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Desapariciones y ausencias en "La Nueva Novela" de Juan Luis Martínez

Gwen Kirkpatrick

University of California, Berkeley

Publicado en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana Año 25, N°. 50.

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La nueva novela, escrita por Juan Luis Martínez entre 1968 y 1975, ha venido
adquiriendo una enorme importancia para los escritores chilenos desde que se
publicó en 1977. Durante el período de su composición, Chile vivió el
dramático impacto de la elección del gobierno socialista de Salvador Allende,
el sangriento golpe de estado que perpetró el ejército al mando de Augusto
Pinochet y la dictadura subsiguiente que acarreó un largo período de silencio,
represión, censura, destierros y desapariciones. Sin embargo, ninguno de estos
sucesos encuentra cabida en la narración, como seria de esperarse de un libro
titulado La nueva novela. Por el contrario, este libro repudia el concepto
mismo de nombrar, de contar un relato coherente, de restaurar cualquier orden.
El texto rompe completamente con nuestros acostumbrados patrones de
significación, con todas las formas de la lógica —desde la filosofía y las
matemáticas hasta la identidad individual— que nos han permitido articular un
orden a partir del caos. Incluso el título, La nueva novela, refleja las
ambigüedades de su clasificación. El texto se denomina a sí mismo como una
novela, pero sigue el patrón de un libro de poesía con elementos visuales o
ideogramáticos casi constantes, y lo más desconcertante es que ganó un
concurso literario chileno en la categoría de ensayo. Inscrito en la tradición de
collage de los surrealistas y dadaístas, Martínez yuxtapone elementos de
universos separados: recortes de periódico, fotografías, trozos de poesía,
autobiografía, fórmulas matemáticas, sin faltar objetos adheridos a las
páginas: anzuelos, perforaciones cubiertas con papel transparente, y papel de
seda. También dramatiza, a veces de una manera cómica, la ansiedad
metafísica asociada con los problemas del lenguaje y otros sistemas de
significación. Martínez intenta explorar los límites de un universo utópico en
su búsqueda de un lenguaje original a través de la recolección de materiales
provenientes de un mundo avasallado por los clisés de la cultura.

A pesar de sus coqueteos con el caos y su celebración de lo ambiguo, sus


lectores han hallado un profundo sistema de significación subyacente.
Convertida en obra clásica del "underground" en el Chile de los últimos años,
su audiencia encontró en este libro un mensaje que se silenciaba en otros
ámbitos. Martínez alcanzó una comprensión profunda de que algo en el
mundo andaba muy mal, que las cosas no eran lo que parecían y que todo
intento de nombrar y de ordenar no sólo era fútil sino aplastante. Tal
preocupación es común en nuestra época, como lo evidencian los incontables
filósofos, poetas, científicos y artistas que han explorado estos mismos
campos para descubrir el caos subyacente. Pero Martínez, a pesar de que
extrae sus fuentes de una esfera universal, termina por darle una angustiada y
muy personal expresión al estado de su mundo. Entreteje referencias a Freud,
Marx, Gauss, Tardieu, Rimbaud, Lewis Carroll, Napoleón, Hitler —hacedores
de significado o dispensadores de la vida o la muerte— con retratos o
alusiones a niños perdidos, perros, gatos, novias exhibicionistas, todos
víctimas miserables de los modos en que el mundo es ordenado, entendido y
dividido por fronteras. Los guiños de Martínez hacia los códigos del saber
funcionan como gestos irónicos, pero también como señales de peligro, como
advertencias del desorden subyacente de las construcciones sofisticadas de
nuestros sistemas de conocimiento.

