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pan nauta A p a r t i r de
NERO
u años
Humor =::a-
LA ALDOVRANDA
ENEL
MERCADO
Ustedes decidan qué es peor: encontrarse con
una planta carnívora en el mercado, comprar
un fantasma inútil, escuchar una historia de
Lucy Mortaja, soportar un aparecido en el patio
o ser envenenado por el siniestro chino amarillo
patito. Elijan pronto, que las malas ofertas se
acaban enseguida.
www.megustaleer.com.ar
ll ]ll !U!II
ISBN 10:950-07-2486-3
IS8N13:978-950-07•2486-9
9
elección
pan flauta
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Colección original dirigida por Canela (Gigliola Zecchin)
Diseño de interior: Helena Homs
Diseño de tapa: Paula Lanzillotti
Wolf, Ema
La aldovranda en el mercado/ ilustrado por Tabaré. - 7• ed. - Buenos Aires :
Sudamericana, 2014.
64 p. : il. ; 20x I 3 cm. (Pan Flauta)
ISBN 950-07-2486-3
Impreso en la Argentina
ISBN 10: 950-07-2486-3
ISBN 13: 978-950-07-2486-9
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.
www.megustaleer.com.ar
LA ALDOVRANDA
ruja (Selección The White Ravens 1990), La gran in-
migración, Hay que enseñarle a tejer a l gato, Histo-
rias a Fernández (Finalista en el Premio Casa de las
Américas, 1994). Este último y La aldovranda en el mer-
cado fueron seleccionados para integrar la Lista de
EN EL MERCADO
Honor IBBY en 1996 y 1992 respectivamente.
EL ILUSTRADOR
Tabaré Gómez nació en La Paz, Departamento de
Canelones, en el sur de Uruguay. Vivía dibujando en
su casa, en el jardín, en la escuela, en el secundario ...
Ahí dejó los estudios y fue a dibujar a una agencia de
publicidad.
Años después vino para Buenos Aires y desde 1976
publica "Diógenes y el Linyera" en el diario Clarín.
Ilustró revistas y libros infantiles en nuestro país y en
el exterior.
Es profesor honorario de Humorismo Gráfico en la
Universidad de Alcalá de Henares de Madrid, Espa- EmaWolf
ña. Actualmente publica sus garabatos en España,
Italia, Colombia, Brasil y Uruguay. Ilustraciones: Tabaré
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LA ALDOVRANDA EN
EL MERCADO
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Sin nombrarla directamente, dejaron caer
algunos comentarios maliciosos:
- Y o a mis plantas las alimento con agua y
abono, no con milanesas ...
- ¡ S i este mundo es una degeneración,
m'hija! ¿No ve que están desapareciendo to-
dos los gatos del barrio?
La planta, como si oyera llover.
El carnicero la apreciaba. Era una buena
clienta y se comía las moscas del negocio.
Ella le sonreía. La simpatía era mutua.
En cambio, la aldovranda odiaba al verdu-
lero del puesto de enfrente. ¡Sólo un mons-
truo podía vender vegetales para que otros
se los comieran! Cada vez que el hombre pa-
saba a su lado rumbo a la balanza con los
brazos rebalsando mandarinas, le susurraba
al oído: "¡Caníbal!". El verdulero soñaba con
verla hervida.
Pero más la odiaba por todo lo que suce-
día después.
Esta vez, como otras veces, la aldovranda
empezó con su rutina:
- ¡ A Y , ESAS TRISTE S ZANAH ORIAS DE-
SENTE RRADA S!
Al rato:
- ¡ P O B R E S PEREJI LES MUSTI OS! ¡PO-
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PINACAS PRISI ONER AS! - ¡ L a gente tiene derecho a opinar! - r e t r u -
La gente se puso muy incómoda. caron los otros.
