción y comprcn\i ón 97
96

Queda tslobluido la existencia de una conexió n causal entre ent~~ ellos. Lo que equivald ría a asumir, . por ejemplo , que si
p y q cuando estamos convenc idos de que, manipul ando un factor, p11d1rro11101 obtener ,b a resultas de nuestra acción, c:moncc~ también
podemo s consegu ir o dar lugar a la concurre ncia, o no concurre'.1- podrfam os dar lugar a q, viz.. mediant e la producc ión de p.
cia, del otro. Ordirar iameoce nos convenc emos de ello por medio Pero únicamente por vía experim ental se corrobo raría esta
de experim entos. presunci ón.
«Elimin ando» p de una situació n en la que p y q tiene Jugar Lo que llevamos dicho no significa que las leyes causales
conjunt amente y encontrá ndonos entonce s con que q también desa- las conexio nes nómicas, se:in suscepti bles de «verificación conclu~
parece, procura mos mostrar que p es una condició n necesaria yente». Significa , por el contrario, que su confirm ación no consiste
de q. Lo cual queda establec ido cuando podemo s asegura r: «Podn11os simplem ente en la multipli cación de observa ciones felices. Consiste
hacer que q desapMezca, a sabe r, retirand o p.» más bien en «poner a prueba la ley». El que cal prueba resulte
En forma similar procura mos mostrar que p es una condició n posiciv~ (con vistas a Ja verificación de la ley) significa que hemos
suficien te (relati\•a} de: q «introdu ciendo» p en una situació n donde aprendid o a hacer unas cosas mediant e la realización de orras
no están presente s ni p ni q y encontr ándonos con que entonces (que también sabemos cómo hacer), significa que ha aumenta do
cambién acontece q. La relación causal ha llegado a esrablecerse nuestro dominio de la naturaleza. Cabría decir que podemo s escar
cuando podemo s decir: «Podtmo1 produci r q, viz.. mediant e la pro- ~c:guros de Ja veród de las leyes causales en la medidl en que
ducción de p.» lo podemo s estar de nuestra capacida d para hacer y dar lugar
a cosas~ 1 •
Cuando no esiamos en condicio nes de interven ir en p y q,
podemo s, sin embargo , s11pontr la existencia de un vínculo causal Podemo s equivoc arnos al pensar que somos capacu de h11cer cosas.
Hemos de reconoc er a veces que no fue sino «cuestió n de suerte»
•l;i noción de producció n c2us2l se halla cscnc1almcnu:: t...Oncct..ada con nuts.u·:as la aparición de q cuando hicimos p; han resultad o fallidos experi-
t~cmcas de manipulación parn producir resuludos » y «un enunciado sobre
la
mentos ulreriorcs en ese sentido. O podemo s vernos en fa tesitura
causa de al¡;o está íntimamente emparent ado con una rccern para su producción
o evitación• (p. 483). Esto también vole su<tancialmentc para lo• casos en de limitar nuestra pretensi ón inicial a un contexto más o menos
que algún acontccim1ento pamcular , de un car:ícter global o complejo, que ,·a~o de «c1rcunstanc1as normales». Cuando una supuesta conexió n
no admitiría ser produ:ido por manipulación, se toma por causa de otro acontecer (ley) falla en un caso concreto , no es preciso renuncia r a ella
particular. Por ejemplo, cuando oc atribuye el ascenso del nivel medio del
mar en una determinada epoca geológica al deshielo del casquete polar. (Véase 41
P1~a una poderosa defensa del punto de vista humeano , «pasivo», sobre
nuestro ejemplo de I• p. 70 sobre la erupción del VcSubio ) la destrucción '2 causac1ón como secuencia regular, véase Hoban 1930. El autor dice que
de Pompq•a.) Pues «euando uno puede referirse a ello con propiedad se da "'ª mera sucesión de los propio' •conrccimicntos genera en ellos necesidad
siempre el caso de que In gente pueda servirse de acontec1micncos del primer al pu~to co':'o la caracterizamos» (p. 298). No falta 1111 sentido en d que csco
upo como medios para ocasionar nconw:imientos del scgumo tipo» (p. 483). ~aminen es cierto del punto de vista ~obre. la cau<ac1ón que aquí estoy dcfendien-
Gaskmg liorna a esta noción de cau<a asociada a la manipulación «la iundamental o. La idea de nece<1dad natural. a m1 modo de ,·er, c<t:i enra1l.'>da en J.
o primitiva • (p. 486). Hace la observación, que con.sidern correcta e imponanr e, id.- de que podemos d2r lu_glr • un35 cosas haciendo orras cos•s. Nuesrro
de que esta noción d: causa no ucne un puesro prominen te en los c~unc1ados conoc1micnto de que IM cosas hechas •dan lugar a» otr°'< de,cansa' sin embargo •
teóricos de los cientificos (ih.). Puede decirse que el p rogre<o de la c1enc1a natural, ·
en la o bscrvaca'ó n d e succ<aones rc!(ul2res. Se presta • confusión, pcr Jo tonto
desde cierto punto de ,·1su, consiste en la transición de las «recetas de manipula- . que unas cosss «d an lugar a• otras cosas: 111t •dar Juglf a~ no es•
el d<car
ción• a las •leyes func1ooaJes,. (p. 48'). Esto concuerda con la perspectiva "no una sucesión regdar. Kuestro conocimi ento de que podemos hacer cosas
de Russcll r otros. Pero entonces habna que añadir que, con fines experimentales descansa, además, en nuestra seguridad de que determinados esrndo~ de cosas
y con vistal\ a aplicaciones (écnic~~, estas rclnc1ones funcionales proporcionan permanecerán 1nalteroblcs (o cambiara de un modo dcrcrminado). a menos
una base lógica de la qut: c.-"Le excr2cr nuevo~ prontuarioi: par~ 12 ¡iroducció
n o
que intervengamos. • efectos productl\·os o 1nh1b11onos. en el curso de la
ev11ación de cosas. Ello abandona el hecho, señalado por Nagel (cfr. p. 36), naturaleza. <De dónde hemos sacado e'!a seguridad ? De J. c•pcnenc ia obvi<tmen-
de que Ja noción de causación (•mampulador..) continúe. im~rq¡nando •los tc. De modo que, en ultima instancia, la noción de acción eMá cnra17.ada en
informes que los científicos naturales rinden de sus expcraeoc1as en el· labo- nuestra fam1ltnr1dad con regularidades cmpíricM.
ratorio».
Georg HcnrÍk \"On \l'r1ght ,Expliac1ón )' comprcns1on 99
98

sino que podemos cargar a la cuenca de bs circunstancias la respon- cías concretas en ocasiones particulares. Coosideremo~ el siguiente
sabilidad de un fol5co accidental. En ocasiones se fo rmula la hipóte- niecamsmo simple. Tengo frcnce a mi dos bocones. Se hallan
sis de que ha ex;srido una «causa concrarrcstantc». Se erara de concccndos de forma que, al pulsar d botón de la i7quierda, hago
un supuesto orientado a permitir el control (de pane) de las que rnmb ién se introduzca el botón de la derecha, y viceve rsa.
circunstancias en que ha sido pues ta a prueba la ley. La verificación Cuando retiro el dedo, los dos botones vuelven a su posición
de Ja ley siempre puede, en principio, quedar por entero en nuestras normal. He aquí ;io caso en el que al hacer p ocasionó q (que
manos. Este hedo es uno de los motivos en que se funda la el bocón de la derecha se introduzca) y al hacer q ocasionó p
posición llamada ~convencionalismo>> (c. T, sec. 8). que se introduzca el botón de la izquierda).
La tesis de que la d1sunción entre factor-causa y faccor-efecto Pese a toda su simplicidad, no es uo caso fácil. Decir que
remire a Ja distinción entre cosas hechas y cosas a las que la en esta situación p es la causa de q, pero así mi~mo q es la
acción ha dado lugar, no significa que se ha lle involucrado algún causa de p. parece correcco. Sin embargo, no se seguiría de ello
agente cuandoquicra que pueda decirse en ve rdad que ha accuado que la relación ca usal sea simétrica. Pues cuando al hacer p damos
una caúsa. La causalidad opera a lo largo y ancho del universo lugar a q, es p la causa y no q, y cuando al hacer q damos lugar
aun en regiones espaciales y remporal es nunca accesibles al hom- a p, la c1usa es q y no p.
bre-. Las causM hacen su trabajo siempre que acontecen y es Obsérvese que los casos en que haciendo p damos lugar a
inesencial para su indole de causas el que «~implemente ocurran» q no son casos en los que ocurra primero p y luego ocurra q,
o el que nosocros «Contribuyamos a que ocurran». Pero considerar n1 los casos en qJe haciendo q damos lugar a p son casos en
causal a una relacicin entre aconcecimiencos es concemplarla bajo lo> que q preceda a p. El ejemplo está concebido de manera
la forma de una acción (pos ible). De modo que es ve rdad , au n que, cuando p }' q tengan lugar, acontezca n simultáneamente. Así
~in dejar de tener por ello su pizca de error, el decir que, sie ndo no podemos servirnos del tiempo para distinguir los casos en que
p una causa (s uficiente) de q, si yo pudiera producir p c::staria p causa q de aquéllos otros en los que q causa p. ¿Cómo vamos
en condiciones de da r luga r a q. Pues el q11e p sea causa de q a disringuirlos ento nces? A Jo que se me alcanza, la IÍnÜ11 manera
significa, según re procurado dej ar en claro, que yo podría dar de conseguirlo es en térm inos de hacer y dar lugar a. En los
lugar a q si pud1tra (as1 mismo) hacer p. rasos en qué doy lugar a q al hacer p, es p la causa y no q;
Creo que no har prueba alguna que pueda decidir qué concepto m los rasos en que doy lugar a p al hacer q. resulta q la causa
es más básico, s1 el de acción o el de causalidad. Una forma ~ no p4~.
de impugnar mi pos1c1ón consistiría en mantener que la acción No obscante, cabe poner en duda el rocundo éxito de este in-
no puede entc::nderse a menos que la causalidad se.'l previamente tento de distinguir emre causa y efecto. Cae una piedrt (sin que
inteligible. , o negaré que caben argumentos de peso en favor nadie In haya t irado), da en el bocón de la izquierda (o de la
de este punto de vista. derecha) y ambos botones se introd ucen a rcsulras del golpe.
El hecho ck que fuera un botón .f!,olpeado por la piedra ca usó
10. Ahora podemo~ lidiar con el problema de la támelrío de la introducción de ambos bocones debido a la forma en que uno
la relación causal (planteado en la scc. 3). Si p es el factor-causa Y otros se hallaban conectados. Pero,' ¿sería correcto decir en este
y q el factor-efc::c10, tendrá que darse el caso de que o bien al
hacer p yo esraría (esté efecuvamente) en condiciones de dH lugar 42 Simon 1953 clefiendc uno opinión afín sobre la cueslión de fo asimetría
a q, o bien al raccr p yo esrnri.i (e< té) en condiciones de dnr <le la relación cousal. Rechaza b 1dC2 de que •pueda definirse In c•u>a ~Uluo
lugar a q. ¿Es asimétrica esta relación? una rclac1<m funcional en conjunción con una sucesi6n tempornl» (p. 159}.
Es importance al n:specto tener en cuenta la d istinción encre Segé•n él, In '"imetria de la relación debe 1u•tificarsc en términos de poder
los facro res genéricos p, q. etc., y sus ins1anciaciones, sus ocurren para conirofar e 1ntcrveoir en la estructura de un modelo.
100 Georg Hcnril von Wr-ighl E~pbC':liciórt y comprensión 101

caso que la introducción del botón, alcanzado por la piedra, causó A Jo que entonces doy lugar es, por consiguiente, a algo que
la introducción del otro? acontece inmediatamente 011/es de la acción.
En términos parecidos puedo decir 9ue :il puls:ir {t.g. con Levantar (uno de::) mi(s) brazo(s) podría ser un ejemplo de
el dedo) el botón de la izqu1crcla (derecha) hago que ambos se acción básica. Supongamos que se pudiera «ver», de algún modo,
introduzcan. En este caso cons1dcro que la introd11cción de los boto- lo que ocurre en mi cerebro y que se estuviera en condiciones
nes es el efecro Je la prtsió11 ejercida por mi dedo sobre uno de identificar el acontecimiento neuronal o la serie de acontecimien-
de ellos. El resultado del acto de pulsar es la presión ejercida tos, .\, que creemos debe ocurrir al levantar el brazo43. Digo
sobre los borone~. Como consecuencia de (d resultado de) este a alguien: «Puedo provocar el evento N en mi cerebro. Mira.>l
acto Jos botones ~e introducen. Entonces levanto el brazo } mi interlocutor observa lo que ocurre
Parece que la apHcación de la distinción entre caus1 y efecro en mi cerebro. Ve aconrecer N. Pero si también observa lo que
a dos acontecimie:uos simultáneos requiere la existencia de alguna hago, advertirá que esto tiene lugar una fracción de segundo
acción básica, i.e., una acción que podemos ejecutar «directamente» después de N. En términos estrictos: lo que observará es que
y no únicamente por medio de la real i?.ación de alguna otra cosa, el resultado de mi acción, i.e., levantar el brazo, se materializa
cuyo resultado sea uno (pero no el mro) de los dos acontecimientos un poco después de que ocurra 1..;.
en cuestión. Dado que pulsar un botón no es una acción básica, Es esta una causación que opera retrospeetivamente. /\sí debe
la distinción resulta fallida en el caso anterior. No estoy muy accprarse, creo. Mediante la ejecución de acciones básicas provoca-
seguro, por lo tanto, de que se puedan encontrar ejemplos genuinos mos aco ntecimientos previos en nuestro sistema nervioso. o
de «causación simultánea». sería correcto procurar restablecer en este contexto el paralelismo
Vamos a modificar ligeramente el ejemplo. Cuando es pulsado de causalidad y tiempo alegando que fue mi decisión de levantar
el bocón de la i7.q'Jierda, el de la derecha se introduce un segundo el brazo lo que provocó N y que la decisión es anterior a la
después; y a la inversa. (Libres de presión, ambos bocones recupe- ocu rrencia de N. Porque posiblemente he decidido o intentado
ran su posición normal.) He aquí, amén de la asimetría entre levantar el brazo si n haber llevado a cabo esta decisión (in tención),
hacer y dar lugar a, una asimetrí:l. rempora l. Las dos asim~trías en cuyo caso N posiblemente no hubiera ocurrido en absoluro.
van además paralelas. Lo~ casos en que se da lugar a q haciendo Scilo al llevar a efecto mi decisión, i.e., al le vantar efectivamente
p son casos todos ellos en los que p precede a q; y los casos el brazo, hago algo que exige la ocurrencia de N . Lo perdnente
en que se da lu¡pr a p haciendo q son todos dios casos en para la ocurrencia de:: N no es lo que yo decida o intente, sino
que q precede a p. Ahora bien, ¿debm ser necesariamente paralelas d acontecimiento tal que puedo ver que tiene lugar no precisamente
ambas asimetrías? por dmdir (intenta r) levantar el brazo, sino por levantarlo.
La respuesta seria negativa si diéramos con un caso concrero Un paso crucial en el argumento destinado a rnoscrar que
en el que medi:inte la realización de algo se pudiera dar lugar las direcciones de causalidad y tiempo pueden resultar opuestas
a que hubiera ocurrido algo en el pasado. Creo que no faltan
casos tales. Los ejemplos pertinentes nos vienen proporcionados 43 FI burdo moddo o reprcsenración que estamos emple:tndo aqJi no preten-

por acciones bá~ica~. de n21uralmente, ser rc:ilista. Los •acontecimientos cerebrales• no son siquiera
. .
•en pranc1p10• su<eepubles de inspección ''isual. Desde el punto de v1Ha de
El resultado de una acción básica puede tener cond1c1ones la prc<cn1e di,cusión, el rosco modelo cumple su función lógiC2 ti se 2dmite
necesarias, así como suficientes, en aconteci!11ienros (procesos) ner- que los acontecimien1os cerebrales son procesos nen·iosos que pueden definirse
vios precedente~ que regulan la actividad muscul:ir. Yo no pnl'rlo e 1dt'nt1fic:ar<c 'º" ilfl#ptRtlt1tt1R de los efectos que produzC2n en ~OS: proccJ.Oi:
«producir» esros aconcecimienros neuronales por el mero expediente COn!-1dcradus •accivid2d mu~cul::an•. C2rezco de compcrcnci:a pan diaaminar
s1 t'U condición de independenci• es de hecho satisfecha o no. Ko tengo
de hacer que t/101 ocurran. Pero puedo, no obstante, provocarlos,
noucia de que haya <ido nunca cuestionada. Pero bien puede merecer una
1•iz., mediante la c1ecuc1ón de la acción básica correspondiente. 1nvcsugac1(>n.
Georg Hcnrik •on Wrighc (~xrltución y comprcru1óa 103
102

fue el supuesto de que podemos 1denuficar algún suceso neuronal mos, tenemos la. intención de o queremos leva mar los brazos,
como condición necesaria, o suficiente , del resultado de una acción éstos se levantaran a no ser que c:tncelemos nuestra decisión 0
b~sica particular . Sea p el escado final de este acontecim iemo
camuremos de propósito . Naturalm ente uno puede llevarse a v.:1..e>
neuronal y t¡ el resulcado de la acción. Contamo s entonces con unn so rpresa. U~ hombre se encuentra con que no puede en
un enunciad o nómico que asegura que pes una determinada condi- la presente ocasión al1ar el brazo, es incapaz de hacerlo 0 se
halla impedido para ello.
ción de q. ¿Cómo ha sido establecid o?
un neurofis1ólogo, supongam os, ha estudiado el cerebro huma- De modo similar, a parcir de las observaci ones de una sucesión
ne> y ha propuesto una h1pcítesis: (el llegar a darse) p es condición rcgulnr_ y del hcch~, si así fuera, de que el experime ntador p11ede
necc~aria de (que llegue n ocurrir) q. Para su corrobora ción sería
producir o neutralizar determin ados eventos cerebrales inferimos
men<."Ster proceder a experime ntos. Esros consistirí an, dicho burda- que la segunda cadena (de p a q o de-p a-q) forma un sistema
mente, en impedir que p llegara a producirs e y en observar entonces cerrado. La posibilidad de actuar a~í por parce del experime ntador
que q tampoco tiene lugar. Si ha propuesro la hipótesis de que presupon e su familiaridad con situaciones en las que se halla razona-
p es condición suficiente de q, lo corroborn ría producicn do p blemente .c ?nvcncid o de que un determin ado estado cerebral p
pongamo s por caso, estimulan do un cenero particular de la (o p) se~u tra presente «~ntc sus OJOS» a no ser que él, el fisiólogo,
corceza cerebral y observan do que q alcanza a tener lugar, t.g., lo modifique. Y también sabe por experiencia que, cuando lo
que el brazo de una persona se le/lt111/a (la circunstancia de c¡ue modifique, p~esenciará q (o-q) con una notable regularidad, a
tal vez sea también la persona en cuestión c¡uien levante el brazo pesar de posibles excepciones. Si el sujeto experimental no ha
no es relevante para la obsen·aci ón del fisiólogo. ) dejado de leva~tar «~~bre~ence>> el br:izo durante todo el tiempo,
Cuando alguien levnntn el brazo pone en mnrrha b que he pro,·ocan do as1 modú1cac1ones (preceden tes) en p, tiene lu_gar una
venido llamando ll1l «sistema cerrndm>. El csrado inicial de esre circunsta ncia que «destruiría» la situación experime ntal de manera
sistema es q, e.g., el brazo alzado. También pertenece al sistema que el experime ntador ya no estarla en condicion es de pretender
por supuesto otro estado p c¡ue, aun precedien do temporalm ente con segu ~idad que él puede producir o anular p. Pero si, por
a q, resulta sin embargo, «causalmente poscenorn a q en el senúdo el concrano , el expenmeo cador ha c~tado interfirie ndo constame -
de que, al hacer q, damos lugar a p. Por lo que se refiere a mence en la actividad cerebral del sujeto experimental hasta el
este sistema, q es condición suficientc de p. punto de que éste ya no pueda estnr seguro de que la posición
Cuando interviene el neurofisi ólogo en la activ idad cerebral, de brazos c~fdos _se manrcnd~~· salvo que él mismo interveng a,
también pone en marcha un sistema cerrado. F.I estado inicial enconces sera el su1eto en cuesuon quien no podría seguir alegando
que il puede levantar el brazo.
de este sistema es p (o-p según sea el caso). Hay otro estado
Cualquier pretensión acerca de la existencia de un sisrcm~ cerra-
en el sistema, q (o-q). El estad o inicial es anterior aquí tanto
causal como temporalm ente. Haciendo p (o p), el experime ntador do con un estado inicial p o de un sistema cerrado con estado
inicial q únicame'l te puede quedar es1ablecida en el caso de que
provoca q (o-q).
De la observaci ón de los sucesivos estados y del hecho, s1 cx1~ta algún agente, externo a dichos sistemas, que puede actuar
así fuera, de que la persona puede levantar sus brazos inferimos sobre ellos, ponerlos en marcha, mediante la generación de sus
(«inductivamente») c¡ue l:t primera cadena de estados (de q a p) estados iniciales en situaciones en las que él ciene la convicció n
es un sistema cerrado. La posibilidad de levantar los brazos presu- de que no se originaría n de no ser por su mediación. Lo mismo
pone que escamas fam1lianzados normalmence, en nuestra 'ida v:ile para cualquier ptctcnsió o relativa a que un sistema dndo
es un sistema cerrado.
diaria, con situaciones en las que tenemos los brazm caídos y
creemos que a~I continuar án a menos que «nosotro~ mismos» Cuando el agente pone el sistema en movimien to levantand o
los levanremos. Sabemos, además, que de ordinario cuar.do decidí- el brazo, el estado inicial q resulta de algún otro estado anterior.
b1;;plia.c:tón 'j compr~ns1ón 105
104 Georg Hcnrik vou Wright

Por lo que se ref:ere a este estado, según hemos dicho ames, que el pro~io agente roma por el estado inicial de su acción,
estado que él, al actuar, transfor ma en el resultad o de su acción 44.
el agente está convenc ido de que no cambiar á de la situación
-q a la situació n q a menos q1ft ti lo cambie. ¿Cómu ~!! halla relacion ado
Cualqui er estado (genéric o) que sea el estado inicial de algún
este estado-q con el estado p, previo así mismo a q? Son tres
s1scem~ cerrado puede resultar un estado subsigu iente en algún
las posibilid ades a tomar en consider ación.
otro sistema ~errado. No hay reparos lógicos a ello. Alegar que
Puede tener lugar el estado neurona l p al mismo tiempo que
el estado- q que es el estado inicial de la acción de alzar el éste sea efecc1vamente el caso a propósi ro del estado inicial de
un sistema dado equivale a concebi r un posible agente que dé Ju-
brazo. El «estado total del mundo» incluye entonce s tamo p como
gar a este estado subsigui ente mediant e la producc ión del estado
-q, aun cuando el agente no sea conscien te de p en absoluto
inicial de un sistema más compren sivo. Una pretensi ón de este
o, siendo conscien te de p, ignore el hecho de que p sea una
género sólo sería verifi cable o defendib le si sabemos de un agente
condició n suficien te de q. (Si fuere conscien te de p y creyera
real con la capacidad correspo ndiente.
en su suficienc ia para produci r q, no podría naturalm en:e pensar
En la contiend a entre la causalid ad y la acción siempre llevará
que estando donde se incluye p no se transfor mará en r¡ a me-
ésta úlcima las de ganar. Es una contradi cción en los propios
nos que él lo transfor me.)
término s decir que la acción podría quedar complet amente atrapada
También cabe, sin embargo , que el estado neurona l llegue
en las redes de la causalid ad. Ahora bien, pueden sobreve nir al
a produci rse desp~és del estado inicial y ames del estado final agente impoten cias o inaptitu des de todo tipo en virtud del funcio-
de la acción. El estado rransfor mado por el agente en q no es namiento de la causación.
entonce s un estado que precede inmedintanunte a q, sino que media
H La idea de que un •gente pueda dar lugar a eventos
cerebrales •en
entre ello~ un cierto lapso de uempo. Así es como suelen presenta rse
el pas•do• llene un rnram1en to muy interesant e en Ch1sholm J 966. üe acuerdo
las cosas normalm ente. El estado inicial de una acción (que tiene con Chisholm . un agente mcd1anre la ejecución de algo, ,,g. alzando el brazo,
lugar en una transfor mación y) a propósi to del cual estamos seguros hace que ocurran determina dos eventos cerebrales . Chisholm llama inma11enlt
de que no hubiera cambiad o a no ser que hubiéram os interven ido a una relación de csre 11po, riz. 12 que medí• entre uo •gente y uo •ceontecimiento
es rara vez, en sentido estricto, ti estado inmedia tamente precede nte en el mundo. La d1sungue de lu relaciones c.iusales que llama /r11nsuintt1 v
al estado final de la acción. Incluso la ejecució n de una acción <1uc tienen lugar entre un acontec1m1cnto y ooro. La relación entre la elcvació~
del br~zo y ~os eventOb cerebrales (preceden tes) resulta, pues, una causación
relativam ente simple «lleva su tiempo» . Por entre esos estados transeunte. En los ccrmmos de la discinción de Chisholm cabrít decir que
que aparecen como estado irucial y estado final de u:ia acción estoy aqu1 defendiendo la cxisrcnc1a de insunc1as de una c:ausación transcúnr
c
de
en la «macro- descripc ión» del mundo podemo s de ordinad o, en que opcu rc1roactiv 1mente. Porque trato de ugüir que es la clcvacióo
\JO informe más detallad o, inse rtar descripc iones de estados
interme- nu brozo la que «Causa• el que teng~n lugor determina dos acontecimienros
Cerebrales_ pccvios. La noción de Chisholm de «causacoón inmanent e• me parece
dios. ligada• d1ficuhadcs tnsalvablcs. Chtsholm dice que «la natu1'11kza de la causaaón
Por último, la tercera posibilid ad consiste en que p es ante- tran~eun1e no es m:is perspicua que la de b causación inmanent e• (p. 22).
rior al estado inicial de la acción, pero su activida d como causa l'.n ~1erro sentido . ~<ioy de ~cuerdo con él. Y tal vez cabría decir que mi
no~1?n de «ca usac1on (cranseunrc)», debido a su dependen cia de la noción
de
de q pasa desaperc ibida para el agente. Si fuera advertid a por n inmanent e•. Chisholm
un observa dor externo, éste no podría decir que p fue ocasio- •cc1on, ya lleva incorpora da 11n11 nocióo de •causació
mnbién doce que «SI no enrendié1'11mos d concepto de causación tnmaoent e.
nado por el propio agente mediant e causació n retroacti va. Pero no entenderí amos el de causación transeúnt e• (p. 22). Aquí mi pos1c1ón parece
no es meneste r que cuestion e el c¡ ue el agente ha ya levantad o el <¡uodar muy próxima a esto. Si reemplaza mos las palabras «Causación inmanente »
P0 • ~aL\.:1úrH> obccac:mo~ rui vcniún Jd a~u1nu. Uuo pvc.ld;.t• si qui,icn1.
llarn:ar
brazo. o.
No carece de interés ad\'ertir que la «causali dad retroaeti va», a la acción •causació n inmanent e• y dar asi a cst2 expresión un significad
Pero no creo que b noción de cauución inmanent e pueda uulizarse para tl11útlur
si es admmda cr. alguna forma, riene en todo caso un alcance el concepto de acción.
""!)' corlo. Nunca se extiende en el tiempo más allá del estado
Georg Hcnrík von Wrtght Capítulo 3
106

