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El hecho de que mi nombre signifique día feliz y brillante no significa que esté libre
del sufrimiento. He pasado por mucho, yo diría que demasiado para mi corta edad y ya
estoy harta; harta de que la gente juegue conmigo, harta de que todos me juzguen sin
conocerme realmente, harta de que haya personas que broten de sus poros pura maldad y
trampa en contra de mí.
Y aunque la RAE defina la palabra maldad como ―la acción mala e injusta‖ y la
palabra trampa como el ―ardid para burlar o perjudicar a alguien‖, eso es nada ante lo que
él ha realizado para arruinarme la existencia.
Sí, él; con su carita de ―yo no fui‖, sus hermosos ojos que llaman al pecado, su
esbelto cuerpo que hace suspirar, su mirada perversa que hace temer a cualquiera a su
alrededor y su tímida sonrisa que sólo yo puedo mirar; él es un canalla de lo peor. Me
seduce, me atrae, me hace ponerme como gelatina frente él con tal de que no lo deje, me
hace incluso herir a los seres que más quiero con tal de que yo esté a su merced.
Pero, no por ello lo voy a dejar, eso no lo haría nunca aunque fuera sentenciada a la
silla eléctrica. Yo lo amo, lo deseo y quiero estar con él, y además, no me importa que me
juzguen por traicionar a otras personas y llevarme al mundo por delante, con tal de
continuar con este vil hombre.
Porque aunque sea vil y por mucho tiempo lo maldije, él es el hombre a quien yo
adoro y lo crean o no, tiene mi corazón en sus manos; puede hacer lo que quiera conmigo
pero jamás lo voy a dejar; voy a estar amarrada a su cuerpo como si de un imán se tratara.
Nuestra relación será para siempre y eso lo puedo jurar por mí misma.
Todos dirán ¿Por qué ésta loca está diciendo tantas boberías? Pues, quédense
leyendo esta novela y verán que si estuvieran en mi lugar también se comportarían igual.
Las mujeres ante un hombre como él somos capaces de tocar el cielo y no mirar hacia
abajo. Somos capaces de irnos al mismísimo infierno y combatir con el demonio. Somos
capaces de sencillamente dejarnos embaucar en un juego macabro donde otros sufrirán.
Y quiero aclarar que soy una mujer buena, sí mis acciones no han sido las mejores;
no obstante, soy bien buena gente, es sólo que he padecido tanto y luchado más por estar
con él que ahora que reflexiono me doy cuenta que todas esas cosas estuvieron
justificadas. No me importa que me critiquen, ya esa es agua pasada; ahora lo importante
es seguir con mi vida aunque sea destructiva para el resto de la gente.
YUGEISY CABRERA
Me senté en el espejo para ver mis ojeras, pues desde que llegué al palacio en la
madrugada no había podido dormir mucho, el solo recordar lo que había pasado la noche
anterior, en parte por mi culpa, aún me hacía tiritar el corazón y me daban ganas de
romper ese estúpido espejo para liberar mi rabia contenida. Más no podía hacer algo como
eso, el espejo no tenía la culpa de lo que me había pasado durante las últimas horas y tenía
que admitir que esa vez el culpable de todo no era Karsten, ya que, yo fui muy testaruda y
al querer llevarle la contraria había fallado.
Karsten durante esa noche se había opuesto a acompañarme a una fiesta de gala, sí
de esas que a él no le gustan asistir y que a mí no es que me encantan, pero que me sirven
de mucha ayuda porque me permiten codearme con gente de negocios que son
importantes para la nación porque pueden convertirse en posibles futuros inversores
empresariales en favor del desarrollo del país.
Y a pesar de que, por casi tres horas traté de explicarle una y otra vez estas
creencias que yo poseía, él no me acompañó a la fiesta; no obstante, mis ruegos y suplicas
para que me cortejara a la fiesta. El muy ruin demostrando su clara malicia había
encargado a un par de escoltas dirigidos por Henieth, su mano derecha, para que me
acompañaran a la fiesta y desfachatadamente antes de mi marcha me había ordenado que
no bebiera alcohol; ya que, sabía cómo solía ponerme cuando mi garganta tenía contacto
con alcohol.
Pero, como ya lo dije Karsten no me acompañó a la fiesta y tuve que salir del
palacio escoltada por guardaespaldas nada habladores ni comunicativos. Aunque es
destacable que como consecuencia de su negatividad de ir conmigo y por mi estado de
querer armarle un berrinche de niña inmadura, antes de salir del palacio ambos habíamos
discutido espantosamente y molesta como estaba, yo había llegado a la celebración
dispuesta a tomar un poquito de venganza hacia él pensando que si quizás bailaba con
uno de esos sujetos esbeltos y ricachones durante esa período, a la mañana siguiente la
noticia saldría en primera plana de los medios de comunicación e información y Karsten
se pondría muy furioso.
Sin embargo, ya en el salón de fiesta, los presentes me habían tratado tan bien, cosa
que no era de extrañar desde que era la princesa del país, que se me había pasado algo la
rabia anterior, mis deseos de venganza e incluso me había puesto tan feliz que hasta había
logrado entablar una sana comunicación con una chica como de mi edad a la que nunca
había visto antes, ella era la hija de un conocido conde llamado Nomej Zerpa y se llamaba
Anastasia Zerpa.
Y todo iba bastante bien hasta que comencé a mirar a gente que detestaba en la
fiesta, sí debo confesar que algo de incomodidad sentí cuando los vi a lo lejos de la mesa
en que me encontraba, eran personas conocidas con las que había tenido uno que otro
problema e incluso había visto a mi ex novio; cosa que me hizo sentir un nudo en la
garganta. El muy idiota andaba acompañado de su prometida, pero cínicamente no había
dejado de observarme en toda la noche.
Aún en este día no dejo de pensar en cómo la hija del Duque de Mathir se pudo
enamorar de un tipejo como él, un caradura inmoral que había escalado posiciones altas
en un año, única y exclusivamente que enamorando a la heredera de uno de los duques
más cercanos a Karsten y todo para según él demostrarme que él también podía tener
poder y ser feliz.
Más, pensar en ese tipo de cosas no me iba a dañar la hermosa noche que estaba
disfrutando. Decidí no verlo ni accidentalmente y estallando de la risa como si fuera tonta,
resolví escuchar los cuentos de aventuras de una pareja que estaba a mi lado relatándome
sus historias casi que increíbles sobre su vida de casados dedicados a viajar por el mundo
y conocer lugares extraordinarios y asombrosos.
Las horas pasaron rápidamente y en sí, todo parecía ir de lo más fantástico, las
bebidas estaban tranquilas, la comida deliciosa y las personas se veían normales a la de
otras fiestas, incluyendo a uno que otro borracho que lloraba por una razón sin
importancia o sonreía por un chiste mal realizado. ¡Supremamente estaba logrando
sentirme cómoda en una de esas estúpidas fiestas! Pero, como nada es para siempre, de un
momento a otro yo sufrí uno de los peores tormentos de mi vida como princesa.
Aún frente al espejo ahora, tenía que ceder en que lo más malo de la noche me pasó
cuando digerí un colosal ―trágame tierra‖ en el salón de festejo; ya que, sin estar
esperándomelo ni en sueños, Karsten me llegó de sorpresa a la fiesta pasada dos horas de
mi llegada e inmediatamente al encontrarse conmigo, sin decirme una palabra y
mostrándose descaradamente furioso, me hizo acompañarlo tomándome de la mano a una
esquina del salón de festejo, justo adyacente a la puerta de salida. ¡Definitivamente que él
era un bárbaro infantil! ¡Cómo me molestaban a veces esas malcriadeces de tirano
autócrata alejado de la democracia!
Yo, fingiendo una sonrisa e intentando disimular nuestro peculiar encuentro, pues
sabía que el lugar en que nos encontrábamos rodeados por cierta cantidad de gente, no era
el más oportuno para reclamos y discusiones amargas, lo seguí sin decirle ni un reclamo,
aunque muy en el fondo me alegraba mucho el verlo allí presente; ya que, al final había
logrado que me acompañara a la fiesta, así fuera a la fuerza ¡Por fin, le había ganado una!
Las jóvenes en la fiesta; por su parte, estaban como locas de solo verlo y no
disimulaban su descaro de querer comérselo nada más que con la mirada, y los chicos; en
cambio, lo miraban con envidia y resentimiento, pues, se trataba del príncipe heredero a la
corona, un título que ninguno de ellos podría tener y eso, sin contar con que más de uno,
que estaba allí no evitaban oportunidad para meter algún tipo de casquillo traicionero
entre él y yo, incluyendo uno que otro rumor falso publicado en la red.
Igualmente, como esa vez, habían sido, continuas y sin presencia de alcohol, las
peleas que habíamos tenido Karsten y yo por la presencia oscura de otras mujeres;
además, de la presencia desde una distancia prudente de hombres como mi ex que esa
noche se le había ocurrido aparecer de nuevo. Y en parte, ahora que me ponía a analizarlo
creo que el poquitito de felicidad que yo podía sentir de tener a mi esposo en la fiesta
conmigo no duró mucho; puesto que, Karsten además de haberme encontrado bebiendo
alcohol, había notado la presencia de mi ex novio en ese salón de festejo y prontamente se
había puesto mucho más furioso que antes.
Karsten bien molesto, me expresó que no le gustaba que yo hubiese salido a esa
fiesta sin su compañía, que no le importaba tanto que bebiera porque yo era una mujer
adulta y bien capaz de enfrentar diversas situaciones, pero que sí le alteraba muchísimo
que me haya quedado en la celebración cuando sabía que estando cerca de Miguel aún
estaba en peligro y que lo mejor que podía hacer era no ir más a esas fiestas sin él ¡Qué ya
lo tenía harto con mi actitud de ―perdónalo todo y deja el pasado atrás‖ y que me
decidiera por un bando porque no podía estar en el medio de los dos!
Yo lo escuché y no lo podía creer ¿Acaso Karsten aún estaba tan celoso de Miguel?
No, eso no podía ser, ya que, yo ni me le acercaba a mi ex y que ambos estuviésemos esa
noche en la misma fiesta era una simple casualidad del destino; bueno el día que mi ex se
casara con la hija del Duque de Mathir, teníamos que tener algo de contacto él y yo por lo
de la realeza, pero eso aún no había sucedido. Además, tenía que admitir que todos esos
reclamos sin sentidos me habían hecho molestar infinitamente, yo no me iba a encerrar en
el palacio día y noche solo porque mi ex anduviera aún cerca de nosotros, no valía la pena.
¡Qué se jodieran Miguel y su vida!
Al paso; siempre tenía que aclararle a Karsten que yo no podría haber denunciado a
Miguel para que lo metieran preso por maltrato físico y menos teniendo tremendo rabo de
paja como lo era el mío. Él fue sometido a terapia psicológica y con eso yo quedé
conforme. Sí sé que Karsten me ha dicho repetidas veces que mi infidelidad fue justificada,
más igualmente aún me siento culpable de saber que dos veces ilusioné a Miguel y dos
veces le rompí el corazón; asimismo, tampoco podía permitir que tal escándalo saliera a
los medios de comunicación e información; pues si eso pasaba los tres íbamos a quedar
mal frente a los medios de comunicación e información; ya que, de por sí, las cosas que se
supieron fueron bastante fuertes como para revelar toda la verdad.
Pero, de todas maneras no podía negar que aún hoy en día, la conciencia me daba
dolores de cabeza al pensar que dos veces traicioné el amor de Miguel y que quizás me
merecía muchas de esas insultadas hechas por la gente. Miguel se había comportado muy
bien conmigo en todo el tiempo que me conoció y aunque al final puso la torta, creo que lo
que hizo sencillamente fue porque realmente me amaba y le dolía de corazón mi traición.
La primera vez que jugué con sus sentimientos fue cuando éramos solo unos
adolescentes inocentes y la segunda cuando me convertí en toda una mujer capaz de
sentir, amar y seducir. Yo lo había engañado y aunque él no debió maltratarme, yo
tampoco debí engañarlo y por eso lo perdonaba y esperaba algún día poder llegar a
saludarlo como un conocido que un día vi pasar por mi barrio.
Es que, el odio que sentía Karsten por Miguel era obvio, mi esposo nunca había
podido perdonar el hecho de que mi ex me hubiese maltratado y además, siempre tenía en
la cabeza que yo cabezota y tonta como a veces solía ser, muchas veces lo había rechazado
a él por perseguir un enamoramiento bobo que tenía por Miguel, enamoramiento que por
poquito me manda al hospital, aunque eso afortunadamente no sucedió.
— ¿Qué vas a hacer ahora, Dagmar? ¿Cómo vas a arreglar el lío que armaste?— y
en ese momento supe lo que tenía que hacer, así que lo mejor era comenzar por el
principio.
Y sí, se notaba que el príncipe quería y debía tener privacidad; ya que, eran cientos
los guardaespaldas que estaban dentro y fuera del restaurant y yo que necesitaba
urgentemente comer algo, después de haber asistido en ayunas a un médico para que me
hiciera una prueba de sangre por cuestiones de la hemoglobina, también pensé que
necesitaba comer en un lugar alejado del bullicio de la alta sociedad, pues ya me
comenzaba a doler la cabeza y me sonaba el estómago; así que, sin querer buscar otro
lugar y perder más tiempo, busqué mi mesa en ese recóndito lugar.
Me senté en una pequeña mesa alejada de la música, pues me dolía tanto la cabeza
que ni el ruido soportaba y desde mi asiento bastante cómodo lo vi por primera vez. Él era
además del príncipe heredero, un chico deportista, mujeriego e increíblemente sexy que
estaba sentado comiendo con una chica sumamente guapa, aunque algo mediocre, en la
zona más exclusiva del restaurant. Ambos hablaban y se reían, se acariciaban y comían,
por lo que, yo jamás imaginé que él pudiera en algún momento notar mi presencia, ya que
yo en esa época era una muchachita simplona de senos pequeños que a diferencia de su
posible novia no tenía nada que aportar en una relación.
Mis padres no lo podían creer cuando se los conté; ya que, Karsten me invitaba casi
todos los días al palacio y una que otra vez me invitaba a pasear con él. Es más, incluso
algunos medios de comunicación comenzaban a regar la falsa información de que el
príncipe y yo estábamos en una relación. Tanto así que, él muy a mis ganas de llevarle la
contraria, nos puso un par de guardaespaldas a mis papás y a mí. Todo parecía una
fantasía que pronto se volvió una realidad cruel.
En cambio, a Miguel lo conocí un sábado en el club privado ―Arrullo para el amor‖,
del cual mi papá era uno de los socios principales. Con el tiempo me enteré que Karsten
como príncipe heredero siempre había sido el dueño y señor de ese lugar. En fin, esa es
otra historia que no vale la pena contar en este momento. Como iba diciendo a Miguel lo
conocí mientras los dos nos bañábamos en la piscina y tengo que admitir que cuando eso
ocurrió no pude ignorar el tum tum de mi corazón que me decía ―Este es el amor de tu
vida‖ y como una mujer que nunca antes se había enamorado, ese mismo día decidí que
algún día yo sería su esposa.
Los meses continuaron y los tres por separado nos volvimos grandes amigos, muy a
pesar de los chismes y cuentos de los medios. Casi todos los días salía con Miguel y con
cada tiempo que pasaba más me ilusionaba con ser su futura novia, a Karsten; en cambio,
lo tenía como mi mejor amigo y juntos íbamos a pasear a cualquier lado, donde nos
contábamos nuestros sueños y donde notaba que la popularidad de él con las mujeres era
inmensamente grande.
Sin embargo, la felicidad no duró para siempre. Un día que estaba más feliz que
todos los días porque Miguel en el club me había pedido ser su novia y yo le había
contestado que sí, todo se volvió un infierno. La relación, entre Miguel y yo era un cuento
de hadas, él me besó un par de veces y mi mamá al vernos juntos fue feliz de saberme
ennoviada con un chico millonario como yo y no con el príncipe heredero Karsten con el
que según ella debía guardar la mejor de las distancias sino quería seguir saliendo en la
prensa como la noticia del día.
Y así ocurrió, yo me puse un vestido sencillo de color azul y me recogí los cabellos
con un gancho con forma de estrella, en los pies me puse unas sandalias de color negra
con el tacón súper bajo y en el cuello me puse un collar con pepitas de metal. Luego de
arreglarme, me despedí de mi madre y le dije que iba a estar afuera de la casa pero en la
misma urbanización y que pronto iba a regresar.
— ¡Oh, qué enorme noticia!—se cruzó de brazos y en ningún momento dejó ver una
sonrisa de su parte.
—Claro que sí estoy contento, —se cruzó de brazos y pegó el pie derecho del tallo
del árbol— ¿Por qué no iba a estarlo?
—Creo que no estaba preparado para oírla—me confesó y luego se acercó a mí.
— ¿Qué?—quise echarme algo para atrás, pero sus fuertes y poderosos brazos me lo
evitaron— ¡No me molesta! ¡No siento nada!
—Pero tienes algo—me puso su mano derecha en el hombro y como galán al fin me
coqueteó— ¡Ven y te lo quito!
Entonces, sin decirme más se acercó a mí y firmemente me robó un beso. Un beso
que para nada se podía comparar con los pocos que me había dado Miguel hasta ahora.
Era húmedo, sexy y bastante pasional. No obstante, eso no era lo peor, ya que, aunque lo
intentara no había forma de que pudiera despegar de él. Me tenía como hipnotizada.
—Mmm—gemí y ni siquiera sabía por qué ¿Acaso me estaba gustando ese beso?
No, eso no podía ser, él era mi amigo no mi pareja.
— ¿Qué significa esto?—de pronto, llegó furioso Miguel con los ojos echando
candela como si fueran de un demonio. Al unísono, Karsten y yo nos separamos, mientras
mi cuerpo temblaba del terror que sentía.
— ¡Miguel, por favor escúchame!— pretendí en vano razonar con él, pero él caminó
hacia atrás para poner distancia entre los tres.
— ¡Te voy a olvidar!—me dijo intentando contener sus lágrimas y dando media
vuelta se marchó de allí sin por lo menos hablar conmigo, ni escuchar mi explicación— ¡Te
quiero olvidar!—fue lo último que me dijo y eso me lastimó hondamente.
—Miguel cree que lo engañé contigo y nada de eso es cierto—le hablé chillando
como una niñita, se suponía que tales cosas sólo ocurrían en las telenovelas y resulta que
en ese momento me encontraba con que ese chico me había hecho una trampa para que mi
novio creyera que yo lo engañaba.
—No, no es cierto; —tragó saliva— sin embargo, que bueno que cree eso.
—Tú no me conoces Dagmar, —me susurró al oído y eso me hizo temblar en cada
parte de mi cuerpo— éste es mi verdadero yo; malvado, ruin y aprovechado. Soy un
príncipe y todo lo que quiero, lo conservo para mí. Desde ese día en el restaurant te puse
el ojo encima y decidí que tú serías mía.
— ¡Está bien! ¡Está bien!—se dio media vuelta claramente con intenciones de irse—
Me voy al palacio lejos de ti; sin embargo, te digo algo pequeña, voy a volver y cuando lo
haga será para siempre—me anunció en forma de promesa y amenaza y esas fueron sus
últimas palabras antes de irse y no volverlo a ver jamás.
Bueno, si a eso se le puede llamar jamás; ya que pasó mucho tiempo antes de volver
a ver en persona a cada uno de mis dos pretendientes. Tiempo en el que me esforcé por
mejorar muchísimos mis estudios, tiempo en el que mis padres estuvieron junto a mí
incondicionalmente y tiempo en el que mi mamá pareció querer encerrarme en una
burbuja de cristal para que nunca más nadie me hiciera daño.
Y como todo pasa pronto, un día que salí de la universidad decidí ir a comerme un
helado con mi amiga Ally, sí después de haberle pedido permiso a mi mamá, pues esta
señora de mediana edad insistía, insistía e insistía en que debía actuar como una niña y no
como la adulta que ya era para evitar resultar herida nuevamente algún día.
Era por eso y otras cosas más que Ally, a veces se quejaba de tener una amiga tan
aburrida como lo era yo y en eso tenía muchísima razón, ya que, en los últimos años casi
las dos ni salíamos juntas, y aunque a ella le gustaran mis papás, conmigo nunca podría ir
a bailar a una discoteca porque ahí sí que mi mamá me cortaría el cuello, tampoco podría
ir de paseo a un crucero y menos a la playa porque eso sería un regalo para la prensa
según mi madre, y menos podríamos asistir a una cita múltiple porque mi horario estaba
perfectamente controlado por mi señora mamacita.
— ¡Al fin tu mamá te dio permiso de salir conmigo!—me dijo Ally—No puedo creer
que aún no me perdone el haberte invitado a la fiesta de mi primo hace meses.
—Es que ella es muy cuidadosa conmigo—me quité los cabellos de la cara y
comencé a tomar mi helado recordando para mí misma que a pesar de todo Ally era una
excelente amiga porque ¿Quién carajo acepta que la maltraten solamente por entregar una
invitación para una fiesta en la noche? Seguramente que nadie— ¡Por favor Ally, no
hablemos de eso nuevamente!
— ¿Puedo ayudarlas en algo?— ¡Esa voz! ¡Esa voz! ¡Esa voz! No, no podía ser; él no
podría estar aquí ¡No! ¡Dios no podía estar haciéndome eso! ¡Después de tanto tiempo!
¡No!
— ¿Qué?—se me quedó mirando muy sonriente y eso hizo que mis piernas
temblaran de punta a punta— ¿Qué te pasa Dagmar pareces que viste a un fantasma?
— ¡No, claro que no!—algo me lo decía: No te levantes con el pie izquierdo hoy
porque vas a ver lo que te va a pasar— ¡Mi…Miguel… qué hermoso es verte nuevamente!
—Es que…—que no podía decirle que estaba embelesada con su esbelta figura, que
los años que habían pasado lo habían puesto mejor y que por eso yo estaba atestada—Es
que, me asusté mucho de ver a mi amiga ahogada con el helado—me excusé sabiendo que
los tres presentes sabíamos que todo eso era una vil mentira.
—Es bueno verte después de tantos años—me dijo a secas y mi corazón se sintió
como cualquier mascota que es abandonada en la calle. Ese hombre tan áspero no podía
ser el tierno de Miguel que alguna vez yo conocí.
—Sí, han pasado muchos años—le respondí nerviosa y pude ver la mirada
angustiada de Ally sobre mí. Ella conocía toda mi historia con Miguel e incluso en alguna
oportunidad me había confesado que si fuera sido ella se fuera acostado con los dos para
ver cuál era más caliente en la cama; al parecer hoy en día seguía pensando lo mismo. Yo
simplemente no podía ser como ella— ¿Te quieres sentar, Miguel?—le pregunté
suspirando amargamente.
—Mi padre se jubiló y por ende tomé la presidencia de la empresa familiar, — ¡Oh,
qué noticias tan buenas! ¡Miguel se merecía eso y muchas cosas más! ¡Era un buen
hombre!— ¡Ahora soy un hombre de negocios!
— ¡Bien, muy bien!—me mordí el labio tratando de entender lo absurda que era esa
conversación ¡Si fuera Karsten el hombre que estuviera allí en ese instante, me estaría
exigiendo explicaciones sobre mi vida de soltera y no sobre la vida de mis padres!— Mi
papá trabajando en el palacio, mi mamá como ama de casa.
— ¡Qué mal por ella! No sé por qué en este país a los docentes no se les dignifica
económicamente como merecen—Miguel se acercó a mí y me acarició la espalda con
manos protectoras, yo me puse muy nerviosa. ¡Eso no me lo esperaba!— Ciertamente ella
es una mujer grandiosa y tu padre ni se diga.
— ¡Gracias!—le dije y pensé complacida en que definitivamente ese era el futuro
padre de mis hijos no nacidos.
—Ya lo estás haciendo ¿No?—lo desafié con mis palabras, él nunca antes se había
burlado de mí y que ahora comenzara a hacerlo no me gustaba, para nada.
—Sí, ¿hay algún problema si te hago esa pregunta?—me inquirió de mala gana y la
decepción colmó mis entrañas. Ese tonto no había dejado el pasado atrás, estaba bastante
molesto conmigo y hoy día quería explicaciones.
—Por lo mismo, me pareció extraño no verlo contigo hoy, ni nunca. — ¡Bastado! ¡Se
estaba comportando como un bastardo! Definitivamente los hombres no eran de este
planeta— Normalmente él sale en los medios de comunicación con diferentes chicas y
contigo no, y por un momento pensé que ustedes dos tenían una relación ―abierta‖.
— ¡Tú eres igual de baja que hace tres años! —Me guiñó un ojo, y eso me pareció de
lo más sentimental que hasta ahora había conocido— ¡No creo que hayas crecido mucho,
Dagmar!
— ¡No, pero crecí en madures!—me reí sabiendo que en eso tenía razón; mi metro
sesenta y cinco centímetros no tenía vuelta atrás— ¿verdad?
—Claro que sí, ahora eres una mujer adulta— me dijo y me encantó escuchar eso.
Ahora sí que se podía decir que Miguel estaba orgulloso de la mujer en que me había
transformado en estos años. ¡Por fin, algo bueno de este encuentro!
Cuando salí afuera, no me preocupé por el clima ni por la temperatura; había cosas
más relevantes en las qué pensar y en las qué ocuparme y Ally me tendría que prestar su
ayuda en todo. ¡Ella sería mi salvación y mi motivación para recuperar mi relación con
Miguel! ¡Pronto, muy pronto! ¡Pronto, Miguel y yo estaríamos juntos nuevamente!
Sí, seguramente Karsten estaba allí a propósito porque posiblemente alguno de sus
empleados me vio hablando con Miguel hacía minutos y lo había llamado para que se
volviera a aparecer en mi existencia y él como buen demonio que era, estaba parado frente
a frente de mí con esos hermosos ojos de demonio con cara de ángel tratando de
intimidarme. ¡No me importaba! Aunque lo negara en voz alta, sabía mentalmente que
necesitaba este momento con Karsten. ¡Cómo lo había extrañado! ¡Como había extrañado
era mirada traviesa de chico malo! ¡No, no, no, eso estaba mal! ¡No podía pensar así!
¡Odiaba a Karsten! ¡Odiaba su maldad! ¡Odiaba que pusiera mi vida de cabezas cada vez
que le daba la gana!
— ¡Voy a llamar a los de seguridad para que te alejen de mí!—lo amenacé bastante
intimidada de mis pensamientos. ¿Acaso el caminar rápido me había hecho perder la
cordura porque estaba viendo con buenos ojos a ese malvado príncipe? Además, como si
fuera posible cumplir mi amenaza, en qué lugar de mi cabeza cabía que siendo él el
príncipe heredero del país lo iban a tratar como una persona corriente.
— ¡Estás loco!—intenté zafarme y allí fue que me di cuenta que frente a frente de mí
aún estaba el despreciable hombre que me había engañado tres años atrás; nada había
cambiado, todo seguía igual y Karsten seguía siendo la misma basura de mierda—
¡Contigo no voy a ninguna parte!— le fruncí el ceño en forma de reto y me crucé de brazos
bastante furiosa.
— ¡No te tengo miedo!— le murmuré sin aliento, temblando al unísono como una
niñita con frío. Sin darme cuenta eché sin premeditación un pie hacia atrás y las manos
comenzaron a sudarme. El subconsciente me gritaba que huyera de allí pero el cuerpo no
me lo permitía. Sentía miedo, lujuria y a la vez excitación por lo que podría pasar a
continuación.
Finalmente, él se paró a hablar con el chofer y le dio unas órdenes al pobre hombre
que yo no pude escuchar y se introdujo conmigo al vehículo; y como si fuera rayo veloz el
chofer cerró la puerta del carro dejándonos a ambos encerrados adentros.
— ¿En paz? ¿En paz?—me mordí la lengua para evitar darle una merecida
insultada ¡No! ¡No! ¡No!— ¿Y cómo sería eso después de que me besaste a la fuerza para
que Miguel creyera que yo lo estaba engañando contigo?—sí, eso era lo que tenía que
hacer; sin necesidad de golpes podía hacerle mis reclamos.
—Todo lo que hice fue para salvarte—parecía de lo más tranquilo, y eso para mí era
horrible. ¡Odiaba su actitud serena aún en situaciones tan inusuales!—No quería que
dañaras tu vida con ese imbécil—me dijo el muy cretino y yo lo odié un millón de veces,
sin darme cuenta me hallé a mí misma deseándole lo peor del mundo y esto podía
comenzar cuando se quemara en el mismísimo infierno.
—Ese imbécil tiene su nombre y es un maravilloso hombre que me quería, igual que
yo a él—definitivamente que el encanto de Karsten se terminaba cuando hablaba conmigo;
a las demás mujeres podía engañar y ponerlas a sus pies, pero a mí no me mentía. Yo lo
conocía como la palma de mi mano y sabía lo cruel que solía ser para lograr siempre tener
la última palabra.
— ¿Ya, sí?—mi cuerpo se llenó de más frialdad y rabia que antes ¡Karsten era
realmente un caradura egoísta y cruel!— ¿Por qué no me dices en detalle qué carajo haces
aquí y me dejas marcharme de una buena vez?—le pregunté dirigiendo mi mirada hacia la
vista que daba hacia la calle.
— ¡No vamos a hablar aquí!—Tocó un botón dentro de la limusina, lo que hizo que
se encendiera una luz roja y la limusina arrancara su viaje. ¡Este iba a ser un larrrrrrrrrrrgo
viaje!
— ¿De verdad lo crees tan perfecto?— me dijo mirándome írritamente a los ojos con
tono de desprecio— Él es un imbécil e idiota que no tiene nada en la vida.
—Él es un maravilloso ser, no como tú— le expresé con muchísimo sarcasmo.
— ¿Qué puede tener de maravilloso el recibir todo como regalo?— dejó disgregarse
un resignado suspiro— Hasta la empresa que preside es heredada.
—No tiene la culpa de haber nacido rico, —solté toda la ruidosa ira que aún
permanecía escondida—además, tú heredaste sangre azul y eres rico por tu descendencia
real, no por haber trabajado mucho ¿Así que, qué críticas?
—Critico el simple hecho de haber puestos sus babosos ojos en ti—me desafió
observándome con esa mirada oscura que a cualquiera ponía a temblar, pero que a mí en
cambio, me derretía de alguna necesidad extraña.
—Él es el ser más inocente de toda esta historia—le dije con un tono de voz más
suave y eso como que ayudó a que Karsten se tomara más confianza, de la que ya tenía
conmigo. Se sentó a mi lado y me tomó de las manos, lo que provocó en mí una descarga
de adrenalina.
—Necesito que entiendas que…— Karsten asintió y luego movió su mano derecha
hacia arriba y con delicadeza rozó mis labios— ¡Tú eres mía!
Y sin esperar a que yo negara este hecho, movió su mano izquierda sobre mis
piernas e ignorando el vestido que cargaba se agachó un poco y besó la piel que se alojaba
entre la tela y las rodillas. ¡Karsten era el mejor hombre seduciendo, de eso sí que podía
estar segura!
—Miguel, no merece que le hagamos esto—fue lo único que pude decir antes de
que Karsten se levantara de mi lado y volviera a su asiento original— ¡Él no tiene la culpa!
—No, él no tiene la culpa igual que yo; — dijo en una voz bastante excitada— pero
sí la tiene de hacer de ti una niña ciega de algo que no es amor.
— ¡Déjame bajarme, Karsten, por favor!—le supliqué, pues sabía enormemente que
si duraba un segundo más soportando el juego de seducción de ese príncipe iba a terminar
cayendo en sus redes. Él era bueno con las palabras, y más buenos con las acciones y yo…
yo solo era una majadera que no aguantaba un par de caricias bobas— ¡Déjame irme y
luego márchate!—le pedí— ¡Si ya terminaste de hablar conmigo, déjame libre y vete!
—Te voy a dejar en el Centro comercial ―Antillano‖—me respondió sin mostrar
nada implícito en sus palabras—Allí voy a tener un encuentro con el señor Thiago.
—Tengo que hablar con tu padre de negocios— el muy canalla volvió los ojos hacia
mí en sigilo y respondió sin más a mi pregunta.
—Créeme, lo que voy a tratar con tu padre es mejor hacerlo fuera del palacio— me
miró con los ojos entrecerrados y supe en ese momento, que las cosas que Karsten iba a
tratar con mi padre iban a ser bien graves.
—Mi niña, sería tan fácil de contestarte eso; — Karsten se puso cómodo cruzando
las piernas y colocando sus brazos extendidos sobre su cabeza, luego me mostró una
amplia sonrisa — no obstante, no está en mis manos hacerlo—me dijo y yo me irrité, pues,
él siempre tenía que negarse a responder lo que yo realmente quería saber. Lo hacía hace
tres años y ahora, nuevamente.
No pasaron más de diez minutos cuando estábamos al frente del Centro comercial
―Antillano‖. Karsten y yo nos bajamos de la limusina sin perder el contacto emocional,
aunque, ninguno le dijo al otro nada en parte del camino hacia allí. Karsten, me tomó de la
mano como si los dos fuéramos pareja y yo tirité de tenerlo nuevamente tan cerca de mí,
luego me llevó de la mano a un famoso restaurant en donde nos encaminó hacia una mesa;
allí estaba mi padre, solo que él no estaba solo, estaba con mi mamá
— ¿Qué hace usted aquí, su majestad?—fue lo primero que dijo mi madre al vernos
acercarnos a la mesa, mi papá se levantó y le hizo a Karsten una reverencia, en cambió mi
mamá se aproximó a él con mucho rencor.
—Mamá…—traté de explicarle que ese estar juntos no era lo que ella se imaginaba,
él solo me había obligado a subir a su limusina, había hablado conmigo, me había
acariciado con sus labios, pero nada más. Karsten y yo jamás llegaríamos a ser nada más
que conocidos.
—Amor, tranquila que yo lo invité—mi papá trató de aplacar a la fiera que tenía
como madre de su hija— Además, debes aprender a respetar a su majestad, él es el
príncipe heredero y si sigues con esa actitud a la cárcel vas a ir a parar.
—Él y yo tenemos asuntos que tratar—mi padre puso stop en esa discusión absurda
con mi santa madre y propiamente la dejó con las palabras de disgusto en la boca— Por
favor, príncipe Karsten me gustaría que me acompañara a un sitio retirado—se dirigió
luego a Karsten y explayando el brazo le indico la puerta de una habitación donde ambos
seguramente hablarían de sus cosas.
— ¿Qué le pasa a tu padre?— dijo mamá sentándose en cuanto nos sintió a solas—
¿Cómo se le ocurre traer a ese patán hasta aquí?—bastante colérica agarró su copa de vino
y se la bebió de un solo trago.
— ¡Está bien!—le aseguré sabiendo que lo quisiera ella o no, igual Karsten y yo
nunca más volveríamos a estar juntos. Él era un príncipe y yo una plebeya, él era malvado
y yo no lo amaba. Miguel era y debía seguir siendo el hombre de mi vida.
Karsten me miró fijamente a los ojos y después llamó a un empleado del restaurant
le dijo que anotaran todo lo que mi familia había consumido a su cuenta y luego dando
media vuelta se marchó fuera del restaurant. Yo me quedé congelada mientras lo veía
alejarse, no sabía qué Diablos pensar y el hecho de ver a mi padre con mirada de
derrotado me hacía pensar que Karsten estaba haciendo sufrir a mi papá.
Sin pesarlo mucho obvié los llamados de mi papá y de mi mamá y salí corriendo
detrás de él, fuera de allí. Necesitaba urgentemente llegar a donde iba él y exigirle
esclarecimientos; ya que, si ese perro estaba haciendo sufrir a mi papá lo iba a pagar hasta
con sangre, que se metiera conmigo pero no con él.
— ¿Ya terminó la reunión con mi padre?—le pregunté y todo el control que poseía
estaba a punto de írseme de las manos; quería muchísimas respuestas sobre las lágrimas
verdaderas que había visto en mi papá hacía unos momentos y seguramente Karsten se
negaría a dármelas.
—Sí, fue algo breve— sus ojos se iluminaron de forma tan natural que no pude
evitar bajar la mirada para protegerme de su encanto. Hoy no me podía dejar envolver por
sus encantos, él debía darme respuestas muy importantes sobre mi padre.
— ¡Yo no soy cruel!—me tomó por el mentón y sopló muy cerca de mis labios—
Yo… yo soy solo yo.
— ¿Por qué siempre debes hacer eso?—le pregunté con incredulidad, pues
realmente cada día este hombre me desesperaba más. No podía ser que nunca contestara a
mis preguntas— ¿Por qué destruyes a todas las personas que quiero? Hiciste sufrir a
Miguel y ahora haces llorar a mi padre.
—Yo no quiero hablar del pasado, por lo menos no por ahorita—recorrió mi cuerpo
en una expedita ojeada y rápidamente sonrió el muy descarado. Toda esta conversación le
parecía un chiste sin fin.
— ¿Y eso a ti que te importa?—me gritó rabioso; en tanto se peinaba los cabellos con
las manos. ¡Oh vaya, ahora sí que ese malvado estaba perdiendo la imperturbabilidad
conmigo! ¡Lo estaba haciendo rabiar, pero ya no me afectaba!
—Ya te dije que él es el que debe darte las explicaciones al respecto—me respondió
claramente agotado de esa absurda conversación y eso me molestaba mucho más. ¿Por
qué tenía que aburrirse conmigo? Yo, era yo. Yo era la mujer a la que él según amaba.
¡Malvado hijo de puta!
—Sí, —entrecerré los ojos— necesito que le digas a Miguel que entre tú y yo nunca
existió ninguna relación mayor a esa amistad—bueno, ahí estaba, ahí estaba dicho mi
pedido para recuperar a Miguel, ahí estaba lo que debía haberle exigido a Karsten desde el
primer momento que lo volví a ver.
— ¡Si sabes contar no cuentes conmigo!—me miró con los ojos claramente llenos de
disgusto, el muy canalla se mordió el labio inferior y luego dirigiendo su mirada hacia un
grupo de chicas que iban pasando por allí; trató de escapar de mis preguntas.
—No quiero que intervengas más en mi vida, en mis amores y en mis relaciones—le
exigí en cuanto las chicas siguieron su camino y nos dejaron a solas— y menos ahora que
Miguel se ha acercado a mí—su mirada se encontró con la mía y mis mejillas se sonrojaron
¿Qué Diablos me estaba `pasando?—Es posible que pronto nos reconciliemos y nos
casemos—le informé y miré hacia otro lado.
— ¿Se han vuelto a encontrar?—no pareció sorprendido y para nada molesto, más
bien pareció irónico— Eso ya lo sabía, tu amiga Ally no puede mantener la boca cerrada.
Lo que me parece increíble es que me digas que se van a casar ¿Qué significa eso?—
conteniendo la rabia me haló las mejillas en forma de chiste sonriendo de forma agria.
— ¡Lo que escuchaste!—decidí enfrentarlo con la sonrisa más forzada que hasta
ahora había tenido en mi vida, él; por el contrario, me mostró una sonrisa tan
desvergonzada que el cuerpo se me volvió pura gelatina— Miguel y yo nos reencontramos
y estamos muy cerca de volvernos a hacer novios—me estremecí.
—Ja, ja, ja, ja, ja —dejó cínicamente escapar un gemido— ¡No seas chistosa!
— ¡No es un chiste!—alcé una ceja hecha un mar de rabia porque quería abofetearlo
y no podía ¿Qué más podía decir ahora que él estaba burlándose de lo que yo le estaba
diciendo?
— ¡Sí, hazlo!—expresó pensativo— Eso significa que algo profundo sientes por mí.
— ¡Eres un canalla!—balbuceé— ¿Cómo puedes ser tan vil? Mi vida era perfecta
hasta que tú la arruinaste y ahora lo quieres volver a hacer. Quieres acabar con la poca
felicidad que tengo
— ¡Dios mío! ¡Dios mío!— manifestó con un refunfuño aburrido— ¿Por qué será
que las mujeres traen tantas complicaciones a la vida de los hombres? ¡Ya basta de hacerte
la víctima! ¿Sí? Yo te robé un beso y tú firmemente que respondiste— ¡Oh, ahí estaba
Karsten de nuevo! Él siempre tenía que echarme la culpa a mí de las cosas que había hecho
mal. ¿Acaso no podía comenzar a comportarse como un príncipe y dejar a un lado su
papel de villano resentido?— Si no lo hubieses deseado, tu lengua no se fuera movido tan
indecorosamente en mi boca. Sencillamente te hubieses dedicado a cerrar tus deliciosos
labios.
—No, por supuesto que no quería que me besaras, —rugí echa una fiera— todo fue
una trampa tuya para acabar mi relación con Miguel, yo en ningún momento respondí a
tu beso.
— ¿Nada?— demandé aturdidamente—Sería nada para ti, pero para mí lo era todo.
— ¿Todo? ¡Por favor!— Miró fijamente mis ojos y luego me tomó de la mano—
Como ya te dije ese noviazgo no era nada; el imbécil ese y tú jamás hubiesen llegado a algo
más profundo, pero tú inmadurez ―aún‖ no te ha dejado ver eso ¡Es que…mírate! Estás
recriminándome por algo que si él hubiera sido un verdadero hombre se fuera encargado
de aclarar
Miré una vez más a las calles de la ciudad y molesta volví adentro ¿Por qué siempre
el muy canalla debía hacer de mi vida un juego cruzado, una pesadilla en un cuarto oscuro
o la sentencia a muerte de un preso? Ya me tenía harta y aunque no había logrado que
aceptara pedirle disculpas a Miguel seguramente con mi padre sí podría averiguar lo que
estaba pasando.
Entré al restaurant y fui hasta donde estaba mi mamá sola, para variar mi padre no
estaba allí, sí, seguramente se había obstinado del interrogatorio de mi madre sobre su
encuentro con Karsten y se había marchado. ¿Sería posible que a mi padre le diera tanto
miedo decirnos a mi madre y a mí el cuento completo de lo que estaba pasando por el
grado de gravedad que eso representaba? ¡Dios, no permitiera eso!
— ¿Y eso qué quiere decir?—le pregunté, en tanto un sujeto alto nos abría la puerta
del restaurant para que saliéramos. Sinceramente que le sonreí en forma de
agradecimiento, ya que, la primera vez que corrí fuera del restaurant ni lo había notado
por el apuro.
— ¿Y qué más puede ser, Dagmar?—mi mamá estaba bien molesta. Odiaba cuando
se comportaba así. Sí, mi padre era un adicto al juego, pero yo siempre sospeché que esa
adicción tenía un trasfondo más real y estaba en el poco amor que mi mamá le mostraba;
por ello, mi padre prefería trabajar de interno casi todo el año.
Mi papá se arrojó de rodillas diciéndole que él la amaba aunque sabía que ese amor
no era correspondido porque ella amaba al rey y mi madre ignoró sus lamentos. Como si
no le dolieran nada, dio media vuelta y salió de la habitación. Yo, desconsolada salí
rápidamente del armario y me lancé sobre mi padre para intentar consolarlo.
— ¿Cómo pude creer que el muy bandido era mi amigo?—le pregunté a mi mamá;
sabiendo que la respuesta era que cuando lo vi por primera vez quise ser mucho más que
su amiga, ahora no, pero en ese tiempo sí—Él sólo quería aprovecharse de mí.
— ¡Y lo hizo!— me reviró— ¡Te engañó, te usó y ahora sufres por todo eso!
— ¿Y qué quieres que haga si te estoy diciendo la verdad?—me mostró una mirada
confusa y luego se subió al puesto del conductor— ¡Ese príncipe heredero hizo contigo lo
que su padre conmigo!—y ahí estábamos de nuevo, que si el rey la había acosado, que casi
que la había obligado a casarse con él y bla, bla, bla. ¿Hasta cuándo? ¿Sería qué mi mamá
no se cansaba? Ya yo me sabía esa historia, ya conocía los detalles y ya me tenía harta de
saber que aún hoy, ella no se había enamorado completamente de mi padre por andar
pensando que si se hubiese casado con el rey en este momento sería feliz.
— ¡Por favor, mamá; no hagas eso que no me gusta!—le expresé tratando de mirar
el paisaje para no enfrentarme a ella. Hoy no quería discutir, hoy necesitaba saber era en
qué podía ayudar a mi padre. Los problemas con mi padre y con Karsten no podían estar
en el primer lugar de mis prioridades.
— ¡Ya no quiero hablar más de Karsten, madre—le dije!— ¡Si Dios quiere, no lo
volveremos a ver más nunca en vivo y en directo!
— ¡Sí, y si le queda algo de moral en esa cabezota dura no nos volverá a molestar!—
refunfuñó sin dejar de mirar el camino— Ya hablaré con tu padre para que se aleje de él.
¡Que renuncie a su trabajo si es posible!
—Claro que no pasó ―nada‖ entre ese energúmeno y tú; ya que, eso hubiese sido un
infierno terrenal más grande del que ya vivimos—recogió su brazo y puso nuevamente la
mano en el volante— ¡Tú eres mi hija, pero debes aprender que en los hombres no se
confía!—mi estómago se revolvió de solo escucharla.
— ¡Sí, tienes razón!—decidí darle la razón aunque muy en el fondo creía que más
bien ella debía haberme dicho que en Karsten no se confiaba; pues él no era amigo de
nadie.
— ¡Nos encontramos por casualidad!—le mentí, ¿Para qué le iba a decir que Karsten
me había estado esperando afuera de la heladería? ¡No valía la pena!
— ¿De verdad?—mi mamá no pudo disimular su alegría. ¡Él sí que le caía bien!
— ¡Oh, vaya!—mi mamá sonrió—la vida ahora te está regalando una nueva
oportunidad de ser feliz. ¡Hija, lucha por Miguel! ¡Lucha con todas tus fuerzas y vuelve
con él! ¡No caigas en las redes de ese príncipe fantoche! —no le pude contestar nada ¿Qué
más le podía decir? Ni siquiera yo sabía si Miguel me quería de vuelta en su vida. Me di
media vuelta y subí los pies al asiento y de ahí no supe más de mi vida, ya que, me había
quedado dormida en el auto. Estaba realmente cansada y necesitaba unos minutos de paz
y mi mamá me tenía ya harta con sus necedades.
En mis sueños me pude ver a mi misma sentada en una cama de fundas cándidas
cubierta con pétalos de rosas rojas y rodeada de un clima suave, puro y seductor del cual
nunca había sido testigo. El sueño era algo extraño pero a la vez sórdido y erótico, pues yo
estaba vestida con un conjunto de lencería formado por un corsé y un par de botas a juego
de color negro. ¡Estaba vestida que echaba fuego ardiente sobre mi piel!
Desde mi lugar en la cama pude tocar sus pectorales con total libertad y la agitación
de nuestros cuerpos se volvió una esquizofrenia total. De repente, Karsten me tomó por
los hombros y comenzó a besarme como si su vida dependiera de ello, yo le respondí con
igual o mayor intensidad y eso hizo que mi respiración se volviera un total frenesí.
