Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
2
La atención psicoeducativa en la primera
infancia
Evaluación de centros, servicios y programas
Esther Secanilla Campo
3
A mis padres, que me ofrecieron una bella infancia.
4
Diseño de la colección: Editorial UOC
Diseño de la cubierta: Natàlia Serrano
Primera edición en lengua castellana: marzo 2016
Primera edición digital (epub): septiembre 2016
© Esther Secanilla Campo, del texto
© Editorial UOC (Oberta UOC Publishing, SL), de esta edición, 2016
Rambla del Poblenou, 156, 08018 Barcelona
http://www.editorialuoc.com
Realización editorial: Oberta UOC Publishing, SL
Maquetación: Natàlia Serrano
ISBN: 978-84-9116-290-2
Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño general y de la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de
ninguna forma ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación, de fotocopia o por otros métodos, sin la
autorización previa por escrito de los titulares del copyright.
5
Autora
Esther Secanilla Campo
Doctora en Psicología de la Educación por la UAB, licenciada en Psicopedagogía, diplomada en Magisterio.
Posgrado en Terapia de pareja y en Psicomotricidad. Especialista en asesoramiento curricular. Profesora en la
UAB, Departamento de Pedagogía Sistemática y Social. Profesora colaboradora de la UOC, de los Estudios de
Psicología y Educación. Investigadora del Grupo de Investigación IARS (Infancia y Adolescencia en Riesgo
Social) de la UAB.
6
Índice
7
Capítulo I
8
La primera infancia. Introducción
La imagen que tenemos ahora del niño es la de alguien que es rico en potencial, fuerte, poderoso,
competente y, sobre todo, que está relacionado con las personas adultas y con otras de su edad.
Loris Malaguzzi, 1993
La primera infancia hace referencia a los tres primeros años de vida de una persona,
9
los cuales son cruciales para su desarrollo y aprendizaje, por lo que es preciso plantear
ciertas condiciones en los contextos familiares e institucionales y del entorno. Contextos
en los que el bebé participe desarrollándose y aprendiendo, porque unas condiciones de
atención psicoeducativa adecuadas para la primera infancia y sus familias posibilitarán la
potenciación del desarrollo y aprendizaje infantil y los vínculos que se vayan
estableciendo.
En el concepto de primera infancia quedan implícitos los constructos educación y
cuidado, que derivan en una mirada amplia e integral que tiene en cuenta la forma como
las políticas, los servicios, las familias y la comunidad pueden dar apoyo al desarrollo y
aprendizaje de los niños pequeños.
Entre los ámbitos posibles de cuidado y atención al niño pequeño, podemos englobar
la atención psicológica, la educativa, la familiar, la de la sociedad, la de la salud y la
médica, entre otras.
El concepto de cuidado aplicado al campo psicoeducativo –ámbito en el que se pone
en marcha la aplicación de la psicología a la educación y al desarrollo del individuo–,
contiene las significaciones de guarda, vigía, dar protección, ofrecer atención, estar al
cargo de, adquirir la responsabilidad para con. Representa estar pendiente de alguien,
demostrar la consideración hacia algo o alguien. Pero además, en su concepción más
amplia de aplicación al campo educativo, implica crear situaciones educativas adecuadas
que potencien el desarrollo y aprendizaje de los niños y niñas. Para ello será necesario
crear entornos y situaciones educativas que le permitan adquirir unos conocimientos y
una cultura. Los centros, servicios y programas para la primera infancia han de procurar
ofrecer estos entornos y situaciones para garantizar el desarrollo y educación de los
niños a partir de su participación en actividades educativas; asimismo, deben garantizar
la participación de las familias en estos entornos y la coeducación entre institución y
entorno familiar.
Por tanto, la primera infancia nos remite a educación y desarrollo, abarcando todos los
elementos de cuidado y de apoyo para desarrollarse de manera sana, apoyos que le
ofrezcan atención y protección durante sus primeros años de vida. Ahora bien, el
concepto de atención a la infancia va más allá si no solo es reconocida como una
necesidad, y sí considerándola como una etapa psicoeducativa por excelencia. Si además
la pensamos como una inversión a largo plazo, una inversión que permitirá el desarrollo
y educación de los niños, pasa a convertirse en concepto amplio enmarcado en unos
derechos universales que precisa de unos recursos para su consecución. Esta concepción
permitirá mejorar la atención a la infancia y recíprocamente la calidad de vida del
conjunto de la sociedad. De hecho, estos recursos son los precursores, los impulsores de
la educación y el aprendizaje de cualquier persona, unos recursos que para que den frutos
han de ser continuos y durar toda la vida, ya que, en caso contrario, no se puede concebir
ningún tipo de educación o de aprendizaje, o ambas cosas a la vez; la formación de los
yos o de las personalidades es inimaginable de ninguna otra forma que no implique una
reformación constante y siempre inacabada (Bauman, 2006).
Así pues, la presencia de recursos dedicados a la primera infancia es un indicador
10
positivo para responder al derecho a la educación desde la primera infancia (Gimeno
Sacristán, 2000), con lo cual se puede llegar a conseguir ofrecer oportunidades a la
población de forma más equitativa, proporcionando recursos y apoyos profesionales a las
familias.
Considerar el concepto de primera infancia enmarcándolo en los derechos de los niños
y las niñas, que está plenamente insertado en el contexto sociocultural e histórico
predominante en la actualidad, se empezó a tener en cuenta con un carácter más
normativo a partir de la Declaración Universal de los Derechos de los Niños del 20 de
noviembre de 1989. En esta convención se pasó a reconocer al niño como sujeto de
pleno derecho. Dentro del ámbito de la educación, los artículos que se incluyeron
intentan dar respuesta a las necesidades psicoeducativas de la infancia en su conjunto,
remarcando la responsabilidad de las familias y planteando que los estados deben ofrecer
apoyo a su función educadora y asegurar la creación de servicios. Aunque hasta 2003 no
se habla específicamente de la infancia de 0-3 años, a partir de la Convención de los
Derechos de los Niños en Venezuela. También se recogen aspectos en cuanto a la
atención y el cuidado del niño en los diferentes artículos, en los que se consideran los
primeros años de vida importantes para el desarrollo de una persona, aunque, si nos
fijamos en la situación social y cultural actual, podemos observar que nos queda mucho
camino por recorrer.
Pero observemos que ha sido un largo recorrido iniciado por Janusz Korczak, médico
polaco (1878-1942), cuando confeccionó unas ideas respecto a la necesidad de dotar de
derechos a los niños (1995) –siguiendo esta idea pedagógica de actuación y reflexión a
partir de la observación del niño y del intercambio entre este y el educador–, a partir de
las cuales se concretaron a través de la Declaración de Ginebra (1924) y que evolucionó
hasta convertirse en la Declaración de los Derechos de los Niños (1959), que más tarde
culminó en el reconocimiento efectivo de estos derechos a nivel internacional con la
aprobación de la Convención de los Derechos de los Niños en 1989.1 De hecho, la
Unesco encontró coherente que el Año Internacional de la Infancia fuera también el año
Korczak; aunque no redactó expresamente una declaración específica de los Derechos
del Niño, es toda su obra la que va dirigida a esta finalidad. De todas formas, sus
principales aportaciones se encuentran en los aspectos relacionados con la educación del
niño en contextos de lo que ahora denominamos de educación social, como internados,
centros residenciales, educación de calle, colonias (herederos de Korczak, 1999).
De hecho, hablar de una cultura de infancia en esta etapa de 0-3 años es relativamente
reciente. La valoración de la importancia de esta etapa como psicoeducativa, en la que
hay que incidir en los aspectos de socialización, madurativos, psicológicos, educativos,
no siempre ha sido considerada así, de hecho, hasta hace bien poco, no se le ha ofrecido
una valoración en el ámbito comunitario. Asimismo, han ido surgiendo recursos para
atender las necesidades de las familias en el cuidado de sus hijos, centros, servicios y
programas públicos, concertados y municipales, y privados de diversa índole. También
ha existido la necesidad de formar a los profesionales en este campo. Pero la distancia
entre lo que se necesita y lo que hay, y cómo se trabaja, queda patente. Muchas de las
11
dificultades se centran en la falta de conciliación entre los horarios laborales y las
necesidades de los menores. Y, al mismo tiempo, en una cultura en relación con esta
etapa, que es considerada por demasiadas familias –y hasta por algunos profesionales–
como un tiempo en el cual se debe tener cuidado del bienestar físico y de la salud del
menor, pero no es tan evidente la necesidad de establecer las bases del proceso
educativo: pautas, socialización, vínculos afectivos, autonomía, entre los aspectos más
básicos (Comelles, 2005).
Pero ir caminando hacia una cultura de infancia en esta edad dependerá también de la
construcción que tenga el adulto respecto al niño pequeño, cómo lo considere, con qué
gafas lo mire. La visión del adulto, su mirada, coincide con la forma de guiar y atender al
niño, con la forma de educarlo, de criarlo, de cuidar de los aspectos físicos y
emocionales; con la forma de percibir sus necesidades y recursos y con la manera de
responder a ellos. No obstante, en cada contexto cultural se adoptarán unas pautas de
crianza determinadas, por lo que mediante la visión que cada comunidad tenga del niño
será como se vaya configurando la cultura de infancia en cada entorno. De todas formas,
el concepto del niño en esta edad ha ido evolucionando hacia una visión más positiva, se
le va viendo más por sus posibilidades que por sus limitaciones, más como un ciudadano
de pleno derecho.
Los niños y las niñas poseen grandes potenciales, puesto que son seres que desean
aprender, que están abiertos a nuevas ideas, dispuestos a interactuar con los adultos que
se impliquen emocionalmente en su educación y desarrollo (Goldschmied y Jackson,
2002). Considerar al niño desde esta perspectiva por parte del adulto equivale a caminar
hacia una cultura de infancia concreta, que concibe al niño como un ciudadano de pleno
derecho. Veremos en el siguiente capítulo la importancia de la implicación de los
adultos, tanto desde el contexto familiar como desde el institucional, para fomentar el
desarrollo y aprendizaje infantil.
Bibliografía
12
Capítulo II
Dos contextos de desarrollo infantil por excelencia en la primera infancia
Lo que impregna de sentido lo que percibo es la representación del tiempo, la forma en que rememoro mi
pasado para disponer mis recuerdos y deleitarme con mis ensoñaciones. El relato que me narro sobre lo que
me ha pasado y el retablo que compongo de la felicidad que espero introducen en mí un mundo que no está
ahí, que no está presente y que sin embargo experimento con intensidad.
Boris Cyrulnik, 2005
1. El contexto familiar
El entorno familiar es el espacio de crianza y educación primigenio y primordial para
el niño pequeño; las interacciones establecidas entre padres e hijos, el apego que el niño
establece con ellos, los vínculos afectivos y emocionales que se van creando en el
contexto familiar con sus figuras de referencia (madre, padre, abuelos, hermanos)
influenciarán de forma determinante en el desarrollo y aprendizaje cognitivo,
psicomotor, afectivo, social, emocional, lingüístico, durante los primeros años de vida.
13
los embriones son actores de comunicación que participan activamente en el proceso de
apego intrauterino. El feto humano se desarrolla a gran velocidad, entre la segunda y la
vigesimocuarta semana de gestación; ya en esta etapa, el bebé está implicado en un
sistema relacional elaborado (Barudy, 1998a). Así pues, no debiéramos situar esta
influencia en el momento del nacimiento, pues vemos que previamente hay un contexto
que influye enormemente en el desarrollo y aprendizaje posterior del niño: el proceso de
embarazo y de nacimiento del bebé y la influencia de la madre durante este periodo.
Diversos estudios muestran la correlación entre el estado emocional de la madre durante
el embarazo y algunos aspectos como la sociabilidad y el desarrollo de las competencias
emocionales del bebé a largo plazo (Rodrigáñez, 2000a).
Es importante valorar el impacto que tiene el medio ambiente sobre el niño. Si los
padres perciben tanto las competencias como el lenguaje del niño, se establecerán
interacciones padres-hijos rápidamente, con una dinámica adecuada a las etapas del
desarrollo del niño (Brazelton, 1983). Según cómo la madre y el padre vivan estos
momentos, su estabilidad, sus emociones, sus experiencias del proceso del embarazo y
del parto, su aceptación y adaptación a este cambio que representa el nacimiento de un
hijo, influirán en su interrelación con el niño y, por tanto, en el cuidado, desarrollo y
educación posteriores del recién nacido.
Los nueve meses de embarazo ofrecen a los futuros padres la oportunidad de
prepararse tanto psicológica como físicamente. La preparación psicológica, tanto
inconsciente como conscientemente, está estrechamente entrelazada con las etapas
físicas del embarazo de cada mujer. En el proceso psicológico del embarazo, pueden
manifestarse la confusión o la ansiedad. En este periodo son frecuentes el retraimiento
emocional o la regresión a una actitud más dependiente respecto a otras personas de la
familia. La perspectiva de aceptar y asumir la responsabilidad de un nuevo componente
crea la sensación de urgencia. El futuro progenitor necesita retraerse y experimentar una
regresión con la finalidad de organizarse. La ansiedad que sienten ambos progenitores
puede retrocederlos a las disputas y a los sentimientos ambivalentes de otras
adaptaciones anteriores. Esta movilización de sentimientos antiguos y nuevos suministra
la energía necesaria para la enorme tarea de adaptarse a un nuevo hijo (Brazelton y
Cramer, 1993). Tanto los futuros padres como quienes los atienden (tocólogos,
comadronas, enfermeras) deben comprender la fuerza y la ambivalencia de los
sentimientos que acompañan al embarazo.
Ahora bien, hay dos situaciones específicas que no debemos olvidar, pues pueden
comportar una angustia todavía más acentuada en el primer caso y un tratamiento
especial de los progenitores en el segundo (Vila, 2000):
• Las familias con hijos con condiciones de riesgo biológico, las cuales muchas veces
no aceptan la situación, lo cual comporta desventajas importantes desde un punto de
vista evolutivo para estos niños. En estos casos, las respuestas menores por parte de los
bebés y la misma falta de aceptación de la familia pueden conducir a unas expectativas
y actitudes más limitadas respecto a su desarrollo de lo que realmente deberían tener,
14
lo cual se podría traducir en una menor implicación y perjudicar el desarrollo infantil
de estos niños y niñas.
• Las familias con hijos con condiciones personales de riesgo social, que acostumbran a
tener importantes carencias sociales y económicas, y muchas veces no pueden ofrecer
a sus bebés relaciones y vínculos ricos de relación.
No obstante, algunos autores han investigado sobre la idea de que el momento del
parto implica un trauma del nacimiento. Este trauma será menor si la madre –
especialmente– y el padre han estado atendidos física y emocionalmente por
profesionales y servicios, y además si la futura madre está preparada a expandirse más
que a contraerse, porque con el trauma del nacimiento nos contraemos y nos
autoprotegemos y el conflicto vivido dejará su secuela de rotura psicosomática
(Rodrigáñez, 2000b).
El proceso del nacimiento implica el paso de un contexto seguro –la barriga de la
madre– a un contexto nuevo y desconocido –el mundo sociocultural exterior– y, por
tanto, crea inseguridades. Tomando como base la teoría ecológica del desarrollo aplicada
a este contexto, el niño se relaciona en interrelación permanente con los diversos
sistemas –amigos, vecinos, escuela–, aunque antes de la familia y de estos sistemas está
la madre como ecosistema, y aun antes se encuentra el útero materno como totalidad.
Estos subsistemas están en permanente interrelación e influencia mutuas. Si el niño se
relaciona y se crean espacios seguros –andamios– en interrelación con la madre –o con
la figura materna–, existe una mayor posibilidad de que se desarrolle de una forma sana
y segura con otros subsistemas (abuelos, amigos, parejas, etc.) y llegue a ser un ser
social.
Sobre la importancia de la preparación prenatal, Dolto (1996, págs. 322-324) explica
una experiencia para acoger el nacimiento desde una perspectiva consciente y lúdica y
sin violencia desde la gestación, así como sus consecuencias: «En una clínica de partos
sin violencia de Pithiviers, tiene lugar una experiencia piloto para desarrollar una suerte
de comunicación con el niño en gestación. Futuros padres voluntarios mantienen
actividades lúdicas con el niño que ha de nacer. Se enseña al padre y a la madre a
encontrarse con su feto a determinadas horas. Hay presiones del dedo… como los presos
cuando se llaman por el tabique. Se establece un diálogo. El niño no se contenta con
moverse, sino que responde, una vez despierto. Se le pide al padre que hable, de manera
que el feto oiga su voz. El feto oye más los graves, por tanto la voz del padre, que la voz
de la madre, oye poco los agudos […]. El equipo médico de Pithiviers declara que los
niños nacidos de padres que han jugado así con ellos en el estadio fetal tienen un mejor
equilibrio corporal: por ejemplo se sientan antes que los demás […]. Si el padre juega
con el niño in utero, por la noche, de manera reiterada durante el embarazo, es más
probable que después de nacer el niño seguirá el ritmo de esta cita lúdica».
15
movimientos a través de su cuerpo son elementos clave mediante los cuales el bebé se
comunica, se expresa, mostrándoles a los adultos sus necesidades, intereses, angustias,
emociones. El bebé construye sus conocimientos a través de la acción y de la interacción
con otros; de hecho, se comunica y aprende la realidad de los diversos contextos donde
se desarrolla a través del movimiento.
Durante los tres primeros años, se opera la génesis de los diferentes tipos de actitudes y
su transformación en actitudes mentales. Las primeras actitudes son las emocionales y
afectivas, en las que influyen mucho el tono muscular y las sensibilidades propioceptivas
viscerales. Más adelante, se elaboran las actitudes motrices y perceptivas, que permiten
la adquisición de un sistema postural adaptado para orientarse en el espacio, desplazarse,
manipular objetos, adquirir el esquema corporal, relacionarse con los otros, imitar y
llegar a la génesis de la imagen y la representación. Hacia los tres años consigue las
actitudes mentales y una cierta conciencia objetiva del yo y del mundo, como la
capacidad de observación y de investigación (Wallon,1 1974).
La importancia del movimiento es primordial en el conocimiento del propio yo y en el
desarrollo psíquico del niño: «El conocimiento y la representación del propio cuerpo
tienen un papel fundamental entre las relaciones del YO y el mundo exterior: espacio
gestual, espacio de los objetos, espacio de los otros sujetos» (Vayer, 1977a, pág. 17).
Pero, además, es importante en la construcción de la personalidad por parte del niño la
representación más o menos global, más o menos específica y diferenciada que él tiene
de su propio cuerpo (Wallon, 1972).
Las aportaciones de Merleau-Ponty (1986) nos acercan a una perspectiva
fenomenológica en la que el esquema corporal es la expresión de la persona en el
mundo, considerando que el mundo es todo aquello que la persona vive y no lo que la
persona piensa. Vayer (1977b), tomando como modelo dicha perspectiva, parte de la
idea de que el esquema corporal es la forma de expresar que mi cuerpo está en el mundo;
de hecho, la adquisición progresiva del esquema corporal ayuda al niño a ir
construyendo su propio yo, su propia personalidad, y a ir adquiriendo seguridad en sí
mismo y a integrar los límites de su cuerpo –y los de los otros–, así como a situarse en el
espacio, distinguiendo algunas partes y diferenciándolas del exterior.
Wallon y Lurçat (1979 y 1980) defienden que el esquema corporal es el resultado de la
relación que se establece entre el espacio corporal y el espacio ambiental, y estas
relaciones se establecen gracias a la actividad motora, verbal y mental del sujeto.
16
podemos hablar de una interacción comunicativa, es decir, ambos sujetos se involucran
en una actividad conjunta, comparten experiencias y se producen intercambios
comunicativos. La interacción comunicativa es precisamente lo que hacen madre y bebé
de forma espontánea, en momentos clave como el cambio de pañales, la alimentación,
acunar al bebé, momentos de juego, nanas, los cuales comportan una experiencia
significativa de calidad emocional, en la que ambos sujetos –o por lo menos uno de
ellos– considera al otro como interlocutor.
En el momento del nacimiento, el bebé ya cuenta con unas predeterminaciones
biológicas que le permiten procesar preferentemente la información con alto valor social:
miradas, sonrisas, caras, balbuceo, lloros, tanto lenguaje verbal como analógico. Los
bebés nacen con un equipamiento innato de socialización y manifiestan una preferencia
innata hacia las personas. Para Kaye (1986), la génesis de las funciones cognitivas y
afectivas se basa en la relación que se establece desde el nacimiento entre el niño y los
adultos que lo cuidan, estableciéndose entre ellos una intersubjetividad, un significado
compartido. La interacción niño-bebé se va realizando por turnos, con más
intervenciones por parte del adulto; pero progresivamente el niño va tomando iniciativas,
va imitando, captando pautas y modelos.
Para ello, observar la evolución que el bebé va haciendo respecto al desarrollo de las
habilidades sociales y del comportamiento adaptativo a lo largo de los primeros años de
vida permitirá conocer las oportunidades que los adultos brindan para su consecución.
A partir de las interacciones sociales que se vayan estableciendo con los adultos de
referencia y más tarde con los compañeros, amigos y otros subsistemas, permitiremos al
niño establecer relaciones y situaciones donde pueda practicar sus habilidades sociales.
Las habilidades sociales son importantes para relacionarse con los otros, tanto adultos
como iguales, pero además permitirán que el niño vaya asimilando las normas sociales
de una cultura determinada. Michelson, Sugai, Wood y otros (1987, pág. 19) proponen
una serie de componentes definitorios esenciales para la comprensión de las habilidades
sociales:
1) Las habilidades sociales se adquieren, principalmente, por medio del aprendizaje (por
ejemplo, mediante la observación, la imitación, el ensayo y la información).
2) Las habilidades sociales incluyen comportamientos verbales y no verbales,
específicos y discretos.
3) Las habilidades sociales suponen iniciativas y respuestas efectivas y apropiadas.
4) Las habilidades sociales acrecientan el reforzamiento social (por ejemplo, las
respuestas positivas del propio medio social).
5) Las habilidades sociales son recíprocas por naturaleza y suponen una correspondencia
efectiva y apropiada.
6) La práctica de las habilidades sociales está influida por las características del medio,
es decir, factores tales como la edad, el sexo y el estatus del receptor afectan a la
conducta social de sujeto.
