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UNIVERSIDAD DE EL

SALVADOR
FACULTAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE LETRAS

TEMA: EL CONCEPTO DE NORMA EN EL


ESTRUCTURALISMO DE HJEMSLEV

ASIGNATURA: CURSO MONOGRÁFICO DE


LINGÜÍSTICA

DOCENTE DE CÁTEDRA:
Msc. JOSÉ RIGOBERTO HENRÍQUEZ

ESTUDIANTES:

SARA DEL CARMEN ACEVEDO SALINAS


LUIS FRANCISCO ZAMORA CASTILLO
CIUDAD UNIVERSITARIA, SAN SALVADOR, EL SALVADOR

EL CONCEPTO DE NORMA EN EL ESTRUCTURALISMO HJELMSLEVIANO

Antes de comenzar el desarrollo de este apartado, conviene en primera instancia hacer un


acercamiento a los conceptos como norma y estructuralismo para comprender su aplicación
en lingüística. El término norma puede entenderse a priori como un mecanismo de ley o de
restricción, es decir, posee un carácter de obligatoriedad. Esta limitación es una instancia
particular de las normas sociales, pues su función en determinados casos es de cohesión de
un grupo. Es notorio, sin embargo, que la norma lingüística posee características
particulares, por tanto, utilizaremos dos conceptos de norma, la comúnmente aceptada y la
de Coseriu, autor que veremos más adelante, para explicar el significado de este concepto.
Coseriu plantea que la caracterización saussureana de la Lengua y el Habla, asumidas como
nociones autónomas y separables, dificultan una explicación satisfactoria de los hechos del
lenguaje. Esto acontece especialmente cuando se insiste en considerar la lengua como una
entidad abstracta, puramente formal –en el sentido de que sólo existen en ella relaciones
opositivas– y el habla como una realidad concreta, material e individual.
Coseriu señala la imprecisión en que se incurre al distinguir entre la Lengua y el Habla, si
se le atribuyen características sociales a la primera e individuales, a la segunda. Concluye, y
para ello apela a distintos autores (casi todos estructuralistas, por demás), que el carácter
social aparece en el habla individual pues incluso los estructuralistas han admitido que el
habla concreta es la realización de la lengua (Coseriu, 1967, pp. 20-36). Es más, el producto
lingüístico es tan extraindividual como la forma lingüística y, siguiendo al mismo autor:
“...si la langue es lo formal, entonces no puede desligarse de este concepto el «acto
verbal», que es formalización de la acción verbal concreta, y si, en cambio, «el acto
verbal» es parole, entonces ésta no es íntegramente concreta, sino que contiene también
elementos formales” (1967, p. 54).

En este caso, en primera instancia definiremos lo siguiente a partir de Luis Fernando Lara:
La norma lingüística es un modelo, una regla o conjunto de reglas con cierto grado de
obligatoriedad, impuesto por la comunidad lingüística sobre los hablantes de una lengua,
que actúa sobre las modalidades de actualización de su sistema lingüístico, seleccionando
de entre la ilimitada variedad de posibles realizaciones en el uso, aquellas que considera
aceptable. (Pág, 110)

Características
 La norma lingüística contiene solo lo que en el hablar concreto es repetición de
modelos anteriores e implica la eliminación de todo lo que en el habla es aspecto
totalmente inédito, variante individual, ocasional o momentánea.
 Está sujeta a limitaciones de orden social (necesidad de comprensión y exactitud) y
de orden lingüístico (estabilidad de la lengua).
 Es a la vez, actividad lingüística, producto lingüístico y obligatoriedad.
 La norma es variable, según los límites y la índole de la comunidad.
 Puede coincidir aparentemente con el sistema —cuando el sistema ofrece una única
posibilidad—, así como el habla puede coincidir con la norma.
 Diversidad, la lingüística moderna reconoce entre la diversidad de normas, la
familiar, culta, la vulgar, la popular y otras.
 Es más limitada que el sistema, pues nace de la asignación de un valor social
determinado a ciertas realizaciones del sistema y no al sistema en su totalidad.
Los conceptos que con respecto a la norma se dan son «normal» y «anormal» y no
«correcto» «incorrecto». Muchas veces la «norma normal» no coincide con la «norma
correcta».
TIPOS DE NORMA:
A) NORMA GENERAL: es la que permite que todo hablante del español entienda lo
que dice otro que vive en regiones muy apartadas, pero que habla la misma lengua.
B) NORMAS COMUNES: a dos o más dialectos nos permiten afirmar las semejanzas
entre algunos de ellos: dialecto yucateco y campechano.
C) NORMAS REGIONALES: llamadas también individuales son las que le dan
características propias a la forma de expresarse de cada región.
Cuando una persona se refiere a otra verbalmente se expresará con sus rasgos lingüísticos
regionales: si publica un escrito ´procurara evitarlos y servirse de los términos que
pertenecen a la Norma general en este caso la hispánica.

