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8 de noviembre
BEATO JUAN DUNS ESCOTO (1265-1308)
Juan Duns Escoto es Beato desde el 6 de julio de 1991. En ese día, el Papa Juan Pablo II
reconoció su fama de santidad, sus virtudes heroicas y, sobre todo, su culto ab immemorabili
tempore, desde tiempo inmemorial.1 El Siervo de Dios es oficialmente beato no por el acto en
sí de la beatificación, sino por el reconocimiento del culto, es decir, por el mismo decreto en
que se reconoce dicho culto. De este modo, Duns Escoto ha sido elevado al honor de los
altares después del más difícil y largo proceso de beatificación. Han pasado casi trescientos
años desde el primer intento de beatificarlo y casi setecientos desde su muerte en Colonia
(1308), donde pasó los últimos meses de su vida terrena.
¿Cuánto tiempo vivió Duns Escoto en Colonia? Probablemente unos dieciséis meses; pero no
estamos seguros, y esto tendremos que repetirlo muy a menudo a lo largo de su vida, a la
que nos tendremos que acercar con bastantes reservas, muchos "probables" y no pocos
"verosímiles". Bien es verdad que en el siglo XX han sido muchos los progresos en el estudio
de su vida; pero sigue teniendo validez lo que dijera Ernesto Renán sobre nuestro Beato:
«Resulta difícil nombrar un hombre famoso de la Edad Media cuya vida sea menos
conocida».2 No obstante lo dicho, sí tenemos un buen resumen de su vida, que se encuentra
desde hace más de cien años sobre su tumba, y que, según el famoso historiador franciscano
Lucas Waddingo, estaba ya en boca de todos: Scotia me genuit; Anglia me suscepit; Gallia me
docuit; Colonia me tenet. Este resumen proviene del ilustre escotista Guillermo Vorrilong,
quien escribió de este modo hacia el año 1440: «Escocia te parió; Inglaterra te enseñó, donde
leíste primero las Sentencias; Francia te recibió, pero Colonia te guarda en la tumba».3
Escoto nació hacia 1265 o, al menos, entre 1262 y 1266; más no podemos decir. Su patria es
Escocia y hemos de excluir a Irlanda e Inglaterra que durante mucho tiempo pretendieron
ser patrias del Beato, de manera especial Irlanda, por "culpa" del citado historiador
franciscano Lucas Waddingo. Sin embargo, nació indudablemente en Escocia, dato
reconocido hoy en día por casi todos los estudiosos. De Escocia se deriva el sobrenombre de
"Scotus-Escoto", como lo llamaron más tarde en París. Su lugar natal es con toda
probabilidad el pueblo escocés de "Duns", y este toponímico se convirtió en el apellido de su
familia. Si a ello le añadimos su nombre de bautismo, Juan, tendremos su nombre completo:
Juan Duns Escoto o Juan Duns de Escocia.
Juan nació probablemente en Duns o, en cualquier caso, su infancia la pasó en este pueblo.
La pequeña ciudad cuenta hoy día con unos dos mil vecinos. Duns está situado en la
provincia o condado de Berwick, al sureste de Escocia, y a unos veinte kilómetros del inglés
Berwick-upon-Tweed. La tradición habla de la familia de los Duns y de la casa paterna del
Beato, cuyo lugar señala una piedra conmemorativa; igualmente hay un monumento con la
estatua de Duns Escoto en el parque de la ciudad; ambos fueron erigidos en 1966 con motivo
de los setecientos años de su nacimiento. La ciudad es actualmente de mayoría protestante,
pero posee, desde 1882, una iglesia católica dedicada a la Inmaculada Concepción, detalle
nada extraño si se considera la defensa que hizo Escoto de tal privilegio mariano; la segunda
patrona de la ciudad es Santa Margarita, Reina de Escocia.
La familia Duns poseía una finca rural. Por eso, el pequeño Juan creció en un ambiente de
campesinos. Según la tradición, fue pastor y, probablemente, pastor de ocas. Todavía hoy
abunda el ganado ovino en aquella región, y el pastoreo fue oficio muy respetado en Escocia
y lo ha seguido siendo hasta nuestros días. El terreno accidentado de los "Lammermuir Hills",
con sus onduladas e interminables colinas, influyó ciertamente en el pensamiento de Escoto.
Lo mismo podríamos decir de la tierra de Escocia, con sus inmensas estepas y montañas, con
su lluvia abundante y sus nieblas frecuentes... Todo esto influiría en la mentalidad del joven,
que era propicio a meditar y reflexionar. El Beato vivió en un país de misterios y de sueños,
de mitos y leyendas.
Se dice que Juan habría pensado por algún tiempo en hacerse soldado, cosa nada extraña
entre los aguerridos escoceses, luchadores durante tantos siglos y también en el tiempo de
Escoto. Pero por piedad y humildad, se sigue diciendo, habría renunciado a sus sueños de
guerrero. Sin embargo, perduró en él ese talante como demostraría más tarde en tantas
luchas, de manera especial en París durante una dura contienda entre el Papa y el Rey de
Francia e, igualmente, en la enérgica defensa que hizo de la Inmaculada Concepción de la
Virgen María.
