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LA TERNURA DEL NIÑO DIOS

Retiro en Uclés

Presentación

En medio de las fechas del Adviento, y próxima ya la Navidad, nos disponemos a


encontrarnos con la Palabra de Dios, que es presencia Suya para tomar conciencia de que somos
hijos en el Hijo.

A lo largo de los días vamos mirando y observando a las personas y al mundo, vamos
trabajando y comentando lo que nos rodea. El tiempo de retiro supone un momento en el que
hacemos un alto en la vida cotidiana para detenernos en nosotros mismos y mirarnos con los ojos
de misericordia y ternura de Dios. Desde el silencio interior, que no supone un silencio exterior, si
bien es cierto que éste contribuye (ejemplo del ruido por la ventana).

El Adviento nos mueve el corazón a considerar la venida de Dios al final de los tiempos.
Venida que ya ha comenzado. La última semana de Adviento esa venida se tornará hacia su venida
en carne mortal como la nuestra. “Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios” (s.
Ireneo).

LA LLAMAN LA HORMONA DE LA TERNURA.

Es la oxitocina.
La produce el cerebro, en el núcleo paraventricular del hipotálamo, y es expulsada por la glándula
hipófisis al torrente sanguíneo. Su función es estimulante y los mecanismos que la provocan son
varios, como por ejemplo, el parto.

Por supuesto, también existen factores psicológicos capaces de activarla, como la risa y los
pensamientos positivos. La oxitocina despierta conductas maternales y amorosas, necesidad de
tocar, ternura, confianza en el otro y serenidad.

La ternura que irradia una madre hacia su hijo o hija recién nacido es evidente. Por ejemplo,
cuando en la noche llora el bebé, ella se despierta enseguida, ya no tiene el sueño tan profundo.

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Con amor se levanta a atender cualquier necesidad de esa criaturita, pequeña e indefensa, que
depende de ella al 110%.

Cierto es que parte de esa ternura, como ya hemos visto, está relacionada con mecanismos
fisiológicos y endocrinos, con la liberación de hormonas como la oxitocina. Pero sería muy
absurdo pensar que toda esa ternura y cariño de una madre por el fruto de su matriz es sólo
cuestión hormonal o química, puesto que el Creador de ese mecanismo es Dios, quien es Amor. Y
la ternura, es una manifestación distintiva del amor de Dios por cada uno de sus hijos e hijas.

¿Qué es la ternura en la Biblia?

Hallamos en el hebreo bíblico una palabra: rajám. Es una palabra con una variedad de matices
de significado muy profundos. Puede significar amar, amar profundamente, amor desde lo más
profundo de las entrañas del ser, tener misericordia, ser compasivo, tener tierno afecto. Un
diccionario bíblico indica que esta palabra, “expresa un profundo y tierno sentimiento de
compasión, como el que surge por la debilidad o el sufrimiento de aquellas personas que nos son
queridas, o por aquellos que necesitan de nuestra ayuda”. Es interesante destacar que esta
palabra está relacionado con la palabra hebrea para “matriz” y se relaciona con la compasión
maternal.

Sabemos que Dios es Padre, así lo llamó Jesús una y otra vez, cosa que se menciona muchas veces
en el Evangelio de Juan. (parábola del Hijo pródigo). Pero la Biblia nos habla mucho sobre la
ternura de Dios, y nos muestra a un Dios que es el Padre, con una ternura maternal. ¿Cómo
entender esto?

A lo largo del Antiguo Testamento, encontramos textos que nos hablan de la misericordia
de Dios. Misericordia que podemos imaginar que se expresa visiblemente en gestos de ternura, en
numerosas ocasiones. Ejemplo:

Jr 31, 9. 20

«Yo soy para Israel un padre (...); por eso se conmueven mis entrañas por él, y siento por él una
profunda ternura».

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Os, 2, 21-22

«Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en


misericordia y ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al señor».

Sal, 25, 6-8

«Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; no te acuerdes de los pecados ni de
las maldades de mi juventud; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. El Señor es
bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores».

Sal 103, 3-4

«Él [el Señor] perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te
corona de amor y de ternura».

Sal 103, 13-14

«Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que lo temen; porque
Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro».

Sal, 119, 156

«Grande es tu ternura, Señor, con tus mandamiento dame vida».

Rom 12, 9-12

«Vuestra caridad sea sincera, aborreciendo el mal, adhiriéndoos al bien, amándoos los unos a los
otros con amor fraternal, honrándoos a porfía unos a otros. Sed diligentes sin flojedad, fervorosos
de espíritu, como quienes sirven al Señor. Vivid alegres con la esperanza».

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Ex 3, 7

“He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he escuchado sus quejas contra los
opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra,
para llevarlos a una tierra...”

¿No es un Dios que hace uso de la imagen personificada de la ternura para expresar su
preocupación por su criatura más excelsa: el SER-HUMANO?