El verdulero miró al carnicero con furia A todo esto la aldov randa papab a moscas
y aullab a:
acusad ora por tener semejante cosa entre
sus parroq uianos . El carnic ero la defendió -¡INF ELIC ES REMOLACHAS MANIA-
con el alma en los ojos. fADAS, ALGÚN DÍA LES LLEGARÁ LA LI-
Ella siguió: BERTAD!
El verdu lero avanzó como para apreta rle
- ¿ C U Á L FUE EL PECADO DE ESOS ZA-
l pescuezo. Lo sujeta ron entre varios.
PALLITOS PARA QUE LOS ARRANCARAN
TIERN OS DE SU MADRE PLANTA? - ¡ N o se meta con mis clientas! - b r a m ó el
Arreciaron los comentarios. La cola de la armcero.
- ¡ Vivan las proteínas! ¡Arriba el asado con
verdulería defendió al verdulero. La de la
carnic ería se sintió en el deber de ser fiel al cuero! - r e s p o n d i e r o n sus leales, y arranc a-
ron con un malam bo.
carnic ero aunqu e la aldov randa no fuera
santa de su devoción. Una mujer contó a voz en cuello cómo se
había hecho vegetariana el día que soñó que
Discutieron. Se juntó más gente, que to-
maba partid o por uno u otro bando . comía una vaca viva entre dos rodajas de
pan. Lloró a mares recordando cómo la mi-
- ¡ H a g a n callar a ésa! - g r i t a r o n los verdes
apuntando a la planta.
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raba la vaca. Muchos la apoyaron con gritos
de "¡Aguante la fruta!", "¡Vitaminas sí, otras
no!". La discusión se hizo tan violenta que
algunos llegaron a las manos.
La aldovranda vociferó:
-¡PELADAS, CORTADAS, HERVIDAS Y
APLASTADAS! ¡QUÉ DESTINO E L DE LAS
PAPAS!
HISTORIA DE LA
Entonces se produjo el desbande. MOMIA DESATADA
U nos se fueron a sus casas protestando
porque cada vez que aparecía la planta se ar-
maba el mismo pandemónium. Otros se
quedaron para ver una vez más el gran due-
lo: el carnicero y el verdulero frente a fren-
te, uno con la sierra de separar costillas y el
otro con la de cortar zapallo.
En medio del mercado, como dos gladia-
dores del futuro, quedaron trenzados en
combate feroz. El destello azul de las sierras
al cruzarse iluminaban la ganchera en la pe-
numbra del atardecer.
Entre los alaridos de los dos ninjas, se oyó
la voz de la aldovranda:
- ¡ H E R M A N A S VERDURAS, VOLVERÉ!
Y se fue. Esta vez con una pierna de cor-
dero porque a la noche tenía visitas.
__..._.., . ,
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- Y o - s i me permiten los l e c t o r e s - voy a
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resumir la historia. No soporto la manera
relamida como Lucy las cuenta. En pocas
palabras, es ésta:
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-
En su cabeza trazó un itinerario prolijo para Para no perderse en el laberinto del hospital y
llegar hasta su príncipe sin pasar por la sala de encontrar rápidamente el camino de vuelta, deci-
guardia ni por el pabellón de cardíacos, muy vigi- dió marcarlo con su propia venda, como hicieron
lado, donde siempre se topaba con la enfermera H ansel y Gretel con, las famosas migas de pan. Así
caba. que ató una punta a la manija del sarcófago y
Le contó al enyesado sus planes. allá fue.
- M a ñ a n a vendré por ti, amor mío. Sorteó mil peligros, gambeteó a todos los enfer-
E l hombre abrió los ojos más que nunca. meros, trepó por las canaletas de desagüe y se coló
La noche siguiente, a la hora en que están des- por la banderola de los baños.
piertos los poderes del mal, la Momia puso en Nadie la vio llegar.
marcha el plan para raptar a su hombre de yeso. Pero cuando se acercó a la cama de su momio y
- -
--.w--
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extendió los brazos para agarrarlo, y a estaba com-
pletamente desvendada.
runa momia que se desata se convierte en ape-
nas un mantoncito de polvo antiguo.
