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Just
Trauma:
una cuestión
de equilibrio
Un abordaje sistémico
para la comprensión y resolución
Copywrigth 2008 Anngwyn St. Just
Copywrigth 2010 Alma Lepik
John Donne
Meditación XVII (1624)
INDICE
Introducción 13
Capítulo 1 - Preguntas 21
Capítulo 2 - Guerra en Colorado: una visión sistémica
de la tragedia de Columbine 41
Capítulo 3 - Secuelas 61
Capítulo 4 - Implicaciones cuánticas y
campo de información 79
Capítulo 5 - El modelo más grande 95
Capítulo 6 - Conectando con los recursos 107
Capítulo 7 - Víctimas y perpetradores 123
Capítulo 8 - Síntomas y ecología de la intervención 145
Conclusión 159
Bibliografía 165
Acerca de la autora 167
INTRODUCCIÓN
Puedo entender que los enfoques sistémicos para comprender los traumas y
resolverlos no sean tópicos cotidianos. Sin embargo, se da la circunstancia de
que es un tema de gran importancia para todos nosotros, que no sólo somos
seres humanos, sino también seres sociales. Los estudios humanísticos y la
atención dedicada a la historia revelan que ese tipo de acontecimientos
agobiantes que experimentamos como “traumáticos” siempre nos han venido
acompañando de una manera o de otra. Mucho antes del advenimiento de la
psicología o de la psiquiatría, el trauma fue comprendido y tratado por los
hombres de la medicina y por las mujeres sabias, muchas de las cuales
también eran chamanes. Dentro de esas tradiciones arcaicas se entendía
implícitamente que la sanación siempre tenía que ver con alguna forma de
volver a unir partes desconectadas con un todo más grande.
Esa sabiduría antigua continúa siendo relevante para aquellos de nosotros que
nos encontramos con muchos niveles de fragmentación inherentes dentro de
la experiencia traumática. Estas fragmentaciones incluyen desorientación en
el tiempo y en el espacio, y “conexiones rotas” con uno mismo, con otros y
con la matriz mayor que sustenta la vida humana. Esto es similar a lo que
Martin Buber llamaba “una herida en el orden de ser”. Dentro de estos
patrones de fragmentación se pueden encontrar patrones de estrés emocional
y de comportamiento que se codifican somáticamente y que emergen con el
tiempo. Estas manifestaciones psico-fisiológicas del trauma se reflejan
directamente en el comportamiento de los humanos como seres sociales a lo
largo de todo el ciclo de la vida.
Por esa razón es importante tomar en cuenta tanto el impacto directo como el
impacto indirecto del trauma, no solamente en los individuos sino también en
sus familias y en cualquier otra persona que tenga una relación cercana con
personas que se han visto traumatizadas. Esta preocupación se extiende al
campo más amplio del trauma social, que incluye guerras, terrorismo,
hambrunas, epidemias, colapsos económicos, terremotos, tsunamis, y
cualquier otro desastre natural o provocado por el hombre. Sabemos que
muchas, que ingentes cantidades de personas se vuelven vulnerables ante la
desorientación y los estados de agobio y fragmentación. La evidencia acerca
de esta cruda realidad se divulga diariamente en los medios de comunicación
internacionales y locales.
Era necesario un nuevo paradigma. Comencé mirando más allá del sistema
nervioso individual y me fijé en el papel que desempeñaban las familias y
otros sistemas respecto a la generación de patrones de agobio y conexiones
rotas. Por el estudio del trauma social ya sabía que los traumas a menudo se
producen en los aniversarios de otros traumas. Además, esas fechas
aniversario muchas veces revelan temas no resueltos relacionados con
separaciones y otras formas de conexiones rotas. Los terroristas, los políticos
ambiciosos y los medios de comunicación, por ejemplo, prestan mucha
atención al significado de temas no concluidos que tienen que ver con
aniversarios. Por eso pensé que podría ser productivo contemplar la
posibilidad de que existiera alguna relación entre esos accidentes repetitivos y
fechas aniversario relacionadas con separaciones y conexiones que se
rompieron. Gracias a mis pacientes descubrí un patrón claro que relacionaba
separaciones y conexiones rotas (ya no sólo en la historia individual sino
también en la familiar) con fechas de accidentes repetitivos. Aún así seguía
haciéndome preguntas respecto a cómo y por qué eso podía darse y cómo
encontrar un sendero hacia una solución.
Este libro fue escrito para toda persona interesada en shock, trauma, historia
cultural y sistemas. Los médicos clínicos que busquen un tratamiento más
centrado en los aspectos psico-biológicos del trauma y de la personalidad
encontrarán un recurso excelente en The Haunted Self: Structural
Dissociation and the Treatment of Chronic Traumatizarion (El Yo
atormentado. La disociación estructural y el tratamiento de la traumatización
crónica) de Onno van der Hart, Ellert Nijenhuis y Kathy Steele. Quienes
busquen una visión más amplia de los aspectos somáticos del trauma
encuentran material muy valioso en las extensas publicaciones de Bessel Van
der Kolk y sus colaboradores. Otras opciones para explorar las conexiones
entre el cuerpo y la mente aparecen en Waking the Tiger: Healing Trauma
(Despertando al tigre, Curando el trauma) de Peter Levine, The Body Bears
the Burden: Trauma Dissociation and Diesease (El cuerpo soporta la carga:
trauma, disociación y enfermedad) de Robert Scaer y Somatoform
Dissociation Phenomena, Measurement and Theoretical Issues (Fenómenos
de disociación somatoforme, medición y temas teóricos) de Ellert Nijenhuis.
Todo el material relacionado con mis experiencias clínicas es verdadero,
excepto los detalles de identificación que han sido modificados para mantener
la confidencialidad.
Los cinco años que pasé en aquella consulta tan innovadora me servirían
como importante punto de inflexión en mis comprensiones sobre el trauma.
Allí, en aquel entorno médico, comencé a reconocer que existían modelos
sistémicos y no lineales que a menudo sostienen y perpetúan sucesos
traumáticos. Muchos de los pacientes que me llegaban derivados habían
sufrido heridas agudas o crónicas en accidentes de tráfico. Revisando sus
historiales vi que bastantes de aquellos pacientes habían estado involucrados
en múltiples accidentes, algunos en hasta 10 ó 15 colisiones de mayor o
menor envergadura. Yo me preguntaba todo el tiempo qué sucedía para que
aquellas personas tuvieran tantos accidentes.
¿Era que aquella innovadora clínica atraía una colección especial de almas
con mala estrella que simplemente eran propensas a sufrir accidentes? Pensé
que la causa más probable tal vez tuviera algo que ver con la capacidad de
conducción de aquellos pacientes, disminuida por la ingesta de alcohol o de
drogas legales o ilegales. Cuando mi teoría sobre conductores incapaces no se
sostuvo, pasé a otra de orientación somática buscando una explicación
neurofisiológica razonable.
Yo soy lo que podría denominarse una “teórica del baño de espuma”. Con
ello quiero decir que me agrada particularmente sumergirme y estar en
remojo mucho tiempo cuando reflexiono sobre partes y piezas que no tienen
sentido. Al indagar acerca de ese fenómeno de los accidentes múltiples,
parecía lógico comenzar enmarcando mis hallazgos dentro de los límites del
trauma y del sistema nervioso humano que ya conocía. El trauma surge
cuando se dan cambios en nuestro sistema nervioso autónomo como
respuesta a algo que sucede de verdad o que se percibe como una amenaza.
Estos cambios activan el sistema nervioso, al tiempo que nuestro cuerpo se
prepara para enfrentarse al desafío de una experiencia abrumadora. El
deterioro traumático tiene lugar cuando ese estado de alerta persiste después
de que el peligro haya pasado.
Todo animal sano, incluso los humanos, tiene un potencial genético para
defenderse instintivamente. Este potencial incluye un reflejo orientador para
evaluar el peligro y las opciones de respuesta de lucha, huída o
congelamiento. Estas opciones neurológicas están ubicadas en el cerebro
reptil (tallo cerebral y cerebelo). Nuestro sistema reptil, denominado así por
la similitud de esa parte con los cerebros de los reptiles (que han permanecido
casi sin cambios unos 200 millones de años), alberga nuestros instintos más
primitivos de supervivencia. Pensando en mis pacientes que habían sufrido
múltiples accidentes de coche, parecía lógico que ese reflejo orientador
desempeñara un papel importante en la generación de incidentes repetitivos.
