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Por
Jacobo Milmayet
PARTE I
PARTE II
PARTE III
PARTE IV
La gente conocía muy bien y daba referencia de una casa de piso y medio
que terminaba en una forma de cúpula de planchas de zinc, paredes de adobe
con acabados de madera; se hallaba al costado de la pista en el valle sagrado
de los incas, en un paisaje con un clima especial, benevolente, con un rio que
iba aumentando sus caudales con un sinnúmero de vertientes de la cordillera
de los andes. Estaba a poca distancia de Samay el pueblo principal del lugar
adornada de flores y árboles de melocotones, perales y ciruelos, la estancia
servía de hospedaje con dos habitaciones para turistas que recorren el valle por
la existencia de monumentos arqueológicos incas. Además cerca al portón de
entrada mostraban un aviso de alquiler de caballos y reparación de
neumáticos. Allí vivía Alondra Rosales acompañada de su madre y hermano
menor.
Su padre casi no permanecía en la casa por su habilidad en múltiples
oficios requeridos en diversos pueblos de la ruta, sabía de instalaciones
eléctricas, instalaciones de conductos de agua, acabados de pisos, de paredes,
arreglo de carpas para campamentos, mochilas, además de rentar un caballo y
una mula, animales algo maltrechos, que de alguna manera se mantenían en
pie; en algún momento se perdieron y tuvo que buscarlos durante dos días en
el monte.
La madre de Alondra había improvisado un comedor a la entrada de la
casa, cuyos asientos eran trozos cortados de un tronco de álamo gigante,
debidamente pintados. Ella sí permanecía en el lugar para atender el pequeño
hospedaje, el mismo que ocupaban esporádicamente. Vendía productos de
abarrotería así como alimentos propios de la zona.
Alondra con su hermano cada mañana se dirigían a la escuela en Samay.
Su educación básica terminó en ese pueblo. Tanto observar turistas extranjeros
y escuchar conversaciones en idioma inglés, se interesó en aprenderlo. Fue
necesario ir a la ciudad para comprar textos audiovisuales de inglés e ir
practicando todas las tardes después de hacer sus tareas escolares.
Ahora ya joven, Alondra asumía labores más prolijas que su madre. Había
establecido un registro de visitantes tomando datos de su opinión y
sugerencias. También estableció un presupuesto de control de ingresos y
gastos. Había convocado a su padre, que tenía la virtud de saber componer
todo, para refaccionar el pequeño hostal, a barnizar los asientos y mesas de
troncos a pintar de colores más llamativos la casa de piso y medio, había
ordenado la colocación de senderos de piedra redonda a la entrada y los
alrededores con canto rodado recogido del río, empedrados con una
clasificación de matices de colores naturales dándole prestancia al local.
Sola, había aprendido a hablar inglés medianamente, sin necesidad de
acudir a algún centro de estudios, deseaba intercambiar conversaciones en ese
idioma con turistas extranjeros. “aunque sea a tropiezos, porque los idiomas se
aprenden practicando, con alguna base teórica y la memorización de palabras
usuales” así repetía para reforzar su interés. Sabía que no estaban lejos del
monumento nacional llamado Machupicchu donde confluían personas de
medio mundo, allí podría practicar y mejorar su conversación, sólo se trataba
de seguir río abajo en el valle. Convenció en ir a una vecina ex compañera de
estudios. Establecieron una fecha y se dirigieron a la zona arqueológica.
PARTE V
PARTE VI
Las condiciones en que llegaron no fueron las óptimas, habían tenido que
atravesar pequeños ríos con cierta profundidad, algunos transparentes, que se
podían apreciar peces de colores en un afanado movimiento, la mayor de las
veces se transportaban en canoa y otras caminando dentro del agua, cuidando
no se mojaran los morrales que traían consigo. En cierto momento, el amigo
de Josep manifestó su deseo de abandonar la aventura, cuando se percató de
un reptil deslizándose dentro de sus piernas. El guía trasmitió sosiego al decir
que pronto llegarían al lugar. Al salir de un enmarañado de juncos y árboles
trenzados por alguna corriente abrupta que los empujó, observaron que
llegaban a un rio mayor, ahora sí podrían utilizar la canoa que los venían
arrastrando por turnos.
Verse en este rio extenso y plácido contribuyó a generar cierto descanso
dentro de la canoa. – La tarde en la selva llega muy rápido. – Dijo el guía.
En efecto pronto se acercaba la noche. Una luz generada por una fogata a
la rivera del rio, era señal de su aproximación al lugar deseado. El guía
conversó en el idioma nativo con los habitantes cerca al improvisado
embarcadero. Regresó y para tranquilidad de Josep y el amigo dijo: - No hay
problema nos quedamos en la cabaña de uno de ellos.