Su verdadero "servicio militar" empezó ya en Duns. Se dice que un buen día llegaron al
pueblo dos frailes menores para recoger cereales y fruta de los campesinos. Entonces, uno
de los frailes dijo a Juan el Padrenuestro en latín. El chico, que no conocía absolutamente
nada de ese idioma, repitió sin faltas toda la oración. Contestó, además, acertadamente a
varias preguntas de los frailes. Estos, reconociendo su excepcional talento, se llevaron al
joven consigo para que ingresara en la Orden.4
Por extraño que nos resulte tal relato, y de manera especial su desenlace, la sorpresa se
vuelve menor cuando se piensa que un tío de Juan, el padre Elías, era fraile menor y, más
aún, un alto cargo de la Provincia franciscana. Tal vez fuera éste uno de los dos frailes
presentes en Duns, lo que explicaría el fácil asentimiento de los padres a que su hijo fuera
llevado al convento.
Lo más probable es que los dos frailes llevaran al joven Escoto al convento de Haddington, a
unos cincuenta kilómetros al noroeste de Duns y a unos veinte de Edimburgo. En
Haddington tenía la Provincia franciscana inglesa un convento desde el año 1242.
Los frailes menores llegaron a Inglaterra, viviendo todavía San Francisco, en el año de 1224.
Fueron recibidos con gran entusiasmo en unos tiempos difíciles para la Iglesia de aquel país.
Los sencillos religiosos actuaron muy bien entre la gente: impresionaron por su vida, por su
vestido pobre y, sobre todo, por su genio alegre; además, vivían en casas ruinosas como
buenos hijos del Poverello de Asís. Los Grayfriars, Frailes grises, como eran llamados,
gozaban de gran popularidad y tanto jóvenes como adultos, pobres y ricos entraron en la
Orden. Todavía hoy siguen gozando de muy buena reputación en la isla y entre los
protestantes.
Esto hizo que se multiplicaran las fundaciones de conventos y que se erigiera en seguida una
Provincia escocesa. Pero en 1239 fue suprimida dicha Provincia, convirtiéndose Escocia en
Custodia y, más tarde, en Vicaría dependiente de la Provincia inglesa.5
Volviendo a Escoto, y según la tradición, el joven Juan entró en la Orden en aquel convento
de Dumfries. El posterior desarrollo de los acontecimientos cuadra muy bien con la leyenda
del huerto del convento. Se cuenta que Duns Escoto no era muy buen estudiante en sus
primeros años de formación. Un día, estando en el huerto conventual, imploró la ayuda de la
Virgen. Esta se le apareció y le dio fuerzas extraordinarias para el estudio a cambio de que
defendiera su honor. Después de esta visión, su capacidad intelectual fue creciendo día a día,
lo mismo que su amor y piedad por la Madre de Dios.7
Por desgracia, esta leyenda no concuerda bien con la anteriormente narrada de su infancia,
cuando llegaron a Duns los dos frailes menores y el niño Juan demostró ante ellos unas
excepcionales dotes intelectuales. Tal vez se pretenda mostrar con ello lo severo y serio de su
carácter en medio de unos frailes tantas veces demasiado alegres y, sobre todo, que su
preclara ciencia e inteligencia era más un don celestial, un don de la Virgen María, que una
conquista humana.
De todos modos, lo que sí es cierto es que fue la Provincia de Inglaterra la que recibió al
joven escocés en la Orden y que este hecho tuvo lugar en Dumfries. Aquí empezó también,
con toda probabilidad, sus estudios, dentro del studium o escuela conventual. Pero de sus
estudios en los centros docentes de la Provincia no sabemos nada cierto. Después de
Dumfries, Duns Escoto frecuentó, sin duda, otros lugares como Oxford, Cambridge y
Northampton. Aquí, en Northampton, fue ordenado sacerdote en 1291, dato que nos
suministra la primera fecha segura de su vida y el primer lugar cierto después de Duns y
Dumfries. Ahora bien, aun no sabiendo directamente nada sobre los estudios que Duns
Escoto hizo en su Provincia, podemos inferir algo ateniéndonos a la organización de los
estudios en aquel tiempo, de lo cual resulta lo que indicamos a continuación.8 Un candidato
debía tener, al menos, quince años para entrar en la Orden (generalmente se entraba con
dieciocho). Si Escoto nació hacia 1265, muy bien pudo haber tomado el hábito en 1280.
Después del año de noviciado, es decir, después de la profesión simple, pudo empezar los
estudios de filosofía y teología en 1285. Con estos supuestos podemos pensar en la siguiente
cronología: 1281-1283: Estudió las siete artes liberales, es decir, el trivium: gramática,
retórica y dialéctica; y siguió con el quatrivium: aritmética, geometría, música y astronomía.
