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Lo que por muchos años condenamos a pesar del tiempo está allí, sé que muchos al
ver la portada del libro se imaginaran otra típica historia de amor y criticaran los dibujos
mal hechos arrugando el gesto y no deseando leerlo; pero no me importa. Una persona
muy importante en mi vida me dijo una vez que la claridad solo es una parte de la
existencia y quien nunca conoce la oscuridad nunca ha sufrido y tampoco puede conocer
la claridad. Entonces, la vida no es toda luz y sol, está la impaciente noche acechándonos
para demostrarnos que el camino para la eterna felicidad aún no lo tenemos bien
definidos.
Una ropa bastante actual, unos sarcillos de perlas, un cabello suficientemente lacio
y unos ojos profundos. Todas esas cosas no revelan mucho si son vistas superficialmente;
no obstante, al adentrarnos a lo inexplicable nos hace entender cosas que nos pasan y que
no entendemos por más que las analicemos. El vestir bien no quiere decir que
automáticamente estemos bien, una marca costosa de ropa no significa que seamos felices.
Eso es igual que los matrimonios, son muchísimas las parejas que en la calle muestran un
amor tan perfecto que raya en lo empalagoso, pero que en puertas cerradas de sus casas
son de lo peor.
¿Por qué estoy hablando tantas pistoladas? Eso ni yo lo sé, la verdad es que me
siento extraña hablando de mi manera de ser y sentir. Creo que los psiquiatras hacen un
mejor trabajo con la técnica del psicodrama que está cabeza loca que tengo; ya que, yo ni
escribiendo puedo relajarme para comprender las situaciones que se me presentan.
Es más, soy tan caída de la mata que ya le dije al psicólogo que me atiende desde
que tuve el accidente automovilístico un año atrás, que deje los melodramas porque yo me
siento bien. No quiero seguir viviendo el pasado, deseo estar en mi presente y soñar con el
futuro, y si para eso tengo que relatar los hechos que me ocurrieron durante desde que me
casé hasta ahora, bueno voy a hacerlo.
Lo haré con todas mis fuerzas; debido a que, necesito gritar y expresar lo que he
sentido por todo este tiempo; el amor, el rencor, el perdón, la rabia, la ira, el olvido, la
pasión. Una pasión que me mata aún el período transcurrido, una pasión que sólo una
persona ha logrado llenar, una pasión que mezclada con la lujuria nunca sería causa del
rechazo.
Puesto que, amo esa pasión que me hace realizar locuras y no quiero ni querré
cambiar eso. Por eso, juro que el deseo y el amor que me ahoga el corazón hoy, siempre los
conservaré muy dentro de mí, sin importar que pase y cuando pase, yo estoy segura de
mis sentimientos hacia él.
YUGEISY CABRERA
Con ello no quiero decir que la personas que son Trabajadores Sociales sean brutas,
todo lo contrario, creo realmente que a nivel mundial existen grandes seres humanos que
buscan el bienestar general. ¿Qué puedo decir? Hay personas con diferentes talentos y los
que sabemos; por ejemplo, trabajar con la sociedad, quizás no sabemos nada de
matemáticas.
Lo cierto es que no sé qué es lo que me pasa que me he puesto tan cursi, pero de
verdad que ponerme a analizar tantas cosas y recordar un pasado tan agrio en ratos,
amargo en otros momentos y dulce solo cuando él llegó a mí, no es nada fácil. Quiero
continuar con él para siempre y por siempre y haré todo lo posible e imposible para lograr
este propósito.
Recuerdo claramente que ese día abrí los ojos de un momento a otro totalmente
congestionada tal y como si tuviera un peso encima enorme, abrir los ojos me llenó de
cansancio, sentía que habían pasado siglos desde que me quedé dormida, pero según yo
sólo había pasado una noche, una larga noche que me tenía bastante agotada. El cuerpo lo
tenía hecho trizas y no sabía por qué pero me sentía extraña.
Miré la habitación y no se parecía a la mía, era blanca como la leche y fría como el
mar en invierno; yo pinté mi dormitorio de verde; pues es el color de la esperanza, la
puerta es roja porque es mi color favorito; no obstante, este lugar era tan blanco que supe
inmediatamente que ese no era mi cuarto.
En esta habitación había otra cama pequeña al lado de la mía, un par de sillas de
madera pintadas de marfil, una ventana adornada con una cortina blanca y cero adornos
para variar. La lámpara en el techo era escalofriante y el aire acondicionado parecía tener
un tono turbio.
No obstante, no era el momento para ponerme a pelear por el color de las paredes
de la habitación o por la decoración, en ese instante, lo importante era lograr que mis ojos
se mantuvieran abiertos por más de un segundo; ya que, maliciosamente se cerraban
contra mi voluntad.
En ese proceder estuvieron por largo rato, en el que deseé poder poner más de mí
para controlarlos, se cerraban y yo los abría con la poca fuerza que tenía en mi cuerpo,
más, los muy bobos no me querían obedecer y se volvían a cerrar. Hasta que me rendí y
decidí que se abrieran cuando quisieran, cosa que pasó luego de un pequeño rato.
— ¿Ya despertó?—escuché una voz que no conocía—Estuvo tres días sin despertar.
— ¿Tres días?—pensé sin poder creerlo y luego con todo el dolor de mi alma y de
mi cuerpo alargué una de las manos para tocar mi cara, allí lo primero que noté fue el
oxigeno que tenía sobre mi boca y las mangueras con agujas sobre mis brazos, eso quería
decir que estaba en un hospital, no obstante, qué hacía allí, esto no tenía ningún sentido.
— ¿Por qué estoy aquí?—le pregunté y sentía que al hablar me iba a romper en mil
pedazos.
—Por un momento pensamos que se iba a quedar así para siempre, pero…—me
miró con esperanza— ¡Gracias a Dios despertó!
—No le van a quedar muchas marcas; así que no debe preocuparse por ello—me
dijo en forma de chiste el médico y yo no entendí su chiste; a mí no me importaban las
marcas yo sólo quería estar bien.
Al oír eso, el corazón se me puso atormentado y una lágrima se dejó escapar y bajó
por mi mejilla izquierda.
Yo me sentí muy mal, duré unos cuantos segundos sintiéndome peor; puesto que,
las cosas no podían ser más viles a lo que ya eran, no pude evitar sufrir al pensar en lo que
debían haber sufrido mi pobre mamá y mi lindo y dulce novio Emmanuelle y bueno esa
perfecta hermana mía que es Ximena.
Hablando de ellos tres, puedo decir que nada es perfecto en la vida; puesto que,
cuando estoy junto a ese trío, juntos o separados me siento como la mosca en la torta o
como payaso en velorio. No es fácil ser tan diferente, tan desigual, tan incomparable
cuando estas cerca de personas demasiado admirables para tu gusto.
Mi madre se llama Gisèle Vólkova, es una mujer de 37 años que me tuvo cuando
tenía 17 años, fue madre y padre para mí; debido a que, el sujeto no pensante que donó su
esperma fue tan desgraciado que cuando supo que mi mamá estaba embarazada se largó
para no regresar jamás. Lo último que supe de él era que no vivía con ninguna mujer y
seguía en sus andadas de patán. Aún me preguntaba ¿Cuántos hermanos tendré regados
por allí? Gracias a Dios que hasta ahora ninguno.
Sin duda alguna, está claro que Ximena es la clásica niña popular que se viste, peina
y maquilla bien. Es extrovertida y juega a la chica inocente delante de los demás, más
realmente es un monstruo de persona, incluso conmigo. Prefiere morirse de hambre que
engordar un gramito y se mata en el gimnasio para mantener una espectacular figura.
Por otra parte, mi novio como ya les dije es Emmanuelle Popov, él es un chico de 21
años que ante todo ha sido mi mejor amigo. Nuestra historia es demasiado típica, nos
conocimos en la universidad el primer día de clases en la bienvenida para los nuevos
estudiantes, comenzamos a conversar de lo inmensa que era la academia y luego no nos
encontramos en varios días.
Sumida en mis pensamientos, mi corazón sufrió un replicón cuando oyó una voz
escandalosa que provenía de afuera. Dos personas estaban discutiendo y reconocí una de
las voces como la del médico que había estado en la habitación hacía sólo unos segundos.
— ¡Necesito pasar yo!—escuché una voz fuerte que estaba abriendo la puerta de la
habitación—Tengo todo el derecho. Los demás que se esperen.
—Por favor, ella nombró a su mamá de primera y lo más correcto es que pase la
señora de primera—contestó el médico—Además, usted está muy nervioso y la puede
poner nerviosa a ella.
—No le estoy pidiendo un favor, es una orden—el sujeto pasó sin darle importancia
a las palabras del médico, luego cerró la puerta del dormitorio dejando afuera al galeno y
caminó hacia donde estaba yo.
—Por todos estos días—prosiguió tocándome las mejillas como si necesitara sentir
que de verdad estaba despierta y sobre todo viva—estuve pensando que jamás abrirías
esos lindos ojos.
—No creo que eso sea necesario—sus ojos se veían cariñosos—Lo que pasa es que
tú accidente me hizo atontar el espíritu ¡Gloria al cielo ya estás bien!—al oír eso no pude
evitar ponerme roja como un tomate.
— ¿Por qué te pones tan avergonzada?—no intentó fingir que no se había dado
cuenta de mis cachetes colorados—No debes sentir vergüenza de mí.
—No estoy avergonzada—desvié la mirada y deseé tanto poder taparme la cara con
la cobija para esconder el encogimiento que sentía. ¡Qué hombre tan extraordinario!
—Apretar tu mano y saber que estas viva es algo tan…—su mirar era tan
delicado—éste acontecer no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
—Yo pienso lo mismo—sentir su delicada y cuidada mano era una sensación tan
magnífica que cerré unos segundos los ojos y pensé que de seguro mi hermana me iba a
envidiar toda la vida por no poder estar en contacto directo con el príncipe como yo lo
estaba haciendo en este momento.
—Sé que las cosas han sido muy rápidas —su tono de voz era casi un susurro—pero
quiero que sepas que estuve muy preocupado por ti—yo estuve tentada a lanzarme en sus
brazos; puesto que me sentía envuelta en un hechizo de amor y pasión, con esos ojos que
él poseía a cualquier mujer podía seducir, incluyendo a mí.
—Felizmente— Christopher, me dio un beso en la frente y rompió con eso, el poco
hielo que antes podía haber habido en la conversación, si es que lo había pues el ambiente
parecía fuego sensual—ya nunca más vas a decaer como lo hiciste en el accidente. En
nombre de Dios y de la Virgen nunca más te vas a accidentar.
—Soñar tiene sus ventajas ¿No crees? —me picó un ojo—Dios siempre escucha a las
personas que están cerca de él.
—Sí, soñar tiene sus ventajas—le reafirmé y sentía que me estaba derritiendo de
atracción por él.
—No me gusta para nada verte así—me aseguró con ojos llenos de ansiedad—Me
duele verte en esta cama, herida y sufriendo.
—Me duele todo el cuerpo—me estiré perezosamente con cuidado de mover uno de
esas horrendas mangueras—me siento molida.
— ¡Lo sé! Quería verte de primera pero aquí el príncipe Christopher estaba muy
preocupado por ti—me soltó limpiándose una lágrima que le bordeaba la mejilla derecha.
—Hija él no está aquí—me hizo un gesto de disimulo para que viera a Christopher,
yo lo vi y no entendí porqué la cara de él se había puesto oscura.
— ¿Sabes qué, Ashley?— Christopher pareció reventar de ira— ¿Por qué no dejas
de fingir ya?—yo lo miré sin poder comprender nada de lo que estaba sucediendo—No
puedo creer que duraste tres días inconsciente y que cuando despiertas pidas que ese
idiota esté aquí contigo. ¿Esto es parte de tu venganza hacia mí?
— ¿Qué, qué dijiste?—le pregunté pero en vez de recibir la respuesta que esperaba,
Christopher súper furioso dio media vuelta y salió de la habitación dando golpes a lo que
se encontraba en el medio de su camino— ¿No me vas a responder?
—Yo no puedo estar casada con él—chillé como una magdalena; mientras intuía
algo que no me agradaba, cosas que habían pasado y que no recordaba— ¡Eso es
imposible!
—Hija—mi madre puso los ojos como si fuera a llorar de nuevo— ¿Qué sucede? Tú
sabes bien que ésta semana te casaste. Hace seis días que te casaste con él.
—Eso no es verdad—me tapé los ojos con la cara—yo soy novia de Emmanuelle, los
dos estamos enamorados. Todos están locos, yo no me he casado aún, jamás lo he hecho.
—Creo que voy a llamar al doctor—mi mamá con mucha incertidumbre salió de la
habitación, yo me eché inmediatamente a llorar ¿Qué estaba pasando?
“sí tengo derecho porque soy tu esposo” esas palabras sonaban como puñales sobre
mi cabeza ¿Cuándo carajo había ocurrido eso? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Qué estaba
ocurriendo? ¿Era eso una pesadilla?
— ¿Qué me pasa doctor?—quise meterme miles de millas bajo la tierra, ahora sí que
estaba buena, accidentada, hospitalizada y casada con un príncipe antipático que en vez
de explicarme lo que estaba sucediendo prefería huir como un cobarde.
—Sí, está comprobado, todos aquí están maniáticos—murmuré a lo bajo para que
ese galeno no me escuchara—Siendo doctor no sabe qué tengo.
— ¿Le duele esto?—él me auscultó el corazón y yo le afirmé con la cabeza que no; a
pesar que sentía que me quemaba— ¿Y esto?—me revisó el brazo y yo me negué
nuevamente tratando de aguantar su examen— ¿La cabeza?—otra vez dije que no; pero
esta vez perdiendo la paciencia, él hizo una mueca con la boca en señal de desaprobación
y se rindió, decidió dejarme de examinar por un rato y yo mantuve mi decisión de que lo
mejor era que ese doctor no supiera que me dolía todo el cuerpo; ya que, eso podía
agravar mi “situación” con Christopher; para mí, si ese “esposito” mío sabía que estaba
tan adolorida y mal que no aguantaba mi propio cuerpo, podía deshumanamente
aprovecharse de la situación y arremeter contra mi familia.
— ¡Yo no estoy loca para asistir a sesiones con psicólogos!—le dije con odio.
—Yo sé que no está loca y para que sepa los psicólogos no ven nada más a los locos
como usted pretende afirmar—me aseguró—Así, que dejé los melodramas y dígame ¿Qué
es lo último que recuerda?
—Cuando hoy abrí los ojos pensé que había despertado del sueño de una noche—vi
las letras enredadas que estaban escritas en la carpeta que estaba sobre la cama—lo último
que recuerdo de mi vida es haber presentado un examen para la clase de moda.
— ¿Cinco días?—volví a hacer puchero— ¿No recuerdo casi una semana de mi vida
y no cualquiera sino la semana que definió mi futuro?
— ¿Tiene alguna duda sobre mi trabajo?—el médico me preguntó sin son ni ton y
yo me volteé a verlo, ya me caía suficiente mal este sujeto. —No me gustaría que la
princesa del país se sintiera incomoda con mi trabajo; sin embargo, tengo órdenes
superiores para actuar como yo considere adecuado para su salud.
— ¿Pero está seguro que podré recordar?—fingí sentirme algo aliviada con la
esperanza que me daba de recordar todo. Realmente no quería seguir tratando con él,
necesitaba quedarme a solas en la habitación para disimular algo del dolor que aún poseía
en el cuerpo y para poder aflojar mi rabia hacia el universo y ya la cantaleta que me daba
este médico me tenía harta.
Alguien al leer esto dirá “pero, esta chica la agarró con ese pobre médico” y no, no
es eso; es sencillamente que en ese momento lo que menos quería era a una persona al
lado mío haciéndome preguntas y registrándome el cuerpo. Quería estar sola para
consolarme a mí misma, cosa que en mi vida diaria era muy común; ya que durante toda
mi vida era yo, yo y yo para mí misma.
— ¿No me voy a quedar para siempre sin recordar cinco días de mi vida?—le
pregunté sabiendo que ese doctor jamás me iba a decir lo que quería escuchar, era lógico
que esa respuesta ni él mismo la tenía.
—Claro que no va a ser así—me dio un beso en la cabeza y luego se alejó buscando
la puerta—No se preocupe; si sigue como va, pasado mañana estará de alta y estando en
contacto con su vida de estos últimos días, recordará esos cinco días. De eso se trata la
pérdida de memoria post traumática y selectiva.
—Lamentablemente las chicas no ven eso, puesto que, aún sigo sin casarme—dijo
en broma y luego salió de la habitación.
Yo enmudecida, boté aire de mis pulmones y gemí del dolor en el cuerpo que se me
había aligerado desde que me había quitado todos los aparatos del cuerpo. Cuando ya no
pude aguantarme más volví a echarme a llorar ¿Cómo podía tomar el hecho de estar
casada con el príncipe Christopher y ni siquiera recordarlo? Con razón el muy patán
estaba en la habitación preocupado; pero ahora las pregunta eran ¿Lo amaba? ¿Nos
amábamos? ¿De quién había sido la idea de casarnos? ¿Qué había pasado con
Emmanuelle? ¿Por qué todo se había realizado tan rápido? No podía parecer débil sin
tener antes estas respuestas si quería el bien para mí y los míos.
¿Cómo era posible que yo que creía en el amor para siempre me hubiese casado con
un príncipe al que conocía sólo de revistas y de la televisión? Es más aunque los dos
estudiábamos en la misma universidad, jamás nos habíamos encontrado y pensar en eso
era lo que más me hacía sufrir de coraje.
Ya conocía por todo lo que se decía de él que el príncipe Christopher tenía una
manera de ser muy testaruda, siempre perfecto, nunca mostrando su debilidad y lleno de
una insensibilidad insoportable. ¿Cómo coño yo me había casado con él? ¿Acaso me había
vuelto loca antes del accidente?
Es el auténtico bastardo que nunca ha llorado desde que dejó de ser un bebé y pudo
controlar sus emociones; asimismo, es enemigo de tener amigos; por lo cual, no se
conmueve de nada ni de nadie y puede destruir la vida de quien se le viene en gana si éste
intenta algo en contra de él.
De la misma forma, es ilógico creer en robarle el corazón hasta el punto de que él
sacrifique todo por una mujer. Él no cree en el amor de pareja, menos en los cuentos de
hadas que nunca llegarán a ser, prefiere ser más realista y olvidar la parte sentimental y de
las emociones.
Por lo que se me hace imposible creer cómo las mujeres se vuelven locas y
alborotadas y añoran un beso de él que nunca va a llegar. Christopher es un ser cruel que
juega con los sentimientos de quien se atreva cruzarse en su camino y con las mujeres es
peor porque ni siquiera se da el tiempo para conocerlas cuando ya las está rechazando;
pero eso sí, jamás se podría dudar de su sexualidad; ya que, varias veces ha estado ligado
con famosas modelos y actrices con las que sabe que la relación no pasará de algo más que
sexo, sexo y sexo.
Sí era alguien que no recordaba haber tratado directamente, pero era una mujer
excepcional según todos los que la conocían. Tan parecida en los físico a Christopher, más
tan diferente en la parte emocional a él. La reina Lady Smirnov era capaz de evitar una
guerra y su hijo era de los que la iniciaba con solo mover un dedo. Creo que todavía en
esta etapa nadie sabía todo lo que podía hacer el príncipe con solo dar una mirada de
antipatía.
Sentí los pasos de la reina y me sentí nerviosa, no sabía cómo podía tratar a una
mujer tan poderosa y elegante como ella. Yo; por mi parte, era tan despistada y brutica
que en ese momento no se me ocurría cómo podía actuar frente a ella.
— ¿Eso es un sí puede pasar?—chisteó y caminó hacia mí— ¡Mi niña! Nos diste un
buen susto a todos.
—Claro que sí—me dio un fuerte abrazo—Por un momento todos pensamos que no
ibas a despertar.
—Si a eso se le llama despertar—las lágrimas recorrieron nuevamente mis mejillas
aunque me había jurado a mi misma que iba a ser fuerte y a no mostrar mi debilidad ante
la realeza. Mostrarme dura se me había hecho imposible al ver a una mujer tan dulce e
inofensiva y por eso, por dentro quería suicidarme por ser tan debilucha.
—Quiero despertar de este mal sueño—me aclaré la voz y me serené; pues, ya era
suficiente drama ante esa mujer—no concibo nada de lo que está pasando. Necesito
urgentemente un despertador portátil que al sonar a la media noche me devuelva mi vida.
— ¿Y qué quiere que haga?—ella parecía una doliente y yo una zombi—No quiero
tirarme a la borda sin saber nadar. ¡Necesito recordar esta pesadilla!
—Es lo mejor, incluso para ti—me afirmó a media risa—y si tienes alguna duda en
algún momento, bueno cualquiera de nosotros, en especial yo, puedo apoyarte.
—Eso dice usted horita—llevar a cabo esta conversación era una locura—no
obstante, está claro que lo hace porque estoy casada con Christopher.
—Con nosotros puedes ser tú misma — insistió la reina con una sonrisa traviesa—
con nosotros puedes ser tal y como realmente eres que es ser la antítesis de otras mujeres.
¡Tennos confianza!
—Pero…—vacilé un poco.
—Conmigo no vas a tener problemas— dejé escapar un suspiro al oírla decirme eso,
con ello se me quitaba un largo peso de encima; ya que, el tratar a todos de usted, era
cansón y fastidioso.
—Claro que sí, mi niña—sonrió con la misma sonrisa traviesa que tenía
Christopher—pregunta lo que quieres.
—No lo tomes a mal—su dulce voz parecía que me quería consolar, pero no lo
lograba, nunca lo iba a lograr—hay cosas que no se pueden evitar. Sembrar una semilla y
ver la cosecha resultante de ella, es algo muy diferente.
— ¿Eso qué quiere decir?—dudé odiándome a mi misma por ser casi incapaz de
entender cosas como esas— ¡No entiendo!
—Creo que eso tienes que averiguarlo tú—se puso de pie y allí entendí que ya
estaba dispuesta a marcharse; por lo tanto la conversación llegaba hasta allí— ¡Me tengo
que ir, linda! Necesito estar en algunas reuniones; pero… en la tardecita vengo a verte.
Otra vez me quedé sola y ese día se convirtió en noche. Mi mamá estuvo muy
pendiente de mí, pero mi esposo no se dejó ver por allí. La reina madre faltó a la promesa
de regresar más tarde, ese día, y yo la extrañé como tonta. Me dolía ver como ella
resultaba ser más madre que lo que mi mamá me mostraba a mí a veces en la casa.
Cuando estuve según el médico lista para intentar caminar, ese doctor me ayudó a
ponerme de pie y me hizo dar algunos pasos. Entre chiste y chiste me dijo que no podía
quedarme eternamente en la camilla porque me iba a quedar pegada al colchón.
Cuando me dio sueño me acosté nuevamente; pero únicamente logré dormir un par
de horas y a la mañana siguiente me desperté con menos entusiasmo que el día anterior.
Christopher no se apareció en todo la mañana en el hospital y aunque me doliera aceptarlo
eso me tenía bastante mal. ¡Malvado egoísta de pacotilla!
Mi mamá con cara de no saber qué Diablos hacer me dijo que iba a tratar de
comunicarse con Emmanuelle para ver si iba a visitarme. Yo no le contesté nada; puesto
que, no quería más problemas de los que ya tenía. Además, si Christopher se había
disgustado sólo con oír el nombre de mi ex, no sabía de qué iba a ser capaz de hacer o de
decir si lo veía andando por allí o si algún chismoso se lo contaba.
No obstante, por más que lo quise no pude evitar que explotara la bomba que
estalló a la hora de la merienda; a esa hora recibí una visita que me complicó muchísimo la
situación en que me encontraba. Sí, yo extrañaba mucho a Emmanuelle, pero me hubiese
gustado mirarlo nuevamente en otras circunstancias.
—Parece que a todos les pasó lo mismo— ¡Vaya ahora Emmanuelle iba a jugar con
mi conciencia!, recibí con aprecio el beso de saludo que me dio en la mejilla y el ramo de
flores blancas—he sido un buen centro de atención.
—Me gusta saber que no has perdido tú buen humor—se sentó en la cama—
¿Cómo te sientes?
—Pero si así estas siempre—me sonrió y yo a él; pues tenía mucha razón—
normalmente el mundo va por el lado derecho y tú por el izquierdo.
— ¡No te sientas mal por eso!—le supliqué y al hacerlo me sentí tan hipócrita
porque ya le había roto el corazón y ni usando las mejores curitas esa situación podía
cambiar—tampoco me hagas sentir tan mal a mí. Yo…—no podía decirle que no recordaba
haberme casado con Christopher, eso era un secreto, un secreto que si llegaba a la prensa
iba a significar la destrucción de todos en el palacio, la reina me lo había dicho y debía
obedecerla.
—Tú eres hermosa—me tocó la pierna derecha con cariño y sentí pavor de que la
conversación se fuera por un pasadizo irracional y que su caricia tuviera para él otro
significado más que de amistad—te mereces lo mejor del mundo—en eso sí que él tenía
toda la razón.
— ¡Discúlpame!—fue lo único que fui capaz de decirle; ya que, sentía que estaba
rompiendo una copa de artesanía medieval y que luego iba a ser fusilada por romperla—
Yo me siento como una canalla.
— ¡No digas eso!—expresó dejando de tocarme la pierna—Tú eres la mujer más
buena y considerada que he conocido y si me dejaste para casarte con él era porque tenías
una buena razón.
—No hay ninguna razón que valga el haberte hecho daño—mis palabras sonaban
destrozadas, pero tan farsantes que tragué saliva—y lo peor es que a pesar de que regrese
el tiempo no podré cambiar nada.
— ¡Ashley, yo te amo!—me manifestó con orgullo y ahí estaba con esas palabras
que yo no quería oír ¿Por qué los hombres no pueden guardarse nada? Después dicen que
somos las mujeres las habladoras.
—Eso es algo que yo jamás te permitiría—le dije sabiendo que experimentando con
hacerlo renunciar a mí, podía alejarlo de mí de una forma más dócil y sin hacerle tanto
daño— ¡Nunca podría dejar que hicieras ese sacrificio!
— ¿Piensas quedarte con él toda la vida?—me preguntó algo irritado poniendo los
ojos turbios—Para ser honestos a ese testarudo ni su madre lo aguanta.
— ¿Qué quieres que haga? —me di cuenta que Emmanuelle estaba bastante
adolorido y odiaba ser la causante de todo aquello, si tan solo recordara algo sobre mi
matrimonio con Christopher podía por lo menos hacerle frente a esta situación tan caótica.
—Tan sólo tú permitirías algo como eso—se atrevió a expresarme— ¿Acaso vas a
hacer la esposa complaciente? Te casaste con él porque necesitabas dinero, eso no significa
que debas durar casada toda la vida. Para los matrimonios inservibles es que existe el
divorcio.
—No quise decir eso—expresó calladamente cuando se dio cuenta que me habían
dolido sus palabras, para mí ese “inservible” era atormentante.
—No estoy tan loca como para dejarlo—necesitaba de toda mi fuerza de voluntad y
mi concentración para ser coherente en mis palabras, sino rápidamente Emmanuelle
descubriría mi pérdida de memoria temporal y ahí sí que él buscaría la forma de que mi
matrimonio se acabara—No pienso divorciarme.
—Desde hoy seré tu hombro, tu consuelo, tu pana—su voz se veía tan apagada,
pero a la vez tan decidida, que me tensé, esto no debería estar pasando —y aunque
murmuren que estoy totalmente maniático, prefiero eso a la distancia a la que me tuve que
someter cuando terminaste nuestra relación.
—Así que sientes haberlo dejado por mí— Christopher entró pausadamente a la
habitación echando humo de la rabia y luego se sentó en la cama, en el lado opuesto de
Emmanuelle; yo sin querer había quedado entre esos dos maravillosos hombres.
Christopher estaba de pie con los brazos cruzados en el dormitorio de algún lugar,
y yo estaba recogiendo mi ropa en una maleta, él no decía nada al parecer estaba muy
furioso, yo en cambio, estaba llorando y el alma la tenía muy cansada.
—Te fascina inmiscuirte en cosas que no son tus asuntos— Christopher regañó a
Emmanuelle con la voz demasiado fuerte para mi gusto—Tú actitud es para llorar.
— ¡Basta! ¡Basta!—yo tuve que gritarles desesperada para que no se fueran a los
puños— ¿Qué les pasa? Están en un hospital y de paso en mi habitación— Christopher
parpadeó y me miró con resentimiento, Emmanuelle en cambio, bajó la cabeza y susurró
una disculpa.
—Sí, tienes razón; creo que lo mejor es que me marche—miró con cólera a
Christopher—Yo no quiero que sigas sufriendo—y obviando la presencia del príncipe me
dio un beso en la mejilla, casi que en la boca— ¡No estamos viendo!—luego buscó la salida
y sin despedirse de Christopher abrió la puerta y lentamente abandonó la habitación.
—No afirmes cosas como esas—le respondí sin mirarlo a los ojos.
—No digas tonterías—no sabía si eso era verdad; pero no quería que saliera
Christopher corriendo tras de él y ambos acabaran agarrados por los puños—Además, él
es un buen chico y vino a visitarme, cosa que tú no hiciste en toda la mañana.
—Una cosa que debes tomar en cuenta—parecía tan poco tierno que yo me sentía
como en un juicio en el cual, yo era la acusada y él el fiscal acusador—tienes
terminantemente prohibido hablar con él.
—Estoy hablando muy en serio—su voz sonaba bastante alterada, altanera y segura
de sí mismo ¡Me estaba ahogando con su arrogancia!—No quiero volver a verte junto a él.
— ¡Así es!—me hizo una reverencia en forma de burla—Pero yo no tengo dos caras.
Ese tonto de tu ex dice que quiere ser tu amigo pero cuando hace unos minutos te miró lo
que había en sus ojos era deseo.
—Lo siento sino me crees pero es la verdad—se puso muy sereno, aún hoy admiro
la forma en que él puede disimular tan bien su rabia haciendo uso de esa serenidad—Él
quiere lo que todo hombre añora, sexo con una mujer como tú.
Sola y sintiéndome abandonada dejé que las horas siguieran pasando. Prendí la
televisión para distraerme y no encontré nada interesante. Hallé que las horas se hacían
más eternas cuando uno quería que se fueran más velozmente. Mi madre estuvo muy
pendiente de mi evolución, cosa que me sorprendió; puesto que, ella conmigo nunca había
sido tan cercana, es más era incontable las veces que yo había estado enferma y ella nunca
lo había percibido o se había hecho la que no lo había notado.
El médico también estuvo muy pendiente, cada cierta hora acompañado de una
enfermera me examinaba, él me aseguró que no tenía ningún daño interno que me fuera a
traer consecuencias negativas con el transcurrir del tiempo y que pronto sería dada de alta.
Ya casi iban a ser las 05:00 PM cuando mi hermana Ximena se dignó a visitarme al
hospital. La muy inicua había dejado de último en su lista de múltiples ocupaciones de
chica popular el ir a conocer mi estado de salud; puesto que, como siempre yo era la
persona que menos le importaba en su perfecta vida de señorita sobresaliente.
Ella entró a la habitación vistiendo un precioso vestido rojo y unos tacones de aguja
que la hacían ver más alta de lo que realmente era. Tenía el cabello sumamente alisado de
color rubio como lo usaba de un tiempo para acá, mejor dicho desde que en la universidad
la nombraron la chica más popular y sensual de allí y además, llegaba una pequeña cartera
en donde seguro que le cabía el teléfono, el maquillaje y algo de dinero.
— ¡Hola!—le expresé y con un gesto la invité a pasar y sentarse junto a mí— ¿Va
todo bien?
— ¡Los guardias reales me tuvieron que ayudar para que pudiera entrar a visitarte
al hospital, todos los alrededores están llenos de gente qué quiere saber sobre tu estado de
salud y hay decenas de periodistas cubriendo la noticia!
Vaya, sí que debía haber tenido cosas importantes que hacer. La muy egoísta
siempre pensaba era en ella y no se había condescendido un poco para conocer sobre mi
estado de salud.
— ¿Te inquieta lo que diga la muchedumbre que está allá afuera esperando conocer
noticias sobre ti?—me preguntó con unos ojos rizones bastante iracundos.
—Pero es que…— ¿Qué carajo le podía decir si tenía razón en todo lo que me decía?
—Sí, me imagino que te preocupa el no ser bien aceptada por los medios de
comunicación y el publico nacional e internacional; — se me llenaron los ojos de lágrimas
de solo oírla hablar así de mí, era demasiado intrigante— pero esas son las consecuencias
de haberte casado con alguien mejor y de mayor categoría que tú. Tú, hermanita no eres
suficiente mujer para un hombre como el príncipe. Pero, no te preocupes que los pocos
días de casada que tienes no es la gran cosota.
—Por lo que percibo, mi madre tuvo que haberte comentado que no puedo recordar
los últimos días de mi vida—le susurré conteniendo un mar de llanto que ya empezaba a
encaminarse por mis parpados, para disimularlos me levanté y caminé al contrario de ella.
—Sí, me relató todo el cuento y ¡vaya, que no me imaginé que el accidente te había
dejado un poco de neuronas!— expresó burlescamente y yo deseé sacarla de la
habitación—En este instante, pensé que ya te habías lanzado hacia el precipicio para
acabar con tu vida.
— ¡No digas frases tan crueles!— ¿Por qué no se iba del hospital? Yo no quería ese
tipo de visitas y menos viniendo de ella que era mi hermana; no podía creerlo pero
deseaba darle un par de nalgadas para que se callara y madurara de una buena vez.
—No son crueles, son la pura realidad—siguió con su mal genio diciendo palabras
bastante desalmadas— ¡Tú no combinas con la vida de princesa!—dijo palpando un
precioso collar que me habían enviado con un ramo de rosa blancas, unos niños de una
fundación llamada “Renacer”.
— ¡Por favor, no me trates así!—le grité llena de ira y le arranqué de las manos el
collar—Horita me siento tan asustada que creo que estoy peor que si recordara aunque
fuera parte de la realización de mi matrimonio con Christopher—coloqué el collar entre el
ramo de rosas.
—Yo diría que cada cosa que has hecho en el corto período de tu matrimonio has
sido un completo desastre—me dijo sin son ni ton casi que al oído— ¡Eres invisible e
inservible!— ¡Vaya, ya eran dos veces que escuchaba la palabra inservible en una oración
en ese largo día!
—No estoy de humor para estas cosas—me hice a un lado para no mirarla
directamente a los ojos.
—Yo… ¡Me estás lastimando, Ximena! ¡Me duele!—le tenía miedo ¿Por qué iba a
negarlo? Esos ojos llenos de ira, envidia y odio me causaban terror. Bastante asustada me
solté de su agarre y me encaminé hacia la ventana.
—No sé por qué me tratas así—abrí la cortina queriendo tomar aire fresco, pero me
encontré con que los vidrios estaban sellados para evitar que se escapara el aire
acondicionado. Bueno, por lo menos tenía la vista de la gente aglomerada afuera del
edificio del hospital.
— ¡Tú lo sabes bien!—se echó a reír con nulidad y yo me volteé a verla— ¡Ese lugar
me pertenecía a mí y tú me lo robaste!
— ¿Tú…tú estás enamorada de él? —no lo podía creer, ya eran demasiadas cosas
para mi pobre mentecita.
—Jamás, escúchame bien, jamás debiste casarte con el príncipe Christopher. —ya su
voz no sonaba tan terrorífica, ahora era su actuar pacifico el que me causaba más miedo—
Tú eres nada delante de mí que soy “genial”, un hombre tan guapo como él no se merece
una mujer como tú.
— ¡Qué cruel eres! ¿Entonces él también te ama a ti?— ¿Acaso ese patán tenía algún
tipo de amorío con mi hermana?
—Las dos sabemos que eso no significa que le gustes— ¡Claro que sí! ¡Por supuesto
que sí! Mi hermana era la mujer perfecta para cualquier hombre; hermosa, seductora y
espectacularmente elegante.
—Odio esta manera ridícula que tienes de hacer las cosas—le murmuré.
— No puedes tomarte la vida tan a la ligera—le dije y quise darle un golpe para que
reaccionara porque parecía estar en otro planeta paralelo. — ¿Te volviste loca?
—No, estoy siendo sincera—así estuviera loca ella nunca lo admitiría— la solución
para acabar con este martirio de matrimonio y que el príncipe Christopher y yo seamos
felices es que firmes un divorcio rápido y te vayas al infinito con Emmanuelle.
—Sí que te afectó todo esto—definitivamente Ximena estaba loca— ¿Estás segura de
que la que sufrió el accidente no fuiste tú y no yo?
—No son boberías, me has dicho tantas cosas en esta visita que no sé qué decirte.
— ¡Ay hermana!—dije y al instante pensé que los caminos del señor sí que eran
misteriosos.
—Ni me recuerdes esas cosas, —quería tanto echarme a llorar —me duele tanto el
haberle hecho daño a Emmanuelle igual que me duele el estar en un matrimonio sin amor.
Yo no supe qué Diablos pensar de lo sucedido allí, o sea que Ximena estaba
enamorada de Christopher y yo estaba en su camino para conseguirlo; me iba a explotar la
cabeza. Me acosté en la cama dispuesta a relajarme y a no permitir que nadie más me
molestara por un buen rato y al rato me quedé dormida.
Cuando me desperté esa noche, recibí una excelente noticia que me hizo sentir muy
feliz; en pocas horas iba a estar de alta del hospital, sí prontamente iba a estar de vuelta a
mi casa, bueno, al palacio pero igualmente lejos de ese hospital
A medida que asimilaba la noticia, no dejaba de preguntarme ciertas cosas ¿Cómo
sería internamente el palacio? ¿Cuántas personas vivirían allí? ¿Sería una vida agradable
permanecer allí con Christopher? Esas y otras preguntas rondaban mi cabeza y cuando
amaneció el día siguiente no podía deducir cuantas horas había dormido realmente.
Aún se me hace increíble saber que eran las diez de la mañana del día siguiente
cuando me desperté, me había rendido al sueño a las siete del día anterior y no me había
despertado hasta que había oído las voces de personas que ya conocía. Eran mi madre y la
reina madre que estaban arreglando las cosas en maletas para adelantar con eso nuestra
marcha. No habían dejado que ningún sirviente las ayudara supuestamente para mantener
algo la privacidad y alejar los chismes de la realeza de esa situación por la que todos
estábamos pasando.
La cosa fue tan arreglada por ambas que mi mamita sin que yo pudiera
imaginármelo me ayudó a bañarme diciéndome que siempre podía contar con ella y la
reina madre llevó a la habitación a varias estilistas para que me arreglaran, pero sólo
cuando estaba segura que yo no iba a meter la pata hablando con ellas sobre mi pérdida de
memoria. En ese tiempo mi recién estrenado esposo no se asomó por allí el muy canalla.
Al parecer aún estaba furioso conmigo por lo de mi ex.
Al verlo, le sonreí contenta; él era tan guapo que me dejaba con la garganta seca de
solo verlo. Más el estúpido ese no me respondió la sonrisa con otra; en cambio, sus ojos
parecían tan alterados como el sol de verano ¡Qué miedo!
Tragué subyacentemente sintiendo la tensión que había en el aire. Era como ser una
naranja en un exprimidor con demasiada potencia. Mi recién estrenado esposo no había
pronunciado ni una sola palabra, pero su mirada reflejaba mucha rabia hacia mí.
— ¿Y qué quieres que haga? —Me senté en la cama bastante agotada— ¿Quieres
que me encierre en una torre sin puertas ni ventanas y no trate a nadie? Lo siento, más me
temo que no quiero vivir como en una burbuja de cristal. Esto no es un cuento de terror.
—Suenas como un tirano—el muy malvado se estaba portando peor que un tirano;
más, no le podía decir la palabra en sí; ya que, no lo quería ofender—Pero tú no puedes
hacer nada en contra de mí, la prensa no te lo perdonaría.
—Te podría obligar a dejar de ver al retrasado ese—se acercó y se agachó hasta
ponerse de rodillas frente a mí—Eso no es nada para mí.
— ¿Estás bien?—no dejé que me cautivara con sus seductores ojos— ¿O te estás
volviendo loco?
—Loco estoy desde que te conocí—acercó su boca a la mía—tú me has vuelto loco.
— ¡Cállate esa charlatana boca! —se levantó echando humo—no me gusta que me
digan mentiras. ¿Por qué no dices claro que no te gusta que me acerque a ti?
—Me gustaría tanto…—quería decirle que tocarlo, abrirle el alma y descubrir sus
sentimientos; pero no lo hice; así que, temblando acerqué mi mano a su corazón que
palpitaba tan maravillosamente que sentí que me iba a desmayar—Me fuera encantado
que nuestro matrimonio se fuera realizado en otras circunstancias.
—Soy egoísta, puedes empezar por ahí— me apretó la mano con rabia—te doy la
razón de que soy un mal ser humano.
—Yo te esperaré hasta que aceptes que me amas—me soltó y caminó hacia la salida.
—Me vas a hacer llorar—quise darle donde más le dolía: el orgullo— Te vas a
quedar esperando toda la vida.
—No me importa—sus ojos se veía tan apasionados; así que decidí no mirarlo más;
puesto que, la atracción que sentía por él no me gustaba.
—Ha sido maravilloso charlar contigo—expresó cuando por fin pudo hablar—pero
no me puedo quedar más tiempo aquí; además después de comer debo encargarme de
algunos periodistas que se encargan de inventar noticias sensacionalistas sobre el petardo
ese, tú, y yo.
Finalmente, dio medio vuelta para marcharse, pero en ese momento, entro la reina
madre y mi mamá.
— ¡Ya nos vamos!—dijo la reina madre muy contenta— ¡Mi niña el médico acaba de
firmar la orden de salida!
—Por supuesto, yo jamás mentiría con algo tan grave—la reina madre habló con
pericia y viéndome directamente a los ojos comprendí que sí era verdad, ¡Ya estaba por fin
de alta! ¡Aleluya!
— ¡Hija!—mi mamá me tomó del brazo—El cuerpo de seguridad es para que todos
podamos salir de aquí sin que pase algo malo. Afuera hay una multitud de periodistas
queriendo lucrarse con la noticia que salió publicada hoy en la prensa y es posible que
quieran aprovechar el momento de tu salida para conseguir nueva información.
— ¡Ah!—por fin entendí, no era que yo fuera bruta o tonta, sino que estaba tan
nueva en todo esto de la realeza; que cualquier cosa que dijera, hiciera o pensara podía
traer consecuencias negativas para todo el reino; en cambio, Christopher se veía tan seguro
de sí mismo, incluso ahora que se comunicaba por teléfono con el jefe de seguridad para
que se acercara a la habitación, que yo me sentía bastante inferior a él.
— ¿Qué?—la reina madre habló bastante perturbada— ¡Estás loco! Ni que fuera
una delincuente. ¡Estás hablando de la princesa de este país, no de cualquier mujer! No la
puedes tratar como la gente común y corriente.
—Podemos pensar una idea mejor para que los periodistas no los molesten—la
reina madre estaba tratando de que Christopher se calmara porque lo cierto es que parecía
una bomba a punto de estallar.
— ¡No! ¡No!— Christopher gritó nuevamente—No voy a permitir que la prensa nos
haga puré, y eso es lo que va a pasar si Ashley pasa por el camino rodeado de
periodistas.
—Pero…es que sacarla por la parte de atrás…es indigno—la reina madre estaba
angustiada, en cambio mi mamá ni siquiera daba una opinión del tema como aporte.
—Yo…—decidí que lo que yo debía hacer era tomar mi propia decisión, la cual
fuera la mejor para todos. Aunque a la reina madre le doliera, debía ayudar a Christopher
porque bueno o malo, él era mi esposo.
— ¿Qué? ¿Te volviste loca?—ahora era la reina madre la que había gritado, estaba
sorprendida y yo era la culpable.
— ¡Oh, vamos! ¿Sí?— Christopher interrumpió el dulce momento, con sus palabras
bastante obstinadas—Si Ashley y yo vamos a salir por la parte de atrás, no podemos andar
perdiendo tanto tiempo.
Christopher con su mano sana encendió el auto y justo cuando partíamos pude
notar una manada de periodistas encima de nosotros, creo que se dieron cuenta de que
íbamos en el auto porque rápidamente comenzaron a tomarnos fotos y a hacer preguntas
que no pude escuchar porque los vidrios del carro nos protegían.
Christopher supo como liberarnos del peligro porque haciendo un gran esfuerzo
logró sacar el automóvil del estacionamiento del hospital y tomamos la autopista. Eso sí,
sin dirigirnos la palabra uno al otro. Era irónicamente incomodo no poder hablar con él.
— ¡Ya estás en casa!—me dijo y su mirada se puso muy agresiva, esos hermosos
ojos tentadores eran capaces de volver loca a cualquier mujer y en ese momento deseé
poder recordar los pocos momentos que habíamos pasado juntos.
—Ay, Dios mío…—susurré—No pensé que esto iba a ser tan difícil—y dirigí mi
mirada hacia las personas que estaban afuera, unos más elegantes que otros, todos se
veían tan perfectos y superiores que sentí pavor de salir del auto.
— ¿No me vas a responder?—me miró con ardor a los ojos y yo tirité, podía ser tan
fácil dejarme llevar por el momento y besarlo; pero, no, no lo iba a hacer, en cambio,
esquivé la mirada hacia la ventana
—No hay ningún plan, ni tiene por qué haberlo; sólo actúa normal—Se separó de
mí y respiró profundamente, ¡vaya, sí que le estaba dando dolores de cabeza! — No vamos
a caernos a cuento, Ashley; dime francamente ¿Qué te preocupa?
— ¿Qué quieres que salga, me vista de mujer a y simule ser una señora elegante y
moderna?—se mofó usando una voz tan áspera que por un segundo pensé que él estaba
intentando intimidarme más, de lo que yo ya estaba—Soy un hombre, Ashley, y no
cualquiera sino un príncipe—se miró en el espejo del retrovisor—No puedo rebajarme al
nivel de un actor de telenovelas.
—La gente puede esperar por ti toda la vida—se acomodó su lujosa corbata—Yo no
estoy dispuesto a hacerlo.
Y yo lo odié por segundos que parecieron eternos, el muy vil podía ser súper guapo
pero eso no lo salvaba de ser uno de los hombres más canallas que hasta ahora había
conocido. ¿Es que qué le costaba ayudarme aunque fuera sólo por ese único día?
Eso me hizo sentir mayor pavor, yo no era lo suficientemente sofisticada como para
actuar bien delante de tanta gente tan importante. Yo no me merecía respirar su mismo
aire. Mi aire era sucio y artificial, el de ellos era amargo y exitoso.
— ¿Qué quiere decir eso?—bajé los brazos y lo miré con odio, este hombre sí que
sabía cómo humillar a una mujer.
—No, claro que no—me agarró suavemente de los brazos y me los soltó, al parecer
no le gustaba verme de brazos cruzados.
Afuera, la reina madre parecía angustiada de ver que no salíamos del auto. ¡Vaya
impresión que yo estaba dando! ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?
—Mira quien me viene a decir todo esto un hombre guapísimo, bien portado y
vestido, elegante y con una enorme superioridad—le dije sin detenerme a reflexionar,
cosa de la que me arrepentí velozmente ¿Le había dicho bien portado, elegante y superior
en una misma oración? ¡Estaba loca!
Christopher me escuchó sonriente y eso me hizo sonrojarme ¿Cómo yo me había
atrevido a halagarlo tan de frente sabiendo lo cretino que se comportaba la mayoría de las
veces? Ahora a calarme mi buen baño de agua fría por sapa.
—Típico de una mujer—se colocó relajado las manos en la cabeza y luego las estiró
acicaladamente, obviando con toda la intensión mis halagos anteriores— ¿Son todas las
demás tan tercas como tú? Yo voy a ayudarte y sé que lo vas a hacer muy bien porque eres
una mujer súper inteligente, maravillosa y especial; así que ten calma.
Christopher caminó hacia mí y tomándome del brazo me llevó de su lado hacia las
personas que gustosamente nos esperaban. Estaba la reina madre, mi mamá, mi hermana
Ximena, el duque y algunos empleados que mostraban su alegría de vernos llegar, al fin.
—Yo…—no sabía qué decirle, toda esta situación me ponía muy nerviosa.
— ¡Hija mía, qué gusto que estés aquí!—mi mamá se acercó a mí y me dio un beso
hipócrita en la mejilla, qué rabia saber que como ya el accidente había pasado, ella
comenzaba otra vez a tratarme distante.
Por lo menos, los empleados sí parecían estar gustosos de verme llegar; con alegría
y en coro todos me dijeron:
—Me gusta que seas tan directa—dijo y haciéndole señales a algunos empleados,
estos le afirmaron que sí a una pregunta que yo no había logrado entender.
