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23/4/2019 Ariel Gravano - Antropología de lo barrial - Estudios sobre producción simbólica de la vida urbana

El barrio en la historia

Desde el prisma heurístico de la Modernidad, de la mano de


lo urbano
¿Cuándo aparece e! barrio en la historia? ¿Por qué? ¿Cómo fueron los ba-
rrios en las distintas épocas? ¿Qué significaciones se les dieron en cada uno
de esos momentos? Vamos a responder a estos interrogantes no por la bús-
queda del mero pasado, sino desde nuestra problematización del presente
como relación histórica, de modo de observar las condiciones en que se nece-
sitaron referenciar relaciones espaciales, de identidad social y representación
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simbólica en el espacio barrial de cada época . No es posible hallar referen-
cias a barrio más que asociadas al fenómeno urbano, en ios asentamientos
que son definidos como ciudades, tanto las grandes (cities)como las peque-
ñas (towns)3i: como una parte de una aglomeración urbana ("unade las partes en
Espasa-Calpe,
que se dividen los pueblos grandes o sus distintos grupos de casas";
1936). Será importante observar cuál podrá ser el criterio de esa participación de
la ciudad. Deberemos obligadamente, entonces, seguir el derrotero de esos
"pueblos grandes", equivalente al proceso de surgimiento, desarrollo y
consolidación del fenómeno urbano. Una triple coincidencia justifica nuestro
primer subtítulo; en primer lugar, la constatación de que la misma categoría
de lo urbano denota como su opuesto a todo lo previo a su propia existencia;
segundo, la evidencia de tal categorización como propia y resultado del
paradigma de la Modernidad en uno de sus aspectos más específicos; por
último, el hecho de la adscripción lógica de todos los historiadores de lo
urbano a tal perspectiva moderna y, en consecuencia, conformando la totali-
dad de las fuentes a nuestra disposición para reconstruir no la historia de los
barrios sino los barrios en la historia.
Tanto para lo que Gordon Chiide llamó "revolución urbana" y Lewis Mumford
"implosión", y coincidentemente con la caracterización de los modos de pro-
Un estudio de lo barrial a través de etapas pretéritas será posible sólo de dos
modos: rastreando en la documentación bruta, sobre la base de una determinada y
previa definición de barrio, o apelando a la obra de los historiadores y a su propia
utilización de ese término. Ambas alternativas tienen en común que no podemos ir a
indagar directamente a los actores protagonistas de cada momento acerca de sus
propios barrios y sus representaciones de ellos. La primera opción queda excluida de
nuestras propias fuerzas. Y la segunda nos impone irremediablemente encontrarnos,
en primer lugar, con las nociones de barrio de esos historiadores.
Incluso los llamados "clanes-barrio" de China son particiones en unidades ciánicas
de centros urbanos, no rurales (Johnson, 1968: 216).

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ducción antiguo y asiático, el surgimiento de lo urbano se da como resultado
de la existencia de un excedente de alimentos, capaz de lograr la reproduc-
ción de una considerable cantidad de trabajadores y artesanos, base de la
construcción de las grandes obras arquitectónicas que componían esos cen-
tros urbanos (Childe, 1973: 174-179). La constatación de las relaciones de clase
es clave: Yarevolución urbana fue un acontecimiento liberador
[...] y constituyó la
condición previa pars todo futuro progreso de la ciencia y de la tecnología, creando
en el terreno económico la primera acumulación de capital necesario para una
explotación más completa de los recursos naturales de la tierra y, por lo tanto, para
la emancipación del hombre de su dependencia parasitaria de un medio no
humano,[Pero] la revolución urbana creó tanta pobreza como prosperidad; el
capital requerido, fue acumulado gracias a los ahorros obligatorios de las masas,, lo
cual es sólo un eufemismo para expresar la explotación de las masas" (Childe,
1968:90-91). ¿Dónde residirían estas masas? ¿Compartirían la totalidad del
espacio urbano naciente? ¿En qué partes de estos diversos tipos de ciudades
las podremos encontrar?

El barrio y el mundo del trabajo de los vivos


Mumford hace hincapié en que "el primer germen de ciudad está en el lugar
ritual de reunión que sirve como meta del peregrinaje"
(Mumford, 1966: 17), razón
por la cual sitúa a la"ciudad de los muertos"como predecesora de la ciudad de
los vivos (ibid.: 13). El eje del proceso productivo tiene importancia en el
relevamiento de diferenciaciones dentro de estos centros urbanos. Es difícil
mostrar en forma plena la "historia interna" de las ciudades (Martindale, 1984:
16), que dé cuenta de otras partes más que los centros ceremoniales, los tem-
plos y predios deportivo-rituales u otras entidades arquitectónicas por el estilo,
No obstante, en ocasiones, se distinguen unidades interiores a las grandes
urbes antiguas, como es el caso de las "ciudadelas"amuralladas de la ciudad de
Chan Chan, del reino Chimú, en la costa norte de Perú (Rodríguez Suy Suy,
1968). También encontramos la asociación entre la cuatripartición del Cuzco
incaico en los conocidoss uyos, y los barrios de la ciudad actual (Zuidema
1968:46). Y ya sea en las ciudades-Estado como en las ciudades menores,
propias de los cacicazgos americanos, en todos los casos encontramos la hete-
rogeneidad o la diferenciación social. Pero los especialistas se han hecho cargo
en mayor medida de la descripción de las grandes obras monumentales, sobre
todo de la funebria principesca de ias ciudades, en desmedro de las viviendas
del grueso de la población. Al respecto, la hipótesis de la arqueóloga Bárbara
Price nos dice, en relación con los citados cacicazgos, "noquees el tratamiento
diferencial en cuanto a la muerte lo que distingue a la jerarquización de la estratifi-
cación [social]. Másbien puede verse la expresión material de la estratificación
social en la disposición de la vivienda de los vivos. La muerte de un cacique es un
acontecimiento público y su sociedad le ofrece un montículo funerario elaborado y
costoso. Sin embargo, mientras vive, su casa no es necesariamente más amplia ni
se halla más artísticamente decorada o construida con materiales distintos de los
usados por sus seguidores" (Price, 1975: 69). Pone Price el acento en que es la

