Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
DB AUTOBBS
MEXICAN > S
4
aar---
¿ j
BIBLIOTECA
DE
AUTORES MEXICANOS,
DRAMÁTICOS.
DE VENTA
EN LA
L I B R E R Í A
RAMON DE S. N. ARALUCE
s u e . DE PARRES.
MEXICO-»!«
Las Obras dramáticas coleccionadas en esta Biblioteca
son de la propiedad del aulor, y nadie podrá
reimprimirlas ni , «¡presentarlas sin su consentim.ento.
OBRAS
D.JOSEPEON Y C O N T R E R A S I
De la Academia Mexicana
y Correspondiente de la Española. !
TOMO I
TEATRO.
MEXICO.
Imp. de V. Agiieros, Editor,
Ceica de Sto Domingo. 4.
WÌW
. P3&
MI
v i
NOTICIA BIOGRÁFICA D E L AUTOR. (*)
I
D. José P e ó n y Contreras nació en la Ciudad de
Mérida, capital del Estado de Yucatán, el 12 de
E n e r o de 1843; y fueron sus padres el Sr. Lic. D-
J u a n Bautista P e ó n y Doña María del Pilar Con-
treras.
Terminó sus primeros estudios en edad t e m p r a -
na, y á los diez y nueve años, merced á su aplica-
ción y aprovechamiento, obtuvo el título de Doc-
t o r en Medicina.
T a n precoz como fué p a r a los estudios científi-
cos, lo fué p a r a el cultivo de la poesía, pues á los
diez y ocho años publicó u n a leyenda, La Cruz,
del Paredón, imitada de las de Zorrilla, y dió á la
155948
COVARRUBIA&
escena tres piezas dramáticas intituladas: Mana SU estío es la ternura,» y que «sus cantares son l a n
la Loca, EL Castigo de Dios y El Conde de San- dulces que bien podrían atribuirse á un numen fe-
tiestéban. El público de Mérida aplaudió la re- menino.»
p r e s e n t a d o , de e s t a s obras, admirándose de que- En 1873, publicó en el folletín del periódico li-
en tan cortos años, el autor diera pruebas de co, terario El Domingo, una hermosa é interesante
nocer los resortes dramáticos. coleccion de romances históricos mexicanos, en
En 1863, el jóven Peón Contreras se translado los cuales le sirvieron de asunto diversos episo-
á México, y como si no fuera ya Doctor titulado, dios y tradiciones del pueblo azteca.
emprendió de nuevo los cursos de medicina, obte-
Llaman la atención en estas composiciones las
niendo por oposicion una plaza de practicante en
dotes descriptivas que revela el autor, así como
el Hospital de Jesús. Poco tiempo despues fue nom-
también su habilidad de narrador, pues uniendo lo
brado Director de l a V a c u n a , y por último, en 186/,
dramático con lo tierno y delicado, mantiene siem-
obtuvo el c a r g o de médico Director del Hospital
pre v4vo ei interés del lector. Aparte de estas
de Dementes de San Hipólito, en competencia con
cualidades, los Romances del Sr. Peón y Contre-
dos notables alienistas mexicanos.
ras tienen el mérito de explotar los ricos tesoros
Dió á luz el Sr. Peón y Contreras un tomo de
de nuestros anales indígenas: retratan á los héroes
Poesías el año de 1868, con las cuales se dió á co-
del pueblo vencido en la Conquista, describen
nocer ventajosamente en los círculos literarios de
nuestros patVjiS, lagos y montañas y pintan las
la Capital. Muéstrase en ellas inspirado poeta lí-
costumbres domésticas y guerreras de los anti-
rico, y abundan en g a l a s de imaginación y de sen-
guos moradores de este suelo; con lo cual el a u t o r
timiento. Sus apólogos La Flor del Café, La Ca-
demostró que puede ser fuente de poesía y de ins-
melia, ¡Pobre Madre! y Un Arroyo, descuellan
piración nuestra historia antigua.
por su g r a c i a y su intención filosófica; sus elegías
rebosan intensa tristeza, especialmente la Medita- Acrecentó su fama de poeta lírico el Sr. Peón y
ción dedicada d la Memoria de mi Madre; en sus Contreras, escribiendo en 1876 su famosa Oda á
poesías descriptivas hay variedad de colores, de Hernán Corles, que fué premiada en un concurso
lo cual son una prueba Las Flores, El Salto de abierto por el periodista español Llanos y Alca-
Barrio Nuevo, El Grijalva y El Rio de Tilapa. ráz. La entonación robusta de esa composición,
Por último, en sus composiciones eróticas nuestro sus pensamientos de alto vuelo, no ménos que l a
poeta es tierno y apasionado, habiendo merecido varonil majestad del estro poético de que hizo g a -
por esto que un escritor diga de él que «el fondo de ta el «Htor, la hacen digna ciertamente de figurar
en l u g a r muy señalado entre las mejores odas cas- m a s , que también escribió entónces, y los qiíe es-
cribió despues, algunos de los cuales, ó no se han
tellanas.
r e p r e s e n t a d o , ó permanecen inéditos. Entre los
II
p r i m e r o s se cuentan: Luchas de Honra y Amor.,
Por ese tiempo, volvió nuestro 311101" á sus an-
Impulsos del Gorazon, Esperanza, Por el Joyel
tiguas aficiones dramáticas, y escribió su d r a m a
del Sombrero, Entre mi Tío y mi Tía, (comedia)i
¡Hasta el Cielo! que fué representado son extraor-
Doña Leonor dé Sarabia, y Vivo ó Muerto. En-
dinario éxito en el T e a t r o Principal. A esa o b r a t r e los segundos figuran: Él Bardo, La Eterni*
siguieron otras, entre las cuales merece mención dad de un minuto, En el Umbral de la Dicha,
especial La Hija del Rey, que valió ai Sr. Peón y La cabeza de Uconor, Él Padre José, Soledad,
Contreras una ovacion inusitada, pues los escrito- Gabriela, publicada en la Revista Nacional de
res de México le hicieron ei obsequio de una pluma, Ciencias y Letras, Una Tormenta en el Mar,
de oro y de un honroso diploma, firmado por ellos, Laurearía, Por la Patria, Margarita, .(inédita)
en el cual )o declararon restaurador del teatro Irene, Pablo y Virginia (inédita) y Gertrudis,
en México. (inédita.)
Efectivamente, los- dramas cíel Sr. Peón y Con-
t r e r a s dieron extraordinaria animación á nuestros En 1880 ptiblicó nuestro autor una pieciosa
coliseos y despertaron el ^entusiasmo del público, coleccion de Romances Dramáticos, " f r u t o , - se-
á la sazón e m b a r g a d o p o r espectáculos de z a r - g ú n d i j o , - d e algunos instantes de reposo en me--
zuela y otros indignos de su cultura. dio de muchas horas de árido trabajo." También
en estos, el asunto ó tema son episodios de la épo-
Los asuntos de los dramas antes mencionados,
ca colonial; y cada romance no es sino el bosque^
así como los que á ellos siguieron, El Sacrificio
jo de un verdadero drama, por lo Cual el autor de-
de la Vida, Gil Gomales de Ávila, Un Amor de
cía que qui¿á más tarde «daría á algunos de esos
Hernán Cortés, Juan de Villalpando, Antón de
cuadros más extensa y cumplida forma, y, vestido
Alaminos, El Conde de Penalva, El Capitan Pe-
con g a l a n o ropaje uno ú otro de los personajes
dreñales, etc., e r a n tomados de la época colo-
que en ellos figuran, asaltaría el palco escénica
nial de México; verdaderos dramas caballerescos,
en busca de fortuna." En estos romances resplan-
de t r a m a interesante, d e escenas complicadas y
dece el espíritu caballeresco y todos tienen un s a -
t r á g i c a s y con personajes q.ue hablaban el len-
bor de época, pues la nobleza, la valentía y el h o ,
g u a j e de exaltadas pasiones, engalanado y real-
nor dan movimiento y vida á todos los personajes.
zado todo con una versificación espléndida.
También la novela ha sido cultivada por el Sr.-
D e b e m o s ' m e n c i o n a r a<q.uí los- siguientes dra-
Peón y Contreras, pues ha escrito y publicado tro poeta, y diversos los géneros literarios que ha
Taide y Veleidosa, y conserva inédita otra m u - cultivado: la lírica y la dramática, el romance y
lada Borrac/to.-"Hablando de la segunda, decía la novela, en todo ha dado pruebas de inspira-
un crítico que más que novela, era un p o e m . t a q u e ción y de talento: la misma corrección e n c u é n t r a -
debería estar escrito en verso, y a g r e g a b a No se se en sus versos que en su prosa, y su ingenio de
puede leer sin enternecimiento. Es una historia igual manera ha lucido sus galas en la poesía de
vulgar, n a r r a d a con emocion y con talento; y por sentimiento que en los romances líricos y en di-
que es vulgar, conmueve." versos monólogos que conserva inéditos. No sin
' L a grandiosa y simpática figura de Cristóbal razón, pues, ha obtenido señalados honores y
ha a r r a n c a d o á la lira de nuestro poeta
C o l o n
triunfos, entre los cuales merece citarse en pri-
acentos verdaderamente pindáricos, pues en unas mer término el haber sido nombrado Académico
preciosas Trovas Colombinas que publico en de la Mexicana y Correspondiente de la Españo-
1881, ensalzó los pensamientos y hechos mas cuU la. Ha sido varias veces Diputado y Senador al
minantes del inmortal genovés; pero con acentos Congreso de la Union, y actualmente forma parte
tales é inspiración tan feliz, que bien se descubre de este alto Cuerpo como Representante del Esta-
que el autor m e d i t ó ' a r g a m e n t e en las zozobra do de Nuevo León. No se ha mezclado mucho en
y concepciones del espíritu de Colon, por lo cual la política, pero se ha afanado siempre por la fe-
upo expresar hermosas ideas que se avienen per* licidad de su patria.
fectamente á lo que la historia nos dice del descu- Cerrarémos esta Noticia con el juicio que las
obras del Sr. Peón y Contreras han merecido del
bridor del Nuevo Mundo.
eminente poeta español D. Gaspar Núñez de Ar-
En 1883, con prólogo del poeta venezolano Pé-
ce, quien en una carta que dirigió con fecha 19
rez Bonalde, publicóse en Nueva Vork un nuevo
de Marzo de 1880 á D. Victoriano Agüeros, se
tomo de poesías de nuestro autor con el titulo de
expresó así:
Ecos; y en ellos, á la manera de Heine y de Bec-
«He leído las obras dramáticas del Sr. Peón
quer canta, como dice el prologuista, "los ideales
que tuvo vd. la bondad de remitirme, y respon-
inaccesibles del poeta; y se contienen gritos de
diendo á los deseos de vd, le diré que me parecen
dolor, ayes del corazon y suspiros apasionados, dignas de aplauso. Su compatriota, del cual ya
así como también, aspiraciones indefinidas y sue* conocía algunos trabajos, tiene inventiva, facili-
ños v a g o s de venturas irrealizables." dad en el diálogo y pasión, cuando es menester, y
III
creo que se le presenta una l a r g a c a r r e r a de
F e c u n d a ha sido, como se ve, la musa de núes-
triunfos Si el g e n i o mexicano no tuviese que lu-
c h a r con a r m a s desiguales, y sólo en provecho de
a l g u n o s c u a n t o s empresarios, con la competencia
que en el t e a t r o le hacen l a s o b r a s e s p a ñ o l a s , tal
vez h a b r í a y a r e m o n t a d o el vuelo á m a y o r e s al-
turas, porque los d r a m a s del Sr. P e ó n m u e s t r a n
bien á las c l a r a s que fuerzas y alientos tiene ese
pueblo p a r a ello.»
ANGÉLICA.
GÜIOMAR.
SOR ISABEL BAUTISTA, Abadesa del Convento de
Jesús María.
B E A T R I Z (que no habla.) ACTO PRIMERO.
DON LOPE.
D O N GASPAR DE M E N D O Z A .
D O N IÑIGO DE P E R A L T A .
Decoración de calle. A la derecha del espectador, el cos-
tado del convento de Jesús María, con una reja alta en
SANTOYO. primer término, y cerca de ella, más allá, la entrada de
ORTIZ . la portería, con escalinata. El muro de este costado ha
de correr díagonalmente hasta el fondo estrechando la
calle, de manera que el público pueda distinguir á la
P A J E S , ESCUDEROS Y EDUCANDAS .
persona que hable desde la reja. Por este mismo lado y
en el fondo desemboca una calle. A la izquierda siem-
pre del espectador, desemboca otra calle, en primer tér-
mino. en una de cuyas esquinas, la más visible, estará
el nicho de una imagen alumbrada débilmente por un
farolillo. Es de noche.
La acción p a s a en México en el año de 1588.
ESCENA PRIMERA.
DON GASPAR.
ORTIZ.
Nunca de su casa, y fué
Sí, se marcha. Conmigo el cielo tirano
Tan c r u e l . . . .
ESCENA IV. ORTIZ.
De l a s olas, en l a a r e n a Es verdad.
LOPE.
No, no, Ortiz; mas temería
Y dado por mí ese paso,
Que a h o r a Santoyo en mi daño.
Si se n i e g a . . . .
ORTIZ.
ORTIZ.
Ya os lo d i j e . . . . año tras año
E n ese caso
V a a l sermón en este día;
L a obligaré, descuidad.
N u n c a falta yo lo sé
A más, mi gusto es su gusto;
P o r su hija y equivale....
Y me a m a tanto, á fé mía,
LOPE.
Que la existencia daría
Como Santoyo no sale
••••
- 18 —
T. I—3
/
LOPE.
¿Amáis aun á Beatriz?
SANTOYO. ¡Anciano!
¿Pues no es mi hija? SANTOYO.
LOPE. Perdonadme..
¿Queréis verla? ¡Si soy tan venturoso!
SANTOYO. Perdonad al que es padre, que un momento,
J a m á s ! . . . . ¡Que Dios le valga! De dicha tanta y tan inmensa dude,
Manchó la f r e n t e mía Cuando la paz alcanza,
E s hidalga mi s a n g r e . . . . S a n g r e hidalga Cuando ha llorado muerta su e s p e r a n z a . . . .
Por sus venas corría! Quiero volverme loco de a l e g r í a . . . .
LOPE. ¡Beatriz del alma m í a ! . . . . —
Por eso aun vive honrada. —Pero ni así; no quiero
SANTOYO. Volver á verla, no: Dios la p e r d o n e . . . .
¡Habéis mentido! Dios podrá perdonarla en su a g o n í a . . . .
LOPE. Soportaré la mía
Antes de contemplarla en mi presencia.
Mirad lo que decís.
SANTOYO.
¡No puedo perdonarla!
LOPE.
No miro nada.
¿Quereis que viva honrada Si viérais cuál se a r r a s t r a su existencia,
Quien me h o n r a de ese modo? Si pudiérais mirarla,
¡Dios de Dios! ¿que no miente? Si viérais cómo llora
Diéraos h o r r o r mi frente, Y el sollozo escuchárais de su p e c h o . . . .
SANTOYO.
Si por acaso un r a y o
Callad
De sol en este instante la alumbrara!
LOPE.
LOPE.
Y hora tras hora
Beatriz al pié del a r a
Oyérais su gemido,
Su amor santificó.
En lágrimas deshecho
SANTOYO.
Abriérais vuestro oído
¿Qué estáis diciendo?
A su plegaria justa, y vuestros brazos
¿Es casada Beatriz? Dios bondadoso! A estrecharla se abrieran.
Si me engañais!
Ella recuerda siempre aquellas h o r a s Se hablaron un m o m e n t o . . . .
Sólo una vez se h a b l a r o n . . . . y al oído
De amor, e n c a n t a d o r a s
Dijéronse los dos un j u r a m e n t o . . . .
