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Tanto el VAN como la TIR son conceptos basados en la estimación de los flujos de caja de la

compañía, en muchas ocasiones su análisis es congruente y deberían poder ser medidas


complementarias a la hora de evaluar la factibilidad financiera de un proyecto.

Es importante tener en cuenta que la evaluación de un proyecto debe estar complementada


además por factores como el tiempo que se tarda en recuperar la inversión, el riesgo que tiene
el proyecto (si diversifica o concentra el riesgo), el análisis coste-beneficio, entre otros.

El VAN mide la rentabilidad absoluta y total de una inversión, lo cual se traduce en el beneficio
total y actualizado que podríamos obtener de una inversión dada una vez recuperemos lo
invertido en el mismo. Es un método muy sencillo para valorar una inversión porque requiere
de matemática sencilla y nos da una visión global de la conveniencia de un proyecto. Si VAN>0
la inversión debería llevarse a cabo, si <0 no debería llevarse a cabo y si es = 0 es indiferente. Es
muy útil por su facilidad, porque considera el valor temporal del dinero y porque es una medida
sencilla para dictaminar si un proyecto es factible comparando la inversión inicial con los
respectivos flujos de efectivo futuros de la duración del proyecto.

La TIR por su parte mide la rentabilidad en medida relativa con respecto a una tasa. La TIR nos
aporta la rentabilidad obtenida en la inversión en términos de tipo efectivo anual. La TIR es la
tasa que hace que la fórmula del VAN sea igual a cero, su interpretación implica que si dicha tasa
es mayor a la tasa de descuento, el proyecto puede llevarse a cabo, pero si dicha tasa es menor
a la tasa de descuento no es recomendable que se realice el proyecto. Es una medida útil porque
aunque es más compleja que el VAN, proporciona una medida de rentabilidad relativa de la
inversión, al ser un porcentaje y no una cantidad, permite calcular tanto la rentabilidad relativa
bruta sobre el capital que permanece invertido, como el coste en porcentaje sobre el volumen
de capital.

En conclusión, cada medida tiene sus aspectos positivos y negativos, y a la hora de evaluar si
debemos o no invertir en un proyecto es recomendable usar tantas medidas como sea posible
para tomar una decisión más segura.

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