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CULTURA BIZANTINA

En el año 395 el emperador Teodosio dividió el Imperio entre sus hijos Honorio (Occidente) y Arcadio
(Oriente). Mientras el Imperio romano de Occidente caía en manos de los bárbaros (476) el Imperio romano
de Oriente, conocido como bizantino por su capital Constantinopla, la antigua Bizancio (hoy Estambul),
sobrevivió a los ataques de éstos. Con el emperador Justiniano (527-565) alcanzó una época de poder y
estabilidad, aunque no consiguió rehacer la unidad del Mediterráneo. Bizancio se convirtió en un foco
económico y cultural de gran importancia, que rechazó los sucesivos ataques de persas y árabes hasta
sucumbir finalmente en manos de los turcos que ocuparon Constantinopla en 1453. La civilización bizantina
es una síntesis de las culturas romana, oriental y cristiana. La ciudad de Constantinopla, estratégicamente
situada a orillas del Bósforo, fue un cruce de culturas donde se mezclaron Oriente y Occidente.

Bizancio puede ser definido como un Imperio multiétnico que emergió como un Estado cristiano y terminó
sus más de 1000 años de historia en 1453 como un estado griego ortodoxo, adquiriendo un carácter
verdaderamente nacional. Los bizantinos se identificaban a sí mismos como romanos, y continuaron usando el
término cuando se convirtió en sinónimo de helenos. Prefirieron llamarse a sí mismos, en griego, romioi (es
decir pueblo griego cristiano con ciudadanía romana), al tiempo que desarrollaban una conciencia nacional
como residentes de Romania.

La disolución del Estado bizantino en el siglo XV no deshizo inmediatamente la sociedad bizantina. Durante
la ocupación otomana, los griegos continuaron identificándose como romanos y helenos, identificación que
sobrevivió hasta principios del siglo XX y que aún persiste en la moderna Grecia.

Origen
Para asegurar el control del Imperio Romano y hacer más eficiente su administración, el Emperador
Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en
la división del Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales
llevaba asociado un "vice-emperador" y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el sistema
perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando
Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.

Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó «Nueva Roma», pero se
la conoció popularmente como Constantinopla ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su
centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más
importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.

Constantino fue también el primer Emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su
influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha
centuria, religión oficial del Imperio.

A la muerte del emperador Teodosio I, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Flavio Honorio, su hijo
mayor, heredó Occidente, con capital en Roma, mientras que a su otro hijo, Arcadio, le correspondió
Oriente, con capital en Constantinopla. Para la mayoría de los autores, es a partir de este momento cuando
comienza propiamente la historia del Imperio bizantino. Mientras que la historia del Imperio Romano de
Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto el joven Rómulo Augústulo por el germano) Odoacro, la
historia del Imperio bizantino se prolongará durante aún casi un milenio.

La época de Justiniano
Vida de Justiniano. Nació en el año 482 d. C en Tauresium en la Dardania, hoy confines de la ex
−Yugoslavia y Albania. Su nombre original era Petrus Sabbatius pero por adopción de su tío el emperador
Justino agregó el de Justiniano.

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En el 522 se casa con Teodora, quien lo acompaña hasta su muerte. La emperatriz Teodora fue un gran
apoyo para Justiniano, lo salva en la revolución Nika (victoria) del 532 en que corrió peligro la vida de
Justiniano e incluso su cargo de emperador y que fue aplastada por los generales de Justiniano. Colaboró
proponiendo varias reformas, sobre todo en el campo de las mujeres, aunque en temas religiosos dio su apoyo
a los monofisistas. Justiniano es nombrado Augusto en abril del 527 y el 2 de agosto del mismo año, por la
muerte de su tío justino es coronado emperador del Imperio. Su reinado va a durar 38 años, del 527 al 565.
Justiniano se propone la restauración del Imperio Romano, logrando la unidad en lo político, en lo religioso y
en lo jurídico: cumplir su magna obra de restauración:los militares, Belisario y Narsés, en lo jurídico el
excelso un Imperium, una Religio y una Lex, esos fueron sus ideales.

