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Capítulo I:
Economía

La definición de economía

Para los principales autores contemporáneos, economía es “la ciencia social que estudia las
elecciones que los individuos, las empresas, los gobiernos y las sociedades enteras hacen para
enfrentar la escasez, así como los incentivos que influyen en esas elecciones y las concilian.” 1 Paul
Samuelson nos dice que economía es “el estudio de la manera en que las sociedades utilizan
recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los distintos individuos“.2
Gregory Mankiw, en su manual, la define como “el estudio del modo en que la sociedad gestiona
sus recursos escasos.”3

Estas definiciones no son citadas al azar. Los libros de los profesores Samuelson, Mankiw y Parkin –
en ese orden – son los principales textos de estudio de introducción a la economía a nivel mundial.
Como se ve, tienen como elemento en común el concepto de escasez. El profesor Lionel Robbins
fue uno de los primeros en enunciar una definición que recalca que el objeto de la economía era la
escasez: “economía es el estudio del empleo de recursos escasos que tienen usos alternativos.” 4

Sin embargo, previo a estas definiciones, los economistas entendían que su campo de acción era
bastante más acotado: la economía estudiaba la obtención de riquezas:

“La economía política hasta finales del siglo pasado (siglo XIX), únicamente aspiró a estudiar
el aspecto ‘económico’ de la acción humana, sin ser otra cosa que la teoría de la riqueza y
del egoísmo. Trataba de la acción humana en cuanto aparecía impulsada por lo que, de modo
muy poco satisfactorio, se denominaba afán de lucro, sin objetar que el estudio de los demás
aspectos de aquel actuar quedara reservado para otras disciplinas. La revolución que los
economistas clásicos desataran fue complementada por la moderna economía subjetiva, que
iba a transformar el puro análisis de los precios en la teoría general de la elección humana.”5

En efecto, la economía dista de ser únicamente un análisis meramente financiero, contable o


matemático de la realidad. Alfred Marshall, de hecho, definía economía como (…) el estudio de las
actividades del hombre en los actos corrientes de la vida; examina aquella parte de la acción
individual y social que está más íntimamente relacionada con la consecución y uso de los requisitos
materiales del bienestar.” 6 En otro pasaje de su famoso libro, insiste en que “[l]a economía es un
estudio de la Humanidad según ella vive, se mueve y piensa en los asuntos ordinarios de la vida”.7

En esa misma línea, Ludwig von Mises define a la economía como “el estudio del hombre efectivo,
frágil y sujeto a error, tal cual es; no puede ocuparse de seres ideales, perfectos y omniscientes, cual
semidioses.”8 Para Marshall y Mises, la economía es el estudio de la acción humana, y como relación
entre fines y medios, permite satisfacer necesidades y superar la escasez a la que apuntaban Parkin,
Mankiw y Samuelson.

Recientemente, uno de los economistas jóvenes más influyentes de los Estados Unidos en la
actualidad, Stephen Levitt, profesor de la Universidad de Chicago 9, nos dice que (…) la economía
es, en su raíz, el estudio de los incentivos: cómo la gente obtiene lo que quiere o necesita,
especialmente cuando otras personas quieren o necesitan la misma cosa. Los economistas aman los
incentivos. (…) El incentivo es una bala, la levadura, la llave: una cosa a menudo diminuta con un
poder increíble para cambiar una situación 10.

Este enfoque es sorprendente para un economista formado en Harvard, con un doctorado en el


MIT. Sin embargo, él mismo señala que:

“Ni yo mismo sé mucho sobre economía” (…) “ No soy bueno para las matemáticas, no sé
mucho de econometría, y tampoco sé bien cómo hacer teoría. Si me preguntas si el mercado
accionario va a subir o bajar, o si la economía crecerá o se contraerá, si me preguntas si la
deflación es buena o mala, si me preguntas sobre impuestos – la verdad, estaría mintiendo
si dijera que sé algo de alguna de esas cosas”.11

El objeto de la economía

El objeto de la economía es el estudio de la asignación de recursos. Para ello, analiza las formas de
asignación de recursos hacia necesidades, buscando su satisfacción con el menor uso posible de
bienes; es decir, de la manera más eficiente posible.

Por esto, la economía es esencialmente una ciencia social: estudia la acción humana y su
comportamiento; cada necesidad es un fin que el hombre busca alcanzar, y los medios para acceder
a dichos objetivos son los recursos que se encuentran a su disposición.

Al final del día, la asignación de recursos es la constitución de una relación jurídica: sea que el
intercambio de bienes y servicios se dé de manera voluntaria o forzosa, la asignación está
constituyendo sobre dicho recurso, y entre los agentes económicos y éste, una relación jurídica de
mucha relevancia. Cuando una persona compra en el supermercado una botella de jugo, finalmente
se está constituyendo un derecho de propiedad sobre el recurso, en beneficio del demandante-
comprador. De esta manera, toda asignación de recursos que estudia la economía implica la
constitución de derechos sobre dichos recursos.

Asimismo, como recuerda Hayek,


“(…) el problema económico de la sociedad no es simplemente un problema de asignación de
recursos "dados" —si "dados" quiere decir dados a una sola mente que deliberadamente resuelve el
problema planteado por estos "datos"—. Se trata más bien de un problema referente a cómo lograr
el mejor uso de los recursos conocidos por los miembros de la sociedad, para fines cuya importancia
relativa sólo ellos conocen.”12

La escasez de los medios como elemento fundamental de la economía

Para la economía, que los recursos sean escasos no quiere decir que haya pocos, o que estén en
extinción. Significa que las personas consideran subjetivamente que los medios a su disposición son
insuficientes para conseguir sus fines. Las personas buscan tener siempre más recursos de los que
están disponibles. Como todo recurso satisface necesidades, y las necesidades son ilimitadas, y
mayores a los recursos, se forma una escasez relativa que la economía busca analizar en cuanto son
medios para cumplir con los fines propuestos por las personas. Como dice Thomas Sowell, no se
trata que nuestro presupuesto nos restringa: es la realidad que los recursos - los medios - son
escasos, eso es lo que nos restringe.

Por ende, no son escasos aquellos bienes que nadie considera insuficientes para conseguir su fin,
aunque dispongamos de ellos en muy poca cantidad. De la misma forma, lo que no es escaso no es
tenido en cuenta a la hora de actuar, y por ello, no es un medio. Este es, por ejemplo, el caso del
aire.13

Por esta razón es que decimos que, por definición, los medios son escasos: si no fueran escasos, no
representarían un costo a la hora de actuar.

Economía y derecho

El profesor Thomas Piketty, en la introducción al Capital en el siglo XXI, critica la excesiva confianza
en modelos matemáticos de la economía y su falta de relación con otras disciplinas:

“…the discipline of economics has yet to get over its childish passion for mathematics and for
purely theoretical and often highly ideological speculation, at the expense of historical
research and collaboration with the other social sciences.”14

A la inversa, cuando los llamados operadores jurídicos – abogados, profesores de derecho, jueces,
etc. – analizan la norma jurídica o discuten sus efectos, deben también considerar los efectos
económicos que ellas producen. Como dice Hazlitt,

“[e]l mal economista sólo ve lo que se advierte de un modo inmediato, mientras que el buen
economista percibe también más allá. El primero tan sólo contempla las consecuencias
directas del plan a aplicar; el segundo no desatiende las indirectas y más lejanas. Aquél sólo
considera los efectos de una determinada política, en el pasado o en el futuro, sobre cierto
sector; éste se preocupa también de los efectos que tal política ejercerá sobre todos los
grupos.”15

Si por economía entendemos el estudio de la asignación de recursos, es innegable que la forma


material de asignación de dichos recursos se realiza a través de instrumentos jurídicos.

Las asignaciones de recursos – bienes o servicios – se realizan, por lo general, de manera voluntaria
entre las personas. Cuando compramos, vendemos, o intercambiamos una cosa con otra persona
o en el comercio, estamos realizando un intercambio voluntario de bienes o servicios que constituye
una asignación de ese bien – por ejemplo, una bebida – por parte de quien tiene el recurso – el
supermercado – hacia quien tiene la necesidad – una persona con mucha sed.

La economía nos aporta el marco analítico para revisar las causas y los efectos de dicha asignación
voluntaria entre agentes económicos – como por ejemplo, estudiar al supermercado como oferente
de productos, a la persona como demandante, a las industrias como proveedores, etc. Sin embargo,
la economía toma por supuestos instituciones como la propiedad o la libertad, que son
presupuestos necesarios para que se realice dicha asignación. De la misma manera, también la
economía revisa el efecto que tienen ciertas regulaciones dentro del mercado que pueden afectar
– positiva o negativamente - su libre funcionamiento. La economía revisa los efectos que pueden
tener estas regulaciones – tanto las existentes, como sugerir también alguna nueva. En estos dos
puntos es donde entra el derecho en escena.

Derecho y economía

Si la acción humana es la esencia de la economía, y señalamos que el intercambio voluntario es la


forma de intercambio más común, resulta necesario revisar cuáles son los presupuestos necesarios
para que la acción produzca el efecto deseado, y para ello es necesario utilizar las herramientas que
otorga el derecho.

En el ejemplo que dábamos anteriormente, la existencia de un intercambio voluntario requiere dos


personas que deseen mutuamente realizar dicha transacción. Si el intercambio es, por ejemplo, una
persona que contacta a un vendedor de un computador usado por internet, y se reúnen para
concretar la venta, el derecho de manera silenciosa – o utilizando un concepto técnico, supletoria
– ha intervenido en todo el proceso de intercambio.

En primer lugar, suponemos que el vendedor del computador usado es dueño de ese bien. El vínculo
que tiene el agente económico vendedor con el recurso ofrecido, por ende, es una relación de
dominio, que el derecho define – en Chile, a través del artículo 582 del Código Civil – y resguarda –
en el artículo 19 n. 24 de la Constitución Política. Asimismo, reconoce al dueño una serie de
derechos sobre su bien o servicio, y le confiere diversas acciones judiciales para poder hacer valer
su posición.

El comprador, ciertamente, tiene la expectativa de ser dueño del computador usado, y desde las
tratativas y negociaciones preliminares que tiene con el vendedor ya es sujeto de protección y
responsabilidades frente a éste. Pero sin lugar a dudas, el derecho más importante que tiene el
comprador es el poder ser dueño del recurso que está comprando. Esta facultad que tiene el
comprador – o demandante, si lo miramos desde una perspectiva económica – se encuentra
resguardado expresamente por el derecho – en nuestro país, en el artículo 19 n. 23 de la
Constitución Política.

Dependiendo de las partes que intervienen en el intercambio voluntario, el derecho puede


establecer ciertos beneficios o cargas distintas; si por ejemplo, el vendedor es un comerciante y el
comprador una persona común y corriente, la Ley de Protección al Consumidor resguardará más
férreamente dicha relación, estableciendo derechos como la garantía ante fallas del producto, o el
derecho a devolución. Si se compra un bien inmueble, por ejemplo, el derecho establecerá que la
forma de entrega del bien no es simplemente pasándole las llaves al comprador, sino que exigirá
que se realice una escritura pública y se inscriba la transferencia en el Registro del Conservador de
Bienes Raíces respectivo.

Pese a que la regla general es la asignación de recursos por la vía del intercambio voluntario, existen
situaciones en que se producen asignaciones de tipo forzosa. Un robo, por ejemplo, representa una
situación en que la propiedad cambia de asignatario sin el consentimiento de su oferente. Por ende,
podemos suponer que no existe un beneficio para él con dicha transacción – porque de otra
manera, él la habría realizado sin necesidad de ser forzado a ella.

Pero existen otros supuestos de intercambios forzosos que no constituyen delitos. Los impuestos
representan también una forma de asignación obligatoria de bienes en beneficio del Estado. Como
la generalidad de las transacciones comerciales de consumo están gravadas con impuesto – como
el impuesto al valor agregado, IVA –, así como también la renta de la mayoría de las personas, no
podemos suponer que las personas tienen opción de no ejecutar un hecho gravado con impuestos.
Por ende, constituye una forma de intercambio obligatorio que el Estado las obligue a entregar un
determinado porcentaje de dinero, traspasando por ende la propiedad de dicho recurso de manos
del particular hacia él.