De un segundo a otro desperté de mi sueño. Apenas abrí los ojos traté de aclararme
la mente ¿Qué clase de sueño había sido ese? Uno bastante sensual y anormal. Me estrujé
los ojos y bajé los pies del asiento del auto, luego inmediatamente busqué en mi cartera mi
teléfono para llamar a Miguel. Necesitaba escuchar su voz urgentemente.
— ¡Tuve un sueño tan raro, mamá!—intenté explicarle a mamá que me veía de reojo
como dudosa— Será mejor que llame a Miguel para ver si está bien.
— ¿Bien?—dudó Miguel y eso hizo que me sudaran las manos ¿Qué coño hacía yo
llamándolo tan pronto? Las cosas no tenían que ser así, debía actuar paciente y no como
una loca desesperada de amor.
—Sí, lo que pasa es que…—mi voz sonó bastante perturbada—Yo tuve una
pesadilla bien rara horita y por ello, decidí llamarte.
—Soñé con…— ¡No! ¿Qué estaba haciendo? No le podía decir a Miguel que había
soñado con Karsten y yo besándonos apasionados, en tanto él nos veía desde una ventana.
Miguel no se merecía eso.
—Dagmar ¿Me vas a decir con qué soñaste?—insistió un ahora nervioso Miguel—
¿Qué fue eso tan raro que te hizo llamarme?
— ¡Gracias!— le dije con un tono menos entrecortado ¡Ya no sonaba como una
boba, ya estaba más ubicada!—En fin, te tengo que dejar; ando con mi madre y vamos
rumbo a la casa.
—Sí, yo le mando tus saludos—le guiñé un ojo a mi madre para que ella supiera
que Miguel la saludaba con afecto y ella me hizo señas para que yo también le enviara los
de ella hacia él ¡Obviamente que ambos debían seguir tratándose como amigos cercanos!
¡Eran agotadores los dos!— ¡Mi mamá también te manda saludos!—le dije a Miguel y
respiré profundamente pues, esta vez pensé que la conversación sí terminaría y no
seguiría alargándose innecesariamente.
— Hija, creo que deberías luchar para volver con Miguel rápidamente—ella se
acercó hacia mí y dándome una débil sonrisa me quitó el juego de llaves de la mano.
Estaba decidida a abrir la puerta por mí.
— Si actúas igual de lenta que siempre, no vas a poder volver con él—colocó una
bolsa llena de comida sobre una mesa de mármol y luego se sentó en el mueble frente a la
televisión dispuesta a ver una aburrida película de terror.
— ¡Y por eso no quiero hacerle ningún daño, mamá!— dejé escapar un silbido—
¡Ufff, y también por eso me molesta tanto que el príncipe Karsten no entienda que el
hombre al que yo quiero es Miguel! ¡Ese hombre es tan temático que no me extraña que
regrese nuevamente a intentar destruir mi futura relación con Miguel! ¡A él no le importan
los sentimientos del pobre Miguel!
— ¿Hija, qué fue exactamente lo que le hiciste a ese príncipe Karsten para que
estuviera tan obsesionado contigo?—casi me atraganté con la galleta cuando oí a mi madre
hacerme tan absurda pregunta— ¿Por qué lo alentaste a enamorarse de ti?—me inquirió—
Ahora ese príncipe mala gente querrá arruinarte la vida reiteradamente y yo no quiero
eso. Debes cortar esa relación de raíz y darle su parado categórico al príncipe Karsten, él
no es la persona que está predestinada a ser tu esposo.
—El príncipe Karsten…—Ella tenía razón, Karsten jamás sería mi esposo. Eso era
solo un sueño que quizás en algún momento de mi vida llegué a tener, pero la realidad era
que ese tonto me acosaba simplemente porque para él significaba el gran desafío que
quería derrotar—El príncipe Karsten es solo un presumido y yo no lo alenté a nada,
sencillamente él es un hombre que donde pone el ojo pone la bala—intenté explicarle a mi
mamá—Karsten hace con el universo lo que le viene en gana.
—Y pensar que a los cincuenta años ese opresor será nuestro rey…—una pequeña
sonrisa tiró de los labios de mi mamá y actuando algo aburrida, cambió la película de
terror por un talk show de mujeres divorciadas—Definitivamente, hace falta el difunto rey
para que arregle los desórdenes de su hijito querido porque si como príncipe es capaz de
hacer lo que le da la gana, como rey destruirá el mundo—suspiró—¡Gracias a Dios existe
la ley de que no podrá subir al trono y convertirse en rey hasta que cumpla los cincuenta
años!
Yo miré a mi mamá y sonreí para mis adentro. Luego destapé el paquete de galletas
y corté con esa tonta plática de un zarpazo. Pensé que lo mejor que podía hacer era
alejarme de mi mamá para no seguir analizando lo buena gente que era Miguel y lo cruel
que era Karsten. Di media vuelta y busqué las escaleras para dirigirme a mi dormitorio.
En tanto subía uno a uno los escalones no podía dejar de preguntarme ¿Cómo en un
país tan perfecto, como decían que era éste, se podían tener reglas tan tontas? Era
injustificable que para que Karsten se convirtiera en rey oficialmente, ahora que su padre
tenía ya un año de muerto, él debía esperar cumplir los cincuenta años; y mientras tanto
tenía que dirigir el país como amo y señor de todo, pero sin el estigma de rey. ¡Por eso es
que el mundo estaba como estaba y los peces se la pasan queriendo manejar un automóvil.
Cuando llegué a la puerta de mi dormitorio, recordé que no había ido a hablar con
mi padre; así que, cambié de rumbo y me acerqué a la habitación de mi progenitor, en
donde esperé encontrarlo más tranquilo, más sereno y más calmado. Luego, tanteé un
poco la puerta, la empujé para pasar y entré a la habitación.
—Él no me hizo nada, es solo que yo…—tragó saliva e intentó disimular un poco su
dolor tratado de hablar más seguro de sí mismo.
— ¿Mal? ¿Cómo qué mal?—le pregunté— ¿Estás enfermo? ¿Quieres que llame al
médico o te lleve al hospital?—desesperada me levanté corriendo y me abalancé sobre el
teléfono del dormitorio para ver si podía llamar, pero mi padre no me lo permitió.
— ¿Deprimido?—arqueé una ceja sin poder creer lo que estaba escuchando— ¡Papá,
eso es algo terrible!— cerré los ojos un segundo tratando de asimilar la situación
psicológica que presentaba mi papá en ese instante.
— ¡Tranquila! ¡Tranquila!— murmuró— ¡Te prometo que me voy a poner bien! ¡Yo
no quiero que te preocupes por mí! ¡Quédate tranquila y así estaré yo tranquilo!
— ¡Sí, prometo que mañana estaré más tranquilo!— me replicó y decidí dejar estar
conversación para otro día. En definitiva mi padre no quería hablar conmigo y no valía la
pena seguir luchando en vano.
Mi mamá pareció tan ocupada durante todo el desayuno que decidí simplemente
agarrar mi bolso y marcharme de la casa para irme a la academia de baile. Sí, sonará
extraño pero en ese tiempo de vacaciones estaba tan aburrida que preferí inscribirme en
una escuela de baile para así olvidarme definitivamente de esos dos pies izquierdos que
me caracterizaban a la hora de bailar en una fiesta y aunque el profesor era demasiado
exigente para mi gusto, mi padre le pagaba muy bien para que me tuviera un poquito de
paciencia.
Caminé todas las largas cuadras desde mi casa hasta la academia; ya que, no quería
esperar nadita a que pasara un estúpido autobús y tampoco sabía manejar un malvado
vehículo. Asimismo, necesitaba tomar algo de aire; ya que, durante toda la noche no había
logrado pegar un ojo para dormir. ¡Oh vaya, cómo extrañaba a mi amiga Anne! ¿Dónde
estaba cuando la necesitaba?
Al mediodía terminaron por fin mis clases de baile y llegué a la conclusión de que
éstas estaban siendo en vano porque no podía dejar de bailar malísimo. Mis desastrosos
pies no querían ceder ni un poquito al baile y bueno, ¿Qué más podía hacer? ¡No me los
iba a cortar, eso nunca! De pronto, caminando de regreso a mi casa casi me caí de zapatazo
cuando vi acercarse a mí, a una compañía no deseada ni requerida.
— ¡Vine a verte! ¿Qué más? — Sonrió con unos ojos perennes de complicidad, tal y
como si aún fuésemos los súper amigos— ¿Y ahora vas a tratarme de usted?
— ¡Por supuesto!— Se me tensaron los hombros de purito malhumor—Mi madre a
mí me enseñó que a los miembros de la realeza se les debe tratar con mucha formalidad y
creo que contigo he reto demasiado con esa regla—en ese momento un auto descapotable
pasó por la vía y unas chicas que iban a bordo empezaron a arrojarle besos y a tomarle
fotos con sus teléfonos a Karsten. ¡Rayos, pirujas quita príncipes!
—Lo que quise decir fue que…—intenté en vano explicarme, pero Karsten no me
dejó.
— ¡Quizás, ellas son buenas chicas, pero no son tú, Dagmar!— se mordió el labio
provocativamente e ignorando a las jóvenes, me acarició la cabeza con cariño— ¡Es lindo
que hagas todo lo que tu mamá te dice! ¡Es grandiosa la educación que ella te dio, pero a
mí eso no me sirve de nada! ¡Quiero que te entregues a mí y que olvides esa dichosa ley de
que debes tratarme con enorme formalidad porque soy un príncipe! ¡Para ti, yo soy tú otra
mitad y tú mamá debe entender eso!
— ¡Hmmm!—murmuró con voz ronca y cazadora— ¡Dios, Dagmar! ¿Por qué estás
tan enfadada conmigo? Yo no tengo la culpa de que sientas celos de esas chicas—dijo
señalando a las ―Barbies‖ que desde el auto no dejaban de mirarlo.
— ¡Es un caradura neurótico!— Puse mis manos en ambos lados de las caderas, en
tanto podía oír los latidos de nuestros corazones intentando pelearse entre sí. El que
ganara de los dos, seguramente que podría de rodillas al otro.
— ¡Siempre!—Karsten me encontró con sus ojos y yo lo miré con resentimiento.
¡Mujeriego perverso, que se dejaba piropear y fotografiar por mujercitas en autos últimos
modelos mientras era capaz de jurarme amor! ¡Qué cruel!
—Eso fue el día de ayer, hoy es hoy, cariño— me entornó los ojos.
— ¡Yo no puedo aguantarlo más! —Me detuve y lo enfrenté— ¡Me tiene harta!
¡Déjeme en paz! ¡Está jugando conmigo y no voy a permitirlo! ¡No voy a aceptarlo!
—Es que estás tan de mal humor que pienso que debes tener la visita de todos los
meses—me soltó sin más sonriendo como un capullo—He leído por ahí que las mujeres se
ponen bastante hormonales cuando tienen la visita de todos los meses.
— ¡Tú eres mi novia!— me gritó burlón desde el otro lado de la calle y aunque
ambos estábamos en dos aceras diferentes porque a él no le había dado tiempo de cruzar,
estaba segura de que los transeúntes podían escuchar nuestra discusión. Sí, ya en
segundos sería parte de la noticia del momento.
— ¡Eres mi novia!—me volvió a repetir y esperó otra vez la luz roja del semáforo
para poder cruzar. Luego de hacerlo, se paró frente a frente de mí, tan cerca que podía oler
su respiración y acariciar su aroma ¡Qué delicia!
— ¡Porque nunca voy a perdonarte por lo que me hiciste!— farfullé colérica— Por ti
casi amigos ni tengo ya; ahora solo cuento con Ally para todo.
— ¿No tienes casi amigos?— parpadeó confusamente— ¿Y qué tiene que ver eso
conmigo?
—Es que… no tengo amigos; por lo que, siempre han dicho los medios de
comunicación e información sobre una supuesta relación entre tú y yo— le dije dándole
una mirada dura. Sí, sabía que él no era tonto; sin embargo, me sacaba de mis casillas
cuando me exigía más de lo que yo le podía o quería dar.
— ¡Eso lo dices tú porque siempre has estado rodeado de gente!—lo fulminé con
enojo y me concentré en mi respiración, no quería volverme loca y empezar a golpearlo
delante de la gente ¿Por qué se le hacía tan difícil de entender que lo ocurrido hace años
me había sacrificado mucho? Él, era culpable de las mayorías de mis preocupaciones.
— ¡Eso es cierto! ¿Y?—me preguntó como si tal cosa no fuera relevante para él.
—Y… Karsten yo siempre he querido tener amigos—Sí, ¿Para qué iba a negarlo?
Añoraba tener algún que otro amigo sincero, pero a cambio siempre las personas se
acercaban a mí era para ver si yo les iba a contar sobre mi supuesta relación con Karsten, o
si su cercanía conmigo los acercaba al príncipe. Mis mejillas enrojecieron y bajé la mirada
llena de pena. ¡No podía ocultar algo que era totalmente lógico! Nadie me apreciaba
sinceramente, solamente mis padres y mi amiga Ally.
— ¡Ese dicho no es así!— Inhalé y exhalé millones de veces por segundo apretando
los puños para evitar recurrir a la violencia en contra de él por haberme besado. Su beso,
aún en la frente, me había provocado escalofríos por todas partes. Me separé de él y aún
aturdida me mordí los labios— ¡Ese refrán no es así!
—Cariño…— farfulló con voz ronca y gutural. —hay cosas que no conoces de mí y
es posible que cuando las conozcas; me vayas a odiar más que lo que ya lo haces ahora y
en definitivamente esas ofensas no te valdrán de nada; puesto que voy a parecerte peor de
lo que ya me consideras— Dio un paso hacia delante y toma mi cara entre sus manos —
Tengo secretos y esos tienen muchísimo que ver contigo.
¡Me volví loca y desesperada al verme solitaria! Ese canalla siempre lograba
herirme y hacerme perder la compostura. ¡Me había besado! ¡Me había acariciado! ¡Me
había hecho temblar! ¡Me había hecho volverme loca de la rabia! ¡Me había hecho sentir
como si no fuera yo! ¡Me había hecho dudar de mi seguridad! ¿Qué coño había pasado
conmigo que le había permitido hacer todas esas cosas conmigo en tan poco tiempo?
Y eso sin contar con que yo no estaba segura de querer, después de algunos años
empezar nuevamente con Karsten el ciclo de ―Su majestad y su novia‖ de los medios de
comunicación e información y que seguramente comenzaría si una de esas chicas que iban
en el auto hacía poco minutos publicaba en internet las fotografías de hacía un rato de
Karsten conmigo, o si algunos de los chismosos que estaban por allí nos habían
fotografiado besándonos. ¿Besándonos? ¡Oh, Dios, besándonos! En pocas palabras si eso
ocurría, yo sería la noticia mundial otra vez.
Es que ella nunca me entendería, ella no era como mi padre. A ella le importaba era
el estar bien con la sociedad de ricachones que la rodeaban y él valoraba más pasar un
domingo rodeado de la familia. El pobre se cansaba tanto de trabajar internado que
siempre quería aprovechar los minutos libres que le quedaban para pasársela abrazado a
mi mamá y a mí. Hecho que mi madre odiaba, porque ella ansiaba era ser valorada por los
millones que poseía, tal como si estos fueran nacidos con ella y no productos del sudor de
la frente de mi papá.
Cada día buscaba y se inventaba la manera de ser aceptada por la sociedad y para
ello, se inscribía en los mejores clubes, hacía compras de las mejores cosas y se relacionaba
con las que ella decía, eran las mejores personas; ya que, indirectamente en ese peligroso
camino de lucha social se encontraba con que solo era ―aceptada‖ por un grupo de
millonarios ―sin cerebro‖, pero el resto, ―los verdaderos millonarios‖ sólo la veían como
alguien que se encontraba en una mala hora, en un mal sitio.
Por ello, para mí era extraño ser rica únicamente porque mi padre se metiera ocho
largos e ininterrumpidos meses a trabajar como interno en la guardería del palacio sin
derecho a salir y con vacaciones que comenzaban en septiembre; y a la vez, ser pobre para
una parte de la alta sociedad y la realeza, formada por duques, condes, emperadores y
otros que sí poseían sangre noble.
Asimismo, era peor saber que mi madre con la gente de menos recursos económicos
actuaba como una mujer súper poderosa y acomodada, pero con gente con más dinero se
dedicaba a quedarse callada para que ni la notaran. Ella era del tipo de personas que se les
conoce como rico suertudos; es decir aquellos que llegan a alcanzar ciertas fortunas por la
oportunidad de un buen trabajo que se les presenta en la vida. Ella era un ejemplo del mal
emigrante que vive de ser esclavo en el país que emigra, pero que cuando regresa a su país
natal quiere humillar a los que cumplen con esta labor. Que, no todos los que emigran son
así, pero hay un mínimo grupo que sí lo es.
Mi madre era una mujer superficial, engreída y humillante. Creo que por eso, ella a
veces me criticaba tanto, pues la dos éramos polos muy opuestos. En tanto mi mamá
quería vestirse muy a la moda y con ropas carísimas; aún fueran horrendas, yo era una
chica de colocarme encima aquello con lo que me sintiera cómoda. A ella le gustaba
ponerse un vestido moderno acompañado de unos zapatos de tacón alto, yo amaba un
pantalón de blue jean y unas sandalias bajas. A ella le gustaba andar con cabellos sueltos,
bien planchados y alisados, yo me los soltaba únicamente cuando no era temporada de
calor porque si no, me recogía el cabello en un moño y era de lo más feliz.
Finalmente, las dos hasta en lo de escoger pareja éramos totalmente diferentes. Ella
se había llevado varios tropezones con algunos ex novios y yo aún seguía siendo virgen.
Ella odiaba a la realeza, aunque ésta le daba de comer, porque consideraba que el difunto
rey casi le había destruido la vida; en cambio, yo, bueno no odiaba a la realeza, odiaba era
a Karsten por ser tan cruel conmigo. Ella estaba feliz viviendo con mi padre solo cuatro
meses al año, yo quería tener una relación estable en donde pudiera compartir muchísimo
tiempo con mi pareja.
Me quedé por horas en mi habitación pensando en estas cosas, pero cuando sentía
que ya estaba más tranquila, la imagen del beso entre Karsten y yo volvía a mi cabeza. No
podía dejar de mirar esos carnosos, deliciosos y maravillosos besos que me habían besado.
¡Era algo excitante y ensordecedor mantenerlo en mis recuerdos! ¿Qué era lo que me
estaba sucediendo? ¡Me había vuelto loca y pronto tendría que internarme en un
psiquiátrico! ¡Sí, estaba segurísima de eso!
—Karsten…—le susurré.
— ¿Qué?— me preguntó con con voz ronca― ¿Qué me tienes que decir?
— ¡Dame espacio!—le grité por teléfono— ¡No quiero que me andes molestando ni
acosando! ¿No te bastó con las fotografías y los videos que salieron hoy publicados de
nosotros? ¡Déjame en paz!
— ¡No quiero que me sigas buscando!—le repliqué intentando sonar lo más fuerte
que podía, no obstante, la verdad era que mi corazón se hacía pedazos si me ponía a
pensar en que del otro lado del auricular estaba Karsten sufriendo por mí.
— ¡Estás loco! —le murmuré—No sé por qué si siempre te he dicho que me dejes en
paz, nunca lo has hecho.
—Tú y yo estamos tan conectados que, en este instante puedo sentir el calor en tu
rostro y sé que tus mejillas deben estar súper rojas —dijo haciéndome temblar— Ese color
rojo no puede ser por nada; es porque me amas.
— ¿No tienes nada que hacer? —me aclaré la garganta entre suspiros ¿Acaso sería
verdad lo de que si mis mejillas estaban rojas era porque lo amaba? ¿Tendría Karsten
razón?— ¿Por qué no estás en una de esas reuniones importantes a las que la realeza tiene
que ir?—decidí cambiar la conversación porque de verdad no quería y no podía continuar
con esto por más tiempo. Lo mejor para mí sería cambiar nuestro dialogo hacia otro tema.
— ¿Me estás escuchando aunque sea un poquitito? ―me dijo con sarcasmo
claramente muerto de la risa—Acabo de decirte que a pesar de la distancia, sé cómo te
sientes en este momento; roja, acalorada y hermosa.
. — ¡Oh, Dios! — Respiré hondo y exhalé— ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!—No lo podía creer;
¡Karsten era desesperante! Estaba jugando y jugando conmigo.
— ¡Dagmar, no te vayas por las ramas!— ¡Dime por qué no quieres salir conmigo!
¿Acaso no quieres ir o es que tus padres no te dejarían ir a una cita conmigo?
¡Respóndeme, porque yo quiero salir contigo! ¿Tú no quieres?
— ¡Estoy bien!—le mentí, en tanto mi pecho se encogió con sus palabras—Es sólo
que no puedo salir contigo.
— ¡Tú y yo no somos amigos! —Me quejé— ¡Tú arruinaste mi vida! ¡Acabaste con
mi relación con Karsten!
— ¿Vas a volver con eso?—resopló— ¡Yo solamente quiero salir contigo! ¡Quiero
estar nuevamente en contacto contigo! ¿Es que acaso no podemos salir en plan de amigos?
— ¿Y por qué no?—me gritó en un arrebato de ―Yo soy Karsten, el príncipe al que le
debes dar miles de explicaciones‖.
— ¿Es por tus padres, verdad?—Se rió entre dientes en lo que le pareció un chiste
de mi parte— ¡Dios mío, Dagmar! ¡No eres una niña!
— ¿Y eso a ti que te importa?— le grité apretando los dientes— ¡No eres mi dueño!
— ¡Claro que lo soy!—me gritó de vuelta— ¿O qué acaso quieres que comience a
marcar mi territorio?—me preguntó impaciente y malhumorado e inmediatamente una
corriente eléctrica recorrió por mi espalda. ¡Karsten era el propio hombre de las cavernas!
— ¿Quieres que vaya a tu casa y que arme un escándalo nada más que para pedirle
permiso a tus padres para salir contigo?—me interrogó con voz profunda y al escucharlo
decirme algo como eso, las entrañas me comenzaron a sudar. Sí, Karsten era capaz de
venir a mi casa y armar un escándalo y eso no podía ocurrir ¡Nunca!
— ¿Por qué vas a venir a mi casa?— Tropecé hacia atrás mientras abría los ojos—
¡No lo hagas! ¡No tienes que hacer eso, Karsten! ¡No puedes hacerlo!— le advertí— ¿Estás
loco?
— ¡Entonces, sal conmigo!— me pidió con tono serio en lo que le pareció un reto y
de los duros.
— ¡No! ¡No lo hagas!—chillé bastante nerviosa— ¡Está bien, Karsten! ¡Está bien!
¡Saldré contigo!—suspiré derrotada— ¡Saldré contigo, pero solo en plan de amigos!
— ¡Genial!—sonó finalmente relajado y sin poderlo creer sonreí. Iba a salir con él en
plan de amigos, esperaba que el muy canalla no se aprovechara de la ocasión.
— ¡Sí, genial!— mascullé con un suspiro lleno de una alegría inexplicable. Esa cita
estaba lejos de estar en el camino de la tranquilidad, era más bien una cita extraña que
quizás podría significar el cierre que necesitaba la relación entre Karsten y yo. ¡No sé, esa
cita bien podría ser un buen plan para mí!
— ¿Quieres qué todo sea un secreto, verdad?— Sonó como una pregunta, pero no
era así.
— ¡Sí!—Me froté la cabeza con la mano— ¡Invéntate otra manera, pero que no me
vengan a buscar aquí!
— ¿Puedo hacerte una pregunta, Dagmar?— insistió, una vez más Karsten con lo de
intentar sacarme de mis casillas.
— ¿Te importa tanto lo que tus padres piensen de ti y de mí?— ahí estaba la dichosa
preguntita que me volvía loca. ¿Es que acasoél no podía evitar hacer ese tipo de preguntas
que me lastimaban? Sí, tenía miedo de lo que mis padres pensaran de Karsten y de mí. ¡Me
importaba muchísimo!
—Esteeee…— gagueé como una bebé con un resoplido dramático— Eso que dices
no es…. No es muy agradable de tu parte.
— ¡La vida da muchas vueltas, Dagmar!— resopló, claramente agravado— ¡Tus
padres no me quieren pero quizás tú y yo tengamos un lindo final juntos! ¿No te parece?
— ¡Debo colgar, Karsten!—le dije— ¡Ya estoy cansada de hablar! ¡Y tengo muchas
cosas que hacer y me imagino que tú también!
— ¡Hasta mañana!— me devolvió— ¡Voy a contar las horas para tenerte cerquita de
mí!
Al día siguiente las horas pasaron lentamente, caminé de un lado a otro por los
pasillos de mi casa buscando algo que hacer para que el tiempo acelerara pronto y que
rápidamente se hiciera la bendita hora de la cita con Karsten; pero no, por el contrario, el
segundero del reloj como que se había quedado trabado.
¡De qué le sucedía algo, le sucedía algo! Pues, durante el día, mi papá había estaba
llorando por los rincones de la casa, sí igual como lo había estado haciendo dos noches
atrás. Sus ojos que eran de color verde esmeralda, se veía marrones deprimentes. No había
querido comer, hablar y menos sonreír! ¡Se veía como un gato sin ratón con que comer!
Y cuando por fin, llegó la hora de la cita, le puse a mi mamá la excusa de que iba a
salir con Anne y ella algo escéptica me dejó ir con la condición de que en menos de dos
horas me quería de regreso en la casa. Estábamos en pleno siglo XXI y aún mi madre me
trataba como si estuviéramos en la Era medieval. ¡Y eso que la cita no era de noche!
El chofer me llevó rápido a nuestro destino; el cual era un terreno extenso y solitario
fuera de la ciudad. Allí, en todo el medio se encontraba un pequeño restaurant antiguo, en
donde seguramente me esperaba Karsten. El chofer se bajó del auto y después de
ayudarme a bajarme a mí, muy amablemente me pidió que lo siguiera adentro y yo lo
acompañé.
¿Qué puedo decir del restaurant? Sí, que el lugar era muy bonito y sencillo y que
además, tenía una fogata, mucha decoración antigua y solo seis mesas para los clientes.
Era el perfecto restaurant para que nadie se enterara de la cita de Karsten y yo. Además,
no había más nadie ahí. Seguramente, que Karsten lo había mandado a cerrar a propósito
para que solo él y yo estuviéramos comiendo tranquilamente sin miedos a que nos
fotografiaran, otra vez.
— ¿Te gusta?— me susurró al oído con increíble resolución y yo temblé. ¡Ya! ¡Ya!
¡Ya, Dagmar! ¡Este no era el momento para ponerse nerviosa! ¡Debías era estar furiosa!
Además, si habías asistido a la dichosa cita era por obligación y no por gusto. Karsten me
había obligado, y yo quería era cerrar cualquier tipo de relación con él y asimismo,
deseaba averiguar qué era lo que se traían entre manos Karsten y mi papá.
— ¡Disculpa!— dije entre dientes bastante apenada— ¡No fue mi intención gritarte!
— ¡No te preocupes!— se me quedó mirando un buen rato y luego tomó una botella
de champaña y comenzó a servirnos a ambos en las copas.
— ¡Yo no tomo!— entorné los ojos y torcí el gesto. Él volvió a sonreír y después de
ello, alejó la copa que había puesto de mi lado de la mesa; como diciendo ¡Es que tú no vas
a beber!
— ¡Así que el almuerzo ya está servido!— Le hice una mueca y fui incapaz de evitar
que mi voz reflejara parte de lo incomoda que me sentía— ¡Oh, estabas tan seguro de que
vendría y no te dejaría plantado!
— ¡Se supone que un príncipe no dice una cosa como esa!—le dije sonriendo—
¡Karsten, tú no cambias! Sonaste como si no tuvieras nada de clase y te estuvieras
muriendo de hambre.
— ¡No soy un santo, no soy un diablo; solo soy un hombre!—me indicó y
nerviosamente dejé que su mirada me acariciara. Era una mirada tan sensual y perversa
que las mejillas me ardían de la emoción.
—Ja, ja, ja, ja—Su boca se curvó hacia un lado y su mirada se encontró con la mía—
¡Me gustan tanto las cosas que dices y de la forma cómo lo dices! ¡Me encanta esa sonrisa
tuya! ¡Es tan sensual!
— ¡Estás colorada!— el muy canalla sonrió y yo comencé a botar agua por la nariz
y la boca. ¡Qué pena estaba pasando en ese momento!
— ¡Te odio!—le grité cuando sentí que una furia me halaba al infierno para
enseñarme a realizar locuras. Sin ponerme a pensar en las consecuencias, me abalancé
hacia adelante y le di un derechazo que el muy sinvergüenza logró esquivar; eso me hizo
tambalearme hacia sus brazos y casi que le caí encima. De inmediato lo golpeé eufórica
sobre el pecho— ¡Te odio muchísimo! ¡Eres un parasito!
— ¿Qué?— Suspiró
— ¡Me…Me largo de aquí! –musité colérica antes de morderme el labio y dar media
vuelta para buscar aunque fuera con la mirada el camino hacia la salida del restaurant.
— ¡Deja los berrinches!— Forzó una sonrisa— ¡Se suponía que esto era una cita!—
me soltó y yo lo miré. Sus ojos eran maravillosos, su cabello grandioso y todo su cuerpo
era total e impresionantemente perfecto. Tragué nerviosa y decidí seguir furiosa con él en
vez de estar buceándolo.
— ¡Esto no era una cita!—lo apuñalé en el pecho con el dedo del medio— ¡Yo acepté
porque me obligaste a venir contigo!—le mencioné rodando los ojos sin quitarle el dedo de
encima— ¡Yo acepté porque me dijiste que era en plan de amigos! ¡Yo acepté porque
prometiste no acosarme! ¡Yo acepté, fue porque pensé bobamente que me dirías todo sobre
los secretos que se traen mi padre y tú!—y ahí caí en peine, nuestra ―cita‖ se estaba yendo
por un rumbo de seducción y me estaba olvidando de lo que me interesaba que era lo de
mi papá— ¡Vamos dime!—le pedí— ¿Por qué te la pasas buscando a mi papá? ¡Él es un
empleado más! ¿Por qué para ti un empleado de bajo nivel sería de tan gran relevancia
como para molestarte en reunirte con él en diversas oportunidades?
— ¿Me tienes eufórico, sabes?—Karsten me dio una sonrisa de complicidad y se
acercó a mí para luego susurrarme al oído como si le costara hablar o le faltara el aliento—
¡Tú me quieres volver loco! Te cito para hablar contigo lleno de paz y amor y tú solo me
recriminas por hablar con tu padre hace dos días y ni siquiera sabes de qué hablamos, él y
yo.
—Es que…— me inquieté—Es que sé que ese día te reuniste con mi padre por algo
grave y sé que lo que hablaron mi papá y tú fue algo serio y bien fuerte porque desde esa
conversación mi papá se percibe preocupado, deprimido y varias veces lo he escuchado
llorando.
—Solo hablé con tu padre para ofrecerle dinero— me confesó con ojos vidriosos—
¡Quería darle un préstamo!
— ¡Tú eres una mala persona!—lo acusé con voz helada— ¡Eres el Diablo hecho
persona y no quiero encontrarme más nunca contigo!
— ¡Esta bien!—alzó las cejas y suspiró débilmente— ¡pero deja de mirarme como si
yo fuera un tigre a punto de arrojarse sobre ti para devorarte! ¡No te voy a comer…Por lo
menos, no hoy!
— ¡Engreído! —Le dije y él me dio en respuesta esa media sonrisa que tanto me
agradaba— ¡En fin, me voy!—estreché mis ojos con los de él logrando con ello hacerlo
entender que esa ―cita‖ finalmente había acabado— ¡Ya se me quitó el hambre! ¿Será que
tu chofer me puede dejar en el mismo estacionamiento del que me recogió? —le pregunté
analizando que si la respuesta de Karsten era negativa iba a sufrir buscando el camino de
vuelta a mi casa.
Regresé a mi casa y no había nadie allí; así que prendí la televisión y me puse a ver
una película llamada ―Esclavo vaquero‖ y aunque las películas del lejano Oeste no eran
de mis preferidas, me pareció entretenida y terminé viéndola toda. Luego, comenzó una
película llamada ―Te sigue los pasos‖ que a mi parecer era fastidiosa, así que, apagué la
tele y me recosté en el mueble. A los pocos minutos, totalmente agotada y sin ganas de
mantener las pupilas abiertas, caí rendida en el sofá de la sala.
— ¡Sí, estoy bien!—su voz sonó como si su respuesta la estuviera dando por un
compromiso ante mí y no porque fuera parte de la realidad.
—Vi las fotos publicadas entre Karsten y tú y…—me dijo sin más y mi voz se
quebró. ¡Oh no! ¡Oh no! ¡Oh no! ¿No se suponía que este día estaba yendo regular? ¿Por
qué tenía que ponerse oscuro?
— ¡Eso no fue nada!—cerré los ojos intentando sonar realista y no una completa
mentirosa de pacotilla— ¡Él me beso aprovechando que yo estaba pensando en otra
cosa!—le expliqué razonadamente y mi piel se erizó con solo recordar ese bello y delicioso
beso— ¡Nosotros no tenemos ninguna relación romántica! ¡Él solo aprovecha su título de
nobleza para burlarse de mí y hacerle creer a todos que él y yo somos novios!
—¡Está bien! —me dijo con voz ronca y gutural— ¡En fin, te llamé porque estuve
pensando, pensando y pensando!
—Yo quería invitarte a…— ¿Me estaba invitando a salir con él? ¡Sí, por favor, que
fuera eso! Necesitaba más tiempo con Miguel y menos con Karsten si quería que mis
sueños se volvieran hechos concretos—No sé, si tus padres te dan permiso, pensé en que
me acompañaras a cenar hoy a un restaurant—me propuso salir como yo lo deseaba y eso
me gustó muchísimo.
— ¿A cenar?—le pregunté y giré la cabeza para ver a mis padres colocar sus bolsas
de compras sobre la mesa principal. ¡Las cosas no debían estar tan mal si andaban de
compras!
— ¡Sí, sería divertido!—oí a Miguel bastante sumiso— ¿O es que tienes alguna otra
cita?
— ¡No, claro que no!—miré a mi mamá verme con cara de ―chica no me gusta la
reputación que estás teniendo últimamente‖ y decidí que sí quería salir con Miguel; ya
que, si quería reconciliarme con él, necesitaba obligatoriamente pasar mucho más tiempo a
su lado— ¡Sí, quiero ir a cenar contigo!
— ¡Bien, te pasaré buscando a tu casa!—me dijo cálidamente— ¿Te parece bien a las
06:30 pm?—me preguntó y yo vi a mi mamá pidiéndome con la cabeza que le dijera que sí
a Miguel. Bueno, por lo menos me estaba dando permiso para salir a casi entrada la noche.
¡Después no quería quejas de que estaba regresando a la casa demasiado tarde!
— ¡Sí, a las 06:30 pm!— le contesté a Miguel y me emocioné de saber que pronto él
y yo estaríamos juntos nuevamente y esta vez sería para siempre.
Miguel llegó como lo había prometido a las 06:30 pm y mis padres lo recibieron
contentísimos. No había dudas de que preferían como yerno a Miguel y no a Karsten. Mi
mamá lo invitó a tomarse un café descremado y mi papá le entregó unas revistas viejas
para que leyera. Por mi parte, yo me vestí para la ocasión con un vestido blanco de gran
elegancia y unos zapatos sencillos de tacón bajo. Miguel apenas me miró llegar a la saña
sonrió satisfecho y lleno de enorme emoción me abrazó.
Cuando a las 07:00 pm ambos logramos salir de la casa, luego de que mis papás nos
felicitaran por ese reencuentro y se mostraran alegres de vernos juntos otra vez, nos
subimos a su auto y rodamos fuera de la ciudad. Miguel para bajar un poco el ambiente
tenso que se estaba formando con el transcurrir del paseo puso música en la radio.
—Miguel…—quise hablarle para no sentirme tan sola, pero mi voz sonó muy torpe.
— ¡Perdóname, Dagmar!—con una mano mantuvo el volante del auto y con la otra
me acarició la mejilla derecha— ¡No sé por qué me pongo así! Yo te creo que fue el
príncipe Karsten que se aprovechó de ti para besarte, pero igual no puedo evitar ponerme
celoso.
— ¡Lo sé!—cerré los ojos y pretendí estar calmada. Lo cierto era que me había hecho
mucho daño cuando me había gritado. Este era un Miguel que yo no conocía.
— ¡Oh, lo había olvidado!—trató de cambiar el tema para hacer del momento algo
más tranquilo— ¡El restaurant es encantador! ¡No es igual a ninguno que hayas visitado!
¡Yo siempre que puedo lo visito y quise que tú también lo visitaras!
— ¿Estás seguro de esto?—lo miré directamente a los ojos —No sé si está bien para
ti traerme a cenar si no somos novios. De paso, no quiero que te sientas obligado a algo
que no quieres hacer, únicamente porque mis padres se pusieron todos melosos creyendo
que tú y yo estamos reconciliados, cuando la verdad es que…
— ¡No digas tonterías!— Tomó una respiración profunda—Para mí tus padres son
los mejores del mundo y sé que actúan siempre como hace un momento porque tú eres el
tesoro más preciado para ellos. ¡No creas que te invité a cenar solo por quedar bien ante
ellos! ¡Yo aún te quiero, no seas tontica creyendo que no es así!
— ¡Qué tonta soy, creyendo algo así! —levanté la ceja incrédula de oír decir algo
como aquello y miré al frente. ¿Qué me pasaba? Miguel me había dicho que me quería y
eso para mí había sido como oírlo decir que la empresa de su padre estaba en su mejor
momento. ¡No me había importado tanto como debería! Mi cabeza como que se estaba
volviendo loca, loca, loca.
— ¿No la hay?—vacilé.
Llegamos al restaurant a eso de más de las 08:00 pm y al ver el lugar quedé súper
sorprendida; ya que, no era un restaurant con paredes y enormes cocinas a los que un
sujeto como Miguel estaba acostumbrado y menos era algo parecido a alguno de los que
mi padre había trabajado. Todo lo contrario, no habían paredes, la cocina estaba al aire
libre, las mesas también, a un lado había un pequeño parque infantil y para resguardar de
la lluvia en una esquina estaba una enorme toldo de color blanco. ¡Era el restaurant más
sencillo y acogedor al que me habían invitado hasta ahora!
—Ja, ja, ja, ja—le di una media sonrisa perezosa— ¡Es un lugar estupendo!
— ¿Ya están listos para ordenar?—a los pocos minutos se acercó a nosotros un
mesonero algo robusto.
— ¡En un momento vuelvo con sus pedidos!—dijo el hombre y luego dio media
vuelta y se alejó a buscarnos nuestros pedidos.
— ¡Me sorprendes, Dagmar!—al momento que el mesonero se marchó, Miguel
comenzó a hablar— ¡Pensé que pedirías algo para comer que fuera de dieta.
—Si me conoces bien, sabrías que yo no soy mujer de hacer muchas dietas—me
encontré con su mirada— ¡No las aguanto y caigo en la tentación de comer y comer!
—Je, je, je, je, je—se rió complacientemente— Y yo soy un hombre de comer mucha
pasta ¿O no notaste mis dos pedidos?
— ¡Bueno, empecemos por ti!—puse los codos sobre la mesa y mis manos en mi
mentón— ¿Qué cuentas, Miguel? ¿Qué ha pasado contigo? ¿Cómo te fue hoy en el trabajo?
— ¿Qué?— ¿Qué me iba a decir? ¿Me iba a pedir nuevamente que fuera su novia?
¿Se me iba a declarar? ¿Estaba preparada para ser su novia? ¿Qué haría Karsten si se
enteraba de aquello?— ¿Podemos, qué? ¡Habla, por el amor de Dios!—le exigí
nerviosísima.
—Sí, bueno, antes éramos amigos, pero…— Apreté la mandíbula. ¡Yo no quería ser
su amiga, yo quería era ser su novia! ¡Él no podía pedirme que me conformara con ser su
amiga! ¡Yo lo amaba! ¡No estaba bien lo que me estaba diciendo entre oraciones confusas!
— ¿Por qué no tomarnos las cosas con más calma ahora?— De repente se levantó de
su asiento, se marchó hacia el parque y se sentó en el columpio dándome con ello la
espalda. Realmente, él no parecía querer herirme con lo que me estaba diciendo, pero lo
estaba haciendo. De verdad que la amistad y el amor podían doler mucho y yo no quería
su amistad, quería era su amor ¿De verdad?—Antes no duramos ni veinticuatro horas de
novios y…—continuó sin verme a la cara y yo me levante y caminé hasta ponerme frente,
frente de él ¡Vaya noche que era esa!—yo no quiero que ahora sea así
— ¡No, claro que no!—sonando desesperado me arrojó sobre sus brazos— Pero no
estoy preparado para una nueva decepción—Sonriéndome se separó de mí — ¿Y tú?—
¡Oh, no! ¡La pregunta indebida! ¡La pregunta fatal! ¡Claro que no estaba preparada para
una decepción, pero tampoco estaba preparada para causarla yo!
— ¿Por qué?—sus cejas se levantaron y eso me hizo tener algo de fuerzas para
hablar.
Con cara de zombi me levanté de la cama y vi la hora, eran apenas las 06:00 am.
Con pasos soñolientos pero seguros me fui al baño, me aseé, me sequé la cara y después
me dirigí a la puerta del cuarto para recibir a Ally. ¡Qué fastidiosa era a veces!
— ¡Vaya, sí que estas apurada!—le dije irónica y cerré la puerta. Luego me senté en
la cama junto a ella—Por lo menos deberías decirme lo siento por despertarme e invadir
mi espacio tan temprano.
—Tengo una confesión que hacerte, amiga— le dije con tristeza, porque me hubiese
gustado decirle mentiras, pero a Ally yo no la podía engañar. Era mi mejor amiga y se
merecía solo la verdad.
— ¡No me voy a calmar!—comenzó a gritar con enojo— ¡Es un desalmado! ¡Es vil,
estúpido y bastardo! ¡Ojalá que lo parta un rayo en cientos de pedazos! ¡Cerdo!
— ¡Ya, Ally!—esta vez fui yo la que gritó— ¡Si quieres que te cuente, cálmate!
Ally abrió los ojos como un dragón y eso me hizo sentir como la mujer más patética
del universo ¿Cómo era capaz de gritar a mi mejor amiga por algo tan torpe? Sí, Miguel
me había mandado a volar, pero ella no tenía la culpa y si estaba hablando tan
desesperada era porque se preocupaba por mí.
—Él sólo quiere que seamos amigos, por el momento—mis mejillas se ruborizaron y
tragué intensamente.
— ¡No, por supuesto que no!—negué agobiada— ¡Él no quiere nada de eso!
— ¿No se sentirá… celoso aún del príncipe Karsten?—me interrogó con clásico
interés por mi sufrimiento y eso me dolió en lo más profundo de mi alma— ¡Su majestad
es…!
— ¡Estoy bien! ¡Te lo juro! — le mentí tratando de arrancarle una sonrisa de los
labios a mi amiga para que por lo menos, ella estuviera más tranquila ante tanta locura de
vida que me gastaba yo—Por lo menos tengo esperanzas de volver con él porque de la
amistad al amor solo hay un solo paso. ¡Acepté ser su amiga y considero que esa fue una
de las mejores decisiones que he tomado en mi vida!
— ¡No lo haré! —Comenzó a caminar como loca por toda la habitación— ¡No lo
haré! ¡No lo haré!
—Soy tu amiga, pero…—sus ojos se hicieron llorar revelándome que estaba a punto
de llorar ¡Pobre de Ally! ¡La había herido!— mi deber es hacerte mirar cuando te quieres
hacer la ciega ante lo que no necesita anteojos.
— ¡Sí, lo sé!—me anunció con su voz encantadora de ―no quiero que te conviertas
en lo que soy yo‖ y la verdad me dio contra la cara; mi vida era muy difícil y ella no quería
verme llorar nuevamente— ¡Soy caprichosa e inmadura!—se detuvo de golpe— ¡Yo no lo
tengo por qué ocultar!
—Creo que estás… loca…—pálida me senté otra vez en la cama— Estás loca o te
tomaste una caja de cerveza esta mañana y estás borracha.
— ¡Eso no es muy amable, ni gracioso por tu parte, amiga! —la vi y sentí que las
cosas se habían calmado un poquito entre ella y yo. ¡Claro ella y yo no podíamos estar
molestas para siempre, éramos mejores amigas!—pero como te dije antes, —la sostuve por
la mejillas—estoy bien con lo de ser amiga de Miguel. Tengo fe y sé que esa situación no
va a durar por mucho tiempo
— ¿Por qué has aceptado esa locura de la amistad?—me preguntó aún pegada a mí.
— ¡Sí!—chilló— ¡Siempre!
Los días pasaron y Ally asistió a mi casa todos los días, allí hablamos de todas las
cosas posibles y de las que no lo eran y cientos de veces ella intentó razonar conmigo para
que renunciara a Miguel, pero como siempre la testaruda yo, no le hizo caso. Miguel por
su parte me llamaba todos los días y me invitaba a ―citas de amigos‖ a lugares diferentes y
yo encantada salía con él. De Karsten no supe nada más, sino lo que reflejaba los medios
de comunicación. Un par de veces hasta lo vi grabado y fotografiado, abrazándose con
mujeres curvilínea.
Eso, me ponía muy celosa y caliente; ya que, aunque me costara admitirlo extrañaba
la atención que Karsten tenía hacia mí. Pero, el muy canalla no se dignaba a llamarme,
acosarme o simplemente enviarme un mensaje con un seco y desprovisto de sentimientos
―Hola‖. No se había comunicado conmigo en casi dos semanas el muy… muy grosero.
— ¡No seas estúpido!— lo insulté y entonces, percibí como unos enormes sujetos
que trabajaban para él comenzaban a desalojar el lugar. ¡No quería que la gente nos
molestara! ¡Quería¡ privacidad! ¡Este hombre ponía mi mundo de cabeza y hacia que me
gustara y lo odiara al mismo tiempo!
— ¡Has tenido muchas citas con Miguel últimamente!—me dijo y no era una
pregunta, todo lo contrario, él tenía esa atmosfera malvada que a veces me asustaba.
— ¡No te enfades, cariño!— se limitó a decir— ¡Solo vine aquí para charlar un rato!
Sentía curiosidad por saber sobre Miguel y tú. Dime, ¿Besa mejor que yo? ¿Te acaricia con
la misma intensidad que yo? ¿Te gusta? ¿Ya te acostaste con él?
