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El barrio en la historia
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ducción antiguo y asiático, el surgimiento de lo urbano se da como resultado
de la existencia de un excedente de alimentos, capaz de lograr la reproduc-
ción de una considerable cantidad de trabajadores y artesanos, base de la
construcción de las grandes obras arquitectónicas que componían esos cen-
tros urbanos (Childe, 1973: 174-179). La constatación de las relaciones de clase
es clave: Yarevolución urbana fue un acontecimiento liberador
[...] y constituyó la
condición previa pars todo futuro progreso de la ciencia y de la tecnología, creando
en el terreno económico la primera acumulación de capital necesario para una
explotación más completa de los recursos naturales de la tierra y, por lo tanto, para
la emancipación del hombre de su dependencia parasitaria de un medio no
humano,[Pero] la revolución urbana creó tanta pobreza como prosperidad; el
capital requerido, fue acumulado gracias a los ahorros obligatorios de las masas,, lo
cual es sólo un eufemismo para expresar la explotación de las masas" (Childe,
1968:90-91). ¿Dónde residirían estas masas? ¿Compartirían la totalidad del
espacio urbano naciente? ¿En qué partes de estos diversos tipos de ciudades
las podremos encontrar?
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Antropología de lo barrial
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contradicción entre "e/ capital y el trabajo"(ibid.) la verdadera causa de la dife-
renciación social, tanto en los casos de desarrollo urbano de cacicazgos cuanto
de los estados, y allí donde esta estratificación se verifica es posible hallar,
como indicador efectivo, la diferenciación en la calidad y el tamaño de las vivien-
das (por ejemplo, una "vivienda para élites"),no en los monumentos funerarios
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ni en los edificios cívicos (ibid.: 70) . Se apoya sn la evidencia arqueológica
sobre procesos de destrucción de esas sociedades urbanas tempranas autó-
nomas —y con una menor diferenciación social— por parte de los grandes impe-
rios de regadío, que sólo lograban volver a "integrar" nuevamente a esos pue-
blos por medio de las nuevas religiones urbanas (Martindale, 1984: 16-17).
En efecto, "enlas primeras ciudades, los barrios se alzaban sobre los territo-
rios ocupados por las tribus que se habían asociado y confederado para formar la
ciudad"(Ledrut, 1976: 118). Y la vivienda se convierte en un indicador firme de
la diferenciación social. En Teotihuacán, cuenta Millón, "la concentración de los
restos de distintos tipos en zonas bien definidas hace pensar que grupos artesanales
tales como los alfareros o los tallistas de la piedra y la obsidiana tendían a vivir
juntos en sus propios barrios" (Millón, 1979: 98). Sjoberg señala la residencia
de la clase dominante en el centro de la ciudad primitiva, de esta manera
protegida y prestigiada a la vez, mientras "más alejadas del centro se encontra-
ban las casas y talleres de los artesanos —aibañiles, carpinteros, herreros, joye-
ros, alfareros—[...]- l-os diversos grupos artesanos, algunos de los cuales pudie-
ron haber pertenecido
establecerse en barriosen un principio
o calles a minorías
especiales. étnicas específicas,
Esta conducta se ha dado tendían a
de forma
característica en las ciudades preindustriales de todas las culturas, desde los tiem
pos más primitivos hasta nuestros días" (Sjoberg, op.cit.: 22). Los barrios apa-
recen, entonces, como ámbitos de residencia del pueblo trabajador; pero,
¿en qué relaciones respecto a lo urbano y con qué valoraciones?
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rrios podrían haber creado un tipo de estructura social de gran cohesión interna"
(Millón, ibid.). Visión que enmarca teóricamente el papel social del barrio desde
tempranas épocas y cuya base serla considerarlo como una especie de puente
entre el mundo de la aldea pre-urbana y el de la ciudad ya constituida, razón por la
cual "los habitantes de las ciudades [antiguas], algunos de los cuales
permanecen en ciertos barrios de tipo aldea, dentro de las propias ciudades, dan
señales de revivir las raíces de la propia aldea en los nuevos suburbios"
(Dyckman,
1964: 169).
