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Preámbulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
CAPÍTULO I. EL ESCENARIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
SEVILLA Y AMÉRICA, VIVENCIA Y CONVIVENCIA . ........................... 11
Entre el Arenal y las Gradas de la Catedral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Barrios de la convivencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Espacios de producción y distribución de arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
HACIENDO CAMINOS . ............................................. 31
Los yangüeses y la conducta de la plata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
Las Indias, engaño común de muchos y remedio particular de pocos 40
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197
PREÁMBULO
Sevilla obtuvo grandes réditos en este terreno abonado para las artes. La
ciudad funcionó como un crisol en el que se amalgamaron ideas y objetos
de distinta naturaleza y procedencia, para dar forma a nuevas realidades que
tendrán en sí mismas la esencia de ambos mundos. Ello fue posible por la
concurrencia en la ciudad de gente de variado pelaje y ralea. De un lado, los
comerciantes y viajeros indianos, cargados de las experiencias tenidas en Ul-
tramar, de otro los extranjeros venidos desde distintos puntos de Europa con
la intención de seguir camino a América. Y ello a pesar de la acelerada circu-
lación de mercancías y personas, que por lo general apenas permanecía en el
apostadero el tiempo suficiente para cancelar los trámites de entrada o salida.
El movimiento había provocado por decantación un poso que fue sumamente
beneficioso para el desarrollo artístico de la ciudad. No se conocerá las conse-
cuencias reales de este proceso, pero es posible cualificar a los colectivos de
artistas y artesanos que, de un modo u otro, participaron en él.
que se hizo. Durante los años en que Sevilla ostentó la cabecera de la flota
indiana, su aportación material y humana fue ingente. Se ha hablado de la san-
gría americana, por el notable esfuerzo que inicialmente realizó la ciudad para
proveer de mano de obra y de bienes de consumo a las nuevas tierras. En los
albores de la colonia los registros de la Casa de Contratación muestran un alto
porcentaje de sevillanos tomando su pasaje. Es un hecho documentado, que
no admite discusión. Pero a medida que pasa el tiempo se va reduciendo esa
contribución humana y creciendo el de mercancías, incluidas las suntuarias y
artísticas. La Catedral de santo Domingo fue construida con la participación de
maestros sevillanos y de acuerdo a los modelos de la misma procedencia1.
En esos años de ampliación de las tierras descubiertas y de consolidación
de su dominio, los sevillanos contribuyeron a la provisión de las fundaciones
religiosas creadas a lo largo y lo ancho de esos territorios. Los talleres de pintu-
ra y, sobre todo, de escultura trabajaron a marchas forzadas para atender una
demanda que en algún momento fue desmesurada. He ahí las obras de arte
que todavía abarrotan las iglesias erigidas entonces o las que se relacionan en
las fuentes documentales2.
Durante el barroco, con la concreción de un arte americano y el desarro-
llo de los talleres que lo producían, se reduce la producción artística sevillana
con destino a las Indias, que no obstante seguirá siendo reclamada en algunos
ámbitos mercantiles. Desciende de manera exponencial el número de encar-
gos realizados por las iglesias y conventos americanos a los artífices sevillanos,
pero cobra importancia el envío de grandes remesas de esculturas de devo-
ción y pinturas estandarizadas, destinadas a los mercados costeros. El estable-
cimiento de circuitos para la difusión de estos objetos artísticos reforzó el pa-
pel protagonista de los agentes comerciales. Si bien no hay que perder de vista
el papel jugado por los emisarios de las instituciones civiles y religiosas que se
ocuparon de los bienes conducidos a América. Las fuentes documentales arro-
jan luz sobre este trasiego. Los registros de ida de la Casa de Contratación dan
cuenta de ello, aun cuando no sean muy explícitos en relación con el conteni-
do de las cajas que van en las bodegas rumbo a Nueva España y Tierra Firme.
Esculturas, retablos y rollos de pintura aparecen consignados con otros enseres
en los registros de mercancías americanas.
1 ANGULO ÍÑIGUEZ, D., “El gótico y el renacimiento en Las Antillas (Arquitectura, Escultura,
Pintura, Azulejos, Orfebrería)”, Anuario de estudios americanos, 4, 1947, págs. 1-102.
2 ANGULO ÍÑIGUEZ, D., Historia del Arte Hispanoamericano, I, Barcelona, Salvat, 1945; WE-
THEY, H., Colonial architecture and sculpture in colonial Perú, Havard University Press, 1948;
MARCO DORTA, E., Historia del arte hispanoamericano, II, Barcelona, Salvat, 1955; MESA, J.
de y T. GISBERT, Escultura virreinal en Bolivia, La Paz, 1972; BERNALES BALLESTEROS, J., “Es-
cultura montañesina en América”, Anuario de estudios americanos, 38, 1981, págs. 499-566.
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3 Alonso Martínez vendió al doctor Andres Romero por 2600 reales “una echura de san Joseph
de escultura con su niño y dorado y estofado con su hurna dorada para Remitirla a la ciud de
cartaxena de la florida con el pe comissº de la horden de nrro pe sn franco…” Protocolos, leg.
551, fol. 215; 8-VI-1652. Protocolos, lib. 555, fol. 569; 31-X-1653.
4 “Unas piecas de ymagineria descoltura y çiertas mercadereías que le entrego en esta dha
ciuda como consta de vna cedula firmada del dho padre…” Protocolos, lib. 12958, fol. 76; 13-
I-1660.
5 RODA PEÑA, J., “Una serie desconocida sobre la vida de San Francisco, embarcada para
Nueva España, obra del pintor Esteban Márquez”, Topo’92. La Revista del 92, 2, 1988, págs.
16-17.
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“Antiguamente era mucho mayor el tráfico y despacho de estas pinturas que ahora,
porque se embarcaban infinitas para América, lo que era otro nuevo estímulo para
los progresos del arte, pues entonces no eran tan malas como las que en el dia se
pintan, y muchos profesores de mérito, quando no tenian que hacer, acudían a los
cargadores a Indias, que jamas dejaban de ocuparlos, pagándoles en proporción de
su habilidad.”6
Ante el desarrollo de las escuelas artísticas americanas, tenía menos sentido
buscar el abasto en la Península Ibérica. La continuidad en la remisión de pie-
zas sueltas podría estar relacionada con el gusto particular de los demandantes
o bien ante el empeño puesto por los artífices locales en mantener abierto este
portillo. Muchos encargos habrían sido efectuados por quienes vivían en la ciu-
dad o bien los transeúntes que aguardaban la oportunidad para embarcar. Así
se explica la serie de la Vida de la Virgen pintada por el sevillano Bartolomé
Alonso de Casales en 1732, que hoy se encuentra en México7.