—Yo soy directa, pero parece que tú no lo eres—le expresé sabiendo que me
ocultaba algo— ¿Vas a empezar escondiéndome cosas?
—Simplezas, nada más que simplezas—se burló de mí y con esas últimas palabras
me dio la bienvenida al palacio.
Este lugar por dentro era maravilloso y hermoso. Estaba lleno de elegancia y
majestuosidad y de verdad que me dejó con la boca abierta. Había centenares de
habitaciones, escaleras, salones, adornos, sitios de relax y muchísimo más. Los empleados
caminaban de un lugar a otro y después de hacer reverencia seguían su camino.
Yo no podía creer que una mujer tan simple como yo fuera ahora una princesa que
tuviera que vivir en ese espectacular palacio. Las piernas me temblaban y sentía pavor de
caerme al suelo de la impresión y el sobresalto.
— ¿Alt... alteza?—tartamudeé sin saber qué decirle ni cómo actuar frente a ese
desconocido ¿Quién era?
—Sí, su alteza—se echó a reír y maravillado me dio un beso en la mejilla— ¿Cómo
está? Parece perdida.
— ¡Ah, qué… bueno! —le sonreí y sentí como mi labio superior tiritaba del miedo
de verme descubierta.
—Yo…— ¿Qué le podía decir a ese tal ministro de Asuntos Públicos? Ni yo sabía
bien cómo mi vida había cambiado en tan pocos días. Gracias a Dios Christopher supo
como desenredarme de esa telaraña porque a tiempo intervino en esa satánica situación.
—Pero…—fue lo único que pude oír del tal ministro; ya que, Christopher hizo
como si no lo fuera escuchado. Me encaminó hacia unas enormes escaleras y sin esperar a
que el resto de la gente aprobara su actitud odiosa, me hizo subir con él y me llevó hasta
un dormitorio.
Ambos entramos a ese cuarto bastante nerviosos, bueno, yo más que él; ya que, me
sentía aterrorizada de la nueva vida que tendría que vivir, tan cómoda y elegante. El ver la
habitación llena de confort igual que el resto del palacio me hacía trepidar. Yo estaba a
punto de desmayarse; ya que, como mujer pobre no recordaba haber estado en un
dormitorio tan maravilloso y por lo visto esa iba a ser la primera vez, al menos que
recordara.
La habitación era enorme y tenía de todo lo que alguien pudiera pensar. Una cama
inmensamente grande, varios closets, armarios, almacenes y oficinas, una biblioteca, un
acuario gigante, una chimenea de mármol que daba un clima acogedor, televisores de
pantalla gigante de última generación en una sala de cine privada para el príncipe, un
gran baño con Jacuzzi doble, dos cuartos de vestir enormes, un coffee bar, dos espacios
para bañarse, una ducha con vapor de doble acceso, paso a una terraza privada con
Jacuzzi, una escalera para bajar a la piscina exterior, adornos, piezas ornamentales y otras
cosas.
El dormitorio en sí era puro lujo y prosperidad al igual que todo el palacio y eso me
tenía impactada; no sabía si realmente yo estaba soñando, pero ciertamente se me iba
hacer bien difícil despertar de toda esa hermosura propia de mi nueva vida.
—Aún no me las des, — Christopher me hizo con la boca una media risa—primero
tienes que conocer el lugar a ver si te gusta.
—Mi madre tenía planificado hacer una fiesta esta noche en tu honor— Christopher
me intentó explicar y yo lo escuché atentamente, esas eran cosas que necesitaba saber—
Ella quería celebrar que te habían dado de alta del hospital; pero le dije que mejor no, no
creo que estés en condiciones de pasar una noche trasnochándote y atendiendo a un
montón de gente.
Y allí permanecí por varias horas en las que me bañé, me vestí, comí, dormí, vi una
película llamada “No te pierdas”, me enteré por una empleada que desde que yo me había
casado mi madre y Ximena habían ocupado dos de las habitaciones principales para
quedarse allí viviendo y sobre todo, pude percibir las noticias que circulaban en internet
sobre mi retorno al palacio.
¿Pero, qué carajo hacía en esa habitación? ¿No estaría pensando en dormir
conmigo? Eso no estaba bien, yo no me acordaba de nada de mi relación con él y el pasar
la noche cerca de un sujeto tan perfecto y a la vez tan lejano a mí, me daba mucho pánico.
—La suite real es para los dos—se quitó las pantuflas y caminó cerca de mí— ¿Por
qué te parece extraño que venga a dormir aquí? Me bañé en otra habitación para no
molestarte, pero ahora vengo porque tengo sueño y quiero dormir.
— ¿Estás diciendo que vas a pasar la noche aquí?—lo enfrenté fingiendo que no
notaba su alto grado de desnudez, tenía esa bata y seguro que debajo de ella nada— ¿Y
dónde voy a dormir yo?
— ¿Y entonces, qué crees que hago esta noche aquí?—se quitó con sumo cuidado
un reloj que cargaba en la muñeca y lo puso en la peinadora—Vengo a dormir contigo.
— ¿Por qué haces esto?—mi voz sonó como un torbellino de miedo, las manos me
sudaban y dudé que todo esto fuera porque Christopher quisiera cuidar de mí—En el
hospital no me dijiste que algo como esto iba a suceder esta noche. Además, no veo
necesaria la razón de que tengas que dormir casi desnudo ¡Estoy súper nerviosa!
— ¡Lo siento! —dijo con voz gutural—no vi obligatorio el contarte estas cosas, pero
vez ya las descubriste. Debemos dormir juntos porque somos un matrimonio, sino la gente
comenzaría a pensar cosas malas de ti y de mí.
— Esto no tiene ningún sentido —Mi voz fue apenas un susurro— ¿Acaso me odias
tanto como para obligarme a dormir contigo?
—No entiendes nada—intentó acercarse a mí, pero yo le puse una mano de alto, no
deseaba que me sedujera para llevarme a la cama y si ese bastardo lo intentaba,
seguramente yo terminaría cediendo a su encanto. ¡Es que era guapísimo!
— ¿Y tú?—le grité a leguas desesperada— ¿Por qué tienes que hacer todo tan difícil
para mí? ¿Es tan necesario que duermas en bata cuando yo no recuerdo nada de nuestro
matrimonio?
—El drama lo tienes tú—se levantó otra vez de la cama furioso y me gritó;
realmente que este hombre tenía su carácter—estoy en bata y dices que estoy casi
desnudo.
— ¡Tú también debería probar dormir en bikinis para ver si así te vuelves más
sensible!—mis mejillas se sonrojaron al escucharlo y deseé poder dejar a un lado esa parte
de la desnudes fuera de la conversación.
— ¿Por qué?—le pregunté sintiendo algo de pena por él por como lo había tratado
hacia unos minutos ¿Realmente él se lo merecía?— ¿Por qué sientes que te voy a volver
loco? —no pude dejar de preguntarle.
—Aún no he sido capaz—su voz sonó como angustiada—y mira que oportunidades
han sobrado.
—No—negó sin voltearse a mirarme—No fuiste mía, si eso es lo que quieres saber.
— ¿Aún sigo siendo virgen? — Christopher captó la alegría que se hizo presente en
mi voz, ¡Esa noticia era maravillosa!— ¡Estupendo! ¡Eso es fantástico!
Con el clima cálido que estaba haciendo, yo llevaba puesto un pantalón de blue
jean, una camisa verde manzana, unas sandalias del mismo color que la blusa y una
cartera azul. Los cabellos los tenía suelto y no había ninguna gota de maquillaje sobre la
cara.
Fui a la uni en un vehículo de color blanco con rojo, y desde que me monté sobre
ese medio de transporte supe bastante aturdida que ese iba ser un día muy malo.
Inmediatamente que me había sentado en el puesto detrás del chofer, un tipo con cara de
asesino había estado mirándome con ojos de que me iba a devorar y no contando con eso,
se sentó a mi lado y comenzó a tocarme el hombro con demasiada confianza. ¡Gracias a
Dios que cuando llegó su parada, se bajó del autobús y ni dijo adiós!
Es que, como bien recordaba, el día anterior como tonta había tropezado con un
guardaespaldas que por ley tenía que ser del príncipe. Lo supe inmediatamente al ver su
identificación en el lado izquierdo de su pecho. Yo lo vi y me acobardé de estar tan cerca
de alguien tan importante para el país; por lo que en seguida vacilante e impresionada de
tenerlo tan cerca lo había arrojado al suelo sin querer, le había perdido perdón sin verlo
directamente a los ojos y luego había seguido por mi camino corriendo, acelerada y
asustada. ¡Me había visto tan ridícula y nerviosa al hacer eso!
Yo siempre había sido la invisible en todos lados, sobre todo en la universidad y eso
me hacía ser una persona más tímida de lo que ya era; el tropezarme con personas
importantes me llenaba de tanta ansiedad que al final terminaba metiendo la pata; a veces
podían ser una chica muy nerviosa y otras veces podía actuar como una fiera amargada.
Y eso, no solo me había ocurrido con el guardaespaldas del príncipe, sino que hasta
una vez cuando tenía 14 años me había ocurrido. Mi artista favorito “Blast Tomes Rost”
había hecho acto de presencia en un Centro Comercial para firmar autógrafos y yo fui tan
penosa que cuando me tocó el turno a mí de recoger mi firma, acabé vomitando en la
camisa del cantante por los nervios.
Hay quienes cuando me conocían no podían creer que Ximena fuera mi hermana, y
todo porque ella era tan perfecta y guapa que nunca se equivocaba; en cambio, yo…yo no
era gran cosota. Y eso era una gran ventaja para mí, no tenía que preocuparme en quedar
bien ante la gente, me ponía la ropa que quisiera cuando quisiera, tenía un novio y no me
sentía obligada a acostarme con él.
Pero ese día, las cosas las cosas iban a cambiar para bien o para mal, esa mañana iba
a estar contacto directo con Christopher y eso cambiaría mi existencia.
—Sería bueno que sí—le expresé llena de nerviosidad; pero tratando de disimular
un mundo, puesto que no quería que mis arranques de niña aterrorizada acabaran con la
conversación ¡Sería tan grandioso poder hablar con él eternamente!
— ¡Me gustas!—me dijo de una, con aparente ingenuidad y yo abrí los ojos de
golpe.
— ¡No!—me susurró y luego me tomó de la nuca y acercó sus labios a los míos,
cuando yo entendí cuáles eran sus propósitos intenté alejarme de él; sin embargo, el
susodicho me tenía agarrada de los hombros y me hacía mirarlo directamente a los ojos.
— ¿Cómo es posible que crea que me puedo casar con usted si es la primera vez que
lo veo?—le pregunté intentando poner la voz lo más dura que pude, si él creía que yo no
caía en su broma, prontamente me dejaría marcharme— Ya lo he visto en revista y en
televisión, pero eso no cuenta. ¡Yo no lo amo y estoy segura de que usted tampoco a mí!
—Te ruego…—al oírlo decir tantas cosas de mí me sentí bastante espantada porque
él sabía de mí hasta que estudiaba diseño de modas, ¿Acaso era un príncipe acosador?
¿Acaso quería violarme? El pensar en eso me hizo perder la cordialidad con la que tenía
que dirigirme hacia él e intenté empujarlo para tratar de separarme de su cuerpo, pero los
guardaespaldas se dieron cuenta de eso e intentaron acercarse a nosotros; sin embargo,
gracias a Dios el príncipe los detuvo con una mano de stop. De pronto Christopher me
soltó y se me quedó mirando con ojos tiernos, sí del tipo que los periodistas decían que él
nunca podría tener.
— ¡Lo siento!—su voz esta vez era casi un suspiro—La verdad es que con cada
segundo que te conozco más me doy cuenta que tú eres la mujer perfecta para mí. ¡No te
preocupes! No voy a seguir insistiéndote con eso del matrimonio; no obstante, me encanta
saber que te vas a casar conmigo.
—Yo no…— ¿Qué le pasaba a ese dictador que no entendía que yo jamás me iba a
casar con él? Mi mente no supo darme respuesta, lo miré con tensión y rabia; en tanto
sentía que la brisa suave me movía los cabellos; aunque fuera eso me calmaba la ansiedad
de querer cortarle la cabeza por malvado.
—Y como yo no suelo adularle a nadie—me musitó muy cerca del oído y yo tirité
como tonta, su cercanía me provocaba miles de sensaciones positivas al mismo tiempo —si
decides casarte conmigo, aquí tienes mi número de teléfono para que me llames. No te
preocupes es privado y con él hablaras directamente conmigo—colocó en el bolsillo de mi
pantalón un papelito que contenía su número de teléfono sin molestarse a pedirme
permiso para tocarme allí, yo estaba súper desconcertada.
—Esto no es parte de una broma, es algo muy serio y real—me guiñó un ojo— ¡No
lo olvides!—aclaró por mi cara de angustia y luego se separó de mi cuerpo como si no
fuera hecho nada malo.
— ¡Estás loco!—le grité conteniendo un chillido ¿Acaso ese tonto iba a seguir con
esa broma tan absurda en contra de mí?— ¿Sabes que no engañas a nadie?— le expresé
manteniéndole la mirada erguida, después le eché un vistazo presentando una pálida cara
de horror y luego arrugué el gesto—No soy tan tonta para creer que alguien tan perfecto
como tú se quiere casar con alguien insignificante y despistado como yo; así que deja a un
lado la broma. ¡No me engañas!
—No tengo que hacerlo porque al final me vas a creer—expresó sin ninguna
frustración por lo que me estaba haciendo sentir; lo cual se resumía en nervios,
incredulidad y sarcasmo.
¿Qué clase de locura había sido esa? Me pregunté a mi misma. ¿Acaso toda esa
conversación pertenecía a una pesadilla? ¿Sería qué hoy no me había despertado y aún
seguida dormida en la cama de mi dormitorio?
No supe cómo responder esas dudas que rondaban mi cabeza; sin embargo, decidí
que esa plática con el príncipe no me iban a afectar. Terminé de entrar a la universidad y
decidí que mis clases serían de lo más normales posibles. No obstante, esto no se llevó a
cabo en ningún momento.
Primero, fue la profesora de Informática para las Ciencias Sociales que pretendió
hacerme un interrogatorio sobre mi compromiso con el príncipe, con la excusa de que éste
valía un alto porcentaje para la nota final.
Segundo fue el profesor de Estado y Política Social que me pidió que yo realizara
una exposición sobre la vida en el palacio y sobre el cómo afectaban las políticas del reino
a la población del país.
En fin, cansada de ver que todos a mi alrededor se habían vueltos locos, decidí que
lo mejor era encontrarme con mi novio Emmanuelle en la biblioteca electrónica y pedirle
que nos fuéramos de allí. No era que quisiera escapar, sino que no quería seguir haciendo
crecer innecesariamente los rumores mal enfundados.
—Exijo que en este momento me digas que le hiciste al príncipe para que te
propusiera matrimonio—casi pegué un brinco del susto cuando Ximena se cruzó en mi
camino hacia la biblioteca electrónica. ¿Ahora, qué le pasaba a esta niña mimada?
—Ximena…—le susurré y la pude ver cuando se cruzaba los brazos al parecer
bastante molesta.
—Yo no me voy a casar con él— ¿Qué le pasaba a todo el mundo que creían que la
burla de Christopher no era un chiste sino una realidad?— ¿Qué te pasa? —le pregunté
bastante molesta.
—Más vale que sea así porque tú no eres nada delante de mí para ser su esposa—
me amenazó señalándome con el dedo índice— Cuando el príncipe me conozca se volverá
loco por mis huesos ¡Si alguien en esta universidad se va a casar con él esa voy a ser yo!
—No puedo creer que todos hasta tú, estén pensando en una boda inexistente—De
verdad que la locura era contagiosa, hasta el poco cerebro que tenía mi hermana se había
afectado por ella.
—Me voy a casar con el príncipe porque cuando él me conozca no podrá resistirse a
mis encantos y además…—la voz de mi hermana era chocante y quisquillosa ¿Qué le
pasaba?—y además, jamás, una chica tan poca cosa como tú podrías ser su tipo.
— ¿Sabes algo?— ¡Ah, no! Ella no iba a empezar a ofenderme. Sí, yo era temerosa
para decir mis verdades, pero cuando la gente me ponía furiosa, lo peor de mí salía a
flote— ¡No me gusta que vengas aquí para decirme esas boberías!—le grité y quise
arañarle la cara para que madurara por fin ¡Yo no quería pelear por un hombre y menos
por un sujeto que nunca se fijaría en mí!— Estoy segura que todo esto es parte de una
broma mal inventada de su majestad.
Y esas palabras me hicieron poner más furiosa que antes. ¿Quién se creía ella? ¿Era
acaso una diosa libertina a la que los hombre adoraban?
— ¿Por qué?—le pregunté tragando profundo para calmar mi rabia— ¿Qué está en
mal en mí? Soy un ser humano.
— ¿Qué te hace creer que eres un ser humano?—me dijo sin más y yo odié ser su
hermana, yo la quería mucho, pero ella al parecer a mí no— Yo creo que más bien seas un
mosquito mal ubicado.
—Bueno…—me gritó al verme caminar sin voltearme a verla—es que eso es lo que
soy yo y el príncipe cuando me conozca no podrá dejar de rendirse ante esta exquisitez
deliciosa que tienes al frente. ¡Ashley! ¡Ashley, no me dejes hablando sola! ¡Ashley!
Sonriendo en mis adentros por haber sido capaz de enfrentarme a mi hermana ¡Por
fin! Caminé hacia la biblioteca electrónica. Allí seguramente me estaba esperando
Emmanuelle para ayudarme a realizar mi informe. ¡Él era tan bueno conmigo! ¡Qué
tristeza por mi hermana el haber perdido la oportunidad de ser novia de un chico tan
bueno!
— ¿Tú también me vas a preguntar por eso? —me crucé de brazos al notar que
Emmanuelle estaba creyendo más en los rumores que circulaban por allí que en mí.
—Es que tú eres mi novia y él debe respetarte—vaciló e intentó acercarme a él, pero
yo me alejé un paso y no le permití que me tocara. Él se estaba comportando como un niño
al creer en esas idioteces y eso me dolía muchísimo
— ¡No te preocupes por eso!—Decidí hacerlo sentir seguro de nuestra relación, si él
estaba celoso era porque me amaba— No te alarmes que yo no voy a dejarte por él ni por
todo el oro del mundo.
—Algo así… —lo volví a abrazar y cerré los ojos no dispuesta a arruinar mi
momento con cosas estúpidas de mi hermana—pero en fin no quiero hablar más de eso.
— ¡No podemos ser tan pobres! ¡Eso es imposible!—gritó Ximena. La pobre tenía
los cabellos alborotados en lo que al parecer había sido un arranque de niña tonta.
—Mamá ¿Estás bien?—le pregunté y lo que recibí en respuesta fue una mirada de
odio que me dejó espantada.
— ¡Por supuesto que no estamos bien!—me gritó Ximena— ¿No ves que estamos en
la ruina y en la calle?
—Según unos recibos que me enviaron por fax, no—me explicó mi mamá, y yo no
lograba descifrar todo lo que estaba pasando; ahora había un nuevo revuelo para mí en ese
día ¿Qué más me iba a ocurrir después?
—No lo van a pagar—mi mamá se echó a llorar nuevamente sin consuelo— ¡El
seguro no tiene dinero! —expresó bastante alterada.
Así que de verdad estábamos en la calle, sin dinero y desamparadas; ¿Qué más me
podía ocurrir en ese día para que mi existencia se fuera por una poceta? No quería creer
que todo eso fuera cierto, pero si era así, no sabía que podríamos hacer nosotras tres para
sobrevivir.
¿Y si nada de eso fuera cierto? Seguramente algo se podría hacer para solucionar
esos problemas que en ese momento nos acechaban y yo lo haría, seguramente sin la
ayuda de mi inútil hermana; pero haría algo.
Como pude logré calmar y acostar a mi mamá sin la ayuda de mi hermana que
seguía llorando como sosa sentada en el mueble de la sala, mientras se comía un helado
viendo un programa de top models por televisión. A veces, ella resultaba ser un cero para
la existencia de alguien que la necesitara.
Las tres pasamos la noche más horrible de nuestra vida. Incluso como a las 09:30
pm nos cortaron la energía eléctrica, el agua, el cable, e incluso el acceso a internet. Así que
aunque me doliera lo que estaba a simple vista no necesitaba anteojos, no teníamos
absolutamente nada.
Creo que no habían pasado dos cuadras del recorrido cuando los murmullos de la
gente me comenzaron a atraer.
—Se ve guapa, aunque un poco sencilla—manifiesta otra señora mucho más joven.
— ¡Cállate, amor! ¡No digas sandeces!—una chiquilla que debó ser la novia del
muchacho lo mandó a callar.
— ¡Oh sí! —una cuarentona señaló la televisión de autobús— ¡Vean, allí está!
Esas últimas palabras me hicieron dirigir la mirada hacia la televisión. Allí estaban
transmitiendo un programa especial de noticias y el periodista que narraba el informador
mostraba una voz de hombre con mucho estilo. Lo que pude ver y oír en esa estúpida
pantalla me dejó traumatizada.
— ¡Oh vaya, voy a hacer rico!—gritó el tipo de lentes oscuros y comenzó a llamar al
número del canal de televisión.
Casi sin respiración me paré en las afueras de una tienda de ventas de tecnologías.
Tosiendo no dejé que nadie me viera la cara para que no me reconocieran y me tapé algo el
rostro con los cabellos. Si ese era el infierno, Christopher era el diablo, ciertamente no
tenía corazón ni alma.
—Esta tal Ashley Sheen Vólkova es una chica pobre—en una computadora se
mostraba la noticia sobre mí, la pude ver a través de un vidrio transparente que separaba
el local de la acera— Realmente no podemos entender cómo su majestad la pudo escoger,
habiendo tantas opciones mucho mejores. ¿Cómo es posible que el príncipe haya decidido
casarse con ella, teniendo de novia a la señorita Anastasia que es mucho mejor que esa
simplona? ¡Esto es imposible!
¿Cómo esos paparazzi podían haber averiguado tantas cosas de mí en tan poco
tiempo? ¿Acaso el príncipe Christopher había usado los medios de comunicación para que
yo me casara con él? Seguramente, él les había brindado la información que poseían ¿O
no?
—Y déjenme decirles que cuando yo hablo de herencia…— ¿Iba a seguir ese tipo
con eso? Ya estaba fastidioso—no hablo de dinero, joyas y recursos económicos— ¡ah,
vaya; por un momento lo creí!—Yo hablo de la herencia familiar. Seguramente el príncipe
Christopher la escogió como un banco de bebé— ¿Qué? ¿Qué quería decir eso?
En tanto, pensaba en eso unas palabras rondaban en mi cabeza “si decides casarte
conmigo, aquí tienes mi número de teléfono para que me llames. No te preocupes es
privado y con él hablaras directamente conmigo” “Yo necesito una esposa y tú puedes ser
muy feliz conmigo. Tendrás todo lo que quieras, desde dinero y comodidades, hasta fama
para promocionar tu carrera de diseñadora de modas”.
¿Así que Christopher me quería como un banco de bebés? Pues, le iba a dar con un
puño. Claro que me iba a casar con él, ya los medios de comunicación y él lo habían
comprobado; así que ¿Por qué no? Pero, no se la iba a hacer tan fácil como un cuento
mágico, iba a reunirme con él y a aceptar este matrimonio por conveniencia: pero me las
iba a pagar porque no le daría ningún hijo; así que tuviera que tomar millones de
anticonceptivos.
A los diez minutos una lujosa limusina llegó en mi búsqueda y súper asustada me
subí el vehículo. Éste por dentro era bastante lujoso y perfecto. Era asombrosa poder estar
dentro de algo tan maravilloso. Era un carro, pero era como el cielo para nosotros los
pobres.
Entré junto al chofer de la limusina del restaurant y me quedé impactada de ver que
este lugar tenía guardarropas, comedor, aire acondicionado, muebles lujosísimos,
alfombras ostentosas, lámparas majestuosas, rapacería, cubertería costosísima, vajilla,
cristalería y mantelería súper incomparable. Era un restaurant exclusivo para la gente
acaudalada.
—No sé como la dejaron entrar aquí—manifestó un sujeto gordo desde otra mesa.
—Mira la ropa que carga puesta—aseguró una mujer vestida como top models—
Parece que sacó esas ropas de un remate.
—Sí, pero…— ¿Cómo carajo le podía pedir a Christopher que me ayudara con mi
familia? Me daba pena quedar ante él como una caza fortunas que quería realizar un
contrato prenupcial para quedarme con media fortuna de la realeza en caso de divorcio.
—Es que…—Eso no era lo que yo quería, él debía darme dinero o pagar las cuentas
de mi madre para salvar sus propiedades.
— ¡Es que nada!—mostró un carácter bastante dominante—Ahora terminemos de
comer, no es correcto hablar mientras se come.
Al llegar a mi hogar lo único que podía escuchar eran los gritos de cientos de
periodistas rodeando mi casa. Christopher y su equipo de seguridad nos ayudaron a
entrar a la casa; a pesar de los cientos de periodistas que se abalanzaron sobre nosotros
apenas la limusina se detuvo y nos bajamos del vehículo.
Cuando entramos a la casa y le contamos que sí eran ciertos los rumores y chismes
sobre nuestra futura boda; mi mamá y mi hermana no lo podían creer. Las dos estaban
bastantes impactadas aunque ya habían sido acosadas por los medios de comunicación
por largo rato.
—Conmigo podrás hacer lo que usted quiera, no la escoja a ella—Ximena lloró y ese
teatrito ya me tenía harta. ¡Qué fácil sería quitarle esa cara de niña mediocre con una
cachetada!
Al final, casi tardamos una hora tratando de hacer entender a mi madre y a Ximena
que era yo y no mi hermana, quien se casaría con el príncipe Christopher. Cuando
terminamos ese largo melodrama lleno de lágrimas, ruegos y dolencias; las tres con ayuda
de una parte del equipo de seguridad de Christopher, recogimos todas nuestras
pertenencias.
Yo para hacer que se alargara un poco más el tiempo, decidí cambiarme la ropa en
el que ya no sería mi habitación, me vestí sin muchas ganas para ir al palacio y quise con
ansias retroceder el tiempo y nunca haber conocido a Christopher. Salí de la casa
acompañada de mi madre, mi hermana, los señores del equipo de seguridad y con el que
sería en un futuro cercano mi esposo. Todos abordamos nuestras respectivas limusinas y
yo sin enorme alegría me sentí dirigida hacia un destino doloroso.
Yo por mi parte, me contuve de gritar de angustia; debido a que, sabía que en ese
instante, tampoco podía actuar tan desequilibrada y más cuando era la primera vez que
veía el palacio por dentro. ¡Este era hermosísimo y elegantísimo! Tenía de todo, una
decoración perfecta, decenas de habitaciones, escaleras, varias piscinas, sitios de recreación
y más. Era el cielo sobre la tierra.
Este era un lugar lujoso y más hermoso de los que se describían en los cuentos de
hadas. A mi madre le brillaban los ojos de la emoción y a mí el corazón se me había
detenido, o por lo menos eso era lo que yo creía. El lujo estaba tatuado en cada cosa que se
observaba, escuchaba y percibía en el palacio.
El acto en sí, no fue algo tan diseñado, fue una jornada sencilla y cálida. Yo me
sentía demasiado intimidada por todo y por todos a mí alrededor que ni me molesté en
preguntar la razón de que todo se hiciera tan rápido; muy en el fondo sabía que el príncipe
jamás me explicaría sus razones. Christopher parado a un lado de mí ocultaba del resto de
los presentes a la ceremonia su mirada de triunfo; no obstante, mis ojos le leían los ojos a
cada segundo que pasaba y lo que éstos reflejaban era una emoción muy aniquilante y vil.
El beso que nos dimos los recién casados cuando la ceremonia de boda concluyó
me dejó con un mal sabor en la boca. Era extraño, pero muy en el fondo de mi corazón me
había esperado algo más inolvidable y sensual; más, Christopher se limitó a besarme como
si se tratara de una buena amiga suya. El muy infeliz sabía cómo hacerme enojar
Me manifestó con total sinceridad y seguridad que gustaba de mí; pero que eso no
significaba que me iba a dejar hacer lo que me diera la gana, que yo tendría que aprender a
amarlo porque nuestro matrimonio jamás podría disolverse, que ni loca yo podría aspirar
a un divorcio; ya que, la decisión de una separación entre él y yo, solamente estaba en su
poder; aunque yo me fuera al fin del mundo para solicitar un posible divorcio.
Asimismo, allí fue cuando me explicó que tendríamos que dormir en el mismo
dormitorio porque ahora éramos marido y mujer aunque no cumpliéramos con nuestros
deberes maritales; me dijo que tendría mucha paciencia y que no intentaría violarme, que
no me iba a obligar a estar con él y que cuando ambos estuviéramos juntos sería porque
los dos lo quisiéramos y estuviéramos de acuerdo.
Llegamos a París y me gustó ver que la mayoría de la gente de allí era muy sociable
y que vivían del turismo, no obstante, era una de las ciudades más caras del mundo. Nos
alojamos en una cabaña, pero los dos estuvimos en habitaciones separadas porque así él lo
quiso ¡Gracias a Dios que no había dado por sentado que tendríamos sexo! ¡Gracias a Dios
que me había prometido tener paciencia y no violarme!
El siguiente día fue igual, creo que han sido las vacaciones más lindas que he
vivido. Lamentablemente la felicidad no fue eterna. Una mañana me desperté tarde puesto
que estaba cansada de las caminatas que nos habíamos echado y oyendo detrás de la
puerta del dormitorio de mi esposo descubrí cosas que me dolieron en el alma.
—De verdad que su plan ha sido todo un éxito. —El empleado se echó a reír— ¡Lo
felicito!
—Ya deberías saberlo, —pude sentir como Christopher celebraba su triunfo con
vino tinto—las decisiones que yo tomo siempre son triunfantes.
— Sin embargo…—de repente el empleado se puso serio— déjeme decirle que para
mí es solo cuestión de tiempo para que la señorita descubra lo de la casa y además, que
llegue a la conclusión de que usted provocó que su madre quedara en bancarrota. Si
comienza a investigar por aquí y por allá, sabrá toda la verdad.
—Pero señor, — ¡Oh vaya, detrás de la puerta yo sentía que me iba a desmayar! No
podía ser cierto todo lo que yo estaba escuchando—no es sano que guarde un secreto
como este. Si la señorita suma 2 +2 sabrá que son cuatro. Nada más con ponerse a
investigar un poquito sabrá que usted manipuló al banco y a demás cobradores para que
la dejaran en la calle con su familia.
— ¡Por favor!—sí, era cierto Christopher era un malvado— ¡No me hables de lo que
es sano para mí! Ella no tiene que saber que yo hice que le quitaran todo, incluyendo su
casa. Ese es un secreto de Estado y no me importa lo que hice para conseguir que ella
aceptara casarse conmigo.
— ¿Por qué me has hecho esto?—lloré toscamente— ¡Me has robado mi vida!
— ¡Y tú deja de actuar como una niña y no hagas berrinches! —se acercó furioso a
mí y me contuvo entre sus brazos.
—No me vengas con eso—me zarandeó con palabras simples—Tú sabías que esto
era un matrimonio por conveniencia.
—Sí, pero no sabía que tu lo habías provocado—lo miré con ojos aturdidos— ¡Te
aprovechaste de mí!
— ¡Pues, qué lástima!—me agarró con fuerza por las muñecas para evitar que lo
volviera a golpear—porque estamos casados y eso es hasta que la muerte nos separe.
¡Nunca nos podremos separar así que vete acostumbrando!
Oírlo decir aquello era tan frustrante para mí que por segundos pensé que la cabeza
me iba a estallar y que más atrás iba a ser el corazón.
— ¡No quiero estar más tiempo aquí!—él me soltó y yo me sentí tal y como si todo
aquello fuera el mismísimo infierno, no lo pude evitar y lloré llena de amargura.
— ¡Yo siempre hago lo que quiero! —Se mofó delante de mí y eso me parecía de lo
más canalla—Nunca vas a encontrar a alguien mejor que yo para ti y aunque lo
encontraras ¡Tú eres mía! —me levantó el mentón para que lo viera directamente a los
ojos.
— ¡No soy de tu propiedad!—yo estaba chillando como María Magdalena y eso era
frustrante.
— ¿Quién dice que no lo eres?— me penetró con esa mirada egoísta y malvada
propia de él y luego torció el gesto. Rápidamente me soltó y esta vez sí que sentí que me
iba a desmayar. No podía ser que esas cosas me estuvieran pasando justamente a mí, que
él pudiera hacerme sufrir de una forma tan mezquina, pero que al mismo momento me
estuviera hablando de posesión. ¡Odiaba que fuera una persona tan impenetrable,
indescifrable y dura!
— ¡Por, favor llévame de regreso!—me sequé las lágrimas y respiré para intentar
darme fuerzas, un tipo tan ruin no merecía ni una de mis lagrimas; tampoco, algo de
piedad.
— ¿No ves que ya no soporto estar un segundo más contigo en esta dichosa luna de
miel? —Le grité más que furiosa al darme cuenta que eso era lo que le importaba, lo que
podían decir los medios—Ya no soporto que me ignores cuando te hablo—él era más que
desesperante—no aguanto que hagas lo que se te dé la gana—sus decisiones me hacían
daño— sufro cuando usas ese tono reservado que te caracteriza—por momentos sentía
que dentro de ese rígido cuerpo no existía un alma— y ya no resisto que me hayas usado
para casarte— ¿Qué clase de hombre obligaba a una mujer a casarse con él?
— ¿Christopher, por qué tuve que ser yo? —le pregunté echa un manojo de odio y
rencor— ¿Por qué no alguien que estuviera dispuesta a casarse contigo? ¿Por qué no
casarte con Ximena? ¿Por qué no hiciste un concurso entre esas tontas que te siguen y
escogías a una de ellas? ¡Eres lo peor que pudo existir en este mundo.
— ¿Y qué quieres que haga si estás hablando sandeces? —se alejó de mí y se paró
contra la mesa de la peinadora.
— ¡No son sandeces!— le aseguré—esa idea hubiese resultado mejor que obligarme
a casarte contigo.
—Bueno, lo admito; —al fin este hombre cedía un poquito— admito que moví muy
bien las piezas a mi favor y de eso se trata la vida; ya que, si no juegas bien terminas
perdiendo la partida de ajedrez.
—Eres tan engreído que comienzo a creer que Ximena tenía razón en lo de ser tu
esposa—yo estaba furiosa y sin darme cuenta estaba usando a mi hermana para enfurecer
a Christopher —Mi hermana era perfecta para ti
— ¡Eres un imbécil y ya no aguanto más!—ya para mí, todo esto era suficiente; lo
mejor era finiquitar todo y listo— ¡Me largo ahora mismo! No quiero estar ni medio
segundo más en este lugar por muy genial que sea; así que diles a tus empleados que
recojan mi equipaje velozmente.
— ¡Está bien!—sin mirar atrás se dirigió a la puerta dispuesto a irse— ¿Te quieres ir
tan rápidamente? ¡Nos vamos! Pero eso no significa que esta discusión haya terminado—
finalmente salió del dormitorio y yo le agradecí al cielo poder estar por un momento a
solas después de descubrir toda esa pesadilla.
Pero, el accidente fue lo peor que pudo ocurrir en toda esa pesadilla; todos llegamos
a nuestra ciudad de origen y no fuimos directamente al aeropuerto privado del palacio
según Christopher porque yo estaba muy alterada y podía hundirnos en las tinieblas con
una de mis rabietas. Para el príncipe yo estaba tan irritada que en cualquier momento
podía hacer cualquier cosa para acabar con su familia y con él.
En el fondo yo no quería que fuera a perder su trabajo; sin embargo, estaba tan
furiosa que no me atrevía a interceder por él con Christopher que le mostraba una mirada
tan pesada y molesta, tal y como si quisiera arrancarle el cuello de un puñetazo. Sí, lo más
seguro era que cuando llegáramos al palacio ese señor iba a ser despedido de su empleo
de guardaespaldas.
Inmediatamente afuera y sobre todo, libre al fin, no pude evitar sonreír; algunas
personas que me veían hacían gestos extraños maravillados por lo que yo acababa de
hacer, sin ponerme a meditar mucho corrí hacia la salida. Ya allí presurosa le silbé a un
taxi que se me paró muy cerca de los pies.
Me subí al auto sin ponerme a pensar mucho en que podía ser reconocida como la
nueva princesa. El chofer era un sujeto entrado en los cincuentas que carecía de buena
presencia. No me gustaba su cara; ya que, carecía de esa sonrisa que siempre acompañaba
a los taxistas que abordaba a menudo. Igualmente, estaba fumando como fogata
ambulante y la música que llevaba puesta era espantosa y de esas que provocan dolor de
cabeza.
Sin un lugar firme para donde ir, decidí decirle que me llevara a recorrer la ciudad
y que cuando yo supiera de algún sitio concluyente se lo haría saber, sí debía pensar en un
lugar en donde Christopher no me encontrara, un lugar alejado de esta ciudad y quizás
del país, un lugar en donde nadie me conociera y en donde aunque trabajara todo el día
lavando piso de borrachos, la gente reconociera mi valor como persona.
Ya llevaba una hora dando vueltas en el taxi sin ningún destino cuando el
susodicho automóvil se detuvo. La puerta de asiento trasero se abrió y Christopher entró
furioso sentándose al lado mío, yo me quedé completamente fría sin saber cómo había
dado tan pronto conmigo.
—Eso no es problema tuyo—mi voz sonó muy nerviosa y cautiva ¡Ay, ay, ahora sí
que yo estaba en dificultades!— ¿Por qué mejor no regresas al palacio? ¡Yo estoy bien sola!
— ¡Deja de decir tonterías y acompáñame al palacio!—me tomó de la mano con
fuerza dispuesto a sacarme del vehículo—Se acabó tú viajecito por los rincones de esta
ciudad.
—No voy contigo a ninguna parte—me zafé de su mano y lo miré con rabia—
¡Lárgate tú!
— Señor, —me dirigí al chofer del taxi que nos seguía viendo a Christopher y a mí
bastante curioso— ¡Por favor, lléveme a la Calle 301-6 de Marquesina!
—Muy bien, —al oír eso, la rabia de Christopher pareció ir en acenso— ¿Quieres ir
allá? Claro ahí vive tu ex.
— ¿Cuánto tiempo más tendré que soportarte? —Me tapé y destapé los oídos
simulando no escucharlo— ¿Cuánto tiempo más tendré que calarme tu desvergüenza?
—Por lo menos media hora más—me contestó y luego se dirigió al chofer— ¡Señor,
por favor, llévenos a la Calle 301-6 de Marquesina!
Pero, muy en fondo sabía que no podría evitarlo, una de las cosas que caracterizaba
a Christopher era su seguridad al tomar sus decisiones y el nunca echarse para atrás,
aunque estuviera equivocado. Cansada de tantos conflictos me recosté en mi asiento y
decidí que si Emmanuelle y Christopher se iban a matar, lo mejor era que yo estuviera
presente para llamar al Servicio de Funerarias.
Durante el camino los dos evitamos hablarnos el uno al otro, ambos creímos que el
hecho de no comunicarnos era lo mejor para los dos. Pero, eso más vio hizo que el taxista
siguiera viéndonos por el espejo retrovisor con muchísimo fisgoneo. Al parecer estaba más
pendiente de nosotros que del camino que estaba transitando.
Y ahora estaba acostado en mi cama pretendiendo que yo iba a dormir con él; pues,
no, no se lo iba a permitir y ahora menos que nunca.
— ¿Así qué dejaste a mi familia en la calle para poder casarte conmigo?—me paré
viéndolo directamente a la cama, bastante furiosa.
— ¡Era mi vida! —lo grité quitando su mano de mi cuerpo con bastante ira—No me
pidas que me relaje.
— ¡Canalla!—le grité y le arrojé un objeto de cerámica que fue a caer, por mi mala
puntería, a una distancia bastante alejada de él— ¡Malvado!
—Con todo tu ser resultaste marcada en mi piel para siempre—me vio bastante
molesto por mi actitud violenta. — ¡Te adoro!
—Somos blanco y negro—me dijo como si esa explicación bastara para mí—
Separados somos totalmente diferentes y extremistas; pero juntos podemos hacer
cualquier cosa.
—Me alegro de haberte conocido—me mostró una media risa que por segundos me
hizo suspirar— ¡No lo sé! Nunca pensé que un matrimonio podría resultar tan divertido—
— ¡Te... odio!—le grité molesta por su forma tan cínica de hablar y lo golpeé varias
veces en el pecho para intentar que me explicara lo que me acaba de decir; más él tuvo
más fuerza que yo y me agarró fuertemente de las manos y luego dirigiendo sus labios a
mi boca me besó con fuerza. Yo estaba súper furiosa e intentaba esquivar su boca y su
cuerpo; no obstante, Christopher no me dejó en paz, en vez de eso, me soltó de las manos
y me agarró de la cabeza para profundizar el beso.
— ¿Quieres que sea sincero?—me miró con los ojos coléricos que solía poner
cuando sus empleados hacían las cosas mal—Prefiero besar a una estatua que a una
melodramática como tú. ¡Madura!
— ¿Entonces, por qué lo hiciste? Dime…—le lancé una almohada que no llegó ni a
la mitad del camino— ¿Fue para burlarte de mí?
— ¿Siempre vas contra la corriente?—se dirigió a la cama y se sentó en ella— Por
supuesto que no fue para burlarme de ti, me gustas y que buena forma de hacer este
matrimonio que disfrutando de tus labios; aunque para bien para ti no acostumbro a
violar mujeres porque sino nunca fueras regresado de la luna de miel siendo “Virgen”
¡Buenas noches!—se acostó en la cama, apagó la luz y obvió mi presencia en esa
habitación.
Yo furiosa fui al cuarto de vestir y abrí uno de los grandes armarios; allí busqué
unas mantas, luego regresé al dormitorio y las coloqué en el piso de la habitación; donde
me acosté dispuesta a dormir allí, con ese frío. Estaba decidida a no compartir la cama con
él.
Yo estaba asustada y a la vez excitada, él no podía ser capaz de algo tan descarado
¿Cómo se iba a quitar toda la ropa delante de mí? Pero, el muy cínico allí estaba, ya se
había quitado la camisa y ahora estaba bajándose los pantalones. Yo por mi parte,
intentaba desde mi lugar en el suelo taparme los ojos para no verlo desnudo.
— ¡No!, ¡no!, ¡no! —expresé desesperada de estar en tan incómoda situación y con la
cobija me tapé hasta la cabeza.
—Yo fui muy bueno contigo, amor…— Christopher habló muy seriamente—
decidí, a pesar de que no me gusta, dormir en bata y luego en ropas incomodas, solo para
no asustarte; pero sabes, no te lo mereces; así que disfruta de mi cuerpo; pequeña princesa.
Casi una hora entera me costó quedarme dormida en ese suelo duro y frío. Durante
este largo período varias veces lloré arrepentida de haber recuperado la memoria. Si antes
había querido y añorado poder recordar todo sobre mi matrimonio, ahora estaba
deseando nunca haber recordado. Es que, saber que Christopher me había usado para
tener un vientre seguro para sus futuros herederos era catastrófico.
¿Por qué tenía que haber recordado que ese matrimonio había sido parte de una
trampa de ese súper hombre? Si no yo hubiese recordado por lo menos me fuera quedado
el consuelo de pensar que algún día podría nacer el amor entre él y yo; pero, ahora sabía
que eso nunca ocurriría.
Incomoda en el suelo, aún no podía creer que las cosas hubieses dado un cambio
tan inesperado. Me había casado con un hombre que claramente no me amaba, en la luna
de miel había descubierto que él era el culpable de que mi familia perdiera todo, había
tenido un accidente de tránsito y despertado en un hospital sin recordar cinco días de mi
vida y ahora resultaba que mi mente me traicionaba nuevamente haciéndome recordar
todo para continuar con mi sufrimiento. ¡Todo eso era de locos!
Pero, eso no se iba a quedar así de fácil. Yo iba a cobrar venganza en contra de mi
esposo y él se iba a arrepentir de hacerme caer suplicantes a sus pies. ¿Qué carajo se creía?
Ese idiota era un zángano patán que me había usado para intentar alcanzar sus objetivos
de tener herederos; por lo cual, ni aunque me abriera su corazón, o me hiciera sentir la
mujer maravillas; yo jamás debía arrodillarme ante su poderío.
Al despertarme a la mañana siguiente, pasé un gran susto. Me dolía una parte del
cuerpo y la vista la tenía muy cansona; pero, eso no fue todo, cuando me moví para
relajarme y dar comienzo a un nuevo día, abrí los ojos de golpe al percibir de repente que
yo estaba acostada en la enorme cama abrazada del esbelto cuerpo de Christopher.
A la media hora salí del baño en bata y me dirigí, sin voltearme a ver a ese esposo
mío, al cuarto de vestir en donde sin mucha experiencia en moda escogí un vestido azul
claro, me puse unos zapatos de tacón bajo y algunas prendas no muy alarmantes.
La primera página que abrí fue una que hablaba sobre mi retorno al palacio y el
artículo se llamaba “Con mucho secretísimo retorna la princesa al palacio” y hablaba sobre
la forma tan oculta como Christopher y yo habíamos salido del hospital y el cómo no nos
habíamos enfrentado a los medios de comunicación.
Dispuesta a no pararle a una noticia tan boba decidí abrir otra página en internet.
Ciertamente, yo aún no estaba preparada para adaptarme a los medios de comunicación
cuando estaba saliendo del hospital; así, que tal vez, algún día los periodistas entendieran
eso.
No sabía qué pensar, a la gente mala siempre le iba bien y a personas como ese
periodista nunca nadie se atrevía a ponerle una mano encima; sin embargo, a personas
buenas como yo que hacían las cosas correctamente y que incluso a veces se quedaban
calladas ante la maldad, si nos iba diabólicamente y se nos trataba peor.
Pero, siempre la vida nos cobra lo que hacemos y yo estaba segura de que más
temprano que tarde, ese periodista se iba a arrepentir de lo que me estaba haciendo. No se
había limitado a publicar el día anterior que mi ex me había visitado sino que ahora se
atrevía a decir que yo no servía y que no tenía madera para ser princesa.
¿Acaso las personas cuando tienen un alto cargo o un poder pueden menospreciar a
los demás? No, eso era injusto e inaceptable. ¿Qué se creían que nunca nada los podía
afectar? Eso de hacerle daño a la gente siempre tenía un final: “Todo lo que hacemos se
nos regresa porque la vida es un ciclo”
Es que ese periodista me hacía recordar a una Directora de la escuela donde estudié
mi primaria, ella era una mujer malvada que pedía reposos continuamente porque se
enfermaba de cosas muy serias, pero que cuando estaba sana parecía querer pagar sus
sufrimientos con las maestras porque las maltrataba, las manejaba a su antojo y era
incapaz de ponerse en el lugar de ellas.
¿Qué era mala persona? No, claro que no; ella era una persona normal y corriente
que sin darse cuenta cometía muchas injusticias, que tristemente el poder que le había
dado el ser Directora de escuela se le subía a la cabeza y que además, permitía que sus
problemas personales influenciaran su parte laboral; y eso sí que era negativo.
Ese malvado periodista era igual, seguro que tenía problemas personales y sus
ganas de ser el mejor no lo dejaban ver que estaba cometiendo un error conmigo. Me
estaba haciendo daño y no se permitía a sí mismo el preguntarme el cómo me hacía sentir
el que me humillara en noticias mundial.
Agotada ya de saber que nadie me quería como princesa, decidí salirme de internet
y apagar el teléfono, no quería tener relación algunas con las cosas que me pudieran
afectar. Respirando profundamente me levanté de la cama y decidí salir del dormitorio
para ir a desayunar en el comedor principal.
Recordando básicamente cómo llegar a ese lugar, di varios recorridos y a los pocos
minutos me encontraba lista para desayunar. En la mesa estaban la reina madre, el Duque
Cyprien, mi mamá, Ximena y Christopher. Al buscar mi asiento para sentarme, todos se
levantaron en mi honor y haciendo una reverencia se sentaron nuevamente.
— ¡Mi niña, estoy tan feliz!—la reina madre se dirigió a mí con una sonrisa en los
labios—Mejor dicho, todos estamos felices ¡Es grandioso que ya hayas recobrado la
memoria!
—Yo…—susurré— ¡Gracias!
—Propongo un brindis para festejarlo—la reina madre levantó su copa y con ella,
todos los que compartían la mesa— ¡Salud!
Yo lo escuché decir una maldad como esa y me mordí los labios de la rabia. ¡Odiaba
a mi recién estrenado esposo como las mujeres odiaban a los hombres infieles!