En cuanto a la extensión de las fronteras conduce largas campañas contra los persas. En el 532 asegura la paz
eterna mediante el pago de un alto tributo.

En cuanto a la política religiosa, Justiniano fue un príncipe cristiano, defensor de la ortodoxia y de la iglesia.
Llevó adelante la restauración de la comunión de la iglesia bizantina con la iglesia romana y actuó con
decisión contra los residuos del paganismo que todavía existían. La gran gloria de Justiniano sigue y seguirá
siendo por siempre su compilación legislativa del derecho romano en un gran renacimiento clasicista del
mismo.

El repliegue de Bizancio
Los siglos VII y VIII constituyen en la historia de Bizancio una especie de «Edad Oscura» acerca de la cual se
tiene muy escasa información. Es un período de crisis, del cual, a pesar de las tremendas dificultades externas
(el hostigamiento del Islam que conquistó las regiones más ricas, los continuos ataques de búlgaros y eslavos
desde el norte y el reanudamiento de la lucha contra los persas en el este) e internas (las luchas entre
iconoclastas e iconódulos, símbolo de los enfrentamientos internos entre poder temporal y religioso), el
Imperio salió transformado y reforzado.

Justino II trató de seguir los pasos de su tío y su misma mente sucumbió bajo el intolerable peso de
administrar un Imperio amenazado desde varios frentes. Su sucesor, Tiberio II abandonó la política militar de
Justiniano y permitió que Italia cayera bajo el poder de los lombardos y los bárbaros ocuparan el Danubio, y
se replegó a Asia. Mauricio llegó a hacer un tratado favorable con Persia (590), volvió una vez más a la
defensa de las fronteras del norte, pero el Ejército se negó a soportar las inclemencias de la campaña y
Mauricio perdió con el trono la vida. Con Focas, las invasiones de los persas, de los bárbaros y las luchas
internas estuvieron a punto de destruir al Imperio. Sin embargo, la revolución de algunas provincias logró
salvarlo.

La querella iconoclasta
Entre los años 726 y 843 el Imperio bizantino fue desgarrado por las luchas internas entre los iconoclastas,
partidarios de la prohibición de las imágenes religiosas, y los iconódulos, contrarios a dicha prohibición. La
primera época iconoclasta se prolongó desde 726, año en que León III (717-741) suprimió el culto a las
imágenes, hasta 783, cuando fue restablecido por el II Concilio de Nicea. La segunda etapa iconoclasta tuvo
lugar entre 813 y 843. En este año fue restablecida definitivamente la ortodoxia.

No fue un simple debate teológico entre iconoclastas e iconódulos, sino un enfrentamiento interno desatado
por el patriarcado de Constantinopla, apoyado por el Emperador León III, que pretendía acabar con la
concentración de poder e influencia política y religiosa de los poderosos monasterios y sus apoyos
territoriales.

El declive del Imperio (1056-1261)


Tras el período de esplendor que supuso el Renacimiento Macedónico, en la segunda mitad del siglo XI
comenzó un período de crisis, marcado por su debilidad ante la aparición de dos poderosos nuevos enemigos:
los turcos selyúcidas y los reinos cristianos de Europa occidental; y por la creciente feudalización del
Imperio, acentuada al verse forzados los emperadores Comneno a realizar cesiones territoriales (denominadas
pronoia) a la aristocracia y a miembros de su propia familia.

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El final: el sitio turco
La historia del Imperio bizantino tras la reconquista de la capital por Miguel VIII Paleólogo es la de una
prologada decadencia.

Constantinopla fue en un principio desestimada en pos de su conquista debido a sus poderosas defensas, pero
con el advenimiento de los cañones, las murallas ya no ofrecían la protección adecuada frente a los otomanos.
La Caída de Constantinopla finalmente se produjo después de un sitio de 2 meses llevado a cabo por Mehmet
II el 29 de mayo de 1453. El último Emperador bizantino, Constantino XI Paleólogo, fue visto por última
vez cuando entraba en combate con las tropas de jenízaros de los sitiadores otomanos, que superaban de
manera aplastante a los bizantinos.