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contradicción entre "e/ capital y el trabajo"(ibid.) la verdadera causa de la dife-
renciación social, tanto en los casos de desarrollo urbano de cacicazgos cuanto
de los estados, y allí donde esta estratificación se verifica es posible hallar,
como indicador efectivo, la diferenciación en la calidad y el tamaño de las vivien-
das (por ejemplo, una "vivienda para élites"),no en los monumentos funerarios
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ni en los edificios cívicos (ibid.: 70) . Se apoya sn la evidencia arqueológica
sobre procesos de destrucción de esas sociedades urbanas tempranas autó-
nomas —y con una menor diferenciación social— por parte de los grandes impe-
rios de regadío, que sólo lograban volver a "integrar" nuevamente a esos pue-
blos por medio de las nuevas religiones urbanas (Martindale, 1984: 16-17).
En efecto, "enlas primeras ciudades, los barrios se alzaban sobre los territo-
rios ocupados por las tribus que se habían asociado y confederado para formar la
ciudad"(Ledrut, 1976: 118). Y la vivienda se convierte en un indicador firme de
la diferenciación social. En Teotihuacán, cuenta Millón, "la concentración de los
restos de distintos tipos en zonas bien definidas hace pensar que grupos artesanales
tales como los alfareros o los tallistas de la piedra y la obsidiana tendían a vivir
juntos en sus propios barrios" (Millón, 1979: 98). Sjoberg señala la residencia
de la clase dominante en el centro de la ciudad primitiva, de esta manera
protegida y prestigiada a la vez, mientras "más alejadas del centro se encontra-
ban las casas y talleres de los artesanos —aibañiles, carpinteros, herreros, joye-
ros, alfareros—[...]- l-os diversos grupos artesanos, algunos de los cuales pudie-
ron haber pertenecido
establecerse en barriosen un principio
o calles a minorías
especiales. étnicas específicas,
Esta conducta se ha dado tendían a
de forma
característica en las ciudades preindustriales de todas las culturas, desde los tiem
pos más primitivos hasta nuestros días" (Sjoberg, op.cit.: 22). Los barrios apa-
recen, entonces, como ámbitos de residencia del pueblo trabajador; pero,
¿en qué relaciones respecto a lo urbano y con qué valoraciones?

La paradoja de ser una muestra pre-urbana


Es notable que estos prehistoriadores no sólo señalan la existencia de
barrios en las ciudades de este momento inicial, sino que aprovechan para
discurrir sobre el valor que este tipo de asentamiento podía tener para la
integración de estas sociedades: "Una disposición de este tipo, en la que los
ocupantes de las viviendas estuviesen unidos por una trama de intereses y
actividades comunes, habría sin duda fomentado la estabilidad [...].
social
Si los
grupos con intereses comunes vivieran no sólo en el mismo edificio, sino, tam-
bién en el mismo barrio, el problema del gobierno de la ciudad se habría simplifi-
cado notablemente. Una organización así de grupos podría haber constituido un
nivel intermedio entre el individuo y el Estado. Los lazos de cooperación, de com-
petencia o incluso de enfrentamiento entre los habitantes de los distintos ba-

El punto de vista más clásico no contradice esta hipótesis:


"La mayor parte de las construcciones
edificadas sobre infraestructuras bajas y en pequeñas dimensiones han desaparecido por
completo, a! haber sido realizadas con materiales perecederos; se sabe que muchas de
ellas tenían una función residencial"(Hammond, 1979: 79).