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-
punta los pelos de las visitas, etcétera.
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- L o llevo - d i j o el señor Maquiaveli.
Cuando llegó al edificio donde vivía se es-
cabulló por la escalera de incendios para que
no lo viera el portero: el consorcio no admi-
tía fantasmas.
En la casa encontró a su esposa Brígida
.-
delante del espejo. Estaba poniéndose los ru-
leros y tenía la cara untada con crema de ,Q -
placenta de vinchuca.
- ¡ Sorpresa aaa ... !
Brígida vio en el espejo la espantosa apari-
ción y lanzó un alarido que arrugó la médu-
..·······
la de los vecinos en varias cuadras a la re-
donda.
Cuando entendió que era un regalo de su
marido no pudo menos que sentirse agrade-
cida. Dijo lo que todo el mundo dice cuando
recibe un regalo:
- ¡ Q u é lindo!
Después, con su habitual sentido práctico,
agregó:
- ¿ Y dónde lo ponemos?
El departamento de los Maquiaveli era de
dos ambientes con kitchinette, así que insta-
laron el fantasma en la baulera de la terraza.
Desde allí podría pasearse por las azoteas y
-
aterrorizar a sus anchas.
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- E s a noche Dante y Brígida se acostaron y lo fletó para arriba. Inútil. El espectro
emocionados, con las cabezas juntas y las atravesaba las paredes y en dos minutos lo
manos enlazadas. De un momento a otro es- tenían de nuevo en la cama.
peraban oír el quejido ululante y tenebroso Así pasaron esa noche y otras varias no-
típico de los fantasmas, una risotada sinies- ches. Ellos que lo sacaban y el fantasma que
tra o algo así. volvía y Brígida que gritaba y dormía con las
En cambio escucharon un bostezo grosero rodillas en el mentón.
y vieron que el fantasma se filtraba en el Hasta que la señora Maquiaveli se puso
mismo dormitorio. Se metió a los pies de la firme y le dijo a su marido:
cama y se tapó con la frazada. - 0 el fantasma o yo.
Dante quedó muy sorprendido. Brígida Dante tuvo un momento de duda. Su es-
gritó una vez más, espeluznada. posa no atravesaba paredes, así que no había
Después reaccionó y le dijo a su marido: peligro de que volviera. Además el fantasma
- V i e j o , ¿por qué no lo llevas de nuevo a la no dormía con ruleros ni ungüentos de vin-
terraza? chuca. Hasta podía jurar que no tenía los
Dante agarró el fantasma por el pescuezo pies tan fríos como ella.
a--w
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- --
¡Pero no, no! Dante espantó la idea como
quien espanta un gato a escobazos. ¡Él ama-
ba a Brigidita!
Al día siguiente llevó el fantasma de vuelta
al cambalache.
Como no quisieron devolverle la plata, lo
cambió por una capa negra y unos colmillos
dracu-dracu usados.
LA SERENATA
Esperó que cayera el sol y volvió a su casa. DEL UNITARIO
Estaba empeñado en darle una sorpresa a
Brigidita.
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... -
--
w·
El problema empezó en la primavera de
1840, cuando un joven unitario llegó una
noche a una casa de la calle de Santa Clara
dispuesto a cantarle una serenata a su ama-
da, y al cruzar el patio tropezó con el aljibe,
se cayó adentro y se ahogó, pese a que aquel
Buenos Aires, aquella noche, aquel patio
y aquel aljibe estaban iluminados por una
enérgica luna llena.
Desde entonces, cada vez que la luna esta-
ba así, llena, el fantasma del unitario reapa-
recía. Saltaba la verja, cruzaba el patio, se
llevaba por delante el aljibe y caía adentro
con guitarra y todo.