Todo este conjunto constituía la llamada filosofía racional. 1283-1285: Estudió la filosofía
natural, con la metafísica como asignatura principal. Si un estudiante se distinguía en los
estudios, podía, a su vez, enseñar las mencionadas asignaturas. Lo podemos suponer en el
caso de Duns Escoto y, de este modo, enseñó desde 1285 a 1287. Fue un maestro en las artes,
como lo vemos en la lógica y en las matemáticas, y dominaba tan bien la física como la
metafísica. 1287-1290: Duns Escoto debió de estudiar la sagrada teología en un studium
solemne, de rango o categoría superior al studium conventual, como, por ejemplo, el studium
provincial. Imaginamos que se distinguió de nuevo y que fue escogido con toda certeza para
el studium generale de París. También es probable que fuera profesor en un studium
conventual desde 1290 a 1291. Después de su ordenación sacerdotal fue, ciertamente,
sublector en un studium solemne. Y desde 1293 a 1297 estudió en París.Ordenación
sacerdotal (17 de marzo de 1291)9 Esta es la primera fecha cierta que tenemos de la vida de
Juan Duns Escoto. La debemos al registro del obispo Oliver Sutton de Lincoln. Dicho prelado
ordenó a Escoto de sacerdote en la iglesia del priorato de San Andrés de los monjes de Cluny
en Northampton. La ciudad está a unos doscientos kilómetros al norte de Londres, y tiene un
obispado que pertenece a la región de Westminster. Hoy no queda nada del priorato de
Northampton, pero cuatro calles lo recuerdan todavía con sus nombres. Del mismo modo, el
convento de los frailes es recordado actualmente por el nombre de la estación de autobuses:
Grayfriars. La universidad llegó en 1258 a Northampton, y los frailes establecieron allí una
escuela; se puede suponer que Duns Escoto estudió en ella antes de su ordenación
sacerdotal. Dicha ordenación tuvo lugar el sábado de témporas, en la primera semana de
Cuaresma, que aquel año cayó el 17 de marzo. Hay que señalar que, de acuerdo con el
calendario entonces en uso, el documento correspondiente indica la fecha del diecisiete de
marzo de 1290, que para nuestro cómputo actual equivale a 1291.
El obispo ordenó aquel día a 51 subdiáconos, 48 diáconos y otros 48 sacerdotes, tanto del
clero secular como regular. Entre los sacerdotes religiosos, en decimotercer lugar, figura Fr.
Johannes Duns (minores).
En 1889 se abrió la tumba del obispo Sutton en la catedral de Lincoln. Dentro del sepulcro
encontraron su anillo, su cáliz y su patena. Podemos pensar que tales utensilios sagrados los
empleó el obispo en la ordenación de Northampton, con lo que tendríamos algo así como
unas reliquias de Duns Escoto.
No poseemos nada escrito por el propio Escoto sobre su ordenación. Pero podemos suponer
muchísimo en aquel fraile sincero. No sin razón, sus contemporáneos escribieron ya sobre
su tumba: Guía del clero.10 Duns Escoto fue sin duda un modelo para muchos. Él mismo nos
dice una vez: «El sacerdote representa como vicario a Cristo en la Iglesia».11 Escoto trató,
además, muchísimo la esencia de la Eucaristía y nos dio la mejor exposición de los frutos del
sacrificio de la Misa. Él mismo se mostró como un buen discípulo de San Francisco, con su
veneración profunda hacia los sacerdotes por su servicio al Santísimo Sacramento. Lo que el
Poverello vivió, lo ahondó Duns Escoto con su pensar y sus investigaciones. No es de
extrañar, por ello, que Rafael lo pintara en la Disputa del Sacramento, en el Vaticano, con
gesto y expresión devotos ante el Santísimo Sacramento.
De 1293 a 1297 estuvo por vez primera en París para estudiar. Esto lo podemos calcular por
acontecimientos posteriores. Por ejemplo, hemos de pensar en sus estrechas relaciones con
el futuro General de la Orden, Fr. Gonzalo Hispano (o de Balboa), que fue su maestro en
París y que vivió en el mismo convento. La ordenación de los estudios prescribía nueve años
en París. Pero los mendicantes tenían que hacer sólo cuatro años y el resto, hasta los nueve,
completarlo en un Studium solemne de la Orden o en otro Studium general. Condición
indispensable para estudiar en París era que el futuro estudiante se hubiera destacado
previamente en la predicación y en la doctrina. El hecho de ser enviado a París supuso para
Duns Escoto una extraordinaria distinción por parte de la Provincia de Inglaterra; sobre
todo, sabiendo de las diferencias que había entonces entre ingleses y escoceses, no sólo en la
Provincia, sino también en la Orden. Con su envío a París, se reconocían las cualidades
intelectuales de Duns Escoto.
No cabe duda de que Duns Escoto cumplía las exigencias marcadas por los estatutos: Los
candidatos han de prometer buenos progresos, ser fuertes corporalmente, poseer un talento
oratorio y mostrar un trato agradable; no deben ser pendencieros, sino amables y pacíficos
entre los frailes. Con esto podemos suponer ya muchísimo acerca de su carácter.
De 1297 a 1300, Duns Escoto enseñó en Cambridge.13 Lo hizo como bachiller en Escritura.