Dependiendo del régimen hereditario aplicable en cada país, la herencia igualmente puede
considerarse, también, una forma de asignación forzosa de bienes. En Chile, por ejemplo, no es
posible que una persona pueda disponer completamente del destino de sus bienes al morir, dado
que la ley la obliga a considerar exclusivamente como asignatarios, al menos en tres cuartas partes
de sus bienes, a determinadas personas con un vínculo de parentesco, denominados asignatarios
forzosos. Sólo sobre un cuarto de los bienes de una persona, éste tiene el derecho de disponer
libremente de ellos.
Sea que el intercambio de bienes y servicios se dé de manera voluntaria o forzosa, la asignación
está constituyendo sobre dicho recurso, y entre los agentes económicos y éste, una relación jurídica
de mucha relevancia. Cuando una persona compra en el supermercado una botella de jugo,
finalmente se está constituyendo un derecho de propiedad sobre el recurso, en beneficio del
demandante-comprador. De esta manera, toda asignación de recursos que estudia la economía
implica la constitución de derechos sobre dichos recursos.

El derecho, como ha señalado Veljanovski, es una máquina de costos. Cada norma jurídica tiene un
efecto en los costos del mercado, sea subiéndolos o bajándolos. Impuestos, subsidios,
prohibiciones, cuotas de producción, etc, son analizados por la economía como costos que
encarecen el intercambio de bienes y servicios, y en algunos casos puede implicar que el resultado
no sea el más eficiente posible.

Con lo anterior ya explicado, podemos entender que para un economista los derechos representan,
indudablemente, costos. En efecto, la ley, los contratos y las sentencias imponen día a día una serie
de costos para la toma de decisiones de los agentes económicos – que, como recordamos, siempre
buscan obtener el mayor beneficio de sus escasos recursos disponibles.

Por esta razón, muchos economistas han enfocado sus esfuerzos en estudiar y proponer formas en
que el derecho – y los costos que éste impone sobre las conductas – puede ser más eficiente. Es
decir, cómo el sistema jurídico puede obtener los mismos resultados de disuasión de delitos,
cumplimiento de contratos o prevención de accidentes de la manera menos costosa posible.
Capítulo II:
Las personas actúan: la importancia de la teoría del valor

Como señalamos, toda persona, al actuar, lo hace porque aspira a pasar de un estado menos
satisfactorio, de menor bienestar, a otro estado mejor. Las personas actúan cuando (1) no están
satisfechas con su condición actual, (2) tienen la idea de una condición distinta, y (3) cuando creen
que al actuar van a mantener una condición mejor que en la que estarían sin la acción. Si es posible
actuar para mejorar, el hombre lo hará.

Sobre esto, nos dice Mises:

“El fin último de la acción siempre es la satisfacción de algún deseo del hombre actuante.
Puesto que nadie puede reemplazar los juicios de valoración del sujeto en acción por los
propios, vano resulta enjuiciar los anhelos y las voliciones de los demás. Nadie está
calificado para decidir qué hará a otro más o menos feliz. Quienes pretenden enjuiciar la
vida ajena o bien exponen cuál sería su conducta de hallarse en la situación del prójimo, o
bien, pasando por alto los deseos y aspiraciones de sus semejantes, limítanse a proclamar,
con arrogancia dictatorial, la manera cómo el prójimo mejor serviría a los designios del
propio crítico.”xvi

Como las personas pueden dominar su instinto, puede decidir no satisfacer una necesidad
primaria y, en cambio, cubrir una necesidad suntuaria que valore más. Esto no es irracional en
absoluto. “(…) para el hombre no constituye un imperativo ineludible el doblegarse ante dichas
apetencias.” xvii

Todas las personas tienen preferencias y una escala de valores, bajo la cual jerarquizan sus
necesidades y, en base a ello, utilizan los medios - los recursos – que tengan disponibles,
asignándolos a conseguir tal o cual fin.xviii Dicho orden de prioridades es intrínsecamente subjetivo,
así como también la decisión de uso de recursos para satisfacer necesidades. Por ejemplo, tal
como una persona con hambre puede utilizar un pedazo de pan para alimentarse, también puede
con ello dar de comer a las palomas en una plaza. La decisión que tome la persona será aquella
que le genere el mayor bienestar; es decir, aquella donde el valor del fin que consigue es más alto
que su costo. Es decir, optará por aquella alternativa que le genere el mayor valor.

Podemos definir valor como “la importancia subjetiva que los individuos atribuyen a sus distintos
fines”.xix La determinación del valor que genera una decisión es esencialmente subjetiva.
Dependerá de cada persona señalar cómo una determinada conducta le genera un mayor valor
que otra. La opción que la persona deseche será su costo de oportunidad, el cual será siempre –
siempre - menos valioso que la decisión – si no, hubiese escogido la opción que representa ahora
el costo de oportunidad. Las personas deciden siempre aquella opción que maximiza su valor.

Fines, beneficios y valor

Entendemos por fin aquello que el hombre se propone lograr por la vía de la acción. Como en
principio las personas actúan porque subjetivamente consideran que el fin propuesto es para ellas
más deseable que mantenerse en su estado actual, ello significa que las personas esperan obtener
de su actuar un mayor valor, es decir, un beneficio. El beneficio es, por tanto, aquel fin buscado
por la persona al actuar; es la ganancia que se obtiene de la acción humana. El beneficio – también
llamado ganancia, lucro o plusvalía - constituye el incentivo que mueve o motiva el actuar.xx Esa
apreciación subjetiva que la persona da al fin deseado se denomina valor.

Medios para satisfacer necesidades y su utilidad

Definimos como medio a todo aquello que la persona cree que le permitirán alcanzar el fin
deseado. Los medios para satisfacer los deseos del hombre se llaman bienes, en caso de ser
corporales o tener un ser real; si no lo tienen, se le llama servicio. Los bienes pueden ser
clasificados en una de dos categorías: (a) son inmediata y directamente utilizables en la
satisfacción de lo que el actor quiere, o (b) pueden ser transformables en bienes directamente
utilizables sólo en algún momento en el futuro—esto es, son medios indirectamente utilizables.
Los primeros se llaman bienes de consumo o bienes de primer orden. Los segundos se denominan
bienes de producción, factores de producción o bienes de orden superior.xxi Este segundo orden de
bienes nos ayuda al aumento de los medios para satisfacer las necesidades.

La apreciación subjetiva que la persona le atribuye al medio, en función del valor del fin que la
persona busca conseguir con su uso, se conoce como utilidad.

La importancia del conocimiento para la acción humana

Hemos insistido en que la economía tiene por objeto de estudio a la acción humana. El hombre
actúa siempre en busca de un fin, de un mayor beneficio o valor que el poseído actualmente. Sin
embargo, la acción humana requiere de conocimiento o información para actuar. Del
conocimiento o información de la persona dependen que ella conozca los medios necesarios para
alcanzar sus objetivos, y de hecho, ese mismo conocimiento influye definitivamente en los fines a
los que cada persona aspire. Cada persona, en la posición en que esté, tiene un conocimiento de
las circunstancias particulares en que está rodeada. Ese conocimiento es valiosísimo para su toma
de decisiones. Los precios, de la misma forma, nos entregan información respecto a la valoración
de dicho bien por la sociedad.

Los problemas de falta o conocimiento imperfecto son denominados en economía problemas de


información, y los veremos cuando revisemos las fallas de mercado.

La acción de las personas es siempre racional, pero la racionalidad no es perfecta.

La piedra angular del análisis económico descansa en un supuesto sumamente estudiado y


discutido en la literatura científica, - sin que se haya propuesto, empero, una mejor solución al
tema -: el supuesto de racionalidad del agente económico. Es decir, que los agentes económicos
tomar sus decisiones de asignación de recursos escasos de manera racional. El ser humano es
racional, y por ende, su actuar siempre, por definición, es racional.

Por esto, para la economía, racional no significa ni inteligente ni óptimo: la racionalidad implica
que dicha decisión pueda ser prevista por el sistema económico; es decir, que los medios que está
utilizando para conseguir su fin sean los apropiados. Por ende, que la decisión de la persona sea
racional no quiere decir que esté libre de error: ciertamente su decisión puede implicarle pérdidas
por haber elegido ciertos fines o medios sin darse cuenta que existían otros mejores. Esto no
significa que el actuar de la persona haya sido irracional. Decir que el actuar de una persona es
irracional implica decir que está actuando de manera contraria a la naturaleza humana, y significa
también que estamos desconociendo la escala de valores subjetivos de la persona que tomó la
decisión. Sin embargo, si una persona pretende alimentarse sólo de aire y sol, o decide llenar su
estanque del auto de alcohol de quemar en vez de bencina, estamos frente a decisiones
irracionales.

Afirmar que el ser humano actúa siempre racionalmente no quiere decir que, en algunos casos, su
racionalidad esté limitada o alterada por factores externos que lo hacen confundir su propia escala
de valores, o que simplemente lo engañan. Esto puede configurar, en algún sentido, una “falla de
mercado”, como analizaremos más adelante.

La importancia del tiempo en la acción humana

La acción humana se desarrolla dentro de un contexto temporal; los medios y fines buscados por
las personas con sus actos van cambiando según el marco de tiempo. Por ende, el tiempo que nos
interesa es de tipo subjetivo; es decir, aquel marco temporal que puede influir en la acción
humana. Hay personas, por ejemplo, que asumiendo que les pagarán mañana, hoy pueden gastar
más dinero. Este marco temporal es muy corto – sólo unas pocas horas – pero para la persona
puede resultar muy significativo.

El costo de la acción humana: al actuar, las personas estamos renunciando a algo

Cuando una persona se da cuenta que desea un fin determinado, y descubre y selecciona unos
medios para alcanzar ese fin, simultáneamente renuncia a lograr otros fines distintos que para él,
en principio, tienen un valor menor, y que cree que podrían alcanzarse utilizando alternativamente
esos mismos medios a su disposición.

Se denomina, entonces, costo al valor subjetivo que las personas dan a los fines a los que renuncia
cuando decide seguir y emprende un determinado curso de acción. Es decir, la acción siempre
implica renuncia; el valor que el actor da a lo que renuncia es su coste, y éste consiste por esencia
en una valoración, estimación o juicio netamente subjetivo.xxii

Cuando comparamos la acción con aquello que hemos tenido que renunciar, y que era lo que más
valorábamos antes de buscar conseguir aquello aún más valioso, lo denominamos costo de
oportunidad. De la misma manera, distinguiremos más adelante entre costos fijos, variables, etc.
Sin embargo, todos ellos responden a la misma naturaleza: siempre un costo será aquello a lo cual
renunciamos cuando actuamos para obtener otra cosa.

Si cuando realizamos una determinada acción, estamos renunciando a alguna otra alternativa – o
quizás muchas, una forma de representar esta disyuntiva en sus posibilidades de actuar a través
de un sencillo gráfico:
Estudiar

Trotar
Hemos seleccionado dos acciones que podríamos realizar hoy: estudiar y trotar. Si hoy tuviera 10
horas disponibles para realizar cualquiera de las dos actividades, yo puedo disponer de mi tiempo
y dedicar las mismas 10 horas a estudiar – con lo cual, dedico entonces 0 horas a trotar -, o en
cambio dedicar 10 horas al deporte. También puedo dedicar 2 horas al deporte, y 8 horas a
estudiar. Lo importante es que me mantengo en mi restricción de tiempo: 10 horas.

En el ejemplo que hemos dado, las 10 horas de tiempo son la frontera de posibilidades. Cualquier
combinación que hagamos y que esté dentro de esa frontera es posible. Sin embargo, como no
podemos dedicar en nuestro ejemplo 10 horas a estudiar y 3 horas a jugar fútbol, ese punto está
fuera de nuestra frontera de posibilidades.

¿Y si quiero dedicar 5 horas a estudiar y sólo 1 hora a jugar fútbol? Este caso sí es posible de realizar
ya que está dentro de la frontera de posibilidades. Sin embargo, estamos dejando de utilizar
recursos que tenemos disponibles – en nuestro ejemplo, el tiempo.