Hay abundantes testimonios de la importancia de La nueva novela para los


intelectuales chilenos. Ha dicho un poeta chileno, Raúl Zurita, al reflexionar
sobre La nueva novela, que el libro produjo una síntesis de la situación social
y colectiva de los sectores intelectuales de Chile. A Zurita le parece que el
libro ha reunido todos los temas de la situación social[1]. Eugenia Brito y
Soledad Bianchi, ambas críticas chilenas, destacan la importancia del libro
para los escritores de las décadas siguientes. Brito, en Campos minados,
ensayo importante sobre la literatura chilena posterior a 1973, encuentra en la
obra de Martínez la primera señal de la ruptura del frágil contrato social que
mantenía a Chile articulado, y lo identifica a su vez como una de las
expresiones de vanguardia que inspirará a los escritores más célebres del
nuevo Chile —tales como Zurita, Diego Maquieira, Diamela Eltit, y otros.
Para Brito, más importante aún resulta la dinámica circular de La nueva
novela, dinámica que resalta nociones como el deterioro, la ruina en el
contexto de "un museo de la cita": "Martínez invita a leer la historia detrás de
los movimientos del significante, generando una estrategia para hablar de la
situación del oprimido [...] El planteamiento de estrategias para desocupar el
lenguaje y la cultura auspiciada por el oficialismo va a ser común a la mayoría
de los escritores de la resistencia literaria: ocupar textos, figuras, lenguajes
diferentes, escenarios y épocas distintas" (32). Según Brito, la obra de
Martínez se refiere a una realidad socio-política específica, con un énfasis
especial en los usos y abusos del poder.[2] Soledad Bianchi también subraya
la importancia de este libro como ímpetu de un nuevo movimiento neo-
vanguardista en la literatura chilena: "el guiño [de Arte Marcial] parece un
gesto de reconocimiento del papel fundamental y primero desempeñado por
los textos de Martínez —por su concepción y modo de comprender la
escritura, la literatura y la poesía— en la lírica chilena más innovadora,
conocida como 'neo-vanguardista'" (14). Como un reconocimiento al éxito de
Martínez al cuestionar los conceptos occidentales sobre el individualismo y la
lógica, Enrique Lihn y Pedro Lastra han publicado un ensayo sobre La nueva
novela que acompaña una selección del texto.[3] Sugieren que la lectura de La
nueva novela se centra en el colapso de las ideas de la individualidad y la
temporalidad y en sus múltiples voces, que al mismo tiempo excluyen la
sensación de oralidad. Pero también invitan a leer las insistencias del texto en
los efectos de las desapariciones: "'La desaparición de una familia' hace de la
casa lo que Picabia hace de la Patria, otorgándole un derecho a muerte que, en
9+32términos fotográficos, acercaría el negativo a lo real más que el revelado"
(11). Aunque su breve ensayo no se detiene en la relación Patria/padres, su
énfasis en la cita de Francis Picabia que reproduce Martínez, "El padre y la
madre no tienen el derecho de la muerte sobre sus hijos, pero la Patria, nuestra
segunda madre, puede inmolarlos para la inmensa gloria de los hombre
políticos" (135), resalta el tema del autoritarismo. Distinguen también la
manipulación del poder de las dos voces del poema: "La primera vez [que lee
la voz] es como la de un narrador ominisciente de una novela tradicional; la
segunda materializa la figura del padre, cuyo registro verbal combina el tono
didáctico, asertivo, de mentor y guía, con la inutilidad de un saber paradójico
que no resuelve nada (todos desaparecen a pesar de sus advertencias)" (12).
Lastra y Lihn destacan la plurivocalidad de un texto que abarca temas tanto
filosóficos como literarios y políticos.

Para apreciar el texto de Martínez no hay que leerlo sólo a partir del contexto
de inestabilidad social y política en Chile. Chile no es un caso aislado en ese
proceso más amplio de rearticulaciones profundas de los sistemas de
significación, la noción del individualismo, las relaciones del estado y la
familia, el desamparo de la Patria, y la sensación de pérdida y desorden que
genera la lucha misma por encontrar nuevas narrativas para darle un sentido a
la existencia. De hecho, La nueva novela es un texto que supera las fronteras
locales y nacional. Sin embargo, su epígrafe de Edward Lear, "There was an
Old Person of Chili / Whose conduct was painful and silly / He sat on the
stairs eating apples and pears / That imprudent Old Person of Chili," ["Habia
una Vieja Persona de Chile,/ su conducta era odiosa e idiota: / Sentada en una
escalera comía manzanas y peras/ esa imprudente y Vieja Persona de Chile"],
así como las "Dos dedicatorias encontradas por el autor", con su nota oscura
acerca del "denso y trágico" clima psicológico de Chile, nos llevan a pensar
que Martínez quería que por los menos una de las múltiples lecturas posibles
fuese una lectura a partir de Chile. Uno de los elementos que subraya esta
lectura de La nueva novela es su posdata de múltiples páginas que comienza
con una bandera en papel de seda a colores, sobreimpuesta a las palabras "UN
LIBRO CONDENADO: POLÍTICA". Bajo la bandera aparece la ya
mencionada cita de Francis Picabia sobre la Patria y la inmolación de los hijos
(135). Aún más ominosa es la página siguiente, una gráfica con bordes negros
que tiene un conejo (no cualquier conejo sino el de Dürer) en la esquina
inferior de la derecha con las instrucciones: "Dibuje el contorno de cada
cuarto incluyendo puertas y ventanas. Marque dos rutas de escape para cada
miembro de su familia" (136). Martínez reprodujo esta página como la
contraportada del libro, pero en esta segunda reproducción el grabado del
conejo ha desaparecido. Aunque al mismo tiempo podemos leer La nueva
novela en un contexto universal, resulta claro que Martínez concibió su libro
como un texto marcado por su tiempo y lugar. Su atención a los problemas del
lenguaje, a la imposibilidad de la expresión en sistemas de significación
insuficientes, son relevantes para cualquier hablante en cualquier tiempo y
lugar, pero más aún para un escritor que vive bajo las leyes de un estado
militar represivo.

