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El cap. 40 marca el comienzo de la segunda parte del libro de Isaías, que algunos llaman
el “Segundo Isaías”. Este capítulo constituye una especie de introducción al aporte
literario de la segunda parte del libro. Sus ideas centrales hallan expresión en este
capítulo de una manera concentrada. La principal es que Jehová Dios de Israel es
soberano en la historia universal, aunque el desarrollo de los acontecimientos pueda
ofuscar a los creyentes en el sentido de que haya cosas tan importantes para ellos, pero
que lamentablemente se le escapan a Dios (v. 27). En el caso concreto de Israel en el
cautiverio, que ahora cruzaba la época incierta de la sucesión del imperio babilónico por
el imperio persa, los acontecimientos agitan el oleaje de inquietudes. ¿Habrá una voz
profética que le diga a Israel cuáles son sus perspectivas de existencia? ¿O es acaso
Jehová el Dios de Israel como los dioses de las naciones victoriosas o derrotadas, que
nada tienen que decir del presente y del futuro?
Estas inquietudes son las que responde el profeta en este capítulo, mientras pasan por
su mente las escenas de la historia, como el reto del Rabsaces, quien quiso poner al Dios
de Israel en el nivel de los demás dioses, o como la ideología imperial de Babilonia (vv.
23-25; comp. 36:18-20).
Después de haber trazado el bosquejo del pensamiento del profeta en el cap. 40,
veamos sus dos partes en las cuales vierte sus ideas: (1) En la primera parte del
capítulo introduce las buenas nuevas de redención (vv. 1-11); (2) en la segunda parte
describe la majestad de Jehová en el universo y en la historia, lo cual constituye la base
y la garantía de sus promesas de redención para su pueblo.
El v. 3 empieza con las palabras: Una voz proclama. No necesitamos identificar de quién
es la voz, si del profeta o de un ángel, o si es un recurso literario para introducir la
proclama de que en breve Jehová va a conducir a su pueblo del cautiverio a la libertad,
de Babilonia a Jerusalén, por un camino que atraviesa el desierto y el Arabá (o soledad).
A la manera de los preparativos para el paso de su majestad, el Rey, los caminos van a
ser allanados, limpiados y enderezados (v. 4). El desierto es la conciencia del pueblo,
como lo indica la palabra aqóv H6121, torcido, cuyo sentido mayormente es ético. La
redención requiere de una digna preparación. Sólo entonces se manifestará la gloria de
Jehová y todo mortal la verá (v. 5).
La continuación directa del pensamiento de los vv. 3-5 aparece en los vv. 9-11. Jehová
ya ha cruzado el desierto y el Arabá al frente de su pueblo que retorna del cautiverio
babilónico, y se dispone a subir a los montes de Judá para acercarse a Jerusalén. Aquella
misma voz que introduce el mensaje de redención en el v. 9, dice a Sion y a Jerusalén:
Levanta con fuerza la voz... tú que anuncias buenas nuevas... No temas. Di a las
ciudades de Judá: “¡He aquí vuestro Dios!“ El v. 11 hace eco del cuidado pastoral de
Jacob mientras realizaba su viaje de retorno de Mesopotamia a la tierra de promisión.
Así apacentará Jehová a su rebaño. A los corderitos (los niños) llevará en su seno, y
conducirá con cuidado a las que todavía están criando (comp. Gen_33:13-14). El retorno
de los cautivos de Babilonia se vislumbra por el mismo camino que siguieron los
patriarcas a la tierra prometida. El Arabá, es decir la llanura del Jordán que se expande
mientras se va aproximando al mar Muerto, es la antesala a la tierra de promisión. El
Arabá deja ver su regocijo por el retorno de los hijos de Israel (comp. 35:1, 2).
En medio de la secuencia literaria de los vv. 3-5 y 9-11 aparece un corto diálogo que ha
sido considerado como el relato del llamamiento del profeta al ministerio profético (vv.
