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En síntesis, creo que la obra del autor es una vasta fuente de proposiciones que
se valen principalmente del estudio profundo de la psicología y naturaleza
humanas, donde intenta comparar objetivamente la realidad educativa de su
época con sus constructos idealtípicos (en el sentido de Weber, del cual era
coetáneo y conocía personalmente), y elabora a la par un tratado de los
diferentes arquetipos caracteriológicos de los sujetos de su época para
comprender la situación en la que se encuentran tanto a nivel micro como
macro-estructural. Tal es así, que en su obra “El Alma del Educador” (1921)
indica: “Si deseamos distinguir exactamente el tipo social de educador de la
juventud, de todas las restantes formas sociales, diremos: el educador es un
individuo del tipo básico social, puesto al servicio espiritual de una
colectividad, y cuya simple inclinación o simpatía le empuja a ejercer
influencia en el niño, como futuro portador de valores ilimitados,
formándole, espiritualmente, a medida de su capacidad especial, y que en la
actuación de dicha simpatía encuentra su satisfacción más elevada.”
(Anteriormente en la obra citada desarrolla los “seis tipos principales de
almas” -el hombre teórico, el imaginativo, religioso, social, económico y el
autoritario- tomados de otro gran educador, Eduardo Spranger…). También lo
hace respectos a los roles de los educadores, en la página 20 de la misma
edición: “Sería conveniente distinguir, entre los verdaderos educadores que
se orientan prácticamente, aquellos que se ocupan en especial de la
formación, elevación y salvación de individuos aislados -los altruistas- de los
que tienden preferentemente al conjunto, la sociedad, la comunidad nacional
y la humanidad -educadores sociales-. Esta diferenciación entre atruistas y
sociales nos parece, en general, adecuada. El que se dirige exclusivamente al
terreno social, se concibe a sí mismo como socio o miembro de la comunidad
sobre la que influye. El altruista, en cambio,…” (imposible continuar dado el
mal estado de la fuente consultada).
Sus razonamientos están cargados de una lógica pulida, lo que lo habilita para
fomentar el desarrollo del pensamiento lógico, considerado por él como una
virtud que debe ser alcanzada, sobre todo a través de la autodisciplina, y no
como un privilegio de nacimiento librados del estudio onto y filogenético y la
influencia cultural-contextual. Imagino que si hubiera existido en nuestros
tiempos, Kerschensteiner hubiera sido ante todo un neurocientífico y
psicólogo social dedicado a la educación, dadas sus preferencias
científico-naturales (aunque sin desdeñar la gran importancia de las ciencias
humanísticas por él atribuida (8) ), y hubiera intentado como lo hizo en su
tiempo, siempre mantener en estrecha relación su filosofía con los últimos
descubrimientos y avances de la ciencia. No hay que pensar que de la ciencia él
intentaba extraer el tubérculo moral y ético, sino más bien que nuestra
humanidad se desarrollaba a la par del ejercicio científico, el cual nos provee,
en consencuencia, de ciertos valores como la constancia, la honestidad
intelectual, la depuración lógica, la comprobación hipotética, y varios otros,
cuyos frutos distan mucho de la concepción de éxito superficial imperante de
la era posmoderna.
Conclusión
Este escrito está orientado más al pensamiento concreto del autor que a las
características coyunturales de las cuales surge y se desenvuelve, tal es así que
encontramos sólo un breve apartado de su contextualización política y
demográfica. Los contenidos educativos, el sujeto de aprendizaje y el sujeto
enseñante son las principales categorías-eje de análisis de la teoría-práctica
kerschensteineriana.
Referencias
(3) “Las clases sociales son grupos sociales antagónicos, en que uno se apropia
del trabajo del otro a causa del lugar diferente que ocupan en la estructura
económica de un modo de producción determinado, lugar que está
determinado fundamentalmente por la forma específica en que se relaciona
con los medios de producción.” (Harnecker, M. “Los conceptos elementales del
materialismo histórico” p. 223)
(8) “El sentido histórico… nos enseña a comprender el mundo de los valores
como un necesario proceso de evolución, como sucede en el mundo de los
fenómenos objetivos, y, por consiguiente, podemos llegar a juzgar exacta y
justamente la actualidad. En la Historia, la Literatura viven los ideales en mil
ejemplos creados por la necesidad individual y social, que la filosofía trata de
explicar y de someterlos a una cierta regularidad.” (p.139, G.K., 1939).
(9) “El arte de enseñar, madre de todas las artes, se considera demasiado como
el arte de dejar prendidos en la memoria algunos conocimientos. No obstante,
el arte de enseñar no es otra cosa que la iniciación en el arte de pensar. En
beneficio del pensamiento enseñamos y aprendemos, y solamente puede
disfrutar de una educación intelectual elevada aquel que es maestro en el arte
de pensar, y vive en un estado de lógica libertad.” (p. 181, ibíd.)