6 CEÁN BERMÚDEZ, J. A., Carta de d. Juan Agustín Ceán Bermúdez a un amigo suyo, sobre el
estilo y gusto en la pintura de la escuela sevillana y sobre el grado de perfección a que la elevó
Bartolomé Estevan Murillo: Cuya vida se inserta, y se describen sus obras en Sevilla, Cádiz, Casa
de Misericordia, 1806, págs. 36-37.
7 Fechada, como consta en el cuadro de la Natividad, en 1732 y no en 1720 como anteriormen-
te se había pensado. QUILES, F. y CANO, I., Bernardo Lorente Germán y la pintura sevillana de
su tiempo (1680-1759), Madrid, Fernando Villaverde, eds., 2006, pág. 27.
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8 Registros de Ida. Contratación. En QUILES, F., “La clientela de los pintores sevillanos en la
primera mitad del siglo XVIII”, Patronos, Promotores, Mecenas y Clientes, Actas del VII CEHA,
Universidad, Murcia, 1992, págs. 555-556.
9 García Fuentes ha documentado entre 1650 y 1700 la remisión de 240 rollos de pintura, 51
con destino a Nueva España. GARCÍA FUENTES, L., El comercio español con América. 1650-
1700, Sevilla, Diputación Provincial, 1980, pág. 324.
10 Por ejemplo, se han publicado varias entregas del pintor Luis Carlos Muñoz. Además, entre
las vírgenes se diferencian las del título del Pópulo, el Rosario, la Concepcion y la Soledad;
y entre santos Franciscos, Solanos y Javieres. KINKEAD, D. Th., “Artistic inventories in Sevilla:
1650-1699”, Boletín de Bellas Artes, 17, 1989, págs. 117-178 p. 98, doc. nº 20.
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11 Las dos citas y la idea proceden del texto de GARCÍA SÁIZ, M. C., “Arte viajero. De objeto
de consumo a pieza de colección”, en CARLOS BOUTET, G. de, coord., España y América:
un oceano de negocios. Quinto centenario de la Casa de la Contratación, 1503-2003, Madrid,
Sociedad Estatal Quinto Centenario, 2003, pág. 207.
12 BERNALES BALLESTEROS, J., “Escultura montañesina en América”, doc. 7, págs. 560-566.
13 Discursos leídos ante la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, en la recepción públi-
ca de don José María Huet, Madrid, Impr. de Manuel Tello, 1866, Pág. 52.
14 De este tema ya me he ocupado en “El arte en un emporio mercantil, la Sevilla barroca”, Jahr-
buch für Geschichte Lateinamerikas, 43, 2006, págs. 73-79.
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balor que son de Resto del preçio y balor de toda la pintura que le e conprado a el
susodho…” y este dinero se obliga pagarselos en la ciudad de San Felipe de Puerto
Belo “para luego y cada bez y qdo que los dhos galeones obieren llegado a el puer-
to de la dha ciud de san felipe de pouertobelo y dado fondo en el porque dentro
de quinze dies despues de su llegada a de ser” cumplido.15
Los casos documentados son numerosos, pero baste un ejemplo más, lo
ocurrido con el pintor Luis Carlos Muñoz, que confió la venta de su produc-
ción al capitán Agustín de Salcedo16.
Quienes tuvieron en sus manos el control de la Carrera de Indias contribu-
yeron de un modo significativo a configurar el marco de la promoción artística.
Ellos ejercieron una acción impulsora de altísimo nivel que pudo ser determi-
nante en la implantación del barroco en Sevilla. Este reconocimiento nos lleva
a rebajar el peso de la clientela religiosa, que equivocadamente se ha presenta-
do como responsable de esta situación, restituyendo a las élites mercantiles en
su papel protagonista.
También los propios artistas participaron en el negocio como conductores
de las mercancías ajenas. Entre los pintores fue una práctica más frecuente de
lo que hoy en día conocemos. Valga como ejemplo el caso de Bartolomé Fer-
nández de León, que desde Vera Cruz se ocupó de vender cuadros a su maes-
tro, Francisco Pérez de Pineda. En 1662 había cobrado varias de sus pinturas17.
Algunas veces la intermediación se produjo por mano de familiares de los
propios artífices, por lo general del mismo oficio, con tratos puntuales, que
más tienen que ver con el aprovechamiento de una coyuntura particular. Así
habría que verlo con respecto a la comisión que Francisco Miguel Fax tuvo de
su padre, el pintor flamenco Sebastián Fax, llevando a Tierra Firme mercancías
por valor de 250 pesos18.
19 Como el de Ducan Kinkead, que ha efectuado su propia medición. “Juan de Luzon and the
Sevillian Painting Trade with the New World in the Second Half of the Seventeenth Century”,
The Art Bulletin, 66-2, 1984, págs. 303-310.
20 BROWN, J., “Patronage and Piety: Religious Imagery in the Art of Francisco Zurbarán”, en
METROPOLITAN MUSEUM OF ART, Zurbarán. Catalogue of an Exhibition to be held at The
Metropolitan Museum New York, 1988, págs. 7-19.
21 Capital de bienes redactado tras casarse con Ana María Alcaide y Cañizares. KINKEAD, D. T.,
Pintores y doradores de Sevilla. 1650-1699. Documentos, Bloomington, Author-house, 2006,
pág. 62.
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Item 20 lienzos pequeños de Angeles y Famosos para copiar a 11 reales cada uno
montan 220 reales”.
Evidentemente, el ritmo productivo de los obradores sevillanos asociados a
la empresa americana llegó a ser frenético. Hubo quienes asumieron la provi-
sión de importante número de piezas, como Juan López Carrasco, que llegó a
firmar acuerdos tan leoninos como el que le obligaba a pintar 168 cuadros en
ocho meses22.
En el crisol…
Sevilla también se benefició de una práctica muy extendida entre los in-
dianos, el regalo de obras de platería, que por lo general encomendaban a los
obradores cercanos. Sin embargo, no fue raro el encargo diferido, efectuado
para mayor seguridad de la pieza, en la ciudad española. Valga el caso del ayu-
dante Francisco Rodríguez Carbajo, que había fallecido en la ciudad de Santia-
go de Guatemala, en 1649, y dispuso a través de su testamento –otorgado el
13 de febrero de ese mismo año– que se hiciera para la Inmaculada Concep-
ción de la parroquia de su villa natal –Fuentes de León–, una lámpara grande
de plata23. El encargo de la joya quedó conferido a Nicolás Justiniano Chavarri
y el artista elegido fue el platero de mazonería sevillano Mateo Gutiérrez. La
entrega se produjo el 8 de julio de 165124. El licenciado Diego Santos López,
cura propio de la parroquia de Fuentes, se encargó de conducir la lámpara a
su destino25.