SANTOYO.
Huyó Beatriz como sabéis, y entonces
¡Cuán venturosas eran!
La campestre morada abandonando
¿En dónde está Beatriz?
Ella, vos y Guiomar, g r a v e s y tristes
LOPE.
Tornástes al convento.
jAh!
Allí, allí encerrada
SANTOYO.
¿Dónde? ¿dónde? Vive con v o s . . . . y aquí, aquí me encuentran
En agitado paso,
LOPE.
Con el alma de angustia traspasada,
¿No os queríais marchar? Y a no os detengo.
El triste sol de ocaso,
SANTOYO.
Y la pálida luz de la alborada.
Quiero verla. ¿Decidme dó se esconde?
Decidme, por favor ¿Hay más tormento?
Pedidme cuanto valgo y cuanto tengo.
Yo quiero ver á Angélica.
LOPE.
SAXTOYO.
Bien, Santoyo, muy bien; sólo un instante
¡Eso nunca!
Oidme todavía,
LOPE.
Pese á v u e s t r a ternura.
¿Que nunca ha dicho? ¡cielos!—este hombre
SAXTOYO.
No piensa, ¡por mi nombre!
Si a l g o os d e b o . . . .
Ni lo que está diciendo ¡Desdichado!
LOPE.
En mi pecho la cólera no cabe;
Ventura por ventura.
No sabe lo que dice ¡no lo sabe!
—El señor del mancebo infortunado
—¿Ni por Beatriz, Santoyo? ¿Ni por ella?
L a sin p a r h e r m o s u r a SAXTOYO.
De Angélica miró tal es el nombre Ni por ella.
De la d a m a g a l l a r d a y misteriosa LOPE.
Y el pobre corazon débil palpita Pues si eso vais á hacer, ¡ah! otra cosa,
Me vencereis me m a t a r e i s ¡no importa Caballero, h a r é yo.—¿Veis esa reja?
Hay algo en mí que grita: LOPE.
«Luchad.*—¡Eh! dadme paso, Sí, sí tal.
O conmigo reñid. SANTOYO.
LOPE. Pertenece á mi aposento.
¡ N o b l e ! . . . . ¡Qué noble! Si mi señora accede,
Guardad, Santoyo, el vencedor acero Vais á verla al momento.
Que si á tocarle se atreviera el mío ¿Cómo os llamais?
Mancliárase mi h o n o r LOPE.
SANTOYO. Don Lope.
¿Tan poco valgo? SANTOYO.
LOPE.
¿Y es bastante?
Más que yo, h i d a l g o . LOPE.
A Beatriz os d a r é .
Bastante, os lo aseguro.
SANTOYO.
¿Cuándo? SANTOYO.
LOPE.
Hasta mañana, pues.
Mañana. LOPE.
SANTOYO. Hasta m a ñ a n a .
¿Mañana? SANTOYO.
LOPE ¿Me daréis á Beatriz?
Sí á e s t a hora.
ORTIZ.
LOPE.
Dárosla juro. Y si así f u e r a . . .
I.OPE.
fVa'se Santoyo.)
Calla por Dios, insensato,
Que en mi amoroso arrebato,
ESCENA VI.
Ortiz, matarte pudiera.
DON LOPE Y O RTIZ. ¿Cuándo en vela me miraste,
Cuándo sufriendo me viste,
LOPE.
Ni adolorido, ni triste,
Voy á verla, á verla, Ortiz, A contemplarme alcanzaste?
T r a s este anhelar profundo: Aquellos locos amores,
Díme si existe en el mundo Como ilusión de un momento,
Otro que yo más feliz Como r á f a g a s de viento,
Díme, si acaso creer Como hojas blancas de flores
E s posible en tal ventura, Que arrebata el torbellino,
Díme si esto no es locura Así pasaron, y así
Díme lo que puede ser. Un solo instante las vi
P a s ó un día, y otro día
Cruzando por mi camino
P a s ó también largo y lento Pero esta no es ilusión
Mudo y triste ese convento Mentida ni pasajera;
Guardó la esperanza mía Esto es, Ortiz, una h o g u e r a
Y hoy, como el sol que se encumbra Que inflama mi corazon
Dando vida á la mañana,
(Se ilumina la reja.)
V e r é tras esa ventana
E l sol que mi vida alumbra. —Mira ¡luz! Es mi tesoro;
ORTIZ.
Es la luz de mi ventura,
La peregrina hermosura,
¡Ay! ¡cuántos soles, señor,
¡El dulce bien que yo adoro!
Así alcanzasteis á ver
Que vi despues trasponer
El cielo de vuestro amor!
LOPE.
E s verdad. T. I.
- 30 -
ESCENA VII.
LOPE.
DON LOPE, ORTIZ, y ANGELICA en la reja ¿No es amor?
ANGÉLICA. ANGÉLICA.
¿Amor? no á fé.
(Hablando dentro.)
Es más que amor: el temor
Santoyo temblando estoy. De perdele.
LOPE. LOPE.
Si es t e n a z . . . . ¿Conocéisle?
LOPE.
GASPAR.
Demasiado. ¡Ella, Dios mío!
ANGÉLICA. (Saca la espada y embiste á Don Lope.)
¿Sabíais que es mi tutor? ANGÉLICA.
LOPE. Que os atacan!
Sí lo se. [Lope, saliendo de su abstracción, saca la
ANGÉLIGA. espa da y luchan.]
P a r a mal mío, ORTIZ.
El Arzobispo, mi tío, [Avanzando al proscenio.] ¿Será cierto?
L o hizo tal. Puede contarse por muerto
LOPE. Ese hombre.
Y el buen señor GASPAR.
E n a t o r m e n t a r se g o z a Sois un impío!
V u e s t r a alma, se infiere. LOPE.
¿Y con quién casaros quiere? [Retrocediendo.]
ANGÉLICA. ¡Su voz! ¿Qué hacer?
Con Don G a s p a r de Mendoza. GASPAR.
LOPE. El doncel
(Aparte) ¡Cielos! (Quedándose abstraído.) R e t r o c e d e . . . . Ya cejáis.
ANGÉLICA. LOPE Y ANGÉLICA.
¿Qué teneis?
LOPE.
ESCENA IX.
E s p e r a . . . . ese hombre
DON LOPE y ORTIZ-
¿Nadie nos oye? ¡Es mi padre!
ORTIZ.
ORTIZ.
¡El diablo ha de ser ese hombre! ¡Cielos!—¿Don Gaspar?
Jesús! Señor LOPE.
LOPE. Huyamos
[Levantándose.] ¿Ya no hay nadie? La ronda.
ORTIZ.
[Vánse precipitadamente por la calle izquierda.]
No señor; ¿pero qué os pasa?
ESCENA X .
LOPE.
DON GASPAR y una ronda (por el fondo).
¿Se fué?
ORTIZ. GASPAR.
Señor.... T. I.-5.
i 1?
II
ACTO SEGUNDO.
ESCENA PRIMERA.
GUIOMAR, SOR ISABEL y SANTOYO.
ISABEL.
!
SAXTOYO. GUIOMAR.
De preclaro Eso liaremos.
Linaje. ISABEL.
Señora.... PERALTA.
ANGÉLICA. Pasad, Mendoza.
Hablaba con é l . . . . SANTOYO.
SAXTOYO. Señora
¿Y qué ha pasado? PERALTA.
Os lo a g r a d e z c o . No se aparta
PERALTA. De mí un momento su carta.
Es deber. GASPAR.
T. 1.-7.
t.
—Con ella á enlazarme voy.
GASPAR.
LOPE.
¡Lope!
L o sé, padre.
LOPE.
GASPAR.
¡Ah! perdón, señor!
¿Lo sabías?
L a razón acaso pierdo,
LOPE.
Mas á la mente un recuerdo
Sí señor.
GASPAR. Me trae vuestro dolor.
¿Ha muchos días? Como vos á él, un dia,
LOPE.
Padre, á mí me arrebataron
Un amor, y asesinaron
No, no tal; lo supe hoy.
P a r a siempre mi alegría!
E s t a noche habéis reñido,
Padre, GASPAR.
GASPAR.
¿Tuviste celos? ¿Tuviste?..
¿Lo sabes también? ¿Y no le mataste?
¿Y quién es ese hombre, quién? LOPE.
¿En dónde está? ¿Dónde ha ido? ¡Yo!
Que si perdí la ocasion GASPAR.
—Otra vez — ¡Dime su nombre!— ¡Y es mi h i j o ! . . . . no fueron, no,
LOPE.
Celos lo que tú sentiste.
Padre, es mi a m i g o ese hombre.
LOPE.
No puedo h a c e r l e traición.
Perdonadme, p a d r e mío; Fueron, mas tembló mi mano,
Que vos me enseñásteis, vos,
Mas nunca en vano prometo
Que era la imágen de Dios
Guardar, señor un secreto.
Sobre la tierra un anciano.
GASPAR.
GASPAR.
Basta: m a s es desvario,
¿Era anciano?
Que él de los dos perderá
LOPE.
L a p o s e s i o n de la dama,
P a r a mí
Que más que yo no la ama.
Lo era, si t a l . . . .Respeté
LOPE.
5u d o b r , y me arranqué
P e r o ella flo os a m a r á .
Aquell a pasión de aquí.
LOPE.
(Señalando su corazon.) Yo no conozco esa historia;
GASPAR. P e r o sé que en su memoria
Te admiro, Lope! L a tiene guardada sí
LOPE. Y su gratitud es tal,
Cruel Que con voz reñir no puede
P a r a los dos f u é su estrella, Y cede su amor y cede
Sacrificándola á ella, A su destino fatal!
Sacrificándolo á él. Comprende en su situación
A mí, que me parecía Que el amor que su alma esconde,
Pequeña, en mi loco anhelo, Es voraz ¡quién sabe á dónde
L a inmensidad de ese cielo Le conduzca su pasión
Si con mi a m o r la medía! Sufre por ella; en verdad,
Y es p o r eso que me aflije Condenarla al sufrimiento
De ese infeliz el p e s a r ! . . . . —Ni ha de daros un momento
Ved lo que puede explicar, De dulce felicidad.
En vos verá al robador
P a d r e y s e ñ o r , lo que os dije.
De su sosiego y su calma:
GASPAR.
Y su alma rebelde, su alma
Pues que el destino decida;
Os maldecirá, señor.
Lidiaremos, y el m á s f u e r t e
Fija tendrá en su memoria,
LOPE.
A asegurarlo me atrevo,
N o puede daros la muerte
La imágen de ese mancebo
Que ese h o m b r e os debe la vida
Que fué su amor y su gloria!
(Tratando de disfrazar sus palabras.) Horrible debe de ser
Sí, porque en una ocasion, Contemplar, día por día,
En un l a n c e , una quimera, Hora á hora, la a g o n í a
L e salvasteis de la a r t e r a Del alma de una mujer!
A s e c h a n z a de un^ladron! Y luego, padre, al morir
GASPAR.
GASPAR.
En tantos lances me v i . . . . . . Calla, insensato no puedo
Concebir.... ¡ Ah!... (Aparte.) tuve miedo ¡Ay! Si olvidarme pudiera
De lo que me iba á decir! De quien soy, ya no existiera
(Alto.) Es inútil yo j a m á s Uno al ménos de los dos!
Un designio abandoné; ¿Qué hacer? ¡Si yo no concibo
Necio fui si t e escuché Tanto mal! ¡Si á este tormento
P a r a atormentarme más! E n c o n t r a r a un lenitivo!
Que si el mundo se opusiera ¡Si yo no sé como a l i e n t o ! . . . .
A unión p a r a mí tan cara, ¡Si yo no sé como vivo!
Al mundo la a r r e b a t a r a ¡Vivir sin que viva aquí
Y esposa mía la h i c i e r a ! . . . . E s a imágen hechicera
Basta, Lope, basta! Di Que en dulces ensueños vi,
A ese amigo, que es en vano Alimentando la hoguera
Si algo espera, que á mi hermano De mi ardiente frenesí;
L a disputara, y á tí Morir, morir algún día,
Que su ventura ha de hallar Sin ver amante á mi lado
Cuando á robármela acierte; Endulzando mi agonía
Que busque ansioso mi muerte, El semblante enamorado
Que yo le quiero matar. Que hechizó mi fantasía;
Si á fiero dolor se e n t r e g a Cruzar por la senda oscura
Su pasión desesperada, Que cruza el linaje humano
Díle que pida á su espada Sin su amor y su ternura;
Lo que mi f a v o r le niega. B a j a r á la sepultura
Díle en fin, si no se atreve, Sin apoyarme en su mano !
Lope, á herirme ese mancebo, ¿Dónde está, Dios de bondad,
Que cobre, si yo le debo. Dónde está tu compasion,
Que de hoy más nada me debe. (Vase.) Si no turbas mi razón,
O me a r r a n c a tu piedad
ESCENA VIII. L a s fibras del corazon?
LOPE (solo.) De abandonarla á la idea
¡Qué nada le debo! Fuera Tiemblo; ¡oh Dios! pero el deber
Mi mayor ventura ¡oh! Dios! Me manda á mí que así sea.
¡Ay! ¡adiós! que no me vea!
Pero él no ha muerto, no ha muerto!
¡Que ya no la vuelva á ver! Al instante me decía;
¿Cómo se pudo morir
E S C E N A IX.
Cuando aún palpita mi seno,
LOPE Y ANGELICA.
Si de su sér está lleno,
ANGÉLICA.
Y aquí le siento v i v i r ! . . . .
¡Don Lope! ¿no es ilusión? Y en esa batalla ruda
LOPE. Lloraba á u a tiempo y reía;
¡Angélica! Y era que en mí combatía
ANGÉLICA. La esperanza con la d u d a ! . . . .
Vive! sí. Y al cabo te miro apuesto,
Y yo que t a n t o sufrí! Llena de luz la m i r a d a . . . .
Respira ya, corazon —¿Pero no me dices nada?
Vos no podéis comprender ¿Qué es esto, Lope, qué es esto?
Cuánto os a m a el alma mía! LOPE.
Lope, ni yo lo sabía, ¿Y qué os pudiera decir
~ Ni h a s t a hoy lo llegué á saber! Que no f u e r a en vuestro agravio?
Yo vi a q u e l horrible acero ANGÉLICA.
Herir tu pecho, y aquí ¡Lope!
En el mío lo sentí LOPE.
No, r e c o r d a r l o no q u i e r o . . . . Angélica, mi labio
Ese dudar y creer, No supo nunca mentir.
Ese huir de la esperanza ANGÉLICA.
Que se a l e j a , que se alcanza, De otro modo os escuché
Y que se vuelve á perder!— Há poco La calma pierdo
¿Y cómo viniste, di? LOPE.
Mas ¿qué importa á mi deseo Puede ser mas no recuerdo
Saber el cómo, si veo Lo que os dije no lo sé
Al fin á m í a m o r a q u í ? . . . . ANGÉLICA.
Ya, Lope, me p a r e c í a De angustia mi pecho estalla!
Verte a g o n i z a n t e , yerto; Don Lope, qué os ofendió?
T . I. 8
*
- 62 —
I-OPE .
LOPE-
[Aparte.]
¡Ay infeliz! Ya empezó, Así es, señora, así es
Peclio mío, la batalla! La humana naturaleza
ANGÉLICA. ¡Tanto hay que á vivir empieza
Decid qué l o g r a causar Y muere poco despuesl
En vos tan honda querella? ¿Visteis, prenda de ternura
LOPE.
Y de conyugal cariño,
[Aparte.] Nacer á la luz un niño,
Del hogar gala y ventura?
¡Y es tan hermosa, t a n bella!
Marfil la frente divina,
[Alto.]