El acto de nombrar y su insuficiencia es una de las preocupaciones centrales


de La nueva novela de Juan Luis Martínez. En una inquietante combinación
de collages, hilos narrativos intermitentes, e incluso algunas payasadas, se
dramatizan las inestabilidades de nuestros sistemas de conocimiento y
denominación destacando toda su fragilidad e inconsistencia. Si los letreros
acostumbrados de la lógica, el orden, el círculo familiar y nuestros sistemas de
saber acumulado están desarticulados, ¿cómo expresamos entonces nuestra
desorientación, el "desorden de los sentidos" que ha sido procurado como un
estado de gracia poético? Casi toda la poesía posromántica ha seguido la
máxima de Rimbaud: "le poète se fait voyant par un long, immense et
raisonné dérèglement de tous les sens." Sin embargo, en La nueva novela lo
fortuito de este desorden y la ausencia de la voluntad humana en el
desordenamiento de los sentidos, no ofrecen ninguna promesa para el espíritu
poético aventurero en la búsqueda de una verdad interior. Por el contrario, la
búsqueda poética se convierte en un intento fútil de organizar el azar, de
catalogar la desarticulación para producir un espacio más cómodo.
Resulta notable en esta mezcolanza la mirada del fotógrafo. Las fotografías se
repiten a lo largo de La nueva novela, en medio de una especulación sobre la
inmovilidad de la mirada fotográfica y sus tergiversaciones en la
representación y percepción. El tiempo no se detiene, y la inconstancia de los
objetos retratados disfraza los esfuerzos de la cámara por fijar el tiempo, el
lugar y la identidad. Símbolos visuales, matemáticos y gráficos se entrecruzan
en frecuentes intentos cómicos por descifrar el orden que supuestamente
subyace en nuestro universo.

Como cualquier texto que pretende explicar alguna cosa, La nueva novela
tiene su índice, con siete capítulos, una sección de notas y referencias, y un
epígrafe. Todo parece estar en orden. Pero una mirada a los títulos de las
secciones revela de primera instancia algunos de los problemas en esta amplia
gama de "problema a resolver." Los capítulos son:

I. "Respuestas a problemas de Jean Tardieu"

II. "Cinco problemas para Jean Tardie"

III. "Tareas de aritmética"

IV. "El espacio y el tiempo"

V. "La zoología"

VI "La literatura"

VII. "El desorden de los sentidos"

"Notas y referencias"

La página nueve, titulada "El eterno retorno", precede el índice e incluye


recortes de anuncios con las fotografías de Rimbaud y Marx, recicladas para
propósitos comerciales. Entre otras cosas, aparecen preguntas sobre la
existencia, no-existencia, ausencia, sistemas lingüísticos, la curvatura del
espacio, lo infinito, la metáfora, la dialéctica del adentro y el afuera, la
aparición de canas, la política, la "página en blanco" y un hipopótamo como
parte de los ejercicios que se nos presentan. Una voz autoritaria pretende
guiarnos por este laberinto, impartiendo instrucciones, postulando los
problemas (proveyéndonos espacios en blanco para obtener las soluciones),
incluyendo notas y referencias, y asume una posición similar a la voz de
Virgilio en el viaje de Dante, o por lo menos la de un instructor competente.
Pronto resulta evidente que este "guía" paródico no es más que un simulacro,
pero es un simulacro que se basa en un sentido de control. Este guía, cuya
imprecisión ha sido ya sugerida por las múltiples versiones borradas o rayadas
del nombre del autor, tiene un amplio campo de dominio. Reproduce toda una
serie de referencias, algunas falsas, a Freud, Marx, matemáticos, poetas,
historiadores y filósofos que van desde Platón hasta Foucault. Con una obvia
influencia de las estratagemas utilizadas por Jorge Luis Borges, nuestro guía
narrativo inventa e improvisa sin perder jamás su aire autoritario, aún cuando
entra en el territorio del ridículo. Sin embargo, es evidente que este guía se
encuentra profundamente preocupado con la exploración de los sistemas de
ordenamiento de la historia y el conocimiento, pero su confusión y voluntad
de escapar de esta búsqueda adentra a los lectores aún más en una vorágine de
preguntas sin resolver.