Era "baccalaureus sententiarius" y comentaba el libro de las Sentencias de Pedro Lombardo,
como era costumbre en aquel tiempo. Las Sentencias trataban sobre Dios Uno y Trino; la
Creación -cosas, ángeles y hombres-; la Encarnación de Jesucristo; las Virtudes y, finalmente,
los Sacramentos. La tradición habla de que tuvo muchos alumnos, y el Beato se hizo ya
famoso como profesor. De esto tenemos un buen recuerdo en la Universidad de Cambridge,
concretamente en la capilla del Trinity College de la misma. En una vidriera, a la derecha de
la entrada, se ve a Duns Escoto entre famosos doctores. Además, desde 1966, hay una placa
conmemorativa en el Colegio Sidney Sussex, recordando el lugar donde estuvo el convento
de los frailes y donde moró nuestro Beato. Con motivo del séptimo centenario del
nacimiento de Escoto, en el ya mencionado año de 1966, se celebró en la isla un gran
congreso escotista. De su estancia en Cambridge, y transmitida por su director espiritual, nos
ha llegado una anécdota de Escoto que nos manifiesta la agudeza de su ingenio, y que no nos
resistimos a narrar. Durante un paseo, tropezó con un campesino que blasfemaba
terriblemente mientras sembraba. Duns Escoto reprochó al campesino su conducta y le
añadió que podría ir al infierno por ello. El campesino le replicó: «¡Qué importa si obro bien
o mal, dado que Dios ha escrito ya si me salvaré o me condenaré!». A lo que el Beato
respondió: «Si está escrito ya que recogerás buena cosecha, ¿por qué aras y siembras? No lo
hagas, que si Dios ha previsto que el grano dé su fruto, éste vendrá también aunque no
siembres». El campesino se calló, como nos relata Vorrilong.14 Mientras esta anécdota nos
revela al Doctor sutil, la que sigue nos manifiesta su temperamento místico y orante. Sucedió
también en Cambridge, en la noche de Navidad de 1299: «El día de la fiesta del Nacimiento
de nuestro Señor Jesucristo, estaba absorto en contemplación. En espíritu vio al divino Niño
que se hizo carne por la salvación del género humano...». Escoto pidió que viniera el
pequeño Niño en el regazo de su Madre. El Niño se presentó de verdad y el Beato lo abrazó y
lo besó e, inmediatamente, desapareció. Así nos cuenta el acontecimiento su primer
biógrafo. Este relato fue posteriormente adornado con muchos otros detalles. A partir de
aquel acontecimiento, como dice su primer biógrafo, Duns Escoto hizo grandes progresos en
las virtudes, en su vida pobre de religioso y en el camino de la santidad. La semejanza con
San Antonio es llamativa. Lo cierto es que el Beato gozaba de fama como hombre de Dios,
con o sin la aparición del Niño Jesús.15
En este sentido, a través de sus escritos encontramos abundantes muestras de este talante
contemplativo. Frecuentemente comenzaba la composición de sus obras con oraciones que
luego incluía en ellas. De la misma manera, terminaba también sus escritos con oraciones.
En un bello juego de palabras16 dijo de Dios: «Tú eres el Término sin término». "Término"
expresa siempre el ser y el Ser es Dios, como Él mismo dijo a Moisés: «Yo soy el que soy». A
este Ser, Duns Escoto puede dirigirle la palabra y tutearlo. Sobre todo cuando trata las
cuestiones de Dios en filosofía. Así, por ejemplo, en las pruebas de la existencia de Dios,
descubrimos al místico en oración. Su filosofía es como un salto del alma a Dios, es una
filosofía en oración. Aquí no se trata del Ens a se, del Ser subsistente, que sería algo
impersonal, sino más bien de un Tú, de una persona. El místico cierra los ojos, prescinde de
las cosas visibles y llega a lo invisible, a Dios.
en el plazo de tres días. Su forzado exilio de París le llevó a Oxford, donde lo encontramos en
diciembre de aquel mismo año de 1303. Duns Escoto luchó por el Papa y aceptó gustoso el
destierro. Cumplió su juramento de sacerdote y obedeció al Papa; con ello se mostró como
buen hijo de su padre San Francisco quien, en tantas ocasiones, habló siempre con respeto y
reverencia del «señor Papa». Para el Beato Duns Escoto, Jesucristo es cabeza y maestro de la
Iglesia desde siempre y por siempre: «Estaré con vosotros hasta el fin del mundo». Su Vicario
es el Papa; en él obra el mismo Jesucristo. El Papa tiene jurisdicción sobre todos y, por tanto,
también sobre el Rey. El sacerdote no debe estar contra Jesucristo y, por ende, tampoco
contra la Iglesia ni contra el Papa. Duns Escoto no vaciló en aceptar el gran sacrificio que
suponía renunciar a una espléndida carrera de profesor en una Universidad tan prestigiosa
como la del París de aquel tiempo. Ya San Pedro y San Juan dijeron ante el Sanedrín: «Juzgad
si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios» (Hch 4,19).
Luego, a lo largo del tiempo se fue adornando con elementos legendarios la esencia de esta
disputa. Suele decirse con frecuencia que, de camino hacia la Universidad, el Beato Duns
Escoto encontró una estatua de la Virgen y que rezó ante ella de esta manera: Dignare me
laudare te, Virgo sacrata; da mihi virtutem contra hostes tuos, «Te alabaré, oh Virgen
sacrosanta; dame valor contra tus enemigos». La leyenda añade que la Virgen, ante la
súplica de su hijo, se inclinó para darle ánimo. Se cuenta que, ya metido en la disputa, Escoto
escuchó doscientos argumentos contra la doctrina de la Inmaculada, argumentos que él
repitió de memoria y en el mismo orden en que se habían aducido, refutando con maestría
todas las objeciones expuestas, y que los adversarios se convencieron. Se ha subrayado, a
este respecto, su humildad y su modestia, ya que Duns Escoto buscaba siempre la verdad, y
refutaba las opiniones contrarias sin ofender a nadie y sin mentar siquiera por su nombre a
los adversarios ausentes. Después de la disputa, Escoto fue llamado Doctor sutil, y se dice
que los primeros en ello serían los dos delegados del Papa que habrían participado en la
sesión universitaria, cosa que es del todo incierta. También fue llamado Doctor mariano,
cosa que ciertamente le agradaría más. En suma, luchó por el honor de la Madre de Dios
como más tarde lo harían sus sucesores en una controversia sin tregua. Con razón el francés
Felipe Labbé le llama «Mártir de la Virgen inmaculadamente concebida, haciendo referencia
a los méritos contraídos por él en vida y a las calumnias de que fue objeto después de su
muerte».22
Poco a poco la doctrina sobre la Inmaculada Concepción se fue abriendo paso. Más tarde, la
Universidad de París exigía de los estudiantes y doctorandos el reconocimiento de la misma.