Christopher y yo anduvimos caminando casi como por media hora por uno de los
jardines principales del palacio. Éste era un campo de rosas bancas, rojas, naranjas y
violetas y tenía en el centro una fuente con pájaros artificiales.
—Es bueno que mi madre se la lleve bien con la tuya ¿Verdad?— Christopher fue el
primero en hablarme haciendo hincapié en la relación cercana que últimamente tenían su
mamá y la mía.
— ¿De qué me estás hablando?—recogió una piedra del suelo y la lanzó a la fuente.
—No te hagas el poco inteligente—lo odié por su actitud tan arrogante— ¿Por qué
le dijiste a la reina madre que recordada todo?
—Ni que fueras tan importante—hablé con pedantería únicamente para hacerme la
poco cohesionada, puesto que, en el fondo yo sabía que si Christopher seguía haciendo eso
con sus labios me iba a volver loca de deseo—Eres famoso pero vales lo mismo que la
mierda—le solté sabiendo que ofendiéndolo lograría que calmara su linda boquita.
—Si fuera de la manera en que lo dices—me miró con ojos libertinos y luego tosió
para aclararse la garganta y con ello para que su voz sonara más menuda—en este
momento los dos estuviéramos en una zona bastante privada que ésta; nuestra habitación
es un buen sitio.
—Ten cuidado con lo que dices, idiota—frenética por lo que me había dicho, me
acerqué a él y estuve a punto de darle una cachetada, pero ese príncipe malvado me atajó
la mano en el aire de forma instantánea.
— ¿Qué me vas a hacer?—lo miré directamente a los ojos y podía jurar que lo que
sus ojos transmitían era fuego del infierno.
—Mejor dejémoslo así—me miró los labios como si fueran el pastel más delicioso y
después me soltó solapadamente. Yo lo observé y él finalmente se retiró de mi lado; al
parecer ya se había cansado de discutir conmigo sin llegar a ningún resultado.
Christopher se retiró del jardín sin ni siquiera despedirse, así que yo decidí
quedarme caminando por allí. Pensé que entre más distancia hubiese entre mi esposo y yo,
las cosas resultarían más positivas para mí.
Estuve como veinte minutos caminando y observando las diferentes rosas que
estaban en el lugar. Realmente las rosas rojas eran las mejores. Cuando finalmente decidí
dejar de pasear por los jardines de rosas, me fui hacia donde estaba una de las albercas
principales. Seguramente allí podría asentarme en una de las mesas del restaurant y con
ello lograr tomarme un batido para refrescarme.
Llegué a la piscina y lo primero que noté fue que mi hermana estaba nadando
gloriosamente en ella; realmente parecía una sirena y no era que me causara envidia el
verla tan perfecta sino que simplemente podía notar como algunos empleados que estaban
por allí cerca, estaban encantados de verla nadar tan bien y de su cuerpo tan esbelto.
Desde que estaba en el palacio ni una mosca me había dicho un simple piropo a mí.
—Pensé que…— ¡Oh, vaya! ¿Por qué mi mamá me hacía algo como esto? Yo no
quería hablar de mi perdida y recuperación de la memoria en ese momento y menos con
ella; realmente si aceptaba mi verdad era que al principio odié el perder mi memoria, pero
cuando supe el por qué de mi matrimonio con Christopher deseé nunca haber recuperado
esos recuerdos tan feos.
— ¿Qué pensaste, hija?—mi mamá le hizo señas al empleado para que le trajera
algo para beber, seguramente que algo con alcohol.
—Si lo dices porque desde un principio no deseé que te casaras con él…me dijo
tomándome de las manos—créeme que lo pensé porque no creí que estuvieras preparada
para ser su esposa. Tú no eres como tu hermana, —tenía que salir ella en la conversación—
ella se viste elegantemente, es muy popular y adora al príncipe; en cambio tú…
—Sí, claro que sí—me relajé y dejé que me volviera a tomar las manos, ponerme a
discutir con mi mamá era una guerra de nunca acabar y realmente fuera terminado con
dolor de cabeza si hubiese continuado con esa batalla sin fin.
Como a las tres de la tarde, la reina madre, mi mamá, Ximena el Duque Cyprien,
Christopher y yo nos sentamos en el salón principal para tomar el té. El estar sin hacer casi
nada, solamente paseando de un lugar a otro en el palacio, me tenía inimaginablemente
aburrida; no obstante, aún no podía regresar a la universidad para continuar con mi vida.
—Es que cuando recordé…— ¡Qué fastidio que mi recuperación de memoria fuera
algo tan importante!—Recordé cuando ya todos ustedes estaban dormidos.
— ¡Qué mal!—la reina madre se entristeció—y yo que tenía planeada para anoche,
una fiesta en tu honor para celebrar que ya estabas en casa.
— ¡Me temo que sí!—ella suspiró y eso me partió el corazón, realmente que la reina
madre era una maravillosa persona y me quería tener contentísima.
— ¡Madre, hacer esa fiesta anoche era absurdo!— Christopher intentó hablar con su
mamá, pero ella lo ignoró claramente a propósito—Ya te dije ayer que no se podía hacer
una fiesta en una situación tan problemática, Ashley no recordaba nada y seguramente si
alguien se le acercaba en la fiesta para preguntarle cosas sobre nosotros, ella no iba a saber
qué contestar.
— Reina madre…—susurré e inmediatamente supe que ella sería una buena amiga
y suegra para mí; ya que, aunque la conocía de hacía poquito, con su buenos tratos me
demostraba que me quería. El querer hacer una fiesta por mi dada de alta del hospital me
parecía algo demasiado honroso.
— ¡Ah, eso sí!—la reina madre reflexionó y le sonrió a su hijo— ¿Y qué opinas tú
Cyprien?
—Yo opino que anoche no era el mejor momento para hacer fiesta—dijo sin más el
duque Cyprien.
Anastasia tenía los ojos azules y era una rubia alta y oxigenada. Estaba vestida con
un top fucsia “que patético”, un jean ajustado al cuerpo, unos lentes, unos zapatos y una
cartera del mismo color que la blusa. Parecía una muñequita sin cerebro llegada de una
fiesta de bobas.
Yo, me levanté de mi asiento y me fui a parar a una distancia prudente; esa mujer
me hacía sentir muy inferior, casi o igual que como me sentía con Ximena. Ella era
hermosa y el ver como la reina madre y el duque Cyprien celebraban su llegada me hacía
sentir celosa; igualmente, que me daba rabia saber que era la ex novia de mi esposo.
Y por todo eso, yo estaba que echaba fuego; ya que, pensaba que para ese momento
sí que las cosas no podían ser peores. Ahora además, de luchar con la exuberancia de
Ximena, tendría que luchar con la de Anastasia que se había antojado de aparecer en el
palacio.
Por su parte, Christopher tenía los ojos indescifrables, para cambiar un poco no se
sabía si estaba contento o furioso, triste o bravo. Lo miré y pensé que era extraño estar
casada con él y no poder ni siquiera compartir el conocer con solo una mirada, el estado de
ánimo del otro.
La miré y gruñí en mis adentros. Así que ella era la chica que había sido la novia de
mi esposo. No podía negar que Christopher tenía buenos gustos.
— ¿Por qué no me llamaste y avisaste que ibas a venir?—su padre haciendo algunos
pucheros se colocó a su lado soltándola de su abrazo pero sin dejar de mirarla con ojos
cariñosos.
—Parece ser que aún no has cambiado nada— Christopher se levantó de su asiento,
pasó por un lado de ella como si de un jarrón vacío se tratara y se acomodó a la ventana
para ver el espacio exterior.
— ¿Te casaste?—se sacudió los alisados cabellos— ¿Y por qué nadie me dijo nada?
Si no es por los medios de comunicación no me entero ni lo de tu boda, ni lo del accidente.
— ¡No tuve tiempo! —cruzó los brazos y no se preocupó en mirarla ¡Vaya, sí estaba
molesto con ella no lo disimulaba ni un tantito! Bueno, con tal de que la rabia que tenía
con ella no la pagaría conmigo, todo estaba medio bien.
¡Oh por Dios! No podía creer que esa chiquilla en tacones altos hablara tan
confiadamente sobre Christopher y yo y sobre la relación que ambos teníamos. Mi
príncipe me tomó de la mano y me acercó hacia donde estaba la muñequita de rosa. Yo me
mostré decidida esperando ver sangre en el suelo sobre algunos cuerpos muertos, en los
próximos segundos. ¡Quería matarla para que no hablara boberías!
— ¡Tonto!—fue lo único que pude pronunciar porque cuando deseé buscar una
ofensa más grotesca ya estaba parada frente a frente de Anastasia.
No pude evitar sonreírle con falsedad; así como ella lo estaba haciendo. Anastasia,
en ningún momento hizo los gestos de educación que hacia la realeza tenía que hacer; en
vez de eso, me pasó por un lado caminando hacia su padre y con voz áspera dijo:
—Encantada de conocerla.
—Sí ¿Por qué?—la reina madre tomó su asiento y realizó un gesto para que
Christopher y yo nos sentáramos junto a ella. Mi esposo me llevó tomada de la mano y los
dos nos sentamos unidos como una verdadera pareja.
— ¡No quiero hablar de ello!— Christopher se levantó echando chispas del mueble,
su expresión al hablar había sonado bastante rígida— ¡Eso es parte del pasado!
— ¡Mejor, baja la guardia!—le pedí con paciencia— ¡No quiero que esto termine en
un problema mayor!—y Christopher me obedeció porque inmediatamente suspiró y relajó
su furioso rostro.
—Esas cosas que rondan por ahí nunca han sido ciertas—la reina madre se levantó
de su asiento y caminó hacia Anastasia—Señorita, vamos a ver tu habitación ¡Está intacta
desde que te fuiste!
—OK, reina madre—y volteando los ojos en señal de desaprobación se marchó con
la reina madre dejándonos a su padre Cyprien, a mi madre, a Ximena, a Christopher y a
mí desconcertados.
— ¡No se preocupe!— Christopher se limitó a decir— ¡Pero, por favor, dígale que
tome algo de calma antes de tratar de discutir conmigo, innecesariamente!
Finalmente, a Christopher y a mí, nos habían dejado solitarios por un buen rato en
que ninguno dijo nada. La tensión aún estaba presente solo que ninguno de los dos la
quería romper. Él parecía exageradamente rígido y yo enormemente recelosa.
Luego de pasar unos minutos bajo una eterna paz muda, él rompió el silencio:
—Me haces esto, porque sabes que te adoro—me tomó de las mejillas y me hizo
mirarlo cara a cara, yo tirité pensando en lo cerca que estaban sus labios de los míos y en
fácil que le resultaría besarme; pero él no se lo merecía, sobre todo porque se había casado
conmigo para tener un heredero y amaba realmente era a Anastasia— No te diviertas a
causa mía—me pidió y yo traté de no desmayarme de verlo actuar tan liviano conmigo.
—Bueno, eso te pasa por obligarme a casarme contigo—caminé por un lado suyo
dispuesta a irme, pero él me tomó del brazo y me hizo escucharlo otra vez. ¿Por qué
siempre tenía que decir la última palabra?
¡Qué mal hombre era ese…! ¿Para qué me preocupaba en llamar a ese esposo mío
con un mal nombre o una ofensa si al final no lograba nada? ¡Es que era un bastardo!
¿Cómo se atrevía a jugar insanamente conmigo?
Y creo que no había durado ni diez minutos a solas cuando uno de los empleados
llegó a mí a preguntarme algo. Ni ellos querían colaborar con mis ganas de quedarme a
solas por un buen rato.
— ¡Dígame señor…!— ¿Cómo se llamaba ese sujeto que aún no lo sabía? Bueno,
había tantos empleados en el palacio que recordar sus nombres era difícil.
— ¡Dígame señor Cliff!—le comuniqué y me sentí mal por tener que tratar a una
persona con tanta cordialidad y formalidad.
—Es que pase por aquí y como la vi acostada en el sofá…— ¡Ya venía con ese
temita! ¿Por qué tenía que decirme algo sobre dormir en un sofá? Es que tontamente para
sujetos tan salidos de un mundo tan imaginario como lo era ese, era demasiado terrible
dormir en un sofá.
— ¡No, por supuesto que no!—el pobre señor Cliff se puso bastante asustado y
colorado, al parecer yo lo incomodaba muchísimo—Yo, quería saber si deseaba que le
preparase el jacuzzi para que pueda relajarse y descansar un rato.
— ¿El jacuzzi?—lo interrogué incomoda, sabía lo que era un jacuzzi pero realmente
me extrañó que ese empleado estuviera siendo condescendiente conmigo.
—Sí, el jacuzzi privado que está en el dormitorio principal que es donde usted
duerme con el príncipe Christopher —el señor Cliff intentó explicarme a detalles todo
sobre el estúpido jacuzzi, al parecer me creía bastante bruta como para no saber de cuál
jacuzzi estaba él hablando.
Permanecí otro buen rato recostada en el sofá y cuando me cansé de estar allí, subí
al dormitorio. Cuando entré me fui al baño, seguramente ya el Señor Cliff ya había
terminado de preparar el jacuzzi para mí. Y así fue, cuando abrí la puerta del baño y me
adentré a él, me quedé súper encantada de ver como lo había acondicionado.
Ese jacuzzi era espectacular, bueno no era que estuviera acostumbrada a bañarme
en algo semejante. Si hablábamos de regaderas sí había perdido la cuenta de cuantas
veces me había acicalado allí, pero cuando se trataba de un jacuzzi, nunca antes de esta
vez lo había hecho.
Dispuesta de olvidarme por un buen rato de los problemas que tenía de la puerta
para afuera. Cerré los ojos y casi me quedé dormida. Creo que no había pasado ni veinte
minutos cuando sentí la puerta del baño abrirse y a alguien entrar; inmediatamente abrí
los ojos y vi llegar a Christopher.
— ¡Te vez maravillosa!—me dijo sin pudor alguno—Creo que tu cuerpo se ve como
una escultura sexy.
— ¿Qué haces aquí adentro?—le pregunté disgustada y quise pararme para agarrar
una bata con la cual taparme; no obstante, al darme cuenta que Christopher me vería
desnuda cuando me levantara, decidí que no iba a buscar ninguna bata, era mejor
hundirme un poco más en el agua del jacuzzi para que ese canalla no viera mi cuerpo.
—No te preocupes que no vengo a atentar contra ti—me expresó cuando se dio
cuenta que yo le estaba temiendo e incluso huyendo—solo quería ver si estabas bien.
— ¡Mira quién habla, el ogro de los cuentos de terror!—refunfuñé entre los dientes
y pensé que si seguía con mi actitud dura hacia él, mi esposito próximamente me daría el
divorcio.
¿Qué puedo decir de la cena? Fue algo molesta, nadie habló durante ella y las
miradas provocadoras de Ximena y Anastasia hacia Christopher estaban totalmente
desatadas. A cada rato, le guiñaban un ojo, se lamían los labios y le hacían gestos de
incitación que ni yo que era su esposa.
En la noche ya cansada de ver que Christopher no me dejaría dormir en otro sitio
que no fuera su cama, decidí dormir en la de él; de todas formas ésta era grandísima y
debajo de una de mis almohadas había guardado un pote de gas pimienta por si a ese
imbécil se le antojaba intentar violarme.
Y al parecer saber eso como que lo hice temer porque no intentó tocarme en toda la
noche y a la mañana siguiente ya se había levantado, aseado y marchado cuando yo me
desperté.
Cuando llegó la hora de hacer algo nuevo, decidí ir a uno de los parques infantiles
que estaban en los terrenos del palacio. Para mí, que algo como esto existiese era extraño
porque Christopher no se vía como un hombre capaz de tener algo de inocencia; pero
bueno, yo sí podía disfrutar de ese momento allí.
Fascinada me senté en un columpio y me imaginé que ese era un buen sitio para
revisar las noticias de los medios de comunicación en mi teléfono. Revisando
cautelosamente diversas páginas, pude ver como decía una que en los próximos días se
aprobaría la ley para que las personas pensionadas cobraran sus seguros, inmediatamente
después de trabajar y así no tener que esperar decenas de años.
También había otra en donde aseguraban que Anastasia había regresado al palacio
porque mi matrimonio con Christopher no iba a durar nada; manifestaban que yo no era
nadie maravilloso y que por lo tanto, hasta mi hermana se merecía el puesto de princesa,
menos yo.
Sentir que nadie creía en mi capacidad me puso bastante deprimida hasta el límite
de echarme a llorar sin importar que alguien se fuera a dar cuenta. Yo aún en mis cinco
sentidos no podía entender qué le pasaban a los medios de comunicación contra mí,
¿Acaso era tan poca cosa?
No había un día en que ellos no publicaran algo por el estilo. Es que la tenían
agarrada en contra de mí. Me hacían mofas, se burlaban, se reían, hacían payasadas a
costillas de mi humillación.
—Todos los días esos medios de comunicación sacan una noticia diferente de mí—
le expresé consternada y deteniéndome con la mano, él impidió que me levantara del
columpio.
— ¿Qué te parece?—le inquirí queriendo asesinarlo, hacer algo como eso sería tan
fácil pero me traería tan graves consecuencias para mi existencia, que mejor no— ¿Te
parece que estoy bien?
—Es muy astuto príncipe pero no voy a caer en sus patrañas—le arrugué el gesto y
me crucé de brazos. Si él creía que con unas pocas risas yo me le iba a entregar todita;
pues, estaba muy equivocado.
—Me pareció que era mejor que usted y yo tomáramos cierta distancia—el mechón
de cabello que él me acomodó no me quedó nada bien; así que yo me lo acomodé bastante
nerviosa.
— ¿Por qué?—curioseó como buen hombre y yo asustada vi directamente al suelo
para no verlo a los ojos— ¿Tienes miedo de tu respuesta ante mi presencia?
— ¡Eres tan perspicaz y sagaz!—lo golpeé dos veces como niñita en el pecho y él
como pudo me tomó por el brazo y me hizo una llave.
—Yo nunca he dicho eso—disimuladamente se acicaló los cabellos con las manos.
—Pero has actuado como si fuera así. —Furiosa apreté las manos a ambos lados—
Desde que me obligaste a casarme contigo, me has tratado como un objeto y si así tratas a
todas las mujeres…
— ¡No sabes lo que dices!—Se pasó la mano por la cara queriendo calmarse con esa
acción— Si eso fuera cierto, ya te fuera obligado a cumplir con tus deberes maritales y
hasta ahora me he comportado como todo un caballero.
—Sí, de eso te estoy hablando— Christopher se paró en seco algo molesto por la
desconocida razón de mi pregunta— ¿Por qué?
—Me imagino que la gente que votó no te conocían de verdad como eres—detuve
mi columpio y decidí que ya era momento de regresar al palacio— ¡Segurísimo fueron
mujeres bonitas, pero sin nada de cerebros!
—Pero, igual gané y eso demuestra que yo nunca pierdo nada; —me mostró una
medio risa provocadora y luego se puso de pie— ni siquiera en una cosa tan trivial como
esa.
— ¿Estás segura?—su tono estaba muy animado por continuar con la conversación;
más, yo estaba agotadísima— ¡No digas esas cosas, mira que se te pueden cumplir!
— ¡Voy contigo!—me persiguió y yo sentí sus pasos algo cercanos a los míos—
¡Espérame! ¡No tan deprisa!
Yo tenía que actuar como un desastre ambulante, tenía que ser la mujer de sus
pesadillas, tenía que enseñarle a ese príncipe malvado y pervertido que él no puede
decidir quién, cuándo y cómo se casa una mujer con él. ¡Me las iba a pagar! ¡Y esa era una
promesa!
“Ayúdame a salir bien de esas dos” a medida que caminaba le pedía en mi mente a
mi Dios. Yo que no quería estar en ese sitio junto a esas tontas; podía jurar que
seguramente, ellas darían lo que estuviera en sus manos para meterme en un subterráneo
que les permitiera luego quedarse con mi esposo ¡Eran cabezas de bobas!
Pegados uno del otro, los dos llegamos al living exterior del palacio. Allí, nada más
sentarnos, Anastasia y Ximena nos saludaron con un “Hola” a coro. Yo mostré mi mejor
sonrisa y traté de actuar lo más serena que podía; ya que, saberme presente entre dos
mujeres que me odiaban por ser la esposa del príncipe, no era nada bueno.
El living exterior era un lugar muy bien acondicionado, tenía una mesa ratona de
madera de incienso y dos grandes sofás dispuestos en L con fundas de color rosado en
lona acrílica; además de un enorme mesón para comer y algunas plantas que cubrían los
sitios más importantes con el fin de adornar y de acicalar el ambiente.
— ¡No, claro que no!— Christopher pareció darse cuenta que Anastasia me estaba
ignorando; por lo que, decidió responder por los dos—Ya mi esposa y yo comimos.
De solo imaginarme comiendo junto a ellas dos y tratando de actuar como la chica
más perfecta del mundo, se me revolvía el estomago. Es que para mí no era fácil, estar
comiendo algo tan creado junto a Ximena me hacía sentir sin energías; y eso debía ser lo
que le pasaba a mi esposo; ya que, sentarse a comer en la misma mesa de la que todos
decían que era su ex, no debía ser nada sencillo.
— ¡Ashley, Ashley! —Oí la voz de Christopher llamándome detrás de mí; así que
para evitar que me alcanzara caminé más de prisa, yo no quería discutir con él delante de
los empleados y sabía que si me detenía eso iba a ocurrir— ¡Ashley, espérame! ¿Podemos
hablar?
—Básicamente creía que tú eras especial… —me embozó una formidable y tierna
sonrisa que me revelaban su deseo por mí; al parecer no estaba resultando mi plan porque
a ese canalla yo le estaba gustando cada vez más.
— ¡No me…toques!—le pedí casi en secreteo y yo sentía que las piernas me
palpitaban; si seguía así pronto me iba a desmayar.
— No obstante, ahora me doy cuenta que eres igual de superficial que el resto de las
mujeres — Christopher se puso bastante serio y pasó por un lado de mí con el firme
propósito de marcharse. ¡Ahora huía de mí, el muy vil! — ¡No puedo creer el haber fallado
al momento de escogerte!
— ¡Tienes razón! ¡Tienes razón!—me miró resignado y tomándome con alevosía por
la cintura me atrajo hacia él— ¡Entonces, contéstame!—me habló muy cerca de la boca y al
hacerlo mi pecho respiró con dificultad de saberse hechizado— ¿Qué es lo que te pasa?
¿Qué es lo que te sucede? Mira que ya me tienes bastante harto, al actuar tan infantil e
inocente. Yo no te obligué a casarte conmigo, solo moví mis fichas a mi favor.
— ¡Demuéstrame que ya eres toda una mujer madura!—me pidió con voz
claramente excitada y yo, me mordí los labios al saber que solo escasos centímetros
impedían que los labios de Christopher y los míos se acariciaran.
— ¿Por qué debería demostrarte que soy una mujer madura?—fruncí el ceño al
percibir que a él le estaba gustando cautivarme con su sexualidad cuando yo lo que quería
era que él se molestara de verme actuar como una niñita. Él me estaba orillando a ser de
esa manera tan tonta. Si me dejara de seducir, yo tranquilamente actuaría como una mujer
suficientemente madura; pero no, prefería andar molestándome para “obligarme” a
acostarme con él y con ello que yo le diera un hijo.
—Porque ya me está cansando ese teatrito de muchachita “no rompo un plato”—
me regañó como un ogro Christopher. Sinceramente en ese momento, él estaba sacando lo
peor de su carácter. Sí, ese lado que aún yo no conocía.
— ¿Quién eres tú para que yo tenga que enseñarte que soy madura?—le dije
intentando tranquilizar la rabia que por dentro me consumía y queriendo parecer bastante
dura. No podía arrodillarme ante mi esposo, no podía actuar como una hormiga ante él.
—No deberías ponerte a pensar mucho en eso, sino más bien comenzar a ser una
mujer “mi mujer”— me expresó Christopher, confirmando con sus palabras mis
pensamientos y yo arrugué el gesto de saberme acosada por un ser tan injusto como lo era
él. ¡Canalla! ¡Malvado! ¡Pervertido! ¿Acaso tenía deseos de violarme? Si lo intentaba, yo lo
iba a matar.
— ¡Y tú no seas tan satírico!—le grité; pero Christopher fue más rápido que yo,
velozmente me atrajo hacia su cuerpo y manteniéndome agarrada por las muñecas, evitó
que yo tomara una actitud violenta en contra de él.
— ¿No dicen que cuando los enamorados pelean terminando haciendo locuras en la
cama?— Christopher me besó el hombro muy sensualmente y yo nerviosa no sabía qué
hacer. Él me estaba seduciendo y atrayendo a su cuerpo a cada segundo con más
velocidad —En este momento yo quiero hacer locuras y más locuras. Deseo hacer
cochinadas contigo.
— ¡Nos están viendo!—al oírlo y sentirlo tan salvaje me sentí como un gato
asustado y quise esquivar su beso. Pero, no lo logré muy bien ¿Cómo ambos habíamos
terminado en una situación tan comprometedora si habíamos estado peleando solo hacía
unos segundos?
Cerré los ojos para que las sensaciones se hicieran más profundas y sin reflexionar
mucho suspiré de la emoción. La boca de Christopher sobre mi cuello era sensual y hacía
que el corazón se me acelerara. ¡Me estaba volviendo totalmente loca!
De pronto abrí los ojos y me di cuenta de que lo que estaba haciendo no estaba bien,
me separé de él abrumada y asustada pensé que me iba a desmayar.
—No quiero que me toques—le susurré nerviosa y después me abrí caminó entre él
y el resto de los que estaban de espectadores y me retiré al dormitorio real. Ahora sí que
los chismes se volverían una cotilla más turbulenta entre los empleados del palacio.
Al día siguiente, las cosas no fueron a mejor; Christopher me invitó a practicar “tiro
con arco” en las áreas del palacio acondicionadas para eso. Para mí que estaba intentando
llevar la fiesta en paz conmigo porque él realmente no podía practicar esa actividad;
cargaba aún el cabestrillo y seguramente que el brazo le dolía muchísimo. Yo
sencillamente lo que quería era que me dejara en paz ¡O sea él estaba guapísimo pero
también era un canalla!
— ¡Vaya!—sonreí de ver que una actividad tan sencilla podía ser tan placentera—
¡Esto es tan espectacular!
—Yo no sé por qué estás tan contenta, — Christopher colocando las manos
cruzadas en su espalda me hizo sentir como una hormiguita—no acertaste el tiro y la
flecha salió volando en dirección opuesta. ¡Eres bastante torpe!
— ¿Torpe?—otra vez estaba empezando el proceso de humillación por parte de mi
esposo y eso me molestaba— ¡Por lo menos, respétame!
— ¿Quieres que sea directo contigo?—me preguntó y yo le afirmé que sí; puesto
que no me quedaba de otra—Eres tan torpe, pero igual me encantas—me confesó
intrigado y haciéndole una señas al empleado arquero, le solicitó que nos dejara a solas—
Tú me tienes intrigado—me confesó cuando nos supo a solas—Tú me quieres volver loco.
— ¿Y quieres que me quede aquí para siempre?—lo desafié viéndolo de arriba hacia
abajo ¡Era guapísimo!
—Sí, claro que sí—me susurró—Yo te apoyaría mucho para que practiques tiro con
arco; aun y cuando este brazo lo tengo golpeado. Yo soy un excelente profesor de tiro con
arco.
—Si fuera así… —él no me iba a salir con el cuento de apoyarme con el tiro con
arco; así que lo mejor sería utilizar esa conversación para demostrarle que no le creía su
historia de ser mi profesor — Si fuera así me explicarías como debo agarrar la flecha y no
estarías pendiente de andar mimoso conmigo.
— ¡De nada, era una tontería!—me acarició los cabellos y mirándome con sus
sensuales ojazos me comió con la mirada— ¿Sabes? Por ti vivo y muero todos los días. No
quiero separarme de ti.
— ¡No voy a llorar si eso es lo que quieres al decirme todas esas cosas!—sonriendo
me alejé de él, no me iba a acostar con mi esposo ni aunque el deseo que sentía por él en
ese momento, me estaba volviendo loca de excitación.
— ¿Y qué tengo que hacer para que seas mi mujer de verdad?—me preguntó mi
esposo leyéndome el pensamiento. Claramente sabía que yo estaba acalorada de la
excitación y que con solo mover muy bien sus técnicas de seducción iba a lograr hacerme
ceder ante sus marramuncias.
— ¿Por qué haces tantas preguntas?—me miró con incredulidad— ¡No te entiendo
chica! Primero estás amorosa y cariñosa, ahora nuevamente pierdes el humor.
—Yo nunca voy a estar amorosa contigo—le gruñí ya fuera de mis casillas—Este
matrimonio es un convenio comercial que va a durar el tiempo que sea necesario para que
mi familia se pueda recuperar económicamente. Yo no te amo y nunca te voy a amar.
— ¡Enhorabuena! —pasó por mi lado y se hizo el que estaba recordando algo en ese
momento—Acabo de recordar que dejé algo muy importante en el dormitorio. Voy a tener
que ir a buscarlo. La conversación contigo está muy buena, pero, necesito hacer una
actividad demasiado relevante ¿No hay problema en que te quedes sola?
— ¿Te vas a ir?—le indagué odiosa— ¡Bueno, lárgate; de una buena vez!—le exigí
amargada; ya que, quería quedarme a solas, no podía perdonarme a mi misma el haberlo
besado aunque fuera en la mejilla. ¡Realmente que me había vuelto loca!
— ¡Nos vemos más tarde, entonces!— Christopher decidió dejarme a solas, se veía
que estaba huyendo de la conversación para no pedirme perdón. Sí, estaba confirmado era
un hombre de carácter bastante duro.
— ¿Qué estás haciendo aquí?—la miré intrigada por ese mensaje de saludo, pero
inmediatamente capté sus caricaturescas y simplonas palabras — ¿Será qué no te han
enseñado la privacidad?— le lancé una mirada furtiva; sabía que debía actuar menos
grosera con ella, pero es que si me ofendía, yo no la podía abrazar.
— ¡Santo cielos!—sus gestos reflejaban una cándida maldad, pero sus ojos
revelaban una tenebrosa crueldad— ¿Esa es tú educación? Esa falta de formación es la
mejor manera de arruinar tu compostura. Alguien debería enseñarte los modales básicos
para hacerte alguien—sonrió burlescamente.
— ¡Eres una…! —había conseguido irritarme la muy canalla— ¡Eres una simple
niña bonita!
— ¿Yo?— Anastasia sonrió en lo que me imaginé que era un gesto de ironía— ¡No
te disgustes! Yo sólo estaba reflexionando en voz alta sobre tu buena estrategia.
—Creo que…—le dije con escasa pasividad—creo que esto tiene algo que ver con lo
de los rumores de los que muchos hablaban cuando llegaste ayer—sentía ganas de ahorcar
a Anastasia y después arrojarla desde una cascada hasta que se volviera picadillo, pero me
contuve, primero porque era una locura y yo no era una asesina, segundo porque no me
quería llenar de sangre.
—De esos que consistían en que los periodistas siempre dijeron que Christopher y
tú tenían una relación amorosa—le manifesté llena de cólera; sí esa tonta me había hecho
decírselo solamente para burlarse de mí, pero igual no me iba a ver sucumbir. Yo era la
esposa del príncipe y aunque ese malvado me había hecho casarme con él con trampa, no
estaba dispuesta a divorciarme por la aparición de un tercero como lo era esa mente de
cotufas.
— ¡Vaya, diste en el blanco! —su sonrisa de deleite fue determinante para que mi
voz se volviera un nervio total, ella me quería ver besándole los pies y se creía tan superior
a mí que me odiaba.
Yo la miré tan descarada que quise llorar de desesperación. ¿En qué mundo ruin me
había introducido yo cuando me case con Christopher? No solamente era por él, sino por
su ex y también por mi hermana, de quien no me podía olvidar tampoco.
—Es que no me puedo dejar de preguntar— sus ojos chispeaban envidia y hablaba
liberalmente para mortificarme mucho más a cada rato— ¿Por qué eres tan importante
para Christopher? ¿Por qué de tantas muchachas hermosas con clase, dinero y fama, te
escogió a ti? Tú no eres nada, eres menos que un cero.
— ¡Ya lo has oído!—se rió muy descaradamente— ¡Él me ama a mí! Christopher y
yo crecimos juntos, compartimos muchas cosas, pero yo era la hija del duque y él un
príncipe; por eso, no pudimos amarnos libremente. Después, yo tuve que irme a estudiar
fuera del país para callar los rumores y eso nos alejó un poco; sin embargo, el amor sigue
allí, en nuestros corazones.
— ¡No quiero seguir oyendo esto!—me cerré los oídos en un intento vano de n
escucharla más; ya que, me sentía muy mal y si fuera tenido un termómetro cerca de
seguro que comprobaría que estaba ardiendo en fiebre.
— ¡Piénsalo! — Reaccionó irritadamente ante la batalla que sabía que estaba
ganando— ¿Por qué crees que regresé? Él y yo nos mantendremos juntos; así sea con una
relación de amantes. Tú no eres nada, no eres nadie.
— ¡Qué humilde! —la miré con odio a los ojos. Esa estúpida me quería matar de la
humillación.
— ¿Te parece? —Se acercó más a mí y expresó con una voz ronca llena de orgullo—
Tú; en cambio, eres frívola y hueca. Él nunca podrá enamorarse de ti.
—Un gran cumplido, pero anda y díselo a otra mujer—me puse de pie de golpe ya
cansada de recibir tantas humillaciones de una mujer como ella ¡Todo tenía su estúpido
limite! — A lo mejor si te ves en un espejo veras que tu educación causa dolor de cabeza y
aburre a las personas con quienes hablas.
— ¿Eso es lo más ridículo que has dicho para defenderte?— me clavó una ojeada
picante como queriendo hacerme chillar de sufrimiento— ¡Eres tontica de verdad! Mejor
arreglemos esto de una manera más civilizada ¿Por qué no lo dejas libre?
— ¿Dejarlo libre? —Dudé sin entender de lo que ella estaba hablando; ¿Primero me
decía que iba a ser su amante y ahora me decía que se lo dejara libre? ¡Estaba algo
chiflada!— ¿Qué quieres decir con eso? —le pregunté.
— ¡Deja las tonterías!—vacilé pero justo ahí me di cuenta de que yo para nada me
había defendido y que si quería que la gente me respetara en ese lugar tenía que iniciar
poniendo en su lugar a esa brabucona llena de malquerencia.
Entré al palacio bastante satisfecha de haberle dado con todo a esa imbécil y me
sentí feliz de haber logrado ganarle a esa mujercita. Ella no iba a jugar conmigo como si yo
fuera su muñequita de tela y si al haberme defendido de sus malas exigencias, tendría que
pagar las consecuencias, bueno estaba bien dispuesta a luchar a capa y espada contra ella.
— ¡Está bien!—le expresé disimulando un gesto de fastidio que para nada se veía
bien.
Yo me quedé de pie frente a la reina madre. Ella estaba sentada muy cómodamente
en un asiento de fina tela y sobre su escritorio había muchísimos papeles que seguramente
eran de gran importancia. Bueno, también tenía que admitir que me encantaban todas las
tecnologías que habían en esa habitación, realmente que este era un reino bastante
moderno y el acceso a internet era primordial.
— ¡Mi niña, qué bueno que has llegado!—me manifestó la reina madre al parecer
bastante contenta con mi llegada y con un gesto en la cara me invitó a sentarme frente a
ella— ¿Cómo te fue compartiendo con Christopher?
—Su majestad…—tartamudeé.
—Mi niña, — me comunicó claramente tratando de hacerme tomar consciencia—
ahora que ya recuperaste la memoria perdida es el momento perfecto para que mi hijo y tú
hagan de este matrimonio un bello cuento de hadas.
—Los cuentos de hadas no existen—mis pensamientos sonaron en voz alta cosa que
no había querido; por lo que, agaché la cabeza bastante apenada; yo y mi bocaza ¿Cómo
me había atrevido a decirle tal cosa?— Christopher y yo nos casamos sólo porque él me
engañó e hizo que mi familia quedara en la casa, sino creo que ni siquiera fuésemos
amigos—traté de explicarle sabiendo que me arriesgaba a ser juzgada por algo en lo que
tenía muchísima razón.
— ¿Y durante todo tu matrimonio vas a seguir con ese discursito?—la reina madre
me cuestionó con voz diminuta; yo la miré y contuve el aliento, realmente que la reina
madre sabía cómo hacerme sentir culpable. Si seguía poniendo esos ojitos llenos de
sufrimiento y esa voz melodramática seguramente que iba a lograr cualquier cosa de mí.
—Yo sé que lo que hizo mi hijo no fue lo más correcto, —ella me trató de explicar;
sabiendo que me estaba manipulando de frente—pero debes entender que él nunca antes
se había enamorado, realmente él no sabía lo que era amar a una mujer que no fuera su
madre, siempre ha estado sólo, ha tenido que enfrentar una madurez apresurada desde la
niñez y ha tenido que tomar responsabilidades como príncipe heredero que le han
endurecido el carácter; sencillamente él pensó que obligándote a casarte, te quedarías
siempre con él.
—Eso suena algo descabellado—no pude evitar sollozar al pensar que después de
todo, Christopher sí podía ser como el resto de los hombres que tienen un corazón. No, eso
era mentira, él era un mal tipo lleno de prepotencia y poder.
Yo…—la reina madre me había dejado sin palabras, y yo no sabía que contestarle;
pues, no sabía si valía la pena luchar por un matrimonio tan artificial. ¿Christopher valía
tanto la pena?
Después de hablar un rato más con la reina madre y de verla feliz por mi nueva
promesa, decidí regresar a mi habitación. Necesitaba descansar y ponerme a pensar en la
nueva pata que había metido. En ese momento, necesitaba un chocolate que me quitara
esta amargura que amenazaba con descontrolarme toda.
A la hora decidí que debía avisarle a mi esposo la nueva resolución del médico y
aunque sabía que seguramente él ya la conocía porque le habían informado de primera
mano, pensé que lo mejor que podía hacer si quería cumplir con mi promesa hecha a la
reina madre, era decirle yo.
Caminé largo rato sin encontrar a Christopher y disfruté cada segundo. Hasta que
me conseguí a mi hermana Ximena y a Anastasia hablando mal de mí cerca de la ducha
que estaba en el patio trasero del palacio, muy cerca de la piscina; sí donde estaban las
palmeras, algunas chimeneas y muebles de patio. El lugar se veía un área lluviosa porque
las gotas caían fuertemente de arriba hacia abajo; no obstante, no tomé en cuenta eso, me
importaba era lo que ese par estaba diciendo de mí.
— ¡Tu hermana ya me está hartando! —Dijo malhumoradamente Anastasia y yo
abrí los ojos asombrada—Se ha atrevido hasta discutir conmigo ¿Qué se cree? ¿Una actriz
o cantante famosa? Nunca debió casarse con mi Christopher. Él y yo éramos una pareja
feliz, estábamos a gusto siempre juntos y entre nosotros estaba la promesa de que cuando
yo regresara, los dos nos casaríamos.
—Una hormiga que vamos a pisar entre las dos; —Ximena interrumpió a Anastasia
llena de un orgullo bastante oscuro y yo desde mi lugar temblé de desconsuelo, no podía
creer lo que estaban viendo y escuchando—además, tenemos algo a nuestro favor y es el
que nadie quiere a mi hermana, ni siquiera la reina madre.
Sin poder aguantar más, dejé de escuchar la conversación entre esas dos brujas y
salí huyendo bastante tristona. Esto no podía seguir así, es que si era verdad que ni la
reina madre me quería; entonces, ¿Por qué me había obligado a hacerle la promesa de
intentar que mi matrimonio con su hijo fuera a funcionar? Era una manipuladora igual o
peor que su hijo.
Asimismo, todos en ese palacio eran unos desgraciados. Sí, sabía que yo era
totalmente inferior a Christopher, pero eso no significaba que la gente me viera como
peste; yo valía muchísimo, era inteligente y bastante normal y continuar con mis estudios
era la mejor forma de comprobárselo a todos, incluso a mi esposo. Sí, eso era lo que iba a
hacer, regresaría a la universidad, me graduaría y sería totalmente independiente de esa
estúpida realeza.
Por largo rato seguí buscando a Christopher sin resultado alguno, hasta que lo
encontré. Él estaba en el minigolf hablando con el duque. Estaba practicando minigolf
porque ya no cargaba el cabestrillo, seguramente que el médico que me había visto hacía
un rato, lo había visto antes a él y por eso se lo había quitado. Apenas me di cuenta que él
había notado mi presencia allí, me acerqué a donde estaba decidida a darle un nuevo
cambio a mi vida.
Christopher se quedó parado tal y como si estuviera en stop por unos segundos,
seductoramente mostró unos ojos llenos de extrañeza y yo cruzándome de brazos en clara
señal de desafió esperé a que me dijera algo.
—De verdad no sé que voy a hacer contigo, —dijo al fin, luego me pasó por un lado
y le pegó a la pelota con el palo haciendo un maravilloso swing, la pelota fue a parar muy
cerca del hoyo 16— Tú aún estás de reposo—me comunicó sin verse nada afectado por el
fantástico tiro que había realizado.
—Ni loca me voy a quedar aquí por largas semanas, ya estoy bien. —Le grité
molesta sin tomar en cuenta que el duque me podía escuchar, no iba a aceptar seguir
quedándome todo en el día en el palacio sin hacer nada, cuando nadie me quería— ¡No
tengo ni yeso! El médico me dijo que podía seguir con mi vida.
—A mí el médico me quitó el cabestrillo, pero eso no quiere decir que puedo vivir
la vida loca. — Christopher agarró el palo y se acercó nuevamente a mí, seguramente que
para evitar un espectáculo peor al que ya se estaba dando con mis gritos—Yo aún estoy de
reposo.
—Si hablas del accidente…—claro que él hablaba de eso, ¿En qué estaba
pensando?— ¡Lo siento!—le dije apenada aunque sabía que éste no había sido mi culpa.
—Yo sí doy la cara cuando cometo errores, al menos no soy como otros que no dan
la cara cuando…—bastante furiosa volví a desafiarlo, lo miré colérica al pensar que él no
daba la cara ante su relación con Anastasia; no obstante, respiré profundo, bajé la cabeza y
no terminé de hacerlo; ya que no quería verme como celosa, orgullosa y melodramática.
No podía decirle que había escuchado a Anastasia hablando con mi hermana, sobre su
relación amorosa con él. ¡Ni loca iba a hacerlo!
— ¡No puedo evitarlo!—le dije secándome las lágrimas de los ojos, él me contuvo
entre sus brazos y yo perturbada pude percibir su extraordinario aroma.
— ¿Lo dices en serio?— ¿Era cierto lo que mi esposo acaba de decir? No lo podía
creer; lo había convencido de dejarme regresar a mis estudios, solo soltándole unas
lagrimitas ¡Era genial!—No tenía ni idea que…Tú eres un hombre muy dominante y
déspota y si no me dejas regresar a la universidad, yo sé que no podré hacerlo sin tu
consentimiento. Sólo con tu aprobación podré regresar.
—Creo que deberías…— Christopher pareció ponerse algo molesto por lo que le
acaba de decir; así que me pasó por un lado y decidió dejarme sola—Creo que deberías
llamar a la universidad y decir que mañana regresas; es más, informa que yo también
regreso mañana—al terminar de decir eso caminó lejos de mí.
Bastante contenta porque me había salido con la mía en mis propósitos de que
Christopher me permitiera regresar a la universidad, decidí regresar a mi dormitorio.
Desde allí me comuniqué mediante el teléfono con mis profesores de la carrera
universitaria para obtener información de lo que había ocurrido en mi salón durante mi
ausencia.
Tratando de sonreír lo mejor que pude, tomé una posición en el asiento para que la
foto no quedara tan mal, el periodista se me acercó según él para que yo colocara la mano
derecha de forma más relajada sobre la mesa; pero el muy tonto lo que hizo fue arrojarme
la sopa que se estaba tomando Anastasia sobre el vestido negro que yo cargaba puesto.
De verdad que aún no podría explicar cómo y por qué el periodista me hizo eso, lo
que sí sé es que dentro de mí me decía a mí misma “Este imbécil es una…mierda ¿Por qué
me hizo algo como eso?”.
— ¿Mi niña…estás bien?—la reina madre asombrada por lo que acababa de pasar se
levantó de mi asiento.
—No se preocupe buen hombre—le dijo Christopher al tipo y yo lo miré con ojos
de odio porque qué le pasaba a ese ser que se decía llamarme esposo mío, o sea estaba
defendiendo al fulano ese y ni siquiera me había preguntado si me había quemado con la
sopa hirviendo o algo. Me provocó decirle “¿tienes alguna idea de lo que acaban de
hacerme pedazo de amargado o estás en la luna de paseo?”, pero en cambio me puse muy
apenada y nerviosa; por lo que salí corriendo al baño para ver qué podía hacer para
eliminar tan horrible mancha en mi ropa.
En el baño unas muchachas me veían con diversos gestos, que al final no sé si eran
de risa o de alegría por verme. Decidí no pararles y con agua de los chorros intenté
lavarme la mancha del vestido. Unos pocos minutos entró bastante desinhibida mi
hermanita Ximena.
—No, para nada—le dije sabiendo que ella nunca me ayudaría aunque fuera
obligada a hacerlo.
Al siguiente día muy temprano, una limusina conducida por un chofer llamado
Víctor me llevó a la universidad ¿Qué puedo decir de mi llegada allí? Que fue horrenda,
todos me veían como un bicho extraterrestre fuera de órbita, las chicas se reían de mí, la
gente murmullaba cosas que yo sabía que en el fondo no eran muy buenas, e incluso los
profesores y demás empleados universitarios cuchicheaban que yo era la mujer indicada
para ser la esposa del príncipe heredero.
Decidí no pararle a las tonterías de los demás y me fui derechito al salón donde
tendría clases, allí la docente me recibió muy sonriente y mis compañeros actuaron normal
al período anterior a mi accidente y a mi boda. Me senté en mi asiento y esperé hasta que
fuera mi turno para exponer y mientras, oía las presentaciones de mis demás compañeros.
—Yo…—tartamudeé sin saber que decir, el muy mongólico chico ese se estaba
metiendo en un camino bastante peligroso. ¿Qué carajo quería hacer él al hacerme una
pregunta como esa?
—Oh, yo creo que sí, Alán. —Interrumpió una muchacha llamada Claudia que
estaba sentada cerca de la puerta del salón— ¿No ves como se puso nerviosa?—la muy
tonta me señaló como si yo fuera un gusano, y mientras yo pensaba ¡Qué día tan fatal!
—Yo pienso que la ahora princesa Ashley se casó con el príncipe Christopher por lo
que ella llama un negocio—manifestó la profesora de “Situación Nacional
Contemporánea” y yo no pude dejar de verla; ahora resultaba que esa mujer también se
creía con derecho a juzgarme, sí era una buena profesora pero como ser humano era
pésima.
Creo francamente que si no fuera sido por el timbre que anunciaba el termino de
esa clase; yo, una mujer recién casada, estudiante de la universidad y bastante desdichada,
me fuera muerto de dolor. Salí presurosa del salón y llorando caminé por los pasillos y
luego para desahogarme me escondí detrás de una escalera; no obstante, allí seguían los
murmullos:
— ¿Oíste los rumores que andan circulando por allí? —Le dijo una chica llamada
Gabriela que había estado conmigo en la clase de “Situación Nacional Contemporánea” a
un chico llamado César que al parecer era su noviecito.
— ¿Te refieres a los que dicen que la dizque princesa Ashley quedó en ridículo en
una exposición? —le preguntó César, que a mi juicio estaba más preocupado en besarla
que en lo su novia le estaba contando.
—Sí, esos mismos—la chica le agarró las mejillas y le besó cariñosamente la nariz—
¿Pero, es que… en qué pensaba esa tonta? Claramente la profesora esa le dijo que
expusiera sobre los matrimonios arreglados por convenios económicos para hacerla
admitir al frente de todos que el de ella también es uno de ellos.
—Ja, ja, ja, ja,ja—se rió él y dándole una palmada en la nalga a su novia se la llevó
contentó fuera de mi distancia.
Obstinada de estar en ese lugar, me limpié las lagrimas, me medio acomodé la ropa
que cargaba puesta y salí corriendo dispuesta a huir de la universidad. Sin importarme a
quien me llevaba por delante, corrí lo más rápido que pude y tomé un taxi manejado por
una mujer.
— ¡Lléveme a la Calle Genpsa Hallon y cuando llegue allí, yo le indico en que zona
es!—finalmente le pedí a la mujer y sin ponerme a reflexionar mucho, no me arrepentí de
darle la dirección de mi ex novio Emmanuelle.