— ¿Y qué quieres que piense si durante estas semanas has estado saliendo con el
idiota de Miguel en un supuesto plan de ―amigos‖? —me lanzó de una y sus palabras me
ardieron en las entrañas.
— ¡Deja de salir con Miguel!—me exigió y le dio un golpe a la pobre mesa— ¡Te lo
advierto!
— ¿Y si no lo hago?— temblé de la impresión— ¿Qué vas a hacer?
— ¡Quiero que así sea!—le confesé y bajé la mirada bastante nerviosa—él me gusta
mucho y tú…
— ¡Nunca apartaré los ojos de tus deliciosas curvas! —Me sorprendió tomándome
de una nalga— ¡No voy a permitir nunca que le entregues el tesoro de tu virginidad a ese
hijo de cavernícolas!
— ¡No le digas así!— gemí acalorada y contuve el aliento al saber que sus manos
estaban masajeando mi trasero.
― ¡Dagmar, mis sentimientos por ti son reales!— Me miró con una expresión tan
hambrienta que bien podría estar desnudándome y yo permitiéndoselo— ¡Te deseo, tan
jodidamente mal
— ¡Tú eres mi debilidad, Dagmar! —se mordió el labio inferior y se pegó más a mi
cuerpo—Con ninguna otra mujer soy tan débil como lo soy contigo. ¡Te amo demasiado
como para dejarte ir!
— ¡Tú… tú no puedes hacer esto!— Traté inútilmente de sacudir aquella montaña
de hombre lejos de mí, pero fue en vano.
— ¡Eso sonó como una mentira muy gorda!—intenté decir algo con sentido
cuadrado para distraerme, pero no lo logré. El tener a Karsten tan cerca de mí hacia que
me olvidara hasta de mi misma.
— ¡Tengo que ser muy cuidadoso contigo!—Sus labios estaban cerca de mi cuello y
mi corazón tartamudeó. ¡Él iba a besarme! ¡Él iba a besarme!
— ¡Te amo!— me confesó sonriendo— ¡Tú eres mi segunda piel! ¡Te amo y no le
puedo pedir a mi corazón que te deje de amar! ¡Contigo me quiero casar porque quiero
que seas mi princesa, mi mujer y la madre de mis hijos!
— ¡No espero que me creas, pero es verdad!—insistió con suavidad rozándome los
labios— ¡Tú eres la razón por la que me siento tan atormentado! ¡Me perteneces!
— ¿Cómo te voy a dejar en paz cuando sé que tus piernas se sacuden así por mí?—
me tomó por la cintura y me hizo mirarlo frente a frente a los ojos— ¿Cómo lo voy a ser
cuando sé que todo tu cuerpo tiembla por mí? ¿O me vas a negar que tú todas las noches,
te la pases soñando con que yo te hago el amor, te acaricio y te hago mujer? ¡Me deseas,
Dagmar! ¡No lo niegues, por favor!
— ¡Oh, Dios, qué vergüenza!—chillé y no podía concentrarme en nada más que en
cada poro de mi piel que estaba tocando la de Karsten— ¿Qué demonios…? ¿Qué
demonios estás diciendo?
— ¡Sí, me pones muy nerviosa!—le expresé casi que llorando. Aún no mantenía
regresar mi control a cien por ciento y tenía pavor de seguir respondiendo a los besos de
Karsten.
—Musa, no has cambiada nada en estos tres años—Su boca se torció y me jaloneó
un cachete—Sigues siendo la misma muchachita que se ponía roja de los nervios al
tenerme cerquita.
— ¡Por supuesto que sí he cambiado!— me separé de él de manera calmada pero
contundente— ¿No vez que ahora no confío en los hombres como tú? No creo en sujetos
que dicen ser los mejores amigos de uno y por detrás te montan una trampa para
arruinarte la vida.
— ¡Vamos a ver cuánto te dura esa pared que tienes impuesta en contra de mí!—
me retó con aspereza y burla a la vez. Me estaba desafiando y eso para mí era un problema
de gran intensidad.
— ¿Me desafías? —le tuve que preguntar; ya que, el condenado me estaba hiriendo
el orgullo y mi cuerpo se tensó casi como si fuera de hierro.
— ¡Si es así, entonces vete ya!—le expresé con ánimos frustrantes y con la mano le
indique la salida.
— ¡Hasta pronto, Karsten! —le dije literalmente, sabiendo que apenas estaba
diciendo que se tenía que marchar y ya lo extrañaba. ¡Este hombre era intolerable! Con
enorme agonía lo vi retirarse junto a su pila de guardaespaldas y un desaliento salió de mi
garganta.
Fui en plan de citas con Miguel un par de veces más, y quedé encantada con la
gentileza que tuvo esta belleza de hombre en todo momento. Se comportó a cada segundo
como todo un Adonis recién salido de la caja de cereal; es decir, puro, bello y delicado y
aunque a veces me hacía sentir como si yo fuera su hermanita menor, también fui feliz con
esa actitud tan tierna.
¡Qué lástima que todo cambió un día que Miguel y yo caminamos por la tienda de
comida buscando los ingredientes para que él preparara un almuerzo en mi casa! Mis
padres estaban de lo más fascinados de tener a mi ex cerca de la familia nuevamente y lo
habían invitado a comer, Miguel había aceptado, pero sólo con la condición de que él era
quien iba a cocinar.
— ¡Creo que estos tomates servirán para la pasta!—me dijo Miguel mientras tomaba
un par de tomates rojos—Se nota que están frescos.
— ¡Vaya!—sonreí analizando lo buen cocinero que era Miguel. Sí, ésta era una de
sus grandes facultades. ¡Qué lastimas que tuvo que abandonar su sueño de ser chef para
dirigir la empresa de su padre.
— ¡Hay que llevar los suficientes para la preparación de una salsa para cuatro
personas!—intentó explicarme y colocó seis en una bandeja.
— ¡Oh, por el amor de Dios...! —Un sollozo escapó de mis labios y mi alma pareció
nadar en un océano de felicidad y de rosas.
— ¡Los latidos de mi corazón siempre cantan cuando están cerca de ti!—me derritió
con sus palabras y sus largas pestañas. ¡Oh Miguel era tan sensible!
— ¡Hija!—levantó la voz con desespero— ¡Tu padre! ¡Se trata de tu padre! ¡Está
mal! ¡Está muy mal!
— ¡Está mal!—lloró—Al instante que saliste con Miguel comenzó a sentirse mal, lo
traje al hospital y el médico me acaba de decir que le dio un ACV.
— ¡No!—gritó— ¿Por qué jugaría con algo tan malo? ¡Vente, Dagmar! ¡Vente ahora
al hospital HESTUP y compruébalo tú misma! ¡Él está muy mal! ¡El médico me lo dijo!
— ¡Oh, por Dios!—caí en cuenta de que era una realidad lo de mi papá ¡Era una
pesadilla terrenal! Me sobé la frente y cerré los ojos llena de un complejo de culpabilidad
bastante terrible— ¡No es mentira! ¡No es mentira!—comencé a llorar intranquila—
¡Espérame allí, mamá! ¡Voy saliendo para allá! ¡Espérame!
— ¡Dios mío!—me acarició la espalda y yo entrecerré los ojos mientras sentía como
su mirada se endurecía y maldecía en voz baja— ¿En qué hospital está?—me anunció—
¡Yo te llevo!
— ¡Está en el HESTUP, pero no es necesario que me lleves! —protesté con voz poco
tranquila y me separé de él. No era momento para ponerme como una loca desesperada,
sino para ser fuerte e irme al hospital a apoyar a mi mamá y para ver a mi papá.
—Miguel…— le dije con una expresión algo dura—Yo sé que nunca podrás
perdonarme lo que pasó hace tres años; pero, en este momento te necesito conmigo.
— ¡Para lo que necesites!— tragó con dificultad— ¡Siempre podrás contar conmigo!
¡Ven, vamos a tomar un jugo para calmarnos y después cuando estés menos desesperada;
vamos al hospital!
— ¡No!— negué ligeramente con la cabeza y exhalé un suspiro— ¡Si me vas a llevar,
hazlo ahora mismo! ¡No quiero perder más tiempo!
—Mamá…—corrí hacia mi madre que estaba de pie frente a una puerta llamada
―Observaciones‖.
— ¡Mamá!— ahogué un gemido y la miré frente a frente. ¡Qué fácil era para ella
decir que mi padre estaba bien cuando le había dado un ACV! Un ACV era algo peligroso
y la mayoría de las veces era consecuencia de alguna enfermedad más grave.
— ¡No quiero que le pase nada!—ella de repente se quebró y empezó a llorar otra
vez— ¡No quiero que muera! —me confesó y rápidamente la tomé por las manos y la
consolé. ¡Pobrecita mi mamá! ¡Pobrecito mi papá!
— ¡Él va a estar bien!—De repente, Miguel nos dijo con firmeza— ¡Ya van a ver!
—No puedo creer que esté internado en este hospital porque le dio un ACV— Mi
mamá pestañeó rápidamente—Él se veía muy bien y de repente…
—A lo mejor esto solo es una prueba del destino; —Miguel consoló a mamá
dándole una palmada en los hombros—ya van a ver que él se va a sanar.
— ¡Para eso son los amigos!— me gruñó lleno de satisfacción y con voz bastante
suave.
— ¡Gracias por decirlo!—me regaló la más maravillosas de las sonrisas que había
recibido en ese día.
Pasaron un par de horas sin saber mayores noticias de mi papá, el medico nos decía
que estaba mejorando pero no nos dejaba verlo. Según él era indispensable para su
recuperación que tuviera esas horas tranquilas y sin molestias y yo bueno, lo único que
quería era atropellar esa malvada puerta y llenar de besos a mi pobre papá.
— ¡Sí, tu madre tiene razón y es una gran idea!—me dijo Miguel extendiendo su
mano hacia la mía en clara demostración de invitación.
—Miguel…— ¡Oh no! ¡Él no podía ponerse a confesarse en ese momento! ¡No era el
lugar ni el tiempo indicado! ¿Cómo me podía salir con esas cosas en ese instante en que mi
cabeza, mi corazón y mi alma estaban encerrados en una habitación de ―observación‖?
—Lo que dices…—miré la inquieta figura de Miguel y supe que de verdad él estaba
haciendo un enorme esfuerzo para decirme todas esas cosas sin lastimarme; pero
tristemente no lo estaba logrando.
—Miguel ¿Qué dices?—me vi forzada a decir— ¿Qué significa eso? Pensé que
estábamos siendo amigos y ahora…
— ¡Estoy diciendo que voy a luchar contra el príncipe Karsten hasta las últimas
consecuencias!— se encogió de hombros— ¡Voy a arruinar su trono y me voy a vengar de
él! ¡Lo haré perder la corona! ¡Ya no existirá más el príncipe heredero Karsten!
— ¡No digas, eso por favor!— ¡Oh no, la confesión no era de amor si no de odio! —
¡Ya estás hablando igual de malvado que él y este no es el momento!
— ¿Y qué quieres que haga, si él me quitó lo que yo más quería, que eras tú?— me
provocó y noté cómo la ira brillaba en sus ojos. Miguel seguía dolido y en vez de ponerle
pause a esta guerra descomunal seguía molesto aun cuando estábamos en la cafetería de
un hospital y mi padre estaba internado.
— ¡No, no deberías agobiarme!— tuve que hacer el mayor de los esfuerzos para
poder respirar bien y así tranquilizarme. Tenía enormes ganas de darle tremenda
cachetada a Miguel que sabía que bien merecida se tenía—Sin embargo, no te preocupes;
sé que te estás desahogando y en parte tienes razón en lo que dices ¡Si odias a Karsten, él
se lo merece!
— ¡Me gusta que pienses eso!—dije duramente— Pero, por favor, no intentes nada
contra Karsten; no quiero que gente inocente sufra y si intentas arruinarlo vas a salir
perdiendo tú. Y aunque lograras arruinarlo muchos de sus empleados, seguidores e
inversionistas sufrirían. ¡Perdónalo, por favor!
— ¡Si tú me lo pides, por supuesto, que no le haré nada malo!— Miguel contuvo la
respiración mientras me miraba a los ojos—Soy capaz de todo por ti, incluso de perdonar.
—Pero dijiste…—vacilé nerviosa. ¡Oh no, este no era el momento para calarme los
jueguitos de Karsten! —Pero dijiste que tenías que ser más cuidadoso conmigo. ¡No lo
estás siendo si me mantienes encerrada en este malvado elevador!
— ¡Ser cuidadoso contigo no significa ser tonto!—me guiñó un ojo— ¡En fin,
hablemos de cosas realmente importantes! ¿Cómo está tu padre?—me preguntó a secas y a
la ligera como si me estuviera preguntando por quien había ganado la copa mundial de
futbol.
— ¡No te importa!—Le grité histérica, pues ya ese malvado me había sacado de mis
casillas— ¡Qué mi papá esté enfermo no es una cuestión que te interese! ¡En tu palacio
tienes otros chef; así que si quieres que tus empleados coman bien, búscalos a ellos!
— ¡Oh, por Dios; perdóname por preguntar! —Su expresión de hombre duro y
fuerte se desplomó de un zarpazo— Supe lo del ACV y quería saber cómo estaba.
— ¡No actúes tan conflictiva que te ves fea!— me dijo cruzándose de brazos y yo me
mordí el labio, pues sentía que sus ojos me quemaban incluso desde esa distancia. ¿Acaso
es que era insoportable de nacimiento o por mayoría de votos?
En ese momento, una ligera brisa del aire acondicionado movió mis cabellos sobre
mi frente. Instintivamente Karsten se acercó a mí y con su mano derecha se dispuso a
apartarlo.
—A veces quisiera ser un ángel y poder protegerte de todas las cosas malas—
Karsten me miró y suspiró. Yo, no lo pude evitar y caí rendida en sus palabras llenas de
esperanzas y amor. ¡Se sentía tan adorable!
— ¿Y acaso crees que esos ángeles no tienen sentimiento?— dijo con una leve
sonrisa— ¡Por algo esos ángeles existen!
— ¡Eres un tirano! ¿Lo sabías? —Repliqué con una ironía sincera que hizo que
Karsten me frunciera el ceño— ¡Pero, eres un buen tirano! ¡Gracias, Karsten! ¡Gracias por
preocuparte por mi padre!
— ¡Te amo!—me dijo sin aliento y luego me abrazó desesperadamente— ¡Te amo y
no quiero que nada malo te suceda! ¡Te amo y quiero permanecer cada día a tu lado! ¡Te
amo tanto que me quedaría encerrado aquí contigo para siempre!
— ¿Es esto lo que llamas amor? — De repente mis ojos se llenaron de lágrimas y lo
solté sabiendo que si no escapaba de allí, Karsten lograría amarrarme en su jueguito de
príncipe malvado y después yo lo lamentaría. Le di la espalda huyendo de su mirar y él
me vio esquivándolo y rápidamente, entrecerró los ojos decepcionado de que nuevamente
mi fuerza de voluntad le ganara a la de él— ¿Llamas amor a encerrarme en un ascensor
para que yo me someta a tu voluntad?—le pregunté— ¡Eso no es amor! ¡Eso es posesión!
¡Tú no me amas, Karsten! ¡Tú no amas a nadie! ¡Tú lo que quieres es poseerme como un
objeto de tu propiedad!—traté de explicarle, pero Karsten intentó abrazarme otra vez. Yo
lo golpeé para apartarlo de mí mientras él intentó agarrarme de las muñecas, sin embargo,
no logró hacerlo, pues rápidamente toqué un botón para que se abrieran las puertas y
escapé corriendo de sus garras de ángel con cuernos.
Pasé los siguientes quince minutos subiendo por las escaleras tratando de llegar al
piso en donde se encontraba mi papá hospitalizado. No tomé ninguno de los otros
ascensores porque me dio miedo de encontrarme nuevamente con Karsten y que mi
pesadilla fuera peor de lo peor.
Mientras andaba sin premura, no podía evitar pensar en que Karsten era un rayito
de luz que iluminaba mi vida con su cariño. Sí, era insoportable, pero tenía corazón y sabía
cómo interferir en mi vida en los momentos más difíciles. ¡Era tan adorable verlo actuar
tan preocupado por mí! Pero no, no podía desfallecer y dejarme vencer, aunque admitía
que en algunas ocasiones había sentido un hormigueo en el estómago al estar cerca de él,
era mejor pensar que alguna comida me había caído mal y no que me sentía atraída por
tan maravilloso hombre.
— ¡Dime!—le dije.
— ¡Sí, llegó hace rato y pidió hablar con tu papá!—la pobre intentó explicarme sin
mucha lógica— ¡Él puede ser el mandatario de este país pero eso no le da ningún derecho
a aparecerse aquí!
— ¡No lo dejes entrar a la habitación de mi papá!—le supliqué y abrí los ojos de par
en par. En tanto me pedía a mí misma que mantuviera la calma para evitar armar un
alboroto en aquel silencioso hospital.
— ¡Ya es muy tarde hija!—chilló y yo cerré y abrí los ojos llena de angustia—
¡Acaba de entrar a la habitación y está charlando con tu padre!
— ¡No sé qué Diablos busca; pero el idiota del príncipe Karsten vino al hospital a
dizque visitar a mi padre!—le contesté sin ponerme a pensar en que le estaba dando
demasiada información a un desconocido— ¡Tengo que llegar pronto a la sala de
observaciones!
— ¡Pero, no sea así!—se rió odiosamente el sujeto— ¡Si su majestad vino aquí fue
por una buena razón! ¿No quiere que la acompañe a hablar con él? ¡Me encantaría
conocerlo en persona y usted me ayudaría a hacer ese sueño realidad!
— ¡Muchas gracias por la propuesta, pero no tengo tiempo!— Fruncí el ceño— ¡Si
usted quiere conocer al príncipe, a mí no me importa!
— ¡Usted es una grosera! con voz helada!—el tipo puso cara de pocos amigos y eso
me causó miedo ¿A dónde había parado la seguridad de ese hospital?
— ¿Sucede algo con la señorita?—de pronto llegó el señor Henieth, la mano derecha
de Karsten y quien se encargaba de sus cosas más importantes y el sujeto desconocido me
soltó apresuradamente. Yo hasta me sentí conmovida por el idiota porque sabía que si
decía lo que me había estado haciendo le iba a ir muy mal.
— ¡No sucede nada!—mentí y le sonreí débilmente al señor Henieth— ¡El señor solo
me estaba preguntando la hora! ¿Verdad, señor?
— ¡Adiós!—le dije al viento y en el fondo estaba orgullosa de que a ese tipejo las
plumas de gallinas le hubieran saltado por doquier. ¡Cobarde de pacotilla!
— ¿El señor la estaba molestando?—el señor Henieth me preguntó apenas
estuvimos a solas— ¡Si es así, tenga confianza en decírmelo y el equipo de seguridad de su
majestad se encargará de ese sujeto que la estaba acosando!
Mi papá era así, no era hombre de hospitales y médicos y creo que se enfermaba
más estando dentro de uno de ellos que en el ambiente más contaminado y triste del
planeta. Lo observé y tenía el semblante muy pálido, parecía que le hubiesen caído
millones de años encima; no obstante, en cuanto me vio intentó regalarme una de sus
mejores sonrisas.
— ¿Sí?—me senté en la silla al lado de la camilla— ¿El médico ya habló con ella y le
dijo eso?
—Tu madre me dijo que debo pasar unos días en esta fea habitación—él hizo una
mueca— ¡Odio los hospitales!
— ¡Sí, pero luego vas a estar en casa y te recuperaras! —Conseguí decir— ¡Nosotras
te cuidaremos con mucho amor y trabajo duro!
—Pero, igual voy a estar de reposo por una larga temporada y realmente no sé qué
voy a hacer con mi trabajo en la guardería del palacio—se encogió de hombros indiferente.
—Papá…— mi voz sonaba baja, llena de genuino afecto— ¡No pienses en este
momento en el trabajo, por favor!
— ¿Qué?—dije con un pequeño sollozo—Yo sabía que estábamos mal, pero… ¿De
verdad estamos tan mal? ¿Lo vamos a perder todo?
— ¡Oh, Dios mío! —Me moví, incómoda— ¿En serio es tan grave? ¿Y por qué no le
pides ayuda a uno de tus amigos chef o pides un préstamo en tu trabajo? ¡Ellos, quizás
puedan ayudarte!
— ¡Si fuera tan fácil!— respondió tembloroso— ¡Ya, yo a ellos les he pedido
demasiado dinero prestado! A la realeza no le puedo pedir más préstamos porque les
debo muchísimo y no tengo con qué pagarles y por otro lado, estando tirado en esta cama
sin poder estar cumpliendo con mis funciones de trabajo, no puedo pedir ni siquiera los
seis meses de adelanto de sueldo al que los trabajadores activos tenemos derechos.
— ¿Estás hablando del mismo adelanto que pediste en enero de este año?— mi voz
se quebró en mitad de la frase.
— ¡Si, hija!— asintió—En enero yo pedí ese dinero por adelantado y he estado
pagando algunos intereses con eso, pero…
—Hija, si no pago a más tardar en estos quince días que nos quedan aunque sea un
mínimo porcentaje de los interés de la deuda que tenemos —él movió la cabeza—
seguramente que quedaremos en la calle, iré preso y no tendremos para comer.
— ¡No, hija; eso no es tan fácil! —Se encogió de hombros— Ya lo he hecho antes y
he sacrificado por eso demasiadas cosas importantes para mí. Gran parte de las deudas
que tenemos son de bancos, de la realeza y bueno, de mi vicio al juego. ¡No tenemos
esperanzas!
—Hija, estamos otra vez en bancarrota y esta vez con lo único que cuento es con el
trabajo para medio caldear los ánimos y para que tú mamá no se entere— Las lágrimas
quemaban sus ojos—¡Si tu madre se entera me va a matar, estoy totalmente seguro de ello!
— ¿Y qué puedo hacer por ti, papá?— observé sus mejillas pálidas y sus hombros
cansados y quise poner fin a la discusión, dejando de preocuparme y empezando a
ocuparme de la situación.
— ¡Yo siento que no mucho, hija mía!—me manifestó pálido como un cadáver
— ¡Yo sí puedo hacer eso!— Suspiré, sintiéndome muy, muy cansada cerebralmente
para pensar en otra idea más sencilla— ¡Yo voy a tomar tu lugar en la guardería y así
podemos conseguir ese dinero que tanto necesitamos!
— ¡Pero, hija…no sabes nada de cocina! —me reprendió con el ceño ligeramente
fruncido.
— ¡Tienes razón, no sé nada de cocina! —Al fin abrí los ojos y vi las cosas tal y como
eran en realidad, la necesidad del pueblo no debe conocer excusas para azotarnos la
mente. ¡Hay que mover las fichas al zoom de la necesidad y no del ventajismo
fraudulento!— Papá, yo puedo aprender y además tú puedes ayudarme desde la casa
cuando estés de alta y estoy segura de que Miguel me puede ayudar también.
— ¡Sí y por eso voy a tomar tu lugar!— Procurando no hacerle ningún daño abracé
y besé torpemente a mi padre— ¡Confía en mí!—le pedí y entrecerrando los ojos me mordí
las lágrimas que seguían su recorrido por mi atormentado rostro.
— ¡Gracias!—levanté los ojos al cielo y le pedí a Dios que me ayudara con esa
pesadilla y que Karsten aceptara mi loca propuesta.
Duré casi media hora junto a mi papá, lo abracé, le leí un poema que unos días
atrás, yo torpemente había escrito y se lo había enviado a una editorial para ver si
gloriosamente se decidían a publicarlo. Lamentablemente, eso nunca ocurrió y el escrito
había quedado únicamente para que lo disfrutara la gente a mí alrededor.
Cuando salí vi a mi madre hablando con una señora de edad mayor y me ardieron
las mejillas de comprender que iba a tener que decirle que iba a trabajar con Karsten. Sí,
seguramente, ella no iba a estar de acuerdo, pero por el bien de la familia, no podía dar mi
brazo a torcer.
— ¡Mamá!—le grité con obstinación; ya que, necesitaba bajarla de una buena vez de
la nube en que volaba para que entrara por fin a la realidad de nuestras vidas— ¿Me vas a
escuchar o te tengo que pedir permiso en un auditorio con micrófono?
— ¡Nada de fiestas!—le ordené con el corazón acelerado— ¡No estamos para eso!
—Mamá…—me tensé y vi algo muy peligroso en los ojos de mi mamá ¿Acaso era
mal genio?
—Mamá… —le dije apretando los dientes— ¡Voy a pedirle un trabajo al príncipe
Karsten! ¡Necesitamos dinero y esa es la mejor forma de obtenerlo!
— ¿Qué?—se quedó en shock por un momento— ¿Te has vuelto loca?—y allí
explotó como un volcán en erupción— ¿Qué estás queriendo decir? ¿Te volviste loca?
¿Acaso te estás drogando? ¿Es eso? ¿Estás consumiendo drogas? ¿Se te zafó un tornillo?
¿Es un chiste, verdad?
— ¡No voy a permitir eso!—la pude ver enrojarse y me dio terror su posible
reacción— ¡Eso nunca! ¡Sobre mi cadáver!
— ¡Si no quieres aceptar, allá tú!—le dije sabiendo que no podía quebrarme en ese
momento. ¡Necesitaba trabajar y si era para Karsten, ni modo!— ¡Voy a trabajar en una de
las guarderías del palacio y es mi última palabra! ¡Y si no te has enterado estamos
amarrados en deudas y si no pagamos quedamos en la calle!—le confesé
resumidamente— ¡Así que, si quieres arma el berrinche que quieras; no obstante, voy a
trabajar en el palacio!
— ¡No! ¡No! ¡No!—me tomó con fuerza del brazo— ¡No lo harás!
“Necesito que hablemos ahora, tú dime dónde nos vemos y ahí estaré”
A los pocos segundos recibí su respuesta:
“Estoy en el palacio en una reunión. ¿Sucede algo? ¿De verdad, es tan urgente
que hablemos? ¿Se trata de tu padre? ¡Está bien, un chofer pasará a recogerte en una
hora al parque que está cerca de tu casa y te traerán conmigo! ¿Te parece?
Respiré profundamente cuando supe que había logrado que Karsten aceptara la cita
y le respondí a secas.
“Está bien”
A la hora el chofer pasó buscándome por el parque que estaba cercano a mi casa, en
un hermoso auto color verde y, media hora después, me encontraba en el palacio, sentada
en una enorme habitación llena de libros esperando que Karsten se dignara a aparecer por
allí. Era la biblioteca privada de Karsten y tenía incontables libros de todos los géneros
existentes. Asimismo, tenía un espacio equipado con computadoras de última generación
y un rincón decorado con una sensacional fogata naturalista.
— ¿Qué puedo decir?—me sonrió— ¡Es fascinante tenerte aquí tan cerca de mí!
¡Estás totalmente a mi merced!
—A veces suenas tan… —se detuvo abruptamente—ni que fuera ido a cuchillar a tu
papá, solo fui a saber sobre su salud.
—Igual… —le dije con el corazón acelerado— ¡No quiero que vuelvas a ir a
visitarlo!
— ¡Tú no me ordenas, cariño!—me retó y yo anonadada ante su potente
masculinidad, me mojé los labios con la punta de la lengua.
— ¡Te lo exijo!—le advertí apretando los puños— ¡No te voy a permitir que
molestes más a mi papá!
—Pero tú…—le dije mordiéndome el labio. ¡Oh, por Dios! ¡Qué hombre tan
fenomenal!
—Sé que aunque intentas parecer fuerte, —se me quedó mirando anonadado—
estás sufriendo por dentro y aquí tienes mis hombros para llorar, siempre los vas a tener.
— ¡Eres el ser más fabuloso que conozco, Karsten!—Como tonta me eché a llorar
sobre sus brazos.
—Este malcriado corazón palpita solo por ti—me tomó la mano e hizo que la
pusiera en su pecho— ¿Puedes sentirlo? ¡Trata de sentir mi corazón, por favor y déjame
amarte como te mereces!
—Esteee…—ahora sí que estaba hundida, tenía que olvidarme por un segundo del
odio que sentía por Karsten y rogarle trabajo para ayudar a mi papá.
— ¿Esteee…qué?—me preguntó
—Su majestad…—me mordí los labios sabiendo lo mucho que él odiaba que lo
llamara así—Necesito que me permita sustituir a mi padre en su trabajo en la guardería
del palacio por unos meses—mi cuerpo estaba temblando y su mirada seria no me
ayudaba a tranquilizarme—Él necesita mucho reposo y sé que le gusta su trabajo; por lo
que no quiere perderlo.
— ¡Tu padre no tiene porqué perder su trabajo!—me afirmó— ¡Él está de reposo y
tiene permiso de trabajo remunerado por un año completo!
—Sí, pero…—así se venía lo bueno ¿Cómo podía explicarle a Karsten que el dinero
que ganaba mi padre no alcanzaba ni para pagar el mínimo de las deudas que teníamos?
— ¡Cosa que sería terrible!—culminó mi discurso— ¡Es que de verdad que tu padre
es bastante testarudo!—se echó a reír modestamente
— ¡No lo digas así que suena mal!—le dije enarcando una ceja.
—Para mí suena bien…— me dijo con ese aire de autoridad y ese físico
impresionante que me deslumbraba.
—Entonces, ¿Puedo sustituir a mi papá en la cocina?—decidí continuar con la
conversación tomándola más en serio y a continuación tomé algo agua para pasar el
tarugo que sentía en la garganta.
—Yo…—claro que no sabía cocinar ni unos simples huevos revueltos, pero es que el
momento requería acciones extremas y por mi parte bien podría aprender.
—¡Claro que no sabes cocinar!—acercó la silla hacia la mía y se sentó tan cerca de
mí que mi cuerpo se puso a sudar de nerviosismo, de un momento a otro acercó su boca a
mi oreja y comenzó a hablarme al oído—¡Tú no sabes cocinar cariño!—sacó la punta de su
lengua y me lamió ligeramente una milésima parte de la oreja, eso me hizo sentir
totalmente derretida y sensual—además…—continuó—no creo que tú estés muy
dispuesta a quedarte viviendo por nueves meses seguidos dentro de las viviendas para
empleados del palacio, sin posibilidad de dormir en tu casa.
— ¡Está bien!—me dijo y yo tragué saliva— ¡Está bien! Digamos que acepto ¿Qué
voy a lograr yo con toda esta estupidez? ¡Bien, lo corrijo!—me manifestó guiñándome un
ojo con picardía—Dime ¿Qué consigo yo si acepto que tú sustituyas a tu padre en su
trabajo como chef en la guardería del palacio? ¿Cuál será mi beneficio si acepto tus
condiciones?
Salí del estúpido palacio de una manera chocante y difícil. No quería que nadie me
viera y Karsten en definitiva era un sujeto bien enojón. ¡Lo odiaba! ¡Lo odiaba! Era un
malvado egoísta que se merecía la peor de las muertes lentas de la historia, pero que en
cambio, me sorprendía enviándome un chofer a la salida para que me llevara a la casa,
cosa que me hacía sentir como una gelatina a punto de derretirse por la caliente sensación
del sol. ¡Bueno, en ocasiones ese príncipe ruin podía ser un chico maravilloso y había que
felicitarlo!
A la mañana siguiente desayuné pollo frito, con papas al vapor y una ensalada
ligera de lechuga. No compartí esta hora con mi mamá porque madrugó para llegar
rápidamente al hospital a visitar y cuidar a mi papá. Sobre la mesa tenía encendida la
computadora buscando ofertas de trabajos que fueran flexibles y cuya paga fuera mejor.
Sino, tendría que abandonar las clases extracurriculares como la de danza y ahí sí que mi
mamá se infartaría.
— ¡Buenos días señor! —Lo saludé de vuelta con frialdad— ¿Qué puedo hacer por
usted?
— ¡Vengo de parte de su majestad!—el tono del hombro sonó brusco— ¡Vengo a
buscarla para llevarla a la guardería del palacio!
— ¿Usted vino a buscarme? —fruncí el ceño sin poder creerlo, ¿Karsten de verdad
me estaba dando el trabajo que le había pedido? ¡Oh, sí! ¡Qué bien! ¡Genial!
— ¿Qué…?—le pregunté si poder creerlo aún, esa era una emoción tan grande y me
sentía súper emocionada— ¿De qué está hablando?
— ¿Qué… qué dijo?—Me mareé al oír aquello hasta casi caerme ¿De verdad
Karsten había cedido antes mis peticiones? ¡Qué felicidad!
—No, no, no, no, no, no— busqué tranquilizarme a mi misma— ¡Yo me cambio de
ropa rapidito y lo acompaño al palacio! ¡Espéreme aquí!—y así emocionadísima entré a mi
casa, busqué una ropa linda para trabajar, me peine sencillamente, salí de mi casa y abordé
el vehículo buscando un futuro lejano muy feliz.
—Así que usted viene en sustitución del señor Thiago—de pronto se acercó a mí un
sujeto con mala cara y con los labios mordidos en clara señal de desafío— ¡No tiene cara
de saber cocinar!
— ¡Si va a trabajar aquí, va a tener que seguir mi ritmo, sino allí está la puerta! —me
desafió— ¡Si no sabe cocinar, fuera!
— ¡Pues, hágalo sola!— apretó los puños a los costados— ¡Yo no la voy a ayudar!
¡Aprenda rápido!
— ¡Sí, señor!— Se me llenaron los ojos de lágrimas al entender que este trabajito me
iba a dar muchísimos dolores de cabeza— ¡Cómo usted mande!
— ¡Qué dolor de cabeza me pusieron a cargo, Dios mío!—se dijo a sí mismo el viejo
chef y tomando una carpeta del menú del día y arrojándomela a los pies, me anunció que
ya debía empezar con mi trabajo de cocinera.
Pero, las cosas no se suavizaron con el correr de las horas. El lugar tenía enormes
cocinas y en cada una eran asignados hasta diez cocineros. No obstante, a mí me tocó
preparar los alimentos, totalmente sola y según el jefe de la cocina, era para probarme si
era capaz de hacer bien mi trabajo. Sin embargo, nada salió bien, intenté freír pollo y se me
chamuscó, el arroz me quedó duró y empelotado. Además, cuando intenté mover una
pasta que se cocinaba en una gigantesca olla de agua hirviendo, el agua saltó un poco
fuera de la olla y me cayó sobre el brazo quemándome como fuego ardiente.
— ¡Ay! —Sentí el ardor sobre el brazo lastimado— ¡Ay!—era lo único que podía
decir.
Las horas se me hicieron bastante largas, por no decir eternas. El segundero parecía
no querer colaborar y cada minuto se me hacía súper eterno. Una doctora muy amable me
aplicó los remedios requeridos para sanarme la herida y luego me cubrió la zona afectada
del brazo con un poco de gasa. Después de eso, continué con mi trabajo porque no era algo
de otro mundo que requería reposo.
¡Hola, mamá! ¡Ya terminó mi turno de trabajo! ¡Me fue muy bien! ¡El trabajo
es interesante, aunque…debo aprender a cocinar! ¡Ya voy para la casa!
Terminé de escribir el bendito mensaje y me sentí mal por engañarla, pero es que no
podía decirle así sin más que el trabajo me había resultado horrible y seguramente cuando
viera la herida en mi brazo, pegaría el grito en el cielo.
— ¿Qué me va a llevar hoy a la casa?—tragué saliva y cerré los ojos— ¿Se volvió
loco? ¡Usted no puede hacer eso! ¡Recuerde que yo soy su empleada y nada más! ¡Nuestras
vidas están separadas por toda la eternidad!
— ¡Claro que sí lo es cariño y créeme, hagas lo que hagas no podrás sacarme de esta
idea!— me replicó entrecerrando los ojos.
— ¡Pero, nada más me llevará a mi casa!—al oírme decir aquello, Karsten arrugó el
gesto desconfiado— ¡Nada de desviarnos del camino e irnos para otro lado!—le pedí—
¡Del palacio a mi casa directamente!
Salimos del comedor por la zona de empleados y luego Karsten me hizo caminar
con él por zonas bastantes solitarias y privadas que me dejaron bastante alterada.
Finalmente, llegamos a uno de sus estacionamientos privados, en donde había autos
lujosos hasta para arrojar al cielo. Karsten escogió uno bellísimo de color negro y me abrió
la puerta para que me subiera, yo lo hice y después lo miré subirse a él. ¡Me encantaba
verlo conducir! ¡Se veía como el mejor tesoro del mundo!
Ambos salimos de las fronteras del palacio y pude ver desde el retrovisor que una
decena de autos nos seguían, por lo que me imaginé que era el equipo de seguridad de
Karsten. Íbamos ambos tan en silencio que la ciudad me pareció enormemente grande y el
recorrido fue eterno. Me quedé mudamente mirando a Karsten y el corazón se me
encogió. ¿Cómo no podía alguien enamorarme de un hombre tan esplendido? ¡No, no, no!
¡Qué tonta! ¡Él era un malvado impertinente que lo que hacía todo el tiempo era
molestarme!
— ¡Me quemé cocinando!—me llevé instintivamente las manos al cuello y tuve que
tragar saliva para disimular ardidamente el nudo que se le había formado en la garganta—
¡No fue nada de otro mundo!
— ¡No quiero que te lastimes! —Me fulminó con la mirada— ¡No quiero ver marcas
en tu piel! ¡No quiero que vuelva a suceder!
— ¡Es parte del trabajo! —Intenté sonreír pero la sonrisa no me llegó a los ojos y eso
él lo notó— ¡No puedo ser exigente con el trabajo! ¡No sé me da muy bien lo de cocinar, así
que debo aprender por las malas! ¡Ésta herida es parte del proceso de aprender a cocinar!
— ¡No quiero hablar de ello, es algo…difícil!—le dije y mi voz sonó como la de una
gatita recién nacida.
— ¡Yo lo sé!—en ningún momento pareció sorprendido— ¡Yo solo quería tener una
plática normal contigo! ¡Necesitaba romper el hielo y que dejaras de tratarme con tanta
formalidad! ¿Sabes lo que significa tener un dialogo cordial con el príncipe heredero? Si no
lo sabes; yo usaré todas mis armas para que hables conmigo, incluso si tengo que invitarte
a beber.
— ¡Qué forma tan tonta tienes!—estaba a punto de perder los estribos, así que
nuevamente miré hacia otro lado— ¡Y así te llamas un hombre maduro!
— ¡Por hacerte más difícil la situación con tu padre!— me dijo, dando un suspiro y
acariciándome suavemente la mano— Lo que pasa es que te amo y a veces no sé cómo
proceder ante ese sentimiento.
— ¡Shhh, nena!— Movió los labios, nervioso— ¡No te preocupes! ¡No te tienes que
molestar conmigo!
― ¡Prefiero mucho más verte a ti, pero no quiero molestarte más por hoy!— miró al
camino con una sonrisa de oreja a oreja y se puso a mirar conducir por la carretera como si
fuera la cosa más sencilla del mundo.
— ¿No lo sabía?—me miró extrañada— ¡Su padre salió del hospital hace
aproximadamente tres horas y ya se encuentra aquí!
— ¡Sí, y por eso su papá salió de la hospitalización!—me anunció con tono de voz
sincero—Su majestad ordenó que habilitaran una habitación de esta casa para que se
queden de internos dos médicos y cinco enfermeras. Todo esto es con el fin de que ellos
atiendan al señor.
— ¡Lo siento, llego tarde!—Empecé a decirle, tratando de escoger las palabras más
adecuadas para explicarle la situación en la que me encontraba— ¡Me trajo, Karsten!
— ¿Y… te sientes bien en tu nuevo trabajo?—me dijo mi padre con una voz muy
suave, luego me acarició la espalda y me sentí contentísima de tenerlo en casa.
—Tu padre fue dado de alta porque nos comprometimos a contratar una enfermera
para que cuide de él—mi mamá interrumpió sentando en la parte inferior de la cama,
junto a nosotros— ¡Aún está convaleciente y su reposo es largo y paciente!
— ¡Por supuesto que no!— Mi cuerpo se tensó por un segundo— ¡Estoy trabajando
como cocinera en la guardería del palacio! ¿Tú sabes lo enorme que es el palacio y cuantas
guarderías con cocinas hay allí? ¡Ni siquiera nos vamos a encontrar porque yo no trabajo
en el palacio como tal, sino en las edificaciones que pertenecen a sus propiedades!
— ¡Yo te puedo ofrecer un trabajo mejor y te puedo pagar más dinero!— manifestó
con mucha terquedad— ¡Te ofrezco un buen sueldo! ¡No tienes que trabajar para ese
dictador!
— ¡No le llames dictador!—le grité con ningún control de las emociones. ¡Él no
podía estar ofendiendo a Karsten! ¡No tenía ningún derecho!— ¡No lo ofendas!
— ¡Ya lo tengo decidido y no pienso cambiar de opinión por nada ni por nadie!—
declaré segura de mis palabras y haciendo mucho hincapié en lo de ―Nada ni por nadie‖
— ¡Si estás de acuerdo bien y si no, tampoco!
— ¿Quieres que lo escriba con sangre? —Se echó a reír y eso me gustó, pues
escucharlo reír siempre era algo positivo. Significaba que ya no estaba tan rabioso y eso
alejaba cualquier sentimiento de culpa que yo pudiera tener.
— ¡Espero que sí!—expulsó un gemido— ¡Bueno, te tengo que dejar; tengo cosas
que hacer y trabajo que terminar!
— ¡Está bien!—cerré los ojos y respiré con leve intensidad— ¡Adiós! —me despedí,
ya sin ganas de seguir hablando. Yo también necesitaba descansar después de mi primer
día de trabajo.
Mi segundo día de trabajo fue más de lo mismo. Los chef se burlaron de mí por mi
poco talento en la cocina. Se me quemaron varios platillos y los postres quedaron amargos
sin nada de dulce. En definitiva que estar en esa cocina nuevamente era una situación
bastante difícil. ¡Oh, este era el infierno en la tierra!
— ¡Eso sería magnífico!— sus labios esbozaron una sonrisa malvada— ¡Es más esas
palabras suenan fabulosas saliendo de tu boca, y me encantan escucharlas! ¡Claro que,
exceptuando esa palabrita que usaste de su majestad, todo me parece bien! ¿A qué viene
eso?
— ¿Por qué todo tiene que tomarlo por la parte que a mí no me gusta, señor? —Me
detuve y le di la espalda— Pensaba que usted era un príncipe más correcto y respetuoso
con sus trabajadores.
— ¡Lo soy! ¡Lo soy! —Su voz profunda vibraba a través de su pecho—Es solo que tú
no eres mi empleada, tú eres…
— ¡Yo trabajo para usted, señor! ¡Acuérdese que yo estoy en sustitución del señor
Thiago, quien es mi padre!
— ¡Eso ya lo sé!— sonrió mientras asentía— ¡Y también sé que hice algo bueno por
ti hace algunos momentos! ¡Te traigo buenas noticias!
—Pero… —Me detuve y cerré los ojos con fuerza—pero usted es su majestad y mi
jefe, tengo que cumplir con ciertos parámetros de conducta que la sociedad…
— ¡Cállate, por favor! —Empujó mi cabello de los ojos y me miró— ¡Ya basta!
Cuando hace años fuimos ―amigos‖, tú no me tratabas de usted
—Pero, eso fue hace mucho tiempo y fueron situaciones y condiciones muy
diferentes a las de ahora—entré en pánico.
— ¡Ay, ya!—tomó varias respiraciones rápidas— ¡Te lo digo por última vez, si
quieres que te cuente las buenas noticias que te traigo, tendrás que dejar de tratarme de
usted y de su majestad! ¡Yo para ti soy Karsten no el príncipe heredero del país!
—No, no, no— Las lágrimas llenaron mis ojos— ¡Está bien, Karsten! ¡Te trataré de
tú y no de usted!
— ¡Está bien! ¡Está bien!—tragué con dificultad— ¡Lo prometo! Nunca volveré a
tratarte con tanta formalidad
— ¡Bien!—sonrió un poco— ¡Yo solo quería decirte que ya no trabajaras de cocinera
en la guardería! ¡Ahora serás escritora!
— ¿Qué…?—lo empujé unos pasos lejos de mí— Pero, ¿Por qué rayos hiciste eso?
Ese es el trabajo de mi padre que se lo ha ganado a pellizquito y no se merece que lo pasen
a otra categoría únicamente porque está enfermo y no puede atender sus labores como
quisiera
— ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!—intentó tranquilizarme con una velocidad animal nada natural—
¿Me vas a escuchar?
— ¡No quiero!—me tapé los oídos con las manos en un acto sumamente infantil—
¡No quiero! ¡No quiero!
— ¿Y es que acaso me crees tan idiota como para no aprender a cocinar? —le
recriminé con los ojos rojos como el fuego.
—Cariño…—me susurró en voz tan baja que era casi imposible escuchar lo que me
estaba tratando de decir—no se trata de que no puedas aprender a cocinar—yo sé que tú
eres muy inteligente y muy capaz, pero…
—Pero no quiero que tengas más responsabilidades y angustias de las que ya tienes
hasta ahora—levantó una ceja hacia mí—Con tu padre enfermo, tus estudios
universitarios de los cuales tienes solamente dos meses de vacaciones que se acabaran
pronto, y también las preocupaciones de tu madre cayéndote encima como está
acostumbrada a hacerlo; no quiero que te ocupes de algo de algo más que de por si es
estresante. Además, tu padre ni tu madre tienen por qué saber que no estás en la guardería
del palacio como cocinera. Éste trato quedaría entre tú y yo y bueno entre mis empleados
más confiables. Ni siquiera tus compañeros de trabajo sabrán que he hecho esta excepción
de facilidad de trabajo contigo.
— ¡Yo no quiero que cocines, quiero que escribas!—levantó mi barbilla para que lo
viera objetivamente— ¡Por ejemplo, puedes comenzar escribiendo una poesía sobre mi
cuerpo al desnudo!
— ¡Oh, no!—me niega ante mi arrebato loco— ¡No seas tan criminal!
— ¡No te vayas por las ramas y dime qué más estás tramando!—le declaré con
firmeza.
— ¡Toma! —de repente me entregó una tarjeta de plástico con un código especial.
— ¡Es una tarjeta de libre acceso!—me manifestó y yo alcé las cejas hacia él— ¡Con
ella podrás acceder a cualquier zona pública o privada de este palacio!
— ¿Qué…? —Mis ojos parpadearon con asombro— ¡Eso no suena demasiado bien!
—murmuré nerviosa.
— ¡No dejes que esto te quite el sueño! —Me dijo; con una sonrisa— ¡Es para que
puedas acceder a cualquier lugar al que quieras mientras estés aquí! Es más, chica; si
quieres entrar al palacio e ir a mi dormitorio, con esta tarjeta tienes plena libertad para
hacerlo.