Un hombre es, en calidad de age nte, libre en tanto en cuanto


L TENCION ALlDAD Y EXPUCA ClON
resulta un hecho empírico el que pueda hacer distintas cosas cuando
TELEOL OGICA
decide, se propone, quiere hacerlas. Sería e'luivoro decir que la
causalidad presupone la libertad. Podría darse a entende: que el
modo de proceder de las leyes naturales depende en algún sentido
del hombre. No es así. Pero, en cambio, decir que el concepto
de causalidad presupone el concepto de libertad me parece correcto
en el sentido de oue únicamente a través de la idea de hacer
cosas llegamos a comprende r las ideas de causa y efecto.
La idea de que la causalidad puede representar una <mmcnaza»
para la libertad contiene una buena dosis de verdad empírica,
a saber: aquélla de la que Ja impotencia y la inaptitud dan fe.
Pero metafísicam erre no deja de ser una ilusión. La ilusión se
ha venido alimentand o de nuestra propensión a creer, con espíritu
humano cabría decir, que el hombre en un estado de pura pasividad,
sim pleme nte observando secuencias regulares, puede registrar cone-
xiones causales y cadenas de acontecimi entos causalment e eslabona-
dos, que él, por extrapolaci ón, se figura entonces que colman
cl universo desde un pasado infinitamen te remoto hasta un futuro l. Vienen comrapnniPn<lose. rr:1rlic-1onalmenre causalidad r teleo-
infinitamen te lejano. Este punto de v1sta no alcanza a advertir
logía, explicación causal y explicación teleológica. l .as explicaciones
que las relaciones causales so n relativas a fragmentos de la historia
causales apuntan por lo regular hacia el pasado. «Esto ruvo lugar
del mundo que tienen el carácter de lo que hemos venido llamando
porq11e habla oci;.rrido aquéllo», es su forma lingüística típica. Se
sistemas cerrados. El descubrimi ento de relaciones causales presenta
asume, pues, la existencia de una conexión nómica entre el factor-
dos aspectos: activo el uno y pasivo el otro. El component e
causa }" el faetor-efccto. En el caso más simple esca conexión
activo es la puesta en marcha del sistema mediante Ja producción
consiste en una relación de condición suficiente. La validez de
de sus estados iniciales. El component e pasivo consiste en observar
la explicación depende de la vigencia del supuesto vinculo nómico
qué ocurre en el imerior del sistema -sin perturbar en la medida
entre causa y efecto.
de lo posible su funcionam iento-. El experiment o cientúico, uno
Las explicac.ones teleológicas apuntan al fucuro. «Esro tU\ºO
de los recursos más ingeniosos y cargados de consecuencias de
lugar ro11 ti fi11 dt que ocurriera aquéllo.» También aquí se da
la inteligencia hum'llna, consiste en una combinació n sistemática
por supuesta una vinculación nómica. En el caso típico la vincula-
de ambos component es.
ción supuesta es un~ relación de condición necesaria. Pero la
forma en que esta suposición subyace a la explicación es más
compleja, oblicua por así decir, que en el caso de las explicaciones
causales. La \'alide2 de lo que propongo llamar explicación ccleoló-
gica «genuina» no dcpend,. de la validez de la presunta relación
nóm ica envuelta en ella. Si digo, por ejemplo, que urn• pc1svna
echó a correr para no perder el tren doy a entender que esa
persona juzgaba necesario (a Ja \·ista de las circun~tancias), y aun
108 Georg Hcnrik von Wright Explic:tcíón y comprtnsión 109

puede que suficiente, echar a correr s1 había de llegar a la estación calamidad que la gente \renía padeciendo. Creo que el primer
antes de la salida del tren. Puede tracarse, sin embargo, de una enunciado, en cambio, no adrnirirá sin distorsión una construcción
apreciación errónea - tal vez esa persona habría perdido el eren releológica. Pero sostendría que ninguno de ellos depende, a efectos
por mucho gue hubiera corrido-. Pero mi explicación de sus de validación, de la vigencia de una conexión nómica. Ea razón
prisas puede aun así resultar correcta. de ello los limaré (llasi-ca11sales. Al parecer, tales explicaciones tienen
Las formas esquemáticas de enunciados explicativos que he luga r predominantemente en las ciencias de la conducta y en las
mencionado antes cubren multitud de casos diferemes. No hay ciencias sociales -resultan de hecho características de ellas- . Nos
en modo alguno una correspondencia biunívoca entre las dos for- permiten comprender lo gue algo sea (dolor, por ejemplo, y no
mas lingüísticas y los dos grandes tipos de explicación. Explica- miedo) o cuál es la razón (el estado de opresión, por ejemplo)
ciones no teleológicas vienen presentadas con frecuencia en térmi- de que ocurra.
nos teleológicos. Si, por ejemplo, explico la aceleración de l ritmo Una diferencia conceptual entre explicaciones causales y cuasi-
respiratorio de un hombre que está desarrollando una intensa teleológicas, por una parte, y explicaciones cuasi-causales y tcleoló-
actividad muscular, como correr o escalar un cerro, diciendo g ue gicas, por la otra, reside entonces en gue la validez de las explicacio-
tal aceleración tiene por objeto mantener el equilibrio de la compo- nes del primer grupo depende de la efectividad de conexiones
sición química de 12 sangre, esta explicación no perrenece al tipo nómicas, cosa que ocurre con las explicaciones del segundo grupo
aquí llamado «teleológico». Cabe su traducción a un enunciado - al menos en su formulación explícital.
complejo referido a una relación condicional. Si ulteriores investi- Cabrian reparos a la denominación de «teleológicas» de las
gaciones fisiológicas o bioquímicas pusieran de manifiesto que el explicaciones cuasi-tcleológicas; y, de modo parecido, a la califica-
enunciado no es verdadero, habría de desecharse la explicación ción de «causales» de las explicaciones cuasi-causales. Claro que
por falsa o t:uan<lo t0enos haLría de sufrir alguna modificación. tampoco es imposible ocro enfoque de la cuestión y procescar
Ya hemos denominado (c. ll, sec. 6) c11asi-tefeológicas a explicacio- del «Cuasi» endosado a las explicaciones cuasi-telcológicas y cuasi-
nes susceptibles de formulación en términos teleológicos pero cuya ca usales.
validez depende con todo de la efectividad de conexiones nómicas. Quienes se opongan a llamar «cuasi» a las explicaciones cuasi-te-
Las explicaciones de este género suelen responder a preguntas leológicas pretenderán probablemente defender el punto de visea
sobre cólllo es o llega a ser posible algo (para la sangre, e.g., el de que estas explicaciones son explicaciones genuinamente teleoló-
mantener una relaciva estabilidad en su composición química a gicas a las que cabe reducir todas las restantes formas de celeología
pesar de la pérruda de oxígeno ocasionada por un duro ejercicio (a medida que vaya pwgresando la ciencia)2. Quienes no consientan
muscular), con mayor frecuencia gue a preguntas relativas a por
qJ1é algo ha ocurrido 11ecewritm1ente. Las explicaciones funciona les 1 Esta diíerencia entre tipos de explicación no pasa ría de ser superficial
en biología y en historia natural son típicamente cuasi-telcológicas si las explicaciones teleológicas y cuasi-causales resultaran transforma bles en
según hemos definido este término. explicaciones (gcouinamcnte) causales. Aun entonces sería cierto que la explica-
Tampoco es en modo alguno cieno que todas las explicaciones ción, e.g. de la carrera dd ho mbr<: que desea tomar d tren, no h•cc depender
su corrección de la verdad de una supuesta conexión nómica entre correr
de la forma esquemática «Esto ha ocurrido porque » y llegar a la estación a la hora precisa. Pero esa corrección si dependería de
sean genuinamente causales. «Gritó porque sintió dolorn o «Hubo la verdad de una conexión nómina entre: su «deseo de tom~r el tren» (interpretado
un levantamiento popular porque el gobierno estaba corrompido quiz:ís como un escado global de su cuerpo y cerebro} y su carrera.
y era dictatorial» son proposiciones explicativas. Sus explanllf1lit1 2 Esta actitud correspondería, creo, al punto de v1s1a adoptado por Braithwai-
tc 1953, pp. 322-341; Hempel 1959, scc. 7; Nagct 1961, pp. 401-428. Eu 101-ruwo>
refieren algo ocurrido previamente a los explananda, no algo promo- de Na gel: «Todo enunciado en romo al objeto de una expljcación releo lógica
vido por éstos. Aun así, el segundo enunciado tiene un aire teleológi- e1' reproducible en pnncipio en un lenguaje no teleológico, de manera que
co. El objetivo del levantamiento era obviamente librarse de una tale~ cx:plic.aciones, junto con todas las aserciones sobre sus contextos de uso.
,._,phoación y comprcn<11ón 111
110 Georg Hen<ik von Wnght

en llamar «cuasi» a las explicaciones cuasi-causales procurarán pro- 2. El explona11d11!!1 de una explicación telcológica es, uptcamente,
bablememc impugnar el enfoque cxperimemalis ta de la causalidad, un ítem de condncto - o es el pcoductO o el resultado de una
presentado en el último c:ipft11ln, por excesivamente restrictivo. conducta-. «Conductal> presenta, sin embargo, una amplia varie-
Yo, personalment e, sostendría frente a los primeros que se hallan dad de usos y sentidos. Se habla de la conducta de una aguja magné-
en un error3; frene a los últimos mantendría mi preferencia por tica en presencia de una corriente eléctrica. Como es obvio, tal
una terminología restrictiva en virtud de su mayor utilidad para comportamien to no se explica teleológicame ore. Pero es digno de
conservar níttdas las distinciones que una cerminologia más com- atenoón el hecho de que las reacciones de objetos inanimados sean
p rensiva tiende a neutralizar<t. descritas a menudo con un lenguaje «de acción» («actio:iistio> lan-
Recientement e han sido muchos los autores que se han servido guage).
del término ttltommío para referirse a los ajustes naturales resul- La conducta que cuenta con una explicación teleológica genuina
tantes de la selecc:ón natural~. Tal vez sea factible dar al término debe ser caracterizada como octÍl'ijor111e (ortion-likt). Podría decirse
un sentido más amplio referido a toda modalidad tcleológica que que la acción presenta normalmente dos aspectos: «interno» el
dependa de conexi::>nes nómicas. «Teleonomía» vendría a ser enton- uno y «externo» d otro 7. El primero consiste en la intecionalidad
ces otra denominación de lo que aquí he llamado «cuasi-teleolo - de la acción, en la intención o en la voluntad que «están detrás
gía» 6. de» sus manifest~ciones externas. F,I segundo pllcde dividjrse a
su vez en dos parces o fases. Las calificaré de aspecto externo
1mnediato y aspecro externo runo/o de la acción. El aspecto externo
son traducible, • for-nulaciones no tclcológieas lógicamente equivalentes• (p. inmediato es una acti,•idad muscular --e.g., g1rnr la muñeca o
421). Esto concuerda con el punto de vista del •cibcrncttcismo radical• en el levantar el brazo . El aspecto externo remoro ~ algún aconteci-
sentido, por c1emplo, de Klaus 1961, pp. 290-325.
3 No quiero minimizar la importancia de las pcrspecuvas abiertas por la
nm:uto del que c~ta actividad muscular rcsulrn cnusnlmente respon-
cibernética para un análisis de la teleología en tcrminos causales. Este análisis s.1ble -e._J?,., el giro de una manija o el abri1 una ventana o,
nos ha ayudado, en primera 1nsrnnc1a, a diferencfar con mayor claridad tipo> mejor aún, el hecho de que una manija en particular gire o una
de teleologia. J\·I i alcg1ción no consiste en negttr que la explicación de la conducta \'Cotana en particular se abra . El aspecto remoto no tiene que
orientada• un fin )' dd proceder propo•iuvo no pueda en ocasiones (a menudo)
representar necesariament e un can1bio de situación; tam::iién puede
conformarse al modelo de cobertura legal. ~li alegación consiste únicamente
en asegurar que este género de reducción no es aplicable a toda1 las formas de consistir en el !-echo de que cal cambio no tenga lugar, como
teleología. N•d• tenería en contra de quienes prcfiricr•n designar las formas por ejemplo cuando e,·ico que se vuelque un ,·aso rnjetándolo
irreducibles mediante alguno otra dcnomioación, '·/!.· intencionalidad, y reservar con la mano. E~ aspecto remoto también puede ser omitido, por
la de telcolop;fo para las formas reducibles. ejemplo, cuando me limito simplemente a levantar el brazo. Por
4 Sería inconvcni<nte y pedantesco oponer reparos al empico del término
último, el aspecto inmediato tamp oco consiste necesariament e en
«causa» P"ª referirse a otras cosas que no sean inst•nciaciones de cone~ioncs
nómicas. Pero me parece sensato oponerlos a la aplic•ción de b expresión un 11101'i11úenlo. T2mbién puede consisti r en una tensión muscular,
cécnica •explicación causal• a c:\plicac1oncs que no se adccúen 2 un patrón como es típicamcmc el caso de una acción «preventiva» en cuanto
subsuntivo. t¡ue distinta a una acción «productirnl> (o «destructiva>}
s Véanse Mayr 1%5 y Ayala 1970. J !abría que tener en cuenta que no codo aquéllo que es común-
& E l de «cau>ación terminal» podría ser un nombre alternativo para las
explicaciones que descansan en vinculaciones nómica' entre el explonand11111 y
mente calificado de acto (o de actividad) tiene tanto un aspecro
algunos txplnnantia posteriores. La expresión fue acuñada por el filósofo finlandés externo como un aspecto interno. Se consideran 111entales los acros
Kail• (1956). Contrapuso la cau<ación ltrmi1111/ a 11 "'""''· Kaila opinaba que (acuvidades) que: carecen de aspecto externo. Parece completament e
la causae1ón tcrmuul tem• gran •mPortancia no 'Olo en las ciencia. de la
,·ida y de la conducta, sino 1amb1cn en fisic;i -y que se habll cxa¡tcrado
sobremanera el cometido de la• e•phcac1ones causales en términos de factores 7 Cfr. Collingwood 1946, p. 213, donde <e describe un •cto c:>mo •la uni-
condicionante~ antecedentes. d;aJ de la cara ex[Crn:'l v de 12 e.ara interna de: un acontcc1m1cnto,,,
112 Georg Henrik .ion Wright f.xpli~ción y comptcnsión 113

inapropiado el término «conducta» para los actos r actividades lo sumo se habría crntado de un intento (esfuerzo, ensayo) de
memales. Tampoco es normal aplicarles el término ~acción». abrir la ventana.
Por orr~ r~"., t~mpoc:o esrnría de más advenir que no en Llamaré a la fase o fases del aspecto externo de una acc1on
codo lo que se considera accion (o actividad) hay un aspecco que no se encuentran vinculadas intrínsecamente a la acción, como
interno que acompaña al aspecto externo. La acción (actividad) se encuentra el resulcado, antecedentes causales o efectos del resulta-
carente de inteocionalidad es conocida a menudo por amón refle¡n do de la acción según la índole de la relación causal que medie
( re(lex oclio11). Se dice también que una acción de este género entre estas fases y el resultado. También cabe llamar a los cíceros
consiste en la reacción o rupnesln de un organismo a un estím11/0 8. consecuencias (de la acción), de acuerdo con una cerminologla
Aquí únicamente vamos a tomar en consideración la conducta familiar. Las consecuencias de una acción resulcan, pues, efectos
que sea activiforme y cuente con los dos aspectos que venimos de su resu lcado 9, (Cfr. c. 11, sec. 8.)
llamando interno y externo. Por ejemplo, determinados movimientos de mi cuerpo son
Muchas acciones tienen un carácter ejecutivo, en cuyo caso hay antecedentes causales del resultado de un acto de abrir la ventana.
normalmente una fase del aspecto externo de la acción tal que, Un descenso de la temperatura en el interior de la 1-abiración
a menos que se realice efectivamente, la acción no resulta por puede ser una consecuencia (efecro) del mismo acto.
definición ejecutada (consumada). Llamaremos a esca fase del aspec- La fase del aspecto externo (si tiene más de una) que sea
to externo el ru11//ado de la acción (en un sentido relar.vameme considerada resultado de la acción puede ser habitualmente despla-
técnico) (cfr. c. 11, ~ec. 8). El resultado es entonces una fase (parce) zada (dentro de dicho aspecco). Este desplazamiento responde
del aspecto externo vinculada intri11secnnm11e (conceptualmente, lógi- a la inserción de la acción en diferentes descriptionnlO.
camente) con la acción misma. Sean, por ejemplo, las eres fases del aspecto externo de un
Por eiemplo, el acto de abrir una ventana es una ejecución. dctc:nniuatlo acto <le: abrir ht ventana, d aprecar un bocón, el itbrirse
Su resultado es el acontecimiento (cambio de situación) consistente la ventana y el descenso de la rcmperntura en la habitación. Podemos
en abrir la ventana (pasa de estar cerrada a estar abierta). No describ.ir la situación de lns tres formas siguientes: el agente apretó
habiéndose abierto la ventana serfa lógicamente erróneo describir el bocón y, como consecuencia de ello, se abrió la ventana y
lo hecho por el agente como un acto de abrir la ventana. A se refrescó la habirnc1ón; o bien, el agente abrió la ventana pulsando
un botón (antecedente causal) y en consecuencia se refrescó la
S Por «conductismoH se entiende habitualmente una docrrina o método habitación; o bien, el agente refrescó la habicación abriendo la
que se plantc:a la conducta de los orpnismos en términos de estímulo y res- ventana al haber pulsado (previamente) un bocón.
puesta. Es curioso, no obstance, que en los casos ol"ios de reflejos conaicio-
nados o mcondic1onados no sea de todo punto natural hablar de cconductn Obsérvese que lo que constituye la unidad del aspccco externo
(del organismo que rc:icciona a la cstimulación). La salivación o el reflejo roru- de una acción no es el vínculo causal que conecta sus diversas
füno son reacciones a estímulos. Pero sólo la gente con el babia pervertida fases. La unidad viene constituida por la subsunción de las fases
por la jerga conductist¡ consideraría nuur:U llamar a tales reacciones •conducta• ba¡o una misma intmció11. Lo que convierte a las fases anteriores
de un perro o de un :tombre. (Con todo cabrfa referirse a ellas como a una Y posteriores en parces del aspecto externo de la misma acción
conducta de determi n1das glándulas o de la rodillo.} Podría decirse, por lo
tan10, que la parte interesante y controvertible de la tesis conduccista es In es la posibilidad de decir de ellas que han sido realizadas i111enrionlll-
pretensión de que tombibt la conducta puede explicarse «conduccistamente»,
como (formas complicadas de) respuestas a esúmulos. Pienso que son útile.< 9 Puede ser útil scilalar una di~tinci6n entre las consecuencias lóg1CoJ y las
observaciones parecidas a estas porque dirigen la atención a diferencias conceprua rau1olt1. Cuando hablamos de los consecuencias de una opinión, de un enunciado
les l nos previenen contro generalizaciones precipitada>. No es mi deseo el o de una proposición significamo) de urdina.rio cou::it:(..uc11\.ias lógicas. Pero,
reprobar 12 terminología técnica escoblecida en 12 investigación psicológic2. us:;ido en e) conrcxro de 12 2cción, el término se refiere casj siempre 2 consccucn ~
Sobre la noción de conducta y los conceptos con ella relacionados de acto e1as ausales.
(acción) y movimiemo, véase el interesante traba¡o de O . \X'. HarILyo (1953). IO Considérese el •¡emplo del bombcador en Anscombc 1957, 'CC· 23-26.
114 Georg Henrik von Wright E.3Cpl1c.aci6n y compccosióo 115

111t11ft por el agente en la ocasión considerada. Por usar '1na frase que entrara aire fresco en la habitación. ¿Diremos en este caso que
que ha llegado a se: tópica desde la aparición del libro de Anscom- d agente hizo que otra persona tiritase, aun cuando su actuación
he, la ronnnrra cid agenre en nuestro ejemplo es inlmcional o no fuera imenc1o:ial a tenor de la descripción dada? Tengo mis
tmor dt lai descripciones «abrió la vencan:rn, «pulsó el botón» y dudas sobre la existencia de criterios inequívocos de decisión.
«refrescó la habitación». No cabe decir que de modo 110 i111mdonol hizo tiritar a otra persona
Cuando el aspecto externo de una acción consiste en varias puesto que sabía gue esto iba a ocurrir y estaba actuando intencio-
fases relacionadas causalmence, es correcto por regla general singu- nalmente. Pero tampoco sería correcto asegurar, sin mayores distin-
larizar 11110 de ellas identificándola como objeto de la intención gos, que provocó intencionalmente Ja tiritona. Los distingos perti-
del agente. Ella es lo que el agente proc11ro hacer. He aquí el nemes parecen ser, por otra parte, de carácter n1oral. Si el agente
resultado de su acción. Las fases anteriores a ella vienen a ser pudiera res ulta r inculpado por lo que previera, aun cuando no
requisitos causales y las posteriores a ella consecuencias de la pretendiera provocarlo, entonces la consecuencia prevista es algo
acción. hecho incencionalmeote y de lo gue ante nosotros resulta responsa-
Debe distinguirse corre la actuación intencional y la intención ble.
de hacer algo en particular. Todo aquello que intentamos hacer
y hacemos realmente, lo hacemos intencionalmente. Pero no cabe La acción tiene una contrapartida «pasiva» conocida ordinaria-
decir que intentemos hacer todo lo que hacemos intencionalmente. mente como ab.rlt11rió11. Debe distinguirse la abstención de la mera
Ni parece indiscutible el que, siempre que hagamos algo m1encional- pasividad, inacción, por representar una pasividad intencional. Abs-
mente, no falce así mismo algo que intentemos hacer, un objeto teniéndose no se produce estrictamente cosas ni se impide que
de intención. Los movimientos que mi mano lleva a cabo cuando sucedan cosas, pero al abstenerse uno puede dejar que las cosas
me estoy cepillando los dientes son intencio110/es; cuando estoy cambien o acceder a que se mantengan in tactas. Escas crnnsformncio-
ocupado en esta actividad, lo que i111e1110 es lavarme los dientes nes y no transformaciones son los aspectos externos de la absten-
ni) llevnr a cabe esos movimientos- . Pero, por ejemplo, lo~ ción. Una vez más cabe distinguir entre un aspecto excerno inmed ia-
mo,•imiencos que hace a menudo mi mano cuando estoy hablando to y un aspecco externo remoto. El aspecto externo inmediato
no parecen ligados a un objeto de intención. ¿Cabe considerarlos de la abstención consiste normalmente en un estado de reposo
inrencionales? La respuesta, a mi modo de ver, tendrá que depender muscular o, excepcionalmente, en una actividad muscular a la
de ulteriores detalles sobre el particular por ejemplo, de si el que se «deja seguir a su aire>> a pesar de estar en condiciones
agente es conscience o no de los gestos en cuestión- . Ahora de reducirla.
bien, si los movimientos resultan intencionales sin hallarse referidos ¿Es «conducta• la abstención? Si se clasifica la abstención como
a un objeto de intención, entonces tampoco conrarán con explica- una modalidad («pasiva») de la acción, puede ser irreprochable
ción relcológica. Explicar teleológicamente una conducta consiste, considerarla así mismo una forma de conducta. l\lás importante
podríamos decir, en identificar en ella un objeto de intención. es advenir que la abscención puede precisar explicación, tanto como
r.a cuestión radica en cómo se refieren las consecuencias inten· pueda requerirla la acción, y que la celeología o la prosecución
c1onales de mi acción a las consecuencias previstas. Consideremos de fines pueden ser tan propias de la abstención como de la
nu eva mente el ejemplo de la acción tripartita de pulsar un bocón, acción.
abrir una ventana y refrescar una habitación. Supongamos que No vamos a ocuparnos aquíll de la distinción de formas de
una consecuencia ulterior de esta acción es la de que una persona acci6n y ni' abstención; ni de la formulación de un «<ilgehr:rn
que se encuentra en la hab1tac1ón empiece a tiritar, siendo esto
previsible por parte del agente. Su intención no era, sin embargo, 11 Para un cra1am1ento más detallodo y completo de la lógi~ formal de
hacer que otra persona tintase. Era más bien, digamos, dejar los conceptos rcbc1onados con la acción, ''éasc von Wright 19632 y 1968c.
116 Georg Hcnrik 'IO:n \Vright E:<pli~ción y compr(nsíón 117

o de una «lógica» de la accióo sobre la base de esas distinciones. es causa en algún modo, debe ser la causa inmediata del primer
Tampoco dedicaremos especial arcnción a los problemas propios eslabó n (fase) remporal en esta serie de acontecim ientos sucesivos
de la (explicación de la) abstención, como algo disti nto de la en el mundo y una causa solamente re111ota del resultado de Ja
acción, ni a los de la acción productiva en cuanto que disti nta acción. El primer eslabón no es otra cosa que lo llamado anterior-
de la acción prevenriva. Pero no está de más caer en la cuenta de roenre (sec. 2) aspecto externo inmediato de la acción y consiste
los riesgos de unilateralidad que pueden correrse si se centra la en alguna forma de actividad (o tensión) muscular. Estamos imagi-
discusión, al modo tradicional, únicamente en la acción producto- nando, pues, una cadena causal en la que el primer factor-causa
ra de cambios. La acción preventiva y la abstención pueden presen- es Ja voluntad, el primer factor-efecto es el aspecto externo inmedia-
rar problemas específicos no menos dignos de atención. tO de la acción y el resultado de la acción representa el efecto últi-
mo 12. (La cadena puede continuar del resultado a las consecuencias
3. La distinción que he introducido entre un aspecto interno de la acción.) ¿Esta imagen es lógicamente irreprochable (posible) ?
y un aspecto externo de la acción puede, debería, tomarse en No fal ta una interpretación de la frase según la cual puede
un sentido relativamente ingenuo. No prejuzga Ja difícil cuestión ser indiscuciblememe correcto decir que la (mi) voluntad fue Ja
de la naturaleza del aspecto «interno». No pretende, por ejemplo, causa de mi acción. Se traca del caso en el que simplememe
que éste sea un acto mental o un proceso o esrado de la mente doy a encender que hago sonar intencionadamente la campanilla y
o una «vivencia». Procuraremos sortear estos problemas en la no, digamos, por un desc uido . Pero es un caso trivial y no pensamos
medida de lo posible. Pero inevitablemente escatán latentes desde en él cuando planteamos la cuestión de si el querer hacer sonar
el momento en que planteemos la cuestión adicional de cómo la campanilla puede ser una causa (remota) de que la campanilh
se re!t1tio11a11 entre si uno y otro aspecto de la acción. suene.
Ya hemos recu rrido a la metáfora común de que la intención Como ya hubo ocasión de i11dicu al princi¡iio uel c. 11, los
o la voluntad es algo que «está detrás de» las manifestaciones filósofos, especialmente a partir de Hume, han adoptado el hábito
externas de la acción. A esta metáfora se halla asociada una idea
12 L• actividad muscular esrá causada por la actividad nerviosa. Por consi-
que ha jugado un relevante papel en el pensamiento filosófico guiente quienes proponen el punto de vista que aquí estoy presentando a
al menos desde la época de Descartes. Se trata de la consideración grandes rasgos, con frtcuencia dirían que el efecto inmediato de la voluntad
de la voluntad como causa de la conducta (movimientos corporales, es algún evento nervioso al que, entonces, se tomaría prcsumiblememe por
actividad muscular). Si esta perspectiva fuera co rrecta, entonces el aspecto externo inmcdfato de la acción. Cfr. Pricchard 1945, p. 193: «En el
las explicaciones teleológ icas de la conducta serían «traducibles» punto en que hemos querido algún movimiento de nuestro cuerpo y pen-
samos haberlo causad(>, resulta que no podemos haberlo causado directamen-
a explicaciones camales. Podría sustituirse el objetivo «que arrastra te. Pues aquello, si algo fuera, que hemos causado debe se r algún cambio
desde el futurm> por el deseo (la persecución del objetivo) «que im- en nuestro cerebro.» Los acontecimientos nerviosos no están capacitados, sin
pulsa hacia el futuro». Una versión extrema de este punto de vista embargo, para oficiar de Jo que aquí llamo el aspecto inmediato externo de
identifica la propia voluntad con algunos estados o procesos co r- la acción. EUo es debido a que no son los ru11/tados de acciones básüas. (Véase
c. Il, scc. 8). Perrcnccen a los aspecros externos de acciones, en caso de hacerlo,
porales (cerebrales) y resulta así una forma de materialismo. sólo co mo rontttJ1mrias de Jos resulrados de determinadas acciones básicas. (Cfr.
Considérese una acción, por ejemplo, la pulsación del timbre 12 discusión sobre la posible causación retroactiva en el c. ll, sec. 10.) Si
de una puerta. su resultado es que suena la campanilla. ¿Puede construin1os Ja argun1entación en torno a la voluntad como causa de la acción
la intención o el deseo de llamar causar este resultado? Es obvio de manera que se acribuye a la voluntad el ser causa de eventos nerviosos
que no puede hacerlo ·directamente. No se puede hacer que suene que, a su vez, causan alguna cond ucta compleja, entonces cabe decir gue utiliza-
m~ los estados del sistema nervioso con10 «cui1a» para separar los aspect~.:;
la campanilla del timbre queriéndolo simplemente. Han de existi r >~terno y externo de la acción. La presu nta necesidad de e51a separnción sólo
eslabones intermedios ent re el deseo y el resultado de la acción sirve, en mi opinión, para ilustrar la índole conceptualmente inco ngruente de
- por ejemplo, levantar un brazo y pulsar el botón-. Si la voluntad una «teoria causal de la acción».
GcQrg Henrik von Wrigh< Explic::ación y comprensión 119
118

de distinguir entre causa y efecto, por un lado'. Y. ~undamento Muchos autores ven la esencia deJ argumento en la circunstancia
y consecuencia por el otro. El o.bjeto. de esta d1stmc1on es, llamar de que la intención o el deseo de hacer una determinada cosa
la atenc:ióo sobre. una car;icte.rísuca diferencial de la rebc1on cau- no pueden ser definidos sin hacer referencia a su objeto, i.e. al
sal, la de que causa y efecto son lógiíamente in~ependientes entr~ .sí. res ultado pretendido o querido, y por lo mismo también al aspecto
Llamaré h11mecmr1 a una relación causal que satisfaga este tequ1s1to externo de la acción 16. El deseo de hacer sonar el timbre difiere
de independencia lógica entre sus términos. El recurso a tal ~aEfica­ específicamente de otros actos de voluntad por su objeto, a saber,
tivo no entraña compromiso alguno con las restantes opiniones que suene el timbre. Esta observación es correcta y pertinente.
de Hume acerca de la naturaleza de la causalidad, tampoco asume Implica una diferencia interesante entre los actos de Yoluntad
por consiguiente su concepción de la regularidad 13. y otras cosas que pueden oficiar de causas (humeanas) y son
El problema que ahora se nos presenta viene a ser: ¿Pueden definibles sin referencia a sus presuntos efect0s. Asf, por ejemplo,
la incención o la volunt'.'ld ser cal/Sas h11meanas de la conducta, la chispa de fuego que cae en un barril de pólvora y causa una ex-
i.e. del aspecto externo inmediato de una acción? . plosión puede ser inequívocamente caracterizada y distinguida de
Los filósofos contemporáneos resultan marcadamente discordes ocras cosas presentes en la naturaleza por sus propiedades «imrín-
al respecto. Algunos consideran (lógicamente) posible y en no .po- secas», s in referencia alguna a Ja explosión que pueda provocar
cas ocasiones cierto el que la voluntad actúe como una causa genuma, o no, según las circunstancias. Pero, de esta diferenciación entre
esto es, humeana, ele la conducta. Otros niegan esto. Los últimos actos de voluntad y buena parre de los llamados actos mentales,
suelen aducir como justificación de su posición que l~. volunt~cl por un lado, y otras cosas capaces de intervenir en las relaciones
no es lógicamente independiente de la conducta .para la que, segun causales, por el otro, no se sigue que la voluntad no puede en
se alega, oficia de causa. En otras palabras, sost1~nen ,que la cone- modo alguno constituir una causa (humeana) de la conducta. La
xión entre voluntad y conducta es una relac1un log1ca y, por dependencia lógica del carácter específico de la voluntad coa respecto
ende, no es una relación causal en el sentido humeano 14• a la índole ele su objeto es totalmente compatible con la independen-
Pienso, por mi parte, que aquéllos que invocan .l? qu~ .ha cia lógica de la omrrenáo de un acto de voluntad de tal carácter
venido a conocerse como el argumento de la Conex1on Log1ca con respecto a Ja realización del objeto 17.
tienen sustancialmente razón. De lo que ya no estoy tan seguro Un buen procedimento de abordar el argumento de la conexión
es de si algu ien ha logrado una presentación cabalmente convincen- lógica discurre en términos de verificació11. Supongamos que se
te del argumento. Algunas versiones resultan no sólo sospechosas preguoca cómo, en un caso dado, uno determina (verifica) que
sino incluso palmariamente defectuosas is. un agente tenga una intención particular, «quiera» algo en concreto
13 Para la insistencia humeaoa de la independencia entre causa y efecto
- y cómo además halla que esta conducta es de un tipo ral que
véase especialmente liume 1738, l. I, P. iii, sec. 6. Así mismo? adoptaodo la intención o el deseo correspondientes constituyen presuntamente
la opinión de que la. conexiones causales son una especie de ncces1dod natural, su causa-. Resultaría que 110 cabe responder a una de estas preguntas
cabría querer mantener que la causa y efecto deben 5'.'r lógíeammle ind~pendiente~. sin contestar así mismo a la otra, de manera que la intención
14 A. T. Mcldcn y varios aurorcs sujetos a su mfluenc1a han s1dQ lo.s mas
esforzados defensores de esta posición. Cfr. Melden 1961, p. 53: «El acontcc1m1en-
16 Así, por ejemple, en Melden 1961, según coosta por J. ciu anterior
ro interno que Jla1113 mos 'el acto de vol ición' ... debe ser J?gicameore distinto
del presumo efecto -esta es, cienameme, una de las lccc1~ncs que podemos de la oota 14, c.n Davcnc.y 1966 o White 1967. Cfr. también Wittgenscein
extraer de la lecru ri de la discusión humeana de la causalidad- . Pero nada 1967a, sec. 53.60.
que 00 se baila lógicamente conectado con lo que es querido puede ser un • 17 Cfr. Stoutland 1970, p. 125. El señala muy acertadamente que el plantea-
acto de volición - el acto de volición sólo es inteligible como el a~lo de ~rut.":nco que considera a <dos objetos de las intenciones parte de la ~st1u'-"Luu.l
querer aquello que ts <1uerido, cualquier cosa que esco sea.» . 1a tcrna de las intenciones» en modo •lguno contradice la posibilidad (aserción)
is Para una d iscusión lúcida del argumeoto junco con buenas observaciones de que «haya una relación comiogente encre las intenciones y la efectiva ocurrencia
criticas, véase Stoudand 1970. de aqucUo que las consuma».
120 Georg Hcnrik voo Wngh1 E:icpJ tetc1on y comprensión 121