Los plateros de oro hicieron buenos negocios al amparo del tráfico humano
y las remesas de Indias. No sólo desarrollaron una intensa labor como presta-
mistas, sino que también mejoraron la oferta de la joyería local, explorando
las posibilidades de las piedras preciosas y los materiales raros obtenidos en
América, además de la renovación de los diseños por esa misma influencia.
De ahí la abundante pedrería que las joyas sevillanas van a tener: diamantes,
turquesas, amatistas, zafiros, granates, venturinas, u otros materiales recolecta-
dos en el trópico, como el coral, los que retornarían a su lugar de procedencia
con engarces sevillanos. A ello habría que añadir la aparición de piedras im-
portadas de Europa, como las blancas de Bohemia o las rojas alemanas, o los
esmaltes, el azabache y el ámbar. Las formas, que hoy podemos reconocer en
los retratos de época, son exuberantes, a base de lazadas, formas animales y
complejas composiciones de diversas piezas independientes. Los documentos
citan con regularidad mariposas, salamanquesas, y, entre los tipos, arracadas y
mermelletas. En cuanto a las técnicas, abunda la filigrana26.
No hay límite para la fantasía, y el lujo derrochado parece no encontrar de-
tractores, al contrario de lo que ocurriría con otras manifestaciones del mismo
que acabaría siendo restringido por disposiciones legales27. Entre los bienes
que Fernando de Torres dejó a su muerte quedó una gran porción de joyas de
diverso calibre y material, entre otras: dos de filigrana sin lazo, una de ellas pe-
queña y otra con asientos, otras dos con lazo, una de oro y de piedras blancas,
160 pares de piñones de cristal, 33 libras de atincas, tres pares de sarcillos de
26 Joan Lopez y Pedro Alonso de Velasco, de partida para Madrid con conducta de plata, han
recibido del capitán Leandro Cosio, cuatro cajetas, tres pequeñas y una grande con las si-
guientes piezas: “Vn rosario de quentas de Esmalte turquessado engazado en oro de seis
Diesses con siete lacillos esmaltado de negro y vn sudario; Vna joya de oro esmaltado de
colores con ocho Rosillas a modo de Claueles que en el medio de cada vna tiene vn diamante
y entre rosilla y rosilla ay vn cogollo con dos diamantes y son todos veinte y ocho diamantes
y entmedio de dha joya ay vn cristal labrado en medias lunas y en el pintado vn niño Jhs; vn
aderezo que se compone de vn Lasso Maripossa y arracadas y la dihas arracadas se compo-
nen de dos cuerpos grandes y dos brazaletitcos y seis piezesicas pequeñas de que cuelgan
los pendientes, y seis pendientes grandes y quatro entrependientes pequeños y en dhas arra-
cadas ay ciento y cinquenta piedras blancas de Bojemia que comunmente llaman Diamtes. de
bojemia y cinquenta y quatro dobletes colorados y el laco es de oro con seis ojas guarnecido
de piedras de christal y los medios son de mermelletas que son veinte y siete y las piedras
de christal sessenta y ocho y la maripossa para el tocado tambien de oro se compone de
piedras de christal y de mermelletas los medios cuyas piedras de christal son quarenta y dos
y la mermelletas son veinte y siete; Vn aderezo de oro y granates de alemania esmaltado de
blanco todo el que se compone de joya con su lassso y enmedio de la joya ay vna iluminacion
de nuestra señora de la Concepcion y toda la joya se compone de maripossas y el lasso se
compone de seis ojas y vna maripossa y mas vnas arracadas de lo propio tambien rebestidas
de maripossas y vna mariposssa grande para el tocado y vn par de brazaletes para las manos
de lo propio que cada brazalete tiene ocho piezas y todo el aderezo referido quatro cientas
y treinta y ocho grantes en esta forma la joya //vto ciento y treinta y vno y el lasso quarenta y
siete las arracadas cien y quarenta y dos la maripossa setenta y dos los brazaletes quarenta y
seis; vna cruz de christal lisso; vn corazon de christal labrado guarnecido de filigrana de oro;
vn corazon de christal labrado; vn auito de san Joan guarnecido de granates; vna pieza de
christal que tiene vna reliquia en medio”. Protocolos, lib. 13004, fol. 555; 15-V-1676.
27 SEMPERE Y GUARINOS, J., Historia del lujo y de las leyes suntuarias de España, Valencia, Insti-
tució Alfons el Magnanim, 1999.
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28 Esos bienes de difuntos los entregó a su viuda Eugenio Castrillo, que también estuvo en Nueva
España. Protocolos, lib. 3698, fols. 580-581; 1659.
29 Protocolos, lib. 13000, fol. 101; 8-I-1675.
30 QUILES, F., “El arte en un emporio mercantil”, pág. 77. Lo último que se ha publicado de este
prestigioso orfebre sevillano, del que aún queda mucho por decir es: SANTOS MÁRQUEZ,
A. J., “Los Sánchez Reciente, una Familia de Plateros del Setecientos Sevillano”, Estudios de
Platería. San Eloy 2007, Murcia, Universidad, Servicio de Publicaciones, 2007, págs. 331-346.
31 El 15 de junio de 1723. QUILES, F., “El arte”, pág. 77.
32 Idem.
33 Ibidem.
34 Protocolos, lib. 3684, fol. 113; 19-VIII-1652.
35 Protocolos, lib. 12968, fol. 799; 1663.
140 / FERNANDO QUILES GARCÍA
36 Valga el ejemplo del platero Pedro de Avila, que adquirió con Pedro Antonio de Guzmán, de
partida para Tierra Firme, el compromiso de prestarle 900 pesos. Protocolos, lib. 555, fol. 593;
4-XI-1653.
37 Protocolos, lib. 3690, fol. 600; 28-IV-1655.
38 Protocolos, lib. 3691, fol. 519vto; 1655.
39 Protocolos, lib. 3681, fol. 377; 8-VII-1651.
40 Protocolos, lib. 12953, fols. 1144-5.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 141
Algunos autores han advertido la relación entre estos yesos sevillanos y los
que en la segunda mitad del XVII decoran las iglesias poblanas41. En las prime-
ras obras, aún manieristas, intervinieron artífices sevillanos. En el registro de
Ida de Contratación de 1588 aparece constatado un “inventario de yeserías”,
como repertorio de estampas o dibujos42. Empero, los temas son distintos43.