El barrio a
equivalente adquiere el contenido
la comunidad aldeanade "integrada",
muestra, dentro deallasurgimiento
previa ciudad, de del
un
fenómeno de concentración urbana. Sería ésta, a su vez, una manifestación
de la concepción culturalista y difusionista en los estudios de las sociedades
antiguas y "primitivas", capaz de evaluar como un mero proceso "propa-
de
gación de la forma urbana" el hecho de que en determinado momento históri-
co aparecieran las ciudades en el planeta (Sjoberg, op.cit.: 24). Los historia-
dores de lo barrial Jorg Kirschermann y Christian Muschalek registran en
primer plano este componente cultural del barrio, sólo que para ellos sería
más bien una consecuencia de las dos causas que determinaron la existen-
cia de los barrios en las ciudades de la Antigüedad: la división del trabajo y
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las relaciones de poder . Distinguen los barrios del resto de las construccio-
nes religiosas, administrativas y económicas. En la de Mohenjo-daro, a ori-
llas del Ganges, las concentraciones de edificios funcionales para el Estado
"crean una distancia social y espacial respecto de los barrios de trabajo y de
vivienda".En la mesopotámica Ur, 'los barrios residenciales constituían el segunda
anillo, la ciudad externa".
Las ciudades egipcias eran, a su vez, un muestrario de
"la división de la población en dominantes y dominados".Esto se ve con claridad
de acuerdo con los materiales de construcción, en el momento de la
reconstrucción arqueológica: mientras las grandes construcciones centrales de
la élite sacerdotal se han mantenido en pie por milenios, las viviendas de las
clases populares, construidas con ladrillos de barro secado al sol, pueden ser
reconstruidas sólo mediante inferencia y deducción, sobre la base de sus
huellas arqueológicas. En los restos de Kahun se distinguen dos barrios
incluso separados por una muralla, en donde queda claro dónde vivían los
ricos y dónde se aglutinaban los esclavos y demás trabajadores (ibid.). Lo
mismo señalan para Tell el Amarma, donde inclusive "barrio
el obrero"estaba
rodeado por un muro que impedía el traspaso hacia las restantes zonas de la
ciudad. Con lo que tenemos plena corroboración de lo que Max Weber enunciara
seis décadas antes:"La división interior de la ciudad en barrios es común,
naturalmente, a la Antigüedad y a la Edad Media con las ciudades orientales y
del Lejano Oriente" (Weber, 1979: 1027). Esta consideración
"La diferenciación y separación de cada uno de los ámbitos urbanos como consecuencia de la
diversa organización del trabajo y de las relaciones de poder especiales
—diversas formas de
comportamiento de los esclavos— reflejan con claridad la ubicación socioespacial de los
barrios 'puros' en los planos urbanísticos de aquellos tiempos. En los fructíferos valles fluvia-
les de India, Mesopotamia y Egipto se formaron barrios urbanos primitivos, dotados de la
correspondiente organización social"(Kirschermann & Muschalek, 1980: 9).
Antropología de lo barrial
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del barrio como elemento común a los tres tipos de ciudades cobra mayor
importancia en la medida en que sean tomadas en cuenta las diferencias
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entre estos tipos. La principal de ellas —señalada con detenimiento por el
mismo Weber— es la ausencia de toda vinculación mégico-animista de cas-
tas y clanes (con sus correspondientes tabúes espaciales) en las ciudades
clásicas del Mediterráneo (ibid.: 959).
El barrio se constituye en una parte ostensible de la ciudad de las socieda-
des orientales, comúnmente consideradas —por los autores marxistas— den-
tro del modo de producción asiático y distinguidas de las clásicas del Medite-
rráneo. En primer lugar, como fracción distintiva de las funciones organizativas
de la ciudad en tanto unidad política; en segundo término, como indicador de
la diferenciación social y, por último, como una muestra pre-urbana en plena
concentración urbana.
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sanitarios, calefacción y otros lujos; y por el otro, "la degradación de los ba-
rrios y la miseria de la población" pobre, que debía soportar el encarecimiento
y la especulación inmobifiaria, incluso en forma directa por parte de algunos
gobernantes, lo que causaba el hacinamiento en habitaciones cada vez más
ñ t d d d á d l d i
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pequeñas superpuestas, de paredes cada vez más delgadas, oscuras e in-
salubres (Kirschenmann & Muschaiek, 1980: 12).