Era un bohío enclavado sobre troncos a cierta altura del terreno. Comieron
plátano cocido a carbón de la fogata, junto con carne blanca sin un sabor
conocido, muy suave, aparentemente de pescado, era un manjar para el
hambre que llevaban. Después se enteraron haberse alimentado de carne de
lagarto.
A la mañana siguiente, caminaron por una trocha aproximadamente un
kilómetro hacia el monte, encontraron un caserío con pocos habitantes. El guía
había prometido llevarles a la mejor curandera y conocedora de ayahuasca en
la región: una anciana nativa cuyo dialecto solo entendía él. La mujer nunca
había salido del lugar, tampoco tenía hijos. Sus hermanos, también ancianos,
vivían cercanamente.
A través del guía se fueron enterando que las personas que solicitaban su
atención para este ritual o sesión de ayahuasca eran aquellas que habían
sufrido la pérdida de un ser muy querido y necesitaban hablar con él. En esta
ceremonia que duraba más de siete horas, llegaban a tener un contacto
extraordinario y podían conversar como si estuvieran en la propia realidad.
Otros encontraban remedio para enfermedades terribles como la tristeza
permanente o el miedo, se decía que muchos males eran el resultado de una
desencarnación del alma en la niñez, por lo tanto era necesario buscar los
medios para hacer volver al cuerpo físico.
Coincidentemente dos días antes había llegado Carlos Napoleón Santos
procedente del valle sagrado de los incas con el fin de acabar con ese trauma
de la niñez que llevaba: el miedo y otros sentimientos negativos que sólo él
conocía.
La hechicera se negaba a efectuar la ceremonia si no había por lo menos
dos personas, porque era un ritual que duraba casi toda la noche. La llegada de
Josep Junqueras y su amigo eran suficiente para ella. Sin embargo se negaron
a participar tanto Erick el amigo, como el guía.
Preparó para la ceremonia el ambiente que era su propia cabaña, en el piso
extendió tres mantas, una para cada joven y la del centro para ella. En un
rincón puso a hervir en una olla de barro una combinación de plantas, algo así
como lianas, luego agregó flores, la mujer hablaba. Josep había pedido que el
guía y su amigo permanecieran en el recinto y que el guía tradujera los
mensajes de la hechicera, allí se enteró que Ayahuasca era un término
quechua, que significa “La soga de los espíritus”
El brebaje se los daba simultáneamente tanto a Josep que se hallaba a la
izquierda sentado sobre sus piernas cruzadas como a Carlos Napoleón que se
ubicó a la derecha, sentado en la misma posición, se los daba con una especie
de cucharon en pequeños cuencos que cada uno lo sostenía, hechos de cáscara
seca de calabaza. La bebida era espesa. La hechicera tomaba sólo pequeños
sorbos. A los dos los inducía a terminar las vasijas.
Comenzó con cánticos y letanías monótonas, palabras que se hacían más
repetitivas. Para el guía eran conjuros enigmáticos para liberar malos espíritus.
La mujer empezó a sumergirse cada vez más en un mundo extraño, extra
dimensional, balbuceaba palabras que ya no eran de su lengua, ahora
gesticulaba, levantaba y movía los brazos al son de algún cántico que profería
dentro de los dientes. Después de dos horas empezaron los efectos. Se notaba
que traspiraban copiosamente, temblaban todos. Josep Junqueras vomitaba.
Carlos Napoleón sollozaba. Había pasado la media noche. Tanto el guía como
Erick, casi temblando se fueron a dormir en otra cabaña. Trataban de conciliar
el sueño. Toda esta aventura era inusual, desconocida, patética, quizás menos
impresionante para el guía. Escucharon un fuerte alarido que los sobresaltó y
se encaminaron presurosos hacia la cabaña de la hechicera. Ahora estaban los
dos echados boca abajo sobre sus mantas, adormecidos y cansados como si
hubieran llegado a una cumbre muy alta en la cordillera después de escalarlo
con dificultad.
Pasada la media mañana del día siguiente, todavía seguían adormitados.
Cuando despertaron se hallaban estragados, fruncidos en una embriaguez
somnolienta. La noche había sido interminable. La anciana hechicera salió de
la cabaña, preocupada llamó al guía, le comentó, por largo rato, alguna
confidencia muy importante, explicaba levantando ambas manos hacia lo alto
y luego juntándolas y cruzando los dedos a la altura de los ojos. Concluyó su
mensaje la hechicera sellando sus labios con su dedo índice derecho como
signo de guardar silencio por siempre. Gestos que pudo percibir, desde lejos,
dentro del follaje, Erick amigo de Josep.