El papa Francisco, como cabeza visible de la Iglesia, nos ha presentado en numerosas


ocasiones la imagen de este Dios invisible, que se hace visible en la “ternura”. El Papa Francisco
nos exhortaba así, ya desde el inicio de su Pontificado: «No debemos tener miedo de la bondad,
más aún, ni siquiera de la ternura. […] que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo
contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura
al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura» (Santa Misa en el solemne
inicio de pontificado de Su Santidad Francisco, 19-3-2013). Esta virtud nada tiene que ver con
ser «flojos» o actuar con «flojedad»; tampoco con la renuncia a indicar, con misericordia y
caridad, el camino de la verdad. Así lo explicaba el querido papa San Juan XXIII respecto de
Cristo: «La mirada de Cristo está llena de ternura y de autoridad, su palabra es verdad, su mano
dulce se levanta para indicar a todos el recto camino». (San Juan XXIII, Discurso a los
seminaristas con ocasión del su 58º aniversario de ordenación sacerdotal, 10-8-1962).

Pablo VI: «El mismo Jesús manifiesta su satisfacción y su ternura, cuando se


encuentra con los niños deseosos de acercarse a él, con el joven rico, fiel y con ganas de
ser perfecto; con amigos que le abren las puertas de su casa como Marta, María y Lázaro»
(Beato Pablo VI, Exhortación Apostólica Gaudete in Domino, 9-5-1975).

Juan Pablo I: Claro que es difícil también aceptar algunas verdades, porque las
verdades de la fe son de dos clases: unas, agradables; otras son duras a nuestro espíritu. Por
ejemplo, es agradable oír que Dios tiene mucha ternura con nosotros, más ternura aún que
la de una madre con sus hijos, como dice Isaías. Qué agradable es esto y qué acorde con
nuestro modo de ser.

Un gran obispo francés, Dupanloup, solía decir a los rectores de seminarios: Con
los futuros sacerdotes sed un padre, sed una madre. Esto agrada. En cambio ante otras
verdades, sentimos dificultad. Dios debe castigarme si me obstino; me sigue, me suplica

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que me convierta, y yo le digo: ¡no!; y así casi le obligo yo mismo a castigarme. Esto no
gusta. Pero es verdad de fe. (Juan Pablo I, Audiencia general, 13-9-1978)

«Invoquemos la intercesión de María, Madre de la Iglesia, que sufrió en primera


persona la marginación causada por las calumnias (cf. Jn 8,41) y el exilio (cf. Mt 2,13-23),
para que nos conceda el ser siervos fieles de Dios. Ella, que es la Madre, nos enseñe a no
tener miedo de acoger con ternura a los marginados; a no tener miedo de la ternura.
Cuántas veces tenemos miedo de la ternura. Que Ella nos enseñe a no tener miedo de la
ternura y de la compasión; nos revista de paciencia para acompañarlos en su camino, sin
buscar los resultados del éxito mundano; nos muestre a Jesús y nos haga caminar como Él»
(Papa Francisco, Homilía en la Santa Misa con los nuevos cardenales, 15-2-2015).

Significado: Sentimiento grande y noble que engrandece a la persona. La persona que


posee ternura es capaz de manifestar afecto, dulzura y simpatía.

La ternura es el arte de “sentir” a la persona, al ser humano en su totalidad.

La ternura está en aquello que parece pequeño pero que se hace grande en el corazón.

La ternura es eso que vitaliza al anciano, duerme al niño y desarma a toda persona.

El beso sincero, el apretón cálido de manos, el abrazo inesperado, una mirada llena de
cariño que nos dice: ¡estoy aquí, puedes contar conmigo! La ternura no está en lo grande, ni en lo
brillante, ni en lo que se destaca, está en lo pequeño, en lo sencillo, en esas pequeñas cosas de
todos los días.

Sinónimos de Ternura (en el Power point)

Frutos de la ternura:

- Capacidad de expresar el afecto y de darse cuenta cómo despierta cariño en la persona que
lo recibe.
- El amor. Porque la ternura sin amor es sensiblería y el amor sin ternura es afán de dominio.
- La Paz. La ternura evita la violencia en las relaciones humanas.

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Hablar de la ternura de Jesús no significa proponer un devocionalismo barato ni repetir los
lugares comunes acostumbrados de piedad edulcorada y sentimental; la actuación de Jesús
constituye realmente un lugar teológico de revelación no menos importante que su transmisión en
forma verbal. Los actos de Cristo no representan simplemente unas anécdotas o unos buenos
ejemplos, sino las encarnaciones históricas de la ternura de Dios y una epifanía de su ternura
invisible, como lo es de la totalidad de la corporeidad del Verbo encarnado, en la que “habita la
plenitud de la divinidad” (Col 2, 9). En ese obrar inmanente se manifiesta el “Deus absconditus”
(Is 45, 15), el Dios trascendente (Jn 1, 18), y se nos concede captar cómo el Omnipotente se acerca
a la humanidad, con una ternura absolutamente concreta, universal y personal, modelo y forma de
toda ternura.

