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INTRODUCCIÓN.
Este año ha sido de especial relevancia en lo que a derecho del consumo se refiere,
ello por cuanto se han llevado a término dos de las causas con tal vez con mayor
trascendencia desde que existe el actual estatuto de protección de los consumidores.
Estas son, como ya son de sobra conocidas por su impacto mediático, el llamado
“Caso Cencosud” y la demanda colectiva de la Corporación Nacional de
Consumidores y Usuarios (CONADECUS) en contra del Banco Estado - que terminó
en un acuerdo conciliatorio entre estas - , ambas por infracciones muy similares a la
ley del consumidor: alzas o modificaciones de carácter unilateral a las condiciones y
términos de los contratos convenidos entre las empresas y los consumidores. Su
importancia radica en dos razones: primero, por lo cuantiosa de las indemnizaciones
que han resultado de estos procesos, $5700 millones de pesos en el caso de Banco
Estado2, y más de $26.300 millones de pesos en el caso de Cencosud3; la segunda
razón es que los resultados de estos procesos, especialmente la sentencia
condenatoria en contra de Cencosud, impactan no sólo al colectivo de consumidores
cuyo interés está comprometido en la acción judicial, sino que trasciende a todos los
agentes económicos que participan de las relaciones de consumo. Hasta ahora las
compañías han asegurado que esta decisión de la Corte Suprema cambia el
paradigma y la forma de operar respecto de la interpretación de la voluntad de los
consumidores en contratos indefinidos. Así, la propia Cencosud ha asegurado que la
sentencia ha marcado una nueva realidad en la industria4.
Ante esto, parece evidente la razón de porqué estudiar el tópico que se propone en
este documento. En efecto, de la lectura de la sentencia del caso Cencosud, parece
ser que la cuestión fundamental que la Corte Suprema consideró para arribar a la
decisión que adoptó fue aquella relativa a qué debe entenderse por “aceptación
tácita”, y la diferencia entre esta y el silencio como manifestación de voluntad, o la
llamada “voluntad presunta”. El análisis de estos últimos conceptos, la aclaración de
1
Por Manuel Donaire Belemmi.
2
Sernac, noticia publicada el 24 de octubre de 2013. En: http://www.sernac.cl/tras-fallo-ganado-a-
cencosud-consumidores-con-saldo-a-favor-en-tarjetas-podran-retirar-su-dinero-en/
3 Sernac, noticia publicada el 27 de junio de 2013. En: http://www.sernac.cl/atencion-como-se-
devolvera-el-dinero-a-afectados-bancoestado/
4 La Tercera, noticia publicada el 24 de abril de 2013. En:
http://www.latercera.com/noticia/negocios/2013/04/655-520338-9-cencosud-asegura-haber-
actuado-bajo-la-ley-tras-fallo-de-corte-suprema.shtml
sus límites y matices, y su aplicación en materia de actos de consumo, será lo que
ocupará las líneas que siguen.
Resulta, pues, que son aceptadas todas las formas de manifestación de la voluntad,
sean estas por medios susceptibles de ser percibidos por los sentidos con manifiesta
5
León Hurtado, Avelino. La voluntad y la capacidad en los actos jurídicos. Santiago: Editorial
Jurídica de Chile, 1991. p. 27 y ss.
intención hacía el fin que se busca (voluntad expresa) o a través de la inferencia en
base a otros hechos (voluntad tácita).
La aceptación tácita, por su parte, es uno de los elementos que configura la formación
del consentimiento, que se produce en la etapa precontractual dentro del iter
contractual. En nuestro ordenamiento jurídico no existen normas generales expresas
respecto de las distintas etapas de la formación del consentimiento (oferta y
aceptación), existiendo debate en nuestra doctrina respecto de la aplicación de los
preceptos del código de comercio, sin que se haya llegado a buen puerto en esto
último. Sin embargo existe un desarrollo doctrinal para dar contenido de aplicación
general a la figura de la aceptación tácita, que se logrado en buena parte a partir de
las normas de la Convención de Viene en la materia6. Se trata en definitiva del acto o
declaración del destinatario de la oferta, en el que este manifiesta su conformidad con
ella7, dando origen a la obligación o contrato de que se trate.