Y esto parece un buen testimonio indirecto de la disputa, como un eco de la misma.
Probablemente, la disputa no fue tan solemne como a veces se dice, pero hay que contar con
la leyenda que no ha cesado de crecer después. Sin embargo, la doctrina de Duns Escoto fue
como un fermento constante que, mantenido por sus seguidores, perduró hasta la
proclamación solemne del dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854
por el Papa Pío IX.
Pero, ¿qué razones movieron al General de la Orden a enviar a Escoto fuera de París? Varias
son las que suelen aducirse; entre ellas, la de fundar una escuela -cosa improbable- o la de
luchar contra los heréticos begardos. La que parece más fundamentada es la que se basa en
la envidia de algunos colegas de la Universidad de París, entre los que destaca Jean de
Pouilly, muy enemigo del privilegio mariano de la Inmaculada. Tal vez éste quería
comprometer al famoso profesor que ya era Duns Escoto en las intrigas que el influyente
consultor de Felipe el Hermoso tramaba contra los templarios. Pouilly había dado ya
muestras de su poder maquinador luchando antes contra Bonifacio VIII. Igual que les
sucedió a los templarios, Escoto habría podido ser acusado de herejía en los pasados
disturbios políticos, sin poder defenderse. Además, el Beato había escrito contra el Rey a raíz
de las medidas tomadas por éste contra el obispo Saisset, quien fue acusado de alta traición.
Más aún, como escocés que era, tal vez fuera sospechoso a los ojos del rey Eduardo I de
Inglaterra que preparaba, por aquel entonces, las bodas de su hijo con la hija de Felipe el
Hermoso. Quizás era sospechoso para los dos Reyes que le conocían. La situación personal
de Escoto era bastante comprometida y hasta peligrosa. El General, sabedor de todo esto, lo
envió fuera de París, a Colonia.24 Pero, ¿por qué lo mandó concretamente a Colonia? Las
razones que se aducen para justificar este traslado no resultan convincentes. A lo mejor, en
aquella situación de peligro para Escoto, dio la casualidad de que se necesitaba un profesor
para el Studium de Colonia; hay que recordar que el General se había reunido con los
Provinciales en un Capítulo y que allí se le pudo manifestar tal necesidad. Lo que sí es cierto,
como afirma Vorrilong, es la acogida triunfal que se le dispensó a su llegada a Colonia.
Probablemente llegó en el verano de 1307. El clero y gran muchedumbre del pueblo salieron
al encuentro del famoso profesor y le acompañaron procesionalmente hasta el convento. El
aspecto del Beato era simple: hábito remendado, pies descalzos. Pero la acogida fue cordial,
cosa nada extraña ante tan ejemplar y buen fraile. Con razón escribieron los coetáneos en su
tumba: «Luz del convento».25 En el lugar del convento donde vivió Duns Escoto se alza hoy
un museo, justo al lado de la iglesia donde reposa el cuerpo del Beato.
Aunque carecemos de detalles y pormenores, sí sabemos que trabajó muchísimo durante su
estancia en Colonia. De nuevo fue profesor y, probablemente, de 1307 a 1308, también
maestro regente. Trabajó en sus escritos y en la tarea ministerial. No cabe duda de que
siguió defendiendo a la Inmaculada y de que combatió a los begardos y a los beguinos.
Tal "muerte" no consta en ningún documento anterior; Giovio la inventó totalmente. Otros
adversarios del Beato recogieron con avidez la intrigante invención y la fueron adornando
con nuevas fantasías. Entre ellos, el dominico Abrahán Bzowski, que la ilustró con enormes
errores históricos. Como antes Giovio, Bzowski habla de "crimen oculto" por el que Escoto
habría debido expiar.
Contra estas invenciones, especialmente las de Bzowski, escribieron ya en el siglo XVII
Mateo Ferchius, OFMConv, y Lucas Waddingo, OFM, poniendo en evidencia tamañas
invenciones y despropósitos. Pero no se ha podido acabar del todo con semejante leyenda,
puesto que aún se observan trazas de la misma en algún que otro estudioso. Con todo, es
cierto que los investigadores más serios la rechazan de plano.28
Contra esa inventada "muerte" de Escoto están los testimonios de los muchos escritores que
hablan de un sepelio "en tierra". El Beato fue enterrado como cualquier otro fraile difunto,
cosa evidente en un caso como este de muerte repentina, y no fue depositado en ningún
monumento. Sí fue para él un honor el que lo "enterraron o inhumaron (in humo)" en la
iglesia del convento y junto al altar de los Reyes Magos, cuyos cuerpos, según una venerable
tradición, se veneran en la catedral de Colonia. Pero sobre todo hay que recalcar que fue un
entierro normal, con las ceremonias habituales de los frailes.
El sepulcro de Juan Duns Escoto La historia del sepulcro de Duns Escoto pertenece también
a la vida del Beato. Su sepultura fue tenida, desde el primer día, en gran veneración, como lo
atestiguan muchos epitafios. La primera inscripción -Clauditur hic rivus- es más que famosa
y, probablemente, fue colocada poco después de su muerte. En los epitafios puede
comprobarse lo que pensaban los frailes y la gente de Colonia sobre el Beato: Estrella de
sacerdotes, Luz de la Orden, Heraldo de la Verdad, Viva fuente de su Iglesia, etc.29 Se le
"beatificó" en seguida.