7) Los déficits y excesos de la conducta social pueden ser especificados y objetivados a
fin de intervenir.
17
Pero, además, aspectos como la competencia social y el comportamiento adaptativo
estarán directamente asociados a estos requisitos. El componente adaptativo (Giné, 2000,
pág. 31) «se refiere a la calidad de la competencia personal para hacer frente a las
demandas del entorno y está fuertemente condicionado por el desarrollo cognitivo».
Adquirir un comportamiento adaptativo implica:
18
su ausencia […]. Tras su tercer cumpleaños, el comportamiento de apego es provocado
menos rápidamente que antes, aunque el cambio lo es solo en grado».
De todas formas, la capacidad simbólica del ser humano hace que el apego de los
padres hacia sus hijos comience a construirse desde antes de la existencia del niño como
realidad. De hecho, para el sistema familiar, padres y otros componentes, el bebé existe
en sus imaginaciones antes de su propia concepción y gestación. La no concordancia
entre el niño imaginado y el niño real puede perturbar los procesos de apego y favorecer
la emergencia del maltrato (Barudy, 1998b).
Ahora bien, se puede inferir el tipo de vínculo a partir de los comportamientos de
apego establecidos. Por ejemplo, en el contexto familiar, a partir de la reacción del bebé
cuando la madre se va y cuando vuelve. El mantenimiento firme de un vínculo facilitará
que la criatura se sienta más segura y alegre; en cambio, hay una serie de bebés que
experimentan rupturas de vínculo, por diferentes causas: la muerte o el abandono de sus
madres, o el ingreso del bebé en hospitales o en otras instituciones donde irán pasando
de una figura materna a otra. Este tipo de experiencias se incluyen bajo la denominación
de lo que se llama privación materna (Bowlby, 1995b). De hecho muchas personas que
sufren trastornos psíquicos muestran habitualmente alteraciones de la capacidad de
vinculación afectiva, que con frecuencia es tan grave como persistente.
Los estímulos que recibe el bebé son básicos para un desarrollo sano posterior de la
persona, tanto en cuanto a las interacciones como en cuanto a los vínculos que establece
con los adultos de referencia durante los primeros años de vida, en el aspecto motriz,
cognitivo, psicológico, emocional y social. Por tanto, es importante que cuando el bebé
va creciendo se le ofrezcan oportunidades para que vaya desarrollándose en diversos
contextos, además del familiar. Observamos que el desarrollo de un niño se produce
gracias a una interacción entre naturaleza y cultura, entre biología y sociedad, entre la
conjugación de lo que nos es innato y de lo que aprendemos. Como afirma Giné (2009),
en el desarrollo de una persona influyen el organismo –la dotación genética y las
condiciones personales (físicas, sensoriales y cognitivas)–, en interacción con las
oportunidades y experiencias que le brinda el entorno. Será necesario estar atentos a las
interacciones que el niño va estableciendo a medida que crece en otros entornos, a sus
reacciones, conductas y comportamientos.
Desde una mirada de la teoría de los sistemas,2 Maturana y Varela (1984 y 1994)
consideran que un niño es un sistema abierto que recibe estímulos y que sufre
perturbaciones que le producen cambios de estado. El desarrollo del niño –u ontogenia–
sería el camino de cambios hacia estados de más organización.
El enfoque sistémico considera que los organismos –niño– son sistemas abiertos; un
sistema es una unidad compleja en el espacio y en el tiempo, constituida de tal manera
que sus unidades, gracias a una cooperación específica, mantienen su configuración
integral de organización y comportamiento y tienden a restablecerla después de
perturbaciones no destructivas. «El término unidad remite al hecho que tiene unos
límites o fronteras que, dentro del espacio, lo separan/diferencian de todo lo que no es él
mismo. La noción de complejidad se ha de entender como la posibilidad de distinguir
19
partes que están en relación mutua, una relación que es difícil de explicar. La manera
como las partes de un sistema y sus relaciones contribuyen a la existencia de este sistema
es la organización. Mantener esta organización comporta una dinámica interna. Un
sistema es abierto, además, cuando hace intercambios con lo que hay fuera; también
estos intercambios contribuyen a hacer que su organización perdure. El medio externo,
con el cual el organismo trafica, es otro sistema. Por esto se puede considerar que el
desarrollo se realiza mediante acoplamientos sucesivos del sistema niño con otros
sistemas u organismos. La red progresiva de acoplamientos que teje un organismo dentro
de su desarrollo es lo que se conoce como nicho ecológico, donde hay una categoría de
acoplamientos superiores, que son los de orden social, y se producen cuando dos
sistemas se envían reiteradamente una sucesión de perturbaciones/estímulos tales que
uno se convierte en medio necesario para la producción y el mantenimiento de la
organización del otro. El acoplamiento estructural social crea además un sistema de
orden superior: el que engloba a las dos personas. Este sistema ha de evolucionar de
manera peculiar mientras se mantiene el acoplamiento» (Perinat, 1996a, págs. 9-13). Por
ejemplo: el proceso de embarazo en el que el niño se va desarrollando y gestando a
través de la madre. Cada una de las personas que lo construyen ha de seguir su
desarrollo, es decir, la realización del desarrollo de un niño implica el desarrollo de la
otra persona que entra en interacción con él. Es decir, las personas realizamos nuestro
desarrollo en un nicho ecológico social.
Precisamente Maturana (1995) considera que el yo y la consciencia son un producto de
lo que es social y de lo que es lingüístico. Según cómo hablemos, lo que queramos decir,
lo que el niño sienta que dicen o diga, se irá formando su yo y su consciencia.
Así pues, desde una concepción sistémica el niño se desarrolla y vive adaptándose
perpetuamente a su entorno, presuponiendo la existencia de una capacidad de mantener
intercambios con el entorno siendo esta su motivación (Perinat, 1996b). Los motivos
impulsan y orientan a la acción, que es ejecutora de los motivos. Las acciones o los
intercambios se pueden clasificar, según el autor, con relación a dos dominios:
• El de las relaciones sociales: los intercambios del niño con los otros se realizan a
partir de acciones que tejen la relación interpersonal. Los vínculos, la comunicación y
el lenguaje se dan a partir de la participación del niño en la textura social, entrando
plenamente en la cultura. Vigotski (1979) propone que cualquier función en el
desarrollo cultural aparece en dos planos, primero en un plano social –emerge entre
personas y como una categoría interpsicológica– y después en el plano psicológico –
emerge en el niño como una categoría intrapsicológica. Las relaciones sociales son el
origen, pues, de todas las funciones superiores.
• El de las transformaciones del entorno material: es el tipo de transacciones que se
hace con los objetos materiales. La coordinación y la organización del movimiento, su
planificación intencionada, la conducta exploratoria y lúdica, el desarrollo de la
habilidad de manipulación y la habilidad técnica y la culminación de la inteligencia
práctica en el discurso lógico tienen aquí su base. La teoría del desarrollo de la
20
inteligencia por medio de la acción, formulada por Piaget,3 resalta su concepción de
inteligencia como facultad autorreguladora orgánica, en la cual se reflejan sus
mecanismos esenciales como los órganos más diferenciados de dicha regulación en
todas las interacciones con el exterior.
Pero, además de estos aspectos, debemos contar con la transición ecológica, la cual se
produce cuando la posición de una persona en el ambiente ecológico se modifica a
consecuencia de un cambio de entorno, de rol o de ambos al mismo tiempo. Esto hace
que el nicho ecológico –entendido bajo esta perspectiva como una red de relaciones
sociales, culturales, relacionales, materiales– se vaya ampliando y desarrollando a lo
21
largo del ciclo vital. En la primera infancia, por ejemplo, como transiciones ecológicas
incluiríamos el propio nacimiento, el nacimiento de un hermano, el cambio de vivienda,
el cambio de guardería, la transición del grupo de lactantes al grupo de caminantes, el
cambio de la guardería a la escuela infantil o primaria, el fallecimiento de un abuelo o
abuela, el traslado de localidad, una separación familiar, el irse de vacaciones o una
intervención quirúrgica. Estos momentos son extremadamente delicados para un niño
pequeño, comportan angustias, incertidumbre, cambio. De hecho, para cualquier adulto
la incertidumbre implica miedo y riesgo, un compañero inseparable de todas las acciones
y un fantasma siniestro que empuja a los que hemos de tomar decisiones por fuerza y
escoger por necesidad (Bauman, 2006). Como profesionales deberemos prestar especial
atención y ofrecer un espacio de seguridad donde se creen interacciones de calidad, tanto
a los niños pequeños como a sus familias.
22
el niño les recuerde su propia experiencia. En los momentos en los que los padres de los
futuros padres asisten con sus hijos a su consulta, habitualmente encuentra las mismas
dificultades; esto es una confirmación del poder que representa una experiencia pasada.
Hay abuelos que en estas circunstancias prefieren reservar sus propias ideas para sí
mismos si no se les solicita, pero otros abuelos no actúan así. Pero si son capaces de
recordar sus propias frustraciones honestamente, será más útil para los nuevos padres
que sus consejos.
Una familia nuclear sin abuelos puede ser un factor de soledad y tristeza. Los abuelos
y la familia extensa ofrecen a los nuevos padres un eje de continuidad. Su experiencia
aporta respuestas cuando son necesarias, que evidentemente pueden ser específicas a
cada cultura determinada y apropiada a ella. Las tradiciones familiares y la cultura
aportan al niño una base importante para la formación de su propia imagen corporal. Los
sistemas de valores que las familias fuertes transmiten son importantes tanto para las
personas individualmente como para nuestra sociedad. Las tradiciones de las diferentes
culturas aportan una gran fuerza a cada país. Los abuelos representan una red vital de la
continuidad; nuestra cultura ya ha ido perdiendo una parte importante de esta
continuidad y esto se paga caro. Los abuelos pueden enseñar a sus nietos las tradiciones;
por ejemplo, cada vez que cuentan una historia antigua, permiten al niño situarse en otra
dimensión. De todas formas, en el ofrecimiento de esta continuidad, sería bueno que los
abuelos recordasen que los niños aprenden más por el ejemplo que por los consejos.
23
potenciales y a la meta de las satisfacciones individuales; ahora bien, el énfasis en lo que
es individual nos ha llevado a olvidar un polo fundamental en la vida humana: el
equilibrio social, el control de la agresividad, la convivencia sana. Este tipo de
reflexiones deberían dar lugar a un cambio de perspectiva de los programas; no se
trataría de instruir a quien no sabe o no es competente, sino de tratar de entender desde
qué posición y para qué las madres y los padres hacen lo que hacen, en qué creencias y
concepción de niño o de desarrollo se basan sus prácticas, en qué valores y para qué tipo
de mundo los preparan, y con qué recursos cuentan como comunidad para poner en
marcha las nuevas ideas y prácticas.
Asimismo, nuestra sociedad se caracteriza por unas dinámicas de cambio social y
cultural constantes. Los modelos de familia se han ido diversificando en diferentes
tipologías, lo cual significa que nuestros niños hoy en día se educan en contextos muy
diferentes de los de hace algún tiempo.
Hay diversas tipologías familiares: tradicional, monoparental, reconstituida, mixta,
homoparental, extensa, de acogida, de adopción, entre otras, pero, como afirma Vila
(1998), las prácticas educativas familiares no son mejores ni peores en función de las
características y la tipología familiar; aunque estas características influenciarán en su
concreción, lo que determina su calidad son aspectos más globales que no están en
ningún caso determinados por la tipología de familia.
Pero, según Palacios y Moreno (1994), sí hay unos estilos de conducta que suelen ser
bastante estables dentro de las familias que sí influenciarán a los hijos:
• El estilo democrático, en el que los padres muestran afecto, cubriendo las necesidades
del niño, controlando su conducta con normas, procurando su autonomía, haciéndole
participar en las decisiones, dándole explicaciones, respetándolo y valorándolo.
• El estilo autoritario, en el que los padres imponen normas rígidas y sin demasiadas
explicaciones, piden obediencia, no dan autonomía al niño, no le permiten participar
en las decisiones; pero puede haber afecto y respuesta a algunas de las necesidades de
los hijos, aunque no tanto a las necesidades de interacción y de autonomía.
• El estilo permisivo, en el que los padres ofrecen afecto y cubren algunas de las
necesidades de su hijo, pero en un clima de libertad permisiva bastante grande en el
que el niño hace lo que quiere y cuando lo desea; no hay casi normas ni exigencias,
tampoco límites.
• El estilo indiferente, en el que los padres no muestran afecto por sus hijos ni interés
por sus actividades y necesidades; les dejan hacer a su antojo, no ponen normas, no
hay valoraciones, tampoco expectativas; no existe una interrelación adecuada.
Desde nuestra mirada, se hace referencia a los estilos educativos cuando nos fijamos
en las maneras de actuar, las cuales vienen derivadas de una manera de pensar
determinada que determina la identidad del propio sistema, su manera de entender, de
asumir y de llevar a cabo su rol educativo. Los estilos educativos de los padres suelen ser
bastante estables y permanentes dentro del sistema familiar, con lo que pueden marcar
24
enormemente a sus hijos, ya que los experimentan durante muchos años aunque se
produzcan pequeñas variaciones; las competencias parentales, las interrelaciones que se
establecen, son muy importantes para el desarrollo del niño. La forma como los padres
conciban la educación de sus hijos les permitirá planificar y organizar el contexto, por lo
cual es necesario que los servicios de atención a la primera infancia actúen
conjuntamente con los padres, conozcan sus estilos educativos y sus prácticas, observen
las interacciones que establecen, sin juzgarlos pero sí acompañándolos a modificar
algunas actuaciones cuando sea preciso.
Ahora bien, como se ha comentado, en nuestra sociedad han ido habiendo cambios
dentro del sistema familiar que afectan a la infancia y que implican la reformulación de
las prácticas parentales dentro del sistema familiar. Padres y madres actúan con roles
distintos en cuanto a la relación con sus hijos, lo cual varía las interacciones y las
conductas educativas. Es preciso el cambio de roles de los padres y que al mismo tiempo
los gobiernos y la comunidad pongan medidas para promoverlo (Moss, 1995), es
preciso, pues, ofrecer respuestas ajustadas a las necesidades de los niños –con lo que se
facilitará un cambio en la visión del niño– y para ello será necesario dotar a los padres de
estrategias que les permita ejercer su responsabilidad de manera adecuada.
Así, en el ámbito europeo han ido surgiendo iniciativas que pretenden ofrecer
estrategias y apoyo a las familias que repercutan en su rol parental, y al mismo tiempo ha
aparecido el concepto de parentalidad positiva –de hecho, no es hasta el año 2006
cuando en el ámbito político surge en Europa oficialmente en las políticas de apoyo
recomendaciones sobre el ejercicio positivo de la parentalidad por medio de la REC,
recomendaciones del Comité de Ministros a los Estados Miembros–, y con él estudios
que resaltan la necesidad de ejercer una parentalidad positiva desde un enfoque
comunitario y psicoeducativo (Rodrigo, Máiquez, Martín y otros, 2008; Rodrigo,
Máiquez y Martín, 2010; Daly, 2012; Rodrigo y otros, 2015).
Contemplar la parentalidad positiva hoy se hace preciso aunque, como he comentado,
las políticas de conciliación familiar y laboral no la hayan tenido en cuenta hasta hace
muy poco tiempo, como se apreciará en el siguiente capítulo. El Consejo de Europa ha
definido la parentalidad positiva como el «comportamiento de los padres enfocado hacia
el interés superior del menor. La parentalidad positiva implica ofrecer a los hijos
cuidados y atenciones adecuados, así como dinámicas relacionales y afectivas no
violentas, basadas en el buen trato, el conocimiento del desarrollo evolutivo infantil, el
diálogo y el respeto mutuo» (Save the Children, informe de 2013, pág. 4). En el mismo
informe se recogen algunos aspectos básicos al respecto:
25
con referentes estables que se implican en su vida a diario, les ofrecen orientación,
afecto, diálogo y una comunicación abierta. Sin medios o tiempo para poder compartir
momentos cotidianos con los hijos o hijas es imposible que ocurra esta interacción
constante que garantiza el bienestar de los niños y las niñas y su correcta educación y
desarrollo.
• La crianza de los niños y niñas y el ejercicio de la parentalidad positiva no ha sido un
objetivo fundamental del desarrollo de las políticas de conciliación en España.
• La función nutriente: consiste en proporcionar todo lo que sea necesario para asegurar
la vida y el crecimiento de los niños.
• La función socializadora: se refiere a que madres y padres son las fuentes
fundamentales que permiten a sus hijos el desarrollo de un autoconcepto e identidad.
• La función educativa: garantiza el aprendizaje de los modelos de conducta necesarios
para que los hijos sean capaces de convivir en la familia y más tarde en la sociedad,
respetándose a sí mismos y a los otros.
Estas funciones se llevan a cabo en el contexto de interacción entre niño y padres, pero
dependerá de cuáles sean las competencias parentales de los progenitores –capacidades
y habilidades– para que estas funciones se ejerzan de forma adecuada. Las capacidades
parentales están determinadas por factores biológicos y hereditarios, pero son modulados
por las experiencias vitales e influidas por la cultura y los contextos sociales. Las
habilidades parentales se corresponden con la plasticidad de los progenitores, que les
permite ofrecer una respuesta adecuada y pertinente a las necesidades de sus hijos de
forma singular, de acuerdo con sus fases de desarrollo. Como capacidades parentales se
incluyen: la capacidad de apegarse a los hijos (los recursos emotivos, cognitivos y
conductuales que lo permiten); la empatía, es decir, si sintonizan con el mundo interno
de sus hijos y responden adecuadamente a sus necesidades; los modelos de crianza, que
permiten cuidar, proteger y educar (se transmiten de generación en generación); la
capacidad de participar en redes sociales, la facultad de pedir cuando es necesario, así
como aportar y recibir ayuda de las redes familiares, sociales, institucionales y
profesionales.
El término resiliencia proviene de la física y de la metalúrgica y se refiere a la
capacidad de los metales a resistir un impacto, recuperando su estructura original. Fue un
término utilizado en diversas disciplinas hasta adoptarlo las ciencias sociales hacia los
años ochenta a manos de la psicóloga Emmy Werner, a partir de un estudio longitudinal
(Werner y Smith, 1982) tras el seguimiento en una isla hawaiana, Kauai, de seiscientas
noventa y ocho personas de familias pobres desde el periodo prenatal hasta pasados los
26
treinta años, tras el que se concluyó que la resiliencia puede darse en cualquier momento
de la vida de una persona, a pesar de haber vivido situaciones de riesgo alto durante la
infancia. Esta primera generación de investigadores del concepto de resiliencia la
considera como algo que se puede estudiar una vez la persona ya se ha adaptado, cuando
ya es resiliente; la investigación se centra en encontrar el conjunto de factores que han
posibilitado la superación de la persona (Grañé y Forés, 2007). Más adelante surge una
segunda generación de autores (Cyrulnik, 2002 y 2005; Barudy, 1998; Barudy y
Dantagnan, 2005; Walsh, 2004) que consideran la resiliencia –además de la capacidad de
mantener un crecimiento y desarrollo sano a pesar de las circunstancias adversas en la
vida (Cyrulnik, 2002)– como un proceso que se puede promover, que se puede aprender
y educar, tanto individualmente como familiar y comunitariamente.
Abordar el concepto de resiliencia en las familias desde una visión sistémica nos abre
la posibilidad de educar las capacidades parentales. Walsh (2004a, pág. 40) designa la
expresión resiliencia familiar entendiéndola como los procesos de superación y
adaptación que tienen lugar en la familia como unidad funcional. La perspectiva
sistémica permite comprender de qué manera los procesos familiares moderan el estrés y
posibilitan a las familias afrontar penurias prolongadas y dejar atrás las situaciones de
crisis, saliendo fortalecidas de estas experiencias.
Según la autora hay unos principios básicos –procedentes de la teoría sistémica– que
sustentan el enfoque de la resiliencia familiar (Walsh, 2004b, págs. 53-54):
27
de protección, el tutor de resiliencia, pues es una figura con la que se crean relaciones de
apego y que permite ir construyendo relaciones seguras. Estos tutores de resiliencia
pueden ser miembros de la familia extensa o bien cuidadores, terapeutas u otros
profesionales de la institución adonde acude el niño, aunque puede también considerarse
fuente de resiliencia el propio sistema familiar.
Por su parte, Barudy y Dantagnan (2005b) proponen unos indicadores de buen trato en
el niño pequeño por parte de los padres, como factores de protección:
Desde los centros, servicios y programas que atienden a la infancia y a sus familias, y
teniendo en cuenta las directrices de los informes comentados y las recomendaciones de
los autores analizados, el hecho de valorar la parentalidad positiva y la resiliencia en las
familias implica reconocer los aspectos positivos y las fortalezas de estas y no abordar
únicamente sus pocas habilidades y capacidades y sus aspectos problemáticos. Como
afirma Rodrigo (2015a), en cualquier caso, hablamos de capacidades que se muestran en
el terreno de lo relacional y pueden entrenarse, ya que no son inherentes (o al menos
todas ellas) al individuo. Así pues, desde una perspectiva ecológica sistémica, la
28
adaptación positiva ante la adversidad implica una dinámica de fuerzas y recursos que la
familia moviliza y en las cuales se apoya para mantener y promover una trayectoria
resiliente más que un estado de resiliencia. Este es un esfuerzo adaptativo que no se
reduce a las capacidades de los individuos y de las familias, sino que también depende
en gran medida del contexto social, cultural, político y macroeconómico. Expectativas,
valores, creencias, estrategias de resolución de conflictos, flexibilidad ante los cambios y
la persistencia en la búsqueda de apoyos y el mantenimiento de una comunicación
abierta con los otros miembros del sistema familiar son los componentes del proceso
resiliente que promueven el ajuste óptimo del sistema, al mismo tiempo que propician el
desarrollo positivo de sus miembros.