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rrios podrían haber creado un tipo de estructura social de gran cohesión interna"
(Millón, ibid.). Visión que enmarca teóricamente el papel social del barrio desde
tempranas épocas y cuya base serla considerarlo como una especie de puente
entre el mundo de la aldea pre-urbana y el de la ciudad ya constituida, razón por la
cual "los habitantes de las ciudades [antiguas], algunos de los cuales
permanecen en ciertos barrios de tipo aldea, dentro de las propias ciudades, dan
señales de revivir las raíces de la propia aldea en los nuevos suburbios"
(Dyckman,
1964: 169).
El barrio a
equivalente adquiere el contenido
la comunidad aldeanade "integrada",
muestra, dentro deallasurgimiento
previa ciudad, de del
un
fenómeno de concentración urbana. Sería ésta, a su vez, una manifestación
de la concepción culturalista y difusionista en los estudios de las sociedades
antiguas y "primitivas", capaz de evaluar como un mero proceso "propa-
de
gación de la forma urbana" el hecho de que en determinado momento históri-
co aparecieran las ciudades en el planeta (Sjoberg, op.cit.: 24). Los historia-
dores de lo barrial Jorg Kirschermann y Christian Muschalek registran en
primer plano este componente cultural del barrio, sólo que para ellos sería
más bien una consecuencia de las dos causas que determinaron la existen-
cia de los barrios en las ciudades de la Antigüedad: la división del trabajo y
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las relaciones de poder . Distinguen los barrios del resto de las construccio-
nes religiosas, administrativas y económicas. En la de Mohenjo-daro, a ori-
llas del Ganges, las concentraciones de edificios funcionales para el Estado
"crean una distancia social y espacial respecto de los barrios de trabajo y de
vivienda".En la mesopotámica Ur, 'los barrios residenciales constituían el segunda
anillo, la ciudad externa".
Las ciudades egipcias eran, a su vez, un muestrario de
"la división de la población en dominantes y dominados".Esto se ve con claridad
de acuerdo con los materiales de construcción, en el momento de la
reconstrucción arqueológica: mientras las grandes construcciones centrales de
la élite sacerdotal se han mantenido en pie por milenios, las viviendas de las
clases populares, construidas con ladrillos de barro secado al sol, pueden ser
reconstruidas sólo mediante inferencia y deducción, sobre la base de sus
huellas arqueológicas. En los restos de Kahun se distinguen dos barrios
incluso separados por una muralla, en donde queda claro dónde vivían los
ricos y dónde se aglutinaban los esclavos y demás trabajadores (ibid.). Lo
mismo señalan para Tell el Amarma, donde inclusive "barrio
el obrero"estaba
rodeado por un muro que impedía el traspaso hacia las restantes zonas de la
ciudad. Con lo que tenemos plena corroboración de lo que Max Weber enunciara
seis décadas antes:"La división interior de la ciudad en barrios es común,
naturalmente, a la Antigüedad y a la Edad Media con las ciudades orientales y
del Lejano Oriente" (Weber, 1979: 1027). Esta consideración
"La diferenciación y separación de cada uno de los ámbitos urbanos como consecuencia de la
diversa organización del trabajo y de las relaciones de poder especiales
—diversas formas de
comportamiento de los esclavos— reflejan con claridad la ubicación socioespacial de los
barrios 'puros' en los planos urbanísticos de aquellos tiempos. En los fructíferos valles fluvia-
les de India, Mesopotamia y Egipto se formaron barrios urbanos primitivos, dotados de la
correspondiente organización social"(Kirschermann & Muschalek, 1980: 9).

Antropología de lo barrial
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del barrio como elemento común a los tres tipos de ciudades cobra mayor
importancia en la medida en que sean tomadas en cuenta las diferencias
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entre estos tipos. La principal de ellas —señalada con detenimiento por el
mismo Weber— es la ausencia de toda vinculación mégico-animista de cas-
tas y clanes (con sus correspondientes tabúes espaciales) en las ciudades
clásicas del Mediterráneo (ibid.: 959).
El barrio se constituye en una parte ostensible de la ciudad de las socieda-
des orientales, comúnmente consideradas —por los autores marxistas— den-
tro del modo de producción asiático y distinguidas de las clásicas del Medite-
rráneo. En primer lugar, como fracción distintiva de las funciones organizativas
de la ciudad en tanto unidad política; en segundo término, como indicador de
la diferenciación social y, por último, como una muestra pre-urbana en plena
concentración urbana.

El barrio en la Antigüedad Clásica: libertad y diferencia


La ciudad de la Antigüedad, en efecto, más que una ciudad de castas será
una ciudad de linajes y, fratrías militares, y en torno a ellas se organizarán los
barrios.
Dentro del modo de producción antiguo, los especialistas en su mayoría
sitúan los imperios esclavistas del Mediterráneo en general y del Mar Egeo
en particular. En ellos adquiere importancia crucial la categoría de ciudada-
no, dentro de la comunidad urbana autónoma, ciudad-polis(Southall,
la 1983:
12-13). Tanto para Platón cuanto para Aristóteles, la ciudad, más que pre-
sentarse en un plano meramente espacial, era sinónimo de organización
social y política (Mumford, 1966: 150-251; Dyckman, 1964: 183). ¿Cuál era
el papel del barrio dentro de la ciudad antigua clásica? En términos estructu-
rales, no encontramos grandes variaciones respecto al de las ciudades del
modo de producción asiático, ya que el barrial sigue siendo el espacio desti-
nado a la residencia de los sectores trabajadores, en su mayoría no ciuda-
danos y comúnmente pertenecientes a etnias conquistadas. La ciudad de la
Grecia antigua había sido considerada —hasta las tesis de Childe— como el
primer escalón del surgimiento de la ciudad en la historia. En la actualidad
tiene mayor aceptación la idea menos clasico-céntrica de lo urbano que veni-
mos exponiendo. Sin embargo, debemos reconocer que con las ciudades
griegas se
reticular estabiliza una
de"parcelación manerade
uniforme delos
construcción
barrios" de la ciudad
(Kirschenmann con el sistema
& Muschalek,
1980: 11), como sector privadode la ciudad, distinguible asi de los edificios
públicos y religiosos. Por su parte, es en la Roma antigua donde se detecta
el fenómeno ligado más estrechamente a cualquier proceso de urbanización
y, a su vez, en gran medida provocador de él: el traslado de la población del
campo a la ciudad. Esto produjo el crecimiento acelerado de Roma, que llegó
a contener —en época de los Césares— a dos millones de habitantes, distri-
buidos en forma harto diferenciada: por un lado las escasas, grandes y
asoleadas residencias de la clase dominante, con avanzadísimos sistemas