Los patrones coordinados de movimientos musculares y de conciencia
sensorial que se conocen como “respuestas orientadoras” sirven como radar
del sistema nervioso y como un sistema de advertencia preventiva(2).
Joseph F. Kennedy Jr., hermano mayor del presidente John F. Kennedy, fue
piloto de la Marina durante la Segunda Guerra Mundial. Su B-24 explotó
sobrevolando el Canal de la Mancha en 1944. La hermana menor de Joseph,
Kathleen, murió cuando viajaba como pasajera en un vuelo privado en 1948 y
el hermano menor de ambos, el senador Edward M. Kennedy, salió ileso de
un accidente aéreo en 1964. En 2006 volvió a sobrevivir cuando el avión
privado en el que viajaba fue alcanzado por un rayo. John F. Kennedy Jr.
murió en 1999 cuando su avión monomotor se precipitó desde el cielo.
También me di cuenta de que los accidentes múltiples de tráfico pueden ser
transgeneracionales. Este fenómeno de los accidentes transgeneracionales y
otros acontecimiento traumáticos ha sido observado y estudiado
extensamente por la psiquiatra y profesora francesa Anne Ancelin
Schützenberger. En su libro The Ancestor Syndrome (“¡Ay, mis ancestros!”)
sugiere que hay formas según las cuales las fechas aniversario y otro tipo de
información del pasado puede ser almacenada en la memoria inconsciente
codificada en los genes, memoria que luego puede ser expresada en
generaciones posteriores.(3)
Con todo esto, yo sentía que tenía algo así como un tigre agarrado por la cola
tratando de comprender las causas que había detrás de traumas repetitivos
que también podían manifestarse en forma de tragedia transgeneracional. A
pesar de que la existencia de ese tipo de patrones sin duda es real, seguía
habiendo preguntas preocupantes. ¿Cómo puede ser que esa tragedia parisina
del ascensor haya sido creada por acontecimientos casuales que relacionan a
aquel joven con un ascensor automático?, ¿Por qué las consecuencias de
comportamientos en generaciones anteriores recaen en un determinado
miembro de la familia y no en otros, o no en todos los demás? ¿Se trata de
karma, destino, o es algo así como una maldición familiar?
Si uno de los temas relacionados con esas fechas significativas tenía que ver
con el equilibrio, me preguntaba si esas “ventanas de susceptibilidad” no
podrían servir también como “ventanas de oportunidad”.
Cada vez me iba sintiendo más obligada a ahondar aún más en el tema de los
accidentes y los aniversarios. También reflexionaba sobre hombres
accidentados y mujeres que habían tenido múltiples accidentes de tráfico pero
que jamás habían estado embarazadas. Casi un año después me derivaron a
una mujer que se había visto involucrada en una serie de colisiones que
aparentemente no guardaban relación entre sí. Le pregunté por las fechas y si
había habido algún embarazo incompleto. Me dijo que sí, y las fechas
coincidían exactamente. Le expliqué que había observado que muchas veces
se daba ese paralelismo, pero que seguía desconcertada con relación a la
naturaleza de ese tipo de conexiones. Para mi sorpresa comentó que la
información tenía sentido para ella porque “un embarazo incompleto es una
desconexión violenta y una colisión es una conexión violenta”. De esa
manera cada vez me quedaba más claro que algo ocurría con relación a la
energía, el equilibrio y el campo que rodeaba a esos acontecimientos. A pesar
de lo abstracto que parecía todo en ese momento, me abrió un camino para
ampliar mis observaciones sobre accidentes y conexiones rotas.
Con el tiempo, Hellinger explicó que más que terapeuta él se sentía maestro
y, sobre todo, alguien que había llegado a tener comprensiones que iban más
allá de la psicoterapia. Anteriormente, las comprensiones de Confucio (551-
479 a.C.) proporcionaron deleite e inspiración a partes iguales. Este antiguo
filósofo social chino siempre miraba hacia un potencial mayor del hombre y
buscaba comprender un orden aplicable a toda la humanidad. El individuo y
sus conciudadanos estaban subordinados a un todo más grande del que todos
formaban parte. En su libro No Waves without the Ocean, Hellinger apunta
que, en cierto modo, también él tiene algo que decir en ese sentido(9).
NOTAS
El uso directo de la fuerza es una solución muy pobre para cualquier tipo de
problema; en general es empleada por los niños pequeños y las grandes
naciones.
David Friedman
Una mañana fresca y primaveral, en mi hogar de Lyons, Colorado, recibí por
teléfono un mensaje urgente para que encendiera la televisión. Me contaban
algo sobre una masacre en la escuela secundaria de Columbine, una localidad
cercana a Littleton. Como la mayoría de los norteamericanos, ya tenía más o
menos costumbre de ver muchas formas de desastre desplegándose en la
pantalla, pero ésta me conmovió mucho. Enseguida sintonicé con la lucha
frenética de los medios para encontrarle un sentido a lo que sería la tragedia
más relevante relacionada con un instituto en Estados Unidos. Casi un mes
más tarde, el presidente Clinton visitaba la comunidad de Littleton para decir
a los estudiantes de Columbine que:
El martes 20 de abril de 1999, poco antes del almuerzo, los alumnos Eric
Harris y Dylan Klebold abrieron fuego con pistolas y explosivos en la
cafetería de la escuela durante la hora punta del almuerzo. Luego siguieron
camino hacia la biblioteca, donde mataron a 12 estudiantes y a un profesor, e
hirieron a 23 personas más durante los 46 minutos que duró la juerga de la
matanza. Luego, el dúo homicida apuntó sus armas contra ellos mismos.
Irrumpieron en escena equipos de ataque en ropa de camuflaje, policía,
personal médico de emergencia, helicópteros y representantes de los medios.
Personal de la escuela y del condado se reunió para esperar junto a los padres
desesperados que trataban de obtener información sobre sus hijos.
Adolescentes presa del terror eran evacuados de su escuela. Salían uno a uno
y con los brazos en alto cuando la policía se precipitaba hacia el interior para
buscarlos. Desde cualquier punto de vista reinaba la confusión y esas escenas
de pesadilla continuaban desplegándose en una atmósfera de caos absoluto.
Así, pronto se empezó a hablar del culto gótico de la “Trench Coat Mafia”
(Mafia de la gabardina), de personas insatisfechas, de intimidaciones, de la
falta de control sobre las armas, de la violencia que aparece en los medios, de
que ya no se reza en las escuelas, de la ineficaz supervisión de los padres y su
escasa implicación, de medicaciones psicotrópicas, de racismo, de las
maldades de Internet, de la violencia de los videojuegos y de mucha otra
jerga dirigida a la audiencia joven. Un artículo publicado en el Time
Magazine agregó el ansia por la fama a la creciente lista de causas
probables(3). A pesar de que aquellos jóvenes habían descrito su
perfectamente planeada masacre como un “operativo militar” llevado a cabo
con armas semiautomáticas y bombas, nadie parecía dispuesto a examinar la
posibilidad de que aquella violencia tuviera algo que ver con guerras
anteriores o actuales.
Según esta investigación de Sheldrake sobre lugares con puntos negros, cabe
decir que en las inmediaciones de Littleton se encuentra Lockheed, el mayor
fabricante mundial de armas para juegos de guerra y asesinatos en masa. El
hecho de que Lockheed dé trabajo a más de diez mil habitantes de la zona
sugiere la idea de que la comunidad acepta la violencia institucionalizada
para solucionar los conflictos, encuadre que podría tener algo que ver con el
“operativo militar” de Eric y Dylan. Si además tenemos en cuenta una
perspectiva histórica, vemos que la tragedia y la masacre tampoco son nuevas
en esa área geográfica a la que pertenece Littleton.
Pudimos saber que los asesinos de Columbine también creían que el suyo era
un “operativo militar” desplegado por motivos de índole racial y genocida.