La decisión de regresar la tomaron el guía y el amigo de Josep porque
Carlos Napoleón y Josep seguían adormecidos. Tuvieron que llevarlos
sujetándolos de los hombros a cada uno hasta una embarcación que río arriba
los conduciría a una ciudad en la selva alta cerca de Cusco, llamada
Quillabamba. Según el guía, de allí podrían volver cada uno a sus respectivas
ciudades de procedencia, sobre todo los dos extranjeros, También explicaba
que al pueblo al que arribarían, era el lugar de su nacimiento, también estaba
su familia. Explicaba a Erick que la ciudad se encontraba a relativa distancia
de Machupicchu. Aconsejaba visitarla como una oportunidad antes de partir a
su país. Mientras navegaban por el río tanto el guía como Erick amigo de
Josep dialogaban e intercambiaron direcciones y números de teléfono para
comunicarse después.
PARTE VII
PARTE VIII
PARTE IX
Una noche Jerónimo empezó a cavilar sobre su propia vida y hablaba con
él mismo mirando el techo de su habitación, recostado desde su cama.
[Dicen que somos dueños de nuestra propia vida más no de los hijos. Sin
embargo mi experiencia ha sido contraria. Desde un inicio sentí que mi padre,
quien hace muchos años falleció, representar el sol en mi vida, un hacedor,
diseñador de todas mis actividades hasta de mis responsabilidades. No había
circunstancia en la que no estuviera inmerso, en el que no interviniera. Para
escoger entre ciencias y letras en mis estudios básicos, tuve que preguntarle
con la anticipación debida, porque las respuestas a mis inquietudes y preguntas
siempre se redondeaban en: “Déjame pensarlo” Estaba al tanto de sus
comentarios o la respuesta que para mí significaba una decisión del destino en
la voz autorizada de mi padre. “Debes alinearte para seguir alguna carrera de
Ciencias” La orden emanada de él, fue inexorable. Así dediqué mi tiempo a
buscar todo libro relacionado a la matemática, a la física, a la química. Como
tenía que ser ocupé los primeros puestos en las evaluaciones de estos cursos.
Mi predisposición condujo también a ocupar los primeros lugares en mi
ingreso a la universidad en la carrera de ingeniería civil. Por las noches, en mi
cuarto, cuando mi padre no me necesitaba, muy sutilmente escribía poemas y
de vez en cuando una opinión sobre los acontecimientos sociales de mi país,
pero todo lo guardaba en una maleta con clave. Me preocupaba, sentía una
cierta dosis de pecado, que mi padre se enterara de esa afición a las letras.
Como tenía que ser en la vida práctica, nunca ejercí la profesión de ingeniero,
pero también con aprobación de mi padre insistí por todos los medios en dictar
cursos en materia de mi competencia en la facultad de ingeniería de la misma
universidad donde me había graduado. Soy docente universitario para
satisfacción mía y de mi padre. También en cuanto a la elección de mi pareja,
desde antes me había dicho que fuera sincero con él cuando tuviera algún
romance con alguna chica. En este caso sí tuve el valor de ocultar mis
preferencias. Al punto que me enamoré de una niña muy linda, cuando estuve
estudiando en la universidad. La niña estaba en colegio secundario, creo que
fue un amor a distancia donde solamente había un protagonista, era yo, porque
a medio día iba a verla a la salida del colegio en una esquina. El día que nos
saludamos fue trascendental. Me sonrió, hasta ahora guardo ese preciso
instante. Nunca le conté a mi padre. Ya en la universidad frecuentamos con
una compañera de estudios para desarrollar los trabajos de investigación que
nos asignaban. Un día mi padre nos encontró trabajando en una mesa de la
sala. Qué habría ocurrido en él. Se acercó, nos tomó de la cabeza a ambos y
nos dijo: “Esta pareja me gusta. Ojalá que lleguen a casarse algún día” La
chica era simpática y estudiosa. Yo no estaba enamorado y creo que tampoco
ella. Pero recibir esa opinión de mi padre, parecía una orden, sentí como una
resolución del destino, no se podría transgredir, sin mayores entreveros generó
en nosotros una relación seria de compromiso amoroso que terminó en el altar.
Ahora es mi esposa, con quien tenemos dos hijas, quienes también nos han
dado nietos.]
Todo esto recordaba Jerónimo cuando estuvo en Barcelona. Tuvo la
oportunidad de contactarse con su familia en Perú y preguntar si había alguna
noticia fuera de lo común respecto a dos jóvenes turistas españoles. Había
alcanzado el nombre del hijo de don Antonio. Le informaban que no había
ninguna noticia resaltante al respecto, quedaron en hacer averiguaciones en
algunas empresas de transporte de Cusco. Aunque le parecía algo estéril por la
cantidad de turistas que circulan en la región.
El día que iba retornar a su país fue a despedirse en el trabajo de don
Antonio Junqueras. Preguntar lo último en cuanto a su hijo. Le respondió que
había recibido una llamada de Josep encaminándose hacia la selva,
acompañado de Erick un amigo de barrio. Jerónimo aprovechó para acceder a
los números de sus celulares. Naturalmente guardaba la esperanza del retorno
de su hijo antes de que reanuden las clases en la Universidad. Sin embargo le
pidió que lo mantuviera informado de encontrarse con ellos.