Las referencias en los títulos de los primeros capítulos a Jean Tardieu, poeta
francés y dramaturgo del teatro del absurdo, nos dan una idea del tipo de
cuestionamientos que el texto articula. Tardieu era muy conocido por su
lirismo, su sentido teatral, y su cuestionamiento de clisés culturales. También
es el creador de un personaje cómico, el Professeur Froeppel, quien emprende
una búsqueda paranoica y fársica de un lenguaje utópico y personal que le
devolvería al habla su unidad primigenia, en ocasiones evocada como un
balbuceo de onomatopeyas.[4] Otro elemento menos evidente en las
referencias que hace Martínez a Tardieu es el hecho de que él era el líder de la
resistencia literaria durante la ocupación de Hitler en Francia en la Segunda
Guerra Mundial. Al igual que Borges, Martínez ha identificado un escritor
mucho menos conocido como su precursor personal, concediéndose así la
libertad para inventar atributos e influencias. Martínez llega incluso a
reproducir fotos del poeta cuando era un infante, así como una foto del padre
de Tardieu, el pintor Víctor Tardieu, añadiendo con ello otro hilo a la narrativa
entretejida alrededor del tema de la paternidad, tanto literaria como literal.

A lo largo de La nueva novela, Martínez juega con la búsqueda poética de


significado que ha pasado de una generación a otra. Por ejemplo, al hacer una
referencia directa a Saussure y sus descendientes, Martínez teatraliza el
problema de la arbitrariedad del signo. La crisis del sujeto significante se
puntualiza por medio de remisiones a sistemas semióticos, referencias
culturales y alfabetos inventados (e. g. "el lenguaje de los pájaros"). El efecto
de la desaparición, tanto temática como estilística, comentada por Lihn y
Lastra, agudiza la sensación de caos al intentar formular la constitución de una
subjetividad unificada. En efecto, la relaciones entre el sujeto-objeto no
permanecen estáticas. A medida que el texto progresa, la inversión del
binomio sujeto-objeto produce perplejidad e incluso irritación en el lector.
"Dígalo en la primera persona del singular" (29), como si fuera capaz una voz
singular de enunciar lo imposible. En su exploración del problema de la
subjetividad, Martínez "despoetiza" algunos de los monumentos modernos de
la poesía, tales como "Le batean ivre" de Rimbaud, "Le cimetière marin" de
Valéry, "L'Après-midi d'un faune" de Mallarmé, convirtiéndolos en juegos,
ofreciendo resúmenes de historias o retazos de imágenes visuales, y diciendo
entonces "Dígalo en la primera persona del singular", de manera que se burla
de la inhabilidad patética de hablar por sí mismo sin repetir las palabras de
otros.

Los objetos perdidos forman una especie de motivo inscrito en el desorden de


narrativas e imágenes fragmentadas. A lo largo de las páginas del texto están
desparramadas algunas sugerencias, mapas parciales, pistas falsas y letreros
con direcciones. De la misma forma, un perro está perdido, un niño pequeño
ha desaparecido, y personas ausentes en algunas de las fotografías deberían
aparecer en una foto posterior. Entre los ejercicios a resolver se encuentra la
representación de un pez inexistente, y la mencionada "casa que construiremos
mañana", que nunca se materializa, así como el fantasma de Napoleón que
aparece y se desvanece, entretejido con la búsqueda del desaparecido "Círculo
de la familia". Estas desapariciones y ausencias, y los objetos, fotos o nombres
parciales que los representan, culminan en "La Desaparición de una familia",
donde todos los objetos y personas previamente perdidas son inscritas en una
misma historia, que supuestamente debe ser lógica, pero que no recupera a
ninguno de los elementos perdidos.