o la volumad no pueden ser una causa (humeana) de dicha conducta. muchos conceptos mentales rele,·ames para Ja cuestión de las causas
Los hechos a establecer no sabrían ser lóg1camenre independientes de las acciones. Son éstos decisiones, deseos, motivos, razones,
uno del otro18. Procuraré mostrar que un ~n~lisis cle.I problema necesidades, entre otros. Aquí no me voy a ocupür específicamente
de la verificación no puede por menos de llega r a este resultado. de ellos. Pero estas otras fuerzas que mueven a Jos agentes a
actuar deben encajar también en un cuadro global de las relaciones
A lo largo de esta sección he venido hablando de «intención existemes entre los aspectos interno y e.xceroo de una acción.
o voluntad». Ello no significa que considere a ambos una misma En este sentido, el cuadro aquí preseme es incompleto. El lector
cosa. Pero no era preciso discernir uno de otro en la esquemática debería cuidarse de interpretaciones precipitadas de mi ?Osición.
presentación anterior de la idea de que el aspecto in:erno de Arguro comra una «teoría causal de la accióm>. Pero :io estoy
La acción pudiera ser una causa humeana del aspecto externo. negando que, por ejemplo, los deseos o las necesidades puedan
En lo que sigue me voy a referir únicamente a inlencionu. tener una ingluencia causal en la conducta. Tampoco estoy ponien-
Una razón de que no siga hablando de actos de voluntad (o do en tela de juicio el cometido obvio que disposiciones, hábitos,
de querer) es la que no deja de ser en buena medida una terminolo- incl inaciones y otras conductas regulares y uniformes desempeñan
gía artificial acuñada con fines filosóficos y no es fácil relacionarla a la hora de explicar y comprender la acción 20.
con la manera como en realidad hablamos y pensamos sobre accio-
nes. 4. Veamos el sigi.;ientc esquema:
Por motivos de com·eniencia llamaré ra11salistas a quienes pien-
san que la inrenc16n puede constituir una causa humeana de la (PI) A se propone dar lugar a p.
conducta e i11tencio11nlislcu a quienes consideran que la conexión A considera que no puede dar lugar a p a me-
entre intenc1on y cond uela es de carácter conceptual o lógico to. nos de hacer a.
Junto a las intenciones y a los actos de voluntad hay otros Por consiguiente, A se dispone a hacer a.
18 Para poner de manifies10 que dos proposiciones singulares, /> )' q, no
wn lógicameme 1ndepcnd1cn1es se ha de mosir•r que uoa al m~nos ~e. es1a~ Se llama a veces inferenrin (o silogismo) prdclicn a un esquema
cuatro combinaciones, p&q, pé - q, - p&q y - f'Ó' • q, es una 1mpos1b1hd2d de este tipo. Aquí voy a utilizar tal denominación sin pretender
lógica. El mero hecho de que sea lógic::amente imposible vcrific::ar, º. fal<ar. que sea adecuada históricamente e ignorando a sabiendas el hecho
una de las propo51ciones sin así mismo verificar. o falsor, la º"ª no 1mplic2 de que no son pocos los distintos esquemas que pueden acogerse
que omb2s proposiciones sean l6g1c::amente independ1cntcs. Sólo en combinación
con la resis adicion•I de que debe de ser lógiramtnlt po<iblc llegar a conocer
a este título21.
el valor vcritativo de cualquier propasición singular contingente, i.t. verificarla
o folsarla, se sigue que las proposiciones sean mdepend1cntcs. Considero acepiable corrcctamcnic a Malcolm, como causas humcanas. Para una discusión de la
este planteamiento de la reloción en1re verificabilidad y significado p roposicional, posición de Malcolm, véase lsemingcr 1969.
pero no acgüire aqui en su favor. . 20 Este cometido de las uniformidades presen1es en Lo cooduc12 es jus1amente
19 La posibilidad de que las inltncionu funcionen como causas es d1scu11d2 re.aliado por Maclniyrc 1966. Pero el au1or interprcia de modo acríuco, a
expresamente en Ch. Taylor 1964, Oavency 1966 y ~1alcolm 1968.. Tayl.or dice mi parecer, las uniformidades como •leyes c::ausales.. El hecho de que, por
(p. 33) que las imenc1ones •dan lugar a» conductas. Pero me¡(• 1amb1~ {1b.) que e1emplo, el perder a las cartas (con rcgulondad) hag<i colerie2 • una persona
la intención sea •un antcccdcn1e causal" de In conducta pretendida. Taylor difícilmente resul!O •un perfecto ejemplo de causación humen•• (11. p. 222),
usa •causa• en el sentido de lo que aquí se cun<idcn causa humeana. Cloro por m:ís que los estados corponlcs que "compañan a, y ~on canc1eríst1cos
que, como Malcol m (p. 59 y s.), observa, •Causo» cuen1a así mismo con un de, lo cólen pueden 1cner causas humean2s. Cfr. más adelante, c. IV, sec. 5,
<emido más amplio. Malcolm d1st1nguc (ib.) entre las intenciones inherentes a propósi10 de cs1fmu lo y respuesta y de mecanismos de «hacer que la gente haga
• una acción y las intenciones previamente establecidas de hacer una determinada co~as».
cosa. Las primeras no son causas en sentido alguno, dice. Las segundas dnn 2 1 El tipo de argumentación al que se denomina aquJ «inferencia prác1ica»
lugar a una conducta )' ofician así de causas, oun cuando no, si emiendn es diferente del cs1udi•do en von Wrigh1 l 963b. Allí La conclusión resuliame
122 Georg Hcnrik von Wright f.l'pJicación y comprensión 123

Hay presentaciones alternativas que cabrían esencialmente en La cuestión de la validez de una inferencia práctica no es
el mismo esquema que representa (PI). En lugar de «Se propone» ajena a las dos perspectivas sobre la relación entre los aspectos
se podría decir en la primera premisa «licue la intención de» «interno» y «t:xtcrnu» Je la a..:c.:iún que he llamado causalisra e
o «procura como fin» o, en ocasiones, «q uierei>. En lugar de intencional ista. Si se admite la cogencia lógica de las inferencias
«Se dispone a hacer» caben las cláusulas «Se lanza a hacen> o prácticas, formuladas con propiedad, se viene a asumir una posición
«procede a bacern o, a veces, simplemente «hace» en la conclusión. intencionalista. Si, por el contrario, se adopta el punto de visea
Entiendo, pues, disponerse a hacer algo de manera que implique causalisra habría que reconocer que, en las inferencias prácticas,
que Ja conducta correspondiente ha sido iniciada. No estoy sugirien- la verdad de las premisas comporta la verdad de las pertinentes
do en modo alguno que las alternativas mencionadas sean sinóni- conclusiones, claro que se trataría de un víncu lo «causal» y no
mas, sino más bien me limito a indicar que las respectivas sustitu- ya «lógico».
ciones no alterarían la naturaleza del problema que estamos plan- · Así pues, el causalista no sostiene que baste Ja sola intención
teando ni las soluciones que vamos a proponer 22 • de provocar Ja ocurrencia de algo en particular para inducir al
El esquema de la inferencia práctica es el de una explicación age nte a conducirse de determinada forma . Es preciso un fact0r
teleológica «Vuelta cabeza abajo». El punto de partida de una adicional con vistas a que el mecanismo causal sea operativo:
explicación releológica (de Ja acción) consiste en que alguie n se una opinión, una cree.ocia o un caer en la cuenta de que la consecu-
dispone a hacer algo o, más generalmente, en que alguien hace ción del objetivo requiere un modo específico de comportamiento.
algo. Pregunramos: «¿Por qué?». Con frecuencia la respuesta es De manera que la causa invocada resulta de una naturaleza más
simplemente: «a fin de que resulte p». Se da enronces por supuesto bien compleja y peculiar, que en sí misma puede suscitar dudas
que el agente considera la conducta, que procuramos explicar, sobre si un complejo cognoscitivo-volitivo de ese género esté
relevante para provocar p y que dar lugar a p es lo que proyecta posiblemente en condiciones de ejercer de causa humeana de algo
o se propone hacer con su conducta. Puede que el agente se en modo alguno. Pero no adelantemos la respuesta.
halle en u n error al pensar que su acción guarda relación causal Si la relación entre intención y conocimiento, de una parte,
con el fin previsto. Ello no invalida, con todo, la explicación y conducta, de la otra, es causal, hay entonce~ una ley general
apuntada. Lo único importante en este conrexto es lo que el (una conexión nómica no lógica) involucrada. Las premisas del
agente piensa. argumento representan el antecedente de esta ley, la conclusión
¿Es lógicamente concluyente una inferencia acorde con el esque- su consecuente. La ley y las proposiciones singulares pertinentes
ma presentado? implican lógicamente la conclusión. De modo que, en Ja perspectiva
aquí calificada de causalista, Ja inferencia práctica (y de consumo
de las premisas consistía en una norma, «.A debe hacer o». Uno y o tro tipos difie- la explicación nomológico-deductiva conforme al modelo de cober-
ren. por otra parce, de Jas formas de t;azonamicnto p ráctico, u «Ortopráctico», ob .. tura legal.
jeco de examen c:n Castañeda 1960/1961 y Rescber 1966. Todos estos tipos se ha-
llan emparentados, pero es dudoso que tengan en común alguna especie de for-
ma canónica genérica. Véanse también la sec. 9 del c. 1 y von Wrigh: l 968b.
22 Es uro pcculfaridad lógica de las inferencias prácticas la de presentar en 5. Antes de abordar la cuest1on de la validez, lógica o causal,
sus premisas y conclusión la característica conocida por «opacidad referencial». de las inferencias prácticas debemos acotar una serie de puntos
Ello significa que no es posible, sin restricciones, susticuir las descripciones de preliminares, relativos a la forma y al contenido del tipo de razona-
los estados de cosas y resu ltados de la acción que figuran en ellas por otras descrip- miento que nucscro esquema (PI) ejemplifica. Concierne e: primero
ciones de exaccamcr.té cJ mismo e:srado o resultado. Uoa acción, intencional
a tenor de su descripción de su resultado, no necesariamente lo es a tenor de a su presunta relación con Ja explicación telcológica. Supongamos
otea descripció n del mismo y un medio con vistas a un fin, considerado imprescin- que A se propone dar lugar a p y considera suficimfe a cal efecto
dible a cenor de una descripción, puede no resultar necesario a t<nor de otra . hacer a. ¿Se sigue de esto que se disponga a hacer a? No, ciertamen-

...
124 Georg Henrik ,·on Wnght EJ;-pJic:ación y comprcn5ión 125

te, en cualquier sentido de «seguirse» que pretendiera hacer la De manera que, cuando consideramos lo q:.ie las cxplicac1one~
inferencia concluyente. rcleológ1cas logran realmente explicar y lo que dejan al margen,
Supv11garnos que A se dispone a hacer a o bien que hace In rel2ción «eonversl1» emre inferencias pnícticas y explie2eiones
o. ¿!!abríamos aducido una explicación formalmente satisfactoria cdeológicas se revela verdadera.
de la conducta de A si dijéramos que A se proponía dar luga r Cabría, sin embargo, sobre la base de las observaciones prece-
a p y considera SLficiente en tal sentido hacer o? Es una cuestión dentes hacer más laxo el esquema de la inferencia práctica y ampliar
que nos puede sumir en la perplejidad. Si respondemos afirmat iva- la noció n de explicación teleológica de la acción. Alegar que A
mente sin mayor cualificación, admitimos que una explicación hizo a porque esto lo conduciría finalmente a p podría tomarse
tc:lcológica de la acción no es justamente la «conversa» de una por una respuesta plenamente satisfactoria a la pregunta de por
inferencia práctica del tipo (PI), sino que representa una categoría qué A hizo a. Pero no puede convertirse en un argumento conclu-
bastante más amplia. Parece factible, sin duda, dar una respuesra reme a no ser que se aduzcan datos complementarios sobre las
afirmativa, p~rn debe quedar sujeta a ciertas reservas. intenciones y conocimientos de A. En este aspecco la explicación
Si hacer o es lo 1ínico que A considera suficiente para la consecu- es aún «incompleta». Todavía cabe proceder a una relajación ulre-
ción de su objetivo, no hay problema. Porque emooces hacer rior del esquema. Quizás A no juzgase hacer a necesario ni suficiente
o también resulta, en su opinión, necesario. Ahora bien, suponga- para sus fines, pero consideraba <¡ue haciendo a podría no obstante
mos que existe más de un procedimiento, pongamos o y b, siendo fm·oruer en algún modo su consecución o aumentar las oportunida-
considerado cualquiera de ellos por A medio suficiente para el des (probabilidades) de conseguirlos. También en este ".so pode-
objetivo propuesto. A se halla entonces anee una opción. A menos mos explicar por <¡ué hizo a, sin contar en primera instancia
que elija hacer algo que sea suficiente para dar lugar a p, no con una argumentación concluyente. Y una vez más es posible
se verá en condiciones de lograr su objetivo. En otras palabras, el intento de completar la explicación buscando premisas suplt:men-
le es necesario hacer 11110 rosa 11 olrtr de las q ue considera J11jicienles tarias. Un modo de procurárselas sería indicar los riesgo¡ que corre
para la empresa de dar lugar a p. el agente de fracasar en sus propósitos si olvida tomar ciertas
Si la inferencia práctica está construida en form a cogente, la precauciones. De modo que contemplamos el sortear los riesgos
conclusión debe ser <¡ue A se dispone a hacer a o b. Como ítem como un objetivo (secundario) del agente. Así, dando un nuevo
de conducta en una ocasión dada, hacer a o b consistirá normalmente giro a la primera premisa, a veces «devolvemos» al argumento
en hacer "• pero no b, o en hacer b, pero no a. La búsqueda su carácter concluyente.
de una explicación teleológica introduce con todo derecho la cues-
nón adicional de :>or qué A digió hacer a, en lugar de b. Caben Una segunda cuestión preliminar que hemos de plantear es
explicaciones teleológicas de su elección, e.,g.. que consideró a el la siguiente:
procedimiento m:is económico o más rápido o más sencillo de Supongamos que A considera hacer a necesario para dar lugar
dar lugar a p y que, además, procuró (quiso) dar lugar a p con a p, pero así mismo piensa o sabe que no puede hacer a. ¿Se
el menor costo o tan rápida y fácilmente como fuera posible. seguiría aun así que está dispuesto a hacer a?
A esca explicación habría de corresponder una inferencia práctica Cabría contestar que un hombre que piensa que no puede
que finaliza con Ja conclusión de que A se dis pone a hacer a. hacer algo en particular tampoco puede, por las buenas, disponerse
No obstante, el que pueda efectivamente darse esta explicación a hacerlo. Si no está seguro al respecto, puede intentarlo 23. Si
teleolúgiLa aJicio:1al y el gue infe1c1Kia co11espondienre pueda
realmence construirse, es algo contingente. No existe de necesidad
una razón para c2da opción. La elección, aun si necesariamente 23 En como al u.r:ictcr conccpcual v condiciones del imenrar, cfr von
intencional, puede ser con codo enteramente forruita. ~·ngh1 1963a. c. lll, s:c. 10, y McCorm1~k y Thallxrg 1967.
126 Georg Hc!'!nk \'On Wr1A:ht E1plicación y comprcn11ón

se halla com·encido de su corpeza, tal vez pruebe a aprender objetivo que se ha propuesco. Sin embargo, este caso también
a hacerlo. plantea un problema:
Pero también cabe dudar de si un hombre, que piensa que éEI hecho de que A no crea saber cómo dar lugar a p es
no puede hacer a, puede siquiera proponene el dar lugar a algo, compatible lógicamente con la presunción de que se propone dar
pongamos por caso p, para lo que estima necesario hacer a. Es luga r a p? En otras palabras, ¿es lógicamente consistente el caso
posible que desee o anhele que p llegue a producirse, gracias que estamos imaginando? Tengo para mi que la respuesta es
por ejemplo a la intervención de otros agentes. Es posible que negativa, con independencia de la posición causalista o intenciona-
quiern apre nd er a dar lugar a p -lo cu:il compo rta el querer lista que se adopte a propósito de la validez de las inferencias
aprender a hacer a--. Es posible que se halle tan decididamente prácticas.
resuc ito a dar lug<r a p que resu lte válida la inferencia práctica Se clarifica la natµraleza del caso en consideración cuando
siguiente: en lugar de referirnos a lo que tenernos intención de hacer, no~
referimos (en primer término) a lo que precisamos hacer. Veamos
A se propone dar lugar a P- este ejemplo. Quiero cazar aquel pato salvaje que vuela por allí.
A considera que no puede dar lugar a p a no ser Tengo una escopeta en las manos. Si he de dar al paco debo
que (antes) aprenda (cómo) hacer a. apuntar con la escopeta hacia él. Pero supongamos que no dispongo
Por consiguiente, A se dispone a aprender a hacer de cartuchos de manera que en este momento no puedo cargar
a. el arma, lo cual es necesario si he de disparar sobre el paro.
Puede que, no obstante, apunte al pato en pleno vuelo. Esto
A fin de cuentas resulta que, si la inferencia en su forma no seria entonces más que un «gesto simbólico» y en realidad no
original (Pl ) ha de ser vá lida, debe asum irse que el agente piensa representaría un gran paso adelante en Ja compleja acción de
que puede llevar a cabo lo requerido para el cumplimiento de cazar al pato en vuelo.
sus propósitos. Ahora bien, ¿puedo dcci r en ta les circunstancias que «quiero»
cazar el pato? Puedo ciertamente decir, por ejemplo, «Quise cazar
Supongamos que A se propone d~r lugar a p y considera el pato, pero me encontré sin cartuchos a mano», o bien «Sí
hacer a necesario, a11n si no sufidmlt, a tal efecto. ¿Se sigue rambién que me gustaría cazarlo, pero desgraciadamente ya no dispongo
en este caso que esté dispuesto a hacer a? de más perdigones». También puedo decir: «Quiero cazar ese
Deben distingt..irse dos posibilidades. En un primer caso, A pato -Me haré primero con algo más de munición y luego lo
tiene una opinión formada sobre lo que seria suficiente, además perseguiré; sé dónde irá a esconderse.» En la primera frase, en
de hacer a, para dar lugar a p )' cree al mismo ciempo haJlarse lugar de «quise>>, puedo introducir «intenté» sin alterar su significa-
en condiciones de velar por que esos requisitos adicionales sean do, así como «me propongo» en vez de «quiero» en la última
satisfechos, e.g. realizando él mismo lo que fuera menester. En frase. El que pueda decir, con sentido cabal, que quiero cazar
un segundo caso, A o bien desconoce las condiciones s·Jficientes ese pato ahora, sabiendo que no estoy en condiciones de hacerlo
para dar lugar a p, o bien cree conocerlas pero no se considera (por el momento), parece depender de cómo se interprete el signifi-
capaz de satisfacerlas. cado de «quiero». Si «quiero» significa «me gustaría», la expresión
En el primer caso cabría contestar afirmativamente a la pregunta es plenamente correcta. Si en cambio significa «me propongo»,
propuesta. En cambio, en el segundo caso la respuesta debe ser tal uso de «quiero» -junto con la determinación «en este momen-
negativa. A no estar dispuesto a hacer o -<le no ser que medie to»- se muestra lógicamente inadecuado. Puedo propone mi e hacer
alguna otra razón, ajena al argumento-. Puesto que él, en este - y, por consiguiente, también «quiero» m el smlido de «me propon-
momento, piensa o sabe que hacer a no es provechoso para el ~º" sólo aquello que creo poder hacer, que me considero capu
128 Georg Hcnril von Wrigh1 EA-p1icac16n )' comprcnsion 129

de hacer. Se trata nacuralmente de una csnpuiación al respecto. do implícitamente sobre el supuesto de que A se propone (ahora)
No pretendo que el uso del término en cuestión conlJeye siempre dar Jugar a p en este momento, considera (ahora) que hacer o
estas presuposiciones. Pero los casos en lo< que la expresión pr('<rn- e.o el momento presente es necesario para sus fines y, en consecuen-
ta este sentido son importantes y es a tales casos a los que me cia, se dispone ahora a hacer o.
estoy refiriendo. No deja de ser legítimo, por lo tanto, distinguir No obstante, el objeto de intención se encuentra muchas veces
estos casos de otros posibles. en el futuro. Tal es el caso por lo regular cuando decimos, sin
De acuerdo con el punto de vista adoptado, la primera premisa precisión de tiempo, que nos proponemos hacer algo. Cabe argüir
de la inferencia práctica incluye, implícitamente, que el agente que es así aún cuando decimos que nos proponemos h1cer algo
cree saber24 cómo da lugar al objeto de su intención. Esro impli- ahora. Porque «ahora» resulta entonces el tiempo que tenemos
ca que él cree así mismo saber cómo llevtir a cabo las acciones jusco ame nosotros.
que considere necesarias y una acción, cuando menos, que es11mc Cuando el objeto de intención se encuentra en el futuro puede,
suficiente para lograr su objetivo. La intención incluye, pues, sin embargo, darse el caso de que las circunstancias me exijan
un elemento cognoscitivo. Los aspectos volitivo y cognoscitivo algo ahora con vistas a lograr mi objetivo. Pero lo exigido por
no pueden separarse de manera que el primero quede comprendido las circunstancias también puede no pocas veces demorarse, al
cotalmente en la p:imera premisa y el segundo totalmente compren- menos por algún tiempo. Por consiguiente el hecho de que yo
dido en la segunda premisa. La primera premisa presenta necesaria- me proponga ahora dar lugar a algo en el futuro, junto con
mente ambos aspectos. Esto no convierte en superflua a la segunda mis opiniones sobre lo que he de hacer para el logro de mi
premisa. Del hecho de que A se proponga dar lugar a p no objetivo, no me impone consumar acción alguna en este preciso
se sigue, corno es obvio, que considere precisamente hacer a necesa- momento.
rio para ello. Su opinión sobre lo que \da situación requiere» ¿Serla la siguiente una forma correcta de hacer justicia al tiempo
de él puede ser sin duda sobremanern extraña, puede resultar en la formulación de una inferencia práctica?
completamente equivocada o incluso ser supersticiosa. El que se
proponga dar lugar a p entraña únicamente que cuenta con alg1111a A se propone (ahora) dar lugar a p en el momen-
opinión sobre lo que se requiere de él, pero no que cuente con to/.
una opinión en particular cualquiera que ésta sea. Si forma parre A considera (ahora) que, a menos de hacer a no más
constituti\•a de esta opinión el que haya de hacer a con ,·istas tarde de I', no será capaz de dar lugar a p en el momen-
a lograr su objetivo, aun cuando contentarse con hacer a no to l.
sea suficiente, entonces también forma parte consticuciva de su Por consiguiente, A se dispone a hacer o no más tarde
opinión el tener alguna idea de lo que at'.10 le queda por hacer de l.
y el pensar que puede responder a esas exigencias restantes, además
de o. Ahora bien, este esquema inferencia) 110 puede obviamente ser
cogence - ni lógica ni causalmente . Entre el momento presente
6. En nuestra formulación original del esquema inferencia! (PI) Y los momentos I' y t puede ocurrir toda suerte de cosas. A
no prestamos atención alguna al tiempo. Hemos venido argumentan- puede cambiar de planes (intenciones) o puede olvidarse de ellos.
A puede así mismo cambiar de opinión en lo que respecta a
2~ Natur:tlmentc. puede e<¡uivocarse al creer esto. Kormalmente caer:! en lo que ha de hacer para lograr su objeti\·o.
la cuenta de su error cwndo se disponga a realizar su objetivo. Su conducta Con el fin de tomar en consideración escas contingencias en
tal vez resulte absoluramcnte contraria a cualquier cosa que cond uzc• al resultado
pretendido. Pero, con todo, puede esrar aspirondo a este objetivo, proponér>elO nuestra formulación del esquema iaferencial, debemos transformar
a maocrn de esfuerzo por alcanzarlo. las dos primeras ocurrencias de <(ahora» en ocurrencias de Ja cláusula
130 Georg Hcmik 'ºª Wnght EJ.pli(':lción y compr~ru.1ón 131

«de ahora en adelante>>, entendiendo por esco el tiempo que transcu- se preocupará de (disponerse a) hacer a. Pero de esto ro se sigue
rre emre el momento presente y t'. El esquema resulta entonces: que h.aya renuncia.do .ª.su intención, ni siquiera que haya lugar
a decu <.v11 lvua 1usncia que bt1 olvidado s11 inuncidn primmva 2tj.
A se propone de ahora en adelante dar lugar a p en
La situación que estamos comemplando es compatible con d con-
el momento l. trafáct ico a ceno~ del cual si A hubiera sido interrogado, en un
A considera de ahora en adelante que, a menos de
momento cualquiera entre el presente y el que juzga ser el momen-
hacer o no más tarde de./', no podrá dar lugar a
co /', sobre si había de hacer a no más carde de dicho momento
p en el momento l. su respuesta habria sido: «Sí.» Esto daría a entender que no habí~
Por consiguiente, A se dispone a hacer a no más tarde
olvidado su propósito. (Tener una intención a partir de un determi-
de f'25. nado momento y en lo sucesivo no entraña que uno se pase
Estas modificaciones no son, con todo, suficientes. El enunciado «pensando en ella>> codo el tiempo.)
de que A se dispone a hacer algo en el momento t' hace referencia A fin de tomar esta última circunstancia en consideración,
objetiva al tiempo. Pero A puede no saber que ha llegado el debemos añadir a la conclusión una cláusula: «a menos e¡ uc se
momento t', cuando así sea de hecho; o puede pensar que ha despreocupe en absoluto del tiempo».
llegado aun cuando, de hecho, no sea así. A lo sumo a que
podemos aspirar en la conclusión de la inferencia práctica es a Aun cuando se haya atendido al ciempo, resca todavía un aspecco
la pretensión de que A se dispone a hacer o no más tarde de en el que el esquema inferencia! sigue incompleto y, po- lo canco,
cuando él juzga, acertada o equivocadamente, que ha llegado el no alcanza a ser concluyente. El agente puede verse ;,.,pedido de
momemo t'. Con lv yue la infe rencia práctica vienen ser: llt>var a rabo su propósito. Se rompe una pierna o es encarcelado
o sufre un golpe y queda paralizado o, incluso, muere. Se cnriende
A se propone de ahora en adelante dar lugar a p en en esce contexto que el factor inhibitorio consiste en algLí n aconteci-
el momento !. miento que tiene lugar en el mundo («ex terno»), cuya ocurrencia
A considera de ahora en adelante que, a menos de hace imposible (fisicamcntc} la realización por parce del agente
hacer a no más rnrdc de t', no estará en condiciones de lo requerido en el momento preciso. Es ,-erificable imcrsubjeci-
de dar lugar a p en el momento t. ,-amente si el agerte se halla imposibilitado o no, en este sentido,
Por consiguiente, A se dispone a hacer o no más tarde para hacer algo.
de cuando juzgm: llegado el momenro t'. El factor inhibitorio puede o bien interponerse entre la «génesis»
de la intención y la «formación» de la accitud cognoscitiva, de
Claro que tal vez nunca llegue el momento que A estima una parte, y la ejecución de la acción requerida, de .a otra, o
oporcuno. Quizás se despreocupe del tiempo. Entonces tampoco bien puede ocurrir justo en el momento en que la acción va
a tener lugar. El primer caso es ciercamence el más común. Cuando
~ Cabe sugerir la siguiente formubción de la conclusión: Por con.•iguientc se dé alterará por lo regular los planes del agente. Esce quizás
1
\ (ahot11) se dispone a hacer 11 no m2s 12_rdc de t'. Creo que con esta formulación renuncie a su intención original cuando se baga cargo de que
de la conclusión el :>r¡;umcnro scri::t lógicamente concluyente. EU~ es as1 debido
a que el •esru dispu<~to• ahot11 a hacer algo en . el futuro d1fialrecn1c puc~e
no puede llevarla a efecto. O reduzca su objccivo a la medida
s1gmficar orra cosa que el mamencrse fid a partir de ahora. y durante algun de su limitada capacidad de acción. Cabe que reconsidere lo que
1icmpo, a la 1ntcnc16n y a h opinión sobre la accion precisa que uuv se la situación le exige hacer y llegue a la conclusión de que, después
haya formado. (Cfr. lo indicado en Ja sec. 8 a propósito de los cambios de
intenciones y de ~ctituJ.;s cognoscitivas.) Pero este es un senudo de «co12r 26 Debo a 1\llen Wood el hacerme reparar en la distinción entre olvidarse
dispuesto a hacer• diference dd aquí considerado. (Cfr. scc. 4.)
de las propias intenciones r olvidarse de rc•lizar lo pretendido.
132 Georg Hcnrik •¡oon \l1nght J.sphc:ación y compr~n~itn 1.H

de todo, no le resulta (tan) imprescindible hacer P (como pensaba) d problema de la «vi nculación» y, de este modo, el de la validez
- también puede hacer b, cosa que está a su alcance--. Si algo de la inferencia.
de esto ocurre, la inferencia pnktioi original «se diluye», por Consideremos en primer término la conclusión . ¿Cómo verific>tr
decirlo así, y la cuestión de comprobar su cogencia pierde mordiente testablecer) que un agente se dispone a hacer algo, a menos que
crítico. se: vea impedido o se olvide del momento indicado pua ello?
Subsiste el caso en el que la intervención inhibicoria ocurre Cuando se ha reali7.ado efectivamente algo, puede ser relativa-
en el preciso momento en que el agente se dispone a hacer P. mente fácil establecer que se ha materializado el resultado de
(Cabe incluir aquí la posibilidad de que tal interferencia haya la acción, que constituye un acontecimiento que tiene lugar en
tenido lugar anees pero haya sido ignorada por el agente.) No el mundo. Vemos actuar a un cuerpo mediante la ejecución de
hay tiempo entonces para cambiar de propósito o para reconsiderar determinados movimientos y contamos con una buena razón para
las exigencias de la situación. La inferencia práctica no «Se diluye», creer que tales movimientos causan, pongamos por caso, la apertura
si bien ha de quedar sujeca a esta comingencia. Podemos dar de una ventana.
cuenta de ello añadiendo una nueva cláusula a la conclusión. Reza: Sin embargo, para verificar que A hizo a no es suficien-
c.<a no ser que se halle imposibilitado». te comprobar que llegó a producirse el resultado de la acción y
Puede tomarse Ja formulación siguiente como formulación fina l comprobar, o hacer plausible de otra manera, que esto fue debido
del esquema inferencia! cuya cogencia estamos investigando: a alguna actividad muscular desplegada por A. Debemos establecer
a$1 mismo que lo que tuvo Jugar respondía a la intención de

