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Aristóteles
Introducción a
la Filosofía
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La época clásica: Platón y
Aristóteles
La época clásica griega, Los siglos V y IV a. C. constituyen el periodo álgido de florecimiento de la
especialmente la cultura griega, de especial brillo en la ciudad de Atenas. Esta época
ateniense, es cristaliza estructuras político-democráticas (Pericles), aunque con
considerada como un
tensiones que hacen a Platón, entre otros, iniciar su periplo filosófico;
periodo de ilustración
por el brillo de sus como el mismo Platón reconoce en su Carta VII: “al ver esto, y al ver los
producciones hombres que llevaban la política, cuanto más consideraba yo las leyes y las
culturales. Entre ellas, costumbres y más iba avanzando en edad, tanto más difícil me fue
hay dos grandes pareciendo administrar bien los asuntos del estado” (trad. en 1969, p.
sistemas de
1570).
pensamiento que
marcarán el desarrollo
futuro de la filosofía: el
de Platón y el de su Entonces me sentí irresistiblemente movido a alabar la
discípulo, Aristóteles. verdadera filosofía y a proclamar que solo con su luz se
puede reconocer donde está la justicia en la vida pública y
en la vida privada. Así, pues, no acabarán los males para los
hombres hasta que llegue la raza de los puros y auténticos
filósofos al poder o hasta que los jefes de las ciudades, por
una especial gracia de la divinidad, no se pongan
verdaderamente a filosofar. (Platón, trad. en 1969, p. 1571).
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Platón culmina su obra, entre otros diálogos, con Las leyes. En esta obra se
muestra su escepticismo sobre las reformas políticas, optando por
combinar modificaciones legislativas con programas de reforma social,
pero tomando firme base en las costumbres establecidas. El escepticismo
del viejo Platón lo lleva a considerar necesario hacerse cargo de las malas
noticias que también acompañan a la naturaleza humana. Incluso sobre las
cosas insignificantes y desagradables –le dice Parménides a Sócrates en el
diálogo Parménides– existen ideas: “Claro que aún eres joven, Sócrates -
dijo Parménides, y todavía no te ha atrapado la filosofía, tal como lo hará
más adelante, según creo yo, cuando ya no desprecies ninguna de estas
cosas” (Platón, trad. en 1988a, p. 42).
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conocimiento y la metafísica (entre la gnoseología y la ontología). El vínculo
puede comprenderse bajo la siguiente lógica: establecer lo real (y su
contraparte, lo aparente) remite a considerar cómo se conoce (y su
contraparte, se confunde) tal realidad. Por esto la teoría del conocimiento
y la ontología –doctrina del ser, consideración de lo real– van muy de la
mano.
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(doxa); cuando se dirige hacia un mundo que solo se capta por la
inteligencia (el mundo inteligible), accede a la verdad, porque este mundo
es el mundo de las entidades estables, que son las ideas, frente al mundo
de los sentidos, que remiten al flujo y cambio constante.
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Para comprender cómo el alma puede, por su propia naturaleza, acceder al
mundo de las ideas, Platón considera en diversas obras que el alma es
inmortal y, por lo mismo, antes de caer encerrada en el cuerpo, ha estado
en contacto con el mundo de las ideas. Por eso, cuando, a propósito del
mundo sensible, se disparan estos grados de conocimiento, el alma va
recordando las ideas que había contemplado antes de caer encerrada en el
cuerpo. De tal modo: aprender es recordar. Esta concepción, conocida
como teoría de la reminiscencia o anamnesis (etimológicamente, recordar
lo previo, lo que estaba antes o atrás), está presente en diversos pasajes de
su obra. Si locus fundamental es el Menón (Guthrie, 1992):
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Figura 2: El mito de la caverna
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Aristóteles (384-322 a. C.), descendiente de familia de médicos al servicio
de la corte de Macedonia, fue discípulo de Platón, con quien se formó en la
academia. Con el tiempo formará su propia escuela, denominada Liceo
(335 a. C.), en honor a Apolo Licio. Se sabe que impartía sus lecciones
paseando alrededor de un patio denominado perítpatos, razón por la cual
su escuela se denominó peripatética.