— ¡Está bien!—repliqué y me alejé temblando de él— Pero igual quiero que sepas
que cuando pase un tiempo y renuncie a este trabajo ya no me hará falta esta cosa. ¡La
meteré en el inodoro y jamás regresaré a este palacio lleno de maldad!
Karsten no volvió ese día a la cocina de la guardería del palacio. Así que, en medio
de mi desdicha decidí que lo mejor que podía hacer para cuidar el trabajo de mi padre era
aceptar la nueva imposición del tirano ese. Por lo que, a la mañana siguiente me esperaba
un nuevo sitio de trabajo.
Se trataba de una enorme oficina con vista a una de las áreas verdes más grande de
los terrenos que pertenecían al palacio. El edificio en donde estaba ubicada era enorme, de
unos quince pisos y con un aproximado de cuatrocientas oficinas. Mi oficina estaba
ubicada en el décimo piso y era la oficina número 280. La cual, era sencilla, bonita y de un
espacio acorde.
¡Oh, por Dios! ¡Estaba tan feliz! ¡Sentía que el corazón se me iba a salir por la boca!
¡Eran tantas cosas que no sabía cómo iba a enfrentar todo esto! Y con este sentimiento,
decidí que lo mejor que podía hacer para no caer en la trampa de Karsten era seguir siendo
dura con él y no bajar mi guardia.
— ¿Qué haces otra vez aquí?—le dije apenas lo vi entrar a mi oficina— ¿Qué
quieres?—le manifesté con voz sonó gruesa y tensa.
— ¡Yo sólo quería lo mejor para ti!—me susurró acariciándome el cuello– ¡Por ello,
pensé en ponerte a hacer algo que cuando se te terminen las vacaciones en la universidad
no te vaya a afectar en tus estudios por tener que trabajar aquí! Tú no sabes cocinar cariño
y el ponerte a estudiar cocina te quitaría mucho más tiempo que ahora.
De verdad que había pensado en eso, pero igual me molestaba que él hubiese
tomado tales decisiones sin consultarme antes. Como siempre su autoritarismo
predominaba sobre la forma correcta en cómo debía tratarme si en verdad estaba
enamorado de mí, como pregonaba siempre ¡Oh, príncipe; qué loco estás!
— ¿Sabes que si los empleados siguen viéndote tan seguido por aquí, echándolos
del piso diez de la guardería para quedarte a solas conmigo y olvidando que eres el
príncipe heredero del país y no un hombre cualquiera; van a pensar mal de ti y de mí?— le
pregunté obviando el anterior tema de conversación— ¡Verme usando la dichosa tarjeta de
acceso que me diste, ya ha traído siglos de rumores, pero verte a ti tan a menudo está
trayendo mucho más!
— ¡Eso no tienes que decírmelo, eso ya lo sé! —una sonrisa se arrastró en mi cara.
— ¡Los empleados comen con los de su clase!—me reí con sarcasmo— ¡Yo soy tu
empleada y no puedo andar saliendo contigo!
— ¡Tú no eres mi empleada!—me dijo con los dientes apretados— ¡Tú eres mi
mujer!
— ¿Por qué sonríes?—lo miré confundida— ¡Estoy hablando muy en serio! ¡No te
burles!
— ¿Y qué más quieres que haga?—me dijo para provocarme— ¡Tú fuiste la que me
pediste trabajar en esta guardería!
— ¡No se trata de fe, sino de un poco de realidad! —me aseguró antes de ponerse
algo serio.
— ¡En fin, necesito que te marches! —Le fruncí el ceño— ¡Tu presencia no me deja
cumplir con mi trabajo!
— ¡Cariño, no deberías tratarme así porque eso lo que hace es tentarme a quedarme
aquí para siempre!—sonrió y se lamió los labios.
— ¿Para siempre?—le pregunté sin poder llevar una conversación coherente que
pudiera hacer marchar a Karsten de allí.
— ¡Para siempre cariño! —el muy canalla tocó el escritorio que yo tenía detrás de mí
y me hizo entender que esa mano también podía estar tocándome a mí en ese momento.
— ¡No tendrás responsabilidades de las qué ocuparte!— Lo miré directo a los ojos.
— ¡Lárgate!
— ¡Por una vez en mi vida voy a obedecer una de tus odiosas órdenes!—me regaló
una de esas sonrisas engreídas de príncipe todopoderoso y luego señaló con el dedo índice
la puerta— ¡Me voy!
— ¡Ya sabía yo, que me ibas a salir con una de esas!—sonrió descaradamente—
¡Entonces… te voy a asignar a un chofer para que se encargue de tu transporte!
—Si tu odio es tan constante como tu amor, —me dio una sonrisa de macho
arrogante—estoy seguro de que no se te pasará tan pronto.
— ¡Voy a tener que renunciar y hablar con Miguel!— mi labio inferior se abrió un
poco— ¡Él me daría un trabajo en el que no me sienta acosada por nadie, menos por ti!
— ¡Si dices una sola palabra más con ese tono remilgado, te juro que te pondré
sobre mis rodillas y te daré unos azotes!—me amenazó sosteniéndome muy, pero muy
pegada a él.
— ¡No vamos a seguir con esto!—luché y logré alejarme de él— ¡Esta conversación
no nos va a llevar a ningún sitio!
— ¡Voy a casarme con Miguel!—me puse mi bolso e intenté buscar la salida, pero el
cuerpo perfecto de Karsten parado en el medio de mi camino, me lo impidió— ¡En pocos
días él irá a mi casa y le pedirá mi mano en matrimonio a mi padre!
Lo miré y escuché decir tal cosa y sentí mi cuerpo arder. Mis manos anhelaron
deslizarse por la blancura de su cuello, encontrar el lugar donde latía su pulso y sentir
cómo éste se aceleraba con mi caricia. Me resistí al impulso de deslizar el dedo sobre sus
labios y luego besarlo hasta quedarnos sin respiración.
— ¡No te creas el gran hombrezote!—rodé los ojos y exhalé con fuerza, dando un
paso lejos de él— ¡Yo no soy como las demás mujeres que se dejan sorprender por tu
―cosita‖!
— ¡Pues, sí que tienes la autoestima y el ego súper valorado!—Le regalé una mirada
que podría congelar el agua hirviendo de una olla de presión.
— ¡Cállate! —le ordené y podía sentir un rubor extenderse por mi pecho hasta mis
mejillas.
Salí de mi trabaja con los nervios de punta. En el camino hacia mi casa no sabía qué
pensar. Karsten me estaba introduciendo a la fuerza en su infierno petulante y eso no me
gustaba. ¿Cómo las cosas se habían complicado tanto en tan poco tiempo? ¿Y Miguel? No
tenía cara para enfrentarme a él y confesarle toda la verdad sobre la situación de mi vida
amorosa.
—Hija…—Mi madre me miró fijamente y parpadeó— ¿No vez que ese príncipe
malvado te está manipulando? ¡Sólo quiere tenerte cerca de él, el mayor tiempo posible!
—No obstante, yo estoy dispuesta a aprovechar todo eso y a disfrutar de cada una
de las invitaciones a estos eventos que la realeza nos pueda dar—ni siquiera me molesté
en decirle la verdad, verdadera— ¡Imagínate mamá! ¡Podríamos hacer lo que tú siempre
has querido que es codearte con la gente poderosa de este país! ¡Y ellos podrían ayudarnos
económicamente en un futuro!
— ¡Tal vez!— Mi voz sonó aguda— ¡Pero, soñar no cuesta nada! Además, para
evitar caer en las manipulaciones del príncipe Karsten voy a invitar a Miguel. Si él acepta,
me ayudaría a combatir a su majestad. ¡Miguel es un hombre muy dulce!
Y como dije, esa noche mi madre, Miguel y yo nos preparamos para la gran noche
de fiesta que nos esperaba. Mi madre que había estado algo recelosa terminó poniendo
muy feliz y emocionada por codearse con la realeza. Ambas, nos pusimos vestidos
sencillos pero elegantes y tacones de plataforma, que a mi mamá le encantaban pero que a
mí me parecían un tormento total.
Como a las 08:00 pm. Miguel llegó a nuestra casa en su automóvil a buscarnos.
Lucía un exclusivo traje blanco con corbata y cuando lo vi sentí que el corazón se me iba a
derretir. ¡Se veía muy lindo y tierno!
— ¡Dios mío! —Me susurró al oído— ¡No estaba soñando!—Sentí como el cuerpo de
él se estremeció al tener contacto con el mío. Buscó mi boca ávidamente a la vez que sus
manos recorrían mi espalda y yo no sentí nada. Me puse como una piedra en stop— ¡Te
vez preciosa!
— ¡Nos vamos! —le afirmé con una fingida sonrisa y nos subimos a su coche mi
madre y yo. Miguel le dio la dirección a su chofer y terminamos encaminándonos a la
fiesta.
De esa última acción mía me arrepentí luego, luego. El alcohol se me fue a la cabeza
y comencé a reírme de cualquier estupidez sin razón. Mi mamá me prohibía beber, pero
esa noche estaba más pendiente de la gente que de mí. A Miguel le gustó mi alegría
porqué pensó que yo lo hacía para agradarle. Todo lo contrario, me estaba comportando
como tonta.
Ya, bastante acalorada; decidí caminar hacia el buffet y tomar un poco de agua. Para
mi sorpresa, los estúpidos tacones de plataforma eran incomodos para caminar, parecía un
robot sin control y un simio danzante. ¡Qué patética estaba! Karsten, pareció notar eso; ya
que, sonriendo divertido se acercó a mí y me restregó en la cara que caminaba horrible.
— ¡Seré bobo, pero no estoy sufriendo como tú por unos estúpidos zapatos de
plataforma que a leguas se les ve que son incómodos y maltratadores!—forcejeó contra mí.
— ¡Sí, claro!— ladeó la cabeza— ¿Me vas a salir con el mismo cuento que salen el
99% de las mujeres en el mundo entero? Ese que expresa ―No me gusta; sin embargo, lo
uso porque está de moda‖
—Entonces, —no podía simular la burla en su voz—¿Por qué cargas esos zapatos
que te incomodan tanto?
— ¡Pues, porque los vi en una tienda y pensé que se me verían bien para lucirlos en
esta fiesta!— me encogí de hombros
— ¡Ah, bueno!— Una lenta sonrisa alzó la comisura de sus labios— ¡Realmente sí te
quedan bien!
— ¡Tú sabes que yo no soy chica de andar con zapatos de tacón alto! —Me aclaré la
garganta—Más bien, soy más de usar zapatos cómodos y sencillos; no obstantes…
— ¡No obstante, me quería ver linda para esta fiesta porque es la primera a la que
soy invitada!— puse las manos en mis caderas y lo miré con ojos entrecerrados— ¡Yo he
asistido a fiestas de gala, pero nunca a una como ésta!
— ¡No te apenes; por favor! —Me dijo, y su voz era muy suave— ¡No tomes esa
actitud! ¿Y sabes qué?
—Quiero y aspiro verte en todas las fiestas a la que seas invitada luciendo así de
hermosa y…—me dijo mirando provocativamente mis labios.
— ¿Qué?— Alcé las cejas— ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No es necesario!
— ¡Sí, lo voy a hacer!— Me dijo y yo puse los ojos en blanco— ¡Y no trates de negarte
porque a partir de mañana lo vas a tener en tu casita dándote clases por algunas semanas!
¡Con ello aprenderás a caminar y a defenderte con esos zapatos con los que no sabes
caminar!
— ¿Cariño, eres consciente del efecto que causas en las hombres de esta fiesta que
andes vestida así?— me dijo rodando los ojos— ¡No sabes caminar con esos zapatos, pero
se te ven súper sexys! ¡Es excitante!
— ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!— Hizo una pausa por un segundo— ¡Lo que tú digas! Bueno, por esta
noche hemos terminado con nuestra conversación. ¡Tengo personas a quienes tratar esta
noche; así que, adiós, amor! En los próximos días espera a tu nuevo profesor en la puerta
de tu casa.
Cuando Karsten se retiró lejos de mí me quedé sin habla. Decidí que no quería
tomar agua y le robé una copa a un mesonero que iba pasando. ¡Necesitaba otro trago
urgente! Sobre todo, cuando Miguel me llegó a donde yo estaba de pie, en la fiesta.
— ¡Quería darte una sorpresa!— sin ninguna disculpa me regaló un rostro ansioso
por hablar conmigo.
— ¡En fin, lo que quiero tratar contigo es demasiado urgente!—me observó con una
mirada oscura bastante terrorífica— ¡No puedo esperar a que nos vayamos a nuestra
mesa!
— ¡Si tú lo dices!— Tragué saliva para deshacer el nudo que tenía en la garganta—
¡Dime!
— ¿Se puede saber qué hacías hace un momento hablando con el príncipe
Karsten?—me preguntó con más ira de la que podía mostrar en un lugar lleno de tanta
gente.
— ¡Por supuesto que sí!— asintió solemnemente— ¡Los dos estaban discutiendo con
suficiente sobresalto! Yo no pude oír bien sobre lo que estaban riñendo, por eso te
pregunto qué hacías con él. ¿O es que acaso piensas volver con ese ruin?
— ¡Si los dos van a volver, dímelo de una buena vez!— Me ordenó con una mirada
feroz en los ojos— ¡No quiero quedar otra vez como el tercero en discordia, ni en el medio
de ustedes dos!
— ¿Qué?— enarcó una ceja— ¿Qué no tienen nada? Conozco lo que se dice del
príncipe Karsten y ese poderoso hombre está esperando es que tú le des un dedito para
agarrarte toda la mano.
— ¡Claro, porque valgo muy poco para ti!— chilló y eso me estremeció muchísimo.
— ¡No!— Le regalé una mirada inquisitiva— ¡No lo tomes así! ¡Para mí tú vales
mucho!
— ¿Entonces, por qué no eres capaz de contarme qué hacías con su majestad?—
entornó los ojos.
— ¡Está bien! ¡Está bien!—murmuré y volví la cabeza hacia un lado— Para que
sepas Karsten y yo no tenemos ni tendremos absolutamente nada; él…él sólo me venía
viendo en la fiesta desde hace rato; entonces, se acercó a mí para saludarme y discutimos
como siempre.
— ¡Pues, si es así voy a tener que hablar con él muy seriamente y pedirle que te deje
hacer tu vida en paz!— alargó la mano y me acarició el cabello— ¡Tú eres libre de hacer lo
que se te dé la gana, pero lejos de él!
— ¿Y crees que le tengo miedo a ese mequetrefe?— Sus labios se curvaron en una
sonrisa
— ¡Bésame! —me rogó, y no lo pensé ni dos veces. Me arrojé a sus brazos y con
lágrimas cayendo por mis mejillas, lo besé cálidamente.
Cerramos nuestros ojos y gemimos casi que al mismo tiempo. Karsten tomó mi
cabello y me hizo abrir más fuertemente la boca. Se pegó a mi cuerpo y sentí su mano
derecha en mi trasero. Estábamos en un lugar en el que en cualquier momento podría
pasar alguien y vernos.
— ¡Me tengo que ir! —Y empecé a caminar lejos de él con pasos largos.
— ¡Noooo, tú padre me paga muy bien para que estés aquí!— Se frotó la cara con
las manos en clara señal de desesperación e indignación— ¡Así que, ni modo; te tienes que
quedar!
— ¡Sí, lamentablemente!— murmuró—A pesar de que, eres una pena para todos
estos chicos que también estudian danza.
— ¿Qué dijiste, Dagmar?— exhaló con fuerza el profesor y me hizo darme cuenta
que aunque había hablado en voz baja, el muy estúpido me había escuchado.
— ¿Qué?— llena de muchas preocupaciones, dejé que mis ojos hablaran— ¿Todas?
— ¡Sí!—asintió— ¡Todas!
— ¡Está bien! ¡Ahí voy!— ¡Oh, por Dios! ¡Esto era tan difícil! Apenas levanté la
punta de los pies y pum, me caí y fui a parar al suelo de sopetón.
Casi que llorando me senté en una escalera del salón, después de esa clase. No
podía creer la cantidad de gritos, caídas y golpes que me había dado en ese día
practicando danza. ¿Por qué mis padres no podían entender que la danza y yo éramos
como el agua y el aceite? ¡Yo no servía para ella y ella tampoco que para mí! Algo molesta,
saqué mi computador de mi bolso y decidí que necesitaba un rápido desahogo.
¡Pues, ya era suficiente! ¡Ya estaba harta de que la gente siempre dijera que no era
buena para nada! Yo iba a hacer lo que más me gustaba y lo que sí sabía hacer, para lo que
tenía talento y para lo que tenía muchísima vocación…y eso, era escribir. Toqué un botón
de encendido, abrí un documento en blanco y comencé a escribir.
Y bueno, escribí. Sí, hacía muchísimo tiempo que no lo hacía por muchas razones,
principalmente por falta de tiempo. Aunque, Karsten me había empleado como escritora
para la guardería; realmente a lo que me había dedicado últimamente había sido para
editar lo que ya otros habían escrito.
Finalmente, la clase terminó y regresé caminando a casa. Pensé en que el aire puro
de ese día me relajaría la mente y el corazón. Tenía algo así como un despecho intoxicarte
ante mi vida y los terribles problemas que acarreaba estar en ella. De paso, Karsten para
seguir molestándome me esperaba en la puerta exterior de mi casa.
— ¡Por supuesto que sí, si alguien nos ve!—le contesté intentando liberarme en
vano— ¿Puedes dejarme ir, ya?
— ¡Te amo demasiado como para dejarte ir!— Su brazo izquierdo me atrajo hacia él
y su boca se posó sobre la mía— ¡Nunca podré dejarte ir!
— ¡Me gustas así!— me dijo con su cálida voz— ¡Me gustas malhumorada y
gruñona! ¡Me gustas enojada y haciendo rabietas!
— ¡Eres un…!—lo empujé con mayor fuerza y desviando su tosco cuerpo, pasé por
su lado y entré a mi casa.
Entré a mi casa sudorosa, excitada y con las hormonas bastante alteradas.
Afortunadamente, mi madre no percibió nada de ello.
— ¡Sí, hija!— sonrió y me guiñó un ojo— ¡El señor del correo trajo tres invitaciones
con pases de entrada y pensé que tú querrías ir conmigo!
— ¡Y ahora que lo pienso…si son nuevamente tres pases, puedes invitar otra vez a
Miguel!—mi mamá me dijo de repente y eso me hizo palidecer. ¡No había pensado en él
en ningún momento! ¡En la fiesta anterior había sido complicado tener a Karsten y a
Miguel tan cerca de mí! ¡Había sido como quedarme sin oxígeno!— La vez pasada
asistieron a la fiesta Miguel y tú solamente y ahora yo no quiero que lo dejes por fuera, por
llevarme a mí.
—Mamá…—arrugué mi frente.
— ¡Por, Dios!— me cubrí el rostro con las manos y no sentí nada de alivio. ¡Esa
noche sería un problema, otra vez!
— ¿Qué hace ese niño bonito aquí?— Me preguntó mordiéndose los labios de la
rabia y yo levanté la mirada para encontrarme con la suya.
— ¡Eh, eh, eh!— Lancé un sonoro bufido— ¡Espera un momento allí, millonario
tirano y presuntuoso! Sí, tengo que admitir que tú has influenciado para que me invitaran
a estos eventos; no obstante, también sé que por cada invitación a uno de estos eventos me
dan pases de entrada; por lo que, creo que soy libre de escoger a quien traer conmigo.
Primero vine con Miguel porque eran dos pases y, esta noche vine con mi madre y con él
porque eran tres pases.
— ¡Mi papá aún está convaleciente; así que le puedo dar ese pase sobrante a quien
yo quiera!— me mordí el labio inferior— ¡Nadie me lo impide!
— ¡Si es así voy a hablarle a quien corresponda para que te den solamente dos pases
de entrada!—me sermoneó bruscamente— ¡Serán únicamente dos pases, el de tu madre y
el tuyo!
—¡Sí, y agradece que no haga que te den un solo pase de entrada!—me retó
seriamente— ¡Sé que tienes una madre cavernícola que no quiere dejarte salir sola y que
insiste, insiste, e insiste en acompañarte a estos eventos, así que confórmate!
— ¡Si haces eso, no asisto más; así te pongas furioso!—lo desafié cruzándome de
brazos— ¡Ya no te tengo miedo, Karsten!
—Sigue, sigue, sigue haciendo lo que estás haciendo y veras que tan tirano puedo
llegar a ser!— Se rió como si se tratara de una mala broma en una película de comedia de
las que no llegan a tener nunca éxito— Conmigo no se va por el camino del miedo, cariño.
¡Conmigo haces lo que a mí se me da la realmente gana!
— ¡Eso si yo lo permito!— Tragué con dificultad en un intento por recuperar mi
voz.
— ¡Lo tendrás que permitir, cariño; porque si no te voy a obligar y no sabes lo que
me encanta hacer lo que quiero con las personas que se me rebelan!— se pasó la mano por
la nuca.
— ¡Sin embargo, esta vez no voy a dejarme ganar!— Sentí que se me encogía el
estómago, pero no me dejé dominar— ¡Si quieres que siga asistiendo a estos eventos, tus
―amiguitos‖ me seguirán entregando tres pases de entrada y si no quieres, pues que no me
entreguen ninguno!
— ¡Está…está bien, cariño! ¡Está bien! —al fin se rindió aunque se le notaba a leguas
de distancia que le hervía la sangre tener que ceder ante mi petición—Más quiero que
sepas que lo acepto solo para ver cómo te hundes en el pecado al querer estar conmigo y
no con Miguel actuando como un tonto, al ser tu perfecta parejita de baile; mientras tú solo
piensas es en estar conmigo
— ¡No!— solté despavorida sin dar crédito a lo que estoy oyendo— ¡Prefiero dormir
en la cama de mi habitación protegida de tus patrañas!
— ¡Tu ego no conoce límites!—Respiré hondo— ¿Por qué eres tan arrogante,
Karsten? ¡Abusas de mi paciencia y de mi cordura! ¡Si sigues molestándome voy a tener
que renunciar a trabajar para ti sin importarme que me pagues buen sueldo!
— ¡Hazlo!— Me manifestó con voz gruesa y seductora— ¡Qué lástima que tus
padres tengan toda su confianza puesta en ti!
— ¡Ay, Dagmar!—me acarició la mejilla— ¡Eres tan hermosa! ¡Cuando pones esa
cara de domadora de leones, quiero agarrarte, besarte, pegarte de una dura pared y
hacerte mi mujer!
— ¡Eres una espinilla en el trasero! —lo empujé y huí de él, definitivamente me
molestaba la estúpida lasciva mirada en su cara que pretendía manipularme cuando le
daba la gana.
El día sábado no tenía que trabajar y pensé en dormir hasta tarde, pero…
¡Nuevamente Karsten me sorprendió con una de las de él! De verdad que Karsten podía
ser el mejor de los ángeles que pudieron existir. ¡Estaba acercándome a él con cada acción
que hacía, con cada palabra que me decía y con cada toque que me daba!
— ¿De pasarela? ―Mi cerebro se negó a procesar esa información y casi que me caí
de golpe en el duro suelo— ¡Eso no es posible!
—Esteeee—Mi voz tembló, pues no podía procesar todo ello. Sí, Karsten me había
dicho que me contrataría ayuda, pero nunca le creí que cumpliría su promesa.
— ¡No me vea así; por favor!—el sujeto gay comenzó a ponerse nervioso y a
mostrarse apenado— ¡Usted me va a hacer sonrojar! De verdad que aún no puedo creer
que el príncipe Karsten me haya contratado a mí para trabajar para él. ¡Es el sueño de mi
vida! ¡Oh sea, venir de mi país para venir a este para laborar para la realeza! ¡Es mágico!
—Bueno… —sonreí para mí misma. De verdad, que el tipo se veía bastante feliz de
trabajar para Karsten.
— ¡Lo digo y lo mantengo!— Apretando sus ojos, tragó duro y luchó por mantener
el control— ¡Es que se me eriza la piel de sólo pensarlo!
— ¡Entonces, es mejor que no se quede por más tiempo parado aquí afuera pasando
frío!—mis ojos buscaron los de él y rendida decidí que aprovecharía esa oportunidad que
se me estaba presentando— ¡Venga, vamos al gimnasio de la casa que tiene espacio como
para esta clase de entrenamientos!
— ¡Oh, gracias!— el hombre tomó su maleta de viaje y me siguió hacia el camino
que nos llevaría a ambos al gimnasio.
Las horas pasaron entre clases y clases de pasarela. Al final, hasta mi madre decidió
participar en ella aunque también se dio cuenta que el modelaje no es tan fácil como salía
por televisión. Aprendí a medio caminar en tacones, a dar volteretas, a sentarme
acordemente.
— ¿Por qué mandaste a este profesor a mi casa?—le dije esa noche a Karsten al
teléfono— ¡No pensé que te tomarás tan enserio tus palabras de enviarme un profesor de
pasarela!
— ¡Yo siempre me tomo lo que digo muy enserio!—Una risa incrédula se dejó
escuchar— ¡Vamos, no es tan terrible como parece!
— ¿Y por qué hiciste eso?—titubeé— ¡Oh sea, fue una locura traerlo de tan lejos
cuando tú tienes tantos empleados aquí!
—Eres demasiado inmadura como para andar pensando en irte sola a otro país—el
muy idiota comenzó a molestarme.
Y pensar en ese tipo de cosas, fue lo que no me dejó dormir en toda la noche. No
podía dejar de analizar que me estaba debatiendo entre dos grandes amores y dos
perfectos hombres. Karsten era el hombre imperfecto que me miraba con lujuria. Miguel
era el chico correcto que me miraba con ternura. ¿Cuál de los dos era el mejor para mí?
Fue espectacular la sensación del sol rumiante quemando mi piel, fue divino sentir
lo salado del mar libertario, fue alegre sentir la arena fantasiosa sobre mi espalda y mis
pies. En definitiva, un lugar como ese era el que necesitaba para desahogar mis problemas
ante Ally:
—Dime lo que quieras…—la tomé de la mano— ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!
— ¡Sí, pero no sabes a cuál escoger y yo te puedo dar algunas pistas!—se rió entre
dientes— ¡Además, me dijiste que te dijera lo que quisiera!
— ¡Pero, así no tanto!—puse los ojos en blanco— ¡Además, claro que sí sé a quién
escoger, escojo a Miguel porque Karsten es de lo peor!
— ¡Pero igual te gusta!—Ally se encogió de hombros y yo no podía creer lo que ella
me estaba diciendo ¿De verdad prefería a Karsten que a Miguel? ¿En serio me estaba
diciendo que Karsten me gustaba? ¡Oh, no! ¡Esa era pesadilla!
— ¿Qué?—eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada mal dramatizada— ¿Te
volviste realmente loca? Ese troglodita destruyó mi vida y…
— ¡Ay, por favor!—arqueé las cejas hacia ella— ¡Ni siquiera sé por qué juras y
perjuras que él me ama y yo lo amo a él! ¡Oh sea, él no puede estar enamorado de mí! Yo
soy una chica normal de senos pequeños y, algo bajita que no está acorde para salir con
alguien como Karsten. ¡Él se puede conseguir a una chica mejor que yo!
Una hora más tarde decidí entrar a la playa. Necesitaba algo de esparcimiento y
diversión para olvidar mi desastrosa relación con los hombres de mi vida. Apenas toqué el
agua, la piel se me erizó, las olas chocaron contra mí y el silbido de unas gaviotas cerca de
una montaña cercana me decían que eso sí era una vida feliz. Cuando los animales eran
libres eran felices gozaban yendo de un lugar a otro y no había nadie que los lastimara.
— ¡Ese traje de baño te queda muy bien!— ¡Oh rayos, Karsten apareció de una
estocada dentro del agua, detrás de mí!— ¡No es sexy, pero a ti te queda delicioso!
— ¿Qué… qué haces aquí, Karsten?—le dije nerviosa y supe que había entrado a la
playa totalmente vestido— ¿Cómo supiste que estaba aquí?
— ¡Bueno, sí!—dijo con voz suave— ¿Para qué te iba a mentir? ¡No podía sacar de
mi cabeza la imagen de ti en bikini; así que, sucumbí a la tentación y decidí venir a
acosarte un rato! ¡Necesitaba esa cercanía que solo el estar con la mujer que amas te puede
dar!
Lo miré a los ojos y sentí una sensación de paz. Karsten tenía los ojos más lindos del
mundo, sus labios eran carnosos y sus dientes revelados en una sonrisa, era de un blanco
perfecto. Por un momento, ambos nos quedamos en silencio y lo único que se escuchaba
era el movimiento de las olas y el cantar de los pájaros.
Sin ningún tipo de timidez me arrojé sobre Karsten y comencé a besarlo duramente.
Él me devolvió el beso y me apretó contra su cuerpo. Sin pensar en las consecuencias que
ese acto me podría acarrear, lo agarré del cuello y ambos nos hundimos debajo del agua.
Nuestros cuerpos nadaron sincronizados pegado uno del otro. ¡Era la perfecta armonía
para un día totalmente completo!
Ambos flotamos para tomar un poco de aire y el sol quemó nuestras pieles. ¡Era
fantástico saber que la playa estaba medio vacía y que la gente no reconocería nuestras
verdaderas identidades! Y ponerme a pensar en eso nubló oscuramente mi mente. Mi
cuerpo se bloqueó un segundo al pensar en el pobre de Miguel y la alegría que había
sentido hacía poco momento, se derrumbó objetivamente. Bastante nerviosa me separé de
Karsten y corrí fuera de la playa. ¡Estaba traicionando la confianza del pobre de Miguel!
¡Yo era un monstruo! Sin dar más explicaciones de las que consideré Ally merecía, le pedí
que regresáramos a casa; pues, no podía permanecer más allí.
En mi casa, pasé largas horas cuidando de mi papá. Mi madre salió todo el día de
compras y por un instante, fui feliz de saberla algo más relajado. Ella adoraba comprar y
bueno, una que otra vez compraba algo que realmente se necesitaba en el hogar. Lo demás
eran detalles que acaban en un rincón oscuro de depósito de la casa.
—El príncipe y tú…— resonó con voz profunda; en tanto picaba una cebolla.
—¡Creo que es bueno que ni se vean dentro de los exteriores de palacio ni fuera de
él!—me dijo con aspereza—¡Tú estás sustituyendo a tu papá en su empleo y si no quieres
dañar el trabajo del señor Thiago, lo mejor que puedes hacer es guardar la debida
distancia con todos los miembros de la realeza!
— ¿Por qué te diría que no si la verdad es que odio que el príncipe esté cerca de
ti?— Él miró mis ojos claros, y sonrió.
— ¡Yo nunca te engañé!—cerré los ojos, tragué saliva y me serví el agua en un vaso
de vidrio— Y vuelvo a decírtelo una vez más para que te entren mis palabras en ese
cerebro tuyo: Tú fuiste el que nunca me creyó.
—Es que…—me dijo con voz ronca— ¡Es que tú me gustas mucho y no quiero que
ese sujeto nos separe otra vez! ¡Quiero empezar de nuevo contigo porque muero de amor
por ti!
— ¡Me gustan las mujeres como tú! —me acarició la mejilla y se sentó en mi mesa—
¡Eres mansa como un gatito y salvaje como una tigresa!
— ¡Claro que sí, por fin alguien te dio una cucharada de tu propia medicina!— no
pude evitar mi larga carcajada— ¡Te lo merecías!
— ¿Crees que el hecho de que Miguel haya entrado sin solicitar permiso, a una
reunión importante que tenía con el Duque de Chetrely para exigirme que te deje en paz
es suficiente para mí?—de repente me dejó los labios en completa libertad, pero continuó
con su abrazo— ¡Él no tiene derechos sobre ti!
— ¿Y por qué Miguel haría algo tan espantoso?—le pregunté de golpe a Karsten
tratando de procesar lo que Karsten me acababa de decir— ¿No hiciste algo en contra de
él? ¡Oh rayos, Karsten! ¡Nada de esto estaría pasando si dejaras de molestarme!
— ¡No pienso dejarte de molestar!—me amenazó bastante frustrado— ¡Tú eres mía!
— ¡No! ¡No soy tuya!—le susurré con rabia, me levanté de mi asiento y busqué
escapar de allí— ¡Yo soy de Miguel!
Karsten me miró con rabia, se le notaba en los ojos que mis palabras le habían
molestado mucho porque inmediatamente me soltó.
— ¿Te crees muy encantadora, verdad?—se alejó varios pasos de mí y me lanzó una
mirada herida.
— ¿Qué…?—fruncí el ceño.
— ¡Voy a demostrarte que ni las amenazas del mentecato ese ni que tú me digas en
mi cara que eres de él, me van a hacer renunciar a ti!— El rostro de Karsten se suavizó al
instante en un esbozo de sonrisa— ¡Tú estás atada a mí para siempre!
— ¿Qué…?—pero no me dejó que terminara de hablar; en cambio, caminó hacia mí
y colocó su brazo alrededor de mi espalda, me miró sonriente y luego levantándome y
haciéndome envolver las piernas entre sus caderas, me alzó. Puso sensualmente, sus
manos en mi espalda dejando mis pies tendidos en el aire; después de eso, lo único que
sentí fue sus labios pegados a los míos.
— ¡No ha pasado nada!—se encogió los hombros con cara de inocencia— ¡Eso solo
fue un besito de amigos!
— ¡No lo puede evitar y menos cuando estás teniendo esa mirada de gata en celo
que tanto me agrada!—manifestó Karsten, curvando los labios en una enigmática sonrisa.
— ¡Es una broma!— me dedicó una de sus sonrisas más sexys— ¿Quieres qué te
acompañe a comerte ese helado?
— ¡Bueno, quédate conmigo pero no vayas a empezar con tus cosas!— le afirmé con
una expresión severa en el rostro y después nos sentamos en la misma mesa.
— ¿Quieres que pida un helado por ti?—le dije embozando una sonrisa.
— ¡No, no soy muy amante del dulce!—me miró a los ojos y sonrió.
— ¡Dagmar!—tragó saliva.
— ¡No, no es eso!—se relajó en la silla con pose arrogante— ¡Sólo es que no te vez
muy contenta y eso que ya tu padre fue dado de alta!
— ¡Gracias por decir eso!—le respondí sin apartar la mirada de él— ¡De verdad que
esas palabras me hacen mucho bien!
Mi corazón latía cada vez más de prisa, no sabía por qué pero tenía un ansia loca
porque me besara.
— ¡El trabajo para mi padre es lo más importante y es por eso que no quiero que
fracase mi plan de sobrellevarlo y manejarlo!—tímidamente entrecerré los ojos— ¡Aunque
soy nueva trabajando y estoy de escritora estoy haciendo lo mejor que puedo para no
fallarle a mi papá! ¡Mi papá no podría aguantar un malestar más!
— ¡De verdad que tus ojeras te delatan! —Se lamentó— ¿Has estado tan ocupada en
estos últimos días?
— ¡Pero, igual te duele!—le dirigí una mirada de comprensión que esperé gustosa
que lo hiciera abrir su corazón ante mí— ¡Te duele muchísimo!
— ¡No debes reprimir tus sentimientos!— le dije con un hilo suave de voz— ¡Sé que
aún te duele! ¡Yo sé que si me fuera pasado a mí, la vida fuera ser como una tormenta sin
rayos ni centellas, es decir vacía!
— ¡Puede ser que haya sido vacía, pero tú llegaste y la llenaste!—me expresó
Karsten, demorando la mirada en mis senos, en clara señal de que ya no le interesaba
hablar de sus padres— ¡Eres la luz de mi vida y estoy dispuesto a atarte a mí!
— ¿Por qué hablas de esas cosas ahora?— abrí los ojos desconcertada y nerviosa me
acomodé en mi asiento— ¿Te volviste loco?
— ¿Ey, a dónde crees que vas?— sacudí la cabeza—¡No me dejes hablando sola!
¡No seas más canalla de lo que ya eres!
Al día siguiente, decidí mostrar mi mejor sonrisa al trabajo de escritora. ¡Total era lo
que me gustaba hacer y Karsten me había dado el obsequio de poner en práctica mis
sueños!
Ese día me tocó escribir un mensaje de esperanza para los niños sobrevivientes del
cáncer, acompañada de la amargada señora Moriasgne, a ella le tocó la parte de los niños y
a mí la de los padres adultos. Para mí no era nada emocionante esta situación porque eso
significaba que me la tendría que encontrar varias veces durante esa mañana. Comencé
con la primera etapa por la que pasan los padres de esos niños cuando descubren que
están enfermos y es la negación, continué con la culpa, proseguí con la rabia, seguí con la
depresión y finalicé con el proceso de aceptación de la enfermedad y cuando ya iba
culminando, la vi acercarse a mí con esos horribles ojos de vieja solterona de los años
sesenta.
— ¡No creas que por andar haciéndole ojitos a Su Majestad vas a conseguir mejoras
en tu trabajo!—me manifestó con severidad— ¡Aunque te hagas la zorra, no vas a
conseguir nada!
— ¿Qué está sucediendo aquí?— de pronto llegó Karsten lanzándole una mirada
furibunda a la insoportable mujer.
— ¡Pegar cientos de gritos no significa entrenar; así que, si no quiere que la despida
va a tener que respetar a la señorita!—Karsten la miró con odio pero con calma, tal y como
si estuviera aguantando las ganas de torcerle el cuello a la mujer— ¡A ella nadie la toca, ni
nadie la maltrata! ¡Y eso es una orden que me encargaré de hacérsela llegar a todos!
— ¡Y ahora dígale a los empleados que salgan a comer y que nos dejen solos!—
Karsten ordenó bastante malhumorado— ¡Ah, esa orden de respeto es para todos los que
trabajan aquí! ¡Así que puede ir diciéndoles de mi parte que les exijo que dejen a la
señorita Dagmar en paz!
— ¡Sí, señor!— La señora Moriasgne hizo una nerviosa reverencia y caminó hacia la
salida— ¡Con su permiso!
— ¡Qué gente, Dios mío!—Habló con rabia Karsten en cuanto nos quedamos a
solas— ¡Uno les da un dedo y pretenden agarrarse toda la mano!
— ¡Creo que no deberías tratar tan mal a los empleados del palacio!—lo reprendí—
¡No se lo merecen!
— ¿No? ¿No?—sonrió con cinismo— ¿Y entonces cómo se merecen que los traten
después que esa señora se estaba comportando malamente contigo? ¡Contigo nadie se
mete!
— ¡No es correcto lo que hiciste hace unos minutos con la señora Moriasgne!—
coloqué mis manos en las caderas y le fruncí el ceño— ¡Ella sólo quería enseñarme!
— ¡Eso no es así!—sus ojos destellaron de rabia— ¡Yo soy el que manda y tú estás
aquí porque yo quiero; por lo tanto, nadie te toca ni un pelo sin antes consultarme antes si
lo puede hacer! ¡Ellos son mis empleados y hacen lo que yo les diga!
— ¡A veces sí, a veces no!—sentí que me quedaba sin aliento— Aunque la verdad es
que me alegra que pienses así, porque no querría que alguien se aprovechara de tu título
de nobleza para abusar de ti. ¡No obstante…
— ¡Es cruel que te comportes como un tirano y no midas nunca tus acciones
malvadas!—apreté los puños con determinación intentando no mostrarle frente a frente la
ira que me carcomía el estómago— ¡Le puede hacer daño a gente inocente!
— ¿Y cómo quieres qué sea? ¿Cómo quieres que me comporte?—me preguntó con
los ojos encendidos— ¿Acaso quieres que sea un dulce melocotón que sonríe por cualquier
bobería? ¡Cariño yo soy así y tú igual me quieres!
— ¡Eso no es verdad!—temblé y sentí mucho remordimiento de las imágenes
mentales que cruzaban por mi cabeza en las que Karsten me tomaba en sus brazos y me
besaba.
— ¿Ah no? —dejó escapar un suave silbido— ¡Pues, si es así dímelo mirándome
directamente a los ojos!
— ¡Yo no dije nada absurdo!—Karsten esbozó una sonrisa seductora— ¡Yo lo que
dije fue que si quieres que acepte que tú no estás enamorada de mí, me lo vas a tener que
decir mirándome directamente a los ojos! ¿O es que acaso tienes miedo?
— ¡No, claro que no!—le lancé una mirada iracunda— ¡Es más chico, te lo voy a
decir en palabras sencillas! ¡Yo no te amo!
— ¡Vaya, te tiemblan los labios cuando estás diciendo una mentira!—me dijo con
voz suave— ¿Sabes que te pones muy sexy cuando te enfadas?
— ¿Qué?—abrí los ojos como platos con cara de sorpresa y nerviosismo— ¡No!
¡Claro que no!
— ¿Ah no?—levantó las cejas inquisitivamente— Entonces, ¿Qué es esto que estás
haciendo? Porque quieres mentirme descaradamente y en el fondo sabes que lo único que
quieres es que estás manos te toquen, esta boca te bese y este cuerpo te haga suyo
— ¡Dios mío! ¡Dios mío!— lo miré con expresión inescrutable— ¿Qué voy a hacer
contigo? Aún no puedo creer que esto me esté pasando… ¿Cómo tú siendo un príncipe
vas a fijarte en una Don Nadie como yo y de paso que pretendas que yo caiga rendida en
tus brazos?
— ¡No te califiques como una Don Nadie!—el rostro de Karsten se endureció— ¡Tú
eres lo mejor que me ha pasado en la vida y hoy más que nunca que sé que me amas! ¡Voy
a hacer que lo admitas frente a frente de mí! ¡Yo sé que aunque me lo niegues miles de
veces, lo que sientes por mí es amor!
—Si crees que te voy a decir que te amo, estás apostando a lo que no es seguro— le
dije con frialdad.
— ¡Tú, me vas a tener que decir que me amas!—se inclinó hacia mí y besó el lugar
detrás de mí oreja.
— ¡Entonces, vas a tener que sentarte a esperar esas palabras por mucho, mucho
tiempo! — sentí la sangre hervirme en las venas y traté de empujar su duro cuerpo— Pero,
te advierto que si estás mucho tiempo de pie puede que te canses, te agotes y termines
sufriendo de la cervical.
— ¡No, no me cansaré porque eso será pronto!—me tomó de la barbilla para que
alzara la cabeza— ¡Y de no ser tan rápidamente como espero, igual sé que tarde o
temprano vas a caer tan rendida en mis brazos que terminaras confesándome que me
amas!
Luego del almuerzo decidí que ese día me quedaría a cumplir horas extras en mi
trabajo para pagar de una manera a otra el permiso de día libre que le había pedido a mi
jefe. Angustiosamente, Karsten parecía saber cada uno de mis pasos y me llamó a mi
celular para según él escuchar mi voz.
— ¿Eso es todo?—mi ojos se llenaron de fuego y rabia y deseé poder tenerlo cerca y
gritarle que lo odiaba— ¡Voy a colgar! ¡Ya!
— ¡Si cuelgas no te voy a dar una información que te tengo!—se mojó y deseé
tomarlo del cuello y hacerlo enfadar, tal y como él lo hacía conmigo.
— ¡Vas a ser mi mujer!—me susurró y yo no podía creer las palabras que salían del
auricular del teléfono — ¡Mejor dicho, ya eres mi mujer!
— ¿Por qué eres incapaz de decir lo que sientes?—me preguntó algo perturbado—
¿Por qué eres tímida ante tus propios sentimientos? ¿Acaso es que me tienes miedo?
— ¡No, claro que no!—mi voz se quebró de la pena— Yo no sé por qué, pero ya a tu
lado no siento miedo, yo siento es…
—Tú haces que yo…—titubeé y me mordí el labio— ¡Tú haces que yo pierda mi
paciencia!
— ¡Rayos!—se escuchó con voz áspera y profunda— ¿Por qué no puedes hablar
claramente? ¿Cuándo vas a entender que tú y yo no podremos vivir separados y que
aunque sientas dudas de decirme las cosas como son, yo sé que estás enamorada de mí?
— ¡Cariño, acepta que ya te estás quedando sin armas para luchar contra mí!—se
escuchó entusiasmado— ¡Parece que pronto te vas a entregar a mí!
— ¡Nunca me voy a arrastrar hacia ti! —lo reté apretando con fuerza el teléfono.
— ¡El sólo pensar en hacerte el amor se vuelve algo muy emocionante! —me
anunció provocativamente.
— ¡Tú crees que ésta es una lucha de poder en donde el más fuerte gana! — lo
desafié—¡No es así!
— ¡Eres adorable, cariño!— me expresó con ese grandioso orgullo que a todas las
mujeres derretía— ¿De verdad crees que puedes sobrevivir sin mí? ¡Acepta que me amas!
A la hora salida de mi trabajo, Karsten entró a mi oficina para esperar que recogiera
mi bolso y con ello, acompañarme a tomar el carro que me llevaría a casa. ¡Yo lo vi y sentí
hormiguitas de amor que me hacían los ojos aguas! Me gustaba la camisa que cargaba, se
parecía al color de sus ojos. Me gustaba su olor natural, era como el de las montañas
después de la lluvia. ¡Me gustaba todo de él!
— ¡Contigo puedo ser un niño y también un adulto! —Me respondió con su sonrisa
insufriblemente sexy— ¡Eso depende del momento, la circunstancia y el lugar en el que
estemos!
— ¿Qué tipo de preguntas son esas? —le grité y el muy canalla apretó sus labios
para evitar reírse de mí— ¡Por favor, no me hagas ese tipo de preguntas!
— ¡No son boberías!— me dijo entre dientes— ¿O es que acaso no te crees hermosa?
— ¡Querida, pareces irritada!—se burló de mí— ¡Después dices que soy yo quien
está siempre de mal humor!
— ¡No, eso sí que no!—su tono de voz se puso muy áspero— ¡No te voy a dejar en
paz nunca! ¡Voy a estar junto a ti por siempre!
— ¡Sí, pobre de ti!—me expresó con voz cargada de emoción— ¡Pero, sólo por ahora
porque cuando te haga mía, en esa batalla no se sabrá cuál de los dos va a sentirse mejor
de los dos!
— ¡No sabía que usabas eso en la lengua!—susurré sin aliento y desvié la mirada
hacia la pared más cercana que pude encontrar.
— ¡Me lo puse hace años, pero me lo quito a veces y solo me lo coloco cuando
quiero colocármelo!— me susurró ásperamente, tal y como si se tratara de un cambio de
pañales que tuvo cuando estaba recién nacido.
— ¡Es que son parte de mi vida secreta!— me anunció con esa mirada oscura de
hombre tenebroso que hacía de mi cuerpo, la mejor de las gelatinas.
— ¡Cariño, no te preocupes esas son cosas que no son relevantes!— él pareció darse
cuenta de mi pena e intentó tranquilizarme— ¡Yo a ti sí que no quiero guardarte nada! ¡Te
quiero decir todo; sólo que a veces se me hace difícil porque te pones a discutir conmigo y
no me dejas decirte nada!
