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El Bienio Reformista.
La Constitución no logró un consenso de toda la población, por lo que el ambiente político se
crispó. Los republicanos más moderados dejaron el Gobierno. Zamora ocupó la presidencia de
la República y Manuel Azaña fue designado presidente del Gobierno. Entre 1931 y 1933, Azaña
continuó la labor reformista:
. Se aplicó una reforma militar. Se redujo la duración del servicio militar. Los mandos
del ejército juran lealtad a la República.
El Gobierno tuvo que hacer frente a la oposición: propietarios de tierras, altas jerarquías de la
Iglesia y del Ejército. Pero también de los anarquistas y los sindicatos.
En 1932 tuvo lugar un intento de golpe de Estado, liderado por el general Sanjurjo, que fracasó.
El Bienio Conservador y el Frente Popular (1933-1936)
En 1933 Azaña dimitió y se convocaron nuevas elecciones, en las que los partidos de derecha y
centro tuvieron un gran éxito. La derecha se unió a la CEDA, liderado por Robles. El centro
derecha ganó las elecciones y apoyado por el CEDA, el Partido Radical, liderado por Lerroux, se
hizo cargo del Gobierno.
Los gobiernos del Bienio Conservador modificaron o suspendieron reformas del periodo
anterior. La tensión entre izquierdas y derechas se materializó en la revolución de octubre de
1934, que se produjo al nombrar Lerroux tres ministros de la CEDA. Los partidos de izquierda
convocaron una huelga revolucionaria para contrarrestar el supuesto peligro que suponía la
CEDA.
. La revolución triunfó en Asturias, donde se ocupó una cuenca minera. Pero fue
duramente reprimida por el ejército con 2.000 muertos y 30.000 detenidos.
Los grupos políticos de izquierda se presentaron a las nuevas elecciones de 1936, unidos en el
Frente Popular, integrados por socialistas, comunistas, republicanos de izquierdas y algunas
fuerzas nacionalistas. En la derecha habían ido ganando terreno los líderes extremistas: José
Calvo Sotelo y José Antonio Primo de Rivera, líder del partido de orientación fascista, Falange
Española.
El Frente Popular ganó las elecciones y formó Gobierno. Reemprendió la política de reformas y
liberó a los presos de la revolución de octubre de 1934. En mayo de 1936 Azaña sustituyó a
Zamora como presidente de la República.
La conflictividad social aumentó y algunos militares, dirigidos por el general Mola, comenzaron
a conspirar contra la República.
En julio de 1936 pistoleros de la derecha asesinaron al teniente Castillo, conocido militar de
izquierdas. Un día después, los compañeros del teniente Castillo asesinaron a Calvo Sotelo. Este
acontecimiento precipitó la sublevación de las tropas españolas del norte de África el 17 de
julio de 1936, dirigidas por el general Franco.
La Guerra Civil 1936-39
Los republicanos, que aún mantenían el poder legítimo en algunas zonas del país: gran
parte de Aragón, el norte de España (excepto Navarra), Cataluña, la zona levantina,
Madrid y casi toda Andalucía.
Política y economía de ambas zonas:
Tras el estallido de la guerra, la autoridad del Gobierno legítimo de la república prácticamente
desapareció. Algunos sindicatos, así como algunas organizaciones populares aprovecharon para
realizar una revolución social, al tiempo que se organizaron milicias populares para defender
la República. Sin embargo, dichas milicias carecían de coordinación (estaban formadas por
civiles) y muchas veces llegaron a enfrentarse entre sí por motivos políticos. Meses más tarde
se organizaría ejército popular, pero la desobediencia al Gobierno por parte de algunos grupos
anarquistas, comunistas y nacionalistas acaba debilitando al bando republicano.
Si analizamos la distribución de las zonas de influencia presentadas más arriba, nos podemos
dar cuenta que el mundo agrícola estaba en manos de los sublevados, mientras el sector
industrial y económico estaba en manos de la República. De esta manera, el problema de la
República era el de quedarse sin alimentos, que estaban en manos del bando sublevado, a
pesar de su control económico, industrial y de las grandes ciudades del país.
En la zona sublevada, se crea en Burgos la Junta de Defensa Nacional, con la intención de
unificar el mando de las tropas. En otoño de 1936, tras la “oportunas” y accidentales muertes
de Mola y Sanjurjo, el General Francisco Franco es nombrado jefe de todos los ejércitos con el
título de Generalísimo, así como es nombrado jefe del gobierno y del Estado con plenos
poderes. De esta misma manera, las fuerzas políticas que habían apoyado la sublevación se
unifican en un único partido: Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva
Nacional Sindicalistas (FET y de las JONS).