Por supuesto que uno, en la práctica, puede dedicar 1 hora a estudiar, 1 a hacer deporte, y el resto
del tiempo puede descansar, compartir con amigos o la familia, etc. La comparación que hemos
hecho es sólo entre dos factores, considerando sólo como un recurso al tiempo. Sin embargo, lo
valioso de este modelo económico es que nos permite mostrar que siempre una determinada
conducta implica renunciar a alguna otra actividad.

La vida nos enfrenta a decisiones relativas a los costos de cada decisión: comprar más chocolate
puede significar reducir mi compra de bebidas, si tengo un presupuesto limitado. Imagine el
mismo gráfico anterior, pero analizando una política pública: ¿qué es mejor construir: cárceles u
hospitales? Lo que nos muestra este modelo económico es, justamente, que toda acción humana
enfrenta la disyuntiva de renunciar a otra alternativa.

La relación entre valor y utilidad marginal.

Analicemos un famoso caso a lo largo de la historia económica: la llamada “paradoja del valor”. Si
es más valioso aquello que más necesitamos, ¿por qué los diamantes son más valiosos que el
agua? El valor es subjetivo, pero más específicamente, valoramos las unidades específicas de
bienes o servicios que necesitamos. El agua es menos valiosa que los diamantes porque estos
últimos son más escasos, pero también porque una unidad adicional de agua para nosotros tiene
muy poco valor. En cambio, en el medio del desierto, cualquier persona que no ha tomado agua
en días querría cambiar un diamante por un litro de agua. Sin embargo, cuando le ofrezcamos un
litro de agua más, no tendrá el mismo valor que el primer litro que le dimos. Por eso, el análisis
del valor debe realizar en términos marginales: es decir, el valor de la última unidad del bien o
servicio. Esa última unidad – por ejemplo, el segundo litro de agua en nuestro ejemplo – no tiene
el mismo valor que la primera unidad – el primer litro de agua.

Llamamos a la última unidad del bien o servicio una unidad marginal. Por eso Mankiw señala que
las personas piensan “en términos marginales”: una persona toma una decisión si y sólo si el
beneficio marginal es superior al costo marginal.xxiii La enunciación de este cálculo fue desarrollado
por un alumno de Carl Menger, Friedrich von Wieser, quien lo llamó utilidad marginal. Por eso,
tiene mucho sentido la famosa frase “¡Mi reino por un caballo!” que dice Ricardo III en la obra de
teatro de Shakespeare.

La utilidad marginal tiende a ser decreciente

La denominada “ley de la utilidad marginal decreciente” postula que mientras aumentamos en


una unidad los bienes y servicios disponibles, su utilidad marginal se reduce. Eugene Ritter von
Böhn-Bawerk lo explica con el siguiente ejemplo:

Un agricultor colonial, cuyo campo se mantiene a sí mismo en el bosque primitivo, lejos de


los lugares predilectos de los hombres ocupados, sólo ha cosechado cinco sacos de maíz.
Estos le deben servir hasta el próximo otoño. Siendo un alma ahorrativa, empieza a planear
el empleo de estos sacos durante el año. Necesita un saco para mantenerse con su vida
hasta la próxima cosecha. Un segundo saco se requiere para completar ese magro vivir y
mantenerse sano y vigoroso.

Más granos que esto, en la forma de pan y alimentos hechos con harina, no tiene necesidad
ni deseo. Por otra parte, sería muy deseable tener algo de comida animal, y se deja a un
lado, por lo tanto, un tercer saco para alimentar a las aves de corral. Un cuarto saco que
destina a la fabricación de cerveza. Supongamos, ahora, que sus diversas necesidades
personales han sido provisionados en su totalidad por este prorrateo de los cuatro sacos, y
que no se le ocurre nada mejor que hacer con el quinto saco de alimentar a un número de
loros, cuyas travesuras lo divierten.

Naturalmente, estos diversos métodos de emplear el maíz no son iguales en importancia.


Si, para expresar esto en breve en las figuras, hacemos una escala de diez grados de
importancia, nuestro agricultor, naturalmente, le da la cifra más alta (10) al mantenerse
con vida; a su salud le dará, por ejemplo, el número 8; luego, bajando la escala, podría darle
el número 6 a la mejora de su dieta por la adición de carne, el número 4 al disfrute que
recibe del licor, y, por último, al mantenimiento de los loros, como expresión del menor
grado de importancia, le dará la cifra más baja posible (1). Y ahora, poniéndonos en la
imaginación en el punto de vista del agricultor, nos preguntamos, ¿Cuál de estas
circunstancias será la importancia, en lo que respecta a su bienestar, de un saco de maíz?
xxiv

La forma de responder a esta pregunta sería ver qué ocurre cuando nuestra persona en el ejemplo
pierde un saco de maíz. Probablemente, en nuestro ejemplo, priorice las necesidades vitales y en
consecuencia, no alimente a sus loros.

Esto – para Böhm von Bawerk – explica el sorprendente resultado de que bienes
comparativamente “inútiles”, como diamantes y perlas, tengan un valor tan alto, a diferencia de
bienes más “útiles”, como el pan o el hierro, cuyo valor es menor, o en comparación con el agua
y el aire, cuyo valor es prácticamente nulo.xxv
Capítulo III:
Libertad y propiedad

Asignaciones de recursos voluntarias y forzosas

La consecuencia de entender un concepto subjetivo de valor es, a nuestro parecer, la necesidad


de resguardar la libertad de las personas para adoptar sus decisiones económicas.

Es posible señalar la existencia de dos tipos de formas de intercambio: aquellos voluntarios y otros
forzosos, o involuntarios. Un conjunto de intercambios voluntarios conformará lo que conocemos
como mercado. Existen otras formas de asignación donde la autoridad suple – o limita - la voluntad
de las personas. En estos casos, es el Estado – o un tercero cualquiera - el que está forzando la
asignación.

Intercambios voluntarios

Cuando dos personas realizan un intercambio voluntario, ambas están obteniendo un beneficio.
El valor que cada parte recibe es subjetivo; no podemos saber cómo valora cada persona lo que
recibió. Cuando el pan se vende a $800 el kilo, sabemos que su vendedor está obteniendo un
beneficio monetario por esta venta, y sabemos que el comprador prefiere tener el pan antes que
$800 en el bolsillo. ¿Cuál es el beneficio de ambos? No lo sabemos con certeza, pero sabemos que
existe: de no ser beneficioso para ambos, no habría habido intercambio.

Cuando actuamos – producimos, compramos, vendemos, intercambiamos, consumimos, etc. –


siempre consideramos una situación específica a la luz de las condiciones particulares que
enfrentamos en ese momento. Una persona actúa cuando la satisfacción que espera recibir – o la
molestia que espera evitar – al actuar vale más en su mente que el valor del tiempo y la energía y
cualquier otra cosa que debió hacer o dejar de hacer para realizar el intercambio.

Intercambios involuntarios

En cambio, cuando dos personas realizan un intercambio involuntario, no sabemos realmente si


están obteniendo los dos algún beneficio, o si lo hace sólo uno de ellos. Si el precio del pan está
fijado por la autoridad en $800, pero su costo es mayor para el panadero – digamos, $1.000 - ,
puede ser que los panaderos quieran funcionar asumiendo la pérdida, o puede ser que cierren sus
panaderías y se dediquen a vender otra cosa. En estos casos, la propia autoridad puede forzar la
venta a ese precio – prohibiendo cerrar las panaderías -, o puede simplemente abrir panaderías
del Estado que vendan al precio fijado. En estos casos, los compradores de pan tienen un
beneficio: comprar pan más barato. En cambio, pareciera que los vendedores de pan no están
siendo beneficiados. Sin embargo, el Estado sí considera que se está obteniendo un beneficio
social al fijar el precio del pan – de otra forma, no lo haría.

En estos casos, el valor que recibe – o que fija - la autoridad es objetivo. Es la autoridad la que
sustituyó el análisis de valor de las partes por su propia valoración.

Las personas libremente determinan cuántos bienes quieren transan por otros, porque esto
dependerá del valor que ellas le otorguen a las cosas que esperan conseguir, y a las cosas que
están entregando para obtenerlas. Esto, como dijimos, forma los precios. Sin embargo, cuando la
autoridad interviene en esta valoración, sustituyéndola por su propio juicio, los precios entonces
no corresponden a la valoración de las personas sobre los bienes, sino a la que el Estado considera
que debe ser.

No todos los intercambios involuntarios son forzados por el Estado. Un robo, por ejemplo, es un
intercambio entre particulares donde el uso de la fuerza ha impuesto el resultado.

La propiedad como forma de asegurar el valor de las acciones de las personas

Las personas al actuar libremente – y por ende, al buscar el mayor valor posible – desean
mantenerse en ese mejor estado. Asimismo, si las personas tienen un derecho a dicha libertad,
deben por ende mantener un derecho a la propiedad – es decir, a poder excluir a otros de su
injerencia.

Existiendo derecho de propiedad, las personas pueden hacerse dueños de lo que obtengan,
controlar su posesión y defenderla. La propiedad es la base del intercambio: produce incentivos
para el intercambio – nadie querría realizarlo si no puede ser dueño de lo que obtenga, y nadie
querría comprar si no es a su dueño. Permite tener control – uso, goce y disposición - de lo que se
produce.

La propiedad, por ende, es una forma de resguardar recursos rivales y excluibles. “(…)
entenderemos por derechos de propiedad todos aquéllos, tanto personales como reales, que
reconocen a sus titulares la enajenabilidad y la exclusividad sobre los mismos; es decir, la potestad
de disponer libremente de ellos y la posibilidad de utilizarlos con exclusión de todos los demás o
disfrutarlos libremente.” xxvi
Entendemos por rivalidad aquella propiedad de un bien según la cual el uso de una persona
disminuye el uso que otra persona pueda dar al mismo, y por exclusión la propiedad de un bien
según la cual se puede impedir que una persona la use. xxvii

El profesor Fernández Concha en su Filosofía del Derecho, la definía de forma bastante similar:
“(…) la facultad de apoderarse de las cosas del mundo y de reservarlas para sí con exclusión de los
demás.”xxviii

La propiedad permite el ingreso, el ahorro y la inversión.

Por ingreso nos referimos a los bienes y servicios que una persona puede utilizar para el consumo.
Dichos bienes provienen, generalmente, de la venta de su trabajo y los frutos de sus posesiones.
Cuando una persona gasta menos en consumo que su ingreso durante un período de tiempo, la
diferencia se denomina ahorro. Cuando una persona utiliza bienes para generar un mayor ingreso
a futuro, se denomina inversión. La desventaja del ahorro es que reduce el consumo actual; el
beneficio es que se posterga para un consumo futuro.

Sin propiedad, el ahorro y la inversión se desincentivan, dado que no hay certeza de la protección
al control de la persona sobre los bienes ahorrados, ni tampoco de aquellos que se encuentran
invertidos. El incentivo está, entonces, a no ahorrar ni invertir: sólo a consumir.

Sin propiedad no hay incentivo para realizar acciones que requieren una inversión: si el beneficio
de mi acción se traslada a terceros, no existe motivo para desarrollar una actividad. Me abstengo
de realizar actividades económicas rivales, pero sin capacidad de exclusión, para así evitar los free
riders que no puedo excluir porque no hay propiedad.

Los incentivos al ahorro y a la inversión estarán determinados por factores como el valor de los
bienes en el tiempo – su valor futuro, y la rentabilidad esperada por la inversión, por ejemplo. Es
decir, pueden existir incentivos que hagan que las personas posterguen intercambios o consumo
futuro para realizarlo a futuro, sea como oferentes o demandantes de un bien o servicio, como
veremos más adelante.