— ¡Sí!—su respiración era lenta y cálida— ¡Me encargué de marcar mi cuerpo con el
mejor arte!
— ¡Sí, por ejemplo el del pecho me lo hice luego de conocerte y mucho después de
nuestra pelea!—me comió con los ojos diciéndome en pocas palabras que el tatuaje era
para mí— ¡Mi padre ya había fallecido y decidí que ese era el mejor momento para
realizármelo!
—El de la espalda me lo hice cuando cumplí 18 años, —me explicó— el del brazo a
los 15 años y el de la ingle cuando tenía apenas 13 años.
— ¡No lo puedo creer!—le dije con voz jadeante— ¡Tú tienes tantos secretos que de
verdad que a veces me pregunto cuál es el verdadero Karsten! Tienes cuatro tatuajes y tres
piercing que casi nadie ha visto y que los que los han visto los has hecho firmar un
contrato para que no lo divulguen. ¡Todos te han visto como realmente no eres y eso me
asusta!
— ¡Lo que pasa es que realmente no me importa que nadie más vea lo que soy de
verdad!—me miró con cara sonriente y deslumbrante— ¡Tú eres la única persona que
quiero que me conozca! ¡No te asustes de mí; por favor!
— ¡Haz hecho un gran esfuerzo para que nadie conozca tus secretos!—exhalé
ligeramente por la nariz.
— ¡Lo único que siempre me pongo en el cuerpo y que casi no me quito ni para salir
afuera del palacio es la argolla en la oreja porque no hay forma de esconder que me hice
esa perforación!—me dijo en un ronco y satisfecho susurro— Sin embargo, quiero que
sepas que mis piercing y mis tatuajes son una forma de definirme. ¡No soy de cristal
tampoco de piedra, soy sólo yo!
— ¿Quieres ver mis tatuajes?—me preguntó y bajó la cabeza para oler mi cabello.
— ¿Qué?—le pregunté y sin decir más se quitó la camisa y me dejó ver sus hermoso
pecho decorado con los piercing en el pezón y el ombligo y los tatuajes en el pecho y en el
brazo. Dio una lenta pero certera vuelta para que también pudiera ver el tatuaje de la
espalda y como yo estaba muda aprovechó mi inestabilidad y se desabrochó el botón del
pantalón para que pudiera ver el tatuaje de la ingle.
— ¡Es la primera vez que te los veo!—quería llevar mis dedos a casa parte de su
cuerpo, masajear sus tatuajes y devorarlos con la boca.
— ¡Claro, antes no me habías visto sin camisa como ahora!—me empujó y tomó mi
barbilla para que no tuviera tiempo de escapar.
— ¿Sin camisa?—el corazón comencé a latirme fuertemente y me salí de mis
casillas— ¿Sin camisa? ¡Cierto, cierto! ¡Me volví loca y estoy…!
— ¡Sí, claro!—le dije con voz profunda, seductora y gutural— ¡Mira cómo te creo!
— ¿Y?— extendió las manos a los lados y dio unos pequeños pasos, como si
estuviera desfilando— ¿Cómo me veo?
— ¡Te vez…muy bien!—le dije y me besó la sien— Aunque aún tengo una duda, ¿si
el tatuaje en el pecho me lo dedicaste a mí, los otros tres a quien se lo dedicaste?
— ¡Mi padre no tuvo nada que ver, él respetaba mucho mis decisiones!—sus ojos
lucían oscuros.
— ¡No, claro que no!—respiré temblorosamente— Sin embargo... eso quiere decir
que eres un príncipe rebelde.
— ¡Tócame!—usó mi mano para hacer un recorrido por los brazos de su cuerpo. ¡Él
era un hombre bastante duro!
— ¡Toca por lo menos el tatuaje del pecho y siéntelo!—me suplicó con voz ronca.
— ¡Yo soy tu ángel venido del infierno, cariño!—gruñó, frotando su pulgar sobre
mis labios apasionados.
— ¡Tú…tú no eres mío! —le expresé bastante adolorida y necesitada de él. Exhalé
un suspiro excitado y deseé poder arrojarme sobre su cuerpo y besarlo por toda la
eternidad.
— ¿Y tú eres mía?—me preguntó y deseé que Karsten me lamiera el cuello, los
labios y el pecho, así yo también le lamería uno a uno, todos los tatuajes.
— ¡Lo que debí hacer hace años!—rió ligeramente— ¡Demostrarte que el amor no es
una ilusión de niños, sino que es algo de adultos que puede llegar a convertirse en una
buena razón para vivir!
—Si sigues negando lo que sientes por mí, — me dijo con aire sombrío—nunca
podrás acabar con esa confusión.
— ¡Sí, señor! —contestó Henieth y ambos salieron de allí, sin mirar atrás.
Nuevamente, Karsten me dejaba hablando a solas y no había cumplido su promesa de
acompañarme a tomar el auto. Mirando la puerta que él antes había cerrado, no pude
evitar sonreír. Karsten me quería amarrar a su castigo, de eso no tenía ninguna duda; pero
¿Quería yo ser amarrada por él? ¡Él era un buen hombre con todo y el daño que insistía
siempre en hacerme! ¡No, no, no, no, no corazoncito loco! ¡No, no, no, no y no! Él era un
desalmado, cruel y egoísta que hacía de mi vida un manojo de nervios y no merecía ni
siquiera un poquito de mi cariño.
— ¡Lástima que eso esta noche no sea posible!—se negó de forma odiosa— ¡Tengo
una agenda muy ocupada y no hay espacio para ti!
— ¿Qué dijiste?— me preguntó carente de emoción— ¿Qué quieres decir con eso de
que no te interesa?
— ¡Si fuera por mí, tú no existieras! —furiosa, apreté los puños a un lado y me
mordí el labio.
— ¡Bella, te quiero mucho!—se encogió de hombros— ¡Por cosas como esas es que
estoy perdidamente enamorado de ti!
— ¡Karsten, no digas eso!—disparé las cejas hacia arriba— ¡Por el Espíritu Santo, no
me gusta!
— ¡Lo que sea!—mi corazón latía como loco— ¡Por Dios si me quieres tanto, no me
lo digas! ¡Entiende que no me gusta escucharlo!
— ¿Y si yo fuera Miguel?—gruñó.
— ¡Sí, claro que me encantaría escuchar que me quiere!—le mentí y rodé los ojos
algo intimidada— ¡Él es el hombre que yo amo!
Yo…yo estaba nerviosa de tener a Karsten tan cerca de mí, preguntándome cosas y
seduciéndome con su mirada y su cuerpo. Si por mí fuera, saldría corriendo en ese
momento para no responderle a Karsten una pregunta tan directa
—Karsten…—susurré.
— ¡Un beso tuyo significa más que amistad o sexo, significa amor!—me explicó y yo
me puse rígida entre sus brazos— ¡Te amo!
— ¡Soy alguien que puede bajarte una estrella del cielo con solo darte un beso!—sus
ojos brillaron de amor y deseo— ¿O acaso me vas a negar que horita tocaste el cielo
cuando te besé?
— ¡Claro que lo toqué!—mi sonrisa se disolvió disimuladamente— ¡Es sólo que caí
sin paracaídas!
— ¡Muero de amor por ti!— una pequeña y hermosa sonrisa se dejó ver en sus
labios.
— ¡Es un amor muy loco, el que tú dices que sientes por mí!—le aseguré y se puso
algo tenso.
— ¡Yo daría todo mi reino por tocarte nuevamente esos deliciosos labios!—envolvió
un mechón de cabello entre sus dedos— ¡Quiero y necesito ser el único dueño de cada
beso que das con ellos!
— ¡Solo por un beso, soy capaz de vender mi alma a cualquier postor!—me anunció
y mis mejillas se pusieron al rojo vivo— ¡Te amo!
— ¡No es amor lo que sientes por mí!—le declaré— ¡Lo que sucede entre nosotros es
un cuento muy feo que debe llegar a su fin!
— ¡Claro que sí!—se rió entre dientes— ¡Y por eso voy a luchar por tu amor!—
— ¡Miguel, no se merece nada de esto!—sentí pena por Miguel; ya que, todas las
cosas que estaba sintiendo por Karsten me hacían engañar a Miguel.
— Tú… — me dijo murmurando— ¡Tú únicamente dile a esa telaraña mal ubicada
llamada Miguel, que si pone su atención en mi lado aunque sea solo un poco, va a
perderte para siempre!
Al día siguiente muy temprano tuve en mi casa a Ally, quien me dijo que me
llevaría en su automóvil a mi trabajo para evitar que siguiera agotándome mentalmente y
físicamente. La verdad era que ella estaba preocupada por mi salud emocional y amorosa.
¡No quería verme llorar una vez más!
cuore
cuore
Non riesco a credere che siamo qui
Gli sussurra all'orecchio come bello sono
cuore
cuore
cuore
cuore
Bésame Cuore
E toccare il mio corpo
Come se jam
Bésame Cuore
E mi fanno urlare
Di puro piacere
Cuore, cuore
Cuore Cuore
cuore
cuore
Bésame Cuore
E toccare il mio corpo
Come se jam
Bésame Cuore
E mi fanno urlare
Di puro piacere
Cuore, cuore
Cuore Cuore.
Bésame Cuore
Cuore, cuore
Bésame Cuore
Cuore, cuore
Cuore Cuore.
— ¿Y qué te pareció la canción?—me preguntó bastante contenta cuando la música
terminó.
— ¡Eso es porque hace pocas horas que salió a la venta!—extendió el brazo derecho
y me acarició la cabeza como si yo fuera su hijita— ¡Es inigualable!
— ¡Ay, amiga!—me dio un suspiró avivado— ¡Tú dirás lo que quieras, pero se nota
a leguas que estás enamorada del príncipe Karsten!
Esa noche, mi madre, Miguel y yo fuimos invitados a una subasta social. Yo nunca
había estado en una de esas, así que me puse un traje normal y corriente aunque hermoso.
Miguel estaba alegre de poder compartir su tiempo conmigo y anduvo conmigo de la
mano durante todo el tiempo, mi madre mostró su sonrisa más saludable y menos
arrugadora de la piel.
Disimuladamente lo miré de reojo y a los pocos segundos Karsten como que se dio
cuenta que alguien lo estaba mirando porque volteó su mirada hacia mí; yo escapé de su
mirada inmediatamente y él sencillamente continuó conversando con las personas que lo
rodeaban.
Esa situación hizo que mis mejillas ardieran o por lo menos, yo lo sentí así. Volteé
mi mirada nuevamente hacia él y me molestó ver que aún no notaba que yo estaba
presente en esa subasta.
— ¿Por qué no subes a la subasta?—me preguntó con un brillo maligno en los ojos,
una cuarentona mujer que estaba sentada con lo que parecía su pareja, en la mesa de al
lado— ¡Tú eres muy hermosa y la gente podría aportar mucho dinero para la causa,
gracias a tu colaboración!
—Treinta y dos mil dólares—gritó el tal Tomás que era esposo de la mujer que me
había inducido a subir a subastarme.
— ¡Oh!—dijeron los del público, nadie podía creer que la disputa hubiese llegado a
tanto dinero.
— ¡Seiscientos!—dijo Miguel
— ¡Setecientos!—dijo Karsten y me miró complacientemente, yo desvié la mirada
con las mejillas enrojecidas.
— ¡Ochocientos!—dijo Miguel.
— ¡Novecientos!—dijo Karsten.
Los dos estaban en una disputa loca e irresponsable y eso me molestó, yo no era un
juguetito de cerámica con los que ellos podían jugar.
— ¡Ya es suficiente con ustedes dos!—les grité furiosa— ¡Me tienen harta! ¿Y saben
algo? Ésta que ustedes ven aquí, no se subasta ni en un millón de años y ninguno de los
dos va a ganar esta absurda competición porque esta ridiculez queda cancelada por mi
parte!
— ¡Ya lo dije!—gemí— ¡Mi subasta queda cancelada!—y sin decir más me hice
camino entre la gente, partí a toda velocidad y busqué la salida más agradable para mi
gran escapada.
Karsten ni siquiera se había movido una uña para ir detrás de mí, era un estúpido y
con eso me demostraba lo desgraciado que era. Él no me amaba, sólo le gustaba
fastidiarme la vida. Me escondí detrás de un árbol y llorando me senté en la grama; todo lo
que me estaba pasando era una pesadilla.
“Dagmar…”
Decidida a levantar mi orgullo respiré profundamente. Iba a entrar otra vez a la
subasta y les iba a demostrar a todos que lo sucedido esa noche no me había afectado No
me iba a dejar afectar más por esos idiotas. Caminé hacia las escaleras viendo el suelo,
tenía un nudo en la garganta y las ganas de seguir llorando me afloraban a flor de piel.
Pisé el primer escalón dispuesta a subir la escalera y al levantar la cara, lo vi; estaba
allí, parado en la superficie del último escalón de abajo hacia arriba. Tenía los brazos
cruzados y me veía con esos ojos aterciopelados como diciendo ¡Aquí estoy, aquí me
tienes! De la impresión de verlo bajé el pie del escalón y me quedé como una estatua abajo,
no sabía qué hacer ni qué pensar, estaba en estado de shock.
Karsten; en tanto, bajó con paciencia uno a uno los escalones mientras me veía y me
hacía entender que si salía huyendo, él iba a correr detrás de mí hasta alcanzarme. Cuando
bajó el último escalón, se detuvo frente a frente de mí y no dijo nada, sólo continuó
observándome. Yo lo miré y se me hizo un nudo en la garganta.
— ¡No voy a ir contigo a ningún sitio!—me solté de su mano justo cuando un lujoso
auto se detenía al frente de nosotros— ¡Tampoco voy a subir a tu automóvil!—le grité
desesperada, y en ese momento un chofer salió del coche y acercándose a Karsten, le hizo
una reverencia y le entregó las llaves del vehículo; luego se retiró caminando siguiendo un
pasaje de gramas, dejándonos otras vez a solas, discutiendo.
— ¡No te voy a dejar de noche sola en la calle; así que ven conmigo!—me abrazó
con calma y los ojos se me hicieron agua inmediatamente. Era una sensación tan especial
tenerlo abrazo a mí, el corazón me latía fuertemente y tenía enormes ganas de quedarme
junto a él para siempre en ese lugar, en ese momento y en esa situación.
— ¡No estoy sola!—gimoteé tratando de entrar a mis cabales— ¡Yo… yo me voy con
Miguel y mi madre!
—Pues no, tú te vas conmigo—me dio la vuelta para poder mirarme directamente a
los ojos y yo nerviosa me mordí los labios ¡Él se veía tan guapo! ¡Él era increíble!— y como
sé que a tu madre no le va a gustar verte llegar conmigo—me explicó— te dejo una cuadra
antes de llegar a tu casa.
— ¡No me voy a ir contigo!— estaba realmente aturdida ¿Cómo este hombre podía
sacar sentimientos tan disimiles en mí? ¿Acaso quería volverme loca? Yo nunca había
sentido tales cosas por nadie y es que cada vez que creía que por fin comenzaba a odiarlo,
él hacía algo y me terminaba rindiendo a sus pies.
— ¡Ven!— me ordenó y esta vez puso una mirada bastante despiadada, se le notaba
a leguas que se estaba obstinando de mí accionar. Abrió la puerta del auto y sin mirarme a
los ojos me ordenó— ¡Sube, ahora!
—Para que lo sepas yo no fui a esa subasta porque apoye a ese tipo de
actividades—intentó iniciar una conversación tranquila y relegada de todo lo que había
sucedido esa noche en la fiesta— ¡Fui porque sabía que tú ibas a estar allí!—me confesó y
al oírlo decir aquello se me hizo un nudo en la garganta.
—Sé que te pareció que yo iba a gastar dinero absurdamente sólo para llegar a
tenerte y sí, sí es verdad, tienes toda la razón—me confesó con gracia— Si tú no fueras
subido al escenario, yo no fuera dado un dólar como colaboración para esa actividad.
—Sí, claro que me gusta ayudar a los pobres; — admitió—sin embargo, es absurdo e
hipócrita el hacer una subasta llena de gente rica que comen caviar y toman las más caras
bebidas para luego darles a los pobres las migajas que le salen.
— ¿En serio piensas así?— le dije observándolo con los ojos abiertos de par en par.
— ¡Sí, así pienso!—me dijo y detuvo el carro en un semáforo en rojo— ¿Por qué?—
me preguntó mirándome inquietante— ¿Te parece demasiado inhumano? Yo nunca fui
pobre, pero sé el hambre que se pasa cuando no se tiene dinero como para venir a decir
que esos tipos millonarios que estaban en la subasta ayudan a los pobres ¿O es que tú
también actúas como ellos?
— ¡No, claro que no!—le negué con la cabeza sabiendo que en el fondo él tenía toda
la razón; esos ricachones que estaban en esas fiestas se burlaban de los pobres al gastar
tanto en una fiesta para luego hacer donaciones de puras migajas— La verdad es que yo
también pienso igual—le revelé— No digo que todas las subastas de millonarios en
beneficio de los pobres sean así; pero sí que la gran mayoría.
—En fin…—se acercó a mi asiento y me miró con ojos ardientes como diciéndome
¡Ve! ¡De esto que tienes aquí al frente te estás perdiendo por no estar conmigo! Y yo no
hallaba que pensar, sí que me estaba perdiendo la ocasión de estar con él por andar de
terca, pero él tenerlo tan cerca de mí provocaba en mí deseos más profundos que no se
limitaban a una simple cercanía o a un beso ¡Quería ser su mujer!
Karsten tomó el camino más corto a mi casa y cuando habían pasado sólo unos diez
minutos, se detuvo en la entrada de la urbanización donde estaba ubicada mi casa. Me
ayudó a quitar el seguro de la puerta y me abrió para que yo me pudiera bajar. En esa
calle, la noche se sentía fría aunque estaba iluminada de lindas estrellas. No se veía nadie
en todas las cuadras y la privacidad y la soledad que se percibía producía un erótico clima
de sensualidad.
— ¡Gracias por ser tan cortés!—le agradecí por ayudarme a bajar de su auto— ¡Me
encanta un hombre educado!
— ¡Estoy aquí para cumplir tus deseos!—me dijo roncamente y después me besó
ligeramente el cuello— ¡Así que si alguna vez vuelvo a meter la pata, te suplico que me lo
recuerdes y me reprendas!
— ¿Y qué vas a hacer para cumplir todos mis deseos? —Toqué suavemente su
mejilla con el dedo— ¿Qué me vas a dar? ¿Qué me vas a hacer?
— ¿Confías en mí?—sonrió tontamente— ¿Confías en lo que pueda decir, hacer y
manifestar este príncipe de la oscuridad?
— ¡Cariño, eres una mujer tan bella que me hacer perder la cabeza!—me aseguró y
mi pecho tembló— ¡Dagmar, te adoro!
— ¿Y eso por qué?—siseé en voz baja— ¡Yo soy una chica igual que las demás; soy
común, sin majestuosidad ni supremacía! ¡Soy corriente, y lamentablemente este no es el
cuento de ―La Cenicienta‖, todo lleno de luces y colores, éste es un cuento real lleno de
truenos y centellas!
—Pero, todos sabemos que Cenicienta al final se quedó con el príncipe y que…—se
interrumpió a sí mismo— ¿Quién te dice a ti que tú no podrás tener ese final feliz?
— ¡Es que yo no soy ella, yo soy Dagmar!—le aseguré y el abrió los ojos como par
de platos— ¡Yo soy una chica que no cree en los cuentos de hadas!
— ¡Tú no serás Cenicienta, —me manifestó al oído— pero eres una mujer real que
fuiste hecha única y exclusivamente para mí!
—Esta noche no salió tan bien como había esperado; sin embargo…—se inclinó
muy cerca de mi boca y nuestras respiración combatieron tenazmente— te prometo que
después de la medianoche el hechizo, no se acabará.
— ¡Algún día vas a ser para mí!—me prometió y al escucharlo no me pude negar, lo
único que hice fue morderme los labios con nerviosismo y buscar mi camino hacia la casa.
Si las cosas seguían así, claro que iba a ser de él.
— ¡Hasta pronto! —le expresé con sutileza y comencé a caminar las dos cuadras que
me faltaban para llegar a mi casa.
— ¡Hasta pronto! —lo oí decir a los lejos, y luego echando una ligera ojeada hacia
atrás pude ver como se montaba en su auto, lo encendía y se marchaba lejos de allí.
— ¿Se puede saber por qué últimamente recibes tantas invitaciones a eventos
sociales?—cuando regresó de la subasta, mi mamá bravísima entró a mi dormitorio sin
siquiera llamar a la puerta.
— ¡Tú sabes que no tengo un amorío con Karsten!—la miré boquiabierta— ¡Lo que
ha pasado es que él ha influenciado en la alta sociedad para que los organizadores de esos
eventos me inviten!
— ¿Y hasta cuándo va a hacer eso?—me preguntó mi mamá cerrando los ojos con
fuerza— ¡Ese príncipe es un ruin abusador! ¡Mira que participar en la subasta para
obtenerte!
—Mamá…—sentí vergüenza de no contarle todas las cosas que sentía a mi madre.
Si ella supiera lo cercano que habíamos estado Karsten y yo pegaría un grito en el cielo.
— ¡Es la verdad!—gritó las palabras— ¿En qué cabeza cabe que él te esté haciendo
eso?
— ¡No me digas!—frunció el ceño con la mirada más dura que he visto en mi madre
en mucho tiempo— ¡Por favor, Dagmar! ¡El trabajo de tu padre siempre nos ha permitido
codearnos con la gente rica!
— ¡Sí, no obstante, nunca habíamos salido con gente tan poderosa como ahora!—me
estremecí— ¡Ay, mamá! ¡Por Dios, no te pongas con esas boberías! ¡Miguel y tú me han
estado acompañando a esos eventos sociales y bastante que los han disfrutado! ¡Te suplico
que no te quejes!
— ¿Quién? ¿Yo?—mi piel se erizó de verla tan de mal humor— ¡No, mamá; es sólo
que ya me tienes molesta con tu sobreprotección!
— ¡Sí, mamá!—le dije tomando aliento y sentí que ya no valía la pena discutir con
mamá. Ella nunca admitiría lo equivocada que estaba.
Muy tarde en la madrugada me acosté a dormir. No sé en qué momento y por qué,
pero a medida que pasaron las horas comencé a sentirme mal hasta que cuando amaneció
tuve que desistir de ir a trabajar porque tenía un fuerte resfriado. Las horas pasaron y
permanecí acostada en la cama durmiendo y titilando, sin embargo, un enorme escandalo
fuera de mi habitación logró despertarme.
—¡Ella está enferma y de verdad que no pudo llamar al palacio para informarle que
no iba a ir a trabajar hoy!—mi mamá intentó explicarle— ¡Aún está en la cama y no tiene
la fuerza ni siquiera para tomar el teléfono!
— ¡No! Cof, cof, cof…—escondí la cabeza entre la cobija, llena de vergüenza por mi
espantoso estado— ¡No me siento no muy bien!
— ¡No… cof, cof, cof…me veas…! —Sollocé— ¡Estoy horrible! cof, cof, cof…
—Si quieres… —hice una pausa e intenté levantarme—cof, cof, cof…si quieres me
levanto y… cof, cof, cof…voy a trabajar.
— ¡Te quedas en la cama hasta que estés sana!—tomó una respiración profunda—
¡Es una orden!
— ¿Sabes qué chico?—le grita a la otra persona con voz áspera— ¡Vete al demonio!
— ¿Era… cof, cof, cof…era Miguel?—no pude evitar preguntarle en cuanto cortó la
llamada— ¿Verdad?.. cof, cof, cof…
— ¡Sí, era el idiota ese!—me respondió de la forma más natural que pudo y luego
arrojó el teléfono hacia la mesita de noche.
— ¡Eso… cof, cof, cof… —mi corazón comenzó a palpitar lleno de sentimientos
cariñoso—eso…cof, cof, cof…eso… cof, cof, cof… eso no es amor!
— ¡Te quiero!—gemí.
— ¡Buenos días, preciosa!—Karsten entró por la puerta trayendo con él una bandeja
de comida— ¡Es hora del desayuno!
— ¿Karsten, te quedaste todo el día y toda la noche aquí conmigo?—no pude evitar
preguntarle cuando me senté nuevamente a su lado.
— ¡No, por supuesto que no!—tomé una manzana y comencé a comer— ¡Al
contrario, te lo agradezco!
—Cariño, el quedarme aquí contigo no fue un favor, —tomó con una cuchara algo
de papas al vapor de un tazón y comenzó a dármela en la boca con provocación— fue para
mí todo un placer.
— ¡Aún no puedo creer que pasaras tantas horas pegado a mí sin miedo a
enfermarte!—mi cuerpo temblaba lleno de muchas emociones positivas. ¡Quería abrazarlo,
quería besarlo, quería quedarme pegada a él para toda la vida!
— ¡Sí, lo hice!—dijo con tono divertido— ¡Aunque debo confesarte que tuve que
usar tu baño para asearme!
— ¡No comiences con tus cosas, por favor!—mi corazón volcó desesperado y traté
de sonar lo más calmada que podía.
— ¡Está bien!— tragué saliva— ¡Me imagino que tus obligaciones te van a tener
bastante ocupado el día de hoy!
— ¡Oh, Karsten!—gemí en cuanto sentí que separaba sus labios y volvía a ponerse
de pie, para marcharse— ¿Por qué te tienes que ir?
— ¡Lo haré!—le aseguré contentísima por el beso que nos acabábamos de dar—
¡Mañana estaré de vuelta en el trabajo!
— ¡Adiós, cariño! —se despidió con la mano y abrió la puerta de salida de mi cuarto
En definitiva, me dio terror escucharlo decir tales cosas, pero al final pensé que se
trataba de los malvados celos que lo hacían actuar tan bruscamente en contra de mí. Le
prometí tomar distancia con Karsten y no dejarlo entrar otra vez en mi casa. Lo que sí era
seguro era que Miguel estaba quitándose la máscara de niño bueno para enseñarme una
oscura, amargada y peligrosa.
Además, estaba en el medio del camino el pobrecito de Miguel, ese chico era bueno
y no se merecía nada de lo que yo le estaba haciendo. ¿Cómo alguien podía darle ilusiones
de amor a alguien en dos ocasiones y al final romperle el corazón? ¡No eran correctos mis
sentimientos y aunque me doliera, debía seguir en el sendero de establecer una relación
amorosa con Miguel y no con Karsten!
— ¡Tengo que hablar contigo!—me anunció anímicamente— ¿Así que por qué no
vamos a comer unos brownies por ahí, en tanto lo hacemos?
— ¡No creo que eso sea correcto!—se me puso la piel de gallina de escucharlo
invitándome a salir con él—¿Acaso crees que valgo lo mismo que un brownies de una
tienda?
— ¡No me siento tan bien como para estar cerca de ti!—resoplé— ¡No es buena idea
que nos estemos viendo por ahí! ¡Alguien podría vernos juntos y malinterpretar nuestra
relación!
— ¡Tienes que venir conmigo!—me expresó con un tono de voz tranquilo— ¡Sólo
será por unos minutos!
— ¡Necesito algo de aire, pero ese aire debe ser lejos de ti!— apreté los labios para
controlar las ganas que tenía de decirle a Karsten que sí, que sí deseaba salir con él.
— ¡Ohhhh!— se echó a reír a carcajadas–¿Te pusiste brava? ¡Eso quiere decir que
estás mejor de salud!
— ¡Sí; a pesar, de que siempre la gente dice que eres un hombre testarudo y
hostil!— Me encogí de hombros— ¡Esos empleados hablaron muy bien de ti cuando la
periodista los entrevistaba!
—Es que… ¡Wow!—mi respiración se volvió entrecortada, pero a la vez feliz— Aún
no puedo creer que seas un hombre tan poderoso y que puedas delegar tantas funciones.
Estoy emocionada de saber que tus trabajadores te respetan y creen que eres un príncipe
muy recto.
— ¡Vaya!— Se rió entre dientes— Me gusta saber que por fin algo te gustó de mí.
— ¡Y a mí me gusta que como jefe siempre hagas lo mejor para tus empleados!—
admití, sonrojándome.
— ¿Y por ti?— me preguntó, arqueando una ceja— ¿Nunca he hecho lo mejor por
ti?
—Cosas que aunque por tanto tiempo me has recriminado; —me miró con un brillo
intenso en los ojos—yo sé que son las mejores para ti.
— ¿Qué correcto puede tener el hacer que Miguel terminara conmigo?— Mi voz
tembló al pronunciar esas crudas palabras.
— ¡Miguel no es el hombre que estaba destinado para ti!— Llevó mis manos a su
boca y besó uno a uno, todos mis dedos— ¡Ese hombre soy yo!
— ¡Mi mamá aún guarda mucho rencor en su alma!—puse los ojos en blanco con
exasperación— ¡Primero fue lo de tu padre y luego lo tuyo!
—Mi papá quería casarse con ella antes de conocer a mi mamá; —puso su mano
sobre mi cara y me obligó a mirarlo— pero después él aceptó que tu madre no lo quería y
al final terminó enamorándose de mi mamá.
— ¿Mutua? ¿Mutua?—le pregunté con enojo, empujándolo lejos de mí— ¡Por favor,
tú me acosas!
— ¡Y tú te dejas acosar porque te gusta!— me miró con ojos llenos de lujuria, sed y
amor— ¿O vas a negarme que todas las noches tengas sueños conmigo? ¿O vas a negarme
que anheles tenerme todas las noches en tu cama? ¿O vas a negarme que deseas que te
haga mi mujer?
— ¿Te has dado cuenta cómo te pones por mí?—tomó un mechón de mi cabello y
comenzó a enredarlo entre sus dedos— Cada vez que te toco tiemblas y no precisamente
de miedo o de terror.
— ¡Sólo por un instante olvida que somos tú y yo!—sus ojos se pusieron oscuros y
tomándome por las mejillas, me regaló un ligero beso en la frente— ¡No pienses! Solo
quero que sientas mi piel contra tu piel…
— ¡Karsten, eres tan perfecto!— Coloqué las palmas de mis manos sobre su duro
pecho.
— ¡Tú eres toda mía!— jadeó contra mi boca— ¡Tus labios, tus ojos, tu cara, todo tu
cuerpo es mío!
No obstante, fue un error decirle aquello. Karsten me agarró muy fuerte y cubrió su
boca con la mía en un acto salvaje de posesión, apagando mis protestas, inmovilizando mi
lengua, castigándome con un poder tan absoluto que me dejó temblando y sin poder
hablar. Dejé que su lengua comenzara a viajar por mi cuello, mi ombligo, mis senos.
Gemí una vez y puse desesperadamente la cabeza sobre su hombro. Mis pechos se
sentían calientes contra su pecho desnudo y mis piernas parecían que iban a caer
derrotadas al piso. Desplacé una mano hasta la parte baja de su espalda y comencé a
devorarle la boca con total excitación.
— ¡Ya pasaste la prueba! —me dijo Karsten, tomando de pronto distancia de mí.
— ¡Me tengo que ir, cariño!—se puso la camisa y trató de arreglarse lo mejor
posible— ¡Ya no puedo seguir aquí contigo!
— ¡No te preocupes!—me miró con aire de autosuficiencia ¡Sabía que había ganado
y que yo había perdido!— ¡Estaré aquí pronto!—y finalmente se fue, dejándome con miles
de sensaciones en todo mi corazón.
Ally fue a buscarme a mi trabajo para evitar que siguiera enfermándome. No se,
pero estaba sospechando que ese papel de mi chofer lo estaba dramatizando para
averiguar de una buena vez, con cuál de los dos hombres en mi vida me quedaría.
— ¿Eres acaso una extraterrestre?— Ally me miró fijamente— ¿Por qué actúas así?
—Porque tengo mucho miedo—Puse los ojos en blanco— Admito que por mucho
tiempo me gustó Miguel pero ahora no sé qué hacer con este sentimiento y si aún él está
allí, en mi corazón.
— ¿Estás tan confundida?— Su boca se curvó en una sonrisa pícara de ―yo sabía
que te gustaban los dos‖.
— ¡De verdad que estás algo loca!—me susurró Ally y comenzó a absorber algo de
la bebida de cola que estaba tomando.
— ¡No seas tan cruel!—le negué con la cabeza— ¡Recuerda que eres mi amiga!
— ¡Y por eso te lo digo!—me dijo sin aliento— ¡Amiga, estás muy loquita!
Ya que, en algo tenía razón Karsten, la cocina no era lo mío y a pesar de lo malvado
que solía ser, estaba feliz de poder hacer lo que más me gustaba que fuera escribir. Sí,
estaba escribiendo lecturas reflexivas y poesías para los empleados de la guardería real;
sin embargo, estaba escribiendo desde mi corazón y estaba encantada… estaba
abriéndome camino en el talento que poseía y ya nadie podría decir que era una buena
para nada o que mi trabajo me lo había ganado por amistades influyentes. Estaba haciendo
cosas buenas y si a mí me gustaba, me importaba nada lo que dijeran o llegaran a pensar
los demás. Estaba siendo exitosa, al menos conmigo misma.
“Te espero en tus jardines posteriores. Tengo un rato esperando por ti porque
quiero verte y hablar contigo”.
Bastante ofuscada y con miedo de que mis padres encontraran a Karsten en los
prados de su casa, decidí que debía llegarme hasta donde estaba Karsten. Me puse un
sweater rosado y caminé hacia afuera.
— ¿Se puede saber por qué me hiciste venir hasta aquí?—chasqueé los dientes—
¡Esto no es parte de mi trabajo!
— ¡Yo solo deseaba que compartiéramos algún momento a solas sin ese espantoso
olor a oficina literaria que hay en la guardería!— me manifestó sonriéndome con
suficiencia.
— ¡Ah eso!— Hice un mohín— ¡Entones, mejor me doy media vuelta y me regreso
por donde vine!
— ¡Hoy no, pero algún día sí!—una sonrisa apareció en su rostro—¡Creo que lo haré
cuando sea el momento más apropiado!
— ¡Su majestad Karsten es usted una persona muy maléfica!— le dije mientras le
sacaba la lengua.
— ¡Ven, acompañe!— Me agarró mis manos en las suyas— ¡Te llevaré a un sitio
muy especial!
— ¡Karsten, no te he dicho que voy contigo!— ¿Por qué siempre tienes que
ordenarme hacer cosas que van en contra de mi trabajo?
— ¡Dios, adoro cuando actúas tan molesta, necia y terca!— Me aseguró, en tanto,
me guiñaba un ojo con malvada picardía— ¡Ven, sígueme!
— ¿Confías en mí? —Él se detuvo y me enfrentó con coraje— ¡Mírame a los ojos,
Dagmar! ¡Maldita sea, mírame y dime si confías en mí!
— ¡Pues, para todo hay una primera vez!—me hizo caminar a su lado— ¡Ven! ¡Aquí
está! ¡Es ésta!—se detuvo en una calle solitaria justo al frente de una motocicleta de dos
ruedas de último modelo de color roja. ¡Era grandiosa!
— ¿Tres horas? —Dije, mirando los ardientes ojos de Karsten cuando nos percibí a
solas— ¿Por qué tanto tiempo?
— ¡Tan bella yo ahora yo de motorizada! —le dije cruzando los brazos sobre mi
pecho.
— ¡Linda, te ves como un ángel seductor!— me dijo mientras se inclinaba más cerca
de mí y me susurraba al oído.
— ¡Cariño, te vez hermosa con ese casco!—señaló con la mano mi asiento vacío
sobre la motocicleta— ¡Sube ya! ¡Y dejemos de discutir! ¡Esta conversación no nos llevará a
ningún lugar!
— ¡No, ahora falta que me abraces!— me expresó con una sonrisa maliciosa en el
rostro.
— ¿Tengo que hacerlo?—le pregunté con un ligero suspiro— ¡Seguro que quieres
aprovecharte de mí!
— ¿Cariño, no crees que una motocicleta sería bien incómoda para hacer el amor?—
se burló de mí el muy malvado, entonces comenzó con su paseo en motocicleta— ¡Trata de
relajarte, respira profundo y disfruta la experiencia! ¡Deja que la brisa toque tu piel!
— ¡Cuando quieras! —Lo oí respirar— ¡Esos ojitos tuyos tan bonitos, me están
volviendo loco y haría cualquier cosa por hacerlos feliz!
— ¡Esa manía de morderte los labios y de mirarme con esos ojitos de chiquilla
asustadiza es para mí la droga perfecta!—me hizo un guiño— ¡Me ínsitas, me enloqueces,
me haces rogar por ti y yo nunca he rogado por ninguna mujer…! ¡Eres tú la mujer más
provocadora del mundo y me tientas como la serpiente a Eva en el Paraíso!
— ¡Eres pequeña como una hormiguita, fuerte como un dragón, fiera como una
leona y dulce como una conejita!—me miró con complicidad.
— ¡Sé que no es de mi incumbencia, pero quiero saber algo de ti!—le dije en voz
baja.
— ¿Con cuántas mujeres te has acostado durante estos últimos tres años?—miré
hacia abajo apenada.
— ¿Por qué quieres saber eso?—tomó mi barbilla y me hizo voltear a verlo— ¡Eso a
ti no te importa!
— ¡Sé que has salido en los medios de comunicación saliendo con distintas mujeres
y quiero saberlo!—mis músculos se tensaron— ¿Karsten, cuál es tu record? ¿Cuántas te
has llevado a la cama?
— ¡Te lo dije!—sus ojos brillaron y me sonrió— ¡Es más no creo que quieras saber la
cantidad exacta!
— ¡Para siempre cuando las ranas tengas pelos! —me tensé un poco.
— ¡Ja, ja, ja, ja, ja, esa es muy buena! —Besó la comisura de mis ojos— ¡Sin embargo,
deberías saber que puedo agarrar una rana y pegarle muchos pelos solo para retarte!
— ¡Qué asco!— Repugnancia inundó mi cuerpo, rabia brotó al rojo vivo por mis
entrañas y pensé que iba a explotar.
— ¡Por ti soy asqueroso, sádico, morboso, acosador y todo lo que sea con tal de
conquistarte!—sonrió lobunamente.
— ¡No me salgas con eso!— tomó mi rostro con sus manos y me hizo mirarlo— ¡Ya
me dijiste que me quieres y ya eso no lo puedes revertir!
— ¡Dame un beso, sólo un beso y veras qué es querer y qué es amar!— hizo una
mueca ligera.
— ¡Me gusta que seas mala y traviesa!—su voz sonó baja y sexy, así que mi
estómago sintió maripositas— ¡Te amo!
— ¡Estoy exhausta de tener tantos sentimientos alborotados!—mi mirada se aferró a
él desesperadamente— ¡Todos ellos están combatiendo dentro de mi corazón! ¡Es como si
todo esto fuera una guerra!
— ¿Me habla usted a mí?—fruncí el ceño al voltearme y ver muy cerca de mí, a un
hombre maduro de unos cuarenta años, que parecía todo un Dios terrenal.
—Mi nombre es Lord Damián Genovese Santos de la Stuere, —se presentó ante mí
con ojos inocentones— soy miembro de la corte real y desde que llegó a la fiesta no he
podido evitar sentirme atraído por usted
— ¡Su majestad!—Lord Damián movió los ojos hasta Karsten, claramente nervioso;
en tanto, mis piernas temblaban, sentía que de un segundo a otro iba a caer de rodillas al
suelo de manera bastante torpe.
— ¡Le voy a agradecer Lord Damián, que con la señorita Dagmar no coqueteé!—
Karsten le dijo muy fríamente a Lord Damián, luego se cruzó de brazos.
— ¡Como sea!— pareció no gustarle lo que le dije, así que me puso mala cara y
luego se alejó de mí, retirándose hacia donde unas chicas relativamente bellas, lo
esperaban.
Una de esas mujercitas era pelirroja, la otra morera clara. Las dos se pegaron como
chicle de Karsten durante largas horas y eso a mí me hizo daño. Me ardía la mente como
hiel y las ganas de agarrar a puñetazo a esas tipas me hacían arder de la rabia.
— ¿Lo dice en serio?—le pregunté con voz baja y ronca, bastante sorprendida
porque esa era la primera vez que Karsten parecía no querer estar cerca de mí por estar
disfrutando de mejores compañías— Quiero decir… ¡Gracias! ¡Bueno, será en otro
momento! ¡Con su permiso!—le anuncié nerviosa, pero con la mayor dignidad posible me
di media vuelta y me alejé de allí.
A partir de esa discusión decidí que yo no iba a ser más nunca el perro faldero de
Karsten, así que alegremente comencé a disfrutar de cada momento con Miguel. Hablé con
él, me reí con él y contesté a su beso de una manera vacilante pero segura. A la mañana
siguiente, de muy mal humor Karsten entró en mi oficina.
— ¿De qué querías hablar anoche conmigo?—me preguntó sin saludarme, al entrar
a mi oficina.
— ¡Oh cariño, así que estás brava conmigo!—sus ojos destellaron con alegría nada
fingida.
— ¿Por qué no se lo preguntas a tu apreciadas señoritas Tihanne Fonseca y Addiane
Linest?—dejé el teclado a un lado y me levanté para reclamarle— ¡Ellas te lo pueden
contestar!
— ¡No; por supuesto que no!—esquivé su mirada— ¡Y ya, márchate de aquí que
necesito hacer mis labores!
— ¡Cariño, cuando estás celosa, te vez tan provocativa y deseable que lo único que
quiero es arrancarte es colocarte sobre esta mesa y hacerte mi mujer!—me manifestó
mostrando su delicioso hoyuelo en el lado derecho de su mejilla.
— ¡Y te voy a seguir molestando, cariño! —Me aseguró con ojos lujuriosos— ¡Lo
voy a seguir haciendo hasta que ya cedas ante mí!
— ¡Dios, dame paciencia con este hombre!— dije furiosa y amargada— ¿Por qué no
te vas a molestar a otra parte? ¡Ve como un perrito faldero detrás de las señoritas Tihanne
Fonseca y Addiane Linest, o hazlo de la forma como tú quieras!
— ¡Necesito que entiendas que ese acoso que tienes hacia mí debe acabar!—mi
cuerpo se sacudió entumecido— ¡Ya!
— ¡Y va a acabar cariño, eso lo vas a ver; a partir de hoy no te busco más!—de
repente se puso serio y el clima entre nosotros se tensó— ¡Te lo prometo!
— ¿Es que acaso no entiendes que quiero amanecer acostado y abrazado a ti?— me
dijo con enorme convicción— ¡Yo quiero sentirte tan cerca de mí que ninguno de los dos
sepa donde comienza uno y donde termina el otro! ¡Quiero que seas mi mujer en todo el
sentido de la palabra y quiero que solo digas mi nombre cuando te haga mía!
—Cariño aunque tú quieras meterlo entre nosotros dos; —me manifestó con
frialdad— yo no soy hombre de los que se sienten atraídos por las prácticas de orgías y
por ende de tríos sexuales.
— ¡Eres un déspota!— crucé las manos sobre mi regazo— ¡Eres un déspota! ¡Eres un
ególatra sinvergüenza que se cree el rey del mundo y el último chorro de agua del
desierto! ¡Eres un príncipe arrogante! ¡No te soporto!
— ¡Gracias cariño, por todo ese amor que me brindas!—su voz se volvió muy
dura— ¡Me siento tan alagado!
—Te exijo que me digas…—sentí que la sangre me subía a la cabeza— ¿Cuál es ese
secreto que me estás ocultando y me involucra a mí? Cada vez que tienes una oportunidad
me lo hechas en cara pero no me dices de qué se trata.
— ¡Yo solo te digo que te vayas olvidando de Miguel porque él no es ninguna ficha
grande en este juego de ajedrez!—me dijo serenamente— ¡Él solo es un peón que yo
muevo a mi antojo y que no representa nada importante!
— ¡Ese es mi verdadero yo, cariño!—me miró con expresión desafiante— ¡Así que…
te aconsejo que comiences a conocerme; y que por favor, no te asustes de mí!
— ¡Todo a su debido tiempo, cariño!— dejó escapar una risa entrecortada— ¡En
poco tiempo te lo diré y créeme ya no habrá vuelta atrás!
— ¡Así es que quiero que te sientas!— contuvo el aliento— ¡Quiero que dejes a un
lado tu caparazón de mujer fuerte y que te vuelvas más voluble para mí!
— ¡Sí, soy un ángel oscuro!— El color inundó su rostro— ¡Y quiero que te quemes
conmigo!
— ¡Al contrario, yo soy poco para ti, cariño!— Sus dedos resbalaron por mi cara con
grandiosa delicadeza—Yo seré un hombre súper poderoso, millonario y caudillo; sin
embargo, igual sigo siendo un ser humano que está arrodillado ante ti.
— ¡No están revueltos! —Negando, sacudió su cabeza— ¡Lo que sucede es que
ahora si están enfocados y llegaron a la conclusión de que quieren estar es conmigo! ¡Tú
me amas! Sólo tienes que aprovechar que con el único ser que suelo abrir tanto mis
sentimientos es contigo y aceptar mi amor. ¿Acaso no has pensado en eso?
— ¡No, no, no, no, no!—espeté de pronto, empujándolo por el pecho para alejarlo
de mí— ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué es esto?—pregunté como loca cubriéndome
desesperada la cabeza con las manos— ¡Esto no está nada bien!
—Dagmar…—intentó calmarme.
— ¡Es la verdad!—decidí que era el mejor momento para alejarme de Karsten— ¡Yo
no te amo! ¡Yo amo es a Miguel!
— ¡Está bien!—su rostro se puso sombrío— ¡Si así es como quieres jugar, haz lo que
se te dé la gana! ¡No te suplico más amor!
Sí, quizás Karsten era un caso serio con sus misterios y secretos, pero igual me tenía
a su merced. Ya no era Miguel con quien soñaba, era con Karsten. Pero… ¿Qué le costaba a
ese príncipe decirme lo que me estaba ocultando? Él no era un niño y tenía que comenzar
por entender eso.
¿Qué Karsten era un hombre inmaduro? ¡Eso no era verdad! Jamás había conocido
un hombre tan maduro en mi vida. Yo; en cambio, era la inmadura que no era capaz de
decirle al mundo entero quién rayos era el hombre al que quería. Por un lado estaba
Miguel, que era el chico adecuado incluso para mis padres, él era el ser brillante del cual
me había enamorado e ilusionado como una niña y a quien tenía que amar, pero…por otro
lado estaba Karsten, quien me hacía llorar continuamente, me hacía perder la paciencia y
con el que siempre estaba riñendo; no obstante, no había nada más difícil que poder
alejarme de él sin tener que sufrir. Sí, como en ese momento, donde no conseguía dejar de
llorar porque infernalmente me dolía que Karsten me hubiese gritado en mi cara que
prometía no molestarme nunca más. ¡Lo amaba! ¡Lo adoraba! ¡Lo necesitaba! ¡Lo
extrañaba!
