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académica?
Escribí este texto a raíz del concepto de arte primitivo, según la descripción que hace John
Berger del mismo en su artículo “Lo primitivo y lo profesional” (Mirar, Ed. de la Flor, Buenos
Aires, 2004, Trad. Pilar Vázquez Álvarez), y como reacción a ese artículo, que me permitió
seguir el rastro de un pensamiento que intuyo desde hace algún tiempo, en relación a la música
actual en la Argentina y sus modos de enseñanza y aprendizaje.
No es difícil notar, para quien comparte un mínimo roce con el ambiente de la música
Argentina, que hay una brecha notable entre la música popular y la música que se
estudia en las escuelas o conservatorios de música. Esto no es nuevo, la discrepancia
entre la música proveniente de conservatorios — es decir la música “clásica” — y aquella
que surge naturalmente de las clases populares, y que, al menos hasta ahora, es llamada
música popular, es de larga data. La peculiaridad que encuentro hoy, y que me despierta
nuevas preguntas a este respecto, es que existe un nuevo modelo de escuela donde se
enseñan técnicas, conceptos y fórmulas referentes a la música popular, que hasta hace
poco tiempo transcurría por fuera o a lo sumo en la periferia de las instituciones
educativas.
1. Panorama
Lo primitivo se define como lo no profesional. La categoría de arte profesional, como
algo diferenciado del maestro artesano, no estuvo muy clara hasta el siglo XVII (…) En
principio es difícil marcar una diferencia entre profesión y arte u oficio manual, pero
es muy importante. El artesano sobrevive mientras los valores para juzgar su obra son
compartidos por las diferentes clases sociales. El profesional aparece cuando el
artesano ha de abandonar su clase y “emigrar” a la clase dirigente, cuyos estándares
de juicio son diferentes.
La música académica, al igual que la pintura profesional según la define John Berger, es
un producto de la clase social que se define como clase dirigente, determinada por su
alta riqueza económica, alto poder político e influencia sobre las demás clases. La
música académica transcurre en el seno de esta clase dirigente, donde se desarrolla y al
que vuelve siempre, a pesar de los múltiples intentos de desarraigo que hubo a lo largo
de su historia.
La relación del artista profesional con la clase que detentaba o esperaba detentar el
poder es complicada, variada, y, por ello, no debemos simplificarla. No obstante, su
aprendizaje, y esto es lo que lo convierte en un artista profesional, le enseñó una serie
de técnicas convencionales.
[…] Sin embargo, para las otras clases sociales, esa pintura profesional estaba tan
alejada de su propia experiencia, que no veían en ella sino una simple convención
social, una mera vestimenta de la clase que los gobernaba.
Durante el Siglo XIX, ciertos artistas, por razones conscientemente sociales o políticas,
intentaron ampliar la tradición profesional de la pintura, de forma que expresara
también la experiencia de las otras clases (por ejemplo, Millet, Courbet, Van Gogh).
[…] La crisis provocada por aquellos artistas que intentaron ampliar el área de
experiencias a las que podría estar abierta la pintura (…) continuó ya entrado el Siglo
XX. Pero se invirtieron los términos. La tradición quedó desmantelada. Sin embargo
(…) el área de experiencias en las que se inspiraban la mayoría de los artistas europeos
permaneció sorprendentemente igual.
[…] Una de las razones por las que no se utilizó la libertad potencial ganada con el
desmantelamiento de la tradición puede tener que ver con el modo en que se seguía
formando a los pintores. Lo primero que aprendían en las academias y escuelas de
arte era precisamente el uso de las mismas convenciones que estaban siendo
desmanteladas. Ello se debía a que no existía otro cuerpo de conocimientos
profesionales que pudiera ser enseñado. La situación sigue siendo hoy más o menos la
misma, no existe otro tipo de profesionalismo.
2. Jazz o trampa
“El jazz es un desafío a crear. La abeja del jazz recorre todas las flores del mundo
repitiendo: no te olvides de crear, no te olvides de crear, no te olvides de evolucionar,
seguí para adelante.” Wayne Shorter, 2014.