El profesor José Joaquín Ugarte, en su Filosofía del Derecho, nos dice que:

La razón de que todo hombre por ser tal tenga derecho a la propiedad, es decir el derecho
de adquirir bienes incluso productivos como propios y conservarlos en su dominio, pudiendo
excluir de ellos a los demás hombres, es que los bienes exteriores son necesarios o útiles
para el desenvolvimiento de la vida humana, son limitados y están ordenados al hombre
(…)

El derecho de dominio ha de facultar al hombre no sólo para usar, gozar y disponer de las
cosas, consumiéndolas si es necesario o conveniente, o enajenándolas para adquirir otros
bienes, sino también para darlas gratuitamente a otros, proveyendo así las necesidades
ajenas, según debe ser posible, en virtud de la sociabilidad humana, que implica cierta
tutela de cada uno respecto del bien del prójimo. (…)

La facultad de excluir a los demás de los viene en que uno tiene dominio, facultad que está
implícita en el concepto mismo de propiedad privada, deriva del hecho de ser limitada la
utilidad de los bienes, y por otra parte de la libertad e independencia de las personas (…).xxix

El rol del Estado en relación a la acción humana y la propiedad

El Estado – entendiendo por tal al Gobierno - tiene el monopolio de la fuerza. Debe asegurar que
los intercambios sean voluntarios y que la propiedad – y sus facultades: el uso, el goce y la
disposición - no sea vulnerada. Es decir, el Gobierno debe proteger los derechos de los individuos
a actuar libremente y a mantener su propiedad pacíficamente.

En ausencia de impedimentos para efectuar intercambios, las personas realizarán


todas las transacciones posibles que sean beneficiosas

Aunque existan situaciones que puedan mejorar la condición de una persona, pueden existir
incentivos (o desincentivos) para ciertas conductas. Cuando hablamos de intercambios, en la
práctica nos estamos refiriendo a formas de asignación de un determinado recurso – o derecho.

Si dos personas pueden negociar libremente, al parecer la asignación que se pueda realizar – sea
que ésta ocurra o no – será la más beneficiosa para ambas partes en dicho estado. Sin embargo,
hay muchas transacciones que no se realizan por los costos asociados a dicho intercambio.

El economista Ronald Coase, durante la década del ’30, analizó la importancia de la regulación
jurídica y los costos que ésta imponía en el mercado. A propósito de la estricta regulación del
espectro radioeléctrico en Estados Unidos a comienzos del siglo XX, Coase señaló que parecía más
razonable que los particulares pudieran negociar libremente los derechos sobre cada concesión,
a que fuera el Estado quien las asignara discrecionalmente. Al no poder transferir los derechos
sobre cada señal de radio, finalmente existían casos en que quien la poseía no era el que obtenía
mayor beneficio de ello, sino que simplemente explotaba la concesión porque le fue asignada.
Esto dejaba de lado en el mercado a muchas personas que, queriendo obtener una concesión de
radio, finalmente no les era asignada.

Para Coase, en este caso el derecho estaba imponiendo costos a la negociación entre las partes,
con la prohibición de la transferencia. Al existir este altísimo costo de transacción, no existía una
solución eficiente en el mercado para la transferencia de derechos sobre el espectro
radioeléctrico. En casos como éste, donde los costos de transferencia son altos, la asignación
inicial adopta una especial importancia.

Entendemos por asignación inicial aquella asignación del recurso previa a la negociación entre las
partes. Para Coase, era indiferente quien tuviese asignado el derecho inicialmente, si los costos de
transacción no existían, es decir, si la transferencia de dichos bienes y servicios se podía realizar
sin mayores costos que el propio de la cosa entregada. Mientras más altos fueran los costos de
transacción, menos eficiente sería la asignación de recursos.

George Stigler, aplicando lo explicado por Ronald Coase, llamó “costos de transacción” a los costos
en que incurren los agentes económicos para la asignación de un recurso. En ausencia de dichos
costos de transacción, la asignación de un derecho sería la más eficiente posible. A esta afirmación,
Stigler la denominó “teorema de Coase”.

Existen numerosas formas de definir este teorema. En nuestro caso, lo enunciaremos de la


siguiente forma:

Ante la ausencia de costos de transacción, la asignación de un derecho será la más eficiente


posible, con independencia de la asignación inicial.

Nótese que para Coase, la posibilidad de intercambio en ausencia de costos de transacción


permite arribar a la asignación más eficiente con independencia de la asignación inicial del
derecho. Esto, porque se permite a las partes la posibilidad de modificar esa asignación inicial y,
en definitiva, reasignarla a la persona que más valora dicho recurso.

Ciertamente, el mundo coasiano no existe; no hay casos de inexistencia de costos de transacción


en una negociación. Sin embargo, sí es posible reducirlos lo más posible, y por de pronto, ser
consciente de la importancia de cuantificar los costos de transacción insertos en una negociación
ayuda a que ésta se realice en los términos más eficientes y beneficiosos posibles para las partes.

Esto quiere decir que, al contrario, si nos vemos enfrentados a situaciones de costos de
transacción altos, la asignación inicial del derecho – o del recurso - sí resulta relevante.
Capítulo IV:
Cooperación social, intercambios y mercado

La acción humana y la propiedad dan lugar a la división y especialización del trabajo

Si las personas no tienen propiedad, no pueden intercambiar los bienes que poseen. Esto, dado
que no pueden entregar algo y asegurar a quien lo recibe que lo adquirirá de manera exclusiva (es
decir, rival) y excluyente.

Al no poder realizar intercambiamos, las personas deberían producir cada una todos los bienes
que necesitan para satisfacer sus necesidades. La propiedad permite el intercambio, que a su vez
permite la especialización. La misma existencia de una moneda como bien, permite que los
intercambios se basen en unidades monetarias, y no en la coincidencia de necesidades. La
especialización del trabajo, asimismo, permite la existencia de las llamadas economías de escala y
el desarrollo de ventajas comparativas y absolutas. Tal es la importancia de la especialización del
trabajo, que Adam Smith comienza La riqueza de las naciones señalando que:

“[t]he greatest improvements in the productive powers of labour, and the greater part of
the skill, dexterity, and judgment, with which it is anywhere directed, or applied, seem to
have been the effects of the division of labour.”xxx

La especialización y división del trabajo y la cooperación permite aprovechar las


ventajas comparativas

Las personas se benefician de la especialización en la producción de bienes y servicios. Cuando


una persona, en un mercado, es capaz de producir una mayor cantidad de bienes y servicios que
el resto de sus pares en el mismo período de tiempo, decimos que tiene una ventaja absoluta en
la producción de dichos bienes. En cambio, una persona tiene una ventaja comparativa con la otra
si es capaz de producir bienes o servicios a un menor costo de oportunidad que el resto.
Explicaremos los beneficios que se obtienen aprovechando estas ventajas con un ejemplo.
Imaginemos que la especialización y división del trabajo todavía no existen, y Pedro y Juan son
vecinos. Cada uno produce su propio pan y pesca lo necesario para subsistir diariamente, para lo
cual destinan 3 horas del día a esta tarea. Pedro puede pescar 1 pez por hora o hacer 2 panes.
Juan, en cambio, puede pescar 6 peces o hacer 3 panes por hora.
Para que cada uno tenga una dieta equilibrada entre panes y peces, si Pedro dedica 1 hora a hacer
pan, y 2 horas a pescar, en tres horas obtendrá 2 panes y 2 peces. Juan, si dedica 1 hora a pescar,
y dos horas a hacer pan, obtiene 6 panes y 6 peces.

Peces Panes

2 2
Pedro
6 6
Juan

Totas de 8 8
bienes

Figura 1. La producción de Pedro y Juan sin especialización y sin intercambio

Claramente, Juan es muchísimo más productivo que Pedro. Decimos, entonces, que Juan tiene
una ventaja absoluta sobre Pedro en la producción de panes y en la pesca. Sin embargo, pese a
que Juan tiene esta ventaja absoluta, se beneficiaría mucho del intercambio con Pedro. ¿Cómo
puede ocurrir eso?

Podemos sugerirles a Pedro y Juan que cada uno se dedique a una actividad en particular – es
decir, que se dividan y se especialicen en el trabajo. Si Pedro se dedica sus 3 horas de trabajo
totalmente a producir pan, y Juan divide esas tres horas en 1 hora y 45 minutos en pescar, y 1 hora
y 15 minutos en hacer pan, la producción de ambos en las mismas 3 horas sería la siguiente:

Peces Panes

0 6
Pedro
10 4
Juan

Total de 10 10
bienes

Figura 2. La producción de Pedro y Juan con división del trabajo, sin intercambio
Gracias a la especialización y división del trabajo, Pedro y Juan ahora aumentan en conjunto, y en
el mismo marco temporal – las 3 horas de trabajo - la producción de bienes y servicios. Sin
embargo, vemos que Pedro, al dedicarse completamente a hacer pan, dejó de obtener pescado.
Juan, en cambio, al dedicar más tiempo a pescar, aumento su cantidad de peces pero redujo su
cantidad de panes.

Podemos sugerirles, nuevamente, que ahora puedan intercambiar su producción por la del vecino.
Para ello, Pedro y Juan tendrán que determinar cuántos panes cambiarán por cada pez. Si un pez
equivale a 1 pan, por ejemplo, Pedro podría intercambiar 3 panes por 3 peces de Juan. De esta
manera, Pedro y Juan ahora tienen la siguiente cantidad de bienes:

Panes Peces

3 3
Pedro
7 7
Juan

10
Total de 10
bienes

Figura 3. La producción de Pedro y Juan con división del trabajo luego de un intercambio

Tanto Pedro como Juan obtienen un beneficio de la especialización y del intercambio de bienes y
servicios al aprovechar las ventajas comparativas en la producción. En este ejemplo, aunque Juan
tiene una ventaja absoluta sobre Pedro en la pesca y la producción de pan, como el costo de
oportunidad de Juan es más alto que el de Pedro– porque en una hora de trabajo, produce más
que él -, Pedro tiene una ventaja comparativa sobre Juan en hacer pan. Para aprovechar esa
ventaja comparativa, Pedro se especializa en hacer pan y luego se lo vende a Juan, con lo cual
obtienen ambos una mejora que en el estado previo a la especialización y al comercio.

Este efecto del intercambio es conocido como la ley de asociación, y su estudio se populariza
gracias al trabajo del economista británico David Ricardo. Cuando Ricardo buscaba explicar las
causas del aumento de la riqueza de los países, sostenía que:

Under a system of perfectly free commerce, each country naturally devotes its capital and
labour to such employments as are most beneficial to each. This pursuit of individual
advantage is admirably connected with the universal good of the whole. By stimulating
industry, by rewarding ingenuity, and by using most efficaciously the peculiar powers
bestowed by nature, it distributes labour most effec- tively and most economically: while,
by increasing the general mass of productions, it difiuses general benefit, and binds
together by one common tie of interest and intercourse, the universal society of nations
throughout the civilized world. It is this principle which determines that wine shall be made
in France and Portugal, that com shall be grown in America and Poland, and that hardware
and other goods shall be manufactured in England. xxxi

La cooperación humana crea el mercado

Los intercambios de personas que, voluntariamente, se ponen en contacto y realizan


transacciones que las benefician mutuamente es lo que genera un mercado. Por eso Hayek lo
caracteriza como un orden espontáneo: es producto de la acción humana, pero no de su diseño.xxxii

Un mercado, nos dice Israel Kirzner, surgirá cuando los miembros de una sociedad tienen un
contacto suficientemente cercano como para poder darse cuenta de las oportunidades de
intercambio de bienes y servicios que se pueden producir entre ellos, y tienen la capacidad de
aprovecharlas.xxxiii

Los mercados pueden estar organizados o no, ser físicos o virtuales. No son un lugar determinado,
ni son una asociación. Como dice Mises,

“[e]l mercado es un proceso puesto en marcha por las actuaciones diversas de los múltiples
individuos que bajo el correspondiente régimen de división del trabajo cooperan. Los juicios
de valor de estas personas, así como las actuaciones engendradas por las aludidas
apreciaciones, son las fuerzas que determinan la disposición —continuamente cambiante—
del mercado. La situación queda, cada momento, reflejada en la estructura de los precios, es
decir, en el conjunto de tipos de cambio que genera la mutua actuación de todos aquellos
que desean comprar o vender. Nada hay en el mercado de índole no humana, mítica o
misteriosa. El proceso mercantil es la resultante de específicas actuaciones humanas. Todo
fenómeno de mercado puede ser retrotraído a precisos actos electivos de quienes en el
mismo actúan. xxxiv

Por qué las personas participan del mercado

Las personas participan en el mercado al intercambiar voluntariamente bienes y servicios, buscan


mejorar su situación. Esta ramificación de intercambios, al significar mayor beneficio para sus
intervinientes, los incentiva a continuar manteniéndolos y aprovechar el mayor valor que les
genera. Cuando esto ocurre, estamos ante una economía de mercado.