Salí con los ojos hinchados de tanto llorar de la ducha e inmediatamente agarré el
primer pijama que conseguí en el closet. Luego, escuché mi teléfono que sonó en una
llamada de mi amiga Ally, sin vestirme contesté la llamada y sí, era la loca de mi amiga.
— ¿Qué?— ¡Oh, no! En este momento no estaba como para salir con ella, no tenía
ánimos— De verdad que estoy súper cansada amiga, lo siento pero no puedo—me negué
y suspirando me quité un cabello de la cara— Todos los días cuando salgo del palacio, me
vengo derechito a mi casa por lo mismo.
— ¡Estoy bien!—intenté razonar con ella para no tener que enviarle la bendita
fotografía que me pedía— ¿Por qué no me crees?
— ¿Te volviste loca?—me preguntó hecha una furia— ¡No estás nada bien! ¿Qué es
lo que tienes? ¿Por qué estás así?
—Pero…—intenté hacerla cambiar de opinión sobre la salida aun cuando sabía muy
en el fondo que eso era como pedirle a un pescado que volara.
— ¡Ya te dije que no te preocupes por el permiso que yo se lo pido a tus padres!—
fue enfática— ¿O tienes algún otro problema con salir conmigo?—me desafió como una
loba que no me permitiría escapar de su trampa. Por lo que, no me podía negar a salir con
ella. La verdad era que sí necesitaba tomar algo de aire fresco y esa era mi oportunidad.
Ambas quedamos de acuerdo para la salida, así que media hora después yo salía de
mi casa y me dirigía hacia el descapotable de Ally. Ella me esperaba encantada en el
asiento del chofer y, orgullosa de que como siempre me había ganado una batalla, me
regaló su mejor sonrisa.
— ¿Sabes que eres semejante a un dictador?—fue mi saludo en cuanto me subí al
automóvil.
— ¿Qué quieres que te cuente? ¡No creo que haya nada que decir! —tragué en seco
y volteé la mirada intentando ocultarla de ella. En tanto, Ally comenzaba su recorrido por
la ciudad manejando su precioso auto.
Rodamos por largas calles; ella condujo por la autopista y por algunas calles más,
con lo que podía sentir que el destino se hallaba a la salida de la ciudad. Por mi parte,
trataba de mantenerme callada, de escuchar únicamente la canción que sonaba en la radio
del automóvil y de refugiarme en mis pensamientos de que extrañaba arduamente a
Karsten. Si solamente, él estuviera esta noche conmigo, mi corazón saltaría de alegría.
— ¿Qué es lo que te está pasando, amiga?—me preguntó Ally luego de casi diez
minutos de silencio entre ambas— ¿Qué te ocurre? Porque esos ojos hinchados que vi en la
fotografía no salieron de la nada
—Son muchas cosas…—mis mejillas ardieron con timidez. ¡No podía decirle
mentiras! ¡A ella no podía engañarla, nunca!
— ¡Tenemos unas cuantas horas para que me lo digas!—suspiró Ally y luego cruzó
en la siguiente avenida.
— ¡Ally, me dijiste que necesitaba aire freso, no que me ibas a traer a una discoteca!
—le dije molesta, en cuanto ella detuvo el carro en el estacionamiento de la discoteca.
— ¡Tú si eres tabú, ni que fuera el fin del mundo!—me respondió y sacó las llaves
del carro, luego tomó su bolso y salió del carro. Al parecer, esa era la idea de sacarme
fuera de la ciudad para tomar aire fresco. La cuestión era alejarme de todo y de todos—
¡Eres como una anciana de las cavernas!
Por lo que, aunque le insistí, al final entré a la discoteca y aunque admito que el
lugar por dentro se veía bien, no hice ningún intento de bailar. ¡Eso no se me daba muy
bien y no iba a empezar a dárseme! Me sentía torpe, apenada y asustada porque la gente
bailaba, saltaban, bebían alcohol, gritaban, se besaban, se acariciaban y se metían mano.
Ally y yo nos sentamos en un lugar medio apartado. Ella pidió dos botellas de
vodka y yo arrugué el gesto ¿Qué pretendía ella? ¿Qué yo iba a salir de ese lugar borracha
y sorda como consecuencia del alcohol y de la música moderna?
— ¿Qué?—me preguntó con ligero tono— ¿Qué te ocurrió para que estés así? ¡Te
vez muy triste!
— ¡Bravo!—Ally se paró y saltó llena de alegría por lo que parecía la mejor noticia
recibida por ella— ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!—y contentísima me abrazó emocionada.
— ¡Sí, claro! —Agarró la botella y sirvió otra copa de vodka— ¡Ven, toma!
¡Necesitas frustrar tu dolor en vodka!—me comunicó y luego me entregó una copa llena
de alcohol— ¡Sé que a ti te duele muchísimo que Karsten se aleje de ti!
— ¡Esa mentira dísela a Miguel o a tus padres, pero a mí…a mí mejor invéntame
otra mentira mejor! —Ally bebió más de su copa y después se paró y comenzó a bailar en
ese mismo lugar.
— ¡No me gusta el tono que está tomando esta conversación! —cerré los ojos
queriendo olvidar toda este dialogo. ¡Me iba a volver loca!
— ¡Está bien! —suspiré aceptando todo lo que Ally me había dicho y pensando en
que ella tenía muchísima razón; agarré la copa de vodka y me la tomé de un solo trago
¡Era hora de disfrutar, así que salud!
Las horas y las copas de vodka fueron pasando. Ally al comienzo se mantuvo
pegada a mí como una esponja, pero a la hora ya estaba bailando en la pista de baile con
uno que otro chico. Yo, en cambio, cada vez que pasaba más tiempo me sentía tan débil y
mareada como un enfermo agonizante que lucha por un poco de oxigeno que le salve la
vida. No dejaba de hablar, de reír y de llorar por Karsten y eso parecía que ya le estaba
fastidiando a Ally.
En cuanto a los chicos, sí puedo decir que se me acercaron por separado, varios con
aspecto regular y sexy. No obstante, a pesar de que me sentía alagada, audaz y sensual no
les hice caso. Yo no podía mantenerme en pie a paso seguro, hablaba pura incoherencias y
lloraba llena de despecho extrañando a un amor que pensaba que estaba a kilómetros de
distancia de mí. Al verme así, los hombres preferían alejarse de mí. ¡Nunca había bebido,
pero, qué viva la curda!
Ya casi fuera de mis limites, miré hacia donde Ally y me encantó que ella si
estuviera disfrutando de su noche de rumba. Yo, diferenciándome de ella en mi rincón
apartado, me sentía borracha, deprimida, insegura y llena de oscuridad. ¿Dónde estaba
Karsten que no me venía a buscar pronto?
—Se puede saber…—sentada escuché de repente la voz de Karsten y asustadísima
dejé caer la copa de vodka en el suelo— ¿Qué estás haciendo en un lugar como éste?—me
manifestó con rabia.
Sí, definitivamente que sí era él. Karsten había venido a buscarme a mí a una
discoteca ¡Qué felicidad! ¡No había cumplido su promesa de no volver nunca más a
buscarme! ¡Yupi! ¡Yupi! ¡Yupi! Yo estaba llena de felicidad, y sonriendo embobada no lo
podía disimular. Karsten pasó por un lado de mí y deteniéndose en el lugar preciso, se
sentó en la silla que estaba frente a frente de la mía.
— ¿Te puedes callar?—me miró reflejando lo peor de sus sentimientos hacia mí.
Obviamente, estaba perdiendo la paciencia conmigo y eso a mí no me gustaba para nada—
¡Eso de hacer el ridículo emborrachándote se ve desconcertante!—me dijo y me tomó la
muñeca para obligarme a enfrentarlo cara a cara.
— ¡Bien, bueno; pues!—recorrió mi cuerpo con una mirada llena de algo que a mí
me pareció era disgusto y aversión ¡Ah, no! ¡Eso sí que no! ¿Y qué quería decir con eso?
¿No me amaba, pues? ¡No podía estar mirándome así!
— Bueno, que estás borracha y ahora yo, me tengo que andar calando el estar
lidiando con borrachos—gritó ya sin nada de paciencia.
— ¡Yo no estoy borracha! —Le grité en contra defensa y luego traté nuevamente de
soltarme de su agarre— ¡Hip! ¡Hip! ¡Hip! Además, no sé qué haces aquí si me prometiste
que no me ibas a molestar más—lo miré entrecerrando los ojos y a continuación me froté
la cara con la palma de la mano.
—Además…— gimoteé— ¡hip, hip! Miguel… ¡Él es tan bueno! ¡Hip! —Tenía la
cabeza revuelta, por un lado estaba feliz porque Karsten fuera a buscarme y por el otro
lado, metía a Miguel en todo esto—Y ahora él quiere vengarse de ti y destruir tu
reputación—le confesé luchando por respirar acordemente—Él dice que tú me robaste de
él y yo no quiero que te pase nada malo—me acerqué a Karsten y le puse la mano en la
mejilla derecha— ¡Yo no quiero que te haga daño porque eso me haría muy infeliz! ¡Yo te
adoro muchísimo!
— ¡No me llames así! ¡Hip, hip! —me aparté de él y suspiré con agonía ¡Con razón
que los borrachos siempre andan metiendo la pata!— ¡Yo no estoy borracha!— me sentí
mal del estómago de escucharlo decir algo como eso, pero fingí que no me sucedía nada.
— ¡Yo no salgo con ninguna chica!—él buscó mis ojos con su fantástica mirada y
posteriormente me tocó los labios con el dedo índice. ¡Esa era una súper caricia!
— ¿Y qué con las señoritas Tihanne Fonseca y Addiane Linest? ¡Hip!— le pregunté
comenzando a ponerme molesta de ver que estaba negando que mantenía una relación
con las flacuchentas esas cuando las evidencias eran obvias ¿Y lo que yo había visto
qué?— ¡Tú no me prestaste atención cuando quise hablar contigo en la fiesta porque
estabas con esas dos mujeres!
— ¡Ellas no son nadie!—me reviró con un brillo desafiante en los ojos— Si te ignoré
completamente y preferí seguir acompañado de ellas fue porque anteriormente te había
encontrado coqueteando con el imbécil de Lord Damián Genovese Santos de la Stuere—
me besó ligeramente los labios— Yo solamente quería que tú sufrieras igual que yo lo
había hecho antes.
— ¿Y tú estás celosa de verme con las señoritas Tihanne Fonseca y Addiane Linest?
—me frotó la espalda con la palma de su mano.
—Eso pasa porque siempre soy yo el que está atrás de ti—me expresó con una
sonrisa libertina— ¡Creo que deberías empezar por buscarme tú a mí como yo lo hago
contigo!—me colocó la mano en la mía y luego me ayudó a meterle el dedo en la boca en
una caricia provocadora y excitante— ¿No vamos?—me preguntó soltándome de pronto,
invitándome con ello a salir de la discoteca con él.
Ambos caminamos a la salida, uno en manos del otro y rodeados por una docena
de guardaespaldas. Yo me mantuve en su pecho contentísima de poder sentirlo tan cerca;
ya que, la conexión que existía entre él y yo era difícil de disimular y de esconder. Karsten
iba susurrándome frases bonitas a medida que caminaba conmigo ―Eres la razón de mi
existir‖ ―Nunca nadie me ha hecho sentir lo que tú‖, ―Tú me haces sentir vivo‖ ―Te amo
más que a mi propia vida‖ y eso me hacía sentir tan bien, que lo último que deseaba era
que esa noche se acabara.
Cuando ya habíamos llegado al enorme estacionamiento, mis pensamientos eran
que debía pasar la noche con Karsten para demostrarle con eso cuánto lo amaba. Fue
frente a su coche que sentí un enorme hormigueo en el estómago y esta vez no eran
malestares como consecuencias de la borrachera. Eran hormigueos de puro amor; ya que,
me moría por besar cada parte de su piel hasta quedar sin aliento, estaba deseosa de
acariciar sus grandiosos pectorales, y añoraba tocar su corazón y escucharlo latir al mismo
tiempo.
Muy feliz y enamorada me acerqué a él y sin pensar en las consecuencias que eso
me podría traer a corto plazo, lo besé ardientemente. La brisa de la noche movía mi camisa
y Karsten me abrazó deseosamente. A continuación, yo profundicé el beso y envolví mis
manos alrededor de su cuello. Luego, nuestras lenguas se encontraron y comenzamos a
gemir casi al mismo tiempo. ¡Este era un momento estupendo y no querría olvidarlo
nunca!
De repente, todo quedó en silencio. La situación dentro del carro fue bastante
extraña y silente; y mi corazón bombeaba aceleradamente. Karsten no me miraba, prefería
dirigir su mirada a lo que la ventana le mostraba y yo asustada de haber metido la pata
por haberme arrojado a sus brazos tan descaradamente, decidí no enfrentarme a él, sino
mirar hacia otro lado.
Rodamos varias calles sin hacer ningún ruido y buscando cada uno esconderse
debajo de uno de los asientos para así lograr escapar. No obstante, pronto mi borrachera
me dio un poquito más de valentía y éxtasi. Me llené de fuerzas respirando
profundamente porque me negaba a que la noche terminara así y nada más. Me volví para
mirarlo y la respuesta que recibí fue la que yo esperaba. Karsten se volteó hacia mí e
impulsivamente se arrojó sobre mí y comenzó a besarme. Cubrió mis labios con los suyos,
y con avidez me besó el cuello de una manera bastante carnal, yo sabía que muy
posiblemente él me dejaría un pequeño chupetón, pero no me importaba. Apoyé la cabeza
en su hombro y dejé que sus manos vagaran por mi cuerpo, arqueé la espalda y volví la
cara, para encontrarme con su boca.
Karsten gruñó profundamente con enorme lujuria. Tiró de mi camisa hacia arriba,
me la sacó y la arrojó hacia algún lugar del vehículo. Me acarició entre el brassier y
escalofríos se pasearon por todo mi cuerpo. Yo, me apreté contra él velozmente me
apoderé de su camisa y se la quité en el tic tac de un reloj. ¡Me sentía en la gloria!
— ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! —deslicé mi cuerpo sobre el asiento y me subí
encima de él.
A partir de eso, todo fue besos, caricias y deseo dentro del auto. Mi cuerpo gritaba
que lo necesitaba, así que, cerré los ojos y enredé mis manos en su cabello para besarlo con
mayor intensidad. Lo besé con furia y moví mis caderas rápidamente; por lo que, como
consecuencia de ello, nuestros gemidos y gritos chocaron entre sí.
— ¡Estás temblando!—me dijo y no era una pregunta; claro que estaba temblando y
estaba temblando por él.
— ¿Por qué eres tan maravillosa, Dagmar?—gruñó— ¡Sin ti, yo no podría vivir!
— ¡Eres preciosa!—me aseguró con ojos brillantes— ¡Eres la mujer más hermosa del
mundo!
Suceso, que al parecer como que sí ocurrió; ya que, cuando moví mi cabeza un poco
para despegarme unos pequeños milímetros de Karsten, con el fin de tomar un poco de
aire, supe que él y yo ya no nos encontrábamos en el automóvil. Karsten saltó unos
escalones de dos en dos y me llevó a una habitación oscura, en donde procedió a
colocarme en la cama.
—Pensé que…—lo agarré por los hombros queriendo un poquito más de amor.
Pero, él me agarró de las manos y me detuvo. ¡Definitivamente, la chispa sexual se había
acabado!
—Creo que estás hablando de más y mañana te vas a odiar a ti misma por hacerlo—
se separó de mí y a continuación, se levantó de la cama sin dejar de mirarme.
— ¡Está bien! ¡Está…!—su caricia en mis mejillas fue como un sedante porque en
cuanto me acosté y él salió del dormitorio, me quedé profundamente dormida.
El domingo en la mañana, supe toscamente lo que era un ratón o una resaca y el
daño que le hacía a mi cabecita. Mi cuerpo estaba adormecido y la nuca me pesaba
bastante. Pero, de pronto abrí los ojos deprisa y comencé a entender que mi malestar post
borrachera no era nada con lo que había pasado la noche anterior. Bueno, con lo que casi
había pasado.
¡Le había confesado mi amor a Karsten! ¡Me había vuelto loca! ¿Qué había estado
pensando al beber tanto? ¿Qué rayos había estado pensando al arrojarme a los brazos de
Karsten y confesarle mi amor? Mi cabeza tronaba como una ametralladora al conocer la
respuesta y entender que había metido la pata hasta el fondo.
Desesperada hui al baño y comencé a vomitar. ¿Por qué había bebido hasta
emborracharme si eso era perjudicial para mí? ¿Por qué Karsten no me detuvo cuando me
puse loca? ¿Qué había hecho la noche anterior? ¡No, no, no, no! ¡Me iba a morir como
desenlace de mis malos actos!
¿Qué carajo me había pasado? ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Qué pensaría de mí Karsten?
¿En ese momento qué debía estar creyendo el muy descarado de mí? ¡Seguramente creería
que yo estaba enamorada de él y eso no podía ser! ¡Tendría que suicidarme pronto! ¡Jamás
podría mirarlo nuevamente a los ojos! ¡Sería vergonzoso!
— ¿A…aló?—le dije.
— ¡Buen día, cariño!— su voz sonó como una dulce melodía de amor.
—Si me llamaste para burlarte de mí…—acomodé mi voz y la puse lo más dura que
pude.
—Te llamé para decirte que…—me interrumpió— las llaves que anoche saqué de tu
cartera para poder abrir la puerta trasera de tu casa sin que tus padres se despertaran; te la
estoy enviando en este momento a tu lugar de trabajo.
— ¿Qué? —Escuchar lo que estaba haciendo Karsten detrás de la línea fue como
recibir un balde de agua fría estando con fiebre ¡Era molestísimo!— ¿Hombre frustrante,
por qué hiciste eso? ¡No estoy dispuesta a aceptar tu ayuda!—le grité y eso pareció
gustarle porque se pudieron escuchar sus risas a través del auricular.
Bajé al comedor sin ninguna ganas de desayunar a la media hora. Mis padres
estaban tomando juntos una taza de té y afuera el día lucía algo nublado. Mi papá fue el
primero en notar mis ojeras.
— ¡No te preocupes, mamá!— traté de explicarle— ¡Ya me tomé una! Creo que es
por tanto trabajo que estoy estresada—le mentí bajando la mirada y buscando engañarlos
descaradamente.
—Hmm—refunfuñó ella como diciendo con ello que no me creía nada, nadita,
nada. Mi padre en cambio, no dejaba de mirarme como evaluándome por dentro y por
fuera para ver si encontraba algo malo de mí como para sentenciarme a cadena perpetua,
o como para mandarme a la silla eléctrica. ¡Oh, qué padres sobreprotectores me tenía que
calar!
— ¿Qué?—le dije a él sintiéndome bastante incomoda. ¡Por mí que ambos pusieran
la cara que les diera la gana, de mí no iban a sacar la verdad de la hora a la que llegue la
noche anterior y menos el con quien llegué!
— ¡Nada!—mis padres me dijeron a la vez y eso me sacó de mis casillas. Yo era una
persona mayor de edad y no terminaban de entenderlo. ¡No tenía que darles explicaciones
de todo lo que hacía en mi vida!
— ¡Basta ya!—Levanté mis cejas y le pegué con la mano cerrada a la mesa— ¿Les
sucede algo?
— ¡No tengo hambre! —me negué, primero porque si comía vomitaba otra vez y
segundo porque no aguantaba un segundo más el escrutinio de mis padres.
— ¡Nada!… —respiré profundamente— ¡Mejor voy a salir que necesito algo de aire!
Salí del comedor y de mi casa tirando furiosa la puerta. ¿Cuándo mis padres me
iban a dejar tomar mi vida en mis manos? Sí, sabía que me equivocaría miles de veces en
la vida, pero… ¿Es que acaso no tenía derecho a ello? Al parecer para ellos no, ya que, con
su actitud no se daban cuenta de que me asfixiaban y si se daban cuenta esperaban
pacientemente a que una bomba de oxigeno solucionara todo.
Me fui caminando lejos de mi casa aprovechando el maravilloso clima que había ese
día. Sí, estaba nublado pero también estaba limpio y puro. Necesitaba poner todas las
cosas que tenía en mi cabeza en su lugar, en especial las relacionadas con Karsten. La
noche anterior había sido toda una locura, borrachera, casi sexo y muchos, pero muchos
besos.
De pronto cuando iba por la acera de la larga carretera, sonó mi teléfono. Era Ally
que quería hablar conmigo y me imaginaba que me iba a salir con un interrogatorio sobre
lo ocurrido el sábado. Yo no estaba lista para eso ¿Es que cómo la muy tonta se atrevía a
llamarme cuando me había abandonado en la discoteca toda borracha y había llamado a
Karsten para que la ayudara a deshacerse de mí? ¡Cínica!
— ¡No señor!—su voz sonó escandalosa— ¡No me vengas con saludos estúpidos
como si no me escucharas desde hace meses! ¡Quiero que me cuentes todo! ¿Qué pasó?
¿Ya el príncipe Karsten y tú son novios?
— ¡Para que sufras un poco te diré que mi prioridad horita es mantener el trabajo
de mi padre!—le dije— ¡Horita no puedo estar pensando en tonterías como las que me
acabas de preguntar!
— ¡Sí, pero te juro que nunca más vuelvo a tomar alcohol en mi vida ni te vuelvo a
acompañar a una discoteca!—le manifesté decidida a cumplir mi promesa. ¡Ya podía decir
en mi autobiografía que había sabido lo que era una borrachera y una resaca; así que, ya
no hacía falta que lo volviera a hacer!
— ¿Y no pasó nada?— ¡Oh, pero qué insistencia de Ally! ¿Le costaba mucho
dejarme en paz y callarse la boca?
— ¡Está bien! —Ally gruñó a lo bajo y yo decidí que quisiera ella o no, esa
conversación llegaba hasta allí.
Regresé a mi casa después de andar casi que por dos horas sin destino fijo. Al entrar
a mi dulce hogar lo primero que noté fue una confusión de voces que hablaban casi al
mismo tiempo. Dos de ellas eran de mis padres, y la otra era…
— ¡Miguel, estás aquí!—grité impresionada del susto apenas lo vi. Estaba sentado
junto a la fogata hablando con mi mamá y mi papá. ¡Dios, él sí era tonto y fuera de tiempo!
¿Por qué llegar a mi casa en ese preciso momento de confusión en mi cabeza?
— ¿No tienes nada que hacer ahora?—me preguntó Miguel, al parecer bastante
contento de mi respuesta afirmativa— ¡Nos podemos ir de inmediato!
— ¡Sí, no tengo nada que hacer horita!—me solté de su mano y caminé hacia las
escaleras con destino hacia mi dormitorio— ¡Déjame bañarme, cambiarme de ropa, y
buscar mi cartera!
— ¡En unos minutos les traigo sus pedidos! —dijo el hombre y se marchó a lo que
me imaginé era la cocina del restaurant.
— ¿Y qué tal el trabajo como chef? —me preguntó Miguel y temblando no supe qué
decirle. ¡Cómo si fuera tan fácil decirle que ya no trabajaba como chef! ¡Todo eso era culpa
de Karsten! Siempre haciéndome la vida imposible!
— ¿Pero, pasó algo? —Me miró con ojos tiernos— ¡No te vez tan segura de lo que
estás diciendo!
— ¡No pasó nada!—mentí— ¿Por qué no se me hacía tan difícil contarle que ya no
trabajaba de cocinera en la guardería del palacio? ¡Seguramente él me comprendería!
¡Mentira! ¡Mentira! ¡Él nunca lo comprendería!— ¡Hasta ahora todo está bien! —le aseguré
y vi la botella de vino. Deseaba tanto poder tomar aunque fuera una copita de vino para
olvidarme de esta situación tan desafortunada. ¡Rayos, después de lo anoche no podía
beber alcohol!
— ¿Y cómo te ha ido en estos últimos días con los demás cocineros?— me miró y le
di una media sonrisa ¡Con enamorados como él para qué quería enemigos!— ¿Se han
portado bien contigo? —me preguntó y yo pestañeé azorada.
—Te creo…—su voz fue casi un susurro— ¡Yo confío en ti! —me aseguró y eso me
hizo llenarme de energía para ser feliz ¡Oh, sí! ¡Miguel era el perfecto hombre para una
chica! ¡Mejor dicho, era el perfecto hombre para mí! ¡Lo adoraba! ¡No había dudas!
Es que, aún frente a frente de Miguel, yo estaba soñando con un futuro cercano a él
y alejado de Karsten. ¡Me estaba imaginando una boda toda de blanco, llena de puro
familiares y amigos y con mucha comida. ¡Eso sí que era la felicidad! Sin embargo, de
pronto el clima se puso incomodo cuando sonó mi teléfono en forma de mensaje. Lo abrí
para ver de quién se trataba y qué quería y lo que leí me dejó temblando:
— ¡No!— me negué sacudiendo la cabeza— ¡Por supuesto que no! Es solo que…—
No hallaba qué mentira decirle a Miguel y tartamudeando me puse de pie, buscando la
manera de hacer tiempo para que una mentira se me ocurriera rápidamente. Él me miró
sorprendido y yo pensé en salir corriendo y buscar el primer carro que pasara por la
avenida para que me atropellara — ¡Es que necesito algo de aire!—le mentí y eso me hizo
sentir como una malnacida, en el peor sentido de la palabra— ¿Me disculpas?
— ¡Sí!—le dije arrastrando la palabra— ¡No es algo por lo que ponerse nerviosos!
¡Necesito únicamente tomar un poco de aire fresco! ¡Nos vemos en un momento!
Presurosa busqué la salida del restaurant y no volteé hacia donde estaba Miguel
hasta que logré cruzar la bendita puerta. Asustada caminé hacia donde Karsten me había
dicho que me esperaría y sabía en el fondo de mi corazón que mi reacción al verlo después
de la noche anterior sería un problema.
— ¡Ya estoy aquí!—le informé algo que era súper obvio para Karsten— ¿Para qué
querías verme?
— ¡No me digas! —estuve a punto de ebullición y quise golpearlo, por lo menos por
un día entero— ¡Si eres mentiroso!
— ¡No me digas que vas a decirme de todo con respecto a lo de anoche! —lo
interrogué asustada golpeándolo levemente en el pecho.
— ¡Jamás eso pasó por mi mente!—me expresó con una simpática cara llena de
muchísima sinceridad— ¡Prefiero que en nuestra primera vez, tengas los cinco sentidos a
flor de piel!
— ¿Ya vas a salir con tus cosas? —fruncí mis cejas empezando a molestarme.
¿Acaso Karsten hacerme morir de rabia?
Pero no me dejó ir; en cambio, se apretó más hacia mí acechándome de una forma
muy descarada y me olía como si yo fuera el mejor manjar del mundo.
—Parece que no entiendes que no importa cuán lejos huyas de mí…—me lanzó una
mirada fuerte y orgullosa— yo siempre estaré muy cerca de ti.
— ¡Me estoy volviendo loco!—una enorme sonrisa iluminó su rostro— ¡Te deseo
con todo mi cuerpo, mi ser, mis entrañas!
— ¡Yo…también! —le murmuré sin aliento y eso pareció darle confianza a Karsten,
que me soltó de las manos y me levantó con lujuria contra la pared, para luego ponerme
ajustada con las piernas abiertas y envueltas alrededor de su cintura.
— ¡Chica mala!—De un momento a otro me bajó las mangas del vestido y yo lo besé
con lujuria. Agonizante, gemí y él me bajó las tiras del sujetador y dejó mis senos
expuestos ante su cautivadora mirada de Ángel demoniaco. A continuación, comenzó a
devorarlos. Su lengua se movió circularmente sobre mi pezón. Las caderas de Karsten se
movían contra las mías y su mano se adentró a través de la falda de mi vestido. Sus dedos
acariciaron mi bikini, torturándome desquiciadamente. Pero, de pronto…
—Shisss—negó con la cabeza— ¡No hagas ningún ruido y seguro que se marcha
pronto!
— ¡Salí afuera a buscarte y no te vi!— me aseguró con voz tranquila— ¡En fin,
vamos a seguir comiendo y disfrutando de la velada!
— ¿Se puede saber para qué me llamas a esta hora?— Mi boca se cerró de golpe—
¡Estoy ocupada!
— ¡Sólo quería escuchar tu seductora voz aunque fuera por un segundo!— replicó
seriamente.
— ¡Ay, cariño!—susurró y sentí que la distancia que había entre nosotros, se hacía
más y más corta— ¡Al parecer te llamé en un mal momento! ¿Te pasó algo malo?
— ¡No, claro que no!— Me negué, y le agradecí a Dios que Karsten estuviera lejos
de mí y no pudiera ver mi rostro— ¡Lo único que me pasa es que ya tú me tienes
obstinada! ¡Me llamas, me persigues, me fastidias! ¿Por qué insistes tanto?
—Ja, ja, ja, ja, ja—se burló, riéndose hasta casi quedar sin aliento— ¡Di algo que tú te
creas! ¡No obstante, sabes que yo con sólo mover un dedo puedo hacer que te entregues a
mí! ¡Con sólo mover bien mis manos puedo hacerte desearme más de lo que ya lo haces!
¡Con sólo poner mis labios en los tuyos puedo hacerte caer rendida como gelatina ante mi
propio deseo!
— ¡Eso…eso es mentira!—titubeé.
— ¡Karsten…!—le grité desesperada por seguir hablando con él a si fuera por esa
red telefónica.
Pasó una larga semana en que no vi a Karsten, ¡Lo extrañaba muchísimo! ¿Por qué
lo iba a negar? Hasta que llegó el viernes y por fin vi a Karsten .
—Karsten…—tragué en seco, y cerré los ojos— ¿Qué haces aquí? ¿Y por qué estás
tan furioso?
— ¡Tu mamá me odia!— apretó los dientes y sus ojos verdes me fulminaron— ¡Me
dejó un recado con uno de mis secretarios suplicándome que me alejara de ti! ¡Me exigió
que le diera una buena liquidación a tu padre y que a ti te despidiera para que ya tú y yo
no nos viéramos más!
— ¿Qué mi mamá hizo qué?—le pregunté con rostro preocupado— ¿Y por qué
carajos hizo eso?
— ¡Ya te lo dije, me odia!— hizo una mueca para mí— ¡No me quiere cerca de ti!
¡Cree que porque soy el príncipe heredero del país, te voy a hacer sufrir! ¡Está loca!
— ¡Sí; no obstante, mi mamá aún no olvida que eso sucedió algún día y pide
fervorosamente al cielo que tú me dejes en paz!— Me quedé parada mirándolo y sintiendo
que Karsten de verdad estaba preocupado de que el pasado de nuestros padres nos
afectara a nosotros en el presente— ¡Ella no quiere que me pase lo mismo que a ella, que se
sintió agotada y sin esperanzas de libertad! ¡Ella me ha dicho que incluso llegó a pensar en
huir del país porque tu papá insistía, insistía e insistía tanto en que ella debía y tenía que
casarse con él!
— ¡Pero, después la dejó tranquila e incluso tu madre se casó también y hoy en día
es feliz!— cerré los ojos brevemente y arrojó un suspiro—¡Tu madre está feliz con tu
padre! ¿O es qué realmente no lo ama?
— ¡Sí, ella es feliz!—le dije y crucé los brazos sobre el pecho— ¡Pero le costó mucho
alcanzar esa tan anhelada felicidad! ¡Tú…tú quieres hacerme lo mismo a mí; me acosas,
me persigues y me quieres obligar a estar contigo!
— ¡Y tú te dejas acosar!—cernió sus labios sobre los míos— ¿O vas a negarme el que
sueñas conmigo acompañándote en la cama todas las noches?
— ¿Te has dado cuenta cómo te pones por mí?— exhaló y se inclinó para descansar
su frente contra la mía— ¡Cada vez que te toco, tiemblas y no precisamente de miedo o de
terror!
— ¡Sólo por un instante olvida que somos tú y yo!—arrastró sus dedos a través de
mi rostro y me miró sonriente— ¡No pienses en nada a tu alrededor! ¡Solo siente, piel
contra piel!
— ¡Eres tan hermosa!—me susurró al oído— ¡Solo quiero verte y tocarte! ¡Eres mía!
— ¡Claro que estoy feliz!—me dijo en un susurro haciéndome muy feliz— ¡Todo
esto es el cielo! ¿Y tú estás feliz?
— ¡Ahora estoy muy feliz!—sonreí y le acaricié el pecho— ¡Me encanta poder verte
y tocarte así!
— ¡Tu piel y mi piel están sincronizadas para estar juntas!—me besó la mejilla—
¿Por qué rayos no puedes ver que me perteneces?
—Es que…—titubeé, pero de repente comencé a recordar que lo que estaba
haciendo no estaba bien y comencé a alejarme desquiciadamente tapándome los senos
ansiosamente, aunque el brassier que cargaba puesto me los cubría un poco.
— ¡Sí, en el fondo creo que tienes razón!—me ofreció una mirada llena de rabia y
dolor— ¡Y creo que por eso tu madre no me quiere cerca de ti! ¡No me merezco tu amor!
— ¡Lo siento! —Tomé una respiración profunda— ¡No te pongas así! ¡No era mi
intención ponerme tan…tan loca! ¡Tampoco quiero que malinterpretes mis palabras!
¡Yo…siento cosas por ti!
— ¡Quiero saber lo quieres decir con todo eso!—me preguntó y apretó las manos
juntas— ¿Qué cosas sientes por mí?
—Es que…—entrecerré los ojos— ¿No te he mencionado ya que no sé qué hacer con
respecto a ti? ¡Estoy demasiado confundida!
— ¿Entonces por qué estás tan enojada?—su mirada se elevó en estado de shock—
¡Sé que he sido un maldito imbécil estas últimas semanas, pero quiero y pretendo
recompensarte!
— ¿No vez que soy el hombre más afortunado del mundo al saber que tú estás
enamorada de mí?—él sostuvo mi cara entre sus manos y me hizo mirarlo de frente— ¡Por
ti, haría lo que fuera!
― ¡Eso no cambia nada!—me encogí de hombros— ¿No vez que también siento
cosas por Miguel? ¡Quizás, no son los mismos sentimiento que tengo por ti, pero…allí
están! ¡No quiero que él sufra por mi culpa!
— ¿Qué?—pregunté sin rodeos— ¡No! ¡No! ¡No! ¿Estás loco? ¡Mis padres no lo
permitirían!
— ¡Pues, así como riñes conmigo siempre; —me manifestó suavemente— invéntate
una buena excusa para salir de tu casa porque necesito discutir contigo cosas muy
importantes!
Llegué a mi casa sin tomar una decisión sobre si salir con Karsten o no. Pasé un
pocote de horas reflexionando en si era correcto o era incorrecto. Ya una hora tarde de la
programada, salí de mi casa y me dirigí a la cita.
— ¡Pensé que tendrías cosas más importante que hacer!—indagué con una ceja
levantada— ¡No creo que salir conmigo sea tan importante para ti si andas todo
misterioso!
— ¡Lo mismo digo de ti!—me susurró y arrastró las puntas de los dedos
suavemente por mi cara— ¿Sabes la hora que es?
— ¿Por qué si solo es una comida para hablar sobre tu padre?—levantó una ceja y
bebió agua de su vaso— ¿Acaso tienes miedo de que a Miguel no le parezca?
— ¡Él no sabe que estoy aquí!—desvié la mirada con voz baja y temblorosa.
—Ja, ja, ja—me regaló una sonrisa traviesa— ¡El muy imbécil está quedando como
tonto!
— ¡Dagmar; por favor!—sonrió con una hermosa y pícara sonrisa— ¡No quiero
hablar de ese muchachito! ¡Quiero disfrutar de estos momentos que compartimos juntos!
— ¿A qué viene eso?—exclamé llena de sorpresa y con los ojos bien abiertos— ¡No
quiero que hablemos de mi vestuario! ¿Qué es lo que te traes entre manos?
— ¡Se supone que esto es una comida seria!—tragué nerviosa— ¡No quiero que
perdamos el tiempo en niñerías!
— ¡Sí, pero me parece aburrido venir aquí y solo hablar de cosas tan formales!—
susurró en mi oído y comenzó a besarme la oreja— ¡Mejor hablemos de cosas más
románticas!
— ¡Sí!—respondió con una sonrisa— ¿Cuál es el problema que eso pase? ¡No eres
asmática ni nada por el estilo!
— ¡No!—titubeé— pero…pero…pero…
— ¡No me digas que le tienes miedo al agua!— Karsten rió y mis mejillas ardieron
rojas como un tomate.
— ¡Por supuesto que no!—suspiré y cerré los ojos— ¡No seas tonto!
— ¡No, pero no voy a llamar a mis guardaespaldas! —hizo énfasis en cada palabra.
— ¿Quieres que salgan mis guardaespaldas con grandes sombrillas para evitar que
nos mojemos nosotros; en tanto, ellos se empapan de agua?—preguntó inclinando la
cabeza hacia mí— ¡Eso es muy egoísta de tu parte!
—No, pero es que…—me estremecí y no supe qué más decirle para convencerlo de
llamar a uno de sus sirvientes para que nos llevara un paraguas. ¡No quería quedar frente
a Karsten como una Barbie sifrinita y sin cerebro.
— ¡Karsten, estás loco!—me reí y corrí a su lado hasta donde el carro nos esperaba.
Nos subimos volando en la parte trasera de la limusina. Los temblores que recorrían
nuestros cuerpos eran muestra clandestina que habíamos estado debajo de la lluvia por
varios segundos. ¡Sí, mojarse debajo de la lluvia era una de las mejores experiencias
humanas que podían existir!
— ¡No te rías!— regañé a Karsten en tanto intentaba secarme la cara con mis
estúpidas manos, también empapadas— ¡No es gracioso!
— ¡Te vez como una diosa libertina y dulce, llena de mucha sensualidad!—se
recostó contra los suaves cojines del asiento— ¡Esa parte de ti no quiero que se la muestres
a nadie más!
— ¡Karsten!— suspiré intentando disimular el anhelo que sentía por tocarlo, besarlo
y adorarlo ¡El deseo por ese hombre me estaba matando!
— ¡Te vez muy linda! —sus ojos se clavaron en los míos. Nos estábamos tocando
con la mirada y de un momento a otro, no sé quién empezó, ni quien terminó pero
estábamos uno en brazos del otro. Nuestras bocas se exprimían y nuestras lenguas se
tocaban con energía. Karsten rozó sus dedos a lo largo de la piel de mi rostro y cuello,
colocando los mechones de mi cabello detrás de la oreja. Enterró sus manos en mi cabello
y me besó durante largos minutos, suavemente al principio, y luego profunda y
apasionadamente, frotando su pecho contra el mío, moviendo su cuerpo encima de mí en
una danza sensual.
Karsten me apretó contra su pecho y continuó dándose un manjar con mis labios.
Yo lo tomé por el cuello y respondí igual o más intensamente a su beso. ¿Para qué me iba a
negar a disfrutar de algo que en ese momento yo deseaba? Sus labios carnosos eran
deliciosos y ansiaba poder devorarlos por muchísimo, muchísimo tiempo.
Amaba tanto a Karsten que cada instante que pasaba junto a él era especial para mí;
aunque, peleáramos muchísimo. Es que siempre había luces brillantes cuando él estaba
cerca de mí. Cada roce de su cuerpo era un torbellino de sensaciones asombrosas que me
sacaban de mis cinco sentidos y me volvía loca. Cada beso que recibía de sus labios era
una perdición para la poca cordura que me quedaba.
— ¡Basta de esta mierda! —Me mimó con sus humedecidos labios, el cuello, la
garganta y luego el hombro derecho— ¡Ésta es tú oportunidad de huir de mis intenciones
porque cuando el auto se detenga, ya yo no podré detenerme!
— ¡Eso…nunca!— me dijo y mis pechos subían y bajaban Karsten pasaba sus dedos
por mi cara, tal y como si no pudiera creer que me estuviera encima de él, amándome.
Yo, tenía un brote de emociones a flor de piel. Quería que Karsten me rompiera en
mil pedazos y luego me soldara con su boca, su cuerpo, su amor. Sus ojos estaban muy
oscuros y brillaban con intensiones perversas. Luego, me quedé en un shock emocional y
pasional cuando observé en la pared de su habitación una pintura de mi misma cuando él
y yo nos conocimos años atrás.
— ¿Qué significa esto?— Mi respiración se hizo muy pesada y miré con ojos muy
abiertos, la hermosa obra de arte.
—Yo nunca dejaría que alguien fuera capaz de humillarte o de hacerte sufrir —me
dijo esas palabras pausadamente como tratando de ayudarme a internalizármelas y
después estiró su brazo y levantó mi barbilla para que pudiera verlo.
— ¿Prometido?—pregunté juguetonamente.
— ¡Quiero que esta sea la mejor noche de tu vida!— Puso su mano encima de la mía
para calmar mi creciente y notable nerviosismo— ¡Quiero que sea especial!
— ¡Por favor, haz que nunca la pueda olvidar!—le pedí y él inmediatamente corrió
la punta de su dedo índice a lo largo de mi clavícula, siguiendo hacia arriba el toque con
un ligero trazo de sus labios.
Bajo la luz de la luna, los tatuajes y los piercing lo hacían verse erótico. Sus ojos se
encontraron con los míos. Se estiró por encima de mí y rozó el costado de mi cuello con
sus nudillos. Me estremecí cuando él comenzó a rozarme los labios muy suavemente,
luego, me empezó a besar más descaradamente. Me introdujo la lengua dentro de la boca
y escalofríos corrieron por mi espina.
Mi corazón latía aceleradamente, no podía ni siquiera respirar bien. Esa era yo, esa
que estaba acostada boca arriba en la cama de Karsten y esa que se estaba dejando besar
por todos lados. Esa a la que Karsten estaban desnudando con mucho erotismo.
—Dagmar quiero tocarte...— me dijo con una voz que iba volviéndose cada vez más
y más grave
Se dejó caer de rodillas y sacó mis pantalones. Me acarició en mis partes más
íntimas y eso me hizo gritar. Nunca ningún hombre me había tocado allí. Sólo Karsten,
únicamente este fantástico hombre me había hecho perder la cabeza con unas técnicas aún
desconocidas por mí. Mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura.
—Sí, mi reina, ese soy yo—jadeó—El hombre que te tiene aquí en su cama, el
hombre que deseas, el hombre por el que gritas. ¡Ese soy yo!
— ¡Ay!—empecé a llorar del dolor ¡Oh vaya, el dolor se había vuelto muy
intenso!— ¡No! ¡No! ¡No!
— ¡Sí, amor!— las comisuras de su boca se volvieron hacia arriba en una maliciosa
sonrisa— ¡Envuelve tus brazos alrededor de mí!—me exigió y yo gustosa le obedecí.
— ¡Bien, ahora bésame!—me pidió y yo lo besé hasta quedar sin aliento. Estábamos
en una guerra, una guerra de pasión y lujuria de la cual ambos queríamos salir
vencedores.
— ¡Voy a darte placer hasta que ya no puedas más!—me miró con un malvado
brillo en sus oscuros ojos.
— ¡Sí! ¡Karsten!— Le clavé las uñas en los hombros acercando más mis caderas
contra él para que hubiera más contacto entre los dos.
Y así, ocurrió lo que por tanto tiempo Karsten y yo estuvimos esperando. Los dos
hicimos el amor y fue mágico. Luego de ello, nos quedamos tendidos en la cama en los
brazos del otro por lo que pareció una eternidad, aun así nunca parecería lo
suficientemente eterno. Acostada sobre sus hombros cerré los ojos y pasé mi mano por su
cara. Karsten agarró mi barbilla y me dio un beso en la frente.
— ¡Te amo! —susurré y después mis dedos jugaron y acariciaron sus músculos.
—Y… ¿Cómo te sientes?—me susurró rozando mis labios con los suyos— ¿Te…te
duele?—preguntó dudoso y era un sueño hecho realidad para mí poder ver a este príncipe
todopoderoso y perfecto, muy preocupado y nervioso por una chica como yo.
—Es…normal—tartamudeé—Creo…
Apresurada, me vestí lo mejor que pude, me recogí los cabellos en un moño algo
tonto y me puse las sandalias lo mejor que pude. Salí del dormitorio por la zona privada y
a toda velocidad llegué al estacionamiento A1. Sí, llegar a ese estúpido lugar se me hizo
eterno y podía jurar que había corrido como sesenta kilómetros cuando únicamente había
entrado al ascensor, bajado en él los veinte eternos pisos hasta la planta baja y… ¡Listo, ya
estaba en el gran estacionamiento rodeada por los más costosos y lujosos autos que nadie
se podía imaginar!
Y cuanto a punto de llorar las puertas del ascensor se cerraron detrás de mí, mi
respiración se puso aceleradísima y mis piernas temblaron trepidantemente. Sentía que el
corazón se me iba a salir por la boca de un momento a otro y pensé que iba a tener una
muerte fulminante en cualquier segundo sino lograba escaparse de allí.
Caminé por el enorme y frío suelo lleno de los autos que solía manejar Karsten,
pues eran sus favoritos, y sentí una agonía al pensar en lo alto que estaba ese hombre por
encima de mí. ¿Quién en el mundo podía darse el lujo de vivir en un palacio lleno de
docenas de estacionamientos como ese y además, tener el privilegio de tener una cochera
enorme, nada más que para guardar los vehículos que él suele manejar?
Sentí que mis piernas cederían en cualquier momento y que me caería de pompas
en el suelo; lo cual me hacía percibir que no podía valerme por mi misma y que
próximamente despertaría agotada en un hospital. Encogí los músculos de mis hombros y
me tensé, la sangre la tenía recorriendo mi cuerpo como un correcaminos en el desierto y
las imágenes de Karsten y yo haciendo el amor volaban por mi cabeza, sacudiendo mi
alma en un torbellino.
Ya no podía reprimir mis lágrimas y a medida que caminaba buscando una salida,
se me nublaba la vista y empezaba a sudar frío. Era fácil para hombres como Karsten tener
sexo, pero para mí significaba la toma de una decisión demasiado importante y
trascendental para mi futuro. ¿Y cómo podía ser valiente y no llorar cuando acababa de
perder mi virginidad con un sujeto que decía que me quería y que sin embargo, me hacía
lucir como una tonta?
Sí, es que realmente era una tonta; ya que, la mayoría de las veces no pensaba con la
cabeza sino con el corazón. ¿Cómo no se me había ocurrido hurtarle un juego de llaves a
Karsten para robarle uno de sus lujosos automóviles y huir de allí? ¡Qué tonta! Además,
este estacionamiento era exclusivamente para los autos que él solía manejar; así que,
seguramente si me hubiese llevado un carro para llegar a mi casa, al día siguiente lo
hubiese regresado a su dueño y él me habría perdonado, aunque fuera un poquitito.