Evidentemente, en la sociedad actual hay nuevas necesidades, así como diversas
realidades sociales a las que las familias con hijos pequeños deben hacer frente. Esta
situación implica la necesidad de ofrecer respuestas flexibles, eficaces y de calidad desde
los centros, servicios o programas dirigidos a la primera infancia y a sus familias. Es
necesario asegurar una actuación temprana ante las dificultades que atraviesan las
familias para prevenir las consecuencias negativas que pudieran derivarse de estas,
comprometiendo especialmente el desarrollo de los hijos. Asimismo, requiere un
fortalecimiento de los recursos personales y sociales de las familias para que puedan
aprovechar las oportunidades del entorno y poder reaccionar adecuadamente ante los
problemas y desarrollar un proyecto de vida satisfactorio para todos. Esto requiere de los
servicios tener una actitud más comunicativa a la hora de reforzar la red de apoyos a las
familias y un punto de vista más normalizador en el diseño de los recursos que forman
parte de tales redes (Rodrigo, 2015b).
2. La institución educativa
La mayoría de los niños menores de tres años de las sociedades occidentales asisten a
centros, servicios o programas de atención a la infancia, donde se establecen importantes
interacciones con otras personas, tanto adultos como iguales. Estas interacciones
influirán sustancialmente en su desarrollo y aprendizaje. Por este motivo, las políticas de
cada país deberían ofrecer equipamientos de calidad. Los centros y servicios de primera
infancia ofrecen la posibilidad de hacerse cargo del cuidado del niño, pero, además, son
lugares por excelencia para facilitar la socialización, el juego, el aprendizaje motor,
cognitivo, lingüístico, afectivo y el aprendizaje de valores y normas por parte del niño
pequeño. Por tanto, los centros y servicios dirigidos a la primera infancia deberían
ofrecer tanto atención y cuidado como educación y aprendizaje, sin olvidar la necesidad
de cumplir con unos requisitos de higiene y salud que proporcionen al niño y a sus
familias un buen desarrollo físico sano. Así pues, las normativas referentes a estos
aspectos deberían irse actualizando (está vigente la normativa sanitaria del 11 de mayo
de 1983, a partir del Decreto 65/1982). Por su parte, el currículo debería recoger aspectos
prácticos para abordar temas referentes a la educación de la salud –física y mental– de
29
los niños y de sus familias en esta etapa educativa de desarrollo infantil.
Hay numerosos autores que han hecho referencia a la importancia de esta primera
etapa infantil, en cuanto a su desarrollo y a su aprendizaje, por medio de experiencias
enriquecedoras en contextos determinados donde se relacionan con adultos y con otros
iguales. Rogoff (1993, pág. 242) afirma: «más que considerar que el niño se desarrolla
espontáneamente, yo he afirmado que el desarrollo humano se canaliza a través de
cursos específicos por medio de las actividades socioculturales de los individuos y sus
compañeros sociales».
Esta autora ha realizado aportaciones interesante dentro de la perspectiva de la
psicología sociocultural6 en las que afirma que el desarrollo cognitivo del niño es un
aprendizaje que tiene lugar a través de la participación guiada. Plantea que los procesos
de construcción guiada –se refiere a construir puentes entre lo que el niño sabe y la
nueva información que ha de aprender y a transferirle la responsabilidad para conseguir
la resolución del problema– contribuyen a dirigir y organizar el desarrollo cognitivo del
niño en culturas muy distintas. Las diferencias culturales con relación a lo que los niños
tienen que aprender y los medios por los cuales se aprende atraen la atención hacia la
importancia de que el niño observe y participe en la actividad social; además estas
diferencias nos conducen a tener en consideración tanto la forma en la que
implícitamente se organizan las actividades infantiles como los múltiples roles que
desarrollan los padres y otros compañeros para guiar el desarrollo del niño.
El mundo social y el individual son inseparables e indisociables; el desarrollo infantil
implica la apropiación de conocimientos, procedimientos, valores, del entorno
sociocultural en que el niño está inmerso. El niño participa activamente de la adquisición
de conocimientos y de habilidades pero lo hace de forma conjunta con otros (adultos o
iguales) que le sirven de guía. El niño irá asumiendo poco a poco responsabilidades, y
entonces el referente más capaz que hace de guía deberá ir cediendo esta
responsabilidad. En este sentido, tanto la teoría de Brunner como el concepto de zona de
desarrollo próximo (ZDP) de Vigotski parten de esta premisa:
Brunner7 (1981) plantea la importancia de la función tutorial dirigida a una
aprendiente por parte de un compañero más capaz o de un adulto. El andamio hace
referencia a las ayudas que la persona o el grupo más capaz proporciona al niño para
acompañar su aprendizaje. Estas ayudas deben adaptarse al nivel de competencia del que
aprende, quien irá adquiriendo más capacidades y competencias progresivamente. A
medida que lo vaya consiguiendo, el adulto o compañero deberá ir transfiriendo
responsabilidades para no hacerlo dependiente, ofreciendo mayor responsabilidad y
autonomía en la resolución de las tareas. Esta teoría ha sido la base en la configuración
de los grupos cooperativos –alumnos que teniendo diferentes competencias se agrupan
para realizar tareas en el aula– en las aulas de primaria y secundaria, como recurso para
abordar la diversidad escolar, propiciando la agrupación del niño por competencias y por
edades heterogéneas. El papel del adulto en la adquisición del lenguaje, a partir de la
acción conjunta niño-adulto, de la cultura y de la educación serán los requisitos que
permitirán al niño progresar en el desarrollo de la comunicación y del lenguaje.
30
El concepto de ZDP de Vigotski8 explica cómo el niño progresa en sus adquisiciones
gracias a la ayuda de alguien más competente, adulto u otro compañero. Así pues, en los
equipamientos de la primera infancia nos encontramos con un conjunto de personas
compuesto por adultos educadores, adultos familiares y otros niños, en los que se
ofrecen interacciones tanto por parte de adultos como de iguales, que tendrán lugar
durante la realización de tareas conjuntas. El niño se acaba regulando porque en su
interior incorpora los sistemas sociales de corregulación que se van creando con los
progenitores y con los compañeros, cuando se participa en las tareas lúdicas o
domésticas más simples o cotidianas.
Puesto que el niño está inmerso en un mundo social e interaccional que le puede
posibilitar el aprendizaje, sería interesante ofrecer contextos que garanticen unas
condiciones adecuadas con una atención de calidad psicoeducativa en las que sea posible
desarrollar la zona de desarrollo próximo. Coll y Bolea (1990) hacen referencia a la
necesidad de intencionalidad por parte de la familia, de la comunidad y de los
educadores para influir sobre el desarrollo y aprendizaje motor, cognitivo, lingüístico,
afectivo, social del niño pequeño, para socializarlo, para conseguir que adecue su
autonomía y, en definitiva, para convertirlo en un miembro activo y preparado de la
sociedad.
Considerando al niño como un sistema abierto, cambiante y dinámico, irá
desarrollándose y aprendiendo en la medida en que se vayan estableciendo relaciones
determinadas con otros seres en un contexto cultural determinado, construyendo
aprendizajes significativos en los ámbitos cognitivo, relacional y emocional. En la
primera infancia, la motivación del niño, su interés hacia actividades determinadas, se
ubica alrededor de actividades compartidas con otros, que favorecen su seguridad, la
creación de un autoconcepto y de una autoestima positiva, y garantizan el proceso de
aprendizaje a partir de la consecución de competencias. Coll (2003) subraya que la
capacidad de motivación, de esfuerzo, de aprendizaje, no es una característica individual
solamente ni tampoco estática.
Efectivamente, cualquier acción psicopedagógica es una experiencia de vínculo. El
vínculo implica que tanto el niño como los adultos se ven modificados y se transforman,
implica una especie de afectación mutua donde también se ven afectados los objetivos,
los instrumentos técnicos, los recursos, los procedimientos y los métodos (Toro, 2005).
Además, las actitudes y comportamientos del profesional para con los niños y de estos
entre ellos pueden tener consecuencias importantes tanto para el desarrollo cognitivo del
niño como para la creación de un cierto clima emocional en la clase, que favorece o
dificulta el rendimiento escolar y el propio desarrollo de los alumnos (Biscarri, Samper y
Sanuy, 1985).
Es importante, pues, conseguir establecer y mantener vínculos sanos en el ámbito
institucional, y ello requerirá tanto la capacidad del niño como la del educador. La
persona que ha mantenido un vínculo de calidad previamente en el contexto familiar no
tendrá demasiada dificultad en establecer vínculos con los compañeros y con los
educadores. El profesional de la educación ha de tener en cuenta que, cuando un niño
31
pequeño ingresa en un centro o servicio, hay un proceso de adaptación en el cual el niño
y la familia experimentan un duelo ante la separación. Si el niño ha establecido
previamente una relación materna segura, habitualmente muestra una secuencia
previsible de comportamientos que se pueden dividir en tres fases, de acuerdo con la
actitud que predomine respecto a la madre: fase de protesta, fase de desesperación y fase
de desapego –o negación– (Bowlby, 1995c).
Por ello es necesario atender, sobre todo en las instituciones de 0-3 años, la acogida
del niño por parte de los profesionales cuando ingresa en un centro o servicio, así como
el proceso de adaptación. La adaptación es un proceso de encuentro entre los
profesionales, el niño y su familia. Se inscribe una historia personal cada vez. Permite
construir nuevos vínculos entre el niño y los educadores, entre la familia y los
profesionales, entre el niño y otros niños. El objetivo es ir tejiendo esta multiplicidad de
vínculos procurando reconocer los ya existentes. La separación de los padres cuando su
bebé ingresa en una institución hace más frágil el psiquismo del niño, mayor cuanto más
pequeño sea. Por ello hay que tener presente que cada niño tiene un ritmo diferente de
adaptación. La seguridad psíquica del bebé requiere una preparación minuciosa de las
separaciones importantes, como la adaptación. Invertir tiempo y espacio en los primeros
momentos de la acogida es una condición indispensable con la que se debería contar en
todos los centros y servicios que atienden la primera infancia.
Además, también las familias sufren el proceso de adaptación a la nueva situación, que
en su caso es de separación y pérdida parcial de su pequeño. Es importante que el centro
ayude a las familias y facilite su implicación en el centro durante este proceso. Poner en
marcha y consolidar una relación de confianza con las familias ayuda a mitigar las
angustias de las familias y además contribuye a la propia seguridad del niño. El
profesional de la educación que trabaja en estas instituciones ha de procurar acompañar
las vivencias de la separación entre el niño y la familia.
Ahora bien, tener en cuenta la realidad de las separaciones no solamente se ha de
reducir a poner en práctica una estrategia que cuide estas transiciones ecológicas, sino
que se trata también de acompañar psíquica y emocionalmente la vivencia de los
familiares y de los niños. Posteriormente, gestionar la transición del centro de 0-3 a la
escuela infantil constituye una tarea compleja para muchas familias; el centro o
programa debería ayudar a sostener y a acompañar a las familias en esta otra transición
ecológica que es el traspaso de etapa educativa.
Desde el centro, servicio o programa debería atenderse especialmente las relaciones de
los profesionales con las familias. Las instituciones de atención a la primera infancia
tienen la tarea de ocuparse no solo del bebé sino también de la atención a las familias.
Establecer y mantener canales de comunicación continuos, así como una verdadera
relación de confianza, respeto y comprensión mutua son factores que favorecerán el
éxito y parte de la calidad en los centros. El educador debe adoptar un rol de mediador,
ha de respetar, comprender, acoger y no juzgar a las familias, valorando sus prácticas
educativas en aquellos aspectos positivos e intentando introducir elementos de reflexión
para modificar los comportamientos o los aspectos menos adecuados para el niño, pero
32
siempre desde el respeto. Para ello es necesario conocer y valorar el contexto social,
económico y cultural de las familias, los estilos de familia –como hemos visto en el
apartado anterior–, los vínculos que se producen entre los miembros, entre muchos otros
aspectos. Bassedas, Huguet y Solé (1996) señalan la necesidad de crear vínculos y
canales de comunicación entre la familia y el centro, pues crear estas relaciones
conjuntas puede ayudar a establecer metas educativas comunes entre los dos contextos
de relación, el familiar y el institucional, lo que favorece la acción educativa de los
centros.
Se deberán cuidar también las condiciones materiales de los centros y servicios que
atienden a la primera infancia y a sus familias, para facilitar el establecimiento de unos
vínculos y prácticas de calidad. Considerar los espacios, los objetos y los tiempos del
niño –tanto los referidos a los tiempos estructurales, como el horario de actividades, de
entradas y salidas, entre otros, como a los ritmos del niño, es decir, las rutinas, las
necesidades cognitivas, motoras y madurativas– facilitará el hecho de que se adecuen a
sus necesidades. Genovard y Gotzens (1996) afirman que la importancia de los espacios
y de los materiales no está en sí mismos, sino en su funcionalidad para conseguir los
objetivos propuestos.
Finalmente, ofrecer apoyo a los profesionales de las instituciones es también
necesario. El desarrollo profesional se favorece con la formación, pero también poniendo
en marcha condiciones de trabajo que hagan posible la calidad del centro. Además, la
calidad de vida del profesional de la educación requiere la puesta en marcha de
modalidades de organización y de comunicación eficaces que se vayan ajustando a lo
largo del tiempo en función de las necesidades cambiantes de la sociedad y de las
personas. Estas acciones suponen tener en cuenta la particularidad de cada contexto,
porque repercute directamente sobre la calidad de vida de los niños atendidos y de sus
familias. Por lo tanto, preocuparse por el equilibrio del profesional –salud física, bajo
nivel de estrés y una buena gestión del estrés– permite al educador estar más atento a la
escucha de las necesidades de los niños. Desde la dirección de los servicios se debería
contribuir a esta calidad de vida creando mecanismos adecuados para ofrecer a sus
trabajadores así como creando un marco seguro de trabajo.
Se han revisado los dos contextos de desarrollo donde el niño pequeño establece
interacciones y vínculos. La Organización Mundial de la Salud –OMS– (2015) aporta en
su informe diez datos acerca del desarrollo en la primera infancia como determinante
social de la salud.
• Dato 1: el desarrollo cerebral y biológico durante los primeros años de vida depende
de la calidad de la estimulación que el lactante recibe de su entorno: familia,
comunidad y sociedad. El desarrollo en la primera infancia, a su vez, es un
determinante de la salud, el bienestar y la capacidad de aprendizaje durante toda la
vida. La conjunción de estos datos señala el desarrollo en la primera infancia como un
determinante social de la salud.
• Dato 2: si se quiere lograr un desarrollo sano en la primera infancia, es preciso crear
33
las condiciones adecuadas para que el niño, desde el periodo prenatal hasta los ocho
años, se desarrolle por igual en aspectos físicos, socioafectivos y lingüístico-
cognitivos.
• Dato 3: el grado de seguridad y de cohesión social de los vecindarios y aldeas, así
como la atención que se dedique a los niños son factores importantes para el desarrollo
en la primera infancia.
• Dato 4: para mejorar el desarrollo en la primera infancia es preciso que a nivel
mundial las comunidades mejoren permanentemente las condiciones en las que las
familias crían a sus hijos, para lo cual han de atenderse las necesidades en materia de
seguridad económica, flexibilidad en los horarios de trabajo, información y apoyo,
salud y servicios adecuados.
• Dato 5: es necesario eliminar los obstáculos que impiden el acceso a programas y
servicios de eficacia demostrada para favorecer el desarrollo físico, socioafectivo y
lingüístico-cognitivo en la primera infancia.
• Dato 6: los niños sin cuidado parental deben recibir una auténtica atención que los
estimule, los apoye y los ayude a crecer. Una educación de alta calidad en la primera
infancia puede mejorar sus posibilidades de éxito en la vida.
• Dato 7: el desarrollo en la primera infancia constituye la base del desarrollo humano y
debe ser un aspecto clave para determinar el grado de éxito de las sociedades. La
medición a nivel mundial de la situación del desarrollo en la primera infancia, basada
en métodos comparables, permitirá que las sociedades puedan determinar su grado de
éxito.
• Dato 8: para garantizar un desarrollo sano en la primera infancia se requiere la acción
conjunta no solo de los organismos internacionales, nacionales y locales, sino también
de las familias a nivel mundial.
• Dato 9: muchos participantes en la comunidad internacional para el desarrollo
consideran que el desarrollo del niño es tan importante como su supervivencia, pero
esta idea todavía no se refleja en la financiación de los programas de desarrollo.
• Dato 10: de todos los determinantes sociales en salud, el relativo al desarrollo en la
primera infancia es el que los dirigentes económicos de las sociedades entienden con
más facilidad, porque un mejor desarrollo en la primer infancia no solo significa una
mejora de la salud, sino también la existencia de una fuerza de trabajo más productiva
y la reducción de los costos tanto en la justicia penal como en otros componentes de la
red de seguridad social. Las instituciones fiscales y monetarias a nivel nacional e
internacional deben reconocer que el gasto destinado a mejorar el desarrollo en la
primera infancia es una inversión y, por consiguiente, han de incorporarlo en sus
políticas.
Bibliografía
34
Bauman, Z. (2006). Els reptes de l’educació en la modernitat líquida. Barcelona: Arcadia.
Barudy, J. (1998a) (1998b). El dolor invisible en la infancia: una lectura ecosistémica del maltrato infantil.
Barcelona: Paidós.
Barudy, J.; Dantagnan, M. (2005a) (2005b). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego, resiliencia.
Barcelona: Gedisa.
Bassedas, E.; Huguet, T.; Solé, I. (1996). Família i escola. Aprendre a ensenyar a l’educació infantil. Barcelona:
Graó.
Biscarri, J.; Samper, L.; Sanuy, J. (1985). Socialització infantil i dinàmica del grup-classe. Lérida: Dilagro.
Bowlby, J. (1976). El vínculo afectivo. Buenos Aires: Paidós.
Bowlby, J. (1993). El vínculo afectivo. Barcelona: Paidós.
Bowlby, J. (1995a) (1995b) (1995c). Vínculos afectivos. Formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.
Brazelton, T. (1983). La naissance d’une famile ou comment se tissent les liens. París: Stock, Lauren Pernoud.
Brazelton, T. (1994). Points forts. Les moments essentiels du développement de votre enfant. París: Stock, Lauren
Pernoud.
Brazelton, T.; Cramer, B. (1993). La relación más temprana. Padres, bebés y el drama del apego inicial.
Barcelona: Paidós.
Bronfenbrenner, U. (1987a) (1987b). La ecología del desarrollo humano. Barcelona: Paidós.
Brunner, J. S. (1981). «Vigotski: una perspectiva histórica cultural». Infancia y aprendizaje (núm. 14, págs. 3-
17).
Coll, C.; Bolea, E. (1990). «Las intenciones educativas y los objetivos de la educación escolar: alternativas y
fundamentos psicológicos». En: C. Coll; J. Palacios; A. Marchesi (comp.). Desarrollo psicológico y educación, II,
Psicología de la educación. Madrid: Alianza.
Coll, C. (2003). «Esfuerzo, ayuda y sentido en el aprendizaje escolar». Aula de innovación educativa (núm. 120,
págs. 37-43).
Cyrulnik, B. (2002). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Barcelona:
Gedisa.
Cyrulnik, B. (2005). El amor que nos cura. Barcelona: Gedisa.
Daly, M. (2012). La parentalidad en la Europa contemporánea: Un enfoque positivo. Madrid: Ministerio de
Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
<http://www.msssi.gob.es/ssi/familiasInfancia/parentalidadPos2012/docs/ParentalidadEuropacomtemp.pdf>
Dolto, F. (1996). La causa de los niños. Barcelona: Paidós.
Genovard, C.; Gotzens, C. (1996). «La interacción contextual en la instrucción». En: J. Beltrán; C. Genovard
(eds.). Psicología de la instrucción I. Variables y procesos básicos. Madrid: Síntesis.
Giné, C. (2000). «El retard mental». En: C. Giné (coord.). Intervenció psicopedagògica en els trastorns del
desenvolupament. Barcelona: UOC.
Giné, C. (2009). «Aportaciones al concepto de inclusión. La posición de los organismos internacionales». En: C.
Giné (coord.). La educación inclusiva. De la exclusión a la plena participación de todo el alumnado. Barcelona:
ICE / Horsori.
Grañé, J.; Forés, A. (2007). La resiliència. Barcelona: UOC.
Haley, J. (1986). Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de Milton H. Erickson. Buenos Aires:
Amorrortu.
Hellinger, B. (2001). Órdenes del amor. Barcelona: Herder.
Kaye, K. (1986). La vida mental y social del bebé. Cómo los padres crean personas. Barcelona: Paidós.
Lurçat, L. (1979). El niño y el espacio: la función del cuerpo. México: Fondo de Cultura Económica.
Maturana, R.; Varela, G. (1984). El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del entendimiento humano.
35
Santiago de Chile: Lumen.
Maturana, R.; Varela, G. (1994). De máquinas y seres vivos. Autopoiesis: la organización de lo vivo. Santiago
de Chile: Lumen.
Maturana, R. (1995). Desde la biología a la psicología. Santiago de Chile: Lumen.
Merleau-Ponty (1986). El ojo y el espíritu. Barcelona: Paidós.
Michelson, L.; Sugai, R.; Wood, R. y otros (1987). Las habilidades sociales en la infancia. Barcelona: Martínez
Roca.
Moss, P. (1995). «La atención a la infancia». En: Infancia y familia. Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales.
Centro de Estudios del Menor y de la Familia.
Organización Mundial de la Salud (OMS) (2015). Salud de la madre, el recién nacido, del niño y del adolescente.
<http://www.who.int/maternal_child_adolescent/topics/child/development/10facts/es/>
Palacios, J.; Moreno, C. (1994). «Contexto familiar y desarrollo social». En: M. J. Rodrigo. Contexto y
desarrollo social. Madrid: Síntesis.
Perinat, A. (1996a) (1996b). Desenvolupament i aprenentatge durant l’edat escolar. Barcelona: UOC.
REC (2006). Recomendación REC (2006) 19 del Comité de Ministros a los Estados Miembros sobre políticas de
apoyo al ejercicio positivo de la parentalidad. Adoptada por el Comité de Ministros el 13 de diciembre de 2006
en la 983.a reunión de los Delegados de los Ministros.
<http://www.msssi.gob.es/ssi/familiasInfancia/parentalidadPos2012/docs/recomendacionConsejoEurop2006df.pdf>
Rodrigáñez, C. (2000a) (2000b). El asalto al Hades. Madrid: Proyecto editorial traficantes de sueños.