41 GÓMEZ PIÑOL, E., “Las artes plásticas”, en Historia general de España y América, tom. XI-1
América en el Siglo XVIII. Los primeros borbones, Madrid, Rialp, 1984, págs. 357 y 358; RECIO
MIR, Á., “Genesis del ornato barroco sevillano: causa y significacion”, en ARANDA BERNAL,
A. M. y otros, coord., Territorio, Artes, Espacio y Sociedad. Congreso Internacional del Barroco
Americano, Sevilla. Universidad Pablo de Olavide - Fundación el Monte, 2001, II, págs. 941-
961.
42 GÓMEZ PIÑOL, E., “Las artes plásticas”.
43 De la génesis y proyección de la yesería barroca ya me he ocupado: “Introducción al estudio
de la yesería barroca”, Pedro de Mena y su época (Actas del simposio del mismo nombre),
Málaga, Junta de Andalucía, 1990, págs. 565-575.
142 / FERNANDO QUILES GARCÍA
El efecto rebote
Al estudio de las relaciones artísticas entre España y el Nuevo Mundo hay
que incorporar el efecto rebote, que se produjo con la devolución a la metró-
poli de aquellos temas que previamente había remitido a los virreinatos para
su propagación y uso. Eso ocurrió con las series de ángeles, que habían sido
conocidas gracias a la elaboración previa de los talleres sevillanos, de acuerdo
a los modelos grabados de procedencia europea, llegando a tomar carta de
naturaleza en el Perú, donde fueron armados con arcabuces. No son pocas las
muestras del éxito alcanzado por esta variante iconográfica entre los tratantes
con Indias. El capitán Juan de Insausti poseyó “diez y seis Anjeles de estattura
de hombre llano sin guarnición” y “otros quatro anjeles grandes sin moldura”.
En esta misma colección había otra manifestación de estas modalidades temá-
ticas viajeras: una serie de santos ermitaños en yermo (santos anacoretas), que
podría estar inspirada en los dibujos de Maarten de Vos grabados por diversos
artífices centroeuropeos (“yten diez y seis paises sin molduras de hermitaño
llanos”)44.
Las galerías de hombres de la fama, pintados de cuerpo entero, aparecen de
manera recurrente en los hogares de sevillano no necesariamente vinculados
con las actividades comerciales. Así ocurre en el caso del canónigo del Salva-
dor, Alonso de la Cueva, que poseyó “catorçe rretratos de honbres de fama
a quatro rreales cada vno”45. Esta “hibridación” cultural es reponsable de que
este mismo sacerdote tuviera en su casa “dos rretratos de sibilas”, puesto que
responden a los criterios coleccionistas imperantes en la época y a la vez son
consecuencia del proceso de solapamiento –y más aún: transmutación– de gé-
neros que se ha verificado en el arte de la pintura sevillana. La Sibila es profe-
tisa pero en su definición acaba asemejándose a las santas pintadas de cuerpo
entero, en series como las populares versiones zurbaranescas del retrato a lo
divino. El capitán Gabriel de Rada recibió como dote de su esposa, María Vela
González de Arcaute, “doce sebilas quadradas buenas a diez y seis rreales
montan çiento y nobenta y dos Rs.”46 También algunos hombres de iglesia po-
seyeron muestras de esta confusa iconografía, como el licenciado Gabriel de
Aranda, que fuera administrador del hospital de las Cinco Llagas47
Parecida orientación tuvieron las representaciones de los emperadores, de
estirpe europea y que los españoles introdujeron con notable éxito en el mer-
cado americano. Y “doçe enperadores pª patio usados” también aparecen re-
América devolvió con creces los bienes recibidos, con los metales nobles,
las materias extraídas de los bosques y las aguas, y las rarezas creadas por la
población nativa, para surtimiento de las despensas, acondicionamiento de las
iglesias y provisión de los coleccionistas sevillanos y europeos. Y con los años
también aportó obras de arte de producción propia. En este sentido habría
que considerar el papel jugado por la población de origen español, arraigada
en las nuevas tierras. Como diría García Sáiz:
“Sin embargo, la presencia más significativa de obras elaboradas en la América
virreinal en España no se debe tanto a lo que podríamos denominar el comercio
libre, que sin duda engrosaba las diferentes ferias locales, como a las donaciones
realizadas por españoles, de nuevo funcionarios civiles y religiosso o comerciantes
fundamentalmente.”53
A lo largo del XVII los envíos de plata labrada, joyas y objetos suntuarios,
algunos raros, otros exóticos, crecieron, en consonancia con la llegada de las
primeras grandes remesas de arte virreinal, esculturas y pinturas con iconos
americanos:
“Con ellas se evidenciaba claramente el éxito y la rapidez de la aculturación, ya
que los talleres americanos trabajaban a buen ritmo para intentar dar respuesta a la
57 Con pasta de maíz batida, cuyo procedimiento era conocido como tatzingueni. GUTIÉRREZ,
R., coord., Pintura, escultura y artes útiles en Iberoamérica, 1500-1825, Madrid, Ediciones Cá-
tedra, 1995; ESTRADA JASO, A., Imágenes de caña de maíz. Estudio, catálogo y bibliografía,
México, Universidad Autónoma de San Luis de Potosí, 1996, 2ª ed.; VELARDE CRUZ, S. I.,
Imaginería michoacana en caña de maíz. Estudio histórico y catálogo de imágenes en Morelia,
Tupátaro, Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Quiroga y Santa Fe de la Laguna, Michoacán. Siglos XVI-XVIII,
Morelia, CONACULTA-Programa de Estímulo a la Creación Cultural y Desarrollo Artístico de
Michoacán-DGV-DVEM/ Gobierno del Estado de Michoacán-Instituto Michoacano de Cultu-
ra, 2003.
58 Puede que incluso se confunda el papelón con la caña de maíz. AMADOR MARRERO, P. F.,
Traza, op. cit., pág. 36.