Los ojos cristal luciente,
¿Decís que os quieren casar?
Blanda sonrisa inocente
¡Me lo decíais no h á mucho!
En la boca p u r p u r i n a . . . .
ANGÉLICA.
Oro el cabello, la tez
¡Rara p r e g u n t a á fé mía!
Trasparente y delicada,
LOPE.
Llena la dulce mirada
A proponeros venia
De ternura y candidez ?
Que aceptáseis
¿Visteis el ave gentil
ANGÉLICA.
Abandonando su nido,
¡Oh! ¿qué escucho?
Cruzar el campo florido
¿Vos decís eso, señor?
Las tibias tardes de Abril,
¿Os estimáis en tan poco?
Tender al aire las alas
[Aparte.]
Sobre el naciente follaje,
Se ha vuelto loco. ¡Está loco! En matizado plumaje,
LOPE.
[Aparte.] Complemento de sus galas?
¿Visteis la flor peregrina,
Valor, corazon, valor!
Boton apénas abierto?
ANGÉLICA.
¿Y visteis al niño muerto
¿Puede así un hombre burlar
Y al ave y la flor divina,
L a esperanza de mi vida?
Cuando apénas al nacer
¿Puede, si de mí se olvida,
En sueños de amor profundo,
Tan dulce ilusión matar?
A gozar iban del mundo ANGÉLICA.
[Aparte.] Yo también
¡Qué a l t i v e z ! . . . . ¡Qué majestad! ANGÉLICA.
ANGÉLICA.
¡Oh ventura infinita!
PERALTA.
¡Ah!
PERALTA.
Acercaos. (Aparte.) Yo me a d m i r o . . . .
(Alto.)
El plazo se ha cumplido.
—Firmad aquí.
ANGÉLICA.
ANGÉLICA.
(Aparte viendo d Lope.)
(Aparte.) No respiro! (Firmando.)
¡El también!
LOE]?.
LOPE.
(Aparte.)
(Aparte.) ¡Oh! ¡Qué ansiedad!
Aire el pecho necesita!
PERALTA.
PERALTA.
V u e s t r a postrer voluntad
(A Don Gaspar.)
A saber hemos venido.
Vos.
ISABEL.
GASPAR.
Tu corazon, h i j a mía,
(Firmando.) ¡Cuál mi pecho se goza!
Decida en esta ocasion,
ANGÉLICA.
Que torcer tu inclinación
(Aparte mirando á Lope.)
Al Señor ofendería.
¡Cuán pálido está, g r a n Dios!
ANGÉLICA.
PERALTA.
Estoy d i s p u e s t a . . . .
[A Sor Isabel que firma.]
PERALTA.
Ahora v o s . . . — d e s p u e s de v o s . . .
¿A firmar?
[A Lope dándole la pluma.]
ANGÉLICA.
ANGÉLICA.
Sí, sí s e ñ o r . . . .
[Aparte, viendo con mucha ansiedad fir-
(Despnes de una ligera vacilación.)
mar á Lope.]
ISABEL.
¡Ah! ¡Don Lope de Mendoza!
¿Y gustosa?
Todo lo comprendo ya!
Daréis la mano de esposa,
(Firma Peralta, y mientras tanto, Angé- ¿Decís que sois mi tutor?
lica dice los versos siguientes:]
(A Peralta.)
(¡Es su padre! No me atrevo
¿Que me amais mucho decís?
Al s a c r i f i c i o . . . No debo
Con mi orgullo herirle.) [A Don Gaspar]
[Se arroja sobre el pliego que acaban de Si á vuestra conciencia oís,
firmar, y lo hace pedazos.] ¿Dónde guardais vuestro amor?
TODOS. Sólo, veo por mi mal,
[Admirados.] ¡Ah! Al imponerme este yugo,
PERALTA.
En cada rostro un verdugo,
En cada mano un p u ñ a l . . . .
[Indignado ]
¿Qué hacéis? ¡Si yo no os amo! Si existe
AN CÉLICA. [A Don Gaspar]
(Con dignidad) ¿No lo estáis mirando? Otro amor que vive aquí.—
PERALTA. —¡Quieto!—
P e r o eso es i n f a m e ! (A Lope que se le ha ido acercando.)
ANGÉLICA.
(Alto.) ¿Qué quereis de mí?
No.
Libre el alma se resiste
¡Infamia es l a vuestra!
A vergonzosa coyunda
GASPAR.
¡Ni una palabra!—¿Lo veis?
¡Oh!
Bajais las frentes temeis
ANGÉLICA. En vuestra ansiedad profunda
Ayer me v i s t e i s llorando Que Dios os castigue; en pos
Mi dolor y m i agonía; Ibais ya de ese c a s t i g o . . . .
No visteis en mi semblante
La súplica s o l l o z a n t e PERALTA.
De un a l m a q u e se moría. Señora
¿Y esto es carino? En v e r d a d ANGÉLICA.
ESCENA PRIMERA.
ESCENA PRIMERA.
Yo, señor, y o . . . .
GASPAR.
¡Por mi vida!
Debió quedar escondida
P a r a siempre en tu memoria.
Debió en secreto profundo
Su origen p e r m a n e c e r . . . .
¡Ay! si lo llega á saber
El Rey Felipe Segundo!
SANTOYO.
GASPAR. Amenazaros
Bien pudiera. No he pretendido en verdad,
SAXTOYO. Santoyo Mas contestad
No os ofendo. Lo que voy á preguntaros.
GASPAR. SAXTOYO.
Yo no miento. GASPAR.
GASPAR .
Callad.
¿Y permitisteis?.. . SANTOYO.
SANTOYO. Y es en vano,
Sí tal. Que la tratéis inhumano.
GASPAR. ¡Si supiérais cuánto llora!
¿Sin conocerlo? No infiero GASPAR.
(Aparte.)
SANTOYO.
Es i n ú t i l . . . . Nada puedo
Ese hombre es un caballero.
Sacar en limpio de aquí,
GASPAR.
Ni he de alcanzar, pese á mí,
¡El caso es original! Infundir á este hombre miedo.
P u e s sin conocerlo vos (Alto.)
Descubristeis el arcano Vuestra señora desea
De su condicion —Villano Hablarme Ya podéis, pues,
P u d i e r a ser ¡vive Dios! Decirle que un honor es
SANTOYO. Que su servidor la vea. [Váse Santoyo.
Mirad que os ciegan los c e l o s . . . .
Don Gaspar, perdéis la calma! ESCENA II.
Cuando h a y nobleza en el alma PERALTA y DON GASPAR.
N a d a importa un nombre. GASPAR.
GASPAR. (Llamando.)
¡Oh cielos! Peralta.
PERALTA.
SANTOYO.
Y t a n g e n e r o s a acción Habéis c o n s e g u i d o . . . .
GASPAR.
Tuvo esc g a l a n conmigo
Que, cual lo siento lo digo, Nada.
PERALTA.
Conquistó mi corazon.
A d e m á s que mi señora Ya sabéis mi intento.
GASPAR.
Le a m a . . . .
Si no nos vamos con tiento
D a d el lance por perdido. SAXTOYO.
El sirve al Rey de esa suerte. Os escucho.
PERALTA.
PERALTA.
V a n o s temores calmad: Seguidme, que hablaros quiero.
C o n t r a l a s a n t a hermandad (Vdiise Santoyo _y Peralta.)
No p u e d e m á s que l a muerte.
ESCENA IV.
GASPAR.
1 1 ¿Prenderlo? GASPAR y después ANGELICA.
GASPAR,
SI f PERALTA.
I
ESCENA III. No os olvidéis de que os r u e g a
GASPAR,PERALTA y SANTOYO. Una mujer desdichada.
íy I Ayer, aunque el alma mía
SAXTOYO.
J a m á s odiar ha sabido,
Caballero,
Odio por vos ha sentido;
No t e n d r e i s que a g u a r d a r mucho.
Le robábais su alegría;
PERALTA.
Pero boy ese es mi secreto,
1 S e ñ o r Santoyo
i.
I •ir
No me preguntéis por qué, Que refiere vuestra boca,
Siento por vos yo no sé Lo mismo que siento aquí
Qué misterioso respeto. Que es inmenso, que es horrible
E n nombre de él os suplico, Conque juzgad si es posible
Y no he de r o g a r l o en vano, Eso que exijís de mí.
Que prescindáis de mi m a n o . . ANGÉLICA.
Sí todo lo sabe
ESCENA VI. Guiomar aquí la esperamos.
SOR ISABEL y PERALTA. Ella, torpe encubridora
De Angélica, há un momento
ISABEL.
Que á la iglesia del convento
Un momento; F u é de un papel portadora
Debe estar en su'aposento, P a r a él, no es ilusión;
Esperad aquí, señor. Verle quise y llegué tarde
ESCENA VII. Al templo mas ¡Dios le guarde,
PERALTA, solo. Peralta, en esta ocasion!
¡Ah! por m á s que lo pretenda El destino, que se empeña
Seré con ella inflexible! En perseguirme, ya h a l a g a
Y mi ambición ¡ah! imposible! Mi esperanza Que Dios h a g a
He perdido la encomienda! Que al fin le mate ¡Ah! la,Dueña!
Mas Santoyo aunque persista ESCENA IX.
\ En g u a i d a r ese secreto, PERALTA, DON GASPAR y GUIOMAR.
Al Santo Oficio sujeto, GASPAR.
No hay temor de que resista.
Ven acá ¿De dónde vienes?
ESCENA VIII. GUIOMAR.
PERALTA. Peralta,
Y o estaré Vos por la calle yo aquí.
En el p a s i l l o . . . . PERALTA.
Fácil es de concebir.
ESCENA X I . ¿Cuál ha de ser, cuál? huir
A N G E L I C A (sola.) Ahora mismo del Convento.
L a s diez ANGÉLICA.
V o y á cerrarla. No temas. No sé
Qué pensar, no sé por qué
Despues que en la noche oscura
Mi pecho duda y vacila. Sufrimos la calentura
LOPE.
De implacable pesadilla;
¡Ay, Angélica, pasó Tú eres la luz! Embriagado
De ayer la noche infernal En esa mirada célica,
Y su s o m b r a funeral Déjame mirar, Angélica,
Mi cerebro enloqueció; Tu semblante enamorado;
Mil veces el homicida Que es el imán de mi amor
P u ñ a l me a m a g ó de muerte; Su belleza virginal,
P e r o ¡ay! morir, y sin verte Y el encanto celestial
Despedirme de la v i d a ! . . . . De su hechizo arrobador!
Morir yo sin contemplar ANGÉLICA.
Otra vez tu faz a m a d a , ¡Te amo tanto!
Sin beber en tu mirada LOPE .
L a luz que me ha de salvar! ¡Si pudiera
Yo que anoche en mi dolor Ser esta inmensa alegría
Me j u z g a b a con derecho Purísimo albor de un día
P a r a destrozar tu pecho Eterno de primavera!
Asesinando mi amor? ANGÉLICA.
¿Quién se a t r e v e ? Vamos.
Ya no hay tiempo que p e r d e r LOPE.
LOPE.
Su pecho r e s p i r a . . . .
¡Padre! ¡Qué dulce, qué dulce calma!
ANGÉLICA. R e p o s a . . . .—¿Qué hacéis a q u í ? . . . .
No es n a d a No es nada ¿Qué hacéis, infames, qué hacéis?
LOPE. ¡Ah! ¿robármele q u e r e i s ? . . . .
P a d r e . . . . os p e r d o n o . . . . yo fui No N o . . . . ¿Robármele á m í ? . . . .
El culpable E s a es tu hija, ¿Y éstas son vuestras proezas?
Santoyo.... Habéis dado un golpe en falso.
Beatriz se echa en brazos de Santoyo.) —Mañana, sobre un cadalso
SANTOYO. R o d a r á n vuestras cabezas!
¡Ahí —Atrás os digo —¡ah! ¡qué horror!
LOPE. (Mirando d don Gaspar que se levanta
No te a f l i j a . . . . despues de besar la mano de Lope.)
«Mañana» . . . . dije. . . . y c u m p l í . . . . ¡Don G a s p a r ! . . . . —¡Ser no podría!
—¡Oye, A n g é l i c a ! Quería —Mató un hijo que t e n í a . . . .
Morir en tus b r a z o s . . . . Y se murió de dolor!
ANGÉLICA. —Idos todos Idos todas
¡Ah! Gente infame y sin conciencia
LOPE. (Volviéndose d hablar con Lope.)
P e r d ó n a l e . . . . como ya ¿Es verdad? con su presencia
(Señalando d su padre.) Van á a m a r g a r nuestras b o d a s ! . . . .
Le p e r d o n é . . . . vida m í a . . . . —Idos se van!—No hay temor,
(Espira.) (Todos se retiran un poco hacia el fondo.)
TODOS. No hay ya perfidias, no hay dolos;
¡Muerto!
Ahora s í . . . . ya estamos s o l o s . . . .
ANGÉLICA.
¡Ya estoy sola con mi amor!
¡Mi Lope del alma! FIN.
DOS PALABRAS.
VIVO O MUERTO.
DRAMA E S TRES ACTOS Y EX VERSO.
ESCENA PRIMERA.
BRIGIDA y LUZ.
BRÍGIDA .
Además P a s c u a l lo quiso:
P a r a mi desdicha eterna!
De pie, y á la c a b e c e r a
BRÍGIDA.
De mi lecho de a g o n í a ,
Hace muy poco me hablabais,
Arrancóme aquella o f e r t a .
Doña Luz, de otra manera:
¿Por qué quiere que le deje,
No os espantaban, señora,
Brígida, por qué se empeña
La soledad ni las r e j a s
En que por siempre abandone
Del claustro
Este hogar en que él se queda?
LUZ.
Antes de enfermarme, ántes
¡Rejas doradas
Pretendió que le ofreciera
De un cielo me parecieran
Dejar por-el claustro el mundo.
L a s que hoy de sombría cárcel
BRÍGIDA. Celosías que me aterran!
¿Lo pretendió? BRÍGIDA.
LUZ. ¡Extraña mudanza!
Si le v i e r a s . . . , LUZ.
Velado el rostro sombrío, Extraña.
Con voz a p a g a d a , trémula, BRÍGIDA.
Mal ocultando u n a lágrima Y violenta.
Entre sus p á r p a d o s presa: LUZ.
Deja, Luz, deja, decía, Asaz violenta.
Las venturas p a s a j e r a s —Ven, ¿qué miras?
De este mundo mentiroso (Toma de la mano d Brígida y la acerca
Por dicha más duradera; d la ventana.)
Y yo, Brígida, c a l l a b a BRÍGIDA.
Sin saber por qué, suspensa. Lo de siempre:
Siempre e n c o n t r a b a en mis labios El negro bulto en la acera,
Un candado mi respuesta, El hombre que nos persigue
Candado que al fin rompióse En las calles y en la Iglesia
Aquella noche s u p r e m a , Y en todas partes
¡Tal vez para rai d e s g r a c i a , LUZ.
El mismo,
Como una estatua de piedra: No me habló ni una palabra,
¡Siempre a l l í ! . . . . ¡todas las noches! Y su voz aquí resuena;
BRÍGIDA.
Apénas le he visto el rostro,
Importuno centinela! Y en todas partes risueña
Cuando llegue el de T r u j i l l o . . .. Miro, Brígida, su imágen,
LUZ.
Ya de léjos, ya de cerca,
¿Qué dices? Leve sombra en claro día,
BRÍGIDA. Viva luz en l a s tinieblas.
Cuando le vea BRÍGIDA.
LUZ. ¿Vos le dais en vuestro pecho
Brígida, n a d a le digas Plaza, con tal ligereza,
A Pascual cuando aquí venga; A un amor que de ese modo
Que ignore que á ese hombre ador En el corazon se os entra?