(falta texto)

La suya es una ternura de com-pasión, de participación profunda, empática, en las


vivencias de sus interlocutores. No tiene nada que ver con un obrar frío y distanciado. La com-
pasión es el sentimiento que Jesús experimenta:

- frente a los dos ciegos de Jericó: “Jesús se conmovió (splagchnisthéis)” (Mt 24, 34);
- ante la súplica de un leproso: “Compadecido (splagchnistethéis) (Mc 1, 41);
- al ver las lágrimas de la viuda de Naín: “Al verla, el Señor tuvo compasión de ella
(esplagchnísthe ep’ aute)” y le dijo: “no llores” (Lc 7, 13);
- ante la visión de la muchedumbre que le seguía: “Al ver a la muchedumbre, sintió
compasión de ella (esplagchnisthe peri autón), porque estaban vejados y abatidos, como
ovejas sin pastor” (Mt 9, 36);
- con ocasión de la primera y segunda multiplicación de los panes: “Sintió compasión de
ellos (esplagchnisthei epautois) (Mt 4, 14). “Siento compasión de esa gente” (Mt 15, 32).

Cada vez que los evangelios se refieren a la compasión de Jesús, remiten a un sentimiento,
a un modo de sentir experimentado realmente por él, encarnado en primera persona, a una
aproximación suya a los necesitados, con todo lo que esto implica en el plano de la participación y
la disponibilidad al servicio, hasta la entrega de sí mismo por todos, en un gesto de ternura
absoluta que no encuentra más razón de ser que el amor de gratuidad: “Nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por los amigos” (Jn 15, 13).

(Leer la introducción del libro: “Teología de la Ternura”)

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IIª MEDITACIÓN

La Ternura del Niño Dios es el tema que se me ha dado para la preparación de este retiro.

Me ha parecido más oportuno coger un texto de la infancia de Jesús, que del A.T. para la
configuración de este retiro. Teniendo en cuenta la contrapartida: los evangelios de la infancia son
añadidos posteriores al Evangelio y tienen una configuración distinta al resto del conjunto. Pero
como textos inspirados y canónicos, no se salen de la Biblia, por tanto, nos pueden servir si ahí
están. Es decir, ahí está expresada nuestra fe.

El texto escogido se trata de Lc 2, 41- 52. Donde se nos presenta el relato del Niño perdido
y hallado en el templo. Evidentemente que en cuanto a la crítica textual, se trata de un midrásh
(catequesis), no es nuestra misión descuartizar el texto desde su historicidad simplemente. Sino
desde su significado para el creyente. La siguiente particularidad viene dada por el que lo
comenta, el autor de la obra: Elredo de Rieval, que es un monje medieval de la escuela
cisterciense. Este monje, evidentemente no conocía como nosotros la “historia de las formas”, ni
la crítica literaria de los exégetas contemporáneos nuestros. De ahí que sus comentarios sean más
bien de corte alegórico, moral, etc. Si bien, creo que podremos encontrar puntos interesantes y
todavía vigentes para meditar sobre el presente tema. Ocurre lo mismo con los Padres de la
Iglesia. Cada uno es hijo de su tiempo.

El motivo de buscar un autor cisterciense ha sido por el tema de la ternura, al ser el Císter
una corriente de renovación espiritual que pretendió renovar la vida de la fe integrando la
afectividad, las mociones del corazón, la humanidad de Cristo, etc. Unificando las dimensiones de
la persona: racional, afectiva y experiencial.

Interpretación Literal

Empecemos con una primera meditación que da el abad sobre el texto de Lc 2, 41- 52. Es
una meditación desde el sentido literal del texto. Más que una exégesis histórica y crítica del
evangelio de la infancia, se interesa sobre todo por la edificación. Utiliza la imaginación y la
afectividad que reinaba en su época, y sabe unir las reflexiones con preguntas y ocurrencias con el
mejor humor británico. Pero la ternura hacia la humanidad de Cristo no que el alma se eleve hacia
los más profundos misterios. Y así, cuando Jesús dice que debía estar en la casa de su Padre,
Elredo quiere que lo contemplemos en la actitud filial y responsable de la redención de los
hombres. Leemos un extracto para romper el hielo:
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Leer desde la página 90, puntos 7-11. Introduciendo brevemente lo anterior.

Interpretación alegórica:

Así pues, el Señor, sin dejar de ser grande en su naturaleza nació niño según la carne, y
según esa misma carne se desarrolló y creció al ritmo del tiempo, para que nosotros, niños en el
espíritu, o casi nada, naciésemos espiritualmente y fuésemos creciendo y desarrollándonos según
las diversas etapas espirituales. De este modo su crecimiento corporal se convierte en nuestro
progreso espiritual, y todo lo que se dice de él en sus diversas edades, los aventajados en la virtud
sienten que se realiza espiritualmente en nosotros por cada grado de perfección1. Así pues, su
nacimiento corporal es el modelo de nuestro nacimiento espiritual, es decir, un ejemplo de santa
conversión: la persecución que sufrió por parte de Herodes es figura de las tentaciones que
padecemos al principio de nuestra conversión, por parte del demonio; su educación en Nazaret
representa nuestro progreso en la virtud (crecimiento humano y xtno). En el primer grado el hijo
pródigo, consumido por el hambre, es invitado a la casa del pan, donde encuentra un pan que no es
de flor de harina, sino cocido bajo las cenizas, para que coma ceniza con pan y mezcle las
lágrimas con la bebida. Él es el pan de flor de harina: es puro, limpio, sin ceniza, sin levadura y sin
pajas: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios (Jn 1,
1).