Así lo explican en sus diarios, que revelan su gran fascinación por una
ideología nazi vengativa e impulsada por el odio. Por ejemplo, en los diarios
de Eric Harris, escritos en una mezcla de inglés y alemán y en los que
aparecen cruces esvásticas por doquier, se puede leer lo siguiente: “Si se
mueve, mátalo, si no se mueve, quémalo. ¡Kein Mitleid! (“¡No sientas
lástima!”)”(7). El fascismo resuena con los sentimientos de impotencia y
humillación que pueden haber atormentado a estos dos parias.
Además del racismo y el genocidio, la evidente fascinación por bombas,
artilugios militares y demás elementos de guerra es esencial para comprender
los móviles de Eric y Dylan. Así lo demuestra el hecho de que el operativo
militar emprendido contra la escuela no estaba pensado en principio como un
tiroteo. Estos pistoleros tenían la intención de lanzar un bombardeo a gran
escala. Su plan original era hacer estallar la cafetería durante la hora punta del
almuerzo, disparar a los supervivientes que trataran de huir y luego matar a
las personas que acudieran al rescate según fueran llegando. Al ver que sus
bombas caseras fallaron, entonces es cuando abrieron fuego.
Al observar más detalladamente es cuando emergen varios elementos
militares como integrantes de este operativo mortal. El padre de Eric Harris
era un piloto retirado de la Fuerza Aérea que había participado en la primera
Guerra del Golfo y que fue condecorado con una Medalla al Mérito por su
servicio al mando de bombarderos B-1. Además, Eric había intentado
alistarse en el cuerpo de marines poco antes de la masacre. Cuando se
descubrió que tomaba Luvox (maleato de fluvoxamina), un antidepresivo
recetado habitualmente para el de-sorden obsesivo compulsivo, fue rechazado
por razones psiquiátricas. Eric había contado a sus amigos que quería
combatir en Kosovo. Resulta digno de mención que en sus diarios también
revela un plan de fuga realmente loco: contemplaba secuestrar un avión en el
aeropuerto internacional de Denver y estrellarlo contra un edificio en Nueva
York(8). Así, pues, la medicación psicotrópica también es un factor esencial
ya no sólo en la masacre de Columbine, sino en otros tiroteos que tuvieron
lugar en escuelas posteriormente.
Las consecuencias del 20 de abril seguían teniendo una gran cobertura en los
medios, así que continué armando el “collage de Littleton” con otros
elementos que iban apareciendo de forma intermitente en la televisión.
Durante ese tiempo, observé el recibimiento entusiasta que se daba a los
helicópteros Apache, que iban a ser destinados a operaciones de bombardeo
en Kosovo. ¿Qué grado de desconexión podemos tener para dar a esas armas
letales el nombre de una tribu con la que se cometió genocidio? Me parece
recordar que también estábamos lanzando misiles Tomahawk en Irak y
Sudán. En medio de toda esa violencia, el 20 de abril de 1999, durante el
bombardeo de Kosovo, el presidente Clinton se dirigió a la nación
refiriéndose a la masacre de Littleton como una tragedia norteamericana.
“Debemos,” instó, “enseñar a nuestros hijos a expresar su enojo y a resolver
sus conflictos con palabras, no con armas”(10).
Refiriéndose nuevamente al uso de helicópteros Apache en los conflictos
genocidas de los Balcanes, escuché explicar al presidente Clinton que esas
armas de destrucción eran necesarias “para que lo de Hitler no vuelva a
suceder”. Mientras tanto, aquí en Colorado, Hitler seguía vivo en las mentes
de Eric y Dylan. Eric escribió un ensayo sobre la “cultura nazi” y narró lo
siguiente en su diario el año anterior: “amo también a los nazis. No me canso
de la esvástica, las S.S. y la Cruz de Hierro”. Este estado mental hitleriano
seguirá prosperando mientras quienes se sientan humillados e impotentes
busquen venganza a través de la tortura, la matanza, y culpando a otros. Sin
embargo, parece bastante improbable que la política de los Estados Unidos de
bombardear Kosovo y de matar de hambre a millones de niños iraquíes con
sanciones que prohíban la entrada de alimentos y medicación sane las
consecuencias de ese tipo de humillaciones. Es como si hubiésemos olvidado
las duras lecciones aprendidas de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Con el fin de dar una lección a Alemania, el final humillante de la Primera
Guerra Mundial bastó para armar las bases del nazismo. Dicha humillación y
los intentos de quitar poder llevaron directamente a los horrores del Tercer
Reich.
Mientras seguía investigando sobre el momento en el tiempo, leí en los
diarios que, en principio, los asesinos de Columbine habían elegido el 19 de
abril como fecha para lo que ellos denominaban el “Día del juicio”. Como
conocían bien las tradiciones nazis, seguramente sabían que esa es la fecha de
la sublevación del gueto de Varsovia en 1943, momento en que llegan las
tropas alemanas para acorralar a los judíos que quedaban. El 19 de abril
también es la fecha que se asocia a los choques entre radicales
antigubernamentales y el “Gobierno de la Ley”. Es el aniversario del atentado
explosivo de la ciudad de Oklahoma, acontecido un 19 de abril de 1995.
Hoy en día, dicho suceso se recuerda como el ataque terrorista interno más
mortal en la historia de los Estados Unidos. El atentado causó un impacto
profundo en la zona centro del país. Una serie de explosiones destruyó el
edificio de oficinas federal Alfred P. Murrah, matando a 168 personas, 19 de
cuales eran niños, e hiriendo a más de 600. Para Eric y Dylan, la cabeza
pensante del atentado, un ex soldado llamado Timothy McVeigh, vino a
agregarse a sus ídolos nazis como un héroe más a quien imitar. Según se dice,
los adolescentes planeaban un operativo militar que “superara la cifra de
muertos de McVeigh”. El empleo de este lenguaje militar era intencionado,
así como el uso de armas militares en el atentado.
Así, pues, sigue habiendo más conexiones entre militares, milicia y atentados
con explosivos. El ídolo de Harris y Klebold, el sargento McVeigh, había
sido un Eagle Scout. Más adelante fue condecorado por su labor en la Guerra
del Golfo con la Estrella de Bronce y la codiciada Insignia de Combate de la
Infantería. La ira de McVeigh hacia su gobierno comenzó durante su misión
en el Golfo Pérsico. Durante la operación Tormenta del Desierto, en la
madrugada del 13 de febrero de 1991, dos “bombas inteligentes”
norteamericanas hicieron blanco en el refugio antibombas subterráneo de
cemento y acero de Al-Amariyah, en Bagdad. En un instante perecieron entre
los escombros 1200 civiles iraquíes, entre ellos mujeres y niños. Las paredes
del refugio que quedaron en pie están ahora cubiertas de dibujos y fotografías
de niños asesinados(14).
Los medios norteamericanos mostraron un interés más bien escaso por las
causas de esta masacre. La creencia que persiste en el país es que la violencia
de la guerra es aceptable y poco tiene que ver con la violencia en casa. El
profesor de Historia Lance Morrow explica en Evil: An Investigation (El mal:
una investigación) que “(…) la idea de los norteamericanos es dejar atrás el
daño y no mirar atrás; todo mal se trasciende a medida que la nación
continúa, reinventándose de forma mejor y más próspera”.(15)
“Elegí poner bombas en un edificio federal porque una acción de ese tipo
servía a más propósitos que otras. En primer lugar, el atentado fue un golpe
de carácter vengativo: un contraataque por las operaciones acumuladas (y por
la violencia y el daño causados) por agentes federales durante todos los años
anteriores (incluyendo Waco, pero no sólo por eso) (…) Bombardear el
edificio federal Murrah fue el equivalente, en lo moral y en lo estratégico, a
cuando Estados Unidos hace volar contra un edificio gubernamental en
Serbia, Irak o cualquier otra nación… (El atentado contra el edificio Murrah
no fue personal, como tampoco lo es el bombardeo o el lanzamiento de
misiles de efectivos de las Fuerzas Aéreas, del ejército, de la Marina o de los
marines contra instalaciones o personal de gobiernos extranjeros).(18)
Los políticos, igual que los terroristas y los principales medios, por supuesto,
son muy conscientes del poder evocador de las fechas. El 20 de abril de 1996,
en respuesta al atentado de Oklahoma, el presidente Clinton firmó el Acta
Anti-terrorista “para la protección del pueblo y del estado”. El documento
sería un importante precursor de la Ley Pública 107-56, que ahora se conoce
como el Acta Patriótica.