Una vez establecida la definición de norma y sus características, podemos avanzar hacia el
concepto de estructuralismo. El estructuralismo nace en las primeras décadas del siglo XX
como una corriente cultural caracterizada por concebir cualquier objeto de estudio como un
todo, cuyos miembros se relacionan entre sí y con el todo de tal manera que la modificación
de uno de ellos modifica también los restantes y que trata de descubrir el sistema relacional
latente (es decir, su estructura), valiéndose de un método que rechaza por igual el análisis
(la descomposición) y la síntesis (recomposición). Opuesto, pues, al asociacionismo como
el atomismo.
De entre las más importantes aportaciones del estructuralismo, debemos destacar la
separación de diacronía y sincronía de cara al análisis lingüístico. Mientras la primera
atiende a las variaciones que la lengua experimenta a lo largo de un período largo de
tiempo, la segunda se centra en la descripción precisa de una lengua en un momento
determinado. Precisamente es el interés por la sincronía lo que hace posible el estudio de la
lengua desde un punto de vista estructuralista, y también el que hace posible el estudio
diacrónico, que viene a ser el estudio comparativo entre dos estadios sincrónicos previos.
Características generales:
 Llevan a cabo estudios desde un enfoque descriptivo, analizan las estructuras y sus
relaciones.

 Utilizan un método inductivo, construyen teorías a partir de un análisis del corpus


como tal, sin tener en cuenta la influencia del medio o el contexto. Los
estructuralistas adoptan criterios inmanentes, es decir, adheridos a la esencia natural
del lenguaje.

 A partir de un análisis estructural, definen niveles, delimitan unidades


jerárquicamente, definen conceptos usando una terminología que se adapte a sus
necesidades.
Ya mostradas las premisas fundamentales del estructuralismo lingüístico, es hora de entrar
en materia a partir del autor que se aborda en este capítulo a través de la escuela lingüística
de Copenhague.

Escuela de Copenhague de Hjelmslev.


Escuela fundada en 1931 por el lingüista danés Louis Trolle Hjelmslev, junto a Viggo
Bröndal, Hans J. Uldall y otros.
Es también conocida como Escuela de Copenhague o Danesa, se inspiró en el Círculo
Lingüístico de Praga y su objetivo fue crear un foro de estudio que desarrollara un nuevo
tipo de exploración lingüística.
En un inicio, su trabajo se centró en la fonología, más tarde derivó hacia aspectos
lingüísticos más generales dentro del estructuralismo. Propuso llamar fonemática a su teoría
descriptiva del lenguaje. Posteriormente, el término se cambió por el de glosemática
(dedicada al estudio de los glosarios, con un enfoque científico similar al del cálculo
matemático), vocablo que caracteriza a toda la escuela y, en particular, a su fundador, Louis
Hjelmslev.
Según el Círculo Lingüístico de Copenhague, el lenguaje presenta una estructura
matemática. En el signo lingüístico se distinguen dos planos: un plano del contenido
(semántica, gramática) y un plano de la expresión (fonología). Llaman glosemas a los
rasgos fonológicos no analizables lingüísticamente, y la glosemática es la corriente
lingüística cultivada por esta escuela.
Como podemos observar, el pensamiento lingüístico de Hjelmslev se enraíza en la obra
saussureana, pero agrega a ella el muy importante aspecto epistemológico que en Saussure
quedó apenas esbozado. Todo esto quiere decir que la importancia del lingüista danés
radica en que dotó a la lingüística de una base científica acorde con los principios que
especialmente las ciencias naturales habían aprovechado con éxito. Estos dos motores
fueron los que lo condujeron hacia un estructuralismo radical, que hace de su obra uno de
los planteamientos más importantes en la historia moderna de la lingüística.