¿Pero quién es digno de eso? Es el pan de los ángeles, cuyo paladar no está embotado por
el gusto de los agraces, y por eso gustan y ven plena y perfectamente cuán dulce es el Señor. Pero
para que el hombre pudiese comer pan de los ángeles, éste se hizo hombre tomando las pajas de
nuestra pobreza, la ceniza de nuestra mortalidad, la levadura de nuestra debilidad; el grande se
hizo pequeño, el rico pobre, para que tú, grande a los propios ojos, te hagas pequeño por la
humildad; el que eres rico por la codicia te hagas pobre por el desprecio de las riquezas; de suerte
que cuando nazcas espiritualmente no encuentres lugar en la posada, porque no te apoyas en tu
voluntad, ni en tus sentimientos, ni en tu ciencia, ni en tu destreza, sino en el juicio ajeno. […] Así
naces en Cristo y Cristo en ti.

1
Cf. San Ambrosio, Epístola 71, 4; PL 16, 1295B.
8
I. Simbolismo de la subida a Jerusalén: repudio de Israel y vocación de los
gentiles.

Cuando Jesús cumplió doce años subió a Jerusalén, Está claro, según las leyes de la
alegoría, que Cristo subió de Nazaret a Jerusalén cuando abandonó la sinagoga y mostró a la
Iglesia de los gentiles la presencia de su bondad. No en vano tenía 12 años, porque el que no vino
a abolir sino a dar cumplimiento a la ley (Mt 5, 17), añadió los dos mandamientos de la perfección
evangélica a los 10 de la Ley. Trajo la plenitud a la tierra y encerró en un doble precepto de
caridad la ley y los profetas (Rm 9, 28; Is 2, 23).

El Niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres (Lc 2, 43): hace
referencia a que Cristo sigue aún en la Iglesia y a veces lo ignoramos.

La frase “Creían que estaba en la caravana”, hace referencia a que los judíos aún piensan
que están entre ellos. Nosotros podríamos decir que hace referencia a cuando pensamos que Cristo
está donde no está.

Le buscáis entre parientes y conocidos pero no lo encontráis. Lo buscáis en Isaías, pero él


mismo dice: El buey conoce a su dueño, el asno el pesebre de su amo, pero Israel no me conoció,
mi pueblo no comprendió (Is 1, 3). Lo buscáis en Jeremías, pero según su propio testimonio: Los
sacerdotes ignoran la ley. No conocen al vidente. (Jr 2, 8). Lo buscáis en Moisés, pero hasta hoy,
siempre que leeís a Moisés un velo cubre vuestro corazón (2Cor 3, 15). Por eso no encontráis.
(Falta de conocimiento de Dios).

II. Las tres edades de la Iglesia, simbolizadas en los tres días en Jerusalén.

El primer día fue el de la predicación apostólica a los gentiles, como dijo Pablo a los mismos
judíos: porque os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles (Hch 13, 46).
Entonces brilló la luz celeste en los entenebrecidos corazones de los gentiles, y disipada la
horrorosa oscuridad de la antigua infidelidad, el esplendor de la fe invadió con los rayos de su
claridad las almas de los perdidos. Mártires y primeros cristianos no provenientes del mundo
judío.

El segundo día: cuando el Mundo (Occidente, Roma) se convirtió a Cristo, cambiando los
santuarios paganos al culto de los mártires. Aunque después despuntó la herejía, los doctores

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(Padres) pusieron de manifiesto el esplendor de la verdad de la fe, probada por mucho tiempo y
apoyada en múltiples argumentos.

Tercer día: Pero ahora cae la tarde y llega la noche (Lc 24, 29). La vida desarreglada de los falsos
cristianos oculta la luz del tercer día y extiende una noche tenebrosa por la superabundancia de un
mundo que envejece. Desborda la maldad y se enfría la caridad. Esperamos en el día en el que por
la predicación de Henoc y Elías, la sinagoga, entrando en el templo, es decir, en la Iglesia,
encuentre a Jesús, pues en ella se halla en medio de los ancianos y doctores el mediador entre Dios
y los hombres, el hombre Jesucristo (1Tm 2, 5), escuchando con los niños, buscando con los
jóvenes y enseñando con los ancianos.

III. Al final de los tiempos Israel encontrará a Cristo en la Iglesia.

Hijo, ¿por qué te has portado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. (Lc 2, 48).
Israel llora la abolición de los antiguos prodigios, el silencio de los oráculos proféticos, la ausencia
de un jefe salido del tronco de Jacob, la falta de consagración de reyes y pontífices. Israel busca a
Dios angustiado porque se piensa que no iba a despreciar ni a desaparecer de sus antiguos ritos y
costumbres, que por antiguos que son se pensaban que estaban apropiados de Dios. Nosotros
siempre buscando a Dios con las herramientas antiguas.

¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre? (Lc 2, 49).
Oíd al Padre hablándome por boca de Isaías: Poco es para mí que seas mi siervo para restablecer
las tribus de Jacob y reducir a los salvados de Israel. Te hice luz de las naciones para que seas mi
salvación hasta los confines de la tierra (Is 49, 6).

