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Terraplanismo: la imagen del planeta como síntoma cultural

Mariano J. Salomone
Sociólogo
INCIHUSA/CONICET, FCPyS

Los días 2 y 3 de marzo pasados tuvo lugar en la provincia de Buenos


Aires el "Primer Encuentro Nacional e Internacional de Terraplanistas" (flat-
earther). ¿Qué es el terraplanismo? Es el movimiento social que afirma, grosso
modo, que el planeta Tierra no es redondo sino plano. La International Flat Earth
Society es una organización que tiene sus orígenes en la década del 50 del siglo
pasado y pareciera estar ganando adeptos/as en los últimos años1. La noticia
del encuentro fue registrada con suma curiosidad por los medios periodísticos y
las redes sociales, expresando relativa repercusión pública entre quienes veían
con desconcierto aquel insólito evento. Despertó incluso algunas polémicas y
una buena cantidad de chistes circularon llenos de ironía. Es precisamente el
efecto socarrón que nos causa hoy día el argumento terraplanista, la medida que
nos indica la seriedad que reviste. Es decir, lo que propongo interrogar no es
tanto el terraplanismo en sí mismo como las reacciones que motiva. Por ejemplo,
por qué provoca risa, o un sarcasmo que llega a rozar el espanto: “cómo puede
ser, a esta altura, sostener esas ideas”! Entonces, ¿qué nos dice el terraplanismo
cuando afirma que la tierra es plana?

1Una nota afirma que en Mendoza la comunidad se quintuplicó en dos años y hoy tiene más de
900 integrantes: https://www.mdzol.com/sociedad/son-mendocinos-y-aseguran-que-la-tierra-es-
plana-20190320-20237.html
Eclipse lunar según terraplanismo, “meme” que circuló por redes sociales

En principio se trata de seguir una corazonada, apenas la intuición de que


el desconcierto que provoca el movimiento terraplanista trasluce un punto de
sensatez, la posibilidad de recuperar o visibilizar algo de lo que en la subjetividad
de nuestro tiempo permanece enterrado, ocultado2. Pero para poder reconocerlo
debemos ser rigurosamente marxistas en su lectura, pues tal vez en ningún otro
caso se pone más en juego que aquí el punto de vista del materialismo histórico,
según el cual las personas pensamos con los pies en la tierra. Es conocida la
manera como lo dijo alguna vez Marx, hace tiempo, allá por 1859: “No es la
conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su
existencia social lo que determina su conciencia”. La cuestión entonces es
reconocer la manera como el conjunto de nuestras creencias, ideologías y el
resto de las tendencias socioculturales –como por ejemplo representaciones del
planeta- arraigan y son parte constitutiva de la honda trama de prácticas sociales
que sostiene nuestras condiciones materiales de existencia.

2 Podríamos decir incluso “reprimido” en el sentido estrictamente freudiano, tal como sostiene
respecto de los hechos culturales Luis Vicente Miguelez (https://www.pagina12.com.ar/183730-
como-freud-frente-al-moises)
En esa dirección, con la mirada puesta sobre el terreno de las ideologías
prácticas, debemos observar que los/las terraplanistas no son los/las únicos/as
obstinados/as en negar la globalidad o redondez de la Tierra. Por el contrario, la
extravagancia con la que se nos presenta dicha idea se relaciona con el hecho
de que nos devuelve una imagen terriblemente familiar del planeta, dominante
incluso en instituciones tan modernas y “globales” como el mercado y la ciencia.
Seguramente nadie que participe en esas instituciones estaría dispuesto/a a
reconocerlo, sin embargo, tanto el mercado como el laboratorio parecieran
manejarse con una imagen pre-ptolomaica del planeta, esto es, como si se
tratara de una planicie infinita, inagotable y enteramente dispuesta al servicio de
la mercantilización creciente de cada uno de sus rincones, geografías cada vez
más recónditas, accesibles gracias a los rigurosos avances científico-técnicos
que lo hagan posible3. Un mundo sin límites, imaginable únicamente sobre la
base de una profunda e inconfesa negación de su “incuestionable” redondez.
Algo en relación a todo esto daba cuenta un científico físico, entrevistado
apropósito del encuentro entre terraplanistas: “en una sociedad cada vez más
dependiente de la ciencia y la tecnología, cada vez menos gente parece
comprenderla. Algo mal hemos hecho para que la humanidad parezca
interesada en dirigirse hacia una nueva edad media”4.
Pero eso no es lo único que nos ha traído la hojarasca que comienza a
desprenderse en el mes de marzo. Resulta que mientras los/las terraplanistas
mantenían aquel encuentro, se cumplía un año del decreto 248/18 firmado por
el gobernador de nuestra provincia, Alfredo Cornejo. Recordemos que con dicho
decreto el ejecutivo reglamentó las condiciones para llevar a cabo la explotación
de hidrocarburos no convencionales, último eslabón en el proceso de habilitación
del fracking en Mendoza que comenzara en julio de 2017, cuando autorizó la
primera prueba piloto en Malargüe. La técnica de la fractura hidráulica o fracking
ha sido cuestionada en varios países del mundo y suscitó también el rechazo de
diferentes sectores sociales y organizaciones de nuestra provincia. Sucede que
frente al evidente agotamiento de los reservorios de gas y petróleo “fáciles” de
extraer (yacimientos convencionales), la industria apuesta ahora a explotar los
yacimientos más profundos, alcanzar las últimas gotas de petróleo alojadas en
formaciones más compactas o localizados en aguas marítimas cada vez más
alejadas de la costa. Especialistas internacionales como Michael Klare, se han
referido a ese tipo de megaproyectos como energías extremas5, para dar cuenta
de la manera como desafían, o podríamos decir desconocen, los límites físicos
del planeta6.
Es decir, la actual avanzada a nivel global sobre los combustibles fósiles,
descansa sobre el mismo negacionismo al que nos referimos al comienzo. En
efecto, apostar a diversificar la matriz productiva a través del fracking, es adoptar
una estrategia de desarrollo que tiende a llevar la industria petrolera al extremo
de lo posible, pues se trata de promover una forma de producir energía que debe
hacer abstracción de las condiciones que hacen posible la vida en el planeta.

3 Ver el formidable análisis que hace Franz Hinkelammert:


http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/campus/marxis/P3C3Hinkelammert.pdf
4https://www.clarin.com/sociedad/dice-ciencia-supuestos-defienden-terraplanistas_0_-

AyLviFaW.html
5 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=157365
6 A quien le interese ampliar la información sobre proyectos de energías extremas en América

Latina, ver http://www.oilwatchsudamerica.org/images/stories/2017_boletin_Extrema.pdf


Sólo así se puede proceder destruyendo una parte del planeta para pasar a otra,
como si no tuviéramos que enfrentar nunca el problema de su redondez, que no
es otro que el de su finitud. Es la única manera para creer que podemos volar
una montaña cuando se quiere extraer minerales, contaminar agua subterránea
en busca de petróleo o talar un bosque para extender un cultivo rentable. Es en
este sentido específico que el terraplanismo, en aquello que niega cuando afirma
la planicie de la Tierra, no hace sino poner de manifiesto una imagen del planeta
más común de lo que a simple vista parece, una imagen que no solamente es
compartida por más de un conciudadano/a, sino que se encuentra alojada en el
corazón de las formas dominantes de producir y reproducir nuestra vida social,
un proyecto civilizatorio extendido hoy a gran escala. Desde el punto de vista del
materialismo histórico, el problema no es ni la imagen ni la representación que
nos hacemos del planeta, sino la propia sociedad que –en la producción de sus
medios de vida- tiene necesidad de esas imágenes.

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