No existe intercambio voluntario en que alguna de las partes no mejore su situación de alguna
forma: todo intercambio voluntario genera valor, le permite a las dos partes obtener o conseguir
algún objetivo de su escala de valores. Como dice el pasaje bíblico, “¡Malo, malo! Dice el
comprador, y cuando se va, se felicita.” xxxv

Sabemos que las personas actúan, toman decisiones para mejorar su situación. Cuando todas las
personas actúan y realizan intercambios, la valoración de cada uno sobre los bienes y servicios que
buscan es diferente, y generamos una valoración en red, coordinada espontáneamente, de mayor
generación de valor con todos nuestros intercambios.

La valoración que se genera al realizar un intercambio voluntario se conoce como precio, y se


puede expresar en alguna unidad de medida de bienes o servicios, o en dinero. Un chocolate
puede valer dos paquetes de galletas, o $1.000 pesos. Mientras más queramos algo, más
ofreceremos por este bien o servicio. Ese precio dependerá del valor que le genera ese bien; es
decir, de la satisfacción que esa unidad del bien o servicio en particular le va a reportar – o que va
a perder, si lo deja de tener. En síntesis, el precio es simplemente la relación o ratio entre dos
cantidades intercambiadas de bienes o servicios en una transacción. xxxvi Más adelante volveremos
a este punto.

Los valores, preferencias y precios de los individuos permiten determinar la


producción de una sociedad.

Las personas, como consumidoras, orientan con sus preferencias a la producción de bienes y
servicios. Esto es un verdadero voto económico. Una empresa o tienda que no vende es porque
no ha sido preferida por los consumidores, y dejará eventualmente de producir.

¿Qué ocurre cuando los recursos de esta empresa dejan de producir? La desgracia que puede
significar el fin de una empresa sólo significa que, al no ser necesitados sus productos ofrecidos,
los recursos que dicha empresa utilizaba en la producción pueden tener un fin que sí sea
socialmente requerido. La facilidad en la movilidad de los factores productivos es, por ende,
esencial para la existencia de un mercado competitivo.
La eficiencia en los intercambios

Se entiende por eficiencia la menor asignación o uso de recursos posibles para obtener un fin
determinado. En cambio, la eficacia se mide en relación solamente con la satisfacción del objetivo.
De esta manera, es eficaz que usted haga tres viajes durante la noche a buscar a sus amigos que
se encuentran en distintos lugares. Sin embargo, será eficiente coordinar telefónicamente un solo
viaje y pasar a buscar a los tres.

Para la economía, el estudio de la eficiencia en los intercambios, y en general, en la acción humana,


ha sido siempre objeto de debate. Veamos brevemente algunos criterios que han surgido a lo largo
de la historia económica.

La eficiencia paretiana

El economista italiano Vilfredo Pareto, en la década del ’30, ideó una respuesta conocida hasta
ahora como la eficiencia en términos de Pareto, o eficiencia paretiana. Según este enfoque, un
intercambio o acción es eficiente si no es posible mejorar a alguien sin empeorar a otro.

Así, por ejemplo, si dos personas en un restaurant reciben por error la comida de la otra, para ellas
sería una mejora de Pareto cambiarse el plato, pero no sería una mejora de Pareto que una
persona terminara quedándose con todas la comida. Un resultado es, entonces, ineficiente en
términos de Pareto si puede admitir una mejora en términos de Pareto; es decir, cuando hay otro
resultado que hace que alguien salga ganando sin que nadie salga perdiendo. Un intercambio será
siempre eficiente en términos de Pareto, entonces, si no puede admitir una mejora paretiana
porque no hay otro resultado que haga que alguien salga ganando, sin que nadie salga perdiendo.

Como se ve, el concepto de eficiencia paretiana implica un estado que busca mejorar – maximizar
- el bienestar en un intercambio, pero ello no implica que ese intercambio sea equitativo.
Capítulo V:
Dinero

Qué es el dinero.xxxvii

El dinero es un medio de cambio, generalmente usado por una comunidad para sus operaciones
de compra y venta. No tiene un valor intrínseco, sino que su poder liberatorio radica en la
aceptación como tal por parte de la comunidad, y en última instancia, por la aceptación como
medio de pago por parte de la autoridad que lo emite. Por esto, decimos que el dinero es un bien
indirecto.

Generalmente, se utilizan bienes de (1) muy alta demanda, (2) altamente divisibles, (3) fácilmente
portable, (4) de alto valor por unidad, y (5) duradero. Como queda de manifiesto en el relato de
Radford, La organización económica de un cambio de prisioneros de guerra, donde los cigarros se
ocupaban como dinero, éste no tiene por qué ser autorizado por el Estado, o consistir en billetes
o monedas. El dinero puede ser utilizado también como depósito de valor, porque puede ser
utilizado para efectuar compras en el futuro. Por ello, es también una manera de mantener
riqueza. Como decía Ayn Rand, el dinero es sólo una herramienta. Te va a llevar donde quieras,
pero no te va a reemplazar como el conductor.

Al ser generalmente aceptado por la sociedad para la realización de transacciones y la cancelación


de deudas facilita el intercambio, porque elimina la necesidad que exista una doble coincidencia
de deseos: con dinero, no es necesario que el vendedor encuentre un comprador que tenga lo
que desea y que quiera lo que tiene. El dinero permite, por ello, superar al trueque como medio
de intercambio de bienes y servicios.

Pero el dinero, además de ser utilizado como bien indirecto para el intercambio de bienes y
servicios, sirve como medida de valor de los bienes. Con el dinero, podemos saber el precio relativo
de ciertos bienes – es decir, el precio que tienen comparándolos con otros bienes. Por ejemplo,
sabemos que un kilo de pan cuesta $1.000, y que por esa misma suma de dinero podemos comprar
una botella de jugo. Es decir, el precio relativo del kilo de pan es equivalente a una botella de jugo.

Como unidad de cuenta, el dinero sirve para calcular cuánto valen los diferentes bienes y servicios,
por lo que permite comparar bienes de distinta índole en base a establecer el valor que tiene cada
uno de ellos, permitiendo el cálculo económico.
Como depósito de valor, el dinero puede ser utilizado para ser ahorrado y efectuar compras en el
futuro.

Pese a que el dinero actualmente tiene valor por un acto de autoridad, como es la ley que faculta
su emisión, el dinero no es una creación estatal. Su nacimiento es producto de las múltiples formas
que el mercado buscó con el fin de facilitar los intercambios entre las personas desde tiempos
inmemoriales.

Historia del dinero.

El dinero es una creación del mercado, no del Estado. En general, los mercados comenzaron a
utilizar oro o plata como dinero. Este tipo de dinero tiene un valor intrínseco. Sin embargo, ahora
el dinero tiene un valor extrínseco. Es durante el renacimiento y con el gremio de los orfebres, en
donde comienza a aparecer el dinero como moneda abstracta en papel. Debido a que los orfebres
recibían en depósito o en garantía metales y objetos preciosos, y entregaban certificados de
depósitos los cuales eran canjeables por metal o podían utilizarse en transacciones comerciales
sin desplazar el metal desde las bóvedas del orfebre. Esta convertibilidad y la pérdida del valor
intrínseco del dinero culminó de producirse cuando el dinero, en vez de señalar el peso de un
determinado bien o servicio – como era originalmente el sentido del peso, el dólar, la libra, etc… -
, la unidad monetaria pasó a ser el nombre. Es decir, una libra, en vez de pesar una libra, podía
pesar media libra. Con esto, en vez de tener una libra con una libra de metal precioso, ahora
podíamos tener dos libras con la misma cantidad de metal. xxxviii.

Más adelante, la autoridad pública comenzó a emitir billetes convertibles en oro, originalmente
para solucionar el problema de que las monedas de oro se podían gastar y podía bajar la cantidad
de metal noble y también por razones de transporte. Pero, igual que en el caso de los orfebres, el
estado normalmente emitía más billetes convertibles en oro que sus reservas en dicho metal. Por
ello, en tiempos de crisis se podían producir corridas bancarias que obligaban a declarar, a lo
menos temporalmente, la inconvertibilidad. Para disminuir ese riesgo, dificultando el cambio de
billetes por oro, se pasó a un sistema de “patrón oro lingote”. Se compraba y vendía en billetes,
pero una persona podía convertir sus billetes en lingotes. Ello implica que no puede adquirir oro
en menor cantidad que un lingote, con lo que el dinero para consumo en general no se convertía
en oro. Posteriormente se pasó a un sistema de “patrón de cambio oro”, que consiste en que sólo
se podían utilizar las reservas de oro para efectuar transacciones internacionales, con lo que se
acabó la libre convertibilidad dentro del país. (Sistema que existió, respecto al dólar hasta el año
1971, inconvertibilidad del dólar por oro, y ello se acordó oficialmente a nivel internacional en los
acuerdos de Kingston de 1976).
El valor del dinero

En un sistema fiduciario como el actual, el dinero no tiene ningún respaldo en términos de metales
preciosos. Su valor descansa en la confianza de cada persona en que éste será aceptado como
medio de pago por los demás. Si esta confianza desapareciera, el billete o moneda sería
totalmente inservible. Las personas lo valoran, al igual que todos los bienes, en términos de lo que
están dispuestas a intercambiar por obtenerlo. Si se vende algo, lo vendido es lo que se está
pagando por ese dinero; si se pide un crédito, entonces será la tasa de interés que se cobra.
Benjamin Franklin decía que si quieres saber el valor del dinero, anda y pide un préstamo.

Es posible, asimismo, calcular cuánto es el poder de compra del dinero haciendo el ejercicio
inverso al que estamos realizando ahora. Rothbard pone el siguiente ejemplo: Si el precio de un
kilo de pan es de $700 pesos, eso quiere decir que con un kilo de pan puedo comprar también
$700 pesos. Es decir, el poder de compra es igual a 1 dividido en el precio del bien. Si realizamos
este ejercicio con toda la economía, podemos entonces descubrir el poder de compra del dinero
para toda la sociedad.

Ahora, el valor del dinero también puede analizarse en relación a la autoridad que emite la
moneda. El dinero, en la mayor parte del mundo, es el único medio de pago de los impuestos. Si
esto es así, una persona que pretenda vivir siempre en función de intercambios directos – por
ejemplo, a través de trueques – finalmente va a necesitar transformar algo de sus bienes en dinero
para efectos de pagar algún impuesto.

Como, por lo general, el impuesto a la renta grava el aumento experimentado por el patrimonio
de una persona en un momento determinado de tiempo, sí es posible que este patrimonio
aumente a través de permutas sin necesidad de dinero de por medio. No se necesita, por ende,
que utilicemos dinero para necesitar pagar impuestos. Sin embargo, aunque no ocupemos dinero
para nuestras transacciones, siempre lo necesitaremos para pagar los impuestos. De ahí la famosa
frase de Benjamín Franklin en su carta a Jean-Baptiste Leroy, en 1789: ““Our new Constitution is
now established, and has an appearance that promises permanency; but in this world nothing can
be said to be certain, except death and taxes.”

La oferta de dinero

La oferta de dinero es el número total de moneda emitida en una economía. Como dijimos, el
dinero es una creación del mercado, que ha sido tomada por el Estado y su oferta monopolizada
a través de la autoridad monetaria – en Chile, por ejemplo, a cargo del Banco Central.
Sin embargo, la autoridad sólo determina directamente la cantidad de dinero legal existente en la
economía. El llamado dinero giral, en cambio, depende exclusivamente de las colocaciones que
realicen los bancos comerciales.

Dinero legal

El dinero legal es el dinero signo emitido por una institución que monopoliza su emisión y adopta
la forma de billetes y monedas. La moneda legal existe en el momento en que el Estado define
legalmente una cierta moneda y declara que será recibida para el pago de impuestos y que tendrá
eficacia legal para el pago de obligaciones. La suma de todo el dinero legal se conoce como base
monetaria.