Economía
Como en el resto del mundo en la Edad Media, la principal actividad económica era la agricultura que estaba
organizada en latifundios, en manos de la nobleza y el clero. Cultivaban los cereales, frutos, las hortalizas y
otros alimentos vegetales. La principal industria era la textil, basada en talleres de seda estatales, que
empleaban a grandes cantidades de operarios.

Hay que destacar la gran importancia del comercio. Por su situación geográfica, el Imperio bizantino fue un
intermediario necesario entre Oriente y el Mediterráneo, al menos hasta el siglo VII, cuando el Islam se
apoderó de las provincias meridionales del Imperio.

El comercio bizantino entró en decadencia durante los siglos XI y XII, a causa de las ruinosas concesiones que
se hicieron a Venecia, y, en menor medida, a Génova y a Pisa. Un importante elemento en la economía del
Imperio fue su moneda, el sólido bizantino y el besante, de extendido prestigio en el comercio mundial de la
época.

El Emperador
El jefe supremo del Imperio bizantino era el Emperador (basileus), que dirigía el Ejército, la administración, y
tenía el poder religioso. Cada emperador tenía la potestad de elegir a su sucesor, al que asociaba a las tareas de
gobierno confiriéndole el título de césar. La figura del Emperador estaba especialmente relacionada con la
Iglesia, que se convirtió en un factor estabilizador, y especialmente con el Patriarca de Constantinopla.

Una de las principales bazas del emperador era su control sobre una eficaz administración, que se regía por el
Corpus Iuris Civilis, recopilado en época de Justiniano. La organización territorial se basaba, desde el siglo
VII, en los themata ('temas'), provincias al mando de un strategos o general.

Religión
Uno de los rasgos más característicos de la civilización bizantina es la importancia de la religión y del
estamento eclesiástico en su ideología oficial. Iglesia y Estado, emperador y patriarca, se identificaron
progresivamente, hasta el punto de que el apego a la verdadera fe (la «ortodoxia») fue un importante factor de
cohesión política y social en el Imperio bizantino, lo que no impidió numerosas corrientes heréticas.

El cristianismo primitivo tuvo un desarrollo mucho más rápido en Oriente que en Occidente. Es muy
significativo el hecho de que el Concilio de Calcedonia reconociera en 451 cinco grandes patriarcados, de los
cuales sólo uno (Roma) era occidental; los otros cuatro (Constantinopla, Jerusalén, Alejandría y Antioquía)
pertenecían al Imperio de Oriente. De todos ellos, el principal fue el Patriarcado de Constantinopla, cuya sede
estaba en la capital del Imperio. Las otras tres sedes fueron separándose paulatinamente de Constantinopla,
primero a causa de la herejía monofisita, duramente perseguida por varios emperadores; luego, con motivo de
la invasión del Islam en el siglo VII, las sedes de Alejandría, Antioquía y Jerusalén quedaron definitivamente
bajo dominio musulmán.

La Iglesia Ortodoxa sufrió otra crisis importante con el movimiento iconoclasta, primero entre los años 730 y
787, y luego entre 815 y 843. Se enfrentaron dos grupos religiosos: los iconoclastas, partidarios de la

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prohibición del culto a las imágenes o iconos, y los iconódulos, que defendían esta práctica. Los iconos
fueron prohibidos por León III comenzando así las más agrias disputas. Esto no se resolvió hasta que la
emperatriz Irene convocó el II Concilio de Nicea en 787 que reafirmó los iconos. Esta emperatriz consideró
una alianza con Carlomagno que hubiera unido ambas mitades de la Cristiandad, pero que fue desestimada.

El movimiento iconoclasta resurgió en el siglo IX, siendo derrotado definitivamente en 843. Todos estos
conflictos internos no ayudaron a resolver el cisma que se estaba produciendo entre Occidente y Oriente.

En el siglo IX destaca la figura del patriarca Focio, que por primera vez rechazó el primado de Roma,
abriendo una historia de desencuentros que culminaría en 1054, con el llamado Cisma de Oriente y Occidente.
El cisma contribuyó, sin embargo, a la transformación de la Iglesia Ortodoxa en una iglesia nacional. Esto se
reforzó más aún con la humillación sufrida en 1204 por la invasión de los cruzados y el traslado temporal de
la sede patriarcal a Nicea.

