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HORA SANTA

INTRODUCCIÓN
Nos hemos reunido, en actitud de adoración, ante el sagrario donde hemos puesto
el sacramento admirable de la Eucaristía, por el cual Cristo ha querido permanecer
realmente
presente entre nosotros. Que nuestra plegaria esta noche junto al sacramento
eucarístico nos ayude a comprender más y más el don que el Señor nos ha hecho
de su Cuerpo y de su Sangre, para que siempre que participemos del convite
pascual en el que comemos a Cristo seamos más conscientes de la gracia que se
nos da.
Con los mismos sentimientos de Jesús, meditamos a la sombra de Getsemaní sus
últimas horas de entrega y de prueba, de donación y de oración por nosotros.
Su amor, sigue sosteniéndose en este silencio…
Sus palabras pronunciadas en la Eucaristía de esta tarde, son para nosotros
testamento y mandato. ¿Seremos capaces de mantener este mandato?
Ahora, en esta noche santa, respiramos no solamente silencio –eso sería poco- .
Queremos llenarlo de contenido. De oración. Dios está en medio de nosotros.
Abramos nuestros corazones y expresemos, en esta Pascua, nuestras más
íntimas sensaciones de fe y de solidaridad con el Señor.
Canta un proverbio que “los amigos son como la sangre; acuden donde existe la
herida”. Aquí estamos, Señor, tus amigos. Aquellos que queremos compartir y
sentir junto a Ti esta noche de misterio, de negación, de amor, de prueba, de
gracia y de sufrimiento.

Bendito, alabado y adorado sea Jesús en el santísimo sacramento del altar…


Mi Jesús sacramentado mi dulce amor y mi gran consuelo…

1. ACTO DE ABANDONO AL PADRE


Padre, me pongo en tus manos,
haz de mi lo que quieras,
sea lo que sea te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo,
con tal que tu voluntad se cumpla
en mí y en todas tus criaturas.
No deseo nada más;
te confío mi alma;
te la doy con todo el amor
del que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza
porque tu eres mi Padre.
Silencio…
Canto: No adoréis a nadie más…

2. ILUMINACIÓN BÍBLICA
Lectura: 1 Jn 3,13-24
No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que
hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no
ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino;
y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos
conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros
debemos dar la vida por los hermanos.
Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le
cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos,
no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad.
En esto conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra
conciencia ante Él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es
mayor que nuestra conciencia y conoce todo.
Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios, y
cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y
hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre
de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó.
Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto
conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio." Palabra de
Dios…
MEDITACIÓN
La prueba del amor cristiano no es simplemente el hecho de no hacerle daño a
nadie. El amor también implica hacerles el bien. El amor cristiano abarca sacrificio
y servicio. Cristo no sólo habló de Su amor, sino que también lo demostró.
A Jesús no lo mataron, como mártir, sino que Él dio Su vida por nosotros
voluntariamente. Juan 15,13 dice, “Nadie tiene mayor amor que éste, que es el dar
Su vida por sus amigos.” La “auto-preservación” es la primera ley de la vida física.
Y el “auto-sacrificio” es la primera ley de la vida espiritual.
¡Dios no nos pide que demos nuestra vida! Simplemente nos pide, que ayudemos
a un hermano, que tiene necesidad. Por eso, en este pasaje, San Juan “habla
primero de los hermanos en general,” y acto seguido continua con el “hermano en
singular.”.
Es bien fácil hablar acerca de “amar a los hermanos” en general, pero
olvidándonos de ayudar al hermano individualmente. ¡El amor cristiano es
personal y activo!
Esto es lo que Jesús tenía en mente cuando nos enseñó la parábola del buen
samaritano. Un abogado quería hablar de un tema abstracto: “¿Quién es mi
prójimo?” Pero Jesús concentró toda Su atención “en un solo hombre” que tenía
necesidad, y cambió la pregunta: “¿De quién puedo ser prójimo?”
La prueba del amor cristiano, no está en profesar en voz alta, que uno ama la
iglesia, sino en ayudar silenciosamente a una hermana o hermano que tiene
necesidad. Si no ayudamos ni siquiera a un hermano, lo más probable es que no
“demos nuestra vida” por “los hermanos”.
Pidamos al Señor en esta noche de amor extremo y de entrega total, que
aprendamos a vivir el amor de entrega y de donación en todas las dimensiones
humanas y así demos testimonio más con la vida que de palabra.
Silencio…
Canto: qué bello es…