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sanitarios, calefacción y otros lujos; y por el otro, "la degradación de los ba-
rrios y la miseria de la población" pobre, que debía soportar el encarecimiento
y la especulación inmobifiaria, incluso en forma directa por parte de algunos
gobernantes, lo que causaba el hacinamiento en habitaciones cada vez más
ñ t d d d á d l d i
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pequeñas superpuestas, de paredes cada vez más delgadas, oscuras e in-
salubres (Kirschenmann & Muschaiek, 1980: 12).
Con todo el esquematismo que encierra el cuadro europeo-céntrico de las
épocas históricas, es posible hablar en términos genéricos de los barrios de las
ciudades de la Antigüedad, entonces; pero haciendo la salvedad, que, así como
cada
clanestipo
de de
lassociedad tuvo "su"urbanas
concentraciones ciudad, el barrio organizado
estamentales según—como
de Oriente las castas
mar-y
caba Weber— se diferencia del barrio organizado en fratrías militares y linajes
de la Grecia antigua, y de los míseros barrios donde se hacinaba "proletaria-
el
do" (ibid.) advenido a la Roma imperial. En esta relación entre ciudad como
todo y barrio como parte, o entre los tipos de ciudades y los tipos de barrios,
creemos importante destacar cómo ambos elementos son capaces de gene-
rar identidades sociales. Todos los historiadores coinciden en señalar que a
partir del surgimiento del fenómeno urbano, la ciudad autónoma actúa, en
primer lugar, como factor de organización social de distintas agrupaciones y,
además, —decimos nosotros— como constructora de esas identidades. Así, la
identidad citadina se ilustra en la Antigüedad como unidad política guarnecida
dentro de sus murallas, en donde la esfera dominante de las relaciones socia-
les es 'Vacomunidad de los guerreros", y en la Edad Media —como veremos
enseguida— como conjunto de hermandades corporativas {Weber, op.cit.: 993-
964). La ciudad de todos estos momentos históricos, en un proceso pronun-
ciado, posee la nota común de ser —como afirmaba Childe, siguiendo a Marx y
Engels pero también a Weber— "un lugar de ascenso de la servidumbre a la
libertad",haciendo lugar al conocido dicho
"el aire de la ciudad hace libre",
donde se
apuntaba a la desaparición de las distinciones de tipo estamental y a la
acentuación de las diferencias de clase, de las que los barrios emergían como
Indicadores socio-espaciales específicos.

El barrio medieval: residencias y profesiones


La paradoja de la ciudad del Medioevo es que se consolidó como entidad
social a medida que se despoblaba y declinaba su pujanza, a partir de la deba-
ele del Imperio
retrocede Romano.
en cuanto Es que endirecta
a la proyección el modo
que de producción
podía feudal
hacerse de la ciudad
su crecimiento
poblacional en el seno de los imperios esclavistas antiguos. Los señores
construyen sus castillos fuera de las ciudades y la sociedad en su conjunto, en
sus rasgos genéricos, se ruraliza.Sin embargo, a la vez que se solidifica el
predominio económico de los feudales sobre los reyes, se consolida en la ciu-
dad la administración central de tos negocios —sobre todo a partir de los gran-
des viajes y exploraciones—, bajo el predominio de los intereses de la naciente
burguesía mercantil. Prueba de ello es que parte del patriciado se ve obligado

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a domiciliarse en la ciudad para participar en esos negocios, ya que las posib
lidades lucrativas de ésta atraen hacia ella ahora a los linajes nobles terrate
nientes, ranciamente "antimercantiles"(Weber, op.cit: 992-995).
Un rasgo exterior del barrio de la Edad Media es su semejanza con la
viviendas rurales e incluso con el ambiente campesino, en el que se mezcla
ban los animales domésticos junto a las casas. Si bien el feudalismo fue u
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j
modo de producción basado en el trabajo rural, la prosperidad no brilló entr
los campesinos, lo que trajo como consecuencia la continuación del proces
de afluencia a las ciudades comenzado en la Antigüedad. La imagen clásic
que plasma este proceso es la de la maloliente ciudad medieval abundante e
pobres, mendigos, vagabundos y enfermos. El arrinconamiento de estos po
bres en determinados barrios se ve convalidado, en algunos casos, por e
trazado de las calles que van paulatinamente parcelando la ciudad, de acue
do con las pautas de la renta del suelo y de la separación tajante entre
menesterosos y pudientes (Kirschenmann & Muschalek, 1980: 14-21). En té
minos generales, no puede afirmarse que constituyan el típico barrio obrer
de la modernidad industrial. Girando alrededor de esta comparación, se lleg
a tipificar, para la edad Media, que"la ciudad era un conjunto cultural, dirigentes
y pobres parásitos vivían en una especie de simbiosis. Ni siquiera era preciso tan
como ahora que ambas clases estuviesen separadas. La metrópoli medieval
absolutista tradicional no tiene barrio bajo: los barrios pobres y ios mercados cal
jeros estaban contiguos a los palacios" (Hobsbawm, 1983: 176).
En los barrios del Medioevo mermó el poder de la comunidad local anterio
a la ciudad,
poder en elencontexto
localizado el barriode—como
las luchas entre los distintos
ayuntamiento— pasa aestamentos.
situarse comE
opuesto a los gremios y las corporaciones. En Italia, esta oposición entr
gremios y barrios se muestra en "popólo"medieval,
el compuesto por empre-
sarios y artesanos, que luchan contra los ayuntamientos heredados de l
ciudad de linajes de la Antigüedad y se insertan en la puja ya instaurad
contra los nobles. En la ciudad de Londres, en el siglo XIV, el rey estableció
elección delcouncilpor barrios, que un siglo más tarde sería eliminado por el pode
de los gremios."La lucha de los estamentos dedicados a actividades lucrativas
organizadas en los gremios, en tomo al poder de la ciudad, se manifestaba en
oposición entre la elección de los representantes y funcionarios de la comunida
por los barrios (ars) y sus representantes, en ios que predominaban los linaje
terratenientes, y la elección de los gremios (liveries), y el poderío creciente d
estos últimos se manifiesta en la dependencia de todos los derechos de burgu
de la pertenencia a una asociación profesional"
(Weber, op.cit.: 996). Esto se da,
paradójicamente, en la época de mayor desarrollo del barrio como unida
de interacción social, de acuerdo con lo revelado por la clásica obra d
Mumford. Pa ra él, e l barrio medieva l es un modelo d e "humanización
de la ciudad, en contraposición, sobre todo, a la posterior ciudad
industrial. Constituye el ámbito de un proceso de descentralización y vid
social particular, de relaciones primarias y comunitarias. En el barrio d
la Edad Media, la iglesia, por ejemplo, no es algo exclusi-