Al cuarto de hora me bajé del taxi y después de darle las gracias a la mujer. Me
dirigí hacia el portón de la casa de Emmanuelle. Hacía tiempo que no venía a su casa y de
alguna forma me sentía caminando en un hilo muy fino. Si Christopher se llegaba a
enterar de eso seguro que me mataría, pero bueno, amargamente ese cretino se lo había
buscado por chantajearme para que me casara con él.
Por lo menos, podría asegurar que Emmanuelle estaría solitario en la casa a esa
hora; ya que seguramente su mamá estaba trabajando, su padre había muerto y su
hermanita de 08 años estaba en la escuela primaria. Sí, definitivamente este era el sitio en
que yo debería estar, allí podría intentar olvidarme de las burlas de todos, trataría de
pensar en una forma para divorciarme de Christopher y le diría a mi ex que quería pasar
más tiempo con él como amigos.
Y esto último no tenía nada de malo; ya que Emmanuelle era un excelente chico,
maravilloso hombre, tierno amigo, buena gente, buen hermano, buen hijo, amante de la
naturaleza, sencillo y sincero; para nada comparado con Christopher cuyo carácter podía
ser sólo comparado con un motor de arranque que castiga no arrancando.
Yo estaba que echaba chispas, y sobre todo porque mi golpe mal dado, pareció no
afectar a Christopher; ya que, el susodicho me atrajo hacia él y sin pedirme permiso
alguno me besó a la fuerza; me tomó del mentón y sin que yo le diera el debido permiso
introdujo su lengua en mi boca, me agarró de las muñecas y me sostuvo forzosamente
para evitar que luchara en contra él.
— ¿Por qué? ¿Por qué… estás haciendo esto?—le susurré a los labios al darme
cuenta que ni contando podría mantener mi cordura por más tiempo, si no paraba a
Christopher ahora, él acabaría con mi dignidad; no obstante, él no me respondió la
pregunta, siguió besándome y acariciándome por todo el cuerpo y eso me hizo pensar que
sinceramente no me había contestado porque sabía que ambos entendíamos lo que los dos
estábamos haciendo allí, frente a la puerta de mi ex novio.
Caminé por el minibar más cercano al dormitorio y decidí que tomarme un buen
refresco me haría bien. No era una mujer de beber alcohol y ahora que estaba casada con
un príncipe heredero de todo un país, no iba a empezar a hacerlo tan a menudo; quizás
solo lo haría en reuniones sociales.
—Creo que tienes razón…—decidí que lo mejor era no tentar la suerte con mi
esposo y que lo mejor para ese instante era marcharme a mi dormitorio y hacerme la
dormida, “por lo menos”, —Tengo mucho sueño—le dije fingiendo estar bostezando—
creo que mejor me voy a dormir—avancé buscando mi camino hacia el dormitorio, pero
Christopher me detuvo.
— ¿De qué hablas?—me puse bastante nerviosa y el corazón parecía que me quería
estallar por la boca.
— ¿No te parece que esta noche solitaria está perfecta para ti y para mí?—bebió un
sorbo de champaña, puso el vaso en el mesón y luego sujetándome por la cintura, me besó
deliciosamente ¡Oh vaya, ya me estaba cansando de sus besos sorpresivos! No, eso era una
mentira, la realidad era que cada vez que lo hacía no podía evitar sentir mariposas en el
estomago; es que lo hacía tan bien, y más en ese instante cuando su provocadora saliva se
mezclaba con el sabor del champaña ¡Sus besos me encantaban!
—Estoy seguro de que no podrías hacer algo tan inhumano como dejarme con las
ganas—arrugó el gestó intentando contener la rabia, en tanto pretendía en vano limpiarse
la cara—Daria mi imperio entero por hacerte el amor esta noche—se mordió los labios
provocativamente—y el que me llenes de champaña no me afecta nada. ¡Quiero hacerte el
amor hoy!
—Shhh...No digas más nada y continuemos por dónde íbamos—me hizo callar con
un dedo y me tomó de un brazo con abrupta confianza— ¿Por qué no nos escapamos esta
noche de este palacio y…?
— ¡No pienses, solo actúa princesa! —me hizo mirarlo directamente a los ojos y me
acarició con su dedo pulgar el espacio que yo tenía detrás de la oreja ¡Wao, él era
encantador!
— ¡Eres… asqueroso! —ansié poner la voz lo más gruesa que pude para que
Christopher no descubriera mi estado actual. Visiblemente yo estaba movida a un
universo placentero y esto era por sus caricias, toques y palabras.
— ¡Deja que me pruebes y vamos a ver si piensas igual!—me lamió el cuello con
goce y yo sentí que me iba a desmayar ¡Oh Dios, así que esto era el placer! —Voy a
hacerte tan feliz cuando tengamos sexo que vas a regresar por más.
—No soy tu yegua de cría a quien puedes tomar cada vez que se te antoje—volví a
probar soltarme de su agarre para alejarme de él y esta vez, Christopher sí se compadeció
de mí y me soltó ¡Por fin! Decidida a parecer una mujer fuerte le di varios empujones en el
pecho para demostrarle que no le tenía miedo y con rabia lo miré amargamente.
— Entonces,… —no debía seguir con esa confrontación; pero, no podía evitarlo,
tenía que retar a ese canalla, igual o mejor a como él lo hacía— ¿Por qué no lo haces de una
buena vez, me obligas a estar contigo, me violas, haces que me acueste contigo a la fuerza,
terminamos con esta pesadilla al fin y ya y dejas de besarme a cada rato, tal y como si te
gustara de verdad?
—Ja, ja, ja, ja, ja, ja — Christopher se rió descaradamente y verlo así me causaba
muy en el fondo, demasiadas molestias ¿Se reía de mí o conmigo?— ¿De verdad crees que
las cosas son tan fáciles, bonita? Para mí besarte significa una gran diversión que no puedo
perder— ¿Diversión? ¿Besarme para él era una diversión? ¡Era un malintencionado, ruin y
canalla!
— ¿Qué está sucediendo aquí?—De repente la voz de la recién llegada nos hizo a
Christopher y a mí ubicarnos en una posición más tolerable. Cero manoseos, agarrones de
manos y besos de diversión.
— ¿Qué hacen aquí?—dijo sonriente— ¡No me digan que se querían tomar algo
porque en este palacio hay muchos mini bares, incluso en su dormitorio tienen uno! ¡No
me mientan!—expresó burlescamente.
—Yo…— ¿Qué carajo le podía decir? ¿Se suponía que yo quería estar a solas y que
Christopher me había perseguido para acosarme? ¿Qué él y yo nos habíamos peleado
igual que como nos habíamos besado? No, ni loca le podía decir algo como eso.
— ¡Madre; por favor!— Christopher habló bastante fuerte, este hombre era macabro
hasta con su mamá— ¡No quiero que nos molestes con tus teorías locas!
— ¡Por supuesto que sí!—la reina madre no dudo en su comentario y sentí tristeza,
claro que ella iba a estar de acuerdo con su hijo, por algo era su hijo— ¡Vayan, vayan!
¡Pasen una gran noche.
— ¿Te volviste loco?—le arrojé las almohadas una tras otras y sí, logré pegarle
aunque sea con un par.
— ¡Ya! —Me gritó energúmeno— ¿Qué te pasa mujer? Ahora resulta que tú me eres
infiel y de paso me vienes a querer doblegar a mí, a su majestad.
— ¡Desde hoy no sales sola; nunca más, sales sola!— me expresó molesto haciendo
hincapié en que yo entendiera sus palabrotas—Es más chica cambié mis horarios en la
universidad exclusivamente para poder vigilarte, iremos a comer juntos, en los horarios
libres estarás conmigo y todo tendrás que informármelo; cada paso que des, cada
pensamiento, cada idea desquiciada que tengas, todooooo.
—No hablaras en serio…—Bueno, era lógico que él tomara esa actitud en mi contra;
ya que, por mi culpa, todos lo verían como un cornudo. Es que si esa noticia estaba en
todos los medios de comunicación, la rabia que me estaba demostrando en ese momento
Christopher, era nada en comparación con lo que yo me merecía— ¡No puedes hacer
eso!—le supliqué; no queriendo admitirle en la cara que esa noticia que estaba regada por
allí era por mi error, por no haber pensado en que visitar a mi ex en su casa no era algo
adecuado para una mujer casada y por ser tan tonta al confiar en que Christopher no se
iba a enterar.
—Soy una mujer independiente, —berrinché como una tonta y él me soltó con una
sonrisa molesta—no me puedes tener como a una mujer presidiaria—le dije sin más, pero
esas palabras fueron nada para Christopher; ya que, creo que hizo como si no las
escuchara, dio media vuelta hacia la puerta y se marchó del dormitorio.
A la media hora salí de mi habitación lista para desayunar y noté que al caminar
por algunos lugares comunes, todos aquellos con los que me tropezaba me veían como
una prostituta sin título; sí seguramente ya se habían enterado del artículo de los medios
de comunicación que me ponían como una infiel.
En el comedor no fue diferente; ya que, el desayuno fue la unión de miradas
odiosas y castigadoras hacia mi persona. Ximena tenía una sonrisa burlona y yo sabía que
eso era porque estaba disfrutando mi debilitamiento ante ella, la reina madre mostraba
unos ojos de decepción bastante profundos, mi mamá se veía algo amargada, Anastasia
me veía con ganas de pisotearme hasta acabar conmigo, el duque Cyprien estaba aturdido
y Christopher se dedicó a comer sin muchas ganas.
—Mamá…—sí, estaba claro que ella se iba a quejar conmigo; no obstante, yo, no
sabía ni que decirle a una mujer que nunca se había preocupado por mí. A mi mamá yo no
le gustaba y con cada gesto, palabra y castigo injusto siempre me lo había demostrado. Si
en ese momento, estaba reclamando era uno, para parecer la madre abnegada delante de
todos y dos, para no quedarse otra vez viviendo en la calle.
—Mamá…—traté de buscar la mejor de las escusas para ella, sin importar que con
eso, la estuviera engañando—No es lo que todos creen, yo no fui a la casa de Emmanuelle
porque le estoy siendo infiel a Christopher, yo…yo necesitaba un amigo con quien
conversar y pensé fue en él.
—Yo…—sí, ella tenía algo de razón; no obstante, el ponerme a pensar que la actitud
que estaba tomando era para favorecer a mi hermana e incluso el poder seguir viviendo en
el palacio, no me permitía demostrarle confianza. Desde muy pequeña aprendí a no
confiarle las cosas a mi madre y en ese momento no iba a empezar a contarle mis cosas.
—No sé cómo vas a hacerlo, pero vas a arreglar este desastre. ¡Lo vas a arreglar! —
me agarró fuertemente del brazo y me amenazó y allí la poca confianza que tenía sobre mí
misma, se derrumbo. Estaba demostrado que a mi mamá más que respeto le tenía era
miedo
— ¡Tú no das la talla!—Mi madre con cara de ¿Qué más me toca?, se acercó a mí y
me revisó el brazo para verificar que no me había hecho ningún daño al apretarme— ¡Es
que no sé cómo el príncipe te pudo escoger a ti! ¡Aún no lo entiendo, hija! —y al decir eso,
no pudo evitar mirarme de arriba abajo con descrédito.
— ¡Está bien, está bien mamá!—me alejé bruscamente de ella y decidí que ya estaba
larga y fastidiosa esa conversación y que había que terminarla de una buena vez ¡Por
favor, ni que fuera fusilado a alguien!— ¡No me presiones! ¡No me prenses! ¡Yo veo como
arreglo las cosas! —le dije segura de mis palabras y eso pareció alegrarla un poco porque
rápidamente sonrió.
— ¡Muy bien! ¡Muy bien!—me abrasó cariñosamente dando por olvidada la escena
de maltrato anterior ¡Qué fácil se le olvidaban las cosas!— ¡Así, es que se habla, hija! ¡Y
ahora ve con la reina madre que quiere hablar contigo!
— ¿Qué?— ¿No se suponía que con hablar con mi mamá ese temita se iba a acabar?
Yo no quería hablar con la reina madre, me daba mucha pena y sobre todo, después de
saber que ella creía que yo engañaba a su hijo— ¿Tengo que hablar con la reina madre
horita? ¿No puede ser después? Yo tengo clases y…
—Sí, Ashley; tienes que hablar con la reina madre horita—mi mamá sonrió en
buena forma al ver mi dubitativa—ella quiere hablar contigo ahora; bueno, las dos
queríamos hacerlo pero como yo soy tu madre sugerí ser la primera en hacerlo.
La sonrisa de ella era íntima y fantásticamente perfecta. Era como una caricia del
aire en primavera. Apenas me miró con una señal muda me invitó a sentarme y
brindándome un capuchino comenzó a hablar:
—Sé exactamente lo que quiso decir—por supuesto que yo lo sabía, ella estaba
creyendo lo que la mayoría de la gente y era que yo engañaba a su hijo con mi ex— Cree
que estoy en una relación con Emmanuelle y de verdad no me extraña eso.
— ¿Por qué piensas eso?—se arregló un mechón de cabello que tenía suelto y se
sentó más cómodamente tratando de disimular la tensión que claramente tenía
arraigada— ¡No te estoy diciendo que estés engañando a mi hijo! ¡Tú estás
malinterpretado lo que yo quiero decir.
—Sé que horita usted debe defender a su hijo y está en todo su derecho…—traté de
actuar normal, sin rabia por la injusticia a la que estaba siendo sometida y sin miedo por
las acusaciones— No entiendo como fui tan tonta para ir hasta la casa de Emmanuelle —le
admití sabiendo que con eso me quitaba un gran peso de encima.
— ¡Está exagerando, reina madre! —la tomé de la mano e intenté levantarla del
piso, pero ella no me hizo caso.
Y ahí fue cuando ella me abrazó y me consoló como nunca antes nadie lo había
hecho, ni siquiera mi propia madre. La reina me sostuvo entre sus manos y me repetía
dulcemente que todo estaría bien, que todos cometíamos errores, que tenía que aprender a
lidiar con los medios de comunicación y que siempre podía contar con sus brazos para
llorar y reír. ¡Fue uno de los mejores momentos de mi vida!
¿Qué se creían ese dictador mala gente y su madre? Yo no iba a ser la “dulce
esposita del príncipe heredero”, jamás lo iba a hacer. Sí, la reina madre me había dejado
claro que yo me tenía que quedar tranquila, pero no, yo jamás me quedaría quieta cuando
sabía que Christopher me había obligado a casarme con él con artimañas demasiadas
rebuscadas y peligrosas.
Cosa que le salió al revés; puesto que, la dichosa entrada esa estaba rodeada de
cientos de periodistas que al vernos caminando hacia la puerta de la universidad se
aglomeraron sobre nosotros haciéndonos cientos de preguntas sobre mi visita a
Emmanuelle, nos apretaron como si con ello fueran a obtener una respuesta y puedo jurar
hoy en día que hasta el trasero me tocaron haciendo uso de su ventaja en cantidad.
—No tenemos nada que decir…— pude oír la voz de Christopher que abrazándome
como símbolo de protección, me cubrió la cara para que ninguno de los periodistas
pudiera mostrar mi rostro en sus fotos.
Sin embargo, la situación no quedó allí cuando ya estábamos adentro pude notar las
miradas odiosas de los allí presentes. Las personas murmuraban y nos señalaban y eso me
hizo sentir como agua en una olla hirviendo que es metida inmediatamente en un
congelador. Realmente que el ser princesa era bastante difícil.
— ¿Qué quiere decirme con eso?—Se paró en seco y con esos oscuros llenos de
rabia me miró por lo que pareció una eternidad. Yo temblé, sinceramente que este hombre
sí que lograba intimidar a cualquiera.
— ¡Lo que oíste!—le respondí tratando de hablar bajito para que nadie lograra
escuchar mi discusión con Christopher e inmediatamente me solté de su mano.
—Pues, no me fueras obligado a casarme contigo. —No pude evitar decirle eso; así
que decidí no retractarme— Yo era muy feliz con Emmanuelle.
— ¡No lo puedo creer! ¡No puedo creer qué me estés haciendo esto! ¿Cómo
pudiste?—le dije casi que llorando ¡Reamente ese príncipe era un imbécil!
—Yo lo único que hice fue hacer que te bajaras afuera de la universidad, para que
los periodistas aprovecharan y te preguntaran lo que quisieran sobre la visita a la casa de
tu ex. —Me prensó con su esbelto cuerpo sobre la fría y dura pared y yo sudando sin saber
por qué lo único que quería era salir huyendo de allí— ¡Tú empezaste primero y si querías
guerra, guerra vas a tener! —me expresó con una seducción en la voz que a cualquier
mujer podría hacer derretir.
— ¡Estás loco! —le grité obstinada y él se quedó en shock al verme tan alterada,
luego simuló relajarse y se preparó para marcharse.
— ¡No tengo tiempo para seguir aquí contigo, ni para discusiones ilógicas que me
hacen perder malamente tiempo que me es favorable para otras cosas! — Me dijo sin
mostrar algún sentimiento en su rostro— ¡Tengo clases—y luego se alejó de mí y se fue a
lo que supuse sería su primera clase, dejándome toralmente sola e irritada en ese pasillo
tan solitario.
En mis adentros llena de rabia me pregunté ¿Acaso ese hombre jamás entendería
que nunca me iba a someter a sus barrotes y que menos me enamoraría de él? Yo era una
mujer y aunque ahora estuviera casada con él, por las trampas de él mismo, nunca iba a
vender mis principios y valores por un título en la realeza.
Ya cansada de comenzar el día tan mal decidí ir al aula en donde tendría la primera
clase. Para disimular un poco mi malestar, respiré hondo intentando componer mi
semblante y caminé lo más recta que pude, no podía dejar que la gente me viera tan
alterada como hacía unos minutos.
Estaba sólo a unos pasos del aula de clases cuando la voz de Emmanuelle me sacó
de la poca serenidad que tenía.
—Sí…— ¡Oh vaya, no sabía cómo actuar frente a él! Él había sido mi novio hasta
unos días atrás y ahora quería ser mi amigo ¡Qué locura!— ¡Ya el médico me lo confirmó y
por eso decidí continuar con mi vida normal!—le aseguré y miré a los lados para ver si
alguien nos estaba escuchando.
— ¡Qué felicidad por ti!—sonriente me tomó del hombro y me hizo caminar con él
hacia mi salón de clases, en eso un grupo de estudiantes pasó por nuestro lado y se nos
quedó viendo.
—Creo que no deberíamos estar tan cerca…—le manifesté muy incómoda, pero él
hizo como si no lo fuera notado; ya que, en ningún momento me soltó—la gente puede
murmurar cosas al respecto.
— ¡No te preocupes!—unas chicas se nos quedaron viendo con cara de horror y eso
me hizo sudar frío, más continuamos caminando—Te dije que permanecería a tu lado
aunque fuera como amigo y lo voy a cumplir —me aseguró e inmediatamente nos
detuvimos en la puerta del salón donde yo tendría mi primera clase.
—Lo que…—tartamudeé como tonta sin saber cómo decirle mis sentimientos—Lo
que salió hoy en los medios de comunicación e información no quiero que lo tomes a mal.
—Realmente pensé que era un chiste lo del sacrificio del que me hablaste en el
hospital— Emmanuelle se tornó bastante serio y me miró con bastante pena.
— ¡Me fascina como llevas el cabello hoy!—me acomodó un mechón de cabello que
llevaba suelto y su cambio de temática en la conversación me hizo sentir bastante
desubicada ¡Él definitivamente estaba bastante decidido a permanecer junto a mí por un
buen rato!—Creo que esas estilistas y peluqueras reales sí están justificando el sueldo que
les pagan los de la corona.
— ¡No hables así; por favor!—le dije e inmediatamente le agradecí a cielo que la
profesora con la que tenía clase iba entrando al salón, al fin ese conversatorio iba a
terminar.
— ¡Me tengo que ir!—me apresuré a la puerta dispuesta a irme—¡Gracias por ser
mi amigo.
— ¡Nada de eso!—le manifesté bastante obstinada por sus palabras y cortando esta
plática de una buena vez entré “por fin” al salón, en donde contando hasta 100.000 intenté
no verme afectada por las miradas y los murmullos de los allí presentes.
Entré al comedor y sentí un clima bastante frío en el lugar, no sabía si era el lugar o
era yo, pero sentía que se me helaba el cuerpo desde la cabeza hasta los pies.
Rápidamente, uno de los trabajadores del lugar me condujo a la zona VIP y yo lo seguí
bastante temblorosa.
Muy cerca de las mesas VIP, pude ver a Christopher sentado, esperándome
bastante serio. Apenas me acerqué a él, nuestros ojos se encontraron y mi piel se erizó
completamente. No podía ocultar mis sentimientos, odiaba a ese necio, pero es que era tan
guapo, que a veces me hacía dudar.
— ¡Claro que sí!— Christopher me contestó con una media risa muy provocativa y
eso me hizo bajar la cabeza de la pena— ¿Para quién más podría ser?
— ¿No sé qué?— dudé suponiendo que ya ese príncipe me iba a salir con una de las
suyas, con algo raro para meterse conmigo y joderme la paciencia.
— ¿De qué estás hablando?—le pregunté a mi esposo apenas nos percibí a solas,
pero él ignorando mi pregunta, se dedicó a servirnos vino— ¡Contéstame!
—Ya van tres veces que te ven con tu ex y no en una situación muy juiciosa que
digamos—me ofreció una copa de vino y por un instante quise arrojársela encima de la
cara para hacerlo pasar una gran vergüenza, pero no lo hice, la agarré y bebí un poco
conteniendo mi rabia y mi sorpresa.
—El día del accidente, huiste para donde tu ex, ayer fuiste a su casa y…—se paró
soberbio de su asiento y se dirigió hacia mí, luego se agachó un poco ante mí y me hizo
mirarlo—…y hoy paseaste muy cómodamente con tu ex por los pasillos de la
universidad, sin importarte que podrían decir de mí.
— ¡Sí te creo!—se levantó arrogante y caminó hasta colocarse detrás de mí, desde
allí comenzó a hablarme al oído—Ahora te pregunto, princesa ¿Por qué siempre vas tras él
y a mí me dejas por fuera? ¿Acaso él es tú pañuelo de lagrimas?—me indagó intimidante.
— ¿Se puede saber de qué estás hablando?—de inmediato rechacé sus preguntas ya
respondidas por él, y me levanté de mi asiento viendo rápidamente a los lados, ya que, si
seguíamos con este conflicto allí; a pesar de las cortinas que nos rodeaban y nos tapaban
de los entes externos, todos los presentes pronto se enterarían de la disputa entre mi
esposo y yo.
— ¡Anda con tus ínfulas de príncipe heredero para Saturno!— me eché a reír en su
cara, a lo que él me respondió con un beso áspero, altanero y vacío.
— ¡Voy a acabar con ese bastardo y a ti te voy a encerrar para siempre!—me juró a
los labios con indignación, furor e ira, después tomó una postura acorde y se sentó en su
asiento, donde con toda la calma del mundo comenzó a comer.
— ¡De todo corazón te deseo que te de dolor de estomago! —me levanté furiosa
dispuesta a irme.
— ¡Ven acá!—no logre dar dos pasos, ya que, Christopher a toda velocidad logró
detenerme; más ya eso para mí no era suficiente.
— ¡Y tú eres un ser muy cretino!—le hice frente y lo apuñalé con la mirada — ¡Eres
un arrogante!
— ¡No digas tonterías!—me eché a reír brevemente aunque fuera de forma fingida,
después me marché de ese odioso comedor.
Caminé bien molesta por los pasillos de la universidad y no miré hacia atrás. Sin
embargo, a medida que daba un paso hacia adelante las ganas de retar nuevamente a
Christopher se afloraban. Yo no era así, pero que yo le hiciera algo malo era lo que se
merecía ese troglodita.
Más, ¿Qué podría hacer esta vez para molestarlo? Mi rabia no pensante ni reflexiva
era la que estaba tomando decisiones que traerían consecuencias. Agarrarlo a golpes en
público era bueno, decirle a todos en el país que no amaba al príncipe, era acorde; no
obstante, escapar de nuevo de los muros del palacio era algo que seguro le hastiaría
muchísimo más y además, quizás haciéndolo bien esta vez, sí podría huir de sus cuarteles
de dictador.
Entré casi que infiltrada al vestuario del teatro y allí me cambié la blusa súper
costosa que cargaba puesta por una de rayas muy linda, me coloqué una peluca verde que
encontré guardada entre los closet de los actores del teatro universitario, me puse una
gorra sobre la cabeza y una pañoleta alrededor del cuello, y finalmente añadí a mi nuevo
look unos lentes coloridos que me daban el aspecto chic de ser una chica japonesa de
alguna de las grandiosas tribus de ese país.
Asustada, caminé por los pasillos de la universidad sin ponerme a fijarme mucho
en si esta vez me descubrían o no; casi que corrí para que la gente no notara mi presencia.
Salí ahuyentada de la universidad y directamente fui en búsqueda de un medio de
transporte en el que nadie me notara.
Terrorífica por lo que estaba haciendo nuevamente, decidí que lo mejor era tomar el
transporte público. Me detuve en la parada y no pasaron ni diez minutos cuando ya había
tomado una camioneta. Le pagué el pasaje al chofer con mi “antigua tarjeta de pasajera” y
caminé por el pasillo para buscar mi asiento. ¡Gracias a Dios a la tarjeta le quedaban unos
cuantos pasajes de cuando no era princesa porque si no me fuera tenido que bajar del
autobús!
Agotada de andar tanto, me senté junto a una hermosa, elegante y por lo visto
bastante superficial joven que ocupaba el lado de la ventana de los dos asientos.
Sinceramente, a mi no me importaba si no estaba en la ventana, yo lo único que quería era
escaparme y no me afectaba estar sentada junto a ella, pero a ella; sí le pareció afectarle mi
presencia porque apenas me vio, se echó a reír disimuladamente y comenzó a hacer lo que
por lo visto le gustaba más y era lanzar sus aires de superioridad.
Comenzó a acariciarse los cabellos con las manos y a verse en un espejito que sacó
de la cartera como diciendo “muérete de la envidia, fea” y “soy lo mejor y tú un
mosquito”, luego sacó su teléfono y comenzó una llamada con alguien conocido, el hablar
con esa persona era lo que más demostraba que ella era una sin cerebro, orgullosa y creída.
Además, muy en el fondo yo no podía dejar de preguntarme que si esa mujer tenía
tanto dinero ¿Qué hacía en el transporte público? Sí, sé que ese medio de transporte no es
exclusivo de la clase más baja, no obstante, es bien sabido, que a nivel mundial los de más
escasos recursos lo utilizan porque es más costeable a por ejemplo, pagar un taxi o el tener
un carro propio.
—No ¡Por favor!—le supliqué cubriéndome los ojos con la mano— ¡Tengo sueño!
No quiero que...—no pude terminar de decirle que no quería que me reclamara por mi
huída, eso sería demasiado descaro de parte mía— ¿Por qué quieres hablar conmigo,
precisamente horita?
— ¿Qué quieres decir con eso?—lo miré orgullosa y con rabia, se suponía que él iba
a regañarme por escaparme nuevamente, pero estaba hablando de “situaciones bastante
incomodas”— ¿De qué estás hablando?—le pregunté cerrando los puños de mi mano a los
lados para contener las ganas que tenía de empujarlo lejos de mí.
Su lengua sabía a menta, vino y pasión, yo no podía creer lo que estaba sucediendo
en este dormitorio; desde esa posición podía sentir cada poro de la piel de Christopher y él
como que sabía lo que su cercanía estaba provocando en mí porque me apretaba más y
más contra el duro panel.
— ¡Eres un bastardo!—le grité al darme cuenta que ese idiota me había besado solo
para ponerme al más bajo nivel y como fórmula de venganza por mi escapada; muy
molesta cerré los ojos domando las lagrimas que ya estaban dispuesta a dejarse salir— ¡Te
odio!
—No lo hice solo por eso—trató de consolarme, pero sus palabras para mí fueron
inútiles—Fue algo que me salió del alma y bueno, tú me respondiste.
— ¿Realmente tú crees que yo me voy a disculpar?—se puso de pie con una media
sonrisa en los labios y de dirigió hacia la puerta de salida— ¡Vas a tener que esperar por
toda la eternidad allí agachada, para ver si eso ocurre algún día!
— ¡Eso sería una pena para mí!—me burlé de él, luego me puse de pie y lo enfrenté
cara a cara— ¡Cómete tus disculpas!
— ¡Eso dices de la boca para afuera!—me sacó la lengua con intención de llenarme
de rabia y hacerme explotar a gritos contra él— ¡Tú lo quieres es que terminemos lo que
empezamos hace ratito!
— ¡Cállate!—le grité tapándome los oídos para intentar no escucharlo más— ¡Ya es
suficiente! ¡No quiero escuchar más tus malvadas palabras!
— ¡Dios, eres tan divina!—me miró sonriente y después de guiñarme un ojo con
pasión, abrió la puerta y se marchó de la habitación.
Eran casi las 04:00 pm cuando decidí salir de mi dormitorio. La reina madre no
andaba por allí porque según las palabras de una empleada, se encontraba reunida con
unos inversionistas extranjeros para construir mediante un convenio una reserva natural
de última generación con animales en vías de extinción. Mi mamá estaba acostada en su
cuarto tratándose un supuesto dolor de cabeza.
Salí a los espacios exteriores del palacio y caminé por algunos jardines, desde uno
de ellos pude ver a mi hermana y a Anastasia que estaban comiendo helados en la
heladería del palacio acompañadas por Christopher y el duque Cyprien, quienes estaban
sentados en la mesa charlando muy complacientemente con ellas.
— ¡Ashley, Ashley!—me gritó con voz chillona— ¡Ven con nosotros a comerte un
helado!
— ¡Ya voy!—le dije y pensando que lo mejor que podía hacer era ir con ellos, por lo
menos para aparentar que mi matrimonio era de lo más feliz, caminé hacia la heladería y a
mi llegada, los saludé a todos menos a Christopher; ya que, aún estaba furiosa con él y sus
técnicas de seducción.
— ¿Qué estás esperando para saludarme?—me susurró al oído para evitar que el
resto de los presentes nos escucharan.
— ¿Qué diablos quieres?—traté de mover mi oreja lejos de él, pero sin que los
demás lo percibieran.
— ¿Me tomas el pelo, Ashley?— con voz baja luchó consigo mismo para no perder
la compostura y me agarró la mano debajo de la mesa— ¡Tú sabes lo que quiero, querida!
¡Quiero que me saludes como deberías; es decir, con un beso en la boca!
— ¡Eso es tan enternecedor!—me dijo el duque Cyprien— ¡Es una gran princesa, su
majestad!
—No oses acercarte a mí—le expresé y luego tomé su mano y me la quité con
disimulo del cuello.
— ¿Por qué no debería? —Dudoso me preguntó levantando una ceja y me apretó la
mano para que no me soltara de su agarre.
— ¡Oh, Dios mío!— le dije al verlo relajarse en su asiento y besarme la mano delante
de todos, Ximena y Anastasia se mostraron inquietas por la forma de actuar de
Christopher, lo que me hizo sentir como la mujer más amada del mundo—Quizás
porque…porque no quiero que tengas falsas aspiraciones de mí, ni que te hagas falsas
ilusiones—le manifesté orgullosa de mi misma soltándome de su mano.
—Yo…—suspiré sin saber qué decir—Yo…sólo quería dar un paseo. Soy una mujer
hecha y derecha que tiene derecho a hacer lo que mejor le plazca ¡No creo que haya algo
de malo en eso!
—Sí, por eso él es el príncipe heredero porque las sabe todas más una—Anastasia
me desafió con sus palabras y yo simplemente le sonreí hastiada.
— ¡Me gusta como peleas conmigo!—se sinceró y a mí no me gustó para nada ver
tanta malicia en sus ojos ¡Era un perverso!— ¡Eso me excita muchísimo!
— ¡Oh, cínico!—se me revolvió la boca del estomago al pensar que ese imbécil
estaba teniendo ideas sucias conmigo.
—Así es, corazón—afirmó—Soy cínico, soy molesto, soy tu marido; así que no es no
es viable que sigas oponiéndote a lo que es una realidad.
— ¿Cómo dices?—entrecerré los ojos al darme cuenta que ese sujeto conquistador
había cambiado de tema— ¿De quién hablas? ¿De mí?
—Creo que nunca podría hacérmelas, —me acarició con el dedo índice detrás de la
oreja porque sabía por mis reacciones que esto posiblemente haría que mi cuerpo se
desasiera en sus manos— lo corto de mi cabello no me favorece para eso.
— ¡Bueno, que mal por ti!—le dije y Christopher volvió a sonreír para
posteriormente colocar su mano en mi pierna ¡Era tan seductor!
—Esa actitud es típica de los hombres, pero querido; eso lo dicen todos— suspiré
contando en mi mente para evitar armar un problemón en esa heladería o aún peor,
impidiendo que mi cuerpo le suplicara a mi esposo que me hiciera el amor allí mismo ¡Me
había vuelta una desquiciada ávida!— ¡Sé qué me deseas!— le expresé imitando sin
muchas ganas su ronca voz— ¡Eres tan despreciable! ¿Y sabes qué?—le pregunté quitando
forzadamente su mano de mi pierna y de mis cabellos, luego me orienté a ponerme de pie
para irme de allí.
— ¡Haz lo que te parezca!—me hizo señas para que me fuera y eso hice, me levanté
y lo miré a los ojos con rabia.
—Señor, está sonriendo—pude oír de lejos la voz del duque Cyprien hablando con
mi esposo— ¿Le pasa algo?
—Creo que deberías mejorar la forma en que me dices ciertas cortas— Christopher
pareció disgustado— ¡Tienes una lengua viperina que en algún momento te puedes meter
en algún problema conmigo!
— ¡Cálmate, cálmate!—me pidió con ojos tiernos— ¿Es que acaso no vez que
estamos perdiendo tiempo maravilloso en discusiones absurdas? Horita podríamos estar
disfrutando de las ventajas del matrimonio en una camita, sin ropa y acariciándonos de
pies a cabeza.
— ¡Eres un tonto, tonto igual que todos los hombres de este planeta!— le pegué en
el pecho cuando logré traducir lo que estaba diciendo mi esposo ¡Era un pervertido!
— ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! ¿Sí?—me agarró las manos para detenerme y luego con algo de
esfuerzo las bajo fuera de su alcance— Mejor abre la mano derecha.
—Se llama Corazón Sangrante—La mandé a traer desde nuestros jardines en Siberia
— ¿Cómo una flor tan linda puede llamarse Corazón Sangrante?—le pregunté
dudosa. Yo no podía creer que a la flor la hubiesen bautizado con semejante nombre.
—Es por su forma tan particular—acarició el pétalo de la flor y con ello me mostró
su perfil frenético—Mira, arriba tiene la forma de corazón y abajo la de la sangre.
—Sí, sobre todo para un corazón como el mío que sangra por la herida del amor no
correspondido—me cuchicheó bastante pegado a los labios intentando seducirme a su
antojo— ¡Esa flor está como mi pobre corazón!
— ¡No arruines el momento, por favor!—le pedí echándome para atrás. Él me miró
tan nerviosa y sonrió y eso me hizo llenarme de rabia. Christopher era un monstruo—Creo
que mejor me voy, tengo algunas cosas que hacer ¡Adiós!
— ¿Me permites decirte algo más?—me indicó con los dedos— Sólo es algo cortito.
—Pronto estaré metido tan adentro de tu corazón que extrañaras poder pensar en
alguien más—me manifestó y después me pellizcó los cachetes tratándome nuevamente
como si yo fuera una niña.
— ¡Eso no ocurrirá!—me solté de su agarre y puse los ojos rojos como una fiera al
instante que sentía los cachetes hirviendo.
— ¡Ay, ya chico!—me giré para darle la espalda y cortar de una buena vez con la
conversación—No quiero hablar más de este tipo de cosas.
— ¿Por qué?—se cruzó en mi camino y me hizo verlo de frente— ¿De qué prefieres
hablar? ¿De contar las ovejitas o de Santa Claus?
—Algún día te vas a enamorar de mí y te va a doler. —Me miró tenso— Vas a tener
que decírmelo gritándolo para que te lo pueda creer alguien como yo
— ¡Oh, Dios mío!—intenté desesperada taparme los oídos— ¡Deja ese bendito tema,
te lo ruego!
— ¿Y por qué tengo que dejarlo si desde que nos casamos no he logrado un gran
avance contigo?—con seguridad me quitó la manos de las orejas y me hizo extenderlas a
los lados— ¿Por cuánto tiempo más me tendrás esperando por ti? ¿Acaso voy a estar
rogándote siempre?
—No, pero es que nuestro matrimonio…—no sabía qué decirle ni cómo hacerlo.
Christopher, me estaba volviendo loca. Me tenía totalmente desesperada.
— ¡No quieras engañarme, yo no soy una mujer como para ti!—no podía dejar de
expresarle mis verdaderos miedos; no obstante deseé no poder hacerlo. Sí, sentía mucha
desconfianza de mi misma y no quería hacerme ilusiones con que algún día podría
gustarle aunque fuera físicamente a Christopher, por lo que mejor que podía hacer era
tragarme mis temblores y penas.
—Ya que tienes dudas—me confesó—deberías saber que hay cosas que no se las
confesaría ni a mi madre y te las quiero decir a ti. ¡Definitivamente estoy loco por ti!
En ese momento un grupo de empleados pasó por nuestro lado y se nos quedaron
viendo. Eso me hizo sentir bastante apenada.
—No, claro que no—le solté la mano bruscamente y entré al palacio con él aún a mi
lado— Es que a mí me fascina un pantalón y últimamente he sido obligada a andar para
todos lados con vestido y…no me gusta.
— ¡Rayos!—no entendía porque ni en eso yo le podía ganar a ese bobo. ¿En qué le
podía molestar que usara un pantalón?
Al día siguiente en la mañana era fin de semana y pensé que iba a ser un gran día
para mí. Necesitaba descansar y tomar aire puro. Desde ese bendito accidente no me sentía
nada tranquila, la inquietud a la que estaba siendo sometida era inaguantable.
— ¿Por qué no nos olvidamos de todo esto y empezamos de nuevo como una
pareja?—se acercó a mí y colocando su mano derecha en mi hombro intentó besarme.
— ¡Lo siento, pero nunca vas a ver una lagrima mía!—a pesar de mi intento de
apartarlo de mí, se puso de pie y me abrazó fuertemente, de atrás hacia adelante— Yo no
soy un hombre imbécil, soy el príncipe heredero.
— ¿Por qué me pides eso con los labios si tu cuerpo me dice otra cosa?—se apretó
más a mí y pude sentir su cuerpo tan pegado al mío que sollocé deseando que ese
momento durara para siempre—Me hipnotiza verte colérica e irritable—me confesó
besándome con sus labios tentadores la oreja y esas palabras fueron perfectas para
hacerme bajar a la tierra.
—No sé…no sé, pero tengo un mal presentimiento sobre lo que acaba de pasar
horita—intentó en vano acercarse a mí nuevamente, cosa que no logró cuando yo busqué
la otra esquina del dormitorio. Realmente yo le estaba huyendo.
—Sinceramente, no—se echó para atrás haciéndome saber con ello que no iba a
intentar tocarme nuevamente, por lo menos por ahora— Pero algo tiene que estar pasando
¿Por qué contigo todo me sale mal? Estamos cerquita uno del otro en un segundo y de
repente todo se arruina y tú te alejas. ¿Es que acaso es que no me quieres? ¿Aún sigues
amando al imbécil de tu ex novio?
—Sí, quizás; tal vez sí, tal vez no—me expresó cambiando rápidamente su tono de
voz y yo me senté en la cama bastante agotada de hablar con mi esposo, después de esa
mañana seguramente que necesitaría un tranquilizante ¿Por qué él tenía que ser tan guapo
y a la vez tan ogro?
—En fin…— Christopher empezó a hablar de otras cosas para evitar seguir con esa
discusión nociva—hoy tenemos muchísimo trabajo y tendrás que prepararte para ello—él
intentó entablar una explicación racional de todo lo que teníamos que hacer en ese día—A
las tres es la reunión con el Conde de Omazule, después es la inauguración del Centro de
Fertilidad Gratuito Yojerrebra y esta noche es el baile en la casa de la hija del Duque Math,
la chica cumple quince años y se lo van a celebrar por todo lo alto.
— ¡Rayos! ¿No le pueden hacer unos quinces años sencillos y no invitarnos? Desde
que nos casamos no he tenido ni un ratito de descanso como tal, y el tiempo en el hospital
no cuenta, ya creo que no podré más. ¿Acaso no podemos ir a pasear por ahí? Antes de
casarme contigo pensé que la vida de la realeza era menos ajetreada y más entretenida, no
que todo se debía a eventos sociales de carácter “obligatorios”.
—Pero…— ¿Qué le podía decir si él tenía toda la razón? La vida no era como una
telenovela o como un cuento de hadas; ésta tenía responsabilidades y ahora yo debía
asumir las mías como la esposa de un príncipe.
— ¡No te pongas triste; por favor!—me vio con una dulzura en los ojos que me
derritió por completo, a veces él podía dejar a un lado la crueldad y portarse
fantásticamente— ¡Está bien! ¿Qué te gustaría hacer?—pareció apiadarse de mí alguito y
velozmente se ofreció a salir conmigo— Vamos a llegar un poco tarde a la reunión con el
Conde de Omazule y durante ese tiempo que corresponde a una hora, puedes hacer lo que
quieras.
— ¡Definitivamente, sí que estás loco!—le expresé algo torpe, ¿Cómo ese malvado
podía cambiar de parecer tan de repente en algo como eso? ¿Acaso quería ser algo
condescendiente conmigo?
—Yo…— ¡Vaya, sí que me había dejado en otro planeta sin pensar ni analizar!—
Yo…yo quiero ir de compras.
— ¡Gracias!—me limité solo a agradecerle con esa palabra, realmente no quería que
se aprovechara de mí por el temblor que sentía de tenerlo tan cerca y terminara
aprovechándose de mí.
— ¡Nada!—me despeinó un poco los cabellos, disimulando sus palabras con lo que
le parecía una gracia— ¡Solo, olvídalo!
Entramos a una tienda de ropa en donde habían como seis docenas de empleados y
eso me hizo sentir algo más que maravillada. Verdaderamente que la realeza tenía mucho
poderío en cuanto al país, el dinero y la sociedad. Yo miré cautivada todo el lugar sin
poder decir ni hacer nada; en tanto, mi hermana siempre de ácrata, corriendo empezó a
revisar los vestidos para ver cuál era el mejor para ella.
Por su parte, Christopher no se preocupó en quedarse esperando eternamente a que
yo escogiera algo. Les hizo señas a seis empleadas que rápidamente buscaron diferentes
ropas para que yo eligiera la mejor. Yo, en cambio, no sabía qué escoger, todos esos
vestidos eran hermosos pero costosísimos y sí Christopher me había dicho que pidiera por
esa boquita que eso iba a la cuenta real; no obstante, me daba muchísima pena.
Después de casi una hora y luego de darme cuenta que ya estaba por acabar el
tiempo que Christopher me había regalado, escogí un sencillo vestido morado y
velozmente fui a probármelo. Dentro del cambiador me sentí extasiada pues me gustaba
que mi esposo se portara tan bien conmigo, que estuviera siendo tan bueno.
Cuando salí del cambiador, toda ese éxtasis acabó como una explosión que destruye
todo y que solo deja un peluche herido para el recuerdo de lo sucedido; miré a lo lejos y
apreté las manos de la rabia cuando observé que Ximena se le estaba arrojando a los
brazos a mi esposo para que según ella le opinara sobre cómo le quedaba el súper vestido
rojo que ella había escogido.
¿Y qué decir de mi marido? Él estaba actuando igual o peor que ella, ya que, sabía
que era un hombre casado y no podía estar tan cerca de una mujer, que además era mi
hermana y menos habiendo tantas personas allí presentes que podían llegar a pensar
muchas cosas malas y a sacar conclusiones negativas, tal y como yo lo estaba haciendo en
ese momento.
Más, ese pillo era un desgraciado infiel y arrogante que no le importaba nada más
que su orgullo y su imperio y por eso yo no podía bajar la guardia ante él porque si no me
la hacía al principio o en el medio, me la hacía al final y eso era mucho más doloroso. Yo
no podía permitir que él jugara conmigo, si quería andar con mi hermana, yo haría como
si no me importara nada.
— ¿Se puede saber por qué me miras tanto?—le pregunté con desafío; estaba muy
nerviosa esa noche y él con su mirar me estaba poniendo peor. — ¿Me has observado ya lo
suficiente? ¿O quieres hacerlo durante toda la noche?
—Para que lo sepas, — ¿Realmente él estaba así conmigo por mis cabellos?
Definitivamente sí que estaba loco y el pensar en eso, hacía que mi corazón latiera con
muchísima fuerza—las mechas que me hice son falsas, cuando me lave el cabello se me
quitaran—le aclaré y volteé mi mirada hacia la ventana; para no seguir con la
conversación.
Llegamos a la casa del Duque Math y unos empleados nos dirigieron al salón
destinado a la realización de la fiesta de 15 años. Luego cuando fue anunciada nuestra
presencia en el baile por el interlocutor, los presentes sonrientes comenzaron a realizarnos
reverencias.
— ¡Hola Waikely!—le dije sintiendo que con ella no tendría que fingir ser una súper
princesa millonaria con la cabeza hueca a más no poder.
—Sí, ¡Hola su majestad!— me expresó el sujeto como una gato satisfecho— ¡Mucho
gusto!—me estrechó la mano gentilmente y yo le sonreí con timidez— Estoy tan feliz de
poder hablar con usted. — Me comunicó con una alegría que no le cabía en el pecho—
¡Guao, no lo puedo creer! ¡Usted es magnífica!
—En fin, yo voy a buscar algo para tomar—acertó a murmurar mi hermana que
interrumpiendo el momento se marchó, abriéndose camino entre los presentes para
alejarse de nuestra presencia—necesito algo para refrescarme; los dejo a solas.
—Eso quiere decir que le gustan mis palabras— permaneció unos segundos
mirándome con intensidad— ¡Me siento conmovido!
—Yo... yo...—me costaba hablarle con serenidad—yo no sé si sea correcto que usted
me hable de esa forma.
— ¡No lo tomé a mal!— ¡Ahora sí qué estaba buena yo, ese tipo me había hecho
sentir mal con sus últimas palabras! —
Lo hacía con rabia, furioso, enfadado, molesto, para nada calmado y apretando
fuertemente los puños. Definitivamente Christopher estaba hecho un mar de odio hacia lo
que estaba viendo entre Ryan y yo.
—Si las miradas mataran…—murmuré en voz alta, aunque esa no era mi intención
y Christopher pareció escucharme porque me vio con unos ojos mucho más obstinados
que antes.
— ¿Está furioso, verdad? —me preguntó Ryan Burckhardt con el ceño fruncido
refiriéndose a mi esposo.
—Eso…— ¿Qué escusa le podía poner ahora a ese tipo?— eso no es de todo cierto.
— ¡Ay, su majestad Ashley!— con una voz llena de mohín, intentó mantener la
conversación en un buen punto— ¡No le estoy pidiendo el número para acosarla, solo
quiero ser su amigo!
— ¿Enserio?—le pregunté con ironía sospechando que este carajo estaba hablando
era puras mentiras.
— ¡Claro que sí!—pareció bastante emocionado al hablar y eso me puso las alarmas
a flor de piel ¿Qué se traía ese sujeto conmigo? ¿Acaso no le importaba que Christopher
nos estuviera apuñalando con su mirar de odio?— ¡Tú y yo no estamos flirteando ni nada
por el estilo! ¡No tienes que temerme!
— ¡Está bien!—decidí que lo mejor que podía hacer era seguirle la corriente a ese
hombre; así si tenía pensamientos malos contra mí yo no me dejaría engañar en ningún
momento— ¡Le prometo que la próxima vez que nos veamos se lo daré!
— ¡Esa es una idea genial!—me expresó con la mirada bastante iluminada— ¡Voy a
esperar con ansias esa próxima vez!
— ¿Te asusté?—me preguntó bastante cretino— ¡Qué raro pensé que me estabas
viendo desde aquí y ya notabas mi presencia!
—Yo solo…— Respiré profundamente sin poder balbucear una oración completa.
— ¡No flirtees con otros sujetos!—me ordenó como si fuera adivinado mis
pensamientos y su respiración se hizo más pesada— ¡No les des alas a esos tipos! ¡No
sonrías para ellos!
—No, no, no y no—le grité desesperada y me alejé unos pasos de él hacia atrás—
¿Será que puedo hacer algo? Mejor dicho ¿Me permites hacer algo que sea de mi completa
libertad?