La moneda legal, de común aceptación en un país o economía determinada, existe en el momento


en que el Estado define legalmente una cierta moneda y declara que será recibida para el pago de
impuestos y que tendrá eficacia legal para el pago de obligaciones.

Dicho carácter de “medio legal de pago”, evidentemente coopera a que tenga general aceptación
y poder adquisitivo, pero no es lo que se los da.

En Chile, en 1925 fue establecido el “peso” como unidad monetaria, con un contenido de
0,183057 gramos de oro fino. El peso estaba dividido en cien centavos. A su vez, diez pesos
constituían un “cóndor”. La inflación dejó en desuso las monedas fraccionarias, hasta que en 1955
una disposición legal estipuló que las obligaciones debían pagarse en cifras enteras de pesos.

A raíz de la promulgación de la ley N° 13.305 de 1959, que reemplazó al peso por el escudo como
unidad monetaria a partir del 1 de enero de 1960 (E°1 = $1.000), la ley orgánica del 30 de marzo
de 1960 dispuso en su artículo 51 que los billetes debían expresar su valor en escudos, centésimos
y medio centésimo, según correspondiera, y ostentar el escudo nacional.

En 1973, una nueva disposición legal, el decreto ley 231 del 31 de diciembre de 1973, suprimió las
fracciones del escudo en la contabilidad y en los documentos emitidos en moneda nacional. En
1975 volvió a establecerse el “peso” como unidad monetaria. De acuerdo con el decreto ley N°
1.123, publicado en el Diario Oficial del 4 de agosto de 1975, a partir del 29 de septiembre de ese
mismo año, la unidad monetaria de Chile se pasó a denominar nuevamente “peso”, y en dicha
oportunidad la razón de cambio equivalió a mil escudos.

El artículo 4° del DL 1.123, de 1975, señala que:


A partir de la vigencia de este decreto ley, todos los actos y contratos, documentos de
cualquier naturaleza, incluidas las facturas, cheques, letras y demás instrumentos de
crédito, las designaciones de precios, remuneraciones y servicios, demás obligaciones y
cualquiera otra actuación pública o privada que implique el empleo de dinero, se
expresarán en la nueva unidad monetaria "peso" y su submúltiplo el "centavo".

Será también obligatorio el uso del peso y su submúltiplo el centavo en las leyes, decretos,
resoluciones, presupuestos y contabilidades fiscales, de organismos públicos y privados, de
previsión, bolsas de comercio, bancos, sociedades, asociaciones, sindicatos, cooperativas y,
en general, de todas las personas que lleven contabilidad, con excepción de aquellas que
estén facultadas para llevarla en moneda extranjera.

Los billetes y monedas emitidos por la autoridad se denominan base monetaria, pues en definitiva
sirve de base a todo el sistema monetario. La base monetaria nace de la emisión de dinero por
parte de la autoridad económica. Esta emisión, a su vez, se conoce como emisión orgánica de
dinero.

Dinero giral o bancario

El dinero en efectivo no es el único activo que podemos usar para comprar y vender bienes y
servicios. Muchas tiendas también aceptan cheques y pago con tarjetas de crédito y débito.

Por ello, para medir la cantidad de dinero en la economía, es necesario también incluir los
depósitos a la vista, que son los saldos de las cuentas corrientes bancarias a los que pueden
acceder los depositantes de manera inmediata, girando cuando ellos lo deseen. Estos giros pueden
realizarse por cajeros automáticos o cheques, por ejemplo.

Una vez que consideramos que los saldos en cuentas corrientes forman parte de la cantidad de
dinero, tenemos que considerar muchos otros tipos de cuentas que tienen los individuos en los
bancos y en otras instituciones financieras.

Los depositantes normalmente no pueden extender cheques contra sus cuentas de ahorro, pero
pueden girar en cajeros automáticos o pagar con tarjeta de débito en base a esos recursos, por lo
que es razonable pensar estas y otras cuentas debieran formar parte de la cantidad de dinero de
nuestra economía.

Por esta razón, para ordenar el cálculo del dinero que existe en una economía, podemos dividirlo
en las siguientes categorías:

1. E = Base monetaria o emisión


2. C = Circulante (E – Encaje)
3. D1 = Cuentas corrientes bancarias del sector privado
4. M1 = C + saldos en cuentas corrientes bancarias (dinero del sector privado o dinero para
transacciones)
5. M2 = M1 + depósitos a plazo del sector privado (que son formas de cuasidinero) => dinero
en sentido amplio.
6. M3 = M2 + depósitos de ahorro a plazo, incluidos los de la vivienda.

El dinero que nace a partir de los depósitos en los bancos se conoce como dinero giral, bancario o
fiduciario.

El dinero giral nace de la colocación que hacen los bancos del dinero que las personas depositas
en ellos. Como el giro bancario es la captación de dinero con miras a su colocación, los bancos
reciben dinero en cuentas corriente, vista, de ahorro, o en depósitos a plazo, y a su vez ellos lo
prestan a las personas que solicitan un crédito al banco.

Por ejemplo: una persona A deposita $10.000 en su cuenta de ahorro. El banco, a su vez, puede
prestar esos $10.000 a otra persona B que solicite un crédito. Si la persona B gasta esos $10.000
en comprar alguna cosa, el vendedor de esa cosa puede a su vez depositar esos $10.000 en el
banco. El banco nuevamente puede prestar esos $10.000, y así sucesivamente.

Ciertamente, los bancos tienen un límite a esta actividad de creación de dinero giral, que es la tasa
de encaje, como veremos más adelante.

Límites a la oferta de dinero

El dinero legal no tiene límites en torno a su creación. El dinero giral, en cambio, sí posee
regulación. La primera de ellas es el encaje, un porcentaje del dinero recibido en depósito que no
puede ser colocado en el mercado. Esta tasa es determinada por el Banco Central, siendo una de
sus atribuciones en materia de política monetaria, como veremos más adelante. La segunda es la
obligación de los bancos comerciales de no poder colocar más de un monto del total del capital
que tenga el banco. Esto se conoce como reservas técnicas, y están determinados en Chile por ley,
a través de la Ley General de Bancos y la normativa que dicta el mismo Banco Central y la
Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.

La demanda de dinero

Los demandantes de dinero son aquellas personas que lo necesitan para satisfacer alguna
necesidad, sea de consumo o de inversión. En general, vendemos bienes o servicios con el objeto
de “comprar” dinero. El mercado necesita de ese dinero para operar normalmente. Sin embargo,
teóricamente al menos, cualquier oferta monetaria que exista en la economía va a poder
equilibrarse con la demanda de dinero. Si esto es cierto, ¿cuál es el problema con que aumenta la
oferta de dinero a través de su creación por el Banco Central y los bancos comerciales?

Como se verá más adelante, este desequilibro constante entre la oferta monetaria, y la demanda
de dinero por parte del público, sin que haya un equilibro con la cantidad de bienes y servicios
producidos, lleva al alza constante de los precios en una economía. El desequilibro de la masa
monetaria en la economía respecto a la producción produce un fenómeno llamado inflación. Los
efectos negativos de esta inflación se analizarán más adelante.
Capítulo VI:
Sistemas económicos

El análisis de los sistemas económicos en detalle se realizará en la parte del curso correspondiente
al análisis agregado de la economía, también llamada macroeconomía. Sin embargo, es relevante
que veamos algunos elementos básicos de la diferenciación entre los sistemas económicos
llamados capitalismo y socialismo. Como veremos, la diferencia entre ambos sistemas responde a
una concepción del valor radicalmente distinta, lo cual tiene una incidencia práctica enorme en
materia regulatoria.

Diferencia entre sistema económico y modelo

Es común la confusión entre modelo y sistema económico. A modo de ejemplo, Alberto Mayol
escribe en El derrumbe del modelo:

¿(…) de qué hablamos cuando hablamos de modelo económico? Hablamos de los principios
que rigen la relación entre la dimensión económica de una sociedad y el resto de las
dimensiones (política, normativa, cultural y estructura social). (…) El modelo estructura las
relaciones y define sus rasgos, es el ADN que explica la configuración que adquieren las
relaciones económicas.xxxix

En realidad, un modelo analiza las consecuencias de determinados supuestos económicos, a


través de planteamientos de hipótesis y revisando si éstas son posibles de comprobar. Por
ejemplo, la ley de la oferta y la demanda- que veremos más adelante – es considerada por los
economistas como un modelo económico.

Un modelo económico es una descripción de algún aspecto del entorno económico que
incluye sólo aquellas características del mundo necesarias para cumplir el propósito que se
persigue. Un modelo es más simple que la realidad a la cual describe. Los elementos que el
modelo incluye e ignora son resultado de conjeturas en torno a cuáles detalles son
esenciales y cuáles no. xl

Un sistema económico, en cambio, buscar explicar la forma de asignación de bienes y servicios


que existe en una sociedad. Es decir, el nombre del sistema económico de un país o sociedad
determinada dependerá de la forma de asignación de los factores productivos existentes. Cuando
se permite el intercambio libre entre las personas, estamos frente a un sistema de economía de
mercado. Sin embargo, cuando existe un tercero que limita, prohíbe o controla los intercambios
libres entre la población, estamos frente a un sistema económico que prescinde del mercado
como medio de generación de valor. Este se conoce como sistema económico socialista.

Los sistemas económicos nacen desde concepciones distintas del valor de cada
acción.

Una visión del valor subjetiva, donde la valoración de cada intercambio depende de cada persona,
crea un sistema económico basado en el intercambio como fuente generadora de valor entre las
personas. Este sistema económico se conoce como capitalismo. Una visión del valor objetiva,
donde es la autoridad quien determina el valor de los intercambios realizados por cada persona,
da paso a un sistema económico socialista. Realizaremos una breve caracterización de los dos
sistemas económicos, y dejaremos este tema para analizarlo en profundidad más adelante.

Economía de libre mercado, capitalista, o capitalismo

El capitalismo no es un concepto peyorativo, sino que la imputación de una determinada


conducta.

Generalmente se dice que la primera vez que se ocupó el concepto capitalismo fue con Karl Marx,
luego del Manifiesto Comunista. En realidad, el Manifiesto no ocupa dicha expresión, sino que
habla del sistema capitalista. La palabra capitalista fue inicialmente usada por Turgot en su original
francés, en su obra Reflections on the Formation and the Distribution of Riches’ LXIII-IV, 1770.

El Diccionario Oxford señala que el primer uso del concepto capitalismo fue en la novela The
Newcomes, de William Makepeace Thackeray, en 1854, pero ciertamente adquirió mayor
notoriedad con el uso que le da Marx en su obra El Capital, de 1867.

“(…) El concepto de capitalismo, como concepto económico, es inmutable; si con dicho


término algo se quiere significar, no puede ser otra cosa que la economía de mercado.”

Este sistema económico se basa en la existencia del capital como motor de los agentes y
actividades económicas. Para Mises, la economía de mercado es un sistema social de división del
trabajo basado en la propiedad privada de los medios de producción.

Por ello, se dice que el sistema capitalista despersonaliza la relación económica, lo que no significa
una despersonalización de la relación social. Milton Friedman decía que la forma más eficiente de
eliminar las desigualdades y las discriminaciones, es basar la sociedad en un sistema capitalista:
los intercambios se realizan cuando me generan un mayor valor y desarrollo, con independencia
de la raza, sexo o cualquier otra característica de mi contraparte.

Para John Maynard Keynes, esto era una ilusión: el capitalismo representaba aquella creencia
asombrosa que “el más perverso de los hombres harán las cosas más perversas para el mayor bien
de todos.

El capitalismo, o economía de mercado, se distingue por dos características estructurales: (1)


Resguarda la libertad de las personas para tomar sus propias decisiones de intercambio, y con ello,
generar mayor valor, y (2) protege la propiedad creada y transferida producto de estos
intercambios.

La libertad de las personas para realizar intercambios

La libertad de las personas para realizar intercambios que los favorezcan genera el mercado, y de
esta forma, los incentivos necesarios para la producción.

Si el intercambio entre dos personas es voluntario, sólo se dará cuando ambas partes obtengan
un beneficio de realizarlo. Comprador y vendedor, oferte y demandante, obtienen un beneficio –
utilidad – del intercambio entre ellas. Así lo describe Milton Friedman:

If an exchange between two parties is voluntary, it will not take place unless both believe
they will benefit from it. Most economic fallacies derive from the neglect of this simple
insight, from the tendency to assume that there is a fixed pie, that one party can gain only
at the expense of another.