59 De acuerdo al título que Amador Marrero dio a su libro.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 147
Préstamos artísticos
Al margen de los aportes materiales que se verificaron con cada remesa,
habría que considerar la transferencia de ideas y la “contaminación” técnica,
que también tuvieron efectos notables en el desarrollo artístico y artesanal de
la ciudad de Sevilla. Las artesanías locales dieron cabida a los materiales y las
técnicas importadas de las Indias. El exotismo de algunos objetos y las posibili-
dades que brindaban los nuevos componentes, dieron lugar a ciertos cambios
entre los artífices para aprovechar esta beneficiosa intromisión. La aparición
del carey, el nácar, el marfil –con el desarrollo de la eboraria– y las maderas
nobles, alteró positivamente el arte mobiliar sevillano, tanto doméstico como
religioso, que se vio renovado en sus estructuras y decoración. También forta-
lecieron la producción de otros objetos suntuarios como los abanicos plega-
bles y los biombos60. En definitiva los obradores hispalenses se acomodaron a
la demanda de una sociedad que quería tener objetos con las calidades y los
acabados indianos. Indicio de ello son los encargos de muebles con marfil y
maderas nobles. El palo santo circuló masivamente en la segunda mitad del
XVII y algunos ebanistas, como Antonio Núñez Ribero, lo emplearon en sus
talleres61. Otros hicieron uso de los apliques ricos, ya fuera carey o bronce.
Uno de los nombres que salen a relucir en las fuentes, cumpliendo numerosos
encargos, fue Andrés Sanguino, que en 1665 aceptó hacerle a Pedro Reynel
dos contadores de cinco cuartas de largo por tres de alto, “con rrequadros
de concha sinttilla gravada y molduras de evano con ttodos sus bronzes y las
conchas ¿de las? Gauetas de una pieza según y como e hecho ottros antes de
ahora”62. Roque Pérez de Guzmán le hizo al capitán José de Múxica, vecino
del Perú, por encargo directo del capitán Florián de Luzuriaga, un escritorio
con obra de bronce y dorado “de molido”63. Esta comisión respondía al deseo
del particular por proveerse de muebles trabajados en Sevilla y era sintomática
de la orientación de la oferta artística. Pero no era una rara interpretación de la
estética sobrevenida con el tráfico indiano, sino más bien un testimonio de una
demanda creciente, que atendieron otros artífices. El propio Pérez de Guzmán,
al contraer matrimonio con María de Cárdenas y Valverde, viuda del ebanista
Francisco Gómez, recibió como parte de la dote:
60 Algunos pintores acabaron dedicándose al trato de esta mercancía. QUILES, F., Noticias de
pintura (1700-1720), “Fuentes para la Historia del Arte Andaluz”, I, Sevilla, Guadalquivir, 1990,
pág. 221.
61 Se sabe que hizo una cama de palo santo con guarnición de bronce dorado. Protocolos, lib.
12977, fol. 983; 1666.
62 Protocolos, lib. 3709, fol. 704; 22-VII-1665.
63 Protocolos, lib. 12976, fol. 837; 6-VIII-1666.
148 / FERNANDO QUILES GARCÍA
64 Roque Pérez de Guzmán sería uno de los artesanos del mueble más apreciados en la segunda
mitad del siglo XVII. Era natural de Granada, e hijo de Roque Pérez de Guzmán y de Catalina
Martínez. De la reputación y posición acomodada da cuenta el hecho de que la dote recibida
de su esposa ascendió a la considerable suma de 17.624 reales. Protocolos, lib. 1265, fol. 485r;
1649.
65 “Caxetero de carei” era José Muñoz de Baena. Protocolos, of. 12, 1716, fol. 410.
66 El aprendiz se llamaba Pedro Florencio y el plazo estipulado para cumplir el aprendizaje era
de tres años. El mismo José de la Oliva aparece en otros documentos como “maestro de haser
sortijas”. Protocolos, of. 23, 1705, fol. 459 y of. 4, 1706-I, fol. 989.
67 Protocolos, of, 4, 1706-1707, fol. 1014.
68 GARCÍA SÁIZ, C., La pintura colonial en el Museo de América (II): Los enconchados, Madrid,
Ministerio de Cultura, 1980; GARCÍA SÁIZ, C. y SERRERA, J. M., “Aportaciones al catálogo de
enconchados”, Cuadernos de Arte Colonial, 6, 1990, págs. 55-87; BARRIO MOYA, J. L., “Seis
enconchados mexicanos en un inventario madrileño de 1709”, Archivo español de arte, 268,
1994, págs. 413-414; RIVAS DÍAZ, E., “El empleo de la concha nácar en la pintura virreinal: es-
tudio radiográfico de la colección de pintura ‘enconchada’ del Museo de América de Madrid”,
Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, 15, 2002, págs. 147-167.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 149
69 Jerónima Rabachero, viuda del capitán Juan del Tojo, poseyó un nutrido mobiliario de proce-
dencia colonial, parcialmente elaborado en madera de “Chacarandana”. Protocolos, lib. 3690,
fol, 31; 1655.
70 Protocolos, lib. 3706, fol. 384r; 1663.
71 Protocolos, lib. 3715, fol. 1004r; 1668.
72 Protocolos, lib. 12954, fol. 561; 26-IX-1658.
73 Protocolos, lib. 3677, fol. 436; 1649.
74 Juan López y Pedro Alonso de Velasco, vecinos de Madrid, recibieron de Íñigo de Acuña y
Castro, entre otras cosas dos cajones toscos “en los quales dicen ban barros de yndias”. Pro-
tocolos, lib. 13004, fol. 590; 19-V-1676.
150 / FERNANDO QUILES GARCÍA
Devociones transferidas
Capítulo aparte merece el intercambio de imágenes de devoción, con dis-
tinto calado y repercusión mediática y artística.
Empecemos por un modelo transferido que no cuajó en su lugar de recep-
ción, por lo que podríamos considerarlo como un hito sin efectos en la codifi-
cación de la iconografía local: la rara versión de la Inmaculada Apocalíptica de
Miguel de Santiago (san Agustín, Quito). De ella hay dos versiones sevillanas
dieciochescas, cuyo origen desconocemos, una el convento de santa Paula y
otra en el colegio de la Trinidad88. De este modo participa en la comprensión
de las políticas de tranferencia artística, al introducir la duda acerca del origen
de la matriz. Dada la singularidad iconográfica cabe pensar en la procedencia
americana.
88 PACHECO BUSTILLOS, A., “La Virgen Apocalíptica en la Real Audiencia de Quito. Aproxima-
ción a un estudio iconográfico”, Barroco Iberoamericano. Territorio, Arte, Espacio y Sociedad,
Sevilla: Universidad Pablo de Olavide – eds. Giralda, 2001, págs. 594 y 595.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 153
“En Cádiz, Sevilla, y en todas partes de católicos que tienen comercio con la Nueva
España, es tan conocida, tan venerada y aplaudida esta santa imagen, que apenas
hay casa en que no la tengan”.94
El padre Matías Alonso escribía en su Crónica Seráfica, editada en Valladolid
en 1734, que “sólo en Madrid tiene tres Capillas, ocho Altares, y se adoran co-
locadas las Imágenes de la Guadalupana milagrosa en más de cincuenta Igle-
sias”95.