Don Antonio Junqueras una tarde recibió la llamada tan esperada de su
hijo. Se encontraba en su habitación viendo una película. Emocionado lo
primero que preguntó:
-Supongo que estas de vuelta porque ya se cumple el receso de la
universidad.
-No papá. Déjame explicarte.
La conversación que comenzó con reproches del padre de por qué no había
llamado antes, la descripción de lugares, personas y eventos que habían
sucedido lo mantenía absorto a don Antonio.
Finalmente la propuesta de levantar un hotel en una zona “de clima
prodigioso, donde acude gente de todo el orbe” lo desencajó totalmente y
terminó diciendo:
-Y de dónde mierda me has salido empresario.
Esta desagradable conversación que tuvo con su hijo lo comentaría
también con Jerónimo, por el grado de confianza que llegaron a tener.
PARTE X
PARTE XI
PARTE XII
PARTE XIII
PARTE XIV
Llegó a España, pensó que recién había amanecido por haber dormido más
de 8 horas en el avión. En el aeropuerto se percató que los horarios marcaban
las tres de la tarde. En su mente aguardaba dos planes: hablar detenidamente
con Antonio Junqueras y luego buscar en Madrid a Carlos Napoleón. “Pienso
estar en lo correcto. Estoy obrando bien” se decía. Se presentaba en su mente
una especie de dicotomía: “Decir o no decir”. Se preguntaba qué pasaría si
Antonio Junqueras encontrara las causas de la extraña percepción del cambio
en la personalidad de su hijo. Toda una experiencia de vida, desde la niñez,
tantas conversaciones de padre e hijo, sueños, criterios en común, todo
lanzado por la borda y encima reciba la información de un hecho consumado:
la trasmigración en vida con otra persona desconocida. ¡Increíblemente en
vida! Porque el más aceptado credo es la metempsicosis en su concepción de
admitir que las almas trasmigran después de la muerte a otros cuerpos. Dogma
que pregonan en “secreto” también los masones. Pero en vida que dos almas
trasmigren en sus cuerpos mutuamente, nunca. Es un absurdo para cualquiera.
Así elucubraba Jerónimo, sin embargo estaba convencido que en verdad había
ocurrido este suceso.
Nuevamente buscó a don Antonio en Barcelona, éste se alegró de verlo y
le brindó una habitación en su casa de Madrazo con Montaner. Tuvieron la
oportunidad de hablar por horas, la cosa era abordar el tema, Jerónimo adopto
primeramente escuchar a don Antonio, quien manifestaba su aflicción en torno
a las perspectivas de su hijo, le confirmó haber aceptado la propuesta para
construir el hotel, que había enviado el capital necesario para su construcción.
También comentó sobre su vida como estudiante, recordó con cierta nostalgia
sobre un aparente romance de Josep con una joven catalana de nombre
Monserrat, de quien tenía un buen concepto cuando su hijo la trajo al centro
comercial y pasearon alrededor del estadio.
Pidió la opinión de Jerónimo sobre la percepción que tenía sobre la vida en
esos pueblos del Perú. Sus comentarios fueron tranquilizantes pero consideró
oportuno darle a conocer sus averiguaciones y ese contacto revelador con
Erick y con el guía, que lo mortificaba hasta en los sueños. Prácticamente lo
dijo a boca de jarro. Para su sorpresa don Antonio, sonreía, no lo tomaba con
la seriedad del caso. Le aconsejó llamarlo a Erick amigo de Josep para
corroborar todo lo dicho. Se retiró de la sala y volvió con una agenda y llamó
a un número, Erick quedó en venir al día siguiente.
La expresión de Erick al contar la historia era en cierto modo anecdótica,
increíble. Para él significaban eventos productos de aventura y la versión de lo
sucedido en aquel rito representaba una muestra de fantasía y superstición de
la gente de la amazonía agregada a la imaginación del propio guía.
Para Jerónimo era una irreverencia el que no aceptaran este hecho con la
connotación sobrenatural, esotérica, inaudita que él entendía. Don Antonio
percibió el semblante de Jerónimo, su desazón; mirando por su ventana una
lluvia menuda que caía en el exterior, dijo saber de un sicólogo muy
reconocido por investigar casos extraordinarios paranormales, había
experimentado científicamente la trasmisión de mensajes recíprocos entre
varias personas en estado de hipnosis con resultados interesantes.
Decidió pedir una cita con el eminente profesional para salir de algunas
dudas, en el fondo, más que don Antonio, Jerónimo deseaba explicaciones más
científicas, convincentes.
PARTE XV
PARTE XVI
PARTE XVII