Principios de la Escuela de Copenhague


La lengua se ve como forma y no como sustancia. La lengua es solo la forma pura, y todo
lo que presenta sustancia es uso.
Se habla de expresión y contenido (en lugar de significante y significado). Al plano del
contenido (llamado pleremático) le correspondería una sustancia (morfemas) y una forma
(pleremas). Al plano de la expresión (llamado cenemático) le correspondería una forma
(cenemas) y una sustancia (prosodemas).
Tanto en el plano del contenido como en el de la expresión se distinguen dos categorías:
constituyentes y exponentes.
Al igual que le ocurriera a la Escuela de Praga, el Círculo Lingüístico de Copenhague
necesitó una terminología muy especial, hasta ciento ocho neologismos, para caracterizarse
(por ejemplo, el término glosemática proviene del griego glossa, que significa ‘lengua’).
El objetivo de Hjelmslev era llegar a una descripción del lenguaje no contradictoria,
exhaustiva y lo más sencilla posible. Dedicó gran parte de sus esfuerzos a demostrar la
naturaleza exclusivamente formal de la lengua. Su órgano de difusión fue su propia revista,
Acta Lingüística, fundada en 1937, que se presentaba con el subtítulo de Revista
Internacional de Lingüística Estructural.

La glosemática de Hjelmslev.
Hjelmslev pensaba que la lingüística, hasta su época, seguía siendo un conjunto de disecta
membra, formado por “aluviones físicos y fisiológicos, psicológicos, sociológicos e
históricos”, sujetas al vaivén de las diferentes concepciones de orden filosófico que la
trascendían, que le impedían observar los fenómenos lingüísticos por sí mismos y la
apartaban de la posibilidad de trabajar a base del juego de las hipótesis científicas, como en
las ciencias naturales se había vuelto procedimiento corriente.
La lingüística tenía que decidirse a dar el paso que Saussure había postulado con claridad:
volverse sobre la lengua misma y concebirla “como un todo que se basta a sí mismo, como
una estructura sui generis (Hjelmslev 43ª, I, p. 12); olvidarse de toda preconcepción
historizante, sociologizante o psicologizante y hacer, de la “teoría del lenguaje”, “un
sistema de principios exclusivamente formales” a partir del cual se pudiera construir una
serie de proposiciones deductivas que desembocaran en hipótesis concretas, en
descripciones lingüísticas ajustadas a los fenómenos observados y dirigidas por un
principio teórico unificador. Es así que la lingüística estructural pasaba a ser “un conjunto
de investigaciones basadas en una hipótesis según la cual es científicamente legítimo
describir la lengua como si fuera esencialmente una entidad autónoma de dependencias
internas o, en una palabra, una estructura.
Así, surgen dos nuevos términos: contenido y expresión. Cabe aquí destacar que la
glosemática manejó los mismos conceptos que la escuela de Praga y de Saussure, sólo
cambiaron la denominación. De esta manera, se presenta en un primer momento el plano
del contenido que corresponde al significado de un signo, este a su vez está constituido por
dos elementos: la forma y la sustancia. Entiéndase, sin embargo, que la forma es la
representación semántica de una palabra, y sustancia el pensamiento, es decir, la manera
cómo un emisor imagina el elemento que quiere expresar.

Por otra parte, en el plano de la expresión que es la materialización de la palabra, ésta


