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Con todo, la importancia de Hegel no se agota ni por expresar el punto más alto de la reflexión
idealista alemana ni por estar operante en el pensar filosófico moderno, sino por otros motivos, entre los que
sobresalen los siguientes: en primer lugar, con Hegel la sociedad burguesa cobra, en tanto que sociedad
burguesa, la más alta comprensión de sí misma; o, mejor aún, en el pensamiento hegeliano se expresa —como
quizá en ningún otro pensador anterior o posterior— la visión más elaborada que la modernidad burguesa
puede lograr de sí misma. Y, en segundo lugar, el pensamiento teológico hegeliano desarrolla una serie de
supuestos que serán claves en la reflexión teológica del XX.
Pasemos, entonces, a la exposición de las tesis básicas de la metafísica hegeliana, haciendo énfasis
en sus momentos y aspectos centrales.
1. La metafísica hegeliana
En general, pueden distinguirse tres grandes planos de la reflexión metafísica de Hegel. En primer
lugar, está el plano en el que se describe la totalidad de lo real tal como aparece; pero como aparece en y por
el hombre. Este es el plano fenomenológico de la metafísica hegeliana. “La phänomenología —dice A.
Kojeve— es la ‘Ciencia de las apariciones del espíritu’, es decir, de la totalidad del ser real que se revela a sí
mismo por el discurso del hombre que el Ser implica”(2); y que, en tanto que ser real, envuelve como uno de
sus momentos básicos al hombre mismo y su praxis.
Pero, en segundo lugar, a Hegel le parece que no basta con la mera descripción fenomenológica de las
“apariciones del espíritu” para dar cuenta científica y concretamente de la esencia de lo real. Según él, el
filósofo debe preguntarse por cuál deba ser la Realidad-objetiva que últimamente haga posible la aparición de
ella misma en tanto que “fenómeno”. Como escribe Kojeve: “el Filósofo todavía se pregunta cuál debe ser la
realidad objetiva (...), es decir el mundo real [natural y humano], para poder ‘aparecer’ de la misma manera
como ‘parece’ efectivamente en tanto que ‘fenómeno’”. La respuesta a esta pregunta está dada por la
metafísica a la cual Hegel llama “Philosophie der natur y Philosophie der Geistes”(3).
En tercer lugar, según Hegel, el nivel de reflexión filosófica anterior es todavía insuficiente —por no
transcender hacia la mismidad del ser— para dar cuenta cabal de la esencia de la realidad. esto no puede
menos que forzar al filósofo, cree Hegel, hacia un nivel de reflexión en el que la pregunta sea por la índole del
propio ser; esto es, a un nivel de reflexión de carácter ontológico.
Como escribe Kojeve: “[superando el plano de la descripción metafísica] el filósofo se eleva al plano
ontológico, para responder al interrogante de saber cuál debe ser el propio ser, tomado en tanto que ser, para
que pueda realizarse o existir como ese Mundo natural y humano descrito en la metafísica, de la manera descrito
en la fenomenología. Y esa descripción de la estructura del Ser en tanto que tal se efectúa en la ontología que
Hegel llama Logik”(4).
sobre la realidad o sobre el ser, los cuales, fundándose uno sobre otro, dan cuenta de la estructura
fenomenológica, metafísica y ontológica de lo real. Tomando como punto de partida el esbozo que hemos
hecho de esta filosofía podemos intentar exponer más detalladamente los aspectos señalados. En lo que sigue
expondremos a grosso modo la lógica de Hegel, la cual trata de ese ser que se realiza y existe como mundo
natural y humano, y que, asimismo, cobra consciencia de sí mismo como espíritu.
Ya dijimos que en su reflexión ontológica Hegel pretende dar cuenta de la índole misma de ese ser
que se realiza como mundo natural y humano y que, asimismo, cobra consciencia progresiva de sí en el devenir
de la historia. Es decir, lo que le interesa es determinar cuál debe ser —como dice Kojeve— el propio ser: el
ser que se despliega como naturaleza y como historia. Hegel desarrolla su estudio de la lógica siguiendo un
esquema de tríada básico: a) categorías fundamentales del ser; b) categorías fundamentales de la esencia; y
c) categorías fundamentales del concepto. Antes de examinar esos temas, hagamos una reflexión previa sobre
la lógica, el método y la dialéctica en Hegel.
Lo primero que hay que decir es que la Logik no es para Hegel lo que corrientemente se entiendo
por lógica; esto es, no se trata de un problema de las “reglas” del razonamiento verdadero o algo semejante,
sino que, en rigor, la lógica es la ciencia del Ser, ciencia que tiene por finalidad revelar su esencia. “La Logik
de Hegel —escribe Kojeve— no es una lógica en el sentido corriente del término, ni una gnoseología, sino
una ontología o ciencia del ser, tomado en tanto que ser”(4). Lo cual no quiere decir que la “Logik”, como
ciencia del ser, no envuelva, de algún modo, un momento discursivo o epistemológico. Por supuesto que sí.
Pero este discurso (logos) no tiene en la perspectiva hegeliana por sí mismo importancia; la tiene, sí, en cuanto
manifiesta la estructura ontológica del Ser. En este sentido, cuando Hegel escribe en la Enciclopedia de las
ciencias filosóficas que “el hecho lógico presenta, considerado en su forma, tres conceptos: a) el abstracto
racional; b) el dialéctico o negativo-racional; c) el especulativo o positivo-racional”(5), se refiere a lo lógico
no como el pensamiento lógico considerado en sí mismo, sino más bien al “ser (Sein) revelado (correctamente)
en y por el pensamiento o el discurso (Logos). Los tres aspectos de la cuestión son ante todo aspectos del
propio Ser: son categorías ontológicas y no lógicas o gnoseológicas y tampoco por cierto simples artificios
del método de investigación o de exposición” (6). Por tanto, comprender mediante la Lógica hegeliana implica
comprender el carácter de sus tres momentos constitutivos: el aspecto abstracto, el aspecto dialéctico y el
aspecto especulativo; que son —como dice Hegel— “elementos- constitutivos (Momente) de toda entidad
Lógico-Real, es decir, de todo concepto o de todo lo-que-es-verdad (…) en general”(7).
Por ser lo que son, los momentos de la lógica tienen que ser expresados o expuestos por el logos
humano, que precisamente lo único que hace es revelar la estructura ontológica del Ser, de la que es
componente esencial. Aquí —antes de proseguir— es preciso detenerse y decir dos palabras sobre la idea que
del Método hay en Hegel y sobre el papel que éste le asigna a la dialéctica. Obviamente, son dos cuestiones
que, además de estar estrechamente ligadas, son sumamente problemáticas. Pero, por ello, son tema obligado
para el propósito de este trabajo. Posteriormente, retomaremos la reflexión sobre los momentos constitutivos
del ser.
“la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su
inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino
de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de
tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración." (“¿Qué es la Ilustración?”, 1784)
1. Introducción
Immanuel Kant (1724-1804) es considerado como uno de los filósofos ilustrados más
importantes del siglo XVIII por su influencia en la historia del pensamiento occidental. Su
filosofía suele dividirse en dos períodos:
El período precrítico:
o Etapa científica: Desde 1747 hasta 1760. Kant pretendió la síntesis de la Física de Newton
y la Metafísica de Leibniz.
o Etapa Metafísica: Desde 1760 hasta 1770. En esta etapa En aquesta etapa rechaza la
Metafísica tradicional por considerar que la filosofía, más que producir conocimiento, ha
de ser crítica del conocimiento. Kant concibe la filosofía, la Metafísica, como la ciencia
de los límites de la razón humana, y no como un sistema de saber.
El período crítico: La problemática filosófica de este período la resume Kant en la Lógica
(1800):
“El campo de la filosofía ... puede reducirse a las siguientes preguntas: 1) ¿Qué puedo saber? 2)
¿Qué debo hacer? 3) ¿Qué me está permitido esperar? 4) ¿Qué es el hombre? A la primera
pregunta responde la Metafísica; a la segunda, la Moral; a la tercera, la Religión, y a la cuarta, la
Antropología. Pero, en el fondo, se podría considerar todo ello como perteneciente a la
Antropología, pues las tres primeras preguntas se refieren a la última” (Lógica, Introducción)
Aquí nos ocuparemos de lo relativo a la primera pregunta: ¿qué puedo saber? En 1770 Kant
escribe Sobre la forma y los principios del mundo sensible, donde distingue claramente entre
conocimiento sensible y conocimiento inteligible. El conocimiento, dice, no queda limitado
a la experiencia, hay que reconocer la existencia de un conocimiento metafísico que debe
justificarse. La cuestión es “si alguna vez, y con general asentimiento, la Metafísica podrá
llegar a exponer algo que sea, por fin ciencia” (Prolegómenos, 383). Esta será la tarea de la
“filosofía trascendental”, edificada sobre la idea de un sujeto que impone sus condiciones
subjetivas a la posibilidad de que las cosas sean conocidas y pensadas. Solucionar el
problema de la Metafísica le ocupó diez años. En 1781 publicó la Crítica de la Razón Pura.
Su gran aportación no es otra que la noción de “Sujeto Trascendental”, a saber, el sujeto
impone a la materia del conocimiento la forma de representarnos las cosas.
2. Antecedentes e influencias filosóficas
Lectura
Prólogo a la 2ª edición de la Crítica de la Razón Pura: desde el inicio (B VII) hasta «...y la
filosofía en filodoxia» (B XXXVII)
Sobre el contenido del Prólogo
3. El pensamiento de Kant
En las filosofías anteriores, la única causa del conocimiento era la existencia de hechos o
sucesos, a partir de los cuales se obtenían conclusiones y justificaciones: el Racionalismo
defendía que las ideas innatas o a priori eran el origen del conocimiento; El Empirismo, por
su parte, establecia un origen sensible del conocer; pero, en cualquier caso, el sujeto del
conocimiento no parecía tener ninguna participación activa en el hecho del conocer. A
diferencia de estas corrientes filosóficas, que entendían el conocimiento como la adaptación
de la mente al objeto, Kant propone un nuevo procedimiento para tratar las cuestiones
epistemológicas, lo que va a significar una nueva manera de plantear los problemas
filosóficos. Hasta ahora, dice Kant, toda explicación del conocimiento ha girado bajo la
suposición de que el sujeto cognoscente debía someterse al dictado de los objetos. ¿Qué
ocurriría, propone, si se trasmutan las posiciones? Es decir, que sean los objetos los que
tienen que someterse a las exigencias de la racionalidad humana.
Kant sostiene que, para entender la experiencia (conocimiento a posteriori), es necesario
tener conocimientos que no provengan de la experiencia (conocimiento a priori): “aunque
todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la
experiencia”. Así, el conocimiento empírico puede complir las condiciones que exige el
verdadero conocimiento (universalidad y necesidad). Esto equivale a afirmar que no es el
Entendimiento el que se deja gobernar por los objetos, sino que son éstos los que se someten
a las leyes del conocimiento impuestas por el Entendimiento humano. Kant hace un “giro
copernicano” en epistemologia [1]. Kant cree que, de este modo, se explica mejor que
lleguemos a conocerlos de un modo necesario y universal.
Ensáyese pues una vez si no adelantaremos más en los problemas de la Metafísica, admitiendo
que los objetos tienen que regirse por nuestro conocimiento, lo cual concuerda ya mejor con la
deseada posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, que establezca algo sobre
ellos antes de que nos sean dados. Ocurre con esto como con el primer pensamiento de Copérnico
quien, no consiguiendo explicar bien los movimientos celestes si admitía que la masa toda de las
estrellas daba vueltas alrededor del espectador, ensayó si no tendría mayor éxito haciendo al
espectador dar vueltas y dejando en cambio las estrellas inmóviles. En la Metafísica se puede
hacer un ensayo semejante, por lo que se refiere a la intuición de los objetos. Si la intuición
tuviera que regirse por la constitución de los objetos, no comprendo como se pueda a priori saber
algo de ella. ¿Rígese empero el objeto (como objeto de los sentidos) por la constitución de nuestra
facultad de intuición?, entonces puedo muy bien representarme esa posibilidad. (I, Kant Crítica
de la Razón Pura. Prólogo a la segunda edición).
¿Qué significa que los objetos deben someterse a la racionalidad humana y no ésta dejarse
dominar por los objetos? Que los hombres no son receptores pasivos de las cosas que existen
en el mundo exterior. Son agentes constructores del conocimiento. Y, en la construcción del
conocimiento concurren dos tipos de condiciones, materiales i formales. Así, si tomamos un
sistema de proposiciones de una ciencia, como por ejemplo la Física, nos encontramos que
esas proposiciones contienen dos clases de elementos:
Unos elementos (condiciones materiales) que proceden de la experiencia (nos han sido dados
por los hechos percibidos por nuestros sentidos) como, por ejemplo, “el calor dilata los
cuerpos”. Este componente es a posteriori.
Otros elementos (condiciones formales) que no proceden de la experiencia. Así cuando
decimos “el calor dilata los cuerpos”, estamos diciendo que “el calor siempre dilata todos los
cuerpos en todas partes”. Eso que hay de más, esa universalidad y necesidad que hemos
agregado a los datos de la experiencia, es el componente a priori que aporta la razón pura.
Precisamente, es este segundo elemento (las condiciones formales) el que permite passar
de la contingencia de lo sensible y experimental a la universalidad y necesidad del
conocimiento científico. Este paso (el de la inducción), que siempre es difícil de explicar,
puede quedar plasmado en el siguiente esquema:
Por la experiencia, el conocimiento de una cosa nunca puede ser universal y necesario,
porque siempre está asociado a intuiciones sensibles particulares. Sin embargo, la ciencia
(las Matemáticas y la Física) es universal y necesaria. Si el conocimiento se constituye por
la interacción de dos elementos (el objeto y la mente) y es imposible que la universalidad y
necesidad se originen en la experiencia (el objeto), entonces la posibilidad de la universalidad
de la ciencia radica en la mente. Es el sujeto epistémico, el jo transcendental, quien aporta al
conocimiento determinados elementos, ajenos a la experiencia (a priori), que hacen de la
ciencia un conocimiento universal y necesario.
El objetivo general de Kant es encontrar esos elementos que, sin formar parte del mundo
material y de la experiencia, son necesarios para conocer; es decir, averiguar què hay de a
priori en el conocimiento.
Y para averiguar cuáles son esos elementos a priori del conocimiento, Kant [2] investiga
cómo están hechas las ciencias de su tiempo (Matemáticas y Física). La Física de Newton se
compone de juicios (tesis, afirmaciones, proposiciones). Un juicio es un acto mental por el
que el Entendimiento afirma que el sujeto pertenece o no al predicado en una proposición
que puede ser verdadera o falsa. Todo juicio consta de dos términos, el sujeto lógico (del cual
se dice algo) y el predicado (lo que se dice de ese sujeto). Kant clasifica los juicios utilizados
por las ciencias (Matemáticas y Física) en dos grupos: juicios analíticos y juicios sintéticos.
a) Juicios analíticos
b) Juicios sintéticos
Un juicio es sintético cuando el predicado no está contenido en el sujeto. Ejemplo: "El calor
dilata los cuerpos". Si analicemos el concepto “calor” no encontraremos en él la “dilatación
de los cuerpos”, como encontramos en el concepto de triángulo el concepto de tener tres
ángulos. Estos juicios se llaman sintéticos porque unen elementos heterogéneos en el sujeto
y en el predicado. Por eso dicen más de lo que ya estaba contenido en el sujeto. Son, pues,
juicios extensivos, es decir, amplían nuestro conocimiento.