El Estado debe ser garante de la libertad de los intercambios, dado que la voluntariedad de éstos
es la única garantía de generación de mayor valor en la economía. La autoridad no debe, por ende,
intervenir salvo para prevenir actuaciones que perturben el funcionamiento del mercado. “Se
protege y ampara la vida, la salud y la propiedad de los particulares contra las agresiones que, por
violencia o fraude, enemigos internos o externos puedan ingeniar. El Estado crea y mantiene así un
ambiente social que permite a la economía de mercado operar pacíficamente.“xli

La protección de la propiedad

De nada servirían los intercambios si las personas no pudiesen poseer el mayor valor que ellos
generan. Por esto, el Estado debe garantizar la propiedad sobre los medios de producción y sobre
los bienes y servicios que con ello se generan. De la misma forma, debe resguardar que la
propiedad sólo sea intercambiada libremente, sin coerción ni fuerza, dado que sólo esto garantiza
que las transacciones sean beneficiosas para ambas partes, y con ello para el mercado.

El capitalismo posee una concepción subjetiva del valor

Al basarse en la valoración personal de las partes de los intercambios, sin intervenir en cómo se
determinan los precios, el capitalismo resguarda una concepción de valor basada en la
determinación que de éste hagan las partes involucradas.

La moralidad del capitalismo

Dijimos al inicio de este texto que el análisis económico no debía pretender reemplazar al juicio
moral que la filosofía plantea respecto a cada acto humano. En efecto,

Si la economía es una ciencia que estudia el comportamiento humano, y la moral estudia el


recto orden de los actos libres del hombre a su fin último, la moralidad del capitalismo,
como de cualquier sistema económico, es un asunto que debe discutirse. xlii
Economía socialista, o socialismo

El socialismo es el sistema económico que prescinde del mercado como forma de organización de
los factores de producción, siendo la autoridad el ente a cargo de la asignación de bienes y
servicios en la sociedad.

Del latín socius, que significa camarada, socio. Se usó por primera vez en 1833, en Inglaterra, pero
el concepto de sociedades «socialistas» son muy anteriores: Platón describió una en La República,
como también Tomás Moro detalló una sociedad así en Utopía.

El sistema económico socialista supone una teoría del valor objetiva y el rechazo
consciente del valor subjetivo. Valor de uso y valor de cambio

Mientras que en el sistema económico de libre mercado el valor de los intercambios se considera
subjetivamente por las partes, en la economía socialista el valor se determina de manera objetiva.

Jesús Albarracín, economista español, quizás uno de los últimos grandes teóricos del sistema
económico socialista, explica la diferencia entre la concepción objetiva y subjetiva del valor del
capitalismo y socialismo de la siguiente forma:

“En las sociedades actuales, la mayor parte del trabajo social se destina a la producción de
mercancías. La mercancía es un producto del trabajo humano que no ha sido creado para
ser consumido inmediatamente, sino para ser cambiado en el mercado y obtener con ello
un beneficio. Por tanto, para que una mercancía encuentre un comprador, debe tener una
utilidad. Esta utilidad es su valor de uso.xliii

Pero las mercancías no se intercambian en el mercado según la utilidad que tienen (su valor
de uso), sino según la cantidad de trabajo que ha costado producirlas (su valor de cambio).
Si una chaqueta le ha costado producirla 15 horas al sastre y unos pares de zapatos 5 horas
al zapatero, el valor de cambio de la chaqueta será 15 horas de trabajo y el de los zapatos
5 horas. La chaqueta y los zapatos tiene un valor de uso (una utilidad) y por eso alguien los
quiere en el mercado. Pero la relación de intercambio entre ambas mercancías no depende
de sus valores de uso, sino de sus valores de cambio respectivos (el trabajo que ha costado
producir a cada una de ellas). Así, en el mercado, se intercambiará una chaqueta por 3
pares de zapatos.
El valor de cambio de una mercancía está determinado por la cantidad de trabajo que
cuesta producirla de forma que, en el mercado, cuando se intercambian dos de ellas, se
está intercambiando trabajo por trabajo según la cantidad que cada una de ellas lleve
incorporado. Pero se intercambia trabajo abstracto, es decir, se hace abstracción de sus
características específicas. De hecho, en el ejemplo que hemos puesto, se intercambian
horas de trabajo de sastre por horas de trabajo de zapatero. De la misma forma, podríamos
poner otro ejemplo en el que se estarían intercambiando horas de ingeniero por horas de
peón. Porque lo que el mercado hace es intercambiar lo que de común tienen todas las
mercancías: ser productos del trabajo humano en abstracto.

Además, no es el trabajo que cuesta producir cada mercancía concreta, sino el socialmente
necesario para producirla. Cada mercancía específica tiene un valor individual que estará
determinado por el número de horas de trabajo que costó producirla. Si la producción de
una chaqueta le ha costado al sastre 20 horas de trabajo, este será el valor individual de la
chaqueta. Pero este no será su valor de cambio. Si en la sociedad existe otro sastre que la
produce, digamos, en 10 horas de trabajo, sería ridículo que alguien comprara una
chaqueta por 20 horas cuando la puede conseguir por menos. El valor de cambio de una
mercancía ha de estar determinado por el trabajo socialmente requerido para producirla,
esto es, no por el número de horas empleadas en la producción de un objeto concreto, sino
por el número de horas que se requieren para fabricarlo en las condiciones medias de
productividad de esa sociedad en esa época. Con el ejemplo de las chaquetas, si se producen
dos y una cuesta 20 horas y otra 10, el valor de cambio de ambas seria 15 horas. El primer
sastre habrá derrochado trabajó social y el segundo se verá premiado por la sociedad por
su eficiencia.

Con el trabajo humano toda sociedad produce cosas que le sirven para satisfacer sus
necesidades o, simplemente, para acumular para el futuro. Todas las cosas que se producen
con trabajo humano deben tener una utilidad, es decir, un valor de uso, pero no todo lo que
produce una sociedad tiene un valor de cambio, es decir, es una mercancía. Ello es así
porque no todo el trabajo de la sociedad se dedica a la producción de mercancías (que
tienen simultáneamente valor de uso y valor de cambio). Tal es el caso del trabajo
doméstico, que es la producción por la mujer en el seno de la familia de valores de uso que
sin embargo no tienen un valor de cambio porque no pueden ser intercambiados. xliv

Esa es la diferencia fundamental entre los sistemas económicos de libre mercado y socialista:
cómo se entiende el valor. Pritim Ivanovich Nikitin, en su famoso manual de Economía Política, lo
subraya al señalar que
“(…) la ley del valor no actúa en el socialismo como reguladora de la producción y
distribución de los medios de producción y del trabajo entre las ramas de la economía
nacional. La distribución de los medios de producción y de trabajo entre las ramas de la
economía nacional se efectúa por los organismos de planificación del Estado sobre la base
de la ley del desarrollo armónico, proporcional, de la economía nacional. En el socialismo
no sólo cambia la esfera de acción, sino también el carácter de la manifestación de la ley
del valor. Esta ley no actúa ya como una fuerza ajena que ejerce su poder sobre los
hombres.”xlv

Continúa Jesús Albarracín diciendo que:

“La teoría del valor subjetivo (…) implica el rechazo de cualquier esquema basado en clases
sociales en el que haya una contradicción entre capital y trabajo y, por tanto, de la teoría
de la explotación. Con la instauración de la propiedad social socialista sobre los medios de
producción surgen, se desarrollan y vigorizan las leyes económicas: la ley económica
fundamental del socialismo, la ley del desarrollo armónico, proporcional de la economía
nacional, la ley de la distribución según el trabajo, etc.” xlvi

Al tener una teoría del valor objetiva, las leyes económicas del socialismo expresan
relaciones objetivas.

Como dice Nikitin, la esencia de las relaciones socialistas de producción tiene un carácter
objetivo.xlvii El mercado como orden espontáneo es incompatible con el socialismo: debe ser
planificado. Incluso hasta la demanda es objetiva: La satisfacción de las demandas de todos los
miembros de la sociedad constituye la finalidad de la producción, condicionada objetivamente en
el socialismo.xlviii

Como el socialismo rechaza el intercambio por valor subjetivo, la determinación del valor de los
intercambios es realizada por la autoridad. Insiste Nikitin que:

La victoria del socialismo significa que toda la vida económica del país se determina y
orienta mediante planes estatales. Se suprimen para siempre la competencia, la anarquía
de la producción y las crisis. La producción social se organiza con el fin de satisfacer cada
vez mejor las crecientes demandas materiales y culturales del pueblo. Los ingresos se
distribuyen entre los trabajadores de la sociedad socialista con arreglo a la cantidad y la
calidad del trabajo aportado. Se ha hecho realidad el principio: “De cada cual, según su
capacidad; a cada cual, según su trabajo”. xlix
El sistema de precios del socialismo es objetivo

Por supuesto, la consecuencia de mantener una teoría objetiva del valor es que el sistema de
precios del socialismo es objetivo, y determinado por el Estado con independencia del valor
subjetivo que le den las personas a su trabajo o producción particular. Dice Nikitin que:

“(…) dado que es la autoridad quien establece el valor de cada intercambio, la conclusión
lógica es que será ella misma quien determinará los precios. La ley del valor actúa a través
del mecanismo de los precios. Pero, en el socialismo, los precios de las mercancías no se
establecen espontáneamente, como ocurre en el capitalismo, sino en forma armónica y
proporcional, sobre la base de las inversiones de trabajo socialmente necesarias efectuadas
al fabricar las mercancías, es decir, sobre la base del valor. Esta actividad del Estado
significa la aplicación práctica de la ley del valor.l

La fijación de precios, como hemos dicho, es realizada por el Estado.

“Los precios estatales al por menor, es decir, los precios que rigen en la venta de artículos
industriales y alimenticios del Estado a la población, son los que predominan en el sistema
del comercio socialista. Se fijan en forma planificada por el Estado para cada clase de
mercancía. La mayor parte de las mercancías industriales tienen precios fijos y únicos para
toda la Unión Soviética, mientras que algunos víveres tienen precios distintos, que
dependen de la zona y la estación del año. Los precios al por menor del mercado organizado
no están supeditados a fluctuaciones espontáneas. Sólo cambian en la proporción, en el
sentido y en la época en que lo estime necesario el Estado para la solución de problemas de
política económica. El Estado no fija los precios arbitrariamente, sino que tiene en cuenta
el valor de las mercancías”.li

La necesidad de mantener un sistema de precios objetivo es justamente evitar que se pierda este
mismo valor objetivo de los bienes. La mantención de un sistema de mercado, junto con los
precios fijos, provocaría que las personas igualmente pudiesen intercambiar bienes o servicios a
los precios que fijasen la oferta y la demanda. Ello implicaría la existencia de un diferencial de
precios entre el valor objetivo, fijado por la autoridad, y el valor subjetivo al cual se está transando
ese bien. Esto no es admisible en el sistema económico socialista: esa es la llamada plusvalía o
lucro, que para Marx representaba la ley económica fundamental del capitalismo.lii
Dice Marx en El Capital:

La propia economía vulgar, con no sospechar siquiera lo que es el valor, siempre que quiere,
a su modo, investigar el fenómeno en toda su pureza, parte del supuesto de que la demanda
y la oferta se equilibran, cesando por tanto, en absoluto, sus efectos. Por consiguiente, sí
con relación al valor de uso ambas partes contratantes pueden salir ganando, es imposible
que respecto al valor de cambio ganen las dos. Aquí rige otra norma: “Donde hay
equivalencia, no puede haber lucro.” Cabe, indudablemente, que las mercancías se vendan
por un precio divergente de su valor, pero esta divergencia no es más que una transgresión
de la ley del cambio de mercancias. En su forma pura, el cambio de mercancías es siempre
un cambio de equivalentes y, por tanto, no da pie para lucrarse obteniendo más valor.
Cuadro de diferencias entre los dos sistemas económicos

Rodriguez Braun y Rallo ofrecen los siguientes criterios de sistematización de las diferencias entre
ambos sistemas económicos, donde nosotros hemos puntualizado algunos para su mejor
comprensión.liii

Capitalismo Comunismo

Tipo de propiedad Privada Estatal

Ámbito de toma de decisiones Descentralizado: individuos y Centralizado: comité de


empresas planificación

Naturaleza de los intercambios Voluntaria Coactiva

Concepción del valor del Subjetiva, depende de cada Objetiva, depende del Estado
intercambio individuo

Guía última de los planes Preferencias individuales Preferencia del Estado


productivos expresadas de manera
desagregada por los precios de
mercado

Referencias para confeccionar los Precios y costos Juicio especulativo del Estado
planes económicos

¿Existe competencia entre los Sí No


distintos planes productivos?