—Si querías libertad no te fueras casado —me desafió con la mirada y con ese tono
de voz perverso que tenía hizo que mi cuerpo se erizara de los pies hasta la cabeza —Vas a
estar cerca de mí así te tenga que amarrar—me retó y tomándome con poderío me abrazó
fuertemente para que yo no me pudiera escapar y sin avisarme un poquito me agarró por
las mejillas fuertemente y me comenzó a besar en la boca de una manera demasiada
enardecida.
Era un beso salvaje, cruel, bárbaro y quemante, que me hizo sentir el cuerpo como
una gelatina, en tanto percibía un escalofrío por la espalda, las manos sudorosas, las
mejillas sonrojadas y un intenso calor, que al parecer solo tenía un fin: hacerme desmayar.
— ¡No son bobadas, preciosa!—sonrió pícaramente y me tocó los labios con la yema
de un dedo— ¡Sencillamente es que tú eres completamente mía!
La noche continuó totalmente aburrida, casi nunca tuve cercanía como tal de
invitados en la fiesta. Me sentí bastante incómoda de ver que para la mayoría de la gente
allí reunida, yo era como un objeto inanimado sobre una mesa de un salón abandonado.
Duré casi dos horas sentada sola y en ese tiempo estuve bastante aburrida. Ni
siquiera la reina madre se compadeció de mí y se acercó para hacerme compañía, estaba
tan ocupada intentando quedar bien delante de todos los presentes que me ignoró
completamente.
Por fin, decidida a distraerme haciendo otras cosas, pensé que lo mejor era caminar
por la enorme casona y conocerla a profundidad. Avancé hacia el primer piso y sin pensar
en que alguien podía poner alguna objeción por estar invadiendo lugares privados, conocí
la biblioteca del lugar, el mini museo de obras arqueológicas y la cocina de los empleados.
Luego de un buen rato de eso, llegué a lo que parecía una habitación antigua y
misteriosa. Entré sin ponerme a pensar en lo que iba a encontrar allí y sorprendida casi me
desmayé cuando observé a Ximena abrazada a Christopher en una posición bastante
seductora. Él estaba sentando en un mueble de madera observando complacido la fogata,
ella estaba detrás de él abrazándolo con mucho descaro y finalmente ambos tenían una
sonrisa algo siniestra.
— ¡Lo siento! —dije sin poder contener el hormigueo que recorría toda mi piel, los
miré en una posición tan cercana que enfurecida salí corriendo de ese patético lugar.
Bajé corriendo a donde se realizaba la fiesta y alteradísima le pedí al cielo que nadie
notara el por qué yo estaba molesta y celosa por Christopher y mi hermana. Nadie se
merecía eso, muchos menos la cumpleañera. ¡Ese par de tortolos algún día me las
pagarían, pero esa noche no tenía que ser así!
Caminé velozmente entre la gente hecha un mar de rabia y con la cabeza agacha,
pues a mi parecer yo no tenía el rostro limpio como para darle la cara a esa muchedumbre
y todo porque pensé que con esa acción podría huir y nadie a mi alrededor notaría mi mal
humor. Seguramente, la rabia, los celos y las ganas de matar a Ximena serían reflejados
por mis ojos.
Creo que la canción que bailamos Ryan Burckhardt y yo fue la más larga bailada
por un humano sobre la tierra. Sinceramente, ni siquiera le presté atención a la letra del
cantautor, únicamente conté hasta que me cansé, para evitar temblar entre los brazos de
ese sujeto. Si tan solo él fuera Christopher…seguramente yo sería muy feliz. Porque, ¿Para
qué me iba a engañar a mi misma? Me gustaba mi esposo, no me gustaba ningún otro
hombre, menos ese con quien estaba bailando.
—Sí, le he dicho que ya terminó la canción y usted sigue bailando, pero si quiere
bailar otra…con gusto la puede bailar conmigo—sonrió y eso me incomodó al 1000% ¿Qué
le pasaba a ese muchacho?—Eso para mí no sería ningún problema.
—No, claro que no…—fingí una sonrisa y mirando a mí alrededor, pude ver a lo
lejos a Christopher nuevamente observándome como hacía rato. Él tenía una cara de pocos
amigos y eso me alegró hondamente, ¡Ya tenía con qué vengarme; aleluya! Era bueno que
el muy condenado se pusiera celoso de verme con otro hombre que no fuera él.
Ryan Burckhardt me acomodó la silla para que me sentara, así que sin perder
tiempo tomé mi lugar en la mesa; luego él se sentó y mostrando una sonrisa sincera llamó
a un mesonero para hacerle su pedido. Yo, sintiéndome bastante incómoda de esa
situación no podía dejar de mirarlo y saber que él no era el hombre para mí, de eso estaba
segura; a su vez, sentía los ojos de Christopher sobre mí, a leguas se le notaba que quería
darle una golpiza a su ahora rival.
El mesonero me sirvió gustoso la copa, la cual tomé con mucha timidez; en tanto,
Ryan Burckhardt me decía algunas cosas que mi mente se negaba a escuchar porque
aunque mi cuerpo estaba allí, mi mente no quería estar en ese lugar. Ryan Burckhardt
también tomó champagne e incluso lo mezcló con una cereza como en los comerciales de
los medios de televisión, lo que, me pareció realmente infantil.
Yo, por mi parte, no era de beber mucho; e incluso se podían contar con los dedos
de las manos las veces que había probado alguna bebida con alcohol en mi vida; sin
embargo y lamentablemente en las fiestas debía hacerlo por cosas tan simples como lo
eran el quedar bien delante de personas importantes como ese sujeto.
Además, debo confesar que muy en mi interior pensaba que el licor me haría
olvidar la escenita que había visto sólo hacía algunos minutos en la habitación y la que
estaba viendo en ese instante de Ximena y Christopher juntos. Consideraba que si mi
esposo me veía compartir con otra persona normalmente, entonces dejaría de coquetear
con mi hermana y con cualquier mujer que se le acercara como Anastasia.
— ¿Qué te pasa?
— ¡Nada, lo juro!—el estomago me seguía dando vuelta y no sabía qué carajo hacer
para sentirme mejor— Yo solo bebí un poco de champagne hace unos segundos con Ryan
Burckhardt ¡Tu viste que fue una sola copa y nada más!
— ¿Por qué demonios estabas bebiendo con él?—me inquirió echando chispas y yo
suspiré llena de una emoción inexplicable; pero…
—Ayyyy... —no lo pude evitar ni mucho menos contener, el vomito subió por mi
estomago y salió expulsado groseramente por mi boca— Ayyyy… Ayyyy… Ayyyy…
—Ashley, de verdad que me estás asustando—colocó sus manos sobre mis cabellos
y los acarició tiernamente, indudablemente cuando hacía algo como eso, perdía mi batalla
en contra de él y olvidaba totalmente que antes había estado furiosa con ese gruñón—
¿Enserio te sientes tan mal?—me preguntó e inmediatamente me hizo mirarlo
directamente a los ojos para confesarle la verdad.
—Sí, —le afirmé sin ya poder engañarlo más. Él estaba preocupado por mi salud y
merecía que yo le dijera la realidad de mi estado de salud— necesito quedarme mucho
más tiempo en este baño—lloré aguantando las ganas de vomitarle encima de la ropa—
¡Estoy en mi límite!
Sin mirar atrás pasamos por el medio de los invitados, y rodeados de varios
guardaespaldas me llevó fuera de la fiesta hacia la limusina. Ya allí, le pidió al chofer que
nos llevara al palacio real lo más rápido posible.
Y así fue como cinco minutos después, el médico real estaba en mi dormitorio
examinándome y medicándome. Christopher, durante ese tiempo permaneció en unos de
los cuartos paralelos de la habitación esperando saber sobre mi estado de salud. Realmente
que él se veía muy preocupado. Otros minutos después, entró al dormitorio real dándole
un portazo a la puerta, pero mostrándose muy sereno al hablar con el médico.
—Quiero su completa sinceridad; así que por favor sea claro. — Christopher le
exigió una respuesta rápida al médico y yo temblé, pues ya el doctor estando a solas
conmigo me había explicado a qué se debía mi estado de salud anterior y la respuesta que
recibiría mi marido para ese momento no sería muy buena—
— ¡Yo estoy bien; así que dígame doctor!— demandó nuevamente Christopher.
—Creo que el tomar champagne cuando no está acostumbrada a tomar le hizo daño
a su esposa, su majestad—informó sin tomar pausa el médico. ¡Vaya, qué traidor! ¿Por qué
no me había guardado ese secreto ante mi esposo?
Christopher miró directamente a los ojos al médico y luego me miró con muchísima
indecisión a mí. ¡No podía ser! Sus ojos ardían de la cólera y seguramente si estuviera en
sus manos acabaría con mi vida en ese mismo instante.
— ¿Se intoxicó?—preguntó Christopher prevenido— ¿Y eso fue sólo por beber una
mísera copa de champagne?
—Sí, fue por eso—respondió relajándose un poco el médico al ver que mi esposo no
se había ido con todo contra él, sinceramente que Christopher podía causarle miedo a
cualquier persona a su alrededor.
—Le pedí su sinceridad; —bajé el mentó y me sentí muy apenada—así que no debe
disculparse.
— ¡No, gracias a usted! —le dijo y luego de eso solo pasaron segundos para que el
doctor se fuera del dormitorio real. Apenas sonó la puerta de cerrado, Christopher se
abalanzó sobre mí echando sangre por la herida.
— ¿Y ahora a ti que te pasa? ―traté de parecer la mujer más tonta del mundo,
incapaz de saber que su marido está furioso con ella por beber con otro hombre— ¿Estas
disgustado?
—Te intoxicaste por beber champagne con ese sujeto así que deja de parecer
sorprendida.
—Sí, y eso ¿Qué?—me levanté de la cama y lo miré cara a cara con desafío y rabia;
ya que, sí yo había bebido con Ryan Burckhardt, pero él había estado haciendo un cebo
audaz con Ximena; así que lo de él era ciertamente peor— Tú sabías que había ingerido
alcohol; así que no te debe extrañar.
—Yo sabía eso, pero igual no me gusta verte indispuesta—me confesó bajando un
poco el tono de voz y acercándose a mí para acariciarme dulcemente la mejilla. Cuando
sus dedos pusieron su piel en mí, las piernas me temblaron y quise por un momento
lanzarme sobre sus brazos.
— ¡Está bien!—hice un mohín esquivando su mano al hacerlo, para evitar con ello
sentirme como un ave atrapada por un lobo feroz, cavernícola y carnívoro— Pero, no
pongas esa carota, ya me siento lo suficientemente mal para que te disgustes conmigo.
—Es que ponerte a tomar champagne cuando no sabes tomar es… —me dijo y
alejándose de mí, descargó la rabia que tenía contenida golpeando un puño fuerte contra
la pared
— ¿Y si no fuera por eso?—le sostuve la mirada con desafío— ¿No has pensado que
puede ser por otra cosa? Tú siempre eres tú y no piensas que personas como yo sienten.
Soy humana, a diferencia de ti.
—Por supuesto que no, eso me pareció una bobería—sentí pavor de verme
descubierta por mi príncipe, ese canalla debía ser un brujo todopoderoso para poder
adivinar todas mis cosas.
— ¿Sabes que cuando gruñes, arrugas el gesto y te vez más sexy?—me susurró en la
oreja y los senos inmediatamente se me erizaron, definitivamente ese malvado quería
volverme loca por él.
—Mmmm…—murmuré en sus labios y sentí al unísono sus manos bajando por mis
caderas. Él me deseaba y yo también a él, y seguramente ambos sabíamos que el otro lo
sabía.
— ¡No tienes que decírmelo! —Se cruzó de brazos para enfrentarme— ¡Yo lo sé!
— ¿Y…y eso qué significa?—le inquirí sintiendo pavor del poderío de esa mujer.
Anastasia realmente que era guapa y glamorosa y seguramente que Christopher sí estaba
loco por ella ¡Como la envidiaba! El verla siempre terminaba afectándome la seguridad
que sentía por mi misma— ¿Qué quieres decir con eso?
— ¡Me lo dijo Christopher!—Anastasia expresó sin más y yo apreté los puños a los
lados para evitar darle una bofetada bien merecida. ¿Por qué me tenía que sacar en cara
que yo no sabía beber? Ese no era su problema, eso era parte de mi vida privada; y
además, ¿Qué le sucedida a Christopher? Ese mal nacido era un canalla chismoso ¿Cómo
se había atrevido a decirle a esa estúpida que me había intoxicado con champagne?
—Yo…— ¿Qué le podía decir a esa tonta? ¿Cómo podía ser la triunfadora en esta
discusión perversa? No podía dejarme humillar nuevamente por esa “zorra en tacón
alto”—Yo no estaba enferma, —le mentí y al parecer funcionó porque la susodicha al
oírme pronunciar esas palabras abrió los ojos como dos enormes lámparas
incandescente—yo solo simulé estarlo porque no quería permanecer en esa fiesta tan
aburrida.
— ¿Qué estás diciendo?—dudó energúmena— ¡Estás loca! ¿Por qué hiciste eso?
—No quería seguir en esa fiesta y me pareció lo mejor—continué con mis mentiras
y ella se veía a cada segundó, más rabiosa; lo cual, era la mayor felicidad del mundo para
mí.
— ¡Eres una pobre niña mediocre!—me ofendió echa leñas en el fuego— ¿Acaso
hiciste eso porque Ximena y yo estábamos muy cerca de Christopher? ¡Qué molesta, vale!
¿Acaso no se te ocurrió algo mejor? El abandonar una fiesta a deshora es de muy mala
educación, pero claro ¿Tú qué puedes saber de eso?
—No sé mucho, pero…—esa mujer me tenía harta y lo mejor era decirle algo que la
hiciera dejarme en paz, ya era momento de alejarla de mi presencia—pero, me resultó
bueno el hacerme la enferma; al final Christopher regresó conmigo al palacio y a ti y a mi
hermana las dejó completamente “SOLAS.
—Lo que oíste—aparenté una sonrisa insolente muy parecida a las de ella—Él no se
quedó con ninguna de ustedes, sino que como perrito faldero se vino detrás de mí. ¿Acaso
eso te molesta?
— ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!—se tapó los oídos para evitar escucharme—Definitivamente debí
fingir que sabía cocinar; así por lo menos la reina madre me fuera invitado a cocinar con
ella y habría aprovechado para envenenarte—me amenazó y eso me alegró porque sabía
que al fin la había molestado como se merecía esa tipa.
— ¿Y…qué fueras preparado si a leguas se nota que no sabes cocinar ni unas papas
fritas? —me burlé de ella.
Ella era una chica muy sexy que siempre fue popular, incluso en la primaria. Desde
niña manifestó sus deseos de estudiar modelaje y arte y además, de casarse con un
millonario que le diera todo lo que según ella se merecía; y para mí eso no era algo de otro
mundo, lo que me daba rabia y aún podía recordar eran las humillaciones a las que yo me
tenía que someter por ella, se burlaba de mí, me arrojaba la comida del comedor en la
cabeza, una vez incluso me tomó unas fotos dormida en una clase de idiomas y la mostró
en la Dirección de la escuela para que suspendieran de clase por una semana.
—Supe que te casaste y ahora que los veo junto confirmo eso—nos abrazó al
unísono a mi esposo y a mí con “demasiada confianza” para mí gusto, luego nos soltó y
sonrió extralimitadamente alegre.
— ¿En serio?— los ojos ilusionados de Deini eran bastante molestos— ¡Gracias! Yo
soy Deini y soy “la mejor amiga” de Ashley ¡Ambas teníamos tantos años sin vernos!
—Hmm ¿Por qué es todo eso?—chillé como majadera— ¿Por qué me tiene que
pasar todo esto a mí?
Y así duré por varios minutos, sentada llorando en el piso como una niñita sin su
caramelo y desde allí no podía evitar mirar fijamente mi dedo adornado con ese precioso
anillo de matrimonio. Sí era una belleza inimaginable e incalculable pero finalmente solo
representaba una baratija que me recordaba que aunque estaba casada con Christopher, en
el mundo habían cientos de mujeres que eran mejores que yo para ser su esposa, estaban
mi hermana Ximena, Anastasia, la recién aparecida Deini y cualquiera que estuviera cerca
de él.
En fin, cuando pensé que estaba sola sentí la llegada de alguien dispuesto a
molestarme, era Emmanuelle cuyos pasos estaban totalmente próximos y cada vez más
cercanos. Yo no lo podía creer, me había escondido en donde creía que nadie podía verme,
y había fallado porque a los pocos segundos me encontraba frente a frente de mi ex.
— ¿Qué haces aquí?— Me dijo con tono despectivo—¿Por qué estás aquí sin tu
“querido esposo”—hizo hincapié en la frase de “querido esposo” y luego se acercó a mí
tanto que tuve que levantarme del suelo para evitar ser destripada por él y la pared detrás
de mí.
—Sólo quería estar un momento a solas—le dije y me sentí preocupada de estar tan
cerca de él, en ese instante estaba muy incómoda y el salir huyendo parecía la mejor
solución para mí si estaba buscando escapar de esa situación tan embarazosa.
—No, claro que no;—intenté detenerlo poniendo mis manos en su pecho, si ese
idiota se atrevía a acercarse un milímetro más a mí, lo iba a matar a porrazos— lo que paso
fue que la brisa me hizo que me entrara polvo en los ojos y vine aquí a limpiarme—le
mentí y trataba de mirar hacia los lados para que no pudiera leer la verdad en mis labios.
— ¡Es que nada, Ashley!—me movió hasta ponerme frente a frente de él para que
mis ojos le dijeran lo que mis labios se negaban a confesarle ¿Por qué Emmanuelle me la
estaba poniendo tan difícil? ¿Qué le costaba dejarme tranquila?—tengo rato viéndote
codearte con esa gente y por la cara que tenías hace un momento, estabas incomoda, triste
y algo alterada y ahora te encuentro aquí, escondida y llorando—me manifestó y debo
revelar que me alegré por un segundo por el hecho de ser notada aunque fuera esa vez por
alguien, aunque ese ser fuera mi ex.
— ¿Por qué no?—me detuvo con su pregunta en seco y tuve que voltearme otra vez
hacia él para escucharlo— ¿Acaso es que es un pecado mortal o es que yo soy tan basura y
tan poco importante para ti como para que me cuentes tus cosas?— ¡No! ¡Por favor!
¡Ahora no me podría salir con algo como aquello!
—Es que no lo puedo evitar—me acarició los labios y yo sonreí a medias; ¡Vaya, qué
este hombre sí que buscaba cualquier excusa para acariciarme!— ¡Entiende que si a ti te
duele, a mí muchísimo más porque yo fui el abandonado!—al oír eso yo me sentí bastante
dolida y la conciencia comenzó a darme golpes porque Emmanuelle y yo estábamos
regresando nuevamente a la conversación de los por qué ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué
me fallaste? ¿Por qué no quieres estar conmigo? Y él como que sabía que eso era cierto
porque tomó mi mano derecha y para machacarme directamente lo mal que se sentía la
colocó en su pecho, en el lado de su corazón— ¡Tú fuiste la que me dejo a mí y se casó con
otro sujeto, no al revés!
— ¿Tú…tú estabas allí?—le pregunté melancólica sin poder creer que para terminar
de enjuiciar mis actos, Emmanuelle me había visto ir a la iglesia para casarme con
Christopher.
—Sí, en algún lugar de ese centenar de personas me encontraba yo,—me respondió
Emmanuelle acariciándose los cabellos bastante indignado— Yo estaba viéndote darle el sí
a otro hombre que no te merecía, que no te amaba como yo y que tarde o temprano te iba a
hacer sufrir, como lo está haciendo ahora tan descaradamente.
—Me dolió tanto perderte y aún hoy sufro muchísimo. —me expresó y se acercó a
mí con el puño en la boca actuando como si estuviera reflexionado mucho—Quisiera
regresar el tiempo y poder luchar más por ti, no permitirte que te casaras con ese canalla y
quizás haberte propuesto matrimonio para que nunca más nos pudiéramos separar.
—Sí, pero igual estás en mi corazón—me gritó llorando desconsolado y eso fue el
peor karma de mi vida; dos veces en menos de un minuto había visto llorar a ese pobre
hombre; más, no podía debilitarme ante sus lagrimas, sino lo haría sufrir peor—en él no
hay espacio para nadie más y por eso no acepto mi descalabro.—me dijo lleno de ira—
Quiero volver contigo pronto y que dejes de una buena vez y para toda la vida a ese
príncipe.
— ¿Acaso prefieres estar con alguien que no te ama que seguir conmigo?— me
recriminó hecho una centella monstruosa— ¿Acaso prefieres seguir llorando por él?
— ¿Acaso lo amas tanto, ah?—en veloz carrera se acercó a mí y me tomó por las
muñecas fuertemente— ¿Acaso para ti lo es todo? ¿No te importo yo? ¿No te importan mis
sentimientos?
Emmanuel; a continuación no dijo nada; solo me miró por unos segundos que
parecieron eternos y sin quedarse a intentar mantener una conversación medianamente
serena, se marchó de ese lugar. Por lo que, apenas eso ocurrió, Christopher trémulo se
alejó algo de mí para tratar de pedirme ciertas explicaciones.
— ¿Qué te pasa?—me gritó hecho un duende infernal— ¿Por qué estabas de nuevo
con él? ¿Acaso no vez que eso me molesta muchísimo y es una situación errada?
— ¡No empieces; por favor!—Entrecerré los ojos jadeando—Ya por hoy he tenido
muchas situaciones incomodas y hasta dolor de cabeza tengo por ello.
—Sí, me siento muy mal—por un segundo sentí que las piernas se me iban a
derribar y quise cortar esa conversación en seco diciéndole algo fuerte, pero no logré
hacerlo; puesto que, las lágrimas emprendieron nuevamente su recorrido por mis mejillas
y le revelaron a Christopher que además, de sentirme mal, la cercanía de él me hacía sentir
totalmente a su merced.
—Hmmmm; así que te molesta que te hable de la verdad —me rozó con reto en su
accionar y su mirada, claramente se veía que quería era que yo me doblegara ante su
poder— y prefieres llenar de ilusiones de una posible reconciliación a ese mequetrefe y
venir a verte a escondidas con él cuando sabes que eso es algo indebido.
— ¡Por supuesto que no es así! —No, no, no; Christopher no podía estar pensando
tan mal de mí ¿O sí?—yo estaba aquí y él llegó de repente y se puso a hablar conmigo.
— ¿Sí?—me acarició sensualmente con los labios el cuello— ¿Y eso por qué?
—No sé, —temblé— yo solamente estaba aquí pensando en que ya estoy harta de
ser la princesa con la que tú quieres jugar como niño con juguetito nuevo y él llegó—no sé
cómo podía mantenerme de pie y menos cuando el muy canalla me mordió
seductoramente la nuca— Hace un rato…hace…olvídalo.
— ¡No, no, no; no lo voy a olvidar! —recostó la mano derecha de la pared detrás de
mí en clara señal que de allí no me iba a ir, si no le terminaba de echar el cuento.
— ¡No era nada importante!—abrí los ojos de par en par tratando de que viera mi
mirada y creyera mi mentira, pensé que así él me dejaría en paz y se separaría de mí, pero
eso nunca pasó; en cambio, pareció acercarse más a mí.
—Es que…es que…—no podía evitarlo, tenía que relatarle la verdad si quería
escapar de su amenaza sensual—Es que hace un rato te instalaste a hablar con Deini como
si ella fuera tu amiga; en vez de que fuera la mía y a mí me ignoraste por completo y ahora
vienes con ese carácter opresor a recriminarme mis acciones ¡Por favor!
— ¿Estaban hablando mal de ti?— ¡Oh, qué gran zoquete! ¿De verdad que me
quería ver la cara de tonta al hacerme creer que él no había percibido nada malo en contra
de mí? ¡Canalla malnacido!
— ¡No digas ese tipo de cosas!—me levantó el mentó y me dio un breve beso en los
labios — ¡Nunca digas esas cosas delante de mí!
—Me gustaría tanto ser diferente a lo que soy,—le confesé rasgando totalmente mis
sentimientos— quizás si fuera un poco más como mi mamá todos me quisieran.
—Gisèle es una gran mujer, —me acarició con el dedo las pestañas en señal de que
me estaba reconociendo entera en alma y cuerpo—creo que heredaste mucho de ella.
—No, no heredé nada de ella— ¿Por qué él me tenía que caer a mentiras si yo sabía
que eso no era cierto? Ximena era lo mejor de lo mejor y yo una basurita mal ubicada—
Ximena sí lo heredó todo; su belleza, su carisma, su elegancia e incluso su popularidad
ante los chicos.
—Pero si por lo menos fuera como Ximena, todos me querrían un poco más. —cerré
los ojos para sentir a mayor profundidad las caricias de mi esposo— A veces la envidio
tanto que me odio a mi misma por tan malvados sentimientos.
—Tú no tienes nada que envidiarle a Ximena; —me besó la oreja y luego el
cabello— eres única y maravillosa y eso es lo que me gusta de ti.
—Tú dices eso porque siempre quieres defenderme porque no te queda de otra, —
aunque me dijera que yo le gustaba millones de veces, sabía que no podía creerle a alguien
tan cruel como lo era él—sin embargo, estoy segura que hasta tú te has visto seducido por
la belleza de Ximena.
—A mí ella no me importa; en cambio…—me olió los cabellos y su mano en mi
espalda trató de mantenerme tranquila— ¡Tú me fascinas!—me confesó finalmente; en
tanto titubeaba entre la pasión de besarme como realmente tenía ganas y las ganas de ser
un buen samaritano.
—Porque eres una gran mujer y además muy linda—al oírlo decir aquello lo
acerqué hacia mí y le rodeé el cuello con los brazos—porque haces que me sienta diferente
y me haces mejor persona, porque cuando estoy contigo creo que me voy a volver loco
sino te beso—entonces, se apresuró hacia mí y me contuvo contra la pared totalmente a su
subvención— ¡Esos labios son únicamente míos!—se agachó un poco y llegó hasta mis
labios; no lo pude evitar y me dejé besar, mis brazos se apoyaron en sus hombros y dejé
que su boca hiciera con la mía lo que le diera la gana, él me beso duro y con enorme
seguridad ¡Definitivamente que este hombre me quería ver de rodillas ante él! Su poder
sobre mí era grandísimo y en ese instante estaba quedando nuevamente demostrado.
Nos besamos con ansias y las manos de Christopher hicieron estragos por todo mi
cuerpo. Ese hombre me estaba volviendo loca del deseo ¡Lástima que estuviéramos en una
zona pública! ¡Cállate, Ashley! Me pedí a mi misma porque sabía que el estar excitándome
con algo como aquello era un error garrafal.
— ¿Te volviste loco?—le pregunté aún sin salir de mis casillas en totalidad—
Emmanuelle y yo somos amigos y no voy a separarme de él— ¡Yo y mi bocata! ¿Acaso no
era yo la que hacía un segundo estaba asustada por el accionar de mi ex? Definitivamente
me estaba volviendo de manicomio.
—Yo nunca lloro—me susurró entrecortado—pero igual necesito saber; ¿Qué tiene
que ver el amor con tu llanto de hace unos segundos?
—No soy nada de eso; sólo soy un hombre al que tú quieres volver un conejillo de
indias—me manifestó y mis ojos se clavaron en él para intentar entender su raro cambio
de humor durante ese largo conversatorio.
— ¿No es justo qué, chica?—caminó entre la gente intentado no hablar tan duro
para que la gente no notara nuestra discusión; sin embargo, a mi no me importaba el show
que seguramente estábamos haciendo en ese momento.
¡Tú si eres especial, chico!—pude sentir los flas de las fotos que rodeaban nuestro
espacio; sin embargo, eso no me hizo detener— ¿Coqueteas y te acuestas con todas las
mujeres que pasan por tu camino y vienes a exigirme que deje de tratar a Emmanuelle?
— ¿Mi pataleta?—le pregunté sin poder creerlo; así que él creía que mi llanto era
una simple y boba pataleta de niñita malcriada. ¡Ahora sí que me iba a conocer porque
aunque me gustara no iba a ceder ante esa atracción!
—Admito que antes de casarme contigo era mujeriego, —me expresó en tanto, yo
hacía como si no lo estuviera escuchando y me disponía a subirme al vehículo— pero
ahora con la única mujer que quiero estar eres tú— ¡Oh, vaya que lo había dicho tarde
porque ya yo me había subido a la limusina y había decidido otra vez, que no iba a caer en
sus redes nuevamente!
Las cosas comenzaron cuando salí de boba a los lados de la piscina principal en
búsqueda de mi hermana para informarle que mi madre la andaba buscando para ir de
compras, pero que no había podido comunicarse con ella porque al parecer tenía el
teléfono apagado. Llegué a dicho lugar y lo primero que noté es que estaban en una
parrillada intima Ximena, Anastasia y mi esposo.
Desde la mata de cocos, los podía ver conversando muy cariñosamente y eso me
disgustaba. ¿Qué Diablos hacía Christopher con Ximena? Por momentos como esos es que
sentía que ese matrimonio no valía la pena. Ahora que me gustaba, mejor dicho que me
encantaba él como hombre, venía Ximena a romper el hechizo.
Me acerqué sigilosamente como una espía a donde estaban ellos dos y me escondí
en otra mata de coco; puesto que, necesitaba saber de qué carajo estaban conversando esos
dos. Allí noté que Anastasia estaba nadando y que también vestía un traje de baño
“pequeñito” para los ojos de cualquier ser humano.
— ¡Sí tú dices eso; entonces esto va a estar muy bien!—le expresó contentísima
Ximena, poniéndose de pie de la misma manera que mi marido—pero mientras eso pase
tengo que adecuarme a la situación actual. Mejorar ciertos rasgos míos—ella se giró una
vez sobre sí misma y le mostró su cuerpo a mi esposo para que él pudiera mirarla a
profundidad.
— ¡Tú no tienes nada que mejorar!— Christopher tosió y miró hacia otro lato,
visualmente incomodo del camino que estaba tomando la conversación con Ximena.
—Mi hermana tiene los senos muy pequeños y bueno yo sé que a los chicos les
gustan grandes—ella le reveló con total soltura y yo desde mi escondite no pude evitar
taparme mis pequeños senos, o sea, eso no era problema de ella, mi cuerpo era mi templo
y yo no tenía que operarme para ser mejor persona ¿O sí? ¿Sería que a mi esposo le
gustaban solo las chicas de senos grandes? ¿Entonces, a dónde quedaba yo?— A veces yo
creo que soy demasiado fea porque los chicos no me toman en serio—le dijo osadamente
Ximena y él arrugó el gesto— ¿A ti te gusto alguito?—le preguntó.
Era tan extraño el tema que estaba tratando mi esposo con Ximena y era
considerado tan parte de una trama oscura incapaz de discutirla en ese breve dialogo que
sostenía con mi hermana; que yo me quedé con la boca abierta cuando Christopher de un
instante a otro y sin dar mayores explicaciones, seccionó la conversación que estaba
llevando a cabo, dándole la espalda a mi hermana y alejándose de ella para finalmente
regresar al palacio.
Me fui hacia la plaza real más cercana y allí se me senté en uno de los bancos a
mirar el paisaje, necesitaba respirar aire limpio antes de que mis rabias me pudieran
provocar un ataque al corazón. No pasó mucho tiempo cuando Christopher llegó a
realizarme compañía, o más bien a molestarme mi poca tranquilidad.
— ¡Hola cielo!—me dijo al oído y me abrazó, en tanto se sentaba en el mismo banco
en donde estaba yo.
—Con todo y eso soy el hombre que te ama y al que amas—me afirmó complacido
y a continuación se levantó del asiento con total seguridad en sí mismo y espantó a las
palomas, las cuales rápidamente salieron volando de la plaza para posarse Dios sabe a
dónde; a continuación se puso las manos en las caderas y sonrió por hacer algo tan
infantil— Con todo lo insoportable que soy tú no puedes vivir sin mí—me certificó algo en
lo que indudablemente tenía la razón.
— ¿Se puede saber qué te pasa?—me dijo con aspereza— ¿Por qué me pegas? ¡Lo
vuelves a hacer y te vas a arrepentir toda la vida!
— ¡De lo que me arrepiento es de haberme casado con una persona tan machista y
mujeriega como tú!—le grité mirándolo fijamente.
Yo lo miré y me mordí los labios, dudosa de lo que le iba decir, la verdad era que no
quería decirle que lo había visto cariñoso con Ximena, pero las palabras se me salieron de
la boca como un relámpago.
—Bueno…—respiré profundo y decidí que lo mejor que podía hacer era enfrentar
los problemas en el momento que se iban presentando y no dejarlos para después— ¿Y
cómo llamas a estar de coqueto con ella en la piscina?
—Yo…—sí, lo estaba viendo pero no había sido culpa mía—Yo… pasé por ahí por
casualidad—traté de ser lo más sincera posible; más él no me creyó nunca.
— ¡Vaya, vaya!— me acarició la mejilla y su dedo índice sondeó con peripecia mis
parpados— ¡Así que me saliste una espía celosa!
— ¿Y cómo me viste entonces?—me preguntó al oído con un susurro que hizo que
mi garganta se contrajera cabalmente.
De la impresión simulé que no lo quería ver y cerré los ojos; pero eso fue peor para
mí; sin ningún control me enredé conmigo misma, choqué con unas mesas de vidrios y
luego de turbar todo, fui a parar al suelo, en donde me había cortado accidentalmente con
los vidrios rotos. Christopher corrió como loco hacia mí para auxiliarme, y no se paró ni
un segundo para sacarme de allí. En veloz carrera me alzó en sus brazos y me recostó en la
cama. Sorprendentemente solo me había cortado levemente la rodilla derecha, pero igual
me sentía mortificada ¡Yo y mis metidas de patas!
Pero, igual las sensaciones de mi piel y yo misma no podían creer que esto estuviera
pasando, él estaba allí tan cerca de mí, curándome algo que yo misma me había
provocado. ¡Eso no podía ser cierto! No lo podía negar, él era todo un caballero.
— ¿En qué estas pensando?—me preguntó mi esposo mirándome tiernamente a los
ojos; al ver que yo no hablaba con él.
— ¡Yo…yo no me caí a propósito!—le dije y comencé a llorar otra vez en ese día
¿Qué carajo me estaba pasando últimamente? ¿Sería que tenías las hormonas
alborotadas?— ¡No fue de forma furtiva!—chillé— ¡Lo siento mucho! ¡Soy un desastre
total!
— ¡No, no, no!—me pidió frenético— ¡No pienses en esas cosas; por favor Ashley!
— ¡Me caí por tonta!—perdí el poco orgullo que poseía y dejé que las lagrimas le
revelaran a Christopher que mi cabeza estaba vuelta una telaraña; bastante confundida y
toda una chifladura.
—No, claro que no—sonrió y al unísono me colocó la venda en la pierna; para que
la herida estuviera protegida.
Christopher vacilante, guió su mano hacia mi muslo y lo tomó con orgullo como
diciendo “Todo esto es mío”, de inmediato yo cerré los ojos y me dediqué a seguir
sintiendo “Sí era todo de ´él, “Sí, yo era completamente suya” “Sí, me tenía a su merced,
como desde que nos casamos había querido”
— Christopher…— ¡Oh, ahora sí que estaba perdida! Él estaba requeté pasando mis
barreras.
—Dime, princesa ¿Qué tengo que hacer para que confíes en mí?—me preguntó
soltándome un poco para poder mirarme como lo estaba haciendo en ese momento; es
decir con ojos llenos de millones de esperanzas— ¿Qué debo hacer para que me perdones
todos mis errores?
—Tu boca dice eso pero tu corazón quiere que lo seduzca, que lo abrace y que le
haga el amor—fue directo al grano y supe que él por sus palabras, ya estaba enterado de lo
que mis pensamientos me repetían en la cabeza.
— ¿Qué, ahora vas a profundizar en mi alma para decidir por mis sentimientos?—
protesté ¡Ay, ahora sí que estaba en el desierto! ¡Christopher me tenía en la cama, me
estaba acariciando y con solo mover un dedo podía hacer que me volviera suya!
—No, no tengo que hacerlo, ya yo sé lo que sientes por mí— me tomó la mano y
acarició mi anillo de bodas.
— ¡Ay, Dios definitivamente eres única y no te cambiaría ni por el mayor tesoro del
mundo! Este anillo y tus sentimientos hacia mí quieren decir que nuestro matrimonio no
fue en vano. Valió la pena obligarte a casarte conmigo.
— ¡Pero…pero que creído eres vale!—tartamudeé— ¡Yo no siento nada por ti!
— ¿Lo dices en serio?—me hizo mirarlo a los ojos y nuestras miradas de cruzaron
en un clima de seducción y de deseo uno por el otro.
Sus manos acariciaron mi cuerpo de arriba hasta abajo y mis labios y mi garganta
gemían una y otra vez, realmente que era un hombre experto en lo de seducir a una mujer.
Su lengua viajó por mi boca y su cuerpo me templó contra la cama con tanta magnitud,
que yo estaba segura que si no fuera sido por la resistencia de la cama, ambos fuéramos
terminado arrojados en el suelo. Definitivamente que si esto lo hubiésemos hecho en mi
cama de mi casa anterior, el piso habría sido nuestro refugio.
Pero él volvió a actuar como un miserable y las chispas que en algún momento
pudieron existir entre los dos y los deseos míos de entregarme a él se esfumaron cuando
se levantó con paciencia de la cama y me dejó abandonada boca arriba, mirando su cara
sonriente.
—Ja, ja, ja—se rió demasiado relajado para mi gusto— ¿Entonces mi madre no me
supo criar? ¡Esa te quedó buena!
Agotada de ver las horas pasar y pasar sin más nada que hacer, me levanté de la
cama y salí de mi dormitorio. A continuación paseé por un pasillo sin rumbo fijo mientras
pensaba ¿A dónde podría irme para olvidar todo? ¿Si mi vida fuera diferente acaso sería
feliz? ¿Realmente Christopher se merecía tanto mis preocupaciones?
— ¿Qué haces aquí?—asombrosamente Anastasia se me apareció de pronto frente a
frente. Yo la miré y arrugué el gesto, mi suerte no podría ser tan mal como para que de
paso tuviera que aguantarme a esa mujer a esas horas de la noche.
— ¡No es asunto tuyo!—le dije e intenté pasarle por un lado, pero no lo logré ella
me contuvo y en eso, la pude ver sonriendo tal y como si estuviera exponiendo el gran
poder que esparcía a su alrededor. Realmente que esa tipa era una arpía.
— ¿Qué haces de noche por aquí tan sola?—me preguntó arrugando los labios, y
eso me molestó muchísimo, ya estaba sinceramente agotada de que esa bruja estuviera
intentando llevar una charla conmigo solo para buscar la manera de humillarme.
— ¡Me imagino, que no lo mismo que tú!—le rezongué y después pasé por su lado
con paso firme y sin detenerme— ¡Buenas noches! –gesticulé al viento dando por
terminada la conversación.
Terminé de decirle esas cosas a Anastasia y furiosa seguí con mi camino ¿Hasta
cuando me iba a tener que calar a esa mujer? ¿Y qué me pasaba a mí? Yo no era así, yo era
una persona racional y no peleonera; sin embargo, desde que me había casado con
Christopher, parecía siempre andar preparada para la próxima pelea en el ring.
Para mí; la lealtad, la paz, el amor y la confianza son valores y emociones que no se
pueden manejar como un juego de ajedrez en donde todas las piezas luchan por defender
al rey; para mí, siempre fueron importantes todas las personas, incluso si se trataban de
simple piezas del prototipo peón.
— ¡Te estás comportando como una callejera!—me gritó furioso y la rabia de oírlo
ofenderme tan feo, me hizo empujarlo a un lado; lamentablemente como él era duro como
una roca no se movió de su lugar; en cambio a mí se me cayó la toalla y quedé
completamente desnuda ante él de nuevo. Él me miró de arriba abajo y rápidamente se
lamió los labios y los ojos se le hechizaron llenos de deseo.
—Ya sí, deja de ser tan dramática y deja de actuar tan frenética que esta vez tú
fuiste la que se equivocó— me manifestó con una mirada rígida peno nada indiferente. Lo
vi y sonreí; pues sus ojos revelaban por mí un deseo absoluto, del cual yo en el fondo
estaba encantada; tomando en cuenta que, ya era momento de que él sufriera por mí
aunque fuera un poco. Siempre era yo la que sufría por su cercanía con mi hermana y su
amiga Anastasia, ahora que fuera él el que sufriera por el deseo reprimido en su cuerpo
¡Además, si me deseaba, entonces que sufriera bastante porque no me iba a tener
NUNCA! Igualmente, me faltaba hacerlo llorar, pero bueno, eso sería pronto…muy
pronto.
—El amor no es ciego es solo que el muy tonto se tapa los ojos a propósito por
conveniencia—me susurró al oído y buscó mis labios para besarme, pero yo me moví y
evité que eso pasara.
—Sí, yo soy todo eso—se volvió a acercar a mí y me atrajo hacia él—pero, tú eres
una exhibicionista que anda desnuda mostrándole todo lo que Dios le regaló, a sus
empleados—me dijo y al escuchar que nuevamente me estaba tratando mal, en un
santiamén y sin dudarlo un poquito, le di una cachetada.
— ¡Solo inténtalo!—lo reté y más vale que no lo hubiese hecho porque en un veloz
movimiento me levantó en sus brazos y corrió con destino a la habitación arrastrando
conmigo encima de él.
—Sabes muy bien que cuando actúas de esa manera—me susurró al oído— lo único
que logras es que me sienta más atraído por ti.
— ¡Yo puedo hacer de ti la mejor flor del mundo!—me manifestó acercándose a mí.
— ¿Sí?—traté de colocarme la toalla lo mejor que podía para evitar que mis partes
intimas salieran otra vez al exterior— ¿A cambio de qué? ¿A cambio de tener que
acostarme contigo?
— ¡Cerdo!—me tapé los ojos creyendo que él se iba a desnudar en ese momento,
pero afortunadamente no lo hizo.
—Ja, ja, ja, ja, —se rió descaradamente—Mejor me voy al baño y me doy una ducha
fría, no quiero hacer algo que nos lleve a otras cosas para las que no tengo tiempo en este
momento
—Jamás te voy a decir esas palabras…—lo desafié y me quité las manos de los
oídos—Es más chico, en este momento me provoca muchísimo es golpearte hasta dejarte
moribundo en una cama de hospital por un año entero.
— ¡Eso está muy bien!— en vez de huir de una posible golpiza, se acercó más a
mí— ¡Haz lo que quieras conmigo! ¡Comienza con golpearme con toda la fuerza que
tengas y eso me va a ayudar a decidirme a hacer lo que codicio hacer contigo!
— ¡No te atrevas a tocarme ni un pelo!—di un paso hacia atrás con temor a lo que
Christopher podría hacerme.
—Detén esa actitud histérica e irritable que no voy a abusar de ti, solo voy a…sólo
voy a sacarte la lengua —me sacó la lengua en forma infantil, pues ya sabía que ese tipo de
cosas me hacían ponerme más energúmena.
—Alguno de estos días en los que quieras entender mi accionar, —se colocó una
bata de dormir y agarrándome del hombro me hizo mirarlo de frente para que viera que
ya no estaba en bóxer— vas a comprender que todo lo que hago, lo hago por amor ¡Sólo
espera y veras!
—Es tan sencillo lo que quiero que voy a terminar pensando que eres medio bruto
—lo ofendí ya cansada de esa discusión desatinada, Christopher me miró y su cara se
endureció de un momento a otro— ¡Solo aléjate!—esquivé su presencia y me encaminé al
cuarto de pijamas para buscar algo que ponerme— ¡No quiero nada de este matrimonio
obligado!
Allí duré un par de minutos, en los que me dediqué a buscar un pijama cómodo y
ni me molesté en secarme el cuerpo porque ya eso la brisa de la noche lo habría logrado.
De la misma forma, mientras me vestía reflexionaba en que francamente no quería discutir
más con mi esposo, pero es que él y todos los demás me hacían cosas que me volvían una
soldado en guerra.
— ¿Qué hacías bañándote desnuda allá afuera?—por fin oí la pregunta que por
ratos estuve esperando. Él me estaba pidiendo sinceridad y por su tono de voz se
escuchaba que estaba más calmado.
—Tenía un momento libre entre sueño y sueño; —le dije— así que decidí que
bañarme afuera me relajaría muchísimo.
— ¿Esa es una pregunta o una afirmación?—me interrogó con dudas—En fin, sigo
afirmando algo que tú ya debes saber—estiró su cuerpo y los pensamientos en mi cabeza
me decían que ya no siguiera hablando con él; pues ese hombre realmente no me creía
nada.
—Que mientes muy mal—me aseguró y yo cerré los ojos y bostecé fingiendo tener
sueño; pero no le dije nada; sabía que si abría la boca para decirle algo le confirmaría lo
que él me acaba de decir.
— ¿Estás segura que es por eso?—me inquirió mirando hacia el techo del
dormitorio.
— ¡Sí!—le dije a secas y rogué para que él ya cortara esa habladera de una buena
vez. Yo no quería confesarle que lo amaba y en el fondo sabía que si seguía esta cercanía,
prontamente le confesaría mi amor.
Un beso, un simple beso había sido suficiente para que los enredos en mi cabeza se
pusiera en pausa durante el resto de la noche. Un beso tan simple como el de unos niños y
yo había acabado derretida por él. Un beso tan sencillo como un lápiz sin borra y yo había
estado a punto de arrojarme a sus brazos para decirle que lo amaba.
Al día siguiente, amanecí con más sueño que nunca. Entre lo que me había pasado
en el día y en cómo había acabado la noche, me tenían sonámbula. Me había encantado el
último beso de mi esposo y aunque él y yo nos divorciáramos, a ese beso en específico lo
atesoraría por siempre. Fue tan delicioso sentir sus labios sobre los míos casi que en un
simple roce, que aún de recordar ese beso mi mejillas se coloreaban. ¿Quién dijo que los
besos solos son buenos si son apasionados? A veces, tienen más sentimientos aquellos que
parecen dados por niños.
— ¿Y qué quieres que haga?—¨lo desafié con el corazón roto— ¿Quieres que haga
una fiesta al respecto?
—No, claro que no—me habló dulcemente limpiándome las lágrimas con los
dedos—pero con esconderte y echarte a llorar no vas a lograr nada.
—Tú hablas así, porque no eres quien sale en la prensa completamente al desnudo y
si así fuera; estoy segura de que no te importaría—sentía un nudo en la garganta que me
hacía creerme atormentada al mismo tiempo que humillada.
—Sí, a cada rato me doy cuenta de eso—lo interrumpí cegada por la cólera— ¿Y… y
ya saben quien fue?
— ¿Qué?—me levanté corriendo de la cama— ¿Te volviste loco o qué? ¿Tú quieres
que yo vaya allá a declararle a la prensa mis motivos para bañarme desnuda en el jardín
del palacio?
—Sí, sería muy fácil meter preso a esos comunicadores sociales—se levantó de la
cama y se colocó frente a frente de mí—pero, no se va a hacer.
— ¿O sea que los prefieres a ellos más que a mí?—le pregunté erguida ¡Claro que
era así! ¡Yo no era alguien importante para él! Ya Anastasia y Ximena me lo habían dicho
antes y al parecer tenían toda la razón.
—No es eso, corazón—su gesto parecía querer decirme que su universo estaba bien
complicado y que intentara entenderlo; pero yo no lo hacía, estaba molestísima y aunque
fuera por mi misma culpa e indiscreción, no estaba dispuesta a darle la razón a ese grupito
de periodistas que me habían mal puesto ante el mundo entero.
— ¿No te das cuenta que si no das la cara, ahí si vas a quedar como una estrella
porno?— Christopher me preguntó indignado.
— ¡Basta!—le ordené pagando mi rabia y mi dolor con él— ¡Basta de decirme que
parezco una estrella porno! ¡Entiende que no quiero ir allá! ¡Así que, basta de pedírmelo!
— ¡Hmmm!— pareció estar pensando; más lo que estaba haciendo era tratando de
contener su rabia— ¿Sabes qué? ¡Basta tú! ¡Deja de actuar como una niña y enfréntate a
todo esto como toda una mujer! ¡Debes salir allí y actuar como una princesa! ¡Así que,
horita mismo vamos a la sala de medios de comunicación!—se acercó a mí y trató de
sacarme del dormitorio a empujones.
— ¿Qué?—intenté poner la mayor fuerza que pude para evitar ser llevada por
Christopher a ese lugar; ya antes había estado allí, sí cuando se anunció “oficialmente”
nuestro compromiso a los medios de comunicación y los recuerdos no eran muy gratos—
¡No!—me negué— ¡No quiero sentarme en una silla a que periodistas me atosiguen a
preguntas!—le confesé ofuscada— ¡Me da muchísimo miedo!