BRÍGIDA. ¿Sabéis ya quién es ese hombre?
¡Doña Luz! ¿Por qué mirar no me deja
LUZ. Su semblante y lo recata
Que no lo sepa. De mis miradas inquietas?
BRÍGIDA. — ¡ H o l a ! . . . . ¿Quién?
¿Vos le adorais?
LUZ. ESCENA II.
Con el alma. Dichos, B E L T R A N . T r a s 61, P A S C U A L y BERMUDO.
BRÍGIDA.
Y por eso t ú . . . . Te lo j u r o . ,
PASCUAL. Mas, oye, me has de decjr
Ya sé, Dg mí p a d r e , , . .
Qué vas á decir, ¡por Dios!
PASCUAL. A entrambos dará consuelo.
(.Interrumpiéndole.) Nada sé PASCUAL.
De él, algún día s a b r á s Vé, Luz, que te escuche el cielc.
Si yo d e s c u b r o . . . . Dios te bendiga.
LUZ. LUZ.
(Dudando.) Jamás Él á tí.
Por tí, Pascual, lo s a b r é
Lo presiento.
ESCENA III.
(Aparece Brígida y se detiene en la puer-
PASCUAL.
ta del fondo.)
PASCUAL. Dios te bendiga, Luz mía:
¿A dónde vas? Imán de mi idolatría,
LUZ. Luz de mi existencia oscura
Al templo. Que r a s g a s brillante y pura,
PASCUAL. Su p a r d a niebla sombría.
¿Al templo? Mejor, ¡Estrella de bendición!
Mejor es. E n t r e el nublado turbión
LUZ. R á f a g a de luz que asoma,
Brígida, espera. Pálido lirio que a r o m a
PASCUAL. Mi solitaria mansión.
Pídele, Luz, al Señor ¡Ay ¿Por qué te conocí?
Que de un horrible dolor ¿Por qué un a b r i g o te di
Que mi alma hiere, no muera: Bajo de este humilde techo?
Díle á la Virgen b e n d i t a j ¿Por qué tortura mí pecho
Que tu a m a r g a soledad Este a f a n que es frenesí,
De mi apoyo necesita, Este a f a n hondo, vehemente,
Miéntras su g r a c i a infinita Que crea en mi seno ardiente
Presta asilo á tu o r f a n d a d . Tales dolores extraños,
LUZ.
Hoy que el cincel- de'los años
Está marcando mi frente?
Eres tan bueno, q u e allí,
Y esto es amor? ¡Oh, dolor!
Cuando le ruegue por mí,
¿Es un loco devaneo Aquel tropel encantado
O el recuerdo seductor De imágenes seductoras,
De algún desdichado amor Cruzando al mi alrededor
Que un tiempo fué mi recreo? Sin detenerse un momento
¡Mentira! ¡Loco de mí! Ni aquí, ni en mi pensamiento,
¿Amarla y o ? . . . . ¡Desdichado! No eran, Bermudo, el amor!
Yo seré su padre, sí: Eran del capricho anhelo
Como tal la protejí, Tan p a s a j e r o s amores:
Como tal viví á su lado. ¡Yo a r r a n c a b a aquellas flores
(Aparece Bermudo.) P a r a a r r o j a r l a s al suelo!
¿Amor? Ah! Bermudo, escucha, BERMUDO.
N
Que me declares te exijo,
Si al e n t r e g a r t e esta c a r t a ,
De aquel sentimiento ardiente,
(Llevando la mano al seno.) Brillaba sobre mi frente
Que nunca de mi se a p a r t a , El sol de la juventud.
Nada, Bermudo, te dijo.
BERMUDO.
BERMUDO.
Aún joven sois.
Lo que os dije, y n a d a más;
PASCUAL.
Y aunque á mi memoria riña,
Es verdad;
No recuerdo.—«Con la niña
Mas en tumultuosos días
Esta c a r t a le darás.»
Vi morir las lozanías
Murmuró, y el postrimero De mi inquieta mocedad.
Gemido exhaló despues. Tú te acuerdas: poco á poco
PASCUAL.
Perdí los amantes bríos;
¡Ay, Inés! ¡mi pobre Inés! Me encerré con mis sombríos
BERMUDO.
Pensamientos. E r a un loco
Por vuestro dolor infiero Aún lo soy; en tal combate
Que a m á b a i s Algo busco, algo me falta;
PASCUAL. Hay algo en mí que me exalta,
Calla, te digo Y h a y algo en mí que me abate.
No e r a amor tampoco, no Soñar, ¡ay! sólo soñar
Aquello fué ;qué sé yo! Puedo ya sin combatir;
Pero a h o r a , tú eres mi amigo, Con los recuerdos vivir
Bermudo.—Escucha,—creía Del pasado batallar.
Hace un momento que era, ¡Oh tiempos de amor y gloria!
Y esto por la vez primera, ¿Por qué pasásteis? No sé!
Amor, algo que sentía, Y si pasasteis, por qué
Inexplidable, profundo, No os perdeis en mi memoria?
Que á expresarme no me atrevo. Ya pienso que el sol nos halla
¡Como si hubiera de nuevo Sobre el terreno enemigo;
Nacido otra vez al mundo! Que el hierro hambriento fatigo
Me pareció que en virtud Entre la recia batalla.
Que d e s p u e s . . . . se acaba todo^'
Que sufro y me apesadumbro, PASCUAL.
Que á p a s a r no me acostumbro (En el transporte de la emocion recono-
L a existencia de este modo.
ciendo d su madre.)
Que esta paz es mi homicida,
¡Madre!
Que yo no sé lo que quiero,
ESPERANZA.
Que me p a r e c e que muero
¡Hijo del alma!
Y siento en el alma, vida.
PASCUAL.
BERMUDO.
¡Dios te bendiga! Bendigo
Me decíais h a c e poco,
Madre, á Dios: gracias le doy
Ayer mismo, ayer apénas,
Que el placer abre mi puerta
Que al lado de Luz no hay penas
Tanto te he soñado muerta!
PASCUAL.
ESPERANZA.
¿Te lo dije? Estuve loco.
Pascual, ¡qué dichosa soy!
BERMUDO.
Que el p a t e r n a l interés (Pascual abraza á su madre y dice, ade-
Que D o ñ a Luz os inspira lantándose.)
PASCUAL.
PASCUAL.
Si lo dije, fué mentira, Vengan aquí los que lloran
F u é locura, ya lo ves. P o r una m a d r e querida,
De esa demencia al abrigo Los huérfanos que en su vida
Sueña el corazon en calma. El infortunio deploran;
[Aparece Doña Esperanza en el fondo, Que finjan en su a m a r g u r a
seguida de D. Luis Lujan, en el cual no Y en su a f a n desesperado,
repara Pascual, sino cuando lo indica Que aquel cadáver helado
el diálogo. D. Luis se queda en segun- Que encerró la sepultura,
do término hasta que reparan en él.] Un tiempo hermosa beldad
Que les dió vida en su seno,
ESCENA V. Sér de amor de encantos lleno,
P A S C U A L , E S P E R A N Z A , B E R M U D O , y DON LUIS, De abnegación y bondad,
en el fondo, inmóvil, cerca de la p u e r t a .
Rompe los mortales lazos,
ESPERANZA.
En nueva vida se enciende,
(Desde el fondo ) Y de pronto hacia ellos tiende,
¡Pascual!
Madre, como tú, los brazos;
Y s a b r á n de este placer, PASCUAL.
Que si no me ha dado muerte ¿Sabéis señora su nombre?
Es, madre, por no perderte, ESPERANZA.
Por no dejarte de ver. Persigúelo injusta ley.
ESPERANZA. PASCUAL.
Ah! también, Pascual, te veo Una orden llevo conmigo.
Y dudo.... ESPERANZA.
Preguntad. No sé.
CISNEROS. CISNEROS.
BERMUDO. Lo ignoro.
De ella, sí, nos ausentamos. CISNEROS.
CISNEROS. Eso.
Que duermo creo. Que sólo fui desdichada
Cuando hube ele conoceros.
LUZ.
—Mas, ¿qué digo?—Adiós
¿Dormís y os estáis en vela?
CISNEROS.
CISNEROS.
Señora.
En vela os juro que duermo; LUZ.
Y si no es así, no sé Adiós, Don Luis.
Lo que será; pues yo sueño, CISNEROS.
Sueño que os miro y os hablo; Deteneos.
Y h a de ser, ó no lo entiendo, Si son desdichas de amor
Que estoy loco ó que deliro, L a s que os agitan el pecho,
O estoy soñando despierto. Desdichas son que en venturas
LUZ. Torna el cumplido deseo.
Cumplido está si me amais:
¿Loco estáis?
Decidlo ya ¡por el cielo!
CISNEROS.
Señora, que os idolatro.
De a m o r por vos,
¿Calíais, Doña Luz?
Que es lo mismo que estar cuerdo.
LUZ.
Silencio, Mi esperanza bendecida;
Pasos o i g o . Si he de a m a r 6 no la vida,
CISNEROS. O si la he de aborrecer.
¡Ira de Dios! Pensad que en este momento
Es Ginés, es mi escudero. Vos decidís de mi suerte:
Si es de vida ó es de muerte
ESCENA IX. Este a f a n del pensamiento.
¡Dichos y G I N E S por el fondo. LUZ.
GINÉS. Basta ya, Don Luis.
Señor, os b u s c a b a . CISNEROS.
CISNEROS. Señora.
¡Calla! LUZ.
Éntrate en ese aposento E s t a r aquí no debiera.
Que es el mío —Calla, digo; Si alguno á solas me viera
Si estás cansado, en mi lecho Con vos, señor á esta hora
Descansa.—Aguardad, señora.— Todos duermen
—¿No oyes, Ginés? CISNEROS.
GINÉS. Concebid
Obedezco. Mi angustia y vuestra esquivez.
(Entra Ginés por la segunda puerta LUZ.
¡Por mi honor!
CISNEROS. Que me burlan ¿Por lo bajo
(Apagando la luz.) Habíais?
¡Que la tiniebla lo guarde! LUZ.
Dichos, ESPERANZA y BRIGIDA con luz. ¿Xo sabes, que eres mi vida,
PASCUAL. Que eres, Luz, mi único amox?
¡Ah, madre! esperad —Madre, adoro á esta mujer,
ESPERANZA. Y de horribles celos muero!
¿Qué pasa? (Se oye el rumor de espadas en la calle
PASCUAL.
Oye el chocar del acero.
(Se dirige al balcón y se asoma por él.)
[Señalando la -puerta.]
Muerto y a le quiero ver
Que ese hombre u l t r a j a mi casa.
LUZ.
Que Don Luis es un villano!
Nadie mi fé te a r r e b a t a :
[Desaparece un momento por la puerta del
Grita que cese el combate.
aposento de Don Luis y aparece citando
PASCUAL.
lo indique el diálogo.] (Fijo en lo que pasa en la calle no la escu-
ESPERANZA. cucha.)
(A Luz) Es Bermudo el que se bate,
¿Don Luis? ¿Qué es esto? ¡Siempre que se b a t e mata!
LUZ. LUZ.
ESCENA PRIMERA.
GINÉS, B R I G I D A y B E L T R A N , que se pasea emboza-
do, en el fondo, observando, h a s t a la escena tercera
A l g u n a s veces e n t r a y sale del templo.
BRÍGIDA.
F u e r a en la iglesia mejor.
BRÍGIDA.
PASCUAL. No lo sé.
E s esta. CISNEROS.
CISNEROS.
¿Que no lo sabéis?
(Con desconfianza.)
(Aparte.)
PASCUAL.
(Esperaba esa respuesta.)
A fé,
(Alto.)
Que lo ignoro, por mi mal.
Dice
Mas os dejo, ¡vive Dios!
PASCUAL.
En este sitio, Cisneros,
(Leyendo.) Que vendrá despues Que entre nobles caballeros
Del sermon, ó si le es dable, Uno vale bien por dos.
Antes. Hoy valedme, y que propicio
CISNEROS. El cielo triunfo os permita.
¿Y bien?
CISNEROS.
PASCUAL. ¿La hora sabéis de la cita?
Pese á mí, PASCUAL.
Que no puedo e s t a r aquí. Al terminar el oficio.
CISNEROS. CISNEROS.
PASCUAL. O el deseo
Me hacéis pensar. Me las finge, ó la ilusión,
CISXEROS. Esperad—es ella—sí.
(COK viveza.) L a quiero un instante hablar.
Es que me pongo en lugar ¿Volvereis á este lugar?
De ese hidalgo, y es la herida L o ofrecisteis
C1SJJER0S. LUZ.
Lo ofrecí. No c o m p r e n d o . . . .
PASCUAL. PASCUAL.
LUZ. En el dia.
Podrá ser. PASCUAL.
PASCUAL.
¿Y en la noche?
LUZ.
¿Correspondiste?
LUZ.
T r a s la r e j a
PASCUAL.
Eso no.
PASCUAL.
¿Te ha dado una cita?
LUZ.
¿Dístele esperanza?
Sí.
LUZ.
PASCUAL.
Sí.
¿En dónde?
PASCUAL.
LUZ.
¿Promesas?
En este lugar.
LUZ.
PASCUML.
No se las di
¿Y le has venido á buscar?
PASCUAL.
LUZ.
¿Y hulló sin ellas?
El debe esperarme aquí.
LUZ.
PASCUAL.
Huyó.
Pues no será, ¡vive Dios!
PASCUAL.
LUZ.
¿Aún te sigue?
Si mi promesa reclama. (Suena un clarín)
LUZ.
¿Qué es eso?
No me deja.
PÁSCUAL.
PASCUAL.
El deber que llama.
¿Y ántes, Luz? —Vamonos de aquí los dos.
LUZ.
LUZ.
Me p e r s e g u í a . No, Pascual.
PASCUAL.
ESCENA V.
¿Y h a b r é de oírlo? BRIGIDA y LUZ.
LUZ.
LUZ.
H a de s e r . ESCENA VIII.
CISNEROS.
Dichos, E S P E R A N Z A B R I G I D A , y t r a s ellos
(Aparte d Luz.) g e n e de toda clase que sale del templo.
Si mi honor teneis en a l g o . . . . LUZ.
LUZ. (A Esperanza.)
[Estremeciéndose.] Señora!
¡Honor! ESPERANZA.
PASCUAL. ¿Qué pasa aquí?
¡Vive el cielo! T. I.-S5
LUZ. ¡La ronda!
PASCUAL.
[En voz baja á Esperanza.)
¡Don Luis y Pascual que luchan, ¡Mía es la ronda!
Y corre el tiempo veloz! ¡Alcalde! (Llamándole.)
LUZ.
[Miéntras las gentes del templóse han in-
terpuesto entre los combatientes.) No! (Poniéndole la
ESPERANZA. mano en la boca para que no hable.)
PASCUAL.
(A las gentes.)
(Rechazándola.)
Interponeos!
¡Vive el cielo!
PASCUAL.
—Quita, Luz!
[Amenazando d las gentes]
ESPERA NZA.
¡Afuera!
(A asneros, con mucha energía, llevándo-
Una p a l a b r a siquiera; (.A D. Luis)
selo.)
Que yo escuche vuestra voz.
Venid!
LUZ.
PASCUAL.
(A Cisneros.)
Idos! (Se pasa del lado de Pascual y lo (Viendo que se va.)
¡Se vá!
detiene.]
(Hace un movimiento para hablar al Al-
ESPERANZA.
calde que hasta en este momento aparece
(A asneros.)
en la escena, pero Luz lo detiene, y qui-
Sí!
tándole el puñal de su cintura, y amena-
PASCUAL.
zándose con él, dice:)
[Por D. Luis.)
LUZ.
¡Que así se esconda!
Si no callas, rodará
CISNEROS.
Mi cadáver por el suelo.