A se propone de ahora en adelante dar lugar a p en ,\ y no era, en cambio, algo ocurrido por mero accidente, por
el momento t. un descuido o, incluso, contra su voluntad. Debemos poner de
A considera de ahora en adelante que, a menos de manifiesto que la conducta de A, el movimiento que vemos realizar
hacer n no más tarde de I', no estará en condiciones a su cuerpo, es intencional a lenor de /p descripción «hacer P».
de dar lugar a p en el momento t. Si podemos verificar que A hizo (intencionalmente) o, no nos
Por consiguiente, A se dispone a hacer P no más carde vemos precisados normalmente a verificar también que dispuso
de cuando juzgue llegado el momento/', a no ser que hacer a. Cabría dear que Jo segundo viene implicado lógicamente
se halle imposibilitado. por lo primero. Pero en buen número de casos este procedimiento
de comprobar que A dispuso hacer n, i.e. de verificar la conclusión
dc.:I silogismo práctico, mediante la constatación de que A hizo
7. El punto en discusión es si la vinculación entre las premisas r1, no es utilizable. Porque A pue;:de haber dispuesto hacer a y
y la conclusión de una inferencia práctica es empírica (causal) haber probado a hacerlo, pero sin éxito, o, al mediar algún otro
o conceptual (lógica). Claro que las premisas y la conclusión son moth·o, Ja empres2 no se ha visco realizada. ¿Cómo verificar en
por su parte proposiciones contingentes, es decir, verdaderas o cale~ casos la conclt.sión de la inferencia práctica? Hemos de mostrar
falsas empírica y no lógicamente. Por lo tanto, debe ser posible27 <¡ue A - la conducta de A- «apuntaba» a esta realización sin
verificarlas o falsalas --cC>nfirmarlas o disconfirmarlas, cuando llegar a dar en el blanco. Pero, ¿en qué consiste este «apuntar
menos- sobre la base de observaciones y contrasracioncs empíri- a»? No puede tratnrse solamente de los movim ientos e1ecutados
cas. por A, aun cuando fueran en rodo semejantes a los movimientos
Atengámonos por ahora a la cuestión de lo verificación. lntcnt2- que formalmente conducen a l:a efecriv:i re~lizarión de P . Pues
ré argüir que una solución al respecto permite así mismo resolver todavía tendríamos de hacer patente su carácter intencional. Y,
de~pués de todo, no necesitan asemejarse a los movimientos caracce-
~7 Cfr. más ~rt1ba, nota 18. risricos de las realizaciones efectivas de P. J\un así puede ser
l'.14 Georg Hcnn;c von \'( ught €.,.phc:acH\n ) comprensión 135

cierto que con tal proceder A estaba pretendiendo Ja realización El 1í11ifo proced1m1enro para dio es, al parecer, mosrrar la presencia
de a. de su intención de hacer n o de: hacer algo cuya realización él
En la práCLÍ\:a pucJc ser más fácil c~tablcccr que A ha dispuesto co nsiderara menester p:tr:i h:tcer "· También aquí el peso de la ve-
hacer a cuando de hecho ha realizado a que cuando, por el concrario, rificación se desplaza de Ja conclusión a las premisas de la infe-
no llega a realizarlo. A hora bien, en ningún caso bastará a nuestros rencia práctica.
efectos la verificación del aspecto exrcrno de la conducra y /o El caso en que el agente se desentiende del momento oportuno
de sus resultados causales. Habremos de establecer también en es relevante sólo cuando puede darse por sentado que al mismo
uno y otro caso el carácter incencional de la conducta o de la 1ie111po no ha olvidado o modificado sus intenciones. (Pues, si
realización, el hecho de que «apuncan» hacia la consecución de así fuera, el enunciado en cuestión no podría seguir ejerciendo
un objetivo, ron indtpmdmcia de que lo logren o no. la conclusión de una inferencia práctica.) De modo que, establecer
Pero establecer 4ue un particular ítem de conducta apunta un caso de despreocupación de csre tipo es, ip¡o .faclo, establecer
a un objerivo, al margen de como se ha ll e conectado causalmente la verdad de las premisas de una inferencia práctica. Y el estableci-
con s u consecución, es establecer la presencia en el agente de mienco de que A, no sujeto a impedimento alguno, habría determi-
una determinada inrención y (au n puede que) de una actitud cognos- nado hacer a de no haberse desentendido del momento oportuno,
citiva relacin a los medios conducences al fin. Y esto significa sólo puede tener lugar al poner de manifiesto que o bien era
que el peso de b verificación se desplaza de la \'erificación de a lo que t\ se proponía hacer, o bien era algo que c.'I juzgaba
la conclusión a la de las premisas de la inferencia prácr.ca. preciso hacer para la consecución de su ulcerior objetivo.
El que un agente se \·ea imposibilitado de hacer algo en parucu-
lar en una ocasión dada significará en esre contexto que el agente 8. ¿Cómo establecer que un agente, a partir de determinado mo-
se halla fúicammlt imposibilitado para ejercer una capacidad que, mento, se propone dar lugar a algo en particular y considera
en general, posee28. (Cfr. anteriormente, pág. 106.) El impedimento que hacer alguna otra cosa concreta es necesario para a lcanzar
«psicológic0>l, aun cuando revista Ja forma de fuerte amenaza su objetivo?
de violencia física, no será tomado en cuenta puesto que Ja renuncia llay un aspecto del problema de la verificación del que sólo
por parte del agcnre no deja de ser una abstención inle11do11al. nos ocuparemos por encima. Concierne al factor tiempo y a los
'o obstante, la lhea divisoria entre uno y otro cipos de situación cambios posibles de intención y de actitud cognosc1CJva. Damos
puede no ser nítida en todo momento. t\ veces nuestra reacción po r sentado que A tiene ahora determinado propósito y det:rmmada
ante el peligro o ante una amenaza t1ene \' ISOs de reacción refleja actitud cognoscitiva. ¿Cómo asegurarnos de que los rrantendrá
o de pánico que hacen dudar de si la conducta resulta intencional de ahora en adelante hasta un momento futuro fijado de antemano?
o no. En Jos casos normales, sin embargo, es relativamente sencillo ¿Hemos de comprobarlo a lo largo de todo ese lapso de tiempo?
y no causa mayor probkma al asegurar si el agente se halla o ¿Y cómo se establece un ca111bio de intención y/o de accitud cognosci-
no físicamenre imposibilitado para ejercer 'u capacidad. tiva?
Supongamos ahora que hemos esiablecido que A se halla, Tener una intención )' una acritud cognosc1t1va no lleva de
en la ocasión cOn$idcrada. imposibilitado para ejercer su capacidad necesidad a actuar inmediatamente. Pero inciden «ncgaci,•amente>>
de hacer a. ¿Cómo pondríamos entonce~ de manifiesto que él sobre nuestra conducta desde el momento de su formación (conjun-
habrá estado dispuesto a hacer a, de no haberse visto unpcdido? ta) hasca el momemo de Ja ejecución. Esta incidencia consiste
en que. durante ese intervalo, el agente 110 hará intencionalmente
ni emprenderá algo que a su juício (conocimiento o creencia)
28 Sobre la distinción entre los dos sentidos de «poder hacer•, viz.. el sentido
genérico que significo capacidad y cl sentido que significa éxito en alguna haga imposible el cumplimienm de su intención. Si tengo intención
oe<>$ión concre~. véllse ''º" Wrigbt 1963a, c. 111, sec. 9. de visitar a mi tía mañana por la tarde, no tomaré mañana por
136 Gc0<g Hcnri( von Wright F•phc•coón y comprensión

la mañana un av1on a Pekín. Si est0 hiciera, cabría decir que y cosas parecidas. Sería palmariamente circular, probar a servirnos
cambié de idea (imención) o que no caí en la cuenta de lo requerido de tales generalizaciones como criterios de verdad para enunciados
por la situ:tción o t¡uc me vi conducido a Pekín contn1 mi voluntad. ,¡ 0 gulares rel,aivos n ln presencia de actitudes cognoscitivas j'
Es a partir de la observación de un comportamiento de este género de inrenciones en los ageoces29.
como comprobamos un cambio de planes. La obserrnción misma ¿1 o hay entonces vías más directas de acceso a lo que una
es una verificación del tipo que ahora nos interesa, a saber el persona se propone y a lo que considera preciso para llevar a
establecimiento de una intención presente y/o de una actitud cog- ca bo sus propósit0s? Existe un método al que recurrimos con
nosciriva. Verificar si una mtención es modificada o mantenida frecuencia y al que consideramos el más directo de rodos los
presupone la ver.ficación de las intenciones -y de la conducta métodos externos. Preguntamos a nuestro hombre por qué está
intencional- en el momento actual. A esto se debe el que no gritando. Supong~mos que responde en un lenguaje familiar para
nos sea preciso discutir con mayor detalle las complicaciones intro- nosotros. Su respuesta - oral o escrita- es también una conducta,
ducidas por el factor tiempo. conducta verbal. Sea esta respuesta, digamos: «Estoy pidiendo
Hay varias maneras de establecer que un agente tiene determina- socorro para sal,•arme de morir ahogado», - o venga expresada,
da imención y juzga menester llevar a cabo determinados actos en el trance considerado, de cualquier otra forma distinta de la
para su realización. Por ejemplo, el agente pertenece a una determi- fo rma gramatical de un enunciado--. ¿Por qué da esta respuesta?
nada comunidad cultural, cuenta con una educación básica y con Contestar a esta pregunta es explicar su conducta verbal. La explica-
un fondo normal de experiencia. Sobre la base de estos datos ción pódría tener la siguiente forma esquemática:
circunsrancialcs podemos dar por sentado que está en condiciones
de dar lugar a p y sabe (o cree) que a tal efecto ha de hacer A grita «socorro» para ser rescatado del agua.
o. También presenta c iertos rasgos de carácter y de temperamento A piensa que no podrá salvarse a menos que responda
que lo predisponen a reaccionar de forma característica en repetidas (con t0da veracidad) a la pregunta de por qué está
siruaciones. Este conocimiento de su perso nalidad nos permite gritando.
pensar, con notable plausibilidad, que está ahora ac tuando con Por consiguiente, A dice que grita para que lo rescaten.
la intención de producir p mediante la realización de o. En ocasio-
nes decimos incl1..so que eonocemos sus intenciones y pensamiento. He aquí una inferencia práctica. Da lugar a las mismas cuestiones
Tal vez nuestro hombre se haya caído al río y no pueda salir, que nos venimos planteando. Puede que A esté mintiendo. Si
de modo que grit2 tan desaforad'.lmente como le es posible. Quiere únicamente simula angustia cuando grita «socorro», no deja de
por supuesto salir con bien de tan penoso trance y picosa que, hacer lo mismo al responder a la pregu nea que le hacemos contestan-
a menos que gritar y ser oído, nadie vendrá en su ayuda y que, de do : «Estoy gritando para que me salvea.ll Claro que, entonces,
no recibir socorro, no podrá salvarse. la explicación anterior, dice esto para ponerse a sako, resulta
Una «verificación» de este tipo no es obviamente sino hipotética inválida.
y pro,·isional, en ningún caso es irrevocable y definiti,·a. Se basa De modo que, si sus palabras «Estoy gritando para que me
en analogías y suposiciones normalmenre fiables que, no obstanre, :?t Pero podemos preferir, en casos de conflicto aparence entre. h gene;•l.i12-
pueden resultar erró neas en un caso particular. Es posible que ción y el caso ondi' idual, confiar en la primera para rcdescnbtr el ultimo
el hombre caído al agua esté perfectamente a saJvo y .;nicameme antes que pcrm111r que un• descripción indepeodience del aso ind1v1dual eche
simule angustia. Con todo, la fiabilidad de las analogías nos consra por tierra lo que consideramos ser una generalización fiable (coocernoente al
car~cter, d1spos1c1ones o h:ábitos del agente). En ocasiones dcc1m!>s, «1-.~to es
por casos concretos, ocurridos en el pasado, que tenían las caracte· lo que dtbt haberse propucs10 con su comportamiento, conoc1codo la cbse
rísiicas intencionales que conjeturamos a propósiro de los nuevos de persona que CSlt, aunque él se obstine en negar, r pu~e que de buena
casos sobre la base de predisposiciones, rasgos de carácrer, hábitos fe, nuestra imputación de intencionalid2d. (Motivos subconsctentcs.)
r:~phcac1ón y comprcns1on 139
138 Georg Heorok von \l; nght

el significad o de mis movimien tos siempre que actúe intencional-


salven» verifican lo que pretende:30 y el motivo de actuar así
mente?
(gritando «soco~ro» ), ello obedece sola menee a que damos por
Mi conocimi ento de mis propias intenciones puede basarse
sentada su veracidad . Ob3érves e, por ocra parce, c¡uc la diticulcad
en un conocimi emo refleim·o de mí mismo (de mis estados inter-
de verificación atañe no sólo a las premisas, sino en igual medida
nos), en la observación y en la interpretación de mis reacciones.
a la conclusión del silogismo práctico por el que explicamos la
En tales casos el conocimienco que uno tenga de sí mismo resulra
co~du~a \'erbal del agente. ¿Cómo comprob ar que A diu que
precisamente tan «externo» e «i ndirecto» como el de otro observa-
esca gmand? para qu~ lo rescaten? Lo que nosotros consignamos
dor ajeno y aun puede ser menos fiable que el de éste. (No
so.n los sonidos emmdos por él. Podemos registrar lo que dice:
es seg uro en modo alguno que yo sea el mejor juez de mis
«Estoy gntando para que me rescaten.» Pero esto no es registrar
intenciones o de mis acritudes cognoscitivas al respecto.) la concien-
aún que él dice que grita para que lo salven. ¿Cómo procederemos
cia inmediata de mis propia• intenciones no se basa en la reflexión
para saber que esto es lo que él quiere signiji<nr con sus palabras?
sobre mí mismo (sobre mis propios estados inrcrnos), sino que
Cuando damo~ por sencada su significación y nos servimos de
co11siJte en la intencionalidad de mi conducta , en la asociación de
ella para sostener la verdad de las premisas de la infe rencia práctica
ésta con una intención de llevar a cabo algo. No sirve, en consecuen-
originaria, a saber la que concluye con el grno «socorro», estamos
cia, para ,-erificar las premisas de una inferencia práctica que refieran
su~oi;uendo la vcri:lcación previa de la conclusió n de ocro silogismo
en qué consisten mis intenciones y actitudes cognosciri\'as, dado
pracuco, el que concluye con la indicación de que está diciendo
que esto mismo es precisamente lo que se ha de establecer (verifi-
algo t:n respuesta a una pregunta.
car), viz. el propósito inherente a mi conducta .
La conducta verbal no facilita en principio un acceso a los
Cabría decir que la conducta intencional se parece al uso dd
escados imernos _más ~•recto que el proporcio nado por cualquier
ltnguajeª1 - Es un g<=»to ¡.>vt el que doy a c:mcndcr algo. De la
ow1 c~nducrn (1~~enc1onal). Cuando advenimo s esco, llegamos
misma manera que d uso y la comprens ión dd lenguaje presupon e
a senur la temac1bn de alegar que el único método direcco de
una comunida d lingüística, la comprens ión de la acción presupo-
verificación es la introspec ción de los propios escados internos
ne una comumdad de instituciones, prácticas y aparato técnico,
por parre del ageme. «Unicamente yo puedo saber lo que me
en la que uno llega a introducirse mediante aprendizaje )' entrena-
propongo y lo que juzgo necesario para la realización de mi
objetivo.» miento. Se la podría llamar segurame nte comunida d de vida 32.
No podemos comprend er o explicar releológicameme una conducta
F.stoy anre la puerra y tengo la intención de hacer sonar el
que nos resulre absolutamente ajena.
timbre prt<isan1tntr ahora. ¿Cómo sé que es esto lo que me propon-
go? El hecho es que la pulsación del bocón por mi parte -o ¿Estoy proponie ndo entonces que mi intención de hacer sonar
jusrnmente ahora d timbre y mi creencia de que pulsar el botón
cualquier otra cosa que haga ahora en el mismo sentido- conduce
es necesario a tal efecto vienen a ser lo U1is1110 que el hecho de
a que suene el timbre. Ahora bien, ¿cómo puede decirse que
pulsar ahora el borón? Habría que responder a esto: no es lo
se rrata de un hecho <011oúdo por mí? ¿Debo reflexionar sobre
mismo que la serie de movimien tos corporales y de acontecimientos
. 30 Sor salvado de agua nn es lo que el agente iwlm/11 Eso es Jo que que rienen lugar e:i el mundo exterior y culminan con mi pulsación
t¡111trt. Lo que 1ntent• es, dicho ru;cameme , hacer Jo que pueda para >er Sálvado. del botón v su introducc ión a fondo. Pero no otra cosa es la
Su intención es crear una struac1ón en Ja que Je sea posible saJjr del npuro.
tal secuencia significo para mí (o en mi senrido rs comprendida por
F.s ~ta ini~nc1~11 I~ que lo mue~·c a responder coo la 'crdad a la pregunta
de por que esr-a prnando tt¡2ux1ho!». Pero 1'0 lo mueve ntrt1ariam~11/t a csro. Otros) en su calidad de acto de hacer sonar el umbre.
· El que lo haga o no depende de la acr11ud cp1Stémica aneja a su intención.
3t Cfr. el •conclud1ng pomcriprn de Malcolm 1968, p. 72.
Qi117á< crea q~1c lo van a salvar en cualqu ier caso, una vez que h• logrado
~2 Cír. \Vittgcn~tcin 1953, scc. 337: «Unn intención se halla empapada de
airaer la atención ele gente, )' que ahora, si le preguntara n, no corroría peligro
su si1uación, de cosrLmbrcs hun1ana:C'ó y de 1n~utuciones.>t
a un'lu< mintiera sobre sus intenciones y deseos.
140 E.:<plicae:ión y comprernuón 141
Georg Hcnrik von Wngh1

Decir c¡ue hay imencionalidad tn la conducta es sugerir algo poner la exüttnc10 de alguna conducta fáctica a la que se asigna
a la vez importante y c¡ue se presea con facilidad a equívocos. una «interpretación» intencional. Supongamos que no existe tal
La formulación acierta al poner de relieve c¡ue la intencionalidad conducta. ¿Qué •eprcsentará esta suposición?
no es algo c¡ue queda «<leerás» o «fuera» de la conducta. No Contamos con las premisas de una argumentación prácttca:
es un acto mental ni una experiencia característica c¡ue lo acompañe. un agente se pwpone dar lugar a algo r considera que hacer
Lo equívoco de la formulación reside en sugerir una «localización» alguna otra cosa es necesario para alcanzar su objeeivo. Ha llegado
de la intención, su confinamiento en un ítem de conducea determi- el momento de actuar. El mismo lo cree así. Tal vez haya resucito
nado, como si se pudiera descubrir la intencionalidad mediante matar al dictador. Se coloca ante el monstruo apuntándole con
una inspección de movimientos. Cabría decir - por más que no la pistola cargada. Pero nn pasa nada. ¿Hemos de decir que está
dejnra de ser también equívoco que la intencionalidad de Ja «paralizado»? Sometido a examen médico no se encuentran sínto-
conducta consiste en el /11gor c¡ue ocupa en un relato sobre el mas de impedimento físico alguno para llevar a cabo su imención.
agente. La conducta adquiere su carácter intenciooal del hecho ¿Hemos de decir que abandonó su propósito o que reconsideró
de ser visto por el propio agente o por un obserndor exeerno lo exigido por la situación? El no admite ninguna de CSfas posibili-
en una perspectiva más amplia, de hecho de hallarse 1il11odo en dades. ¿Hemos de pensar que miente? Estas preguntas llevan a
un contexto de objetivos y creencias. ·o otra cosa es lo c¡ue la reconsuucción de un caso en el que alegar que el agente se
hacemos al construir una inferencia práctica para c¡ue case, al ha visto imposibilicado o que dejó pasar el momento oportuno,
modo como las premisas hacen c¡ue case una conclusión dada. que renunció a sus propósitos o que reconsideró los imperativos
El resuleado de nuestro examen del problema de la verificación de la situación, no tendría mayor fundameoeo c¡ue el simple hecho
es el siguiente: de que él agente no resolvió actuar de acuerdo con las premisas.
L::i verificación de Ja conclusión de una argumentación práctica Es un caso cxrn:ruu, ciet Lamente. Pero no me parece imposible.
presupone la capacidad por nuestra pane de verificar el conjunto En esta coyunrura, lo único que nos movería a seguir manreniendo
correspondiente de premisas que im plican lógicamente que la con- alguna de las aleernativas indicadas sería Ja conversión de la validez
ducta, observada, es ineencional a tenor de la descripción dada del silogismo práctico en criterio para interpretar la situación.
de ella en la conclusión. De modo que ya no podamos afirmar Lo cual no deja de ser razonable. Pero carece de cogencia lógica.
tales premisas r negar la conclusión, i.t. negar la corrección de Sería tanto como decir: st puede concebirse un caso de esca suerte,
la descripción dada de la conducta observada. Pero naturalmente pondría de manifiesto que la conclusión de una inferencia práctica
no es preciso que las premisas \'erificadas sean en conjunto las no se sigue con necesidad lógica de sus premisas. Empeñarse
mismas que las premisas de la argumentación práctica en cuestión. en lo contrario representaría dogmatismo.
La verificación de las premisas de una argumentación práctica Una característica del caso c¡ue venimos imaginando es la de
presupone, a su vez, la capacidad por nuestra parte de identificar que el agente no haga nodt1 en absoluto. Esto no significa que
algún ítem de conducta registrado como intencional a tenor de el agenre se abstenga de actuar. Pueseo que la abstención es un
su descripción en esas mismas premisas (verificación «i nmediata») no actuar inrencional, el dejar deliberadamente de llevar a efecto
o en algún otro conjunto de premisas que implique a las del una intención es cambiar de intención. Se trarnría más bien de
argumento considerado (verificación «externa»). . un caso en el que el silogismo «Se desvanece» y no llega a plantearse
En esta interdependencia enrre la verificación de premisas y la cuestión de su validez.
la verificación de conclusiones de silogismos prácticos consiste. De manera que, bien a pesar de la rectitud del argumento
a mi modo de ver, la rectitud del argumento de la Conexión de la Conexión Lógica, las premisas de una inferencia pdcuca
Lógica. no implican um; conducta con necesidad lógica. No implican la
Es característico de este procedtmicntq de verificación el presu- «existencia» de una conclusión vinculante. El silogismo que conduce
142 Georg Hcnrik von Wright E>tpJ1c1c1ón ~· comprensión 143

a una acción es un discurso «práctico», no una pieza de demostra- cada una de ellas tiene su parte de verdad y su parte de error
ción lógica33, Sólo cuando ya ha tenido lugar la acción y se y que, a fin de cuentas, intc(pretadas adecuadamente, no se contradi
confecciona un argumento práctico para explicada o justificarla, c:en mucuamentc.
damos con un argumento lógicamente concluyente. La necesidad Para que sea de algún modo posible la confrontzción entre
del esquema de infecencia práctica es, cabría decir, una necesidad ambas, hemos de investigar primeramente si cabe proponer con
concebida tx po1/ ae/11. pleno sentido, para 11n mim10 explanand11m1 tanto una explicación
ccleológ1ca como una explicación causal.
He tratado de pcner de manifiesto el cipo de tonexion que ¿En qué tontitlt el explanand11m de la explicación causal de
media entre las prem.sas y la conclusión de una inferencia práctica. una conducta? Es, sin duda, un ícem de conducta. Pero cal caracteri
He procedido a ello a través de consideraciones relativas a su 1ación no deja de ser ambigua. Deja abierta la cuestión de si
verificación. Un problema que aq uí he dejado al ma~ea es la se craca de una conducta entendida imencionalmcnre en calidad
cuestión de qué conjuntos alternativos de premisas habáan de de acción o dirigida de cualquier otra manera a la comecución de
aceptarse en razón de una conclusión dada. No es otra que la un objeci,·o, o bien es una conducta que tiene lugar como un
cuestión de comprobar la corrección <<material» (verdad), ea cuan- acomecimienco «puramente natural», i.e. una actividad en último
to que disrinca de la validez «formal», de la explicación tcloológica término muscular.
propuesta para una cción. No me ocuparé de ella en el presente li- Puede ser con,•eniente describir el explanand11111 de una explica-
bro. ción causal de la co nducta en términos intencionales (en un lenguaje
de acción). Un fisiólogo experimental estimula el sistema nervio-
9. . Aun dando por sentado que las premisas de un argumento so de un ser humano de determ inada forma y éste «ejecuta ciertos
practico no describen una causa humeana de la conducta referida mcivimientOS» en consecuencia, pur ejemplo, levanta el brazo. Ahorn
en la co nclusión, queda abierta la cuestión de si el mismo ítem bil.!n, la descripción intencional de los movimientos como una
de conducta no es, a un tiempo, susceptible de explicación causal. ac tiv idad o una acción es irrelevante para su explicación ca usal
Hay dos posturas conrrnpl1estas al respecto: la tesis de Compatibili- en calidad de efecto de una cstimuJación \', bien mirada, puede
dad, que resuelve afirmativamente la cuestión, y la tesis de Incompa- resultar incl uso no estrictamen te «científica;>. Lo explicado es por
tibilidad, que la resuelve negativamenre34. Intentaré mostrar que qué JllJ mie111bro1st11111t11t11, baio Ja influe ncia causal de la estimulación
de su sistema nervioso. y no por que él mueve s11s nliembros. (Esto
33 último pertenecería al ámbi to teleológico de sus inrenciones y
Tombién cabrio tildar a la inferencia genuinamente •práctica» de cowpromilo
con la acción. Es una argumenración formulada en primera persona. Su conclu- actitudes cognoscitivas.) Podemos, por ejemplo, fotografiar esos
sión, cx~rcs•mcnre formulad•, es: •Haré a (en este p!cc1so momento)» o •Ha ré movimientos, disponer las fotografías en un sistema de coordenadas
a no mas tarde de !». Las ma11zac1ones «a menos que me vea impedido» y describirlos como desplazamientos en el marco de esre sistema.
o ., menos que me despreocupe del momcmo oportuno• no inccmben 3 La cuestión de qué es el txp"111a11d11111 de una explicación teleoló-
la inferencia en su calidad de compromiso. No obstante, si se rmcumpliera
el compromiso, podrlan ofrecerse como tx<1wu. Sólo cuando enfocarnos el gica presenta mayor complejidad. Cabe poner el dedo en la llaga
caso desde el pumo de \'ma de un espectador («en 1ercer2 persona») ;e babni planceando la pregunca siguiente: ¿Es posible ducribir los mov1
de establecer I• conclu<ión en un• form• más circunspe= de «disponerse> m1entos cxplicacos teleológicamence en términos no intencionales
a •c1uar por pone del •gen1e v quedara sujeta a cual1ficacioncs rda1ivas a en absoluto, i.t. describirlos de modo que la conducta no sea
l•s crrcunsl3nc1a. de no 1mpcd1mcn10 y de no dcsprcocup•ción_
intencional o temr dt la dtHripdón? ¿Cabría descnbirlos, por ejem
34
En \'Q~''-~::inn 1953 r.~ t-ncuen«r• una prcxot.a.ción mu) \. la1:1. JcJ problema
de la compa11b1hd•d. Las d1ficult•des del problema están expuestas en Malcolm plo, como desplazamiencos de cuerpos en un sistema de coorde
1968 Lo expresión Tesis de la compaubihd•d (Compolibility Tlmis), fue, por nadas?
lo que sé, <>cuñada por F cw 1959. Consideremos una vez más el silogismo práctico. Su conclusión
144 EJcplicación ) compr<nsion 145

es que el agente, a menos de verse imposibilit ado para ello, se quedan C$tablecidas, que haya de pulsarlo con algún dedo en
d ispooe a hacer aquello en particular que juzga necesario para
especial.
el logro de un cierto objetivo. Cuando deseamos explicar teleológi- ·Cómo formubrem os entonces In conclusión en rérmioos no
camente determinad a conducta partimos, por así dedr, de la conclu- inte~cionales sin alterar la validez formal de la explicació:i? Consi-
sión y nos abrimos paso hasta las premisas. ormalment e procede-
deremos:
mos a partir del hecho de que una acción se ha realizado y cabe
entonces dar por sentado que el agenre así mismo dispuso hacer Por consiguient e, el cuerpo de A procedió a moverse
aquello. Podernos simplificar las cosas, sin pasar por alto las dificul- de manera que causó una presión sobre el botón.
tades esenciales, limitándon os a discutir tales casos normales sola-
mente. Tampoco sea aceptable esta propuesta. A esrá respirando y
Sea el ítem de conducta en cuestión -descrito en términos Ja corriente de aire que parte de su boca, generada por su respira-
intenciona les- que A hace una determinad a cosa a, por ejemplo, ción, ejerce, supongamo s, una débil presión sobre el botón. No
pulsa un botón. Proponemo s la siguiente explicación teleológica se t0maría normalmen te esta conducta por una conduce~ pertene-
mediante la construcció n, en tiempo pasado, de las premisas de ciente aJ ámbito de una explicación teleológica en absoluto. ¿Por
una inferencia práctica que hagan casar este txplanandu111 como qué? Obviament e porque, de ordinario, no interpretarí amos esto
conclusión : como un acto de pulsar el botón. Pe ro si, debido a la postura
de su cuerpo, así como a la disposición de sus labios y al modo
A se propuso hacer sonar el timbre. corno espiró, hubiéramos llegado a pensar que sopló hacia el
A pensó (cayó en la cuenta de) que, de no pulsar botón, entonces habríamos de interpretar a fort1ori lo que hizo
el botón, no podría hace1 sona r c:l timbre. como una forma curiosa de pulsar el botón.
Por consiguient e, A pulsó el botón. En la situación que estamos imaginando tiene lugar una cond uc-
ta, a saber los movimient os corporales de A. Cabe ciertamente
Esta explicación puede resultar «materialm ente» incorrecta (fal- describir estos movimient os de una manera exenta de toda intenc10-
sa, equivocada ) en el sentido de que el motivo que indujo a nalidad as. Pero si se preguntara cuáles de ellos son tales que
A a pulsar el botón fue de hecho bien distinto. Pero es «formalme n- su ejecución se siga lógicament e de las premisas de nuestra inferen-
te» correcta (válida) como construcció n ex post nc/11 de las premisas cia práctica anterior, la respuesta indicaría aquellos que, a nuestro
que hacen, que case una co ncl usión dada. entender, representan un acto de pulsar el botón. La conclusión
Veamos ahora si cabe introducir como conclusión una descrip- congruente con las premisas resulta ser:
ción no intencional de la conducta de A y prturvar le t•nlidtz
formal de lo txplicaciit1 (inferencia). Mantenien do las mismas premi-
Por consiguien te, el cuerpo de A se movió de una
sas, probarnos con la siguiente: manera que constituyó un acto de pulsar el botón.
Por consiguie nte, el dedo de A presionó sobre el borón.
Esta proposición puede ser verdadera - pero podría no serlo
Claro que esto es sólo otra forma, bien que más abstr~sa,
necesariam ente a la visea de las premisas- . Los botones pueden
de decir que A pulsó el botón. Volvamos al punto de paru~.ª·
pulsarse de muy diversas maneras. Puede no ser preciso en absoluro
Lo que viene a resultar en último rér~ino de .la ar?u?1emac1on
servirse: de los dedos. De otra parte, un hombre cuenta normalmen -
es lo siguicuLe: la cone<.ción formal de la 1nfcrcncia pracuca requ1e-
te con diez dedos. Quizás pulsara el botón con el dedo pulgar
de la mano derecha. Aun cuando hubiera de servirse de los dedos
3ó •E~ent2 de inrencio1121id2d» signifiai descrita de m2ner2 que ·2 co_nd~c12
para pulsar el botón, no cabe deducir de las premisas, según «I monm1cnto) del cuerpo de A no sea inrcncional 2 tenor de cs2 dcscrrpcaón.
f,xpliación }' c:ornprcnsión 147
1.wí GrorlJ. Henrik ''On Wright