Muchos de los "problemas" a resolver o los enigmas a descifrar prometen ser


un juego entretenido, o una diversión astuta para bromear con la verdad, o al
menos con las soluciones a las adivinanzas. En un momento de la búsqueda
del perro perdido se nos dice que se ha perdido en la intersección de las
avenidas Gauss y Lobatchewsky, dos nombres importantes en el desarrollo de
la geometría no-euclidiana. Las meditaciones acerca de la naturaleza del
tiempo, el espacio y la identidad se entrelazan con referencias a los grandes
pensadores sobre este tema, con cómicas referencias visuales y gráficas a
Freud, Marx, Rimbaud y otros. Pero los riesgos del espacio, el tiempo y la
identidad resultan mayores cuando los objetos perdidos se humanizan. Esto es
lo que ocurre cuando el conocido retrato de la Alicia de Lewis Carroll se
sustituye por la fotografía de otra niñita, Tania Savich, cuya foto es precedida
por otra de Hitler. Luego se narra la trágica historia de la pequeña Tania,
abandonada a su suerte por una máquina de guerra destructiva. Las zonas de la
ficción y la historia se entrecruzan, y fotos supuestamente reales de las dos
niñitas, Alicia y Tanía, confunden el mundo de las aventuras fantásticas de
Alicia en el país de las maravillas con la inimaginable realidad alucinatoria de
la Segunda Guerra Mundial. La "Nota 11" titulada "Adolf Hitler vs. Tania
Savich I. Véase: El desorden de los sentidos", se incluye en la sección final de
"Notas y referencias", y un trozo del diario de Tania documenta la
aniquilación de su familia (132). La siguiente "Nota 12" se titula "Adolf Hitler
vs. Tania Savich II", como si fuera a ofrecer alguna explicación a los hechos
previamente mencionados. Sin embargo, la Nota 12 es una reproducción de la
cubierta de la edición de 1669 de un tratado de Thomas Hobbes sobre cómo
cuadrar el círculo, una tarea obviamente imposible. Una y otra vez, realidades
inimaginables se entrecruzan con trozos de tratados, explicaciones, fórmulas
matemáticas, mapas, e ilustraciones que deben aclarar el fluir de los eventos.
Pero como las lágrimas que se capturan en una fotografía, el lenguaje mismo
se inmoviliza en su incapacidad para construir un retrato, una ruta escapatoria,
y debe siempre recurrir a "El Demonio de la Analogía" (87). En la sección
titulada "Observaciones sobre el lenguaje de los pájaros. Véase: La
Literatura", Martínez hace explícito uno de sus temas, la distancia entre el
lenguaje y el objeto:

Los pájaros no ignoran que muchos poetas jóvenes

torturan las palabras para que ellas den la impresión

de profundidad. Se concluye que la literatura sólo

sirve para engañar a pobres gentes respecto a una

profundidad que no es tal. Saben que se ha abierto un

abismo cada vez más ancho entre el lenguaje y el

orden del mundo y entonces se dispersan o enmudecen:

dispersan, dispersas migas en el territorio de lo lingüístico

para orientarse en el regreso (pero no regresan, porque

no hay adonde regresar y también porque ellos mismos se


desmigajan en silencio desde una muda gritería y lenguajean

el silencio desmigajándolo en bullicio y gritería

(126)

Al igual que varios pasajes del libro, esta sección (reproducida parcialmente
aquí) termina con una referencia al nombre del autor, un juego iniciado desde
la primera página del libro. Seguramente esta sección hace referencia al texto
Altazor, compuesto por su predecesor chileno, Vicente Huidobro. En Altazor
Huidobro postulaba un nuevo origen del lenguaje poético, una liberación de
los significados consagrados. Sus experimentos con la fonética de
"golondrina" ("La goloniña / La golongira / La golonlira / La golonbrisa / La
golonchilla...") juegan con el mismo símbolo de la poesía como canto lírico.
De igual manera termina el libro de Martínez, con una página que dice "La
nueva novela: el poeta como Superman". Este Superhombre, "primero bajo la
apariencia de un periodista, luego de un fotógrafo y, por último, tras las
múltiples máscaras de un inquietante y joven poeta chileno, que renuncia
incluso a la propiedad de su nombre" incorpora el mito que "satisface las
secretas nostalgias del hombre moderno, que [...] sueña rebelarse un día [...]
como un `héroe' cuyos sufrimientos están llamados a cambiar las pautas
ontológicas del mundo" (147). Nada en La nueva novela sugiere que el
sufrimiento de este "héroe" o cualquier otro ser humano cambiará los
esquemas del mundo. En un acto final de auto-negación, Juan Luis Martínez,
Juan de Dios Martínez anula toda trascendencia e individualismo que se pueda
identificar en cualquier cosa que él haya "creado" de los trazos del saber a su
alcance. Como en la tapa del libro, se rayan las dos versiones del apellido,
negando la paternidad del autor y la identificación tan fundamental del acto de
nombrar —ni el apellido queda intacto o inmutable.