también se divide como forma y sustancia, pero aquí se va a comprender como forma a los
fonemas que componen a una palabra y sustancia al sonido al momento de articular la
palabra. Si bien el contenido y la expresión se comparten en forma similar, la función del
signo es hacer posible esa integración y relación entre contenido y expresión. Por otro lado,
la forma dentro de ambos planos hace posible la sustancia, dado que en cada plano existe la
dicotomía forma/sustancia (Hjelmslev, 1971).
A continuación, se presenta un esquema que representa esta estructura:
Este esquema se puede explicar cuando el autor argumenta que, una expresión no sólo es
expresión en virtud de que es expresión de un contenido, y un contenido no es contenido en
virtud de que contenido de una expresión. En otras palabras, los dos planos que componen,
como se expuso en el párrafo anterior, comparten formas similares y se complementan
mutuamente. Este nuevo método no sólo implica un estudio en las estructuras lingüísticas
de la lengua, sino también un nuevo aspecto: el rasgo cultural. ¿A qué se debe esto? Debido
a que el ser humano se reinventa constantemente el lenguaje y la cultura no deben existir
separadamente, pues se complementan una a la otra.
El carácter formal de la glosemática presenta aspectos de mucha importancia para la
comprensión del concepto hjelmsleviano de la norma, al determinar cómo se enfoca la
estructura, las funciones que se establecen dentro de ella y el fenómeno lingüístico mismo.
El primado de lo formal en la teoría de Hjelmslev es lo que determina el establecimiento de
las funciones dentro de la estructura.
En la dicotomía entre forma y sustancia, el cálculo de regirse por la forma, que es el único
objeto autónomo de la lengua, puesto que la sustancia recibe todas las influencias del
mundo externo: “así que no se puede decidir previamente que la descripción de la sustancia
presupone, por el contrario, la descripción de la forma lingüística.” (Hjelmslev 43ª, XV,
p.106). La relación que se establece entre forma y sustancia no es, por lo tanto, recíproca,
en tanto que ambas pudieran servir en un momento como punto de partida, puesto que “es
la forma la que constituye el valor y la constante, mientras que la sustancia es que la que
acoge las variables, a las que se les atribuyen valores diferentes según las circunstancias.”
(Hjelmslev 43b, p. 77).}
Es a partir de todo esto, que ya podemos atacar el concepto de norma. En este sentido, se
puede decir que la lengua como forma material sería entonces la norma. ¿Cómo se
explica esto? El fonema /r/ del francés -nos da como ejemplo- se define en el esquema
como un haz delimitado por las relaciones opositivas y negativas del sistema; en cambio,
cuando a pasa a la norma, no solamente sigue siendo un fonema del esquema, sino que se
sabe que es, además, “vibrante”, lo cual es ya un rasgo material.
NORMA Y LINGÜÍSTICA ESTRUCTURAL:
En el ámbito de la lingüística estructural la norma se define en función de observación
desprovista de juicios de valor y el estudio de esa norma objetiva aparece en dominios bien
diferenciados: en la lingüística teórica, en la etnolingüística, en la sociolingüística y en la
estilística.
Para Hjemslev, el concepto de norma responde a la restricción de posibilidades del sistema,
y es a la vez una proyección global de las particularidades individuales. Por otra parte para
Coseriu, se presenta como restricción estadística que se articula entre el sistema y el habla.
Tanto Hjemslev como Coseriu coinciden necesariamente en el carácter social de la norma
que es precisamente, el aspecto que facilita el contacto entre lo normal y lo normativo.
Existe una norma si regula el comportamiento de un grupo, que, a su vez, condiciona el
carácter de la norma: es real cuando se trata de algo que se ha sido en la conducta
prescriptiva cuando se impone a la población desde el exterior.

Es así que el concepto de la norma en el pensamiento de Hjelmslev sólo se puede entender


si toma uno su teoría completa y si lo juzga con sus propios métodos; si la norma surgió
lenta y oscuramente en la obra del lingüista danés, en el momento en que la glosemática
está constituida en sus características más profundas, la norma es la primera de las
herencias preglosematicistas que queda en tela de juicio y que, finalmente, acaba por
diluirse entre dos términos más fuertes: el esquema y el uso.
El punto de partida en el análisis glosematicista del concepto norma es la noción
primaria de la forma. Esto explica que Hjelmslev opte por definir la lengua saussureana
como forma pura única y exclusivamente. Para entender mejor el sentido de dejar fuera al
concepto de sustancia, Hjelmslev toma la idea de valor de Saussure que establece que la
variable es la que determina la constante, y no al revés. Es decir, la sustancia del signo
lingüístico juega a penas un papel relevante, y utiliza la idea de los billetes de cambio
bancarios, que como se sabe no es lo material del billete lo que le da valor, sino el sistema
económico del que depende.
Todo esto no demuestra más que la posición central del esquema en la teoría glosemática y
la necesidad de establecer las relaciones con el uso y la norma en el sentido constante →
variable, o sea, que hay “relaciones de determinación” entre estos términos: el esquema
aparecerá siempre como constante, mientras que la norma y el uso son variables que
determinan al esquema, es decir, que en cierto modo lo “materializan”.
Ahora bastará recordar qué clase de relaciones entre términos propone Hjelmslev como
elementos básicos del análisis glosemático para entender inmediatamente cuál es la
posición del esquema respecto al uso, y de la norma respecto de los dos extremos:

ejecución institución

norma

Uso acto
esquema

en que:
variable constante

“El esquema es determinado, es decir, presupuesto, tanto por el acto como por el uso y la
norma, y no inversamente” (Hjelmslev, 43b, p. 77), es decir, el esquema es siempre
constante, mientras que norma, uso y acto son variables, manifestaciones de un sistema
autónomo y ajeno a la sustancia. En efecto, el esquema será siempre un fruto de la
aplicación del análisis glosemático a la formación de una teoría deductiva, apriorística y
arbitraria; nada de lo que se encuentre en la sustancia puede alterar su conformación
sistemática; es una realidad científica que se verifica (o se falsifica) según criterios
exclusivamente formales epistemológicos; su estatus teórico es indudable.
Para llegar al punto propuesto, se puede decir que la norma se construía desde dos
cabeceras opuestas del mismo puente: el esquema le daba los elementos opositivos y
relativos; el uso, la manifestación positiva; era un extremo entre dos relaciones de orden
diferente, un concepto híbrido entre el cálculo deductivo y la observación inmediata de las
realizaciones. “La norma determina, es decir, presupone el uso y el acto, y no inversamente
(…). El acto y el uso proceden lógica y prácticamente a la norma; la norma nace del uso y
del acto y no al contrario. El grito espontáneo es un acto sin norma, lo que no impide, por
otra parte, que sea tal en virtud de un uso: nuestra naturaleza psicofísica nos impone
forzosamente ciertos usos, pero tras ellos no hay necesariamente, en el orden material de
los signos, nada de opositivo ni de relativo que haga posible la deducción de una norma.