El primer traslado de su cuerpo se hizo posiblemente poco después de su muerte, quizás
hacia 1320. Entre traslados y reconocimientos solemnes o al menos oficiales, hubo diez. En el
primero, Duns Escoto encontró reposo delante del altar mayor y "bajo la campana".30 En este
lugar, si damos como cierta la fecha de 1320, descansó el cuerpo del Beato durante tres
largos siglos, es decir, hasta 1642 ó 1643. El reconocimiento efectuado entre los años de 1509
y 1513 se hizo por mera devoción. Sin embargo, en 1619 se efectuó otro a causa de los
feroces e infames ataques de Bzowski. Las reformas efectuadas en la iglesia durante los años
de 1642 y 1643 motivaron el traslado de sus restos. En aquellas obras, el coro, situado
delante del altar mayor, se pasó detrás del mismo, y, con ello, también el sepulcro de Escoto.
El nuncio Fabio Chigi, futuro papa con el nombre de Alejandro VII, estuvo presente en estas
ceremonias. De nuevo, el cuerpo de Duns Escoto permaneció largo tiempo, algo más de tres
siglos, detrás del altar, concretamente hasta 1946. En esta ubicación de los restos mortales de
Duns Escoto se efectuó, el 9 de septiembre de 1706, un nuevo reconocimiento, con motivo del
primer Proceso informativo para la beatificación (Colonia 1706-1707). Posteriormente se
realizaron otros dos reconocimientos más, que fueron de menor importancia, en 1858 y 1870
respectivamente. Por entonces ya estaban sobre su tumba los famosos versos: «Scotia me
genuit...».
Durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1943 y 1945, la iglesia en que se encontraba el
sepulcro de Duns Escoto, la Minoritenkirche, fue destruida. El sepulcro del Beato quedó bajo
una colina de escombros y piedras y el ataúd que contenía sus restos mortales resultó
dañado seriamente. Por este motivo, se trasladó la cápsula con las reliquias, sin abrirla, a la
Catedral de Colonia, donde quedaron depositadas por espacio de diez años.
En la Catedral se hicieron dos nuevos reconocimientos del cuerpo de Escoto: el uno en abril
de 1947 y el otro en octubre del mismo año. Más tarde, el 14 de mayo de 1954, se efectuó un
reconocimiento más solemne en el que el Cardenal José Frings entregó un hueso del
antebrazo, el radio izquierdo, a los franciscanos de la Provincia de Colonia, quienes lo
tuvieron por poco tiempo en el convento de dicha ciudad y luego lo trasladaron a su
santuario de la Inmaculada en Neviges, cerca de Essen.
A finales de agosto de 1956, las reliquias del Beato volvieron, en solemne procesión, desde la
Catedral a la Minoritenkirche, pero, al no estar todavía listo el sarcófago de piedra que las
acogería, los franciscanos conventuales las llevaron a la capilla del convento. Así fue como,
por segunda vez, dichas reliquias quedaron fuera de la iglesia a la que volverían
definitivamente a finales de septiembre de 1958.31
El sarcófago del Beato32 Las reliquias se encuentran ahora, y por primera vez, en un
verdadero sarcófago que es regalo de la ciudad de Colonia. Está colocado en la nave
izquierda de la iglesia. En la piedra superior, se ve marcada la figura de Duns Escoto con el
hábito de San Francisco, un birrete de doctor y un libro en la mano izquierda, que reza:
Potuit, Decuit, ergo Fecit, las lapidarias palabras alusivas a su defensa del privilegio de la
Inmaculada: «Pudo, convino, luego lo hizo». Junto a los pies leemos la famosa inscripción:
Scotia me genuit; Anglia me suscepit; Gallia me docuit; Colonia me tenet. En el lado derecho se
ven la corona de Cristo Rey y la tiara del Papa, y en el lado izquierdo la M de María con una
diadema. Son símbolos todos ellos alusivos a las principales doctrinas de Duns Escoto: la
realeza de Cristo, la Concepción Inmaculada de María y la fidelidad a la Iglesia y al Papa.