Con todo el esquematismo que encierra el cuadro europeo-céntrico de las
épocas históricas, es posible hablar en términos genéricos de los barrios de las
ciudades de la Antigüedad, entonces; pero haciendo la salvedad, que, así como
cada
clanestipo
de de
lassociedad tuvo "su"urbanas
concentraciones ciudad, el barrio organizado
estamentales según—como
de Oriente las castas
mar-y
caba Weber— se diferencia del barrio organizado en fratrías militares y linajes
de la Grecia antigua, y de los míseros barrios donde se hacinaba "proletaria-
el
do" (ibid.) advenido a la Roma imperial. En esta relación entre ciudad como
todo y barrio como parte, o entre los tipos de ciudades y los tipos de barrios,
creemos importante destacar cómo ambos elementos son capaces de gene-
rar identidades sociales. Todos los historiadores coinciden en señalar que a
partir del surgimiento del fenómeno urbano, la ciudad autónoma actúa, en
primer lugar, como factor de organización social de distintas agrupaciones y,
además, —decimos nosotros— como constructora de esas identidades. Así, la
identidad citadina se ilustra en la Antigüedad como unidad política guarnecida
dentro de sus murallas, en donde la esfera dominante de las relaciones socia-
les es 'Vacomunidad de los guerreros", y en la Edad Media —como veremos
enseguida— como conjunto de hermandades corporativas {Weber, op.cit.: 993-
964). La ciudad de todos estos momentos históricos, en un proceso pronun-
ciado, posee la nota común de ser —como afirmaba Childe, siguiendo a Marx y
Engels pero también a Weber— "un lugar de ascenso de la servidumbre a la
libertad",haciendo lugar al conocido dicho
"el aire de la ciudad hace libre",
donde se
apuntaba a la desaparición de las distinciones de tipo estamental y a la
acentuación de las diferencias de clase, de las que los barrios emergían como
Indicadores socio-espaciales específicos.
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a domiciliarse en la ciudad para participar en esos negocios, ya que las posib
lidades lucrativas de ésta atraen hacia ella ahora a los linajes nobles terrate
nientes, ranciamente "antimercantiles"(Weber, op.cit: 992-995).
Un rasgo exterior del barrio de la Edad Media es su semejanza con la
viviendas rurales e incluso con el ambiente campesino, en el que se mezcla
ban los animales domésticos junto a las casas. Si bien el feudalismo fue u
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j
modo de producción basado en el trabajo rural, la prosperidad no brilló entr
los campesinos, lo que trajo como consecuencia la continuación del proces
de afluencia a las ciudades comenzado en la Antigüedad. La imagen clásic
que plasma este proceso es la de la maloliente ciudad medieval abundante e
pobres, mendigos, vagabundos y enfermos. El arrinconamiento de estos po
bres en determinados barrios se ve convalidado, en algunos casos, por e
trazado de las calles que van paulatinamente parcelando la ciudad, de acue
do con las pautas de la renta del suelo y de la separación tajante entre
menesterosos y pudientes (Kirschenmann & Muschalek, 1980: 14-21). En té
minos generales, no puede afirmarse que constituyan el típico barrio obrer
de la modernidad industrial. Girando alrededor de esta comparación, se lleg
a tipificar, para la edad Media, que"la ciudad era un conjunto cultural, dirigentes
y pobres parásitos vivían en una especie de simbiosis. Ni siquiera era preciso tan
como ahora que ambas clases estuviesen separadas. La metrópoli medieval
absolutista tradicional no tiene barrio bajo: los barrios pobres y ios mercados cal
jeros estaban contiguos a los palacios" (Hobsbawm, 1983: 176).
En los barrios del Medioevo mermó el poder de la comunidad local anterio
a la ciudad,
poder en elencontexto
localizado el barriode—como
las luchas entre los distintos
ayuntamiento— pasa aestamentos.