Rodrigo, M. J.; Máiquez, M. L.; Martín, J. C. y otros (2008). Preservación familiar: Un enfoque positivo para
la intervención con familias. Madrid: Ediciones Pirámide.
Rodrigo, M. J.; Máiquez, M. L.; Martín, J. C. (2010). Parentalidad positiva y políticas locales de apoyo a las
familias: Orientación para favorecer el ejercicio de las responsabilidades parentales desde las corporaciones
locales. Madrid: Federación Española de Municipios y Provincias y Ministerios de Sanidad, Servicios Sociales e
Igualdad, España. <http://www.femp.es/files/566-922-archivo/folleto%20parentalidad%201.pdf>
Rodrigo, M. J. (coord.) (2015a) (2015b). Manual práctico de parentalidad positiva. Madrid: Síntesis.
Rogoff, B. (1993). Aprendices del pensamiento. El desarrollo cognitivo en el contexto social. Barcelona: Paidós.
Save the Children (2013). La conciliación de la vida laboral y familiar en España.
<https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/la_conciliacion_de_la_vida_laboral_y_familiaresp_vok.pdf
Tenorio, C. (1999). «Cultura y crianza. Entre tradición y modernidad». IX Congreso Colombiano de Salud
Mental Infantil y del Adolescente. Bogotá.
Traveset, M. (2007). La pedagogía sistémica. Fundamentos y prácticas. Barcelona: Graó.
Vayer, P. (1977a) (1977b). El niño frente al mundo. Barcelona: Científico-Médica.
Vila, I. (1998). Familia, escuela y sociedad. Barcelona: Horsori.
Vila, I. (2000). Entorn social i familiar i intervenció psicopedagògica. Barcelona: UOC.
Vigotski, L. S. (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Barcelona: Crítica.
Walsh, F. (2004a) (2004b). Resiliencia familiar: Estrategias para su fortalecimiento. Buenos Aires: Amorrortu.
Werner, E.; Smith, R. (1982). Vulnerable, but invincible: a longitudinal study of resilient children and youth.
Nueva York: McGraw-Hill.
Wallon, H. (1972). La evolución psicológica del niño. Buenos Aires: Psique.
Wallon, H. (1974). Del acto al pensamiento: ensayo de psicología comparada. Buenos Aires: Psique.
Wallon, H. (1980). Psicología del niño: una comprensión dialéctica del desarrollo infantil. Madrid: Pablo del
Río.
Winnicott, D. V. (1979). El proceso de maduración en el niño. Estadios para una teoría del desarrollo
emocional. Barcelona: Laia.
36
1 Henri Wallon (1879-1963), desde un enfoque de la psicología genética, parte de que la maduración es
un proceso de interrelación entre el organismo y el medio.
3 Jean Piaget (1896-1980), en el área de la psicología de la genética, postula que la inteligencia es una
forma de actividad biológica, un proceso de adaptación y de organización.
4 La pedagogía sistémica (Traveset, 2007, pág. 24) es el arte de contextualizar y de enseñar, desde una
mirada amplia que nos permite ver la organización, la interacción de los elementos de la escuela y la
estructura espacial que conforma, el lugar y las funciones de cada uno de sus elementos, así como las
pautas que conectan a la familia con los diferentes elementos del aula.
5 Se basa en unas leyes preestablecidas por el amor en cualquier relación humana, que tratan de
restablecer el orden en los diferentes sistemas –familiares, organizacionales–, con la finalidad de que
sean más sanas y que cada persona consiga encontrar el lugar que le permita vivir tranquilo y desarrollar
sus propósitos, su destino. El amor, según este planteamiento, nada más tiene posibilidad de conseguirse
en el lugar donde nosotros reconozcamos estas premisas, estas órdenes del amor.
7 J. Brunner (1915) se sitúa en la psicología constructivista, que se propone estudiar a la persona como
constructora activa de su propio conocimiento. Esta disciplina ha permitido profundizar en los aspectos
cognitivos básicos.
37
Capítulo III
Políticas y primera infancia. Conciliación de la vida laboral y familiar
No sirve de nada andar en todos lados predicando, a menos que nuestro caminar sea nuestra prédica.
Francisco de Asís
La ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento.
Código civil, artículo 6.1., capítulo III
38
servicios.
• La atención sistemática al control y recolección de información.
• Un marco de referencia estable y una agenda a largo plazo para la investigación y
evaluación.
39
cuenta aspectos como las ratios, la formación, la titulación, la inclusión del rol
masculino, las condiciones laborales, los salarios, entre otros.
• Garantía de autonomía, financiación y respaldo a los servicios de la primera infancia.
Se apuesta por la autonomía de las comunidades, de los servicios y de los
profesionales, para planificar e implementar programas que atiendan a la realidad de
cada contexto. Para ello es necesaria una independencia presupuestaria que haría
aumentar la responsabilidad, la innovación y la motivación entre los implicados.
• Interés por un sistema de educación y atención preescolar que apoye un aprendizaje
amplio, la participación y la democracia. En los sistemas para la primera infancia
deberían quedar reflejados los intereses de la sociedad: el respeto por la diversidad, por
los derechos de los niños y un mayor acceso para los pequeños con necesidades
específicas de aprendizaje, favoreciendo la implicación de las familias en la educación
de sus hijos, convirtiéndose el centro, servicio o programa de pequeña infancia en un
lugar de encuentro verdaderamente comunitario.
40
las familias, pues se destina únicamente el 1,0% del PIB a políticas de protección social
dirigidas a infancia y familia, según los datos disponibles de 2011, cifra que parece ser
algo inferior a la del conjunto del Estado español (un 1,4%) y muy inferior a la del
conjunto de la Unidad Europea (2,2%).
Es sabido que, en la escolarización para menores de tres años, Cataluña ha sido dentro
del Estado español una de las pioneras (Flaquer, 2009) a pesar de la falta de financiación
en cuanto a la inversión de políticas de apoyo a las familias. Pero si comparamos la
situación de Europa con la de España, en la media europea hay más niños de 0 a 3 años
que no están atendidos en instituciones puesto que son cuidados por el padre o la madre,
que tienen una licencia parental retribuida por la Seguridad Social. Este sería un buen
debate. Pero en nuestro Estado español, cuando a las madres –mayoritariamente– se les
ha acabado el permiso de maternidad, la mayoría de ellas acuden a centros para la
primera infancia. Aunque esta situación en los últimos años se ha visto modificada por el
aumento de la falta de empleo y por los bajos salarios que habitualmente se destinan a
medias jornadas laborales. Hace unos pocos años ya se apuntaba a esta posibilidad
(González, 2009a), ante el temor de que la decisión de retirarse la madre del mercado
laboral fuera por los elevados costes de los servicios –al ser mucho más alto el coste de
algunos centros que el sueldo de algunas madres– o por una limitada oferta de servicios,
produciéndose al mismo tiempo un claro sesgo de clase social en cuanto al acceso a los
centros escolares. Aunque últimamente ha habido iniciativas –como los espacios
familiares– que promueven precisamente la participación e implicación de los padres y
madres, ofreciendo recursos y estrategias para la crianza y educación de los hijos. Son
espacios psicoeducativos donde los niños con sus familias, junto con los profesionales,
interactúan involucrándose en esa hazaña.
De todas formas, sea cual sea la decisión tomada por las familias, es importante que,
en el caso de optar por asistir a un centro, servicio o programa de atención a la primera
infancia, estos sigan las normativas legislativas establecidas para ofrecer la máxima
calidad. No obstante, hemos visto que esta etapa psicoeducativa por excelencia no
siempre ha sido considerada de este modo por las políticas del Estado español.
Tradicionalmente la etapa de los 0-3 años ha estado más bien considerada como
puramente asistencial y no se ha enmarcado dentro de las leyes estatales. Es una etapa
educativa resentida que ha padecido constantes cambios legislativos, entrando y saliendo
por la puerta del marco legal, y la consecuencia de ello es que no ha ayudado a
establecer normativas claras y transparentes perdurables a lo largo del tiempo. No se ha
discutido en cambio, a lo largo de los años, que la enseñanza primaria o secundaria sea
obligatoria y necesaria, pero ¿ha pasado lo mismo con la primera infancia?
Evidentemente, la respuesta es clara. Por poner un ejemplo, hace unos años, con la
aprobación de la LOCE (Ley orgánica 10/2002, de calidad de enseñanza, BOE 307 de
24.12.2002), el gobierno del Partido Popular decidió que el tramo de edad de 0 a 3 años
se desintegraba de la etapa 3–6, considerándola, por tanto, una etapa mayormente
asistencial con la consiguiente percepción social de una etapa con carácter subsidiario,
cuando con la anterior ley, la LOGSE (Ley orgánica general del sistema educativo, de
41
1990) la educación infantil se entendía como una única etapa global integrando de los 0
a los 6 años. Este tipo de consideración asistencial implica crear centros y servicios con
unos requisitos mínimos, con poca calidad de servicio, que actúan como meros lugares
donde se asiste durante unas horas a los pequeños, sin que el Gobierno se asegure de que
se dan una serie de condiciones sanitarias y psicoeducativas, al no haber legislación que
los regule.
Posteriormente se aprobó la LOE (Ley orgánica de educación) en 2006 y la LEC (Ley
de educación en Cataluña), que consideraban de nuevo la educación infantil como etapa
única de 0–6, organizándose en dos ciclos de 0–3 y 3–6. Ahora bien, estos constantes
cambios legislativos repercuten directamente en los servicios, en los profesionales y en
los ciudadanos, producen una gran incertidumbre y ofrecen poca consistencia al
despliegue de esfuerzos y recursos del entorno.
A partir de estas últimas iniciativas legislativas en el Estado español, parecía que los
gobiernos se habían sensibilizado en torno a la importancia de esta etapa educativa
prioritaria que es la primera infancia, además de ofrecer cierto reposo y tiempo para ir
implementando estrategias efectivas. Pero con los emergentes y continuos cambios de
gobierno y de poderes políticos, no sabemos bien hacia dónde nos dirigimos, si se
volverá a considerar esta etapa como una etapa puramente asistencial, lo que implicará
una regresión nada conveniente para la sociedad, o bien si seremos capaces de avanzar
en la dirección de la mayoría de los países desarrollados.
42
no por tradiciones impuestas, hay sectores que opinan que los niños que son atendidos
durante los primeros años de vida por su madre en el hogar bajo un modelo tradicional
estarán mejor atendidos. Pero veamos si es el modelo tradicional de la familia el
necesariamente mejor para el desarrollo de la infancia en los primeros años de vida.
Evidentemente, la inversión de cuidado parental dependerá enormemente de las
características de los padres (la rigidez parental, el nivel educativo y ocupacional, el
apoyo de la familia extensa, la propia insatisfacción, las pocas habilidades sociales, entre
otras) así como de las necesidades evolutivas y psicoeducativas de los hijos. No
olvidemos que determinados periodos de edad son más sensibles y requieren ajustes y
adaptaciones constantes a sus progenitores, y la primera infancia es una de ellos.
González (2009b) propone como alternativa un cambio de paradigma en las políticas
de primera infancia y en las familias. Esto implica comprender que los padres no están
solos en la responsabilidad de proveer el bienestar de sus hijos. Los hijos pasan a ser
considerados como bienes comunes y un elemento clave del bienestar de la sociedad. La
novedad más grande de este paradigma es el énfasis que se pone en las necesidades de
los niños con desventajas económicas o sociales y que, según cómo sean atendidas,
tendrán consecuencias importantes en la sociedad del futuro. Bajo este paradigma, las
necesidades de la infancia se atienden de forma directa y los mecanismos clásicos de
intervención se centran en iniciativas llevadas a cabo desde la primera infancia, con más
altos niveles de calidad. También se pone más énfasis en las necesidades de los niños
independientemente de la vinculación de los padres con el mercado de trabajo, lo cual
además libera la culpabilidad por ello. La premisa central es que la sociedad se beneficia
de poder contar con niños sanos y bien preparados para afrontar la entrada en el sistema
educativo obligatorio, por lo que el estado deberá llevar a cabo políticas compensatorias
especialmente para los niños más vulnerables en la transmisión de las desigualdades
sociales. Así, tomando como base este nuevo paradigma, se entenderán las necesidades
de los menores de manera directa, y no como un problema que tienen los adultos. Según
nos demuestra el caso de Canadá en la adopción de este nuevo paradigma, se ha
facilitado el hecho de romper con la antigua dicotomía entre sistemas de protección y
servicios sociales para favorecer el diseño de políticas integrales para la infancia, que
incorporen expertos en el desarrollo en las etapas primarias, en el ámbito de la salud o en
el desarrollo humano.
En definitiva, se sugiere avanzar en las políticas de infancia desde el paradigma
tradicional –que considera a los padres exclusivos y principales responsables de los
hijos–, hasta un paradigma que contempla la coparticipación y la inversión en la infancia
–y que al mismo tiempo incorpora el concepto de inversión de futuro en las políticas
públicas, evitando referirse al concepto de gasto. Quizá adoptando esta perspectiva
muchas familias –especialmente las madres– se sentirían aliviadas y quizá les permitiera
desprenderse de una cierta culpabilidad en cuanto a su proyección profesional y laboral y
el consiguiente abandono del niño en instituciones de primera infancia, sentimiento que
se ha producido y que todavía está en algunos contextos.
Teniendo en cuenta este planteamiento, que parte de una visión integral que contempla
43
el conjunto de opciones que tienen las familias para cuidar y educar a sus hijos, lo que es
verdaderamente importante es atender el cuidado de los niños, independientemente de
dónde se organice dicha atención, si en el domicilio o en una institución.
Se hace, pues, necesario conciliar las vidas laboral y familiar, poniendo en marcha
políticas familiares. En el Estado español, y especialmente en Cataluña, el diseño de las
políticas familiares y de conciliación es bastante incipiente (González, 2009c). De hecho,
desde hace unos años, el campo de las políticas familiares en Europa se encuentra en
plena expansión (Flaquer, 2000).
Cuando hablamos de políticas familiares nos referimos al conjunto de medidas,
variadas, que tienen en común la aportación externa de recursos en forma de servicios,
son aquellas medidas públicas de atención a las familias como unidades reproductivas –
hogares donde viven familias con hijos menores. En Europa se aplican políticas para la
conciliación que apuestan por cinco dimensiones principales (Brullet, 2002).
• Garantizar el acceso de todas las familias a un nivel de vida digno que permita el
disfrute de los derechos a la vivienda, empleo, salud y educación.
• Lograr una armonización real del tiempo dedicado a las obligaciones laborales y la
vida familiar.
44
• Fomentar la corresponsabilidad y la igualdad entre hombres y mujeres.
• Promover la parentalidad positiva y la crianza basada en el buen trato y la educación
no violenta.
Para ello, en este informe se hacen las siguientes recomendaciones a los poderes
públicos y a las empresas:
1) Recomendaciones para los poderes públicos
45
– Ampliar plazas y recursos de atención infantil: impulsar una red de servicios
sociales a la infancia de calidad, con una ratio cuidador-niño que permita una
atención a los niños personalizada y a un precio asequible para las familias.
46
los niños. Por consiguiente es indispensable una política que proteja a los niños de todo
estado de privación económica. Esping-Andersen y Palier (2010) apuntan la necesidad
de reducir la dimensión penalizadora que acoge tradicionalmente la maternidad,
apostando por una verdadera conciliación entre la maternidad y la carrera profesional,
pero aportando opciones realistas. Como afirman, si la ausencia de soluciones de
cuidado de los niños constituye un obstáculo para la fertilidad, un servicio público para
la primera infancia debería permitir a los ciudadanos fundar una familia que se
correspondiera con sus deseos.
En suma, un aspecto fundamental es que los gobernantes de cada país procuren llevar a
cabo políticas respetuosas con los derechos de los niños y niñas de la comunidad,
políticas que favorezcan el desarrollo adecuado de los ciudadanos del entorno donde
habitan. Las políticas se han de concretar en servicios, programas y en instituciones que
sean un foco de desarrollo comunitario (Àngel, 2004).
Estas políticas deben desplegarse mediante equipos interdisciplinarios que trabajen en
red, potenciando la formación inicial y permanente de sus profesionales y favoreciendo
un claro diálogo e intercambio entre los diferentes servicios de distintas disciplinas –
educación, sanidad, seguridad, protección a la infancia–, para repercutir en la calidad de
vida de los ciudadanos. Si realmente se ofrece una respuesta adecuada a las familias
según las necesidades emergentes de la sociedad, con recursos de calidad, favoreciendo
una formación en cuanto a la crianza y la educación de sus pequeños, seguramente
permitirá incidir en su formación social, educativa y de salud.
Bibliografía
Àngel, C. (2004). Visió panoràmica de l’atenció educativa a la petita infància dins un marc europeu. Lección
magistral. Barcelona: UAB. Facultad de Ciencias de la Educación.
Brullet, C. (2002). Les polítiques de conciliació de la vida professional i la vida familiar: el cas dels serveis de
suport a les famílies. Barcelona: Generalitat de Catalunya, Departamento de Bienestar Social.
Esping-Andersen, G.; Palier, B. (2010). Los tres grandes retos del Estado del bienestar. Barcelona: Ariel.
Flaquer, L. (2000). Les polítiques familiars en una perspectiva comparada. Barcelona: Fundación la Caixa.
Flaquer, L. (2003). Suport a les famílies. Barcelona: Generalitat de Catalunya.
Flaquer, L. (2009). Les polítiques familiars a Catalunya (págs. 76-101). Conferencia. Barcelona: Centro de
Estudios Jordi Pujol.
González, M. J. (2009a) (2009b) (2009c). «Servicios de atención a la infancia en España». Documento de trabajo
Fundación Alternativas, 1. Madrid: Fundación Alternativas.
Moss, P. (2004). Child and family Research. A Personal History. Conferencia impartida en la Universidad
Autónoma de Barcelona el 29 de octubre.
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (2001). Niños pequeños, grandes
desafíos: La educación y cuidado de la infancia temprana. Sumario.
<http://www.oecd.org/edu/school/1897321.pdf>
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (2006). Niños pequeños, grandes
desafíos II: educación y atención preescolar. Resumen en español.
47
<http://www.oecd.org/education/school/37519103.pdf>
Rodrigo, M. J. (coord.) (2015). Manual práctico de parentalidad positiva. Madrid: Síntesis.
Salvador, G. (2009). Familia. Experiencia grupal básica. Barcelona: Paidós / Fundación Vidal i Barraquer
(«Temas de salud mental»).
Save the Children (2013). La conciliación de la vida laboral y familiar en España.
<https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/la_conciliacion_de_la_vida_laboral_y_familiaresp_vok.pdf
Save the Children (2014). La infancia y la familia en los presupuestos generales del Estado en 2015.
<https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/infancia_y_familia_en_pge_2015_save_the_children_-
_21.10.14_1.pdf>
Síndic de Greuges de Cataluña (2007). L’escolarització de 0 a 3 anys a Catalunya. Barcelona: Síndic de
Greuges.
Síndic de Greuges de Cataluña (2014). Informe sobre los derechos del niño.
<http://www.sindic.cat/site/unitFiles/3743/Informe%20infancia%202014%20castella.pdf>
1 «Child and family Research. A Personal History» (conferencia impartida por Peter Moss, presidente de
la Thomas Coran Research Unit. Institute of Education University of London, en la Universidad
Autónoma de Barcelona el 29 de octubre de 2004).
48
Capítulo IV
Calidad y primera infancia
La escuela infantil ha de ser conocida como un lugar abierto, integrado en la vida del barrio, un lugar del
que no se puede prescindir por la función que ejerce y la contribución que presta. Una escuela infantil
siempre puede crear una imagen propia ante la población, pero no la de las superadas y cerradas
instituciones de antaño, sino la de un organismo vivo y estimulante tanto para los pequeños como para
cualquier persona que viva en el barrio.
Goldschmied, 2002
Ya que el término calidad de vida nos da una referencia y una orientación a partir de la
perspectiva del individuo (Shalock y otros, 2000a), es decir, un principio orientador para
mejorar el bienestar de las personas y colaborar en el cambio en el ámbito social de una
comunidad, además de ofrecer un lenguaje común y un marco sistemático de acción, es
preciso comenzar a abordar esta perspectiva desde la propia comunidad que atiende al
niño y a su familia. Para ello es necesario aproximarse a los servicios y programas que
ofrece el territorio para abordar la optimización de estos, implementando procesos de
cambio para conseguir una adecuada calidad de vida del conjunto de la población a partir
de la evaluación de la calidad de los recursos de los que dispone. Ahora bien, el paso
previo es analizar el constructo de calidad y conocer qué tipo de servicios y programas
se están ofreciendo actualmente a nivel nacional e internacional.
49
mayores.
Hablar de calidad de vida en la sociedad actual nos lleva a pensar en una meta que
debemos conseguir para responder al intento de diseñar proyectos y programas de apoyo
a las personas y a los grupos, haciendo referencia a la evaluación de programas e
individuos, sobre todo cuando nos referimos a investigaciones cuyo objetivo es
sensibilizar las políticas sociales para que respondan a una mejora en sus prácticas.
Un reflejo de esta visión sobre el concepto de calidad de vida es el trabajo que durante
los últimos años han ido desarrollando diversos grupos, como el de la Organización
Mundial de la Salud mediante el grupo WHOQOL (grupo de la OMS) durante el año
1997 y 1999, en el que se identifican los principales dominios de calidad de vida (físico,
psicológico, nivel de dependencia, relaciones sociales, ambientes y espiritualidad o
creencias personales) y en la necesidad de incorporar mediciones subjetivas y objetivas
(Shalock y otros, 2002b).
En la actualidad hay infinidad de definiciones e instrumentos individuales de medida
de la calidad de vida, pero hay un consenso en cuanto a considerar el constructo como un
concepto subjetivo sobre el grado de satisfacción que la persona experimenta en relación
con el nivel de cobertura de sus necesidades respecto a los diferentes contextos que la
rodean, familia, centro educativo, centro de trabajo, contextos donde se producen
interacciones con otras personas. De todas formas, aunque se trate de un constructo
subjetivo, no debemos olvidar que está directamente influido por condiciones objetivas
de vida, que no deberían ser diferentes en personas mayores, discapacitados o niños
pequeños en cuanto a garantizarla. Así pues, este consenso podría reunir las siguientes
características (Hatton, 1998): el concepto de calidad de vida es multidimensional y está
influenciado por factores personales y ambientales; la calidad de vida incluye
necesariamente indicadores subjetivos e indicadores objetivos, por tanto este concepto se
refiere tanto a la experiencia subjetiva de las personas –indicadores psicológicos– como
a las condiciones objetivas de vida –indicadores sociales y ecológicos–; la calidad de
vida debe ser considerada un referente básico de cualquier centro o servicio que se
considere de calidad. A continuación comento algunas especificidades de estas
orientaciones.