Lo que aquí se quiere hacer ver es que la norma se obtiene por inducción, como lo común
del uso o como las realizaciones más comunes del esquema. Por ambos caminos la norma
es una variable que depende de la fijación de una constante previa y, por lo tanto, es
imposible asignarle un funcionamiento constante dentro de la teoría.
El concepto de norma en la lingüística actual presupone algo sustancialmente constante y
absoluto, que sólo puede ser obtenido mediante una intuición incontrolable. Más
profundamente, lo que le impide a la norma tener un lugar dentro del sistema de la
glosemática es la noción precisa de sistema para Hjelmslev, pues parece oponerse a la idea
de que un sistema pueda construirse a base de sucesivas reducciones a un denominador
común de realizaciones en el habla.
Así, Hjelmslev concluye que si la lingüística quiere seguir hablando de “norma”, el único
camino posible es la de la corriente estadística de Zwirner, “la norma en el sentido del
promedio estadísticamente hallado, lo que es normal”; de otra manera, la norma es una
ficción, “la única ficción que uno encuentra entre las nociones que nos interesan. El uso,
que comprende el acto, no es ficción. Tampoco lo es el esquema. Estas nociones presentan
realidades. La norma, en cambio, no es más que una abstracción obtenida del uso por
artificio del método.
Una vez descubierto el peligro de hipostasiar una norma en la teoría lingüística o de
presuponer una existencia artificial de ella en los hechos lingüísticos, la dicotomía
saussureana recupera su conformación, aunque muy enriquecida por el pronunciamiento
radical de Hjelmslev. Lengua y habla, por tanto, ahora son esquema y uso; el esquema es
un sistema formal, resultado de un método deductivo, autónomo respecto a los fenómenos
lingüísticos observables. El uso es el conjunto de manifestaciones concretas del habla, los
datos sobre los que se aplica un método y se proponen hipótesis de descripción adecuada al
objeto. Finalmente, pude decirse que la teoría de Hjelmslev conlleva pronunciamientos
determinantes para una teoría del lenguaje (en el sentido de Lieb), que nunca expuso. La
crítica de la norma hjelmsleviana solamente puede hacerse como resultado de la crítica de
su teoría completa.
Finalmente, hemos tomado a bien adherir un informe sobre la norma hispánica dada en una
ponencia por Juan M. Lope Blanch. El lingüista afirma que la norma culta, dentro de cada
dialecto geográfico, es la que rige la vida del idioma, la que da la pauta y sirve de modelo a
muchas de las otras normas, y, sobre todo, la que más contribuye mantener la unidad
fundamental, básica de la lengua gracias a su proximidad con otras normas cultas de
dialectos geográficamente distintos.
Blanch, afirma que hay un ideal de lengua, ¿a qué se refiere con ideal de lengua?, en cada
seno de la sociedad humana late con mayor o menor fuerza un ideal de lengua superior, una
aspiración hacia un idioma perfecto, ejemplar, paradigmático, y ese ideal esa aspiración
responde al afán general de superación, el ansia de perfeccionamiento que ha llevado al
hombre desde las ramas de un árbol a poner los pies en la luna. Y dentro de estas ansias de
superación tiene un lugar importante el ideal de perfeccionamiento lingüístico.
Es evidente, que en cada país hispanohablante existe una norma lingüística ejemplar, a la
que los hablantes de cada nación tratan de aproximarse cuando de hablar bien se trata.
Suele ella ser la norma culta de la ciudad capital: la madrileña para España y así
sucesivamente en cada país.
La segunda pregunta que se hace el lingüista es que; ¿si existe una norma ideal
internacional española y americana? Ya no la norma del dialecto colombiano, o mexicano, o
argentino etc. Será ella la que reúna y compendie los hechos lingüísticos los hechos
lingüísticos nacionales. Norma ideal, por cuanto ´por cuanto no será la norma real de
ninguna de las hablas hispanas, esa norma ideal no debe identificarse con ninguna de las
normas nacionales.
La norma hispánica no coincidirá plenamente ni con la norma castellana, ni con la argentina
o mexicana, es decir con ninguna Norma nacional americana. Ya se sabe que la lengua
española no es exclusiva de España. Sino también la de otras 19 naciones soberanas.
En el siglo XIX era idea general la de que los españoles éramos los amos de nuestra
lengua. En el momento del siglo XX en que vivimos (escribía este don Damaso en 1980)
quizá esa idea no sea tan general, pero quedan restos de ella… hace algunos años
publique los españoles ya no somos los amos de nuestra lengua… no lo somos. Los amos
de nuestra lengua formamos una inmensa multitud de varios cientos de millones de
hombres que hablamos español, todos somos amos conjuntamente, pero por ser los amos
de nuestra lengua todos tenemos deberes ineludibles con ella…
Damaso Alonso, “el español, lengua de centenares de millones de hablantes”, en el I
simposio de la lengua española, que dio en Gran Canaria.
La norma ideal hispánica estaría constituida por la totalidad de los hechos lingüísticos
comunes a todas las normas nacionales cultas, pero rechazara lo que la mayor parte de estas
rechacen como impropio, anómalo o incorrecto, por más que alguna o minoría de ellas
acepte como valido.
Por ejemplo, en México aceptan la diptongación, aunque no en todos los estados mejicanos:
Peor: pior; Cohete: cuete
pero es obvio que queda excluido de la norma hispánica puesto que la mayor parte de las
lenguas cultas nacionales rechaza tales diptongaciones.
Es cierto que no todos los hispanohablantes tienen conciencia de ese ideal de lengua
hispánica ni de su necesidad o, siquiera de su conveniencia. Pero es indudable que todos
deberíamos poseerla, al menos los millones de hispanohablantes que hemos pasado por una
educación de cultura.
El ideal de norma lingüística hispánica existe sin duda alguna, aunque no todos los
hispanohablantes tengamos conciencia de ello. Lo cual es un inconveniente grave para su
implantación general. Eugenio Coseriu se ha referido también ha que exista una
ejemplaridad idiomática hispánica, pero para ello afirma que debe haber una firme voluntad
lingüística en tal sentido por parte de todo los
BIBLIOGRAFÍA:
1. Fernando Lara, Luis. (1976). El concepto de norma en lingüística. Guanajuato,
México. El Colegio de México.

2. Ferdinand de Saussure, Curso de lingüística general, Losada, 1971 (Fontamara,


1998).

3. Louis Hjelmslev, Ensayos lingüísticos, Gredos, 1972.

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