Por tanto, el conocimiento científico tiene que estar constituido por un tipo de juicios
mixtos, entre analíticos y sintéticos. Por una parte serán juicios que, como los sintéticos
aumenten efectivamente nuestro conocimiento y, por consiguiente, tengan la propiedad de
añadir, con el predicado, algo que no estaba contenido en el sujeto. Pero por otra parte,
deberán ser, como los analítico, a priori, es decir, universales y necesarios, independientes
de la experiencia. Por tanto, la ciencia está constituida por juicios sintéticos a priori.
El problema ahora es mostrar la posibilidad de este tipo de juicios, pues parece absurdo que
un juicio sintético, que no está fundado en el principio de no contradicción, sino en la
percepción sensible, sea a priori. Para resolver este problema, lo primero que hace Kant es
mostrar que efectivamente las ciencias (Matemáticas y Física) están constituidas por juicios
sintéticos a priori.
Las Matemáticas, que han pasado por ser el prototipo de las "verdades de razón" (Leibniz)
o "relaciones de ideas" (Hume), ¿qué tipos de juicios utiliza? Veamos un ejemplo: "la línea
recta es la más corta entre dos puntos". Este juicio no es analítico porque el concepto de
"línea recta" no continene nada parecido la magnitud, a la cantidad (“más corta”). "Línea
recta" significa una línea cuyos puntos están todos en la misma dirección. Así, si decimos:
"la línea recta es una línea cuyos puntos están en la misma dirección", habremos dicho un
juicio analítico. Pero si decimos, "la línea recta es la más corta entre dos puntos", entonces,
con el predicado añadimos el concepto "corto" (magnitud) al sujeto (“línea recta”). Aquí
tenemos un ejemplo de juicio sintético y, además, a priori, porque no es necesario medir con
un metro la línea recta para ver si es la más corta entre dos puntos. Es algo evidente, se ve
por intuición. Y esa intuición es a priori, no es una intuición sensible. Tenemos, pues, un
ejemplo de juicio sintético a priori claro Matemáticas.
La Física también está llena de juicios sintéticos a priori. Cuando decimos: "en todo
movimiento que se trasmite de un cuerpo a otro, la acción es igual a la reacción", estamos
emitiendo un juicio sintético y, a la vez, a priori, porque a nadie se le ocurre demostrarlo
experimentalmente. La ley de la inercia y las demás leyes del movimiento, ¿cómo las
concibió Galileo? Pues como él mismo dijo: "ment concipio", es decir, sin considerar ninguna
experiencia sensible, concibió mentalmente un espacio y un móvil en ese espacio y, de esa
pura concepción fue sacando, por pura intuición directa, las leyes del movimiento.
¿Y en la Metafísica? También aquí los juicios que formula Descartes demostrando, por
ejemplo, la existencia de dios, son a priori. Pues, ni Descartes, ni quienes han demostrado la
existencia de dios o la inmortalidad del alma, han tenido experiencia de dios o de la
inmortalidad del alma. Y también tales juicios son sintéticos porque en la noción de que “todo
fenómeno debe tener una causa” y que “es preciso detenerse en esa serie de causas hasta
llegar a dios”, el predicado no está contenido en el sujeto. El análisis del sujeto nos llevaría
más bien a afirmar la infinita serie de las causas.
Conclusión: Tras recorrer rápidamente las ciencias que constituyen el saber de su tiempo,
Kant muestra que todo el conocimiento humano está realmente constituido por juicios
sintéticos a priori. A partir de ahora, Kant tratará de averiguar cuáles son las condiciones que
hacen posibles los juicios que al mismo tiempo aumentan nuestro conocimiento y son a
priori. Nos hallamos ante el problema de la fundamentación de la inducción.
Como sabemos hay dos clases de inferencias: la deducción y la inducción. La deducción
consiste en una serie de razonamientos que son todos de tipo analítico. Dada una premisa
extraemos de ella una conclusión que está contenida en la premisa. Deducir es, pues, extraer
de unos conceptos básicos lo que está contenido en ellos. Pero esos conceptos básicos, de los
cuales se extrae lo que está contenido en ellos ¿cómo han sido establecidos? Si decimos, por
ejemplo:
el calor dilata los cuerpos; ahora hace calor, luego ahora los cuerpos se dilatan
hemos realizado una deducción. Pero ¿cómo hemos obtenido la primera premisa? La Lógica
nos dice que por inducción. El procedimiento de la inducción es el inverso al de la deducción.
La deducción parte de un concepto general para extraer de él lo que había contenido dentro
de su seno; en cambio, la inducción parte de hechos particulares, de observaciones, de
experimentaciones, para luego amplificar su validez al darles un carácter universal y
necesario. Observamos una y otra vez que el calor dilata este cuerpo, el otro cuerpo; y ello
ocurrió ayer, anteayer, en este laboratorio, en el otro...; y con esos casos de observación
directa, formulamos una proposición general, universal y necesaria: "el calor dilata los
cuerpos". Como vemos, la inducción, a diferencia de la deducción, va de lo particular a lo
general. ¿Qué legitima ese paso? La legitimidad de la deducción radica en la aplicación del
principio de identidad; es la explicitación en las conclusiones de lo que ya está contenido en
la premisa. Pero el procedimiento de la inducción, en el que la conclusión contiene mucho
más de lo que está contenido en la premisa, ¿en qué se fundamenta?, ¿cuál es la condición de
su legitimidad? En la inducción tenemos el mismo problema que en los juicios sintéticos a
priori. ¿Cómo resolverlo? Según Kant hay que averiguar cómo es posible el conocimiento
sintético a priori; qué condiciones lógicas tienen que acontecer en la ciencia para que los
conocimientos científicos sean a la vez sintéticos (particulares y contingentes) y a priori.
Kant divide este problema en tres partes [3]:
¿Qué condiciones a priori supone el conocimiento sensible? ¿cómo son posibles los juicios
sintéticos a priori en las Matemàticas?
¿Qué condiciones a priori supone el conocimiento intelectual? ¿cómo son posibles los juicios
sintéticos a priori en la Física?
¿Hay elementos a priori de la razón pura? ¿son posibles los juicios sintéticos a priori en la
Metafísica?
Estas preguntas serán contestadas en la Crítica de la Razón Pura [4]. Primero demostrará
que hay elementos a priori (exposición Metafísica) y, después que tales elementos son
condiciones de posibilidad de todo juicio sintético a priori (exposición trascendental). Las
respuestas serán afirmativas para las Matemàticas y para la Física; en cambio, para la
Metafísica, serán negativas.
“¿Qué puedo saber?” es el tema de la Crítica de la Razón Pura. Para determinar el alcance
y posibilidad de la Metafísica, Kant investiga què hay de puro en todas las ciencies, despues
de discriminar los elementos procedentes de la experiencia y los elementos procedentes de
la Raó pura (de la Sensibilidad, del Entendimiento y de la razón).
La Crítica de la Razón Pura está estructurada en tres partes:
Estética trascendental: crítica de la Sensibilidad. Contesta las preguntas ¿Qué condiciones a
priori supone el conocimiento sensible? ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en
las Matemàticas? En la Estética Transcendental, Kant establece las condiciones a prioridel
conocimiento sensible.
Lógica trascendental:
o Lógica de la verdad (Analítica Trascendental): crítica del Entendimiento. Contesta las
siguientes preguntas: ¿Qué condiciones a priorisupone el conocimiento intelectual?
¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la Física? Establece las condiciones a
priori del conocimiento científico.
o Lógica de la ilusión (Dialéctica Trascendental): crítica de la razón. Contesta las
preguntas: ¿Hay elementos a priori de la razón pura? ¿son posibles los juicios sintéticos a
priori en la Metafísica? Establece los elementos a priori de la razón pura.
La Estética [5] trascendental estudia las condiciones a priori del conocimiento sensible. La
tesis que defiende Kant aquí es que espacio y tiempo son las condiciones necesarias para que
los objetos pueden ser dados a nuestros sentidos. Todo conocimiento comienza con la
experiencia y la Sensibilidad es la primera capacidad de conocer. Kant la define así:
La capacidad (receptividad) de recibir representaciones por el modo como somos afectados por
objetos, llámase Sensibilidad. Así, pues, por medio de la Sensibilidad nos son dados objetos y
ella sola nos proporciona intuiciones (CRP A19. B33)
Sensibilidad externa (vista, oído...): nos permite representarnos en el espacio los objetos como
exteriores a nuestro yo.
Sensibilidad interna: nos permite ser conscientes de nuestros estados psíquicos en el tiempo.
El resultado del conocimiento a través de la Sensibilidad es la intuición sensible.
La Sensibilidad depende de determinadas condiciones empíricas (por ejemplo, para ver es
necesario que haya luz y un organismo preparado con el órgano de la visión, entre otras
cosas) y de otro tipo de condiciones necesarias y universales, la más importante de ellas es
que la percepción ocurra en un espacio y un tiempo determinados. El conocimiento comienza,
pues, con la sensación, pero no todo lo que conocemos proviene de la sensación. En “lo
conocido” por la sensación, el fenómeno, Kant distingue una materia (el contenido empírico)
y una forma (el modo en què podemos conocer lo empírico). La forma no es sensación, es
una condición trascendental de la sensación; por ello es a priori. El problema de la sensación
lo trata Kant de forma paralela a la investigación de las Matemáticas como ciencia.
4.1.1 ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las Matemáticas?
Las Matemáticas son la ciencia que estudia el espacio y el tiempo. Lo que hace que las
Matemáticas puedan ser una ciencia (esto es, que sea posible formar juicios sintéticos a
priori a partir de los conceptos de espacio y tiempo) hace también posible nuestro
conocimiento sensible. Nuestra Sensibilidad es espacio-temporal, como lo son también las
Matemáticas.
Ahora bien, espacio y tiempo no son realidades metafísicas ni físicas, que tengan una
existencia en sí y por sí, sino que son formas de nuestra capacidad o facultad de percibir; son
formas de la intuición. Así, puesto que las Matemáticas están fundadas en las formas de la
intuición, toda intuición que tengamos tendrá que estar sujeta al espacio y el tiempo. ¿Cómo
llega Kant a este resultado? Para llegar a este resultado, Kant tiene que mostrar tres
aserciones:
Lo que el objeto es, no lo es en sí y por sí, sino en tanto que es objeto de un sujeto. Lo que
el sujeto es, tampoco lo es como un ser absoluto, en sí y por sí, sino en tanto en cuanto es
sujeto destinado a conocer un objeto. En esta indisoluble correlación del sujeto y el objeto,
está el secreto del idealismo trascendental. Y el primer contacto de esta correlación objeto-
sujeto, consiste en que el sujeto imprime en el objeto las formas de espacio y tiempo. Así
pues, no percibimos las cosas tal como son, sino tal como nos es posible representárnoslas;
es decir, espaciotemporalmente. Espacialidad y temporalidad son como gafas absolutamente
necesarias para ver; con ellas vemos las cosas en el espacio y en el tiempos, es decir, vemos
los fenómenos. Pero no vemos las cosas tal como son en sí mismas, los noúmenos. Espacio
y tiempo son formas de la Sensibilidad, y no rasgos objetivos de las cosas en sí mismas. Kant
les atribuye realidad empírica e idealidad trascendental, lo cual equivale a decir que son reales
porque forman parte de nuestra experiencia, pero carecen de existencia independiente de
nuestra experiencia.
Kant ha proclamado la incognoscibilidad de las cosas en sí (noúmenos). Sobre las cosas en
sí no podemos tener conocimiento. Sólo podemos conocer cosas extensas en el espacio y
sucesivas en el tiempo, los fenómenos. Y como el espacio y el tiempo no son propiedades de
las cosas, deja de tener sentido hablar de conocer las cosas "en sí mismas". A la teoría de que
todos los objetos de los sentidos son puros fenómenos, o que lo que conocemos son
fenómenos, la denomina Kant idealismo trascendental. El conocimiento sensible es el primer
escalón del conocimiento de los fenómenos. Para tener un conocimiento completo de los
fenómenos hay añadirle a la Sensibilidad los conceptos del Entendimiento.
En la Analítica Trascendental, Kant establecerá las condiciones a priori que hacen posible
pensar un fenómeno, es decir, las condiciones necesarias que, unidas a las de la Sensibilidad
(espacio y tiempo), constituiran la experiencia; los principios a priori que harán posible
pensar la experiencia harán también posible el conocimiento científico de la Naturaleza, esto
es, la Física. La Analítica Trascendental muestra qué condiciones a priori supone el
conocimiento intelectual, o lo que es lo mismo, cómo son posibles los juicios sintéticos a
priori en la Física.
Las conclusiones fundamentales de la "Analítica trascendental" son:
Veámos esto con un ejemplo. “Eso es un árbol” es un juicio con un concepto empírico
“árbol” y un concepto puro “sustancia”. Un concepto empírico es una forma de organizar y
ordenar la variedad y multiplicidad de las impresiones sensibles; y, al mismo tiempo, una
“regla” para aplicar tal concepto a otras variedades y multiplicidades semejantes. Un
concepto puro (categoría) es el que no proviene de la experiencia, como por ejemplo
“sustancia”, que nos permite decir “eso es un árbol”, según una regla que pertenece sólo al
Entendimiento. Con las categorías juzgamos (pensamos) los objetos sensibles intuidos: no
podemos llamar “árbol” a una cosa si previamente no tenemos el concepto de “sustancia”.
¿Qué función tienen las categorías? La deducción trascendental de las categorías trata de
mostrar que éstas son condiciones necesarias para la comprensión intelectual de los
fenómenos, o de la experiencia. Y, además, son las condiciones de posibilidad de los juicios
sintéticos a priorien la Física. Con la deducción transcendental de las categorías, Kant
establece que las condiciones del conocimiento son al mismo tiempo las condiciones de la
objetividad, de la realidad de las cosas.
¿De dónde nos provienen las categorías? Podría decirse que las categorías nos vienen de la
experiencia, pero no es así. Si las condiciones del conocimiento (las categorías) nos las
proporcionaran las impresiones sensibles, que las cosas nos envían, Hume tendría razón y el
conocimiento universal y necesario seria imposible. Las cosas no envían más que
impresiones sensibles; las impresiones sensibles se agruparían en nuestras mentes como
vivencias puras, de un modo casual, en virtud de asociaciones de semejanza, de contigüidad,
de contraste. Entonces esperaríamos que el sol salga mañana, por la simple costumbre de
haberlo visto salir hasta ahora; pero no por un fundamento real. Si las intuiciones fuesen las
encargadas de proporcionarnos esas categorías, que son condiciones del conocimiento, no
habría conocimiento.
Pero si las impresiones no las obtenemos de la experiencia, entonces las pone el sujeto
epistémico. Aquí llegamos, de nuevo, al “giro copernicano”. Todo conocimiento de un
objeto, toda síntesis de una multiplicidad, la hace un sujeto. Condición previa a todo objeto
posible de la experiencia es, por tanto, la existencia de una conciencia que sea razón y origen
de la unidad y de la síntesis. A este sujeto lo llama Kant “unidad trascendental de la
conciencia”, “unidad sintética y originaria de la apercepción”, “sujeto transcendental” “yo
trascendental” (para diferenciarlo de un “yo empírico”). Ninguna experiencia de
conocimiento es posible sin la existencia de este yo trascendental, punto hacia donde
convergen, a través de sucesivas síntesis, la multiplicidad y dispersión de la experiencia. El
yo transcendental, para hacer la síntesis, para construir el objeto, aplica las categorías. Este
es el origen de la objetividad, del conocimiento objetivo: todo lo que es objeto de
conocimiento lo es porque ha estado pensado con las categorías del Entendimiento. Y, por lo
mismo, también éste es el origen de la intersubjetividad y de la posibilidad de la ciencia. De
este modo, el Entendimiento pasa a ser también legislador de la Naturaleza, porque impone
las reglas o leyes (a priori) a las que está sometida la experiencia.