En cuanto a la consideración del concepto de calidad de vida multidimensional,
Shalock y Verdugo (2003a) proponen ocho dimensiones básicas de calidad de vida
adoptando un modelo ecológico –siguiendo la idea que propone Bronfenbrenner (1987)
sobre este modelo y que considera el desarrollo como posible gracias a las interacciones
que se establecen entre la persona y los adultos y compañeros en diferentes contextos–:
bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal,
bienestar físico, autodeterminación, inclusión social y derechos. Siguiendo estas
dimensiones, el Instituto Catalán de Asistencia y Servicios Sociales (ICASS) y la
organización de la Administración pública de la Generalitat de Cataluña, con el objetivo
de mejorar la calidad de servicios sociales, y con la colaboración del Instituto
Universitario de Integración en la Comunidad (INICO) de la Universidad de Salamanca,
trabajaron para el desarrollo de una escala de valoración de la calidad de vida GENCAT
50
(2008) que se aplica a adultos a partir de 18 años con discapacidades intelectuales o
físicas, a personas mayores, con problemas de salud mental y a personas con
drogodependencia y VIH/sida, con la finalidad de identificar el perfil de calidad de vida
para realizar planes individualizados de apoyo, basándose en un modelo de planificación
centrada en la persona (PCP), con el objetivo de ofrecer los apoyos que requiere la
persona contando con su participación activa durante el proceso. Para enfocar una
planificación centrada en la persona y siguiendo los aspectos descritos por Swartz,
Jacobson y Holburn (2002), Ruiz (2008, págs. 147-148) describe las características del
proceso:
• Las actividades, los servicios y los apoyos que se proporcionen a la persona se basan
en sus ilusiones, intereses, preferencias, puntos fuertes y capacidades.
• La persona y las personas importantes para ella se incluyen en la planificación de su
estilo de vida y tienen oportunidad de ejercer control y tomar decisiones disponiendo
de la suficiente información.
• La persona escoge los aspectos más significativos e importantes mediante decisiones
fundamentadas en la propia experiencia.
• La persona utiliza, todo lo posible, apoyos naturales y de la comunidad.
• Las actividades, los apoyos y los servicios se dirigen a facilitar relaciones personales,
la inclusión en la comunidad, la dignidad y el respeto.
• Se favorecen al máximo las oportunidades y las experiencias de las personas y se
plantean con la mayor flexibilidad posible, teniendo en cuenta las limitaciones
establecidas en las regulaciones normativas y las limitaciones de las posibilidades
reales de financiación.
• La planificación se hace en colaboración e implica iniciativas de la propia persona.
• La persona se siente satisfecha de sus relaciones personales, en su casa y en las
actividades diarias.
51
La calidad de vida debería considerarse como un referente en cualquier centro o
servicio que atienda a personas. Por tanto, el concepto está íntimamente relacionado con
las prácticas que se ofrezcan en los centros, servicios y programas. Como afirman en sus
estudios Shalock y Verdugo (2003c) y Verdugo y otros (2008), existen motivos por los
cuales resulta necesario aplicar dicho concepto: el concepto de calidad de vida tiene un
impacto directo en el desarrollo de los programas y en la prestación de servicios; el
concepto de calidad de vida se utiliza como criterio para evaluar la eficacia de los
centros y servicios; la investigación de la calidad de los centros, servicios y programas
educativos es evidente en tres ámbitos: los usuarios que procuren beneficiarse de una
máxima calidad de vida, los centros que desean ofrecer un producto de calidad, los
evaluadores que pretenden obtener los máximos resultados de calidad. Por tanto, la
calidad de los centros, servicios y programas está intrínsecamente ligada a la calidad de
vida de sus usuarios; mejorar la calidad de servicio y la atención implicará mejorar la
calidad de vida de las personas atendidas y de los propios profesionales.
• Las definiciones de calidad difieren entre los diferentes grupos involucrados y los
países. Aunque se necesitan pautas nacionales de calidad, estas tienen que ser lo
52
suficientemente amplias como para permitir a los entornos individuales responder a las
necesidades de desarrollo y capacidades de aprendizaje de los niños.
• Existen muchos elementos comunes en las definiciones de calidad para los servicios
para niños desde los 3 años. La mayoría de los países se centran en aspectos
estructurales de calidad similar, que tienden a ser más débiles en cuanto a los servicios
para niños más pequeños.
• Algunos países utilizan escalas estándares de observación y medidas de evaluación del
niño para medir la calidad. Otros países utilizan la construcción conjunta del programa
y los objetivos en el ámbito local, con la participación de los involucrados en el
proceso.
• La responsabilidad de asegurar la calidad tiende a compartirse con inspectores
externos, consejeros pedagógicos, personal y padres (y ocasionalmente los niños). Hay
una tendencia hacia la autoevaluación validada externamente para promover la
reflexión continua y la mejora de la calidad.
• Las principales preocupaciones sobre calidad que emergieron en la revisión incluyen
la falta de coherencia y coordinación entre las políticas y los servicios para niños
menores de 3 años.
• Los gobiernos promueven la mejora de la calidad mediante documentos marco y
dirección por objetivos; estándares y acreditación voluntarios; difusión de
investigación e información; uso cuidadoso de fondos especiales; apoyo técnico a la
gestión local; mejora de la formación y estatus del personal; apoyo a la autoevaluación
y la investigación orientada a la práctica y el establecimiento de un sistema de
controles y evaluaciones democráticas que incluya a los padres.
53
resiliencia de los niños, a fortalecer las aptitudes familiares y a promover la inclusión
social de las familias y los niños. Para ello debe haber un acceso igualitario a estos
servicios, pero en general no hay suficientes prestaciones de servicios con el
conocimiento y las habilidades necesarias en materia de discapacidad. Es preciso evaluar
la capacidad de programas y servicios actuales para atender a las necesidades de los
niños con discapacidad y sus familias, ofrecer servicios de calidad con personal
cualificado.
Uno de los objetivos que recoge el informe de Unicef (2015) es precisamente el
desarrollo de la primera infancia. En el estudio –a pesar de las dificultades por recoger
datos en esta franja de edad a nivel internacional– se muestran cifras poco alentadoras
que revelan fuertes desigualdades entre los distintos niveles de ingresos familiares en
relación con el apoyo que prestan los cuidadores al desarrollo y aprendizaje temprano de
los niños en sus hogares. Los niños más pobres tienen muchas menos probabilidades de
recibir estimulación en el seno de su propia familia; para acceder a una atención de
calidad en los centros, servicios y programas; y más probabilidad de presentar retrasos
del desarrollo que afecten a su aprendizaje.
En el informe de seguimiento de la Educación para Todos (EPT) publicado por la
Unesco (2015), se afirma que, a pesar de haber hecho algunos progresos en la
supervivencia y la nutrición en la primera infancia, todavía «la calidad de atención para
los niños muy pequeños sigue siendo un problema grave; se deben atender las cuestiones
relativas a los conocimientos, las competencias, la condición y la remuneración de los
docentes de la enseñanza preescolar». Se insiste en la necesidad de apoyar programas
para la crianza de los hijos, pero además es preciso definir y medir la calidad, pero es
difícil al no haber datos recogidos; internacionalmente no hay datos comparables sobre
la calidad de todos los tipos de atención que se ofrece a la primera infancia y a sus
familias.
Además de haber una gran variedad de centros, servicios y programas dirigidos a la
primera infancia y a sus familias, privados y públicos, formales y no formales, y de la
atención directa a la propia familia en el hogar como medida de prevención en algunos
países, observamos que el término calidad es un concepto relativo, dinámico, no
objetivo, que refleja valores, creencias, necesidades de diferentes grupos de personas
implicadas como son los niños, los padres, los trabajadores, los técnicos, los
empresarios, los ciudadanos en general (Àngel, 2004a).
Así pues, plantear una definición concreta sobre calidad en la primea infancia resulta
una tarea compleja. Según Moss (1999), la calidad en la primera infancia es un concepto
que abarca modelos universales y objetivos con los cuales se puede evaluar el trabajo
pedagógico. Según el autor, ir más allá del problema de la calidad no significa repensar
el constructo en sí, sino pensar que quizá tenemos una elección que hacer entre si
trabajamos o no con este concepto.
Para desarrollar el concepto de calidad, Pence y Moss (1994) proponen trabajar tres
ámbitos complementarios:
54
• Cultura, pues se precisa de una cultura democrática, con tradición de debate y
negociación para aceptar el modelo propuesto de calidad, que es un modelo inclusivo;
se trata de una cultura en la que el niño es reconocido como ciudadano de pleno
derecho y con derecho a la educación, a la participación, a ser escuchado; una cultura
que reconozca la diversidad y respete los diferentes valores y creencias.
• Práctica, pues para poner en práctica los debates sobre calidad es necesaria una
capacidad de diálogo y reflexión, una aceptación y valoración de las opiniones de los
otros participantes, una actitud para aceptar que los padres coparticipen en el proceso
de discusión y de toma de decisiones.
• Evaluación e investigación, imprescindibles en un modelo inclusivo de definición de
calidad. Se requieren nuevos roles en la investigación y en la evaluación, y se hace
preciso investigar también sobre las perspectivas de los padres, sobre su diversidad
cultural, social, étnica, etc. Se precisan medidas de evaluación adaptadas a los
servicios para niños menores de 3 años, teniendo en cuenta que la evaluación no puede
separarse de la definición de calidad.
55
los centros, servicios y programas. Estamos todos implicados, puesto que todos nosotros
nos situamos en una posición u otra que determina la manera en la que ofrecemos la
calidad, dando sentido al trabajo psicopedagógico que realizamos. Según la forma en que
vayamos construyendo esta labor y la evaluación que realicemos, la posición en que nos
situemos tendrá relación con aspectos éticos y políticos y tomará un sentido u otro.
• Escala ECERS (Early Childhood Environment Rating Scale), escala de evaluación del
entorno de la primera infancia elaborada en 1980 por Thelma Harms, directora del
Programa de desarrollo curricular para la educación en la primera infancia, y por
Richard M. Clifford, director del Sistema de entrenamiento y asesoría técnica en
guarderías, del Centro de Desarrollo del Niño Frank Porter Graham, de la Universidad
de North Carolina, en Chapel Hill.
Esta escala permite obtener datos de centros para niños de 2 a 5 años, evalúa
aspectos de la metodología del centro, la organización, las instalaciones, los recursos
materiales, las actividades, entre otros (Harms y Clifford, 1980), hace referencia a los
ambientes que existen en los centros para la infancia temprana. Incluye siete
dimensiones divididas en subescalas: rutinas del cuidado personal de los niños,
mobiliario para los niños y materiales disponibles, experiencias de lenguaje y
razonamiento, actividades de motricidad fina y gruesa, actividades creativas, desarrollo
social, y necesidades de los adultos. En total hay treinta y siete ítems que son
evaluados con una puntuación de 1 (inadecuado) a 7 (excelente) para cada uno de
ellos.
Es una escala similar a la anterior en cuanto al formato, pero este nuevo contenido se
desarrolló para el grupo de atención a niños más pequeños, de 0 a 2 años. Consiste en
treinta y cinco ítems que se valoran de igual forma que la anterior escala y que
56
pretende valorar la calidad del centro en cuanto a la formación en el cuidado infantil.
Los ítems están organizados en siete áreas: mobiliario, rutinas de cuidado personal,
escuchar y hablar, actividades de aprendizaje, interacciones, estructuras del programa,
necesidades de los adultos.
57
informe se propone que, si se desea impulsar una mejora de la calidad de la educación
infantil, habría que ofrecer una propuesta consistente y sinérgica de los factores
identificados como relevantes, en una perspectiva contextualizada y participativa de
todos los actores implicados, es decir, comunidad, familia, educadores, niños.
58
Cataluña de Rosa Sensat (1973-1961) y Marta Mata, que ponen la mirada en una escuela
infantil de calidad. En Francia existe un precedente alternativo a las guarderías y
parvularios que abrió sus puertas en París en 1979, La Casa Verde, creada por François
Dolto, descrita como «lugar de encuentro y recreación para los más pequeños y sus
padres» (Dolto, 1996). Siguiendo esta experiencia, se fueron creando servicios en otras
localidades europeas, como el Pen Green en Northampton, el Tempo per le Famiglie en
Milán, La Casa degli Orsi y el Area Incontri en Pistoia, y pueden considerarse como el
modelo precursor de los espacios familiares, juntamente con las experiencias
socioeducativas de los espacios familiares en los países anglosajones y en Dinamarca y
los países nórdicos en su conjunto.
La experiencia de la Scuola dell’Infanzia en Reggio Emilia surgió en 1970 y fue
creada para ofrecer una alternativa creativa a la escuela normal infantil, dedicada a niños
y niñas de 0 a 6 años y a sus familias, donde compartir los espacios de la mano de
Malaguzzi (1920-1994), fue considerada como un punto de encuentro e investigación a
partir de su idea pedagógica innovadora, y todavía hoy en día sigue considerándose así.
La propuesta de la ciudad de los niños de Tonucci (1997) abrió una puerta a la
comunidad, viendo a los niños como ciudadanos de pleno derecho, idea que propició la
creación de servicios similares en Italia y en España.
Como vemos, esta visión del niño desde una perspectiva global y no dual, integral y
respetuosa, centrándose en el deseo del niño por aprender, en una visión personalizada,
no es nueva en absoluto, pues a lo largo de la historia ha habido muchos pedagogos que
han defendido esta posición. Como afirma Ken Robinson (2015), estos diversos métodos
de aprendizaje personalizado a menudo se agrupan bajo el epígrafe general de educación
progresista, que algunos críticos parecen considerar la antítesis de la educación
tradicional. Esta idea es tan errónea como perjudicial, y tiende a crear falsas dicotomías.
La historia de la política educativa se caracteriza por oscilar entre estos dos presuntos
polos opuestos. El movimiento de normalización es el movimiento pendular más
reciente. La educación eficaz siempre es un equilibrio entre rigor y libertad, tradición e
innovación, el individuo y el grupo, la teoría y la práctica, el mundo interior y el que nos
rodea.
En Portugal en 1991 y 1992 se crearon proyectos con una visión comunitaria,
concretamente el Programa de intervención preescolar ubicado en diferentes contextos
rurales del Algarve, gracias a la financiación de la Fundación Van Leer, que subvencionó
los primeros espacios familiares. Cruz (1995) confirma la eficacia de este programa,
pues da respuestas a las necesidades que surgen en este contexto.
En Galicia hay una experiencia precursora de la iniciativa del Algarve, el programa
Pre-escolar Na Casa,1 que nació hacia los años sesenta en el entorno rural, dirigido a
niños de 0 a 6 años y a sus familias, y todavía hoy día funciona ofreciendo una acción
educativa de forma triangular, educador-niños-familia.
Recursos socioeducativos para la primera infancia en el territorio español son los
centros atención a la infancia (CAI) y los puntos de atención a la infancia (PAI),2
servicios municipales y también algunos privados que se han ido implementando durante
59
los últimos años para atender las necesidades de los niños de entre 3 meses y 3 años y a
sus familias.
Proyectos comunitarios surgieron también en Granada (Capitulaciones`92, con el
apoyo del Ayuntamiento de Santa Fe se crearon centros de atención a la primera infancia
y a sus familias), en la Comunidad de Madrid (la Casa de los Niños, donde se organizan
actividades para la comunidad durante los años noventa), en Cataluña («Benvingut
nadó» o «Ja tenim un fill», programas destinados al acompañamiento en la crianza y que
dieron lugar a la creación más tarde de los espacios familiares en este entorno).
Actualmente contamos, además de con los servicios escolares y otros servicios
complementarios, con diversas iniciativas a partir de las cuales se procura que por medio
de los centros, servicios y programas se atienda la crianza de las familias y se promueva
una adecuada función parental. A nivel estatal se destacan algunos programas como
«Crecer felices en familia» (apoyo psicoeducativo para promover el desarrollo infantil),
Parentalidad Positiva (grupo FAES), «Créixer en família» (Generalitat de Cataluña); y a
nivel internacional los programas VIG (Video Interaction Guidance, en Holanda), Triple
P (Positive Parenting Program, en Australia), Early Steps to School Success, The
Incredible Years y Strengthening Families Program (estos tres en América), SNAP en
Canadá (Blanch y Badia, 2015, pág. 49).
Por su parte, Rodrigo (2015) expone experiencias de programas e iniciativas para
promover la parentalidad positiva: crecer felices en familia, programa de apoyo parental
para el desarrollo infantil; aprender juntos, crecer en familia, un enfoque integral; vivir la
adolescencia en familia, un programa de apoyo parental en la adolescencia; programa
basado en evidencias para fomentar la parentalidad positiva en Asturias; programa de
formación y apoyo familiar; crecer en familia, un servicio para promover la parentalidad
positiva en Chile; familia y escuela educamos juntos; educación parental en familias en
situación de pobreza en el contexto brasileño; apoyo parental online.
Analizar la calidad de la oferta psicoeducativa de un territorio comporta valorar antes
el concepto de calidad de vida así como la forma en que se aborda desde los centros,
servicios y programas dirigidos a la población. Cuando además pretendemos reflexionar
sobre su incidencia en la primera infancia y sus familias, es preciso abordar el tipo de
programas y servicios que se ofrecen en el contexto. Este ha sido el objetivo del cuarto
capítulo.
Así pues, a largo plazo, es posible que las tendencias demográficas nos obliguen a
valorar mucho más a nuestros hijos, y a aceptar que su cuidado y su educación desde su
nacimiento son una responsabilidad tanto pública como de la familia. Hablamos del
mañana, y quizá esté aún muy lejos, pero podemos hacer miles de cosas para dar a
nuestros ciudadanos que menos consideración reciben, las personas de 0 a 3 años, una
mejor experiencia hoy (Goldschmied y Jackson, 2002).
Bibliografía
60
Àngel, C. (2004a) (2004b). Visió panorámica de l’atenció educativa a la petita infancia dins un marc europeu.
Lección magistral. Barcelona: UAB. Facultad de Ciencias de la Educación.
Bernard Van Leer Foundation (2008). Espacio para la infancia. La educación infantil: el desafío de la calidad.
<http://www.bernardvanleer.org/Spanish/Home.html>
Blanch, S.; Badia, G. (2015). A criar se n’aprèn? Una anàlisi de programes que enforteixen les capacitat
parentals. Barcelona: Fundació Jaume Bofill.
Bronfenbrenner, U. (1987). La ecología del desarrollo humano. Barcelona: Paidós.
Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo del Departamento de Enseñanza de la Generalitat
de Cataluña (2004). Sistema d’indicadors d’ensenyament de Catalunya. Barcelona: Generalitat de Catalunya.
Cruz, I. (1995). «Universidade do Algarve. Um programa de intervenção pré-escolar centrado na comunidade».
Revista da associação portuguesa de psicologia (vol. X, núm. 3, págs. 91-106). Ediçoes Cosmos.
Dahlberg, G.; Moss, P.; Pence, A. (1999). Més enllà de la qualitat. Perspectives postmodernes. Barcelona: A. M.
Rosa Sensat.
Darder, P.; Mestres, J. (1994). Avaluació de Centres d’Educació Infantil ACEI. Barcelona: A. M. Rosa Sensat.
Doltó, F. (1996). La causa de los niños. Barcelona: Paidós.
Giné, C. (2004). «Avaluació de serveis i qualitat de vida de les persones amb retard mental». Suports (vol. 8,
núm. 1, págs. 58-68).
Goldschmied, E. (2002). Educar en la escuela infantil. Barcelona: Octaedro.
Goldschmied, E.; Jackson, S. (2002). La educación infantil de 0 a 3 años. Madrid: Morata.
Harms, T.; Clifford, F. M. (1990). Escala de valoración del ambiente en la infancia temprana. Madrid: Visor.
(La versión original fue publicada en el año 1980: Early childhood environment rating scale. Published by
Teachers College Press, Nueva York).
Harms, T.; Cryer, D.; Clifford, R. (1990). Infant/Toddler environment rating scale. Nueva York: Published by
Teachers College Press, Columbia University.
Hatton, C. (1998). «Whose Quality of Life It Anyway? Some problems With the Emerging Quality of Life
Consensus». Mental Retardation (vol. 36, núm. 2, págs. 104-115).
Moss, P. (1999). Parental leave: progressor pitfall?: research and policy issues in Europe. Bruselas: NIDI/CBGS
Publications.
Unicef (2015)
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (1998). Education Indicators.
<http://www.oecd.org/edu/skills-beyond-school/educationindicatorsinfocus.htm>
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (2001). Niños pequeños, grandes
desafíos. La educación y el cuidado de la infancia temprana. <http://www.oecd.org/edu/school/1897321.pdf>
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (2006). Niños pequeños, grandes
desafíos II: educación y atención preescolar. <http://www.oecd.org/edu/school/1897321.pdf>
Organización Mundial de la Salud y Unicef (2013). El desarrollo del niño en la primera infancia y la
discapacidad. <http://www.unicef.org/earlychildhood/files/ECDD_SPANISH-FINAL_(low_res).pdf>
Pence, A.; Moss, P. (1994). Valuing quality in Early Childhood Services: new approaches to defining quality.
Londres: Paul Chapman.
Robinson, K. (2015). Escuelas creativas. La revolución que está transformando la educación. Barcelona:
Penguin Random House Grupo Editorial.
Rodrigo, M. J. (coord.) (2015). Manual de parentalidad positiva. Madrid: Síntesis.
Ruiz, R. (2008). Plans múltiples i personalitzats per a l’aula inclusiva. Vic: Eumo.
Shalock, R L.; Brown, I.; Brown, R. y otros (2002a) (2002b). «La conceptualización medida, y aplicación de la
calidad de vida en personas con discapacidades intelectuales: informe de un panel internacional de espectros».