— ¿Será qué puedes dejar de llevarme la contraria por un momento?—me tomó por
los hombros y me hizo mirarlo— ¿No te das cuenta de que si no hablas con los periodistas,
no solo me vas a afectar a mí, sino al palacio entero, a nuestro país y claro que a ti misma.?
—Eso no es cierto—hice un puchero que al final como que no sirvió de nada porque
Christopher siguió insistiendo en lo de la rueda de prensa.
— ¿No es cierto?—se rió irónicamente— ¿Y qué crees que van a pensar todos de mi
madre por haber permitido que su yerna saliera desnuda en los medios de comunicación?
¿Qué crees que van a pensar las demás naciones de la gente de nuestro país al consentir
que la princesa ande de boca en boca mostrándose desnuda? ¿Qué crees que van a pensar
de tu mamá?
—Yo…— ¡Vaya en ningún momento había pensado en lo que podrían pensar las
personas de mi mamá ni de la reina madre! ¿Por qué coño había llevado a cabo esa locura
de baño al desnudo en un jardín? ¿Acaso se me habían volado los tapones?— Yo…yo no
pensé que eso ocurriría, ni que me tomarían esas fotos. ¡Lo siento muchísimo!—comencé
otra vez a llorar y Christopher esta vez me consoló desde muy dentro de su corazón, me
abrazó cariñosamente y me masajeó la cabeza para darme la fuerza que sabía que yo
necesitaba.
Allí las cosas fueron súper más duras, para comenzar Christopher por consejo de la
reina madre, no estuvo en la rueda de prensa; ya que, según ella se podía arruinar todo si
a él no le gustaba alguna de las preguntas que un periodista me hiciera; pues el carácter de
mi esposo cuando estaba furioso por una injusticia; a veces era incontrolable.
Debo decir que esa fue la hora más larga de mi vida, aunque la rueda de prensa fue
limitada y ordenada; en muchas ocasiones me encontré con el no saber que responder a
cosas como ¿Qué parte de su cuerpo le gusta más al príncipe Christopher? ¿Aparecer
desnuda es un juego entre ambos? ¿La ropa le incomoda tanto que prefiere andar desnuda
por allí? ¿Qué piensas de las actrices porno? ¿Estaría dispuesta a aparecer en una película
para adultos? ¿Qué película para adulto le gusta más? ¿Usted es una princesa o una
modelo XXX?
—Digamos, que me siento tan miserable y tan humillada como cuando a los 08 años
descubrí que mi papá no estaba muerto, sino que me había abandonado porque no me
quería—le confesé sabiendo que hasta ahora esos habían sido los peores años de mi vida.
— ¡Sí, es verdad!—me cargó en sus brazos y me sentó en un muro del pasillo para
que estuviera más cómoda—y… debo confesarte que apenas supe quien era me le fui
encima y le di una paliza— ¿Qué? ¿Había golpeado al individuo que me había retratado
desnuda? ¿Había hecho por mí?— ¡Ese miserable me las tenía que pagar! ¡Nadie se mete
conmigo! —me expresó sin vacilación alguna.
—Pensé que alguien como tú no conocía nada de simpatía y piedad, —le manifesté
con malicia; en tanto mi corazón me decía una y otra vez que ese era el mejor hombre del
mundo. Me amaba y aunque no fuera así, yo sí lo quería a él—no obstante, —le dije— hoy
me demuestras con tus acciones que en esa alma tosca que posees hay algo de misericordia
y caridad.
Esa misma tarde, ambos asistimos a una sesión de fotos en las que yo me sentía
incomoda de ver que Christopher parecía el hombre perfecto frente a las cámaras y yo una
chica bastante desorientada y maltrecha. La idea de hacernos esas fotos fue de la reina
madre que nos aconsejó hacer algo como ello porque según ella eso nos serviría a ambos
para dizque limpiar mi imagen.
Del mismo modo, en la universidad el tema a tratar más que la rueda de prensa era
la publicación de mis fotos al desnudo. Hasta Emmanuelle me miró desde una distancia
prudente con ojos de decepción tremenda. Asimismo, Christopher pareció querer librarse
de mí en cuanto llegamos; ya que, buscó su camino y se alejó de mí.
— ¿Oiga, no quiere ir con nosotras a una fiesta de pijamas? —Indagó una de pronto
y todas se quedaron en silencio guardando mi contestación— ¡Lo preparamos
especialmente para usted!
— ¡Yo nunca les he pedido que hagan algo como eso por mí!—respondí
extrañada— ¿De qué hablan?
—Pero…— ¿Qué les pasaba a ellas? ¿Realmente querían ser mis amigas?— ¿Pero,
por qué hacen eso?
—Porque queremos ser sus mejores amigas—me expresó una chica algo más bajita
que la anterior.
—Pero, se lo estamos pidiendo…—me rogó otra rubia oxigenada— ¡Por favor! ¡Por
favor!
—Bueno…—intenté pensarlo bien; más, tenía que aceptar que me conmovía que
esas chicas hubiesen preparado una fiesta de pijama en mi honor. A pesar de lo cretinas
que eran, quizás tenían algo de corazón en el fondo y esa oportunidad, no podía dejarla
escapar. Si quería tener amigas, necesitaba abrirme un poco socialmente—Bueno, si es así
claro que voy con ustedes—les asentí y al unísono todas se abalanzaron hacia mí con una
alegría desbordada y un ¡Sí! En sus bocas que sinceramente me sorprendió más de la
cuenta.
Durante ese día, el grupo de chicas salieron conmigo para todas partes, e incluso me
consolaron cuando vieron los resultados que obtuve en mi evaluación de Estadística
aplicada a la investigación social II. Pero; para mi pesar, en ningún momento vi a mi
esposo y estaba segurísima de que el muy desgraciado se estaba escondiendo de mí por lo
que podrían decir de él con respecto a lo de las fotos.
Finalmente cuando llegó la hora de irme con las chicas a la fiesta de pijamas, decidí
que lo mejor era avisarle a mi esposo a donde iría ese día para que no me volviera a pasar
lo del autobús. Pensé en llamarlo, pero después de razonarlo un poco decidí que lo mejor
era decírselo frente a frente. Después, de preguntarle por “mensaje” que dónde se
encontraba, recibí como respuesta a secas que “En mi baño privado” y fui presurosa a
buscarlo, sin ni siquiera ponerme a pensar que podía estar allí desnudo.
Gracias a Dios, que no lo encontré así en el baño; estaba con mono deportivo
aunque sin camisa y cuando llegué pareció bastante sorprendido de verme allí porque
tembloroso, abrió los ojos de golpe y frunció el ceño.
— ¿Baño de los hombres?—caminé echándole una irónica mirada a esa lujosa ducha
y obviando con ello su torso desnudo ¿Por qué siempre me lo tenía que encontrar en esas
fachas? ¿Acaso no sabía lo que me afectaba eso?— Que yo sepa este baño es únicamente
para ti—le aseguré— el resto de los hombres “normales” comparte un baño más modesto.
— ¡No hagas eso!—tomó una toalla blanca y se secó el pecho y la cara—ya deberías
saber que mi nivel de importancia me da ciertos privilegios.
— ¡No me parece justo!—me crucé de brazos sabiendo que eso lo podrían bastante
malhumorado; ahora era mi turno de hacerlo rabiar pues me pagaría el no haberme dado
mi bien merecido beso el día anterior.
— ¡Vaya, saliste mal! —su boca se puso indiferente—No entiendo por qué
estudiaste Trabajo Social sino sirves para eso. No sabes lo básico que es la estadística.
— ¡No me lo tienes que recordar!—le reproché con enfado—No todos tenemos los
mismos talentos que tú. Yo soy buena en…—sabía perfectamente que en el Trabajo Social;
no obstante, era bueno ponerlo a pensar un poco.
—La directora fue tan buena que el día que presentaste el examen de ingreso para
esta universidad, vio en ti un talento que aún hoy nadie más ha podido ver—se arregló
con un peine sus sublimes y sexys cabellos y yo lo miré embelesada—y luego te dio tu
cupo para que estudiaras aquí.
— ¡No todos son tan malos como tú!—le volteé los ojos bravísima—¡No todos
suelen incrustarme un bisturí en la herida a cada rato!
— ¿Por qué te pones brava si tú fuiste la que viniste aquí a reprenderme?—se puso
muy cerca de mí; yo nerviosa sentí su calor y perturbada seguí con la mirada en el punto
donde latía el pulso en la base de su cuello. Eso me hizo sentir totalmente desequilibrada;
pero fui tan fuerte que intenté disimular poniéndome seria— ¡Lo has hecho y no vas a
negarlo!—sonrió y eso me sacó de mis casillas ¡Volvía nuevamente a humillarme!
Intenté empujarlo, pero él me soltó los labios para respirar rápidamente y luego me
besó reiteradamente, pretendí varias veces zafarse, más cada vez que lo hacía Christopher
me apretaba más contra él, además, no podía escaparme de sus garras porque los brazos
los tenía apretados contra su pecho.
Yo no quería abrir los labios; sin embargo, Christopher usando algo de fuerza logró
que lo hiciera. Después de eso, permitió que su lengua se introdujera en mi boca y eso fue
fatal para mí que olvidando lo loco que era todo aquello, gemí y respondí a su beso con
igual o mayor sensualidad que él.
— ¿Qué…qué dijiste?—le pregunté respirando igual de mal que él. ¿Era cierto lo
que había escuchado? ¿Emmanuelle nos había visto? ¡Pobrecito! ¡No, no era bueno eso!
— ¡Se lo diré para la próxima!—me puse erguida y busqué la puerta para escapar
de allí. Necesitaba relajar la mente y ese no era un lugar para hacerlo y menos estando tan
cerca de él.
— ¡Sólo en tus sueños!—abrí los ojos y me puse rígida, después respiré calmada y
salí del baño.
Corrí como loca deseando poder olvidar lo que había pasado entre Christopher y yo
y en tanto, iba sin detenerme pensaba que por un instante había deseado ser su mujer y
entregarme entera a él. ¡Qué tonta! ¿Cómo podía haber respondido a sus besos? Como
idiota cuando mi esposo me estaba besando me moría porque él no me soltara de su
abrazo y porque su lengua me dejara sin habla, pero cuando me soltaba me daba cuenta
que todo este matrimonio era un juego para él.
Pero, ya eso había pasado ¡Me había salvado de un gran inconveniente y eso era
maravilloso! Tenía que esquivar en muchos ámbitos a ese patán; ya que, si continuaba
siguiéndole el juego me iba a meter en un lío la próxima vez. Además, por andar en esas
andanzas se me había olvidado comunicarle que iba a salir con mis nuevas amigas
después de clases.
Y lo que más me hacía sentir incomoda era que quería ir a la pijamada. Ser la chica
que jamás tenía amigos y que no era tomada en cuenta para nada, aunque me costara
admitirlo me hacía sentir incomoda. Por eso, necesitaba ir a esa fiesta para tener amigos de
verdad y compartir horas con gente que me podían dar muchísimas cosas buenas.
A la media hora, ya habíamos llegado a la fiesta de pijamas. Sólo que ésta resultó
ser un vulgar matiné de muchachas locas por tener sexo. Para nada era una fiesta de
pijamas; por el contario, estaba llena de muchachitos alcohólicos y mujeriegos que hacían
de las suyas. La música era demasiada relajada para mi gusto y las chicas estaban bailando
como si quisieran hacer el amor con sus parejas en público.
Yo me sentí extraña; puesto que, nunca había estado en una matiné y en el mismo
momento que entré a la casa, la incomodidad en mi cuerpo y en mi alma se hizo sentir.
Rápidamente me arrepentí de asistir a un lugar que describía una cosa insólita
perfectamente: Sexo pero nada de amor.
Asimismo, a leguas se notaba que las chicas que me habían invitado me estaban
usando para volverse más populares de lo que ya eran; ya que, inmediatamente que
llegamos, las muy zánganas me presentaron ante todos como su “mejor y más confiable
amiga”, eso provocó que casi todos los que estaban allí quisieran tomarse fotos conmigo y
me hicieran preguntas demasiado íntimas para mi gusto. Lo peor de todo era que la
música fastidiosa y el terrible olor a cigarrillo y a alcohol me estaban volviendo loca.
Los gritos hicieron que me mareara un momento cuando las chicas y chicos me
estaban acosando demasiado; así que encaminé hacia un lugar bastante apartado. Si fuera
sido más inteligente, en vez de ir a esa fiesta, hubiese invitado a Emmanuelle a comer
helados conmigo para intentar explicarle la escenita que había visto en el baño entre mi
esposo y yo; pero, para evitar los posibles problemas que podrían haber surgido con mi
esposo había preferido no invitarlo.
Por eso mismo, no acepté ninguna de las bebidas que me ofrecieron los chicos y
tampoco bailé con ellos, ya que, sospechaba que algo malo me podría pasar si lo hacía. Sí,
me estaba comportando como una niñita, pero es que estaba realmente extrañada en un
lugar tan oscuro. Lo que no sabía era que no podía estar mejor; debido a que, lo peor
estaba por llegar muy pronto.
Creo que no había pasado media hora desde que había llegado a la fiesta cuando
alguien que entró corriendo y emocionado a la fiesta gritó:
Y eso fue suficiente para que pusiera los pies sobre la tierra y que se me olvidara mi
disolución por estar en una fiesta tan patética. Si la limusina estaba allí, eso significaba que
Christopher se había preocupado por mí y había venido a rescatarme. Sí, eso me gustaba
muchísimo ¿Pero, en qué estaba pensando? Yo no podía estar pensando en mi esposo de
forma tan positiva y buena cuando él a cada rato jugaba con mis sentimientos.
Miré a todos lados para ver si por allí andaban las chicas con las que había llegado a
la fiesta y por ahí cerca no andaban, al menos eso era algo bueno porque lo cierto era que
no quería entablar una relación de amistad con ellas, no me gustaban para nada. Después,
de conocerlas más profundamente, no quería ser su amiga. Eso de verme como la ficha
perfecta para hacerse reconocidas y tener un montón de admiradores no me agradaba.
Y eso me hizo ponerme colérica, era como si a todos los presentes en esa matiné se
les hubiese olvidado que yo era la esposa de Christopher. Me quedé sentada en mi
rinconcito echando fuegos mentales, el descaro de esos era demasiado imperdonable y por
eso yo no iba a hacer ningún movimiento para recordar mi presencia.
—Si lo vuelves a hacer—me expresó furioso—te bajo la falda que cargas puesta y te
doy unas cuantas nalgadas para que aprendas a comportarte como una mujer adulta y no
como una niña.
Esas palabras me hicieron quedarme quieta, yo sabía que Christopher era capaz de
eso y demás cosas si lo enfrentaba demasiado; así que me rendí, dejé que me introdujera
en su limusina después de que el chofer nos abriera la puerta y puse una cara de
justificaciones injustificables cuando él me acompañó en el vehículo.
—Si me odiaras tanto como dices, horita estarías diferente. —se colocó las manos en
la nuca y se recostó cómodamente como si quisiera echar una siesta—En este momento,
me hubieses pedido el divorcio.
—Aún puedo hacerlo—me crucé de brazos y decidí mirar mejor hacia la calle— ¡No
me tientes!
—El tiempo de anular nuestro matrimonio nunca existió—estiró la mano hacia mi
hombro y con modestia oculta, me acarició las orejas—y el período para divorciarnos ya se
acabó, ahora no se vale.
— ¡No seas mentirosa!—se echó a reír con gallardía— ya me enteré que te sentías
popular saliendo con esas estúpidas chicas.
—No, no hice eso aunque tengo que confesar que varias veces estuve tentado de
hacerlo—se apresuró a decirme y yo le torcí los ojos en señal de desafío.
—Es simple mi princesa; —me explicó con un tono de voz bastante indiferente—yo
tengo a miles de personas trabajando de incognito, son personas de diferentes edades y
sexos que se dedican a vigilarte.
—Nunca lo sabrás porque son agentes especiales que saben cómo hacer su trabajo—
me susurró burlescamente al oído, lo que me hizo erizar el cuerpo desde los dedos de los
pies hasta los cabellos.
—O sea que me tienes vigilada—volteé otra vez mi mirada hacia la calle y desde la
limusina pude ver que afuera estaba lloviendo cada vez más fuerte, a medida que íbamos
trazando el recorrido de vuelta al palacio.
—Sí, puede llamarse así — rugió benevolente Christopher y eso me hizo voltearme
para enfrentarlo cara a cara— Te digo que cada agente que trabaja para la realeza hace un
trabajo tan perfecto que nunca nadie los ha descubierto. Así como te vigilan a ti, vigilan a
todos en el palacio. Rastrean las llamadas, te vigilan con sistema GPS en tu teléfono, usan
un equipo súper modelo de grabación y chequean que nada inusual pueda afectar la
tranquilidad de la realeza.
—Eso no se puede evitar amor, existe la libertad de expresión; además de las redes
de internet—intentó explicarme con algo de seguridad en sus palabras para evitar mi claro
disgusto ante tal infamia—por eso mismo, —prosiguió— todos tratamos de mantener
oculta las informaciones lo más que podamos; aunque, lamentablemente, ciertas cosas,
siempre salen a la luz. Como te dije ayer, —revovinó un poco— no podemos evitar que
noticias y fotos tan libertinas como la tuya salgan a la luz; no obstante, lo que sí podemos
hacer es meter preso a esos delincuentes; tal y como yo lo hice.
— ¿Y si publicaran cosas que tienen que ver con nuestro extraño matrimonio?— ¡Yo
y mi bocata! ¿Acaso no podía quedarme callada alguna vez en la vida?— ¿No te
importaría?—finalmente le pregunté.
— ¡Te odio!—le expresé frustrada al verlo actuar tan despreocupado ¿Por qué
Christopher tenía que ser un hombre tan monstruoso? ¿Le costaba tanto abrir su corazón
para mí? ¡Claro que sí! ¡Odioso!
— ¡Oh, no!—traté de empujarlo protestando con una voz ronca que apenas me
salía. Yo no sabía qué estaba pretendiendo al desnudarme, pero fuera lo que fuera no
estaba preparada para ello— ¡Déjame! ¡Déjame! ¿Te volviste loco? ¿Qué intestas
hacerme?—le grité dándole un puñetazo en el pecho que para mi mala fortuna él logro
detener.
—Quiero que te bañes conmigo…—me murmuró al oído y manteniéndome cautiva
con un brazo prosiguió despojándome de la ropa con la otra.
—Me siento tan sólo últimamente, —me manifestó mojándose los labios— quiero
que me hagas compañía.
— ¿Por qué no le damos algo más de intensidad a esto que estamos sintiendo?—me
acarició con el dedo los labios para hacerme vibrar y olvidar que al unísono me estaba
quitando la falda; para así dejarme solo en brasieer y bikini.
— ¿Por qué no puedes entender que tengo ganas de acariciar tu hermoso cuerpo?—
me preguntó lujurioso y agarrándome del brazo me hizo entrar al jacuzzi.
—Cochinadas son las que quiero hacer contigo—me confesó y de inmediato entró al
jacuzzi sin preocuparse en quitarse la ropa— ¡Siéntate!— me ordenó; entonces yo con
miedo de que me obligara a sentarme ante él, decidí hacerlo por mí misma.
— ¡Nunca más te juntes con esas chicas!—me pidió con un corazón que no le cabía
en el pecho—Esos chicos e incluso ellas te pudieron hacer algún daño—eso lo sabía, pero
prefería no decírselo para no darle ningún tipo de ventaja—Además…mira como te
dejaron—colocó su mano en el agua y tomando un poco intentó limpiarme el cuerpo
empezando por los hombros—esos malnacidos, te dejaron toda llena de olor a alcohol y
drogas y…!No me gusta!—sus dedos acariciaron mi cuello y yo sentí que mi cuerpo se
volvía arcilla entre sus brazos.
—Yo…—lo miré de reojo y supe que el estar en el jacuzzi en ese momento, para
nada tenía un motivo sexual o sensual, era más bien que Christopher quería limpiarme de
todas las impurezas que eran consecuencia de mi asistencia a la matiné. Nunca él había
pensado abusar de mí, lo que estaba era intentado asearme.
—Yo estaba aburrida y pensé que ellas podrían ser mis amigas—le confesé al fin y
él sonrió al ver que yo; a pesar de mi lucha interna le había dicho lo que quería escuchar.
—No puedo creer que te aburras como princesa—expresó el muy imbécil—Tal vez,
si me dijeras que antes de casada te aburrías de esa vida monótona que tenías, pero ahora
no te creo.
—Snif, snif—contuve la lágrimas porque no sabía qué decirle; pero igual le sostuve
la mirada.
—En ese caso, —me agarró la mano cerca de su pecho y la acarició suavemente—
tienes que enfrentarte a mí y no llorar.
—No, pero me gusta saber que lo haces por mí—meneó la cabeza con claro descaro.
— ¡Hazlo, por favor!—me suplicó colocando las manos tal y como si estuviera
rezando— ¡Hazlo y estrenamos el jacuzzi al fin!
— ¡Oh!—me eché un paso hacia atrás sintiendo que el muy cruel me miraba con
ojos de tigre cazando su presa.
Al día siguiente me levanté como a las 10:00 de la mañana, yo que era una persona
de no levantarme tan tarde me había quedado envuelta entre las sabanas descansando
durante largas horas y lo primero que supe al salir del dormitorio fue que Anastasia y
Christopher habían partido juntos a un viaje a un lugar muy conocido del país llamado “El
Cerro de los Sueños de Lared”.
La reina madre para intentar mediar entre mis claros celos y la realidad, me afirmó
que ese era solo un viaje de negocios que tenía el firme propósito de mejorar el turismo de
la región y que no me preocupara porque Christopher estaría de regreso temprano para
asistir a la fiesta que esa noche se realizaría en el palacio.
Entonces, yo fingiendo que le creía decidí pasearme por el palacio de un lado a otro
para mantener mi mente en otro mundo, escribí unos textos cortos para algunas tareas de
la universidad y además, revisé las últimas noticias publicada en el internet, y ese fue mi
error, en casi la mayoría de las páginas de internet estaba publicada la noticia de la salida
de mi esposo con Anastasia, e incluso un comunicador social tituló una nota “La pareja del
año: el príncipe heredero al trono Christopher y Anastasia, la hija del duque Cyprien”.
Y fue por eso, que cuando vi a mi esposo llegar al palacio a media tarde, adiviné
que como habían partido esos dos, habían regresado; es decir, juntos. Yo estaba celosa y
con toda la razón del mundo; puesto que ellos habían pasado casi nueve horas juntos y
lejos de mí, además, de que los medios de comunicación e información insistían en la
posibilidad de una relación amorosa entre ese par.
— ¡Por fin llegaste!—no pude evitar recibirlo con los brazos cruzados en la sala de
estar, yo estaba súper enojada y al hablar sentía un sufrimiento muy grande en lo más
profundo de mi corazón—Pensé que te ibas a quedar andando por ahí sin darle
importancia en lo más mínimo a la fiesta de esta noche—quise parecer de lo más serena
posible aunque fuerte y decidida en mis palabras.
— ¿Tienes algo que decirme?—se quitó la mano de los cabellos con maravilloso
erotismo y bastante dudosa de mi accionar—No te ves nada contenta.
—No, no tengo nada que decirte—agaché la mirada para esquivar el gran poder
que tenía sobre mí, y su adorada mirada de camaleón que me volvía una tonta sin cerebro
ante su presencia. Ya él me estaba cansando y no quería seguir humillándome porque
aunque mi esposo fuera el príncipe de mis sueños, me molestaba saber que siempre las
demás mujeres hacían mejor pareja con él que yo.
— ¿De qué…De qué estás hablando?—me preguntó echando fuegos de los ojos,
sinceramente su mirada de extrañez se veía tan sincera que por un segundo deseé creerle
que él me era fiel—Ellas y yo no tenemos nada—vociferó a secas.
—Si eso es así es porque tú no has estado dispuesta a llevar a este matrimonio a un
segundo nivel —me habló luego de un par de segundos en silencio, con voz huraña y
profunda. Sus ojos parecían querer hipnotizarme y sus labios me anunciaban que me
querían hacer suya—Deberíamos aprovechar esta noche y tener nuestra primera noche de
amor y de entrega total—me propuso seductoramente extendiendo sus manos hacia mí,
obviamente llamándome hacia él.
— ¡No seas cínico!—le grité y tomando su laptop de forma apurada, busqué una de
las páginas de internet que había revisado antes y me dirigí hacia una mesa con
computadora; y en tanto, el me miraba en silencio sin saber qué estaba pasando; conecté la
máquina a una impresora y le di la opción “imprimir”. Luego de ello, agarre la hoja con la
nota y se la puse casi que la cara. Sí, era misma nota de “La pareja del año: el príncipe
heredero al trono Christopher y Anastasia, la hija del duque Cyprien”, pero igual para mí
significaba una verdad demasiado doliente.
—No he tenido, no tengo y menos tendré sexo con ella—me prestó por fin atención
y eso me hizo darme cuenta de que mi grito había funcionado para algo ¡Qué bueno! ¡Al
fin!—Ella y yo no somos nada—me aseveró mirándome directamente a los ojos.
—Yo no te he dado ningún motivo para que me reclames— Christopher leyó mis
sentimientos guardados en los ojos y como para no hacerme más burla, prefirió caminar
hacia el sofá.
— ¿Y esto qué es?—le arrojé la hoja del periódico en la espalda y luego ésta cayó en
el suelo, Christopher se volteó hacia mí angustiado y me miró severamente.
—Lo que acabo de decir; es…—tomó otra vez su laptop y se dispuso a ignórame—
¡No tengo más nada que comentar!
— ¡Solo he dicho la verdad!—sonrió con picardía y muy sensual se puso las manos
en las caderas para provocarme; sinceramente que él se veía genial.
— ¿Qué? ¿Vas a decir que crees que Emmanuelle y yo tenemos algo?—me las
arreglé para decirle; me lo quería comer vivo para acabar con él, pero también, sabía que
no soportaría verlo muerto delante de mí ¡Yo sufriría mucho!— ¡Tonterías!—le expresé en
voz alta y lo enfrenté con la mirada sabiendo que él estaba intentado pillarme en algún
tipo de mentira.
—Él es mi amigo y fue mi novio; además, esas fotografías que salen casi siempre
son viejas —le quité de un zapotazo las manos de mis hombros— ¿Qué insinúas?
—Sí, fue tu novio por mucho tiempo…—caminó, recogió del suelo la hoja del
periódico y me lo puso en la cara en forma de acusación—pero eso no quita que, como
estas, salgan fotos todos los días y yo me tenga que tragar todo eso aunque me dé una
rabia inmensa.
— ¡No repitas cosas como esas; por favor! —Bajó la hoja del periódico y la colocó
sobre la mesa—Ya te he dicho miles de veces que entre Anastasia y yo nunca hubo, no hay
ni habrá nada. Ella ni siquiera llegó a ser mi amiga porque nunca me ha dado buena
espina. Sí, yo la trato, hablamos y también la acompaño a ciertas partes; más es porque es
la hija del duque y de eso se trata el trabajo de la realeza. De la misma forma, con Ximena
tengo cercanía sólo porque es mi cuñada y tu hermana, pero por nada más—me aseguró
tomándome de las mejillas para que lo escuchara con mayor atención— ¡Entiéndelo, amor
mío!
—Eso no es lo que dicen todos…—lo miré sintiéndome tan pequeña, pero a la vez
tan aliviada de que me dijera otra vez que yo era su amor—Para todos…—me lamenté—
para todos en el país y en el mundo con cualquier mujer harías la pareja perfecta; en
cambio conmigo todo es distinto.
— ¡Dios mío! —Se agarró la cabeza en señal de consternación— ¿Por qué las
mujeres serán tan complicadas?
— ¡Estás celosa, no lo niegues! —se echó a reír tan meticulosamente que al oírlo
rápidamente recordé que Christopher únicamente se reía tan abiertamente y naturalmente,
era conmigo. Recordé que él podía sonreírle a otras personas, pero no tan sinceramente
como solía hacerlo conmigo. Y por eso, no podía negar que me hacía muy feliz ser su
esposa hoy más que nunca ¡Me gustaba su sonrisa! ¡Me encanta su paz llena de alegría! ¡Lo
amaba!
— ¡Eres un presumido!—le expresé sin poder verlo a los ojos porque yo seguía
manteniendo el periódico cerca de su cara para cubrir nuestro contacto original— ¡Yo no
estoy celosa!
—No me lo tienes que aceptar, —su voz sonaba muy erótica y lo sentí súper cerca
de mí—yo sé que estas celosa y en este momento lo único que quiero hacer es besarte para
calmarte esos celos excéntricos y luego llevarte a nuestra habitación para hacerte el amor.
Su boca sabía a fresas, a mandarina, a fuego y eso me fascinaba; puesto que, desde
que lo había conocido en la universidad eso era lo que había deseado. Siempre había
querido que me besara, que me demostrara su amor y gracias a un ser supremo superior,
últimamente él me besaba cuando yo más lo necesitaba.
— ¿Estás mejor?—me susurró en los labios y yo gruñí de gusto, por supuesto que
ya estaba mejor ¿Cómo no lo iba a estar si tenía al mejor hombre del mundo besándome
con una enorme sinceridad en sus sentimientos?
— ¡Nada!—batallé con una rabia interna de decirle unas cuantas groserías a esa
aparecida. Era una metiche en todo el sentido de la palabra y no le importaba reñir
conmigo delante de mi esposo—Yo…yo no dije nada—expresé y después bajé la mirada
enormemente apenada, hecho que pareció alegrar bastante a mi rival porque la muy zorra
se paró de lo más sexy delante de mi esposo y trató de hacer como si yo no estuviera allí.
Lo abrazó y aunque me doliera confesarlo me dolió bastante saber que él se dejó abrazar.
— ¡Nada!—volteé mi mirada hacia otro lado y quise meterme por el primer agujero
en la pared que consiguiera; así aunque fuera, a nadie molestaría.
— ¿De qué te ríes?—tirité al presentir de qué se trataba todo eso; ya antes me había
pasado. Anastasia siempre buscaba la manera de fastidiarme y aunque me ardiera la
sangre, lo estaba logrando.
— ¡Ver las cosas que te hace Christopher es algo majestuoso!—me rodeó con pasos
firmes y provocadores ¡Notoriamente me quería ver doblegada!
—Creo que eso no es asunto tuyo—Ok, ok, tenía algo de razón pero no se lo
pensaba decir.
— ¡Eres tan hermosa como esta Margarita—me susurró casi en los labios y después
se volvió a acomodar en su asiento.
— ¡Eres muy satírica, amor!—alargó la mano hacia mí y con una sonrisa algo
disimulada me quitó un pedacito de pimentón que tenía cerca de la mejilla— Pero, ¿Sabes
algo? Yo te gano hasta en eso.
—Yo he nacido para ti y tú para mí—presumió con sus aires de príncipe heredero—
Nunca podríamos separarnos y créeme sueño con hacerte mi mujer—al oírlo hablar tan
sinceramente no pude evitar que mis mejillas se colorearan— ¿Por qué te ruborizas?
—No tienes idea de lo fascinante, atractiva y erótica que te ves cuando peleas en
vano—comió algo más de pasta y con travesura me guiñó un ojo.
— ¿Por qué me miras tan sorprendida?—me sonsacó intrigado— ¿Tengo acaso cara
de zombi?
—Tú…—lo señalé con el dedo índice— ¡Tú eres grandioso! ¿Cómo puedes hacer
eso?
—Es que tú…tú puedes usar ambas manos con tanta habilidad—le expliqué—y eso
es tan sorprendente.
—No, claro que no—me negué frenética—Eso es algo bueno; ya que, puedes
manejar ambas manos a la hora de trabajar.
—Sí, eso suena bien; pero…—estiró la mano sobre la mesa y me incitó a darle la
mía—cuando eres claustrofóbico como yo, el ser ambidiestro no te ayuda mucho.
— ¿Eres claustrofóbico?— ¡Oh, no lo podía creer! Había tantas cosas que no sabía
sobre él.
—Sí, sí, —me acarició las manos con intensidad— más, no me gusta hablar de eso.
Como vez tengo mis defectos porque sigo siendo un ser humano; a pesar de ser un
príncipe.
Cuando los dos llegamos al palacio, cada uno agarró por su camino. Necesitábamos
nuestro espacio para arreglarnos para la fiesta de esa noche en el palacio, ya que, faltaban
pocas horas y todo tenía que salir perfecto. Asimismo, según lo que me había dicho la
reina madre iba a usar un traje del reconocido diseñador Valiest Di Ravapfes.
— ¿Por qué estás aquí si yo quería estar sola?—le dije apenas al verla. Lucía un
espectacular vestido rojo con tacones del mismo color y francamente, se veía sensual,
exuberante y desbordante de mucha autoridad y elegancia.
— ¿Y?— ¡Oh, no! Ya venía con la cantaleta de “yo soy mejor que tú” “Tú eres una
hormiga a la que hay que pisar”.
—Es que eso es algo racional—se giró sobre su propio cuerpo mostrándome con
ello su belleza— Tú eres nadie delante de una mujer como yo.
— ¡Vaya, qué engreída!— le torcí la mirada hastía—No puedo creer que siendo tan
malvada todos aquí te hagan sentir como si valieras algo. Si realmente te conocieran a
fondo de seguro te tratarían mal. Puedes tener educación e incluso dinero pero lo mala
sangre nadie te lo quita.
— ¡No te metas con mi madre!—quise golpearla una y otra vez, pero me contuve,
no me iba a comportar como una vagabunda por ella.
—Ja, ja, ja—se cubrió la mano mientras se carcajeaba— ¿Te duele tanto la verdad?
—Algo así; —me siguió la corriente—sin embargo, aún te falta mucho para
conocerme realmente.
— ¡Eres una cobra arrastrada!—mucho sudor brotó de mi frente, esa mujer me
había sacado de mis casillas.
— Y voy a seguir haciéndolo hasta que entiendas que Christopher es mío—me gritó
extraordinariamente trastornada.
—Si estás tan segura de eso, —intenté aclararle la mente para que bajara un poco el
nivel de exaltación que poseía— no deberías discutir conmigo.
— ¡Me haces llorar!— ¡muy bien, ahora era mi turno de ponerla en su lugar!— Tus
palabras humillante se vuelven nada cuando las escucho directamente de tu boca.
— ¡Respeta tú primero!—la empuje algo hacia atrás y la miré con rabia ¡Si me fuera
golpeado, la fuera agarrado por los moños y echo barrer el polvo!
—No sé como Christopher pudo escogerte para ser su esposa— se quejó no muy
contenta de ver mi resistencia a ser humilladamente por ella.
—No solo me escogió sino que me suplicó que me casara con él—le mentí
sonriendo; en tanto, me mantenía firme en mi decisión de hacerla sufrir aunque fuera solo
un poquitito.
— ¿Por qué no se lo preguntas a él?—le pregunté y en ese instante, decidí que debía
dejar a esa loca hablando sola. Ya era suficiente discusión por un día.
Llevaba casi media hora acostada en esa posición, obviamente que chillando como
tonta, cuando el sonido de la puerta al abrirse me sacó de mi trance. Era un sujeto bien
vestido que había entrado al dormitorio y que al mirarme sonrió ¿Quién era? ¿Qué quería?
¿Por qué había entrado al cuarto? No lo sabía.
— ¿Qué hace usted aquí?—le pregunté de pronto, sentándome en la cama y
limpiándome las lagrimas para que no se revelaran tanto.
— ¿Cómo?—le dije sin pensar en que ese sujeto era un total desconocido para mí.
— ¡Mi princesa, esta noche te vamos a volver una reina!—el diseñador Valiest Di
Ravapfes se paseó por el dormitorio con muchísima confianza— ¡Vamos a demostrarles a
todos que eres la mejor princesa que pudo tocar el suelo de este palacio!
¡Oh vaya! ¡No lo podía creer! ¡Ellos iban a arreglarme para esa noche! No a
Anastasia, sino a mí. O sea, no solo él se había encargado de diseñar mi vestido sino que
me quería arreglar para que en la fiesta yo pudiera causar buena impresión ¡Sí! ¡Por fin
algo me salía bien! ¡Qué feliz me hacía todo eso! ¡Gracias Dios! ¡Gracias reina madre!
Y es que esa era la primera fiesta de noche que se realizaba en el palacio, a parte de
la celebración de mi boda, y eso, me ponía muy nerviosa. El corazón me palpitaba de prisa
y los bellos de la piel los tenía completamente erizados. Yo no era una mujer perfecta para
estar allí, en eso tenía razón Anastasia; más iba a hacer mi mejor esfuerzo hasta lograr que
todos me aceptaran como indubitablemente que la aceptaban a ella.
— ¡Tú no eres simple y ya te lo dije antes mientras te arreglaba; “tú eres muy
hermosa”—al fin llegamos al salón de baile y Valiest me acercó al primer escalón,
sonriendo me dio un beso en la mejilla en forma de despedida y para darme unas fuerzas
que él sabía que necesitaba esa noche— Christopher se ganó la lotería contigo—luego con
picardía mi guiñó un ojo y se alejó de mí. Ahora era mi turno de actuar sola.
Al estar sin ninguna mano amiga a mi lado me puse mucho más nerviosa que antes,
desde el primer escalón de las largas escalinatas pude ver al público presente en el salón
de baile; todos estaban bien vestidos y elegantes y mostraban lo mejor de sí. Yo no era ni
llegaría a ser como ellos, pero valía la pena por lo menos intentarlo.
Los aplausos no dejaron de sonar por unos minutos; así que sin poder hacer nada
más, respiré y tragué resignada y me dispuse a bajar cada uno de los escalones hacia el
salón de baile. Cuando iba bajando pude percibir a Christopher esperándome en el último
escalón. ¿Y ahora qué quería?
—Eres mía y de nadie más —me aseguró acariciándome con esos maravillosos
labios y luego mostrándome esa sonrisita traviesa que solo me exponía a mí, me condujo
hacia los invitados y me hizo tomarlo del brazo. En ese momento los aplausos fueron más
numerosos que antes.
— ¡Ay, mocosa malcriada!—me susurró al oído— ¿Por qué eres tan obstinada
conmigo?
¡Si cómo no! ¡Cómo si yo fuera tan boba! Yo podía amarlo, pero no por eso me iba a
poner una venda en mis ojos para no ver la realidad de lo que tenía en frente. Ese par
mantenía un jueguito sucio entre ellos y yo era una simple pieza para lograr el tan
esperado triunfo con el que soñaban.
—Quiero que sepas que no quiero las sobras de tu amor—le expresé con firmeza—
y que si prefieres a Anastasia o en otro caso a mi hermana Ximena, estoy dispuesta a
aceptarlo de muy buena manera; pero no quiero que…
— ¿Qué?—palidecí.
— ¡Tienes razón!— me tragué un poco el orgullo y decidí que lo mejor para mí era
disfrutar del baile y de esa noche con él.
Los dos seguimos bailando por un rato más y tengo que decir que ambos abrazados
estábamos como volando en el aire, alejados del mundo entero y de lo que pudieran decir
o pensar y palpando nuestros cuerpos casi como si estuviéramos haciendo el amor.
Y eso fue suficiente para que el tema que estábamos tratando quedara zanjado. Sí,
algún día tendría que decirle a Christopher que lo amaba, pero esa noche no sucedería.
Necesitaba tiempo para enfrentarme a esos sentimientos que incluso a mi misma me
hacían parecer una insulsa.
El sujeto era italiano y se le notaba a leguas que; aparte de ser guapo, también era
multimillonario; ya que, las chicas que pasaban cerca de él lo desnudaban con la mirada y
sonreían al notar su perfecta apariencia de “chico que paga todo”. Yo; en cambio, no me
sentí para nada atraída por él, sí ese tipejo era el perfecto príncipe de los cuentos de hadas,
más no me agradaba para nada que se tomara demasiada confianza conmigo.
—Es un gusto conocerlo—le estreché la mano lo más rápido que pude y respiré
profundamente para evitar caer en su trampa de “chicoguapo.com” que sinceramente
parecía tener grabada en la frente— ¡Es un placer!
¡Pero…que hombre tan abusivo era ese mentecato! ¿Cómo se atrevía a decirme esas
cosas? Además, se estaba tomando demasiadas confianzas conmigo de las que debería.
Por si no lo sabía yo era una mujer casada y aunque no lo fuera, nunca en la vida me
habían gustado los hombres que quieren sobrevalorarse a sí mismos.
— ¡Por supuesto que sí!—le contesté de mala gana— ¿Qué pensaba que soy una
cualquiera?
—No, por supuesto que no—pareció nervioso—Es solo que considero que usted es
la esposa del príncipe heredero, no su prisionera.
—… Uhm—se irguió como todo un “Don Juan picaflor” —Usted es una mujer fiel
¡Eso me gusta!—tomó un poco de su bebida y la colocó nuevamente en la mesa.
— ¿Mequetrefe por qué no invitas a bailar a otra persona que sea soltera?—de un
momento a otro llegó Christopher y lo agarró fuertemente por el brazo para poder
enfrentarlo cara a cara—Ella está casada y por lo tanto, no entra en la lista de tus posibles
conquistas.
—Su alteza…—el conquistador tembló de los pies a la cabeza por el susto que
poseía en ese momento; le tenía miedo a mi esposo y eso para mí resultaba algo muy
ventajoso si quería desprenderme de sus artimañas de conquista—Yo no sabía que había
llegado—le dijo a mi esposo y se puso de pie para hacerle una reverencia— ¿Qué le está
pareciendo la fiesta?—le preguntó y yo desde donde estaba sentada podía sentir la mirada
oscura de rabia de Christopher ¡Estaba celoso, viva!
—No seas tan patético y aléjate de mi esposa— Christopher ignoró por completo las
muestras de educación y refinamiento del duque y más bien su voz pareció más iracunda
y amenazadora que otra cosa— ¡Es una orden!—gritó sabiendo que casi nadie podría
darse cuenta de la riña que estaba llevando en la fiesta; pues el alto volumen de la música
casi no permitía escuchar nada.
— ¡Lo siento mucho!—casi que pude escuchar el sollozo del pobre tipo.
Sinceramente que cuando Christopher se ponía duro podía causar terror y eso se
comprobó más cuando tomándome con fuerzas de las muñecas me hizo marcharme con
él.
— ¡Has llegado pronto!—le dije intentando actuar lo más serena posible, para que
así, Christopher se aquietara y no le partiera a puñetazos los dientes al duque— ¡Cómo te
desapareciste apareciste!
—Pero, de ahí a decirle que vas a matarlo…— ¡Oh, claro y ya que me iba a escuchar
si le decía que eso no estaba nada bien y que no debería hacerlo otra vez!
—Perdón, es que cuando estoy molesto no mido las palabras; —se disculpó
sorprendiéndome completamente ¡Eso sí que no me lo esperaba!— de igual forma no me
arrepiento de haberlas dicho.
—Ese tipo se quería aprovechar de ti— me aseguró juicioso y yo sentí una alegría
agradable en el corazón al notarlo tan mosqueado. Me gustaba ser la causa de su rabia y
quería que poco a poco la distancia entre ambos se fuera acortando; ya que, las cosas se
estaban desinhibiendo y en el fondo sabía que poco a poco yo podría ser la persona más
cercana a él, aunque fuera solo al ser su mejor amiga.
— ¿Y si fuera verdad?— ¡Claro que no era verdad! pero ¿Qué más podía decirle
para que se tranquilizara?— ¿No te has puesto a pensar en eso?—le pregunté y
seguidamente sentí sus labios pegados a mi oreja.
— ¡Tú sabes que eso no es así!—me susurró y luego me besó ligeramente el lóbulo
de la oreja.
—Sí, no es así, pero…— ¿Qué carajo le podía decir a Christopher para salvar al
duque? ¡Oh sea, el seductor ese se merecía una buena tunda de mi esposo por abusador;
no obstante, tampoco quería que por mí fuera a parar directamente al hospital sin siquiera
haber sido escuchadas sus disculpas!
— ¿Es una idea mía o estás dolida?—mi esposo me habló desafiante y eso me dolió
mucho ¡Oh sea, el muy canalla estaba dudando de mí!
— ¡Por supuesto que no!— me negué nerviosa; sí estaba celoso pero esos mismos
celos lo hacían decir y pensar cosas que no eran las más correctas.
— ¡Entonces, deja de defenderlo!—me pidió y yo entrecerré los ojos para que él no
pudiera ver la contrariedad que tenía marcada en mi mirada.
— ¡Bien!— le dije a secas, deseando que el muy vil algún día pudiera sentir todas
las cosas buenas y malas que a veces él me hacía sentir. ¡Si la vida fuera como en las
novelas, otro gallo cantaría! ¡Qué fácil podría ser todo si pudiésemos cambiar de cuerpo!
¡Qué tranquilidad me daría el saber que él era el que tenía que sufrir por mí y no
viceversa!
A medida que bailaba miraba a las chicas que estaban en la fiesta y el corazón se me
ponía achicharrado. Esas mujeres habían dejado de mirar al italiano con deseo y habían
puesto los ojos en Christopher, de verdad que la prensa tenía razón cuando lo llamaba “el
hombre más sexy y popular del mundo”. Él tenía la hipnosis de un macho que no sabe lo
que es amar de verdad, pero que atrae a sus presas hasta ponerlas de rodillas ante él.
— ¿Y ahora por qué te quedas callado?—inspiré con poderío para así poder romper
el silencio al que estaba siendo obligada a postrarme— ¿No me vas a decir más nada?
—Estoy pensando… —me apretó contra él, visiblemente que reprimiendo la rabia.
— ¿Pensando? ¿Has dicho pensando?— ¿Por qué sería que eso se me hacía difícil de
creer? Obviamente que él no quería hablarme por un largo rato para no continuar
quejándose de mi coqueteo con el duque; ya que si lo hacía notoriamente que se vería
celoso y con ello, débil.
—Déjame aclararte algo y que te quede bien claro, —desaprobé— si te vas a poner a
actuar como un tirano te juro que prefiero irme a bailar con Rogelio, el duque de
“Mesuldaré”—le reviré y él me soltó velozmente.
—Es que hasta su nombre te aprendiste—me miró desconfiado y eso me hizo sentir
que mi corazón se partía en dos. ¡Canalla celopata y troglodita!
— ¿Entonces, qué hacemos?—le pregunté deseando que por esa noche las aguas
mermaran hasta quedarse en total agonía. Ya no quería discutir con mi esposo, esa noche
aunque aburrida era la más linda de todas en mi vida, solo por la sencilla razón de haberla
pasado con él.
— ¡Sí, tienes razón!—le susurré apenada bajando algo el mentón, pero ¿Cuándo
coño no la tenía si él era el amo de la razón?—Sin embargo…—no quería separarme de él
y menos en ese instante, que podíamos estar únicamente él y yo; a pesar del gentío
presente—Sin embargo, podemos hacer otra cosa que sea más divertida—le propuse y él
me sonrió pícaramente.
Después de eso, ambos nos marchamos caminando a dar el dichoso paseo en los
alrededores del palacio y fue un tiempo maravilloso para mí; ya que, Christopher en todo
momento me llevó de la mano, se comportó como todo un caballero y asimismo, con sus
acciones fue acortando los lazos entre él y yo.
—Es raro saber que de repente me volví muy popular con los chicos—le confesé
mientras caminábamos por un camino de cemento rodeado de flores de jardín ¿Y para qué
le iba a mentir si esa era la verdad? Yo nunca había sido popular con los chicos y de
repente, muchos querían emparejarse conmigo.
—Si antes no lo eras era porque los chicos estaban ciegos— me dijo y yo sonreí
incrédula.
— ¡No hagas ni digas como esas; por favor, tampoco te sientas mal!—me pidió
suplicante— ¡Tú eres alguien genial y cualquiera se sentiría feliz de tener contacto contigo!
¡A mí me gustas!— me proclamó y esas palabras me hicieron muy, pero muy feliz.
—Es que…—me brillaban los ojos por la sensación de no saber qué decir ni qué
hacer que me apretaba la garganta—Es que el resto de los chicos y chicas se acercan a mí
porque piensan en cómo sacarle provecho a mantener una relación conmigo.
— ¿Lo qué sea?—le pregunté y rápidamente recordé que él sin ponerse a pensar en
las consecuencias, me había manipulado hasta el límite de hacerme casarme y convertirme
en su esposa.
— ¡Lo que sea!—buscó amedrentarme con sus palabras, pero yo no le hice caso ¡No
valía la pena!