Esta puede ser expresa, esto es por hechos exteriores que apuntes a dicha
manifestación, o tácita, cuando la parte realice actos, que siendo calificados de forma
objetiva, conduzcan a la convicción de que fueron aceptados. Dicha calificación
supone que los actos conducen inequívocamente a la conclusión de que existe
aceptación. A esta última se le asigna el mismo valor que a la primera, de acuerdo al
art. 103 del Código de Comercio.
Se está aquí, en todo caso, bajo el supuesto de derecho civil clásico - incluso
podríamos decir romano - de que se está ante partes en igualdad de condiciones, con
igual conocimiento y disponibilidad de información. Por tanto, en virtud de dicha
igualdad, y de la libertad contractual casi absoluta que de ella deriva para las partes,
estos pueden pactar el carácter de la aceptación y las formas que puede tomar la
manifestación de la voluntad de la forma en que más les convenga, sin casi ninguna
limitación.
Esto, como es posible apreciar, dista mucho de la realidad del comercio jurídico
actual, según veremos a continuación.
Tanto es así, que esto ha sido regulado en varios cuerpos normativos, incluyendo la
circular Nº 17 de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras - que a la
fecha de la redacción de este artículo ya se encuentra derogada - que autoriza, en su
caso, a los emisores de tarjetas de crédito a modificar las condiciones de los contratos
respectos de los costos de mantención de los mismos, previa notificación de la misma
a los tarjetahabientes, y entendiendo que el hecho de continuar utilizando el servicio
importa aceptación de las nuevas condiciones.
Resulta evidente que aquí nos encontramos frente a un supuesto radicalmente distinto
que aquel clásico de la doctrina civil. En efecto nos encontramos en una situación en
la que existe desigualdad entre los contratantes, respecto de la información de la que
disponen, y además de la capacidad de utilizar adecuadamente dicha información. Se
trata de una relación de consumidor no preparado/proveedor profesional 8.
Nada se dice respecto de la aceptación tácita, por lo que es posible aplicar las reglas
generales en los casos referidos (Barrientos, 256).
8
Pinochet Olave, Ruperto. Modificación unilateral del contrato y pacto de autocontratación: dos
especies de cláusulas abusivas a la luz del Derecho del Consumo chileno. Comentario a la
sentencia de Excma. Corte Suprema de 24 de abril de 2013 recaída en el “Caso Sernac con
Cencosud”. En Ius et Praxis. Año 19, Nº 1. Talca: Universidad de Talca, Facultad de Ciencias
Jurídicas, 2013. p. 266.
aceptar aquella de carácter presunto, o como se ha conocido por algunos autores,
“silencio circunstanciado”.
La sentencia del caso cencosud vino a aclarar el panorama de dudas que existía
respecto de estos últimos conceptos.
Hay que precisar en este punto, que de acuerdo a los hechos que se acreditaron en el
proceso, las alzas en los precios de la mantención de las tarjetas eran hechas previa
notificación del proveedor en el estado de cuenta - un pequeño recuadro en la esquina
inferior derecha del documento - en que se informaba de la respectiva alza. Esto,
según Cencosud, constituía una mera “oferta”, puesto que de acuerdo a la cláusula
del contrato de línea de crédito, el usuario podía no aceptarla y en consecuencia
cerrar la cuenta dentro de los siguientes 30 días. Pero, si luego de transcurrido el
plazo, o dentro de él, el tarjetahabiente realizaba cualquier gestión con la tarjeta, se
entendería que había aceptado la modificación.