Siglo Cero (núm. 203, págs. 5-14).
61
Shalock, S. R.; Verdugo, M. A. (2003a) (2003b) (2003c). Calidad de vida. Manual para profesionales de la
educación, salud y servicios sociales. Madrid: Alianza.
Swartz, A.; Jacobson, J.; Holburn, S. (2002). «Defining person-centerendness: Results of two consensus
methods». Education and Training in Mental Retardation and Developmental Disabilities (núm. 35, págs. 235-
238).
Tonucci, F. (1997). La ciutat dels infants. Una manera nova de pensar la ciutat. Barcelona: Barcanova.
Unesco (2015). Informe de seguimiento de la EPT (Educación para Todos) en el mundo.
<http://es.unesco.org/gem-report/report/2015/la-educación-para-todos-2000-2015-logros-y-
desaf%C3%ADos#sthash.dxXF5Ra9.dpbs>
Verdugo, M A.; Arias, B.; Gómez, L. y otros (2008). Escala Gencat. Barcelona: Biblioteca de Catalunya-Datos
CIP.
Zabalza, M. (1996). Calidad en la educación infantil. Madrid: Narcea.
1 Consúltese la página web: http://www.preescolarnacasa.org.
62
Capítulo V
Elaboración de los indicadores de calidad
63
aspectos de la realidad no directamente perceptibles ni mesurables» (1991a, pág. 69); se
trata, pues, de utilizar los indicadores de forma que nos posibiliten el hecho de medir la
realidad para obtener informaciones útiles que nos ayuden a representar el estado y la
dinámica de una sociedad determinada o de un modelo social o de situaciones concretas.
Además, el término calidad se relaciona con la capacidad de medir la calidad de vida de
los ciudadanos. Pero para evaluar si las cosas van mejor socialmente, es necesario no
solo disponer de datos objetivos materiales sino también se debería tener en cuenta si el
usuario percibe que existe dicha calidad. Esta reflexión se tuvo en cuenta en los servicios
públicos y en las actuaciones políticas hace ya un tiempo y por ello surgieron índices de
progreso, de bienestar, de felicidad o de calidad de vida que pretendían medir el estado
de las naciones, lo que conllevó a elaborar complejos sistemas de indicadores por parte
de muchos organismos internaciones, aunque hay muy pocos que evalúen el bienestar de
la población infantil (Casas, 2010, pág. 25).
Consideremos estas aportaciones y asociémoslas a la propuesta de Kozulin (2000, pág.
186):
«Tanto las ciencias como las humanidades tienen sus propios sistemas de instrumentos
simbólicos de orden superior, características de unas áreas específicas de conocimiento.
Por lo tanto podemos hablar de distintos lenguajes disciplinarios en un sentido más
formal que metafórico. La matemática, la física, la filosofía, la crítica literaria y otros
campos tienen sus propios lenguajes, es decir, sus propios sistemas para representar,
organizar y operar con recursos simbólicos. Estos recursos no son arbitrarios sino que
reflejan unas prácticas socioculturales objetivas que conducen a la formación de un
campo de conocimiento dado».
El autor se refiere a los instrumentos psicológicos aplicados a la educación, a partir de
la actividad mediada de Vigotski, y considera al mediador como portador de símbolos,
signos y significados. Esta propuesta que hace de aportar información a determinados
acontecimientos observables y de medirlos es lo que hemos visto como apreciación de la
definición de indicador. Además no olvidemos que «los indicadores proporcionan el
puente entre los constructos mentales y el mundo externo» (Casas, 1991b, pág. 75).
Así pues, la propuesta que se hace en este manual sobre el constructo indicador es la
de un instrumento psicológico que nos permite captar el conocimiento de la realidad de
determinados acontecimientos situados en un contexto sociocultural determinado.
Entender la realidad nos permite evaluar, reflexionar, intervenir y mejorar las prácticas
observadas. Un indicador entendido desde este punto de vista nos permitirá captar una
realidad a partir del establecimiento de relaciones con una realidad psicoeducativa
concreta. Asimismo nos permitirá conocer un fragmento determinado de dicha realidad,
que actúa de espejo de la realidad y por tanto leeremos lo que nos dice esa realidad en
función de cómo sea nuestra mirada, nuestra mente.
El proceso para elaborar un sistema de indicadores implica, pues, adoptar una mirada
concreta. Como nos interesa fijarnos en la calidad de las prácticas educativas de los
centros, servicios y programas de primera infancia, así como en la calidad de las propias
instituciones, los indicadores deben aportarnos alguna cosa sobre esa calidad. De este
64
modo emitiremos una valoración previa de lo que ha de suponer el conjunto de requisitos
que impliquen aportar calidad. Entonces, el proceso de elaboración de un sistema de
indicadores debe basarse en una perspectiva teórica y práctica lo suficientemente sólida,
pues la utilidad de los indicadores en un ámbito determinado o en el estudio de
fenómenos concretos no depende de los indicadores por sí solos, pues como artilugio
epistémico que son que nos ayudan a construir el conocimiento deben disponer de
teorías científicas sólidas adecuadas a aquel estudio que deseemos realizar (Casas,
1991c, pág. 163).
En este sentido, si centramos la mirada en la primera infancia, muchas investigaciones
se basan en el enfoque contextual e interaccionista del proceso de desarrollo y
aprendizaje del niño, pues nos aportan una visión de la persona pequeña, de pleno
derecho, como la de un sujeto activo protagonista en su proceso de socialización que, en
interacción con otros, aporta la construcción de la actividad conjunta. Tomar esta
perspectiva implica considerar al sujeto como un ciudadano activo, único e irrepetible,
pero también como sujeto que pertenece a un grupo social determinado ubicado en un
contexto concreto, que comparte unos derechos, unos deberes y unas oportunidades
comunes. Situar la primera infancia como una categoría social, con una forma de
relacionarse con los otros ciudadanos (otras categorías sociales) con sus derechos y
obligaciones, como agentes activos y participativos que aportan un gran valor a la
construcción conjunta de la actividades sociales, con voz propia, supondría la posibilidad
de elaborar unos indicadores teniendo en cuenta unas necesidades básicas de satisfacción
que deben cubrirse y que deberían, quizá, estar organizadas en función de unos
estándares de calidad de vida determinados. Así se ha procedido a diseñar los
indicadores de calidad, categorizados por áreas de relevancia y teniendo en cuenta unos
mínimos deseables de calidad, como se verá en los dos capítulos siguientes.
Además, se han elaborado los indicadores teniendo en cuenta no solo los que hacían
referencia a aspectos objetivos sobre las prácticas educativas y la calidad de los centros,
servicios o programas, sino valorando la necesidad de incorporar indicadores subjetivos,
a partir de las evaluaciones de los propios profesionales de las instituciones. Por otra
parte se proponen dos tipologías de indicadores diferenciadas:
• Indicadores de proceso, son los que se ejecutan para conseguir unos resultados. En el
proceso cuenta tener buenos recursos o no tenerlos, recursos materiales y humanos.
• Indicadores de resultado, que están condicionados por el proceso, y en el proceso
cuenta tener buenos recursos o no tenerlos.
2. Fundamentos organizativos
Tomando como marco la perspectiva teórica del sistema de indicadores que se trabaja
en algunos centros de los servicios sociales de Cataluña, además de las concepciones
teóricas del apartado anterior, así como las directrices políticas comentadas en diversos
informes (OMS, EPT, OCDE), se extrajeron algunos datos para la elaboración del
65
sistema de indicadores que propongo en los dos capítulos que siguen.
El Departamento de Acción Social y Ciudadanía (DASC), en Cataluña, en
colaboración con diversas entidades locales, propone un sistema de indicadores para
evaluar a las personas y a los centros y servicios en diferentes ámbitos de servicios
sociales, como por ejemplo en los equipos técnicos de atención a la infancia y
adolescencia en riesgo social (EAIA) por medio de la Dirección General de Atención a
la Infancia y la Adolescencia (DGAIA), así como en centros de día y residenciales para
personas mayores o discapacitadas, por medio del Instituto Catalán de Asistencia y
Servicios Sociales (ICASS).
El modelo utilizado para esta evaluación se configura a partir de unos ejes comunes, de
los cuales destaco los más relevantes:
• Las dimensiones de calidad: son los aspectos genéricos que se valoran, en este manual
se presentan la dimensión de calidad que se refiere a las prácticas psicopedagógicas de
66
0-3 años y a la dimensión de la calidad de los centros, servicios y programas donde se
llevan a cabo dichas prácticas.
• Las áreas relevantes: categorías incluidas dentro de cada dimensión de calidad.
• Nombre del indicador: se refiere a cada indicador dentro de cada área relevante, es
decir, los indicadores que se refieren al análisis de las prácticas educativas y los
indicadores que se refieren al análisis de los centros, servicios y programa de primera
infancia.
• Justificación: utilidad del indicador, consideraciones relevantes respecto a su
importancia. Se relaciona con su validez y con el hecho de medirlo. La justificación se
realiza en cada indicador.
• Criterios específicos: juicios de buena práctica que configuran cada indicador.
• Especificación de términos: definición del indicador y de los criterios que lo
contienen, para evitar que sean ambiguos o que lleven a confusiones.
• Fuentes de datos: lugar de donde podemos extraer la información. Se propone a partir
de cuestionarios, pero también puede ser a través de los proyectos de centro, de las
memorias o de los planes anuales, por ejemplo.
• Estándar orientativo: nivel de calidad deseable y de cumplimiento del conjunto de
criterios que forman parte de cada indicador. De cada indicador se especificó el
estándar mínimo orientativo que se considera deseable para el cumplimiento de los
criterios especificados, así como la concreción de una frecuencia de «casi siempre» o
«frecuentemente». En la mayoría de los criterio se especificó un estándar del 35%,
excepto en algunos en los que se considera crucial su cumplimiento y que son los que
hacen referencia a la prácticas educativas en los centros, servicios y programas de
primera infancia, que se consideraron estándares del 80% puesto que estamos
valorando la adecuada atención respecto a aspectos que conllevan implícitos el
desarrollo y educación del niño y de la niña, así como la atención a sus familias.
• Comentarios: aquellas especificaciones concretas para aclarar conceptos de los
criterios de cada indicador o reflexiones realizadas sobre la validez del indicador.
• Tipo de indicador: a partir de los argumentos aportados en el apartado 5.1., se optó
por tres tipologías de indicador, de contexto, de proceso y de resultado. Para cada
indicador se situó su tipología según los tres criterios indicados. De todas formas, hay
algunos indicadores que adoptan más de una tipología. Pueden ser de proceso y de
contexto, o de proceso y de resultado, o de contexto y de resultado, por ejemplo. Por
este motivo en algunos indicadores se especifican más de un tipo de indicador.
67
o «algunas veces» y 1 corresponde a «nada» o «casi nunca». Al final de cada área
relevante hay un espacio en blanco para recoger la opinión de los profesionales; permite
realizar un vaciado más cualitativo a partir del cual se obtienen datos muy interesantes y
prácticos que ayudan a comprender y reflexionar, ampliando el contenido de la
descripción de cada indicador.
Con los datos obtenidos en una prueba piloto realizada en algunas poblaciones de
Barcelona, se volvió a consultar a los expertos mediante la técnica Delphi. Los expertos
fueron técnicos en la atención a la infancia y expertos universitarios que aportaron su
experiencia para mejorar el desarrollo de esta herramienta. El procedimiento para
llevarlo a cabo, tal como propone Tójar (2006, pág. 271), fue: enviar el cuestionario a los
expertos; realizar una síntesis con las respuestas de los expertos y las modificaciones
necesarias; elaborar un nuevo cuestionario y volverlo a dirigir a los expertos.
Este procedimiento se volvió a hacer, a partir del cual se realizaron las modificaciones
oportunas, se volvió a hacer otra prueba piloto a una muestra más amplia, se analizaron
los datos obtenidos mediante la valoración estadística de los resultados, por medio del
paquete estadístico SPSS. Este programa informático permite aportar numerosos
resultados en muestras tanto pequeñas como grandes y, de hecho, es uno de los más
utilizados en la investigación psicoeducativa.
Además, se valoró la fiabilidad y validez de la herramienta, con el fin de comprobar si
había una coherencia en el instrumento y por tanto valorar si el sistema de indicadores de
los cuestionarios funcionaba consistentemente de forma interna. Para ello se utilizó el
coeficiente de Cronbach para calcular la consistencia interna del cuestionario, a partir de
la muestra piloto efectuada después de considerarse un cuestionario útil por parte de los
expertos que lo valoraron. Para valorar el resultado de la consistencia interna de
Cronbach, se establece que a partir de un 0,80 el instrumento es fiable. También hay un
acuerdo entre diversos autores que consideran que de 0,70 a 0,80 existe una fiabilidad
bastante alta; y de 0,90 o más, la fiabilidad es excelente. A partir de los resultados de la
muestra que se obtuvieron, en el cuestionario de calidad de las prácticas educativas (que
veremos en el capítulo siguiente) se consiguió una consistencia interna de 0,949. En el
cuestionario de calidad de los centros, servicios y programas se obtuvo un resultado de
0,964, y tanto uno como otro aportaron una fiabilidad excelente.
Se analizaron también los estándares propuestos para cada indicador, aplicando la
prueba χ² de Pearson, donde si el valor es (p-valor < 0,05), se concluye en el análisis que
los centros o poblaciones comparadas no coinciden en respuestas. En cambio, si el valor
que se da es (p-valor > 0,05) las muestras comparadas responden de igual manera, por lo
tanto coinciden. Este método de análisis estadístico posibilita realizar las comparaciones
de respuestas del conjunto de la muestra por segmentos (por ejemplo, entre profesionales
o entre centros de la misma especialidad) y para comprobar las similitudes y diferencias
que hay en las respuestas dadas. Este análisis ayudó a comparar la distribución de
respuesta dada entre los grupos de las poblaciones donde se administraron los tests y de
los centros, y se pudo observar un porcentaje de respuestas superior al 81 % en el caso
de la evaluación de las prácticas educativas y por encima del 88 % en el caso de la
68
evaluación de los centros.
El sistema de indicadores que finalmente se elaboró se está aplicando actualmente en
numerosos centros, programas y servicios de infancia, tanto de 0-3 años como de 3-6
años, por medio de cuestionarios (véanse las tablas 2 y 4).
Ofrecer una propuesta en el diseño de procedimientos y de instrumentos que permitan
la evaluación de la calidad de un servicio, de un centro o de un programa, o de las
prácticas educativas que se llevan a cabo en ellos, implica y exige precisar los objetivos
de la calidad de un servicio y de sus prácticas psicoeducativas, así como sus
componentes, y del proceso de elaboración llevado a cabo. En este capítulo se ha
descrito cómo se elaboró el sistema de indicadores para permitir precisamente una
rigurosa y flexible evaluación de las prácticas educativas en la primera infancia. En los
capítulos siguientes se profundiza en la base teórica y práctica utilizada en el diseño de
la herramienta de evaluación, tanto la que se utiliza para analizar las prácticas educativas
como la que hace referencia al análisis de los centros y servicios.
Bibliografía
Bunge, M. (1975). «What is a quality of life indicator?». Social Indicators Research (págs. 65-79).
Casas, F. (1991a) (1991b) (1991c). Els indicadors psicosocials. Barcelona: Escuela Universitaria del Trabajo
Social.
Casas, F. (1996). Bienestar social. Una introducción psicosociológica. Barcelona: PPU.
Casas, F. (2010). «Representaciones sociales que influyen en las políticas sociales de infancia y adolescencia en
Europa». Pedagogía social. Revista Interuniversitaria (núm. 17, págs. 15-28).
Forner, A.; Latorre, A. (1996). Diccionario terminológico de investigación educativa y psicopedagógica.
Barcelona: EUB.
Kozulin, A. (2000). Instrumentos psicológicos. La educación desde una perspectiva sociocultural. Barcelona:
Paidós.
Real Academia de la Lengua Española. <http://dle.rae.es/?id=LNthkwR>
Secanilla, E. (2010). Valoració de la qualitat psicosociopedagògica d’algunes xarxes i serveis d’atenció a la
primera infància 0-3 anys i les seves famílies de poblacions de l’àrea metropolitana de Barcelona. Tesis doctoral.
Bellaterra: UAB.
Tójar, J. C. (2006). Investigación cualitativa. Comprender y actuar. Madrid: La Muralla.
1 Se puede consultar en la página web: www.fadq.org.
69
Capítulo VI
La evaluación de las prácticas psicoeducativas de primera infancia
Los niños observan, participan e intervienen activamente en las actividades sociales, adquiriendo
determinadas destrezas y progresando en su comprensión de las situaciones. Desde la más temprana
infancia, los niños buscan y comparten el significado con sus cuidadores y otros compañeros.
Rogoff (1993, pág. 244)
Como hemos ido viendo, la calidad de atención a la infancia exige que el niño tenga
una adecuada calidad de vida, centrada en las interacciones con los adultos y con sus
compañeros, en la salud, en la comunidad, en la utilización de recursos, materiales, del
espacio y del tiempo, en el juego y en su vida diaria. Estos aspectos, entre otros, han sido
el esqueleto que han ido configurando los indicadores que forman parte de los
cuestionarios para la evaluación de las prácticas psicoeducativas que presento en este
capítulo y en el siguiente.
Aspectos que se tendrán en cuenta para profundizar en el análisis de las prácticas
psicoeducativas que ofrecen los centros, programas y servicios de atención a la primera
infancia a partir del sistema de indicadores serán:
70
materiales como a lo que se refiere a personas): otros adultos, otros niños de diferentes
edades evolutivas, materiales no utilizados, juegos y espacios diferentes, etc. Estas
personas y estos objetos tendrán para él una significación distinta, un sentido diferente
que debería ser rico, seguro y fiable.
Como podemos deducir, el desarrollo y el aprendizaje de los niños son, por tanto,
inseparables del medio sociocultural en el que vive. Los niños, los bebés desde que
nacen, van impregnándose de las perspectivas de las prácticas sociales y culturales con la
ayuda de otros, tanto adultos como iguales. Inicialmente serán los padres o referentes del
niño, como hemos visto en el segundo capítulo, pero también iguales y adultos
profesionales tendrán un papel importante en su desarrollo.
Rogoff (1993a, pág. 242) sostiene que «el desarrollo cognitivo consiste en llegar a
descubrir, entender y manejar problemas concretos, ampliando los instrumentos
intelectuales heredados de las generaciones anteriores y los recursos sociales que
proporcionan otras personas». Al participar en las actividades que se les ofrece, los niños
tienen la oportunidad de experimentar sus propias habilidades y competencias ensayando
y desarrollándose constantemente. Así, van logrando objetivos y van solucionando
problemas y adaptándose a la cultura de su entorno ya desde muy pequeños.
Como el niño va construyendo su personalidad a partir de un proceso dinámico de
relaciones e interacciones, los diferentes contextos de relación permitirán ir confirmando
este tejido social gracias al cual se irá construyendo y le permitirá crecer. Estos tejidos
serán posibles gracias a los vínculos establecidos con los padres, los profesionales y sus
iguales. Como afirma Rogoff (1993b), la participación guiada caracteriza las diferentes
maneras como la sociedad organiza la actividad del niño, para lo cual es necesario
ofrecerle un papel activo cuando aprende, a partir de la guía de compañeros más hábiles.
Además de los compañeros, el papel de los educadores será fundamental, entre otros
aspectos porque, como indica Salvador (2009, pág. 175), «la tarea preventiva debe
consistir, sobre todo, en la sensibilización de los profesionales dotándoles de más
elementos de contención en los casos atendidos».
Asimismo, las relaciones, a las que hacía referencia más arriba, implican que el
profesional tenga respeto para con la familia del niño, conociendo cuál es su propio rol.
También implica que el centro, servicio o programa al que la familia confía a su bebé sea
suficientemente honesto con los dispositivos que pone en marcha para atender tanto al
niño como al sistema familiar que lo acompaña, pues la función de los educadores no
solo es atender al bebé, sino también a su familia. Sistema familiar se refiere al conjunto
de personas que rodean al niño: madre, padre, hermanos, abuelos, canguros cuidadores,
incluyendo más o menos componentes dependiendo del tipo de estructura familiar que lo
acompañe. Estos componentes del sistema familiar influyen de forma directa e indirecta
en la educación y evolución del niño.
Insisto en que la relación con las familias es básica, puesto que la educación de los
niños es una competencia que debería ser compartida entre los padres y los profesionales
docentes y de otros ámbitos que atienden al bebé, teniendo claro los roles y los límites de
cada parte. Los principales responsables de la educación de los hijos son los padres; los
71
profesionales de los centros, servicios y programas dirigidos al niño y a sus familias
realizan el apoyo para velar, compartir y acompañar al niño y a su familia en este
proceso. Visto así, las personas que actúan con los niños pequeños deben comprender
que su trabajo particular se inserta en el marco general de los servicios a las familias
(Goldschmied y Jackson, 2002).
Para ello es necesario establecer vínculos y relaciones estables y de calidad entre un
entorno –el familiar– y el otro –el centro educativo, independientemente de su
especificidad. Ambos tienen un objetivo que los une, que es precisamente ir tejiendo de
forma dinámica y activa medidas adecuadas que ayuden en la formación y en la
evolución del niño. El hecho de adoptar criterios comunes es fundamental para conseguir
de forma coherente líneas de actuación eficaces, abiertas, diversas y reflexivas que
favorezcan el crecimiento del niño, con lo cual se le estará ofreciendo seguridad y
estabilidad emocional y afectiva que nos ayudará a conseguir su máximo bienestar y
autonomía. Además, dará lugar a enriquecer las relaciones entre los dos contextos, el
familiar y el institucional, y a intercambiar maneras de actuación, puntos de vista,
soluciones compartidas y debates temáticos de interés entre ambos agentes educativos, el
familiar y el institucional.
El hecho de facilitar espacios adecuados, bien organizados, tanto para los niños como
para atender a los familiares, facilitará las interacciones. Las aulas se convierten en
continente y contenido de todo lo que se hace y se vive en ellas (Toro, 2005). La
limpieza, la decoración, la organización conforman un entorno que afecta a quienes están
en él. Cuidar los espacios facilita el encuentro interpersonal, los espacios de interrelación
y comunicación. «En cualquier caso, en el interior del edificio es necesario rediseñar el
ambiente para insonorizarlo reduciendo el ruido al máximo, incluyendo una utilización
inteligente del ajuar y la decoración; de este modo el nivel de las tensiones bajará y se
potenciarán las oportunidades creativas, y los intercambios entre el personal y los niños,
y entre los propios niños» (Goldschmnied, 2002, pág. 186).