ARTE BIZANTINO

El arte bizantino es una expresión artística que se configura a partir del siglo VI, fuertemente enraizada en el
mundo helenístico, como continuadora del arte paleocristiano oriental. En sus primeros momentos, Bizancio
se consideró como el continuador natural, en los países del Mediterráneo oriental, del Imperio romano, siendo
transmisor de formas artísticas que influyen poderosamente en la cultura occidental medieval. Los períodos
del arte bizantino se ajustan, como es natural, a las grandes fases de su historia política.

Desde comienzos del siglo V se va creando un lenguaje formal artístico propio y diferenciado del que se
mantiene en el Imperio de Occidente. Más tarde, en la época de Justiniano I (527-565) se inicia la primera
etapa específicamente bizantina: es la Primera Edad de Oro que comprende los siglos VI y VII, es la etapa
de formación del arte bizantino en sus aspectos formales básicos.

Después del período de la lucha de los iconoclastas, aunque pobre en monumentos, comienza, en torno al año
850, el arte bizantino medio o Segunda Edad de Oro que perdura hasta el año 1204, cuando Constantinopla
es conquistada por los cruzados; en esta época esencialmente se consolidan los aspectos formales y
espirituales del arte bizantino; es la verdadera etapa creadora y definidora de la estética bizantina.

Después del dominio europeo, con la dinastía de los Paleólogos, se da paso a la Tercera Edad de Oro que se
centra en el siglo XIV y que finaliza con la toma de Constantinopla en el año 1453. Después, el arte bizantino
florece en los países eslavos, Rusia y sureste de Europa, transmitiéndose hasta nuestros días a través del
Monte Athos.

Lengua y literatura
En los orígenes del Imperio bizantino existió una situación de diglosia entre el latín y el griego. El primero era
la lengua de la administración estatal, en tanto que el griego era la lengua hablada y el principal vehículo de
expresión literaria. La Iglesia y la educación utilizaban también el griego. Con el tiempo, el latín fue
definitivamente desplazado por el griego, que se convirtió también en la lengua de la administración imperial.

Arquitectura
La arquitectura bizantina es heredera de la arquitectura romana y la arquitectura paleocristiana. Es una
arquitectura esencialmente religiosa, aunque no faltaron los edificios civiles de importancia. Muestra una
marcada predilección por el ladrillo como material de construcción (aunque disimulado por lajas de piedra en
el exterior y por suntuosos mosaicos en el interior). Aunque utiliza la columna (destaca la sustitución del
ábaco por el cimacio), su innovación más característica es el uso sistemático de la cubierta abovedada. Los
tipos de bóveda más utilizados son la de cañón y la de arista, pero destaca sobre todo la cúpula, con su
característica base sobre pechinas (aunque también se empleó ocasionalmente la cúpula sobre trompas). En
cuanto a la planta, la más frecuente en los templos es la de cruz griega, con una cúpula en la intersección de
las naves. Es frecuente que los templos, además del cuerpo de nave principal, posean un atrio o narthex, de

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origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de iconostasio, llamada así porque sobre este cerramiento
calado se colocaban los iconos pintados.

En la historia del arte y la arquitectura bizantinos suelen distinguirse tres períodos o «Edades de Oro». La
Primera Edad de Oro tiene su momento más representativo en la época de Justiniano, y sus edificios más
destacados son la iglesia de los Santos Sergio y Baco, la de Santa Irene y, sobre todo, la de Santa Sofía, todas
ellas en Constantinopla.

La Segunda Edad de Oro coincide con el renacimiento macedónico (siglos IX, X y XI). Sigue siendo la
iglesia de planta central cubierta con cúpula el modelo fundamental. Son frecuentes las iglesias de planta de
cruz griega inscrita en un cuadrado, con los brazos de la cruz cubiertos con bóvedas de cañón, y cinco
cúpulas, una en el centro y otras cuatro en los ángulos. El prototipo era la Nueva Iglesia (Nea) construida por
Basilio I, hoy desaparecida. Algunas iglesias destacadas son la iglesia de los Santos Apóstoles en
Constantinopla, Santa Catalina de Salónica, la catedral de Atenas y la basílica de San Marcos de Venecia.