Este polémico documento de 342 páginas, convertido en ley tan sólo cuarenta
y cinco días antes del 11 de septiembre, amplió las leyes relativas al
terrorismo para incluir al “terrorismo interno”. Esto, a su vez, legalizó los
esfuerzos del gobierno por suprimir las libertades civiles y la política fascista
de vigilancia y de control social.
NOTAS
Sandor McNab
Queda mucho camino por recorrer para resolver la tragedia de Littleton. La
repercusión local sigue activa y las discusiones sobre la tenencia de armas se
han agravado, sobre todo desde que la madre deprimida de una de las
víctimas, sobrepasada por el tiroteo de Columbine, fue a un negocio de venta
de armas, compró una y se pegó un tiro. Otros dos estudiantes de Columbine
fueron tiroteados por un asesino no identificado que entró en el negocio de
sándwiches en el que se encontraban. Un jugador de baloncesto con mucho
talento, testigo de la masacre en la escuela, se ahorcó(1).
Los jugadores que comienzan este juego se ven ante una invitación y ante la
siguiente declaración: “Usted juega como Eric Harris y Dylan Klebold ese
fatídico día en un suburbio de Denver llamado Littleton. La cantidad de
personas que ellos maten depende básicamente de usted”. Luego, la
experiencia comienza en el cuarto de Harris y el jugador continúa navegando
por una serie de escenas que le piden instalar bombas en la escuela,
encontrarse con Klebold y luego atacar a sus compañeros de clase. En cada
una de las confrontaciones, al jugador se le ofrece la posibilidad de jugar en
modo “automático”, es decir que el juego elige el arma, o en “manual”, modo
en que el jugador decide si desea usar un rifle o una bomba(6).
“El Super Columbine Massacre RPG molesta porque está hecho para eso”,
observa el profesor Ian Bogost, del Instituto Tecnológico de Georgia,
estudioso de los videojuegos(8). En su página Watercooler Games declara:
“Estoy preocupado sobre todo por esta cultura inefable que prefiere no hablar
de algo por miedo a que alguien se sienta incómodo. Por supuesto que
Columbine debería incomodarnos. Pero eso no es excusa para guardar estos
temas en un cajón y esperar a que aparezca alguna solución milagrosa que los
resuelva por nosotros”(9).
Danny Ledonne, creador del juego, tenía 24 años y estudiaba segundo en una
escuela secundaria de Colorado en la época de la masacre de Littleton.
Definió su juego como “una llamada para despertar”, y explicó en un e-mail
que pretendía mostrar que “detrás de todos los píxeles hay personas
verdaderas que murieron de verdad, incluyendo dos muchachos enojados que,
en algunos momentos, fueron personas comprensivas, sensibles e
inteligentes”(10). Sea lo que fuere que ese video represente, desde una
perspectiva de trauma social también puede ser visto como una invitación
consciente o inconsciente a participar en una forma colectiva de
reconstrucción de un trauma no resuelto. Ledonne informó que su juego fue
descargado por más de 100.000 personas, un juego que le llevó entre 200 y
300 horas de trabajo y que se ofrece al público gratuitamente.
Una fría mañana, después de muchos aguaceros, Zanis hizo una fila de cruces
de seis pies de altura en la cima de Rebel Hill, una colina sin árboles desde la
que se divisaba la escuela. Cada cruz, con el nombre de una de las víctimas,
formaba parte de una solemne fila a lo largo del sendero de hierba empapada
y de barro. Esas siluetas escuetas que sobresalían en el cielo incoloro
constituían un marco sombrío para las dolorosas disputas que pronto
empezaron a surgir entre los visitantes. Algunos llevaban flores y otras
ofrendas a las cruces de Eric y Dylan, con la creencia de que los asesinos
también eran víctimas. Otros cubrieron la madera tosca con bolsas de plástico
negras y con mensajes de odio. Luego, el desaforado padre de uno de los
estudiantes muertos irrumpió en Rebel Hill y arrancó y destruyó las cruces de
los asesinos(13).
Yo llegué al día siguiente acompañada por colegas del lugar. Nos enteramos
de que habían aparecido dos cruces mucho más pequeñas que las otras, más
bien endebles y hechas precipitadamente, y que estaban tapadas bajo
montículos de ofrendas florales humedecidas. En un encuentro rápido con el
padre enfurismado que había quitado las cruces de Eric y Dylan, Zanis
reconoció su insensibilidad al levantar la cruz para los asesinos tan cerca de
la cruz de su hijo. Luego juró no hacer nunca más una cruz para otro asesino
“a no ser que hubiera aceptado al Señor”. El fabricante de cruces fue invitado
por la comunidad a construir trece cruces nuevas para el servicio fúnebre que
tendrían(14). Dicha ceremonia volvió a abrir un agrio debate entre la
comunidad, que no lograba ponerse de acuerdo sobre si debían soltase 13
palomas ó 15 para representar a las almas que habían partido. En un campo
tan agudo de shock, de ira y de pena, pocos podían imaginar que los asesinos
debieran ocupar algún lugar en el proceso de duelo.
Ese mismo año, aunque meses después, una iglesia local plantó 15 árboles
para recordar a los muertos de Columbine. Pronto se descubrió que dos de
esos árboles habían sido talados y arrancados. Resulta obvio que para la
comunidad de Littleton era demasiado pronto para imaginar cualquier tipo de
reconciliación en cualquier plano. Igual que sucede con los puntos negros de
Sheldrake, es posible imaginar que deban pasar varios siglos y varias
generaciones antes de que se pueda hacer el duelo por todo lo acontecido y se
pueda lograr un verdadero sentido de resolución.
Los fondos para el homenaje a Danny Dietz fueron aportados por sus padres
con la ayuda de Tom Tancredo, miembro republicano del Congreso y
candidato a la presidencia. La estatua fue descubierta el 4 de julio de 2007,
como parte de las celebraciones patrióticas de Littleton por el Día de la
Independencia. Después de un discurso del Secretario de la Marina, la
celebración concluyó con un vuelo militar de exhibición similar al del
servicio fúnebre de Columbine. La madre de Dietz, Cindy, expresó “angustia
y perplejidad” ante el hecho de que hubiera detractores que se opusieran a
una representación en bronce de un joven de Littleton que murió en una
operación militar portando orgulloso una colección letal de armas de asalto.
“Esto”, afirmó, “no tiene nada que ver con Columbine”(18). Tal vez, no. Sin
embargo, yo encuentro curioso que esa misma comunidad que tan
vigorosamente excluyó a los pistoleros de Columbine de toda honra fúnebre,
se mostrara tan resuelta a la hora de erigir la estatua de un joven fuertemente
armado justo delante de una escuela.
Como vengo indicando, con tanto por resolver, es natural que la masacre de
Columbine plantee una serie de temas alrededor del ámbito sistémico del
trauma social y generacional, y del trauma individual y familiar. En un
sentido más inmediato, cuando tuvo lugar ese acontecimiento, me fui
sintiendo cada vez más incómoda a medida que los medios y el gobierno
asignaban funciones más o menos importantes a los “consejeros del dolor”
que rápidamente aparecieron en escena. Cientos de personas llegaron de
afuera para “aconsejar” a familias traumatizadas y desesperadas y a
profesores en un momento en el que todavía no se disponía de información.
Considerando que las intervenciones de estos viajeros causaron más mal que
bien, podríamos preguntarnos qué sería realmente necesario para una
comunidad tan traumatizada y amargamente fraccionada para sanar la
tragedia de la escuela de Columbine. Podríamos imaginar que llegara un
momento en el que los ciclos de vergüenza y culpa se hubieran agotado y
pudieran volverse a hermanar todos aquellos que estuvieron en oposición.
Eso podría abrir un camino para reconocer a todos los involucrados, liberar
toda la información aún retenida e incluir a todas las personas anteriormente
excluidas. Todos los afectados podrían entonces hacer el duelo por las
víctimas, los agresores y sus seres queridos, y lamentar el sufrimiento que
todos ellos se causaron entre sí(20).
