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Introducción
Han pasado ya más de tres décadas desde que el Trastorno Límite de Personalidad (TLP)
fuera reconocido formalmente como un diagnóstico. Desde entonces, ha sido ampliamente
estudiado y se le ha reconocido como el trastorno de personalidad más frecuente, al menos
en poblaciones clínicas, esto en razón de su alta comorbilidad con trastornos afectivos, de
ansiedad y abuso de sustancias, además su relación con altas tasas de suicidio, que en
consecuencia causan una gran demanda asistencial para estos pacientes (Cervera, Haro, &
Martínez-Raga, 2005). Evidentemente existe ya toda una caracterización del TLP, sin
embargo esta no se encuentra exenta de limitaciones conceptuales y de nuevos
descubrimientos producto de la investigación y la práctica clínica. Por lo anterior, este
trabajo tiene como objetivo hacer una breve revisión sobre este trastorno.
1. Definición
2. Características generales
De acuerdo con el Instituto Nacional de la Salud Mental de los Estados Unidos (s.f.) la
mayoría de las personas con el trastorno límite de la personalidad sufren de problemas para
regular las emociones y pensamientos, esta desregulación de las emociones según la teoría
biosocial del TLP es la causa principal del mismo, pues dicha desregulación emocional
viene a ser producto del contexto ambiental (ambiente invalidante) y cierta disposición
biológica y la interacción de estos dos factores durante el desarrollo. Es así como, esta
desregulación sistémica es producida por la vulnerabilidad emocional (alta sensibilidad a
los estímulos emocionales, respuesta muy intensa y retorno lento a la calma emocional) y
por el uso de estrategias de modulación de las emociones inadecuadas y poco adaptativas.
En otras palabras, la desregulación de emociones en los individuos con TLP es una
combinación de un sistema de respuesta emocional hipersensitivo y una incapacidad de
modular fuertes emociones resultantes y las acciones asociadas a ellas.
Por otro lado, Torres (2007) señala ciertas características del TLP adicionales a los criterios
diagnósticos para la identificación de estos pacientes, entre las que se cuentan:
En cuanto a las causas del TLP son complejas e indefinidas, y actualmente no se dispone
de ningún modelo etiopatogénico que haya podido integrar toda la evidencia disponible. Se
afirma que distintos factores pueden estar implicados en su etiología: vulnerabilidad
genética; alteración de los neurotransmisores y disfunción neurobiológica de la regulación
emocional y el estrés; factores psicosociales; y desorganización de aspectos del sistema
conductual afiliativo, concretamente, del proceso de apego ( Agència d’Informació,
Avaluació i Qualitat en Salut., 2011).
Por su parte, el curso clínico de los pacientes con TLP es con frecuencia inestable, con
numerosas reagudizaciones que se corresponden con períodos de crisis por las que a
menudo acuden a los servicios de urgencias. Las crisis suelen presentarse con una serie de
síntomas y conductas, como autolesiones, intentos de suicidio, abuso de sustancias,
síntomas psicóticos transitorios y comportamientos impulsivos, como enfados y agresiones,
conductas sexuales de riesgo, hurtos, atracones y purgas, todo ello con un importante
correlato afectivo ( Agència d’Informació, Avaluació i Qualitat en Salut., 2011).
3. Perfil Cognitivo
En cuanto al perfil cognitivo, Torres (2007) integra los patrones de pensamiento de los
pacientes con TLP puntualizando que en estos se encuentra la tendencia de clasificar
dicotómicamente, ya sea a los otros, de su lado o en su contra, a las situaciones, desastrosas
o ideales, y a su conducta, de despreciable o perfecta. Estas concepciones cognitivas los
lleva a acciones y reacciones emocionales extremas. Además, basan sus creencias en
sensaciones más que en hechos. Y adicionalmente, tienen cogniciones de que el mundo es
peligroso y que él es un ser vulnerable, incapaz de hacerle frente a las amenazas del
ambiente, lo que lo lleva a estar siempre a la defensiva y no mostrarse débil frente a
diversas situaciones, presentándose continuamente tensión y cautela frente a sus relaciones.
Esta clase de pensamientos influyen en los sentimientos y sensaciones del paciente lo que
lo lleva a acciones descontroladas y estas acciones permiten reforzar las cogniciones que
llevan a una resistencia al cambio, por lo cual se hace necesaria una intervención
psicoterapéutica.