El barrio en la historia
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vamente sagrado sino también comunal, que tiene una función social
bien determinada, ya que alrededor de ella se desarrolfan las fiestas, la
oratoria, el teatro y las prácticas sociales barríales, tanto sagradas como
profanas, tanto formales o institucionales como cotidianas. Y lo mismo
ocurre con plazas y mercados.
El fenómeno de descentralización de instituciones y sus correspondientes
edificios era común y —valora Mumford— verdaderamente "a escala humana"
(Mumford, 1966: 375). Un reflejo de esto es la típica calle irregular del barrio
di l d d" d t d difi i i tit i l f b
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medieval, donde"grupos de artesanos o de edificios institucionales formaban
barrios autónomos o 'islas', sin que guardara relación la disposición de los edificios
con las víaslas
señalaban públicas.
idas yEn el interior
venidas de estasde
cotidianas islas,
susy habitantes"
a menudo
(ibid.:afuera, los senderos
1966:376).
Este aislamiento proviene también del origen amurallado de estos barrios. En
el siglo IX se descubre que la población rural no militarizada puede proteger-
se de las invasiones bárbaras del norte de Europa mediante la fortificación de
los poblados. Se produce, entonces, una comunidad entre ese asentamiento
y cada señor feudal en torno a un nuevo centro urbano, producto de la iden-
tificación y centralización del original poblado disperso. Posteriormente, ese
suburbio se convierte en el centro de la ciudad, pero especializándose en
algunas funciones como, por ejemplo, la comercial o la industrial-artesana
(Mumford, 1959: 12). A su vez, otras partes de la ciudad adquieren identidad
como barrios de acuerdo con los tipos étnicos de residentes (por ejemplo, el
barrio judio, el barrio cristiano) y el tipo de actividades profesionales existen-
tes, lo que llevará a establecer su relación con el distrito funcional:
"En un sentido,
la ciudad medieval era un cúmulo de ciudades pequeñas, cada una de las cuales
gozaba de cierta autonomía y cada una estaba formada tan naturalmente sobre la
base de necesidades y propósitos comunes que sólo se contribuía a enriquecer y
completar el conjunto. La división de la ciudad en barrios, cada uno de los cuales
tenía su iglesia o sus iglesias, a menudo con un mercado local, y siempre con su
propio abastecimiento local del agua, consistente en un pozo o una fuente,
constituía un rasgo característico" (Mumford, 1966: 378).
El barrio, en síntesis —como "integración en unidades residenciales prima-
rias, compuestas por familias y vecinos"—, no es lo mismo que el distrito funcio-
nal, instituido por"la profesión y los intereses" (Mumford, 1966: 379). Sin em-
bargo la distinción no resultaría tan nítida, desde el momento en que como
ejemplos de la división en distritos funcionales se da la constitución de los
"barrios" de comerciantes, de universitarios, de artesanos, de funcionarios,
de militares;
dería lo que
hacia esa estaría
división. planteando
Esta aparente que el significado
confusión de barrio
es aceptada comoseuna exten-
rea-
lidad clásica dentro de los estudios urbanísticos. Para Raymond Ledrut, por
ejemplo, las corporaciones determinaban la identidad de cada barrio medie-
val: "En la ciudad medieval, los barrios se constituían en tanto que realidades
colectivas a partir del estatuto social y profesional de la población residente"
(Ledrut,
1976: 135). Quiere decir que aquella oposición señalada por Weber entre el
barrio y ta organización profesional parecería aquí problematizarse. Los gre-

Antropología de lo barrial
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mios serían considerados como factores tanto opuestos como germinales de
la constitución e identificación de determinados barrios. Por otra parte, ciertas
funciones urbanas quedarían en situación de oposición respecto al barrio y a
mismo tiempo —en un sentido directo o mediato— como formando parte de su
identidad.

El barrio de la modernidad excluida


El proceso de urbanización a partir de esta época discurrirá al calor de la
producción de nuevas formas de motorización de energía, base del creciente
proceso de industrialización de los países capitalistas de Europa La primera
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proceso de industrialización de los países capitalistas de Europa. La primera
revolución industrial tendrá como principal floración espacial la ciudad indus-
trial, con sus novedades y contradicciones. Esta concentración trascenderá
radicalmente la función de intercambio económico, para situarse como punto
de hiperconcentraaón demográfica y como ámbito específico del poderío polí-
tico, acentuando —como una de sus consecuencias más ostensivas— la com-
plejidad social. Las ciudades existentes hacia la finalización del Medioevo y el
paso a la Modernidad, adquirirán signos de profundas transformaciones no
sólo infraestructurales sino como generadoras de identidades sociales. Por
un lado, la aún imberbe internacionalización del capital había producido
ya la casi extinción de la autonomía de las ciudades, y algunos estudio-
sos califican como de verdadera ruptura del fenómeno urbano lo produ-
cido entre este tipo de asentamiento y el proceso posterior de desarrollo
histórico de las ciudades (S)oberg, op.cit.; 26). Esto ocurre gracias al
despliegue
la expansióndecolonialista.
la etapa mercantil
Por otrodel capitalismo
lado, hacia el fin europeo y se apoya
de la Edad Media en
se
pierde también la ciudad como hermandad, con su símbolo religioso
identificatorio, y con el sentido dominante de protección correspondiente.
La ciudad moderna es autodefinida —desde la Modernidad misma— como
sinónimo de civilización, de cultura (refinada, erudita, libresca, del arte supe-
rior), y ámbito excelso de la libertad del individuo; se la asocia a las institucio-
nes, símbolos y normas de conducta más cercanas a la perfección civilizada y,
en términos ideológicos, a todo sistema de orden y a la idea de destino,
"donde el
ritual se transforma en drama activo de una sociedad diferenciada y conciente de sí
misma"(Mumford, 1959: 12). Esta verdadera "obra cumbre del arte humano",
"modeladora de la mente", "haz rico de significado social"
y "forma y símbolo de
una relación social integrada",
crecerá, se multiplicará y, aun dentro de su puja
con las remoras feudales, seguirá vertebrándose 'el"en
sistema de asentamiento
humano propio de la era moderna. Sin duda, la causa más inmediata de su
relumbre será su propio crecimiento, impulsado por la concentración del comercio
y la industria. A partir del 1600, por ejemplo, el grado de concentración
demográfica fue tal que algunas ciudades duplicaron en poco tiempo su
población, aumentando de esta manera la densidad. Para nuestros fines inte-
resa detenernos a observar el modo de este crecimiento. Si bien podría decir-