La Tercera Edad de Oro comienza tras la recuperación de Constantinopla en 1261. Es una época de difusión
de las formas bizantinas, tanto hacia el Norte (Rusia) como hacia Occidente. Las novedades de este período
son más bien decorativas que estructurales. Destacan iglesias como Santa María Pammakaristos en
Constantinopla, las iglesias del monte Athos o el conjunto de iglesias de Mistra, en el Peloponeso.

Características de la arquitectura bizantina. La más notable característica de la arquitectura bizantina es el uso


de la cúpula sobre planta circular, cuadrada o poligonal. Se trata de una arquitectura central, donde no domina
con claridad ninguna dimensión. Sobre una planta cruzada, en sus vertientes se elevan cuatro pilares, unidos
entre si por potentes arcos. Encima de estos arcos, en una cornisa circular, se apeaba la cúpula sobre pechinas.

En los espacios laterales angulares se colocan también pequeñas cúpulas, con lo que vistas desde afuera, las
iglesias de estilo bizantino toman un aspecto muy particular, caracterizado por la agrupación de cúpulas
semiesféricas. El monumento que se acostumbra considerar más notable de este estilo es la famosa iglesia de
Santa Sofía, construida por los arquitectos Artemio de Tralles e Isidoro de Mileto en el reinado de Justiniano.
Se encuentra en Estambul (la antigua Constantinopla, y se ha transformado en mezquita islámica. La gran
cúpula central que mide treinta y un metros de diámetro, descarga su esfuerzo en dos semicupulas o exaedras,
laterales que por su parte envían sus fuerzas a otras semicúpulas aun menores. Todo este conjunto de reparto
de fuerzas esta maravillosamente articulado.

Las Columnas. Las columnas en el arte bizantino no tuvieron en el aspecto constructivo la misma
importancia que en épocas anteriores. Solo servían de soporte para las galerías, no siendo, en muchas
ocasiones fundamentales para la estructura. El fuste era, por lo general monolítico, esto es, de una pieza y el
capitel, que en un principio siguió las formas clásicas, se transformó después adoptaron la forma de tronco de
pirámides invertida con las caras convexas. Por lo general, sobre los capiteles se colocaba una imposta que
tenía la misma forma que aquellos.

Elementos Ornamentales. En los elementos ornamentales del arte bizantino encontramos también una fuerte
influencia oriental. Los motivos fueron muy variados: guirnaldas, flores y frutos sobre fondo negro, motivos
fantásticos de plantas estilizadas formando dibujos semejantes a bordados, bandas plegadas de modo
complicado, discos, estrellas, florones, fajas cubiertas con pequeños poliedros de piedra que enmarcaban los
mosaicos. Desarrollaron también como elementos decorativos una extensa gama de tipos de pájaros. En los
fondos de los mosaicos se pueden apreciar como elementos decorativos paisajes místicos de palmeras y
cipreses. Otros elementos ornamental importante fue la representación de escenas cinegéticas, esto, es de caza
en cuadros, frescos o telas.

Mosaicos. De la cultura romana Bizancio heredó la decoración mediante mosaicos que llegaron a su máximo
esplendor con este imperio. Los mosaicos eran figuras formadas por pequeños trozos de piedra o vidrio
coloreado (llamadas también teselas). Seguían estrictas normas para ilustrar pasajes de la vida de los
emperadores y escenas religiosas. Estas últimas cubrían las murallas y cielos rasos de las iglesias.

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De esa habilidad alcanzada con respecto a los mosaicos resurge el interés de los vidrieros de Bizancio por la
imitación de las piedras preciosas, con lo que llegaron a alcanzar una habilidad tan grande que resultaba
bastante difícil poder distinguirlas de las auténticas.