(A Esperanza.) (Telón rápido.)
Mi p a l a b r a devolvedme.
PASCUAL.
FIN D E L SEGUNDO ACTO.
¡Campo, campo!
LUZ.
ESCENA I.
DOÑA E S P E R A N Z A y CISNEROS, entrando de la calle
p o r el fondo.
ESPERANZA.
Al fin, Cisneros, llegamos:
Cambiad el t r a j e otra vez,
Que con ese 110 es prudencia
J Que Pascual os vuelva ;í ver.
CISNEROS.
[Sombrío y enojado.]
Tenéis razón.
ESPERANZA.
Y es preciso
Que esta noche os obliguéis
A partir.
CISNEROS.
Nunca, señora;
Sin ella, no partiré.
ESPERANZA,
¿Qué estáis diciendo?
- 202 -
CISNEROS. CISNEROS.
No;
Os lo juro.
Ya os lo dije y ha de ser. ¡Iba la vida á perder!
ESPERANZA.
¿No me habéis visto humillado?
¿Acaso no conocéis ¡Cisneros!
CISNEROS.
Mi condicion altanera,
Mi soberbia, mi altivez? Iba á dejar
¿Cuándo ante contrario acero Que el capitan de una vez
Pude yo retroceder, Cortara, señora, el hilo
Sin herir ó d a r la muerte? De mi existencia Tal fué
Mi propósito al reñir.
Y ya lo visteis ¡A fe
¡Cuál otro pudiera ser!
Que lo habéis visto ¡señora!
ESPERANZA.
¡Como un cobarde! ¡Esa es,
Basta de esto.—Y si os dijera
E s a es la palabra! ¡Es esa!
Que el tiempo que {corre es
Como un cobarde dejé,
Un siglo para mis ansias;
Por seguiros, aquel sitio.
Que lie recibido un papel
ESPERANZA.
Anónimo en que me dicen
¿Por seguirme? Que su Majestad, el Rey
CISNEROS. CISNEROS.
BERMUDO.
La calma pierdo y el seso
—¡No puedo olvidar á Inés! Bien está.
PASCUAL.
¡Inés!... - Por qué de esta suerte
A m a r g a s t e mi existencia? Con nosotros partirá
Mi amor en Luz fué tu herencia, Don Luis L u j á n de Cisneros.
Luz con tu amor es mi muerte; Dále un disfraz; es prudente
Ambas en mi pecho, aquí El tomar esta medida,
Vivís con tenaz empeño; Que es astuto, p o r mi vida,
El Alcalde Benavente.
En l a vigilia, en el sueño
BERMUDO,
¡ S i e m p r e ! . . . . s i e m p r e ! . . . . Al fin te vi.
¡Un alcalde! ¿Dónde está?
(Aparece Bermudo con el brazo derecho
PASCUAL.
en cabestrillo.]
Con órdenes del Virrey
Ven acá, Bermudo, ven.
Quiere en nombre de la ley
ESCENA VI. Prender á Cisneros
P A S C U A L y BERMUDO. BERMUDO.
¡Ah!
PASCUAL.
PASCUAL.
P a r t i r hoy mismo he resuello. Que del portal no se mueva
BERMUDO.
Ordené
Señor, si ayer hemos vuelto. BERMUDO.
PASCUAL. ¿Mas si salís?
Con todo, hoy mismo prevén, PASCUAL.
PASCUAL.
LUZ. (Bajando al proscenio.)
No, no; tomad esta llave, Sí, alzad.
Salid por aquí. LUZ.
(,Señalando la puerta pequeña.) (Levantándose.)
Pasando ¡Ah!
E s t e corredor desierto, CISNEROS.
Iréis en el huerto á dar, ¡Vos!
Pudiendo el campo g a n a r PASCUAL.
P o r los tapiales del huerto. ¡Mal h a y a mi suerte!
Idos, que no es Benavente, ¿Conque érais vos vos! ¡Oh muerte!
Ni es Pascual, ni es el Virrey
¡Muerte! ahógame! acabad!
Quien os persigue E s el Rey,
LUZ.
¡El Rey! tenedlo presente (Aparte.)
Yo soy quien os r u e g a , yo; ¡Si desde allí me escuchó!
Y no soy yo, mi amor es
PASCUAL.
Que suplica á vuestros pies !
(Sacando el acero.)
CISNEROS.
¿Teneis vuestra espada rota?
(Dando un paso atrás y quedando absorto.)
LUZ.
Señora!
(A Cisneros.)
ESCENA IX. De su s a n g r e ni una g o t a .
Dichos y P A S C U A L . PASCUAL.
PASCUAL. (A Luz.)
(Aparte en el fondo. En este instante se Vete!
encomienda el autor al actor.) LUZ
No es cierto, no! ¿Que me vaya? No.
Cómo e n t r e espinas y abrojos
PASCUAL.
Pensamiento alado vuelas!
Vete, Luz!
S a n g r e , ¿por qué no te hielas?
LUZ.
P o r qué n o cegáis mis o j o s ! . . . .
CISNEROS.
Que no, repito!
Alzad, señora.
PASCUAL. CISNEROS.
LUZ. Compasión
No sabía Tuvo de mí
Lo que a m o r significaba. LUZ.
No, n o . . . N o os podéis negar. ¡Dios con los buenos está! [Vdse Cisneros.J
Don Luis, no os quiero arrojar
Mis beneficios al rostro; ESCENA XV.
P e r o si yo os he criado, LUZ y ESPERANZA.
Y á mi lado habéis crecido, ESPERANZA.
Por cuanto yo os he querido Reza, reza por que el cielo
Y por cuanto yo os he dado, Hoy le acompañe clemente.
Obedecedme, Don Luis. LUZ.
CISNEROS.
Rumor escucho de gente
Sí, todo lo debo á vos. En la calle, ó es mi anhelo
ESPERANZA. Quien lo finje
Obedecedme y ¡adiós! ESPERANZA.
CISNEROS. (Viendo por el balcón.) ¡Oh, no, el z a g u a n
(Tomando la espada.) Han abierto! Si fué en balde
LUZ.
Adiós, señora.
LUZ.
(Asomándose al balcón.)
¿Partís? Si; las gentes del alcalde
CISNEROS. Entrando en la casa están.
(A Esperanza.)
¿Y ella? ESCENA XVI.
ESPERANZA.
Dichas.—PASCUAL por el fondo hablando con el alcalde.
De otro no será.
PASCUAL.
CISNEROS.
Esperad, alcalde, allí.
¿Nunca?
LUZ.
—Salió?
ESPERANZA.
¡Nunca! ^
(Señalando la puerta del huerto.
CISNEROS.
(.A Luz) Vuestra mano. (Se la besa.) Por allí salió!
T. I.—30.
PASCUAL.
—Aún le quieren?
PASCUAL.
¡Madre de terror me llenas!
¿Vivo? no. ¡Bermudo! (Gritando.) No!... basta ya!
¡Ah, madre, y corriendo está
LUZ.
S a n g r e suya por mis venas!
¡Pascual!
PASCUAL.
V o y . . . ¡No hay tiempo!
(Se oye un grito de agonía.)
P e r o muerto, sí.
ESPERANZA.
ESPERANZA.
Calla! Escucha!
¿Muerto? PASCUAL.
LUZ. Ese gemido
¿Qué dice? ESPERANZA.
ESPERANZA. ¡Es mi vida!
¡Insensato! PASCUAL.
LUZ. Fratricida, fratricida!
¡Piedad! (Se oye rumor de espadas.) (Con voz casi apagada.)
ESPERANZA. ¿Por qué ha cesado esa lucha?
¡El dolor me abrasa! ¡Qué miro!
¡Luis! (Entra primero retrocediendo D. Luis con
LUZ. la espada ensangrentada. Luego Ber-
(A Pascual.) Detenlos! mudo agonizante.)
PASCUAL. ESPERANZA.
FIN.
/
VIOLANTE.
INÉS (dueña.)
G I L GONZÁLEZ DE AVILA.
EL O I D O R DE M É X I C O . ACTO UNICO.
TRISTAN ( e s c u d e r o d e Gil.)
ESCENA PRIMERA.
V I O L A N T E é INES.
VIOLANTE.
¡Qué t r i s t e l a n o c h e l l e g a ,
Inés, qué triste !
\
INES.
Ese anhelo
Calma, Violante.
VIOLANTE.
Al c o n s u e l o
Mi a l m a a f l i g i d a s e n i e g a .
Y o no p u e d o d o m i n a r
Este d r a m a se r e p r e s e n t ó por primer:x vez con extraer- (Baja al proscenio.)
dinario Éxito en el T e a t r o Principal de México, la noche
E s t e dolor infinito;
del 20 de F e b r e r o de 1876.
— 247 —
Ay! Inés, yo necesito Fueras, por cierto, cruel.
1
Llorar no puedo llorar IN1S.
T a n t a s mis lágrimas fueron, Es afan ¿mentiros pude?
Que su raudal agotaron, S VIOLANTE.
Y el consuelo se llevaron Permite, dueña, que dude
Que un momento me trajeron. Siempre que se trata de él.
INES. INES.
Ten más confianza, Violante, Loco amor !
Y así no te desesperes. VIOLANTE.
Paciencia F u e r a locura
VIOLANTE.
Estar, Inés, de otra suerte,
Paciencia quieres? Cuando amenazan de muerte
¿No la he tenido bastante? Este amor que es mi ventura.
¿Cómo calmar mi dolor? A Alonso de Avila hoy
Si de mi mal al exceso, Condenaron
Está Gil González preso
INES.
Y en doble cárcel mi amor.
Y no en vano,
¡Ay, Inés, cuánta mudanza!
Temeis por Gil, que es su hermano,
Todo era ayer alegría
También é l . . . .
Y a g o r a nube sombría
VIOLANTE.
Cubre el sol de mi esperanza!
Temblando estoy!
¿Viste á Tristan? ¿Le contaste
Calla! el oírlo decir
Mi pena?
Me trastorna y me enloquece.
INES.
—Ya lo estás viendo, oscurece
¿No os dije ya?
Y no acaba de venir
VIOLANTE. ;. IL
T r i s t a n . . . . Su negro capuz
Mas él no viene
Tiende la n o c h e . . . . Ya t a r d a
INES.
Y el alma ansiosa le a g u a r d a
Vendrá.
VIOLANTE. INES.
Y bien, ¿qué?
do.)
OIDOR. VIOLANTE.
Y de t r a i d o r e s acusan Sí:
A los m í s e r o s hermanos Sólo él salvarlos pudiera.
Avilas, con c t r o s tres. VIOLANTE.
GIL.
Pues apénas c o n t e s t a r a
Di si la culpa fué mía
Su pregunta impertinente,
O si de tu hermano fué!
Sentí como b r a s a ardiente
Dílo, dílo
Su rudo guante en mi cara!
VIOLANTE.
Nunca se vió i g u a l ejemplo, y
Tú no has sido
No, Violante ¡vive Dios!
Culpable el insulto s u y o . .
Y entre un tumulto, los dos
GIL.
Abandonamos el templo.
Por eso mi amor y el tuyo
Salimos de aquel tropel;
Siempre á la sombra han crecido
Mudo y sombrío partió,
Por eso en hondo misterio
Y mudo y sombrío, yo
Dios nuestras almas ligó,
Crucé cien calles t r a s él.
Y amor en ellas vivió
Detúvose á relucir
En perpetuo cautiverio;
Salieron ambos aceros;
¡Ay! ¡quién jamás pensaría
Allí, como c a b a l l e r o s ,
Que la flor de nuestro amor
E r a preciso m o r i r
Muriera mísera flor!
O matar m i a f a n tirano
Oculta á la luz del día!
Dióme fuerza, ó f u é la suerte
¡Quién creyera, dueño amado,
Di á mi enemigo la muerte;
Que siendo joven, adusto
Era ¡ay, Dios!
Me a r r a n c a r a el hado injusto,
VIOLANTE.
P a r a siempre de tu lado!
¡Era mi hermano! ¡Adiós!
GIL. VIOLANTE.
Sí, tu h e r m a n o ; t e aseguro, ¡Jamás! de tu juez
Violante, que l o i g n o r a b a ; Temo, Gil, á la violencia.
E l rostro se r e c a t a b a GIL.
Al reñir ¡yo te lo juro! J j Conociendo mi inocencia,
Así el rencor e n g e n d r é Me libertarán tal vez.
De tu p a d r e VIOLANTE.
yiOI.ANTE.
No te vayas, Gil-
¡Suerte impía!
GIL.
(Con mucha bondad y con el acento de la (A Violante en la puerta del fondo por
verdad.) donde ésta aparece.)
Cese al fin ese quebranto; Violante, valor!
B a s t a . . . . ¡se a r d e mi cabeza! Nuestro perdón he alcanzado.
¡Hay en vos t a n t a nobleza! VIOLANTE.
VIOLANTE. ¡Ahí
[Que se acerca d Inés.] VIOLANTE.
ESCENA PRIMERA.
S A N T I A G O que a t r a v i e s a el escenario, dirigiéndose
A la v e r j a . L U I S que le sigue.
LUIS.
Eh! Santiago!
SANTIAGO.
(Deteniéndose.)
¿Quién m e l l a m a ?
LUIS.
D e t e n t e , ¡por D i o s ! e s p e r a . . . .
D é j a m e tomar aliento,
Que todo m e he vuelto piernas
E s t e drama se representó por p r i m e r a vez en el Teatro P a r a impedirte, Santiago,
Principal de México, l a noche del 12 de Julio de 1876, E-l t r a s p a s a r e s a v e r j a ,
SANTIAGO.
¿Cómo están tus hijos?
SANTIAGO.
(Que lo ha mirado fijamente.)
Don Luis! Buenos.
LUIS.
LUIS.
El mismo! ¿Cómo está Gertrudis?
SANTIAGO.
SANTIAGO.
Estoy loco! Buena.
LUIS.
Sepa usted que mi mujer
Cada día está más fresca,
Ven á mis b r a z o s . . . .aprieta.
Y pasa sobre los años,
(Lo abrasa.)
Que no pasan sobre ella.
SANTIAGO.
LUÍS.
Siento, señor, que de g u s t o
¡Pobre Gertrudis! No olvido
Me están faltando las fuerzas!
Que tantas noches en vela
LUIS.
Pasó por alimentarme
No hay razón
Con la s a n g r e de sus venas.
SANTIAGO.
¿De nú se h a acordado?
Razón de sobra:
SANTIAGO.
Tras de dos años de ausencia
Mucho:
Recibir á cielo raso
Eternamente se acuerda
De repente una sorpresa.—
Del niño que en otro tiempo
— ¡Digo que sí hay! pues de gozo
Llevó en sus brazos risueña.
No faltan quienes se mueran!—
LUIS.
Corro, corro á dar aviso
¿Y los nietos?
A la señorita
SANTIAGO.
LUIS.
Retozando
(Deteniéndole.) Como demonios en huelga.
Espera De allá vengo
SANTIAGO. LUIS.
Per«, señor Como siempre.
LUIS. SANTIAGO.
Más paciencia. Cuando dan las diez y media,
Ya sabe usted mi costumbre, —Además, soy tan dichoso,
Dejo al hijo y á la nuera Que miedo tengo de verla.
Y paso á paso me vuelvo Hay alegrías tan grandes,
A la casa Hay venturas tan inmensas,
LUIS.
Que en duda de o t r a s mayores
Pues con esa El alma teme perderlas.
Seguridad vine á verte L u e g o su tía es tan tarde
Y logré alcanzarte apénas Y una visita es molesta
P e r o vamos á otro asunto A tal h o r a . . . . acaso duermen
De tal interés SANTIAGO.
SANTIAGO.
(Con mayor sorpresa.)