¿En qué ámbito pueden ser aplicadas las categorías? La deducción trascendental de las
categorías delimita el ámbito donde pueden ser utilizadas. El conocimiento se compone de
dos elementos: el concepto con que se piensa un objeto y la intuición por la que recibimos
dicho objeto. Si falta uno de los dos elementos, nos hallamos o ante una intuición ciega o
ante un concepto vacío. Por eso, el conocimiento que proporcionan las categorías constituyen
la experiencia, pero no pueden ser aplicadas más allá de la experiencia. Kant hace una teoría
del conocimiento que, como propedéutica de la Metafísica, elimina la cosa en sí (noúmeno)
como objeto de conocimiento y fija la correlación fundamental del sujeto y el objeto en el
conocimiento: el sujeto es quien convierte la (noúmeno) en objeto de conocimiento
(fenómeno). Sujeto y objeto del conocimiento son términos correlativos que surgen en el
ámbito del pensamiento humano.
Los principios del Entendimiento. Sobre los esquemas se apoyan los principios generales
que el Entendimiento aplica a la naturaleza para hacerla comprensible a través de la necesidad
y la universalidad. Estos principios son las reglas del uso objetivo de las categorías y en ese
sentido pueden considerarse como las condiciones intelectuales de su uso empírico. Kant
aplica a los cuatro grupos de categorías cuatro principios distintos:
Principios matemáticos: Son principios para la construcción de objetos; son constitutivos. Se
refieren a la existencia o constitución de algo como objeto en la experiencia. Rigen la
experiencia posible, en tanto que en ella toman parte las condiciones a priori de la intuición:
espacio y tiempo. Estan referidos solo a la forma de los fenómenos. No son principios
matemáticos, sino principios que legitiman la aplicación de la matemática a los fenómenos.
o Principio de los axiomas de la intuición: todas las cosas son magnitudes extensas. Este
principio pone de manifiesto que todo aquello que quiera convertirse en objeto de
experiencia, tiene que ser antes una magnitud extensa1. Este principio es la explicitación
de las características implícitas en la categoría de cantidad.
o Principio de las anticipaciones de la percepción: todo lo que es real, todo lo que es
objeto de sensación, tiene magnitud intensiva, es decir, un grado. Este principio determina
el objeto de la experiencia en aquello que constituye su realidad misma. Está referido a la
materia del fenómeno, que es lo real de la sensación misma. Mediante este principio
constituimos el aspecto cuántico-material de un objeto.
Principios dinámicos: Constituyen las reglas conforme a las que se explica el fenómeno, como
objeto de experiencia, esto es, como objeto del conocimiento físico-matemático.
o Principio de las analogías de la experiencia: la experiencia sólo es posible cuando hay
una conexión necesaria entre percepciones sensibles. Por ’experiencia’ entiende Kant
conocimiento empírico, es decir, conocimiento de un objeto a través de la percepción
sensible. La experiencia es una síntesis de impresiones sensibles, es la expresión de la
unidad necesaria de la conciencia, una expresión de la apercepción trascendental.
“Analogía” significa “correspondencia”, “relación”, no relación entre las cosas, sino
“relación de relaciones”. Las analogías son principios para la síntesis de lo múltiple con
respecto al tiempo. Son principios determinados no por la experiencia, sino por la
apercepción pura; establecen las condiciones de la experiencia2. Sustancia, causalidad e
interacción (reciprocidad) son condiciones necesarias para crear una unidad con respecto
a lo que Kant llama los tres modos del tiempo: duración, sucesión y simutaneidad. Así, un
objeto podrá estar en relación con el tiempo de tres formas diferentes: respecto a su
permanencia en el tiempo, respecto a la sucesión con otros en el tiempo, respecto a la
simultaneidad con otros en el tiempo.
Primera analogía: principio de la permanencia de la sustancia. Hablar de cambio
es presuponer la existencia de algo que no cambia. Una condición necesaria para
decidir si algo ocurre antes de, después de o simultáneamente a otra cosa, es que haya
algo que permanezca incambiado, es decir, que debe de haber siempre un sujeto del
cambio, la sustancia.
Segunda analogía: todos los cambios se producen en conformidad con la ley de
conexión de causa y efecto. Si veo que algo sucede o veo que algo ha sucedido, puedo
saber a priori que hay una causa. Pero sólo la experiencia puede decidir cuál es esta
causa.
Tercera analogía: todas las cosas que existen simultáneamente se encuentran en
relación recíproca.
o Principio de los postulados del pensamiento empírico: Indican las condiciones bajo las
que algo puede ser considerado como posible, real o necesario. Explican cómo ha que
determinar la existencia del objeto. “Postulado” significa requerimiento, exigencia. Se
trata de las exigencias a las que están obligadas los objetos de la experiencia en cuanto
que pueden poseer distintos modos de existencia.
Primer postulado (posibilidad). Afirma que lo posible es lo que está de acuerdo con
las condiciones formales de la experiencia, es decir, debe estar de acuerdo con los
axiomas de la intuición, las anticipaciones de la percepción y las analogías de la
experiencia. El postulado de la posibilidad exige que, el concepto de una cosa deba
estar conforme con las condiciones formales de la experiencia en general. Este
requerimiento constituye la verdad trascendental del conocimiento, la cual precede a
la verdad empírica del mismo como su condición de posibilidad.
Segundo postulado (realidad). El criterio para que algo sea real es que aparezca
como percepción sensible, o pueda ser relacionado con ella. Este postulado expresa
la tesis empírica de que la reflexión sobre un concepto nunca es base suficiente para
garantizar nuestra conclusión de que ese concepto es de algo real. Sólo la percepción
sensible puede decidir lo que es real.
Tercer postulado (necesidad) Una consecuencia de la segunda analogía parece ser
que todo lo real sea también necesario. Todo ocurre según determinada ley y por lo
tanto todo debe ser necesario. La diferencia entre lo real y lo necesario es, por lo
tanto, epistemológica. Que algo aparezca como percepción sensible nos autoriza
meramente a llamarlo real. Sólo cuando algo es reconocido como evento deducible
por una ley empírica particular, es reconocido como necesario.
El sistema de los principios del Entendimiento es también el sistema de la unidad de la
naturaleza y de la unidad que representa el conocimiento. El Entendimiento construye un
mundo, o una naturaleza, porque su labor consiste en lograr la síntesis de la diversidad. A la
síntesis que la subjetividad humana lleva a cabo, en la Estética trascendental, unificando la
multiplicidad de lo dado mediante las formas del espacio y el tiempo, se añade, como
culminación, la síntesis ulterior que esta misma subjetividad humana realiza, en la Analítica
trascendental, mediante el Entendimiento y el uso de las categorías y de los principios del
Entendimiento. Esta unificación definitiva se llama experiencia o naturaleza, y sobre ella
impone el Entendimiento sus leyes. Puesto que, tanto en lo que se refiere a la Sensibilidad
como al Entendimiento, se trata de la imposición de una forma trascendental (que se
corresponde con la estructura racional del sujeto) impuesta a la experiencia, existe una sola
experiencia y existe una sola naturaleza, que es la que se corresponde con la capacidad
unificadora y legisladora de la razón humana, en cuanto razón pura; como sólo existe, por lo
mismo, un solo yo trascendental. Ahora bien, advierte Kant, aunque “los principios del
Entendimiento puro no son otra cosa que principios a priori de la posibilidad de la
experiencia y que a ésta se refieren todas las proposiciones sintéticas a priori”. Pero la mente
humana tiende a usarlos más allá de la experiencia, tratando lo que es la cosa en sí (noúmeno)
como si fuera algo percibido por la intuición, como si fuera fenómeno, llevada por el mismo
impulso que la obliga, en su tarea imposible y necesaria a la vez de hacer Metafísica, a
plantearse preguntas que no puede rechazar, pero que tampoco puede responder.
a) Alma
Kant hace ver que del alma no podemos predicar nada, porque el alma no puede ser objeto
de conocimiento, no se trata de un fenómeno dado en la experiencia. En la experiencia, en el
tiempo, que es donde se dan los fenómenos anímicos, lo único que obtenemos cuando
miramos hacia nuestro interior es una serie constante de vivencias, que van desplazándose
unas a otras y que además cada una de ellas tiene, dentro de sí, una señal doble: es por un
lado vivencia de un yo y por otro lado vivencia de una cosa; pero no encontramos ninguna
vivencia que pueda ser considerada como ’alma’. Por tanto, no podemos, sin transgredir las
condiciones del conocimiento, considerar el ’alma’ objeto a conocer. La psicología
racional [12] comete una trasgresión al presentarnos la sustancia "alma" como algo fuera del
tiempo.
Kant nos hace ver que si consideramos el universo como una cosa en sí de la que podemos
predicar propiedades metafísicas, nos encontraremos con que del universo podemos predicar
afirmaciones contradictorias y, sin embargo, ambas afirmaciones son igualmente
demostrables. Cada una de estas contraposiciones de tesis y antítesis, igualmente probatorias
acerca del universo, las llama Kant antinomias; y descubre en la Metafísica cuatro
antinomias.
Primera antinomia.
o Tesis: el universo tiene un principio en el tiempo y límites en el espacio.
Demostración: El universo debe tener un principio en el tiempo, porque de lo contrario no
tendría sentido lo que llamamos acontecer1. Si el universo es algo que existe, tiene que
haber empezado a existir en un momento del tiempo y cesará de existir en otro momento
del tiempo. Y, por otra parte, tampoco puede ser infinito en el espacio, sino que tiene que
tener un límite, perque todo lo que existe representa una realidad que no es el espacio, sino
una cosa en el espacio, de lo contrario podria confundirse con el espacio mismo.
o Antítesis: el universo es infinito en el tiempo y en el espacio.
Demostración: Si suponemos que el universo tuvo un principio en el tiempo, ¿qué había
antes del universo? No tiene sentido suponer que antes del universo no existía nada,
porque de la nada, nada sale. Para que el universo exista, tenía que existir algo antes del
universo y ese algo existía en el tiempo. Mas si existió algo antes del universo en el tiempo,
es porque no hemos utilizado la palabra ’universo’ en toda su extensión, pues de haberlo
hecho, habríamos incluido esa cosa dentro del concepto ’universo’.
Segunda antinomia:
o Tesis: todo cuanto existe en el universo está compuesto de elementos simples, indivisibles.
Demostración: la existencia de algo implica necesariamente que ese algo, que existe en el
espacio, esté compuesto de elementos mínimos indivisibles; que son simples.
o Antítesis: lo que existe en el universo no está compuesto de elementos simples, sino de
elementos infinitamente divisibles.
Demostración: si suponemos la existencia de algo en el espacio y ese algo es real, entonces
ocupa un lugar del espacio; y si ocupa un lugar del espacio, posee extensión; y si es extenso
es divisible.
Tercera antinomia:
o Tesis: el universo tiene que haber tenido una causa, que sea incausada.
Demostración: por la categoría ’causalidad’, no podemos suponer nada real que no sea
efecto de una causa; por consiguiente no podemos en modo alguno detenernos en la
investigación de las causas.
o Antítesis: el universo no puede tener una causa, que ella a su vez sea causada.
Demostración: si nos detenemos en la investigación de las causas, todo nuestro
conocimiento de las cosas reales está colgado de una incógnita, esta colgado de una
contingencia absoluta.
Cuarta antinomia: (es una variante de la anterior)
o Tesis: ni en el universo ni fuera de él no puede haber un ser necesario.
o Antítesis: en el universo o fuera de él ha de haber un ser que sea necesario.
Como hemos visto, podemos emitir tesis contradictorias acerca del universo e igualmente
plausibles a los ojos de la razón pura. Esto no puede ser. Tiene que haber un error. Según
Kant, en las antinomias matemáticas (las dos primeras), el error consiste en haber tomado el
espacio y el tiempo como cosas en sí, en lugar de tomarlos como formas que nuestra facultad
de conocer imprime a los fenómenos. Por tanto, las tesis y las antítesis de las dos primeras
antinomias son falsas, porque parten de un supuesto contrario a las leyes y condiciones del
conocimiento.
En las dos últimas antinomias, la solución para Kant es la contraria. Las tesis y las antítesis
pueden ambas ser verdaderas. Porque las tesis se ajustan a las leyes del conocimiento, como
cuando se piensa, con razón, que de todo ser, de toda realidad hay una causa que la determina,
y ésta a su vez también tiene una causa, y así sucesivamente. Pero en cambio las dos antítesis
se salen de las condiciones de todo conocimiento posible y se refieren a cosas en sí. Ahora
bien, supongamos que exista una vía para llegar a las cosas metafísicas, que no sea la del
conocimiento científico. Supongamos que exista en el campo de la conciencia humana una
actividad que no sea la actividad de conocer, pero que pueda conducirnos a la aprehensión o
captación de las cosas metafísicas. Entonces las tesis y las antítesis serán perfectamente
compatibles, porque las tesis son válidas en el mundo de los fenómenos, mientras que las
antítesis son válidas en el mundo de los noúmenos.
c) Dios
El argumento ontológico: yo tengo la idea de un ser perfecto; este ente perfecto tiene que
existir, porque si no existiera le faltaría la perfección de la existencia y no sería perfecto. Kant
discute este argumento y muestra que ’existencia’ es una categoría formal que sólo podemos
aplicar legítimamente a las percepciones sensibles. De modo que para afirmar que algo existe,
no basta con tener la idea de ese algo, sino además hay que tener la percepción sensible
correspondiente. Como de ’dios’ no tenemos la percepción sensible correspondiente, tampoco
podemos afirmar su existencia. O dicho de otro modo: podemos decir que tenemos la idea de
un ente perfecto; que tenemos la idea de que ese ente perfecto existe, porque en la idea de un
este perfecto está contenida la idea de la existencia. Pero de las ideas no podemos salirnos.
El argumento cosmológico consiste en ir enumerando serie de causas hasta tener que llegar a
detenerse en una causa incausada, que es dios. Pero esto es fácil de refutar. El error del
razonamiento consiste en que se cesa de pronto de aplicar la categoría de causalidad sin motivo
alguno.
El argumento físico-teleológico, que es el de la finalidad. Es el de describir y descubrir en la
naturaleza una formas reales de cosas adecuadas a un fin, como, por ejemplo, la estructura del
ojo humano para ver, ), cuyo funcionamiento no podemos explicar sin acudir a la existencia de
una inteligencia creadora. Kant muestra que el concepto ’fin’ es uno de esos conceptos
metódicos que utilizamos para describir la realidad, pero del cual no podemos sacar ninguna
otra consecuencia, sino que tal o cual forma es adecuada a un fin. No podemos, sin salirnos de
los límites de la experiencia, sacar de esa adecuación a un fin conclusiones referentes al creador
de esas formas.
d) Resultados de la Dialéctica trascendental
Kant ha mostrado que el error de las argumentaciones de la Metafísica consiste en que se
salen de los límites de la experiencia; en que aplican las categorías o no las aplican según
capricho; en que toman por objeto de conocimien lo incognoscible, la cosa en sí (noumeno).