La familia de la casa se molestó bastante
-
con el asunto. Cada veintiocho días escucha-
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- --
ban los pasos del fantasma, después el toing
que hacía su cabeza al chocar contra el bro-
cal del pozo, un insulto, un ¡aaaaaah! que se
perdía en las profundidades, un splash y un
glu-glu acompañado de un chapoteo.
El glu-glu y el chapoteo no paraban hasta
que alguien salía al patio, echaba el balde al
fondo del aljibe e izaba el fantasma hasta la
superficie. Aparecía en un estado lamenta-
ble, aferrado a la soga como un mono renco-
roso y chorreando, obviamente, agua.
El otro lo fletaba sin vueltas y el espectro
se iba echando maldiciones.
Pasó el tiempo.
La misma Delfina, tan desconsolada al
principio por la pérdida de su novio, tuvo
que reconocer que era un plomo.
Cuando se acercaba la noche de luna llena
empezaban las discusiones.
- Y o lo saqué la vez pasada. Ahora te toca
a vos.
- N o . A vos.
Un tío cura roció el patio con agua bendi-
ta y abundantes rezos, en la esperanza de no
verlo más, o al menos por un tiempo.
No dio resultado. Puntual como la luna
-
misma, el espectro siguió presentándose en
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el patio con su intolerable rutina. Pero el ruido siguió. ¿Cómo olvidarse del
Pasó una generación o dos. Los descen- fantasma si hacía ruido? Aunque nadie deja-
dientes de aquella familia heredaron la casa ra ya la cama, se mordían las uñas esperán-
y el fantasma con la guitarra. dolo. Si por algún motivo se demoraba, con-
Dos tías solteras que no dormían nunca se sultaban los relojes con ansiedad. Si en la
ocuparon del problema en 1872. cadena de sonidos faltaba alguno, el desvelo
Como eran supersticiosas y entendían de era total. Alguien llegó a calcular por el es-
hechizos, desparramaron orégano fresco so- trépito de la caída cuánta agua había en el
bre la tumba del unitario. El orégano, se sa- aljibe.
be, ayuda a los muertos a dormir apacible- - E s t e mes no llovió nada - d e c í a ese al-
mente. No a éste, como se comprobó ense- gmen.
guida. En el año 1935 ocupó la casa una fami-
Las tías se hartaron de sacarlo del aguJe- lia de inmigrantes. Era gente trabajadora y
ro. U na cosa era levantarse en camisón en sencilla. Lo que menos necesitaban era un
las noches cálidas que olían a jazmines y aparecido que les estropeara el sueño.
otra en el mes de julio. Pusieron un cartel en el patio que decía:
Pasaron los años y otra gente ocupó la "Peligro - A 50 cm pozo", y una flecha para
casa. Por lo demás, nada cambió: luna llena, que no quedara ninguna duda.
patio, aljibe, splash, glu-glu, uno que se levan- Tampoco dio resultado. Se caía igual.
taba, balde, insultos y nadie pegaba los ojos Pasaron muchos años más.
esa noche. A fines de la década del '60 los nuevos
Cuando empezó el nuevo siglo a un joven dueños instalaron en el patio un poderoso
estudiante se le ocurrió poner una escalera foco de luz de mercurio. Iluminaba el aljibe
en el pozo para que al menos saliera solo. con luz de día, así que el fantasma tenía que
Éxito total. Una idea formidable, propia de verlo o verlo. Como si nada. No lo vio.
una mente científicamente fresca. Se solucio- Los años corrieron tanto que llegaron
-
nó el problema de las levantadas nocturnas. hasta hoy.
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Hace quince días la nena que ahora vive
en la casa escuchó que sus padres discutían
una vez más el problema del fantasma.
Mientras atacaba un pote de flan acaramela-
do, dijo:
- ¿ Y si le ponen una tapa al aljibe ... ?