NOTAS
V.F. Weisskopf
(Theoretical Nuclear Physics, 1952)
Los elementos sistémicos y los modelos no lineales que emergían de mi
investigación con los acontecimientos de la tragedia de Columbine revelaron
la importancia de fechas significativas, lugares, aniversarios, campos de
memoria y temas inconclusos de genocidio y de guerra. Ver el impacto de
esta masacre no sólo en las familias directamente involucradas, sino también
en su comunidad y en toda la nación abrió un camino para nuevas
comprensiones en mi trabajo con todo tipo de traumas. Con el correr del
tiempo, se incrementó mi convicción de que esos modelos que había
observado en Littleton también estaban relacionados con campos de
información, patrones multigeneracionales y otros fenómenos que observaba
durante los seminarios de constelaciones sistémicas. Según personas con
experiencia en esa modalidad, dentro del formato de una constelación se
puede trabajar con campos de memoria que contienen información de
experiencias abrumadoras, conexiones rotas, implicaciones y otras formas de
desequilibrio, en un plano individual y social que va mucho más allá de la
familia.
Lo que sucede en una constelación es, básicamente, que las personas que
representan a miembros de un sistema se introducen en ese campo invisible y
comienzan a tener acceso a información sobre las vidas, relaciones y
sentimientos de quienes representan. Se ha sugerido, por ejemplo, que una
constelación familiar puede ser vista como un árbol familiar vivo que se
mueve dentro de una matriz de manifestación. Aunque esta razón no ha sido
nunca explicada satisfactoriamente, este fenómeno se ha observado en
constelaciones de muchas y variadas culturas, y en países de todo el mundo.
Para los especialistas en trauma, esa teoría de que los grupos vinculados
socialmente también tienen una memoria que puede permanecer
completamente inconsciente durante diez o veinte generaciones ofrece mucho
para reflexionar. Esto podría ser una valiosa información para personas
traumatizadas y ayudadores. Dentro de ese paradigma, los individuos que
forman parte de un campo social o familiar pueden estar profundamente
afectados por memorias y acontecimientos, incluso sin ser conscientes de los
mismos. Una de las formas en que esos patrones se manifiestan es a través de
destinos individuales que repiten accidentes, enfermedades, asesinatos,
suicidios, pérdida de hijos o desastres financieros personales o familiares. En
los grupos sociales, las repeticiones pueden mostrarse en asesinatos,
genocidios, guerras, migraciones y persecuciones religiosas.
Por ejemplo, el caso del Jaguar azul. Una mujer de poco más de treinta años
vino a la consulta porque había sufrido, después de una colisión, una herida
en la cabeza que le había cerrado, pero ella no estaba respondiendo a la
terapia cognitiva de rehabilitación convencional. Era una persona muy
inteligente, con mucho talento e intuición y muy conocedora de su físico.
Recibía terapia craneal y algo de Rolfing que le proporcionaban cierto alivio,
sin embargo se seguía confundiendo con facilidad, y se sentía abrumada e
incapaz de centrarse en sus estudios en la Universidad, por lo que iba a dejar
de estudiar. En esa época, yo estaba ampliando mi comprensión sobre el
significado más amplio de los accidentes. Al formularle una pregunta
aparentemente sin importancia, pudimos “conectar los puntos” de manera que
pudiera volver a la claridad. La pregunta fue: “¿Estarías dispuesta a contarme
todo lo que recuerdes sobre el vehículo que chocó contra tu coche?”.
Inmediatamente respondió que el vehículo era un Jaguar azul. Luego indagué
sobre algún tipo de asociación que ella pudiera hacer con un Jaguar azul. Ahí
surgió un destello de reconocimiento.
Esta mujer siempre mostró un interés apasionado por los trabajos chamánicos
en América Central, circunstancia que le había presentado bastantes
conflictos con la carrera universitaria que su “Yo racional” había determinado
como necesaria. Su guía interior y animal de poder era un jaguar azul. Así fue
como pudo comprender que, en ese momento de su vida, su jaguar interno se
oponía al curso cognitivo de sus estudios, dado que sus preguntas chamánicas
aún estaban incompletas. Al reconocer el momento en el tiempo del accidente
y el mensaje de su sabiduría interior, detuvo todo impulso por forzar el
camino racional y volvió a sus estudios chamánicos.
Así fue como gradualmente mi trabajo comenzó a evolucionar más allá del
foco motriz de respuestas incompletas descrito con el dolor de hombro. Mi
mirada empezó a ser más contextual, como se aprecia en la sesión que
incluyó a los dos jaguares. Parecía una progresión natural buscar elementos
sistémicos en aquellos casos en los que las estrategias anteriores no ofrecían
resolución. Estaba totalmente convencida de la importancia de los elementos
sistémicos, en particular en los casos de traumas repetitivos y
multigeneracionales. Además, tal como vimos en mi investigación sobre la
tragedia de Columbine, también sirve mirar esos traumas dentro de un
contexto mayor de acontecimientos sociales e históricos. Con el tiempo, esa
comprensión evolucionaría hacia un enfoque que se conoció como trabajo de
trauma con orientación sistémica. Desde esa perspectiva, el proceso
terapéutico para una persona también incluiría elementos más amplios que el
propio individuo, elementos de los cuales la persona también forma parte
integral.
NOTAS
1.Ulsamer, Bertold, (2005) The Healing Power of the Past: A new Approach
to Healling Family Wounds.
2.Laszlo, Ervin (1995), the Interconnected Universe: Conceptual Foundations
of Transdisciplinary Unified Theory.
3. Ulsamer, Loc. cit.
4. Laszlo, Ervin, Ibid. See also, Böszörmenyi-Nagy, and Sparks, Geraldine,
(1973) Invisible Loyalties.
5. Walter, Katya (1994) Tao of Chaos: DNA and the I Ching.
6. Radin, Dean (2006) Enlangled Minds: Extrasensory Experiences in a
Quantum Reality.
7. Seldrake, Rupert, (1995) The presence of the Past: Morphic Resonance and
the Habits of Nature.
8. Sheldrake, R., Schützenberger, A., and Hellinger, Bert (April, 1999)
ReViewing Assumptions: A Dialogue About Phenomena that Challenges Our
World View, videotape. This viewpoint is also supported by Humberto
Maturana and FranciscoVarela, in (1972) De maquinas y seres vivos.
9. Dawkins, Richard, (2006) The Selfish Gene.
10. Zeigarnik, Bluma (1927) “Das belaten erledigter und unterledigter
Handlungen”, Psychologishe Forshung, 9:1, 1-85. See also, Van Bergen, A.
(1968) Task Interruption.
11. Levine, Peter, A. (1997). Waking the Tiger: Healing Trauma. See also:
Grove, David, J. and Panzer, B.I. (1989) Resolving Traumatic Memories.
CAPITULO 5
EL MODELO MaS GRANDE
Ursula LeGuin
Uno de los principios del trabajo de trauma es no hacer nada que agobie a una
persona ya agobiada. Por esa razón, lo mejor es limitar de entrada el proceso
inicial sólo a aquella información que es esencial en ese momento. Pensando
en la necesidad de economía, desarrollé un método no lineal para evaluar los
recursos, las implicaciones, las conexiones y el contexto. A grandes rasgos,
este enfoque comienza con una pregunta polifacética de final abierto. Esa
pregunta abre el camino para que tanto el terapeuta como el cliente
comprendan la relevancia de un modelo mucho más grande que puede que
contenga claves importantes para la sanación y la resolución. Este tipo de
indagación no lineal la presento de la siguiente manera, con un lenguaje tipo
invitación: “¿Estarías dispuesto a contarme algo sobre tu familia?. Tus
padres, ¿cómo se conocieron, qué estaba sucediendo en la familia cuando tú
naciste, quién más está en la familia?, ¿Hay otras cosas que sientas que
puedan ser importantes?”.
Esta es, naturalmente, una pregunta muy larga y con muchas facetas. Estas
facetas, a su vez, servirán como puntos clave para indicar el enfoque más útil
durante una sesión. Todo proceso no lineal lleva a puntos de bifurcación, y
son esas ramificaciones en el camino las que ofrecen opciones para una
nueva dirección. Como mis preguntas son de final abierto, el cliente tiene una
posibilidad respecto a qué faceta desea contestar primero. Esa elección por sí
sola ofrece informaciones valiosas, lo mismo que las facetas que no se
mencionan.