La Metafísica, por consiguiente, comete el error de querer conocer lo incognoscible. Es, pues,
una disciplina imposible.
La Crítica de la Razón pura, que es una propedéutica, una teoría del conocimiento
destinada a anteceder a la Metafísica, nos conduce a la conclusión de que la Metafísica es
imposible como conocimiento científico. La Metafísica, que desde Parménides viene
teniendo la pretensión de ser un conocimiento científico, racional, teorético, de las cosas en
sí, es, como conocimiento científico completamente imposible. Las ideas trascendentales no
nos ofrecen ningún conocimiento científico. Pero esto no significa que Kant no las concediera
valor. No tienen un uso cognoscitivo, pero sí tienen un uso regulativo: unifican los
conocimientos del Entendimiento. En su uso regulativo, las ideas trascendentales señalan,
negativamente, los límites que el conocimiento científico no puede traspasar. Y
positivamente impulsan al ser humano a seguir investigando, tratando de encontrar una
mayor unificación y coherencia entre todos sus conocimientos.
Y así Kant prepara el terreno para una nueva Metafísica elaborada por la Razón práctica
que tendrá la Ética como apoyo para fundamentar las ideas transcendentales.
cuestión de Dios en Heidegger: metafísica, pensamiento
del ser, pensamiento según la poesía (1)
NÉSTOR CORONA
Facultad de Filosofía y Letras Universidad Católica Argentina.
RESUMEN
Tanto el poeta, como el pensador del ser que llega hasta lo Ereígnísy el pensador que
piensa en seguimiento de la poesía acaban en el silencio.
ABSTRACT
The article sets out the question of God from the starting point of Heidegger's criticism
of metaphysics. In the first place, the derivative character of the fundamentally causal,
logical procedure is presented in order to then show that, according to Heidegger, the
true fundamental that has been hidden, resulting in this way in ontic fundamentation,
is Being itself (abyss) that, manifested as such, annuls the questioning "Why?" From
there the Supreme Being, First Cause, that onto-theo-logical metaphysics has
identified with God, is criticized.
God is presented in His divinity, according to Heidegger, in the first place in the word
of Hólderlin, where the Quartet-being, with his Divine beings, points towards that God,
which thus appears beyond such a Quartet-being. Thinking then has as its own task
the following of that poetic language.
The poet as much as the thinker of the being that climbs to the Ereignis, and the
thinker that thinks of following poetry, finish in silence.
In such a silence, preceded by "unnamed ñames", none other than the divine God is
made present, the "true" God according to Heidegger.
Key words: Being, Foundation, Cause, Abyss, Onto-Theo-logy, Sacred, Divinity, God,
Thought, Ereignis, Thought in the pursuit of poetry, Silence.
INTRODUCCIÓN
El estar del hombre en la no verdad y en la verdad "al mismo tiempo" no significa para
Heidegger que el hombre se hallaría en el error y la verdad a la vez. Más bien ello
significa que el ser del hombre se halla, según su propio estar siendo -al menos en lo
más corriente de su vida-, en el límite móvil entre lo inmediato y casi superficial de lo
que es y de él mismo y de lo más propio, definitivo y originario de lo que es y de él
mismo.
En este trabajo se intentará mostrar que esta posición cambiante del hombre y de las
cosas, que aparece en Ser y Tiempo, y que allí corresponde a la existencia del Dasein
que cada uno de nosotros es, que oscila, en el borde de la angustia, precisamente,
entre la "caída" que es la "inautenticidad" y la "autenticidad", es en rigor el amplio
acontecer que es el movimiento fundamental que afecta histórico-epocal-mente a todo
cuanto es, marcando la historia del pensar y de la historia simplemente, y allí el
aparecer entonces de Dios en "no verdad" o "en verdad".
El paso de la no verdad a la verdad -de la existencia inauténtica a la existencia
auténtica-, que en Ser y Tiempo debe darse atravesando el "temple de ánimo
fundamental de la angustia" (die Grundbefindlichkeit der Angst) corresponde al paso
de la ontología tradicional a un nuevo modo de pensar; y esto último, precisamente, es
el cometido que, como tarea primera de su ontología fundamental, lleva a cabo lo que
Heidegger en Ser y Tiempo llama una "destrucción de la historia de la ontología" y que
también se denominará como Abbau (deconstrucción) de la metafísica. Tal
deconstrucción es el paso de la no verdad de la metafísica a la verdad del
pensamiento.
Hay así, en general, en el pensamiento de Heidegger, una pars destruens y una pars
construens. Se intentará exponer ambas partes, la de la no verdad -no del error- y la
de la verdad, en lo que hace el centro mismo de todo pensamiento -y de todo cuanto
es, cosas y hombre-: la cuestión de Dios.
1. La crítica a la metafísica
Se puede advertir que lo que dice Heidegger solo puede ser dicho si el ser mismo se ha
mostrado como sí mismo como diferente y así fundamento -fundamento entonces no
óntico: verdad ontológica que da lugar a la verdad óntica-. En una síntesis
apretadísima: el ente es del ser, y el ser es del ente; donde indisolublemente el ser
funda, es fundamento y el ente es lo fundado.
Con lo dicho debe quedar claro también que esta noticia del ser mismo como
fundamento -y sus consecuencias- no ha podido ser alcanzada por una prolongación o
profundización del proceder metafísico; el proceder metafísico se mueve en la línea de
lo óntico, no advierte la diferencia del ser mismo. Aquí se ha dado un "salto" por el que
el pensamiento se ha ubicado -o ha sido llevado- "más allá", o mejor, a un "antes" de
la metafísica.
Y algo más. Con las reflexiones expuestas de De la esencia del fundamento habrá
quedado claro -piensa Heidegger- que el ocultamiento del ser mismo y, con ello, su
carácter de "verdadero" fundamento, ha quedado de manifiesto el "lugar del
nacimiento" del principio (óntico) de razón -y de causalidad de Leibniz-, y que en él la
metafísica manifiesta su propia naturaleza y en él dice lo insuperable que la constituye
y la constituye como saber fundamentante, a saber, su proposición-límite
indemostrable.
Si los entes aparecen reclamando causas, razones ónticas, esto es, si el ser como tal
no aparece, ello obedece a que el ser siempre precomprendido se ha dado al
pensamiento según el sentido de objetividad: ser es ser objeto -objeto: lo enfrente, en
sí, neutro para el hombre sujeto-. En efecto, si todo es objeto, lo en sí, substantia, y el
hombre es también, en sí, substancia, aunque como sujeto, el ser no puede ser sino,
como los entes, un objeto, o más precisamente, parte objetiva del ente,
universalizable por el sujeto, que ha de llegarse hasta él con su "conocimiento".
Así, es el ser mismo, según Heidegger, el que, dándose, transitando hacia los entes y
el pensamiento según el sentido de objetividad, se oculta, se retira (Entzug des
Seins), se hace "olvidadizo" para el pensamiento (Seinsvergessenheit), permite que
solo aparezcan los entes y con ello se oculta a la vez como "verdadero" fundamento, y
así permite que aparezcan los entes, en la filosofía y en las ciencias, como "no
verdaderos" fundamentos, a partir de la entonces inevitable pregunta: "¿por qué?".
Pero lo que se acaba de decir solo ha podido ser dicho porque el ser mismo se ha
mostrado; y ello ha sido posible para el pensamiento reflexivo -que ha superado la
filosofía-metafísica- porque el ente se manifiesta ahora -y precisamente desde
su "es"- ya no como objeto (Gegenstand). El ente es ahora lo que transita hacia el
hombre, desde sí sobreviene al hombre (gegen-über), acontece a una con él,
manifestándose así ya no como algo neutro a alcanzar, sino como tema de la
existencia humana, con rostro propio-y-humano.
Así entonces, es el ser mismo el que en su historia de su donación de sentidos del "es"
del ente (Seinsgeschichte) -destino- ha hecho posible su ocultamiento y con ello la
aparición de los fundamentos ónticos "no verdaderos" de la metafísica y de las
ciencias, y también, en una "nueva época", su manifestación como fundamento
"verdadero", como abismo.
En el marco del ente como objeto -ya se ha adelantado esta temática- el ser aparece
como parte también objetiva del ente, y también en razón de tal objetividad aparece,
según Heidegger, como fundamento-causa en cada ente; y si aparece como algo
general abarcador, ello se debería solo al proceder unlversalizante de la razón: no
"hay" el ser simplemente tal. En tal concepción, dado que todo ente siempre aparece
como necesitado de fundamento -ya se vio esta cuestión-, desencadenado el proceso
de fundamentación del sujeto, debe aparecer un ente-objeto -recuérdese: solo hay
ente- que sea fundamento-causa, por su ser -recuérdese: el ser (esse) es fundamento-
causa en cada ente-, del ser de todo ente y de sí mismo como ente (causa suí). Tal
ente es el ente supremo, el que "más es" (das Seiendste), el fundamento-causa
primera de todo ente. Este ente es, para la metafísica, Dios.
Distintas cuestiones deben precisarse. Luego de haber visto ya el paso del "verdadero"
fundar del ser al "no verdadero" fundar de los entes -y aquí del ente supremo-, habrá
que explicar cómo se pasa del fundar en el medio de la comprensión que se da en el
tríptico anteriormente señalado, al fundar precisamente como causar y causar según la
eficiencia. En segundo lugar, habrá que precisar, con Heidegger, cómo aquel ente
supremo-primera causa llega a ser identificado con Dios; o en otros términos de
Heidegger, "cómo entra Dios en la metafísica".
La physis griega designa al ser y al ente como lo que desde sí adviene al hombre en la
comprensión. Pero allí, como se vio, el ser lleva la delantera, él es el que, adviniendo,
permite el advenir, el desocultarse del ente. En este carácter, el ser -y a la vez como lo
que reúne- es lo que los griegos llamaron lógos; es
entonces lógos como Vorliegenlassen, permitir estar de cara a, Boden bilden, formar
suelo, Gründen,fundar (el fundamento-abismo ya mencionado). Pero precisamente así
se da con el ser un cierto traer el ente a sí mismo, a lo suyo propio como hacerse
presente: es, en palabra de Heidegger, un Hervorbringen(traer a ponerse enfrente). Y
es este Hervorbringen lo que derivaría hacia el Hervorbringen del ser -devenido
objetivo en cada ente y en el ente supremo- como producir como eficiencia
causal (Wirken, Machen), que pone al ente como existente en sí objetivamente.
Pues bien, son conocidas las expresiones de Heidegger ante tal Dios.
"Esto es la causa (Ursache) como Causa sui. Así suena el nombre
adecuado para el Dios en la filosofía. A este Dios el hombre no puede ni
orarle ni ofrecerle sacrificios. Ante la Causa sui el hombre no puede caer
de rodillas por temor, ni puede ante este Dios tocar instrumentos
musicales y danzar" (8). "Así entonces, donde todo lo que se hace
presente se presenta en la luz del contexto de causa-efecto, hasta Dios
puede perder para el representar (Vorste-lleri) todo lo sagrado y toda la
altura, lo misterioso de su lejanía. Dios puede rebajarse, en la luz de la
causalidad, hasta una causa, la causa eficiente. Entonces hasta en la
teología misma llega a ser el Dios de los filósofos, esto es, de aquellos
que determinan lo desoculto y lo oculto según la causalidad del
hacer (des Machens), sin meditar allí jamás la procedencia esencial de
esta causalidad" (9).
Pero además se lee en Heidegger:
A esta altura de las reflexiones con Heidegger, será conveniente hacer un breve
balance, atendiendo en particular a lo dicho últimamente:
1. El pensar del ser mismo diferente ha mostrado lo que se debe llamar el carácter no
originario de la metafísica y en especial el de su fundamento último óntico como
primera causa eficiente, esto es, el carácter de "no verdad" de esta última, identificada
en la metafísica con Dios.
2. El ser mismo como abismo es el fundamento "verdadero", que precisamente se ha
retirado y ha sido así olvidado, dando entonces lugar a los fundamentos y al
fundamentar ónticos, causalísticos de la metafísica y las ciencias, en el preguntar ¿por
qué?, y al principio de razón suficiente.
3. Con la manifestación del ser como fundamento-abismo acontece el pensar "sin ¿por
qué?".
4. Desde el Dios de la experiencia del hombre religioso aquella primera causa-ente
supremo no aparece propiamente como Dios.
5. El pensar del ser mismo diferente es un "pensar sin Dios".
6. El ser mismo diferente, fundamento abismal, no es Dios.
7. El pensar del ser mismo diferente, fundamento abismal, no es ateo.
8. Tal pensar prefiere -en primer lugar- callar en la cuestión de Dios.
9. Tal pensar está más cerca del "Dios verdadero" que lo que lo está la metafísica con
su ente supremo-causa primera, Causa sui.
10. En todo caso, el Dios Causa sui debe ser pensado, congruentemente, como el Dios
"no verdadero".
Con una particular cuestión se podrá ir cerrando esta primera parte de esta exposición.
La cuestión podría formularse así: ¿desde dónde hace su crítica Heidegger al Dios de la
metafísica? O también: ¿qué hace decir a Heidegger que el Dios de la metafísica no es
el Dios divino, o, como se ha dicho, el "verdadero" Dios?
En primer lugar cabe afirmar, en general, que si la metafísica es, como tal, algo
derivado, no originario, mal puede ser "lo último" de ella, esto es, el ente supremo-
primera causa óntica, lo último simplemente y así Dios; y agregúese a ello que mal
puede ser Dios un dios que, como afirma Heidegger, "rinde cuentas" al hombre.
Pero en verdad, que Dios sea Dios por ser lo último indisponible -y realizador- para el
hombre es algo patente para el hombre de la experiencia religiosa -y así Dios es un
nombre que pertenece a esa experiencia-. De tal modo, parece que se debe afirmar
que el apoyo de Heidegger para su crítica al Dios metafísico viene dado desde la
experiencia religiosa. Y cabe pensar que aquí se hallan jugando un papel decisivo, al
menos en principio, los análisis que Heidegger hiciera de la vida religiosa, y en
particular de la del cristiano, en los primeros pasos de su carrera.
Una respuesta a esta pregunta por parte de Heidegger requeriría distinguir muchos
matices en distintas etapas de su pensamiento.
Ahora bien, ¿cómo se da esa cercanía al verdadero Dios en el pensamiento del ser o,
también y al mismo tiempo, en el ser del pensamiento -pensamiento del ser tiene el
sentido de un genitivo objetivo y subjetivo según la Carta sobre el humanismo-!
Ser es para Heidegger mundo y ello significa que es el cómo englobante según el cual
se manifiestan los entes. El sentido del "es" -como objetividad o no objetividad-,
permite, precisamente, que los entes se manifiesten o bien como objetos neutros
frente al hombre -dando lugar así a la metafísica y a las ciencias y a la
técnica dominadoras-, o bien como lo que sobreviene al hombre aconteciendo a una
con él, de modo de ser íntimo "tema" cualificante de su existencia. Ser es así en este
segundo caso, para los entes, ser desde sí hacia el hombre, portando ya "intención"
humana cualificante -los entes son así "humanos"-; y ser es, para el hombre,
habérselas desde sí, en la comprensión, con tales entes, ex-sistir, ser hacia ellos -
"previo" su ex-sistir hacia el ser, en el siempre presente decir (manifiesto o no) "es"-.