4. Criterios diagnósticos
Los trastornos de la personalidad se encuentran entre los trastornos mentales más complejos
de evaluar, puesto que el diagnóstico clínico requiere de la detección de un conjunto de
rasgos, síntomas y conductas considerablemente más amplio y heterogéneos que cualquier
otro trastorno. Exige, además, la valoración adicional de la duración de esos criterios
diagnósticos, de su inflexibilidad e invasividad, de su independencia de estados
psicopatológicos del eje I, y del grado en que producen malestar emocional y deterioro
funcional en distintos ámbitos de la vida. En la actualidad, se utilizan para el diagnóstico de
los trastornos mentales tanto la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades
(CIE-10) como el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V). A
continuación se presentan los criterios diagnósticos del TLP para cada caso.
Incluye:
Personalidad explosiva y agresiva.
Trastorno explosivo y agresivo de la personalidad.
Excluye:
Trastorno disocial de la personalidad (F60.2).
F60.31 Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad de tipo límite
Se presentan varias de las características de inestabilidad emocional. Además, la imagen de sí
mismo, los objetivos y preferencias internas (incluyendo las sexuales) a menudo son confusas o
están alteradas. La facilidad para verse implicado en relaciones intensas e inestables puede causar
crisis emocionales repetidas y acompañarse de una sucesión de amenazas suicidas o de actos
autoagresivos (aunque éstos pueden presentarse también sin claros factores precipitantes).
Incluye:
Personalidad "borderline".
Trastorno "borderline" de la personalidad.
1. Comorbilidad y Diagnóstico diferencial.
Las personas con TLP sufren a menudo de trastornos del control de los impulsos,
alteraciones del pensamiento, abuso de alcohol y otras sustancias, así como toda una
variedad de problemas de ansiedad. También se ha encontrado que los pacientes con TLP
estudiados presentaban de forma más frecuente diagnósticos de depresión mayor, trastorno
bipolar, fobia social, fobia específica, trastorno por estrés postraumático, trastorno obsesivo
compulsivo, trastornos de la conducta alimentaria y trastornos somatoformos (Escribano
Nieto, 2006).
Igualmente, Skodol, Gunderson, Pfohl, Eidiger, Livesly y Siever (2002) citado por
Escribano Nieto (2006) encontraron que un 75% de los pacientes afectados por este
trastorno manifiestan sintomatología disociativa e ideación paranoide no de tipo delirante,
constituyendo los síntomas cognitivos-perceptivos más frecuentes de estas personas. El
solapamiento del TLP con otros trastornos del Eje II se presenta también de manera
frecuente. La concurrencia parece ser habitual según para el trastorno narcisista, evitativo,
pasivo agresivo y paranoide, pero en mayor medida para el trastorno histriónico, antisocial,
esquizotípico y dependiente. También se ha demostrado que hombres y mujeres con TLP
exhiben patrones distintos de comorbilidad.
La presencia comórbida tanto de trastornos de Eje I como otros trastornos del Eje II en
pacientes diagnosticados de TLP refleja la necesidad de establecer claramente el
diagnóstico diferencial. En primer lugar el clínico deberá analizar el patrón de
comportamiento habitual, el inicio temprano de los síntomas y su curso, es decir, realizar
un análisis longitudinal de los síntomas, no quedándose únicamente con un análisis
transversal de los mismos. De este modo, los trastornos del estado de ánimo son en la
mayoría de los casos el grupo de trastornos con lo que resulta necesario realizar el
diagnóstico diferencial, ya que las personas con TLP presentan variaciones importantes de
su estado de ánimo, especialmente referido a síntomas depresivos pero también en relación
a sintomatología maniaca o hipomaníaca, debido a que la excitabilidad general, la
irritabilidad o la falta de control de los impulsos pueden hacer pensar al clínico que se
encuentra ante una persona con trastorno bipolar. Por todo ello, es de especial importancia
atender con detalle a la historia de desarrollo de la perturbación.
Bibliografía
Cervera, G., Haro, G., & Martínez-Raga, J. (2005). Trastorno límite de la personalidad:
paradigma de la comorbilidad psiquiátrica. Madrid: Médica Panamericana.