INTERPRETACIÓN MORAL

I. DE BELÉN A NAZARET: CONVERSIÓN Y PROGRESO ESPIRITUAL

Elredo establece una relación muy intensa entre el crecimiento corporal de Cristo y el progreso
espiritual del alma. Su fundamento es la doctrina clásica de la restauración de la imagen de Dios
en el hombre, y la deificación de la naturaleza humana por la encarnación del Verbo. Jesús nació
según la carne para que nosotros renazcamos espiritualmente.

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Dirigiéndose a los que desean ardientemente conformarse con Cristo y seguir de cerca sus
huellas (pisadas).

Así como Belén, donde Cristo nace pequeño y pobre, representa el comienzo de una vida
honesta, y Nazaret, donde se desarrolla, significa el ejercicio de las virtudes, del mismo modo
Jerusalén, a donde subió a los doce años, simboliza la contemplación de los misterios. Este
comentario pretende ofrecer un programa de vida. Lo mismo que María y José, las personas
podemos buscar a Jesús en tres días o etapas: compunción o reconocimiento de los pecados,
progreso en la práctica de las virtudes y contemplación de las obras y maravillas de Cristo. Y si se
persevera en esta búsqueda se experimentará el gozo del encuentro como la esposa del Cantar. En
el fondo nos viene a recordar que la vocación cristiana es una vocación esponsal (unidos a Cristo).
Inspirado en:

- Nacimiento en Belén: la conversión del alma.


- Infancia en Nazaret: imagen del progreso de las virtudes.
- Subida a Jerusalén (con los 3 días que allí pasó): delicias de la contemplación.

 En Belén el alma se hace pobre, en Nazaret se enriquece y en Jerusalén abunda en delicias.


 Se empobrece por la renuncia a lo mundano, se hace rica por la perfección de las virtudes y
nada en las delicias por la dulzura y ternura de los consuelos espirituales.
 Es preciso subir de este valle de lágrimas por la senda escabrosa de la tentación y por la
meseta de los ejercicios espirituales a las alturas de la contemplación luminosa.
 En Belén se inaugura la infancia de la nueva vida que, carente de razón, no ofende ni
engaña a nadie; libre de la concupiscencia e ignorante de su propia voluntad, no juzga a
nadie, no condena a nadie, no desea nada. Sin preocupaciones por el presente ni ansiedades
por el futuro, se apoya completamente en el juicio ajeno. San Pablo nos recomienda esta
infancia: Si alguno de entre vosotros quiere ser sabio, hágase necio para llegar a ser sabio
(1Co 3, 18). Y el Señor añade en el Evangelio: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis
en el Reino de los Cielos (Mt 18, 3).

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Antes de nada, estercolar el campo de nuestro corazón con el recuerdo de nuestros pecados y
la consideración de nuestra debilidad; después debe ser labrado en todas direcciones por el arado
de las tentaciones; sólo así las semillas de las virtudes producirán las flores de los ejercicios
espirituales.

1. Niño de un año: aquel en quien el espíritu de Temor ha extirpado los antiguos vicios y los
hábitos arraigados.
2. Si el espíritu de Piedad lo hace manso y obediente: como un niño de dos años.
3. Si el espíritu de Ciencia ha infundido en él el conocimiento de su debilidad y el deseo de la
ayuda divina: ha alcanzado los 3 años.
4. Si el espíritu de Fortaleza lo ha hecho resistente a las tentaciones humanas: admira en él a
un niño de 4 años.
5. Si se une el espíritu de Consejo, por la virtud de la prudencia: un niño de 5 años.
6. Si el espíritu de la Inteligencia le otorga la gracia de saber meditar la ley santa: ha llegado
al 6º año de edad.
7. El 7º año lo trae el espíritu de Sabiduría, que procede de la meditación de la ley. Este
espíritu infunde en el alma que progresa las cuatro virtudes, como la luz de cuatro años.
Enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más provechosas
para los hombres (Sab 8, 7).
8. La Templanza: vigila para evitar todo exceso en la práctica de las virtudes.
9. La Prudencia: impide la confusión indiscreta de las mismas.
10. La Justicia: se opone a usarlas desordenadamente.
11. La Fortaleza: hace que nos aficionemos a ellas con perseverancia.

I. SUBIDA A JERUSALÉN: ACCESO A LA CONTEMPLACIÓN (12º año)

La persona, purificada de las manchas de las pasiones, libre de las redes de las ocupaciones,
olvidada de lo pasado, y disipadas las imágenes de las cosas externas, levanta con avidez el bello y
tierno rostro de su corazón para contemplar a su amado, y merece oír: Eres toda hermosa…etc.
Pasó el invierno, cesaron las lluvias, han brotado las flores (Ct 2, 11). Estas flores odoríferas son
las virtudes, que nacen felizmente pasado el invierno de las persecuciones y las lluvias de las
tentaciones, en el campo del corazón que progresa el bien. Su belleza y su perfume deleitan a
Cristo, que invita al alma a subir.

¿Copiar lo del corazón endurecido????


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Advertencia de Elredo: “Pero te confío todo esto, no tanto para que lo hagas objeto de
examen, cuanto de experiencia en la oración”. (Mt 6, 6: ora en tu cuarto). Es decir, no sólo
discernir con la cabeza, sino también con el corazón.