Ser, entes y hombre constituyen un único acontecer.
Tal Dios "verdadero" solo puede darse, según Heidegger, allí donde lo que aparece, los
entes, todo cuanto es, se manifiesta, precisamente, como lo otro que adviene al
hombre -como no objeto-; solo allí, en el horizonte de la no objetividad, podría darse
el advenimiento de Otro como Dios.
Entonces, solo allí donde el "es" dicho por el hombre no tiene el sentido de objetividad
puede hacerse presente Dios. Pero el "es" como no objetividad se muestra
precisamente como el advenir desde sí al hombre; así, lo que es no "es" sin el hombre
y es aquello hacia lo que constitutivamente el hombre, por su parte, es, esto
es, existe. De este modo, cuando el ser en su Seinsgeschichte así se muestra -y solo
allí aparece a la reflexión como diferente-, se da allí la "cercanía del ser" y/o "la
cercanía del hombre al ser"; allí se da la auténtica habitación del hombre: ser y
hombre aconteciendo a la vez en mutua e íntima pertenencia.
Por cierto esto puede ser experimentado y dicho por el pensamiento, pero lo que de
ello, de tal manifestación del ser se sigue, a saber, la experiencia no objetivante de los
entes, pertenece a la existencia, a la vida, sin que sea necesario el paso del
pensamiento explícito.
Es en tal existencia -radicalmente, desde la cercanía del ser- donde puede darse,
según Heidegger, la experiencia de Dios. Pero esta experiencia tiene "grados". Así
habla Heidegger de la experiencia de lo Sagrado, de la Divinidad y de Dios. Cabe
interpretar, respectivamente: la cualidad atmosférica que envuelve a las cosas y a
Dios, en cuento ellas remiten a él; la alteridad de Dios respecto de todo, y el mismo
Dios.
Pero para poder decir tal cosa, el pensador del ser ha tenido que acercarse al hombre
religioso y escuchar su palabra. Y esto ha sucedido con Heidegger en dos pasos.
En primer lugar, parece posible hacer un análisis de lo que otro, aquí el hombre
religioso, dice, aun cuando en el propio discurso del ser no hayan aparecido, en la
experiencia "personal", los dichos de ese hombre religioso.
Por otra parte, aun cuando el análisis, desde el ser, de lo Sagrado, la Divinidad y Dios
pueda ser en un comienzo un análisis de lo dicho por el hombre religioso, no deja de
ser un análisis "interesado". Ahora bien, ¿ese interés no significa en realidad una
atracción, una insinuación de la presencia de la cosa de la que habla lo dicho? O de
otra manera: ¿no significa ello que hay ya allí una aurora -al menos- de experiencia
religiosa?
La cercanía del pensar del ser respecto del Dios divino, "verdadero" consiste entonces,
según Heidegger, en que es el ser el que permitiría la manifestación de ese Dios, al
configurar un "verdadero" mundo, un mundo del acontecer a una, uno para otro, ente
y hombre, en íntima familiaridad, donde uno y otro se reflejan mutuamente.
Finalmente, una importante cuestión queda a esta altura pendiente. El ser es el que,
en su manifestarse, permite que los entes "sean", se nos hagan presentes. Ahora bien
si, como se dijo, el ser permite la manifestación de lo Sagrado, la Divinidad y Dios, ¿no
habrá que concluir que Dios es un ente? Y así, ¿habrá que decir de Dios que "es"? Por
otra parte, en la Carta sobre el Humanismo -y no solo allí-, Heidegger afirma que el
ser mismo no es Dios.
Solo la profundización en el análisis de lo que Heidegger llama la experiencia de la
cercanía del ser -también nombrada como experiencia de la cercanía del claro del ser o
de la verdad del ser- puede echar luz sobre esta cuestión.
Aquí los textos decisivos para esta exposición son "Bauen, Wohnen, Denken"
("Construir, habitar, pensar") "Das Ding" ("La cosa") y "...dichterisch wohnet der
Mensch..." ("...poéticamente habita el hombre...") (14).
Así, la cosa como tal hace presente el mundo. Y este mundo se compone ahora, según
Heidegger, de cuatro regiones (Gegenden); la Tierra (die Erde), el Cielo (der Himmel),
los Divinos (die Gottlichen) y los Mortales (die Sterblichen). La cosa es entonces cosa
cuando reúne a los cuatro del Cuarteto (das Geviert). Y estos cuatro son aquello que
finalmente nos es posible -el horizonte de nuestra existencia- y así aquello desde
donde y hacia donde la Cosa es cosa, cosea.
No es posible entrar aquí en todo el sutil análisis que provoca esta concepción de
Heidegger. Se destacarán solo algunos puntos decisivos.
El mundo, que por cierto no es algo subjetivo, además no "es", como sí son los entes;
el mundo tiene un modo propio de darse a una con el hombre: el mundo mundea
(Welt weltet) -modo de expresarse muy temprano en Heidegger-. Y este mismo modo
de hablar se encuentra en esta etapa del pensamiento de Heidegger; solo que ahora el
mundo mundea, mostrando su rostro más "verdadero" como Cuarteto.
Y la Cosa cosea dirá Heidegger. En síntesis, mundo y cosa son diferentes y a la vez se
pertenecen mutuamente: el cosear de la Cosa es reunir mundo, el Cuarteto; la Cosa
cosea mundo; mundo "mundea" en el cosear de la Cosa.
Tierra y Cielo del cuarteto designan los fenómenos de la naturaleza, pero tal como
ellos nos acontecen familiarmente, antes de ser objetos científico-técnicos.
Los mortales -recuérdese el "ser para la muerte" de Ser y Tiempo- somos los hombres
en lo definitivo nuestro, la posibilidad extrema de la muerte. Y esto significa la muerte
como "real posibilidad", esto es, actuante ya como horizonte de sentido en las
realizaciones singulares. La muerte como la ausencia de toda figura de realización,
ausencia de toda figuración de la existencia.
Los Divinos son, para Heidegger que escucha a Hólderlin, los mensajeros de la
Divinidad o simplemente de Dios. Se trata de los fenómenos de la naturaleza -Cielo y
Tierra- pero ahora ya no simplemente como tales marcos dados de nuestra existencia,
sino en cuanto, precisamente, remiten a Dios. Heidegger muestra la constitución de la
textura de los mensajeros: en tales Divinos Dios se envía (schicket sich), y es así como
ellos son sus mensajeros. Se puede interpretar que los fenómenos de la naturaleza,
conmovidos por el Dios que en ellos se envía -¿son tocados por Dios?-, se transfiguran
y se vuelven señales hacia ese Dios: pero así Dios mismo no se hace presente.
Y según Heidegger, las cuatro regiones del Cuarteto -cada una de ellas un todo
armónico- constituyen un todo, en cuanto se reflejan, se espejan, se reclaman
mutuamente.
Nótese aquí algo de decisiva importancia. La muerte, que en Ser y Tiempo parecía un
final "sin salida", aparece ahora acompañada por las señales hacia Dios; ella refleja en
sí misma a los mensajeros de Dios.
Y algo más. En Ser y Tiempo la muerte era, como se acaba de decir, la posibilidad
última del Dasein, "la posibilidad de la imposibilidad sin medida de la existencia"; pero
también es para Heidegger, en La proposición del fundamento, aquello que "como la
suprema posibilidad del Dasein, tiene la máxima capacidad en cuanto a la claridad del
ser y su verdad" (16) -también: la muerte es el cofrecillo de la nada y esta es la
custodia del ser- (17). Esto se explica porque la angustia, que es angustia ante el "no
ente", es decir, ante el hundimiento de toda significatividad para la realización de la
existencia, es así angustia ante la "nada"; y precisamente la nada es la nada de ente,
y así es el velo tras el cual se hace presente el ser-mundo.
El ser-mundo es ahora el Cuarteto. Así entonces, cabe decir que de entre las cuatro
regiones del Cuarteto es la muerte, la experiencia de la "presencia" de la posibilidad de
la muerte -los Mortales- la puerta privilegiada que abre al mundo-Cuarteto. Pero ahora
esa muerte aparece "junto con" los Divinos, los mensajeros de Dios: muerte y
finalmente Dios se reclaman mutuamente -las cuatro regiones se espejan
mutuamente-; o mejor: muerte y el Dios que se anuncia se dan a la vez.
Ahora bien, en tal "verdadero" mundo se da el habitar (Wohnen) propio del hombre -el
"verdadero", "auténtico" ser-en-el-mundo-. Este habitar se despliega cabe las cosas
como construir (Bauen), que se diversifica en un proteger y cuidar (He gen und Pfie
gen) lo que crece -es el sentido del colere latino- y un erigir (Errichten) construcciones
-es el sentido del aedificare latino-. Este así habitar es todo él un respetar
(Schonen) las cosas, que así permite precisamente que advengan como Cosas
(Dinge) -"verdaderos" entes- y que en ellas se haga presente el Cuarteto.
La medida del poetizar, la medida del mundo es para Heidegger, siguiendo a Holderlin,
no Dios sino sus mensajeros, los Divinos. Dios, enviándose en Cielo y Tierra y
formando así -por la conmoción de los fenómenos de Cielo y Tierra- a sus mensajeros,
los Divinos, permanece desconocido, retirado en su intimidad. Dios se manifiesta
ocultándose "tras" aquellos que hacen señas hacia él; los Divinos no son Dios, son sus
"figuraciones", "imaginaciones" (Ein-bildungen) -vale repetir: Dios mismo no se hace
presente-, que en sus figuras señalan hacia el Invisible. Heidegger habla de la
"palpitante ausencia de Dios" y "del permanente acercarse del Lejano".
Y si esto es así, siempre "faltarán nombres para ese Dios", siempre al final será el
silencio... elocuente.
Se puede advertir que los Divinos ahora pensados por Heidegger en pos de Holderlin
ocupan el lugar anterior a Dios que antes podía atribuirse a lo Sagrado -que podía ser
pensado como aquella dimensión en la que los entes se exceden misteriosamente a sí
mismos en dirección hacia Dios-. Hay razones para interpretar, teniendo en cuenta el
"organismo" total del pensamiento de Heidegger, esto es, con Holderlin y más allá de
Holderlin, que eso Sagrado es ahora precisamente la región de los Divinos del Cuarteto
-también habla Heidegger de lo Divino (das Gottliche)-.
Este es el lugar ahora para una importante reflexión. Al considerar la Carta sobre el
Humanismo, se había planteado la cuestión de la posibilidad de considerar a Dios como
ente, en razón de que su aparición venía "condicionada" por la manifestación del ser.
Pues bien, ahora, si el Cuarteto es el nuevo nombre del ser -su rostro familiar y más
originario-, y sus Divinos remiten, más allá, al Dios oculto y retirado en su intimidad,
corresponde pensar, volviendo a la terminología del pensamiento del ser y el ente, que
Dios se halla más allá del ser (Cuarteto) -y en la Carta Heidegger había advertido que
el ser no es Dios-. Por otra parte, cabe recordar que Heidegger ha dicho, en otro lugar,
que la Carta solo habla "sugiriendo".
Una última consideración. Se ha visto que el ser-mundo aparece ahora como Cuarteto.
¿Cómo entender este cambio de lenguaje?
Desde el punto de vista del filósofo y del pensador, la frontera última, el horizonte
último, el reunidor y englobante supremo de todo cuanto es y, con ello, de lo
cognoscible y pensable por el hombre, incluido él mismo, viene dicho en la
palabra ser. Ahora bien, la experiencia total pensante del poeta, o simplemente del
hombre viviente en plena lucidez, advierte aquel ser como un abstracto, precisamente
frente a su no menos total, final y abarcadora experiencia; experiencia en la que, en
su palabra, aquel horizonte último será, "concretamente" la naturaleza que le es dada,
y el no menos dado doble abismo de "abajo" -la muerte- y de "arriba" -el Dios
anhelado, oculto "tras" lo que aparece y que así remite hacia él-.
"Lo que permanece extraño al Dios, los aspectos del cielo, esto es, lo
familiar al hombre. ¿Y qué es esto? Todo lo que en el cielo y así bajo el
cielo y así sobre la tierra brilla y florece, suena y huele, crece y viene,
pero también va y decae, pero también grita y calla, pero también
palidece y oscurece. En esto familiar para el hombre pero extraño para el
Dios se destina (schicket sich) el desconocido para permanecer allí
cobijado como el desconocido. El poeta empero convoca (ruft) a toda
claridad de los aspectos del cielo y a todo sonido de sus caminos y aires
a la palabra que canta y trae allí lo convocado a lucir (Leuchten) y sonar.
Pero el poeta no describe, si es poeta, el mero aparecer del cielo y de la
tierra. En los aspectos del cielo el poeta convoca a aquello que en el
descubrirse precisamente deja aparecer al que se oculta y por
cierto como el que se oculta. En las manifestaciones familiares el poeta
convoca lo extraño como aquello en lo que lo invisible se destina para
permanecer lo que él es: desconocido.
El poeta solo poetiza cuando toma la medida, cuando dice de tal manera
los aspectos del cielo que él mismo se pliega (sicht fügt) a sus
manifestaciones como lo extraño donde el Dios desconocido se 'destina'"
(18).
En la lectura de Holderlin hecha por Heidegger se han oído algunas palabras extrañas:
"Cuarteto", "Cosa", "mundear de mundo", "cosear de la cosa", "construir", "habitar"; y
se pueden aún citar otras que no se han mencionado, como por ejemplo: "juego de
espejos del mundo", "ronda del Cuarteto" , "anillo" (que formaría el Cuarteto)...
¿Cómo entender este lenguaje? ¿Qué tiene que ver este pensamiento-lenguaje con el
pensamiento "técnico" del ser y del ente? ¿Qué "desliz" se ha dado aquí?
Ya se ha dicho como al pasar que la existencia como habitar poéticamente sería para
Heidegger el suelo último de autenticidad que debe ser pensado, y allí, más
raigalmente, el "construir" que es la palabra poética. El suelo de existencia-experiencia
auténtica arduamente conquistado en Ser y Tiempo según el análisis de la
comprensión como tal, aparece ahora desde sí -en una nueva época, habrá que decir-
en el habitar y en el poetizar que lo posibilita. Así, ahora se tratará de pensar desde,
según este suelo, hecho no simplemente de comprensión como tal sino ya de ciertas
configuraciones textuales de esa comprensión: los poemas de Holderlin -él es el que
abre, precisamente, una nueva época- y aún otros poetas como Rilke, Trakl, Stefan
George, Benn, a quienes Heidegger lee con Holderlin. Una hermenéutica ya no del solo
comprender, como en Sein und Zeit, sino de lo fijado en textos y presente
diversamente a la comprensión: en lo substancial, un pensar en pos del poetizar de
Holderlin. Se trata de la escucha del poetizar, que es un sumergirse en él pensando,
siguiendo los trazos de sentido que en el poetizar se muestran (20).
Es necesario aclarar que en esta feliz complicación del pensar de Heidegger con el
poetizar de Holderlin se pueden distinguir momentos -que aquí no es posible exponer-
en los que este nuevo pensar de Heidegger solo progresivamente va alcanzando su
figura propia. También excede los límites de este trabajo el análisis de tal figura final
propia.