r~ que.la conducta mencionada en la conclusión sea descrita (encen En el .c:iso en que la acción viene a identificarse con el objeto
d1da, interpretada) como una acción, como un hacer o probar de tntenc1on y no representa un medio para alcanzar esce objeco,
a hacer algo por parte del agcme de que se trate. Para llegar a no cabe la construcción de una explicación en forma de mfcrencía
ser explicable Jeleoló¿icamenle, cabe decir también, la conducta ha práctica. No hay segunda premisa. Solamente se cuenta con la
de ser primero comprendida inJencionalmenle. La interpretación pue- primera premisa y con la conclusión (explanandr"" ). La primera
de venir orientada por una explicación disponible para el caso premisa es: A se propuso pulsar el bocón. La conclusión, de
considerado. En suma podemos pensar, podemos decir, que el acuerdo con las peculiares del caso, rezará: A se dispuso a pulsar
hombre plantado ante la puerta tiene la intención de hacer sonar el botón, o bien: A pulsó c:l botón, o también: A habría estado
el timb~e .Y sabe c¡ue ha de pulsar el botón. De manera que dispuesto a pulsar (o habría pulsado) el botón si no se hubiera
los movimientos un tamo e.xtraños que advertimos en él no condu- visto imposibilirado para hacerlo. Supongamos que se trata de
cen a otra cosa que a pulsar el botón. Tal vez, luego, descubramos la segunda. Podemos entonces formar una inferencia «mutilada»:
que tiene los brazo; paralizados y se ve precisado a servirse de
A se propuso pulsar el botón.
los pies para cosas tales como pulsar un botón.
Por consiguiente, A pulsó d botón.
El objcttvo en c:.iyos términos viene explicada la acción puede
resultar más o menos «remoto» con respecto a la acción misma.
Esto parece bastante trivial. ¿Puede constituir la explicación
Por ejemplo: A pulsa el botón a fin de hacer sonar el cimbre. Pul-
de algo) No sería muy correcto decir que es la explicac.ón de
sando, pues, el botón, hace sonar el timbre. Pero A coca el timbre
~na. acció11. La ~cción. de pulsar el botón no queda explicada con
(hace so~ar el timbre) para que se le deje entrar. De modo que al
indicar que fue mcenc1onal, deliberada. Porque esto ya venía indica-
rocar el timbre se le franquea la encrada y también: al pulsar el bo-
Jo al llarnar a cscc proceder acción. Si queremos e:xplicur /11 Mció11 ,
tón se le franquea la entrada.
debemos ser capaces de apuntar un objetivo algo más lemno o
. Pero, ¿e¡ ué pasa si la conducta no tiene un objetivo ulterior,
u.n objeto de inccnción que no consista en Ja propia acción. Pero
sino que constituye, como suele decirse, «Un fin en sí misma»
s1 que~emos explicar o, mejor dicho, comprender Ja co11d11cta que
o se. hace «en virtud de ella misma»? En el ejemplo que hemos
ha tentdo lugar en la sicuación considerada, no seria trivial decir
considerado tampoco es necesario suponer objetivo alguno más
allá de la propia acción. A simplemente pulsa el botón. No lo que A cuvo la incención de pulsar el botón. Esto es, no seria
trivial interpretar lo ocurrido como un acto de pulsar el bocón.
hac~ para q~e sueo~ el timbre. Tal vez lo haga nada más que
Tal vez la conducta de A resultó en esa ocasión sumamente extraña.
por 1ntroduc1r el boton hasta el fondo. Entonces podríamos explica r
su arción como sigue: Supongamos que pulsó el botón con el codo. Entonces segunmente
podríamos tener dudas sobre lo que en realidad hizo: ¿pulsó el
A se propone introducir el borón hasta el fondo. botón o hizo quizás otra cosa, e.g. se estaba rascando e: codo
A piensa que no puede lograrlo si no pulsa el botón. contra la pared, de modo que accidentalmente presionó sobre
Por consiguiente, A pulsa el botón. el botón? Cabe imaginar casos tales.
. «A pulsó el botón porque tenía la intención de pulsar el botón.»
Pc~o
esto no es necesariamente una explicación válida (de la l\o es esca una explicación de por qué A pulsó el borón. Pero
S1 puede represencar una manera un tanto equívoca de sugerir
pulsación del botón). Quizás lo IÍnico que A quiere hacer es pulsa r
el botón. Tal vez sea algo que nunc:1 hn becho en ~u vid:1. Ha que, al apretar el botón, A no tenía otro objetivo que precisamente
CHe: pulsar el botón.
visto hacc:rlo a los demás, pero sin saber por qué lo hacen. ~o
parece un ejercicio difícil. Quiere probar él mismo. Y así pulsa «A se comportó de la forma en que lo hizo porque tenía
el botón. la Intención de pulsar el bocón.» Cabe reconocer a esto una fuerza
148 Georg Heruik von Wright E~plicac-ión )' comprtnsión 149

explicativa genuina cuando significa que la conduct:i de A fue 1O. Consideremos alguna acción relativamente simple como levan-
una pulsación imencional del botón o un intento de pulsarlo, tar el brazo, pulsar un botón o abrir una puerta. El resultado
no ya sólo un movimiento de algunos de sus m iembros que dio de una ac:c:ión de e~te género e~ un aconrecimiento que tiene
por resultado la presión ejercida sobre el botón. Cuando «explica- lugar en el mundo: la elevación del brazo, la introducción del
mos» Ja conducta de A, la consideramos aspecto externo de una botón a fondo, la apertura de la puerta. En los casos segundo
acción por descubrir una intención en ella. y tercero, además, lo acontecido es algo que ocurre «fuera de»
La mera comprensión de una conducta como acción, e.g. pulsar mi cuerpo.
el botón, sin atribuirle un objetivo ulterior, e.g. hacer sonar el Para que una acción sea fact ible, debe contarse con una oporlllt1i-
timbre, a cuya consecución la acción se ordena como medio, repre- dad para su ejecución 37. Existe una oportunidad de levantar el
senta en sí misma una manera de explicar la conducta. Seguramente brazo sólo si no se encuentra ya alzado, de introducir e.l botón
se la habría de tomar por una forma rudimentaria de explicación sólo si aún no está metido a fondo y de abrir la puerta sólo
teleológica. Podría decirse que es el paso con el que introducimos cuando está cerrada. Hasta aquí todo es cla ro e indiscutible. Más
en el umbral teleológico la descripción de la conducta. Pero me problemática resulta la cuestión siguiente: Si un agente «caza al
parece más clarificador distinguir este primer paso de la explicación vuelo» la oportunidad presente y actúa, ¿debe decirse entonces
propiamente dicha y discernir así entre la comprensión de la conducta en honor a la verdad que, si no hubiera ejecutado su acción en
(como <icción) y la explicación teleológico de lo accíó11 (i.e., de la ese momento, el acontecimiento resultante de la acción no
conducta intencionalmente comprendida). se habrá, producido? Una respuesta afirmativa implicaría que cada
Podemos ahora hacernos cargo de las cuestiones anteriormente acción comporta un elemento contrafóctico, ea un sentido caracrerísti-
planteadas en romo a si son los mismos o diferentes los explo11a11da co. (Cfr. c. TI, sec. 7.)
de explicaciones causales y de explicaciones teleológicas. El expla- Supongamos que la puerta está cerrada, pero se abre «por
nand1m1 de una explicación teleológica es una acción, el de un'.! sí sola» en el preciso instante ea que estoy a punto de abrirla.
explicación causal es un item de comportamiento no interpretado Ya había asido la manija y empezado a empujar y ahora mi brazo
intencionalmente, i.e. algún movimiento o estado corporal. Dado está siguiendo el movimiento de la puerta al abrirse. ¿Seria justo
que los explicando son diferentes, la cuestión de la compatibilidad decir que yo be abierto la puerta? La ocasión de hacerlo se me
no se plantea a este nivel. Pero con esto no queda ya resuelto escapó, por así decir, de entre las manos.
el problema. Pues el 111ismo ítem de conducta que constituye el El punto crítico es la cláusula «po r sí sola». ¿Qué significa?
explana11d11m de una explicación causal resulta susceptible así mismo Obviamente aquí (al contrario de otras veces) no significa que
de una interpretación intencional que lo convierta en explanan- el acontecimiento, el movimiento de la puerta, tuvo lugar sin
dum de una explicación teleológica. D e modo que el problema causa alguna. Significa más bien que la causa, cualquiera que
de la compatibilidad subsiste de esta forma : ¿Puede un mismo ítem sea, del acontecimiento estaba operando de algún modo con inde-
de conducra resultar a la vez explicado válidamente en términos pe ndencia de la conducta del age nte. Por ejemplo, se abrió la
causales, como movimiento, y correctamente entendido como ac- pue rta al t irar alguien del otro lado o la abrió un golpe de aire.
ción ?36 Esta es la cuestión que vamos a tratar a continuación.
la disrinción hecha aquí cnrre la conducta como movimlemo y como acción.
Esta es La razón d e que la solución de los dos niveles, propuesta por
36 El planteamiento de los dos niveles de la acción (o de Ja cond.ucta, se~ún
Waismann entre otros, no resuelva el problema. Waismaan d is¡ingue entre yp preferiría decir) gcarda una interesante relación con h consideración kanuana
acción a nive1 de «una serie de movim ientos» y acción como «algo provisto del agente como un «ciudadano de dos m undos•, a saber, _el mund~ de Jo~
de propósito o de significado». Las acciones en el primer sentido, dice'. se fenómenos y el mundo de los noúmenos. En la pcrspccttva asumida aqu1
hallan determinadas por causas (fisiológicas); las acciones en el segundo sentido. !t1 atció.n ti, aun si no exactamente en el senddo kantiano, 11r111 ideo no11n1éni&a.
por motivos y razones. Este planteamiento corresponde pumo por p unto ·' 37 Von Wright 1963a, c. III, sec. 3 .

....
ISO Georg Hcruik voo Wngh1 i:,"plicación y comptension 151

He aquí casos evidemes de causas que operan independientemente. preciso se vio impedido de hacerlo al perder la oportunidad? Creo
Más complicado se~ía un caso en el que la apertura de la puerca que, de hecho, somos l1hres de pensar una cosa u otra y que
se dehiera a un mecanismo puesto en marcha por la conducta l<> opción por una de la< dos descripcionei; del caso depende
del agente. Pongamos por caso que, al acercarse el agente a de ulteriores detalles sobre la situación. Quizás abriguemos alguna
la puerta, imerceptó un haz de radiación. La intervención de la pequeña duda acerca de si la fuerza aplicada con el brazo hubiera
causa no fue enconces independiente de la conducta del agence bastado efectivamente para conseguir que se abriera la puerta;
(aun cuando lo fuera de las circunstancias de que él tomara la de manera que, en últtma instancia, no ha bría sido il quien lo
manija, empujara, etc.) . ¿Insistiremos en q ue, no obstante, fue hiciera. Ahora bien, si estamos plenamence convencidos de que
indepe nd iente del agmte, aun si no lo fuera de su conducm ? H emos lo hecho en realidad por él - viz., su despliegue de actividad muscu-
de distinguir dos casos. lar- fue suficieme para logra r que la puerca se abriera, enconces
O bien el agente estaba enterado de la existencia del mecanismo nc>s sentiremos más inclinados, al parecer, a auib uirle la acción
y sabía cómo fu ncionaba, o bien no tenla noticia alguna al respecto. de abri r la puerta, aun cuando el efecto de esta acción haya resultado
En la primera situación, no hay inconveniente en asegurar que sobredecerminado.
abrió la puerca. Lo hizo atravesando el haz irradiado, en vez Generalizando podemos decir que si el resultado de una acción
de hacerlo asiendo la manija y empujando. (Esta conducta mencio- que un agence se ?ropone llevar a cabo, haciendo detcrmmadas
nada en segundo récmino no fue relevante para el acto de abri r ocras cosas, tiene lugar «por si solo», en el sentido antes indicado,
la puerta, a menos que el agente hubiera pensado algo parecido entonces lo que d agente hnre Jm lugar a d11da1 en tal ocasión
a esco «Tal vez el mecanismo no funcione; será mejor recu rrir ~e reduce o se limita a aquellas cosas con cuya rcalit.ación él
además a otros procedimientos que me abrirán en cualquier caso cmiende estar ejecutando la acción. De manera que el descubrimien-
la puerta».) E n la segunda situación, no cabe decir que abrió la to (poscerior) de una causa que operaba con independencia del
puerca. La puerta se abri ó en el p reciso instante en q ue él agcnce puede inducir a una 11uevr1 ducripción de su acción bajo
iba a abrirla. El hecho de que 111 cond11rla provocara la apertura un aspecto, por as í decir, «mutilado».
de Ja puerca no entraña qu e il la abriera, puesto que el comporta- o faltan «retractaciones» de este género en nuestras descripcio-
miento que ocasionó que la puerta se abr iera no estaba destinado nes de la acción, pero constiruyen la excepción y no la regla.
a (no tenía la intención de) tener dicho efecto. Esce es el sentido Si tales casos fueran mucho más frecuentes de lo que en realidad
en el que podemos decir. en el presente contexto, que la puerta son, modificarían probablemence nuestras actuales creencias sobre
se abrió «por sí sola» y que no fue abierta por il. la profundidad con que la acción humana «penetra» en el mundo
Pero si el agente, en el ejemplo del haz irradiado, asió la en que vivimos. Se podría aventúrar la hipótesis de que en cada
manija y siguió el movimiento de la puerca al abrirse con el caso de puerca que se abre, digamos, ha habido y habrá alguna
brazo, algo hizo ciertamente. Es obvio que, cuando menos, asió causa oculta que interviene independientemente del agente, hasta
la manija y emp ujó. E sto fue intencionado. Por otra parte, al el punto de que ningún hombre abra de hecho puerca alguna.
actuar así él procuraba abrir la puerta. Se dis puso a hacerto. Pe ro, >Jo cabría procedimiento seguro de refu tar esca hipótesis, pero
¿también consumó su empresa? ta mpoco hay b uenas razones para confiar en ella.
¿No podríamos concederle que abriera la puerta, en vista de Con todo hay un límite para este proceso de redescribir acciones.
que la eficacia causal de sus movimientos corporales habría supues- F.l límite viene fijado por las acciones básicas. Son éstas, como
to, a nuescro entender, Ja apertura de la puerta aún si otra causa St; recordará, acciones cjccurndas directamente r no por medio
no hubiera interveO:do? El resultado de la acción se vio, er; resumi- de la realización de alguna ocra cosa cuyo resultado es el efecto
das cuentas, sobre&terminado causalmente. Claro que ¿no cabria causal.
así mismo decir que él no abrió la puerta, dado que en el momento Levantar el brazo no C'I necesariamente una acción básica.
152 Georg ll<nnk von Wngbt 153

Puedo imaginar medios diversos con cuyo concurso puedo hacer car su imencionalidad, esto es, de contextualizarlo en un relato
que se levante mi brazo. Pero levantar el brazo puede repcesemar, sobre mí mismo - diciendo, por ejemplo, que habla d1,puesto
normalmente representa, una acción básica38, hncerlo o que estaba enzarzado en una discusión sobre el libre
¿Es verdad decir «Yo levanté el brazo» sólo en virtud de :ilbedrlo y me vi precisado a probar a mi oponente que podría,
que también es cieno que de no haberlo hecho yo, mi brazo en aquel momento, levantar el brazo o diciendo que levanté el
no se habría levantado? brazo para 2lcanzar un libro de la estantería, explicando as! m1
No tengo intención de l cv~ntar el brazo, pero alguien inopinada- :\fCIÓn telcológicameme- . Si se me hiciera la observación de que,
mente me lo coge y lo levnnia. Los movimientos y la posición al mismo tiempo, también habín tenido lugar determinado :1comeci-
resulrnnte son exactamente lo!> mismos que se hahrlnn producido miento en mi cerebro, considerado condición suficienle para Ja
en el caso de ser yo quien levantara el brazo. Rn este caso no elevación del brazo, no por ello me vería obligado n renunciar
podría decir que yo le\•nnté el brazo ni asegurar que de no haber 11 m1 respuesta anterior, sino que precisameme podrla 2leg:ir: bueno,
sido por mí no se habría alzado. Cabría, naturalmenie, decir esto por lo que veo, mi brazo se habrfa levantado en c1.1Glqu1er caso.
último y dar a entend~r que s1 yo no lo hubiern permitido y, Esto no es sugerir que el evento tuvo, como si dijc!rnmos, dos
por el contrarío, hubiera opuesto resiste ncia, mi brazo no se habría «causas»: el acontecimien10 neuronal y yo mismo. Es indicar m:is
levantado, o bien que esto no se habría producido de no haber bien que la inlerprelación dt '"'" rond11rlo 'º'"º aaión es compatible
colaborado por mi parce un t:into a ello. Puede ser as1 en verdad. ro11 q11t la rond11tla lt11ga 11n11 m111a h11mt11no.
Pero si «de no haber sido por mi» significa «de no haber sido Si intuviene una causa humeana en la elevación del brazo,
porque yo levanté el brazo», resultada falso. el brnzo se alzará por «neccsidad1>, i.e. necesidad 1u1t11r11I. Si me
¿Qué instancia podrfa decidir si yo levanté o no el brazo en propongo alcanzar un libro de la estanteria y juzgo necesario
una ocasión en la que no hay una c2usa ostensible y externa que (causalmente) para ello levantar el brazo, entonces normnlmente
1nrervcnga? Supongamos que mí brazo se alza de improviso. ¿Lo yo lcv2mo el brazo a meno~ de verme coartado. La circunstancia
he levantado yo? La respucsm podría ser: no tuve la menor inten- de que un caso de brazo que se alza sea rambién un caso de
ción de hacerlo, sino que se alzó de repente. A tenor de esra levant11r el brazo no vie ne requcridu ni excl uida por I~ intervención
respuesta, yo desde luego M levanté el brazo. Tambi~n cabría de una causa, si Ja hubiera, que haga que mi brazo se eleve.
la respuesta: iba precisamente a levantar el br.izo, de hecho había No deja de ser con todo cierro que, t11 gmeral, puedo esperar
dcc1cl1do hacerlo, cuando de repente advero que lo tenía al1ado. que m1 br220 siga en su posición actual (supong2mos que no
Tampoco, a tenor de esta respuesta, yo levanté el brazo. Perdí, eSl•Í levantado), salvo q11e lo ltvon/1. Creerlo así es, por otra parte,
cuando menos, la oporrunidnd de hacerlo. Pero también podría necesario s1 he de decir con toda justicia de mí mismo ti ue soy
responder: estoy seguro de hnbcr levantado el brazo fue ua rapaz. de levantar el brazo. (Cfr. c. U, sec. 7.) Pero esta' creencia
gesto deliberado-. Entonces habría de ser también capaz de expli- y el hecho de poder levantar el brazo no se oponen a In posibilidad
de que, siempre que mi bra70 se levante, escé actuando en mi
~ Obsérvese que la división de acciones en bisicu ) no MJ1Clll se •plica
a l•R .1cc1uncs 111divid11alt1 y no n tu ¡,111lriri11. (Sobre cs1a d 1s1 inción véue von
siHema nervioso una condición suficiente, responsable c:iusalmeme
WrlghL 1963•, c. IIT, scc. 2) P.I que una acción (individual) sea b4s1ca o no de ello.
depende de rómo " llm1da " r11/io en forma directa o mcdian1c la realización Sí queda excluido, sin embargo, el hecho de yo, a un tiempo,
de alguna otra cosa- en la oc:auón concrent de su ejecución. 8n lo que levante el brazo y oburve la 1mervenc1ón de la causll. Pues advemr
alan10 a ver, no eicisrc acción •u•ccpublc de c¡ccuc1ón dtrccu a cuyo resul111do que la causa interviene comporta dejar que ella :ilce m1 brazo
no quepa asl mismo dor lugar mcd1ame la realización de al11un1 owt cosa.
Por consiguicotc, so la! acc1onc1 ba11c.s se definen de acuerdo con la dcfin1c1ón («ante mis propios ojos>1) y darle opción de hacerlo es incompatible
prlmlriva de Danto 1963, p. 435, no existirlan pro bablcmcnrc, en oposición con levanrar el brazo por mi mismo. Se trata de un punto lógico
• la te"• de D•nto, acc1oncs b:h1ea. en absoluto. ((<grnm:iucal1>). Cuando estoy observando, dejo que ocurran cosas.
·~ Georg Hcnnk '-On Wrogh1 155

Cuando estoy accuando, hago que ocurran. Es una contradicción de este género. Pero, careciendo de la/u razones para mantener
en los propios términos el dejar que y el hacer c:¡ue una misma nuestra posición, ¿cómo podríamos justificarla? ¿No cabrla alegar
cosa ocurra eo una misma ocasión <'fach. En consecuencia, ningún guc en cualc¡uicr caso, tanto si llegara a concurrir una causn humea~
hombre p11ede observar las causas de los resultados de sus propias na como si no, yo habría podido levantar el brazo ~· así, el
acciones básicas. brazo se habría levantado? Tendríamos entonces que aducir alguna
Los acontecimientos que resultan de acciones básicas tienen otra razón ulterior, como la de que habíamos decidido hacerlo
lugar, por lo general, sólo cuando «investimos>> estos acontecimien-
0 la de que con ello nos proponíamos algo a condnua~ió~. ¿Y
tos de intencionalidad, i.e. ejecutamos las correspondien tes acciones no cabria que estuviéramos en lo cierto? Cada acomec1m1ent o,
básicas. Que este sea el caso constituye uo hecho empírico, pero ~iempre que ocurre, ¿debe tener una causa humeana? 4~ Creo que
hecho fundamental para el íoncepto de acción. Por consiguiente }o más que puede asegurarse al respecto es al!?? parecido a .esto:
cabría decir que la base conccprual de la acción consiste, de una «que sepamos», aconccc1mientos como la elevac1on del brazo aenen
parte, en nuestra ignorancia (inconsciencia) de la intervención de en cada caso concreto de ocutrencia causas humeanas, aun cuando
causas y, de otra parte, en nuestra convicción de que únicamente de ordinario no seamos conscientes de su intervención. Ahora
tendrán lugar determinados cambios de situación cuando lleguemos bitn, este saber es un saber fundado en la evidencia empírica.
a actuar39.
No cabe demostrar su verdad a priori.
Convengamos en que un determinado acontecimient o genérico [el autor ha modificado pasteriormente su punto de vist• en algunos as~~~os
nervioso es causa suficiente del efecro genérico de Ja elevación ,igníficauvos, en cspcc al por lo que se refiere a las secc. 4.8. Su posic1on,
de mi brazo, pero ~in dejar de sostener por ello que, aun si 3 tenor de las réplica$ • las críticas recogidas en J. Manmnen y R. Tuomet.
no hubiera u<.:urrido dicho acontecimient o en una ocasión concreta (cd:t.): EHaJ'J 011 r;_,.p/i1tJ11lion anti UnJersJandinf., J?~rdrecht. R(!1dclt 1975, y de
su propia contribución a este volomen, •I?cterm1msm and thc stud)' of man•,
dada, mi brazo se habría levantado. ¿En qué podemos fundarnos
pp. 415-435, se dejada resumir en .tos s1gu1entcs .puntos:. ..
para sostener esto? Una posible razón residiría en estimar que a) La relación entre las prtmtsas (o determinantes internos de u.na acc1on
Jo ocurrido cuenta con más de una causa humcana suficiente y dada) y la conclusión lo lo acción mismo) de u~ argumento pr:lcuco no.;:'
que, ea tal ocasión, intervinieron o hubieran podido hacerlo algunas una relación de implicación lógica m una rclac1on causal, sino uru rebaon
otras causas. Tal vez comemos con evidencia empírica en tal conceptual. J. ~b.nnincn, R. Tuomda (cd~.). o.t., pp. 422-423.
b) El patrón argumental considerodo ciene un caróctcr primordialmcnic
sentido. No cabe determinar a priori el que haya o no evidencia rxplit'afwo y sólo sccundartamentc ioferenc1al'. M~s precisam~nte.• es ~n _modelo
de txplitatión inttndonol. De ahí que las denominaciones de «s1log1smo \O inferen-
39 Lo que ha llomado «el elemento contrafácrico de la acción» no consiste
cia) pr:lctico• y de «Cxpl ic1ción releológicM> no sean enteramente adecuadas.
en que determinados cambios no tendrlan lugu si el •gente no hiciera que
ocurrieran. El elemento de contrafaeticidad consiste en que el agente tiurt lo
J. \fann1nen, R. Tuomcla (cd.). o.e., pp. 373-374, 394-395. 417. .
t) El esquema (PI) de explicación intencional. no es el único patrón e~plicau­
ron•itrión de que no ocuuirian determinados cambios a menos qoc actuua
vo ne el m:ís usual o típico, al menos en las c1eoc1as sociales, pero s~ oc:upa
Esta convicción cuenta con una base experiencia!. Pero esto no revelo que
una posición central en el sentido de que los demás pr~edimientos exphcauvos
exista un vinculo causal encre determinados cambios (los resultados de su acción)
parecen ginr en torno a ci como en torno a su nudco. J. .Manrunen, R.
)' su actuación. El actuar no causa acontecimientos en el mundo. Pensar que
sí resultaría •animismo•. Si un acontcc1micnro es el resultado de una acción Tomcla (eds.), o.t., pp. 373, 394, 413. N. dtl T.]
que 110 es básica, entonces su causa reside en algún otro 1contecimiento que
es el resultado de UM de nuestras acciones básicas. Los resultados de accione~
básicas pueden tener, por su parte, cau\Os que no son a su ve2 los rt!ultados
Je alguna de nue'I ras acc:ones. Solo en rar:is ocasiones un observador externo
\'crifica su intervención cuando estamos 2ctu.ando. Y 1tosotro1 no podemos vcnÍI·
carla, por razones lógicas, aun s1 pudiéramos observar (en todo momento)
lo que está pasando en ncestro cerebro. 40 Cfr. Wittgenstein l 967a, sec. 608.
Capítulo 4