situarse comE
opuesto a los gremios y las corporaciones. En Italia, esta oposición entr
gremios y barrios se muestra en "popólo"medieval,
el compuesto por empre-
sarios y artesanos, que luchan contra los ayuntamientos heredados de l
ciudad de linajes de la Antigüedad y se insertan en la puja ya instaurad
contra los nobles. En la ciudad de Londres, en el siglo XIV, el rey estableció
elección delcouncilpor barrios, que un siglo más tarde sería eliminado por el pode
de los gremios."La lucha de los estamentos dedicados a actividades lucrativas
organizadas en los gremios, en tomo al poder de la ciudad, se manifestaba en
oposición entre la elección de los representantes y funcionarios de la comunida
por los barrios (ars) y sus representantes, en ios que predominaban los linaje
terratenientes, y la elección de los gremios (liveries), y el poderío creciente d
estos últimos se manifiesta en la dependencia de todos los derechos de burgu
de la pertenencia a una asociación profesional"
(Weber, op.cit.: 996). Esto se da,
paradójicamente, en la época de mayor desarrollo del barrio como unida
de interacción social, de acuerdo con lo revelado por la clásica obra d
Mumford. Pa ra él, e l barrio medieva l es un modelo d e "humanización
de la ciudad, en contraposición, sobre todo, a la posterior ciudad
industrial. Constituye el ámbito de un proceso de descentralización y vid
social particular, de relaciones primarias y comunitarias. En el barrio d
la Edad Media, la iglesia, por ejemplo, no es algo exclusi-
El barrio en la historia
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vamente sagrado sino también comunal, que tiene una función social
bien determinada, ya que alrededor de ella se desarrolfan las fiestas, la
oratoria, el teatro y las prácticas sociales barríales, tanto sagradas como
profanas, tanto formales o institucionales como cotidianas. Y lo mismo
ocurre con plazas y mercados.
El fenómeno de descentralización de instituciones y sus correspondientes
edificios era común y —valora Mumford— verdaderamente "a escala humana"
(Mumford, 1966: 375). Un reflejo de esto es la típica calle irregular del barrio
di l d d" d t d difi i i tit i l f b
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medieval, donde"grupos de artesanos o de edificios institucionales formaban
barrios autónomos o 'islas', sin que guardara relación la disposición de los edificios
con las víaslas
señalaban públicas.
idas yEn el interior
venidas de estasde
cotidianas islas,
susy habitantes"
a menudo
(ibid.:afuera, los senderos
1966:376).
Este aislamiento proviene también del origen amurallado de estos barrios. En
el siglo IX se descubre que la población rural no militarizada puede proteger-
se de las invasiones bárbaras del norte de Europa mediante la fortificación de
los poblados. Se produce, entonces, una comunidad entre ese asentamiento
y cada señor feudal en torno a un nuevo centro urbano, producto de la iden-
tificación y centralización del original poblado disperso. Posteriormente, ese
suburbio se convierte en el centro de la ciudad, pero especializándose en
algunas funciones como, por ejemplo, la comercial o la industrial-artesana
(Mumford, 1959: 12). A su vez, otras partes de la ciudad adquieren identidad
como barrios de acuerdo con los tipos étnicos de residentes (por ejemplo, el
barrio judio, el barrio cristiano) y el tipo de actividades profesionales existen-
tes, lo que llevará a establecer su relación con el distrito funcional:
"En un sentido,
la ciudad medieval era un cúmulo de ciudades pequeñas, cada una de las cuales
gozaba de cierta autonomía y cada una estaba formada tan naturalmente sobre la
base de necesidades y propósitos comunes que sólo se contribuía a enriquecer y
completar el conjunto. La división de la ciudad en barrios, cada uno de los cuales
tenía su iglesia o sus iglesias, a menudo con un mercado local, y siempre con su
propio abastecimiento local del agua, consistente en un pozo o una fuente,
constituía un rasgo característico" (Mumford, 1966: 378).
El barrio, en síntesis —como "integración en unidades residenciales prima-
rias, compuestas por familias y vecinos"—, no es lo mismo que el distrito funcio-
nal, instituido por"la profesión y los intereses" (Mumford, 1966: 379). Sin em-
bargo la distinción no resultaría tan nítida, desde el momento en que como
ejemplos de la división en distritos funcionales se da la constitución de los
"barrios" de comerciantes, de universitarios, de artesanos, de funcionarios,
de militares;
dería lo que
hacia esa estaría
división. planteando
Esta aparente que el significado
confusión de barrio
es aceptada comoseuna exten-
rea-
lidad clásica dentro de los estudios urbanísticos. Para Raymond Ledrut, por
ejemplo, las corporaciones determinaban la identidad de cada barrio medie-
val: "En la ciudad medieval, los barrios se constituían en tanto que realidades
colectivas a partir del estatuto social y profesional de la población residente"
(Ledrut,
1976: 135). Quiere decir que aquella oposición señalada por Weber entre el
barrio y ta organización profesional parecería aquí problematizarse. Los gre-
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mios serían considerados como factores tanto opuestos como germinales de
la constitución e identificación de determinados barrios. Por otra parte, ciertas
funciones urbanas quedarían en situación de oposición respecto al barrio y a
mismo tiempo —en un sentido directo o mediato— como formando parte de su
identidad.