Todas las fechas, los lugares, y las situaciones familiares e históricas son
importantes aquí. Consideremos, por ejemplo, el papel de los lugares y
eventos históricos inherentes a las siguientes respuestas: “Nací en 1930,
durante la depresión, en una granja de la familia en Oklahoma y soy el último
de siete hijos”, “Nací prematura durante el bombardeo de Stuttgart de 1943.
Pasé un mes en una incubadora sin calefacción porque no había electricidad”,
“Nací en una aldea de montaña en Suiza, antes de la Segunda Guerra
Mundial, y fui el noveno hijo de una familia pobre que no estaba en
condiciones de alimentar a nadie más. Fui dado a la hermana de mi madre,
que no tenía hijos”, “Mi madre era holandesa y yo nací durante su
internamiento en un campo japonés, a finales de la Segunda Guerra
Mundial”.
Pregunté si se les había puesto nombre a los tres bebés y no lo pudo recordar.
Le sugerí que les dijera: “Me llamo Bridget y soy vuestra hermana mayor.
Vosotras sois mis hermanas pequeñas, pertenecéis a nuestra familia y yo os
doy un lugar en mi corazón”. A pesar de estar llorando lo pudo decir y, poco
a poco se fue relajando, como aceptando tranquilamente la pérdida de las
niñas. Bridget acababa de comprender que era, de hecho, la mayor de 13
hermanos. Cuando nos volvimos a encontrar tiempo después, me contó que
sus ansiedades se habían reducido en gran medida y que los problemas
intestinales no habían vuelto a aparecer.
La última faceta de esa pregunta compleja “(…) y cualquier otra cosa que
sientas que pueda ser importante” abre la puerta para la información
adicional: “Me han diagnosticado esclerosis múltiple”, “Mi cáncer de pecho
volvió a aparecer”, “La inundación del mes pasado destruyó todo lo que
tenemos…”. A menudo, estos son los temas por los que las personas
consultan a un especialista en trauma. Desde una perspectiva sistémica, la
tarea sigue siendo la misma: es necesario buscar recursos inmediatos,
explorar el contexto más amplio dentro del cuál esas circunstancias puedan
ser mejor comprendidas, y luego proceder con estrategias de tratamiento
apropiadas.
Capitulo 6
CONECTANDO CON LOS RECURSOS
I Ching, Hexagrama 37
En esencia, trauma es todo aquello que tiene que ver con un agobio y con
conexiones rotas. Las circunstancias y los hechos susceptibles de abrumar a
una persona pueden, sin embargo, resultar manejables para otra. Hay, por
supuesto, experiencias que abrumarían casi a cualquiera. El trauma puede ser
el resultado de un shock repentino, y también de una serie de experiencias
dolorosas y difíciles que pueden ir acumulándose a lo largo del tiempo.
Cuando esto sucede, un hecho aparentemente menor puede disparar una
respuesta postraumática cuyas raíces están en hechos anteriores que pueden
ser recordados conscientemente o no. Si estudiamos los traumas en el seno de
una familia, a menudo se observa que dichos traumas están relacionados con
desequilibrios del sistema actual o previo. Y aunque los profesionales de la
salud mental tienen muchas maneras de manejar el agobio, si no se atienden
las conexiones rotas no puede sobrevenir la recuperación.
Hillary Clinton, en su papel de primera dama de los Estados Unidos por estar
casada con su 42º presidente, tuvo que hacer frente a un circo mediático
sensacionalista después de que se airearan las hazañas sexuales de su esposo,
quien además fue impugnado por haber mentido al Congreso. Siempre atenta
a sus opciones, la señora Clinton eligió permanecer empoderada, se quedó
junto a su marido, mantuvo unida a su familia y luego hizo historia al lanzar
una exitosa campaña para el Senado. Tiempo después, la senadora demócrata
Clinton se convirtió en la primera mujer seriamente candidata a la presidencia
de los Estados Unidos.
Para las personas dedicadas a las profesiones de ayuda, es importante
comprender que la conciencia de víctima, tanto si se manifiesta como
pasividad dependiente o como sed de venganza, tiene un efecto negativo en la
salud física y mental. Más concretamente, el sistema inmunológico puede
verse adversamente afectado por sensaciones de falta de poder, lo cual es
bien conocido dentro de la práctica de la medicina energética y
psicosomática. El lector puede encontrar un debate ampliado sobre la
diferencia entre ser víctima y tener conciencia de víctima, así como del
impacto que causa en la salud y en el bienestar, en “Fascinación con el rol de
víctima” en ¿Qué es lo que está en desorden aquí? Enfermedad y
Constelaciones familiares, libro de Ilse Kutschera.
Así, puedo preguntar “en qué momento supiste que habías sobrevivido”. Es
importante formular esta pregunta porque hay personas que, aunque
sobrevivieron a experiencias en las que su vida estuvo en riesgo, es posible
que no hayan registrado totalmente que en verdad lo hicieron.
Ante situaciones en que la vida corre peligro, la psiquis está diseñada para
fragmentarse, si fuese necesario, y evitar así la aniquilación total. Es un
diseño protector, una especie de amortiguador que funciona muy bien como
defensa durante un tiempo. Si la fragmentación persiste una vez que el
peligro ha pasado, es posible que partes de la conciencia se hayan quedado
fijas en varios lugares a través del espacio y del tiempo. Los chamanes lo
incluyen como parte de sus ceremonias de recuperar el alma y sanar traumas.
También puede pasar que cuando alguien queda vivo y otros no, sufra la
“culpa del superviviente”. Es esta una preocupación grave, ya que con este
tipo de culpa los vivos permanecen implicados con los muertos y a menudo
se sienten obligados a compartir un destino similar. Esa atracción hacia la
muerte evita que la persona implicada participe plenamente en su vida
presente y experimente cualquier tipo de placer, felicidad o éxito, sin sentir
culpa. A pesar de que esas situaciones son síntoma de que hay un trauma que
requiere atención seria, no aconsejo intentar ninguna forma de resolución del
síntoma hasta que los recursos del cliente no hayan sido comprendidos,
valorados y fortalecidos. Es una práctica parecida a cuando se busca
fortalecer el sistema inmunológico de cualquier organismo que quiere
curarse.
Comenzar las sesiones focalizando en los recursos no era nuevo para mí, que
venía haciéndolo desde mucho tiempo atrás. Esta comprensión que valoraba
lo que la persona traía, incluía a personas, lugares, cosas y experiencias
capaces de aliviar la ansiedad y la tensión, y de apuntalar el sentido de fuerza
y propósito de la persona y su conexión positiva con la vida. Los recursos
también se pueden encontrar en recuerdos positivos que procuran una
sensación de seguridad, apoyo y bienestar en momentos de dolor y dificultad.
Durante mi trabajo clínico surgía cada vez con mayor claridad que dejar de
respetar o incluso rechazar a la madre, al padre o a ambos, a veces también a
toda la familia, tenía un impacto negativo tanto en la estructura física como
en el sistema inmunológico. Esto tiene un sentido pleno si se considera el
hecho biológico fundamental: que la propia vida nos es transmitida a través
tanto de la madre como del padre. Los intentos de negar esta realidad básica
pueden debilitar la salud mental y física general. En el ámbito concreto de las
adicciones, quedaba claro que las personas con conexiones rotas o alteradas
con el padre eran las más susceptibles y tenían mayores dificultades para
recuperarse.
Las consecuencias de una relación alterada con el padre es uno de los temas
centrales de muchas historias en todo el mundo. Esas historias también
pueden servir como recursos para ganar fuerza y dar sentido a lo que se
puede estar viviendo como una dinámica dolorosa y difícil. Para aquéllos de
nosotros que estamos familiarizados con la tradición psicoanalítica, el mito
de Edipo ha desempeñado un papel destacado en la comprensión de las
dinámicas familiares. Esa historia, que tiene lugar en la antigua Grecia, es
protagonizada por un joven que no sabe nada de la historia de su familia, lo
cual lo lleva a matar a su padre “por error”. Su continua falta de conciencia
provoca eventualmente la muerte de su madre y lo conduce a él a un destino
protagonizado por la ceguera que él mismo se impone.
La consecuencia de ello es que hay muchos que sólo se sienten libres cuando
piensan que han empujado, física o mentalmente, a la madre, al padre o a
ambos fuera del centro de su existencia.