Entonces, entrando en Jerusalén pasa al lugar del tabernáculo admirable, hasta la casa de
Dios, entre cantos de júbilo y alabanza (Sal 41, 4). Entonces vienen los abrazos, los besos y el
canto del alma: encontré al amado de mi alma, lo agarré y no lo soltaré (Ct 3, 4). Ya en Jerusalén,
el alma nada en delicias, goza de todos los bienes y celebra su día de fiesta con alborozo y
regocijo.

II. LA TRIPLE LUZ DE LA CONTEMPLACIÓN

Por estos tres días se entiende la triple luz de la contemplación, porque todo lo que un alma
iluminada puede recibir de Dios se relaciona, según su opinión, con su poder, su sabiduría o su
bondad. Los géneros de contemplación los agrupa en tres modalidades: Poder, porque sin Él no
puede subsistir ninguna criatura; Sabiduría, porque sin Él ninguna doctrina instruye; y Bondad,
porque sin Él ninguna cualidad es útil.

PRIMER DÍA: PODER.

El Señor Jesús aparece a veces fuerte y poderoso (expulsó a los mercaderes, anduvo sobre
las aguas, llamó a Lázaro del sepulcro, expulsó demonios…) protegiéndonos contra todo mal,
principado y potestad (1Co 15, 24). Así pues si se despierta en nosotros la tentación de la pereza,
la persecución, el miedo, etc. Al que amamos estará con nosotros según la oración de David:
Echará mano a la adarga y al escudo y se alzará en mi ayuda (Sal 34, 2). Y le oiremos decir: No
les tengas miedo, porque yo estoy contigo (Jr 1, 8).

SEGUNDO DÍA: SABIDURÍA

Refutó a los escribas y fariseos. Pero si deseamos que se nos revele el conocimiento de los
misterios o la solución a algún enigma, si nos angustiamos por las causas y razones del desorden
de este mundo y clamamos con Habacuc: Eres muy justo, Señor, para que yo pueda discutir
contigo… Pero también es justo lo que te digo: ¿Por qué prospera el camino de los impíos? (Jr
12, 1), etc… Al que así busca, puede estar seguro que vendrá a él con el olor de perfumes y
aromas, e imprimirá en su corazón un beso celeste y divino, llenará sus entrañas de gozo celestial
e inefable, de forma que exclamarás arrebatado: En tus labios se ha derramado la gracia (Sal 44,
3).
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TERCER DÍA: BONDAD/ TERNURA

Entremos en la casa de Simón el fariseo. Fíjate atentamente en la mirada tan piadosa, tan
dulce, tan complaciente, tan bondadosa que echa sobre la pecadora. ¿Con qué compasión ofrece
sus pies santísimos para que sean regados por las lágrimas de la penitente, enjugados por los
cabellos que hasta entonces habían sido motivo de soberbia y lascivia, y besados dulcemente por
aquellos labios manchados por la inmundicia de tanta obscenidad? […] Besa, abraza, aprieta esos
pies venerables para los ángeles y los hombres; derrama sobre ellos el perfume de la penitencia y
la confesión, para que toda la casa se llene del aroma del ungüento (Jn 12, 3).

¡Ay de ti, fariseo, para quien ese aroma es aroma de muerte, que da muerte (2Co 2, 16).
Temes mancharte con los pecados ajenos, siendo así que el tumor de tu orgullo te mancha de
forma más fea y fétida. Ignoras cuánta misericordia rezuma la miseria confesada de esta pecadora,
y cuán tierna piedad es la contrición del corazón. Cómo se consume el pecado con el amor
ardiente. Es cierto: le son perdonados muchos pecados, porque amó mucho (Lc 7, 47).

Gracias, oh dichosa pecadora, por haber mostrado al mundo un refugio seguro para los
pecadores: los pies de Jesús, que no desprecian a nadie, a ninguno desechan, a ninguno rechazan;
al contrario, reciben y acogen a todos. Sí, allí es donde la etiopisa cambia su piel (Jr 13, 23), donde
el leopardo depone su pelaje moteado; y sólo el fariseo no desinfla su soberbia. ¿Qué haces, alma
mía, pobre y pecadora mía? Tienes donde verter tus lágrimas, donde purificar tus ósculos
obscenos con besos sagrados, donde derramar con seguridad todo el ungüento de tu afecto, sin
ningún contacto ni conmoción de vicio tentador. ¿Qué esperas? Romped, oh dulces lágrimas,
salid, nadie impida que broten. Regad los sacratísimos pies de mi salvador, del que me acoge. No
me importa que algún fariseo murmure, que crea deber apartarme de sus pies, que me juzgue
indigno de tocar la orla de su manto. Que se mofe, que se ría, que se burle, que aparte sus ojos,
que se tape las narices; a pesar de ello yo me adheriré a tus pies, Jesús mío, los apretaré con mis
manos, los acariciaré con mis labios, no cesaré de llorar sobre ellos y besarlos, hasta que oiga: se
le han perdonado muchos pecados, porque ha amado mucho.

+ Recapitulación:

PRIMER DÍA: El alma sedienta de Dios descansa en las delicias de la contemplación, como en
Jerusalén, y contempla el poder divino. Pertenece la Justicia. La Justicia amedrenta. Entraré en los
portentos del Señor, recordaré solamente tu justicia (Sal 70, 16).