Los padres se miraron. No lo podían
creer. ¡Oh, Dios! Estaban emocionados. Se
EL SINIESTRO CHINO
abrazaron. ¡Aleluya! ¡Salvados! Era el fin de AMARILLO PATITO
sus padecimientos. Llorando, besuquearon a
su inteligente hijita como si acabara de des-
cubrir el agua potable.
La nena no entendía nada. Dijo sola-
mente:
- ¿ H a y más flan?
Así terminó el problema que había durado
un siglo y medio.
El fantasma ya no se cae. Ahora se sienta
en el borde del aljibe y canta, que es peor.
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en Saavedra, en un negocio chico de la calle
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Superí que por fuera simulaba ser un lava-
dero de pañales y por dentro era un espe-
luznante laboratorio con la más avanzada
tecnología al servicio del veneno.
La piel reseca y molida del lagarto entre-
rriano, la médula de ñandú (cada vez más
escasa), el arsénico y la albahaca eran la base
de la fabricación, la materia prima que no
debía faltarle.
Entre sus venenos más festejados había
uno tan rápido que mataba antes de tomar-
lo. Otro mataba exactamente diecisiete días,
cuatro horas y veinte minutos después de
haberlo tragado, así que daba tiempo de so-
bra para conseguir una buena coartada.
Otro mataba de la noche a la mañana: a la
víctima se le aparecía en sueños un león ver-
dadero y moría de miedo o comido. Otro
surtía efecto solamente los miércoles; el resto
de la semana era tan inofensivo como la le
che en polvo. Los venenos que no tenían
mucha salida los sacaba en ofertas de tres al
precio de dos.
El caso es que un día, enfrente de la pañalc
ra falsa, abrieron un negocio.
El siniestro chino amarillo patito sintin
que se le sublevaba la sangre cuando leyó ('I
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cartel que pusieron en la puerta: "DOÑA RI- Así como el negocio del chino tiraba malas
TA'' - YUYOS CURATIVOS. Le pareció un in- ondas y lo rondaban vahos malignos y pesti-
sulto que delante de sus propias narices al- lencias enfermizas, el de Rita respiraba bie-
guien se dedicara a vender salud. nestar. Mientras uno estaba techado por una
La dueña era una viejita viuda que usaba nube tóxica que todos atribuían a las emana-
zapatillas de felpa y un rodete santo en la ca- ciones de los pañales, el otro destapaba los
beza. Sonreía todo el tiempo, llena de pa- bronquios con sólo pasar por la puerta.
ciencia y contentez. El negocio empezó a an- Cuando el siniestro chino amarillo patito
dar bien. entendió cómo venía la mano, explotó de ra-
La gente demoraba el paso en la vereda bia. Renegó como reniegan los verdugos an-
del local p a r a aspirar los deliciosos olores te los inocentes y los enterradores ante los
mezclados de la manzanilla, el tilo, la cargue- sanos. Él, que se había dedicado con alma y
j a, la damiana. Poco a poco fue creciendo vida a las causas dañinas, no podía soportar
u n a clientela agradecida que volvía a la tien- que la anciana trabajara de ángel.
da en busca de hierbas p a r a curar el dolor Ella, en cambio, lo saludaba con amabili-
de estómago, las congestiones, el desgano, el dad todas las mañanas mientras barría la ve-
asma, la caída del pelo y la sarna. reda, siempre deseosa de entrar en conversa-
'"'
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c10n, hacerle favores y resolverle estupideces. ¡Una verdadera catástrofe! A poco que la
Era pues la lucha del Mal contra el Bien. vieja se dedicara a mejorar lo que él empeo-
Y ya se sabe: mientras el Mal se desgañita raba, todo su prestigio se iría al traste. ¿Qué
odiando, el Bien en babia, como siempre. iba a decirles a sus clientes mafiosos si los an-
Una tarde el siniestro chino amarillo pati- tídotos para sus venenos se encontraban en-
to vio salir del negocio de doña Rita a una tre el pasto? Se encerró en la trastienda a ru-
de sus víctimas. Según sus cálculos hacía una miar un plan.