— ¡Ah!—balbuceé y me sentí feliz de poder estar ahí afuera; ya que, la brisa movía
mis cabellos y podía sentir la libertad que el palacio no me brindaba. Finalmente decidí
que lo mejor que podía hacer era no abrir durante esa noche el cofre de recriminaciones de
¿Por qué me obligaste a casarme contigo? ¡Tú amas a Anastasia y juegas conmigo! Esa
noche no, esa noche era para disfrutarla y no para llorar por el desamor.
— ¡Está bien!—me dijo Christopher caminando hacia mí— ¿De qué quieres hablar?
—Me alegro de oírte de que no tienes idea de que hablar conmigo—se desahogó
sutilmente después de dejar de reírse; o por lo menos, después de contener su risa para
que nadie en el palacio lo escuchara.
—Es más que eso—le dije y los dos seguimos caminando uno al lado del otro sin
ningún destino fijo—Desde la música hasta la gente son patéticos—le enuncié— ¡Lo siento
por la reina madre que se preocupó tanto por prepararla!
No obstante, lo peor no era eso, sino que yo a mi esposo lo sentía cada vez como
que más furioso conmigo; ya que, con las demás personas se comportaba normalmente,
más a mí me ignoraba como si fuera un juguete de la infancia escondido en un baúl lleno
de polvo. La muestra más simple estaba en que durante el desayuno no intentó ni siquiera
voltearse a verme y después de haber terminado de comer se levantó mosqueado y se
marchó a dizque asistir a unas reuniones importantes.
Y eso me hizo sentir bastante mal, pues no era nada fácil el darme cuenta que
volvíamos a estar como en el principio de nuestro matrimonio; es decir, sin expresar
nuestros sentimientos y huyendo uno del otro; Christopher andando por su lado rodeado
de todo tipo de gente importante y yo sin saber cómo actuar frente a cierta gente.
Sin embargo, tengo que admitir que lo que más me dolía era el ver que durante la
mañana no recibí ni un piche mensaje al celular de su parte, una llamada o un simple
repique anunciándome que aún se acordaba de mí. Estuve como tonta sentada casi dos
horas con el teléfono en la mano esperando una llamada que me confirmara que aún
seguía vivo, pero no, no se acordó de marcar mi número ni una sola vez.
Al leer todas esas publicaciones me sentí decaer fatalmente, era como estar en el
lugar de un soldado herido en el desierto que no sabe si morirá o vivirá; pero cuyo
corazón late de prisa esperanzado por volver a su hogar. Lamentablemente, ese hogar no
es el mismo que dejó para irse a luchar a la guerra y a veces cuando regresa lo que se
consigue no es de su agrado.
Cerré esas páginas y abrí otras con el fin de revisar qué más habían publicado esos
comunicadores sociales con respecto a mí y hubo una publicación en específico que sí que
me hizo hervir la sangre. Se titulaba “La mona aunque se vista de seda, mona se queda” y
me mostraba en una foto bajando las escaleras durante la fiesta de la noche anterior. Al
leer cada párrafo escrito en el artículo me daban muchas ganas de ponerme a llorar; pues
propiamente se decía allí que ni que me vistiera con el mejor atuendo del universo, yo
podría llegar a ser una princesa.
Yo que no podía creer las noticias que me estaban llegando al teléfono, temblé
angustiada y tristona. ¡Eso era el colmo! ¿Cómo ese malvado periodista anónimo podía
estar diciendo que yo no servía como princesa? Y no solo era ese idiota, sino que al abrir
otras páginas de noticias podía ver nuevamente lo que todos los días la mayoría de los
comunicadores sociales y cotillas cibernéticas decían y era que yo no cumplía con las
expectativas para ser princesa. Uno hasta se atrevió a decir que yo no tenía la clase
suficiente como para causar euforia entre los súbditos.
Tragué temblorosa y una lagrima rondó por mis mejillas. Esas noticias me
revelaban lo que desde hace tiempo ya sabía. Yo no había nacido para ser princesa, no
importaba lo que Christopher intentara hacerme creer o lo que la reina me dijera sobre que
el Palacio tenía una mejor aura desde que yo llegué allí; yo no debería ser la esposa del
príncipe, yo no debería ser una princesa.
— ¡Princesa Ashley!
La voz que llegó al Living Room me hizo temblar, no era nadie conocido a
profundidad, era sólo uno de los empleados internos del palacio.
— ¡Dígame!—le expresé y pude ver que sí era un trabajador común. Era uno que
andaba para arriba y para abajo con Ximena. Sí, con Ximena, con la persona que todos
consideraban como la mujer beldad para ser la princesa.
Bueno, no era que hubiese una mejor de las dos; puesto que, si se hacía una
competencia justa, balanceada y participativa, yo estaba segura que quedaba de campeona
Anastasia, muy cerca de ella Ximena, y yo no aparecería ni en los créditos finales del
show. En sí yo era una perdedora nata.
Corrí senderos y senderos sin pararme para fijarme por el camino que iba. Yo solo
requería de aire puro que me hiciera olvidar que yo era nada para el resto de la gente, Sí, y
seguro que Christopher pensaba lo mismo. El muy canalla seguramente me había
escogido para ser su esposa porque no consiguió otra buena opción, quizás fue por lo que
me decía mi hermana de que sintió lastima de mí o en definitiva era cierto lo que me decía
Anastasia de que yo era su banco de bebés.
Un trueno se dejó escuchar en el cielo, pero eso no me hizo detenerme. El
significado de todas esas opiniones en las noticias estaba claro: Yo no era lo suficiente
mujer para ser princesa y Christopher se equivocó al obligarme a casarme con él. El muy
ruin no debió convertirme en su esposa, debió escoger a su amor gran amor Anastasia o a
la chica sexy y popular Ximena.
Por tiempos paranoicos y ya bastante alejada del palacio, me asusté de ver a ciertos
animales que nunca antes había visto en vivo y en directo y a otros que ya eran comunes
en mi existencia. En esas zonas había iguanas, lagartijas, tortugas, serpientes, conejos,
venados, caballos salvajes, ratones, ardillas, guacamayas; pero, el estar asustada tampoco
me hizo ceder en mí andar.
Rápidamente, las nubes se pusieron negras y las gotas comenzaron a caer deprisa,
unas más grandes que otras y eso me asustó; no reconocía el camino de regreso y odiaba
tener que vivir en un lugar tan amplio que cualquiera pudiera perderse. Decidí que
caminaría un rato más para ver dónde me podría resguardar.
Caminé un par de minutos más, en los que me mojé un poco. Caminé otro par de
minutos, en los que sentí que mis piernas estaban agotadísimas. Caminé otro rato más de
minuto más en los que sentí la soledad a flor de piel. No obstante, una luz al final del túnel
salió cuando logré percibir un invernadero a corta distancia. Corrí velozmente hacia él y
fui feliz cuando descubrí que sí podría entrar a ese sitio.
— ¿Hay alguien aquí?—dije y le eché una ojeada al sitio para ver si encontraba algo
fuera de lo común.
Lástima que eso no duró por mucho más tiempo de lo que yo debía haber querido,
estaba oliendo el maravilloso olor de una flor llamada Alyssum Dulce cuando la puerta
del invernadero se abrió de golpe y un trueno fuertísimo se escuchó en el cielo. Muy
asustada grité y me tapé los oídos; más, eso no pareció hacerle ninguna gracia al recién
llegado que no se molestó en tranquilizarme. Ese sujeto era Christopher, que había llegado
todo empapado de los pies a la cabeza. Caminó hacia mí y cruzándose de brazos me vio
con cara de pocos amigos.
Yo lo vi y tirité de los nervios. Aún así mojado y chorreando agua a granel se veía
sensual, sexy y bastante espectacular. Eso no podría negarlo, ni que me pagaran por ello.
Christopher era un verdadero hombre y de verdad que impregnado de agua como estaba
se veía súper.
Lo vi así de mojado y sonreí, el se dio cuenta de eso y con sus rasgos bien duros
intentó escurrirse un poco la ropa y el cabello, hecho que me dejó estremecida de los pies a
la cabeza; ya que bañado de agua, así como estaba, tenía un toque de hombre de las
cavernas que a mí me parecía de lo mejor, pero a él parecía molestarlo.
Tomando algo de aire, decidí tomar la palabra de primera para así olvidarme un
poco de lo sexy que se veía Christopher y concentrarme en hablar, pero cuando iba a
hacerlo, él se me adelantó.
— ¿Se puede saber que estás haciendo aquí sola?—dijo— ¿Sabes el aguacero que
está cayendo allá afuera?
— ¿Un paseo?—dudó con incredulidad— ¡No me salgas con cuentos; por favor! No
te creo nada. Nadie sale a dar un paseo cuando está lloviendo torrencialmente como
ahora. Así, que dime ¿Qué Diablos hacías aquí?
—Porque tus ojos solo me muestran que en este momento me estás ocultando la
verdad—se acercó más a mí y eso me delató ¿Cómo podía ser tan persuasivo?— ¡No sabes
decir mentiras, Ashley!
— ¡Está bien! ¡Está bien!—le grité y caminé detrás de él para no verlo más a los
ojos— ¿Quieres que te diga la verdad? Bueno, la verdad es muy sencilla ¡Quería estar sola!
— ¿Quieres que te deje sola?—me preguntó testarudo— ¿Por qué será que no te
creo lo de que estabas perdida?
— ¡Ay, por favor!—continué revirándole— ¡No me digas que andabas como loco
buscándome!
— ¿Qué?— pareció sorprendido— ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan perturbada?—y
eso me disgustó mucho más, así que tomé un matero y se lo arrojé con rabia y arrebato;
lamentablemente o afortunadamente fallé en mi puntería.
—Siente como late mi corazón de sólo saber que estabas aquí desde hace rato
porque no querías estar con nadie más—sus palabras sonaban tan reales—Yo sé que la
causa de todas tus angustias, es mi presencia y eso me lastima.
— Christopher, no…—quería decirle que no sólo era por él, era por todos, era por
mí misma, por no ser lo suficientemente mujer como para ser una verdadera princesa;
pero, las palabras no salían de mi boca.
— Ashley…—me tocó los labios con el dedo índice y no sabía cómo lo llegué a
desear, pero quería que el muy canalla ese me besara en ese momento tan turbulento. Él se
veía tan sexy y puro que hacía que mis piernas temblaran.
No era un beso tan sencillo como los anteriores, más bien era un beso de seducción
e incitación al pecado como los que tantas veces ya me había dado anteriormente para
envolverme en su embrujo. Este hacía que mi corazón latiera tan de prisa como un motor.
Cada latido en mi pecho era mucho más acelerado que el otro y eso no me permitía
pararme a reflexionar en lo que estaba haciendo.
Sin prisa me dejé llevar por su beso y eso hizo muy feliz a Christopher que me
atrajo mucho más cerca de su cuerpo y me apretó entre sus brazos. Colocó su mano en mi
espalda y con gran codicia me rozó. Lo que él me estaba demostrando en ese momento era
que yo le atraía. Sí, le atraía tal y como era, no como los demás querían que fueran, no
como era mi hermana, no como era Anastasia; sino como era yo en cuerpo y alma.
—Creo que esto no debió llegar tan lejos, te pido disculpas. No puedo
aprovecharme de ti.
Luego dio media vuelta dispuesto a irse por donde había llegado; no obstante, yo
tomándolo de la mano lo detuve y lo hice mirarme nuevamente a los ojos. Ya habría
tiempo para arrepentimiento después, sin embargo, este no lo era.
Eso hizo que mi pecho vibrara, nunca antes había estado tan desnuda delante de un
hombre, ni siquiera en la playa. Mi mamá había sido tan estricta conmigo y mi carácter era
tan débil, que me daba pena el solo imaginarme a otras personas viéndome medio
desnuda.
Osadamente Christopher me vio y con una pícara sonrisa en los labios los acarició
con sus elegantes manos. Yo chillé, era tan precioso lo que estaba sintiendo que rogué al
cielo para que nunca se terminara.
Me besó el otro seno dejando bien mojado al que había abandonado y yo sufrí de
saber que lamentablemente yo era la única que estaba desnuda de la cintura para arriba.
¿Por qué no había podido abrirle esos estúpidos botones de la camisa? Quizás, haciendo
mi mayor esfuerzo, yo también lo habría hecho sentir tan bien como él me hacía sentir en
ese instante.
—Estoy pensando…—nuevamente me rozó los labios con los suyos en clara señal
de provocación—Estoy pensando en que estás hecho un asco con esa ropa, todo mojado y
maltratado por la lluvia.
Christopher me miró con los ojos llenos de oscuridad y por un momento pensé que
había metido la pata al decirle tal barbaridad; no obstante, una nueva sonrisa se dibujó en
sus labios y supe inmediatamente que me estaba leyendo los pensamientos que mis ojos le
revelaban.
Al verlo así me quedé sin habla, nunca antes de haberme casado había estado tan
cerca de un hombre casi desnudo, a excepción del bóxer que nos separaba. Él era todo lo
que cualquier mujer podría desear para tener su primera vez. Era un Dios escapado del
cielo. Era un demonio huyendo del infierno.
—Sí, soy tu mujer—abrí los ojos y le gemí llena de lujuria, eso pareció alegrarlo
porque me pellizcó el seno que no estaba besando.
— ¿Se puede saber qué carajo haces aquí? —Le dijo Christopher— ¿Nadie te ha
enseñado a llamar antes de entrar a un lugar?
Los miré y sentí rabia de ver que esa entrometida estuviera viéndonos en esa
circunstancia. Seguramente se burlaría después de habernos interrumpido y junto a mi
hermana brindarían por lo que ellas considerarían un triunfo a su favor. Es que hasta el
estar allí era algo positivo para esa bruja.
Yo cansada de oír tantas boberías y ya con los pies puestos sobre la tierra, decidí
que lo mejor que podía hacer era marcharme de ese lugar. Lo más adecuado es que huyera
lo más pronto de allí y que ellos siguieran discutiendo sí así lo querían.
—Tu amiga del alma, tiene toda la razón Christopher—con cierta dificultad me zafé
de él—Además, ni que fuéramos a llegar a algo. ¡Hazle caso a ella que tiene toda la razón y
déjame en paz!
Y conteniendo las lágrimas salí huyendo de él mientras escuchaba sus gritos que me
llamaban para que regresara al invernadero. Corrí de prisa soportando el palo de agua y
sin mucha fuerza para contener mi cuerpo de pie, me resbalé y fui a parar al suelo para
llenarme de lodo todo el vestido, las piernas y las manos.
—Sí…lo que pasó fue que…—no sabía qué decirle, las manos me temblaban y
pensar en que estaba horrible e impresentable me hacía sentir más que asqueada.
— ¡Por favor, primer ministro, lléveme al palacio! —le supliqué al recién llegado—
No quiero seguir mojándome y necesito secarme.
— ¡Está bien! ¡Está bien!—me dijo—No tiene por qué gritarme ¡Sígame!
Sólo había pasado media hora cuando llegamos al palacio, la reina madre, mi
mamá, mi hermana e incluso los empleados del palacio se sorprendieron de vernos llegar
así de empapados. Pero, yo no les di ninguna explicación, me retiré a la habitación
perturbada y preferí que fuera otro el que saliera con las escusas por semejante acto de
ridiculez.
Ahora cómo iba a ser capaz de ver a Christopher nuevamente a la cara o a hablarle
sin recordar lo que había sucedido en el invernadero. Además, cómo iba a poder dormir
en la misma cama de Christopher esa noche, si en las noches anteriores me había costado,
ahora sería mi fin. ¿Qué iba a hacer de ahora en adelante para mantenerlo a raya de mí?
Todas esas dudas nublaban mi mente cuando sentí que alguien estaba intentando
abrir la puerta del dormitorio, sí seguro que era Christopher que venía a reclamar lo que
ya consideraba suyo, sí seguro que venía a exigirme que me acostara con él; pues si era así,
no se lo iba a permitir.
Salí corriendo hacia el cuarto de mi guardarropa y estuve por primera vez contenta
de que la habitación real fuera tan grande y que tuviera tantas habitaciones como una casa
multifamiliar. Le pasé el seguro a la puerta y me puse a pensar que de allí el muy idiota no
me podría sacar nunca y sí tendría que dormir esa y todas las noches en ese lugar, estaba
dispuesta a aceptar el reto.
¿Quién iba a pensar que me comería mis propias palabras? Después de quitarme la
ropa mojada, agarré un vestuario cómodo y de algodón y luego me senté en una silla
plegable; sólo para quedarme dormida. Cuando me desperté, ya era un nuevo día.
Me levanté esa mañana toda adolorida por lo mal que había dormido. Sin embargo,
no desfallecí; tendría que olvidar lo pasado en el invernadero y la mejor forma era obviar
la presencia de Christopher en todo momento y en cualquier lugar. Debía hacer como si
para mí, él no existiera.
Aunque, eso no me fue muy imposible de cumplir, pues esa mañana en el comedor,
el desayuno fue más incomodo que de costumbre. Christopher no se preocupó en
disimular el disgusto que tenía hacía mí. Malhumorado y con cara de un cañón a punto de
estallar no me dirigió ninguna palabra. Sí, estaba furioso porque directamente yo lo había
despreciado, pero ¿Qué más podía hacer yo si aún no estaba preparada para entregarme a
él? Ese bribón tendría que comprenderme tarde o temprano.
Por su parte, Ximena estuvo durante toda la comida coqueteando con Christopher
de una manera bastante cínica y descarada y él parecía contento de las atenciones que ella
le estaba dando. Anastasia por el mismo sendero, le sonreía coquetamente y le tocaba la
entrepierna por debajo de la mesa.
Y eso me disgustó mucho, ¿Qué se creían esas dos para seducir a un hombre
casado? ¿Eran de verdad tan perras? Contrariada, hice el esfuerzo de levantarme de la
mesa para marcharme; sin embargo, mi príncipe no me lo permitió, tomándome
disimuladamente la mano con la suya, me hizo señas para que me quedara aunque fuera
por respeto a la reina madre.
Por lo que comencé a sudar frío, patentemente que era uno de los peores desayunos
de mi vida; así que me relajé cuando por fin culminó y me enrumbé a la universidad. Allí
las clases fueron bastante aburridas y sin querer no podía sacarme de la cabeza las escenas
íntimas con Christopher en el invernadero. De verdad, que el muy canalla me había
tocado profundamente.
Luego de caminar por unos minutos, me detuve frente a un salón que decía en la
puerta con letras doradas “REALEZA” y sospeché que ese era el de Christopher.
Pausadamente abrí la puerta que “Gracias a Dios” no tenía seguro y con lo que me
encontré no me gusto ni un poquito, era una barbaridad demasiada desvergonzada y
cínica.
Christopher estaba sentado en un sofá que por su belleza y material con el que
estaba hecho debía ser súper costoso. Detrás de él, parada pero dándole un masaje al muy
estúpido, estaba Anastasia. Sí, la muy malvada que solo unas horas antes lo estaba
masturbando por debajo de la mesa con su pie.
Ambos me vieron y no me dijeron nada y eso me hizo apretar los dedos para
contener la rabia. Así que eso era lo que pasaba y ahora sí que mi esposo no lo podía
negar; esos dos era amantes y de allí que Christopher siempre la tuviera cerca. Los miré y
decidí que en ningún momento me iban a ver derrotada. No les iba a aceptar que estaba
celosa de verlos tan cercanos uno del otro.
— Ashley, ¿Qué haces aquí?—la voz chillona de Anastasia era molesta y bastante
burlesca— ¡Nos asustaste!
—Yo…—no sabía qué Diablos le podía decir, ni que excusa podía poner, sabía que
si hablaba con ellos, a él le daría una bofetada y a ella la despelucaría—Yo…
— ¿Ashley, estás bien?— Christopher presuroso se levantó del sofá— ¡Te veo
pálida! ¿Te sientes mal?
— ¿Quién…yo?—le pregunté tratando de reírme aunque fuera fingidamente, no les
iba a dar el gusto de verme sufrir de desamor—No me siento mal, es solo que…
—Voy a dar un paseo con una amiga hoy y no quiero que te preocupes por mí o me
mandes guardaespaldas.
—Sí, claro que sí—le mentí—Yo solo quería decirte que ya terminé las clases de hoy
pero que me voy a quedar por unas horas más porque voy a la biblioteca de la universidad
a llevar a cabo una investigación.
Más, estaba muy triste y cuando caminaba por el pasillo de los salones privados, no
podía dejar de pensar en que ahora me iba a castigar a mi misma a pasar horas en la
biblioteca sin tener realmente nada que hacer. Pero, bueno, eso tampoco me eliminaba del
pensamiento el recuerdo de ver a Anastasia haciéndole un masaje a Christopher. ¡Quería
matar a esos dos tortolos por infieles!
Sí, lo más seguro era que si yo no fuera llegado en ese momento, esos dos habían
terminado haciendo el amor y burlándose de mí, yo podía jurarlo por mi misma que
ambos estaban celebrando que su banco de bebés había estado a punto de caer en la
seducción de Christopher. ¡Vaya! Esa situación era desesperante, Christopher era mi
esposo y sin embargo, era el chico fascinante para Ximena y Anastasia.
— ¡Hola!—lo saludé.
— ¡Pero, si somos amigos!—se echó a reír y esa actitud me pareció de lo más tonta
porque ¿Cuál era el chiste? A mí no me causaba risa— ¡Anda, acompáñame! Es que el
profesor de psicología me mandó de tarea ver una película llamada “Disfrutar el Día” para
hacerle un análisis y da la casualidad que horita está en cartelera en el cine de la
universidad.
—Pero, es que… Emmanuelle…—no sabía cómo carajo decirle que no podía ir, me
daba tanta lastima el saber que me estaba pidiendo ese favor y que yo no se lo podía hacer.
Ese sujeto sí que sabía jugar conmigo, sabía cómo manipularme y el dar lastima era una de
sus mejores estrategias.
— ¡Anda chica, acompáñame! —Su voz sonaba tan esperanzada que por un
segundo sentí que me iba a derretir de la pena—Te aseguro que sólo es por una tarea de la
universidad, y si es por el esposo ese tuyo, no le hagas caso, él debe estar disfrutando de
sus cosas de niño rico y educado.
Y en eso, Emmanuelle tenía razón. Las estaba disfrutando tanto que se daba el
gusto de tener una amante; así que ¿Por qué no? ¿Por qué no ir con Emmanuelle y verle la
cara de idiota a Christopher? ¿Por qué no pagarle con la misma moneda a ese canalla?
¿Por qué no salir con mi ex para que mi esposo se molestara?
— ¡Está bien!—le expresé sin más totalmente decidida a usarlo para cobrar mi
desagravio contra el malvado de mi esposo.
— ¡Qué bien!—se puso muy contento— ¡Te espero en la entrada del cine dentro de
unos diez minutos! ¿Te parece bien?
A los veinte minutos y no diez como Emmanuelle esperaba, llegué al cine. Lo cierto
era que tardé algo más de la cuenta porque por minutos me arrepentí de asistir al cine con
Emmanuelle ¿Y si después todos creían que yo estaba teniendo una cita con él? ¿Y si
Christopher me descubría antes de lo que debería ser y me terminaba cortando la cabeza?
Eran demasiadas las dudas y aunque quisiera obviarlas me estaban apuñalando a cada
rato un poco más.
—Me encanta que estés aquí—sonrió—sé que te gusta mucho el cine y por eso para
ver esta película pensé fue en ti.
— ¡Gracias!—no era nada fácil para mí estar en una situación tan enredosa ¿Era esto
una cita o una tarea de la universidad? Francamente parecía más una cita.
— ¿Qué falta para que todo sea tan perfecto?—A pesar de la oscuridad pude
distinguir la voz de Christopher hecho una furia— ¿El beso de amor al final? —nos
preguntó y cruzándose de brazos tenía los ojos como candela en el infierno.
Me llevó a la fuerza lejos del cine y no le importó lo que pudieran pensar las
personas que pasaban por al lado de nosotros. Yo le suplicaba que me soltara y que me
dejara ir, más actuaba como si no quisiera escucharme ni entenderme. Me encaminó hacia
un pequeño pasillo solitario en donde luego de pegarme a la pared, sin mediar palabras
me besó a la fuerza.
— ¿Qué?—me preguntó— ¿Ahora eres una santa?—yo lo miré con dolor y sabía
que esta discusión no iba a terminar nada bien— ¡Hazle esa actuación a otra persona que
no sea yo!
— ¡No digas boberías!—decidí mirarlo directamente a los ojos para mostrarle que él
no me causaba ningún efecto ni ningún miedo.
— ¿Boberías?—se rió con cinismo— ¡No eres una buena mujer, Ashley!—me
espetó—¿O dime qué clase de mujer es una chica que un día ha estado a punto de
acostarse con su esposo y al día siguiente va a una cita amorosa al cine con su ex?
Furiosa lo cacheteé y sin esperar a que me dijera miles de cosas por haberlo
golpeado nuevamente, irguiendo mis hombros salí corriendo lejos de él. No quería pasar
un segundo más con él y ahora más que nunca deseaba el divorcio. Iba llorando mientras
corría y con cada paso que daba sentía la respiración entrecortada, añoré el no poder
regresarme y decirle a la cara que lo odiaba. Christopher era malvado y se merecía que un
puente le cayera encima con todo y los autos.
Mi príncipe me hizo señales con la mirada para que dijera que sí y no me quedó
otra opción que afirmar que él sí me había dicho que íbamos de paseo.
Ya era casi mediodía cuando salimos del palacio rumbo a la hacienda ganadera
“Crónicas”. Christopher manejó tranquilo todo el trayecto y mi hermana y la otra estúpida
iban detrás en su auto, siguiéndonos de muy cerca. Lo que puedo decir es que el recorrido
fue bastante largo y no sé cuándo ni cómo me quedé dormida.
En mis sueños veía a Christopher acostado en la playa al lado mío. Cargaba unos
bermudas que lo hacían ver bastante sexy y yo estaba tomando el sol protegiéndome con
unos modernos lentes de diseñador. El muy seductor no podía parar de acariciarme y eso
a mí me encantaba. Aún con la excitación y la vergüenza que poseía no podía dejar de
mirarlo.
Ximena y Anastasia no podían disimular que el lugar les parecía de los más
horrendos que habían visitado, sobre todo si nos poníamos a reflexionar que a ellas les
encantaba la ciudad con todo su humo y su ruido.
En esa hacienda había muchos terratenientes que al vernos llegar nos saludaron
emocionados; pero que supieron guardar las distancias para no incomodar a mi príncipe.
También había una tremenda casa que me dejó con la boca abierta de ver lo hermosa que
era, de allí salieron una pareja de ancianos mostrando una enorme sonrisa. El hombre
debía ser el hacendado pues tenía un aspecto bastante rural y todos los empleados al verlo
le decían:
La pareja se nos acercó a los cuatro muy contentos de vernos allí. Gustosos nos
saludaron con beso en el cachete y solo pasaron pocos minutos cuando descubrí que esos
ancianos eran amigos de toda la vida de mi esposo y que se llamaban Luisa y Miguel.
¡Vaya, era raro notar a Christopher tan abierto con la gente que lo rodeaba, se veía relajado
y contento de poder volver a ver a sus amigos!
Cuando pasaron unos pocos minutos Christopher salió del baño vestido muy
diferente a como había llegado. Se veía estupendo e informal y yo ensimismada no podía
dejar de mirarlo.
Me dirigí al baño y allí después de darme un baño ligero, me coloqué una ropa más
adaptable al lugar. Me puse unas botas estupendas y unos jeans de color azul con una
camisa de cuadros. Ahora sí que estaba lista para disfrutar del paseo a la hacienda.
Desde la ventana, yo podía mirar los establos llenos de comidas para los caballos y
a unos cuantos niños dando carreras por todo el patio de la hacienda, en lo que parecía un
muy divertido juego infantil. Igualmente, había una preciosa casa de madera construida
en las ramas de un árbol de mango. ¡Vaya, quien haya construido una casa como esa,
debía ser un experto en construcción!
—Esa es mi casa del árbol de cuando era un niño—me dijo Christopher,
colocándose detrás de mí y adivinando mis pensamientos. Yo sorprendida porque no
había escuchado sus pasos andar hacia mí, tragué de los nervios.
— ¿Qué…qué dijiste?—Tenía qué aceptar que me era imposible el creer que ese
canalla pudiera tener una casa del árbol; no se veía una persona tan abierta e infantil como
para eso.
—Dije que esa que está allá…—se paró a mi lado derecho y visualizó por la
ventana sin mirarme— es mi casa del árbol de cuando era un niño.
— ¡No lo puedo creer! —le expuse con voz ronca— ¿Lo dices en serio?
¿Realmente tienes una casa del árbol?
— ¿Te caen muy bien todos ello, verdad?—me mostré muy comprensiva,
tolerante y amistosa; además, ahora que estábamos a solas lo mejor era hablar de todo
menos de nuestro matrimonio fracasado—Estoy muy intrigada de ver que tales cosas
pueden ser así.
— ¡Eso espero!—fue lo único que pude decir; en tanto veía como me llevaba
afuera.
En ese lugar estaba un sujeto llamado Ian que era el entrenador de caballos. Él se
encargaba de cuidar a los caballos, de asearlos, de ejercitarlos, ensillarlos y de enseñar a
montar a la gente para convertirlos en buenos jinetes.
Tengo que admitir, que yo en mi vida nunca había montado, es más estaba
asustada de hacerlo en ese día; pero el ver a mi hermana y a Anastasia hacerlo también,
me tenía decidida a montar a caballo. Si me caía de la yegua, esperaba que no me doliera
tanto.
— ¡No digas esas boberías! — Christopher me miró con ojos tiernos y eso me hizo
ponerme mucho más nerviosa. ¿Me estaba seduciendo de nuevo?
— ¡Yo no sé montar a caballo! —opiné y casi a punto de llorar quería que esa
montada a caballo se acabara rápido. Los caballos eran hermosos, pero difíciles de
dominar.
Tratando de hacer lo que Christopher hacía, tomé las riendas del animal y dejé
que el señor Ian me explicara ciertos detalles importantes para que la yegua confiara en mí
y me dejara montarla tranquilamente; lamentablemente cometí un error gravísimo cuando
le clavé la punta del pie a la yegua en el flanco y el animal asustado y relinchando me
arrojó al suelo.
— ¡Santo cielo!— grité asustada al pegar el pompis del suelo, la yegua se alejó de
mí corriendo y Christopher bajándose corriendo de su caballo corrió hacia mí.
—Porque tú no sabes decir mentiras—me agarró del hombro y me hizo señas para
que me sostuviera con él—Puedes decirme miles de mentiras y tratar de engañarme con
palabras, pero al mirarme directamente a los ojos, tu mirada me revela la verdad.
— ¿Qué quieres decir con eso de que no te estoy diciendo mentiras? ¡Eso es
ridículo!—quise caminar hacia la casa sola, obviando la presencia de los curiosos
presentes.
— ¡Ya, no digas más nada!—subió corriendo las escaleras y se dirigió hacia nuestro
dormitorio— ¡El médico va a venir y te va a examinar y si debemos suspender este paseo
para que guardes reposo, créeme que lo haremos!
Yo; por mi parte me senté cerca de una ventana para poder ver desde allí lo que
sucedía desde afuera; es más, en un momento, en un vidrio de la ventana hice un corazón
sin ponerme a pensar en el motivo ni en la necesidad que sentía de hacerlo. Dentro del
corazón escribí las iniciales del nombre de Christopher y las del mío. Se veía tan precioso
mi obra de arte que me alegré de estar enamorada, al fin. No obstante, cuando me di
cuenta de que alguien en la hacienda lo podía ver lo que había hecho borré desesperada
con la mano el dibujo.
Al llegar la noche, Christopher cumplió su promesa de hacer una fogata afuera de
la casa y de preparar las tiendas de campañas para dormir. Muy a pesar de que, por ratos
dudó de llevar a cabo esas actividades, según él por mi pie; al final logré convencerlo de
que esa era una buena idea.
Ximena y Anastasia prepararon dos tiendas de campaña, una para cada una y
Christopher preparó una, según él para que ambos durmiéramos juntos. Esa noche, las
estrellas se veían hermosas y el clima estaba bastante cálido, yo no podía creer que estaba
llevando a cabo una actividad tan grandiosa junto a mi esposo. Estábamos compartiendo
cosas juntas y eso me alegraba el alma.
—Sabía que te iba a gustar—expresó con una leve sonrisa en sus labios—Aunque
sinceramente, sigo con la idea de que lo mejor para ti era quedarte guardando reposo en la
cama. Estar aquí no es positivo para ti después de la caída del caballo.
—No es malo ver de vez en cuando las estrellas; —me abracé las rodillas intentando
disimular el frío que sentía, el clima era cálido más no caluroso—además, estar al aire le
hace más bien a mi pierna para que se cure, que estar encerrada.
— ¡Sí, tienes razón! —miró ligeramente el cielo oscuro adornado con varias estrella;
para una persona como él que siempre venía a esa hacienda, el ver sólo algunas estrellas le
parecía demasiado poco—Aunque hayan pocas estrellas, si vinieras al campo más seguido
conmigo verías más.
—La verdad es que son pocas las personas que saben que me gusta venir aquí. —
Lanzó una pequeña piedra en la fogata—Cuando vengo aquí lo hago sin darle
explicaciones a nadie, ni a mi madre; sin embargo, debo admitir que los momentos que
paso aquí son más de mi agrado que los que puedo pasar en una fiesta de alta sociedad.
Desde donde estaba sentada detallé más a mis rivales, Anastasia se había vestido
con un vestido corto súper inapropiado para la ocasión. Claramente estaba intentando
seducir a mi esposo. Ximena se había colocado un pantalón sexy con un top que dejaba
poco a la imaginación. Visiblemente quería llamar la atención de mi príncipe.
Yo decidí que iba a hacer como si no notara la incitación de esas dos mujeres. Si
Christopher estaba hablando conmigo en ese momento, quería decir que hasta ese instante
no había caído es las redes de ese par. ¿Por qué tenían que ser tan malvadas? Eran infames
por separado y juntas eran viles.
—En el plano de la realidad, me conoces muy poco. —fui lo único que fui capaz de
decirle con una voz que sonaba demasiada ronca y nerviosa para mi gusto—No obstante,
ese tipo de secretos no se las digo a nadie. ¡Me da miedo de lo que la gente pueda pensar
de mí!
— ¡Unos cuantos!—me limité a decirle para que no se sintiera ni tan mal, ni tan
bien.
—Esas cosas que a nadie le cuentas, yo quiero ser el primero a quien se las digas—
dirigió su mirada hacia donde Anastasia estaba sentada y le hizo señas para que revisara
la carne que se estaba cocinando—No quiero que la gente piense que no hago el esfuerzo
de conocerte. Tampoco que la prensa vaya a desgraciarte la vida con una cosa que pueda
perjudicarte.
—Yo no tengo nada grave que ocultar—mientras hablaba decidí distraerme viendo
a Anastasia revisando la carne y luego a Ximena intentando colocarse repelente para los
sancudos—No debes sentir miedo de que la prensa me vaya a descubrir algo demasiado
embarazoso, creo que el publicar las fotos de mí desnuda fue lo peor—le dije a mi príncipe
y luego recapacité que algo bueno podía sacar de que esas dos estuvieran allí; así
Christopher se tendrían que limitar a hablar conmigo y no podría ponerme una mano
encima para seducirme.
—Mis secretos son tonterías del tipo de chica que soy—oh se sentía también que
mis supuestos secretos a Christopher lo afectaran—No soy la mujer maravilla.
—Para mí si lo eres—sus palabras sonaban tan sinceras que deseé poder decirle la
verdad, quise explicarle que lo que yo le ocultaba nunca se podría considerar secretos
porque eran niñerías superficiales y que mi único secreto importante era el de que lo
amaba— ¡Yo no te cambiaría por nada ni por nadie!—susurró estirando su cuello.
— ¿Y qué tienen esos actores que no tenga yo?—ambos vimos cuando Anastasia se
sentó, la pobre había dicho unas palabras cuando había estado revisando la carne; sin
embargo, nosotros habíamos estado tan inmersos en la conversación que la habíamos
ignorado. En cambio, mi hermana Ximena ahora estaba revisando su teléfono.
—Tú eres guapo, no lo voy a negar…—sentía arder mis mejillas a medida que
hablaba, ¡Tonta! Yo le estaba diciendo cosas muy embarazosas y si seguía así él
prontamente me haría confesarle mi amor—pero eres demasiado impertinente—le
reviré— Eres amargado con todo el mundo. Eres tan obstinado como piña amarga y
siempre tienes un carácter fuerte. La mayoría de la gente que trabaja para ti te tiene miedo.
—Claro que sí…—no hizo ningún esfuerzo de arrimarse hacia mí—cuando creo que
he ganado unos puntos contigo me sales con una de las tuyas—me expresó y ambos vimos
cuando Anastasia sacó un CD de su cartera y se dispuso a ponerlo en un reproductor que
cargaba—Me gustaría tener una conversación sana contigo, sin peleas ni reciñas—me
confesó Christopher bien meloso.
—No es una competencia, pero me parece divertido—se peinó los cabellos con la
mano derecha haciendo caso omiso de mi rabia hacia él.
—No, pero…—esa buscona tenía tantos talentos y hasta para bailar tenía sus dotes.
Movía sus curvas seductoramente y al parecer sabía cómo volver loco a un hombre. A lo
mejor, también sabía cómo moverse en la cama al tener sexo. Yo bastante obstinada me
zafé de del agarre de mi príncipe.
—Entonces, mejor dejémoslo así—él se puso de pie claramente furioso por mi mal
comportamiento y se dirigió hacia donde estaba el reproductor de Anastasia y sin más lo
apagó de sopetón.
— ¡Ay! ¡Qué tonta soy!—Ximena abrazó a Christopher por los hombros y Anastasia
sólo los miró— ¿Mejor, por qué no contamos historias de terror?
Siempre ellas, siempre ellas; era como si ambas se hubiesen confabulado para
mortificarme la existencia todos los días y además, Christopher no las detenía en seco; sí
algunas veces las regañaba, pero de ahí no pasaba. Anastasia seguía encima de él
asegurando que ella era “el gran amor de su vida” y Ximena; a su vez me gritaba
continuamente que ella era la mujer perfecta para ser la esposa del príncipe heredero.
— ¡Nunca quise hacerte daño cuando me casé contigo!—sentí la voz de
Christopher acercándose a mí y acomodándose a un lado mío— Yo lo siento mucho por
todas las cosas que has tenido que pasar. No sabes lo que me gustaría que todo fuera
diferente, pero es que las cosas contigo nunca resultan como yo quiero.
— ¡Me…me gustas!—mis labios susurraron esas palabras casi de una forma que no
se pudieron entender y eso pareció alegrarlo porque profundizó su beso, en tanto, mi
cuerpo sentía que pronto tocaría el cielo.
Fue al día siguiente que me enteré que Anastasia y Ximena se habían asustado al
ver una serpiente cerca de su tienda de campaña, lo que trajo como consecuencia que por
las muy “cobardes” esas, se suspendiera el paseo y regresáramos al palacio antes de lo
previsto. Yo no lo podía creer, a mí me daban terror las serpientes más no le transformaba
las actividades previstas por otros para que me complacieran a mí.
Esa misma tarde, tuve una larga conversación con la reina madre sobre mi
matrimonio y la relación que llevaba con su hijo. No fue fácil tratar con una dama como
ella, más a pesar de todo me sentí más relajada hablando con ella que como normalmente
me sentía con mi mamá.
Al culminar, decidí buscar a Christopher para decirle que sí, que realmente sí me
gustaba y que quería llevar nuestra relación a un nivel más profundo; más eso no llegó a
ser; puesto que, sinceramente, nunca pensé encontrarme a un esposo bastante molesto e
incapaz de escucharme como el que tuve en ese momento.
Entré al gimnasio real para buscarlo y me quedé embobada de verlo darle golpes a
su saco de boxeo con tanta agilidad como lo hacía. Él se veía sexi, guapo y muy fuerte y
eso me encantaba y me dejaba suspirando por un buen rato, tristemente; mi príncipe como
que no se encontraba para nada feliz de encontrarme allí.
— ¿Puedo pasar?—le pregunté y él arrugó el gesto como queriendo decir “Ya estás
adentro, tonta”.
— ¿Hasta cuándo van a salir este tipo de noticias sobre tu ex y tú?—me recriminó
Christopher — ¡Quiero matar a ese tipejo!—me amenazó con acabar con Emmanuelle.
— ¡No te pongas furioso conmigo; por favor!—le supliqué con voz temblorosa,
sabiendo en el fondo de mi corazón que estando tan bravo como estaba, mi esposo era
capaz de hacer cualquier cosa, aunque fuera mala.
— ¿Por qué no puedes entender que para mí eres un toxico que me hace encandilar
la sangre?—me puso la mano en el hombro derecho y comenzó a ejecutar allí órbitas
ardientes como para tranquilizarme y hacerme entender que lo de matarlo era una simple
metáfora—No quiero que nadie te ame como yo—me anunció decidido— ¡Tú eres mía!
—Sí, eres idéntica a una droga—se acercó a mí y me dio un ligero beso en los labios,
y ya con eso, destrozó una a una las pocas defensas en contra de él que yo aún
conservaba—La verdad es que me tienes adicto a tus besos y en este momento quiero
arrojarme a tus brazos y robarte unos cuantos besos, pero más apasionado.
— ¡Oh, no! ¡Eso sí que no!— sonrojada y completamente asustada de saber a lo que
nos estaba llevando la conversación, quité mi hombro para evitar que me siguiera tocando,
primero debíamos hablar de lo de ser el banco de bebes para Anastasia y para él; además
de que necesitábamos aclararnos lo de los chismes que diariamente nos acusaban a ambos
de cosas horrendas; para así después, sí decirnos en la cara todo lo que sentíamos uno por
el otro.
— ¿Por qué eres tan mala?—chisteó divertido— ¿Vas a dejar a un adicto a ti sin su
estimulante principal?
— ¡Eso no es lo que estoy tratando de hacer!—le respondí— Pero y si así fuera ¿Qué
te parece?
— ¡Haz lo que quieras!—lo desafié volteándole los ojos. ¡Niño, inmaduro, príncipe
cavernícola!
—No me desafíes porque sabes que soy capaz de hacerlo en este mismo instante—
dejó a un lado el saco y se acercó a mí seductoramente.
— ¿No?—me preguntó irónico y me haló hacia él para que lo pudiera enfrentar cara
a cara.
—El día que admitas que me amas— se humedeció los labios y a la vez, yo también
lo hice. ¡Qué parecidos eran los enamorados! No, no, él no me amaba, yo sí a él.
—Eso no tiene ningún sentido y tampoco da pie para que me acoses siempre—
intenté reprimir un sollozo que le revelara que sí me estaba hincando de rodillas ante él.
Pero, no, no hasta que ambos habláramos sobre nuestras cosas a más profundidad.
—Según las leyes que protegen a la mujer sí—me costaba tanto buscar las palabras
adecuadas para decirle que me sentía incomoda de tenerlo tan cerca. Yo quería que él me
dijera que por lo menos gustaba de mí y que además me dijera que Anastasia ni Ximena
eran sus amantes; y aunque montones de veces me lo decía, las dudas en mi cabeza no
desaparecían. Sí, yo estaba celosa y en el fondo sabía que él me amaba ¿Por qué lo iba a
seguir negando? Pero, también necesitaba sentirme segura de esa relación para llevarla a
un nivel más íntimo.
—Yo no hago nada para que según tú me desees; — sonreí—en cambio, cuando tú
me miras así, mi cuerpo siente que lo desnudas.
— ¡Es que eso es lo que quiero!—se acercó más a mí y me apretó entre sus brazos—
¡Quiero desnudarte durante muchísimas horas y tenerte solo para mí!
— ¡No sé, para algún día!— ¿Qué le pasaba acaso quería que me desnudara ante él
y le suplicara que me hiciera el amor? ¡Era virgen, por Dios!
—Eso es lo que quiero—cerré mis ojos y dejé que me rozara con sus labios—y
aunque casarme contigo no era mi propósito en la vida porque cobardemente me obligaste
y me manipulaste para que aceptara ser tu esposa, yo quiero ser tu mujer. Sin embargo,
tengo que decirte que todo esto para mí es un enorme sacrificio y por eso, ahora vas a
tener que esperar para hacerme tu mujer.
— ¡Eres un estúpido mujeriego que cree que va a engañarme con todas las mujeres
del mundo y que después yo me voy a acostar con él!—manifesté poniéndome muy
furiosa. ¡Volvíamos al principio! ¡Volvíamos a las inseguridades y a los celos!
—Tú eres mi dueña y señora y me tienes aquí aguantando el deseo, solo porque
aunque lo niegues sigues pegadita del hombro de tu ex—me expresó Christopher
desconociendo al recién llegado.
— ¡Ah, qué pena!—ironizó el canalla ese— Pero al contrario que tú, sé cuál es mi
lugar ¡Y yo soy tu esposo y me debes respeto!—me gritó tomándome de los hombros para
que no me escapara.
— ¿Y qué vamos a hacer con eso?—lo desafié cruzándome de brazos ante él— ¡A mí
me da igual!
—Son una locura tus palabras—me reprochó echando candela por la boca—
primero me dices que te gusto y que me deseas; después no eres capaz de gritarme en la
cara que ya no amas a tu ex.
—Yo no quiero aguantar más tus malos ratos ni los buenos—lo reté— Soy una
mujer que perfectamente fue obligada a casarse contigo y sin embargo, sigo aquí a tu lado
porque…porque…porque me gustas.
— ¡Te apuesto a que sí!—me retó y nuevamente fue interrumpido en sus palabras.
—Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero no puedo dormir una noche más
sin tenerte entre mis brazos—me penetró con los ojos tentadores llenos de un perfecto
carisma.
—No puedes obligarme a estar contigo—le aseguré con una voz gutural—Eso no
tendría ningún sentido; además, Emmanuelle supo esperar por mí así que tú deberías
hacerlo también— ¿Y por qué había nombrado a Emmanuelle? ¿Acaso estaba
completamente loca?
— ¿Por qué siempre tienes que nombrar a tu ex?—pareció leer mis pensamientos—
¿No te basta con verme celoso?
—Yo…—no sabía qué decirle, es más sabía que aunque le diera la mejor explicación
él nunca me creería.
—Yo…—ahí tenía mi premio por bocona, Christopher estaba que ardía de odio por
mi ex.
— ¡Cállate!—su voz salió de su boca como si fuera un terremoto— ¡No quiero oírte!
¡Eres…una ingrata!—me tomó fuertemente de los hombros y me zarandeó duramente
para que; así yo pudiera sentir lo mal que él se sentía.
— ¡No quiero que me toques!—se soltó de mí y tomó distancia— ¡No quiero tus
lastimas, ni tus consuelos, ni tus confortes.
— ¡No lo grites!—me molestó mucho ver como mi esposo trataba mal a ese pobre
hombre que no tenía ni una milésima de culpa de la pelea que se estaba dando— ¡No te
permito que lo trates como un perro!—le dije desafiante.
— ¡Mis disculpas!—el empleado hizo una reverencia y bastante incomodo optó por
retirarse del gimnasio— ¡Permiso!
— ¡Sí, estoy celoso!— sacudió su cabeza— ¿Por qué tengo que negarlo? Eres mi
esposa y tengo todo el derecho de ponerme rabioso al verte cerca de él.
— ¡Vaya, pero que engreído eres!—lo miré con una expresión bastante prudente—
¿Qué quieres que te diga que lamento todo lo que ha pasado? ¡Está bien! ¡Lamento todo
esto! ¡Lo lamento muchísimo, pero no te pongas a reñir con los empleados! Ellos no tienen
la culpa
—Yo no la voy a dejar hasta que admitas que trataste mal al empleado y que él no
se merece eso—me le paré al frente y le exigí disgustada—Así como tú me reclamas que
no vea más a Emmanuelle, yo te reclamo que no trates mal a los empleados.
— ¡Mujer…pero que insistente eres!—se levantó de golpe y gruñó— ¡Dejemos esto
hasta aquí!
—Pues no, no lo voy a dejar—me crucé de brazos y lo desafié con la mirada a que
intentara detenerme—así que ¡Admite que actuaste mal; por favor!—le pedí y él parecía
no querer hacerme caso— ¡Admítelo y así podremos pasar a discutir otras cosas!
— Dime que prometes no tratar mal nunca más a un empleado—le solicité con
audacia, notando las ganas que tenía Christopher de no admitir ni prometer nada.
— ¡Está bien! ¡Lo prometo!—me obligó a mirarlo con voz suplicante— ¡Pero, por
favor, no ames a Emmanuelle! ¡Yo…yo te amo!—me confesó y al oírlo decir algo como ello
mis piernas temblaron de la emoción— Ya lo dije y no sabes lo difícil que es para mí decir
esas palabras, que para ti no importan nada—me reclamó con los ojos aguados — ¡Te
amo!