LA EXPLICACION EN HISTORIA Y EN
CIENCIAS SOCIALES

1. La explicación teleológica de una acc10n viene normalmente


precedida de un acto de co111prensión inrencional de algún ítem dado
de conducta.
Por lo que se refiere a tales actos de comprensión cabe apreciar
distintos «niveles» u «órdenes». Por ejemplo, veo una multitud
en la calle avanzando en la misma dirección, gritando al unísono,
algu nos agitan banderas, etc. ¿Qué es lo que está pasando? He
comprendido el sentido de los «elementos» de lo que veo en
una perspectiva intencional. La gente avanza «por sí misma» y
no empujada por el viento o a1rastrada por una corriente de
agua. Va gritando - y constatar esto es mucho más que limitarse
a deci r que emite sonidos por la boca- . Pero, «en su conjunto»,
lo que veo aún no está claro para mí. ¿Se trata de una manifestación?
¿Es acaso lo que estoy presenciando un festejo popular o una
procesión religiosa?
No creo que se pueda responder a estas preguntas medianre
la consLrncción de explicaciones tdcológicas para In conducta ( com-
prendida intencionalmente) de cada miembro individual de la multi-
tud. Una manifestación tiene un objetivo que en cierto modo
puede «entresacarse» de los propósitos de las personas individuales.
Cxplic:ición y comprensión 159
lSS Georg Hcnrik •on Wrigh<
r- debidas a historiadores y a cícntíficos sociales consisté en interpre-
Pero no es fác!I. defi~ _cómo proceder a hacerlo. Un festejo popular
t:iciones semejantes de la materia prima de su investigación.
O una proces1on religiosa sólo guardan una remota rdación con
cso3 propósitos, si c:s yue guaru;rn ..lguna. Quizás haya gente Considero. no obsranre. esclarecedora una distinción en es¡e

que tO~e parte en.. fiesta para divertirse. Ello explicaría su
punto entre ~rerpretación y comprensión, por un lado, y explica·
c1óo, por el otro. Los resultados de la interpretación son respuesta$
a la pregunta: «Qué u esto» 1. Sólo cuando, además, contcstamo~
presencia en tal ocas1on. Pero tamo el conocimiento de sus propósi-
tos, com? el de los propósi.t~s. de otros .participantes, al incorporarse
l~~a mulrnud_, no nos perm1tma deter'.11inar que ~o que está ocurrien-
por qué tuvo ~ugar una manifestación o cuáles fueron las «causa.s»
de la revolución, procedemos en un sentido más preciso y estricto
'if' es ~na fiesta popular. (Con decir que su intención era unirse
a explicar Jo ocurrido, los hechos.
a fcste¡o .no .adelantaríamos gran cosa, a menos que contarámos
Ambos procesos parecen, por otra parte, hallarse interrelaciona-
con crnerios independientes para juzgar si algo es o no un festejo
popular.) dos y apoyarse uno en otro de forma característica. He aquí otra
razón para disociarlos en un análisis metodológico. Una explicación,
La respuesta a la cuestión de qué es lo que ocurre no consiste
correspondiente a un nivel dado, suele preparar el terreno para
en una e~plicación teleológica de las acciones de personas individua-
una interpretación de los hechos a un nivel superior. U=ia vez
l~. Remite a un nuevo acto de comprensión, a un acto de compren-
más es una situación análoga a Ja planteada en el caso de Ja
s1on de segun~o o.rdeo._Del hecho de que un hombre se p=oponga
acción individual. Una explicación en términos celeológicos de
pulsar el bo~on situado enfrente no se sigue, decíamos, que este
un acto de pulsar un botón puede dar por resultado una redescrip-
hombre r~alic~ determinados movimienros corporales específicos
c1ón de lo que el agcnre hizo, como un acto de hacer sonar el
(o ~no en pa.rucular, de enrre varios movimientos específicos alter-
nauvos). Un1camente se desprende que el sentido de sus movimien- timbre o, de reclamar la presencia de alguien o, de pedir que
se le franquee la entrada en ca~a. «Pubam.lo el botón, hito .x-.»
tos es pulsar el botón. Y en forma similar, del hecbo de una manifes-
A partir de aquí tomamos lo que hizo, en principio, por un
tación masiva no se sigue lógicamente que los miembros de Ja mu lti-
tud va~an a ejecutar ciertas acciones individuales específicas (o una acto de proceder ax. Y algo parecido ocurre con la acción colectiva.
Lo que se suponía destinado a representar un movimientO de
en ~articular, de entre las posibles acciones específicas alternativas).
reforma religiosa puede, mediante un examen más profundo
Unicamen~e ~e desprende que las acciones llevadas a cabo preten-
de sus causas, llegar a revelarse «esencialmente» como una lucha de
dían. con~t1tu1r una. manifestación o, también, que la pretensión re-
clase en favor de la reforma agraria. Con esta reinrcrpretación
S~to fallida (por e¡emplo, la policía abrió fuego sobre la multitud
d e los hechos la explícación adquiere nuevos vuelos. Del estudio de
Yesta ha come.nzado a dispersarse). Podría elaborarse con mayor de-
las causas de la disidencia religiosa podemos pasar a investigar
talle la analog1a entre los casos de acciones individuales y de accio-
nes colectivas. la aparición de desigualdades sociales a resultas, digamos, de los
cambios sufridos por los métodos de producción de una sociedad.
. Cabe ascender por la jerarquía de órdenes de cales actos de
tnte~pretac_ión y de comprensión de significado. Han tenido lugar
Con cada nuevo lCto de interpretación los hechos disponibles
resultan coligados bajo un nuevo concepto2. Adquieren una cualili-
ma.nifcstacion~s, tu~ultos, huelgas, casos de terrorismo, etc. ¿Puede
calificarse la _sauacJón de «guerra civil» o de «revolución». No se
l Sobre la imponandn de los preguntas ¿Qui? para la explicación histórica
u.ara ahora 01 de una clasificación conforme a criterios establecidos
véa$e Dr.iy 1959.
01 de un? c~tipulación arbitraria de las condiciones de aplicación 2 La idea de «coligación bajo un nuevo concepto» dcsempcñ:I un notable
de un te~'?'mo. S~ trata de una cuestión de intcrpretac:ión, de papel en la filosof!a de mduc•1ú11 Je William Whcwcll. VéMe copoc1•lmcntc
comprcns1on del s1g:uficado de lo que está ocurriendo. \X'hewell 1958, c. V. En los e<cmos de W. H. Walsh se halltn int=resantes
Cabría considerar explicativo a este proceso de interpretación. usos de la misma idea en el c;1mpo de la filosoña de la historia. Vé2se en
parucular Walsb 1942, pp. 133- 135, y Walsb 1951, pp. 59-64.
Buena parte de lo que normalmente pasa por «explicaciones»
160 Georg Henrik. 'ºº Wrlght Explicación y comprensión 161

cación, como connatural, que no habían tenido anees. Este proceso de un lugar peculiar y, en un sentido caractensttco, subordinado
de conceptualización está relacionado, creo, con Jo que se entiende al ocupado por otros tipos de explicación 4 •
en la filosofía hegeliana y marxista por transformación de «canti- Conviene considerar por separado los dos principales t ipos
dad en cualidad»ª, a;í como también con otras varias ideas que han de explicación causal que hemos distinguido anteriormente, a saber:
abrigado los filósofos en torno a la «emergencia» (a las «cualidades explicaciones en términos de condiciones suficientes y explicaciones
CJTJergentes»). en términos de condiciones necesarias. Las primeras responden
Antes de poder proceder a una explicación, su objeto -el a preguntas de la forma esquemática ¿Por qué necesariamente? )'
explonandum- debe ser descrito. De cualquier descripción cabe las segundas a preg1..ntas del género ¿Cómo es qra f11e posiblt?
l.aecir que nos indica qué u algQ. Si denominamos «comprensión>> 4 El debare sobre la causalidad en la hisrona obucne gran par1e de su
a cada acto de captar qué es una determinada cosa, la comprensión confusión v oscuridad del fr2caso en diferenciar Ja cuesrión de la consonancia
resulta ser un requisito previo de toda explicación, sei causal de un• deierm1nada ltr111111ologia (c•usal) de 12 cuestión de la aplicabilidad de
o celelológica. Esto es crivial. Pero no habría de confundirse el dc1crm1nadas ralt!f'TÍ4S o conceptos (causales) a la im•estigación hisrórica. Han
comprender lo que sea algo en el sentido de es 11n coso paruido sido mui• vamdas las razones dirigidas contra el uso de un lenguaje causal
en la historia. Se ha considerado en ocasiones que la aceptación del modelo
a con su comprensión en el sentido de qlfiere decir o significa. de cobcrturo legal"cn historia vuelve obsolcro el recurso a una tcrmmologta
El primero es un preliminar característico de la explicación causal, causal («t rasnochada») y debido a esto prescindiríamos de hablar de causas
mientras que la segunda lo es de la explicación teleológica. Por en la historia- . A veces se ha pensado que habría de evita rse la rerminologia
consiguiente, no deja de ser eq uivoco decir que la oposición entre causal debido precisamcn1e • su complicidad con el modelo de cobertura legal,
comprensión y explicación señala la diferencia entre dos formas que no es entonces actp12do. Rarn "e' se gana en cla ridad conceptua l por
vía de reforma lingiustica y me parece que de nada sirve proresrar o preven ir
de inteligibilidad científica. Aunque bien podría decirse que el conrra la 1crmin1)logía causa l comúnmente cmple:lda en h1s1o ría y en ciencias
carácter intencional o no intencional de sus n:speccivo~ objetos socia les. Mayor 1n1cr~s reviste el prevenir contra el uso dcl marbete merodológico
indica la diferencia existente entre dos tipos de comprensión y «exphcactón causal» en ci:ncoas humanas. (Cfr. c. III, sec. 1, nota 4.) Sin embargo,
de explicación. la cuesiión m:is importante es la de s i, o hasta q ué punro , las explicaciones
causale> se adecuan en h i<toria y en ciencias socia les a los patrones de explicación
propuestos por "1 tcoria de la subsunción.
2. ¿Hay lugar en la historia (y en las ciencias sociales) para Cuando Croce, Coltngwood o Oo kcshotr ( 1933, p. 131) prorescan de J.
la explicación causal (genuina)? Lo hay, ciertamente. Pero se trata causa lidad en historia, ~us denuncias están dtrigidas contra Ja aplicab1hdad '
la hisrora de una ca1egorfa con carta de ciudadanía en las ciencias naturales.
3 Esra «lcy>1, cuyo funcionamienro es un tema pr1nc1pal de Ja doctrim hegelia- Crocc (1938, p. 16) habla de la «stmple y fundamental \•erdad ... de que el
na del ser en la primera parte de la Log11<, puede tomarse por una idea general concepto de causa ... es y debe permanecer s iendo extraño a la historit , porque
amirreduccioni<1a. Los e cmplos preferidos proceden habitualmente de Ja quimi- ha nacido en el :lmbito de las ciencias naiurales y desempeña su oficio en
ca. (Cfr. Engels 1878, P. !, c. XII, y Eagels, DialeJ:.lil<, p. 8.) Su r.atu.raleza su rerreno•. Cuando Mandelbaum, frente a ellos, defiende la legirimidad del
es, sin embargo, muy diferente de la de los ejemplos, presunrameore de la análisis y de la exphcac1ón causal en histori2, Jo hace en parte en nombre de
misma ley, cm resacado< de la "ida social. Son tales ejemplos la transformación una extensión del uso del lenguaje causal, pero también en pute er: nombre
del dinero en capital. antltzado por Marx ca su 186711894, o la transformación de una cons1dcuc1ón de las relaciones causales como "''Ínculos de de¡xndencoa•
de la dcmocuc1a burguesa en democracia prolctarnt, perfilada en Lcnin 1918, entre 2contccim1cnto~ cuc, cvidentcmcnrc. se entiende :iphcible t:inro a las
c. V, scc. 4. La le)' de 12 1ransmu1aci6n de la canridad en cualidad me parece ciencia< naturale> como a Ja. humana,, En Cohen 1942 se halla un punro
un buen ejemplo de la 1cndenc12 de Hegel )' de los cscrttores que se. manriencn de vma próximo. que 1s1m1la Ja causalidad hisrórica a fa causalidad presenrc
en su lr2d1ción 2 amonconar baJo una misma etiqueta buen número de cosas corre acontccim1cntos naturales.
sumamenre disporcs en o que concierne • su índole conccprual. (CTr. Winch En alem:ln cabe h2cei un• uril di"inción entre cKausalita"' y cUrsichlichkeiet
1958, pp. 72-73.) Esu 1cndcnei• e• tc•ponsa1'k cu ¡r.&nc Je: las numerosas ambi· ) ;t)U<..l~r el p1 uuc1 Lé&nuno a un u30 mis restringido (cicntíft<:o) de •C2Us::t.hd~d•.
güed2des inherentes 21 pensa.m1enro hegeliano y, en no poca medida, al mar- mientras el segundo se asocia a un uso mis amplio. Cfr. Gadamer 1964, p. 200:
XtSta. También cabría conrempt.r <obre esre trasfondo la tensión exisrente entre •Es otro sentido de 'causa' ('L'rsathc'), no d de causalidad ( Kausalitar), el que
una 1nrcrpretación consider.tda orrodoxa y diversas formas de «revisionismo•. dererm1na la tnma de la histori2.•
162 Georg Hcnrik '"n Wright füplicación y comprensión 163

Un arqueólogo excava las ruinas de una ciudad antigua. Ha ncs suficienrcs no resulcan directamente relevances para la investiga-
llegado a pensar que la ciudad debe haber sufrido un desastre ción histórica y socia!f>. (No considero historiografía la «historia
alrededor del año x resulcando vinualmence destruida. ¿Cuál fue natural» del universo, de la tierra o de la evolución de las especies.)
la causa de su descrucción? ¿Un terremoco, una inundación, una Aunque indirectamcnre pueden tener relevancia de dos maneras
invasión enemiga? Es este un problema de explicación &all.!ol de cípicas. Una tiene lugar cuando sus explanando cuentan con inrere-
ciertos acontecimientos que han tenido lugar en el mundo físico: sances «efeccos» sobre las vicisitudes humanas subsiguientes. La
el hundimiento de puentes, el desmoronamiento de murallas, el otra, cuando sus explonantio ofrecen «causas» interesantes en vase
abatimiento de estatuas, etc. El hecho de que uno de los explonontio a las acciones y condiciones humanas precedences. El cometido
sugeridos (la acción del enemigo) presuponga una interpretación de la explicación causal cipica no deja de ser con frecuencia la
intencional de una conducta no altera la «pureza causal» de la vinculación entre las causas no humeanas de su explano/IS y los
explicación. Pues esta interpretación no es esencial para la fuerza efectos no humea nos de su explononáum. D e modo que, por ejemplo,
explicativa del argumento. Decir que fueron agentes humanos si la destrucción de la ciudad constituyó un acto de envidia o
quienes destruyeron la ciudad significa que determinados aconteci- de venganza por parce de una ciudad vecina y si esta des1rucción
mientos, resulcantes de la intervención humana, provocaron la provocó a su vez un desastre económico en toda la región, hemos
destrucción de la ciudad. La \'erdadera causa fueron dichos aconce- establecido una conexión entre lo rivalidad de ambos ciudadu y los
cimientos, con independencia de que tuvieran o no lugar a conse- cambios subsiguientes en lo uido económico de la región. Este es
cuencia de la acción humana. el género de conexión que interesa al historiador. E l esquema
de la figura Vll podría servir para ilustrar el caso:

--------..
Es iínporrante considerar la relevancia que presema para la
historiografía una explicación semejante a la que acabamos de
ex plicación histórica
mencionar. El hecho de que la ciudad desapareciera puede ser
históricamente relevante en varios sentidos; por ejemplo, en razó n causa no humca na--------- -?efecto no humeano
del modo en que esta circu nstancia afectó al desa rrollo cul tural,
económico o polltico de las ciudades o reinos vecinos. Puede \
explanonr ----~
I
explono11dum
ser de interés el seguir la pista a estos «efectos». De forma similar
puede ser inceresame el remontarse a otras circunstancias de la (causa humeana) (efecto humeano)
época anterior a la intervención de las «causas» en la destrucción
de la ciudad. Normalmente revestirá mucho menos interés para Fig. VII explicación causal
el hiscoriador el punto de por qui pereció Ja ciudad, la causa s Conviene denunciar una vez mis las ambigüedades terminológicas en este
real de su destrucción. Puede incluso carecer de relieve en absoluto contexto. Si se emicndc •explicación causah. co historia en un sentido 1lmplio,
para él cuando la causa fue una inundación o un terremoto. El no comprometido con la tcorfa de 12 cobertura legal, entonces también lu
que la ciudad fuera destruida por agentes humanos y no por condiciones suficientes ion sm duda «directamente» relevantes para la búsqueda
fuerzas naturales no es por sí mismo, i.e. ea calidad de co11.Ja de explicaciones histór cas. El anáhsts explicativo en términos de relaciones
condicionales es tan imponante, y la clistinción entre los diversos tipos de
del derrumbamiento de edificios, particularmente interesance. Pero condición es lUStamcnt< tan util, en el estudio de Jos asuntos humanos como
puede inducir al historiador a averiguar las razones («causas» en lo es en las ciencias naturales. La diferencia radica en que las relaciones condicio-
un sentido no humeano) de esa violenta agresión. El resultado nales que revelan vinculocioncs nómicas de cau»lidad humcarut cnuan de.ordina-
de sus pesquisas puede esclarecer el papel desempeñado por la rio en lllS explicacion~ que se ofrecen en historia y en cirocias sociales de
una manen obl""ª' dando a c.n,cndcc 'lue la ~01.iece-ión de: b. ~plicac:ión no
ciudad y por sus ag:esores en la vida de aquel tiempo. depende de la verdad de la conexión nóm1ca involucrada. (Cfr. c. fil, ~ce'. l.)
Por vía de generalización y simplificación cabría decir algo Paro el uso de conceptos condicioruiles en el anilisis causal y en la e•pltc•ctón
parecido a esto: las explicaciones causales que atienden a condicio- en historia v~ase Oahl 1956, Marc-Wogau 1962 y Trany 1962
164 Georg Hcnrik von Wright Explicacióo y comprensión 165

En posición un tanto diferente se encuentran las explicaciones Podemos entonces proceder a explicar cómo esas acciones,
del upo ¿Cómo u q11t f11t posible? en el ámbit0 de la ciencia histórica una vez que tenemos constancia de que han sido posibles, se
y social. relacionan con otros logros de los mismos agentes. Claro que
Un arqueólogo excava una ciudad y queda impresionado por con esto hemos abandonado el ámbiro de la explicación en términos
el tamaño colosal de las piedras utilizadas en la construcción de de conexiones nómicas y de causalidad humeana.
la muralla de Ja ciuéad. ¿Cómo pudieron sus amiguos habitantes
transportar esos bloques de piedra y colocarlos a la altura precisa 3. De emre las tareas tradicionales de la explicación histórica se
en la muralla? La :espuesta podría hacer referencia a algunos ha destacado la de averiguar la «causa» de guerras, revoluciones,
recursos técnicos o al ingenio que aquel pueblo, según se sabe emergencia y decadencia de imperios, grandes oleadas migratori11s.
o se sospecha, habría de poseer. Gracias a est0 le fue posible Veamos el siguic.ntc ejemplo, que puede servir como cualquier
ca11sal111mlt lograr esa proeza. Proposiciones causales similares se otro a nuestros pcopósitos:
verían involucradas en una explicación hecha, por ejemplo, en Supongamos que se sugiere como causa del estallido de la
términos de condiciones naturales a propósito de cómo pudo una primera guerra mundial al asesinato del Archiduque de Austria
nación sobrevivir o defenderse con éx1ro frente a un enemigo en Sarajevo, en junio de 1914. En el presente contexto no nos
poderoso. Tales explicaciones son genuinamente causales, dado es preciso atender seriamente a la objeción de que ésta no fue
que dependen a efectos de validación de la existencia de una sino 1111a entre las múltiples causas concurrentes y, por lo demás,
conexión nómica (no ya sólo de la creencia en esta conexión) no demasiado «profunda». En la constelación de circumtancias
entre expla11antia y explanando. Los expla11a11da son estados de cosas presentes, el incidente de Sarajevo representó con todo la ·<chispa
o acontecimientos que tienen lugar en el mundo, por ejemplo, que hizo explosionar el barril de pólvor:1»6.
el hecho de c¡ue los sillares hnyan venido a ocupar su posición Comamos con un e>.-planand""' dado: el estallido de la g ue1 ra,
en la muralla o de que un pueblo subsista en determinada región. y con un explanan.s propuesto: los disparos en Sarajevo. La tarea
Los explt11w11tia son otros estados de cosas o aconrecimiemos que crírica del historiador consistiría en contrastar la corrección (fáctica)
resultan causalmeme necesa rios para la existencia o para que llegue de la explicación. La del filósofo es investigar la naturaleza concep·
a darse el caso de los primeros. cual del procedimiento de conexión entre el explanan.s (la «causa»)
Cabe plantear una vez más la relevancia de las explicaciones y el explana11d11m (el «efect0»). ¿Podría consistir esta conexión,
causales de este tipo para la hist0riografía. Si alguna hao de tener, esca vinculación, en una ley de cobertura (causal) por ejemplo?
sus txpla11011da deben, al parecer, ser rw1l1ado de una acción - indivi- Sí parece clara una cosa que, a primera vista cuando meno~, ha-
dual o colectiva- . Cuando esta condición es satisfecha, la relevancia bla en favor de la posibilidad de que se trate de una conexión genui-
de la explicación radica en dar una respuesta a la pregunt¡ sobre namente causal. Se trata de que tamo explonans como expl011011d11m
cómo fueron posibles las actionts en cuestión (no por qué fueron satisfacen, sin lugar a dudas, el requisito de mutua independencia
emprendidas). El esquema siguiente ilusrra este caso: lógica. El asesinato -del archiduque fue ciertamente un aconteci-
miento distinto del estallido de la guerra. No voy a detenerme
.~\~
en este punto. Pero cabe mencionar de paso que la cuestión de
'<'s. s'-º la independencia no es tan simple como puede parecer. El estall ido
-;\\e,.
e,i-<:? de una guerra es un acontecimiento complejo, compuesto por
• SoL1e las causas de la primcr-.l guerra mundial véa$c el in1crcs•ntc. , ¡
bien a menudo controvtrt1bk, libro de G. M. Thomson (1964). Thomson
acentúa considcrablcmcn:e los cometidos caus•lcs de las nuevas s1tu2c1oncs
Fig. vm explicación causal crC'2d" como consecucnci:as fortuit2s de; diversas actU2cioncs poliucas .
Georg Hcnrik von Wrighr ExpJjoción y comprensión 167
166

un gran número de circunstancias de diversa índole: decisiones cos en curso para organizar u.n reino croata independiente y equili-
políticas, órdenes militares, unidades armadas que comienzan a brar la influencia de Rusia en los Balkanes. Estas consideraciones
maniobrar choques violentos que dan por resultado mortandaz aportaron las motivaciones básicas del gabinete austríaco al hacer
y devastación, etc. No es de por sí evidente que podamos describir las «inferencias prácticas» que concluyeron en el comunicado del
el acontecimiento al que llamamos estallido de la primera guerra ultimátum. Si el gabinete austríaco no lo hubiera emitido, sus
mundial sin incluir en su propia descripción el incidente de Saraje- objetivos políticos habrían sido distintos de los que le hemos
vo. Supongamos de todas formas, en gracia a la argumentación, atribuido en nuestro bosquejo explicativo o su apreciación de
que tal es efectivamente el caso. «lo requerido por la situación» habría sido diferente. No otra
Entonces, ¿cómo provocó el asesinato el estallido de la guerra? cosa cabría deducir de su pasividad. Por otra parte, la conclusión
Ciertamente no lo hizo literalmente en la misma forma en que habría tenido un carácter lógico. Entre el ultimátum y el trasfondo
una chispa hace que explosione un barril de pólvora. Después contextual de motivos, a tenor de su reconstrucción histórica,
de todo el símil puede resultar bastante descabellado y el modo de existe una conexión conceptual, aun cuando el asesinato y el ultimá-
operar puede ser completamente diferente en uno y otro caso. tum - y, a fortiori, el estallido de la guerra- sean sucesos lógica-
Hay en ambos casos eslabones que medfan entre causa y efecto mente independientes. El papel del asesinato en la cadena de aconte-
y que deben quedar aclarados antes de comprender la conexión. cimientos sucesivos es el de haber modificado la situación de
Por lo que se refiere al incidente de Sarajevo, --cosa que no hecho que el gobierno austríaco había de evaluar para obtener
ocurre a propósito de Ja explosión- , estos eslabones son de modo las concJusiones prácticas adecuadas para actuar. De manera que,
peculiar motivaciones generadoras de acciones. indirectamente, el asesinato también afectó al transfondo contextual
Veamos - grosso modo- lo que realmente tuvo lugar después de motivos de actuación del gobierno austríaco. La (re)acción
de Sarajevo. En primer término, el asesinato del archidm.¡ue provo- austriaca alrcró, a su vez, de modo semejan ce el trasfondo contexcual
có el ulrimátum austríaco a Servia. Este ultimátum proporcionó de motivos de actuación del gobierno ruso y así, gradualmente,
a Rusia una excusa para movilizar su ejército. Lo que, a su vez, «por imperativo de las circunstancias» la guerra llegó a ser, como
confirmó a Jos servicios en su actitud frente a la amenaza aus- se viene diciendo, inevitable.
tríaca. Cuando el gobierno servio rehusó aceptar todas las condi- El ejemplo es susceptible de generalización. La explicación
ciones del ultimácum, se produjo consecuentemente la declaración de acontecimientos históricos (e.g. , el de.s encadenamiento de una
austríaca de guerra de los servios. Y así sucesivamente. Volvamos guerra) a menudo consiste simplemente en señalar uno o más
al primer paso, el ultimátum. ¿Por qué lo formuló el gabinete acontecimientos previos (e.g. , un asesinato, la violación de un
austríaco? ¿Habría comunicado un ultimátum similar a Dinamarca acuerdo, un incidente fronterizo), y Jos que tomamos por «causas
si el archiduque, en un viaje de placer a Groenlandia, hubiera contribuyentes». Si se considera explanantia a los antecedentes, en-
sido asesinado por un esquimal demente? El incidente de Sarajevo tonces explanando y explanantia resultan en ta.les explicaciones his-
afectaba de forma muy singular a los objetivos e intereses de tóricas lógicamente independientes sin lugar a dudas. La conexión
los políticos austríacos. Uno de los empeños tradicionales de los entre ambos no reside, sin embargo, en un elenco de leyes generales,
Habsbutgo había sido el de mantener y extender la influencia sino en un conjunto de enunciados singulares que constituyen
de Austria en los Balkanes. Esta influencia podria resultar seriamen- las premisas de inferencias prácticas. La conclusión que emerge
te debilitada a menos que de exigir que el culpable del asesinato del trasfondo motivacional dado en las premisas representa con
fuera castigado, que la conspiración subyacente al homicidio fuera frecuencia no el explanand11m mismo, sino algún otro acontecimiento
abortada así como todas sus posibles ramificaciones en el extranjero, o acción intermedia, -el ultimátum austríaco en nuestro ejemplo-,
que se ofrecieran garantías de que no se permitiría a las fuerzas que se inscribe en el trasfondo motivacional de otra inferencia
e intereses involucrados en el asesinato interferir los planes austría- práctica con una nueva conclusión mediadora - por seguir el
168 Georg Hcnrik von Wrigh1 ~xphc:ac;1ón y comprensión 169

ejemplo, la movilización del e1erc1to ruso- y así sucesivamente vos y fines- no había sido ames necesaria. Cabría decir que
a lo largo de una serie de pasos, hasta que finalmente llegamos el acontecimiento, viz. el asesinato, «activó» o <<puso en marcha»
al propio 'xfl/A.nandum. una inferencia práctica que se hallaba en «estado latente». La conclu-
Referirse a las balas de Saraje''º como a una causa de la guerra sión de la inferencia activada, i.t. la emisión del ultimácum, originó
de 1914- 1918 es un uso cabalmente legitimo del término Kcausa» por su parte una nueva situación, activando una nueva inferencia
-sólo que hemos de recordar que no estamos hablando de causas práctica (por cuenca del gabinete ruso) que a su vez desencadenó
humeanas y de conexiones nómicas . Y no lo es menos llamar una nueva situación (la movilización), dando lugar a inferencias
«causal» a la explicación en tanto que no la asimilemos a las prácticas ulteriores cuya «conclusión» final consistió en el estallido
explicaciones propias del modelo de cobertura legal. Calificar a de la guerra.
esta explicación de «teleológica» podría resultar ciertamente poco E l siguiente diagrama esquemático podría servir para ilustrarlo
afortunado, aun cuando la teleología forme parte esencialmente una flecha discontinua significa que un hecho afecta a las premisas
de las inferencias prácticas que ligan explanans y explanandum. El de una inferencia práctica y una flecha continua significa la emer-
que la llame cuasi-causal, a falta de calificativo mejor, no comporta gencia de un nuevo hecho como conclusión fundada en las premi
juicio de valor alguno sobre su calidad explicativa ni arguye imper- sas:
fección en tal sentido. Recurro a ese término porque la validez
de la explicación no depende de la verdad de leyes generales. explicación cuasi-causal histórica ["')
(Cfr. c. 111, sec. 1.) premisas
Haremos unas pocas observaciones más sobre la estructura prácticas
gener¡tl de la explicación considerada a propósito del incidente
de Sarajevo. / ,. . . .~,,,,,,"'~. . . ,....,r--~
Contamos con una serie de acontecimientos independientes:
el asesinato, el ultimátum, , el estallido de la g uerra. Hemos explanans explono11d11111
dicho que los acontecimientos se hallan vinculados por medio Fig. IX
de silogismos prácticos?. Pero, ¿cómo? Las premisas de la inferencia
práctica, en la forma como las esbozamos, nos llevan al comunicado 4. Los objetivos y fines presentes en el trasfondo contextual
del ultimátum y nos proporcionan el trasfondo contextual de moti- de una explicación del cipo que hemos examinado son a veces
vos para actuar del gobierno austríaco. Se recordará que la primera subproductos un tanto sutiles de tradiciones culturales, políticas,
premisa remitía a los objetivos ~, fines de los políticos austríacos. religiosas, etc. Su origen y articulación pueden constituir otro
La segunda establecía que una acción particular, viz. la emisión objeto digno de explicación histórica. Pero, en ocasiones, el trasfon-
del ulumátum, Llegó a verse como una medida necesarfa si no do motivacional tiene un carácter tan primario y tan universalmente
quería ponerse en gran: peligro la consecución de esos objetivos.
(*] En sus réplicas a las observaciones críticas recogidas en J. M•nninrn
La descripción del atentado no forma parte de ninguna de las )' R. Tuomela (eds.), Essays an E.xpla11t11/DfJ afJd Undtnta,,di,,g, (cfr. N. d1/ T.,
dos premisas. No es preciso que sea relevante en absoluto para p. 131), von \Vright advicric: «A la hnn de escribir E. & U E.xplanal1011 t111d
la primera. Pero sí lo es para la segunda. Los disparos han creado U11dtr1landi,,g... creia q ue cabía trotar la cuasi-causalidad como una combinación
una sil11arió11 nueva. En esta nueva situación llegó a hacerse ineludible de causación humeana y de patrones (latentes o manifiestos) de inferencia práctica.
una determinada acluación que -permaneciendo inalterados objeti Subernmé, entre otras cosas, el cometido desempeñado por las normas y las
1nsmuc10nes sociales como determ1n2mcs de las acciones emprendidas tanto
7 N2tuulmen1c con ello no Sé afirma quienes 1ntcrv1cnen en el rabiado por grupos como por individuos.• (p. 373). En su contribución, «Detcrminism
de la historia, construya~ de modo expreso, verb:IJ o mentalmente, argumentos and thc study of mam•, pp. 415-435, procura subsanar esta simplifie2ción. [/\.
pr:ic11co• cu•ndo actúan. En tKaJiD1tt1, sin cmbar¡to. lo hacen. dtl T.(.
170 Georg Hcnr1k \'OO Wrighi E.xpltcnc16rt r comprensión 171