Una vez los frentes quedaron estabilizados, a pesar que las mujeres no solían estar en primera
línea —porque los mandos solían relegarlas a tareas administrativas—, en los primeros
momentos de la guerra participaron intensamente en los combates callejeros que se
produjeron en muchas ciudades. El perfil de las milicianas era el de una mujer joven con una
vinculación política estrecha. Las dos principales organizaciones femeninas fueron las Mujeres
Libres y la Agrupación de Mujeres Antifascistas. La primera estaba integrada por anarquistas,
mientras que la segunda no tenía una afiliación política específica —aunque predominaba el
Partido Comunista de España—, pero incluía a mujeres antifascistas de más de 250
agrupaciones diferentes. En los primeros compases de la guerra, hubo una «avalancha» de
mujeres combatientes que quisieron defender la República, e iban ligadas normalmente a
organizaciones revolucionarias.
Hubo mujeres combatientes en ambos bandos, aunque en el sublevado su papel era menos
relevante. el perfil de las milicianas era el de una mujer joven con una vinculación política
estrecha. Las dos principales organizaciones femeninas fueron las Mujeres Libres y la
Agrupación de Mujeres Antifascistas. La primera estaba integrada por anarquistas, mientras
que la segunda no tenía una afiliación política específica —aunque predominaba el Partido
Comunista de España—, pero incluía a mujeres antifascistas de más de 250 agrupaciones
diferentes. En los primeros compases de la guerra, hubo una «avalancha» de mujeres
combatientes que quisieron defender la República, e iban ligadas normalmente a
organizaciones revolucionarias.
A pesar de este interés por parte de muchas mujeres, la mentalidad y la estructura de la
sociedad no favoreció su continuidad. Más bien lo contrario, ya que «tanto la República como
los golpistas eran conservadores» respecto a la mujer. De manera que, después de esta
ebullición inicial, el Gobierno las fue devolviendo a su lugar tradicional, al hogar, y a su papel de
«esposa y madre».En octubre de 1936 se publicaron varias disposiciones para evitar que las
mujeres combatieran e, incluso, se informó a las oficinas en el extranjero que no se admitirían
mujeres en el frente. Esto fue acompañado de la propaganda mediática que pasó de definir a
las mujeres como «heroínas patrióticas» a hacerlo como «prostitutas y ninfómanas, una
quintacolumnista más peligrosa que las balas, que diezmaba las unidades propagando
enfermedades venéreas». En el mejor de los casos se las retrataba como un estorbo
bienintencionado.
El final de la Guerra: octubre de 1937-1939
El ejército republicano aún creía posible última ofensiva, que se inició el 24 de julio de 1938,
dando comienzo así a la batalla del Ebro, la más larga y decisiva de la guerra civil. Pero después
de tres meses de duros combates, se produjo una nueva derrota del ejército republicano que
tuvo que volver a sus posiciones iniciales, "con decenas de miles de bajas y una pérdida
considerable de material de guerra que ya no podría utilizarse para defender Cataluña frente a
la decisiva ofensiva franquista".
La última operación militar de la guerra fue la campaña de Cataluña, que acabó en un nuevo
desastre para la República. El 26 de enero de 1939 las tropas de Franco entraban en Barcelona
prácticamente sin lucha. El 5 de febrero ocupaban Gerona.
En el territorio que aún estaba en poder de la república se desató una última batalla entre los
que consideraban inútil seguir combatiendo y los que todavía pensaban que "resistir es vencer"
(esperando que las tensiones en Europa acabaran estallando y Gran Bretaña y Francia, por fin,
acudirían en ayuda de la república española, o que al menos impondrían a Franco una paz sin
represalias), pero el cansancio de la guerra y el hambre y la crisis de subsistencias que asolaba
la zona republicana estaban minando la capacidad de resistencia de la población.
El 27 de febrero, Francia y Gran Bretaña reconocían al gobierno de Franco en Burgos como el
gobierno legítimo de España, y el día 28 de febrero, ante este reconocimiento internacional, se
hacía oficial la renuncia a la presidencia de la república de Manuel Azaña.
Los fusilados solían ser enterrados en fosas comunes por la noche y sin ningún tipo de
identificación. La localización de muchas de estas tumbas es desconocida hoy en día, mientras
que otras han podido ser exhumadas y se ha podido dar digna sepultura a quiénes las
ocupaban. Sin embargo, los recientes recortes en el ámbito de “Memoria Histórica” han
frenado este tipo de acciones.
Un gran número de personas de la zona republicana abandonaron sus casas por miedo al
avance de las tropas de Franco y se convirtieron en refugiados políticos que marcharon al
exilio. Muchos se dirigieron a Francia donde, más tarde, con el estallido de la Segunda Guerra
Mundial, algunos combatieron del lado de los Aliados o colaboraron con la Resistencia. Otro
importante foco de acogida fue Latinoamérica, especialmente, México.