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SEGUNDO DÍA: Admiración de su sabiduría. Pertenece la Ciencia. La Ciencia enseña. Me
descubriste los secretos y misterios de tu sabiduría (Sal 50, 8).

TERCER DÍA: Suave anticipo de su bondad y ternura. Pertenece la Misericordia. La


Misericordia sostiene. Porque tu misericordia es mejor que la vida (Sal 62, 4).

CONTEMPLACIÓN: En el primer día el temor procede de la consideración de la justicia,


purifica el alma; una vez purificada, es iluminada por la sabiduría, y así, iluminada, la bondad la
recompensa con la infusión de la ternura.

Así vemos cuán útil y necesario es pasar estos tres días en el ejercicio de las buenas obras,
en las cuales el temor ofrece el pan del dolor, la ciencia el vino del regocijo, y la bondad la leche
de la consolación.

Así san Pablo, después de haber contemplado la gloria del Señor, lleno de temor ante el
abismo de su Justicia, exclama: Oh hombre, ¿quién eres tú para responder a Dios? ¿Acaso dice la
vasija al alfarero por qué me has hecho así? (Rm 9, 20). Y admirando los tesoros de su sabiduría,
confiesa: ¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! (Rm 11, 33).
También recuerda las riquezas de su bondad y ternura y dice: ¿Desprecias, acaso, las riquezas de
la bondad y longanimidad de Dios? (Rm 2, 4).

Por tanto, al que contempla en espíritu las cosas espirituales no se encuentra en cualquier
lugar de Jerusalén sino en el templo. Pues Jerusalén tiene el atrio, las puertas y templo. En el atrio
se admite a veces hasta a los enemigos las puertas sólo se abren a los amigos; la entrada del
templo se concede únicamente a los perfectos (buenos/santos/ternura). (Nuevo culto: no al templo,
sino en nosotros, que somos Templo del Dios Vivo).

Con las fuerzas de la sola razón se puede entrar al atrio. Los que ven lo eterno en lo
temporal, lo divino en lo humano (Rm 1, 19-20). Mas si la llama del anhelo celestial ha inflamado
en el ara de tu corazón la grasa de un amor íntimo y la enjundia de tu afecto; si del fuego de las
oraciones se ha elevado el humo aromático, si el ojo del alma ha podido ampliar su visión hasta
los secretos del cielo y el tacto ha saboreado con el paladar del corazón la ternura de Dios,
entonces frecuentas el templo de Jerusalén con un holocausto gratísimo.

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III. UNIÓN DE LA ACCIÓN Y DE LA CONTEMPLACIÓN

Pero mientras el alma santa se recrea en estas delicias, su madre y su padre nutricio se afligen,
se lamentan y lo buscan. Al fin lo encuentran, y después de reprocharle tiernamente lo vuelven a
Nazaret (hombres que se les ha confiado distribuir la Palabra o acompañar).

- Padre nutricio: Espíritu Santo.


- Madre: Caridad.

Ellos nos protegen y estimulan, nos mantienen y sostienen en Nazaret, es decir, en los
ejercicios espirituales. Nos consuelan en las tristezas, nos aconsejan en las dudas, alientan a los
fatigados, sanan los corazones quebrantados y curan las heridas.

Con su ayuda pasamos de Nazaret a Jerusalén, del trabajo al descanso, del fruto de una buena
acción a los secretos de la contemplación. Ellos nos mandan, en nombre de la ley eterna, no
descuidar completamente la contemplación de Dios para cuidar al prójimo, e inversamente, no
abandonar la caridad del prójimo por las dulzuras (ternuras) de la contemplación. Por eso la
caridad fraterna se nos queja con todo derecho cuando concedemos a la quietud más tiempo del
que conviene (equilibrio benedictino), y no considera agradable nuestra estancia en Jerusalén si ve
que por nuestra quietud corren peligro los que ve confiados a nuestro cuidado. Es entonces cuando
sale de nuestro corazón la voz de nuestra madre, la Caridad, que nos increpa: Hijo, ¿por qué te
portaste así con nosotros? Yo y tu padre te buscábamos con dolor (Lc 2, 48).

Si el amor de la quietud murmura en lo más íntimo de su alma contra estas necesidades


diciendo: ¿No debo acaso ocuparme de las cosas de mi Padre? (Lc 2, 49), la razón considera que
Cristo murió para que el que viva ya no viva para sí; y por eso baja con ellos y les está sometido.
Quien baja con tal padre nutricio (Espíritu Santo) y con tal madre (Caridad), baja seguro.
Desciende felizmente quien, movido por el espíritu de Dios, condesciende caritativamente con sus
hermanos/inferiores (legos).

Recomendación del abad: A veces, anteponen las necesidades de los súbditos (hermanos) a las
dulzuras / ternura de la contemplación; tú no antepongas nunca éstas a la unidad y la paz de la
comunidad. Principalmente en esos momentos de vicisitudes espirituales, es decir, cuando bajes a
Nazaret o subas a Jerusalén no lo hagas nunca solo, o según tu propio parecer, sino siguiendo
siempre el consejo de los mayores.