Los músicos de jazz cambian todo el tiempo, los músicos de jazz no se equivocan. Como
dice una famosa cita de Miles Davis, “No temas a los errores. No hay ninguno” (Do not
fear mistakes. There are none.). Y más recientemente, Wayne Shorter, en una entrevista
maravillosa, organizada por UNESCO en virtud del día internacional del Jazz,
disponible en Youtube y titulada “Philosophy of life through Jazz”, que en castellano
significa Filosofía de la vida através del Jazz
(https://www.youtube.com/watch?v=Py7B9sZF6Do), entre otras cosas, menciona la
importancia de trascender las barreras de lo establecido en busca de la transmisión de
algo realmente profundo, lo recuerda a Miles a este respecto, y describe una charla en la
cual le planteó a él mismo, “Wayne, ¿alguna vez tocaste algo que no sonara como
música?” y a continuación “¿podés tocar lo que sea que vos quieras?” lo cual para él,
según cuenta, implicó el no-estudio, el no-ensayo, en sus propias palabras “¿cómo
ensayás lo inesperado, cómo ensayás lo desconocido?”. Shorter hace hincapié en el
coraje que implica una vida abocada al Jazz, aludiendo literalmente que “se necesita
coraje para estar solo en esta Gran Ruta Amarilla, o lo que sea. Se necesita coraje para
ingresar a lo desconocido, por tu cuenta.” (It takes courage to get into the unknown,
alone.).
Para ampliar el marco de discusión acerca de las escuelas de música popular, y para
preguntarnos acerca de su eficacia y su finalidad, nos viene bien citar a Stuart Hall,
sociólogo jamaiquino, que en sus “Notas sobre la deconstrucción de <lo popular>”
(publicado en Historia popular y teoría socialista, por Samuel Ralph (ed.) en editorial
Crítica, Barcelona, 1984.) dice que durante la transición al capitalismo agrario y la
evolución del capitalismo, hay una lucha en torno a la cultura del pueblo trabajador, la
clase obrera y los pobres, aludiendo que “El capital tenía interés en la cultura de las
clases populares porque la constitución de todo un orden social nuevo alrededor del
capital requería un proceso más o menos continuo, pero intermitente, de reeducación en
el sentido más amplio de la palabra. Y en la tradición popular estaba uno de los
principales focos de resistencia a las formas por medio de las cuales se pretendía llevar a
término esta “reformación” del pueblo.” En el mismo texto, el autor esboza tres
definiciones del adjetivo “popular” que son las siguientes:
3. La tercera definición, preferida por el autor, y acorde al planteo que esbocé en este
texto, contempla “aquellas formas y actividades cuyas raíces estén en las
condiciones sociales y materiales de determinadas clases; que hayan quedado
incorporadas a tradiciones y prácticas populares. En este sentido retiene lo que es
valioso en la definición descriptiva. Pero continúa insistiendo en que lo esencial
para la definición de la cultura popular son las relaciones que la definen en tensión
continua con la cultura dominante. (…) Lo que importa no son los objetos
intrínsecos o fijados históricamente de la cultura popular sino el estado de juego en
las relaciones culturales.”
Hall insiste en esta tensión que surge a partir de la oposición entre la cultura del pueblo
y la cultura dominante, y agrega que “no hay “culturas” totalmente separadas que, en
una relación de fijeza histórica estén paradigmáticamente unidas a clases “enteras”
específicas. (…) Las culturas de clase tienden a cruzarse y coincidir en el mismo campo
de lucha. El término popular (…) alude a esa alianza de clases y fuerzas que constituyen
las “clases populares” (…) y el lado opuesto a este es, por definición, no otra clase
“entera”, sino esa otra alianza de clases, estratos y fuerzas sociales que constituyen lo
que no es “el pueblo” y tampoco “las clases populares”: la cultura del bloque de poder.”
Y termina con una advertencia que considero apropiada a la problemática que intento
demostrar en este texto con respecto a las escuelas de música popular, Stuart Hall dice:
“La cultura popular es uno de los escenarios de esta lucha a favor y en contra de una
cultura de los poderosos: es también lo que puede ganarse o perderse en esa lucha. Es el
ruedo de consentimiento y la resistencia. Es en parte el sitio donde la hegemonía surge y
se afianza.”