Finalmente y para acabar la referencia al sarcófago, hemos de mencionar la visita que
realizó al sepulcro del Beato el actual Papa, Juan Pablo II, el 15 de Noviembre de 1980. Juan
Pablo II habló allí de dos torres de la fe, ya que, además de Escoto, reposa en esa misma
iglesia otro beato: Adolf Kolping, un cura entregado al apostolado social, y dijo refiriéndose a
nuestro Beato: «Duns Escoto nos enseñó el misterio de la Inmaculada Concepción de María y
su posición en la Economía de la salvación».33 Después el Papa se prosternó en oración ante
el sepulcro de Escoto.V. PERFIL DE JUAN DUNS ESCOTO Nos gustaría conocer la
personalidad de Juan Duns Escoto: sus cualidades, sus rasgos, su carácter y hasta, tal vez, sus
modales. Pero de todo ello, tristemente, no sabemos casi nada. Las fuentes callan, y nosotros
no queremos inventar nada. Este fue también el gran problema que se planteó al tratar de
las virtudes heroicas del Beato en los diversos procesos de beatificación incoados y que
veremos más adelante. Tenemos, sin embargo, algunas indicaciones que pueden ayudarnos
en tal conocimiento como, por ejemplo, cuando el General de la Orden Gonzalo Hispano o de
Balboa habla de su «vida loable», o cuando en un epígrafe leemos: «No era inferior en
virtudes a nadie».34
Pensemos también en su obediencia ejemplar cuando fue trasladado de París a Colonia o en
su coraje para defender al Papa frente a las arbitrariedades del rey Felipe el Hermoso. Son
datos preciosos, pero parcos en informaciones sobre su modo de ser y de vivir. De ahí que,
tras examinar sus escritos, se llegara a la siguiente conclusión: «Quien ha escrito doctrina
tan sublime no cabe duda que antes la ha vivido». En fin, a la hora de emitir el dictamen
sobre la heroicidad de sus virtudes, ocho de los nueve consultores teólogos reconocieron sus
virtudes heroicas. Y este reconocimiento vale tanto para las virtudes teologales como para
las cardinales, lo mismo que para las virtudes religiosas, los votos religiosos y la vida de
piedad, vida que tenía como centro un hondo amor a Cristo crucificado, a la Virgen María y
a la Santa Madre Iglesia. No en vano los teólogos han reconocido siempre a Escoto no tanto
como un teórico, sino más bien como un hombre práctico; han reconocido todas las virtudes
ejercitadas a lo largo de su vida y han visto en él a un fiel discípulo de San Francisco, del que
aprendió su gran amor a la Iglesia, dado que Jesucristo vive en la misma, y del que también
heredó su gran devoción a la Virgen María.
Algunos autores resaltan como rasgo especial de su carácter que, durante las disputas
teológicas, callaba siempre los nombres de sus adversarios. Él buscaba sólo la verdad, cosa
que ha sido reconocida aun por un obispo anglicano actual, quien dice que Duns Escoto,
como defensor y buscador pertinaz de la verdad, podría guiarnos en el coloquio entre las
confesiones cristianas.35
En resumen hemos de decir que, a pesar de la carencia de detalles, nos encontramos ante la
imagen espléndida de la vida de un hombre espiritual extraordinario, del que, ciertamente,
nunca se relatan aspectos negativos. Su figura resplandece aureolada por una luz brillante y
nos dice mucho de su carácter y de su vida interior.
VI. EL CAMINO DE DUNS ESCOTO HACIA LOS ALTARES Ya desde su muerte se veneró a
Duns Escoto.37 Pero su camino hacia los altares ha estado plagado de dificultades, y hasta
nuestros días no hemos visto la culminación de su andadura. A ella se ha llegado después de
tres largas etapas y no menos de cinco procesos que poco o nada sirvieron para la
beatificación, pero que ayudaron al éxito final.
Primera etapa
El primer proceso con miras a la beatificación se realizó en Colonia en los años de 1706-1707.
Se trataba del reconocimiento del culto tributado a Escoto en Colonia; pero después de
tantos esfuerzos el veredicto de los jueces fue: «Non constare...», es decir, no consta que se le
haya tributado tal culto. La crítica a tal dictamen empezó inmediatamente después del
proceso, sobre todo atendiendo a los traslados y a los reconocimientos como actos de culto.
Recientemente, con el pronunciamiento favorable de seis reconocidos historiadores, que
emitieron sus votos favorables el día 11 de abril de 1989, se ha reconocido el culto también
en Colonia.38
Después del proceso de Colonia, hubo otro en la diócesis italiana de Nola (cerca de Nápoles),
de 1709 a 1711. Se reconoció plenamente el culto a Duns Escoto en la mencionada ciudad de
Campania y en sus alrededores. Por lo demás, en aquella región había entonces un
floreciente culto al Beato. Su origen proviene ciertamente de la persona de Landulfo
Caracciolo, fraile menor napolitano, que fue discípulo de Duns Escoto en París, y después,
sucesivamente, Provincial de Nápoles, Obispo de Castellammare di Stabia y, finalmente,
Arzobispo de Amalfi. Él propagó por toda la región de Campania el culto a la Inmaculada y,
con ello, también el culto a Duns Escoto. A esto ayudó la veneración a la Inmaculada
procedente de España en la época de los Virreyes españoles en Nápoles.
Pero, a pesar de este éxito en Nola, la causa Scoti no avanzó durante dos siglos y así la
primera etapa fracasó.
Segunda etapa
Se inició en 1900 y duró hasta 1921. A lo largo de este periodo de 21 años, hubo tres procesos,
muchos esfuerzos y hasta luchas, que terminaron fracasando de nuevo.
Al principio de esta segunda etapa, se preparaba un segundo proceso en Nola para
completar el primero, con nuevos documentos y conocimientos. Pero antes de que este se
celebrara, se realizó otro en Génova, en los años de 1904-1905, que estuvo mal enfocado y,
por consiguiente, resultó un fracaso. Nadie pensaba en un verdadero culto a Duns Escoto en
aquella ciudad. Por eso el juicio allí emitido no es de extrañar: «No hay culto a Duns Escoto
en Génova...». Menos mal que el segundo proceso de Nola, celebrado durante los años de
1905-1906, fue de nuevo positivo: «Se tributa culto a Duns Escoto en Nola. Hemos de añadir
que florece todavía como desde hace siglos...». La fórmula reza: Ab immemorabili tempore,
«desde tiempo inmemorial».
En este repaso a los procesos, no podemos olvidar el celebrado en Roma el año 1918. Más
que proceso, fue un conato de proceso, de pocas horas o, quizás, de una hora. Se trataba sólo
de reconocer seis imágenes de Duns Escoto y cuatro pasajes escritos sobre el Beato. Todo fue
reconocido y éste resultó positivo.