Pero entre usted, de una v e z . . . . ¿Qué estás diciendo?
LUIS. ¿Teresa en los bailes?
No, de ninguna manera. SANTIAGO.
Vengo en t r a j e de camino (Con candor.)
Con polvo h a s t a la melena ¡Ea!
Y acude á bailes y á fiestas.
¿Y eso qué tiene de malo?
¿Qué p o d r á ser? T a n t a s cosas
¿Qué t i e n e usted, qué le inquieta?
P u e d e n ser, que las ideas,
LUIS.
E n confuso torbellino,
N a d a . . . . nada
Se a g o l p a n en mi cabeza.
SANTIAGO.
Ese cambio inesperado,
(Aparte.)
Y la distancia y la ausencia
P u e s se a s o m b r a
Vamos calma m á s que nunca
Qué tal si yo le dijera !
Necesito de cautela.
LUIS.
No sé por qué siento frío
S a n t i a g o , escucha: deseo
D e n t r o del alma, y r e s u e n a n
H a b l a r hoy mismo con ella
E n mi oído t r i s t e m e n t e
A n ú n c i a l e que h e venido.
Esas notas pasajeras.
(Se oye tocar el piano.)
T a l al oírlas p a r e c e
SANTIAGO.
Que c u a n d o el viento las lleva,
¿No dije? A t o c a r empieza.
Mis ilusiones queridas
LUIS.
Se v a n volando con ellas;
De p r o n t o no se lo digas;
Que un espantoso vacío
Prepárala ántes no espera
Al irse en mi pecho dejan,
Mi l l e g a d a , y
Y en el c o r a z o n a m a n t e
SANTIAGO.
Noche y soledad e t e r n a . (Cesa el piano.)
V o y al punto. — S a n t i a g o le h a b l a sin duda;
LUIS. L a triste a r m o n í a cesa
A n d a , que nadie lo sepa. V a á salir, su dulce a c e n t o
Díle q u e á la v e r j a s a l g a , V o l v e r é á e s c u c h a r al verla,
Y no a b a n d o n e s l a v e r j a ; Y como en días lejanos
P u e s c u a n d o se v a y a , quiero D i s i p a r á j n i s tristezas.
H a b l a r t e un momento.—Vuela.
E S C E N A III.
ESCENA H. LUIS, en la calle. TERESA en la verja.
LUIS. TERESA.
T e r e s a tiene un piano ¡Luis !
LUIS.
LUIS.
¿Y tú qué le decías?
¡Teresa de mi alma! TERESA.
TERESA.
Yo nada, nada.
¿Cuando has llegado? En tu defensa siempre
LUIS. L a voz de mi alma,
Tres horas hace apénas, Quedito, muy quedito
Mi dulce encanto, Mezclaba con tu nombre,
Tres horas sólo Tu amor y el mío.
TERESA. LUIS.
E n recompensa
ESCENA V. De a l g ú n f a v o r , si es que alguno
LUIS y SANTIAGO. T e hice, S a n t i a g o .
SANTIAGO. SANTIAGO.
dad.) ¡Nunca!
LUIS.
Hoy n o . . . . ya es t a r d e . . . . si él l l e g a . . . .
Sella
Es más t e m p r a n o . . . . á las n u e v e . . . .
Tus labios. ¡Oh, b a s t a ! . . . . Un hombre
(Aparte.)
¡Ojalá que no viniera! De oscuridad se r o d e a
LUIS.
En el misterio se encubre.
¿No le conoces? ¿Qué quiere? ¿Qué es io que a n h e l a ? . . .
SANTIAGO.
L a virtud busca la sombra,
Envuelto P e r o de luz se alimenta,
En su ancha capa, no muestra Y si la luz la sorprende
Nunca el altivo semblante. Ni se oculta ni se vela.
LUIS. F u e g o de sol vivifica
¿Luego le has visto? La planta que en noche n e g r a
SANTIAGO. Sufrió el embate violento
L a s cejas De poderosa tormenta.
Sólo, y el adusto ceño Huye el reptil venenoso
De su mirada severa; A la alborada risueña,
Mas con t a n claras señales Y cuando la tarde muere,
Se vé lo que ver no deja. Se a r r a s t r a el vil en la yerba.
LUIS. Goza la astuta serpiente
No le seguiste? La lobreguez de la selva,
SANTIAGO. Y busca, si se ilumina
Señor El hondo lecho de piedra.
(Como avergonzado.) Y hasta el tigre carnicero
LUIS. Huye de la luz, si incendia
(Con mucha intención.) El rojo sol los espacios
Hoy desearía que fueras De la cristalina esfera;
Algún criado vulgar; Y a g u a r d a la noche, a g u a r d a
Alma traidora, dispuesta
Que el cervatillo se duerma, De su infinita ternura;
P a r a hincar la dura g a r r a L a voz armoniosa y pura
En la víctima indefensa De sus labios de coral !
—Retírate ya, Santiago ¿Puede así la hipocresía
SANTIAGO. Con máscara seductora
(Conmovido.) Cubrir la maldad impía?
Protesto á usted que me pesa No sufras más, alma mía.
LUIS. Maldice al destino y llora!
Has cumplido tus deberes. Oigo p a s o s . . . . Pesadumbre
Vete en paz y nada temas. A c a b a . . . . ! ¡Placer renace!
(Vdse Santiago.) (Compone nn cigarrillo.)
—Nada el alma satisface
ESCENA IV. ¿Qué es la vida? — ¡Sufrir!—Me hace
J.UIS. Usted favor de la lumbre?
Fuera á esa casa al instante, (A D. Francisco que viene descuidado y
Y al contemplar los despojos fumando un puro.)
De su pureza, triunfante
Vieran felices mis ojos ESCENA VII.
Palidecer su semblante. DON FRANCISCO y DON LUIS
Tanto el vicio ha de poder, LUIS.
Tanto la inicua maldad, [Reconociéndolo.]
Que así t r a n s f o r m a su sér, ,Tío!
Arcángel que fué beldad FRANCISCO.
En demonio que es mujer. ¡Luis!
Es tanto lo que la quiero, LUIS.
Es mi pasión tan ardiente, [Tira el cigarro.]
Que e n g a ñ a r m e lisonjero Lo he de tirar!
Pudo su rostro hechicero Como á usted no c o n o c í . . . .
¡Fascinadora serpiente! FRANCISCO.
Y aquella tierna dulzura, Cuando saliste de aquí,
La m i r a d a angelical Tú no sabías f u m a r .
- E s e vicio lo adquiriste Que se llama p r o g r e s a r .
En P a r i s . . . . E s fatalidad, desgracia
LUIS. Que nos a r r a s t r a á un abismo
Que usted presuma La hidra del aspirantismo
Francisco. Devora á la democracia.
Ya se vé como ahora f u m a Cáncer que implacable suerte
Todo el mundo Es cosa triste Multiplica y reproduce,
Aquellos tiempos murieron. Y que entre s a n g r e conduce
LUIS. A nuestra patria á la muerte.
¡Siempre en los tiempos pensando! Él, en ocasiones mil,
(Su eterna manía.) Sin combatir una idea,
FRANCISCO. Lanzó en el campo la t e a
¿Cuándo De la discordia civil.
Tan r a r a s cosas se vieron? Y hasta que uno solo mande,
Esa es al cabo costumbre No ha de a c a b a r este empeño.
Familiar Señor! señor! LUIS.
ESCENA VIII.
DON F R A N C I S C O . FIN DEL ACTO PRIMERO.
¡Fatal encuentro! Es preciso
Que un nuevo partido tome!
—Se aleja, s í . . . . s í . . . . se alejft.
ACTO SEGUNDO.
ESCENA I .
TERESA, sola, terminando de adornar un vestido.
¡No ha venido en todo el día!
¡Quién lo pudiera creer!
Si será verdad, ¡Dios mío!
Que no hay en el mundo fé
—Y Luis á pesar de todo
ESCENA II.
TERESA, DOÑA JUANA, en traje de calle v dirigiéndose
á la puerta del fondo.
TERESA.
Sola quedo
TERESA.
JUANA. Puede ser.
Volveré
JUANA.
Pronto, Teresa, ya sabes Secretitos
Que nunca tardo. TERESA.
TERESA.
Es que temo
Muy bien. Equivocarme si á usted
JUANA. L e doy cuenta de un suceso
¿Has terminado el vestido? JUANA.
TERESA. Vamos, dime lo que es,
Sí, é ignoro para qué Y si la razón te asiste,
JUANA. Yo razonable seré.
No c o m p r e n d o . . . . TERESA.
TERESA.
Antes de anoche, señora,
Fui por la segunda vez
Si á los bailes
Al baile, y ni solo un instante
Tía, nunca he de volver,
P a z y ventura gocé.
Claro es que no necesito
Algo veía en los ojos
Esos traj'es
De las que en bello tropel
JUANA.
Gozaban al humillarme
No está bien
Con desdeñosa altivez.
Que eso digas, y es extraño
Al verme, hablaban quedito,
Que el natural i n k tés
Se decían no se qué
De lucir tus r a r a s prendas,
Mal encubiertas palabras.
Al traste al cabo no dé
JUANA.
Con tu carácter, venciendo
Su acostumbrada esquivez. Elogiándote tal vez.
TERESA.
TERESA.
Nunca al elogio acompaña
Tía....
La sonrisa del desdén.
JUANA.
JUANA.
Acaso otro motivo
L a envidia es murmuradora,
Que me ocultas
- 312 —
í"
JUANA.
TERESA.
Sí
No me puedo convencer TERESA.
De que goce en molestarme, Y ¿por qué?
Si tanto me a m a ¿Pues qué tiene eso de malo?
JUANA. JUANA.
Ya ves De malo, no, nada.
Con qué solícito esmero TERESA.
Se interesa por tu bien. Y bien!
El te procuró maestros JUANA.
Que te educasen (Como para salir del paso.)
TERESA. Es que á tu edad, ciertas cosas
Lo sé. No se pueden c o m p r e n d e r . . . .
JUANA. Yo creo que Luis te engaña;
Goza con tus adelantos, Tengo miedo nó sé qué
Y sólo tiene placer Voz misteriosa me dice
TERESA.
TERESA.
Siempre lo mismo!
Es verdad, me quiere mucho;
JUANA.
Negarlo nunca podré.
El deber.
JUANA.
TERESA.
El es el único hombre Tía, hablemos de otra cosa
Que debiera merecer P u e s es inútil que'usted
L a cariñosa] ternura Insista, y á su exigencia
De tu pecho No me es dadorobedecer.
TERESA.
—Voy á g u a r d a r este traje.
¿Sabe usted (Aparte.)
¡Que yo me olvide de él!
Que anoche ha llegado Luis?
(Vase.)
JUANA.
JUANA.
No se lo digas á él. L a fatalidad lo g u í a
TERESA.
Oh Dios! ¿Qué va á suceder
¿A mi tío?
ESCENA III. Que Don Francisco le vea . . .
DOÑAJUANA. (Llaman.)
El, que la ama receloso, Llaman ¡ah! ¿por qué una idea
Cuando sepa estos amores, No me ocurre?
V a á n e g a r l e los favores
Que le brindó c a r i ñ o s o . . . . ESCENA IV.
El que todo se lo ha dado, DOÑA J U A N A Y DON F R A N C I S C O .
P e n s a r á que descuidé FRANCISCO.
Su juventud, y dejé Dios te guarde.
Que un g a l a n enamorado, —Temprano en esta ocasión
T r a s una vana promesa, lie v e n i d o . . . .
Su corazón conquistara. JUANA.
Si como pienso, p e n s a r a ¿Hay qué dudar?
Prudente y cauta Teresa! FIANCISCO.
Yo necesito impedir, E s necesario tomar
Pues tan temerosa estoy, Una determinación.
El que aquí se encuentren hoy, Más tiempo ya no podemos
Por lo que pueda o c u r r i r . . . . Vivir de este modo, Juana,
Y Luis ¿qué es? Un truhán Y de México, m a ñ a n a
Como tantos. ¡Quién creyera Sin falta salir debemos.
Que ausencia tan l a r g a f u e r a
JUANA.
Incentivo de su afan!
¿Salir mañana?
E s verdad que le debí
Un servicio—es caballero;— FRANCISCO.
TERESA. (A Juana.)
Mi tía es un fiel testigo L e ha gustado.
De que estudio Más calma, Juana, más calma;
FRANCISCO. Ella, al fin, ha de quererme.
Bueno, bien: JUANA.
T o c a algo, vamos, y ten Tal creo.
Ménos esquivez conmigo.
FRANCISCO.
Es preciso que me quieras,
El cariño duerme
Teresa, ¿no es cierto? Mucho tiempo dentro el alma:
TERESA. Un día despertará
Sí. Grande y profundo.
FRANCISCO.
JUANA.
P u e s pensando sólo en tí,
Tal pienso.
P a s o las horas enteras.
FRANCISCO.
Vamos, toca.
Y llena de gozo inmenso
JUANA.
A mis brazos volará.
Todavía ¿Qué te parece?
No puede
(A Teresa.)
TERESA.
TERESA.
Ya se lo he dicho.
FRANCISCO.
¡Precioso!
FRANCISCO.
¡Bah! Yo nunca me encapricho;
Ya t o c a r á s otro día. En tu mano lo está más.
TERESA. Si te hago un obsequio?
¿De veras? TERESA.
FRANCISCO. ¡Bah!
Cierto. FRANCISCO.
TERESA.
Siendo mío ese r e g a l o
¡Jamás
TERESA.
Vi un brillante más hermoso!
Con todo, va usted á oír.
(Se lo quiere quitar del dedo.)
JUANA.
FRANCISCO.
Detenerme no esperaba:
No te lo quites del dedo
Cuando usted entró, estaba
Que es de mi cariño prenda.
Disponiéndome á salir.
TERESA.
¿Usted me acompaña?
(Con intención entre maliciosa y Cándida.)
FRANCISCO.
Preciso es que usted entienda
Que de usarlo tengo miedo. Pues
FRANCISCO. Oiré primero, y si acaso
No adivino JUANA.
Con el p o r t e r o E S C E Ñ A X.
Y con la santa mujer DON FRANCISCO y DOÑA JUANA.
Q u e e n t r e cariñosos lazos, FRANCISCO.
LUIS. Resolví
Sí; con ella, Partir mañana, y ahora
O á v e r m e no volverás. ¿Puede m á s que mi albedrío
TERESA. El de usted?
Vamos, Santiago.
LUIS. E S C E N A XI.
Verás DICHOS y LUIS.
B r i l l a r m á s p u r a tu estrella. FRANCISCO.
¡Sobrino!
E S C E N A IX. LUIS.
LUIS. Tío.
C o n o c e r quiero á ese hombre, Muy b u e n a s noches, s e ñ o r a .
Q u i e r o v e r á esa m u j e r ¿Conque e r a usted? Pues, ¡por Dios
Que así se a t r e v e á vender, Que no m e lo i m a g i n é !
FRANCISCO. FRANCISCO.
TERESA.
ESCENA I.
DON FRANCISCO.
¡En vano mi coraron
Angustiado se violenta
En-conjurar la tormenta
De mi extraña situación!
De fortuna en los reveses
Difícil es encontrar
El modo de conciliar
Afecciones é i n t e r e s e s . . . .
(Viendo aparecer á Luis.)
¡Ah! ¡y se atreve á v o l v e r ! . . . ,
¿Qué quiere usted?
- 336 -
TERESA.
ESCENA I.
DON FRANCISCO.
¡En vano mi coraron
Angustiado se violenta
En-conjurar la tormenta
De mi extraña situación!
De fortuna en los reveses
Difícil es encontrar
El modo de conciliar
Afecciones é i n t e r e s e s . . . .
(Viendo aparecer d Luis.)