Una y otra vez La nueva novela regresa inexorablemente a la noción


irreducible de la insuficiencia. Al enfrentarnos con los "problemas por
resolver" del mundo, debemos tratar lo imposible: "Una vez alcanzado el
infinito, desarróllese un sistema de signos equivalentes a la risa, la angustia, el
llanto, los sentimientos de simpatía y de antipatía, etc., etc..." (15). A medida
que Martínez rechaza la tradición profética de Pablo Neruda y otros padres
literarios, sigue la ruta de una tradición alterna, ruta que forjó un discurso en el
que la generación silenciada podía comenzar a hablar. La nueva novela sigue
como un texto inquietante, como una denuncia de los sistemas de significación
pero también como una apertura hacia otro tipo de autoría y de colaboración
creativa.

***

NOTAS

[1] "Chile: salir de las catacumbas. Diálogo con Raúl Zurita", Casa de las Américas (La
Habana), Enero-Febrero 1987, no. 160, n. p.
[2] Como dice Brito en Campos minados: Cabe destacar finalmente que este libro jamás fue
absorbido por el sistema dominante ni por la historia oficial. Se mantuvo y se mantiene
hasta hoy como un libro vigente para los escritores chilenos. Martínez es una referencia
cultural insoslayable; su obra, salvo escasos intentos, ha sido pocas veces abordada. No
obstante, me parece que es este escritor rebelde, enigmático, el que encabeza la línea de
lectura, claves de interpelación de la realidad, de los modos de producción textual en Chile,
dejando un camino abierto al arte joven de hoy (42).
[3] Señales de ruta de Juan Luis Martínez (Santiago: Ediciones Archivo, 1987).
[4] Ver: Un mot pour un autre ("Le professeur Froeppel", "Petits problèmes et travaux
pratiques") Paris: Gallimard, 1951, revisado y publicado como Le professeur Froeppel en
1978.

***

BIBLIOGRAFÍA

- Arenas, Braulio. "Dichas y desdichas de la poesia (La nueva novela)". En El Mercurio,


Santiago, 4 junio 1978, pag. 11
- Bianchi, Soledad. "¿La insoportable levedad...? (imágenes y textos, postdictadura y
modernidad en Chile)". Núm. 21, Centro de Investigaciones Sociales / Universidad Arcis
(Santiago), octubre 1997, 51 págs.
- Brito, Eugenia. Campos minados (Literatura Post-Golpe en Chile). Santiago: Editorial
Cuarto Propio, 1990.
- Lafourcade, Enrique. "Prueba de aptitud anti-académica o La nueva novela", ¿Qué Pasa?,
Santiago, 1 al 7 Diciembre 1977, pp. 24-25.
- Lastra, Pedro y Enrique Lihn. Señales de la ruta de Juan Luis Martínez. Santiago:
Ediciones Archivo, 1987.
- Lihn, Enrique. "Reportaje", La Bicicleta, Santiago, septiembre-diciembre 1980, pag. 28.
- Ruiz Tagle, Carlos. "La nueva novela de Martinez", La Tercera, Santiago, 23 abril 1978,
pag. 15
- Quezada, Jaime. "El año de la poesía", Ercilla, Santiago, 28 diciembre 1977, págs. 60-61.
------- "Juan Luis Martínez. El desorden de los sentidos". Ercilla, Num 2.208, Santiago, 23
al 29 de noviembre, 1977, págs. 49-50.
- Sanchez Latorre, Luis. "La nostalgia de ser chileno", Las Ultimas Noticias, Santiago, 6
enero 1979, pag. 3.
------- "La nueva novela", Las Ultimas Noticias, Santiago, 26 noviembre 1977, pag.
- Tardieu, Jean. Un mot pour un autre Paris: Gallimard, 1951 (revisado y publicado como
Le professeur Froeppel en 1978).
- Valdés, Enrique. Juan Martinez Holger: sombra y lenguaje, 'La nueva novela', Las
Ultimas Noticias, Santiago, 22 enero 1978, pag. 4.
- Valente, Ignacio. "La poesia experimental de J.L. Martinez. El Mercurio, Santiago, 20
noviembre 1977, pág 3.

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