Con este carácter abierto, dinámico y reflexivo se han propuesto los indicadores y
criterios de aplicación que presento a continuación, una herramienta que pretende ayudar
tanto a la evaluación interna como externa del centro, servicio o programa, con el
objetivo de mejorar las prácticas psicoeducativas en la primera infancia y en la atención
a las familias.
Según el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la «LOE define la Educación
Infantil como una etapa educativa con identidad propia que atiende a niños y niñas desde
el nacimiento hasta los seis años de edad. Es una etapa de carácter voluntario y su
finalidad es la de contribuir al desarrollo físico, afectivo, social e intelectual de los niños.
La LOE también establece que las Administraciones Públicas promoverán un incremento
progresivo de la oferta de plazas públicas en el Primer Ciclo, coordinando las políticas
de cooperación entre ellas para asegurar la oferta educativa en este ciclo». El Ministerio
de Educación, Cultura y Deporte inició en el año 2008 un plan para impulsar la
educación de la primera infancia, con la finalidad de crear plazas educativas para niños y
niñas de 0-3 años, teniendo en cuenta los criterios de calidad en sus instalaciones y en la
72
atención educativa, así como en la cualificación de los profesionales expertos que
trabajan en este primer ciclo.
El currículo de educación infantil1 se concreta en una serie de capacidades –
competencias– que deberían alcanzarse al acabar la etapa de 0 a 6 años en cualquier tipo
de centro educativo, algunas de las cuales señalo a continuación:
Estas competencias que se deberían alcanzar tendrían que ser una referencia en las
prácticas educativas que se realicen en los centros, servicios y programas que se dirijan a
esta población y debería evaluarse, tanto de manera interna como externa, la calidad de
dichas prácticas educativas, de los mecanismos que se ponen en marcha para realizarlas,
de las estrategias y metodologías. Los indicadores que se han elaborado promueven esta
reflexión.
La distribución de los indicadores de calidad es la siguiente:
73
• El tercer y el cuarto indicador tienen en cuenta la participación y el asesoramiento a
las familias del niño y a los agentes que lo influyen desde el sistema familiar.
• El quinto y sexto indicador proponen evaluar tanto el nivel de satisfacción como las
estrategias de mejora que se ponen en marcha desde el centro, servicio o programa,
para mejorar las prácticas educativas que se llevan a cabo.
2. Criterios específicos
Tabla 1. Sistema de indicadores para evaluar las prácticas educativas en la primera infancia en centros, servicios y programas
Estructuración del ambiente material teniendo en cuenta la libertad y la seguridad del niño.
Criterios: Utilización de mobiliario adecuado a las necesidades del niño y del adulto (familias y profesionales).
Selección, organización, disposición y cuidado del material y los objetos presentes en el centro/servicio/programa.
74
Priorización del secreto profesional.
Establecimiento de estrategias que facilitan una adecuada relación de confianza con el sistema familiar.
Dinamización de encuentros con las familias dentro del centro/servicio/programa a partir de charlas, conferencias, etc.
Criterios: Las familias evalúan positivamente la tarea que realiza el centro/servicio/programa para favorecer la educación del niño.
La comunidad evalúa positivamente las acciones del centro/servicio/programa para promover la educación del niño.
El centro/servicio/programa reflexiona acerca de los elementos problemáticos con los que se ha encontrado en la educación del niño.
Área relevante: Indicador 1 del nivel de calidad de las prácticas educativas del centro,
servicio o programa.
75
– Práctica de la motricidad fina y gruesa.
– Uso de diversos lenguajes: verbal, corporal, plástico, musical, matemático.
– Cuidado en los momentos de llegada y de salida del niño.
– Acompañamiento de las vivencias de la separación.
– Acompañamiento y cuidado en la propia autonomía del niño.
– Ofrecimiento al niño de un lugar activo.
– Cuidado de la autoestima del niño y de la propia gestión de las emociones.
– Establecimiento de interacciones positivas con otros niños.
– Establecimiento de interacciones positivas con adultos.
– Sostenimiento adecuado de las interacciones establecidas.
– Preocupación por la continuidad del niño en el centro, servicio o programa.
• Definición de términos. Los criterios propuestos se pueden subdividir en cuatro
apartados de la siguiente manera:
– Acompañamiento cognitivo y de la propia autonomía: se engloban los cuatro
criterios iniciales. Es necesario que sea la institución la que se adapte al niño dentro
de lo posible, a sus peculiaridades, a sus ritmos, tiempos y posibilidades; habrá que
ajustar los ritmos diarios a los ritmos psicológicos propios de cada persona (comer,
dormir, control de esfínteres, movimiento, entre otros), mirar por la equidad y no
querer tratar a todos los niños de la misma manera. Partiendo de las necesidades e
intereses de cada niño, sin olvidar los estilos socioculturales de las familias, se puede
llegar a permitir interactuar a cada uno en el medio con las personas, los objetos y
los ambientes propuestos, reforzando la calidad de los vínculos que se van
construyendo entre niño y adulto. Se trata de percibir que cada persona es diferente,
aunque con unas necesidades comunes.
– Acompañamiento emocional: del quinto al noveno criterio, lo que se pretende es
acompañar al niño durante su estancia en la institución, considerando que los que se
han propuesto son prioritarios en esta etapa evolutiva. Los momentos de llegada y
salida del niño del centro son momentos delicados donde es necesario estar atentos a
las reacciones y a las situaciones que se provoquen para evitar momentos
angustiosos; es fundamental la escucha atenta por parte de los profesionales, así
como la sensibilidad que se muestre en percibir estas situaciones y darles soluciones
efectivas de forma ágil. El acompañamiento de las vivencias de la separación creadas
en los momentos de entrada y durante la estancia en el centro es también un aspecto
que hay que cuidar; será preciso ayudar al niño a vivir positivamente el alejamiento
de los familiares durante su estancia y a contener las emociones que surjan. El
cuidado y la autonomía del niño incluyen los ámbitos físico, cognitivo y emocional,
así como procurar sostener emociones que provienen de los propios hábitos, por
ejemplo, las inseguridades, las ansiedades, el miedo que genera un correcto control
de esfínteres a los que el niño debe hacer frente acompañado de un adulto teniendo la
oportunidad de descargar emociones angustiosas, cuando su momento evolutivo sea
el adecuado. La necesidad de ofrecer un lugar activo al niño que le permita ser actor
principal en las situaciones de intercambio con el adulto, con los otros y con las
76
actividades y el material de trabajo, que le permita la propia afirmación, sosteniendo
la autonomía y encarándole con los límites de la realidad y los de los otros,
contribuye a sostener los proceso de individualización psíquica. Por último, el
profesional acompañará al niño en los procesos de sus vivencias emocionales
conteniéndolo, ofreciéndole seguridad y protección, favoreciendo la toma de
conciencia de sí mismo y de sus límites, de su cuerpo, de sus emociones, de sus
gustos, con respeto hacia sí mismo y hacia los otros, fomentando así su propia
autoestima.
– Acompañamiento en el establecimiento de vínculos con los otros, sosteniendo
adecuadamente las interacciones que se van estableciendo progresivamente,
acogiendo las emociones del niño de forma pausada, segura y previsible por parte del
adulto, que es especialista en este oficio.
– Acompañamiento en el proceso de permanencia en el centro, servicio o programa,
ofreciendo estabilidad a los profesionales de referencia del niño. La seguridad
psíquica de los vínculos que se van estableciendo entre niño y adulto pasa por un
proceso de adaptación de ambas partes y se puede conseguir teniendo una
continuidad para poder ofrecer estabilidad a las emociones del niño, coherencia en
las prácticas que garantice seguridad tanto al niño como a su familia y continuidad
en las interacciones, fruto de una reflexión continua conjunta por parte de los
diferente entornos de desarrollo del niño, familia e institución.
• Fuente de datos: cuestionarios o entrevistas a profesionales y a familias; observación
de la práctica educativa del centro, servicio o programa; proyecto educativo del centro,
servicio o programa, que recoja los aspectos psicoeducativos; plan de acogida del
centro, servicio o programa.
• Estándar: el 80% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: es preciso tener en cuenta que hay muchas maneras de hacer, en todo
caso se trata de buscar el equilibrio entre la gran variedad de prácticas educativas y las
exigencias que nos debemos proponer para ofrecer un adecuado bienestar y un correcto
desarrollo de los niños.
Área relevante: Indicador 2 del nivel de calidad de las prácticas educativas del centro,
servicio o programa.
77
– Estructuración del ambiente material teniendo en cuenta la libertad y la seguridad
del niño.
– Estructuración y preparación de los espacios internos y externos.
– Utilización de mobiliario adecuado a las necesidades del niño y del adulto (familias
y profesionales).
– Selección, organización, disposición y cuidado del material y de los objetos
presentes en el centro, servicio o programa.
– Aprovechamiento de los recursos locales y materiales de la comunidad en beneficio
del niño.
• Definición de términos: En la estructuración del ambiente material, teniendo en cuenta
la libertad y seguridad del niño, es necesario:
– Asegurar la libertad de movimientos y garantizar un espacio adecuado en función de
los niveles de desarrollo de los niños y de su actividad.
– Seleccionar un material y unos espacios de seguridad que permitan respetar las
posiciones motrices que el niño domina, sin restringir sus movimientos, y crear
límites de seguridad internos y externos.
– Gestionar los factores ambientales –sonoros, visuales, perceptivos y táctiles–
teniendo en cuenta las actividades realizadas preservando el bienestar de los niños.
– Preparar el espacio evitando el máximo de prohibiciones.
– Cuidar la estética de los espacios; para la decoración y las informaciones, la
institución debería disponer de visualizaciones funcionales y accesibles a todo el
mundo, que atiendan la diversidad cultural y de valores.
– Cuidar la limpieza.
– Garantizar la presencia de un adulto para asegurar la seguridad física y psíquica de
los niños, con una mirada respetuosa y no invasiva.
– Ofrecer espacios de «refugio» a los niños.
– Respetar los diferentes espacios de actividad de los niños.
– Acondicionar tanto los espacios internos como los externos con seguridad.
78
etc.
– Otros materiales adecuados que nos sirvan para atender al niño y a sus familias.
– Selección de los objetos y el material por parte de los profesionales de la institución:
de forma accesible, teniendo en cuenta las capacidades motrices de los niños y
atendiendo a la diversidad; en número suficiente para todos, en función de los
intereses y de los niveles de desarrollo de los niños; que posibiliten desarrollar
diversos tipos de actividades con el mismo material.
– Reajuste del material durante la actividad, en función de los intereses y los
proyectos de los niños, por parte de los profesionales.
• Aprovechamiento de los recursos locales y materiales de la comunidad, por ejemplo:
bibliotecas, bebetecas, ludotecas, parques, zonas de peatones, tiendas, mercados,
ferias, centros de la tercera edad, etc.
• Fuente de datos: cuestionarios o entrevistas a profesionales y familias; observaciones
de las prácticas educativas de la institución; proyecto educativo que recoja los aspectos
de organización espacial y el material.
• Estándar: el 60% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: es básico intentar reunir el máximo de condiciones en el material, en los
espacios y en los ambientes que favorezcan las prácticas educativas dirigidas al niño
para potenciar su desarrollo.
Área relevante: Indicador 3 del nivel de calidad de las prácticas educativas del centro,
servicio o programa.
79
• Definición de términos: La institución debería prever una estrategia para preparar la
acogida del niño y de su familia, para procurar responder adecuadamente a las
necesidades del niño y de su familia, poniendo al alcance de los usuarios los
dispositivos que se pongan en marcha desde el centro, servicio o programa a partir de
la evaluación de las necesidades de ambos sistemas y de una reflexión continua.
Las separaciones diarias entre padres y niño requieren una estrategia reflexiva por
parte de la institución que tenga en consideración las separaciones y los encuentros entre
niño-profesionales-otros niños, promoviendo intercambios significativos entre todos los
actores implicados, con la finalidad de acompañar la transición de un sistema (el
familiar) a otro (el institucional). Este tránsito de una persona a otras ha de procurar la
seguridad psicoafectiva del niño y de su familia.
Además de gestionar estas transiciones, se deberían acompañar las vivencias psíquicas
de la separación de las familias y del niño, teniendo en cuenta las emociones que
comporta y que los profesionales de la institución deben escuchar para tejer
interacciones y vínculos de calidad.
El secreto profesional implica prohibir divulgar y revelar informaciones entre el
espacio íntimo y el público en el ejercicio de la profesión, excepto en los casos en que
sea legalmente obligatorio, para salvaguardar la seguridad colectiva y el respeto. Por esto
la institución debería poner en marcha estrategias que garanticen el secreto profesional, a
partir de una reflexión conjunta entre los profesionales y los organismos que estén
implicados.
De forma transversal, la institución irá poniendo en marcha estrategias para consolidar
una relación de confianza con las familias, con un objetivo común, que es ofrecer el
máximo bienestar de calidad al niño pequeño de forma individualizada en cada momento
concreto, partiendo de la responsabilidad de cada sistema y del establecimiento de
acuerdos comunes compartidos.
Gestionar la transición de un centro a otro, de un ciclo a otro, implica acompañar y
sostener al niño y a su familia, así como contener las emociones y angustias implícitas en
cualquier transición, de la forma más serena posible.
Área relevante: Indicador 4 del nivel de calidad de las prácticas educativas del centro,
servicio o programa.
80
• Nombre del indicador: «El centro/servicio/programa facilita el apoyo a las familias en
tareas de crianza y educación del niño».
• Justificación: Las familias necesitan espacios, tiempo y acompañamiento en la tarea
que comporta educar conjuntamente a un niño. Por este motivo, desde la institución se
han de prever estrategias que ayuden a ir construyendo vínculos para facilitar la
interacción entre los dos sistemas con el objetivo de procurar la máxima calidad de
vida de los usuarios.
• Tipo de indicador: de proceso y de resultado.
• Criterios:
– Procuración de los espacios y de los tiempos compartidos con las familias.
– Dinamización de encuentros con familias dentro de la institución, a partir de charlas,
conferencias, talleres, participación activa en las aulas.
– Publicación de dosieres, documentos, artículos, por parte de la institución.
– Previsión de entrevistas y tutorizaciones sistemáticas con las familias.
– Elaboración de informes personalizados de seguimiento del niño, comentados con
las familias.
– Facilitación del contacto con especialistas de diversos ámbitos, siempre que sea
necesario.
– Integración de las familias en la comunidad desde la institución.
• Definición de términos: ofrecer a las familias diversos espacios de intercambio y
encuentro para compartir dudas, angustias, alegrías, en los cuales se sientan
verdaderamente acogidas y cuidadas, es una tarea de los profesionales de la institución,
facilitando el tiempo necesario en cada caso. Así se facilita y se van construyendo
relaciones de confianza y vínculos positivos. Para ello, dinamizar continuamente
encuentros donde puedan participar las familias de forma activa son estrategias que
desde el centro, servicio o programa son necesarias poner en marcha. Las
publicaciones, al igual que los encuentros, o las entrevistas individualizadas y grupales
y los informes de seguimiento son herramientas que ayudarán a evaluar el progreso del
niño de esta edad durante su estancia en la institución, además de conllevar un
intercambio presencial entre los dos sistemas. Participar conjuntamente en actividades
culturales locales para integrar las familias en la comunidad es otra estrategia que
facilita la integración en un entorno común y evita el aislamiento.
• Fuente de datos: cuestionarios o entrevistas a profesionales y a familias; observación
de la práctica educativa del centro, servicio o programa; proyecto educativo del centro,
servicio o programa.
• Estándar: el 60% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: facilitar espacios, tiempos y elementos para promover el encuentro con
el sistema familiar y entre las familias de la institución, integrándolas en la comunidad,
ofrece la posibilidad de crear redes de relaciones y vínculos de calidad que
beneficiarán socialmente al niño.
Área relevante: Indicador 5 del nivel de calidad de las prácticas educativas del centro,
81
servicio o programa.
Área relevante: Indicador 6 del nivel de calidad de las prácticas educativas del centro,
servicio o programa.
82
– El centro, servicio o programa emprende acciones para reflexionar acerca de los
elementos problemáticos que se ha encontrado en la educación del niño.
– El centro, servicio o programa pone en marcha e implementa estrategias de mejora.
– El centro, servicio o programa evalúa las acciones implementadas.
– El centro, servicio o programa publicita las medidas que pone en marcha.
• Definición de términos: como medida necesaria para mejorar la calidad del centro,
servicio o programa, y previa a cualquier estrategia de mejora, se propone la reflexión.
Una reflexión conjunta y compartida por la totalidad de los actores que configuran el
sistema (profesionales, familias, expertos y comunidad, también los niños) es necesaria
para avanzar hacia una verdadera mejora de la calidad de atención en las instituciones.
Ahora bien, avanzar en esta línea implica valorar las repercusiones y el impacto que
suponen los cambios que se ponen en marcha en una comunidad, implica hacer
balance sobre los puntos fuertes y los débiles, y, para conseguir una transparencia de la
información, será necesario publicar las medidas implementadas y sus resultados.
• Fuente de datos: cuestionarios y/o entrevistas a técnicos, profesionales y a familias;
observación directa del centro, servicio o programa; memoria o plan del centro,
servicio o programa donde se recojan las propuestas de mejoras que se han puesto en
marcha y las medidas adoptadas.
• Estándar: el 60% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: ofrecer un plan de mejora que prevea la evaluación continua de las
nuevas acciones llevadas a cabo y publicarlas permite mejorar la calidad del centro,
servicio o programa.
Hasta aquí los criterios específicos de cada indicador que conforman el sistema de
indicadores que permite reflexionar sobre las prácticas psicoeducativas en las
instituciones de primera infancia. A continuación se muestran, como posible herramienta
para recoger los datos propuestos, los cuestionarios elaborados a partir de los criterios de
cada indicador.
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
83
Se hace uso de diversos lenguajes (verbal, corporal, plástico, musical,
1.1.4.
matemá-tico).
Indicador 2: El centro/servicio/programa ajusta el ambiente material y los espacios adecuados para garantizar el desarrollo óptimo del niño/a
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
84
Indicador 4: El centro/servicio/programa facilita apoyo a las familias en tareas de crianza y de educación del niño/a.
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Indicador 5: Los profesionales, las familias y la comunidad manifiestan un nivel de satisfacción adecuado
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Bibliografía
85
Goldschmied, E. (2002). Educar en la escuela infantil. Barcelona: Octaedro.
Goldschmied, E.; Jackson, S. (2002). La educación infantil de 0 a 3 años. Madrid: Morata.
GENCAT (Generalitat de Catalunya). XTEC (Xarxa Telemàtica de Catalunya). Recursos y documentación
referente a orientación en educación infantil. <http://xtec.gencat.cat/ca/curriculum/infantil/curriculum/>
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Gobierno de España. Sistema educativo, Educación Infantil.
<http://www.mecd.gob.es/educacion-mecd/areas-educacion/sistema-educativo/ensenanzas/educacion-
infantil.html>
Rogoff, B. (1993a) (1993b). Aprendices del pensamiento. El desarrollo cognitivo en el contexto social. Barcelona:
Paidós.
Salvador, G. (2009). Familia. Experiencia grupal básica. Barcelona: Paidós / Fundación Vidal i Barraquer
(«Temas de salud mental»).
Toro, J. M. (2005). Educar con «co-razón». Bilbao: Desclée de Brouwer.
1 Las especificaciones del currículo están desplegadas en cada comunidad autónoma. Las de Cataluña
pueden consultarse en la página web:
http://xtec.gencat.cat/web/.content/alfresco/d/d/workspace/SpacesStore/0080/bfd2cd16-10d5-4103-aba2-
ee9744b2399d/Curriculum-Infantil-0-3.pdf.
86
Capítulo VII
La evaluación de centros, servicios y programas de primera infancia
Una propuesta para procurar llevar a cabo el reto de ofrecer una adecuada calidad de
vida al conjunto de la comunidad es la que se propone a continuación, pues facilita la
evaluación de la calidad de los recursos que están al servicio de la primera infancia, la
reflexión en torno al conjunto de recursos de los que dispone la comunidad para atender
al niño y a su familia.
Aspectos que se tendrán en cuenta para profundizar en el análisis de la calidad de los
centros, programas y servicios de atención a la primera infancia a partir del sistema de
indicadores serán:
• El nivel de calidad del centro, servicio o programa en relación con los profesionales.
• El nivel de calidad del centro, servicio o programa en relación con el trabajo
interdisciplinario de los profesionales.
• El nivel de calidad del centro, servicio o programa en relación con los objetivos, la
organización y la financiación.
• El nivel de calidad del centro, servicio o programa en relación con la comunidad.
• El nivel de calidad del centro, servicio o programa en relación con la satisfacción de
los usuarios.
• El nivel de calidad del centro, servicio o programa en relación con su mejora.
87
flexibilizando metodologías y medidas organizativas, dependiendo de los cambios que se
vayan produciendo en el contexto, en los usuarios y en el tiempo. Ahora bien, no
deberíamos olvidar la atención que precisan los profesionales, que día a día atienden
tanto a usuarios directos como a sus familias. Para ello, poner en marcha mecanismos
que faciliten el cuidado del bienestar emocional, con estrategias y apoyos suficientes
desde la prevención que permitan mejorar el trabajo laboral que enriquece la faceta
personal del profesional y del conjunto de actores, será una tarea que hay que tener en
cuenta.
En el ámbito educativo, de servicios sociales y de salud, se han realizado estudios
(Marchesi, 2007; Arís, 2009; Méndez, Secanilla, Martínez y otros, 2011; Martínez,
Méndez, Secanilla y otros, 2012; Martínez, Méndez, Secanilla y otros, 2013) que
confirman la necesidad de atender la salud emocional de los profesionales. Un trabajo de
prevención para evitar un desgaste profesional, o burnout syndrome, es una tarea que
hay que tener presente en los centros, servicios y programas de primera infancia. Como
afirma Marchesi (2007, pág. 141), «Si el trabajo de los profesores está lleno de
emociones y si las emociones ocupan un papel determinado en la satisfacción
profesional de los docentes, es necesario preocuparse por su bienestar emocional».
