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Construye su filosofía con la intención de disponer de un aparato teórico que sea capaz de
comprender el totalitarismo, comprensión que sea a la vez lucha contra él y contra toda solución
de cuño dialéctico. Para lograrlo, recurre a la confrontación de la sociología con el método
científico, que es considerado por él como el único de fundamento racional, democrático y
posibilitador del progreso del ser humano. Progreso que es posible tan sólo si se realiza de
acuerdo a las necesidades y objetivos concretos de cada situación socio-histórica. La sociedad
que finalmente se organice de acuerdo a estos principios es denominada por él “sociedad
abierta”, y ha de estar en constante auto-análisis crítico, siempre bajo la guía de la metodología
científica, para evitar derivar al totalitarismo, fascista o comunista, enemigo natural de dicha
“sociedad abierta”.
Para Popper, no es posible justificar la inducción, haciéndose necesario reformular conceptos
como “verdad”, “significatividad” o “teoría”. Una vez abandonada la teoría de la correspondencia,
queda el criterio de validez de los postulados científicos hasta que éstos queden desmentidos
por una teoría más completa, más válida. El criterio de racionalidad y de sensatez de una teoría
vendrá dado por su capacidad para ser confirmada o falsada. Así, una teoría será más válida
cuanto más confirmada sea. Ésta es, pues, la auténtica tarea de la ciencia, más incluso que la
elaboración de la teoría. Popper señala como característico de la sociedad abierta el que sea
radicalmente imposible su fundamentación íntima de carácter intuitivo. Estas, dice Popper, son
siempre soluciones pseudorracionales, conclusiones precientíficas, a las que se opondrá la
construcción de un racionalismo crítico.
Según Popper, el fracaso de la sociedad en la que se mueve surge de un fenómeno que para
la conciencia contemporánea constituye una fuente de equívocos y caldo de cultivo de la
renuncia del individuo a sus derechos: ese fenómeno es lo que Popper denomina historicismo,
al que define como un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que la predicción
histórica es el fin principal de éstas, y que este fin es alcanzable por medio del descubrimiento
de los ritmos o los modelos, de las leyes o tendencias, que yacen bajo la evolución de la historia.
El historicismo predeterminaría, basándose en su capacidad presuntamente científica y objetiva
de predicción del desarrollo de la sociedad, mediante la elaboración de unas leyes inevitables
del devenir de la historia del hombre y la sociedad, el contenido de la acción futura de los
individuos, excluyendo cualquier otro comportamiento libre del individuo como condenado al
fracaso, y dotando al propuesto de un carácter moral absoluto. Identifica lo que “ha de ser”
necesariamente con el bien. Frente a esto, Popper defenderá la libre determinación y el derecho
a la actuación de los individuos concretos, lo que denomina “influencia del factor humano”, así
como un margen de impredictibilidad que surge tanto de nuestro desconocimiento del estado
futuro del conocimiento científico –factor que, para él, influye decisivamente en el devenir de lo
social–, como de la certeza empírica de afirmar que muchos elementos e instituciones que dan
su perfil a una sociedad han cristalizado de forma no voluntaria o no deliberadamente
consciente.
Popper propondrá la conveniencia de trasladar la metodología de las ciencias de la naturaleza
tanto al terreno de las ciencias sociales, como al de las ciencias del espíritu. Y esto con la doble
UNIVERSIDAD NACIONAL DANIEL ALCIDES CARRION