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SOBRE LA TERNURA

“La Navidad -ha dicho el Pontífice- es la celebración de la presencia de


Dios que viene a estar entre nosotros para salvarnos. ¡El nacimiento de Jesús no es
un cuento! Es una historia real, que sucedió en Belén hace dos mil años. La fe
nos hace reconocer en ese Niño, nacido de la Virgen María, al verdadero Hijo de
Dios, que por nosotros se hizo hombre. Y es en el rostro del pequeño Jesús que
contemplamos el rostro de Dios, que no se revela en la fuerza o en el poder, sino en
la debilidad y fragilidad de un recién nacido. Así es nuestro Dios; se acerca
mucho, en un niño. Este niño -ha recordado- muestra la fidelidad y la ternura del
amor sin límites con el que Dios rodea cada uno de nosotros. Por esta razón
hacemos una fiesta en Navidad, reviviendo la misma experiencia de los pastores de
Belén. Junto a muchos papás y mamás que trabajan duro todos los días, afrontando
muchos sacrificios, junto con los niños, los enfermos y los pobres, hacemos esta
fiesta, porque es la fiesta del encuentro con Dios en Jesús”.

Francisco les ha preguntado si realmente eran conscientes de que Jesús les


quiere mucho y quiere ser su amigo. “Si estáis convencidos de ello -les ha dicho-,
seguramente sabréis transmitir la alegría de esta amistad por todas partes: en casa,
en la iglesia, en la escuela, con los amigos … Y por los enemigos, rezad para que se
acerquen a Jesús... Así sabréis dar testimonio con un comportamiento de
verdaderos cristianos, dispuestos a echar una mano a los necesitados... y
también a aquel que no te quiere mucho... sin juzgar a nadie y, sin hablar mal

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de nadie, -ha concluido-. No son buena gente los que hablan mal de los demás...
porque las habladurías no son cristianas... y es algo que no se tiene que hacer”.

Francisco a los jóvenes de A.C. italiana, 20 – XII - 2013

http://www.obispadoalcala.org/ternura.html

https://books.google.es/books?id=NcZb40LB7DAC&pg=PA230&lpg=PA230&dq=ternura
+plegaria+v&source=bl&ots=1om7OGARPu&sig=G_mb6yRx4uGYklK9QK5f1mywF0U&hl=es
&sa=X&ved=0CCkQ6AEwAWoVChMIicO35L7TyAIVgboUCh3YJA_2#v=onepage&q=ternura
%20plegaria%20v&f=false

Sobre la terminología:

Resulta indicativa la misma terminología. El substantivo “ternura” (del latín ternitia) evoca
la idea de algo blando, privado de dureza y de rigidez, y remite a un afecto interior que se
experimenta con participación viva, afectuosa y dinámica. No es menos interesante el adjetivo
“tierno” (tenerum, de tendere, extenderse hacia, proyectarse), que supone e implica una actitud
que orienta a salir del yo para encontrarse con el tú, tendiendo hacia él, en una relación real de
entrega y de reciprocidad. Bajo estos dos aspectos, la ternura se opone a dos actitudes
existenciales bastante difundidas y casi siempre relacionadas entre sí: la dureza de corazón,
entendida como barrera, como muro, como rigidez, como cerrazón mental, y el repliegue sobre sí
como egocentrismo, incapaz de dirigirse al otro, como negativa de diálogo y de intercambio. La
ternura, por el contrario, es flexibilidad, permeabilidad, apertura de corazón, disponibilidad al
cambio, y se constituye como rostro concreto de una estima afectiva que se convierte en
benevolencia y en amabilidad.

La antropología bíblica encuentra su punto de arranque en el hecho que el hombre ha sido


creado por Dios a su imagen y semejanza (Gen 1,26).

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La imagen perfecta de Dios está en Dios mismo :es el Verbo. Así Pablo podrá decir que la
dignidad de la imagen de Dios conviene a Cristo en primer lugar, porque Adán era solamente
"figura de aquél que debía venir" (Rom 5, 14) y el que es "imagen del Dios invisible, engendrado
antes que toda creatura" (Col 1, 15).

El camino del hombre en retorno a Dios se hace a través del Verbo : consiste
esencialmente en la intensificación de la semejanza, que solamente se obtiene en la unión con
aquel que es la imagen perfecta.

Este es también el objetivo de la historia humana: el criterio del juicio divino sobre la
humanidad será el mismo Verbo eterno, origen y norma del todo lo creado.

Según Buenaventura, en Cristo a través de su humanidad irradia su función como Verbo :


lo que Cristo es como hombre es tal porque así era como Verbo en la eternidad : ejemplar de la
creación, revelación del Padre, medida del mundo, y especialmente del hombre. Pues en su
humanidad, "materializa" esta función, hace encarnarse todo lo que es como Verbo.

He aquí la paradoja de Cristo Verbo-Encarnado : El es su propio ejemplar ; imagen en


cuanto ejemplar, ejemplar en cuanto imagen (el Verbo es imagen del ejemplar Padre, y ejemplar
por el Cristo hombre ; Cristo hombre es imagen también del Padre y ejemplar para los hombres).

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