El barrio en la hisloria
53
se que una ciudad aumenta su población, previo haber delimitado lo que con-
sideramos su espacio original (acordando desde ya sus límites), en realidad el
fenómeno producido podría categorizarse más como un cambio en la identi-
dad misma de la ciudad, como un todo y en sus partes. Por ejemplo, en la
ciudad industrial se radicaron las industrias y su correspondiente sostén
existencial: la fuerza de trabajo. La ciudad misma resultó ser una parte funda-
mental de la reproducción necesaria de esta clase obrera (además de un
instrumento especifico del dominio —Singer, 1980—). Del mismo modo, el sec-
tor terciario continuó requiriendo espacios auto-constituidos como centrales
para el sistema todo, del que la ciudad era un indicador y un continente tam-
bién. Por lo tanto, estos procesos de centralización y concentración constitu-
yen un los
cuenta aspecto del crecimiento
procesos en extensión
de unificación también,
de diversos centrossobre todo que
urbanos, teniendo en
durante
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23/4/2019 Ariel Gravano - Antropología de lo barrial - Estudios sobre producción simbólica de la vida urbana
y
cuenta lospprocesos de unificación de diversos centros , urbanos, que durante
el Medioevo gozaban de autonomía distintiva.
La descripción de los procesos de "estiramiento" de los límites de las ciu-
dades mediante expropiaciones de terrenos aledaños, hasta englobar a al-
deas y pequeños centros urbanos cercanos, es lo que da lugar al surgimiento
del suburbio, poblado en un principio por las clases no trabajadoras. Esto
explica que en algunos barrios residenciales se comenzaran a prohibir los
talleres e industrias. Luego —en una gran diversidad de situaciones— fueron
poblados también por las clases trabajadoras expulsadas del campo, lo que
explica que adquirieran importancia las normas que empezaron a ordenar las
relaciones vecinales, de construcción y de comunicación urbana. Además, no
se debe olvidar que la nobleza amplia la ciudad, pero lleva siempre a sus
sirvientes a vivir en sus sótanos o en los tugurios que deja a su paso en los
centros industrializados, mientras ella se retira al suburbio a respirar aire más
puro. Tanto un suburbio cuanto una parte del centro no "aumentan" ni en
ellos "crece" la población, sino que ese acto es la constitución misma del su-
burbio y de esa parte como algo distintivo de la totalidad urbana. Y esto ten-
drá importancia para nosotros si en este proceso de extensión de espacios se
constituyen nuevos barrios o algunas de esas aldeas unidas a la ciudad mues-
tran una cierta identidad distintiva dentro del todo.
El crecimiento de la ciudad industrial moderna toma, en consecuencia, la
policromía socialmente distintiva de los sectores sociales que la poblarán, pero
también, principal y mayoritariamente, el tono gris del humo y el hacinamien-
to. Con la Modernidad crece el capital, en la medida que crece el trabajo que lo
produce. El primero se asienta en el valor y el otro habitará los barrios obreros
o "bajos". En contra de la opinión generalizada sobre la supuesta esponta-
neidad detectamos
época en la formación de laexplícitos
intentos ciudad ydesusformar
barrios correspondientes,
barrios en esta
y de influir desde el
Estado en la reforma espacial de muchas partes de la ciudad. En París, por
ejemplo, ya desde 1549 se trató de orientar la formación de barrios, o en
algunos casos de separar los barrios de inmigrantes de las residencias lujo-
sas del centro. Lo mismo se documenta en la Amsterdam del siglo XVII.
Los mecanismos más recurrentes de estas regulaciones eran la s orde-