¡Ah! ¡y se atreve á v o l v e r ! . . . ,
¿Qué quiere usted?
ESCENA II. • No puede ser más tirana
DON FRANCISCO y LUIS. FRANCISCO.
¡Padre!
FRANCISCO.
(Aquí estaba.)
¿Por qué á esta casa viniste?
>
TERESA. Perlas, brillantes, ¡qué exceSo!
Cuando tú á l a mía fuiste, ¡Eso vale una fortuna!
Si no meciste mi cuna,
P a d r e , yo no te esperaba.
¿De qué me sirve todo eso?
FRANCISCO.
¿De qué me sirve? I g n o r a b a s
Díme, qué tu a f a n desea, Que si la suerte abandona
Puesto que así te aventuras. Mas ¿qué tienes? ¡Ah, perdona,
TERESA. Me pareció que llorabas!
Como tú, he venido á oscuras ¿Por qué me amparaste, padre?
Al fin, todo era un capricho.
P a r a que nadie me vea.
Todavía no me has dicho
FRANCISCO.
Cómo se llamó mi madre.
Teresa, ya no resisto. Con ella al punto me iría
TERESA. A gozar su dulce halago:
¿Y puedo yo resistir? Ahora me voy con Santiago;
Nadie me ha visto venir. Dejo á usted, dejo á mi tía.
¿Qué temes, si no me han visto? P o r ella lo siento más,
Yo dejé la casa aquella Que de m a d r e me sirvió;
P a r a no volverla á ver; Mas una herida me abrió
Antes te quise traer Que no ha de cerrar jamás.
Lo que tú llevaste á ella. FRANCISCO.
TERF.SA. (A Teresa.)
El dolor es la otra parte Espera. (Es ella, ¡alma mía!
Que estaba en tu corazon: [Aparte.]
Dolor me llevaste allí, Mi único amor en^el mundo.)
D o l o r te traigo, perdona, JUANA.
(Suplicante.)
ESCENA IX.
Un nombre!
DICHOS, JUANA que sale porun lado y LUIS que sale
por el otro. LUIS.
JUANA.
Ella es mi amor!
JUANA.
[A Francisco.]
¡Es mi hija!
¿Y así la dejas marchar?
T, I - J 5
FRANCISCO.
[Bendito D i o s s o b e r a n o !
¡Teresa, a b r a z a á tu madre!
(A Luis.)
¿Estás satisfecho?
LUIS.
¡Padre,
Déme usté á b e s a r su mano!
GERTRUDIS.
IÑIGO.
D O N JUAN DE BENAVIDES.
JLMENO.
ESCENA PRIMERA.
JIMENO é IÑIGO.
JlMENO.
¡Pregunta r a r a !
Este d r a m a se representó por primera vez en ¡Ay! que si no viera, lo dudara!
México, en el Teatro Arbeu, la noche del 22 de Crece, señor, el fresno, y corpulento
Diciembre de 1878. Extiende en el espacio su ramaje,
Y es orgullo del viento
A la misa os llevaba
Su espléndido follaje. Los días festivos, y los'no festivos;
Sacude cada invierno la ancha copa, Que p a r a buen cristiano os enseñaba.
Marchita su verdura; P o r mi vida, Don Iñigo, pues ¿cómo
Y el soplo aleve de los nortes fríos No acordaros de mí, cuando en el lomo
L e a r r e b a t a su pompa y hermosura. Del troton andaluz os cabalgaba?
Mas vístelo, despues, la primavera Aquel troton de mi señor
Con sus renuevos mil, y en verde manto IÑIGO.
Su desnudez envuelve p a s a j e r a , Me acuerdo.
Y de tan r a r o encanto JIMENO.
Nadie se admira, nadie, y ven las gentes ¿Y cómo no acordaros, si yo ufano
L a eterna sucesión indiferentes Os puse el duro látigo en la mano,
Y es justo, y es muy justo. Cuando de vuestro brío en el esceso
P e r o aquél, que cual yo, partió muy léjos Apénas de las riendas
Y deja, al irse, el delicado arbusto • Pudisteis, niño, soportar el peso!
Vástago t i e r n o . . y v u e l v e . . y ya contempla, ¡Pues digo que hay p a r a acordarse, y digo
Como os contemplo yo, fuerte y robusto, Que me duele en el alma que p a s a r a
El tronco endeble que en cercano día, El tiempo aquel, de mi placer testigo!
Al suelo apénas a r r a i g a d o h a b í a IÑIGO.
—Si de mí os acordais ? Y díme.
IÑIGO. JIMENO.
¡Sí!
Yo os daba
Rosas del campo aromosas, ¡Eran los séres aquellos!
JIMENO.
Y miéntras las b l a n c a s rosas
Vuestra mano deshojaba, E r a n e l l o s . . . .¡Pobres de ellos
Sobre la tumba sombría, Que^no os miraron así!
Por dos séres desdichados IÑIGO.
¿Vos? ESCEXA V.
IÑIGO.
Dichos, J I M E N O v DON GONZALO con su vara de al-
Mañana. calde; D O N J U A Ñ D E B E N A V 1 D E S , por el fondo, G E R .
MENCÍA. T R U D I S , que e n t r a por u n a p u e r t a lateral v los algua-
ciles en el fondo con linternas.
Vos, Iñigo, partir?
IÑIGO. GONZALO.
MENCIA. Me sorprende.
¡Ah! (Aparte.)
SENA VIDES.
Por su semblante se extiende
Señora, Una palidez mortal!
Que Dios os guarde. ¡Ya lo sospechaba yo!
MENCÍA.
(Alto.)
Id con él. Una entrevista
IÑIGO.
BEXAVTDES.
(A Iñigo.) Lo ruego.
Os espero en el cuartel. ¿Me la negáis?
IÑIGO. MENCÍA.
Capitan Os la niego.
(Haciendo un respetuoso saludo de obedien- IÑIGO.
MENCIA. Es en vano.
¿Una entrevista? Pese á mí, que á mi despecho
IÑIGO. Me quitáis h a s t a el derecho
Sí, tal. De que os ame como á hermano.
T. I . - 4 8
IÑIGO. Que yo he soñado un edén.
Ved que adorándoos Llegó el instante y pasó,
MENCÍA. P a s ó también por mi daño,
¡Locura! Todo p a s a y no es extraño
No me habléis más de ese amor. Mas esto no pasa, no.
IÑIGO.
Si supiera que muriendo,
Habrá desdicha mayor! Este martirio a c a b a r a ,
MENCÍA.
Me matara, me m a t a r a
JIMENO.
E s mayor mayor mi desventura!
No sé qué me estáis diciendo!
ESCENA VII. IÑIGO.
IÑIGO solo. Despucs JIMENO. Aun muerto la a d o r a r í a
¿Qué me pasa qué tormentos Como hoy la adoro, está escrito;
Son estos desconocidos? Libre el alma en lo infinito
¿En dónde están mis sentidos? Con su pasión lucharía.
¿En dónde mis p e n s a m i e n t o s ? . . . . Siempre, siempre, en ese cielo
¿Por qué el dolor de esta suerte Donde va la esencia pura
Me está robando la calma? De la flor, cuya hermosura
Si esta es la muerte del alma, Rodó, m a r c h i t a en el suelo!
¡Qué espantosa es esta muerte! Donde vá cuando perece,
¿Por qué duras, agonía, D e la nota la armonía,
Y tu arpón así me clavas? Donde vá la luz del día
A c a b a . . . . ¿por qué no a c a b a s Cada día que anochece.
Tan b á r b a r a tiranía! Todo pasa de la airada
(Aparece Jimeno, con linterna.) Tempestad al ronco trueno,
Jimeno acércate, ven. ¡Ay! todo pasa,Jimeno,
P e r o fin no tiene nada.
ESCENA VIII.
(.Movimiento de Jimeno como para pregun-
Dicho y JIMENO.
tar algo.)
IÑIGO.
—Oh! no preguntes jamás
Llegó el instante temido,
Qué tengo, á tu amor invoco,
Mas ¡ay! que tú no has sabido
¿Xo estás viendo que estoy -loco?
MENCÍA.
¡Xo pretendas saber más!
Pronto, pronto; al balcón ve, dueña mía,
JIMEÑO.
Y de la niebla densa entre lo oscuro
Está bien. ¿Vais á salir?
A g u a r d a ansiosa á que traspase el muro
IÑIGO.
Su sombra idolatrada.
Salir, a u n q u e no quisiera,
¡ A y! ¡resistir á mi ansiedad no puedo!
Pues Benavides me espera
GERTRUDIS.
Y es fuerza el deber cumplir.
(Enel balcón)
JIMEXO.
Aun no, no se vé n a d a .
¿Aguardo en vuestro aposento
.Mientras volvéis? ¡Temblando, como siempre, estoy de miedo!
¡Si ese perro Ginés, junto á la puerta
IÑIGO.
Lo siento, sí, D o n Juan, lo siento todo; (Aparte.) ¡En donde está la muerte!
Pero ¡te vas! ¿Por qué cuando te llamo,
BENAVIDES.
Xo acudes, muerte airada, á mi reclamo?
fDespues de vacilar un momento.] MEXCÍA.
¿Por qué a g i t a
M ENCÍA.
¡Ah! no. Al pecho este pavor? Otra vez llaman.
(Tocan.)
BENAVIDES.
GERTRUDIS.
¿Por qué lo dudas?
Así llama á la puerta
MENCÍA. Vuestro padre.
No es cierto, n o lo creo; MENCÍA.
En tu mirada, á mi pesar, lo leo. El será.
BF.NAVIDES. GERTRUDIS.
ESCENA I.
JIMENO [alumbrando.]—DON GONZALO, entrando
JIMENO.
Pasad, señor.
GONZALO.
¿Todavía
No te r e c o g e s , Jimeno?
JIMENO.
Os e s p e r a b a , señor.
GOMZAI.O.
¿Hay tal?
JIMENO.
JIMENO.
¿Te a c u e r d a s de ella, Jimeno?
Lo creo. — ¿Y qué me dices de Iñigo?
GONZALO.
P u e s ¿no h a sido mi embeleso
Pero el espíritu sí, Verlo c r e c e r ? . . . . P o r mi vida,
Sí, que ha s u f r i d o . . . . lo siento Que es a r r o g a n t e el mancebo.
D e s f a l l e c e r . . . . me parece —Dime, dímc, ¿qué le falta
Que a l g o en mi pecho se ha muerto. P a r a ser un caballero,
¿Quién es el que entra en mi casa Y de la r a n c i a nobleza,
B a j o el profundo silencio Tipo del honor y ejemplo?
De la noche, entre las sombras, Es s e g u r o que me ama
Por los tapiales del huerto? Como un h i j o .
JIMENO.
¿Quién?... ¿Qué quiere? ¡Iras del cielo!
—Si tú supieras que he sido Ya lo creo.
GONZALO. Y bien, y bien: mi morada
Y por mi vida daría E r a un paraíso, es cierto,
Su vida, también es cierto, Y aun es poco; mas con esta
Como por mi dio su vida Ocurrencia, estoy suspenso,
En aquel lance tremendo Estoy desasosegado,
Su padre, su honrado padre. Inquieto, Jimeno, inquieto.
¡Ay! ¡olvidarle no puedo! Me p a r e c e que esta noche
¡Horrible lance! Parece En mis ojos no h a b r á sueño,
Que fué ayer, que le estoy viendo. Y maldiciendo al destino
JIMENO. He de p a s a r l a despierto.
¡Dios en su gloria le tenga! JIMENO.
Es s e g u r o , y soy un necio
En s u p o n e r . . . . ¡Dios ine libre ESCENA III.
Jimeno, de suponerlo! JIMENO y GERTRUDIS.
Me he de quitar esta idea, GERTRUDIS.
Me la he de quitar, pues esto ¿Quién llama? ¡V'irgea María!
Es horrible! A d o r m i r . . . . vamos. [Abriendo la puerta.]
¡Si no es más que un devaneo! JIMENO.
Busque el espíritu calma ¡Ah! cualquiera creería
E n t r e los brazos del sueño Que tienes delante á un brujo.
Hasta mañana. Tal es tu espanto.
GERTRUDIS.
JIMENO.
Señor, Sí tal.
Que halléis descanso en el lecho. JIMENO.
Pues me admira
ESCENA II. Mas me azora
JIMENO, solo. Que consei ves á esta hora
Calme sus melancolías, El tocado y el brial.
GERTRUDIS.
Mientras con Gertrudis hablo;
Que en seno inocente, el diablo L l a m a b a en mi auxilio al sueño.
JIMENO.
Se e s c o n d e todos los días.
Ella h a de saberlo todo: No es verdad.
GERTRUDIS.
Vi su palidez, la vi
Anoche, al salir de a q u í . . . . Verdad te digo.
JIMENO.
(Se acerca d la puerta de la habitación d
Ya tú sabes que conmigo
Metida y llama.)
No se j u e g a .
A d o r m i r no me acomodo
GERTRUDIS.
Si e x t r a ñ a duda me hierve
¡Raro empeño!
En el cerebro. Oigo r u i d o . . . . . .
JIMEXO. JIMEXO.
(
GERTRUDIS.
Que, rendida á sus sollozos,
No, no h a b r á modo
Me doblegara á su anhelo.
De que lo diga, es en balde.
¡Cómo gemía la triste!
JIMENO.
¡Xo h a y en el mundo, no existe
¿Que nó? P u e s bien, el alcalde,
Quien s u f r a tal desconsuelo!
Mi señor, lo s a b r á todo.
¡Cuánto penó por el hombre
GERTRUDIS.
Que le a r r e b a t a la calma!
Jimeno ¡por compasion!
¡Todas las noches, del alma
Debí de morir aquí
Le a r r a n c ó el sueño su nombre!
Primero ¡torpe de mí!
Y tú á reprocharme vienes
Que h a c e r t e esta confesion.
Mi cariño y mi ternura!
JIMENO.
E s a hoja que en tu cintura
¿Y he de ser, ¡por Belcebú!
Colgada, Jimeno, tienes,
—Antes c o r t a r a mi lengua—
Clava en mi pecho: menor
De su honra y su nombre en mengua,
S e r á mi pena al sentirla,
""Encubridor como tú?
Que la que tuve al oiría
V e t e . . . . ya te puedes i r . . . .
Contándome de su amor,
GERTRUDIS.
Cuando ayuda me pedía
No, Jimeno
P a r a hablar á su placer
JIMENO.
Al caballero.
B a s t a ya.
JIMENO.
Todo hoy mismo lo sabrá
Saber ¡Si nunca supe mentir!
Quiero su nombre. —¿Y ese hombre se fue?
GERTRUDIS. GERTRUDIS.
Sería Se fué.
F a l t a r á mi juramento JIMENO.
Si indiscreta lo dijera; Mas ¿por dónde?
Que no te lo descubriera
GERTRUDIS.
Ni en el potro del tormento.
Es muy sencillo.
JIMENO.
T. L -
¡Gertrúdis!
ira
TIMENO.
JIMEXO.
¡Ah!—Dejé'abierto el portillo
Por allí Así me hizo Dios, de roca, [Se va Gertrudis.]
De roca p a r a cumplir
1
GERTRUDIS.
tl i! §
[Vdse, cerrando la puerta por la derecha,
GERTRUDIS.
despues de haber cerrado con llave la
Y si ella se ha de e m p e ñ a r . . . .
í «k
puerta del fondo.)
JIMEXO.
Inútilmente; yo sé
ESCENA IV.
Que no, que no cederá.
• i' MENCIA, G E R T R U D I S , [esta se detiene.en l a p u e r t a
GERTRUDIS. como qnien espía desconfiada ]
Si r u e g a . GERTRUDIS.
; i 1
I
JIMENO. ¡ N a d i e ! . . . . Jimeno se ha ido;
Inútil rogar. Todo está solo, señora,
GERTRUDIS. Y es avanzada la hora.