semana que debía estar enterrado el hom- Y lo rumió.
bre, pero se lo veía bien, con buen aspecto, sin Al día siguiente el siniestro chino amarillo
pizca de rigor mortis. Apretaba un paque- patito se disfrazó de chino solamente y se
ti to debajo del brazo, seguramente con presentó en el local de doña Rita. Por su-
yuyos. puesto, ella no lo reconoció. Pasaba por un
El chino se alarmó. Eso sí que no se lo es- vendedor de yuyos serranos.
peraba. Que la anciana hubiera sanado a Sobre el mostrador, bajo la mirada intere-
uno de sus envenenados era un problema sada de la dueña, abrió un paquetito que
muy grave. Se declaró en estado de alerta. olía a hierbas silvestres. Pese a su aspecto,
A la semana siguiente supo que otra de el paquetito encerraba más veneno que una
sus víctimas había zafado gracias a los yuyos tertulia de yararás.
de doña Rita. Y esa vez había usado uno de - A c á le traigo estos yuyitos, honolable se-
sus venenos infalibles: un disco compacto ñola. Los coseché yo, con mis propias manos
con una selección de zambas. Casi al princi- curtidas en los arrozales. ¡Huela, huela!
pio de "Luna tucumana", la primera vez que Clientela va a estar agradecida.
el cantor decía " ... mana", se disolvía una mi- - ¡ Q u é bien! - d i j o la anciana ingenua-. Y
cro-cápsula de gas ponzoñoso que convertía dígame, buen hombre, ¿qué es lo que curan?
los sesos del oyente en una pasa de uva; mo- - T o d o , todo. Conjuntivitis, colitis, apen-
ría pronto. Por lo visto, algún súper-yuyo dicitis, pediculosis, artrosis, todo lo que ter-
-
había podido más que su súper-veneno. mina en "isis" y "osis". Además, el insomnio,
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las paperas ... No me lo pague. Pluebe plime-
lo con clientes y después paga.
- M u y agradecida. Lo espero la semana
que viene.
- C h a u , chau.
El chino se fue contento con su mala ac-
ción del día. Dio una vuelta manzana y vol-
vió a su casa, ya sin disfraz. Después se vistió
de negro y se sentó a esperar que pasara el
entierro del próximo cliente de doña Rita.
Con dos o tres que finucharan, la fama de la
anciana se apagaría para siempre y tendría
que cerrar el negocio.
Los días pasaron. Pero nada más pasó.
Los parroquianos seguían viniendo en en-
jambres y estaban mejor que nunca.
Algo había salido mal. ¿Pero qué había sa-
lido mal? El siniestro chino amarillo patito se
comía las uñas.
Pronto la misma doña Rita, que hablaba
hasta por los codos, se lo aclaró. Un chino
-"compatliota de usted", dijo, por hacerse la
graciosa- le había traído unos yuyos. Como
le parecieron un poco fuertes los rebajó con
hojas de menta seca y había conseguido un
buen laxante.
-
- S i lo ve al chinito, dígale que vuelva. ¡Se
-=-----a: . . . . . .
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- --
0 o
-
Hasta él se impresionó un poco con la bestia. Ella le hablaba de su provincia natal, San Luis,
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y él de sus pagos de Shantung. Ella le contó dos tazas humeantes. Se sentaron frente a
su vida, y él, los chismes del barrio. Comen- frente, con una mesita y las roscas de por
taban los teleteatros de la tarde. El chino su- medio.