La palabra poética da así que pensar; y este pensar -pensar y lenguaje nuevos: no ya
en categorías de la ontología, aún la deconstruida- no resulta de un proyecto del
hombre, que se habría propuesto desentrañar el sentido de esa palabra: este pensar
sigue naturalmente al poetizar, este se continúa naturalmente en el pensar; más aún:
ambos circulan el uno en el otro en un complejo y necesario acontecer originario en un
diálogo (Zwiesprache) donde ambos se hallan misteriosa e íntimamente
emparentados.
De aquel diálogo, afirma Heidegger: "se conocen muchas cosas sobre la relación de la
filosofía y la poesía (Poesie). Pero no sabemos nada del diálogo (Zwies-prache) de los
poetas (Dichter) y los pensadores (Denker), que 'habitan cercanos en las más
separadas cumbres'" (21).
Este pensamiento será siempre difícil de definir; ¿pero cabe en este, el lugar más
originario, más anterior del pensar -como se verá- hablar "razonablemente" de los
"lógicos" límites inmóviles de una definición? Ello no impide que en el ejercicio de este
pensamiento se perciba, se palpe su diferencia: así por ejemplo, en especial, si se
siguen algunos pasajes determinados de "Das Ding" y Unterwegs zur Sprache.
¿Al hacerse cargo del Cuarteto y la Cosa y de todo lo que ello implica, no puede este
nuevo pensamiento hacer sus "correcciones" al pensamiento del ser y del ente? Más
radicalmente: ¿puede este nuevo pensamiento ser interrogado en términos de ser y
ente?
¿No es todo esto el más radical pensar "sin por qué" y el pensar más "verdadero"?
Y también se puede entender ahora con más precisión la precedencia del ser respecto
de Dios -vista en la Carta sobre el Humanismo-, esto es, su posibilitar la manifestación
de Dios: el ser "hace posible" la manifestación de Dios cuando se manifiesta en la
cercanía de su verdad como Cuarteto, en particular en los mensajeros que hacen señas
hacia Dios, los Divinos... que son las figuraciones en las que Dios "se envía",
manteniéndose en sí mismo como desconocido.
Dios necesita así del ser, pero un ser-Cuarteto que él mismo constituye, se procura,
pues él se envía, ha dicho Heidegger, en Cielo y Tierra conmocionando sus cosas -se
ha interpretado-, de modo de "formar" así a sus propios mensajeros, los Divinos (o lo
Divino, o Sagrado).
4. Hacia el silencio
Se han visto los "extremos" a los que llega el pensar de Heidegger cuando deja hablar
a la poesía, para pensar según ella.
Con todo, el anterior pensar del ser y del ente no ha cesado, mientras tanto, de hacer
sus propios progresos, y ello sin dejar de hacer contacto con la poesía y el pensar en
pos de ella.
Con lo que se dirá enseguida se verá -también aquí- un cierto nuevo lenguaje, ahora
del pensar del ser y del ente; y este nuevo lenguaje -"del extremo" también- y el
pensar en pos de la poesía ya visto -el del Cuarteto y la Cosa- se fecundarán
mutuamente para hacer ver lo que podría ser el "verdadero" Dios de Heidegger.
Dos expresiones comandarán toda la reflexión. Ellas son "es gibt" ("hay"; "ello da"
literalmente) y Ereignis -que se puede traducir por "acontecimiento apro-
piador", aunque en este último caso será preferible no traducir y, con la descripción del
sentido del término, alcanzar su comprensión-.
Es gibt y Ereignis, luego de tener cada uno su muy brevemente señalado desarrollo a
lo largo del pensamiento de Heidegger, se encuentran, coinciden en Zeit und
Sein (22). Según este texto, continuando algo ya vislumbrado, el ser "consiste" en
un dar; el ser acontece como dado al pensamiento. En este dar consisten, en rigor,
tiempo y ser -y no es el tiempo para Heidegger, aquí, lo que da ser: el Es (ello) que
aquí da no es el tiempo-. El ser consiste en un dar, se mantiene en un dar que lo dona
al pensamiento. Ser acontece así en lo suyo propio, es dado, apropiado al pensamiento
según sentidos destínales históricos diversos -objetividad, no objetividad, que hacen
aparecer al ente diversamente-; y estos sentidos diversos sí acontecen en un dar que
los da "con tiempo", pues es la prevalencia, por ejemplo del tiempo como presente, lo
que ha hecho que ser signifique permanencia, substancia -no se continuará aquí con
esta temática del tiempo como tal-.
Por todo lo dicho se debe afirmar: "Es gibt (Zeit und) Sein": Ello da (tiempo y)
ser. Desde aquí se puede entender que es finalmente impropio traducir "es gibt" por
"hay" o por el "il-y-a" francés.
Pero no está todo dicho. El ser es don -sus sentidos- que acontece, se "mantiene" en
un donar, transita constitutivamente hacia el pensamiento como un dar. El ser, en sus
sentidos diversos, llega como don de un donar y se mantiene -"es"- para el
pensamiento en ese donar.
"Lo más propio (das Eigentümliche) del ser, aquello a lo que él pertenece
y en donde permanece contenido (einbehalten bleibt), se muestra en el
'Ello da' ('Es gibt') y en su dar como dispensar
destinalmente (schicken). Lo más propio del ser no es nada con carácter
de ser (ist nichts seinsartiges). Si pensamos propiamente el ser, la cosa
misma nos lleva en cierto modo fuera del ser (vom Sein weg), y
pensamos el destino (das Geschick) que da el ser como don" (24).
Ser es el sentido en cada caso comprendido, que llega al pensamiento como donación,
como un dar, en un dar.
Así entonces, cabe distinguir el ser-sentido que en cada caso históricamente "es" dado-
destinado, y el dar mismo en el que ese ser-sentido consiste.
El ser, esto es, tal sentido comprendido en el decir "es", "está" allí dado, "es"
un dato primero para el pensamiento (Da-sein); acontece como un dato, esto es, como
una donación; el ser -tal o cual sentido-: dado, don, consistente en un dar.
Este hallarse el ser como siempre presente, dado al pensamiento es, como se sabe, la
experiencia básica del pensamiento, según Heidegger, y precisamente el
venir dado del ser es, en lo substancial y en principio, la respuesta de Heidegger a la
inevitable pregunta acerca de cuál sea la consistencia de ese ser frente a la
consistencia de los entes, de la que y de los que se distingue.
¿Y ese darl No puede identificarse sin más con el ser, que de suyo dice "es", vale decir,
tal o cual sentido dado al Da, al hombre como compresor; no se advierte
en ser, cualquiera sea el sentido que se manifieste en el decir "es", el dar; sí se
advierte (en la perspectiva heideggeriana, que ha hecho la experiencia del ser
diferente, vale decir de su mismidad) "con" ser -tal o cual sentido- el dar en el que
"consiste".
El ser consiste en un dar que se diferencia de él como tal o cual sentido; ese dar se
muestra precisamente como su consistencia. El ser se manifiesta como un datum, don
originario de, y en un dar.
El ser consiste en un "da". ¿Y este "da"? ¿Cómo pensar este "da"? Y más radicalmente:
¿no deja este "da" o "dona" vislumbrar un misterioso incircunscripti-ble de
donde proviene?
Con ser, como se dijo, se advierte el dar; pero no se advierte el que el dar provenga,
resulte del ser: aquí parece anunciarse oscuramente algo otro.
El oscuro e indefinible desde donde del dar en el que "consiste" el ser y ese dar mismo
vienen dichos en el "Es gibt Sein", "Ello da ser" de Heidegger.
El donar, la donación, como tal anterior al don, esto es, a los sentidos destínales del
ser, deja ver un cierto anterior a ella misma, que es precisamente el "Ello" que da. Y,
por otra parte, corresponde decir que "Ello" (Es) no dice lo mismo que "da" (gibt).
Así, la presencia del "Es gibt" no obedece a una exigencia lingüística propia del idioma
alemán, sino a una exigencia de lo por pensar, que progresivamente, en distintos
textos de Heidegger, va mostrando su misteriosa articulación.
¿Cómo pensar ese Ello -que, según Heidegger, puede llegar a significar hasta lo
demónico o divino (das Damonische)- que da tiempo-ser? Solo puede ser pensado a
partir de lo que se nos muestra, desde el tiempo-ser-dados -que es lo en principio
pensado-, como su dar. Entonces se lo ha de pensar en continuidad, que no se
extreme hasta anular la diferencia, con la donación, esto es, el dar que de él
procede: "lo-que-da." no se identifica sin más con "dar". Ahora bien, ¿cómo da ese Ello
tiempo-ser?
El Ello, pensado desde su dar, esto es, pensado en continuidad con él, pero a la vez
diferenciándolo de su dar, debe ser entendido como lo donante de un donar apropiante
para sí -no deja "fuera de él" lo que dona- y así donante de lo propio de aquello que
dona, de su don, vale decir, tiempo-ser y pensamiento, propios ellos a su vez uno de
otro. Esto es nombrado por Heidegger como das Ereignis.
"...el Ello (Es) que da en el 'Ello da ser', 'Ello da tiempo' ('Es gibt Sein',
'Es gibt Zeit') se muestra como lo Ereignis" (26)
También se podría decir: Ereignis nombra el acontecimiento del dar -ya él más allá del
ser-sentido- como siguiéndose de un Donador que así nombrado, sin embargo, en lo
suyo más íntimo no es alcanzado por tal nombre. Lo que dona, dicho precisamente,
está más allá, como tal, de su -sin embargo- donar: ese el que, lo que, se sustrae a
toda nominación (es el Ello de la expresión "Es [Ello] gibt"); su nombre más propio no
es siquiera Donador.
El donar se encuentra ya más allá del ser como sentido, esto es, no se identifica con él
-según se vio-; y a fortiori el donador mismo excede el ser como sentido y aún su
mismo donar -según también se vio-: Donador no es su nombre más propio.
1. Se puede afirmar, según Heidegger, que "el ser (vale aclarar: como sentido)
desaparece en lo Ereignis" (28), esto es, en el donar, y radicalmente en el Donador: el
ser se hunde en lo que lo supera y a la vez lo sostiene.
2. Donar y Donador no son representables, no pueden ser traídos por el pensamiento
ante él; no se puede, así, responder a la pregunta "¿qué es lo Ereig-nisl", pues el
pensamiento mismo siempre supone lo Ereignis como lo que-lo-da y así
lo Ereignis queda siempre a sus espaldas; y más aún, como lo que lo sostiene, lo hace
"ser" -ex-sistir-, no puede ser separado, puesto enfrente del pensamiento, so pena de
que este desaparezca.
3. Se nos muestra un cierto nombre de aquel Ello -aunque no su nombre más propio-:
lo nombramos Ereignis; pero este mismo nombre a la vez se nos retira -según lo dicho
en el punto anterior- y así no podemos con él iniciar nada, ningún discurso
esclarecedor. El Ello que da tiempo-ser y pensamiento deja entrever algo de sí en
cuanto se muestra como donante-apropiador, Ereignis: pero ya esto
mismo, Ereignis, no se deja aclarar ulteriormente, esto es, nada se muestra desde
donde pueda ser comprendido y que así se deje decir de él; lo Ereignis no deja decir
otra cosa de él. Por ello, según Heidegger, cabe decir que a lo Ereignis corresponde su
desapropiársenos -y también el "despropiarse", el no identificarse sin más, como se
dijo, del Ello, precisamente, con su donar-: Enteignis.
4. ¿Qué queda por decir? Solo cabe afirmar eso donante-apropiador, manteniéndolo
entrañado en el pensamiento alcanzado por él -pensamiento excedido por él- en lo que
como tal le es propio -aunque no lo más propio-, a saber, el estar dando-apropiando; y
así dice Heidegger: "das Ereignis ereignet" (29).
5. Y en particular debe quedar claro que en modo alguno ese Donador y su dar pueden
ser pensados respectivamente como "hacedor-productor" y "hacer-pro-ducir" (Machen,
Hervorbringen).
6. Con todo, Heidegger niega que se esté ante una mística (30).
7. Solo parece quedar, finalmente, el silencio, dado que Ereignis, esto es Dona-dor-
que-dona, de suyo nombra algo propio pero no último de lo que ha aparecido a la
experiencia. Dicho de otra manera: se puede decir que lo Ereignis nombrado entraña
tres niveles de profundidad oculta: a) el donar, b) el Donador, c) lo que dona (el último
nivel, el del Ello, quizás podría decirse así: lo que, además, dona -esto es, no se
reduce al donar-).
8. La cuestión del pensamiento ya no es el ser y ni siquiera IcL-
Seinsgeschichte. Con lo-Ereignis se ha alcanzado xm-singulare tantum que parece ser
lo no histórico donador, con los sentidos del ser y con el pensamiento, de toda historia.
¿Pero se puede aquí aún hablar, a propósito de lo Ereignis, de historia o no historia?
¿No ha caducado aquí toda caracterización de todo?
9. Lo Ereignis da pensamiento y ser, pero con el ser da ente: el ser es del ente, el ente
es del ser. Recuérdese: ser-pensamiento-ente es el todo que diferenciada-mente
acontece -ahora se puede decir: es dado-.
10. Lo Ereignis no es una nueva acuñación histórica del ser, un nuevo sentido del ser.
Lo Ereignis es el Donador-y-donación de todo sentido del ser -y más.. .(el Ello)-.
Así entonces, el pensar del ser y del ente ha llegado hasta lo Ereignis y, con ello,
finalmente, al silencio. Este pensar, que se ha desarrollado siguiendo el texto de Zeit
und Sein, no ha dejado, allí mismo, de tocar y ser tocado por el pensamiento en pos
de la poesía, que ha llegado hasta Cuarteto y Cosa (31). Pero en Unterwegs zur
Sprache se asiste al contacto de ambos pensamientos como una clara mutua
fecundación, y con ello a una ulterior profundización en lo Ereignis.
No es posible entrar aquí en el análisis de este último texto. Pero sí se puede decir que
también en él el lugar, el desde donde del pensamiento de Heidegger sigue siendo ser
y ente, ya como Cuarteto y Cosa, y finalmente -obviamente junto con la palabra-,
lo Ereignis, y no propiamente Dios. Lo que importa destacar es que también en este
texto la reflexión, que culmina, como se ha dicho, en lo Ereignis, termina en el silencio.
Heidegger habla, en "El fin de la filosofía y la tarea del pensamiento" -habrá que decir
que en principio balbuceando- de "el corazón sereno del desocultamiento" (das nicht
zitternde Herz der Unverborgenheit)(32),"el corazón sereno del claro" ("das ruhige
Herz der Lichtung"), como "el lugar del silencio" ("das ruhige Herz der Lichtung ist der
Ort der Stille").
Una presentación sintética de lo que se sigue de ese texto, entendido, como se dice,
como prolongación del tema de lo Ereignis y su retirado Ello, podría formularse como
sigue.
Pero finalmente se trata aquí de lo sereno que nos silencia y así nos serena; y así
aquellos nombres, propiamente, son ejercicios de preparación para el silencio. Todos
ellos son nombres-límite, nombres que no nombran sino que solo invitan: invitan a
dejarlos atrás a ellos y a todo querer nombrar. Y el que en ellos invita es el finalmente
Inefable.