A Sevilla llegaron infinidad de lienzos, muchos más de los que en la actua-
lidad han sido catalogados96. Y de los localizados son minoría los que se en-
cuentran in situ, en el lugar para el que fueron encargados o el elegido por el
donante. La versión más común es la que presenta a la Virgen en el monte Te-
peyac y las apariciones al indio Juan Diego orbitando en torno a ella. Así está
resuelta una de las mejores obras sevillanas, la que firmó Juan Correa y hoy se
encuentra en la parroquia de san Nicolás. Por su carácter narrativo resulta sin-
gular la de la cercana iglesia de santa María la Blanca, dispuesta en dos hojas.
Muchos de estos cuadros ingresaron en recintos religiosos legados por in-
dianos. Como que el que Francisco de Lacarra, de la flota de Nueva España,
legó en 1706 a las dominicas de la collación de Santiago el Viejo “vn lienzo q
tengo grande de nra Señora de Guadalupe de Yndias con su moldura dorada
estofada y cortina de gaza”97. Son por tanto imágenes transferidas, del espacio
doméstico al ámbito de lo sacro, al contrario de lo que ocurre con otras mani-
festaciones artísticas, que pertenecen al dominio público.
Algo parecido ocurre con otra imagen americana, la Virgen de Copacaba-
na, cuyo culto también fue introducido en la Península Ibérica. Sin embargo, el
procedimiento utilizado para favorecer su difusión es distinto. Apenas se hace
uso de la imagen de bulto de tamaño natural y menos de las representaciones
pictóricas, corriendo en forma de exvotos de plata de pequeño tamaño, sobre
todo medallas. Por menudas y portables se les llamó familiarmente copacaba-
nas. Consta que, en 1679, el capitán Gabriel Dávalo, recién llegado de Tierra
Firme, entregó a Ana Berni, entre otras prendas, “doze ymagenes de popas
94 FLORENCIA, F. de, La Estrella del Norte de México, México, Fondo de Cultura Económica,
1999 (1ª ed.: 1688), pág. 196.
95 Tomado de la Historia de la aparición de la SMA. Virgen María de Guadalupe en México desde
el año de MDXXXI al de MDCCCXCV. Tomo II / por un sacerdote de la Compañía de Jesús,
México, Tip. y Lit. “La Europea” de J. Aguilar Vera y Cía., 1897, pág. 260. Edición digital: Alican-
te, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2004.
http://w w w.cer vantesvirtual.com/ser vlet/Sir veObras/03691736455715784332268/
p0000006.htm
96 Hasta la fecha el catálogo más completo es el de GONZÁLEZ MORENO, Iconografía guada-
lupana en Andalucía, Jerez de la Frontera, Junta de Andalucía, 1991.
97 QUILES, F., “El arte en un emporio mercantil, la Sevilla barroca”, Jahrbuch für Geschichte Latei-
namerikas, 43, 2006, págs. 67-90.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 155
98 Se las había entregado Juan de Garay, sobrino de la citada señora, vecino de El Callao. Proto-
colos, lib. 13014, fol. 1348; 2-X-1679.
99 Protocolos, lib. 3710, fol. 745; 28-XI-1665.
100 Protocolos, lib. 3715, fol. 528; 21-III-1668.
101 VALDIVIESO, E. y MORALES, A. J., Sevilla oculta, Sevilla, Guadalquivir, 1981, pág. 107; CAL-
DERÓN, C. y J. A. CALDERÓN, El Real Monasterio de Madre de Dios de Sevilla, Sevilla, Gua-
dalquivir, 2004, pág. 114.
102 Así consta en el testamento de Sarriá. Protocolos, lib 3707, fols. 661-672; 1664. Agregación del
entierro y capilla al vínculo en fol. 663r y fundación de capellanía en fols. 686-9.
103 Protocolos, lib. 3710, fol. 80; 4-IX.
104 Protocolos, lib. 3715, fol. 194.
156 / FERNANDO QUILES GARCÍA
una carga de plata y diversos objetos, entre ellos “veintte y quattro ymaxenes
de nra señora de Copa Cauana de platta la una gde y quatro medianas y todas
çinco de puertas; dos mas pequeñas, quatro redondas; cinco de hechura de
Coraçon y ocho pequeñitas pª Rosarios”105.
Este flujo devocional compensó en cierto modo el que se produjo en senti-
do inverso, con devociones hispanas arraigadas en América. La propia Virgen
de Guadalupe tiene matriz extremeña.
Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta tuvo que hacer frente, mientras go-
bernaba el virreinato de Nueva España, a un contagio de tabardillo. Al impe-
trar la protección para su pueblo de las vírgenes de los Remedios y de Loreto
contribuyó al fomento de unas devociones que habían sido importadas de la
metrópoli. A Loreto estaba dedicado un importante monasterio sevillano del
que partieron algunos de los religiosos franciscanos que acabarían sus días en
América. Y también recibía cultos en la capital del Virreinato de Nueva España
al menos desde el XVIII. Conocida es la imagen que poseyeron los jesuitas y
que pasó al convento de la Encarnación con el extrañamiento de la Compañía.
A principios del XIX se le dedicó un templo. Incluso entre las comunidades
tarahumaras del estado de Chihuahua se la venera como la devoción más arrai-
gada, junto con la de Guadalupe. En Sonora y sur de California es festejada
como patrona.
Por otro lado, la Virgen de los Remedios también tiene enorme poder de
convocatoria, siendo patrona de la ciudad de Querétaro.
A ellas habría que unir muchas otras advocaciones de María que prolifera-
ron en Nueva España. Entre otras, la Virgen de la Soledad (patrona de Jerez,
Zacatecas), Nuestra Señora de las Mercedes (Santa María del Oro, Durango),
Virgen de los Dolores (Potoicha, Guerrero).
Una aportación hispana de última hora fue la Divina Pastora, que arraigó con
fuerza en Nueva España y que en Caracas se ha convertido en un fenómeno de
masas. Es el fruto del esfuerzo desplegado por los misioneros capuchinos.