1 Su legado subsistió, sin embargo, en el Imperio Bizantino, y fue recuperado en el siglo XIII de
nuestra era (hasta entonces solo se conocían fragmentos de su obra) para Occidente, gracias a la
labor traductora de la Escuela de Toledo y la tradición de la filosofía árabe y judía.
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y que conocer una realidad singular no es sino conocer su
esencia, de modo que incluso por inducción (se muestra)
que ambas son una misma cosa. (Aristóteles, trad. en 1994,
p. 297).
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interpretatione, Argumentos sofísticos) y los modos en que procede el
conocimiento científico (Primeros y Segundos analíticos), etcétera.
Ética y política
También en la consideración de la ética y la política –en consonancia con la
ontología y la gnoseología–, existen diferencias entre ambos autores.
Mientas en Platón hay una concepción más deductivista de la política, en
Aristóteles hay una apuesta por el estudio de los fenómenos sociales en su
materialidad y concreción. El dualismo antropológico de Platón –la
oposición cuerpo y alma, siendo el cuerpo una cárcel para el alma– se
traduce en una ética menos proclive al valor de lo sensible; en cambio, el
hilemorfismo aristotélico permite asumir las pasiones en su dimensión
constructiva.
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Aun contando con estas diferencias, es importante conocer que en Platón
la construcción política está íntimamente conectada con su consideración
antropológica y psicológica (la teoría del alma), con implicaciones en la
ética. El alma se compone, en Platón, de tres dimensiones (tres tipos de
alma): el alma apetitiva, concupiscible; el alma volitiva, irascible, y el alma
racional. Todos los seres humanos tienen estos tipos de alma, pero en
algunos predomina más uno que otro. Por esto, Platón recomienda
observar a los niños desde pequeños e ir orientándolos en las virtudes
relativas a ellas.
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impedirse que los gobernantes y los guardianes tengan riqueza, e incluso
entre los gobernantes hay que buscar que no tengan familia. Algunos
autores han señalado que en estas consideraciones platónicas está en
ciernes una sociedad de tipo comunista, una sociedad cerrada (Popper,
2010), en la que las personas tendrían poca libertad.
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conducir bien el carro exige que el auriga sepa conducir ambos corceles,
del mismo modo en que el arte de conducirse bien supone que la razón
sepa orientar a las restantes almas (concupiscible e irascible).
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Por eso, la ética ha de contar con las pasiones humanas, pues la buena
organización del carácter, la enkrateia –el autogobierno o autodominio–,
supone ejercitar el arte de la prudencia.
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Un bien es común no por ser más grande o de mayor dimensión, ni es un
bien en sí, sino que se encuentra en otros bienes cuando estos son
dispuestos conforme al bien de la sociedad, a la eutaxia: equilibrio entre
los diversos intereses y bienes particulares. Para el caso del honor, por
ejemplo:
Cada forma de gobierno, en tanto atiende al bien común –el bien que
reside en aquellos bienes que benefician a toda la comunidad, lo que
supone no escorarse ni hacia los ricos ni hacia los pobres–, es legítima: así
sucede con la monarquía (gobierno de uno solo); la aristocracia (gobierno
de unos pocos, los mejores) y la república (gobierno de mayorías conforme
a principios de mérito).
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gobierno aristocrático el pueblo capaz por naturaleza de
producir una multitud de ciudadanos capaces de ser
gobernados como hombres libres por aquellos que, por su
virtud, son jefes aptos para el poder político. Y es un pueblo
republicano aquel en el que se produce naturalmente una
multitud de temperamento guerrero capaz de obedecer y de
mandar conforme a la ley que distribuye las magistraturas
entre los ciudadanos acomodados según sus méritos.
(Aristóteles, trad. en 1988, p. 212).
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Referencias
Aristóteles. (1985). Ética nicomaquéa. Madrid, ES: Gredos.
Koyré, A. (1978). Estudios de historia del pensamiento científico. México D. F., MX:
Siglo XXI.
Platón. (1988a). Diálogos III (Fedón, Banquete, Fedro). Madrid, ES: Gredos.
Platón. (1999). Diálogos VIII y Diálogos IX. Las Leyes. Madrid, ES: Gredos.
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Tacilla, D. (2011). [Imagen sin título sobre el mundo visible y el mundo de las
ideas]. Recuperado de http://danieltacilla.blogspot.com/2011/06/el-mito-de-la-
caverna.html
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