Límite de la división del trabajo Conocimientos e inteligencia de los Conocimiento e inteligencia del
agentes económicos Estado
El concepto de lucro

De las concepciones disímiles de valor que tiene el capitalismo y el socialismo se desprenden


distintos conceptos de la ganancia, plusvalía o lucro.

Dice Thomas Sowell:

Las ganancias o lucro debe ser el tema peor entendido de la economía. Los socialistas
siempre han considerado el lucro como “cobrar de más”, como lo denominó el socialista
Fabiano George Bernard Shaw, o como “plusvalía”, tal y como la calificó Karl Marx. ‘Jamás
me hablen de lucro’ – les dijo el primer ministro de la India, Jawalharlal Nehru, a los líderes
industriales de su país-: es una palabra sucia.”liv

Efectivamente, como señala Sowell, el socialismo y el capitalismo conciben el lucro de manera


distinta. Para el socialismo de Marx, el lucro o plusvalía es la ganancia que obtiene el capitalista
(burgués) por la explotación de la fuerza de trabajo del obrero (proletario). Es algo por definición
injusto, y su solución es la realización de intercambios basados en valor objetivo que elimine la
ganancia del burgués por sobre el valor del trabajo, lo cual sólo se consigue con la abolición de la
propiedad privada.

Como se ve, para Marx el lucro era algo malo per se. Sin embargo, el socialismo actual modifica
este juicio. Por ejemplo, en su libro, ¿Qué es el lucro?, Alberto Mayol escribe:

La derecha se espantó señalando que cómo era posible cuestionar el lucro, que todos
actuábamos por interés, que todos buscaban una ganancia, que nadie tendría un negocio
en la esquina si no ganara dinero. Y aunque tenían razón en la mitad del argumento
(efectivamente, todo aquel que instala un negocio quiere una utilidad) se equivocaban en
la otra mitad, que era la más importante. Nadie negaba el hecho de ganar algo a partir de
lo que se hace. Eso fue una caricatura. “No al lucro” significa decir no a los hechos
consumados, decir no a convertirse en una función de una ganancia, significa que cada
ciudadano puede desear el objeto, pero no tiene por ello que querer ni menos legitimar la
relación inhumana que se le ofrece para llegar a ese objeto (la lavadora, el auto) como
único camino. (…) No al lucro es no a la precariedad y no a la injusticia.(…) No al lucro habla
de la injusticia, de la lucha contra ella (…) Lucro era ganancia y ganancia era concentración,
esa era la razón fundamental del desplome de un modelo que perpetuaba la injusticia.lv
Para esta concepción, el lucro es sinónimo de abuso: ganancia abusiva obtenida en perjuicio del
trabajador. ¿Quiere decir que hay alguna forma de ganancia legítima en caso que no exista abuso?
Esa idea va en contra de la esencia del sistema económico marxista.

Por otro lado, para el capitalismo el lucro es la ganancia que se obtiene por el ejercicio de alguna
actividad. Es el beneficio del actuar humano; es decir, el valor que la persona – sea ésta un
empresario, un trabajador, o un consumidor – obtiene en un intercambio voluntario.

¿Es posible concebir un sistema económico intermedio, o mixto?

Algunos autores – como Joseph Stiglitz – consideran que la economía actual de los países
occidentales puede denominarse como una economía mixta. Esto, porque “(…) aunque muchas
de las actividades económicas son realizadas por empresas privadas, otras son realizadas por el
Estado. Éste influye, además, en la conducta del sector privado mediante toda una variedad de
reglamentaciones, impuestos y subvenciones.”lvi

Quienes postulan la existencia de una economía mixta sostienen que el Estado debe intervenir en
el funcionamiento de la economía buscando solucionar las fallas de mercado que se produzcan a
través de la llamada regulación económica. En particular, se le asigna una gran importancia a las
políticas económicas redistributivas de los ingresos, utilizando para ello herramientas tributarias,
como los impuestos; establecimiento subsidios o subvenciones para favorecer a determinados
grupos, o fijando precios mínimos o máximos de precios – como el salario mínimo. Los efectos de
estas medidas los analizaremos al final de este texto.

Es importante señalar que estas políticas económicas no constituyen un sistema económico


distinto al libre mercado, sino que son sólo intervenciones estatales en el funcionamiento del
capitalismo. El mal llamado sistema económico mixto es, en realidad, una doctrina política.

En efecto, no es posible concebir un sistema económico mixto, donde la asignación de recursos


provenga tanto del Estado como del mercado. Todo sistema económico donde los intercambios
voluntarios y la propiedad se garanticen, es un sistema económico de mercado. La existencia de
empresas del Estado, o personas jurídicas como las municipalidades, que también ofrecen y
administran recursos, no quita que ellas también se rijan por el mercado. Podría argumentarse
que cuando el patrimonio fiscal está actuando en el mercado, no está sometido al sistema de
ganancias y pérdidas que, como veremos, forman parte esencial del libre mercado. Sin embargo,
esto no es correcto: igualmente ellos deben proveer servicios a consumidores que, de una u otra
forma, son libres de preferirlos o no. El hecho que el Fisco pueda evitar el cierre o salida del
mercado de sus agentes económicos por la vía de subvenciones o subsidios no quita que estén
operando bajo una lógica de mercado. Mal que mal, dichos recursos provienen del trabajo de las
personas, y han sido aportados al mismo Fisco a través de los impuestos, y los efectos de los
impuestos – y de las subvenciones o subsidios – están igualmente sometidos a las leyes del
mercado.

La existencia de ciertas subvenciones o subsidios a particulares, buscando asegurar su subsistencia


o fomentando determinados comportamientos que el Estado considera como socialmente
provechosos – como asegurar el acceso a la educación, o dar bonos a las personas más pobres –
no altera la esencia de libre mercado del sistema económico. Los efectos de la intervención del
Estado en la economía están regulados por las fuerzas del mercado, la propiedad y la libertad de
intercambio siguen estando asegurados: las características estructurales del capitalismo se
mantienen incólumes.

En fin: la llamada economía mixta, no es en propiedad un sistema económico distinto al


capitalismo, dado que se basa en la existencia del mercado como forma de asignación de bienes y
servicios y respeta el valor subjetivo de los intercambios de las personas. Cuando se habla de
economía mixta, debe entenderse como las políticas económicas destinadas a modificar efectos
propios del mercado en la economía, sin que por ello se pierda la existencia de un sistema
económico capitalista.

La economía de mercado o capitalismo puro, como también se suele decir, y la economía


socialista son términos antitéticos. No es posible, ni siquiera cabe suponer, una
combinación de ambos órdenes. No existe una economía mixta, un sistema en parte
capitalista y en parte socialista. La producción o la dirige el mercado o es ordenada por los
mandatos del correspondiente órgano dictatorial, ya sea unipersonal, ya colegiado.lvii

La llamada economía social de mercado

La economía social de mercado, al igual que la llamada economía mixta, no es en propiedad un


sistema económico. Al igual que dicho “sistema”, la economía social de mercado es una doctrina
política, y supone la existencia de una economía de mercado, como sus mismos teóricos
reconocen.
1
Parkin, Microeconomía, p. 2
2
Samuelson, 19a ed, p. 5
3
Mankiw, 2da edición, p. 3; 6ta en inglés, p. 4
4
Sowell, Economía Básica, p. 14
5
Mises, p. 19 (4ta ed)
6
Marshall, Alfred (1957): Principios de Economía (Madrid, Aguilar) p. 3
7
Marshall (1957), p. 14
8
Mises, 4ta ed, p. 160
9
Aún a riesgo de desviarnos del tema en cuestión, queremos destacar la importancia de este joven autor con un
sólo ejemplo: al morir uno de los hijos de Levitt producto de una caída accidental a una piscina en su casa, el
profesor que lo reemplazó por algunas semanas en el curso que dictaba en la Universidad de Chicago fue ni más ni
menos que el Premio Nobel de Economía Gary Becker.
10
Levitt, Steven, y Dubner, Stephen, Freakonomics: Rogue economist explores the hidden side of everything (William
Morrow, Nueva Cork, 2005) pp. 20. La traducción es nuestra.
11
Levitt y Dubner, Freakonomics, p. viii. La traducción es nuestra.
12
Hayek, El uso del conocimiento… p. 158 (CEP)
13
Huerta de Soto, Guía para el Estudio… p 25
14
Piketty, Capital in the twenty-first century, p. 32
15
Hazlitt, La economía en una lección, p. 11 (Unión)
xvi
Mises, p. 24
xvii
Mises, p. 24
xviii
Bien Greaves, syllabus, p. 17
xix
Rodríguez Braun (2011): El liberalismo no es pecado (Barcelona, Deusto) p. 22
xx
Huerta de Soto, Socialismo…, p. 49
xxi
Rothbard, MES, p. 7
xxii
Huerta de Soto, Socialismo, cálculo económico…, p. 48
xxiii
Mankiw, Principles of Economics, 6ta edición, p. 6
xxiv
Böhm-Bawerk, Eugen von, The Positive theory of capital, p. 149 y ss. La traducción es nuestra.
xxv
Böhn-Bawerk, The Positive Theory of Capital, p. 153
xxvi
De Soto, El otro sendero…
xxvii
Mankiw, 6ta edición, p. 218
xxviii
Fernández Concha, Rafael, Filosofía del Derecho, t. II, N° 763, página 55, en Ugarte, José Joaquín, Curso de
Filosofía del Derecho, p. 620
xxix
Ugarte, José Joaquín, Filosofía del Derecho, p. 622
xxx
Smith, The wealth…, book 1, ch. 1, of the división of labour
xxxi
Ricardo, On the Principles of Political Economy…, p. 139
xxxii
Sobre el tema, ver también a Norman Barry, The Tradition of Spontaneous Order: A Bibliographical Essay by
(http://oll.libertyfund.org/?option=com_content&task=view&id=169&Itemid=259)
xxxiii
Kirzner, Market Theory…, p. 2
xxxiv
Mises, Acción Humana, 8va edición, p. 314
xxxv
Proverbios 20, 14
xxxvi
Rothbard, The mystery of banking, p. 8
xxxvii
Rothbard, The mystery of banking, p. 6
xxxviii
Rothbard, The mystery of banking, p. 13
xxxix
Mayol, 2012a, p. 30.
xl
Parkin, p. 12
xli
Mises, HA,
xlii
Kolwoski, pero también Benedicto XVI, en DCE, p. 37
xliii
Albarracín, p. 8
xliv
Albarracín, p. 9
xlv
Nikitin, ed. Pdf. P. 179, ed. Imp p. 297-298
xlvi
Albarracín, La Economía de Mercado,p. 26
xlvii
Nikitin, ed. Pdf, p. 151, impresa en p. 251
xlviii
Nikitin, ed. Pdf. ‘. 152, impresa en p. 253
xlix
Nikitin, edición en pdf, p. 140 (impresa en p. 232)
l
Nikitn, ed. Pdf. P. 179, ed. Imp p. 297-298
li
Nikitn, ed. Pdf. P. 181, ed. Imp p. 301
lii
Marx, Karl, El Capital; también, siguiendo a Marx, el Manual de Economía Política de la URSS
liii
Rodriguez y Rallo, Liberalismo no es pecado, p. 136
liv
Sowell, Economía básica, p. 137
lv
Mayol, 2012b, p. 330
lvi
Stiglitz, Joseph, La economía del sector público, p. 12
lvii
Mises, La acción humana, p. 399

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