— ¿Me amas?—le pregunté y sabía que tenía dos opciones, creerle que me amaba o
seguir creyendo las mentiras de Anastasia de que yo era su Banco de Bebés.
— ¡Por Dios, olvida un momento que estamos casados por conveniencia!—me soltó
y furioso le dio una patada a uno de las vitrinas del gimnasio— Yo no quiero tu amor si te
lo tengo que pedir como mendigo—me aseguró molestísimo— ¡Te amo! ¡Ya no soporto
sentir este nocivo amor que me está matando de a poquito! Pero, te digo algo amorcito;
hasta el conformismo de solo ver una persona y no poderla tener, tiene su límite y el
mismo acaba de llegar a su punto máximo.
— ¿Qué…?— ¡Oh, rayos él se traía algo entre manos! Y por eso, si me quedaba más
allí iba a tener que rendirme y perder la batalla contra mi esposo— ¡No digas idioteces;
por favor! Además, para que te enteres, ya estoy agotada de hablar contigo y por eso, en
este momento, si me disculpas tengo cosas que atender—quise pasar por su lado para
escaparme, más él me detuvo.
—Tú…— ¿Y ahora qué le podía decir? ¿Qué carajo podía decirle si me estaba
volviendo loca de deseo? ¿Qué mentira le podía decir para que me dejara quieta si su
cuerpo cálido me estaba llevando al precipicio entre el bien y el mal? Sus caricias eran
tenebrosas, insaciables y pasionales; sin embargo, no me molestaban y mi cuerpo se
relajaba cada vez más ante el suyo—Tú…Tú…me haces daño…—le susurré.
— ¡No digas nada!— me atestó, en tanto, su deseo estaba haciendo que perdiera el
control; yo por mi parte, me estaba quedando sin aliento. Mi boca reaccionaba con
dificultad y claramente respondía a sus besos con pasión. Era imposible resistirme a su
deseo, pues podía sentir los latidos de su corazón sincronizados con los míos. Además, mi
cuerpo respondía con lujuria y no sabía qué diablos estaba haciendo pero no podía dejar
de amarlo ¿O sí?
—Sí, fue tu primer novio, pero no tú primer amor—arqueó una ceja— En fin, ya te
dije que te quiero y el seguir conmigo es tu decisión; no voy a obligarte más a seguir con
este matrimonio ilógico—buscó camino hacia la puerta de salida muy dispuesto a
marcharse— Tú…—me miró por última vez como si se estuviera despidiendo para
siempre—tú te metiste muy dentro de mí y ya no puedo creer que te pueda sacar, pero lo
de que tú y yo sigamos juntos solo el tiempo lo dirá. Ambiciono estar contigo, pero si tú no
quieres no voy a insistir más.
Sí, me había negado a entregarme a él pero era solo por miedo y aunque lo deseaba,
los celos y las desconfianzas me llenaban la cabeza de tormentos que no deberían ser así.
Cuando estuviera en mis manos me entregaría a Christopher era una decisión que aún
siendo precipitada, la estaba tomando en ese momento a favor de los dos.
Al día siguiente, tuve que maquillar mis ojeras producto de no haber pegado un ojo
en toda la noche y buscar una ropa bien tapada que cubriera los chupones que
Christopher me había realizado en varias partes del cuerpo cuando estábamos en el
gimnasio. Me vestí bastante soñolienta porque sinceramente no había dormido mucho
pensando en lo cerca que estaba mi esposo de mi cuerpo, pero en lo lejos que lo sentía en
mi corazón.
Yo era una mujer y las mujeres somos seductoras por naturaleza, sabemos cómo
atraer a los hombres y si queríamos lograr algo, sencillamente luchábamos por ello y eso
era lo que yo iba a hacer esa noche; iba a seducir a mi esposo hasta hacerlo repetir esa frase
tan bella que me dijo de que me amaba. Ambos nos amábamos; así que ¿Cuál era el
problema? La voz de una persona a mi espalda, me dio la respuesta.
—Tú y él…— sentí llegar a Emmanuelle de pronto por detrás de mí; yo lo miré y
respiré profundo de melancolía. En cambio, él me miró con cara de angustia y sufrimiento,
cosa que me daba mucha lástima—Tú y él deberían divorciarse de una buena vez y para
siempre—me propuso colocándose a mi lado.
—Eso es algo que no va a pasar—me rasqué la cabeza pensando en el embrollo en
que estaba metida; sí Emmanuelle se estaba refiriendo a Christopher y al pensar en ello,
los ojos se me nublaron imaginándome la angustia que Emmanuelle sentía al no poder
tenerme para él y el dolor que mi esposo debía sentir cada vez que yo lo rechazaba
cruelmente.
— ¿Por qué no?—mi ex me gritó hiriente y algunos chicos que pasaban por ahí
cerca voltearon a vernos nada más que por curiosidad, Emmanuelle; por su parte,
carraspeó un poco y bajó la voz para que nadie nos oyera— ¿Qué te detiene? Él jamás te va
a querer como yo.
—Tú y yo jamás podremos ser otra cosa más que amigos. Lo siento, no puedo estar
contigo como lo deseas—caminé angustiada hacia la ventana para alejarme un poco de él,
desde allí podía mirar a los chicos deportistas y esbeltos del equipo de futbol y eso me
hacía sentir más relajada. ¿Qué le costaba a Emmanuelle dejarme hacer mi vida de casada?
Yo no lo amaba a él ¿Cuándo lo iba a entender?
— ¿Qué te pasa?—me tomó muy fuerte del brazo—No puedo creer que te dejes
hacer esto.
— ¡Él es tan egoísta!—su voz sonó muy perturbada, pero la bajó al darse cuenta del
error que iba a cometer si seguía haciendo de nuestra discusión un evento público para los
chismosos de la universidad, sí esa sería la noticia del día que saldría publicada en
internet—Yo…yo te amo—se le aguaron los ojos—Yo te amo tanto que me duele saber que
ese necio te besa cuando quiere, te acaricia si le da la gana, te toca como si fueras de su
propiedad.
—Ya te dije que no ha pasado nada entre nosotros después del accidente—lo miré
un poco a los ojos y luego aparté la mirada—Eres el chico con el que comparto casi todo, si
fuera pasado algo te lo fuera dicho— ¡Error! Jamás le iba a contar todo lo que pasaba entre
Christopher y yo ¡Eso nunca!
— ¡Ah!—por unos segundos que parecieron eternos nos quedamos callados—
¡Siento haberte gritado!—por fin, se rompió el silencio entre los dos— ¡No volverá a pasar!
— ¡Eso espero!—no quise voltear a verlo otra vez en ese instante, necesitaba tiempo
para pensar en tantas cosas.
—Christopher—lo llamé con una voz muy menuda y temblorosa— ¿Puedo hablar
contigo?—le pregunté.
— ¡Estoy ocupado!—gruñó y me hizo señas de que me tenía que esperar hasta que
terminara su llamada; realmente se comportó tan obtuso que ni por lo menos se volteó a
verme.
Eso me hizo sentir como un trapo viejo escondido en el armario. Sí de esos que las
personas, ya no usan pero que sienten pena de echar a la basura o en cualquier caso
regalar. No quería sentirme así; sin embargo, eso era lo que me estaba buscando por haber
sido tan orgullosa, Christopher me había adulado muchísimo, me había perseguido y
había aceptado de mí demasiadas humillaciones, por lo que, tenía razón si ya no me
quería.
—Esto… ¿Christopher? —Me sentí dolida ¿Cómo él no podía saber a que me refería
yo con todo eso?— Mírame y dime si no sabes lo que es esto—lo desafié y el corazón lo
tenía como una bola de nieve sangrante—Yo…
— ¿Me estás tomando el pelo?—me vio con un brillo especial en los ojos tal y como
si yo no estuviera en mi sano juicio.
—No sé qué decir—a veces odiaba su forma de ser tan cabezota y brusca, o sea me
tenía desnuda ante él y aún decía que no sabía qué decir—si supiera de lo que se trata… —
guardó su teléfono en el bolsillo de su pantalón—pero tú no me hablas claro.
— ¿Qué ocurre? ¿Qué te pasa?—lo golpeé como una niña en el pecho, lo que a su
vez me hizo sentir cosquillas por todo el cuerpo; ya que, lo estaba magullando a golpes
pero permitiendo un contacto más profundo de piel contra piel—No puede ser que me
tengas frente de ti totalmente desnuda y digas que no sabes de lo que se trata.
—Si lo digo es porque es la verdad—le grité y me agaché para tomar la bata del
suelo—Acepta que te gustan la buena de Anastasia y la sexy de mi hermana—me puse la
bata ya cansada de esa discusión absurda y dispuesta a marcharme al baño para alejarme
de él. Bueno, había perdido así que era hora de rendirme— ¡Qué sean felices!—intenté
huir hacia la ducha; sin embargo, Christopher me alcanzó en veloz carrera y me tomó del
brazo— ¡Déjame por lo menos conservar la dignidad!—le rogué—más él me apretó más
hacia su cuerpo.
— ¡No te vayas!—me hizo voltear a verlo—Tú sabes que yo nunca podré amar a
Anastasia ni a Ximena como te amo a ti—luego intentó limpiarme la cara con sus esbeltas
manos para hacer con ello que desaparecieran las lagrimas—y si no me crees mira para
abajo y ve como estoy. Mira nada más como el verte totalmente desnuda ante mí me ha
vuelto y sino estuvieras desnuda creo que igual estaría como ahora.
Lo escuché y luego hice lo que me ordenaba; con prudencia bajé la mirada y lo vi, lo
que me hizo sentir un poco aliviada; ya que, noté que se encontraba perversamente
excitado. Christopher sonrió y yo no pude evitar sentir timidez ¡Vaya! Eso me pasaba por
andar buscándome cosas indebidas. La imagen era sumamente erótica y digna de ser
pintada en un lienzo.
— ¡Yo te amo!—manifesté con las mejillas sonrojadas— Estoy loca por ti, ¿de
acuerdo? —mi voz sonaba tan real y temblorosa que el mostró una medio sonrisa
maravillosamente encantadora.
—Quiero pertenecerte desde hoy y para siempre y que seamos uno solo—le dije al
fin y puse mis brazos sobre sus hombros contemplando melosa sus tentadores bíceps —Y
la razón por la que estoy esta noche haciendo todo esto es porque ya no tengo dudas de ti
y de mí. ¡Te amo y quiero que seamos marido y mujer!
—Claro que estoy segura—le respondí cuando por fin me dejó respirar—nunca he
estado más segura de algo en mi vida. Desde hace tiempo estoy enamorada de ti, pero no
me atrevía a confesártelo.
—Déjame ayudarte...—le expresé perturbada sin saber bien si eso era correcto; pero
él me detuvo.
No supe a qué hora nos quedamos dormidos, pero lo hicimos. Después del dolor de
la primera vez, Christopher y yo nos fuimos acostumbrando uno al otro y varias veces
hicimos el amor esa noche. Yo me sentía volar en las nubes y él era tan perfecto que mi
corazón latía más con cada segundo, minuto y hora que pasaba.
— ¿Aún cuando parezco una bruja?—expresé en forma de chiste— ¿Te gusto tan
desarreglada?
—Claro que sí, porque ese arte lo creé yo—sonrió—Además, yo enloquecí por ti
desde el día que te conocí—me expresó besándome pacientemente— ¡Eres irresistible!
—Espero que siempre sea así—me atreví a decirle—Quiero que nunca dejes de
amarme de esa manera tan sincera.
—Nunca lo voy a hacer—me besó el cuello y yo me sentí feliz de que por primera
vez desde hacía mucho tiempo todas las cartas estuvieran echadas a mi favor. Ya sabía que
él me amaba y ya él sabía que yo l amaba.
— ¿No te das cuenta de que si me tocas ya no soy yo?—me besó las orejas— ¿No
ves que sin ti no tengo vida? ¡Eres todo para mí!
—En este momento no podría—intentó parecer sensato; pero sus ojos reflejaban su
fascinación—la mala noticia es que con lo de anoche agotamos los preservativos.
— ¡No!—en veloz carrera le tapé con la mano la boca para que no se pusiera a
hablar de ello ¡Eso no estaba nada bien!
—El día que te busqué para aceptar tu propuesta de casarnos por conveniencia—la
garganta la tenía ardiendo de los nervios—pasé antes por una farmacia y compré pastillas
anticonceptivas—no sabía ni siquiera por qué me había decidido a contarle eso. Sí, lo
sabía, era porque no quería más secretos—estaba furiosa por mi mala suerte; así que, me
dije a mí misma que la mejor forma de vengarme de todo y de todos era no dándole al
trono el heredero deseado. Desde ese día, en la luna de miel, en el palacio y aún ahora
estoy tomando las pastillas, los únicos días que me las salté fue cuando el accidente. Las he
tenido guardada en mi cofre privado todo este tiempo. Para la luna de miel me llevé unas
cuantas cajas que desgraciadamente perdí por lo del accidente y por eso siempre me tomo
las del cofre.
—Me estás diciendo que…—se acarició los cabellos como reflexionando— ¿Tú
creíste que yo me quería casar contigo nada más que para tener heredero?—me preguntó y
yo le afirmé apenada con la cabeza que sí ¡Claro que era eso lo que creía! — ¡Eres tan
inocente!—me abrazó y yo no sabía qué decir o qué pensar ¿Estaba feliz o tristes? ¿Furioso
o tranquilo?—Siento tanto hacerte daño—me acarició la espalda con afecto y luego se soltó
de mí.
—Christopher…—lo acaricié por los cabellos—No sabía que te hacía daño con mi
testarudez—me puse ansiosa de rodillas en la cama— ¡No hablemos más de esto! Si
quieres puedo dejar de tomar las pastillas, tendremos un hijo; pero por favor, no te pongas
bravo conmigo por esto.
—Nunca podría ponerme bravo contigo por algo como esto—él también se puso de
rodillas sobre la cama—Además, ¿No sería divertido que gozáramos unos cuantos años
más de la soledad de pasar toda una noche haciendo el amor sin tener que zarandear
buscando un preservativo? Ya yo no tendría que luchar para lograr poner mi cabeza en
orden cuando estemos juntos, para dejarte unos segundos y buscar un preservativo.
— ¿Eso significa que no quieres tener un hijo conmigo? —Lo miré a los ojos con
preocupación; entonces ¿Yo no era su banco de bebés como decía Anastasia?
— ¡Eso suena divertido!—toqué ávida sus bíceps cuando entendí a qué se refería.
Claro que yo no era su banco de bebés, esa era solo una mentira de la insulsa de
Anastasia—podríamos aprovechar el tiempo perdido…—le propuse— y luego sabríamos
decidir cuándo tendríamos nuestro primer hijo.
—Aún estás a tiempo para escapar—se colocó encima de mí con esa sonrisa picara
que me encantaba y que ahora me fascinaba mucho más—porque lo que soy yo no estoy
dispuesto a dejarte ir nunca más.
Entonces, me enfurecí. Decidí que no iba a esperar más a mi esposo y que cuando a
él le diera la gana de regresar me iba a encontrar quemante como el fuego eterno; y así
ocurrió, eras las tres de la tarde cuando su cuerpo se hizo presente, llegándome de
sorpresa por detrás.
— ¿Ya estás lista para irnos?—me apretó ante su cuerpo y allí noté que andaba
vestido en bermudas y ropas cómodas, tal y como si fuera de paseo.
— ¡Gustavo tráeme a la calle 16 mi 4x4; por favor!— pude oír cuando Christopher le
pedía uno de sus carros a su chofer y me llevaba cargada a la dichosa calle 16.
—Sí, señor—contestó el chofer y al rato el condenado detuvo el carro en la calle 16.
Christopher bastante tranquilo me montó en el asiento de adelante, junto al del chofer; me
puso el cinturón y cerró la puerta del vehículo. Luego, de eso, tomó su lugar en el volante.
— ¿Por qué me montaste en este carro?—le pregunté cruzando los brazos echa un
mar de amargura— Yo no voy a ninguna parte contigo.
— ¡No quiero ir!—intenté abrir la puerta del 4x4 sin poder lograrlo por el seguro—
¡No quiero!
—Sí, amor; —colocó su brazo sobre mi hombro con excesivo cariño— yo también te
amo.
— ¡Ah…!—le di un ceño.
—Este lugar queda bastante alejado—tartamudeé mirando a todos lados para poder
contemplar mejor el paisaje.
—Sí, a dos horas del palacio, —me miró—pero no te preocupes que es parte de
nuestra propiedad.
—Sí, como casi todas las cosas y lugares que conozco—parpadeé y él sonrió
ingenuamente.
— ¡No seas boba y ven baja del auto!— sonrió y luego le quitó el seguro a la puerta
del carro para que nos pudiéramos bajar del auto.
Y así lo hicimos, marchamos por esa zona y lo que sinceramente ambos vimos fue
maravilloso, se trataba de una preciosa cascada llena de maravillosos animales a los
alrededores, grandísimos árboles y plantas silvestres que demostraban con su presencia
que la naturaleza realmente siempre sería única, incambiable y para nada valorizada en
monedas.
—Te traje aquí para que juntos los dos disfrutáramos del atardecer—me aseguró
Christopher— ¡Espero que te guste!
—Sí, y por eso traje ropa para bañarnos—suspiró junto a mi boca—En la maleta que
está en el asiento de atrás hay suficientes trajes de baño para ti y para mí. ¿Quieres
ponértelos y comenzar a bañarte?
—Yo he pasado todo el día queriendo volver a estar contigo y créeme, sentí pavor
de hacerte daño—me confesó cálidamente— Sé que anoche te dolió y yo esta mañana no
dejaba de desear estar contigo nuevamente; por lo que, preferí alejarme para no causarte
un daño más fuerte o que terminaras temiéndome.
— ¿Qué? ¿Hablas en serio?—me burlé sin poder creerlo— No lo puedo creer, esto
es…ja, ja, ja, ja, ja—me reí a carcajadas y eso a él pareció confundirlo.
— ¡Pues, créelo!—su voz sonó bastante oscura—Y para que lo sepas, sí he tenido
muchas mujeres en la cama, pero no estoy acostumbrado a las vírgenes y además, es la
primera vez que me enamoro. Yo no sabía cómo actuar contigo estando en mi estado.
— ¿Qué estado?—dudé.
— ¿Así qué no sabes cuál estado?—se acercó a mí y tomó mi mano derecha con la
suya— Bueno, no te lo voy a decir, te lo voy a mostrar—alargó su mano hacia la mía y
conduciéndome hacia las braguetas de su pantalón me demostró el estado de excitación
que tenía el muy…
—Christopher…—gemí.
—Cada vez que estoy cerca de ti mi corazón palpita como loco, mi cuerpo se pone
duro y no puedo evitar pensar en hacerte el amor—gruñó toscamente— Eso siempre ha
sido así, sigue siendo de esa manera y nunca va a cambiar. Lo único que no quería era
asustarte como ese día.
—Lo que tú quieras, amor mío—me abrazó y me hizo ver la cascada al lado de él.
—No, claro que no; —me abrió la puerta del 4x4 para que yo pudiera cambiarme la
ropa allí— pero…pero, yo estaba demasiado alterado y no medí mucho las cosas que
hacía.
—Sí, pero deseabas lo mismo que yo; —entré al auto y me dispuse a ponerme mi
traje de baño—Tú deseabas que nuestros cuerpos se fundieran llenos de amor.
—El problema es que si no sales pronto de allí—abrió la puerta sin esperar a que yo
le avisara que ya estaba lista— voy a tener que entrar a buscarte.
— ¡Ya estoy lista!—me hice los últimos retoques y busque salir del 4x4— ¡Ya estoy
lista!—ayudada con la mano de mi esposo me bajé del vehículo.
Y así fue, ambos nos introdujimos en el agua por varias horas y nadamos, nadamos
e hicimos el amor contra la corriente. Puedo jurar que estaba tan feliz, que los pájaros que
estaban sobre el tronco de un árbol decían románticamente la frase “TE AMO” y no me
importaba si esas escenas románticas acababan pronto, lo único que quería era que mi
corazón grabara con sangre esos momentos. Definitivamente de ese tipo de cosas se
trataba la felicidad y la vida.
—No entiendo tus malvadas palabras—no podía evitar mirarla con sorpresa.
— ¡Ay, hermanita!—se sirvió una copa de vodka— No tienes pinta de princesa para
nada. Las ranas aunque sean besadas por el príncipe miles de veces no todas las veces
sufren la transformación a princesas. Es que eres tan idiota para no ver la realidad. Para
que te enteres, Emmanuelle se hizo tu novio solo porque yo se lo pedí.
— ¿Tú qué?— ¿Era en serio lo que Ximena me estaba diciendo? ¿Oh sea que
Emmanuelle había jugado conmigo, solamente para complacer a mi hermanita?
—Sí, —me contestó bebiendo de su copa—Yo le dije a Emmanuelle que si quería ser
mi novio debía enamorarte, hacerse tu novio y además acostarse contigo. Le dije que te
grabara teniendo sexo con él y que me enseñara las pruebas y que después de todo eso yo
sería su novio.
— ¡Eres una rata!—le arrojé la copa sobre la ropa— ¡Tú no eres mi hermana!
— ¡Nunca te voy a perdonar!—le dije conteniendo las lagrimas y con pasos seguros
salí fuera de su habitación. Eso era lo que me ganaba por andar hablando con ella en
terreno donde ella era la que mandaba. No fue hasta que estuve junto a Christopher que
me di cuenta que a la única persona que necesitaba en mi vida era a él, no a Emmanuelle y
su melosería; además, para mí lo más importante era en un futuro llegar a ser feliz y
viviendo en las cosas malas y pasadas que me hacía Ximena, no iba a lograr alcanzar mi
meta.
No lo pude evitar y chillando como mensa salí huyendo de allí, en tanto, una horda
de chicos y chicas me pitaban en burla y me corrían de ese lugar. Apresurada salí al
estacionamiento y me monté a toda velocidad a la limusina; Christopher no tardó en
llegar a mi lado y en tratar de apoyarme y consolarme.
Y al llegar al palacio las cosas nos mejoraron, furiosa, deprimida y con ganas de
reventar el jarrón más costoso que se me pusiera al frente; me encerré en el dormitorio por
largas horas y me eché a llorar sin freno alguno. Era casi de noche cuando Christopher
entró a la habitación para hacerme compañía, ver cómo me encontraba y tratar de
consolarme.
— ¿Y eso para qué sirve?—me acosté boca abajo en la cama e intenté en vano
cubrirme la cabeza con una de las almohadas ¡No quería escuchar nada! ¡Ya estaba harta
de las humillaciones a las que me habían sometido hasta ahora!—Es obvio que mañana
saldrá algo nuevo en mi contra—le dije conteniendo una lagrima— ¡Claramente todos me
odian! ¡Además, ya van dos veces que algo como esto me sucede!
—Sé que estás allí, —mis suplicas parecieron ser escuchadas por los Dioses— así
que termina de pasar.
—De verdad que…—no sabía qué Diablos decirle, sabía que debía pedirle perdón,
pero eso no era algo muy fácil de hacer.
— ¿Qué?—quiso saber y yo tomé aire profundamente, era el momento adecuado
para hablarle.
—Me siento mal, muy mal por…—le murmuré—me siento muy mal por…me
siento mal por descargar mi rabia contigo ¡Soy una imbécil, tonta y boba! ¡Yo sé que tú no
tuviste la culpa de lo que pasó, sé que una mujer como yo no te merece, pero perdóname!
¡Perdóname! ¡Yo te amo!
¡Ya, ya, ya! ¡No sigas con eso…lo mejor que podemos hacer es…
—Dentro de dos horas me voy de viaje a la otra parte del mundo para tratar de
solucionar definitivamente lo del montaje—intentó explicarme mientras me quitaba la
ropa que cargaba puesta— Fue una chiquilla de 13 años la que subió las fotos a la red para
impresionar a sus “amigas” y quiero ir directamente a conocerla para que me dé la cara y
ver qué se va a hacer con ella para castigarla por su delito. En fin, no sé a qué hora vuelva
por lo que creo que…—sonrió—creo que pasar un buen rato juntos sería lo mejor.
— ¡Llegaste! ¡Llegaste!—me lancé sobre sus brazos ávida de alegría ¡Por fin
Christopher había regresado junto a mí! ¡Ya no me importaban las fotos publicadas en
internet, ni chismes baratos! ¡No quería que él durmiera lejos de mí nunca más!— ¿Pero
cuándo?—le pregunté alzada en sus brazos y dándole besos por toda la cara en señal de
regocijo— ¿Pero qué…qué pasó? Yo estaba en el sofá ¿Cómo llegué a la cama? ¿Cuándo
llegaste tú?
— ¿Realmente no sabes cómo?—me preguntó llevándome cargada hacia la cama y
sentándose a mi lado.
—Sí, fui yo—me confirmó con insolencia— ¡No sé cómo pudiste quedarte dormida
en ese sofá tan duro, teniendo una cama tan inmensa!
— ¡Es broma! ¡Es broma!—soltó una carcajada única en su especie, que por un
instante me hizo suspirar— ¡Ven acá, Ashley; mi princesa no sabes cuánto te he
extrañado!—me agarró ágilmente por las caderas y me colocó debajo de él— Toda la
noche de ayer estando lejos de ti me pareció larguísima.
—Me fue relativamente bien, —me dio una sonrisa para nada tímida— conocí a la
chica y me pareció de lo más normal; su familia es de clase media alta. La mamá es
profesora y el papá tiene una compañía de motores para autos, además de acciones en la
bolsa.
—Digamos que la cosa comienza mal cuando se habla más a profundidad de sus
padres; puesto que, estos dejan hacer a la chica lo que les da la gana con la excusa de que
es hija única—me besó el cuello tratando de hacerme olvidar ese temetita, por lo menos,
por unos minutos más— Créeme que cuando los vi quise castigarlos a ellos en vez de a la
muchacha dándole unos azotes como si fueran hijos míos, tristemente no lo pude hacer.
— ¿Y cómo pagará su delito la joven?—le pregunté.
—Bueeeeno, la ley de ese país no les da castigo de cárcel a los adolescentes por un
delito como ese, —me aseguró en voz mengua— pero el presidente ha obligado a los
padres de la muchacha a declarar que todo fue una vil mentira y a pedir perdón en una
cadena de radio y televisión que se transmitirá mañana en la tarde a nivel mundial. Ellos
se comprometieron a llevar a su hija a terapia psicológica para evitar que vuelva a hacer
algo como esto.
— ¿Entonces, todo está bien?—me di la vuelta para que él pudiera soltarme con
mayor tranquilidad la tira del vestido.
—Sí, claro que sí—lo halé hacia mi boca para poder besarlo como deseaba desde
hacía horas— ¿Te he dicho últimamente lo profundamente que te adoro?
Y así pasamos un buen rato juntos, solo nosotros dos y alejados totalmente de la
perdición del mundo exterior; ojalá que los chismes mal enfundados hubiesen terminado
hasta allí, ah pero no; de un momento a otro y cuando estábamos compartiendo una
parrilla en el restaurant del palacio, las noticias en los medios de comunicación e
información cambiaron a algo peor. Emmanuelle salió en una rueda de prensa dándole
declaraciones a la gente sobre nuestra relación; es más, había sido capaz de decir que yo lo
amaba a él y que quería divorciarme de Christopher porque no lo amaba.
No obstante, ¡Gracias a Dios eso no ocurrió! Un medico real lo atendió y le curó las
heridas y aseguró afortunadamente que las cosas habían salido leves, comparadas con el
carro que había resultado inservible. Con premura le dio algo de medicamentos y le
recomendó reposo, además, de que le pidió que permaneciera acostado en la cama para
evitar consecuencias mayores.
La reina madre en ningún momento se despegó de él y puedo jurar que fue la
primera vez que la vi tan nerviosa, Ximena se sentó en su cama y toda melosa le acarició la
pierna, Anastasia lo acompañó en la cama pero sentándose al otro lado de mí hermana, el
duque Cyprien pareció acongojado y mi mamá trató de calmarme la histeria que cargaba.
Finalmente, cuando vieron que todo estaba ya más tranquilo y que no había pasado
de un susto; todos abandonaron el dormitorio con miras a tomarse algo para relajarse un
poco después del tremendo susto que habían pasado.
— ¿Te duele mucho la herida del brazo?—le pregunté a Christopher en cuanto nos
noté completamente solos en la habitación.
—Sí, pero nada de lo que expresó allí es verdad—y sin dejar que dijera algo más
que me pudiera interrumpir, continué—y antes de que digas cosas al respecto, quiero
decirte que el que estés furioso conmigo no te da ningún derecho para montarte en ese
carro y tomar el volante con irresponsabilidad. ¡Me preocupaste muchísimo! ¡Pensé que te
había perdido!—chillé melancólica.
—Christopher ¿Por qué siempre tienes que ser el que sea fuerte es esta relación?—
coloqué mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos— Por actuar tan duro como lo estás
haciendo ahora es que la gente dice que no entienden cómo puedo aguantarte.
— ¡Ya basta! ¿Sí?—me separé decidida de él y puse las manos a mis caderas en
clara señal de determinación—Deja de andar por las ramas y admite de una buena vez que
te dolió lo que Emmanuelle comunicó a esos periodistas—le pedí ofuscada— Así como a
mí me costó admitirte que te amaba, sé que a ti también te cuesta admitir que estás celoso.
— ¡Está bien! No tengo por qué suplicarte—los ojos se me volvieron agua y me paré
rápidamente de la cama—Si es lo que prefieres; entonces que así sea, pero, quiero que
sepas que no me vas a convencer de aceptar algo que yo sé es mentira; por mi parte, yo
tengo la conciencia bien limpia que jamás le di alas a Emmanuelle.
—Asimismo; para que sepas, —las lágrimas comenzaron a desbordarse por mis
mejillas y no lo pude evitar, me puse a llorar como niñita por muñeca nueva—tú no
arruinaste la relación que Emmanuelle y yo manteníamos, ese noviazgo no tenía futuro y
era cuestión de tiempo para que se acabara.
—Sí; más, eso fue porque no era consciente de todo lo que me había pasado—traté
de explicarle— Christopher, yo te amo ¡Entiéndelo!
El día transcurrió aburrido sin tener a Christopher tan cerca molestándome y debo
admitir que no era para nada normal no tenerlo cerca acechándome. Además, el saberlo
acostado y en recuperación me dolía muchísimo; ya que, al recordar que el accidente le
había sucedido por haber visto la rueda de prensa de Emmanuelle, me daba una rabia y
una agonía indescriptible.
—¿Crees que es muy fácil superar que el ex novio de tu esposa diga a voz populi
que ella sigue enamorada de él y que va a luchar para poder tenerla de nuevo con él?—
detuvo el saco y caminó hacia donde me encontraba yo para enfrentarme.
—No, claro que no; pero…— ¡Oh vaya; así que lo dicho por Emmanuelle en la
rueda de prensa lo había afectado tanto!
—Si aún me doliera la herida…que no me duele ya; —me tomó de los hombros y
me hizo mirarlo desde muy cerquita— yo jamás me pondría a chillar como menso. ¡Soy un
hombre, preciosa! ¡Está en mis genes!
—Sí; no obstante, igual sientes dolor— le acaricié el brazo y quise abrazarlo
rápidamente para que por fin entendiera que yo lo adoraba desde la tierra hasta el cielo.
— ¡Ay, ya! ¡No empieces!—me atravesó con su siniestra mirada— ¡No quiero que
me reprendas como si fueras mi madre!
—Pero, soy tu esposa—abrí los ojos de par en par— ¿Qué te pasa Christopher? ¿Por
qué estás actuando tan mal conmigo? Ya yo te dije que no tengo la culpa de lo que dijo
Emmanuelle.
—Sí, ya me di cuenta…—suspiré.
—No, no lo sé; así que sorpréndeme—le pedí— Dime qué vas a hacer para alejar a
Emmanuelle de mí porque horita estás actuando toscamente y eso se podría interpretar de
muchas maneras.
Christopher me miró con ojos oscuros y sin esperar a que yo pudiera hacer camino
fuera del gimnasio se tomó volando entre sus brazos. Me levantó sin hacer mucho
esfuerzo y luego me hizo acomodar las piernas entre su cintura y finalmente con una
sonrisa traviesa me llevó alzada hasta pegarme a una de las paredes del gimnasio; donde
no esperó ninguna respuesta mía; ya que, me besó sin compasión.
Y allí yo dejé que hiciera conmigo lo que le diera la gana. Lo invité con caricias a
que me besara arduamente y él me complació. Me besó desesperado el cuello, la cara, los
labios; apretó su cuerpo al mío y haciéndome sentir con eso, la mujer más poderosa del
mundo y la más deseada.
Los días transcurrieron y las cosas siguieron de maravilla entre Christopher y yo.
Pasábamos el mayor tiempo posible, juntos y ya no le parábamos casi a las noticias y
chismes que salían en la radio, la televisión, la prensa y el internet y eso que se decían
muchas cosas de nosotros, es más, hubo un periodista que hasta se atrevió a decir que yo
era estéril y por eso hasta ahora no había salido embarazado.
En fin, Christopher no le hizo caso a esta noticia, la reina madre me aconsejó que las
ignorara, mi mamá ni intentaba opinar, en cambio, Ximena y Anastasia a cada rato me
decían que yo me merecía todas esas burlas por estar casada con el príncipe heredero.
Pero, un día, todo sí que se echó a perder cuando estaba con mi esposo en la inauguración
de una escuela en la ciudad, pues los chismes y las vergüenzas llegaron a un lugar a donde
nunca debieron haber llegado.
Todo iba súper chévere hasta que un viejo alto y gordo y bigotón, se acercó a mí
dispuesto a entablar conversación conmigo.
— ¿Puedo ayudarle con algo?—le inquirí secamente— ¿Quién es usted?—le dije sin
pena.
—Ashley… —el viejo trató de pasar entre los guardaespaldas y de hablarme a pesar
de la gente—Ashley, en mí siempre vas a tener a la persona que más te ama de todo el
universo.
— ¡Nunca voy a dejarte otra vez!—el viejo me aseguró agonizante— ¡Nunca voy a
volver a dejarte!
—Acabo de llegar aquí, —el viejo verde ese intentó explicarme— he intentado todos
estos días hablar contigo
—Ya lo poco que tenía que decirme me lo dijo cuando me abandonó; —le discutí—
así que déjeme en paz.
La voz de mi padre se fue alejando poco a poco y yo no sabía qué carajo pensar. Se
suponía que ya no habría más dificultades en mi relación y en ese momento, mi papá salía
con esa locura. No, eso era el infierno ¿Qué estaba pagando yo? ¿Qué cosas malas había
hecho en mi pasado? ¿Por qué ese sujeto tenía que aparecer ese día?
Regresamos al palacio en ese mismo instante, y yo decidí que ese problema lo debía
solucionar desde la raíz y esa era mi madre; ella tenía que darme muchísimas
explicaciones al respecto. Así que, cuando llegué al palacio, le pedí a Christopher que me
acompañara a hablar con ella, por lo que buscamos inmediatamente y no las encontramos
sentada viendo televisión.
— ¡Mamá!—le dije al entrar y lo primero que noté cuando la vi era que había estado
llorando.
— ¡Hija!—se levantó velozmente del sofá y me abrazó con melancolía— ¡Lo siento!
¡Lo siento!—se puso a llorar en mi hombro y yo no sabía qué decirle.
¿Qué estaba diciendo ese bastardo? ¿Qué le pasaba? ¿Cómo se atrevía a decir en
todos los medios de comunicación e información que iba a luchar para tenerme junto a él?
No, él era una basura en todo el sentido de la palabra. ¿Qué clase de cosa era ese injerto?
¿Y cómo era capaz de acusar a la reina madre y a Christopher de impedirle que él se
acercara a mí? ¿Se le habían volado los tapones?
—Sé que hay rumores muy mal enfundados que andan circulando por ahí,—dijo mi
padre con voz hipócrita—que dicen que yo abandoné a mi hija; no obstante, eso es
mentira, para mí, mi hija siempre fue importante es solo que las circunstancias de la vida a
veces…a veces nos cambian todo el porvenir.
Imbécil, desgraciado y…mal padre. Yo no podía creer lo que ese inepto estaba
diciendo en pantalla mundial ¿Qué le pasaba a ese…dizque papá mío? ¡Lo odiaba y el
deber ser era que no lo odiara! ¡Le deseaba lo peor y yo no debía desearle cosas horrendas!
Necesitaba con todas mis fuerza que ese troglodita se callara de una buena vez esa bocota
simplona.
— ¡No me salga con eso; por favor reina madre!—me aparté de ella y cruzándome
de brazos me molestó que ella, justamente ella, estuviera haciendo como si no fuera
notado a mi padre hablando pestes de la realeza en los medios de comunicación
mundial—Estoy segura de que ya usted vio a mi papá dándole “una grandiosa” rueda de
prensa a todos los medios de comunicación.
— ¿Cómo va a ignorar algo tan fatal?—me le paré al frente tratando de que ella de
alguna forma me explicara por qué actuaba tan tranquila frente a una situación tan “difícil
y ruidosa” para la realeza— ¡Ese señor está a punto de arruinar a toda la familia real!
—No puedo creer las declaraciones que “mi padre” le ha dado a los medios—la
abracé y por primera vez en mi vida, sentí que tenía una verdadera mamá.
— ¿Tendré que dar una rueda de prensa para explicar todo?—Pregunté con el ceño
fruncido
—No sé…—dijo la reina madre—No creo que sea la mejor idea. Ese hombre quiere
es dinero…
—Muchas gracias por sus apoyos—les dije a todos—Pero, creo que lo mejor sería
que me dejaran hablar con ese sujeto, por favor…
—Eso es cierto, pero es que…—bajé la mirada—no quiero que mi pasado con ese
señor vaya a afectar a la familia real.
— ¡Mírame!—me dijo atrayéndome hacia él—Eso no va a hacer así, ese idiota nunca
fue tu padre; él solo está buscando dinero y si cree que nos vamos a poner de rodillas
delante de él está equivocado.
—Yo no voy a permitir que te toque un pelo; —me aseguró la reina madre— él
puede ser tu padre de sangre pero no lo es moralmente.
—Eso lo sabemos todos nosotros; —me puse las manos en la cabeza pensante—
más, él se está encargando de molestarme la paciencia con sus dotes de padre ejemplar.
—Por todas estas cosas es que te amo—le dije reflejando mis pensamientos en voz
alta.
—Sí, mi niña—la reina madre me abrazó por detrás y me hizo dar la vuelta hacia
ella—Creo que si ustedes tres están aquí se va a hacer más difícil solucionar todo esto. Al
menos, si salen de la ciudad, Christopher y yo podremos manejar mejor las cosas.
— ¡Si usted lo dice!—le expresé y ¿Qué más me quedaba si este problemón era por
mi culpa?
— ¡Bien!—manifesté vencida.
Y así fue Ximena; mi madre y yo al día siguiente nos marchamos a un viaje hacia
otro país. La idea era pasar el fin de semana allí y tengo que admitir que aún en el camino
no sabíamos para donde carajos íbamos las tres. Suecia era hermosa y con un desarrollo
humano espectacular; pero no, no era ese lugar; quizás, la isla de Cayo Ambergris
perteneciente a Belice y por qué no Berlín uno de los mejores centros culturales del
mundo. No sé en esa guía habían tantos lugares hasta ahora desconocidos por mí que sería
difícil saber cuál era nuestro destino y por qué no Houton o Río de Janeiro.
Al final, llegamos a la isla Costa Smeralda que estaba en Cerdeña, en Italia. Allí nos
hospedamos en unas hermosas cabañas y tengo que admitir que era chocante ver la cara
de amargura de mi hermana. Sí, la compadecía, pues propiamente había sido obligada a
viajar con nosotras; más, ya eso está hecho y a lo hecho pecho.
—Hay veces que he llorado sin cesar y he creído que lo mejor que me puede pasar
es morirme—me dijo de pronto mientras estaba sentada en la arena y yo la escuché
sorprendida ¿Qué le pasaba ahora?
—No tiene sentido que hables así, si siempre has tenido todo—le recriminé ¡Oh
vaya, ahí íbamos otra vez a los cuentos de “tú no debiste casarte con Christopher” ¿Será
que nunca iban a cambiar?— Desde pequeña fuiste la reina del universo y todos te
querían; pero en cambio, yo siempre fui tu sombra
—Yo no hablo de justicia sino de hechos, —se levantó furiosa del suelo y pateó la
arena para así poder arrojármela en la cara— Tú eres un simple escarabajo que se cruzo en
mi camino y me robó lo que por derecho debió ser mío.
— ¡Jamás!—me levanté para enfrentarla—No puede ser que por una sola vez en mi
existencia la vida me sonría y tenga algo que sea fabuloso y resulte que tú me lo quieras
quitar.
—Yo soy más bonita que tú y más elegante, —se mofó— Los chicos todos están
locos por mí, no puedes ser tú la que se quede con Christopher
—Tu actitud me parece a la de una muñequita de cristal que se puede romper sino
está colocada en el lugar que todos consideran más indicado pero que al final resulta que
está suciamente vacía—le dije y ella se carcajeó.
— ¡Ay, hermanita!— se burló de lo lindo—Es que eres tan ilusa que ni siquiera te
diste cuenta de que Anastasia y yo hicimos que tu padre regresara a buscarte ¡Ni siquiera
eres capaz de ver lo obvio!—me confesó y eso fue con sentir una daga envenenada en el
corazón.
Entonces, ¿Ella y Anastasia habían buscado a mi padre para hacerme sufrir? ¿Hasta
dónde llegaba la maldad de ese par? ¿Qué les había hecho yo de malo para que me
hicieran eso? ¡Eran unas arpías!
— ¡No le eches sal a la herida!—le rogué porque sabía que si esa discusión
continuaba, yo iba a terminar agarrándola por las greñas—No puedo creer que hagas todo
esto por algo que sabes bien que nunca hubiese pasado. ¡Christopher no te ama,
entiéndelo!
— ¡No hay hombre sobre la tierra que se resista a mis encantos!—me dijo y modeló
sobre su propio cuerpo.
—Al final pareciera que Dios te dio belleza pero no cerebro—le rugí y ella se quedó
impactada de oírme ofenderla.
Y ahí pasó lo que tenía que pasar y fue que Ximena y yo terminamos agarrándonos
por los cabellos y golpeándonos en el suelo una a la otra. Los guardaespaldas ni se
molestaron en acercarse y podía jurar que esa sería la noticia del día en todos los medios
de comunicación. Como pude le estrujé arena en la cara y como ella pudo me apretó el
cuello dispuesta a ahorcarme.
— ¡Ya basta! ¡Ya basta!—escuché la voz de Christopher haciéndose presencia y
agarrándome a mí de la cintura para intentar separarme de mi hermana— ¿Qué significa
esto, están locas?
— ¡Pero, nada!—aseveré yo, cuando por fin me di cuenta que Christopher también
había descubierto que la llegada de mi padre no era un simple accidente casual.
— ¡Los odio a ambos!—no gritó mi hermana y dando media vuelta se fue hacia la
cabaña en busca seguro de mamá.
—No lo puedo evitar—chillé como tonta—Es que han sido tantas cosas. Además,
estoy llorando de pura despreocupación porque finalmente podré ser feliz.
—Sí, y por lo menos sabemos que con esa orden de alejamiento tú padre no podrá
acercarse más a ti—me resumió y yo le sonreí con aprecio ¡De verdad que Christopher era
el hombre perfecto!
— ¿Y por qué te hace daño?—me alzó sobre sus brazos y me llevó hasta la cabaña
cargada— ¿Acaso soy tan malo?
—No eres malo, —lo besé en la frente— lo que pasa es que no creo poder vivir sin
ti.
— ¡No, es una orden!— fui subiendo conmigo alzada, una a una las escaleras.
Sí, hacia un año y medio después de nuestro último viaje, pero éste era en mejores
condiciones. No era una escapada para esconderme de los chismes de los medios de
comunicación, sino más bien era una segunda luna de miel. De Anastasia y Ximena no
podía dejar de hablar, la primera se había ido a Inglaterra de viaje de estudios sin
oportunidad de regreso en por lo menos cuatro años, y la segunda estaba viviendo con mi
mamá en una casa algo apartada de la ciudad que la reina madre les había regalado.
El duque Cyprien que aún seguía apenado por lo que su hija había hecho, se había
dedicado en los últimos meses a eliminar cualquier información falsa que saliera
publicada en internet. Asimismo, de vez en cuando viajaba a Inglaterra para visitar a su
hija, y trataba de hacerla razonar en que tanto odio que seguía manteniendo hacia nosotros
no le hacía mucho bien.
— ¡Te amo!—me gruñó en la oreja y luego habló con los de la cocina, a quienes le
pidió algo de comida. A continuación, colgó la llamada.
—Este crucero es maravilloso para los dos—lo oí hablar aun cuando yo estaba
dentro del baño y nos separaba una puerta.
Luego de bañarme, salí del baño totalmente libre. Ahora quería ir a dar un paseo
por ese crucero y mi propósito era llevarlo a cabo. Además, de que en la habitación, noté
que Christopher se había acostado y dormido nuevamente y eso me hizo sentir feliz,
realmente él se merecía esas vacaciones después de tanto trabajo sin descanso.
—Pensé que íbamos a pasar el día en la cama—me dijo con los ojos alucinantes.
—Bueno, si tú lo dices; —se puso de pie y se enrumbó al baño— llama, por favor y
pregunta si la comida para la cabina está lista, en tanto, yo me baño.
Se colocó una toalla en la cintura y se dirigió al sanitario, yo sonreí, este era el
momento para dejarle sobre la mesa de noche la prueba de mi embarazo. Me había dejado
sola y ahora era mi turno de sorprenderlo ¡Christopher se iba a poner muy contento! ¡Esa
iba a ser una inmensa sorpresa! Luego de ubicar el papel en un lugar visible para mi
príncipe, decidí salir de la cabina, que Christopher me buscara cuando se enterara de que
iba a ser padre. Finalmente, ambos le demostraríamos a la gente que representábamos una
familia y no un banco de bebés.
—No deberías estar en un traje de baño tan pequeño aquí afuera—luego de una
media hora llegó Christopher a la cubierta.
—No, claro que no; sin embargo…—se levantó y me tomó de la cintura—No quiero
que nadie se sienta atraído por lo que es mío.
— ¡Estás loco!—puse mis brazos sobre sus hombros y después le saqué la lengua
como un tipo de gesto infantil.
— ¡Sólo por y para ti!—me besó— Ah, y ahora por nuestro bebé.
— ¡Ya lo sabes!—concluí y claro que tenía que saberlo si le había dejado la prueba
en el camarote en un lugar tan visible hasta para una hormiga.
—Vamos a ser padres, Ashley—me tomó de las mejillas para que lo viera— y eso
me hace muy feliz.
— ¡A mí también!—le confesé y los ojos se me hicieron agua de la alegría.
Apenas hace un par de días, —le respondí— el médico me hizo la prueba y salió
positiva. Quería esperar un momento más especial que el resto para decírtelo.
—Sólo el médico, yo… y ahora tú—le contesté— Quería que fueras el primero en
saberlo después de mí.
— ¡Espero que sea tan guapo como tú!—abalancé mis caderas hacia él.
— ¿Y por qué no?—puse mis manos a las cadera en claro berrinche— Nos
conseguimos nuevas identidades y nos olvidamos de todo.
—Sencillamente porque hay una cama en la cabina esperando nuestro retorno para
que celebremos nuestro embarazo—me tomó de la mano y me invitó a seguirlo— ¡Ven
vamos a la cabina!
— ¿Y eso qué constituye?— me mordí el labio— ¡No seas obsceno!
— ¡Te ves hermosa!—me abrazó y me hizo sentir su clara excitación— Y ahora más
que estás embarazada ¡Ven no perdamos el tiempo!
—Pues, para que sepas ahora quiero que me hagas el amor muchas veces más de lo
habitual, no quiero que durante mi embarazo me vayas a rechazar porque vaya a subir de
peso—traté de regañarlo seriamente, pero la risa me descubrió.
—Eso nunca, yo siempre te voy a desear, aun cuando pasen los años o subas de
peso por el embarazo—comenzó a quitarme la tira del brasieer— ¿No te das cuenta que
siempre podrás contar con mi amor y mi deseo? Siempre quise, quiero y querré hacerte el
amor en la mañana, tarde y noche.
— ¿Cómo?—le pregunté.
Y así, ambos demostrábamos que podíamos ser felices. Amarnos a cualquier hora,
en cualquier momento y en cualquier sitio. Y aunque nuestro matrimonio comenzó con
algo a la fuerza, nunca, nuca más ninguno de los dos se separaría del otro. Nos amábamos
y para el amor no existen barreras que puedan separarlo, mucho menos personas que por
la envidia quieran destruir una relación.