9
Corte Suprema, Rol 1235-11.
consumidor a mantener las condiciones en el estado idéntico al que estaban hasta
antes de la modificación. Seguidamente, en su considerando sexto, la sentencia
desecha la posibilidad de que exista aceptación tácita, puesto que aunque ella es
posible aún en los actos de consumo, se requiere que los actos que realiza el
consumidor conduzcan inequívocamente a la conclusión de que acepta, no siendo así
en este caso. En definitiva, no es posible aquí asegurar que el consumidor ha leído la
motivación en el estado de la cuenta, ni menos a las actuaciones que realiza con la
tarjeta son en efecto consecuencia de dicha aceptación. Existe una voluntad presunta,
esto es, se presume el hecho de que el consumidor conoce “la oferta” y a
consecuencia de ella acepta usando la tarjeta. Esto es según la corte, insuficiente
para acreditar la aceptación tácita.
En otras palabras, no hay aceptación de ningún tipo aquí, ni expresa ni tácita, sólo
voluntad presunta, o silencio circunstanciado, prohibido en nuestra legislación de
consumo10.
Se impone, en definitiva, una nueva tendencia para los operadores del mercado en
cuanto a la satisfacción de los requisitos para la existencia de consentimiento por
parte del consumidor, sea éste expreso o tácito.
10
Barrientos Camus, Francisca. Silencio y aceptación tácita. Aumento unilateral. Prescripción.
Cortes Suprema (SERNAC con Cencosud, Tercera Sala de la Corte Suprema, 24 de abril de 2013,
rol Nº 12.355-11). En Revista de Derecho Privado (Universidad Diego Portales), Nº 20. 2013. p.
257.
Se ha sugerido, en un fuerte debate que ha sucedido a la dictación del fallo por la
Corte Suprema, que se ha derogado definitivamente el consentimiento tácito en los
actos de consumo - así ha asegurado de alguna forma el actual Director del Sernac11-,
y que la única forma de conseguir dicho consentimiento de ahora en adelante será de
forma expresa, mediante mecanismos de contratación a distancia o electrónicos. Por
parte de las industria se ha objetado que la sola idea de intentar conseguir la
aceptación expresa en los contratos de plazo indefinido, que requieren modificación
en sus condiciones, cuando existen según se asegura 20 millones de líneas de crédito
en el país, es prácticamente imposible (posición de Cencosud). Se ha llegado incluso
a decir que decisiones como esta tendrán como consecuencia el termino de los
contrato de plazo indefinido en el país12
La cuestión parece no parece encontrar su solución por ese camino. Más bien la
solución parece estar en buscar una fórmula que, nuevamente en consonancia con
los principios que consagra la ley del consumidor, otorgue a los contratante de
adhesión la suficiente información, a fin de que exista plena certeza de que se está
expresando suficientemente la voluntad, sea de forma expresa o tácita. Es en
definitiva, un solución que apunta a lograr un mayor nivel de equidad en las
estipulaciones contractuales en materia de consumo.
Parece ser que las fórmulas para contar con el consentimiento del consumidor
apuntan en dicha dirección. De todas formas, sea cual sea la solución que se adopté,
debe considerar la manifestación de voluntad del consumidor, y ser coincidente con
http://www.cooperativa.cl/noticias/pais/consumidores/asociacion-de-bancos-se-acabaron-contratos-
indefinidos/2013-05-09/131747.html
13 Corte Suprema, Rol 381-12, considerando 9°.
las exigencias que la sentencia de la Corte Suprema en el caso Cencosud ha
dispuesto.
CONCLUSIÓN.
Resulta claro en este punto, que las diferencias entre aceptación tácita y voluntad
presunta no son una mera discrepancia semántica, sino más bien son expresiones de
situaciones radicalmente distintas en las que puede desenvolverse la relación
contractual entre el proveedor y el consumidor, y que sin lugar a dudas hace un
mundo de diferencia cuando se trata de calificar si la cláusula presente en un
instrumento contractual es abusiva o no, conforme a las normas de la ley 19.496.
Es claro, así mismo cuales son las figuras aceptadas o posibles dentro de una
relación de consumo. A saber, es posible realizar modificaciones a las condiciones de
los contratos o su costo contando con el consentimiento - aceptación - tanto expresa
como tacita del consumidor.