3. LETANÍAS DE LA CARIDAD FRATERNA


Dios Padre, que te das al Hijo, Ten piedad de nosotros
Jesucristo, que te das al Padre, ten piedad de nosotros
Espíritu Santo, fuente de toda generosidad, ten piedad de nosotros
Del odio y de la envidia, líbranos Señor
Del resentimiento y el rencor, líbranos Señor
De la venganza hacia los demás, líbranos, Señor
De toda forma de egoísmo, líbranos, Señor
De la injusticia y de la mezquindad, Líbranos, Señor
De la tendencia a juzgar y condenar, líbranos, Señor
De la murmuración y de la crítica, líbranos, Señor
Del juicio temerario y de la calumnia, líbranos, Señor
Del orgullo y de la jactancia, líbranos, Señor
De la susceptibilidad y de la impaciencia, líbranos, Señor
De la tendencia a aislarnos y cerrarnos, líbranos, Señor
De la sospecha y de la desconfianza hacia los demás, líbranos, Señor
De cualquier forma de indiferencia y frialdad para con los hermanos, líbranos,
Señor
De las palabras duras y de la prepotencia, líbranos, Señor
De la descortesía y de los prejuicios, líbranos, Señor

4. MEDITACIÓN BIBLICA
Evangelio: Juan 16, 5-16.
"Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me
pregunta: "¿Dónde vas?" Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se
han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya;
porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo
enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo
referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque
no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me
veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado.
Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga
él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará
por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El
me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que
tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a
vosotros. «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a
ver.»"
MEDITACIÓN
Siempre las horas más tristes tienen que ser las de la despedida, no de aquellas
en las que se dice sencillamente "hasta luego", sino las que comprenden en su
totalidad el significado del "adiós". En esos momentos nos asaltan las lágrimas de
los ojos y no sabemos qué decir. La tristeza nos invade, y todo queda cubierto por
la niebla.
Aquí vemos la tristeza de los discípulos. Jesús, a partir de la comunicación
artificiosa de su separación, provoca que la tristeza que los discípulos guardaban
en el corazón aflore en ellos: “Ahora voy a aquel que me ha enviado y ninguno de
vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?”. Es evidente que separarse del estilo de
vida aprendido junto a Jesús comporta para los discípulos un sufrimiento. Jesús
insiste: “Es más, porque os he dicho esto, vuestros corazones se ha llenado de
tristeza”.
San Agustín explica así este sentimiento de abandono que invadía a los
discípulos: “Les daba miedo el pensamiento de perder la presencia visible de
Jesús… Su afecto humano se entristecía al pensar que sus ojos no
experimentarían más el consuelo de verlo”. Jesús intenta disipar esta tristeza,
causada por la disminución de su presencia, al revelar la finalidad de su marcha.
Es decir, que si él no parte, el Paráclito no vendrá a ellos; pero si él muere para
retornar al Padre, lo podrá enviar a los discípulos.
La partida y la separación son condición previa para la venida del Paráclito: “pues
si no me voy, no vendrá a vosotros el Consolador…”.
Así era como se sentían los discípulos en las horas del adiós al Maestro. Para
ellos parecía el adiós definitivo, mientras que para Él sólo era un hasta pronto.
Además sabe que la tristeza de los discípulos se volverá en alegría, cuando Él
regrese.
También nos promete un Consolador, aquél que nos ayudará a entender lo que
nuestra pobre inteligencia no alcanza en esta vida.
Por eso no desesperemos en la tristeza de ver que Cristo no está entre nosotros.
Él está, aunque no físicamente, pero sí espiritualmente. Él vendrá en el tiempo
señalado, y quiere encontrarnos en vela para entrar con Él en su Reino.
Pidamos a Dios que nos dé la gracia de vivir siempre esperando a Cristo, no con
cara llena de tristeza, sino con rostros de resucitados.
Silencio…
Canto: oh buen Jesús
5. ORACIÓN COMUNITARIA:
MONITOR: Te adoramos, Señor.
Asamblea: Te adoramos, Señor.
* Tú eres la Palabra, hecha carne,
* Tú eres el camino que conduce al Padre,
* Tú eres el Buen Pastor y das la vida por las ovejas,
* Tú eres la luz del mundo,
* Tú eres el pan que da la vida al mundo,
* Tú eres la vid verdadera, que alimenta las ramas.
Canto: la fe de María
Oración final y despedida.
Padre Celestial, en tu designio salvífico, has querido realizar la redención de los
hombres por medio del misterio pascual de Cristo; concede misericordiosamente a
quienes al celebrar con fe esta Hora Santa anunciamos la muerte y resurrección
del Señor, que experimentemos un aumento constante de salvación. Por
Jesucristo Nuestro Señor…

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