5. Hacia Dios
El poeta silencia su voz luego de nombrar a los Divinos. Holderlin dice, por ejemplo,
refiriéndose al venir, al acercarse del Lejano: "El Dios se halla cercano y es difícil de
aprehender"; y también: "...faltan nombres divinos"; y también: "Pero porque los
dioses presentes/ se hallan tan cercanos/ yo debo ser como si ellos fueran lejanos y
oscuro entre nubes/ debe ser para mí su nombre". A propósito del poema "El cantante
ciego", Heidegger hace notar que el que canta -el poeta- no puede contemplar el
rostro de Dios mismo y por ello el que canta es ciego. Pero adviértase -por algo que se
dirá luego-: con todo, el poeta canta (34).
También el pensador que sigue a la poesía, tal como es presentado sobre todo en el
texto de Unterwegs zur Sprache , calla ante lo Ereignis que da palabra sobrehumana y
palabra humana -texto este en cuyos temas no se ha detenido este trabajo-.
Ahora bien, ¿no callan todos ante lo mismo, esto es, aquello que la palabra poética-
religiosa nombra como Dios?
En todos los casos se trata del silencio ante lo que, por distintos caminos, se muestra y
oculta más allá del ser. ¿No callan entonces poeta y pensadores ante lo mismo; el
poeta nombrándolo y callándolo a la vez como Dios (desconocido) y los pensadores
como Ereignis -y los demás nombres que, como Ereignis y Ello, invitan al silencio-?
Ciertamente, no dice Heidegger que lo Ultimo de lo Ereignis, el Ello (Es), tal como se lo
alcanza desde el pensar del ser o desde el pensar en pos de la poesía sea Dios.
Brevemente se podría decir que los pensadores del ser y lo Ereignis y del pensar según
la poesía llegan con su silencio solo hasta lo oculto de la intimidad de aquello que el
poeta nombra como Dios. Ello no significa que al poeta se le revele tal intimidad oculta
-Dios sigue siendo para él sin nombre, desconocido-, pero tal intimidad oculta se
envía al poeta en las manifestaciones de Cielo y Tierra; y es precisamente eso lo que
dice para él el nombre Dios: intimidad lejana, oculta, que se envía y hace concretas
señas al hombre hacia ella -y así se acerca-. Lo lejano oculto, sin nombre -lo que solo
así alcanza al pensador del ser y al pensador en pos de la poesía-, pero que sin
embargo se manifiesta concretamente en "lo extraño" para él -Cielo y Tierra = la
naturaleza-: eso merece el nombre poético-religioso Dios. Y este nombre solo nombra
también balbuceando, pues sí dice lo cercano, pero solo como lo extraño-que-señala-
hacia-el Lejano-sin nombre. El silencio del poeta es vencido por el nombre Dios; este
nombre Dios queda sin embargo siempre envuelto en la atmósfera del silencio.
En primer lugar, corresponde precisar que en esta obra Ereignis es aún solo la mutua
pertenencia ser-pensamiento (hombre: Da-sein), en la que, propiamente, el
pensamiento es alcanzado, apropiado y determinado históricamente por el ser. Pero no
se advierte en los Beitrage el destacarse de lo Ereignis respecto de ser y pensamiento;
y menos aún se habla de lo Ereignis como lo donante que da, como en Zeit und
Sein. En tal sentido, la expresión aquí recurrente "ser como Ereignis" significa ser en
cuanto "west" (se despliega) -ser no "es"- transitando hacia pensamiento y
determinándolo; tránsito en el que consiste el ser mismo diferente (Seyn), aunque no
"sea" sin el ente (Sein).
Conviene además tener en cuenta que este texto de Heidegger se halla, en el camino
de su pensamiento que culmina en el pensar en pos de la poesía, en una etapa en la
que se entrecruzan, se mezclan aún, plasmándose solo como "insinuación", el pensar
del ser y del ente y la palabra poética que procede de Holderlin.
Pero a estos poetas se han anticipado, en cierto modo, sus precursores, esto es, los
pensadores que han abandonado toda metafísica y su Dios -son los "declinantes" (die
Untergehenden- y han sido alcanzados precisamente por lo Ereignis, y así preparan el
oído para los poetas, que son entonces, como se dijo, los más futuros. Y cabe
interpretar que a estos -que harían manifiestos el Cuarteto, la Cosa y los Divinos que
anuncian a Dios, "el último Dios"- seguirían los pensadores en pos de la poesía, los que
acompañarían así a los poetas.
Heidegger habla del "último Dios" (39), "el totalmente otro frente (gegen) a
los sidos, sobre todo frente al cristiano"; y lo presenta como diferente y necesitado del
ser, este precisamente como Ereignis -al que no funda ni causa ni condiciona-
(Ereignis en el sentido recién precisado del texto del que aquí se trata: solo tránsito
determinante del pensamiento); y ambos, último Dios y Ereignis, aparecen a la vez
como necesitados del hombre.
Según Otto Póggeler este Dios, que "se opone" al Dios cristiano, precisamente lo hace
en cuanto se diferencia del Dios que en los cristianos "funciona" -agregúese:
metafísicamente- como un elemento de la necesidad humana de seguridad (40); y es
último, también según Póggeler, en cuanto "no es último en una serie, sino aquel que
se muestra en un límite insuperable y así eleva la esencia de lo divino a una última
experiencia" (41).
Este Dios divino, que ha superado toda metafísica y toda determinación cristiana,
supera por ello también toda clasificación: a propósito de él no se puede hablar ya de
teísmo o ateísmo, unicidad o multiplicidad o politeísmo. Todo ello son denominaciones
metafísicas que han quedado atrás. Por ello también habla Heidegger de "el paso del
último Dios" (der Vorbeigang des letzten Gottes); y con ello quiere superar la imagen
de un Dios fundamento causal fijo de todo cuanto es.
Ahora bien, se puede entender que Dios necesite del ser como Ereignis y del hombre,
si se tienen en cuenta pasos anteriores de la reflexión de este trabajo.
El Dios "verdadero", el dios del poeta-religioso no es tal, según se vio, sino en cuanto
"es" con, para el hombre mortal, manifestándose, acercándose como lejano en las
cosas, en las señales de los Divinos. Así, Dios se despliega como Dios (42) en cuanto,
enviándose en los Divinos en el Cuarteto -el ser-, se manifiesta a los mortales. Dios ha
de procurarse su "elemento" de manifestación. Dios no "es" Dios sin el Cuarteto y, en
él, sin los Divinos y los mortales. Y necesita muy singularmente del hombre en cuya
palabra se hace presente el Cuarteto según su "medida": los Divinos que señalan hacia
Dios. O mejor: Dios necesita del Cuarteto y, allí, del hombre en cuya palabra el
Cuarteto acontece; y el mismo Cuarteto -el ser- necesita entonces del hombre, no
"mundea" sin él, sin advenir graciosamente -Ereignis- a la palabra del hombre poeta.
Así, se puede decir, reuniendo todo lo visto, que el sin nombre dona Cuarteto y Cosa y
palabra poética (poeta-religioso), y así se hace presente, se despliega como Dios. El
señalado verbo "gottern" ya indica que Dios, propiamente, no es, vale decir se halla
más allá del ser (Cuarteto), como ya se viera.
Todo Dios necesita de su manifestación para "ser" Dios, para hacerse presente como
Dios, para ser lo que los hombres así nombran y veneran en especiales actos: lo para
el pensamiento solo Lejano desconocido, no manifiesto concretamente, singularmente
en las cosas "no es" Dios. Dios es el nombre humano de lo Lejano, desconocido, el
nombre que a la vez calla lo Lejano -invita al silencio- y dice su manifestación. Dios es
palabra del poeta, del hombre religioso.
En congruencia con ello y con todo lo que se ha venido exponiendo, habrá que pensar
que todos los demás dioses "no verdaderos" -no: falsos- serían una deriva-
ocultamiento, un empobrecimiento de ese Dios divino: el Dios-primera causa, pero así
también aquello Extremo que se alcanza en el silencio final de los que hemos llamado
"nombres que no nombran", y en el del pensar en pos de la poesía.
¿Y qué pensar del Dios de la experiencia bíblica? ¿Acaso se puede decir que cae él
también en la objetividad? ¿Es también él, por ello, un Dios "no verdadero"? ¿Puede
enhebrarse, por otra parte, el Dios de la experiencia bíblica en el discurso del ser?
En todo caso, algo parece haber quedado pendiente. Heidegger admitiría, como ya se
señalara, un plus de sentido en el Dios de la revelación bíblica -según un pasaje
de Nietzsche II, sobre todo en cuanto su carácter de creador se halla abarcado por el
de salvador-; y se debe anotar que, además, la reflexión sobre la vida y experiencias
concretas de la fe cristiana, que fue la que guió los primeros pasos de su pensamiento
crítico de la metafísica no fue continuada. Su crítica, finalmente, como se ha dicho,
resulta de la experiencia poético religiosa, en particular en la escucha-seguimiento de
Holderlin.
Ahora bien, ¿no cabe pensar que aquella palabra bíblica habría podido ejercer esa
misma crítica a la objetividad de cierta metafísica yasu ser? Piénsese en lo que implica
radicalmente el Dios de la Alianza. ¿Y no sucedió así en realidad con el mejor
pensamiento metafísico cristiano y en su mejor teología -así ambos conscientes de sus
límites frente al "verdadero" Dios, Yahweh-1
Todo parece indicar, además, que Heidegger finalmente no advertiría diferencias entre
el Dios que se manifiesta en la fe judeocristiana y los dioses de otras religiosidades. Así
por ejemplo, en "Una carta a un joven estudiante" (44), habla Heidegger, sin hacer
diferencias, de "lo divino en los griegos, en lo profético judío, en la predicación de
Jesús".
NOTAS
” Según Hegel – desde el punto de vista del sano sentido común – la filosofía es el “mundo al
revés”. Por eso, lo particular de nuestra manera de comenzar hace precisa una
caracterización previa, que surge de una doble característica del preguntar metafísico.
Pero lo extraño es que precisamente al asegurarse de lo que le resulta más propio, el hombre
científico habla expresamente o no, de otra cosa. Lo que hay que investigar es solo el ente… y
nada más; solo lo ente… y mas allá, nada mas; únicamente lo ente… y, por encima de eso,
nada mas.
¿Que pasa con esa nada? ¿Es fruto de la casualidad que hablemos así de modo
tan espontáneo? ¿Es solo una manera de hablar… y nada mas? “
La filosofía es para el ser humano una pregunta absoluta por nuestra esencia carencial, pues lo
que constituye esencialmente al ser humano no es una plenitud, comprenderá el filósofo
aleman, sino un anhelo, un vacío. Remarca Heidegger que lo esencial no se fabrica, no es
cuantificable ni medible, es precisamente lo que nos falta.
La metafísica no es por tanto un objeto de estudio para el hombre, pues hablar de metafísica es
hablar de nosotros mismos, sujeto y objeto son solo dos perspectivas de la misma cuestión. La
metafísica no es un campo de estudio al uso, de esos que la modernidad ha gustado de
independizar y especificar con respecto a otros saberes, pues la distanciación del objeto
acostumbrada en estos estudios de diferente carácter es completamente imposible en el estudio
metafísico, para el cual la existencia misma es el lugar en el que comparecer. Lo decisivo de la
filosofía no es el catálogo ordenado de respuestas que ha provocado la confusión del saber con
la erudición, sino el preguntar mismo. Así, la filosofía entendida como la actividad del
preguntar por aquellos que nos falta, se desvela como esencial a la condición humana.
Para explicar con profundidad en que consiste el preguntar metafísico, vale la pena ahondar en
su radical diferencia con el preguntar científico y comprender su esencial contraposición. El
estudio científico puede adquirir distintas perspectivas, recogidas y nombradas en lo que
llamamos disciplinas, sean ciencias naturales o del espíritu – imbuidas en cualquier caso por el
mismo rigor – pero desarrollan su labor de estudio sobre la referencia del mundo físico, sobre
el ente; para conocerlo, para situarlo y situarse, para aprehender en definitiva lo esencial de
este. La ciencia es la manera en la que el hombre se hace cargo del ente, la manera en la que
irrumpe en el ente, entendido como aquello que le es mas propio, y esto es lo único que interesa
a la ciencia y nada mas. Sin embargo, la definición que el hombre hace del ente a través del
estudio científico establece los límites de este, físicos, modales o conceptuales, y un límite
siempre inaugura un “mas allá”, una realidad extra-limítrofe, de manera que al hacernos cargo
de lo que es el ente estamos reconociendo lo que no lo es, la nada. Esta es la manera en la que la
nada es reconocida por el ser humano en su propio camino por situarse en el mundo, aunque
no reserva en las ciencias un espacio para dar cuenta de ella.
Sabiendo esto el preguntar metafísico empieza a dejar entrever su caracter, cuyo alcance es el
todo: la relación entre lo que las ciencias estudian, el ente, y lo que las ciencias presuponen, la
posibilidad del ente y su mutua autodefinición en contraposición con la nada. Como podemos
apreciar esto nos incluye, y hace que el preguntar metafísico sea un preguntar por nosotros
mismos, aquí y ahora, un preguntar por nuestra existencia.
Esta consideración nos lleva ineludiblemente la pregunta por la nada. ¿Qué es la nada? Y sin
embargo esta misma pregunta es absurda, pues la nada no es. “No ser” implica, sin embargo, la
negación como acto del entendimiento, y el entendimiento pertenece sin duda a lo que es, al
ente, por lo que parece difícil concebir en virtud de ese mismo entendimiento que la nada
aparezca solo porque somos capaces de la negación – esa afirmación de la nada como “No ser”-
, y hace mas plausible, sin embargo, que la negación sea posible en virtud de la nada, mas
originaria, como una tangencia de ésta en la realidad. Mas, si la negación, una acto del
entendimiento que puede resultar paradigmático, es posibilitado por la pre-ausencia que es la
nada, parece plausible pensar que la nada es en realidad inaccesible al entendimiento.
Sin embargo, el ser humano no es solo entendimiento, es pasión y sentimiento, por el cual una
percepción quizá mas mundana nos deja entrever la nada, según Heidegger, a través de
determinado estado de ánimo, la angustia. No entraré aquí a describir la angustia con
profundidad, pero diremos, en lo que no es necesario para proseguir la exposición, que es el
estado de ánimo que nos sitúa en la disposición necesaria para que la nada comparezca ante
nosotros y nos sea revelada, que no significa que se nos permita aprehenderla, nada mas lejos.
Esta revelación es la que nos permite concebir la existencia, pues nos permite comprender de
alguna manera nuestra posición con respecto a la nada.
La angustia es el estado de ánimo que nos sitúa ante la posibilidad de hacer verdaderamente la
pregunta por la nada, no en su carácter intelectual o lógico, ya hemos visto los problemas, sino
puramente existencial. En la angustia el ente se nos escapa, se hunde, pierde sentido ante el
acoso de la nada, pues la esencia de la nada es guardada en su capacidad de anonadar. La nada
no es por tanto una negación del ente, ni un aniquilamiento de este, sino el anonadamiento
entendido como un rechazo radical a lo absolutamente otro que sucede en su propio seno y
permite el ser, el ente.
La nada y el ente son pues dos dimensiones cuya articulación es la del muto desvelamiento,
pero es por la concreción de la finitud de la existencia, que comprendemos ese estar sostenido
en la nada que es el existir, como una trascendencia en tanto que nos sitúa como parte del ente
posibilitado por la esencia de la nada.