Volviendo sobre el proceso de Nola (Nola II) citado anteriormente, hemos de decir que la
situación, después del mismo, se presentaba propicia para la llevar la causa de beatificación
a buen término. Pero adversarios encarnizados de la Causa, que trabajaban constantemente
contra ella con todos los medios a su alcance, consiguieron que en el año de 1912 se
promulgara un decreto -por lo visto contra Duns Escoto- en el que se disponía que, en los
casos en que se tratara del culto, se tenían que de investigar también los escritos de los
Siervos de Dios, cosa no exigida anteriormente. Este nuevo requisito, el de examinar los
escritos de Escoto, lo realizaron dos nuevos consultores, y no encontraron nada importante
que objetar. No había problemas con sus escritos. Sin embargo, en la sesión definitiva de los
Cardenales, celebrada el 27 de julio de 1920, se exigió mucho más: una edición crítica de las
obras de Duns Escoto para ver si había herejías en las mismas. Se ve que dicha comisión de
Cardenales tenía algunas reservas sobre la doctrina de Escoto, ya que el veredicto emitido en
abril de 1925 presentaba más de cuatrocientas páginas de objeciones a la doctrina de Escoto
y, en consecuencia, resultó contrario a la Causa y a los requisitos exigidos en la predicha
sesión de 1920.
La Orden franciscana, por su parte, puso manos a la obra y creó una Sección escotista en su
centro de investigación de Quaracchi (Florencia). Dicha Sección trabajó allí desde 1927 en la
edición crítica de las obras de Escoto, y, desde 1938, en que fue trasladada a Roma, continúa
trabajando en el Colegio de san Antonio, bajo la denominación de Comisión escotista. A
partir de 1950, con la publicación de los primeros volúmenes, se iniciaron las respuestas
críticas a las objeciones de 1925. Las realizó la misma Comisión bajo la dirección del padre
Carlos Balic. En 1970 se presentó el estudio crítico definitivo a la Congregación para las
Causas de los Santos. En abril de 1972 una comisión de Cardenales sentenció: Nihil obstare...,
es decir, que no había ningún obstáculo para continuar con la Causa de Duns Escoto. A
primeros de mayo de 1972 el Papa Pablo VI asumió el dictamen de los Cardenales.Tercera y
definitiva etapa
Sabiendo ya que la doctrina del Siervo de Dios no presentaba ningún problema, la situación
se volvió cada vez más propicia para llegar a la meta. En este clima de sosiego es cuando se
gestó la tercera y definitiva etapa para la Beatificación de Duns Escoto. Su origen estuvo en
la Provincia de Colonia de los frailes menores. Allí se le dio un gran impulso y, en 1985, se
formó en Roma una Comisión especial con representantes de las cuatro Ordenes
franciscanas. Estos elaboraron una Positio de casi mil cuatrocientas páginas, que se publicó
en diciembre de 1988. La Positio es la colección de todos los documentos que pueden ser
importantes para la causa de beatificación. Podemos llamarla completa por su contenido: en
ella están recogidas todas las cuestiones relativas a la vida, al culto y a la misma Causa de
Duns Escoto. A pesar de tener bastantes deficiencias, esta obra de tantos autores fue
reconocida como excelente y, lo que es más importante, sirvió sobre todo para la Causa.
2) E. Renan, Jean Duns Scot, Frère Mineur. Histoire Littéraire de France, XXV, París 1869, 404.
3) In Quarto Sententiarum, Inc. 16, 314s.
4) M. Ferchius, Positio, 126. 5) Tractatus Fr. Thomae vulgo dicti Eccleston, De adventu
Fratrum Minorum in Angliam. Little, París 1909.
6) Positio, 21. Del "Registrum Ordinis", Mss de St. Mary's. College de Blairs, 9219.
13) Id., Le b. Jean Duns Scot à Cambridge vers 1297-1300. AFH 21 (1928) 608-611.
17) A. G. Little, Franciscan papers, lists and documenta. Manchester 1943, 230-235; Positio,
46-50.
18) E. Longpré, Le b. Duns Scot pour le Saint Siège et contre le gallicanisme (Paris, 25-28 juin
1303). France Franciscaine 11 (1928) 137-162; Positio, 55-57.
22) «Doctoris Subtilis elogium», en I. D. Scotus, Opera Omnia, I. Lugduni 1639, 11s; Positio,
624s.
23) Vorrilong, II Sent., d. 44, q. 1; Positio, 265.577. 24) A. Callebaut, La maîtrise du b. Jean
Duns Scot en 1305; son départ de Paris en 1307. AFH 21 (1928) 206-239; Positio, 85-93. 25)
Positio, 770. 26) Positio, 106s. 27) Positio, 781. 28) Waddingo, Vita, nn. 36-45.48; Positio, 165-
171.173s. . 29) Positio, 770.
30) N. Glassberger, Chronica, 113; Positio, 186.
31) D. Esser, Grab des seligen Johannes Duns Scotus, en D. Esser - D'Andrea, Johannes Duns
Scotus. Untersuchungen zu seiner Verehrung. Mönchengladbach 1986, 165-204.
36) Note sur un texte de Cajétan. Ant 27 (1952) 380. 37) Cf. D. Esser - D'Andrea, o. c., 9-
164.242-274.
38) Nolan... confirmationis cultus...Relatio et vota. Roma 1990.