Nerviosa, caminé entre los vehículos buscando la salida cuando un hombre alto,
joven y bien vestido me sorprendió:
—Su majestad Karsten…—me informó— desea que usted escoja uno de estos
automóviles para que yo la lleve de regreso a su casa.
— ¿Qué?—palidecí— ¿Acaso está loco? ¡No puede llevarme a casa en uno de los
autos favoritos de Karsten! Él no deja que nadie los conduzca por él, ni siquiera el señor
Henieth ¡Yo mejor me voy sola!
—Señorita Dagmar…—el rostro del pobre hombre se sonrojó y sentí pena por él.
Ese señor no merecía estar involucrado en los líos entre Karsten y yo.
— ¡Oh no! ¡Oh no! —Sentí que una piedra me caía encima— ¡Discúlpeme! ¡No
quise hablarle de esa manera tan brusca! ¡Perdóneme! Pero, tiene que entender que
conozco a Karsten y él adora estos carros. ¿Por qué mejor no me lleva el señor Henieth?
— ¡Por favor, señorita Dagmar!—me manifestó con cautela— ¡Le suplico que no se
haga del rogar! ¡Escoja un automóvil y yo lo conduzco por usted hasta su casa!
— ¡Es que si mis padres me ven llegar en uno de esos autos…—¡Oh, cierto! Si mi
madre y mi padre me veían llegar en un automóvil de Karsten iba a arder el cielo.
—Esteee…—balbuceé.
—Su majestad me dijo que…—el hombre bajó la cabeza lleno de pena, pareciendo
muy abatido—me dijo que así, sí aceptaría….
— ¡Oh, excelente elección, señorita!—la sonrisa sincera del hombre me hizo sonreír
a mí también, pues estaba claro que si no aceptaba ir con él, Karsten lo despediría—
¡Espéreme aquí que solicitaré la llave por el intercomunicador!—me dijo y sacó un aparato
y comenzó a contactarse con Karsten.
Tuvo razón, en menos de cinco minutos tenía la llave del automóvil en sus manos y
poco tiempo después me estaba dejando muy cerca de mi casa. Ya, en mi hogar entré
presurosa a mi dormitorio y me encerré desesperada. Velozmente me desnudé y me
introduje en la regadera como queriendo borrar de mi cuerpo el mejor momento de mi
vida, pero a la vez el más significativo. Mi vida nunca podría ser la misma después de
perder mi virginidad con Karsten.
Salí del baño con los ojos hinchados de tanto llorar yerme en el espejo era un
trauma. Era como si tuviera un sello en la cara que dijera ―ya no soy virgen‖. Seguro que
mi padre, mi madre, Ally y Miguel lo averiguarían muy pronto. ¿Qué me había pasado?
¿Cómo había podido ser tan inmoral para acostarme con Karsten?
¿Cómo contestarle que si había pasado algo? No, no tenía cara para enfrentarme a
mi madre y menos cuando tenía la conciencia tan sucia. El pensamiento me asustaba como
me emocionaba al mismo tiempo. Ella nunca aceptaría que yo amase a Karsten y mi padre
estaba muy enfermo para que yo, su hija, le diera una noticia tan impactante.
— ¡Mamá! —chillé como tonta y presurosa abrí la puerta y me arrojé a sus brazos
recargándome en su hombro para que me consolara.
— ¡Me siento muy mal!—un escalofrío recorrió mi cuerpo— ¿Qué voy a hacer con
mi vida?
—Es solo que…— me estremecí ¿Qué mentira le podía decir? ¿Cuál que fuera tan
real que ella no dudara en ningún momento que podía ser una mentira? ¡Mi madre me
conocía claramente y yo no sabía decirle mentiras cuando me miraba de la forma como lo
estaba haciendo en ese momento!
— ¿Tú qué, Dagmar?—me gritó histéricamente— ¡Habla, ya! ¡Me estás poniendo
nerviosa!
— ¡Voy a hablar con ella, esa abusadora no te puede echar así como así!—de
repente, mi madre se puso muy molesta y sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón—
¡Para eso pagamos puntualmente! ¡La voy a llamar!
Al día siguiente, con la mayor paciencia del mundo asistí a mi trabajo como
escritora. Sí, podría decir que no tenía la mente en las cosas que hacía y que tenía que
hacer. ¡Y todo era culpa de Karsten! ¿Sería que podría cometer un Karstensidio? De todas
maneras si lo mataba nadie lo extrañaría. De pronto, el muy canalla abrió la puerta de mi
oficina y entró con una sonrisita descarada en la cara. Llevaba puesto un jersey negro con
escote en V y se veía descaradamente sexy.
— ¡Creo que debemos hablar de lo que pasó ayer!— Sus ojos se encontraron con los
míos— ¡Yo te dejé tranquila después que me abandonaste en la habitación, pero ahora
quiero que hablemos!
— ¡Cállate! ¡No hables de eso!—lo miré a los ojos y le armé una rabieta— ¡Lo que
pasó fue sexo, no amor! ¡Yo amo es a Miguel, no a ti!
— ¡Sí, fue sexo, pero con mucho…mucho…mucho amor!—me dijo con firmeza—
¡Anoche ni te acordabas del estúpido de Miguel!
— ¡No digas más nada; por favor!—gemí pegando mi frente de la suya— ¡Vas a
acabar con mi tranquilidad!
— ¡Me está volviendo loco verte así! —Suavemente recorrió con sus labios mi
cuello, mis orejas, mis ojos. Después de eso, comenzó a olerme el cabello
— ¿Por qué tienes que ser tan dura contigo misma?— Inspiró como si estuviera
intentando mantener la calma— ¡Tú me quieres!
— ¡Sí, pero eso no es suficiente!—entrecerré los ojos— ¡No quiero hacerle daño a
nadie!
— ¡Tengo que irme, Karsten!— Estaba muy nerviosa y así como estaba me bajé de la
mesa y caminé en contra de él. Eso hizo que Karsten se sintiera muy triste, lo que provocó
que durante unos segundos, el corazón me dejara de latir— ¡Por favor, déjame ir! ¡No
puedo continuar ni un segundo en tu castillo! ¡Necesito irme!
— ¡Nos vemos en tres días, amorcito!—se despidió con la mano y se echó a reír. ¡Oh
no, me estaba dando unas mini-vacaciones para que pensara en nosotros y seguramente
querría que enfrentara mis temores después de eso! ¡Estaba perdida!— ¡Hasta pronto,
cariño!
Al cuarto día, decidí que iba a hacer como si Karsten y yo jamás habíamos hecho el
amor. ¡Ese sería nuestro secreto y nunca tendría que repetirse un momento como ese! No
obstante, en cuanto entre a mi oficina me estremecí al observar a Karsten dentro de mi
cubículo, sentado muy cómodamente en la silla de mi escritorio.
— ¡Pero a mí sí, así que cállate!—le susurré sintiendo dos lágrimas bajarme por las
mejillas.
— ¡Te repites eso una y otra vez para ver si logras creértelo tu misma! —comenzó a
besarme apasionadamente las mejillas, el cuello, los hombros—Sin embargo, sabes muy
bien que me deseas, que yo te vuelvo loca, que te tiembla todo el cuerpo de solo pensar en
que yo te haga mía nuevamente. ¡Estás perdidamente enamorada de mí!
— ¡De verdad que vale la pena verte tan alterada!—me dijo regalándome una de
sus mejores sonrisas— ¡A veces, te comportas tan fascinante!
— ¡No sigas hablando de sexo!—puse las manos en mi cadera— ¡No me gusta ese
tema! ¿Ahora tú único tema de conversación va a ser el sexo?
— ¡Si eso me ayuda a seducirte, sí!—sonrió ampliamente— ¡Todo lo que pasó entre
tú y yo es algo muy natural entre un hombre y una mujer y no debes sentirse apenada
porque hablemos de ello!
— ¡No debes hacer una fiesta de ello como si fuera algo espectacular!—me quejé,
mordiéndome el labio inferior al recordarme de los dos haciendo el amor— ¡Para mí fue
algo tonto!
— ¿Qué? ¿Te volviste loco?— sacudí la cabeza— ¡Eso no es natural! Es que…es que
en qué cabeza cabe que es natural.
— ¡No actúes así, cualquiera pensaría que te violé!— su sangre se volvió fría.
— ¡Hasta que te hice mía!—me susurró y me rozó los labios con su dedo pulgar.
— ¡Termina de decir eso!—me tapé los oído intentando no escucharlo— ¡No lo
vuelvas a repetir!
— ¿Grave? ¿Grave?—se mostró dudoso— ¡Por favor, eso no era lo que pensabas
cuando estábamos haciendo el amor!
—Dagmar…—se cruzó de brazos— ¿Por qué tienes que poner siempre un campo
de fuerza en contra de mí?
Walter era uno de esos mejores amigos que conoces en la niñez, pero de la cual te
separas porque ambos se tienen que ir a estudiar en lugares de adultos. Era homosexual
declarado desde los 13 años y bueno, tuvo que luchar mucho con sus padres para que lo
aceptaran. Se marchó de la ciudad a estudiar Contaduría Pública a seis horas de mi casa y
esa tarde estaba visitándome en un breve acompañamiento en la escuela de danza.
— ¡Ja, ja, ja!— me abrazó besándome la mejilla— ¡Sí, soy el mejor gay del mundo!
Pensé que algo de distracción me sacaría de la mente a Karsten, pero fallé. El muy
canalla estaba en la fiesta con una chica rubia en sus brazos. El verlo así me hizo sacar la
rabia que llevaba por dentro, así que cuando mi madre y Miguel me hablaban le salía con
una contesta nada buena. Por lo que, al parecer se dieron cuenta de mi mal humor y
ambos se fueron a la pista de baile a disfrutar de una música lenta. En cuento se retiraron,
pude ver como Karsten se acercaba a mí y abandonaba a la morena alta.
— ¡Maldita sea, Dagmar tienes una amargura que molesta a veces!—me dijo
Karsten sin siquiera saludarme, luego se sentó junto a mí en la mesa y me lanzó una
mirada de contrariedad— ¡Sonríe un poco cariño, que estás en una fiesta! ¡No te vez nada
bien y tus acompañantes se van a dar cuenta de que algo te pasa!
— ¿Realmente, crees que te voy a dejar en paz después de que hicimos el amor?—
me preguntó con un brillo oscuro en los ojos.
— ¡No hicimos el amor, fue solo sexo!— lo vi con ojos de dolor— ¡No eres un
hombre si confundes el sexo con el amor!
— ¡Eso te lo dices tú misma para negarte lo que sientes por mí!— se rió
ligeramente— ¡Te gustó, te fascinó y eso te hace sentir pecadora!
— ¡Más pecador eres tú!—mis ojos se encontraron con los de él— ¡Mejor dicho eres
un perdedor!
— ¡Sí, puede ser que te haya perdido hace años, pero ahora no te dejaré!—exclamó
con voz ronca— ¡Esta vez, va a perder es Miguel!
— ¡Eres un impulsivo!— lo regañé algo preocupada— ¿No vez que la gente te está
viendo cerca de mí? ¡Van a comenzar los rumores sobre tú y yo! ¡Vete, lejos de mí!
—Miguel…—cerré los ojos y tragué— ¡No digas cosas como esas! ¡Me pones muy
nerviosa!
— ¡Escucha esta canción!—señaló con el dedo una balada musical que acaba de
comenzar— ¡Te la dedico! ¡Es preciosa y perfecta para ti!
¡Y sí, la balada era preciosa! ¿Para qué iba a decir que no, si era mentira? La balada
era sobre el amor de un hombre por una mujer a la cual le bajaba las estrellas y le robaba el
corazón. ¡Vaya, Miguel era perfecto! Me dedicaba canciones, me atesoraba, me daba
cariño, estaba conmigo en los momentos difíciles, pero tenía algo malo, él no era Karsten.
Un cuarto de hora después no me pude aguantar y me retiré al baño. ¡Necesitaba
urgentemente un tiempecito a solas!
Me senté e el inodoro y me quedé allí como por unos veinte minutos sin ganas de
levantarme, solo pensando y pensando. Pensé en Karsten, en Miguel, en mis padres y en
lo que tendría que hacer. ¡Sí, había dicho que iba a fingir que nada había pasado; pero se
me estaba haciendo difícil! Cuando me levanté sentí mi cuerpo algo descansado. ¡Oh, mi
gran sorpresa fue encontrarme a Karsten esperándome, recostado de uno de los
lavamanos!
— ¿Qué haces aquí?—traté de ignorarlo y pasándole por un lado abrí la llave del
agua y me lavé las manos— ¡Este es el baño de mujeres!
— ¿Te das cuenta de todo lo que ha pasado entre tú y yo durante estos últimos
días?—las comisuras de sus labios se levantaron— ¡Ya no somos lo mismo!
— ¡Me encanta que riñas conmigo!—sus ojos están sobre todo mi cuerpo de una
forma descarada— ¡Ellos no son importantes!
— ¿Qué?— aclaré mi garganta porque no veía con claridad— ¿Es que no tienes
vergüenza? ¿Entras aquí, me besas y pretendes que no te bese?
— ¿Dudas?—Lo miré con el ceño fruncido— ¡Yo siempre voy a tener dudas de ti!
— ¡No tienes derecho a tratar de hacerme sentir bien!—las lágrimas resbalaron por
mis mejillas y comencé a abrocharme nuevamente los botones de la camisa ¡No quería
seguir medio desnuda delante de Karsten— ¡Sé que no te merezco!
— ¡Tú eres mi otra mitad!—pasó un dedo por mis labios— ¡Desde la primera vez
que te vi, me enamoré de ti!
Ambos salimos a una zona exterior llena de estrellas en donde no había gente.
Karsten se introdujo por caminos solitarios, por los cuales, nadie había notado nuestra
presencia escapista y así logró que nadie nos viera. En tanto caminábamos, uno agarrado
del otro, su mirada se mantuvo intensa, febril y excitada. ¡Se veía estupendo!
Nos detuvimos cerca de una fuente de agua y definitivamente sentí que ese era uno
de los mejores días de mi vida. Karsten estaba junto a mí y su cercanía me estaba haciendo
sentir enamorada, ilusionada y muy feliz; pero… ¿Y Miguel? ¿En dónde quedaba Miguel?
¡Él estaba en esa fiesta esperándome y yo estaba engañándolo, otra vez!
—Dagmar…— Antes de que yo pudiera decirle algo, Karsten me impuso un breve
silencio con un apasionado beso que hizo que mi espalda se erizaba por completo. Luego
de ello, no lo pude evitar y lo miré con una sonrisa amable pero impersonal. Sabía que
había querido salir de paseo con él, que nuestra cercanía estaba en su mayor auge; sin
embargo, en el frío de la noche no podía evitar recordar que nuevamente estaba
traicionando al pobre de Miguel y él no se lo merecía.
— ¡Eso suena siniestro!—me crucé de brazos y desvié la mirada— ¡Yo no soy dura,
soy normal! ¡Es solo que venir aquí contigo no está bien! ¡Sé que tú sabes que yo te amo;
pero para que una relación funcione, amarse no es suficiente!
— ¡Es que están mis padres y Miguel!—me mordí el labio conteniendo un llanto—
Yo te amo, pero…
— ¡Oh genial, ladras pero no muerdes, igual que un chihuahua!—rodó los ojos—
¿Vas a seguir sufriendo y sacrificándote por los demás?
— ¡Oh, Karsten eres una enorme pitón hambrienta que busca su comida!— me
acerqué a él y mirándolo con amor, besé sus labios, saboreando toda su dulzura— ¡Yo soy
tu presa; no obstante no me puedo quedar contigo! ¡Sé que me amas, pero no sería feliz si
les hiciera daño a los demás!
—Por el amor de Dios, Dagmar!— se inclinó hacia delante, con el rostro a sólo unos
diminutos centímetros del mío— ¡Con lo que haces y dices logras que te quiera cada vez
más! ¡Así no podré dejarte ir!
— ¡Yo también dije cosas que no sentía!—le aseguré— ¡Yo te amo, Karsten, pero no
sé si eso sea lo más correcto!
— ¡Algunas veces no está en nuestro destino hacer las cosas correctamente!—dijo,
entrecerrando los ojos— ¡A veces es mejor que uno sea feliz aunque sufran los demás!
— ¡Eso suena egoísta!— Deslicé mi mano sobre su mejilla y sus cabellos— ¡Oh
Karsten, me encanta tu olor, tu rostro, tu ser! ¡Quisiera permanecer a tu lado para siempre!
— ¡Entiende, que en este momento me debato entre el amor, el deseo y lo que diga
la sociedad!— Respiré con mayor velocidad— ¡No puedo traicionar a quienes confían en
mí! ¡Miguel es un hombre maravilloso y no quiero engañarlo!
— ¡Eres una diosa demasiado buena, cariño!—habló con voz entrecortada— ¿Acaso
prefieres sacrificar nuestro amor por los demás?
— ¡Te entregué mi corazón desde que te besé por primera vez, Karsten!—lo miré
con expresión deprimente sabiendo que a partir de esa noche tendría que olvidarme de
Karsten— ¡Desde ese momento me enamoré de ti, pero no puedo estar contigo! ¡No
podemos pensar en nosotros nada más!
— ¡Oh, eres un egocéntrico!— Me alcé hacia él y junté mi boca contra la suya y tomé
su labio inferior entre mis dientes— ¿Acaso saber que te amo te va a elevar el ego?
—Quiero decir que…—dijo con los dientes apretados— ¡Dagmar voy a dejar de
molestarte! ¡Todo sea con tal de que seas feliz con quien mejor te parezca y si me amas,
pero tienes que estar con ese imbécil…pues que así sea! ¡Eres libre para ir tras el imbécil!
— ¡Yo…no quiero perderte!—mis ojos se abrieron grandes como platos— ¡Es solo
que no le veo más solución a esta situación! ¡Tú y yo debemos dejar esto hasta aquí!
— ¡Me amas y yo te amo, pero no debemos dejarnos llevar por un amor que sabe a
traición!— mi voz sonó como un chillido.
— ¡No debemos volvernos a llevar por la pasión!—hice una mueca de dolor— ¡No
podemos volver a tener sexo!
— ¡En definitiva, maldita la hora que te hice mi mujer!—inhaló aire puro a través de
su boca— ¡Ahora voy a sufrir muchísimo arrancándote de mi corazón!
Y dicho todo eso, Karsten se devolvió solo a la fiesta dejándome de pie debajo de
todas esas maravillosas pero deprimentes estrellas. Mi madre y yo llegamos de vuelta a
casa una hora más tarde y yo me encerré en la habitación, totalmente agotada. ¡No quería
recibir preguntas incoherentes y chismosas de mi mamá sobre el repentino malestar que
yo había sentido en la fiesta y que nos había hecho regresar a nuestro hogar muy
rápidamente!
Estaba cansada en la cama y sin ánimos de asearme para dormir cuando mi teléfono
celular sonó en una llamada.
— ¡Sí, lo siento por llamarla a esta hora, pero no supe a quien más acudir!—la voz
del sirviente se puso muy intranquila— ¡El Señor Karsten tuvo un accidente y se cortó el
brazo!
— ¿Qué?— le pregunté con voz frenética— ¿Qué está diciendo? ¿Dónde está
Karsten? ¿Dónde está?
— ¡No!— rió sin ningún sentido de burla—¡Por supuesto que no, lo que pasó fue
que…
— ¡Dígamelo a mí que lucho contra su corriente cada vez que me enfrento a él!—
balbuceé y contando hasta diez, colgué la llamada y me puse activa a hacer mis labores.
Sabía lo que tenía que hacer, no me daba tiempo de un cambio de ropas o de andar
avisándoles a mis padres que iba a salir a esas horas de la noche. Me dio tiempo fue de
buscar mis llaves, agarrar mi cartera y salir disparada lejos de mi casa. Llegué al hospital
un cuarto de hora después, bastante agotada, sintiendo que me hervía la sangre y con los
ojos rojos de tanto llorar por el miedo que sentía por la salud de Karsten.
¡Todo eso había sido mi culpa! ¡Karsten no era de emborracharse y si lo había hecho
era porque estaba despechado! ¿Qué barbaridad yo había hecho? ¿Cómo era posible que le
confesara mi amor y decidiera dejarlo? ¡Las cosas no se hacían de esa manera! ¡Prometía al
mismito universo que si Karsten salía bien de todo eso, no lo dejaría ir, le daría todo mi
amor y romperías las cadenas que me separaban de él! ¡Me dolía saber que podría
perderlo para siempre!
— ¡Usted nada señorita!— la mujer sin nada de aprecio se cruzó de brazos— ¡Lo
siento pero esa información es clasificada; así que, por favor, retírese!
— ¡Oiga, usted no puede estar por aquí!—la mujer me gritó desde atrás.
—Yo…—temblé sin saber qué contestarle. Quería ver a Karsten y esa señora se
empeñaba en impedírmelo.
— ¡Disculpen las molestias señores pero la chica se nos escabulló hasta aquí!— me
detuve frente a los hombres y la mujer se me colocó al lado.
— ¡Esta señorita sí tiene la entrada permitida aquí!— informó Henieth sin apuros—
¡Sólo retírese; por favor, y déjela tranquila!
— ¡Está bien!—aún con el rostro hacia el suelo pude sentir el color rojo en las
mejillas de la pobre mujer— ¡Lo siento!
Con una dulce sonrisa, el señor Henieth me dio paso al cuarto de Karsten. Yo,
nerviosísima y hasta apenada caminé poco a poco a la habitación. Rápidamente, el hombre
cerró la puerta y me dejó a solas con Karsten en la habitación.
— ¡Karsten! ¡Estás aquí!—sentí que el corazón iba a salírseme del pecho— ¡Me diste
un buen susto! Pensé que…pensé que…—me eché a llorar y me arrojé a sus brazos.
—Yo… no lo pude evitar y me eché a llorar sobre su hombro— ¿Tú estás bien? ¡El
Señor Karsten me llamó y me dijo que estabas herido!
— ¡No, preciosa; no estoy mal!—negó con la cabeza— ¡Solo fue una tontería; pero
me gusta que estés aquí!
— ¡Tenía muchísimo miedo!—una lagrima bajó por mi mejilla y él la limpió con su
hermoso dedo pulgar.
¡Llegué a mi casa dos horas más tarde! ¡Estaba agotadísima y sin ánimos de nada!
Karsten y yo habíamos pasado el tiempo en el hospital, besándonos y acariciándonos, pero
sin decirnos nada. ¡Era como si tuviéramos miedo de comunicarnos y que al hacerlo nos
hiciéramos daño!
— ¿Qué?—mi papá se vio bastante preocupado— ¿Y cómo está?— ¿No fue nada
grave verdad? ¡Dime!
— ¡No, ya gracias a Dios está bien!—caminé hacia las escaleras para subir a mi
dormitorio— ¡Le tomaron algunas puntadas y ya lo dieron de alta!
— ¡Así que por eso saliste corriendo de la casa tan tarde y ahora llegas a esta
hora!— mi papa me observó positivamente.
— ¡Sí, fui a verlo al hospital!—le respondí— ¡No sé, creo que estaba tan preocupada
por su salud que ni me di cuenta que ya era casi la media noche para salir! ¡Se me hizo la
madrugada porque estaba esperando que lo dieran de alta!
— ¡Entonces, valió la pena decirle a tu mamá que ibas a una celebración especial
con Miguel!—mi mamá me regaló una sonrisa cómplice—¡Le dije que Miguel te había
llamado y te había invitado a ver una película a la luz de la luna y como era con Miguel;
no se molestó! ¡Tampoco le pareció extraño que Miguel te invitara después de haber ido
contigo a ese compromiso social!
Salí del baño empijamada y rápidamente tomé el teléfono, necesitaba hablar con él,
necesitaba…
— ¡Ah, ok! —Melancólica, decidí cortar esa conversación— ¡Bueno, entonces adiós!
— ¡No, no es un sueño ni una pesadilla!—su voz sonó muy acelerada— ¡Es solo
que…no pude cumplir mi promesa! ¡No puedo dejarte libre! ¡No puedo dejarte ir con otro
hombre que no sea yo!
— ¿Cómo lo vas a hacer sin cabeza?—arrastré mi mano por su cara sin poder creer
que lo tuviera allí, en mi habitación, en mi corazón— ¿Lo vas a hacer como el jinete sin
cabeza?
— ¿No vas a encender por completo las luces?— cubrí su cuello con mis manos.
— ¡Creo que es más romántico así!— se inclinó muy cerca de mí y trazó el lado de
mi cuello por debajo del lóbulo de la oreja con la punta de su lengua.
— ¿Así que por fin admites que yo soy el hombre que está destinado a hacerte
feliz?— Deslizó sus manos alrededor de mis curvas— ¡Bueno, creo que valió la pena tanta
insistencia de mi parte!
— ¿No me guardas ningún tipo de rencor por pelearte tanto?— Dejé escapar un
pequeño gemido cuando me apretó, con los dedos clavándose en mi piel— ¡Ahora que lo
veo desde un lado más imparcial me doy cuenta que contigo me comporté como una
niñita malcriada que peleó y peleó por su juguetico nuevo y que no se dio cuenta que al
lado tenía mejores juguetes!
— ¿Acaso estás insinuando que soy un juguetito para ti?—llevó sus manos debajo
de mi ropa interior.
—Ja, ja, ja, ja, ja—se despojó de sus pantalones sin dejar de mirarme
provocativamente— ¡Sería maravilloso ir quitándote pieza por pieza ese trajecito de monja
hasta dejarte totalmente desnuda y disponible para mí!
—Ja, ja, ja, ja, ja—me reí y él acercó sus dulces labios a mis pechos y comenzó a
besarlos, yo gemí y sentí que podía volar— ¡Yo no sé por qué los hombres siempre le
tienen un estigma a las suegras!
— ¡Eres bastante cruel!— chillé. Karsten empujó sus caderas contra mí y yo dejé
escapar un gemido bajo su aliento, un sonido primitivo ¡Oh, Dios! ¿Realmente esto iba a
volver a pasar? ¿Iba a hacer nuevamente el amor con Karsten?— ¡Deberías empezar por no
pelear tanto con mi madre si quieres que algún día ella acepte nuestra relación!
— ¡Tu madre es muy imponente!— sostuvo mis caderas y aunque aún teníamos
puesta nuestra ropa interior, nuestra cercanía era grandiosa.
— ¿Tan imponente?— deslizó su mano por mi piel para acunar mis senos— ¡Claro
que lo es! ¡Es más, tu madre es igual a mí y creo que por eso, nuestros caracteres chocan en
la mañana, durante la tarde y en la noche! ¡Es más, cariño, si ambos por cosas de la vida
tuviéramos que vivir en una misma casa, los dos terminaríamos agarrándonos a golpes y
lanzándonos los jarrones!
— ¡Te imaginas lo divertido que sería eso de ver!—hice un sonido medio gemido,
medio gruñido— ¡Mi madre y tú se darían tantos golpes que seguro que habría que llamar
a los bomberos!
— ¡Bueno, depende de cuál mujer porque si es una modelito con los senos y el
trasero bien delineado y formado; sin lugar a dudas que le meto mano!—me manifestó y
eso me hizo poner algo seria. Lo golpeé en el brazo y él se echó a reír
— ¡Deja los celos amor que yo solo tengo ojos, manos y corazón para ti y no quiero
cambiarte por ninguna muñequita plástica sin cerebro!— expresó en voz baja y no pude
dejar de sentirme cohibida con esa estúpida sonrisa en su rostro— ¡Sí, a mí me gustas tú!
¡Solamente tú! ¡Con ese cuerpecito precioso que me vuelve loco y que me hace querer
poseerlo siempre de innumerables maneras! ¡Yo te amo y nunca te cambiaría por ninguna
otra mujer! ¡Vamos quítate ese biquini que quiero sentirte piel contra piel!
— ¿Qué?—di un paso hacia atrás sin poder creer lo que me estaba diciendo—
¿Pero… y mis padres?
— ¡Te amo!—puse las manos sobre sus hombros— ¡Hazme el amor Karsten!
— ¡Me gusta oírlo!— con su pulgar frotó mi pezón erecto— ¿Y sabes por qué?
¡Porque yo también te amo!
— ¡Ya te dije que solo es una tontería y esa tontería no me va a evitar que le haga el
amor a mi mujer!—agarró mi mandíbula y apretó mi cara contra la suya.
— ¡Sí, ahora mismo!—me colocó las manos por encima de la cabeza y sin esperar un
segundo más se deslizó en mi interior con glotonería y avidez.
— ¡Ah! ¡Ah!—le mordí el hombro para evitar que mis jadeos salieran fuera de la
habitación.
―Joder! ¡No hagas ruido!—me dijo al oído; y mientras él me hacía el amor me tapó
la boca con su mano derecha para reprimir mis jadeos y con ello evitar que salieran a
exterior mis gritos de placer. Yo, sentía la piel de gallina a flor de piel, porque con lo que
Karsten me estaba haciendo me estaba volviendo loca.
De pronto mi celular comenzó a sonar por una llamada entrante. Sorprendida por
lo tarde que estaba alguien tratando de comunicarse conmigo, me senté en la cama y
revisé el teléfono para ver de quien se trataba.
— ¡Es extraño que me llames a esta hora!—le expresé a Miguel y podía sentir los
ojos de Karsten como puñales violentos sobre mí— ¡Es muy tarde!
Colgué la llamada sin ni siquiera despedirme de Miguel. ¡Yo era una hipócrita,
malnacida! ¿Cómo carajos podía engañar a Miguel delante de Karsten? ¿En qué coño me
había convertido? Ninguno de esos hombres se merecía mi traición, menos Miguel.
— ¡Oh, Karsten, me siento fatal! —Sollocé llena de emociones y salté sobre él para
abrazarlo— ¡Miguel tiene esperanzas de volver conmigo y yo no sé cómo decirle que no lo
amo! ¡Eso sería muy cruel de mi parte!
— ¿Y qué quieres que haga?—se abrochó los botones de la camisa— ¿Quieres que
renunciemos uno al otro solo por complacer a ese imbécil?
— ¡No lo llamaría así si se largara de una buena vez y nos dejara ser felices
juntos!—se puso como rayo los zapatos.
— ¡No lo llamarías así si no fuera tu rival!—me sacudí la cabeza— ¡Entiende,
Miguel es un buen hombre!
— ¡Me voy de aquí! — Dijo él con voz ronca en cuanto terminó de arreglarse los
cabellos— ¡Estoy cansado y necesito descansar!
Durante las horas que siguieron antes del amanecer, no pude dormir nada. Cuando
me levanté tenía tremendas ojeras y el cansancio era grandísimo; pero eso, no pareció
importarle a Karsten, quien ni por lastima me buscó durante toda mi jornada laboral. En el
almuerzo, recibí un mensaje de Miguel diciéndome que me esperaba en el Restaurant
Alysse Nate's para comer; así que bastante asustada de lo que eso podría significar para mi
ya complicada relación con Karsten, decidí decirle que no tenía tiempo libre.
— ¿No te sentías muy emocionada por salir conmigo, verdad?— Miguel colocó un
dedo en la comisura de su boca y me miró fijamente— ¡Hoy te percibías algo incomoda!
¡Es como si hubieses estado buscando excusas para no venir!
— ¡Lo que tenga que hablar con ella, háblelo en el palacio y si es tan urgente pida
una cita!— dijo Miguel mirando con rabia a Karsten.
— ¿De verdad que me crees tan necesitado para pedir una cita?—Karsten dirigió su
perversa mirada hacia mí y me devoró con ella.
— ¡Vengo a hablar con Dagmar, no contigo!—Karsten rodó los ojos— ¡Por eso te
pido que nos dejes a solas!
— ¡Yo no me voy y menos para que usted se quede a solas con mi novia!—Miguel
levantó las cejas— ¿Dagmar, verdad que tengo que quedarme contigo?—se dirigió a mí y
yo no sabía qué decir ni qué hacer en ese momento tan incómodo.
—Yo…—hice una pausa para interrumpir a esos dos, pero no me salieron más
palabras.
— ¡Vengo a hablar con Dagmar porque ella es la hija de uno de los chef del palacio
y éste está de reposo!—dijo Karsten, observándome y riéndose a la vez— ¡Tú no te metas
en nada de esto! ¡Esto es entre Dagmar y yo!
— ¡Sí!—Miguel exhaló duramente— ¡Yo soy su novio y usted es una piedra que se
cruza cada vez más en nuestra felicidad!
— ¡Vaya, las cosas de la vida!—Karsten me miró y ¡Ay, conocía esa mirada de
canalla que quemaba todo a su paso! ¡Me estaba acusando de las peores cosas del mundo y
aunque me doliera, en el fondo sabía que él tenía la razón!
— ¡Eres tan mediocre, imbécil!—Karsten puso los ojos en blanco y se rió con ironía.
— ¡Ven, si te atreves!—Karsten puso mala cara y apretó los puños a un lado de sus
caderas.
— ¡Ya!—por fin pude interrumpir en esa discusión que ya parecía pelea callejera—
¡Ustedes dos…no quiero oírlos discutir más!
— ¡No!— expresó Karsten, dando un paso adelante— ¡Con Dagmar sale mejor
hablarle al oído!
— ¡Ya basta, por favor!— grité tapándome los oídos, en tanto mi corazón latía con
fuerza en mi pecho. ¡Esa riña tenía que acabarse rápidamente, sino iba a correr sangre! ¡No
estaba bien todo eso!
— ¡Por educación no te voy a pegar pero eso es lo que te mereces por hablar tan feo
de Dagmar!—Karsten se encogió de hombros tomando un poco de fingida calma.
— ¡Ya, basta!—les supliqué con voz entrecortada— ¡Ya basta, Miguel! ¡Ya basta,
Karsten! ¡No quiero que discutan más y menos por mí!
— ¡Karsten, necesitamos hablar!—le llamé con los dientes apretados antes de que
lograra huir de mí— ¡Necesitamos hablar a solas!
— ¡Sigo enfadado contigo, Dagmar!—Karsten me gritó y eso hizo que mis ojos
echaran fuego ¿Pero, cómo se le ocurría hacerme algo así frente a Miguel? ¿Era estúpido
acaso?— ¡No me pidas que esté tranquilo!
— ¡No quiero que te la pases tan cerca de Miguel!—me espetó de frente— ¡Él no es
un buen hombre; así que aléjate de él!
— ¡Es por precaución!— me comunicó con expresión pensativa— ¡El imbécil tiene
una página de internet en donde inventa puros chismes de mí! Afortunadamente, después
de un mes intentándolo; un hacker privado logró detener su fluido de información. ¡Ese
cretino no es el santito que tú crees! ¡Está cometiendo muchos delitos informativos y
puede ir a parar a la cárcel! ¡No quiero que vayas a verte envuelta en esas cosas!
— ¡Yo…sé cuidarme sola!—mi voz se apagó— ¿Y qué vas a hacer? ¿Lo meterás
preso? ¡No quiero que hagas algo tan cruel como eso!
— ¡Así que…prefieres defenderlo! —sonrió, tragando saliva— ¡No, no voy a
enviarlo a cárcel, aún! ¡Así que no te preocupes!
— ¡Así que a eso vino, Su Majestad!—su voz sonó tranquila y yo en cambio, estaba
poniéndome irritada— ¡Es un hombre poderoso, pero igual también es una vieja chismosa!
— ¿Te dijo eso? ¡Qué exagerado!—la situación le pareció de lo más divertida— ¡No
sé cómo puede ser el príncipe heredero si se fastidia sólo con que una tontería como esa!
¡Yo solo quería darle una probada de su propia medicina por haberte robado de mis
brazos!
El ambiente estuvo muy cálido. Ally se entretuvo largo rato hablando con un chico
guapísimo y Walter se sentó en el bar del lugar a escucharme contarle mis últimos
momentos compartidos con Karsten y Miguel. Tiempo después, me senté en un jardín
alejado y solitario, únicamente que para enviarle un mensaje de voz a mi amorcito.
¡Necesitaba arreglar las cosas con él y no quería a nadie cerca para que me molestaran!
“Estoy en el club Mar y Tierra: Una luz sin fronteras. ¡Ven a buscarme! ¡Te
necesito! ¡No puedo vivir sin ti! ¡Perdóname, por ser tan egoísta y pensar primero en
los demás y después en ti! ¡Te amo!
Le dije esas cosas en el mensaje de voz con la esperanza de que Karsten me
respondiera de vuelta con palabras muy románticas y esperanzadoras; pero no me
respondió el bendito mensaje de voz. ¡Todo lo contrario! ¡Hizo algo mejor! Media hora
después, lo veía llegar a mi zona alejada del Club de Tenis, sin compañía de ningún
guardaespaldas.
— ¡No, no fue necesario!—me reí cautivada de tenerlo tan cerca— ¡Yo sé que existe
porque aunque no lo parezca confío ciegamente en ti!
— ¿Te da miedo que alguien nos escuche y sepa que estamos teniendo relaciones?
—me expresó Karsten con voz gutural, como un gruñido.
— ¡Me gusta que digas mi nombre cuando hacemos el amor!—su cuerpo exploró
cada parte de mi cuerpo— ¡Me fascina!
— ¡Karsten!—grité y sentí que podía volar junto a Karsten al bellísimo cielo azul—
¡Karsten!
— ¡Es broma!—me dijo y con sus cálidos labios me acaricio la boca— ¡Tú no
aguantas las bromas!
— ¡No sé qué decirte en estos momentos!—me miró con sus ardientes ojos— ¡Si
fuera por mí, te desnudaría nuevamente y haría que te marearas de puro placer!
— ¡Tú eres como un Adonis!— mis dedos siguieron un sendero cálido por su
cabello grueso— ¡Eres guapo, misterioso y a la vez inteligente!
— ¿Y qué tiene eso de malo?— susurró en mi oreja— ¡El invierno nos regala mucha
vida!
—Es que yo quiero para mí…—rodeé en mis ojos— ¡Quiero mucha tranquilidad y
nada de lluvia!
— ¡La lluvia no es mala, corazón!—me miró con ojos suaves, se inclinó y me besó de
nuevo— ¡La lluvia es triste, pero da vida y permite que con el tiempo todo esté lleno de
vigor y hermosura! ¡Un día de lluvia es melancólico; no obstante, cuando deja de llover y
el agua de las plantas se evapora, todo se vuelve mejor! ¡Las plantas se ponen más lindas y
con más energía después de un día lluvioso!
— ¡A veces, creo que debemos por las buenas agarrar cada uno su camino y ya,
acabar con todo esto!—le acaricié los pectorales con admiración y seducción— ¡No
podemos seguir jugando al guerrero sin espada! ¡Estamos haciendo algo muy malo y
cruel!
— ¡Ni malo ni cruel serían las palabras correctas para definir lo que estamos
haciendo!—me dijo en tono de acusación y recordar lo que acabábamos hacer envió
escalofríos a mi espalda— ¡Sin embargo…si lo que quieres es que dejemos esta relación
hasta aquí, yo lo acepto!
— ¿Nunca?— se alejó de mí abriendo los ojos. Estos, ardían de deseo por mí como si
no se cansara de hacerme el amor.
— ¡Yo jamás podría vivir sin tus besos, sin tus caricias, sin tu amor!— lo abracé con
fuerza contra mi pecho— ¡Me volví adicta a ti! ¡Ya mi vida no tiene otro propósito que no
sea el de estar contigo contra vientos y mareas! ¡Mi corazón está rendido ante ti y no tiene
cura! ¡Me declaro enferma de amor por ti!
— ¿Qué?—le lancé una mirada asesina sabiendo que estaba sospechando que había
estado con Karsten, todo el tiempo.
— ¡Pero, pensé que sentías algo por mí!— me expresó con los ojos aguados y eso me
hizo sentir mucha pena y dolor. ¡Miguel no se merecía tal dolor!
— ¡Claro que siento algo por ti!—traté de explicarle para no destruir sus
esperanzas— No obstante, es que el príncipe Karsten…
— ¿El príncipe Karsten?—apretó las manos en un paño, a los lados de sus caderas—
¿Me estás hablando en serio? ¿Me estás hablando de él? ¡No puedes hacerme esto,
Dagmar! ¡Su Majestad es un tirano, manipulador y soberbio que no te merece! ¡No puedes
estar enamorada de él!
De verdad que la película me pareció estúpida, pero no puedo negar que me sacó
una que otra sonrisa. Y a medida que la veía comiendo palomitas, mi celular sonaba con
una serie de mensajes de entrada y una larga lista de llamada de Karsten y de Miguel.
Decidí ignorar esas cosas y me dediqué a pasar un buen rato con mis amigas; ya que,
últimamente mi vida transcurría entre compartir con los dos hombres que decían que me
amaban.
Cuando las horas pasaron, la alegría finalizó y una gran esperanza surgió de un
próximo reencuentro de amistad entre las tres amigas. Walter se despidió y dijo que se
marchaba nuevamente de la ciudad para no regresar en un año porque iba a hacer una
maestría en Contaduría filosófica. Ally mencionó que se iría por varios días de
campamento con sus padres y bueno, yo sentí que nuevamente me estaba quedando con
un puño en el pecho, pues, la conciencia y el corazón me decían miles veces que era la
mujer más falsa que pudo existir dentro del universo.
Durante los días siguientes, Karsten me vio pensativa, ojerosa y algo despistada
durante mi jornada laboral y decidió darme la semana libre con la notable excusa de que
necesitaba inspiración y encerrada en las cuatro paredes de mi oficina no la obtendría. Lo
que nos permitió a ambos irnos juntos de paseo a disfrutar del tiempo libre y eso hizo
cambiar mis emociones. ¡Pasé de depresiva a alegre! ¡Me sentí notablemente feliz de ser la
novia de Karsten!
Tengo que admitir que, fue divertido practicar con Karsten actividades extremas de
las que siempre había tenido miedo. Era tormentoso y sensual sentir que podía tocar el
cielo cuando nos arrojamos juntos en paracaídas. Fue atrevido y genial practicar alpinismo
una mañana de frío invierno. Fue indecoroso observar a mi chico jugar hockey y practicar
boxeo desde mi lugar privilegiado de primera fila. Fue grandioso admirar una
presentación de patinaje artístico dedicada exclusivamente a mí. Esos días que
compartimos juntos sin importarnos la fecha ni la hora del calendario, fue inolvidable para
ambos.
— ¡Me gusta mucho que te retuerces, que hagas berrinches y que chilles como si
fueras una niñita tonta!—me dijo Miguel acostado en la parte baja de su cama, mientras
me veía saltar en la cama bastante disgustada porque al día siguiente él se tendría que
tomar unas fotografías con unas modelos de pasarela— ¡Me fascina!
— ¡Ay, sí! ¡Ay, sí!—sacudí los pies sobre el colchón— ¡No me importa! ¡Si no
quieres que te moleste, entonces, déjame hacer mi vida!
— ¡Oh, niñita!—se paró con enorme velocidad y se detuvo enfrente de mí, sobre el
colchón— ¡Me sorprendes! ¡Estás siendo una guerrera malcriada conmigo!
— ¡Ven!—me haló hacia la parte de arriba de la cama y me hizo acostarme con él.
— ¡Me niego a creer que no pueda tenerte siempre conmigo!—se mordió el labio, en
tanto, miraba los míos con provocación— ¡Si fuera por mí, te esposaría a mi cama y te
amaría por siempre! ¡Te amo!
— ¡Yo… no sé cuándo!—me sentí triste por hacer pasar a Miguel y a Karsten por
esa situación— ¡No es tan fácil como destapar una mandarina y comérsela!
— ¡En parte, sí!—le contesté recordando el ataque violento de Miguel en el club. ¡Yo
no lo quería volver a ver así!— ¡Él ha sufrido mucho por nuestra culpa y no quiero
golpearlo nuevamente diciéndole que no lo amo como él me ama a mí!
— ¿Entiendes que estamos haciendo lo que desde hace muchos años teníamos que
hacer?—manifestó mientras agarraba mi mano y la besaba— ¡Es nuestro derecho a
amarnos!
— ¡Sí, pero igual no puedo evitar sentirme culpable!—lo miré con los ojos hechos
agua.
— ¡Suena tan fácil…!—le peiné los cabellos con la mano— ¡Pero, ésta es una de las
pruebas más trabajosas a superar para mí! ¡Oh sea, es bastante descontentadizo! ¡Primero
estuve enamorada de Miguel y luego de un segundo para otro, me enamoro de ti! ¡No es
tan sencillo de entender ni de superar!
—Es que…—agarrando su cara pegué su frente de la mía— ¡Es que ustedes son tan
diferentes y me duele hacerle daño a uno o al otro! ¡Cuando uno es blanco, el otro es negro
y viceversa, pero al final ambos son perfectos!
— ¡Lo sé! ¡Lo sé!—dijo acariciando mis labios con el dedo— ¡Él va a sufrir! ¡Va a
sentirse engañado de nuevo! ¡Va a recibir un puñal por la espalda! ¡Pero, debes entender
algo! ¡No me importa! ¡Yo soy el príncipe heredero de este país y no tengo porqué ser tu
amante! ¡Merezco ser tu pareja delante de todos! ¡No es justo ser el segundo pedazo del
pastel de cumpleaños!
— ¡No sabía que te sentías así!— ¡Oh Dios, ahora comenzaba a sentirme culpable de
escucharlo decir tales cosas!
— ¡Si terminaras con él, todo cambiaría!— Karsten se inclinó para besarme y me
regaló una sensación maravillosa de posesión que nunca querría perder— ¡Él no tiene
derecho a tomar lo que es mío! ¡Él no tiene derecho a tocar tus labios! ¡Él no tiene derecho
a besar tu boca! ¡Él no tiene derecho de estar a tu lado!
—Así que, Dagmar…—se colocó sobre mí y comenzó a deslizar su lengua por mis
pezones— ¡Ya no me hables de Miguel! ¡No quiero saber nada de él! ¡Yo te amo, pero no
puedo soportar que me relates lo triste que te sientes por ese estúpido cornudo! ¡Este es
nuestro momento y vamos a disfrutarlo!
¿Qué podía hacer con mi crisis existencial? ¡Me estaba volviendo loca y ya no sabía
ni siquiera quién era, con quién podía estar sin hacer sufrir al otro y si estaba escogiendo a
la persona adecuada! ¡Qué desastre! Y mientras…mientras tenía que decidir si contestaba
la llamada de Miguel o leía los mensajes de Karsten. ¡Qué difícil me estaba resultando todo
eso! ¿Qué carajos estaba pagando? ¿Acaso yo era tan malvada como para que la conciencia
me estuviera matando? ¿Merecía de verdad que dos hombres estuviesen enamorados de
mí? ¡No, claro que no! ¡No me merecía a ninguno de ellos dos, eran muy buenos para mí!
— ¡Por supuesto que sí!—la energía de Miguel se veía dichosa— ¡Vivo extrañándote
siempre! ¿Qué crees?