fría, pero todo era parte de un plan perfecto. Doña Rita empezó a parlotear según su
Mientras hacía migas con ella le sacaba la estilo. El chino apenas la escuchaba. Espera-
punta a su odio. ba el momento sublime en que la vetusta se
Un buen día la invitó a tomar el té. La an- llevara la taza a la boca. Unos sorbos nada
ciana aceptó encantada. Una fiesta para ella. más, y se libraría de su pesadilla para toda la
- D é j e m e que yo lleve el té - l e d i j o - . Ten- vida. Pero el momento se demoraba. Ella to-
go una rica peperina cosecha 1952 que guar- maba l té casi frío, dijo.
do para las ocasiones especiales. Mientras tanto hablaba de la jubilación,
- ¡ F a l t a b a más! iEl té lo pongo yo! - g r i t ó los impuestos, el teleteatro de la noche y los
el chino alarmado. Después se suavizó:- Mi yuyos que tanto amaba. También pispeaba
querida señora, permítame ofrecerle un té todo.
a
milenario de jazmín pequinés que mi abuela
usaba para perfumar la sopa. Verá qué bien
le cae.
Quedaron en que él se tomaría la peperi-
na y ella el té pequinés.
Llegó el sábado. El siniestro chino amari-
llo patito limpió la trastienda lo mejor que
pudo. El laboratorio venenoso quedó trans-
formado en un confortable saloncillo.
La anciana apareció con la peperina y ros-
quitas de maicena.
El chino se metió en la cocina para prepa-
-
rar los tés. Volvió haciendo equilibrio con
---.:www.,.-- . .
54 55
--
El chino la aguantaba con una sonrisa de El chino la siguió. Era seguirla o ahorcarla.
embalsamador. Por cortesía, no probaba su La anciana se puso a hablar de las virtu-
té mientras ella no tomase el suyo. Entre la des de la artemisa - b u e n a para la insola-
charla de la vieja y el olor de la peperina es- c i ó n - y a revolotear por el patio hasta que
taba atontado. no quedó una planta sin nombrar, husmear
De pronto doña Rita pegó un grito y se- y espulgar, explicando siempre para qué ser-
ñaló algo que estaba detrás del chino. vía, cómo había que hervirla, cuánto tiempo
- ¡ A h ! ¡Qué dama tan encantadora! y dándosela a oler al chino.
¿Quién es? Por fin entró y se sentaron de nuevo. En-
El chino no entendió al principio. ¿De qué tonces sí, satisfecha, se puso a tomar el té. Lo
hablaba esa loca? Después se acordó: en la acabó despacio, con pequeños sorbos de ga-
pared, detrás de su sillón, había un retrato to. El siniestro chino amarillo patito la mira-
de su abuela. Entonces se paró, dio media ba, tenso como un resorte. Lentamente, bebió
vuelta e hizo una profunda reverencia. también él.
- E s mi honolable abuela - d i j o - . A ella le El último sorbo de té lo obligó a levantar
debo todo lo que soy. la cabeza. Y así fue que vio, delante de su si-
- ¡ Q u é mirada tan bondadosa tiene! - e x - llón esta vez, el retrato de su abuela.
clamó la anciana.
Enseguida se puso a hablar de su propia La viejita corrió a su casa y volvió con un
abuela. Al chino le entraba por una oreja y jarro de té que era mezcla de mejorana y
le salía por la otra. Lo único que le hacía cardo santo.
perder la paciencia china era que la anciana El chino estaba de espaldas contra el piso,
no hubiera probado el té todavía. todo negro, con las manos y los pies arañan-
Doña Rita pegó otro grito y salió trotando do el aire. De la boca le chorreaba un hilo de
al patio. Acababa de descubrir una planta de baba azul.
artemisa vulgaris que hacía años no veía en - ¡ Q u é cosa este hombre! Vaya a saber qué
-
ningún lado. le habrá caído mal...
56 57
De prepo le hizo tragar el jarro entero.
Más que una cura, eso fue una resurrec-
ción.
Otros casos peores había visto doña Rita en
su vida. Por suerte, había yuyos para todo.