Éstas son algunas de las manifestaciones más claras del sincretismo cultual,
que no sólo se manifestó en las imágenes marianas, sino también en otras
obras “aclimatadas” a la propia idiosincracia local. Las tallas de Cristo hechas
en pasta de maíz, a las que más arriba me he referido, constituye el ejemplo
más palmario de este mestizaje, al estar realizadas de acuerdo a las técnicas
tradicionales, pero siguiendo los conceptos artísticos hispanos106. Motolinia fue
testigo de esta síntesis cultural y artística, como refería en su libro:
107 BENAVENTE, Fr. T., Historia de los indios de Nueva España, tomado de AMADOR MARRERO,
P. F., Traza española, 33.
108 Sobre el uso ritual del maíz vid. SÁNCHEZ RUIZ, J., “Técnicas purhépechas para imágenes
cristianas”, en GARCÍA-ABÁSOLO, A., GARCÍA LASCURAIN, G. y J. SÁNCHEZ RUIZ, coords.,
Imaginería indígena mexicana. Una catequesis en caña de maíz, Córdoba, Cajasur, 2001, pág.
44.
109 AMADOR MARRERO, P. F., Traza española, pág. 45.
158 / FERNANDO QUILES GARCÍA
110 Así lo cree Amador, aludiendo a la necesidad de reubicar numerosas piezas que confecciona-
das en papelón podrían ser americanas. Idem, pág. 46.
111 GÓMEZ PIÑOL, E., “Sentimiento religioso e imágenes del crucificado en el arte hispanoame-
ricano del siglo XVI”, Signos de evangelización, Sevilla, 1999, pág. 91.
112 “En la nueva frontera de la fe la función del drama de la conquista cambia y sea un nuevo reto.
Ya no es la expulsión de infiel invasor, lo que justifica la violencia, ahora el soldado español
es el invasor.” GARCÍA-VERDUGO, M., “La tradición teatral popular en la América Colonial:
Moros y cristianos en Chiquimula, Huamantanga-Canta y Chimayó”, Tejuelo, 3 (2008), pág.
92.
113 MÚJICA PINILLA, R., “Apuntes sobre moros y turcos en el imaginario andino virreinal”, Anua-
rio de historia de la Iglesia, 16, 2007, págs. 169-180.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 159
Santos americanos
Hay una realidad que se impone por encima de cuantas otras podemos
estimar por su proyección artística, y es la de la creación de los nuevos santos
americanos con la concurrencia de la Corona y la intermediación de su Conse-
jo de Indias. Las autoridades peninsulares se constituyeron en garantes de las
figuras de santidad, abriendo brecha en el consistente muro vaticano a través
de sus agentes romanos. La sistematización de los documentos producidos en
estas circunstancias nos está permitiendo reconstruir una práctica que se repe-
tirá en sus mínimos detalles en todos y cada uno de los procesos emprendidos
por la Iglesia americana.
Evidentemente, en la base de la estructura montada para apoyar estas ac-
ciones espritiuales se encuentran las iglesias locales. El primer movimiento co-
115 Desde el punto de vista iconográfico, la mejor síntesis es la de Ramón MÚJICA PINILLA, Rosa
limensis: mística, política e iconografía en torno a la patrona de América, México, FCE, 2005. En
lo que respecta a los procesos de beatificación y canonización resulta clarificador el estudio
de HAMPE MARTÍNEZ, T., Santidad e identidad criolla. Estudio del proceso de canonización
de Santa Rosa, “Cuadernos para la la historia de la evangelización de América Latina”, nº 20,
Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos fray Bartolomé de las Casas, 1998.
116 Hampe decía, a propósito de ello y tomando en consideración la opinión de Bernard Lavallé
(Las promesas antiguas…): “El criollismo colonial debe ser entendido como un vasto, profundo y
polifacético movimiento de toma de conciencia, un proceso tanto social como intelectual, que
involucró a todas las capas de la población de origen europeo y suscitó una multiplicidad de
cuestionamientos, tiranteces y rivalidades.” Santidad e identidad…, op. cit., pág. 53 y cap. 6.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 161
117 GLAVE, L. M., De Rosa y espinas. Economía, sociedad y mentalidades andinas. Siglo XVII, Lima,
Banco Central de Reserva del Perú, Fondo Editorial, 1998, págs. 20-21.
118 MÚJICA PINILLA, R., Roma limensis; QUILES, F., “La invención de la forma y la concreción
del gesto. La hagiografía creada para la Sevilla barroca”, en DE CARLOS, M. C., PEREDA, F.,
VICENT-CASSY, C., coords., Usos y espacios de la imagen religiosa en la Monarquía hispánica
del siglo XVII, Casa de Velázquez, Madrid, 2008, págs. 135-149.
162 / FERNANDO QUILES GARCÍA
119 La atribución a Medoro es antigua, pero puede ser confirmada por la documentación genera-
da en el proceso ordinario, donde aparece como uno de los testigos que aportaron informa-
ción sobre la santa. Hampe analiza la información tomada del expediente, deduciendo que
el retrato no lo pudo hacer en la capilla ardiente, sino todavía en vida. En la respuesta nº 27
dijo que “yba a ver su entierro y por no poder entrar a causa de la mucha gente que avía en la
yglessia se volvió”. HAMPE, 81-84; 129.
120 HANSEN, L., Vita mirabilis et mors pretiosa venerabilis Sororis Rosae de Sancta Maria Limensis,
Roma, 1664.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 163
121 Hampe aprecia esa proyección. Llega a decir que de que los trabajos realizados en Madrid
formaban parte “de la campaña internacional orientada a la suprema elevación de la criolla
limeña.” 70.
164 / FERNANDO QUILES GARCÍA
ARTE Y ARTISTAS
122 CRUZ ALCAÑIZ, C. de la, “Francisco Preciado de la Vega: Poesia arcadica e idea pittorica”,
Neoclassico. Semestrale di arti e storia, 29, 2006, págs. 6-29; GARCÍA SÁNCHEZ, C., “Cartas
de Francisco Preciado de la Vega a Manuel de Roda (1765-1779)”, Academia. Boletín de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, 104-105, 2007, pág. 27.
123 Teorodo Hampe recuerda cómo la causa ordinaria estaba concluida justo cuando la flota
estaba presta a retornar a España. Santidad e identidad criolla, op. cit., pág. 19.
124 VÉLIZ, Z., “Retratos de sor Jerónima de la Fuente: iconografía y función”, Velázquez, Madrid,
Galaxia-Gutenberg, 1999, págs. 397-412.