Algunos aspectos que se valoran en esta primera área como identificadores de buenas
prácticas de calidad son: la formación que se requiere para favorecer un desarrollo
profesional adecuado, la puesta en marcha de condiciones de trabajo adecuadas, la
cualificación profesional para trabajar con niños y sus familias, la concreción de los
perfiles profesionales y de los roles ejercidos por ellos, las responsabilidades
compartidas en la tarea de educar, la promoción profesional y la diversidad de
profesionales que confluyen en las instituciones.
En referencia a los profesionales de estos centros, servicios o programas, se debería
prestar especial atención a sus requisitos, a su formación continua y a sus condiciones
laborales. Maroy (2005) expresa algunos requisitos para realizar este oficio:
Para ello el profesional debería contar con varias facetas o polos (Paquay, 1994; Lang,
1996) que contengan dimensiones complementarias y que las vaya ajustando de forma
transversal a cada situación: faceta de maestro intuitivo; faceta de practicante artesano;
faceta técnica; polo personalizado; polo de actor social; faceta de practicante reflexivo.
El profesional debería ser capaz de ir aportando globalmente estas facetas o polos para
88
desarrollar su profesión con una verdadera calidad.
La segunda área relevante aborda el trabajo interdisciplinario entre profesionales, tanto
de una misma institución como entre profesionales de diferentes tipos de institución que
ofrece sus servicios a la infancia (ambulatorios, centros educativos, centros de atención
precoz, hospitales, servicios sociales, etc.). El tipo de trabajo conjunto hacia el que se
apunta actualmente y que implica movilizar diferentes perfiles profesionales alrededor
de un proyecto psicoeducativo común permite la interdisciplinariedad, puesto que los
miembros de los equipos interaccionan en pro de desarrollar colaboraciones funcionales
entre las diferentes instituciones, trabajo que se inscribe en una dinámica de red local.
Trabajar desde esta visión de centro abierto a la colaboración e intercambio entre
diferentes profesionales de diferentes disciplinas permite ir construyendo una cultura de
trabajo interdisciplinario, entendido como un sistema con identidad propia, y no como la
suma de los diferentes componentes que lo configuran. Casals, De Vicente, Garriga y
otros (2005) definen el trabajo interdisciplinario como un conjunto de profesionales
diferenciados, enfrentados a un objetivo común, igualados en el momento de efectuar sus
aportaciones, pero diferenciados en el tipo de información que aportan y en el tipo de
intervenciones que pueden realizar. Los ingredientes necesarios propuestos por las
autoras para que funcione el trabajo en equipo interdisciplinario serían:
89
una financiación pública ayudará a cumplir los objetivos. Así pues, de nuevo las
políticas locales tienen una gran labor que hacer, implicándose de forma activa en esta
misión. El centro, servicio o programa, por su parte, se comprometerá a evaluar y
publicar el uso que hace de esta financiación, ofreciendo a la comunidad una necesaria
transparencia.
De hecho, la calidad en las instituciones implica igualdad, todos los niños y las niñas
han de estar en igualdad de oportunidades para acceder a la educación y a la cultura de
su entorno. Relacionada con la igualdad de oportunidades, hablamos de los conceptos de
excelencia, equidad, inclusión y armonía (Tharp, Estrada, Stoll y otros, 2002).
En la cuarta área relevante se incluyen indicadores de proceso referidos a las acciones
que desde la institución se ponen en marcha dirigidos a la comunidad. Estas acciones
pasan por una sinergia respecto a los recursos locales, favoreciendo su inserción en
políticas coordinadas en ámbitos locales. El hecho de reforzar las colaboraciones entre
diversas instituciones locales permite desarrollar una política coordinada de la infancia,
que permite mejorar la calidad de la primera infancia.
Las dos últimas áreas relevantes proponen indicadores de resultado y se refieren a la
satisfacción y las mejoras puestas en marcha desde la institución.
A continuación detallo las especificaciones respecto a cada uno de los indicadores.
2. Criterios específicos
Tabla 3. Sistema de indicadores para evaluar el nivel de calidad en los centros, servicios y programas de atención a la primera infancia
INDICADORES DEL NIVEL DE CALIDAD DEL CENTRO/SERVICIO/PROGRAMA EN RELACIÓN CON LOS PROFESIONALES
Indicador 1: Atención emocional de los profesionales del centro/servicio/programa
Se ofrecen a los trabajadores actividades de apoyo y asesoría, que ayuden a cuidar su calidad emocional.
Criterios:
El entorno del centro/servicio/programa ayuda a cuidar la calidad emocional de los profesionales.
INDICADORES DEL NIVEL DE CALIDAD DEL CENTRO/SERVICIO/PROGRAMA EN RELACIÓN CON LOS PROFESIONALES
Indicador 2: Valoración laboral psicopedagógica de los profesionales del centro/servicio/programa
INDICADORES DEL NIVEL DE CALIDAD DEL CENTRO/SERVICIO/PROGRAMA EN RELACIÓN CON LOS PROFESIONALES
Indicador 3: Organización de los recursos humanos del centro/servicio/programa
Existencia de profesionales con una titulación adecuada para trabajar con los niños y sus familias.
90
Criterios: Estabilidad de los responsables y profesionales en un mismo centro/servicio/programa.
INDICADORES DEL NIVEL DE CALIDAD DEL CENTRO/SERVICIO/PROGRAMA EN RELACIÓN CON EL TRABAJO INTERDISCIPLINARIO
DE LOS PROFESIONALES
Indicador 4: Promoción del trabajo interdisciplinario de los profesionales del centro/servicio/programa
Se emprenden iniciativas que favorezcan el trabajo interdisciplinario entre los profesionales del centro/servicio/programa.
Se hacen públicas las evaluaciones realizadas, tanto las internas como las externas.
INDICADORES DEL NIVEL DE CALIDAD DEL CENTRO/SERVICIO/PROGRAMA EN RELACIÓN CON OBJETIVOS, ORGANIZACIÓN Y
FINANCIACIÓN
Indicador 5: Cumplimiento de los objetivos que el centro/servicio/programa se propone
El centro/servicio/programa promueve el trabajo de prevención, detección, planificación, intervención o evaluación, según su misión.
Criterios: El centro/servicio/programa promueve acciones que favorecen la participación y la implicación de las familias.
INDICADORES DEL NIVEL DE CALIDAD DEL CENTRO/SERVICIO/PROGRAMA EN RELACIÓN CON OBJETIVOS, ORGANIZACIÓN Y
FINANCIACIÓN
Indicador 6: Organización y evaluación del centro/servicio/programa
El centro/servicio/programa cuenta con una infraestructura que favorece la planificación interna, el control y el apoyo.
INDICADORES DEL NIVEL DE CALIDAD DEL CENTRO/SERVICIO/PROGRAMA EN RELACIÓN CON OBJETIVOS, ORGANIZACIÓN Y
FINANCIACIÓN
Indicador 7: Utilización de la financiación del centro/servicio/programa
El centro/servicio/programa utiliza la financiación pública de forma equitativa, armónica y a favor de la inclusión y la excelencia.
Criterios: El centro/servicio/programa realiza una evaluación interna y externa del uso que se hace de la financiación pública.
INDICADORES DEL NIVEL DE CALIDAD DEL CENTRO/SERVICIO/PROGRAMA EN RELACIÓN CON LA SATISFACCIÓN DE LOS
USUARIOS
Indicador 9: Satisfacción respecto al centro/servicio/programa
Los responsables y los profesionales del centro/servicio/programa evalúan positivamente las acciones que se emprenden.
91
Criterios: Las familias evalúan positivamente las acciones del centro/servicio/programa.
El centro/servicio/programa promueve acciones encaminadas al conocimiento de sus labores por parte de los usuarios de la población.
Área relevante 1: Indicador 1 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con los profesionales.
92
• Estándar: el 35% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: las acciones descritas pueden ayudar a mejorar la calidad emocional de
los trabajadores, aunque hay muchos otros factores añadidos. Se trata de elaborar
planes del centro donde se contemplen actividades encaminadas a cuidar de la calidad
emocional de los profesionales que trabajan allí. Como se ha comentado, valorar estos
aspectos es una herramienta de reflexión que permite incorporar aquellos aspectos con
los que no se contaba.
Área relevante 1: Indicador 2 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con los profesionales.
93
de forma clara y transparente, para dignificar la función del propio profesional.
Incentivar al trabajador con la posibilidad de promocionarse profesionalmente ofrece
un valor añadido a la tarea del educador, valorar la experiencia de los trabajadores más
veteranos permitirá acompañar a los profesionales noveles en su incorporación,
ofreciendo un ejemplo de aprendizaje guiado dentro de la propia institución.
• Fuente de datos: cuestionarios y/o entrevistas a expertos, profesionales y a familias;
memoria, proyecto o plan anual del centro, servicio o programa donde se incluyan
estos criterios; análisis de las actas de reuniones; registro de actividades.
• Estándar: el 35% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: la valoración laboral de los agentes que intervienen en una institución es
fundamental para incentivar su tarea, para motivar sus acciones y para implicarlos en
la vida del centro, lo cual favorece la mejora de la calidad profesional y social del
trabajador.
Área relevante 1: Indicador 3 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con los profesionales.
94
memoria, proyecto o plan anual del centro, servicio o programa donde se incluyan
estos criterios; análisis de las actas de reuniones; registro de actividades.
• Estándar: el 35% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: la institución procurará la provisión de personal adecuado y de calidad.
Área relevante 2: Indicador 4 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con el trabajo interdisciplinario de los profesionales.
95
atención al niño y a su familia.
Área relevante 3: Indicador 5 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con los objetivos, la organización y la financiación.
Área relevante 3: Indicador 6 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con los objetivos, la organización y la financiación.
96
• Nombre del indicador: «Organización y evaluación del centro/servicio/programa».
• Justificación: la institución debe prever y ejecutar criterios que favorezcan su
organización y adecuado funcionamiento.
• Tipo de indicador: de proceso y de resultado.
• Criterios:
– La institución cuenta con una infraestructura que favorezca la planificación interna,
el control y el apoyo.
– La institución cuenta con suficientes recursos personales de calidad.
– La institución cuenta con suficientes recursos materiales de calidad.
– La institución evalúa sus acciones de forma interna y externa y las hace públicas.
• Definición de términos: la institución debe garantizar los equipamientos, la
infraestructura y la adecuación de los espacios teniendo en cuenta el reglamento de
régimen interno que conste en el plan o proyecto de centro. Además debe dotarse de
los profesionales suficientes, así como del material y las herramientas necesarios y
asegurarse de que tanto los profesionales como los usuarios realizan un uso adecuado.
Reflexionar y evaluar estos aspectos se realizará de forma sistemática y se publicarán
los resultados que permitirán mejorar las acciones previstas.
• Fuente de datos: cuestionarios y/o entrevistas a expertos, profesionales y a familias;
memoria o plan anual del centro, servicio o programa que recoja el reglamento de
régimen interno y un plan de evaluación interna y externa; análisis de las actas de
reuniones; registro de actividades.
• Estándar: el 35% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: disponer de un plan de actuación y un plan de evaluación facilita la
tarea organizativa de la institución.
Área relevante 3: Indicador 7 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con los objetivos, la organización y la financiación.
97
armónica implica ir manteniendo el apoyo económico de forma continua y responsable
durante todo el proceso o proyecto, compartiendo unos valores comunes previamente
acordados por los agentes responsables. Contar con los fondos públicos de forma
inclusiva equivale a que todos los agentes implicados (institución, familia, usuarios,
organizaciones de la comunidad) sean considerados como parte integrante con pleno
derecho para acceder a las oportunidades que ofrece la financiación pública. Se trata,
pues, de llegar a la excelencia mediante un plan fiable, con objetivos que sean
inclusivos, evaluando internamente (dentro de la institución) y externamente las
acciones que se van generando a partir de la financiación recibida de los fondos
públicos.
• Fuente de datos: cuestionarios y/o entrevistas a expertos, profesionales y a familias;
memoria o plan anual del centro, servicio o programa que publique la financiación
recibida y su utilización; análisis de las actas de reuniones; análisis de los presupuestos
anuales.
• Estándar: el 35% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: la relevancia de este indicador dependerá de la manera como se utilice
el presupuesto público, y de si existe o no esta financiación.
Área relevante 4: Indicador 8 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con la comunidad.
98
ludotecas, bibliotecas, bebetecas, escuelas de música, etc., y evaluar las acciones que
se han llevado a cabo, sus puntos fuertes y débiles conseguidos durante este proceso.
• Fuente de datos: cuestionarios y/o entrevistas a expertos, profesionales y a familias;
memoria, proyecto o plan anual del centro, servicio o programa que recoja las acciones
de participación en la comunidad; análisis de las actas de reuniones; análisis de los
presupuestos.
• Estándar: el 35% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: implicarse en proyectos comunitarios, pero además evaluar estas
acciones y publicarlas, ofrece transparencia y calidad de servicio.
Área relevante 5: Indicador 9 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con la satisfacción de los usuarios.
Área relevante 6: Indicador 10 del nivel de calidad del centro, servicio o programa en
relación con su mejora.
99
• Justificación: es necesario saber si la institución propone alguna estrategia de mejora a
partir de las valoraciones obtenidas por parte de los profesionales, los responsables, la
familia y la comunidad.
• Tipo de indicador: de resultado.
• Criterios:
– La institución promueve acciones encaminadas al conocimiento de sus tareas por
parte de los usuarios de la población.
– La institución reflexiona sobre diversas propuestas de mejora.
– La institución pone en marcha e implementa estrategias de mejora.
– La institución evalúa su implementación de forma interna y externa.
– La institución publica las medidas que pone en marcha.
• Definición de términos: si desde la institución se promueven acciones por medio de
encuestas o cuestionarios, por ejemplo, para que la población conozca las iniciativas
que realiza, y reflexiona sobre las estrategias que pone en marcha, modificando aquello
que no obtenga buenos resultados, podrá mejorar su acción mediante la
implementación de las mejoras y la evaluación de estas.
• Fuente de datos: cuestionarios y/o entrevistas a expertos, profesionales y a familias;
memoria, proyecto o plan anual del centro, servicio o programa que recoja las mejoras
implementadas; análisis de las actas de reuniones.
• Estándar: el 35% de los criterios se cumple casi siempre o frecuentemente.
• Comentarios: la relevancia de este indicador dependerá de la cultura sobre las
necesidades de cambio sobre las que se tenga experiencia, y de valorar la necesidad de
reajustar las iniciativas implementadas.
Área relevante: con relación a los profesionales Indicador 1: Atención emocional de los profesionales del centro/servicio/programa
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Área relevante: con relación a los profesionales Indicador 2: Valoración laboral psicopedagógica de los profesionales del centro/servicio/programa
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
100
2.2.3. Se realiza una evaluación continua y el seguimiento de vuestra labor.
Área relevante: con relación a los profesionales Indicador 3: Organización de los recursos humanos del centro/servicio/programa
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
El centro dispone de profesionales con una titulación adecuada para trabajar con
2.3.2.
niños.
2.3.4. El centro cuenta con la figura de un/a coordinador/a con tareas de supervisión.
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Área relevante: con relación a objetivos, organización y financiación Indicador 5: Cumplimiento de los objetivos que el centro/servicio/programa se propone
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
101
Comentarios que queráis añadir:
Área relevante: con relación a objetivos, organización y financiación Indicador 6: Organización y evaluación del centro/servicio/programa
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Área relevante: con relación a objetivos, organización y financiación Indicador 7: Utilización de la financiación del centro/servicio/programa
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Se realiza una evaluación interna y externa del uso que se hace de la financiación
2.7.2.
pública.
Área relevante: con relación a la comunidad Indicador 8: Participación del centro/servicio/programa en la comunidad
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Área relevante: con relación a la satisfacción de los usuarios Indicador 9: Satisfacción respecto al centro/servicio/programa
Mucho Frecuen-
Poco o algunas veces Nunca o casi nunca
o casi siempre temente
102
Área relevante: con relación a su mejora
Indicador 10: Mejora por parte del centro/servicio/programa
Mucho
Frecuen- Poco o algunas Nunca o casi
o casi
temente veces nunca
siempre
Bibliografía
Arís, N. (2009). «El Síndrome de Burnout en los docentes». Electronic Journal of Research in Educational
Psychology (vol. 7-2-, núm. 18, págs. 829-848).
Casals, A.; De Vicente, I.; Garriga, R. y otros (2005). Intervenció social en l’atenció sociosanitària i
residencial. Barcelona: UAB («Materials» 157).
Giné, C. (1999). «La evaluación psicopedagógica». En: A. Marchesi; C. Coll; J. Palacios (comps.). Desarrollo
psicológico y educación. Vol. 3: Trastornos del desarrollo y necesidades educativas especiales. Madrid: Alianza.
Lang, V. (1996). «Professionnalisation des enseignements, conception du métier, modèles de formation».
Recherche et Formatio (núm. 23, págs. 9-27). Lyon: Institut national de Recherche pédagogique.
Marchesi, A. (2007). Sobre el bienestar de los docentes: competencias, emociones y valores. Madrid: Alianza
Editorial.
Maroy, C. (2005). Cahier de recherche: Les évolutions du travail enseignant en France et en europe. Facteurs de
Changement, incidences et résistances. Université de Louvain (UCL). Conférence du PIREF, 24.
Martínez, J. P.; Méndez, I.; Secanilla, E. y otros (2012). «Evolución de los niveles de burnaut en cuidadores
profesionales tras una situación de estrés postraumática». European Journal of Investigation in Health,
Psychology and Education (vol. 2, núm. 1, págs. 29-39).
Martínez, J. P.; Méndez, I.; Secanilla, E. y otros (2013). «Burnaut en cuidadores profesionales y calidad de vida
en residentes de centros institucionalizados». European Journal of Investigation in Health, Psychology and
Education (vol. 4, núm. 1, págs. 41-53).
Méndez, I.; Secanilla, E.; Martínez, J. P. y otros (2011). «Estudio comparativo de burnout en cuidadores
profesionales de personas mayores institucionalizadas con demencias y otras enfermedades». European Journal of
Investigation in Health, Psychology and Education (vol. 1, núm. 2, págs. 61-70).
Paquay, L. (1994). «Vers un référentiel de compétences professionnelles». Recherche et Formation (núm. 16,
págs. 7-38). Lyon: Institut national de Recherche pédagogique.
Tharp, R. G.; Estrada, P.; Stoll, S. y otros (2002). Transformar la enseñanza. Excelencia, equidad, inclusión y
armonía en las aulas y las escuelas. Barcelona: Paidós.
103
Epílogo
104
con el bienestar emocional de los profesionales y sus propias prácticas técnicas, puesto
que, como hemos visto, si mejoramos la calidad de vida de los agentes implicados, se
mejorará la calidad de atención en el centro, servicio o programa. Promover y utilizar los
recursos de la comunidad en nuestra sociedad todavía es una tarea pendiente, es
necesario poner en marcha los recursos necesarios para impulsar una cultura de trabajo
comunitario.
Asimismo, reflexionar sobre los datos que podemos recoger en cualquier estudio, a
partir de cuestionarios, escalas de evaluación, documentos de centro o cualquier otro tipo
de herramienta, comporta a la vez una modificación, una mejora de los aspectos más
débiles que hemos encontrado y, al mismo tiempo, lleva implícita una evaluación de las
estrategias utilizadas y una publicidad transparente de dicha evaluación. Pero, en este
sentido, también es necesario seguir caminando hacia una cultura evaluativa.
Partiendo de lo que afirman Rodríguez-Roca, Honrubia y Guardia (2005),1 la cultura
de un equipamiento «puede ser traducida como el conjunto de valores compartidos,
pautas de conducta, que cohesionan socialmente a los miembros de una organización,
actuando como un factor de socialización, integrando actitudes y consiguiendo la
identificación de los diferentes agentes del centro o servicio con sus objetivos. Cuando
los valores, las normas, las pautas de conducta se dirigen a mantener un espíritu crítico
orientado al conocimiento y la emisión de juicios de valor y se integran en los procesos
del centro o servicio, estamos delante de una cultura de evaluación».
No obstante, nos encontramos ante una realidad social y comunitaria que nos invita a
seguir viajando en este camino. Queda todavía mucho recorrido por hacer, pero, como
dijo el poeta, no hay camino, sino que se hace camino al andar.
1 J. Rodríguez-Roca; M. L. Honrubia; J. Guardia, J. (2005). «La cultura de la evaluación de programas:
un elemento fundamental para afrontar los retos de las políticas sociales». Revista de Servicios Sociales y
Políticas Sociales (núm. 50, págs. 55-70).
105
Índice
La primera infancia. Introducción 9
1. Dibujemos una cultura de infancia 9
Bibliografía 12
1. El contexto familiar 13
1.1. El proceso de embarazo y el nacimiento del bebé 13
1.2. El desarrollo psicomotor 15
1.3. Las interacciones positivas 16
1.4. El desarrollo de un apego seguro 18
1.5. La familia extensa 22
1.6. Ejerciendo una parentalidad positiva 23
2. La institución educativa 29
Bibliografía 34
1. Las recomendaciones políticas 38
2. Las políticas familiares, estrategias de cambio 42
Bibliografía 47
1. El constructo calidad de vida 49
2. La calidad en la primera infancia 52
3. Escalas para evaluar la calidad de centros, servicios y programas de primera
56
infancia
4. Programas de atención a la primera infancia y a sus familias 58
Bibliografía 60
1. Los indicadores de calidad y su tipología 63
2. Fundamentos organizativos 65
3. Diseño de la metodología del sistema de indicadores 66
Bibliografía 69
1. Definición de los objetivos de calidad 70
2. Criterios específicos 74
3. Cuestionario elaborado a partir del sistema de indicadores de las prácticas
83
psicoeducativas en los centros, servicios o programas de primera infancia
Bibliografía 85
1. Definición de los objetivos de calidad 87
2. Criterios específicos 90
3. Cuestionario elaborado a partir del sistema de indicadores para la evaluación
100
de los centros, servicios o programas de primera infancia
106
Bibliografía 103
107