ÍNDICE
58 59
D E L A AUTORA DEL ILUSTRADOR c::::::=cvr:nsro' "
Amo a los monstruos. Esto de ilustrar cuentos infantiles es uno de los
Los amo desde que empecé a escribir. laburos más divertidos y gratificantes que pueda
Ya en las primeras historias aparecieron perso- tener un dibujante que, como yo, se dedica casi
najes de lo peor: vampiros, momias, plantas car- exclusÍvamente a garabatear historietas.
nívoras, chinos envenenadores, fantasmas, ende- Y ustedes querrán saber cómo se hace. Muy fá-
moniados ... Ningún conejito, ningún pajarito ... cil, ahí va la receta: la cosa empieza por leer el tex-
Ahora me doy cuenta de que en mis libros no to del libro, luego bocetar los personajes, esto
hay pájaros. ¿Será porque hay demasiados gatos quiere decir tirar muchos papeles al cesto y sacar-
desgraciados? Miento, hay uno: en A filmar, can- le punta al lápiz decenas de veces.
guros míos aparece el fantasma del loro Bartolo- Entonces después de crear el modelo ideal se
mé. M e temo que tampoco él es un personaje de dibuja sobre cartulina a fuego lento.
fiar. Se completa con la Rotring, las acuarelas y listo
En La a/,dovranda... - q u e se publicó por prime- el pollo ... perdón, el libro.
ra vez en el ' 8 2 - están mis monstruos favoritos. Todo esto se introduce en un sobre, se pone bajo
Algunos lo son de verdad; otros son personas el brazo, se camina hasta la estación de ferroca-
disfrazadas. Pero no creo que nadie note la dife- rril más próxima, se compra un boleto de ida y
rencia. vuelta, y se baja en Constitución .
Que se diviertan con el libro, si pueden. Den De ahí el colectivo hasta la editorial o, si te gus-
gracias que lo escribí yo y no Lucy Mortaja, por- ta caminar, dale a la pata nomás. Tocás timbre y,
que entonces sería para llorar. cuando te abren, decís: ''Aquí está listo La aldo-
vranda en el mercado". ¡Chau!
CÓDIGO DE COLOR - (Edad sugerida) COLECCIÓN PAN FLAUTA
Serie Azul: Pequeños lectores La puerta para salir del mundo, Ana María Shua
Serie Naranja: A partir de 7 años Barco pirata, Canela
Serie Violeta: A partir de 9 años Los imposibles, Ema Wolf
Serie Verde: A partir de 11 años Expedición al Amazonas, Ana María Shua
Más chiquito que una arveja, más grande que una ballena,
Graciela Montes
CÓDIGO VISUAL DE GÉNERO ¿Quién pidió un vaso de agua?, Jorge Accame
Cosquillas en el ombligo, Graciela Beatriz Cabal
Sentimientos La guerra de los panes, Graciela Montes
V-
El enigma del barquero, Laura Devetach
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Naturaleza El carnaval de los sapos, Gustavo Roldán
Cartas a un gnomo, Margarita Mainé
Humor Las hadas sueltas, Cecilia Pisos
Puro huesos, Silvia Schujer
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Aventuras ¡Basta de brujas!, Graciela Falbo
El monumento encantado, Silvia Schujer
El caballo alado, Margarita Mainé
Ciencia-ficción
Miedo de noche, Ana María Shua
Un largo roce de alas, Gustavo Roldán
Cuentos de América l:?.fll:I:. La aldovranda en el mercado, Ema Wolf
La señora planchita, Graciela Beatriz Cabal
Cuentos del mundo ¡Al agua, Patatús!, Gabriela Keselman
.. ·*· ..
El viaje de un cuis muy gris, Perla Suez
Cuentos fantásticos Llegar a Marte, Adela Basch
El hombrecito del azulejo, Manuel Mujica Lainez
Poesía Pahicaplapa, Esteban Valentino
Teatro
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