125 Morán llama la atención sobre este moderno sistema de venta en existencia. MORÁN TU-
RINA, M., “Público, públicos e imágenes”, en MORÁN, M. y PORTÚS, J., El arte de mirar. La
pintura y su público en la España de Velázquez, Madrid, Istmo, 1997, pág. 115.
126 Aunque las pinturas van destinadas a Tierra Firme, sirven a nuestro intento. KINKEAD, D. T.,
“Artistic trade between Seville and the New World in the mid-seventeenth century”, Boletín
del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, 25, Caracas, 1983, págs. 95-97, docs. 13-15;
contratos firmados entre el 14 de enero y el 27 de mayo de 1664. Las fuentes hasta ahora han
estado mudas en relación con los zurbaranes americanos, de manera que no hemos podido
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 165
emprendido una loca carrera para atender una demanda inagotable, teniendo
que responder pintando tres lienzos diarios durante meses. En esas circunstan-
cias se comprende la entrada en su taller de diversos aprendices en apenas un
año127.
reconstruir la trayectoria de los mismos. La serie más notable apenas se conoce su presencia
en el convento franciscano de Lima. MARQUÉS DE LOZOYA, “Zurbarán en el Perú”, Archivo
Español de Arte, 55, 1942, págs. 1-6.
127 KINKEAD, D. T., “Artistic…”, op. cit., docs. 17-18.
166 / FERNANDO QUILES GARCÍA
“en una fiesta que hicieron por la mar colgó en el galeón muchas de las dichas
pinturas y de esa causa le pudo suceder el maltratarse”128.
Los registros de Contratación –en el Archivo General de Indias–, que le-
vantan acta de la naturaleza de la carga de las embarcaciones de la Carrera,
registran rollos de pintura o retablos fragmentados, además de esculturas129.
Algunos encargados expresamente a los maestros de taller y otros enviados sin
trato previo, para venderlos en los mercados de Veracruz y Portobelo o distri-
buirlos tierra adentro.
Sin ser tan explícitos, hay otros documentos dados a conocer, que ilustran
esta práctica mercantil. Kinkead ha aventado los protocolos notariales sevilla-
nos para entresacar abundante información sobre el envío de pinturas a las In-
dias130. En muchos casos se trata de remesas destinadas a la feria de Portobelo,
compuestas por obras de maestros poco conocidos y algunos vinculados al
taller de Murillo131.
El mismo investigador ha documentado la entrega, entre 1647 y 1665, de
no menos de 1309 pinturas con destino al Nuevo Mundo y tan sólo seis pinto-
res haciendo frente a semejante producción. Y ello no fue más que una ínfima
parte de lo que cruzó el Atlántico hacia los virreinatos, puesto que muchas de
las obras se apalabraban o simplemente se hacía para ser feriada132.
Frente a esta situación hay que mencionar los conjuntos realizados previo
encargo. En este caso es el cliente o un testaferro los que condicionan al ar-
tista. Ocurre en el caso de Esteban Márquez de Velasco, que pinta una serie
de la vida de san Francisco para México. O en los de Juan Simón Gutiérrez,
Francisco Pérez de Pineda y otros pintores de primera que también sintieron la
llamada de ese mundo. Pineda, además, probó suerte y viajó a Nueva España.
Otros lo intentaron, sin lograrlo, como Murillo133. Los orfebres incluso mantu-
vieron un puente tendido hacia la otra orilla, con apoyo en una nutrida repre-
128 PALOMERO PÁRAMO, J. M., “Notas sobre el taller de Zurbarán: un envío de lienzos a Por-
tobelo y Lima en el año de 1636”, Extremadura en la Evangelización del Nuevo Mundo, Madrid,
1990, págs. 324. Asimismo: NAVARRETE PRIETO, B., “Zurbarán y su obrador: pinturas para el
Nuevo Mundo”, en Catálogo de la exposición del mismo título, Valencia, Consorci de Museus
de la Comunitat Valenciana, 1999, págs. 19-79.
129 García Fuentes ha documentado entre 1650 y 1700 la remisión de 240 rollos de pintura, 51
con destino a Nueva España. GARCÍA FUENTES, L., El comercio español con América. 1650-
1700, Sevilla: Diputación Provincial, 1980, pág. 324.
130 Una visión global en “Artistic trade…”, op. cit.
131 KINKEAD, D. T., “Juan López Carrasco, discípulo de Murillo (documentos nuevos)”, Archivo
hispalense: Revista histórica, literaria y artística, 220, 1989, págs. 323-328.
132 KINKEAD, D. T. “Artistic”, pág. 85.
133 ANGULO, D., “El viaje de Murillo a tierra firme en 1633”, Archivo Español de Arte, 183, 1973,
págs. 354-357.
SEVILLA Y AMÉRICA EN EL BARROCO / 167
sentación en Lima. No olvidemos que uno de los más reputados orfebres del
dieciocho limeño, Francisco de Peñarroja, era oriundo de Sevilla134.
En el estado de nuestros conocimientos no es posible elaborar la nómina
completa de los artistas que durante el Barroco se vincularon de un modo u
otro con las Indias. Ni siquera se sabe de su aportación al arte americano. Exis-
tió, no obstante, un vínculo permanente entre los artistas y los virreinatos, de
manera que unos enviaron sus obras a Nueva España y otros a Perú. Con Lima
se asocian los más importantes pintores de la época, como Zurbarán, Valdés
Leal o Murillo. Este último tuvo la tentación de aventurarse en la ruta america-
na con tan sólo quince años. Él mismo lo reconoce en un documento notarial,
con el que pone en orden algunos de sus asuntos. En la escritura, firmada el
18 de abril de 1633, manifiesta que está a punto de efectuar la travesía a Tierra
Firme, en la flota del marqués de Cadereita135. Sin embargo, no hay certeza de
que acabara materializando su proyecto. Algunos historiadores piensan que,
en efecto, acabó cumpliendo su voluntad, otros, por el contrario, niegan que
ocurriera136.
Pero si el artista no viajó, sí lo hicieron sus pinturas y las de sus seguidores.
Siguiendo a Ceán Bermúdez la historiografía ha vislumbrado la posibilidad de
que mejorara su estilo atendiendo encargos americanos. Era la mejor de las
vías para despachar la producción de su taller.
Además, se sabe que Juan Fajardo y Francisco López Caro entregaron abun-
dantes obras a la flota de Tierra Firme137. En la medida en que estos artistas
entraban en los circuitos comerciales a través de una serie de intermediarios,
podría pensarse en una amplia demanda. Es el caso de López Caro, que trató
la venta de su obra con el capitán Lucas de Almansa, que se encaminaba al
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