humano que no precisa una especial consideración por parte del qué cambios ofician de «causas» y cuáles de «efectos» en e;ta
hmoriador. Tal es el caso, por ejemplo, cuando las «causas» del mo- interrelación.
nm1t'nto mjgrarorio de una rrihu se han de atribuir a la superpo- Eo este con texto, probablemente oo cabrfa asegurar en fa,·or
blación o al hambre o a una inundación. «Han tenjdo simplemence de una de las clases de factores mencionadas la pretensión exclusi-
que abandonar sus hogares.» Claro que, esra gente, ¿no podrían va de un carácter básico en el sentido de que las transformaciones
haberse qu-:dado y dejarse morir de hambre o perecer ahogados sufridas por codos los tipos de factores restantes pudieran derivarse
como ratas? Podrían, naturalmente, y acaso algunos de ellos lo de las oc urridas en ella precisamente. Esta prioridad sería difícil de
hicieron. Pero la ge nte, en general, procura poner su vida a salvo reconocer aun en el caso de una pretensión algo más res tringida,
de las catástrofes y buscar un lugar donde disponga de medios de como la de que toda modi ficación de orden motivacional pueda
subsistencia o se halle segura, si sus condiciones de vida llegan retrot raerse a transformaciones de orden técnico, por no mencionar
a hacerse intolerables. Se nata de motivos universales y no es las ocurridas a nivel de medios de p roducción. Es verosímil que
preciso mencionarlos en las explicaciones históricas que, en cales el deseo de hacer nuevas cosas venga propiciado en buena medida
casos, relacionan los expla11a11da inmediatamente con los cambios por una posibilidad recién descubierta de hacerlas. Pero el progreso
previamente producidos en las circunstancias externas, a título técnico que hace posibles las inno,·aciones también cuenta con
de «efectos» de las «causas» dadas. un trasfondo de motivos. Este trasfondo puede haberse modificado
Hay algunas clases importantes de cambios, que tienen lugar en el curso de la historia y cabe que las modificaciones hayan
en las circunstancias externas, a las que investigadores de diversas venido determinadas por, digamos, cambios de acritud religiosa
escuelas han conced;do especial relieve o en las que, quizás, incluso antes que por otros cambios de orden técnico 9. Y las transformacio-
se ha querido ver el factor causal unico o el más fundamental nes que tienen lugar en el mundo técnico también pueden verse
del acontecer histórico. A una de esas clases pertenecen los cambios condicionadas por facto res físicos cxtern os 1 0 .
climáticos, los fenómenos geológicos y Otras alteraciones del entor- Pretensiones paradigmálicas como las sustentadas por el ma te-
no físico que exigen reajustes de la conducta y de las formas rialismo histó rico, por ejemplo, no p ueden convalidarse sobre
de vida. Una segunda clase consiste en las transfo rmaciones produ- base a priori. Ahora bien, tampoco resu ltan fácilmente refutables
cidas en el mundo técruco. Las ocurridas en los medios de prod uc- desde una base empírica 11. El principal criterio para determinar
ción constituyen una subclase al respectos.
Una razón para considerar «externos>> a cales cambios es la 9 Puede ser significatl\'2 al respecto la diferencia que med12 enirc la acmud
de que dan lugar a nuevas acciones, sean éstas necesaria~ debido griega y la actitud crís•iana hacia la ~naturalC?a~. La idea del dominio humano
de la narur:Uo.a gracias a su pcnctnción en," a su poder de manejar, mcc:inismos
a la presión causal de las fuerns naturales o resulten posibles cau'21cs es1á conc:c1ada en •u origen con la secularización de un• rrad1c1ón
gracias al descubrimiento y al dominio de nuevos mecanismos rcligio~a judco-cnstiant. Pero ~le procci;o de sccularir.ación e:-;.tuvo. 2 ~u vei',
causales. Cabe confrontar cambios de esta suerte con las modifica- condicionado por el desarrollo de las artes )' de los ormos y, •sí, por cambio'
ciones acusadas por las circunstancias «internas» de la motivación de orden técnico en Ja Edad Media urdía.
(necesidades sentidas y deseos) y de las actitudes cognoscitivas 10 Cfr. \X'infogcl 1932. El •utor disungue entre dos tipos de fuerza• producti·
vas (ProdJ1k.Jion1kraftt), 11iz. aquella$ que dependen de condiciones sociales y
de los homb res. Cabe plantear, <:nto nces, la cuestión de cómo aquellos que dependen de cond1e1oncs naturales (gcofis1cas). Witrfogel arguye
se hal lan relacionados entre sí los cambios que tienen lugar en que el propio Marx ) algunos de los principales escri1orcs de lo irndirión
circunstancias de uno y ocro gtnero, as í como la cu~t ión de marxista tu\•ieron una 2guda percepción de In importancia básica de la¡ condicio-
nes geofísicas (das N.rurmo1111nt) para In economía y la historia social. F.st>
~ Lo concepción de ~farx del proceso h1Stónco consiste esencialmente en senS1bilidad, piensa él, se ha pcrcl1do en los escroto• de mucho. •n-a1cr1alis12s
un c-<fucl'70 por remitir las grandes mutoc1oncs sociales a 1ransformoc1ones h1sttlncos• t:ardios que carg:an el énfasb cxclusivaniente en l:as fucrz<\S product 1v.as
de indoi< técnico. L2 formulación má< níuda e< qui~á< la que se encuentra condicionadas soci:Umcntc.
en lo introducción a ).iarx 1859. \'éa<e tomh1en El<rcr 1969a, b. 11 \lgunos mctodólog.,,., a m1 parecer, •e hocco una falsa 1dc:i de b fals2c1ón
172 Georg H c:nrik von Wright Explicación y comprensión 173

su valor de verdad consiste en la fecundidad de su colaboración algo por medio de órdenes (mandatos) relativas a la ejecuc1on o
a una mejor comprens1on, por nuestra parte, de la histo ria o no ejecución de determinados actos; o simplemente pidiéndoselo:
de los procesos sociales. Y estn fecundidad puede ser considera- o bien amenazando, intimidando, haciéndoles objeto de chantaje; o ,
blel2. en fin, recurriendo a la violencia física (po( la fuerza).
Un empleo característico de la violencia física consiste en la
5. La respuesta a la pregunta de por qué se hizo algo remite incapacitación, temporal o permanente, de alguien para hacer deter-
con frecuencia a que el agente se vio forzado a hacerlo. Las formas minadas cosas, e.g. recurriendo a su encierro en presidio o a su
de hacer que la gente haga cosas dan lugar a un patrón explicativo mutilación. Se trata en este caso, con bastante frecuencia, de un
peculiar, aun cuando guarde cierta relación con ceros patrones. mecanismo puramente causal puesto en funcionamiento por el
Hay multitud de formas en que la gente se ve forzada a llevar que se sirve de la violencia. Lo que provoca en la víctima es
algo a cabo. El que un agente (o un grupo de agentes) se vea esencialmente una destrucción o supresión de estados ca:usalmente
ind ucido a hacerlo por algún otro agente (o grupo), es uno de necesarios para la realización de diversas cosas. Hay a veces una
esos casos. Cabe así mismo disánguir subcasos específicos dentro referencia oblic ua al mecanismo causal que opera en tales casos
de este caso general. Unos agentes pueden inducir a otros a hacer para explicar por qué alguien no hizo determinadas cosas que
suponemos habría hecho en condiciones normales, debido a ciertas
y sobrec.:stiman s u imporranci3 en la construcci6n de teorias científicas. El consideraciones generales, por lo común teleológicas, sobre sus
primo rdial cometido de la folsación se halla ligado a d ive rsos procedimientos, motivos para actuar. ¿Por qué no escapó el prisionero, a pesar
principalmente característicos de las ciencias naturales y estudiados tradicional -
mentt' en .,1 ámbito de la lógica inductiva: la investigación de causas, la elimina- de que la puerta de su celda se había quedado abierta? la respuesta
c:ión <le hipóresis cxplicativ:1s concurrenrcs, el plancam ienlo de ({experimentos podría ser que estaba encadenado a la pared. Lo explicado causal-
c ruciales» para decidir encre 1eo rias rivales, ti(. En esros procedimientos se mente aquí es la incapacidad del prisionero para hacer algo y no,
p resupone un marco conceptual relativamente csroble a los efeccos de la descrip- de modo inmediato, la circunstancia de no hacerlo.
ción y de la explicación de fenómenos. Los cambios que tienen lugar en los
El que la fuerza física pueda determinar la imposibilidad causal
esquemas conceptuales. t.J!.. fa adopción y el abandono de paradigmas en el
sentido de Kuhn, únicamente son de modo tangencial, si d e alguno, resultados de actuar, pero no una necesidad causal en tal sentido, es una
de la «falsación». asimetría digna de atención. Si alguien me coge el brazo y se
12 Kuhn ( 1962) d uda de que las ciencias sociales ha ya n alcanzado una sit uación sirve de él para abofetear a otra persona, no he sido yo quien
caracterizada por la existencia de paradigmas uni\'ersalmemc aceptados -cuyo ha golpeado a esta persona en la cara y, a fortiori, tampoco cabe
abandono seguido de la adopción de nuevos paradigmas constit uye u na «revolu-
ció n científica» (p. 15)-. La verdad es que probablemente no haya paradigmas decir que me viera obligado a hacerlo. La bofetada fue dada
J1niver1ales en la ciencia social y que éste sea un rasgo distintivo suyo con únicamente por quien me hizo objeto de violencia. Cuando una
respecto a Ja ciencia natural. Pero cambi¿n es ciertamente el caso de q ue la acción, en cuanto que distinta de una abstención, viene exigida
ciencia social marxista se halla gobernada por paradigmas - aun si el desarrollo por compulsión, la compulsión no es «puramente física». Si entrego
de Ja ciencia marxista da fe de numerosas temativas de escapar de paradigmas - .
la cartera a un ladrón que me apunta con su pistola, lo bago
Lo q ue t ildan los marxistas de ciencia social «burguesa• se encuent ra probable-
mente más moldeado por paradigmas de k> que Jos seguidores de la tradicional por salvar la vida o por algún otro motivo teleológico. <{Me
consideración acumulafr;a de la ciencia como un cuerpo de hechos y 1eorías vi forzado» significa ahora «De no haberlo hecho, habría ocurrido
en c recim ienro uniforme tienden a admitir. No es, por consiguiente, completa- algo que a ningún precio quería que pasara.». Si hubiera deseado
mente injuscificndo hablar de la existencia de tipos paralelos de ciencia social. que me matara, no me habría visto forzado a entrega.e la cartera
(Cfr. Lowilh 1932, p. 53.) Estos difieren ¡io tanto por sostener opiniones encon-
al ladrón.
tradas sobre cuestiones de hecho, como rcspccco de los paradigmas q u< adoptan
a efectos de descrición y explicación. Tal difere ncia en punto a paradigmas ¿Interviene el mecanismo causal cuando la gente hace algo
refleja una diferencia en la hleologio subyacente. Por ende las «revoluciones» a resultas de órdenes o demandas? Las respuestas de este tipo
en la cicnci::t social rcsuJ1an de:: Ja crítica ideol<>gica. pueden ser casi «mecánicas». Guardan en ocasiones una oscura

d
Georg Hcnrik von \Vright
Explicación )' comprcn.s1ón
174

ros sean satisfechos. No obstante , el mecanismo teleológico en


semejanza con las acciones reflejas. El agente que, mediance su
juego no es exactamente similar al esquema de una inferencia
acción, provoca una reacción en d sujeto no se conduce de modo
diferent e a como el experim entador, incerfiricndu cu lu5 p1occsos prkric:a que examinamos en el capítulo anterior .
Si una persona acata una ley debido a q11e compart e el objetivo
naturales, pone en marcha un sistema causal. No sin razón es
posible describi r la acribidad de ambos como «manipulación». o la intención a que supuesta mente respond e la ley, no precisa
Con vistas a esclarecer la índole conceptual del mecanismo ser convenc ido de la necesidad de su concurs o personal para asegu-
de «forzar a la gente a hacer algo», es provech oso compara r el caso rar el cumplim iento de cales propósir os. Ahora bien, debe tener
en que un agente hace que ocro agente haga algo con otro cierra confianza en la posibilidad de que los objetivo s en cuestión
sean satisfechos y en la necesidad de un esfuerzo co/~rtito para
caso típico en que el mecanismo también resulta activado desde
«afuera», aunque por la fuerza impe rsonal de una norma o de consegu irlo. Cabe dar por buena Ja intención a que obedece el
una regla. La gente hace cosas porque así lo impone la ley positiva establecimiento de una ley o de una norma y estar, a l:n tiempo,
o la ley divina, porque así lo prescrib en las costumb res sociales o convenc ido de que se trata de un objetivo inasequible. La actuación
los códigos de honor y la buena educación. Podemo s agrupar conform e a la norma no puede explicarse entonce s como una
conduct a di rigida a la consecu ción del objetivo correspo ndi ente.
estos casos diversos, pero relacionados entre sí, bajo el rótu lo
de prtsión normativa. Es posible entenderla en el sentido de fijar un ejemplo a seguir
y de servir de estímulo a los demás. Pero entonce s el agente
No es preciso que el modo como la gente respond e a las
debe creer que el ejemplo vale la pena, i.e., puede llevar en último
normas en cada caso individual sea teleológico en absoluto . Ahora
término a una situación en la que el pro pósito de la norma sea
bien, la forma en que las normas llegan a ejercer una «presión»
satisfecho merced al esfuerzo solidario de Jos sujetos.
sohre los agentes presenta rasgos clarame nte celeológicos.
De manera que la presión normatl \'a se impone por la influencia
Las reglas de conduct a pueden conlleva r una sanción, i.e., alguna
teleológica conjunta deJ temor a una sanción y del deseo de alcanzar
especie de casrigo consiguiente a la violación de una regla por
parre de alguien. En el caso de la normati va legaJ, tanto la índole los fin es para cuyo logro se estiman útiles las normas pertinentes.
0 significa esto que la conducr a con arreglo a normas renga
1

como la aplicación de la pena se halla regulada por normas (leyes


una explicación teleológica en cada caso singular . Ni el temor
de procedim iento, etc.). Desviarse de los códigos y costumb res
sociales puede concitar la reproba ción de una buena parte de aJ castigo ni el celo por el bienestar público consLituyen necesaria-
mente el motivo por el que la gence se adapra a ellas.
la comunid ad, el ser mirado con malos ojos. Tambié n esto es
una sanción. Algo muy parecido es aplicable a los casos más simples en
los que un agente induce a otros a hacer cosas por medio de
Hay veces en q ue la gente acata una norma para no ser castigad a
órdenes , demandas, etc. Tratánd ose de mandaro s o de órdenes
o reprendida. Lo que hagan o dejen de hacer cuenta entonces
con una explicación teleológica bien definida. cabría hablar de la preJidn de la a11toridad. Se nos enseñó v adiestró
Pero el deseo de quedar a cubierto de posibles sanciones no de niños, a obedece r y a respond er en forma conven: eme a la~
órdenes y a las peticiones. Se nos enseñó a procede r así por
es el único aspecto teleológ ico de la obedien cia a normas. La
promulg ación de leyes viene motivad a con frecuencia o, incluso, medio de mecanismos teleológ1cos para huir del castigo y alcanzar la
de ordinari o por consideraciones finalistas. Las costumb res estable- recompensa. En una fase ulterior, la teleología de la acción misma
cidas pueden haber respond ido inicialmente a propósi tos que, pos- de «inducir a hacer» adquiere con frecuencia fuerza motivad ora
teriorme nte, se han it.!<1 ul vic.lanc.lo o se han vuelco anticuados. P.ara los sujetos de esa acción. Llegamos a pensar que las imposi-
Cuando los agentes que se hallan sujetos a presión normati ,·a ciones y las prohibiciones tienen lugar por nucst ro «propio bien» o
compart en los propá5itos a que obedeci ó la implantación de las respond en aJ propósit o de lograr nuestra colaboración para la
normas, cabe decir que las acatan o cumplen para que esos propósi- consecución de fines que, n In pose re, también resultan nuestros.
176 Georg Hcnrik ''ºº Wright hxplicición y compr-ens16n

Cabría Uarnar a los fines, para cuya consecución órdenes y de un modo que resulte tan «mecaruco» v falto de motivación
reglas resultan instrumentos, ruomptnJttS inttr~aJ de la o~ed.~cia. ccleológica que degenere hasta d punto de representar una especie
La frusrrac-ión de no alca02arlos podrfa c-on<iclerar<P rn.rt1gn tn/"1111 dc(rc:)acción 1eileja LvmliL1vnada? ¿Es posible establecer al respecto
de la desobediencia. Los premios y castigos inherentes a una una vinculación entre estímulo y respuesta consisten:e en una
norma, pero que no consisten en la consecución de los objetivos conexión nómica (causal)? No veo por qué no. Pero creo que ca~os
de la norma o en el fracaso al respecco, pueden calificarse de semejantes no se dan con frecuencia. Si ocurren, la respuesta pier·
txttrn1Js. La razón de que un castigo externo goce de una posición de su calidad de acción. Pues si, bajo esrimulación, resulta algo pare-
más básica que la correspondiente a una recompensa externa, en cido a un «acto reflejo», el sujeto que así ha reaccionado no está
la teleología de la presión normativa, difícilmcnce puede atribuirse en condiciones de alegar p lausibJemeore por más tiempo que, con
a otra cosa como no sea al hecho de que el acatamiento de normas ocasión de aplicarse el estímulo, el cambio que se suponJa había
también es considerado, en la mayor parte de los casos, gratificante de ocurrir no habría tenido lugar a menos q11t il (en calidad dt
internamente para quienes las acatan. De modo que hay una razón agente, intencionalmmle) lo hubiera provocadlJ. Esta presunción es, como
conceptual para esta asimetría, frecuentemente observada, entre
hemos visto, un prcrrcquisito lógico de la acción. Si falta, la
los comeudos rcspect1•os del premio y del castigo. acción se ,·acía de intencionalidad. Desde ese momento ya no
Gracias a su trasfondo teleológico, el mecanismo de inducir
significará una respuesta al estímulo. & tal respuesta ni más ni
a los agentes a hacer cosas llega a funcionar. Difiere en esto
menos.
de un mecanismo causal. Peto el trasfondo teleológico puede quedar
más o menos lejano respecto dd caso individual en el que opera
6. Importa distinguir cncrc normas que regulan (ordenan, permi·
el mecanismo. Puede quedar tan alejado que brille completamente
ten, prohiben) conductas y reglas que definen diversas prácticas
por su ausencia en un caso singular. Asi ocurre cuando la respuesta e instituciones sociales. A unas y otras se da el nombre de «normas»
a la pregunta de por qué un agente hizo rnJ y tal cosa es la
o de «reglas». Un motivo para su fácil confusión es el de resultar
de que procedió así ;implemente porque se Je había ordenado o a Ja vez diferentes de modo peculiar y rel acionadas en forma
si111plemente porque no otra es la costumbre, la regla o la práctica
compleja.
común en el medio social al que pertenece. En ausencia de toda Las normas del primer tipo nos advienen de que determinadas
suene de teleología subyacente a la reacción individual a un caso cosas deben o pueden hacerse. Las normas del segundo tipo nos
concreto de estimulación por \ºÍa del mecanismo, la conducta pare- mforman sobre cómo ejecutar determinados actos. Con frecuencia,
cerá a menudo necia, estúpida o irracional. aun si no siempre, se hace precisa una norma del segundo tipo
Un mecanismo de inducir a hacer puede así mismo perdtr para que el cumplimiento de una norma del primer tipo sea posible.
una parte de, o aun todo, su trasfondo teleológico. Sucede esto Por consiguiente, las normas del segundo cipo vienen a ser, en
cuando la sanción deja de ser efectiva o la recompensa pierde un sentido caraccerístico, Jt(l(ndarias con respecto a las del primero.
su atractivo. También en estas casos adquieren cierto aire de A fin de mantener la distinción entre uno y otro tipo de normas
irracionalidad los actos que se ejecutan meramente en respuesta o de reglas, calificaré aquí a las del primer tipo, a falta de cal ificac~ón
al estímulo por parte del mecanismo. mejor, de normas (reglas) primarias y a las del segundo tipo
Precisamence contra formas tales de conducta irracional protes· de normas (reglas) secunda riasl3.
tan con frecuencia los críticos morales y sociales. A través de
su critica pueden preparar e] camino para una aplicación, má.~ 13 L 3 disdn~ión ~uc r:aquí c11ioy haciendo dice rdación a. In din1nc•Ún que
plena de sentido, de los diversos tipos de presión por parte de Han (1961) observa entre reglas primarias ) secundarias. Gran mérito de Hart
la autoridad y de la normativa existentes en una sociedad. <•el de haber señabdo que un sistema normativo como el orden legtl constotu\c
una con¡uocióo de uno ¡· otro ttpo de reglas. Carece del carácter mon1suco
¿Cabe responder al tipo de estímulos que venimos considerando que, por ejemplo. le 1tribu1c Kclscn (19~9) cuando considera que cada norm•
Exphcac1ón )' comprensión 179
178 Georg ltcnrik ,·on Wrigh1

Las reglas se~undarias, a mi modo de ver, no juegan un papel


Para que el marrim onio adquiera legitimidad, los contra )er.tes característico o impor tante en la explicació11 de Ja conducta. Ello
han de satisfacer determ inadas condic iones (relativas, por ejemplo, r.s debido a que no. son .mecanismos para induci r a
la geme a
a su edad y, mi ,-ez, a su salud fü1ca > menta l) r partici par hacer cosas._ Ahom bien, nenen una impor tancia fundam ental para
en un determ inado ceremonial que compo rta divers os actos que, la con1prens1011 de la condu cta y, en consecuencia, para la descrip ción
así mismo , han de atenerse a ciertas condic iones (por ejemplo,
que ~agan antrop ólogos y sociól ogos de las comun idades que
la de ser los acros oficíalc> para el caso con arregl o a las disposicio- constt tuyan su objeto de escudi o t~.
n
nes eclesiásticas o civiles). Estas condic iones y cerem onias define «¿Por qué ese hombr e se quitó el sombr ero y se inclinó al
13 acción social de comra er matrim onio. Su ejecuc ión tiene una
cruzar se con a~uclla señora por la calle?>> Una respuesta podría
serie de «consecuencias legales». Se permit e a los cónyu ges formar ser: «La saludo.» Claro que también podría ser: «Por que quería
un hogar, cada uno de ellos cuenta con determ inados derech os expresarle sus respetos.» En el prime r caso estamo s inform ando
legales sobre el otro y ambos tienen determ inadas respon sabilid ades de lo que ese h~mbre hizo )' hacien do con ello inteligible su
p:ira con su descendencia, etc. Estas «consecuencias» constit uyen, cond ucta para quien no se halla familiarizado co n nuestras conve n-
por lo regula r, un con;unro de norma s de condu cta cuva violación ciones en cuestión de saludo s. (Le supon emos familia-izado no
provoc ará segura meme sanciones por parte del apar~to jundic
o
n obstan te, con l~ noción de saluda r a la gente.) La segund a resp~esta
de la ~oci~dad. Las reglas para comra er matrim onio a nad ie obliga puede.•constltu'.r• o ~ucde sugeri r, una explicación teleológica de
regla, ~i la hubier a, que prohíb e
por s1 mismas a nada; pero la la accion. Cabria decir que la prtmer a respuesta casa «en realidad»
a las person as soltera s establecer un hogar les obliga a absten erse
con la pre~un_ta «¿Qué?» y no con la pregun ta «¿Por qué?» -lo
de hacerlo hasra que no «hayan realizado el acto» de contra er que no de¡ana de ser pedan te-. Tambi én cabría decir que la
matrim onio. No co.bc so.nciornir o. la gcnre por no ca<ari:<' (<2lvo seg_unda r~spuesta _hace justicia «ea realidad» a la pregun ta «¿Por
que exista una ley que haga obliga torio el marrim onio); pero que saludo a la senora ?», y no a la pregun ta «¿Por qué se quitó
puede ser penada , es;and o soltera , por hacer aquell o que sólo el sombr ero?» Pero esto tampo co resulraría menos pedante.
se permi1e a los casados -o, estand o casada, por faltar a las
obligaciones propia s de su estado.
7. Lo qu~, en las c!endas hu manas, tiene trazas de explicación
_Las norm~s d_e este tipo no sólo cuenta n con un a importancia caus~J consiste de ordma r.10 en explicaciones del tipo que he llamad
o
capital en el amb1to lebaL Afectan a la '"ida social en su con umo. cuasi-causal. Puede suscitarse la cuesti ón de si las explica ciones
La. ~orma de saluda r a una señora <> a unn person a de edad,
con v~sos de tcleológ1cas no serán a veces explicaciones del tipo
qu1tandose el sombr ero o hacien do una inclinación de cabeza conoc ido por cuasi-teleológico.
define una prácttca. La norma de buena educación, que prescrib~ Los contex ms biológicos son primo rdialm ente el medio natural
que _uno haya de salud11r a una señorn o a unn person a de edad,
de la explicación cuasi-relcológica. «El ri tmo respira torio se acelera
es diferente. Es una norma de condu cta. Cabe excusa r a alguien
que no la cumpl a en razón a que no perten ece a la comun idad .14 .E~ lo qu~ respect a• la 1mportanc12 conferida a las reglas én i. in\'C:Sti¡t
una
ación
cie.ncia
de Winch de
y no sabe cómo saludar, esw c:s, no está familiarizado con Jas soc1alog1co es 1ntcrcsame compar ar In concepc1é>n
las reglas,
social ~on la de Durkhc im /\robos autores cargan el énf.isis en
reglas que definen la prácrica (el ri1 0) del saludo. En ca10 de aquí he hecho entre los tipos
pero ninguno de ellos obscrv• la distinci ón que
po~er dar por senrado gue una person a conoc e la regla pero de norma o de regh Durkhe 1m ap.,cntc mentc conside ra n las norrno.s como
la incum ple, esa persona es objeto de sanció n, Ja sociedad la reglas de conduc ta que ejercen una prc~1ón norma" "ª sobre ~I cornpon amiento .
definen iosúiuc loncs
«mirará de reo¡o». W1nch .por su ~rt~ S< refiere pnmord1almcm c • regla< que
la diferencia
norm~ que o ~onsutu)·cn pracucos. Cabe relacionar esta difercncfa de acc:mo con
legal . es rcconstruible como una norma coercitiva# 1 .t. co1no una im y la me1odo-
4

existente en general entre lo rnct0do login «positiv ista» de Ourkhe


de caracrcn zor las re¡tl•s secundo.rias néulica "
preve sancion es. El 1ntemo por parre de Hart lo~ia ~herrnc de \Vi nch
no me: parece. san embargo, cntct3m cntc afortunado.
180 Georg Hc:nrik von \X1righ1 Lxphc:ación y CC>mprcn~ión 181

con el fin de compensar la pérdida de oxigeno en la sangre.» ,istas a la ocurrencia del segundo, escamos afirmando a veces,
Advertimos una función rclauva a una finalidad. Esto es cuasi-1eleo- pero no siempre, la existencia de una conexión nómica de condición
logi:a. ¿Existe :ligo :rnilogo en historia o en ciencias soc>;iles? necesaria e ntre lo< ~contecimientos en cuestión. T.a re.lac.iñn enrre
También podría plancearse la cuestión como sigue: ¿Indiv'.duos cierta innovación técnica y las acciones subsiguientes, cuya ejecu-
y grupos dan muestras de una conducta que se ajusta a una ción hizo posible esa innovación, es (inYolucra) una relación de
finalidad su~ intención de hacerlo así? Otra formulación de Ja necesidad nómica. Pero la relación entre la persecución de los
misma cuestión es: ¿Pueden los seres humanos cumplir un «destino» judíos en la .\lemania medieval y la repencina prosperidad polaca
que no es definible en los términos de sus propios objeti\•os en tiempos de Casimiro el Grande, con rodo lo compleja que
intencionales? pueda ser, no entnña conexiones nómicas (causales). EHo sigue
Considérese el caso siguiente: La recuperación económica de siendo cieno aun si un historiador pudiera alegar con todo derecho
Polonia bajo Casimiro el Grande se debió en gran medida a la que, de no haber sido por lo ocurrido en Alemania, Polonia
circunstancia de que se permitiera e invitara a los judíos, expulsados no habría prosperado como lo hizo. EJ primer hecho remita una
del terrirorio alemán, a establecerse en Polonia. La expulsión de condición causalmente necesaria del segundo en tan escasa medida
Jos judíos, por parre germana, y su admisión, por parte del rey como los disparos de Saraje\-o fueron, a tenor de las circunstancias,
polaco, hicieron posible la recuperación de Polonia. No sería inco- una condición causalmente suficiente de la guerra de 1914-1918.
rrecto decir que t11vieron q11e abandonar Alemania los judíos para En ambos casos, la vinculación encre los acontecimientos consiste
q11e Polonia entrara en una época de prosperidad. Ti esta aseveración en un mecanismo motivacional, cuyo funcionamiento cabe recons-
se opondría al hecho de que b11biera11 de abandonar Alemania porque tn11r a mcnera de secuencia de inferencias prácticas. Los aconteci-
allí eran perseguidos. mientos a los que se atribuye un cometido ca usal dan lugar a
En términos generales, las realizaciones, experiencias o pena- una nueva situación y, con ello, deparan una base fáccica para
lidades de un hombre o de un grupo de hombres baten polibles, inferencias prácticas que no podrían haberse hecho antes. Pero
en ocasiones, determinados logros de otro hombre o de otro hay una diferencia significativa entre uno y otro caso. Parece
grupo o de otra generación, con los que no cabía concar antes. ser esta: unos acontecimientos «exigen» en historia otros acomeci-
Las realizaciones o circunstancias precedentes adquieren entonces micncos cuando obligan a la gente a hacerse nuevamente cargo
una nueva significación a luz de los resultados posteriores. Se tiñen de «lo requerido por la situacióm> con viasras a los objetivos y
como de un propósito ignorado por quienes fueron responsables planes ya exislcntes. Unos acontecimientos «hacen posibles» en
de su consecución. Es este u110 de los aspectos del fenómeno historia otros acontecimientos cuando promueven una reorganiza
designado por Hegel <<List dc:r Vernunft», asrucia de la razón. ción de objetivos ~I dar a los agence nuevas oporcunidades de
En rales casos decimos, a veces, que el «desuno» de aquellos acruac1pn. En la medida en que no se cuente con capiral y con
hombres fue preparar el camino de: un futuro que, seguramente, mano de obra cualificada, los planes de desarrollo de la economía
ellos mismos nunca llegaron a entrever. Se trata de un empleo de un país rc:sulta:án \'anos deseos o se \·erán truncados. Con
inocuo de «destino» }' de «propómo». Ahora bien, ¿es sintomático la llegada de esos recursos, los deseos virtuales maduran hasta
de que las explicaciones que damos de los hechos precedentes convemrsé en proyectos definidos y se comienza a actuar allí
a la luz de los hechos resultantes son explicaciones cuasi-teleológi- donde antes reinaba la impotencia.
cas? El proceso de reinterpretar el pasado remoto a la luz de un