54 Antropología de lo barrial
nanzas que prohibían la construcción de ciertos edificios en determina-
das zonas, implementando un proceso creciente de exclusión del espa-
cio ciudadano destinado a las clases trabajadoras. Y en esto mucho ten-
dría que ver el ensanche de las ciudades por medio de las grandes ave-
nidas y calles, cuyo objetivo era la comunicación entre pares, esto es:
entre los sectores sociales no trabajadores, circunscribiendo de hecho
el espacio de residencia de éstos a los bolsones "bajos", que la visión
marxista definiría luego como en una relación de dependencia respecto
a los espacios de residencia de lo s ricos.
Uno de los procesos generalizados consistía en la insuficiencia del salario
para que los trabajadores pudieran acceder a viviendas propias, por lo que
debían alquilar las que dejaban los ricos, que se mudaban a la periferia de la
ciudad, lo que producía la subdivisión de las grandes casas en unidades de
vivienda menores, profundizando la concentración, el hacinamiento y las con
n
diciones de pobreza extremas:En los siglos XVII y XVIII casi la cuarta parte de
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diciones de pobreza extremas: En los siglos XVII y XVIII casi la cuarta parte de
ia población europea se componía de desocupados y mendigos" (Mumford, 1959;
156). Cuando Mumford se refiere a los barrios posteriores a la Edad Media, e
forma predominante describe el barrio "bajo", dentro de la ejemplificación de
los aspectos nocivos y perjudiciales de la ciudad, como confluencia de proce
sos de desintegración social y como consecuencia del crecimiento "caótico"de
las ciudades industriales. Es cuando se verifica
"una cristalización de! caos; el
desorden se solidificó formando barrios miserables y los distritos fabriles
[como]
áreas cíeperturbación social"(Mumford, 1959: 15). La arquitectura palaciega, la
urbanística principesca y la estrategia militar de seguridad, reflejada en e
trazado de calles y avenidas, marcan a la ciudad industrial moderna con e
sello
es del ejercicio
reflejo del miedodel Estado
a los absoluto
pobres y soberano.
y mendigos de parteElde
diseño de lasy36.ciudades
los nobles reyes
Desde un principio, lo paradójico de la ciudad industrial capitalista es que
ella provoca tantos problemas como las características que la distinguen y cua
lifican. La radicación de las industrias, la vivienda y demás condiciones de vid
de la fuerza de trabajo resultan una "virtud" del centro urbano, que permite la des
servilización de numerosos contingentes de población, pero a la vez se
convierte en un obstáculo al propio desarrollo libre que proclama para ellos. E
la ciudad industrial se equiparan los problemas del perseguido económico y
militar, del expulsado del campo, del obligado al paro forzoso, del mendigo y de
pobre, aunados todos como problemasde la ciudad, cuando —precisamente
para ellos— la ciudad aparece como la solución de sus males. Como señala
Kirschenmann & Muschalek, "/os beneficios de los tiempos modernos no tenían
validez para estos grupos de población"
(op.cit.: 23). Además, se declama la liber-
tad precisamente cuando comienzan las regulaciones para satisfacer en forma

Cálculos de la época dan cuenta de que un 60% de la población de París estaba


compuesta por mendigos e indigentes y un 30% no llegaba a nutrirse lo suficiente,
mientras un 9% vivía en forma acomodada y sólo un 1% se hallaba en "buena situa-
ción" (Kirschenmann & Muschalek, op.cit.: 24).

El barrio en la historia
55
mínima la reproducción de la fuerza de trabajo, junto al proceso de segregación
cada vez más patente. La historia de las ciudades es la historia de la pobreza y
de las clases trabajadoras, de sus luchas, derrotas y victorias. Y en la ciudad de
la Modernidad el panorama social se traduce en pobreza, migración y hambre,
junto a la libertad y el trabajo, indicados por el salario y la industria.
La Modernidad queda de hecho definida sobre la base de la posibilidad del
goce de sus beneficios y la restricción y exclusión de los mismos para las
grandes mayorías. En suma; el atractivo de la unidad y la totalidad
contenedoras de la ciudad moderna industrial conllevan la diferencia y la par-
tición, de las que los barrios serán escenarios específicos. Cierto que la Mo-
dernidad construirá una imagen y una identidad de la ciudad como ámbito
"natural" del concepto moderno de Historia, "donde la experiencia humana se
transforma
po adquiereenuna
signos visibles"
envergadura (Mumford, 1959:
totalizante: 11)ay la
"Debido endiversidad
marcas donde el tiem-
de sus es-
tructuras temporales, la ciudad, en parte, escapa a la tiranía de un solo presente y
a la monotonía de un futuro que consiste en repetir un solo latido oído en el
pasado. Mediante una orquestación compleja del tiempo y del espacio, y asimismo
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pasado. Mediante una orquestación compleja del tiempo y del espacio, y asimismo
mediante la división del trabajo, la vida en la ciudad adquiere el carácter de una
sinfonía; las aptitudes humanas especializadas y los instrumentos especializados
producen resultados sonoros de un volumen y una calidad que no podrían obtenerse
empleando uno solo de ellos" (Mumford, 1959: 12). Pero, no obstante tamaña
majestuosidad, el historiador no puede obviar la constatación de los aspectos
de ruptura social de la ciudad:
"Cuando la ciudad deja de ser un símbolo de arte
y de orden actúa en forma negativa: expresa y contribuye a dar mayor amplitud al
hecho de la desintegración"(ibid.: 14). Y esa será la situación en la que el barrio
de los trabajadores aparecerá como indicador de "desintegración", muestra
ostensiva de la diferenciación de sujetos sociales y, de hecho, de una des-
igualdad social totalizada en la ciudad y distribuida en los barrios.

El barrio obrero, tipificaciones y paradojas


La perspectiva culturalista nos describe a la ciudad industrial como aque-
lla tipificada por rasgos particulares, como "mayor
una fluidez en los sistemas
de clases",o por la presencia de la educación popular, de los medios de
comunicación de masas y "desplazamiento
el de parte de la élite desde el centro a
la periferia urbana"(Sjoberg, op.cit.: 26). En general, se atribuye a la ciudad
a secas lo que se concibe como parte esencial del sistema capitalista,
fundamentalmente"que [las ciudades]abren los canales de la oportunidad y
asi dan mayor importancia como base de ia posición social y los logros que ai
nacimiento"(Davis, 1979: 304).
se describe ese conjunto A su vez, junto
de características a estosque
negativas rasgos progresivos
se tomarán como
propias de la ciudad industrial a secas; segregación, pobreza y
deshumanización de la vida social. Las tres son consideradas consecuen-
cias de la complejidad social de los tiempos modernos. ¿Qué papel ocupa el
barrio en esos enfoques?