— ¡Creo que…me gusta escuchar eso!— fue lo único que se me ocurrió decirle. ¡Este
dizque noviazgo con Miguel se me estaba haciendo eterno!
—Este…— ¡Oh, vaya! ¡De ésta sí que no me podría salvar!— ¡Sí! ¡Claro que sí!—ni
modo tendría que salir con él aunque no quería— ¡Voy a salir contigo!
— ¡Oh, está bien!—me besó otra vez a través del teléfono— ¡Lo que mi único y
verdadero amor desee!
— ¡Adiós!—me despedí y enormemente nerviosa y ofuscada colgué la llamada. Al
hacerlo sentí que un camión me pasaba por encima; así que para tranquilizarme comencé
a leer los mensajes de Karsten:
“¿Está tan buena la conversación con tus padres que no me respondes? ¡Quiero
que hablemos!”
“¿Qué? ¿Te volviste loca? ¡Dile que no puedes ir! ¡Tu tiempo es solamente mío!”
“¿Estás loco? ¡Ya no puedo decirle que no puedo ir! ¡Ya le dije que y sí es mi
última palabra!”
“¿Me estás retando? ¡No me retes porque sabes que soy capaz de hacerlo!”
Estando en ese momento tan vacío de diversión, jamás podría haber imaginado que
Karsten aprovechara la situación para secuestrarme. ¡Sí, para secuestrarme! El muy canalla
aprovechó cuando Miguel pedía en una pequeña tienda rodante unos helados de
chocolate, vainilla y mantecado para introducirse entre el montón de gente y hacerme
subir a su automóvil de lujo, casi que en un segundo.
— ¡No! ¡No! ¡No!—negué con la cabeza— ¿Te volviste loco? ¡No! ¡Suéltame!
¡Déjame bajar, por favor!
— ¡Ah, no! ¡Ah, no!—dijo sin aliento— ¡No me pongas esos ojitos manipuladores!
¡Sabes que no los aguanto!
— ¡Es sólo que te amo y no me gusta hacerte rabiar!—como una niñita buena me
subí a sus piernas y comencé a besarle el cuello.
— ¡Entonces, pórtate bien!—colocó una de sus manos en mi trasero.
— ¡Si me portara bien, sería una chica muy aburrida!—me incliné hacia él y le
susurré al oído— ¡Y yo a ti te gusto mucho cuando no soy aburrida!
— ¡Te voy a dar azotes para que te portes bien!—sonriendo me dio una ligera
nalgada.
— ¡No digas eso! — le dije y sentí un escalofrío por la espalda cuando él me acarició
el muslo. Sin embargo, el momento lindo terminó, cuando él me empujó ligeramente y caí
otra vez sobre el asiento.
Rodamos un rato más en silencio y durante ese tiempo solo pude mirar y admirar la
belleza de Karsten. ¡Él era el Ken perfecto para mí!
— ¡Me las vas a pagar!—lo agarré del cuello de la camisa y le arrugué el gesto
amenazante.
— ¡Ah!—gimió al sentir mis dedos sobre su piel— ¡Sí, esa es una idea genial! ¡Sí! ¡Sí!
¡Sí! ¡Oh, cariño! ¡Oh!
Pero de repente dejé de tocarlo, poniendo mi cara más seria me bajé del cuerpo de
Karsten y busqué la puerta del automóvil.
— ¡Te dije que me las ibas a pagar!—le guiñé un ojo— ¡Me voy de aquí! ¡Regreso a
mi casa!
— ¡No juegues conmigo, muchachita!—me dio un beso con avidez— ¡Es más chica
sí nos vamos de aquí, pero no precisamente a tu casa! ¡Me vas a acompañar al palacio! ¡Y
eso…no sé discute! ¡Es una orden!
— ¡Me gusta como dices mi nombre!—me sonrió— ¡En tus labios suena tan sexy!
Karsten y yo fuimos al palacio y pasamos dos horas, juntos. De allí, cumplí con mis
labores extracurriculares y cuando regresé a mi casa, mis padres me dijeron que dentro de
mi dormitorio me tenían reservada una sorpresa. ¿Qué iba a saber yo, que al entrar en mi
habitación casi sufriera un desmayo al ver a Miguel arrodillado en el suelo de mi cuarto,
con un pequeño cofre en la mano con un anillo de diamantes? ¡Oh, rayos! ¿Qué Diablos
significaban todo ello?
—Oh, felicidades a los dos!—y no pasó ni un segundo más para que mis padres se
abalanzaran sobre Miguel y yo para felicitarnos; por lo que, según ellos era la mejor noticia
del mundo. ¿Qué carajo significaba todo eso?
Karsten llegó como a la hora después de recibir un mensaje de voz mío, en donde le
decía que lo amaba y que lo esperaba en su cama. Él me miró oculta entre sus sabanas,
agachó la cabeza y frotó su mejilla suavemente contra la mía. Apoyó la frente en el hueco
de mi cuello, y de inmediato sentí la respiración jadeante chocar contra la piel que
quedaba al descubierto a través de mi blusa entreabierta. La nariz de Karsten descendió
sobre esa zona, apartando con cuidado la tela y rozando la parte superior de uno de mis
senos. ¡Era el cielo sobre la tierra!
— ¡Ya va! ¡Ya va!—se agarró extrañado la cabeza— ¡Deja que procese todo lo que
me acabas de decir! ¿Habló contigo en tu dormitorio? ¿Ambos se comprometieron? ¿Tus
padres lo saben?
— ¿Y qué hacía ese bastardo en tu dormitorio? —muy molesto, Karsten gritó— ¿Por
qué dejaste entrar a tu cuarto a ese animal?
— ¿Te lo digo más suavemente?—trató en vano parecer tranquilo— ¿Qué hacía ―el
arcángel Miguel‖ en tu alcoba?
— ¡No, claro que no lo eres!—se sentó en la cama desesperada— ¡Pero entiende que
todo esto me molesta!
— ¡Mi padres de verdad creen que Miguel y yo nos vamos a casar!—me senté a su
lado y coloqué la cabeza sobre su hombro.
—Así que…—me acarició la cara de forma muy sincera— ¿Otra vez quedo relegado
a segundo plano?
— ¡Sí, claro que sí!—me tomó del mentón y me hizo mirarlo directamente a la
cara— ¡Sin embargo, solo con una condición!
— ¡Esta noche, vienes al palacio!—me pidió— ¡Vas a pasar unas horas conmigo!
—Pero…—titubeé— ¡Tú sabes que a mi mamá no le gusta que salga de noche!
— ¡Por supuesto que sí!—sonreí sin muchos ánimos y me arrojé a sus brazos, esa
salida de noche me iba a costar un mundo lograrla.
“Estos escritores son muy aburridos, repiten lo mismo cientos de veces, ¿Acaso
creen que soy sorda o tonta? Me gustaría tanto que estuvieras aquí”
“Me imagino que debes estar muy ocupado para no contestarme, ¿Tienes tanto
trabajo?”
“¡Mira…olvídalo!”
A las tres horas me fui al cuarto de baño para cambiarme la ropa de trabajo y al
abrir la puerta lo primero que vi fue mi celular, allí solito sobre la mesa, sin nadie que lo
acompañara. Decidí agarrarlo y revisarlo. Era absurdo, el imbécil ese seguro que no me
había enviado ningún mensaje. Pero, fallé, no tenía un mensaje, pero sí un par de
llamadas perdidas y era de Karsten. Así que comencé a escribirle un mensaje.
“Mira…”
Pero no terminé de escribir el mensaje; qué podía decirle a ese imbécil troglodita
que no me enviaba mensaje, ni me llamaba desde la mañanita! Ah eso era, así lo iba a
llamar en el mensaje!
“Mira imbécil troglodita, sé que debes estar tan ocupado que me has ignorado en
toda la mañana; pero te lo voy a decir claramente; si me ignoras, yo también lo voy a
hacer.
A los pocos segundos me llegó un mensaje y comenzamos a comunicarnos entre los
dos.
“No sueñes con eso, ni que estuviera tan loca voy al palacio”
“¡Ay, cariño! No digas cosas que sabes que no vas a cumplir; estoy seguro de
que hoy vas a venir para encontrarte conmigo”
“Pues, no”
“Pues, sí”
“Estás chiflado”
“¡No te soporto!”
“Tus labios, tu ojos, tus caricias, tu cuerpo, siempre me dicen otras cosas; y ya
dejemos esto aquí, me estoy distrayendo en la reunión”
— ¡Voy a salir!—pasé por un lado de mi mamá buscando la puerta sin pisar freno.
¡No quería que ella me detuviera y me dijera que no podría salir de noche!
— ¡Sí!—le reviré con los ojos bastante molesta de ver su enorme sonrisa de
autosuficiencia— ¡Uff, no te soporto!
. — ¿Quieres pelear— Me miró de reojo—¿Sabes que las mejores peleas entre las
parejas terminan en la cama?
— ¡No vas a convencerme de que estás brava!—él gruñó en voz baja— ¡Aunque
utilices todas tus armas de mujer sé que en este momento me deseas! ¡Ven acá!—me atrajo
hacia él y me besó. Yo olvidándome de todo lo que había pasado, le respondí a su beso.
— ¡Yo también te amo con todo mi corazón!—le clavé las uñas en los hombros.
— ¡Ni lo menciones!—se quitó los pantalones y los lanzó a un lado del suelo—
¡Deberías haber pensado en eso antes de haber venido. Conmigo! ¡Tus berrinches no
funcionan conmigo!
— ¿Por qué hoy duraste tantas horas para enviarme mensajes?—mi voz se cortó al
saber que ese no era el mejor momento para hacer mis tontas preguntas— ¡No me
llamaste, ni te comunicaste conmigo cuando quise saber de ti!
— ¡Vaya, qué mujer tan terca me destinaste; Dios mío!—pretendió hablar con
Dios— ¡Estaba bravo por lo de tu compromiso! ¿Sí? ¡Estaba celoso!
— ¡Sí, pero igual estaba furioso y bueno, aún sigo bravo!—frunció el ceño— ¡No
soporto ese cuento del compromiso! ¡Ya cientos de vez he tenido que luchar contra ese
mequetrefe, ahora resulta que tengo que seguir haciéndolo!
— ¿Mi padre?—mi corazón dio un vuelco— ¿Qué tiene que ver? ¿Acaso…?
Esas fueron mis últimas palabras esa noche. Luego de ello, me quedé dormida
durante horas, totalmente relajada y enamorada. ¡Había sido una noche estupenda!
— ¿Con una amiga?—me gritó incrédula— ¿Y llegaste a esta hora? ¡No me vengas
con cuentos de camino! ¡Pasaste toda la noche en la calle!
— ¡No son cuentos de camino!—traté de que mis ojos no le confesaran la verdad a
mi madre— ¡Fui con una amiga a una museo nocturno! ¡Necesitaba tomar algo de aire
después de tantas cosas que han pasado!
— ¡Muy bien, voy a creerte esta vez!— al fin pareció convencida—¡Pero debes saber
que cuando te cases con Miguel, no habrán esas libertades!
— ¡Mamá, por si no te has dado cuenta, hace rato que soy mayor de edad!—sentí
hervir la sangre por mis venas, pero mantuve mi temple y mi seguridad.
— ¡Sí, tienes razón!—su ritmo cardiaco se aceleró— ¡Sin embargo, mientras vivas en
mi casa te debes regir por mis reglas! ¡No puedes volver a pasar la noche afuera! ¡Ésta casa
no es un burdel de mala muerte en donde las mujeres no se respetan! ¡Madura ya,
Dagmar! ¡Yo no te voy a durar toda la vida!
— ¿Y si salgo con Miguel va a ser diferente?—me congelé con los nervios de puntas,
después hecha un mar de rabia busqué el camino hacia mi dormitorio— ¡Está bien! ¡Está
bien! ¡Y discúlpame por llegar tarde y preocuparte!—luego de eso, me marché a mi cuarto
en donde me encerré por largas horas bien molesta.
En el trabajo me sentí muy contenta. Sentía una energía maravillosa que me decía
que estar enamorada era lo mejor del mundo y con Karsten haciéndome visitas sorpresas
era como vivir un cuento de hadas.
— ¡Te tengo una sorpresa hoy!— Karsten me miró a los ojos y me entregó un
paquete cuadrado bastante lindo.
— ¡Oh, Karsten!—abrí el cofre y pude ver un hermoso par de brillantes— ¡Son tan
hermosos! ¡Gracias! ¡Te amo!
— ¡Los mejores regalos para la novia del príncipe heredero!—dijo, sus labios
hicieron una mueca y sonrió burlón— ¡Quiero que los luzcas en la fiesta de esta noche!
¡Quiero marcarte como mía!
— ¡Ya yo soy tuya, corazón!—tragué saliva como una chiquilla enamorada— ¡Por
cierto, esta mañana en mi casa pasé un buen susto! ¡Mi mamá me armó un problemón
porque llegué tarde! ¡No puedo volver a llegar a esa hora a mi casa!
— ¡Enserio que tu mamá a veces te trata como a una niña!— Hubo un momento de
silencio que fue roto por él
— ¡Cada hijo sigue siendo un niño a los ojos de sus padres!— mascullé—¡Yo soy la
única hija de un matrimonio aburrido!
— ¡Si tú lo dices!— Presionó sus labios sobre los míos— ¡Igual sigo con mi percibir;
tu madre te maneja a su antojo!
— ¡Eso no es cierto!—me puse rígida— ¡Ella siempre quiere lo mejor para mí!
— ¡No me digas!—me reviró con los ojos brillantes— ¡Es una mujer manipuladora
que no te deja tomar tus propias decisiones! ¡A tu edad muchas chicas hasta tienen hijos!
— ¿Por qué?— Me preguntó con los labios muy apretados— ¡Ella es mi suegra,
pero eso no me quita el derecho de opinar sobre su mal accionar en contra de ti!
— ¡Está bien! ¡Está bien!—me dijo fríamente— ¿Hasta cuándo me vas a recriminar
lo que pasó hace tres años? ¡Eso, sólo fue una tontería producto de la inmadurez de
ambos! ¡Tuya y mía!
— ¿Tuya y mía?—me estremecí dudosa— ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
¡Yo no tengo la culpa de lo que pasó hace tres años!
— ¡Claro que sí la tienes!—sacudió la cabeza— ¡Tienes la culpa por andar detrás del
imbécil de Miguel y a mí dejarme por fuera! ¡Yo te quería para mí y te iba a conseguir de la
forma que fuera!
— ¡Sí, eso lo demostraste!—respiré seductoramente en su oreja— ¡Te metiste entre
Miguel y yo y nos separaste!
— ¡No lo tomes así! — sollocé y le acaricié la boca con la mía—¡No me gusta para
nada que me hagas sentir como si tú fueras la víctima y yo la victimaría de toda esta
historia! ¡No tienes que estar celoso!
— ¿Qué?—se puso rígido— ¿Yo? ¿Celoso? ¡Estás loca! ¡Yo no soy hombre de
ponerme celoso!
— ¡Para mí, sí!—moví mis caderas seductoramente— ¡Eres mi guapo celosito! ¡Tú
eres mi chico y aunque hace años me gustaba Miguel, eso solo era una ilusión de
muchachita adolescente e inmadura; pero lo que siento por ti, es algo que rompe con todos
los esquemas del amor! ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo muchísimo!
— ¡Tonto!—me mordí el labio y le acaricié los suyos— ¡Te amo! ¡No tienes por qué
dudar de mi amor porque ya lo tienes! ¡Este corazón que palpita es todo tuyo!
— ¡El mío también es todo tuyo!—sin prima me tomó la mano y la llevó hacia el
lado de su corazón— ¡Te adoro, cariño!
Esa noche, salí a la fiesta que Karsten me había anunciado acompañada de Miguel y
de mi madre. Me coloqué los brillantes sabiendo que cuando Karsten me vería con ellos se
pondría súper alegre y feliz. En la fiesta me encontré con el señor y la señora
Montgomery, los padres de Miguel y me sorprendí mucho de tenerlos allí.
¡Oh, no! ¡Oh, no! ¡No podía ser verdad lo que estaba viendo! ¡No! ¡Esto no me podía
estar pasando a mí! ¡Era un inoportuno anillo de compromiso! ¡Miguel estaba acabando
conmigo! ¡Él estaba volviendo mi vida con sus acciones, un caos peor de lo que ya era!
— ¡Sí, soy toda tuya!—gemí, en cuanto sus labios rozaron los míos— ¡Yo soy toda
tuya!
Hicimos el amor contra una pared, en una fiesta con un montón de invitados
¡Alguien nos pudo haber visto, pero no nos importó! ¡Después del acto me puse histérica,
tenía las mejillas y las orejas rojas! Eso significaba que estaba nerviosa. No quedamos
grabados en las cámaras de seguridad de esa mansión, pues el equipo de seguridad de
Karsten siempre se encargaba de mantener su privacidad cuando él asistía a cualquiera de
esos eventos! ¡Las cámaras de seguridad estaban apagadas!
Después de ese día y del dichoso compromiso entre Miguel y yo, Karsten se volvió
más y más salvaje. Estaba todo el tiempo excitado y feroz, sumamente celoso, necio y
rudo. Era como estar cerca de un hombre primitivo y a mí me encantaba. Se lanzaba
encima de mí y no le importaba que no estuviésemos en un lugar cómodo. Al final,
terminamos teniendo sexo crudo sobre el escritorio de mi oficina, acabamos atacándonos
áspera y groseramente dentro de su ascensor privado, no observamos el final de una
película en el living de su suite porque nos enredamos en el enorme sofá, nuestro baño en
el jacuzzi se volvió una maraña de besos y caricias y nuestra visita a un museo de arte se
convirtió en una visita a un hotel cercano. ¡Fue grandioso dejar salir mi niña mala interior
y poder arrodillarme al chico impuro y sin decoro!
Una semana después mi madre invitó a Ally y a los padres de Miguel a una cena de
compromiso en mi casa. Mi mamá decía que nuestros seres queridos debían disfrutar de
las buenas noticias que estaban ocurriendo en nuestras vidas y ahí, entre todos
aprovecharon para ponerle fecha a la boda. ¡Un mes! ¡En un mes me tendría que casar con
Miguel! Dolorosamente, la cena familiar con los padres de Miguel, Ally, mis padres,
Miguel y yo; fue obviamente patética, pero tardó mucho en acabarse aunque era lo que
fervorosamente deseaba.
Así que les mentí, no me fui al baño sino que salir al exterior de mi casa a tomar
algo de aire puro. ¡Sentía que el cuerpo me iba a flaquear en algún momento y le iba a
decir a todos que ese dichoso compromiso era una farsa! ¡Estaba furiosa porque sentía que
mi madre y Miguel habían acomodado esa situación a su antojo!
— ¡No te pongas así!—me tomó tranquilamente de las manos— ¡Sólo tienes que
contestarle y decirle que estás en el baño!
— ¿Se puede saber dónde estás?—la voz de mi mamá sonó bien molesta— ¡Hace un
buen rato que te estamos esperando!
— ¡Tu madre es insistente!—Karsten se puso rígido— ¿Por qué te vigila como si aún
fueras una niña?
— ¡Ey, ey, ey!— él me agarró de la mano y me acercó a él— ¡Ven acá, cariño!
— ¡Qué gracioso!—selló sus labios con los míos— ¡Eso suena tan divertido! ¿Pero,
sabes algo? ¡Quizás sí soy bipolar! ¡Es qué tú me haces ser de distintas maneras! Pero,
dime ¿Cuál de mis polaridades te gusta más? ¿Te gusta el bueno o el malo? ¿El blanco o el
negro? ¿El claro o el oscuro?
— ¡No seas bobo!—lo empujé levemente lejos de mí, sin lograr mi cometido.
— ¡Anda, dime!—me dio suaves besitos en el ´cuello— ¡No seas así! ¿Te gusto
cuando soy bueno o cuándo soy malo? ¿Cuál de los dos te besa mejor? ¿El claro?—me
agarró con cautela y me dio un beso ligero que apenas me mojó los labios— ¿O el
oscuro?— Y esta vez sin contemplaciones se abalanzó hacia mí y comenzó a devorarme
apasionadamente, de una manera tan intensa que cualquier persona que nos viera en ese
momento y en esa circunstancia, no sabría donde comenzaba uno y donde terminaba el
otro.
— ¡Hiciste que me mojara!—le grité cuando sentí el agua fría sobre todo mi
cuerpo— ¡Voy a matarte y a darte de comer a los leones del zoológico!
—Ja, ja, ja, ja—la situación le pareció muy graciosa— ¡Qué graciosa!
— ¡Graciosa, tu abuela!—me subí sobre él y lo empujé dentro del agua— ¡Te voy a
matar!
— ¡No hagas trampa!—lo regañé— ¡No nades tan rápido! ¡Quédate quieto para que
pueda matarte! ¡Karsten! ¡Karsten!
— ¡Oh, no!—metió una mano dentro del agua y me bañó la cara— ¡No vas a
atraparme!
— ¡Ya, detente!—me detuve perdiendo la paciencia que me quedaba— ¿No vez que
necesito matarte?
— ¿Este vestido de novia te gusta, hija?—mi mamá me señaló uno blanco algo
estúpido— ¿No se ve muy escotado para tu matrimonio con Miguel?
¡No me contestó! Sin perder mucho tiempo, me levantó y me puso sobre sus
hombros a la fuerza. Me dio una nalgada con la palma de la mano y partió conmigo hacia
su hermosa limusina de última generación.
— ¡Yo no tengo nada que hablar contigo!—le torcí los ojos en una niñería— ¡Eres
un…demonio!
— ¡Oh, no!—me atrapó y me ayudó a colocarse sobre él— ¡No te molestes en
ofenderme que no por eso te voy a dejar ir! Tú y yo tenemos que hablar de esa idea loca
que tienes de casarte. No voy a dejar que te cases con él por las siguientes razones:
Primero, eres la mujer de mi vida, me encantas a pesar de tus rabietas, indecisiones y
miedos a luchar por nuestra relación. Segundo, tú me amas a mí y no al imbécil de Miguel,
lo que significa que jamás voy a dejarte ir con él. Tercero, que es lo más importante de
todo es que yo te amo más que a mi propia existencia.
— ¡Por eso no podemos seguir más con esta mentira!—respiró con dificultad
tratando de vestirse adecuadamente— ¡Yo no sé tú; más creo que ahora es el momento de
decir la verdad sobre nuestra relación!
— ¡Hija! ¡Hija!—en cuanto mi madres nos vio entrar se abalanzó hacia mí— ¿Estás
bien? ¿No te hizo nada malo Su Majestad?
— ¡Sí, mamá!—traté de calmarla y mi padre se acercó a mí y me abrazó— ¡Estoy
bien! ¿Ya todos se fueron? Tenemos que hablar con ustedes. Necesitamos hablar con
ustedes.
— ¡Su majestad, se lo pido!—mi padre pareció asustado— ¡No complique más las
cosas!
— ¡No quiero más vivir en este enredo de mentiras!— Karsten miró a mi padre con
mucha determinación en los ojos— ¡Se lo vuelvo a decir si no le cuenta todo a Dagmar, yo
lo haré!
— ¿Qué?—mi piel se erizó y caminé muy lentamente hacia mi papá— ¿De qué estás
hablando?
— ¡Ya va! ¡Ya va!—miré a Karsten y a mi papá con creciente angustia— ¿Esto es un
tipo de broma?
—Hace un año a tu padre le afectaron muchos las deudas que tenía, —Karsten
comenzó a explicarme tranquilamente—su trabajo en el palacio lo estaba agobiando y
decidió que necesitaba hacer algo urgentemente.
— ¿De qué están hablando?—por fin, mi madre pareció salir del trance en que se
encontraba — ¿Cómo que perdiste tu dinero?
— ¡Sí, esposa mía!—mi papá volvió la cabeza para ver a mi mamá—Los acreedores
me amenazaban con dejarme en la calle y la única forma que pude solucionar fue. ..
—Yo le propuse que le daba el dinero que necesitaba para pagar; —Karsten lució
calmado— pero en cambio, ella tenía que casarse conmigo.
— ¿Qué clase de broma es esta, cariño?—mi madre chilló— ¿Acaso te volviste loco?
— ¡Tu padre solo hizo lo que pensó que era mejor para todos!—me dijo Karsten con
la respiración irregular.
— ¡Cuando uno tiene dinero, hacer trampa es tan fácil como pelar una
mandarina!—regalándome una de sus más lindas sonrisas, pareció estar en un
conversación graciosa y no en una disputa bastante seria.
— ¡Un príncipe mentiroso, eso es lo que eres! —le dije cruzándome de brazos—
¡Eres un canalla! ¡Eres un ángel venido del infierno!
— ¡Ay; por favor! ¡No te hagas la mártir!—Karsten evaluó el terreno que tanto él
como yo estábamos pisando— ¡Va a ser muy difícil que convenzas a tus padres de que te
has estado portando bien durante todo este tiempo si no dejas de confundirlos! ¿Por qué
no les dices la verdad? ¡Muéstrales lo que sientes por mí! ¡Diles que has sido mi amante
por una larga temporada!
Maldije entre dientes. ¿Cómo había podido ser tan tonta? ¡En definitiva que yo era
una boba, ingenua e inmadura que siempre se dejaba manipular por Karsten! Y esto no
podía seguir sucediendo. Decidida a no regresar más al palacio busqué en mi bolso la
tarjeta de libre acceso al palacio y saque una tijera de uno de los estantes y comencé a
desmenuzar a profundidad la estúpida cosa esa.
Sentí que el corazón me daba un vuelco, temblé, y temí que estuviera latiendo a un
ritmo tan acelerado que pudiera desfallecer. Me quedé más quieta que una estatua y el
llanto me quemó la garganta. Cada músculo de mi cuerpo se puso rígido por la tensión.
Mi estómago se revolvió y velozmente me arroje sobre el inodoro y comencé a vomitar.
¡Eran demasiadas cosas para la poca cordura que me quedaba!
Creo que fue mala idea la de comer tanto en la mañana porque ahora sí que había
botado todo y eso era asqueroso. Desequilibrada me lave la cara y me cepillé los dientes
velozmente para eliminar el mal aliento producto de los vómitos. Luego con expresión
resignada sentí una pequeña punzada de dolor. Pensando que nuevamente iba a
comenzar a llorar y que esta vez era para más rato, me alejé del espejo y me metí en la
regadera para tratar de disminuir mi ansiedad.
Sí, sé que en circunstancias normales, muchas chicas habría estado felices de saber
que eran las esposas de un príncipe heredero, pero yo no estaba así, en cambio, estaba a
punto de volverme loca y de parar a un manicomio. Ya que, esta situación me provocaba
dolores de cabeza, sentía martillazos en la cabeza, estaba tensa y solo deseaba poder
dormir y amanecer en un universo paralelo donde Karsten no existiera.
Finalmente, agotada luego de casi una hora en la regadera, salí del baño, me puse
una bata y agotada me acosté a dormir. Pronto serían las cosas diferentes, pronto todo
cambiaría y habría una luz al final del túnel, pronto el ángel sabría lo que de verdad era el
infierno.
Acalorada, fui al baño y cepillé mis cabellos mientras me veía en el espejo. Era hora
de salir de esta pesadilla y enfrentar mis problemas, dejar a un lado los hechos
desagradables y mi piel pálida y luchar contra mis propias necesidades de perdonar a
Karsten, y la experiencia que ese maquiavélico me había dado hasta casi haberme
trastornado. ¡No volvería con ´él! ¡Nuestra relación fue un sueño del que ya había
despertado!
Cuando salí del dormitorio y bajé a la sala, lo primero que noté fue que mis padres
estaban discutiendo a gritos tenaces. Mi mamá le reclamaba a mi papá que por su hábito
de juego estábamos en la ruina, le gritaba que nunca debió entregarme a Karsten a cambio
de un puñado de monedas y lo amenazaba con divorciarse si no arreglaba todo. Mi padre
le contestaba de vuelta que hizo lo mejor por nosotras, que odiaba admitirlo pero sabía
que Karsten me amaba y anunciaba que suplicaría de rodillas el divorcio a Karsten.
— ¿Y qué quieres que haga, hija?—mi mamá bebió algo de una copa— ¿Qué le
aplauda a tu papá el haberte casado con ese…?
— ¡Tú sabes muy bien que lo que hizo papá fue para mantener la casa y nuestras
comodidades y la principal razón de ello es para que nosotras podamos subsistir!—quise
aclararle cada punto a mi mamá para ver si así entendía en algo a mi padre— ¡Tú siempre
has estado acostumbrada a vivir cómodamente y yo ni se diga y creo que por eso mi padre
lo hizo!
— ¡Querida, por favor!—mi papá intentó intervenir otra vez, en vano— ¡No sigas
con esta discusión con nuestra hija!
— ¡No lo grites!—furiosa suspiré en voz alta— ¿Sabes qué, mamá?— ¡Aprende a ser
humana un día de estos!
—Pero, pero…—mi mamá se puso tan roja como un tomate— ¿Y Miguel? ¿Qué
pasa con Miguel? ¡Ellos estaban comprometidos para casarse! ¡Tú estás enamorada de
Miguel, hija!
— ¡Yo…siento todo esto!—mi padre bajó la cabeza con arrepentimiento— ¡Sé que
me porté mal y lo siento!
— ¿Sabes lo que creo?—mi mamá cerró un momento los ojos y tragó fuerte— ¡Creo
que eres una persona terrible! ¡Te acostaste con el príncipe Karsten, hija! ¿Sabes lo que eso
significa?
— ¡Ah, sí!—las cejas de mi mamá se fruncieron— ¡Claro que sin darte cuenta! ¡Debe
ser que cuando le abrías las piernas a Su Majestad era sin darte cuenta! ¿Acaso estabas
drogada?
— ¡Hija, hija! ¡Hija, ven acá! ¡Ven!— mi mamá se acercó a mí y me abrazó fuertísimo
poniéndose de rodillas ella también—Sé que no he sido la mejor de las madres pero ¡Te
amo! ¡Te amo mucho y aunque me duele lo que has hecho; sé que no lo hiciste con el
propósito de herir a nadie! ¡No quiero verte llorar más! ¡Perdóname!
—Es que…—mi madre me acarició los cabellos— ¡Ante todo eres mi hija y tenías
razón cuando me decías que ya eras mayor de edad para tomar tus propias decisiones!
¡No te puedo seguir tratando como una niña!
— ¡De nada y por favor no digan nada más porque me van a hacer llorar!— mi
madre se limpió una lagrima que amenazaba con delatar su emoción y después regaló una
linda sonrisa de felicidad.
Esa noche supe lo que iba a hacer, no le contesté llamada alguna a Miguel y preferí
enviarle un mensaje de audio:
¡Mañana voy a ir a tu oficina! ¡No me preguntes para qué y por qué! ¡Sólo
espérame en tu oficina en la mañana! ¡Han pasado cosas! ¡Esas cosas son definitivas
para ti y para mí! ¡Por favor, no te molestes en llamarme hoy porque mañana te diré
todo! ¡No te quiero hacer sufrir y creo que lo estoy haciendo con mis malas acciones!
¡Hasta mañana, Miguel!
Al día siguiente, mi cuerpo temblaba por las expectativas de lo que vendría en las
próximas horas. A penas me levanté de la cama, me duché, me vestí y salí a la empresa de
Miguel sin ni siquiera tomar el desayuno. ¡No había ningún segundo que perder! Sin
embargo, los minutos se me hicieron eternos en el viaje para llegar allí, El cielo pareció
desbocarse cuando me anunciaba ante la secretaria de Miguel. Los pensamientos se me
achicharraban cuando analizaba en mi cabeza si la decisión que había tomado era la mejor.
— ¡Dagmar, cariño que bueno que estás aquí! —inmediatamente Miguel me vio
entrar en su oficina se abalanzó hacia mí y me dio un beso en la boca— ¡Escuché tu
mensaje de audio! ¡Qué cosa tan extraña! ¿Sucede algo? ¿Qué pasó ayer? ¡Su Majestad es
un falta de respeto mira que ir a buscarte a tu casa por cuestiones de trabajo!—supe
inmediatamente que mis padres le habían dicho mentiras el día anterior para
tranquilizarlo— ¡Cuando nos casemos eso va a cambiar! ¡Tendrá que respetarte y tomar
distancia! ¡Pero, ven a sentarte! ¡No te quedes allí, de pie!
— ¡Miguel, no quiero tomar nada!—me puse lo más seria que podía— ¡Sólo
escúchame! ¡Déjame hablar, por favor!
— ¡Está bien!—gruñó algo tosco— ¿A qué se debe tanto misterio? ¿Qué sucede?
— ¡No, Miguel!—apretando los dientes, intenté detener sus arranques de ira— ¡No
vas a hacer eso! ¡No puedes!
— ¡Pero, esa es la solución más fácil!—me tomó fuertemente de los hombros para
que viera su obvio desespero— ¡Le voy a pagar a Su Majestad toda la deuda de tu padre y
así, el juzgado no tendrá excusas para aceptar una anulación!
— ¡Lo que escuchaste!—entrecerré los ojos— ¡Me enamoré del príncipe Karsten! ¡Él
y yo hemos mantenido una relación secreta desde hace mucho tiempo! ¡Éramos amantes!
— ¿Tenías una aventura con él mientras yo pensaba que eras solamente mía?—gritó
tomándome fuertemente del brazo derecho hasta hacerme daño— ¡Eres una prostituta,
Dagmar!—Rápidamente, me empujó tan fuertemente que caí hacia atrás llevándome la
mesa de vidrio conmigo. Algo mareada y desequilibrada, intenté ponerme de pies, pero el
dolor no me lo permitía. Cuando miré a mi lado noté que tenía la mano cortada y el brazo
me dolía muchísimo.
— ¡No, Miguel!—mi corazón dejó de latir— ¡No hagas esto! ¡No tienes ningún
derecho a tratarme así!
— ¿Ah no?—levantó crudamente una silla y la destrozó contra una pared— ¡No me
digas! ¡Tú te mereces ser tratada como la perra que eres! ¡Me engañaste! ¡Me destruiste el
corazón!
—Dios... —masculló mirándome con desprecio— Y pensar que yo creía que eras
una mosquita muerta y resultaste una diabla con un tridente aniquilador.
— ¡No! ¡No! ¡No!—negué a gritos cuando lo vi acercarse nuevamente a mí— ¡No
me hagas daño, Miguel!
— ¡Sí ¡Sí! ¡Y por eso tú, me las vas a pagar todas! —Y bastante fuera de sí se arrojó
sobre mí apretándome contra el suelo— ¡Vas a ser mía, eso te lo juro! —bastante molesto
comenzó a besuquearme el cuello a la fuerza, me desgarró la camisa y me dio un par de
golpes en la cara para que mi cuerpo dejara de rechazarlo, en tanto, yo gritaba del
desespero.
— ¡Yo lo contrato!—le dije desesperada— ¡Yo soy la esposa del príncipe Karsten! ¡Él
lo va a contratar! ¿Quiere un aumento? ¿Un mejor salario? ¿Una recompensa? ¡Él se lo
dará! ¡Pero, ayúdeme!
—Hija…—mi papá me ayudó a sentarme en un sofá— ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás
así?
— ¡Papá! ¡Mamá!—estallé en sollozos— ¡Me quiero morir!
— ¡No quiero que nadie se entere y menos que Miguel vaya preso!—les confesé con
determinación— ¡Por favor papá, por favor; mamá; traigan al médico para acá y hagamos
como si nada de esto hubiese ocurrido!
— ¡No, no, no y no!—intenté en vano ponerme de pie— ¡Por favor, una vez en su
vida hagan mi voluntad!
— ¡Está bien!—mi papá se rindió y le hizo señas a mi mamá para que también
aceptara mi torpe decisión— ¡Está bien!
Fui atendida por un par de médicos a los que se les pidió completa discreción. En la
tarde, muy a pesar del dolor decidí regresar al palacio para hablar con Karsten. Ya no tenía
mi tarjeta de acceso, pero tenía la esperanza de que Karsten aún quisiera estar conmigo.
— ¡Vine a… vine a hablar contigo!—mi voz sonó casi que en un susurro— ¡Vine a
decirte que te amo! ¡Te extrañé muchísimo y no quiero alejarme de ti! ¡Vine a decirte que
aunque eres un ángel que salió del infierno, yo quiero ser tu esposa!
— ¿Ya se te pasó la rabia?—me visualizó de arriba abajo, notando claramente mis
heridas— ¡Oh, Dagmar! ¿Qué te pasó en el brazo y en la frente?
— ¡No, por favor, no!—lo detuve poniendo mis manos en su pecho— ¡No quiero
que le hagas nada! ¡Él no tuvo la culpa!
— ¡No! ¡No te las va a pagar!—le tomé la cara entre mis manos para que me viera
directamente a los ojos— ¡Karsten, por favor, dejemos esto así! ¡No quiero más conflictos!
— ¿Pretendes que me haga el tonto ante esta grave situación?—me agarró de las
manos retirándolas de su cara— ¡No puedo hacerme el ciego cuando tú has sido la víctima
de algo tan perverso!
— ¡Sí, tienes razón!—apreté los dientes— ¡Yo fui la víctima de ese maltrato físico; no
obstante, no voy a dejar que vayas y le des una golpiza! ¡Si lo haces, yo voy a sufrir
mucho! ¡Entiende, él también ha sido víctima de todo este alboroto!
— ¡No! ¡No es por eso!—ahuecando su mejilla con mi mano, guié su boca a la mía—
¡Lo que pasa es que… quiero dejar el pasado atrás! ¡Ya Miguel no es nadie en mi vida y
quiero aventurarme a esta nueva vida de casada contigo! ¡Te amo Karsten! ¡Eres lo más
importante para mí y no quiero perderte nunca más! —nuestros labios se entrelazaron y lo
oí gemí— ¡Karsten, lucha por mí como lo has hecho desde hace tres años! ¡Haz lo que
quieras conmigo! ¡Oblígame a estar contigo! ¡Bésame a la fuerza! ¡Sedúceme hasta
llevarme al cielo! ¡Demuéstrame que soy toda tuya!
— ¡Eres mía, cariño!—me atrapó entre sus brazos— ¡Siempre has sido, toda mía! ¡Y
cariño, tú me estás desafiando!
— ¡Los problemas van a seguir porque yo soy el que manda en este país!—exhaló
profundamente— ¡Él deberá someterse a mi voluntad y aquí se hace lo que a mí me da la
gana! ¡Tú, promete que nunca más vas a mantener ninguna relación cercana con él, ni
siquiera de amistad y yo te promete no meterlo en la cárcel!
— ¡Me parece bien, creo que hiciste el mejor trabajo de tu vida al engañarme!—
meneé mis caderas provocativamente— ¡Creo que me merecía todo lo que me hiciste! ¡Me
gusta ser tu esposa y creo que el verte sometido a mí por millones de años será algo digno
de ver! ¿Y tú no me guardas ningún rencor por ser tan tonta y por andar viviendo de las
apariencias al aceptar ser la novia de Miguel?
— ¡No, la verdad es que no!—su mirada se posó en mis labios— ¡Debo confesarte
que fue divertido el acostarme todas las noches y ponerme a pensar que tenía de amante a
mi esposa y que ella aunque andaba con otro sujeto me quería era a mí!
— ¡Ay, príncipe Karsten voy a tener que castigarlo muchísimo para lograr
reformarlo!—enlacé los dedos de mis manos con los de sus manos— ¡Tú eres mío y de
nadie más y esa maldad que normalmente muestras es solo una cubierta! ¡Te amo y amo lo
que eres y nunca cambiaría nada de ti!
— ¡Y tú eres un…un ángel venido del infierno!—le susurré con voz ronca al oído y
él tocó el botón para llamar al ascensor
Justo cuando este abrió sus puertas, Karsten me atrajo hacia él y me besó delante de
todos los empleados que estaban en ese piso del palacio. Luego caminó a mi lado muy
sonriente. Finalmente, las puertas del ascensor se cerraron con nosotros dentro y yo, a lo
lejos podía escuchar los murmullos de sus empleados que estaban atónitos con lo que
estaban viendo.
Karsten y yo caminamos fuera del palacio. Yo podía jurar que nos íbamos a subir a
una de sus limusinas, pero en cambio, me haló de la mano y me condujo por la cera para
que caminara a su lado por toda la ciudad.
— ¡Hay que actuar como esposos!—me anunció con una alegría enorme— ¡Hay que
pasear juntos!
En la última meta, llegamos a la casa de mis padres, en donde ellos nos esperaban
en la sala con algunas botellas de champaña para celebrar. Mi mamá no muy a gusto, pero
mi papá con una enorme sonrisa de niño con caramelos.
— ¡Mamá, papá; les traje al príncipe Karsten!—les dije con emoción— ¡Creo que es
el momento de hablar sobre nuestra situación!
—¡Creo que por el final, ya que, se hicieron todas las cosas al reves!—dijo
despectivamente mi madre.
—¡Está bien! ¡Está bien!—mi mamá nos invitó a sentarnos— ¡Voy a dejar ―la
espinita‖ que tengo a un lado para llevar la fiesta en paz! ¡Hablemos! ¡Hablemos antes de
que me dé algo!
— ¡Príncipe Karsten, perdone la pregunta, pero creo que hacerla es inevitable!—mi
padre se cruzó de brazos—¡Ya logró casarse con mi hija! ¿Cuáles son tus planes?
Cuando ambos estábamos fuera de la casa, nos encontramos de frente a frente con
Miguel. Decidí que debía hablar con él y aclarar muchas cosas antes de que una bomba
explotara, pero Karsten lo miró con ojos rabiosos.
— ¡No voy a dejar que cometas el peor error de tu vida estando con ese monstruo
de persona!—Miguel me declaró— ¡Él es un malnacido, Dagmar!
Los días pasaron y Karsten y yo nos dedicamos a pasar tiempo a solas. Viajamos
por diversas ciudades y concedimos un centenar de entrevistas. Muchos chismes se
crearon sobre nosotros y algunos medios de comunicación nos echaron mucha tierra
encima. Hubo hasta un periodista que se atrevió a apostar sobre el fracaso de nuestro
matrimonio e incluso un sujeto publicó fotos de mí cuando niña. Al final, el gran día de la
boda llegó.
En cuanto a Miguel, como les dije se comprometió con una chica rica. Después de
mucha lucha logré que Karsten no lo demandara por maltrato físico, ni daños y prejuicios.
Él ha hecho su vida, no se ha vuelto violento nuevamente y eso lo logró yendo a terapia.
Karsten, no lo perdona y no me quiere ver cerca de él, pero por lo menos lo ha dejado
hacer una vida normal.
Ally y Walter siguen ahí presentes, son mis mejores amigos y cada uno por su lado
me ha regalado momentos bellos. Ally vive con un sujeto que le dobla la edad, pero que la
adora y Walter sale con un adinerado empresario que le ha prometido la luna, el sol, las
estrellas y el universo entero.
— ¡Lo siento, amor!—toco su cara con mis dedos— ¡Siento mucho llevarte siempre
la contraria!
— ¿Qué le vamos a hacer si así eres tú?—me besó ligeramente los labios— ¡Yo
también, lo siento! —luego se queda viendo mi escritorio y nota el sobre con la prueba de
embarazo que esta modestamente puesto allí— ¿Y esto?
— ¿Es nuestra, cierta?—la revisó por fuera con los ojos hechos agua— ¿Es posible
que estemos embarazados?
— ¡Oh, Dios!— Una lágrima caminó por mi mejilla. Karsten me atrajo hacia él hasta
colocarme abrazada a su pecho, y luego me besó mansamente en la boca.
— ¡Lo que tú quieras, cariño!—me envolvió con fuerza entre sus brazos— ¡Todo lo
que quieras, yo te lo doy!
— ¡Quiero hacerme un tatuaje!—le dije sin más y él me miró en shock. Sí, esa era
parte de la sorpresa. Desde hace tiempo había hecho planes, miraba embelesada todos sus
tatuajes y hasta había consultado con su tatuador para saber qué posibilidades tenía de
hacérmelo.
— ¡Lo he estado pensando por una larga temporada y creo que ya estoy lista para
hacer algo tan extremo!—le expliqué mordiéndome el labio— ¡Quiero hacerme un tatuaje!
— ¿Qué?—de pronto se puso muy serio y obstinado— ¿Te volviste loca? ¡Yo no voy
a permitir que nadie te toque la nalga! ¡Es una locura! ¿Te volviste loca?
— ¿Ah sí?—decidí que la mejor forma de convencerlo era siendo contundente con
él y no dando mi brazo a torcer— ¡Entonces, voy a tatuarme a escondidas!
— ¿Qué?—Karsten se rió— ¡Así que la chica dulcita sale por una puerta y entra a
hurtadillas la malcriada rebelde! ¡Pues, no lo voy a permitir! ¡No, es no!
— ¡Estás loca!—me dijo, pero yo no perdí más tiempo. Tiré de él suavemente sobre
la cama, me coloqué sobre su duro cuerpo, le acaricié las mejillas con los dedos y comencé
a besarlo descaradamente.
— ¿Y quién dice que voy a manipularte?—mis labios se estrellaron contra los suyos
y la excitación voló por todo nuestro cuerpo— ¡Voy a hacerte el amor, Karsten!
— ¡Sí!—gimió y yo acerqué la boca a su cuello y dejé un reguero de besos por su
garganta mientras que desplazaba una mano por su ombligo llegando a sus pantalones.
— ¡No, no lo es!—le susurré al oído— ¡Pero, Karsten debes entender que me quiero
hacer ese tatuaje! ¡Tú no debes sentir celos de eso, pues puedes estar allí cuando me lo
estén haciendo e incluso vas a conocer al tatuador; ya que es Richard!
—¿Y crees que Richard te va a ver igual después de estar más de una hora
tocándote la nalga?—mordió mi lóbulo— ¡Además, yo tampoco lo vería igual! ¡Querría
asesinarlo cada vez que lo viera!
— ¡Es que siempre me han gustado los tatuajes en la nalga!—le dije con picardía—
¡Se ven tan sexys!
— ¿Sí?—rodé los ojos— ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!
—Hmmmm…. —simulé razonarlo un poco, cosa que era mentira, pues con tal de
tener ese maravilloso tatuaje, haría lo que Karsten me pidiera— ¡Acepto! ¡Es un trato! ¡Es
un trato! ¡Soy tan feliz!
— ¡Y si es una niña, me va a dar muchos dolores de cabeza igual que lo haces tú!—
me dijo con las fosas nasales dilatadas.
— ¡Te amo, Karsten!— mis labios comenzaron un recorrido por encima de su cuello.
Y finalmente, ambos nos entregamos a nuestro amor. Por fin, los dos éramos una
pareja feliz y nadie nos podría separar. Estábamos gozando de las bondades del
matrimonio y la libertad a medias que hace que el corazón se nos desborde de sueños y
alegría. ¡Lo amaba y él me amaba y eso era nuestra realidad!