6-8). Una voz le ordenó que proclamara en medio del desarrollo de los acontecimientos,
que todo mortal es hierba, y toda su gloria es como la flor del campo (v. 6). De nuevo,
entre todos los seres humanos, los reyes de Asiria y de Babilonia están en el centro de
esta evaluación. El viento de Jehová, que sopla sobre la hierba, simboliza el juicio divino
sobre los seres humanos y sus gobernantes (v. 7; comp. 23 y 24). ¡Qué contraste con el
Dios de Israel, cuya palabra permanece para siempre! Y es la palabra de Jehová la base
y la garantía de toda la esperanza del creyente, por cuanto permanece para siempre,
después que el poderío y la gloria humanas hayan desaparecido de sobre la faz de la
tierra.
(2) La segunda parte del cap. 40 tiene como propósito central sustentar aun más la base
de la esperanza en el cumplimiento de la palabra de Jehová que permanece para
siempre. En el v. 21 el profeta apela aun al conocimiento más elemental que los hijos de
Israel debieran tener de la palabra de su Dios: ¿Acaso no sabéis?... ¿Acaso no habéis
comprendido la fundación del mundo? (es decir, las primeras palabras del Génesis). Y
luego, en el v. 27 confronta a Israel con su deprimente incredulidad: ¿Por qué, pues,
dices,... oh Israel: “Mi camino le es oculto a Jehová, y mi causa pasa inadvertida a mi
Dios?“
En los vv. 22-24 el profeta vuelve a hablarnos de la majestad de Dios, como en los vv.
12-14, pero esta vez se concentra en el dominio que Jehová ejerce sobre la historia de
los hombres. Presenta a Jehová sentado sobre el cenit (lit. el círculo de la tierra). Ante
tal escena los habitantes de la tierra parecen langostas (v. 22). Y aunque en medio de
esas langostas destaquen los poderosos y los gobernantes de la tierra, Jehová los hace
desaparecer tan sólo con un soplo, que constituye su juicio histórico (vv. 23, 24).
De nuevo, en los vv. 25, 26, vuelve el profeta a describir la majestad de Dios. Después
de haber presentado su grandeza como creador de la tierra (vv. 12-18) y su majestad
sobre los seres humanos, el profeta remonta nuestra atención a la inmensa multitud de
las estrellas y dice: A todas llama por su nombre...
Si a los billones y trillones de estrellas Jehová llama por sus respectivos nombres, ¿cómo
es posible que Israel pueda pensar que algo se le pueda escapar a Dios, aunque sea tan
pequeño como el destino de un pueblo muy pequeño en medio de las naciones de la
tierra? (v. 17). ¿Cómo podría Jehová olvidar sus promesas a un pueblo que escogiera
en medio de todos los pueblos para que fuera llamado con su nombre: “pueblo de Dios”?
(comp. v. 1).
Verdades prácticas El gran teólogo Gerhard von Rad hace resaltar la necesidad de
volver a hacer énfasis en la palabra "consolar."
La salvación Dice el doctor Robert L. Cate, en su libro Teología del Antiguo Testamento,
que en el vocabulario básico del AT hay dos consideraciones respecto a la salvación: "La
salvación como liberación y como rescate." Dice que "es la segunda palabra principal en
el vocabulario veterotestamentario de la salvación, generalmente se traduce como
’rescatar’, con menos frecuencia como ’redimir’ y ocasionalmente como ’liberar’. Como
veremos, es este último sentido el que más se aproxima al significado antiguo cuando se
aplicaba a los actos de Dios. Se aprecia un contenido espiritual mucho mayor en este
término que en el anterior." (ver pág. 169). "Es más," dice el autor. "El libro de Isaías
aclara muy bien que el acto de redención por Dios era un acto de liberación y
no un acto de pagar a los opresores de Israel (Isa_50:2). El esultado final de un acto
de redención se describe en términos de regreso gozoso de los redimidos". (Isa_51:11)
(ver. pág. 170).