El teólogo holandés Jan van Kilsdonk S.J. sugiere que, al tiempo que las
generaciones más jóvenes buscan la independencia y los placeres libres de las
restricciones que imponen los padres, también sufren por esa misma razón.
Sostiene que esa libertad es una compulsión que ciega a la juventud para que
no mire su pasado, la separa de sus raíces, de un sentido de hogar, de
conexión y de seguridad que puede ofrecer una sensación de paz interior y
libertad. Sugiere que hay mucha sabiduría por descubrir en la Eneida, otra
antigua historia sobre un padre e hijo. Este poema de Virgilio, escrito durante
el siglo I a.C., comienza con la caída de Troya. Eneas huye de la ciudad en
llamas junto a su mujer e hijo, cargando sobre sus hombros el peso de su
anciano padre Anquises, difamado y cegado por los dioses. A pesar de que el
padre es una
pesada carga para él, Eneas lo lleva durante todo el camino. A Eneas se
atribuye la fundación del nuevo Imperio Romano(4).
En definitiva, el objetivo del trabajo con trauma tal y como lo comprendo yo,
es encontrar un camino para expandir e incluir, para luego podamos
volvernos más grande que cualquier cosa que nos haya sucedido. El éxito que
se obtenga a la hora de restaurar una sensación de equilibrio relativo y de
resiliencia, después de un trauma, depende de muchas variables, como
factores genéticos, edad, grado de angustia, experiencias vitales anteriores,
etc. Ahora también tengo claro que las personas que están en contacto con el
presente, con el pasado y con sus recursos potenciales dentro de la relación y
el sistema familiar tienen más posibilidad, ya no sólo de sobrevivir, sino
también de encontrar fuerza y significado en sus encuentros con el lado
oscuro de la condición humana.
NOTAS
C.G. Jung
Esa necesidad de algo más que una condena judicial quedó patente en la serie
televisiva Peacemakers, presentada por la BBC World. En el programa que
protagonizaba el obispo Tutu, este se encontró con un policía inglés y un
pistolero del IRA, el Ejército Revolucionario Irlandés, que lo había herido
durante una persecución en Irlanda del Norte. El militante irlandés había
pasado 21 años en prisión por su delito. El inglés estaba acompañado por
miembros de su familia que se sentaron cerca de él. El pistolero irlandés
estaba solo, sentado frente a ellos a una cierta distancia. Por turnos, a cada
hombre se le fue pidiendo que describiera cómo fue su encuentro, qué
experiencias y sentimientos tuvieron durante el tiroteo y, por último, cómo se
sintieron durante todo el tiempo que pasó después(1).
Tal como sucede en todos esos encuentros, el obispo Tutu sabía que tanto la
víctima como el perpetrador habían sufrido. Sentado tranquilo, en silencio y
con compasión, simplemente esperaba. Hasta que se dio un cambio. El
policía reconoció que podía comprender la lealtad de un hombre hacia su país
y que, si hubiera estado en el lugar del irlandés, tal vez hubiera hecho lo
mismo. Mientras el semblante del pistolero se iba suavizando visiblemente,
su víctima también expresó la esperanza de que ahora tuviera tiempo para
encontrar una mujer y construir una familia propia. En un gesto de acuerdo,
el irlandés permitió que le brotara un atisbo de sonrisa. Los dos hombres
mantuvieron la mirada fija y luego, de pie, se miraron uno al otro, de hombre
a hombre, de ser humano a ser humano. Hasta entonces, sus respectivas
lealtades hacia sus países habían impedido que se vieran de manera que no
fuera como el “otro”. Moviendo sus cabezas lentamente en señal de
concordancia, ambos se estrecharon las manos. Cuando terminó el encuentro,
el policía estaba visiblemente aliviado de su resentimiento(2). Sin embargo,
su familia permaneció impávida e inmóvil.
John sugirió que era posible que, después del incidente y durante todos
aquellos años, sólo hubiera podido pensar en lo que él le hizo, lo cual era
natural. Y añadió que “también puedes ver ahora lo que él se hizo a sí
mismo”. Julie respondió que estaba comenzado a ver eso también. Estuvo de
acuerdo con la sugerencia de John, quien le indicó que le dijera al hombre:
“Veo claramente que tu familia está apesadumbrada por esto, y eso es un
destino pesado. Te deseo lo mejor a ti y a tu familia”. Tiempo después, Julie
informó que se sentía más libre y aliviada, que ya no se sentía superior a él,
lo veía como humano, humano como ella, y que ambos habían tenido una
carga que sanar(3).
Es muy natural que alguien se sienta superior ante una persona que le ha
causado sufrimiento. Adoptar una actitud de superioridad ofrece al menos
alguna defensa ante las devastadoras sensaciones de incapacidad. Sin
embargo, tal como vimos con Julie, dichas sensaciones también eran una
barrera para la resolución. Como ella misma expresó, hasta el momento de
poder verlo como humano, seguía “ligada a él de alguna manera.” Este es
otro tipo de lazo traumático que tiende a persistir entre víctimas y
perpetradores hasta que, en algún nivel, se reconoce que ambos han sufrido,
al igual que han sufrido sus seres queridos y tal vez sufran sus descendientes.
Tal vez pensemos estar a una distancia segura de las atrocidades de este siglo
y de otros siglos, pero los paralelismos son notorios. Consideremos, por
ejemplo, el comportamiento de cualquier alemán en la época nazi, la matanza
de los Tutsi por parte de sus vecinos en Ruanda, los abusos de la esclavitud y
el trabajo de los niños, la quema de brujas y de herejes consentida por la
iglesia y la comunidad, el trato de los pueblos nativos por parte de los
gobernantes coloniales, la condena de los enfermos mentales a prisiones, etc.
La importancia del experimento de la cárcel de Stanford reside en que revela
hasta qué punto tanto la identidad individual como la colectiva y la sensación
de bien y mal están condicionadas por el marco social y político.
La prisión fue encargada por Saddam Hussein para ser usada como
correccional y centro de contención de presos políticos. Fue construida en
1960 por contratistas británicos en la ciudad iraquí de Abu Ghraib. El
complejo, que ocupa 280 acres y tiene 24 torres de guardia y más de 4 km. de
perímetro de seguridad, pronto se convirtió en un símbolo odiado de
represión, torturas, abusos y muerte. Luego, en 2003, las autoridades
militares norteamericanas se hicieron cargo de ese predio sucio, frío, en
ruinas y superpoblado para albergar a prisioneros de guerra, supuestos
terroristas y “combatientes ilegales”. Bajo ese nuevo régimen, la tortura, el
abuso y las muertes violentas continuaron sin cesar hasta que al sargento
Darby le mostraron fotos de abusos causados por un compañero soldado. El
13 de enero de 2004, después de pasar muchas semanas debatiéndose entre su
conciencia moral y la lealtad hacia hombre y mujeres que había conocido
como amigos, Darby presentó un informe anónimo.
En los días que siguieron, el mundo entero vio fotos de iraquíes desnudos
obligados a construir pirámides humanas, de una mujer que arrastraba a un
hombre por el suelo de cemento, atado con una correa de perro, de otro
hombre desnudo encogido de terror ante un perro encolerizado. La foto de un
prisionero encapuchado de pie, con cables colgando de sus brazos en cruz, se
convirtió en el icono de lo que funcionaba mal en la guerra durante la
ocupación. Zimbardo investiga en la actualidad sobre héroes como Darby,
“personas ordinarias que hacen cosas extraordinarias cuando otras personas
hacen cosas malas o no hacen nada”. Sus descubrimientos, que define como
“la banalidad del heroísmo”, indican que no hay nada en lo que se refiere a
educación, creencia o personalidad que pudiera predecir quiénes podrían ser
esas personas. “Lo único seguro”, dice, “es que los héroes siempre están
dispuestos a desviarse. Siempre cuestionan la autoridad”(19).