El barrio en la hisloria
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se que una ciudad aumenta su población, previo haber delimitado lo que con-
sideramos su espacio original (acordando desde ya sus límites), en realidad el
fenómeno producido podría categorizarse más como un cambio en la identi-
dad misma de la ciudad, como un todo y en sus partes. Por ejemplo, en la
ciudad industrial se radicaron las industrias y su correspondiente sostén
existencial: la fuerza de trabajo. La ciudad misma resultó ser una parte funda-
mental de la reproducción necesaria de esta clase obrera (además de un
instrumento especifico del dominio —Singer, 1980—). Del mismo modo, el sec-
tor terciario continuó requiriendo espacios auto-constituidos como centrales
para el sistema todo, del que la ciudad era un indicador y un continente tam-
bién. Por lo tanto, estos procesos de centralización y concentración constitu-
yen un los
cuenta aspecto del crecimiento
procesos en extensión
de unificación también,
de diversos centrossobre todo que
urbanos, teniendo en
durante
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y
cuenta lospprocesos de unificación de diversos centros , urbanos, que durante
el Medioevo gozaban de autonomía distintiva.
La descripción de los procesos de "estiramiento" de los límites de las ciu-
dades mediante expropiaciones de terrenos aledaños, hasta englobar a al-
deas y pequeños centros urbanos cercanos, es lo que da lugar al surgimiento
del suburbio, poblado en un principio por las clases no trabajadoras. Esto
explica que en algunos barrios residenciales se comenzaran a prohibir los
talleres e industrias. Luego —en una gran diversidad de situaciones— fueron
poblados también por las clases trabajadoras expulsadas del campo, lo que
explica que adquirieran importancia las normas que empezaron a ordenar las
relaciones vecinales, de construcción y de comunicación urbana. Además, no
se debe olvidar que la nobleza amplia la ciudad, pero lleva siempre a sus
sirvientes a vivir en sus sótanos o en los tugurios que deja a su paso en los
centros industrializados, mientras ella se retira al suburbio a respirar aire más
puro. Tanto un suburbio cuanto una parte del centro no "aumentan" ni en
ellos "crece" la población, sino que ese acto es la constitución misma del su-
burbio y de esa parte como algo distintivo de la totalidad urbana. Y esto ten-
drá importancia para nosotros si en este proceso de extensión de espacios se
constituyen nuevos barrios o algunas de esas aldeas unidas a la ciudad mues-
tran una cierta identidad distintiva dentro del todo.
El crecimiento de la ciudad industrial moderna toma, en consecuencia, la
policromía socialmente distintiva de los sectores sociales que la poblarán, pero
también, principal y mayoritariamente, el tono gris del humo y el hacinamien-
to. Con la Modernidad crece el capital, en la medida que crece el trabajo que lo
produce. El primero se asienta en el valor y el otro habitará los barrios obreros
o "bajos". En contra de la opinión generalizada sobre la supuesta esponta-
neidad detectamos
época en la formación de laexplícitos
intentos ciudad ydesusformar
barrios correspondientes,
barrios en esta
y de influir desde el
Estado en la reforma espacial de muchas partes de la ciudad. En París, por
ejemplo, ya desde 1549 se trató de orientar la formación de barrios, o en
algunos casos de separar los barrios de inmigrantes de las residencias lujo-
sas del centro. Lo mismo se documenta en la Amsterdam del siglo XVII.
Los mecanismos más recurrentes de estas regulaciones eran la s orde-
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nanzas que prohibían la construcción de ciertos edificios en determina-
das zonas, implementando un proceso creciente de exclusión del espa-
cio ciudadano destinado a las clases trabajadoras. Y en esto mucho ten-
dría que ver el ensanche de las ciudades por medio de las grandes ave-
nidas y calles, cuyo objetivo era la comunicación entre pares, esto es:
entre los sectores sociales no trabajadores, circunscribiendo de hecho
el espacio de residencia de éstos a los bolsones "bajos", que la visión
marxista definiría luego como en una relación de dependencia respecto
a los espacios de residencia de lo s ricos.