Esta pregunta por el ser, que no puede desligarse de la nada por la finitud de la existencia, y
que nos permite comprender que el ser y la nada forman parte de lo mismo, nos da la forma
absoluta de la pregunta metafísica – Leibniziana – por excelencia: ¿Por qué hay ser y no hay
nada? Cuya búsqueda de respuesta es la esencia misma de la existencia en tanto que ésta es un
momento, cuyo pasado y futuro es la nada.
ilosofía[editar]
Malebranche pretendió la síntesis del cartesianismo y el agustinismo, que resolvió en una
doctrina personal, el «ocasionalismo», según el cual Dios constituiría la única causa
verdadera, siendo todas las demás «causas ocasionales». Por ello, el conocimiento no se
debería a la interacción con los objetos, sino que las cosas serían «vistas en Dios». "Si no
viésemos a Dios de alguna manera, no veríamos ninguna cosa"(Recherche de la verité, libro
III, segunda parte, capítulo VI.)
La dificultad estriba en la expresión de alguna manera. Dios es conocido no directamente, sino
de modo indirecto, tal como reflejado en un espejo, en las cosas creadas. El hombre participa
de Dios y participando de Dios, participa de las cosas. No hay ninguna interacción directa
entre las sustancias cartesianas. La congruencia entre ambas es facilitada por la realidad
divina. No soy yo quien percibe las cosas, sino que, en ocasión de un movimiento de la "res
extensa", Dios provoca en mí una cierta idea. Y con ocasión de una volición mía Dios mueve
el cuerpo extenso que es mi brazo. La relación del espíritu del hombre con Dios y con las
cosas solamente en él, es la solución decisiva. Así, la visión en Dios de todas las cosas
resulta la condición necesaria de todos los saberes y verdades.
Las obras más importantes de Malebranche son De la recherche de la vérité (1674-1675),
obra que fue ampliamente aumentada ante las numerosas críticas de sus coetáneos, y
sus Méditations chrétiennes et métaphysiques (1683).
La idea de Dios cobra un peso propio en su sistema filosófico. Continuador de Descartes, a
veces lo supera en cuanto a la radicalidad de su planteamiento. Para Malebranche, cuerpo y
alma son entidades -o sustancias- inconexas e independientes, entre las que no existe
comunicación directa de ningún tipo.
Destaquemos una vez más: es Dios quien realiza la función de comunicar ambas entidades y
quien crea el conocimiento en el hombre; pues, al no haber contacto entre mente y cuerpo, el
hombre por sí solo está imposibilitado para conocer el mundo. La presencia de Dios en el
alma de los hombres suple su carencia para conocer otras entidades, pues el hombre -como
dijimos- ve en Dios el resto de las cosas.
Ocasionalismo: Dios es la causa de todo influjo posible de una realidad, Lo que llamamos
causa es solo una ocasión. La única causa es Dios: No es el Sol el que produce calor, luz
y vida, solo es una ocasión; la causa es Dios y se vale y se toma como instrumento para
realizar su acción causal.
INTRODUCCIÓN
Este testimonio de Bacon tendrá claras consecuencias en los estudios de la física y con
ello, por ejemplo, se produjo la invención en el siglo XIX de la máquina a vapor siendo
un factor determinante en la revolución industrial. Este era un anuncio del viraje
epistémico, la inteligibilidad o comprensión profunda y metafísica de los fenómenos,
como ideal griego, se modifica y se reemplaza por una interpretación novedosa del
conocimiento. De este modo, las ciencias modernas obtendrán una nueva significación:
las ciencias deben ser útil a la humanidad. Estas ideas se plasman sin dificultad en la
orientación filosófica del pragmatismo. Pierce al respecto afirma:
Así, las ciencias modernas están gobernadas por el ideal de la eficiencia, lo central es
determinar el modo de cómo los fenómenos se comportan cuando los relacionamos
con nuevas variables. El experimentalismo es una consecuencia obligada que se
desprende de lo anterior y la actividad científica se define esencialmente en ella. Las
discusiones científicas se centran en los logros provocados por los mecanismos de
control de las variables, más que en sus alcances y logros teóricos, en otras palabras,
la ciencia consiste principalmente en establecer leyes con el fin de predecir, de
determinar los estados futuros de los sistemas naturales. El renacimiento nos ha
dejado como legado, para el desarrollo ulterior de la ciencia, el patrocinado olvidadizo
de las causas últimas para conquistar el grado epistémico más profundo: el
entendimiento.
Este proceso latente del que estoy hablando, es algo muy distinto de
lo que puede ocurrir a las mentes de los hombres, llenas de
preocupaciones como están ahora. Pues por él no entiendo ciertas
medidas, o signos o escalas de progreso, visibles en los cuerpos,
sino más bien un proceso continuado que en su mayor parte escapa
a los sentidos (Bacon, 179).
El proceso latente es lo que constituye el esquema del fenómeno, los esquemas son
captados gradualmente gracias al trabajo de depuración de los análisis experimentales
exhaustivos, así estarían liberadas de los prejuicios y de los errores, revelándose así la
certeza en toda plenitud.
Bajo este orden de ideas podría pensarse que Bacon trataría el concepto de
probabilidad cuando este se evoca al estudio de la inducción, sobre todo cuando piensa
en la inducción por enumeración, es decir, que la simple enumeración de objetos A1,
A2, A3…que tienen la propiedad B se concluiría que todos los A son B. Bacon se aleja
de este tipo de inducción, porque este tipo de inducción abrigaría el concepto de
probabilidad, es más, Bacon no veía un uso adecuado de este tipo de razonamiento por
encontrarlo muy elemental y poco seguro para aventurar una verdad exacta a futuro,
de este modo afirma:
Sin embargo, estas ideas nos sorprenden porque tanto la exactitud como los esquemas
son nociones que encontramos en el vocabulario metafísico. Bacon busca alejarse de
la aristotelia, pero estos conceptos más bien lo acercan, esto hace dudar del Bacon que
estamos habituados, vale decir, de un Bacon antimetafísico y antiaristotélico.
Así, vemos que detrás de los fenómenos existe una especie de ontología implícita, lo
que existe es el movimiento y la manera de representarlo es mediante las relaciones
matemática, existe en ello una correspondencia entre el lenguaje matemático y la
realidad.
La teoría matemática del movimiento o la mecánica ha sido elaborada por Galileo, este
sabio relacionó la fuerza con la masa y la aceleración, esto fue posible gracias a estos
presupuestos ontológicos y epistemológicos. Allí en donde la inducción de Bacon busca
las formas, y finalmente las formas simples, especies de átomos o de cualidades
primarias, Galileo con el método de resolución, busca los procesos descritos por el
movimiento determinado matemáticamente. Entonces, por un lado, allí donde
la induction vera de Bacon consiste en estudiar cómo los fenómenos se relacionan para
formar una estructura empírica, por otro lado, la síntesis de Galileo, o el modo de
composición, se dedica a demostrar que los resultados de la teoría matemática son
adecuados a los contenidos de experiencia.
Así como notamos un cambio en el concepto de inducción, también notamos que existe
un cambio en el concepto de experiencia, sobre todo cuando pasamos de Bacon a
Galileo. Para Bacon una experiencia científica es una cuestión precisa propuesta a la
naturaleza para atrapar una ontología definida; para Galileo, en cambio, implica una
intervención en los fenómenos para someterlos a medición, existe un predominio de
las determinantes epistemológicas. Galileo ha integrado un nuevo antecedente al
método experimental de Bacon, los fenómenos naturales deben matematizarse. La
garantía que brinda el uso de las matemáticas para explicar los fenómenos naturales
se fundan en la búsqueda de la verdad representada en la exactitud. Esta concepción
del método científico de Galileo ha sido utilizada exitosamente más tarde en la
mecánica newtoniana5
Este proceso latente del que estoy hablando, es algo muy distinto de
lo que puede ocurrir a las mentes de los hombres, llenas de
preocupaciones como están ahora. Pues por él no entiendo ciertas
medidas, o signos o escalas de progreso, visibles en los cuerpos,
sino más bien un proceso continuado que en su mayor parte escapa
a los sentidos (179).
Esta noción no corresponde, según él, a una forma de expresión de cómo nos
referimos a las cosas, tampoco corresponde a los contenidos de información brindada
por los sentidos. Según Bacon, la materia estaría compuesta por partículas con
configuraciones específicas: schematismi, teniendo también la cualidad de
autoorganizarse: meta-schematismi, esta autoorganización de la materia significa que
ella tiene la particularidad de recrear su configuración. Los schematismi son elementos
invisibles al ojo desnudo, ellos son elementos esenciales de la materia,
los schematismi permiten la identificación y transformación de las cosas. En este
sentido, la ontología baconiana escapa al control físico y esto confunde a un lector que
quiere ver a Bacon como un pensador estrictamente empirista.
La afirmación anterior sostenida por Bacon nos lleva a pensar en la predilección por las
ciencias físicas, ella cumple con los mandatos del experimentalismo, no olvidemos que
su filosofía es producto del desarrollo de la física de Galileo. Sin embargo, percibimos,
de igual forma, ciertos problemas que el mismo Bacon ha tratado en su obra;
problemas que se originan cuando se pretende justificar la relación entre las causas
eficientes y sus generalizaciones. Estas ideas se estudian en el aforismo XIX
del Novum Organumque trata el tema de la imposibilidad de pasar de los hechos a los
axiomas generales. La recomendación baconiana se define en la gradualidad. Bacon
precisa que el paso de los hechos particulares a los axiomas generales se
debe realizar de manera gradual con la ayuda y asesoría del juego dialéctico
representado en el método experimental; se inicia con las ontologías preformadas, es
decir, con los datos adquiridos por los órganos de los sentidos, luego será necesaria
la induction vera, la que determine y defina una ontología. Es evidente que esto
manifiesta, una vez más, el anti-aristotelismo de Bacon, vale decir, desconfía del
conocimiento fundado en la intuición, porque ella escapa de cualquier tipo de control:
Con esta cita queda claro que nuestro autor no acepta la inmediatez del conocimiento,
el camino hacia los axiomas generales parte de los datos sensible, pero esto es poco
claro: ¿cómo puede el sentido ser jurado frente a lo que se siente? Con estos
antecedentes Bacon pretende escapar del aristotelismo y de los constructos teóricos-
metafísicos, pero esta decisión es poco convincente, porque la única forma de
encontrar una solución al tema del origen del conocimiento, y con ello a la inducción,
es recurriendo a antecedentes metafísicos, Aristóteles propone la intuición. Esta
propuesta del estagirita deja la inducción como una inferencia válida y con ello queda
garantizada la construcción del conocimiento.
Frente a estos temas, Bacon deberá competir con la metafísica del estagirita y buscar
la infalibilidad en la induction vera y esta se encuentra en las relaciones ontológicas
naturales, en Bacon el antisustancialismo aristotélico es evidente. Sin embargo, es fácil
darse cuenta que el discurso de Bacon no escapa de las consideraciones sustancialitas
en su sistema filosófico, da curiosamente el nombre de forma, como ya lo hemos dicho
anteriormente, a las verdades encontradas en los resultados de la experimentación. Lo
que suscita la curiosidad es el significado que la historia ha atribuido al concepto de
forma. Sabemos bien que Bacon no acepta la interpretación aristotélica, la forma no es
equivalente a una especie de esencia que está implicada en las cosas mismas y que
determina la identidad específica, la causa formal para Aristóteles tiene esa
connotación metafísica, es lo que determina la clase. Bacon, proporciona una nueva
connotación al concepto de forma, la forma se interpreta como figura. Así predominará
la idea en que la figura representa a la descripción de los sucesos naturales que tienen
el carácter de ley, y que además se desenvuelven a través de las coordenadas de
tiempo y espacio6.
En otra época, la filosofía de John Stuart Mill no escapó de estos temas, él prefiere
hablar de uniformidad en la naturaleza, según este pensador, en la naturaleza existen
regularidades, y cada una de ella representan fenómenos particulares, no existe una
gran regularidad desde la que fluyan el resto, afirma que las inducciones más fuertes
apoyan a las más débiles, cuando esto último ocurre, entonces las inducciones fuertes
tendrán el carácter de ley natural, Mill representa claramente la idea de Bacon, en este
sentido explicar es dar cuenta de la red de causas eficientes, la causas finales están
completamente fuera de estos dominios. Mill piensa que la manera de alcanzar la
generalización de las regularidades naturales es mediante la matemática (252).
BACON Y EL NOMINALISMO
Este párrafo demuestra la importancia que adquiere el plan previo en una situación
experimental, con la finalidad de llegar a la comprobación de los supuestos hipotético-
teóricos, siendo estos últimos, necesariamente, construcciones lingüísticas, producto
de la inspiración intelectual.
CONCLUSIÓN
Como hemos analizado, Francis Bacon ha sido el precursor de esta nueva tendencia
que ha marcado el desarrollo de las ciencias, sin embargo, también hemos analizado
que el sistema baconiano si bien se autodefine como antiaristotélico, queda en la
incertidumbre cuando se quiere encontrar el fundamento último del conocimiento.
Bacon intentó, bajo una tímida actitud, reencontrarse con fundamentos metafísicos
porque de otra forma sus propuestas corrían el riesgo de caer en el escepticismo.
NOTAS
1
Este trabajo forma parte del Proyecto Mayor de Investigación de la Universidad de
Tarapacá de Arica, Código 3730-15, del Convenio de Desempeño HACS de la
Universidad de Tarapacá de Arica y del Proyecto Dicyt Código 031553DS de la
Universidad de Santiago de Chile.
2
La probabilidad subjetiva basa la predicción en hechos ya acontecidos; en cambio la
objetiva predice de acuerdo a las situaciones iniciales, por ejemplo obtener un as en el
lanzamiento de un dado es de probabilidad 1/6.
3
Las ideas positivistas en ciencia harán que las leyes tengan un carácter de hipótesis
pero que se configuren como leyes en la medida que ellas permitan la deducción de
consecuencias demostrables. Esta idea es la que propone Carl Hempel en su
libro Filosofía de la ciencia natural.
4
El ideal pitagórico lo encontramos vigente hasta nuestros días, un claro ejemplo es la
teoría de la relatividad. Ella pone muestra de cómo por medio del cálculo podemos dar
cuenta de fenómenos que no son perceptibles y que no son manipulables físicamente
(Espinoza, 167)
5
Pierre Duheme en su libro La théorie physique son objet- sa structure, y en el
capítulo de Qu’une loi de physique n’est, a proprement parler, ni vraie ni fausse,
aprrochée, sugiere que las leyes científicas nos proporcionan una verdad aproximativa
de la realidad, porque ellas son representaciones simbólicas y que los simbolismos son
formas de explicar dependientes de los marcos teóricos y estos son cambiantes. Frente
a este problema el experimentalismo escapa de estos problemas, puesto que Bacon
siempre promueve la idea que los hechos deben hablar por sí mismos .
6
Según André Lalande, “Las palabras forma y especies corresponden al eidos de
Aristóteles. Se puede afirmar que existe una división del sentido de eidos, entre estos
dos términos, forma representando al eidos en el sentido de carácter común, y
especies representando al eidos en el sentido de especie o clase constituida por la
posesión de este carácter común” (Traducción mía).
7
Bacon tiene en mente el nominalismo medieval que distingue el ser del conocer.
Cuando usamos un nombre no significa que haya una propiedad real universal e
idéntica compartida por los objetos a los cuales el nombre común se aplica. El nombre
de una cosa es una entidad vacía de realidad, existen las cosas, pero solo conocemos
sus nombres. Esto último marca la distinción entre el ser y el conocer, ideas muy bien
aceptadas por el nominalismo hobbesiano.