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CIUDADES POLICÉNTRICAS: HACIA UN NUEVO B IENESTAR SOCIAL Y URBANO

En menos de una década, cerca del 82% de la población mundial -que actualmente contabiliza casi 7.300 millones de
personas- habitará en grandes ciudades. Esta preocupante proyección se suma a las advertidas por ONU Hábitat, que ha
vislumbrado una creciente degradación del espacio público ante un crecimiento desordenado que no deja cabida a nueva
infraestructura para peatones y transporte público sustentable.

Ante este escenario, 700 representantes de municipios y de la sociedad civil del mundo se reunieron recientemente en Barcelona
para preparar la próxima Conferencia de Naciones Unidas para la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible que se realizará
en octubre próximo. Los desafíos convergen en cómo reinstalar el espacio público como el centro de las actividades sociales,
políticas, económicas y culturales de las grandes urbes, sintonizando con las proyecciones de crecimiento y densidad.

En efecto, la ONU propone levantar una política urbanística participativa que cubra la necesidad de espacios en barrios nuevos
y antiguos, evitando que una expansión no planificada -solo un 37% de las áreas en desarrollo cuentan con planes urbanos-
sitúe al espacio público por debajo de su ya degradado 21% de ocupación en el total de la superficie.

Esta política, en palabras de ONU Hábitat, debe considerar una jerarquización de los usos y facilitación de la cohesión social.

El mandato abre la discusión sobre qué modelo de ciudad será capaz de soportar los cambios a la geografía humana, una
fórmula que responda con altos estándares de armonía y calidad de vida que supere la saturación del anacrónico equilibrio
centro-periferia.

Las ciudades policéntricas parecen ser la respuesta. Tomando las consecuencias de la dispersión de los polos de trabajo, ocio
y vivienda traducidos en insostenibles costos de desplazamiento, el modelo policéntrico apuesta por una ciudad compacta que
integre los distintos usos en pequeños centros. Se trata de una concepción que abarca el territorio en su conjunto, configurando
un escenario en el que la cooperación competitiva a nivel económico, social y medioambiental se articule en múltiples zonas
mixtas conectadas por robustos sistemas de transporte y redes de comunicación.

El sistema contempla, además, un trabajo de contención de la tendencia de proliferación de suburbios monotemáticos que
dividan a la ciudad en “guetos” industriales, residenciales o de servicios.

La experiencia en las ciudades asiáticas, las más densamente pobladas del mundo, demuestra la eficiencia del modelo. Tokio,
el más emblemático de los ejemplos, se sustenta en una organización de múltiples centros coordinados por la poderosa
infraestructura ferroviaria que, a su vez, ha sido el motor económico de la megalópolis. En occidente, Londres, París y Nueva
York son los casos más elocuentes.

En el contexto nacional, Santiago ha ido superando su configuración monocéntrica histórica en torno a la Plaza de Armas y
linealmente a la Alameda, desarrollando y consolidando subcentros en diversas comunas.

El eje de Avenida Providencia, el cuadrante de Apoquindo-El Bosque-Isidora Goyenechea-El Golf en Las Condes, las
inmediaciones de Vicuña Mackenna en La Florida y los principales barrios en Lo Barnechea, Ñuñoa, La Reina o Maipú, solo
por citar algunas, se están consolidando como subcentros densos, donde cohabitan armónicamente el uso mixto del suelo con
comercio, servicios y viviendas, generando una cultura urbana e identitaria que redunda en el mejoramiento de la calidad de
vida de sus vecinos.

La tarea pendiente es replicar estos resultados en otras comunas de la capital y del país, especialmente en las ubicadas en la
periferia de los grandes centros urbanos que sufre los efectos nocivos de la segregación de usos y la deficiente conectividad a
los nodos residenciales, laborales y de servicios. En esa línea, es de esperar que proyectos tan determinantes como el de la
nueva Alameda-Providencia sean nuevas oportunidades que, más allá de ampliar la infraestructura de un sistema de transporte
que perpetúe la segregación y la contaminación, permitan a los barrios santiaguinos abrirse a un desarrollo planificado y
equitativo.
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La potenciación del espacio público es crucial para definir el porvenir de las grandes ciudades del mundo con ventajas
competitivas acordes a las exigencias de las nuevas poblaciones. Y este desafío, quizás uno de los más decisivos del siglo, debe
enfrentarse con un cambio radical sobre el entendimiento histórico en el crecimiento urbano, orientado al bienestar social.

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