Uno de los procesos generalizados consistía en la insuficiencia del salario
para que los trabajadores pudieran acceder a viviendas propias, por lo que
debían alquilar las que dejaban los ricos, que se mudaban a la periferia de la
ciudad, lo que producía la subdivisión de las grandes casas en unidades de
vivienda menores, profundizando la concentración, el hacinamiento y las con
n
diciones de pobreza extremas:En los siglos XVII y XVIII casi la cuarta parte de
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diciones de pobreza extremas: En los siglos XVII y XVIII casi la cuarta parte de
ia población europea se componía de desocupados y mendigos" (Mumford, 1959;
156). Cuando Mumford se refiere a los barrios posteriores a la Edad Media, e
forma predominante describe el barrio "bajo", dentro de la ejemplificación de
los aspectos nocivos y perjudiciales de la ciudad, como confluencia de proce
sos de desintegración social y como consecuencia del crecimiento "caótico"de
las ciudades industriales. Es cuando se verifica
"una cristalización de! caos; el
desorden se solidificó formando barrios miserables y los distritos fabriles
[como]
áreas cíeperturbación social"(Mumford, 1959: 15). La arquitectura palaciega, la
urbanística principesca y la estrategia militar de seguridad, reflejada en e
trazado de calles y avenidas, marcan a la ciudad industrial moderna con e
sello
es del ejercicio
reflejo del miedodel Estado
a los absoluto
pobres y soberano.
y mendigos de parteElde
diseño de lasy36.ciudades
los nobles reyes
Desde un principio, lo paradójico de la ciudad industrial capitalista es que
ella provoca tantos problemas como las características que la distinguen y cua
lifican. La radicación de las industrias, la vivienda y demás condiciones de vid
de la fuerza de trabajo resultan una "virtud" del centro urbano, que permite la des
servilización de numerosos contingentes de población, pero a la vez se
convierte en un obstáculo al propio desarrollo libre que proclama para ellos. E
la ciudad industrial se equiparan los problemas del perseguido económico y
militar, del expulsado del campo, del obligado al paro forzoso, del mendigo y de
pobre, aunados todos como problemasde la ciudad, cuando —precisamente
para ellos— la ciudad aparece como la solución de sus males. Como señala
Kirschenmann & Muschalek, "/os beneficios de los tiempos modernos no tenían
validez para estos grupos de población"
(op.cit.: 23). Además, se declama la liber-
tad precisamente cuando comienzan las regulaciones para satisfacer en forma
El barrio en la historia
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mínima la reproducción de la fuerza de trabajo, junto al proceso de segregación
cada vez más patente. La historia de las ciudades es la historia de la pobreza y
de las clases trabajadoras, de sus luchas, derrotas y victorias. Y en la ciudad de
la Modernidad el panorama social se traduce en pobreza, migración y hambre,
junto a la libertad y el trabajo, indicados por el salario y la industria.
La Modernidad queda de hecho definida sobre la base de la posibilidad del
goce de sus beneficios y la restricción y exclusión de los mismos para las
grandes mayorías. En suma; el atractivo de la unidad y la totalidad
contenedoras de la ciudad moderna industrial conllevan la diferencia y la par-
tición, de las que los barrios serán escenarios específicos. Cierto que la Mo-
dernidad construirá una imagen y una identidad de la ciudad como ámbito
"natural" del concepto moderno de Historia, "donde la experiencia humana se
transforma
po adquiereenuna
signos visibles"
envergadura (Mumford, 1959:
totalizante: 11)ay la
"Debido endiversidad
marcas donde el tiem-
de sus es-
tructuras temporales, la ciudad, en parte, escapa a la tiranía de un solo presente y
a la monotonía de un futuro que consiste en repetir un solo latido oído en el
pasado. Mediante una orquestación compleja del tiempo y del espacio, y asimismo
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pasado. Mediante una orquestación compleja del tiempo y del espacio, y asimismo
mediante la división del trabajo, la vida en la ciudad adquiere el carácter de una
sinfonía; las aptitudes humanas especializadas y los instrumentos especializados
producen resultados sonoros de un volumen y una calidad que no podrían obtenerse
empleando uno solo de ellos" (Mumford, 1959: 12). Pero, no obstante tamaña
majestuosidad, el historiador no puede obviar la constatación de los aspectos
de ruptura social de la ciudad:
"Cuando la ciudad deja de ser un símbolo de arte
y de orden actúa en forma negativa: expresa y contribuye a dar mayor amplitud al
hecho de la desintegración"(ibid.: 14). Y esa será la situación en la que el barrio
de los trabajadores aparecerá como indicador de "desintegración", muestra
ostensiva de la diferenciación de sujetos sociales y, de hecho, de una des-
igualdad social totalizada en la ciudad y distribuida en los barrios.
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El barrio en la historia
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