) Evidentemente no.
Cuando atribuimos un sencido a un acomec1m1emo pasado
en base a que hizo posible algún otro aconrecimienro posterior,
pasado m~" prcíximo es un rasgo sumamente característico de
la empresa acadé!l' ica llamada historiografía. Explica e[ motivo
- la razón. en términos conceptuales- de que no pueda darse
o cuando nos pronunciamos sobre la necesidad del primero con d C.'ISO de una descripción completa y definitiva del pasado histón-
182 Georg Hcnrik von Wrigh1 b.~phcac16n y comprensión 183

co. La razón no consiste simplemente en que hechos, hasta el es una aseveración fundada en bubos r no en lo que hmoriador ·
momento desconocidos, puedan llegar a ,·er la luz. Esro es cierto, pitnso acerca de ellos.
pero relnti\•amente trivial. El punto rclev:ante es c¡ue los esfuerzo~
del histeriador por comprender y explicar el pasado más reciente 8. La disposición finalista del tipo que he llamado cuasi-celeológi·
le inducen a atribuir al pasado más lejano un papel o una significa- co puede pasar con frecuencia por causal con ayuda de la idea
ción de los que carecía hasta que tuvieron lugar esos acontecimien- de retroacción negativa. ¿Por qué se acelera el ritmo res:>iratono
tos más recientes. Y en visea de c¡ue no sabemos, en general, cuando el cutrpo está e n1 regado a una intensa actividad muscular?
lo que nos reservará el futuro, tampoco estamos en condiciones La respuesta de que ello ocurre con vistas a restablecer el equilibrio,
de poder conocer el alcance total de lo que caracteriza a l presente alterado, en la composición química de la sangre revela el descubri-
y al pasado 15. miento de cierras conc:dones causales. El ejercicio muscular consu-
Cabría asegurar que una comprensión cabal del pasado histórico mo:: oxígeno y Ja respir3ción acelerada lo repone en la sangre.
presupone la ausencia de fururo, el fin de la historia. Hubo un Pero la cuesción a la que esta indicación responde no es, en
gran filósofo que, en ciertos momentos de exaltación, creía al cérminos estrictos, la de por qui ha de acelerarse la resp1rac1ón,
parecer que «sus ojos habían atravesado» la historia completa:nenre sino la de ctin10 puede la sangre mancener su equilibrio qu1mico.
de parte a parre. Es1e filósofo fue Hegel. En tales momentos Pensar que la primer:i cue~uón había quedado suficientemente
hablaba de si mismo como si fuera el término y la consumación resuelta con la mención de las conexiones descubierta; vendría
de la historia uni,·ersaJ16. Pero pienso que, con sus palabras, presu- a representar, creo, la asunción de una ilegítima idea «vitalista»
mía que tal declaración se tomaría con la perspicacia necesaria de la teleología er el ámbico biológico. No hay constancia de
parn apreciar su verdid. una respuesta definitiva a la pregunta de por qué se acelera la
Se alude a veces a ese rasgo de la investigación histórica, respiración basca que no revelamos el descubrimiento de una cone-
consistente en que un mismo pasado sea una y otra vez desencerrado xión causal adicional, que explica cómo el consumo de oxígeno
de nuevo, como a un proceso de reevaluación del pasado. Pero en la sangre acelera el ritmo respiratorio. Esca conexión constituye
tal caracterización se presta fáci lmente a confusión. Hace que el la retroacción. Con su descubrimiento d isponemos de una explica-
juicio del historiador parezca consistir en una cuestión de gustos ción causal satisfactoria. Estamos ahora en condiciones de resolver
y de preferencias personales, rem11ir a lo que 11 tenga a bien la cuestión de por qué se acelera la respiración haciendo referencia
considerar relevante o «valioso». _ o deja de ser este, ciertamente, a condiciones suficiences antecedentes 1 no va solamente, se_gún
un componente historiográfico. Pero, por lo que coca a lo esencial, es norma en la explícac1ón cuasi-teleológÍca, remitiendo a hs condi-
la atribución de un nuevo significado a los hechos pasados no ciones necesarias de los aconrccim1entos subsiguientes.
representa una operación subjetiva de «revalorización», sino que Cabría decir qi.e el descubrimiento de la retroacción remara
consiste en una explicación acompañada, en principio, de pruebas una explicación previa del género ¿Cómo es q11t fue posible?, con Un.1
objetivas de convalidación. La aserción de que, por ejemplo, nueva explicación del género ¿Por qui necesariamente? Con lo
un hecho dado x hace posible un acontecimiento posterior J' puede que priva al caso dd «aire teleológico» que tenía mientras el
no resultar verificable o refutable de modo concluyente. Pero circuito explicativo se hallaba incomp leto.
¿Sucede algo análogo a esto en la historia y en la v ida social?
La cues ción comprende dos aspectos. ¿Ha y procesos sociales re
l~ La referencia que aquí he procurado hacer a Ja in<ompletud t1tnaol de troarrivos' ¿Rei:nlran mies procesos 10s1ancias de una causalidad
la descripción del pasado por parte del hi<1or1odor se halla mas elibonda
humeana?
en Danto 1965b Véase en especial el brillonte capítulo 'obre enunciados narran-
En la retroacción hav un cncadenam1emo de dos sistemas.
"°'· pp. 143-181.
Llamémosles sistema pri~ario r ;ecundario.·~etermmada informa-
16 Véase l.óu·11h 1941, P. J, c. 1; 12mb1cn ).(aurcr 1965.
184 Georg Henrik von Wright Expha1c1ón ) con1pren.sióo
1 185

ción sobre el rendimiento c:iusal del sistema primario es trasmitida ción esquemática aquí dada, amén de lo dicho anteriormente sobre
al sistema secundario, de manera que éste queda «informado» «causas» y «efectos» a nivel de agentes y de acción intencional,
de las operaciones del primero. Esta entrada de información pone que la opernuvidnd del proceso de retroacción no consiste en
en funcionamiemo al factor-causa del sistema secundario. Su efecto una producción causal humeana en un marco de cobertura legal,
retroactúa sobre el sistema primario y «ordena» una modificación sino en un proceso motivacional pautado por inferencias prácticas.
a introducir en la activid:id de su factor-causa. Est0 cierra la La transmisión de la información procedente del sistema prima-
cadena de operaciones eslabonadas. rio influye en las actitudes cognoscitivas de los agentes percenecien-
Los nombres de «información», para l:i entrada correspondiente res al sistema secundario. Actúa así sobre las premisas 'Segundas,
al sistema secundario, y de «orden» o «señal», para la salida pertinente o relativas a la tesitura cognoscitiva, de las inferencia~ prácticas.
que, al mismo uempo, representa una entrada en el sistema prima- Salvo que se proceda a ajustar el funcionamiento del mecanismo
rio, son denominaciones sólo en parte metafóricas. La teoría relativa del sistema primario, no podrá alcanzarse determinado bien o
a la estructura de les mensajes codificados y decodificados que no podrá evitarse determinado mal. De aquí provienen los imemos
se cruzan emre uno y otro sistema es, literalmente, una teoría de reajustar el funcionamiento del sistema primario. Imencos que
de la información. El único aspecto metafórico consiste en la desafían a los objetivos del grupo que detenta el poder. Procuran
alusión a la analogía existente entre este intercambio causal de así tnflu1r en las premisas primeras, o relativas a la disposición
mensajes y el empico intencional de signos del que se sirven volitiva, que fundan la actuadón de los líderes. Se pide a ésros
los agentes en su comunicación lingüística. que modifiquen sus objetivos en tanto en cuanto sea preciso para
Consideremos ahora un caso en el que pueda decirse que la que las acciones, consideradas imprescindibles para su obtención,
actuación de los agentes conduce a una sociedad en una determinada dejen de dar lugar a las consec uencias que se juzgan indeseables
direcc ión mediante decisiones puestas en práctica, creando una (por panc de lo~ agentes del sistema sec undario). El hecho de
«presión normativa» y cal vez recurriendo en ocasiones al empleo que los agentes del sistema primario respondan a las ó rdenes
de medios tales como la fuerza bruta o la violencia. Supongamos procedentes del sistema sec undario es contingente, en la misma
que hay miembros de la sociedad que no participan en la roma medida en que es contingente la circunstancia de que la información
de decisiones por p:irte del grupo en el poder, aunque están infor- emanada del sistema primario llegue a influir sobre las actitudes
mados de sus resultados y son h:irto lúcidos como para adveni r cognoscitivas de los agentes del sistema secundario. Ahora bien,
sus consecuencias ramo las perseguidas conscientememe por una vez que las premisas, i.e., las resoluciones de los agentes
los líderes, como las que éstos no alcanzan a prever con claridad-. de un sistema y las creencias de los agentes del otro sistema,
Esta lucidez, más o menos clarividente, puede emonces promover quedan establecidas, las acciones subsiguientes devienen, a la luz
en el otro grupo social el deseo de influir sobre el grupo que de las nuevas premisas, lógicu1m11/e 11eusurins.
detenta el poder, hasra el punto de dar a su gestión una nueva Un estudioso de la lógica cultivada en la tradición de Aristóteles,
orientación o de neutralizarla en algún sentido. Si faltan ,;as de Leibniz, de Frege y de los autores de Pri11cipia Mathen1ntun
institucionales para comunicar las nuevas directrices al grupo en enconrrará probablemente la lógica hegeliana, si por ventura se
el poder, el grupo «retroacuvo» habrá de recurrir a formas activistas copa con ella, ininceligible o francamente desafortunada. La lógica
de comunicación como manifestaciones, protestas, huelgas, sabota- de Hegel es también la del marxismo ortodoxo. Una de rns peculia-
jes, etc., que no están reconocidas por las reglas de juego existentes ridades consiste en el vehemente rechazo de la llama:la Ley de
en la sociedad y que, aun a veces, resultan contrarias ~ ellas. la doble negación, a cuyo tenor la negación de la negación de una
El esquema de acción social que estoy describiendo es familiar. proposición equivale a esta proposición. Hegelianos y marxistas
Su analogía con el proceso conocido por retroacción negariva insisten en que la negación de la negación -idea que juega un
es estrecha. Pero también debería estar claro, a tenor de la descrip- gran papel en sus escricos desemboca en algo diferente del
Expltctción y comprensión
186 Georl' llcnnk ,·on \'Crtf:ht

9. En las dos últimas secciones de este capítulo voy a plantear


punto de partida de la operac10n. ¿Q ué quieren decir? Voy a
brevemente algunos problemas relativos al punto de l determinism o
sugerir lo que podemos entender en al¡,mros casos, si examinamos
en historia y en el desarrollo de la sociedad. Una de las cuestiones
sus ejemplos y reformul:.mos su pett>.ullienro a la lu7. de la noción
a este respecto es ver qué podría significar «determinismo» en
de retroacción negativa. He aquí una especie de proceso de «doble
dichos contextos -y discernir así 11pos distintos de determinis-
negacióm>. El factor-causa del sistema secundario «niega» el efec-
mo.
to producido por el factor-causa del sistema primario; y e.l efecto
Ha sido una de las principales tesis de este: li bro la de guc
del sistema secundario «niega» las operacione s del factor-causa del
se deben disociar, como absolutame nte distintas, la causalidad en
sistema f1rimario, esto es, lo corrige hasta neutralizar la primera
el ámbiro de la naturaleza y la causalidad, si estamos éispucstos
negación. Se trata de una descripción un tanto imaginativ2 de
a utilizar esca denominac ión, en el ámbiro de la acción humana
un proceso cuya estructura lógica constituye un objeto de interés
sea individ ual o colectiva. A la luz de esta distinción, muchas
para el análisb lógico preciso. No cabe felicitar a 1-lege.1, t\hrx
creencias e ideas sobre el determinism o en la historia de individuos
o Engels por sus éxiros analíticos en este sentido. Pero no estana
y sociedades mostrarán su deuda con la confusión conceptual v
injustificado reconocerlt s el haber anticipado ideas que luego han
las falsas analogías entre lo que ocurre en la naturaleza y lo qu~
resultado de fuodamenn l importanci a tanto para las ciencias bioló-
ocurre con la acción intencional. Pero aun cuando se desvane-¿-
gicas como para las socialcsl7. Creo que muchlls de las ideas
can las brumas no desaparece rán los problemas serios.
clave de la filosofía hegeliana y marxista son susceptibles de una
Es úti l distinguir dos tipos de determinis mo gue pLeden ser,
provechosa versión en los términos de la moderna cibernética
y han sido, mantenidos y defendidos por inYestigadores que rr:iba-
y de la teoría de sistemas. La traducción volvería estas ideas
jan en estos campos. Lno dice relación al pumo de la predecibilidad,
más inteligibles y precisas, también más accesibles para una con:uni-
el otro al de la i111digi/lilidt1d <le lu• proLc:~o~ histót icos y sociales.
dad de investigado res rr.ás amplia gue la confinada en el clausurado
Tal vez quepa llamarlos predetermi nación y postdeterm inación
recinto del marx ismo ortodoxo l S.
respectivamente. La inteligibilidad de la historia es un determinism o
tx post Joclo.
11CTr. Bucklcy 196~, p. 18. Cabe proceder también a una distinción, canto en las ciencias
18 Como <e indicó ant~, en d c. 1, scc. 10, la cibernéuo ha «:nido un físicas como en las ciencias del hombre, entre un m.1crodecerminis-
fuerce 1mpac10 sobre cierc0> tendencias de l;1 filo,ofia y de l.1 ciencia socrnl
marxistas lnoclcrnns. La cibernética está muy «de n1othl» en lo' países soci~lista' mo y un macrodeter minismo 19. No es infrecuente que poda mos
de la Europa dd Este. Fn V"la de ello encuentro sorprendente el que. por predecir con notable precisión y alto grado de fiabilidad el resultado
lo que eilcanzo • saber. no >e ha\a hecho gran cosa en orden a rciotcrpretar de un proceso en el que interviene buen número de «elemenros»,
Ji1ltmal1camew lt la trama conccptu;tl hegeliana. heredada ' dc,arrollad2 por el cuya contribució n individual puede resultar por contra difícilmente
mar,tsmo, a I• lu, de la c1bcrnctic2 o de la< rde:is ,. terminologia de la reoria
predecible o queda completam ente fuera de nuestro control. De
de sistemas
Una reinrcrprcrnción de la lógica hegeliaM en los términos de la teoría forma similar, hay ocasiones en q ue: se advierte: claramente la
de 'is:lcn1as no conduce necesariamente a una tcoria «caus:tlisl~» <le la explicación necesidad de algú n «magno acontecimiento» en hiscoria, como
c1enrifica. L1' c,ploe<icion<:" cibcrnétie<is en hiologi.. r.g. un• c'plicación del una revolución o una confromac ión bélica, y se admite a un
proceder propomivo en la linc• del trabajo cla.oco de Ro,enbluc1h, Wkner tiempo, retrospecrivamente, que el giro que llegó a tomar podía
y Bigclow (1943), resultan, creo, •c•usah<t>S• o •mecaotcma~» en d semido
de que 'e odccúan al moddo de la tcoria de la subsunc1ón o de cobcrtun
haber sido comple:am ente diference en cuesúón de: detalles circuns-
'"'"ª1. Pt>rn ~,. ,...lln no se s igue que el uso de catc~orias cihc:rnc:t1cas con v151¡v, tanciales del que tuvo lugar en realidad 20.
:\ la compren~i<'>n de fenómeno:-; sociales se:.i en el mismo sene ido «ca usalistá>>.
También cabe dar c-ucnta ~n rérminos cibcrnCucos de fcoón1cnos que involucr:&n 19 Cfr. 02hl 1956. p. 108.
on1encion2lid•d 1 teleologb propiamente dich•, como el ejemplo discutido en 20 Cfr. el conocido comentario de Trotsky • propósno de un rc<>friado
d te,to h3 procurado ind1c1r.
188 Georg Hcnrik von \Vroght FxpliC1lc1óo y comprensión 189

Los alegatos deterministas en historia y en ciencias sociales, que una determinada cosa tendrá lugar cuando los acontecimientos
remitan a la predcc1bilidad o a la inteligibilidad, se han venido en cuestión alcancen cieno número de oportunidades de materiali-
hmir:indo de ordin2 r io " <1conrecimicnro~ de orden macroscópico zación. Esa cosa ob•eco de predicción es normalmente la circunstan-
Ello es particularmente cierto a propósito de los alegacos de predeci- cia de que una frecuencia relati\·a rondará un determinado valor
bihdad 21. medio. Si, a pesar de todo, no llega a verificarse lo considerado
El paradigma de predicción de macroacontcc1micntos con alt0 prácticamente cierto, nos remitimos a una extraña contumacia del
g rado de certeza es la predicción de las frecuencias relat ivas con azar o retrotraemos el fallo a las hipótesis iniciales de asignación
que aparecerán en el conjunto de un experimento glo bal los rc.-s ulta- de valores probabilís ticos. La A 111gleich des Z11falls resulta, así, una
dos de las acc iones indi viduales. 1\ veces los filósofos ha n q uerido co nsecuencia lógica del modo como ajus tamos nuestras asig nacio-
ver di:trás de este ti po de predccibilidad la intervención de una nes hipotéticas de probabilidades a los acontecimientos a la luz
ley natural conocida por ley de Jos grandes números o de la de una experiencia estadística. No hay una «ley natural» cuya
neutralización del aza r í A11sgfeich des Z11f11/ls). Tambi¿o en la historia intervención venga a garantizar la A11sgLeich. Y están fuera de
de las ciencias sociales han desempeñado un considerable papel lugar instancias «místicas» a propósito de una reconciliación de la
las ideas asociadas a esta ley. Se ha pensado que la ley reconcilia libertad individual con el determinismo colectivo en este come.x-
de algún modo el indeterminismo preseme en la conducta indivi- to.
dual con el determinismo acusado por la conducta colectiva22. Cabe ahora plantear la cuestión de si el mundo de los hombres
Los problemas filosóficos asociados a la idea de la A11¡gftich y de las sociedades guarda cierta analogía con las distr buc1oncs
du Z11fafl1 tienen una importancia básica para la teoría de la induc- aleatQrias que aparecen en la ei.perimentación con fenómenos gru-
ción y de la probabilidad23. Q ueda fuera de luga r aquí su discusión pales. Los datos registrados durante un largo periodo de tiempo
en detalle. Bastará n unas pocas observaciones. mucscran, por ejemplo, una tasa eslable de suicidios en una comuni-
La aplicación de una «ley de los grnndes números» presupone dad. Q uizás, si predecimos que alrededor de "' miembros de la
una asignación hipotética d e va lo res probabilísticos a acontecimien- comunidad se suicidarán en los próximos doce meses, podamos
tos que pueden ocu rrir o no ocurrir en las reiteradas ocasiones, estar seguros del acierro de nuestra predicción. Cabe aii nar esta
identificables genéricamente, que 5C prc5en¡an para su oc urrencia. analogía con los fenómenos aleatorios «distribuyendo>) el porcenta¡e
Sobre esta base hipotética se calcula, con un grado de probablidad de suicidios entre Jos individuos de manera que estemos en condi-
tan alto que llegue a considerarse: una c:spcc1c: de: «certeza práctica», ciones de indica r la probabilidad de suicidio correspondiente a
una persona individual, elegida al azar, en el cu rso de los ?róximos
que cogió mespernd:unentc en un momento cr111co de $u vtda polinca. (Carr doce meses. Este cálculo puede ser útil para cienos fines. Ahora
1961, p. 92.) La cucsuón de recoociltar el cur>o de cl3' férreas !eres de la
historia• con las caprichosas intc:r\·cnclonc~ del :izlr ..._¡empre ha ~nsritu;do
bien, la imagen que brinda de la realidad es borrosa en la medida
un problema par~ la consideración marxista de la hmona. \'éase al respecco en que haga abstracción de las diferencias individuales entre las
Carr 1961. p. 95) s1g.; Engds 1894. perso nas. Cualquier aserción de probabilidad (estadística) puede
~1 Cfr. 1\1111 1843, l. '.'!. c. iii, >ce. 2: «:-lo cabría predecir las acciones compararse a una imagen borrosa o ser tomada, de forma caracteds-
de individuos con p recisión ciendfica.» Mns en aras de la cie ncia social v tica, por una descripció11 i11co111pleta de un fenómeno24.
política, ai\ndc i\lill, podemos predecir a propé>silO de la «conducta colccuv~
de ma'""' ctJ'"' que resu,tan «sólo probables cu•ndo <e aseveran de sere>
Un científico social puede además explicar la diferencia existente
humonos id1v1d uales ind1scciminadamen1e elegidos.» entre las tas11s de suicidios de dos sociedades en razón de la
22
Rap 1968. p. 157 v sig. Para ejemplos 1omado~ de h is1oroa del pensamiento
véase umb1én Keyncs 1921, c. XXIX. "• Cfr. Wiuger.ste!n 1%7b, p. 94: «l,a probabilidad guarda rclaci<ln con
2
3 Pau una discusión mis complet> de los problemas epistemológicos vincu
la. caractcrísúcas de una descripción incompleta.• También Wi11gens1cin 1964,
lados• la idea de la A14¡/ti'h du ZNj/11/1 'ta<e rnn \\' right 1941 195-. c. Vil, p 293: «La ley de la prob•b1l1dad es la ley de la narurale2" conremplada como
•ec. 3. en un parpadeo.»
190 Georg Hcntlk von Wrighr faplic:ación y comprcru1ór 191

diversidad que presentan algunos rasgos característicos de la vida hacer que las predicciones sobre el desarrollo de los sistemas
social en cada una de ellas. Debido, por ejemplo, a sus respectivas lleguen a verificarse, pero no menos posible es pr~curar que lleguen
tasas de desempleo o al di•tinto graclo de tensión con que trabaja a u:sultar fallidas. Es ésta, entre otr:is, una d1fercnc1a entre lo
la gente. Puede así mismo pronosticar modificaciones de la tasa predicción congruente con el mundo de los acontecimientos natura-
de suicidios como consecuencia de cambios de forma de vida. les y la congruente con el mundo de los agentes que, con todo
Todo esro guarda una estrecha semejanza con la explicación derecho, han destacado filósofos como Karl Popper e Isaiah Berlin
y la predicción en las ciencias naturales, particularmente en aquéllas en sus escmos polémicos contra lo que d primero de ellos Barna
donde los conceptos probabilísticos y los procedimientos estadísti- hillorid1mo2S. Aunque no estoy muy seguro de que ellos mismos
cos desempeñan un papel de primer orden. Los filósofos de orienta- o, para el caso, los propios <<historicistas» no hayan confundido
ción positi\•is1a argüirían que esta situación da fe de la unidad en ocasiones los alegatos de un determinismo comprometido con
metodológica básica de toda empresa cognoscitiva que sob=epase la predecibilidad con los alegatos de un determinismo de muy
el umbral de la descripción hasta alcanzar d oivd de las leyes disdma índole 26.
y de las regularidades. Y no faltarían investigadores sociales que
quizás pretendieran que ulo es precisamente lo que confiere a 1O. Si una acción es susceptible de explicación teleológica, lo
sus empeños el esraruto de «cienci:rn. es en un sentido determinado, a saber, determinado por ciertas
Creo q~e podemos aceprar todo esto, pero con dos importantes intenciones y actitudes cognoscitivas de los hombres. Si para ca~a
reservas. Consiste la pdmera en que este cuadro sólo muestra acción se dispusiera de una explicación celeológica, una especie
una faceta del camino seguido por los estudios sociales -faceta, de determinismo universal gobernaría la historia y la vida social.
por lo demás, a la que cabe atribuir su distinción de la investigación A nadie se le oculta que no cabe explicar teleológicamcntc
histórica propiamente dicha . (Aun cuando no trazaríamos una codo caso de conducta i11divid11al. No faltan comportamientos que
divisoria nera al respecto.) La segunda reserva consiste en que
los patrones explicativos, válidos en el microcosmos de las actuacio- u El término «historicismo» es usado en una confusa variedad de sentidos.
nes individuales por debajo del nivel macroscópico de las caracterís- (Cfr. Cnrr 1961 , p. 86.) Popper (1957) entiende ~p.~r 'hi•'.oricismo' un '.'°~º
de obordar Ja, cicnci.- sociales que coma la prtd1mon h1Slbr1ta por su ob¡e11' o
ticas genéricas suscepriblcs de correlación estadística - como, pon- principal» (p. 3). Pero no todos los autores a los que acusa de hiswricismo
gamos por caso, la existente entre la tensión y Ja tasa de suicidios son historicistas en tslt sentido, el que menos Hegel, uno de los blancos más
o enrre la posición económica y el comportamiento electoral- , desrncados de la cmbc\I ida de Popper.
son patrones muy diferentes de los patrones de explicación causal zn La visión he11elisna de lo necesidad en historia constituye ind.udablem~nt<
un determinismo del upo asociado a la inteligibilidad. no del upo asociado
aplicados al microcosmos de acontecimientos individuales en el
a la predccibihdad. !.a necesidad inherente a los procesos hisróricos es conceptu•l,
ámbito natural. La diferencia, en pocas palabras, estriba en esto: lógu:a. (Cfr. Litt 1953, p. 223.) Tal cs así mismo cl puma de v1sra de filó<oíos
Los sistemas («fragmentos de la historia de un mundo») estudia- de la h"toria de la cuerda hegeliana como Croce y Collmgwood. Por co?tn,
dos por la ciencia experimental pueden ser manipulados por un el planteamiento m2n.1sta de t. necesidad históriao es intrí?S.ccamcn·e ambiguo
l ambivalen« al respecto. H2y en este punto una duphc1dad en e.l p~o~10
agente externo. Agente que ha aprendido a reproducir los estados
pcnHmienco de lllu". Su concepción parece. o~cilar cnt~c una acurud •c1enuficis-
iniciales de los sistemas en condiciones en las que no podrían ta• o «pO~iu vi,ta• y una actnud •hermeneuuca• hacta. el detcrm1n1smo . . Esr2
generarse de ocra forma. Sobre la base de reiteradas obsen•aciones ambiv2lenci2 no deja de reflcjar.;e en el subsiguiente desarrollo del ".'arx1smo.
llega a conocer las posibilidades de desarrollo inherentes al sistema. (Cfr. c. l. nota 27.) As., por e¡cmplo, Kan (1964, vol. 1, pp. 290 y ss.) 1ntcrpre12
Los c;ic;rema< ...:rurliaroc; por los cienríficos sociales no pueden. la alcg2c1ón del mocenal 15mo hmórico de que ~mo t. hisroria como el proceso
social <e h2llan gobernados por leyes deterministas como un alega10 de la predc-
por regla general, ser manipulados por agentes externos. Sí pueden cibihdod de los evento. históricos a m,·cl macroscóp1co. Orros ven er el mater12-
hacerlo, en cambio, agentes internos. Esto significa que, denrro hsmo hmórico un par:1d1gma pan hacer inteligible el pas~do. (~fr. m~s arrib>,
de las limitaciones del conocimiento práctico del hombre, es posible '« 4) Personalmente creo que es este último el punto de vista mas fruc11fero.
Cxpltcac1óa y comprension 193
192 Georg Henrik •oo Wright

no ~on intencionales en absoluco. Pero este género de conducta ban sostenido que un punto de visea determinista, lejos de socavar
no interesa delllllsiado a la htstoria ni a la ciencia social. Quizás la idea de responsabilidad (moral), resulta por el contrario i!'leludible
pudic:ran llegar a descartarse en uno y otro campo. Por ocra parte, " fin 01' nar c-11e.nro c-ahal ni' ella 28. C:reo que, en el fondo. esto
no cabe explicar teleológicamentc coda conducta entendida en for- es verdad. La imputación de responsabilidad es una imputación
de inrencion(alidad) y de conciencia virtual de las consecuencias de
ma. i.ntenc!o~al, sin excepción, como consecuencia de una argumen-
rac1on pracw;a. Es posible, al parecer, que la acción intencional los propios actos. Es, con codo, falso asimilar este caso al del
determinismo fundado en la necesidad causal. Una vez más cual-
responda ~ opciones completamente gratuitas. (Cfr. c. IJI, sec. 5.)
La actuación con arreglo a las exigencias de la costumbre y de q_uier pretensió~ en el sentido de que la acción humana venga
la regla puede vincularse de ordinario a un trasfondo teleológico. siempre determinada, en forma tcleológica racionalista, resultaría
así mismo falsa.
(De Otro modo la «presión normativa» no alcanzaría a representar
la notable fuerza que resulta ser en la vida de las comunidades.)
Per~, e.n .ta mayor parre de los casos, este trasfondo teleológico
No debe confundirse un racionalismo relativo, que contempla
oficia urucamente de base explicativa «remota» de las acciones las acciones a la luz de los objetivos fijados y de las actitudes
individuales. cognoscitivas de los agentes, con un racionalismo absoluto que
Cabría decir que la conducta que no viene encendida como atribuye una meta a la historia o al proceso social en su totalidad.
Cabe tomar esca mera por algo inmanente, en la línea en que,
a~ció~ no figura, ~ aú~ no, entre los buhos reconocidos por la
htstona o por la c1enc1a social. Cuando se trate de la conducta según creo, bemos de encender la noción hegeliana del Espíritu
indivi~~al, el problema. de su interpretación como una especie
( Geist) objetivo y absoluto. O puede representar algo trascendente,
como 0curre con distintos modelos de explicación del mundo
d_e acc1on (como irreducible a puros actos «reflejos») es rara vez.
SI alguna, relevante para la investigación histórica y social. El
ofrecidos por la teología cristiana. Puede gue acaso no falce la
qué sea lo que hacen los agenres viene por lo general presupuesto tendencia a combinar ambos puntos de vista. Pero todas las ideas
en I~ ~escripción que hacemos de su conducta. Claro que el caso de este jaez sobrepasan los limites de un estudio empírico del
es d1sunto s1 se trata de la conducta de un grupo. Aquí el punto homb re y de la sociedad y, en consecuencia, también los de cual-
quier investigación que pudiera hacerse razonablemente acreedora
?e _q~é sea lo que haga el grupo, cuando se observa que los
ind1~1duos componemes están realizando ciertas cosas, es siempre
al átulo de «ciencia» en el vasco sentido del término alemán llrismu-
perunence y con frecuencia resulta problemático. (Cfr. sec. l.) La rbaft. Son ideas que, aun así, pueden resultar de gran valor e
respuesta a esta cues~ión constituye ipso fario un tipo de explicación. interés. Una versión ecológica de la historia y de la sociedad
Para llegar a ser calificados de huhos, los daros disponibles deben puede ejercer influencia sobre los hombres en multitud de formas.
haber pasado previamente por una prueba de explicabilidad 27. Una interpretación con base en objetivos inmanentes o crascenden-
tes puede inducirnos a tolerar las cosas tal y como ocurren, ea
. C~bría c~nsiderar al determinismo representado por la compren-
s16~ m.tenc1onal_ y por la explicación teleológica una forma de
la creencia de que responden a un designio oculto para nosotros.
ra(lo11aliJ1110. La idea de que toda acción es explicable celeológica- O puede que nos inste a procurar los fines propuescos que obede-
mente supondría un racionalismo extremo. Buen número de los cen, no a los eventuales empeños de agentes individuales, sino
a la verdadera naturaleza de las cosas o a la voluntad de Dios.
que adoptan una posición calificada de determinista en el debate
clásico sobre. el libr~ alb~drío abogan, de hecho, por esta especie
de comprc:nsión rac1onal1sla de la a<.<.ÍÚ11 (liurc:). Algunos de d ios

27 Esro es, debe habcrsc puesto de manificsro su inteligibilidad en aolídad


de acción . Cfr Walsh 1959, p. 299. ~ Véas~ Foor 195~; 1amb1fo \X'cM<rmarck 1906, c. XIIJ.
BIBLJOGRAFIA

Esta bibliografía no p retende ser exhaustiva, ni registrar siquiera una por


una las publicaciones más impo rtantes ex istentes en este cam po. Incbye escricos
que en el curso de mi trabajo he consultado y encontrado údles. No todas
los publicacione• aquf relacionadas han s ido efectivamente objc10 de mención
o de referencia en las notas.
He utilindo la. abreviatura. siguientes: APQ-A111crican Phrla1ophifal Q11ar·
ter(J; BJPS Tbe Brilish Journal for the Philosophy of Stienm; ]Hf-]011r11nl aj
lht llillof')' of Ideas; }P The )011r11al of Pbilosophy; .VW- Man ami World; PAS
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