Antropología de lo barrial

56 En cuanto a la segregación y la pobreza, el barrio será el receptáculo de


viviendas donde se hacinan en forma disruptiva las clases trabajadoras urba-
nas y aquellos sectores sociales "no integrados"a la maquinaria de empleo
formal. Esta posición asocia al barrio de trabajadores con el típicamente
desintegradoslum (Mumford, 1959: 205-214). Sus condiciones de vida quedan
comparativamente calificadas así: "Tanto los barrios viejos como ios nuevos [de la
ciudad industrial del siglo XIX] eran quizá más insalubres que las chozas de la
Europa medieval"(lbid.: 209). Y también se relaciona al barrio con la presencia,
dentro de las grandes ciudades de los siglos XIX y XX, de minorías étnicas,
adquiriendo el carácter de ghettos(Tauber, 1979). ElSlumy el ghettoaparecen
como los puntos problemáticos de la ciudad moderna occidental. Pero la
realidad barrial típica del siglo XIX estará constituida por los barrios obreros,
que rodearán a las grandes industrias, cuyas viviendas, por ejemplo, serán
descriptas como"asoladoras" (Kirschenmann & Muschalek, op.cit.: 31) y
paradójicas, ya que, como señalaba Fassbinder, "como consecuencia de los
bajos salarios que perciben los proletarios es de suponer que, a medida que au-
menta el número de trabajadores dentro de un barrio, disminuirá la capacidad de
pago del promedio de los habitantes; debido a esta causa, empeorarán las condi
ciones de las viviendas. Todo lo dicho tendrá refíejo en el hecho observable de que
t l i i d d b i l ú d l 12/14
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cuanto peores son las viviendas de un barrio mayor es el número de los que
intentan encontrar alojamiento en él"
(Barrios obreros berlineses;citado por
Kirschenmann & Muschalek, op.cit.: 50). Esto sin olvidar la existencia de los
barrios residenciales habitados por la burguesía, los barrios comerciales y los
nuevos suburbios que serán tildados también de barrios. El fenómeno de
traspaso y adaptación de los grandes caserones burgueses como casas de
inquilinato de los obreros se profundiza, transformando la Identidad de los
barrios
Las ocondiciones
constituyendo esas mismas
generales identidades.de estos lugares pueden
de existencia
categonzarse como una extensión cuantitativa de lo descripto para la ciudad
industrial en general, si bien el siglo XIX ve surgir lo mismo pero acentuado
hasta adquirir signos cualitativamente distintos, en los aspectos sociales,
políticos e ideológicos. Nos referimos al grado de importancia que tendrán en
este siglo las luchas sociales en relación con las luchas nacionales, junto a
procesos de acceso al poder real (la Comuna de París, por ejemplo), y al pape
creciente que asumen las reformas específicas dentro de las condiciones de
vida urbana, tanto en función de intereses de transformación como desde el
punto de vista de los capitalistas mismos. Paradójicamente, la asunción de la
problemática específicamente urbana será la que provoque un mayor número
de respuestas alternativas generales desde los reformadores sociales o
utopistas, que no estarán alejadas del horizonte ideológico en gestación de
las nuevas capas medias urbanas pequeño-burquesas, con sus ideales, valo-
res, identidades y contradicciones. Y el barrio obrero se constituye no sólo en
el escenarlo de las luchas entre patronos y obreros, sino entre los obreros
mismos para usufructuar el espacio urbano, en una seguidilla de rencillas
barriales constantes que sabotean el espíritu de unidad de la clase y por el

El barrio en la historia

que "el sentimiento de comunidad [del proletariado] setambalea y muere"


(Fassbinder, op.cit.). Además, el temor a las insurrecciones no será mayor que
el fastidio por la molesta presencia del pobre cerca de la residencia burguesa.
El primero se neutralizará con la construcción de las grandes avenidas y los
grandes parques desde donde se pueda usar la artillería contra las masas. Y
para los momentos de calma se utilizará a los agentes de policía, reclutados
en los mismos barrios pobres (Hobsbawm, 1978).
Una de las preguntas hechas desde algunos enfoques históricos de estos
procesos urbanos es en qué medida la vida en esos barrios incide en el desa-
rrollo de los procesos políticos de la época. Y, consecuentemente, cómo se
establece la relación entre los órdenes público y privado respecto a los acto-
res sociales residentes. Se identifica sin duda la "vida de barrio" con la vida, en
las calles de los barrios, y sus relaciones con el espacio semi-público de la
taberna (a la que penetraría la vida de barrio), donde el contacto entre los
actores individuales genera procesos culturales y políticos particulares
(Garrioch, 1986). Todo esto redunda en que se ponga en el tapete la cuestión
del para quiénde la ciudad, desde donde se gestarán, a partir de esta época,
las respuestas alternativas, para las cuales la ciudad adquirirá el valor de
escenario ponderado en la discusión sobre las utopías sociales. Por eso se
desembocará, en el siglo XIX, en el planteo"lasde grandes esperanzas", du-
rante oposición a las cada vez más explícitas denuncias contra la ciudad in-
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23/4/2019 Ariel Gravano - Antropología de lo barrial - Estudios sobre producción simbólica de la vida urbana

dustrial (Benévolo, 1967: 30). Es el momento en que surgen las primeras


aproximaciones conceptuales sobre el fenómeno urbano y, como consecuen-
cia de ello, de la realidad barrial

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