¡
MEXCÍA.
[Dice los dos versos que siguen, mirando
desconsolada y suplicante á Jimeno que [Señalándola.]
mueve la cabeza en sentido negativo.] L a e s c a l a . . . .no h a g a s r u i d o . . . .
it Pónla pónla.
H#¡ri ¿Y si al corazon te toca?
GERTRUDIS.
P i ¿Si aquí volvemos las dos?
Si pudiera
JIMEXO.
No volver, mejor sería.
No.
MENCÍA.
I
GERTRUDIS. No te inquiete el ansia mía;
De r o c a te hizo Dios. (Yéndose.) La pondrás por vez postrera,
Todo, todo se acabó.
[Pausa.] Y ¡sin e m b a r g o me matas! [Aparte]
El amor es imposible ¿Cómo te he de aborrecer,
P a r a e n t r a m b o s . . . .y ¡es horrible Cuando aquí sintiendo estoy
Lo que estoy sintiendo yo! Mis desengaños de hoy,
GERTRUDIS.
Mis ilusiones de ayer?
(Asegurando la escala.) (Con resolución forzada.)
Ya está, señora. ¡Será preciso olvidar!
MENCÍA. BENAVIDES.
Señora
ESCENA VI.
MENCÍA.
MENCIA y GERTRUDIS. No volverá
MENCÍA. A encontrarse en mi camino:
¿Qué d i j o ? . . . .¿No es ilusión? Lo quiere el poder divino,
¿Qué dijo, V i r g e n c l e m e n t e ! . . Que es incontrastable. (Se oye un tiro.)
¿O fué el eco solamente MENCÍA Y GERTRÚDIS.
De mi propio corazon, ¡Ah!
El ay de mi sufrimiento,
MENCÍA.
El g r i t o de mi congoja?
¿Escuchaste? ¡Por favor!
¡Fatal p a l a b r a que a r r o j a
GERTRUDIS.
A mi oído el pensamiento!
¡Temblando estoy no respiro!
—La e t e r n i d a d ! . . . .¡Oh Dios mío!
(Con inmenso dolor.) MENCÍA.
MENCÍA.
Por el joyel del s o m b r e r o . . . . . .
Tened piedad Yo la imploro. •
¡Infamia! ¡Condenación!
Hace un instante decía
¡Benavides!
Mi padre, al salir de aquí,
MENCÍA.
Que le a g u a r d a r a No quiero
i
¡Ay de mí!
Ver aquel rostro severo
IÑIGO.
Otra vez como le vi
¿Sabéis su secreto?
Oigo pasos Vos me amais
MENCÍA.
Vos, Iñigo, lo dijisteis
Sí. (Pausa.)
IÑIGO.
Iñigo, perdón! perdón!
¡Qué hermosa'
H a s t a hoy no lo supe.
MENCÍA.
IÑIGO.
Si no mentisteis,
fi ¡Oh cielo!
A s a c a r m e de aquí vais.
Que el rayo de tu ira vibre!
Mi padre lo sabe todo:
O Don Juan, Mencia, no es libre.
Lo adivino, lo comprendo
i MENCÍA.
Sus pasos estoy oyendo
A h o r a lo supo mi anhelo.
IÑIGO.
¡Me a m a b a !
Ya no hay modo.
¡' E IÑIGO.
MENCÍA.
¡Maldito amor!
if ¡Ya no hay modo!
! MI MENCÍA.
(Iñigo entra precipitadamente en la
¡Ah! Mi padre ha de venir.
tacion de Don Gonzalo; éste y Ji
Vos no le podéis decir aparecen por la puerta del fondo.)
Mi a m a r g u r a y mi dolor
¡Salvadme vos! ESCENA X.
IÑIGO.
Dichos, D. GONZALO y JIMENO.
¿Yo, Mencia?
GONZALO.
MENCÍA.
ti- (A Jimeno.)
Vos que me amais
¿Dónde está, dónde está? Déjame solo;
IÑIGO.
Vete, Jimeno, y el altar prepara.
(Aparte.) Sí, la adoro.
Alzarse altiva y fuerte;
(Vase Jimeno.)
Que es el honor de suerte
Allí está! ¡Voy á verla cara á cara!
Que sólo de virtudes se corona?
¡Voy á leer en su semblante el dolo!
¡Y tú te recatabas! Tú ocultaste
Vete, Gertrudis.
Traidora tus amores,
(Cierra la puerta por donde sale Gertrudis.)
Y pérfida, al abismo me lanzaste
¡Ella! Y no se atreve
De dudas y de horrores!
A volver la mirada ¡Ella! ¡Ella!
¿En qué tu mente atribulada piensa?
¡La hija de mi amor, mi luz, mi estrella,
¡Si ante el horrible a g r a v i o
Dulce recreo de mi vida breve!
Enmudece tu labio
Todas las furias que durmiendo habitan
Y espira en tu g a r g a n t a la defensa!
En el humano corazon—estrecho,
MENCÍA.
Cuando al a m a g o del dolor se agitan—
¡Misericordia, padre padre mío!
Bramando están despiertas en mi pecho.
GONZALO.
Mírame y vuelve la mirada en torno;
¡Téngala Dios de mí!—Y de Jimeno
Suba á tu faz la llama del bochorno.
Dudaba yo!—¡Y de ella la puréza,
¿Qué miras, di, qué miras, desdichada?
Como el aroma de los blancos lirios,
Los severos trasuntos •
Trastornó mi cabeza!
De tus antepasados; todos juntos
Ardiendo en este instante están los cirios
Clavando están, Mencía, su mirada
De mi capilla; en el altar te a g u a r d a
En tu pálida faz desencajada;
El perdón del Señor ¡Habla, Mencía,
En tí, que los deshonras;
¿Por qué tu labio tarda?
En tí, en donde miran
¿No ves la angustia mía?
L a flor de su progenie vinculada;
MENCÍA.
En tí, en donde están todas sus honras.
Mudos p r e g u n t a n ya por tu pureza; M atadme.
GONZALO.
Tiemblan al ver que su blasón se g a s t a .
¿No sabes, di, no sabes que no b a s t a ¿Que te mate?
Guardar en pergaminos la nobleza; ¿Que tu vida arrebate?
Que son los nobles hechos Sí, sí, te mataré.
Los que escriben honor en nuestros pechos; {Lleva la mano al puñal.)
Que es g a l a r d ó n del alma que ambiciona Sí, tú lo q u i e r e s . . . . . .
Bien; pues l a muerte al deshonor prefieres. Con poderoso brío,
Y no, no daré tiempo Al rudo choque del acero mío.
A que el dolor anude con su lazo Lloviendo estaba En el combate fiero
Mi v e n g a t i v o brazo Hundí en el fango la insegura planta
Yo moriré despues. A t i e r r a vine, á tierra, y el acero
MENCÍA.
Sentí de mi contrario en la g a r g a n t a .
No, padre, calla: ¡Que allí me rematase á Dios pluguiera
Así el dolor te ofusca! Y en este horrible instante no te viera!
GONZALO. Mas Galíndez llegó, tomó mi espada,
Dime su nombre y partiré en su busca. Y azotando con ella, valeroso,
MENCÍA. L a faz de mi enemigo victorioso,
J a m á s podré decirlo ¡Oh, qué batalla! Huyó de mí la muerte contrariada.
GONZALO.
«Aparta,» exclamo yo, «sí, por mi nombre!»
Defendiendo su honor, murió Galíndez, «No, no,» gritó Galíndez, «este hombre
Mi valiente escudero. R o n d a b a por mi Inés.» ¡Ay! Inés era
Galíndez no era hidalgo, era pechero L a joven madre de Iñigo, la esposa
¿Y no h e de morir yo, ¡por vida mía! Del valiente escudero. «Yo peleo,
Yo que soy caballero? Continuó denodado
Galíndez e r a el padre P o r mi honor, y por él pelear exijo.»
De Iñigo sí, tal su padre era. Eso dijo Galíndez, y lo dijo
(Movimientos de Iñigo.) Cuando rodaba al suelo, traspasado
Aún tu s a n t a madre El corazon magnánimo, sin vida,
En el mundo vivía Brotando s a n g r e la anchurosa h e r i d a . . . .
R o n d a b a un hombre por mi calle, y fiero, Mas yo vengué suhonor, y de tal suerte
Como serpiente venenosa, a r t e r a , Que al rondador infame di la muerte.
L a horrible duda de mi honor perdido Pronto, como él, reposaremos juntos
Se aposentó en mi pecho (Pausa.)
En cólera deshecho, Si yo vivir pudiera un solo instante
Sobre el vil rondador, en noche oscura Despues de muerta tú, yo le daría
Con m a n o airada me arrojé violento: Muerte también á tu villano amante
Su espada silbó al viento ¡Oh! Iñigo lo h a r á . . . . lo h a r á Mencía,
T. 1,-5?,
\
¡Si es tu p r o g e n i e villana,
Y su valiente mano
S a n g r e vil h a y en tus venas!
E m p a p a r á en la s a n g r e del villano
M u e r e . . . . muere pero no,
Que ofensa"tal á mi blasón ha hecho.
A tí, Señor, me dirijo
Mas m u e r e ya. ( L a n z á n d o s e sobre ella.)
Si es de Galíndez el hijo,
MENCÍA.
Y Galíndez me salvó!
(Cayendo de rodillas.)
¡Basta! ¡Villano! ¡Villano!
¡Piedad! ¡Oh, madre mía!
(Se acerca d la mesa, bajando la cabeza co-
IÑIGO.
mo agobiado por el dolor, mientras Men-
(Saliendo y deteniendo el brazo á Don Gon-
cia dice\)
zalo.)
MENCÍA.
Señor, señor, clavádmelo en el pecho.
¡Noble, noble! Me salvásteis. (A Iñigo.)
GONZALO.
m e has Ved lo que h a c é i s . . . .
¡Iñigo! ¿Y escuchado?
IÑIGO.
¡Por dónde entraste, por dónde?
Vos ¿dudáis?
IÑIGO.
MENCÍA.
¡Señor !
¡Nunca! Yo os daré mi mano.
GONZALO.
(Aparece Jimeno por la puerta del fondo.)
Responde, responde.
GONZALO.
IÑIGO.
(Como desesperado.)
Por ese balcón he entrado,
¡Venganza, v e n g a n z a fiera!
Como o t r a s veces entré,
¡Ay, J i m e n o . . . Yo matar? (Arroja el puñal).
Como o t r a s mil á deshora.
I d o s . . . i d o s . . . al a l t a r . . . (A Metida é Iñigo.)
GONZALO. El sacerdote os espera!
¡Planta vil, planta traidora
Que en mi mismo h o g a r sembré!
Ante la inicua traición FIN D E L ACTO SEGUNDO.
Todo mi encono despierta
De día, por esa puerta,
De noche, por el b a l c ó n ! . . . .
¡Infamia! ¡Infamia! ¡Si apénas
E s c r e í b l e . . . . ¡Ley tirana!
ACTO TERCERO.
L a misma decoración.
E S C E N A I.
JIMENO y G E R T R Ü D I S .
J1MENO.
¿Conque no e r a Don Iñigo?
GERTRUDIS.
Te digo
Que no era él, Jimeno, que sus ansias
E r a n por otro c o r a z o n . . . . que sufre,
Que ha perdido por siempre la esperanza;
No entiendo de estas c o s a s . . . . pero creo
Que el hijo de Galíndez l a idolatra.
¡El hijo de Galíndez! ¡Quién creyera
Que algún día su esposa la llamara!
JIMENO.
Que contenga el torrente de sus lágrimas. Horrible y cruel vacilación! ¿La viste?
«¡Noble, qué noble!» murmurando siempre, Trémula e s t a b a en el altar, Jimeno:
«Merece ser feliz,» repite y calla, Su mano pura, sin color, de nieve,
Y yo comprendo su ansiedad, su lucha Pálido el rostro como nunca bello.
¡Qué desgracia, Jimeno, qué d e s g r a c i a ! . . . . No hizo falta á su f r e n t e la corona
Ni á su gentil g a r g a n t a y alto seno
Voy á su lado.
L a mágica envoltura peregrina
JIMENO.
De la pompa nupcial y el blanco velo;
Ve. Que mi amor, como nube vaporosa,
Envolvía su nítido cabello,
GERTRUDIS.
Y enajenado el corazon golpeaba
D e algo le sirve
En tumultuoso palpitar mi pecho.
Escuchar en silencio mis palabras. ¡Cómo s o ñ a b a de ventura loco,
(Hace ademan de retirarse y aparece Iñigo. P u e s era aquella realidad un sueño!
Al verlo, exclama:) Soñaba que de a m o r embebecida
¡Ay! ¡Don Iñigo! E n mí clavaba su mirar sereno,
El sol de su pupila iluminando
De nuestra dicha el anchuroso cielo.
ESCENA n . ¡Qué horrible despertar! Ah! Don Gonzalo,
Dichos é IÑIGO por el fondo. Tú no le viste, no, mi buen Jimeno,
Cuando con firme mano el hierro agudo,
IÑIGO.
Templado en ira amenazó su p e c h o . . . .
Tente. (Aparte.) Yo quisiera Ella estaba á sus p i e s . . . . un solo instante
Hablar con ella. (Alto.) Escucha, no te vayas; Que vacilara yo, sólo un momento, .
Yo quiero h a b l a r á tu señora dile....
Y bañado en su s a n g r e generosa,
Que aquí la a g u a r d o No, no digas nada:
R o d a r a su cadáver por el suelo
Vete, y consuela su a m a r g u r a , en tanto
Ella todo lo vió la justa saña
Quesufiero'dolor el cielo calma.
Temió d e f p a d r e , y de pavor inmenso
(Vase Gertrudis.)
T r a n s i d a . . . l o c a . . . . contempló callada (Sale Mencia y oye.)
R e v e r b e r a r la antorcha de himeneo. Echó de menos, con ser
JIMENO. Víctima de horrible suerte,
Y bien A los que airada la muerte
IÑIGO. Le a r r e b a t a r a al n a c e r .
Ya es mía, y en eterno lazo Pregúntele á su conciencia
A mí la unió la bendición del cielo; El que, si humilde ha nacido,
Mas hondo entre los dos hay un sepulcro Entre nobles ha podido
Que es preciso cerrar, y aún está abierto. Enaltecer su existencia,
Si no es de g e n t e s livianas
ESCENA IV. Y de envilecida gente,
Llenar de lodo una frente
D I C H O S , DON GONZALO y M E N C I A ,
cuando lo indique el diálogo. Que se corona de canas.
GONZALO. IÑIGO.
Ijt
BENAVIDES.
IÑIGO. Tal vez importuno llego
(Aparte.) En mala h o r a aquí.
i I I " "i
m ¡Tanto ultraje! ¡Tal baldón! GONZALO.
Y ¿eres tú mi corazon Callad
Este que siento latir?
¿Importuno? No, en verdad;
GONZALO.
E n mala hora, no lo niego;
Inmóvil, tras t a n t a mengua, Que son perpetuas las lides
Ni á alzar la vista se atreve: Del pecho de los mortales,
Despues de la infamia debe Y hay horas que s o n fatales,
Petrificarse la lengua Y esta es una, Benavides
¡Y no responde! y así Mas si un asunto traéis
S o p o r t a su liviandad! Que á vos ó á mí me interese,
(Se le acerca Mencia.) Decidme qué asunto es ese
¡Ah! ¡Mencia! Que al decirlo me honrareis.
^
T
— 433 -
BENAVIDES. GONZALO.
Basta. Es imposible.
BENA V I D E S . MENCÍA.
Gracias.
MENCÍA.
Me quedo en el mundo;
I N D I C E.
PÁGINAS.