Este vulgar soldado fue aclamado como un héroe por muchas personas que él
no conocía, incluyendo la familia Kennedy, que lo honró con su Profiles in
Courage Award en memoria del fallecido John Fitzgerald Kennedy. Para
muchos que sí conocía, por ejemplo su familia, amigos y vecinos, Darby se
convirtió en un traidor. En casa fue tildado de anti-norteamericano, no
patriota y villano por haber antepuesto su preocupación por cómo se abusaba
del enemigo a la lealtad hacia sus propios compañeros. Darby vivía en una
pequeña ciudad de la zona oeste de Maryland, donde escasea el empleo. Casi
todas las personas de allí pertenecen al ejército, están en la reserva o son
parientes de alguien que está involucrado con uno u otra.
Las personas del lugar le dejaron muy claro que nunca más estaría seguro si
volvía a casa, nunca más. Darby dice que no se considera ni un héroe ni un
traidor, simplemente un “Joe común”. Años más tarde, los miembros de su
familia siguen rechazando entrevistas y permanecen escondidos tanto de los
vecinos como de extraños. Los acontecimientos los han conducido hacia una
historia en la que sus destinos individuales aún no se conocen(21).
NOTAS
Upton Sinclair
También parece razonable que sus ayudadores deseen cumplir con esa
necesidad de alivio. A mí también me ocurre como a la mayoría de las
personas, que cuando sienten un síntoma desagradable lo primero que
piensan es cómo hacer para que desaparezca. Sin embargo, también es
necesario considerar la posibilidad de que esos síntomas sean una señal de
una condición más profunda, más complicada y quizás más seria. Por lo
tanto, los protocolos de tratamiento que focalizan en primer lugar en aliviar el
síntoma también corren el riesgo de no prestar la suficiente atención, de
enmascarar o incluso de borrar información necesaria para identificar la
disfunción esencial.
Cuando mis comprensiones respecto al trauma se fueron ampliando para
incluir una perspectiva sistémica, comencé a darme cuenta de las limitaciones
con las que me topaba si sólo miraba al individuo y al síntoma. Al
comprender que cada individuo también está encajado y tal vez implicado en
otras relaciones, sistemas familiares y otros sistemas sociales y culturales,
quedó cada vez más claro que cada persona necesita ser contemplada dentro
de un contexto. El terapeuta familiar Ivan Böszörmenyi-Nagy habla de ello
en su Terapia contextual, y mi experiencia corrobora que esto también es
válido para el trabajo con el trauma(1).
Esa sesión de orientación somática reveló sin embargo algo bien distinto: un
patrón de estrés que había comenzado como sufrimiento fetal agudo cuando
quedó atrapado y casi sin poder salir en el útero de una madre que abusaba
del alcohol y la nicotina. Así, pues, la vida de Jeff comenzó con un
sufrimiento causado por la persona que supuestamente debía protegerlo. Esa
sensación de traición se concretó en el abandono emocional de su familia
cuando, a la edad de cuatro años, sufrió un abuso sexual por parte de un
muchacho vecino mayor que él. Al enterarse de ese incidente, la familia
reaccionó guardando silencio y luego su madre sufrió de pronto un episodio
de sangrado por la boca probablemente debido a las varices que causa el
alcoholismo.
Viendo todos los temas en desarrollo que precedían a este trauma de combate
y los sentimientos con respecto a su experiencia de haber sido herido y luego
abandonado, es comprensible que los problemas crónicos de nuca que tenía
Jeff no respondieran a los analgésicos, a la terapia física ni a los
antidepresivos. Su dolor persistente abarcaba muchas capas de trauma no
resuelto. La resolución de su dolor crónico necesitó tiempo y un delicado
cuidado para ir trabajando capa por capa. Sin explorar el papel de su familia
de origen, la somatización de una serie de traumas de este soldado hubiera
sido difícil de resolver. Esa sesión, que duró poco menos de tres horas, sirve
para ilustrar mi convicción de que una sesión de recuperación de trauma no
debería limitar el foco a los síntomas que aparecen como resultado de un
incidente traumático en un primer plano. Un enfoque más exhaustivo
incluiría también el hecho de que todo episodio traumático puede activar
otros episodios en cualquier momento del curso de la vida, y que es probable
de que estén todos relacionados entre sí(3). La pregunta sobre cómo y por
qué ese tipo de traumas guardan relación sigue siendo un misterio. Sin
embargo, la falta de comprensión no debería privarnos de reconocer la
existencia y la importancia de patrones más grandes en acontecimientos
traumáticos aparentemente casuales.
Sin embargo, desde una perspectiva sistémica, yo tengo serias reservas sobre
el uso de los métodos de las Terapias de Alto Impacto en el tratamiento del
trauma. Si resulta cierto que los síntomas son señales de advertencia de que
algo está en desequilibrio dentro del continuo cuerpo/mente, sería muy
aconsejable explorar las implicaciones del mensaje antes de procurar
minimizarlo o borrarlo. El enfoque de las Terapias de Alto Impacto parece
más bien una forma eficiente de “apagar la alarma de incendio cuando el
edificio está en llamas”, es decir que mitiga el desagradable ruido pero no se
ocupa de que el edificio está en llamas. Si se silencia la alarma, fácilmente se
puede perder todo el edificio, incluso el vecindario que lo rodea.
Unos minutos más tarde, la persona que estaba sentada al lado de la joven
notó que su cuello estaba bastante enrojecido y que tenía como un pequeño
círculo blanco a la altura de la garganta. Cuando le mencionó ese hecho a la
persona que había hecho la presentación, la joven también recordó que por
aquel tiempo le habían practicado una traqueotomía que le hacía imposible
hablar. El presentador le agradeció que lo compartiera y continuó con la
promoción de sus métodos de reparación rápida.
Continuando con las reflexiones, cada vez se fue poniendo más de manifiesto
que aquellas Terapias de Alto Impacto, de miras cortas y orientadas hacia el
síntoma, no eran compatibles con un enfoque contextual y sistémico hacia el
trauma. No me siento particularmente convencida por lo que dicen muchas
personas relacionadas con las Terapias de Alto Impacto: que los resultados
tan rápidos se dan con mayor probabilidad en “incidentes de trauma
aislados”, es decir en casos en que problemas de gravedad como temas de
desarrollo, desórdenes de la personalidad, enfermedades mentales serias y
adicciones a sustancias no entran en juego(9). Yo me pregunto: ¿Cómo puede
un facilitador saber a ciencia cierta que esos “incidentes de trauma aislados”
son realmente sólo eso? ¿Existe algo así como un trauma aislado en toda una
vida? Muchas veces los clientes no saben, o no recuerdan, en qué
circunstancias llegaron a este mundo. También puede ser que omitan dar
información, o no tengan conciencia alguna de secretos familiares o de otras
conexiones con traumas anteriores de sus vidas, de las vidas de sus familias
inmediatas o de la historia familiar más amplia.
Notas
Igual que la marea baja y alta se mueve siguiendo el ritmo de una luna
distante, la vida del individuo se mueve al ritmo de la vida de la especie, que
a su vez se mueve al ritmo de algo más grande que ella misma.
Christopher M. Bache
Noche oscura, Amanecer temprano
En ese sentido, un enfoque sistémico para resolver el trauma es una visión del
mundo y al mismo tiempo un método. Quienes siguen este sendero se
encontrarán a cierta distancia de los profesionales que vuelcan su interés por
el trauma a la medicina, las terapias cognitivas y los intentos de volver a
regular el sistema nervioso individual a través de todo tipo de protocolos
pseudocientíficos y de solución rápida. Esta concepción mental orientada
hacia el síntoma brindó la oportunidad de que apareciera una variedad de
técnicas susceptibles de modificar el comportamiento, diversas terapias de
exposición e intervenciones psicofarmacéuticas. Últimamente se ha invertido
mucho tiempo y dinero en encontrar una “vacuna” para el trauma.
Anngwyn St. Just es doctora por el Western Institute for Social Research y
por la Universidad de California (Berkeley), historiadora cultural y
especialista en trauma social con orientación sistémica. Es fundadora y
directora del Arizona Center for Social Trauma (ACST-Centro de Trauma
Social de Arizona) y está especializada en el desarrollo de métodos
transculturales y de orientación corporal para la educación del trauma y su
recuperación. A través del ACST-International (Centro Internacional de
Trauma Social de Arizona) ofrece seminarios y programas de formación con
enfoque sistémico para el trauma individual y social.
La doctora St. Just reside en la zona de las Rocas Rojas, en el sudoeste de los
Estados Unidos.
BIBLIOGRAfia