4. Dos disparos
Empecé este texto mencionando una brecha entre la música popular que se enseña en
las escuelas, y la música popular “real”, por llamarla de alguna forma, que encuentro
reflejada en lo comercial, por un lado, y en una escena “alternativa” por el otro. Primero,
creo que este panorama crispado incide en el mercado de manera compleja: no sé hasta
qué punto no es la producción musical misma la que atraviesa una discusión interna, de
la cual las escuelas forman parte, en un ambiente disgregado, que la obliga a ceder lugar
frente a los intereses de las corporaciones económicas. En segundo lugar, disfruto de las
movidas musicales y artísticas “alternativas”, es decir, que funcionan por fuera o en la
periferia de las escuelas (y que, llegado el caso, no las necesitan para sobrevivir), cuyo
eje principal de crecimiento, me parece, es la aparición de internet y la PC, y las
posibilidades que brindan en tanto son herramientas de trabajo, fuentes de estudio
(todas estas teorías musicales mencionadas se encuentran subidas a internet) y sobre
todo, en tanto permiten la asociación y la exposición de las obras e ideas de los usuarios
en un modelo tribal, conformado por personas que acceden a interactuar con otras
personas por motus propio (para ahondar en el concepto de tribu en la posmodernidad,
recomiendo los estudios sociológicos de Michel Maffesoli).
A este respecto, y fascinado por las coincidencias, vuelvo al artículo de John Berger,
donde dice que:
Una de las cosas que contribuyó a la aparición de los primeros artistas primitivos fue
la escuela primaria obligatoria (lápiz, papel, tinta), la difusión del periodismo, el
ferrocarril, el estímulo de una conciencia de clase más clara.
5. Manifiesto
Queda por decir que la aparición reciente de este modelo de enseñanza que encontramos
en la música popular no modifica el hecho de que la producción musical y artística sigue
dependiendo de casos aislados, por dentro y por fuera de las instituciones, de artistas
que logran combinar el conocimiento teórico y analítico de las “reglas” con una
predominante naturaleza creativa e incisiva, dependiendo, una vez más, exclusivamente
de ellos mismos y de su cooperación entre sí. Otro concepto compartido, llegando al
final del artículo de John Berger citado a lo largo del texto, que me lleva a pensar que
esta clase de músico que menciono es similar al pintor primitivo que menciona el autor,
recordando que ambos se encuentran en la categoría de artistas.
A primera vista puede parecer que el término primitivo está justificado. No utiliza la
gramática pictórica de la tradición: por eso es incorrecto. No ha aprendido las
técnicas que han evolucionado con las convenciones: por eso es torpe. (…) pero ¿por
qué rechaza la tradición? Porque sabe de antemano que su experiencia, esa experiencia
que lo fuerza a hacer arte, no tiene cabida en esa tradición.
En lo personal, me gusta pensar que la música popular representa un tejido colorido que
reúne a todas las músicas del mundo, desde la música de las comunidades jesuítico
guaraníes de Misiones a la cumbia o al blues tuareg. La música popular reúne las
expresiones musicales de las clases sociales que no pertenecen a las clases dominantes.
Esto incluye a la gran mayoría de los humanos que hay en la tierra. La música popular se
presenta entonces como una amalgama de expresiones y experiencias musicales que
crecen por fuera del sistema académico, que es acotado y, como vimos, puede ser
funcional a un tipo de dominación de clase.
Como músico, si no llegara a modificarse este esquema, y hasta que aparezcan nuevas
respuestas, por no encontrar en la tradición académica las respuestas que busco, elijo, al
igual que los pintores franceses mencionados por Berger, emparentarme con una
naturaleza primitivista dentro de la música, prefiero asociarme con un arte músical
primitivo — que considero que existe desde hace tiempo — porque, además, prefiero las
resonancias que despierta el término primitivo con respecto a la palabra tribu, antes que
las que despierta el término académico en relación a conservatorio, y al peor
aún conservador.
Bibliografía
1. Mirar, John Berger, Ed. de la Flor, Buenos Aires, 2004, Trad. Pilar Vázquez Álvarez
4. Las citas a Stuart Hall provienen de Historia popular y teoría socialista, Samuel
Ralph (ed.), Editorial Crítica, Barcelona, 1984.
7. Jazz, Flamenco y Tango: Las orillas de un ancho Río. José Luis Salinas Rodríguez,
Ed. Catriel, Madrid, 1994