Pintura bizantina
La pintura bizantina, así llamada por haberse formado en Constantinopla (antiguo Bizancio) al igual que su
arquitectura y escultura, fijó su carácter desde los comienzos del siglo VI y se sirvió casi exclusivamente del
procedimiento al mosaico en muros y cuadritos y de miniaturas sobre pergamino.

Se distingue la pintura bizantina al mosaico por la riqueza de materiales, con abundancia de oro (mosaicos
vítreos y dorados) y fastuosa ornamentación y la pobreza en el movimiento artístico. Las figuras de los
personajes se presentan ordinariamente alargadas, en pie y con los brazos en actitud algo movida o llevando
algún objeto. La túnica o vestimenta con que aparecen cubiertas suele ofrecer pliegues rectos y paralelos, casi
verticales. Pero el manto o capa los presenta más movidos y se recoge sobre el brazo izquierdo de la figura. El
continente de las personas se ostenta siempre majestuoso, tranquilo y honesto; su mirada, de frente o a la
derecha del espectador; sus ojos, grandes y abiertos; sus pies, pequeños o estrechos y terminados en punta.

Los elementos decorativos de los cuadros o composiciones consisten de ordinario en perlas, cintas, series de
joyas, guirnaldas y grecas sin excluir algunas plantas sueltas como la palmera ni los motivos arquitectónicos.
A los lados de las figuras o encima de ellas, se destacan a menudo sobre el fondo de oro inscripciones en
sentido vertical u horizontal que fijan el nombre y el significado del personaje o de la escena que se
representa. Los asuntos de tales composiciones son generalmente bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento, además de algunas escenas religiosas de la corte imperial y representaciones de ángeles y santos.
Es bastante común en el ábside o en la cúpula de las basílicas de Oriente la figura del Pantocrátor (o el Cristo
en majestad) rodeado de ángeles a imitación del tipo de Santa Sofía en Estambul. Pero en las de Occidente se
representa más bien a Jesucristo en medio de Apóstoles o santos.

El amaneramiento y el convencionalismo de la pintura bizantina que ya desde el principio más o menos la


acompañan se hicieron más sensibles en el siglo VIII y llegaron a su apogeo en el XIII por la falta de
expresión y el exceso de rigidez y angulosidad que se manifiesta en las figuras. Alguna restauración se vio
aparecer en el siglo XIV bajo el imperio de los Paleólogos pero resultó escasa y la decadencia fue completa
desde últimos del XVI refugiándose el arte en el monasterio cismático del monte Athos (Grecia) centro
artístico de las regiones que habían abrazado el cisma y donde la pintura se convirtió en una industria que
seguía fórmulas de receta.

Escultura bizantina
Con el estilo bizantino en arquitectura se formó a su vez el de escultura quedando definido a partir del siglo
VI. Anteriormente a dicho siglo dominaba el estilo romano decadente, aun en la misma Constantinopla según
lo evidencian las dos estatuas del Buen Pastor y los relieves del gran zócalo en que se apoya el obelisco
egipcio colocado por Teodosio el Grande en una plaza de la capital a finales del siglo IV, llamado por él,
obelisco de Teodosio. No obstante, en otros monumentos de la época se iniciaba ya el gusto bizantino, como
lo demuestra el clípeo votivo de plata o Disco de Teodosio de Madrid que ostenta en bajorrelieve las figuras
sedentes del emperador con sus dos hijos y otros cortesanos en pie y que data el año 393 de la era cristiana.

El estilo bizantino en escultura debe considerarse como una derivación y degeneración del romano, bajo la
influencia asiática. Le caracterizan, en general, cierto amaneramiento, uniformidad y rigidez o falta de
naturalidad en las figuras junto con la gravedad la cual suele consistir en esmaltes, en imitaciones de piedras y
sartas de perlas, en trazos geométricos y en follaje estilizado o desprovisto de naturalidad. Cultivó el arte
bizantino muy poco la estatuaria pero abundó en mosaicos y en relieves sobre marfil, plata y bronce y no
abandonó del todo el uso de camafeos y entalles en piedras finas. En los relieves, como en las pinturas y
mosaicos se presentan las figuras mirando de frente.

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