Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
MANUEL F. ARTILES
40
mero de terapeutas que sustentan ideas que congenian con las
mías, intentar identificar los elementos esenciales de toda psico-
terapia efectiva o counseling personal". Y prosigue, como teniendo
que cargar con una imprevista mochila: "Pero a causa de que las
ideas resultantes se han apartado en cierto modo radicalmente
de los acercamientos convencionales a la terapia, la terapia cen-
trada en el cliente ha empezado a ser considerada por los de
afuera como una escuela distinta de psicoterapia, y en este capí-
tulo es presentada como un acercamiento distinto y definido
hacia el proceso de facilitar un cambio constructivo en la persona
con dificultades".
Creo útil retener esta perspectiva que Rogers esboza aquí
para eludir sectarismos y ganar en libertad. Su intención no ha
sido "inaugurar una 'escuela' de psicoterapia" sino "intentar iden-
tificar los elementos esenciales de toda psicoterapia efectiva",
pese a lo cual reconoce que "los de afuera" consideran su intento
como una "escuela distinta". A tal expectativa y perspectiva
responde en ese trabajo. Pero tengo la impresión de que pese
a él mismo, diríamos más bien que como reflejando la sensación
de quienes así juzgan su labor, más que adhiriendo personal-
mente a tal afirmación. En ese texto, renglones más arriba señala
que la llamada "psicoterapia — centrada en el cliente" (hoy
prefiere llamarla psicoterapia de "persona a persona"): "Nunca
ha sido una escuela de pensamiento rígido o fijo". La misma
se ha ¡do haciendo como un proceso a través de experiencias,
investigaciones, conceptualizaciones para volver dialécticamente a
repartir desde la experiencia. Creo que ahí está el difícil acierto:
ni la rigidez de una ortodoxia, ni lo amorfo de un eclecticismo,
simplemente la constatación sistemática de lo que aparece como
la "verdad" del encuentro psicoterapéutico concreto en sí.
Es posible que persista en lo profundo de sí mismo en
su primera aproximación. Su propósito ha sido un "sobrevuelo"
que le permite desde esa altura identificar el río madre que
alimenta tantos afluentes diversificados. Responder a la intuición
que pre - veía algo común a tantos encuentros terapéuticos
distintos.
Ya en 1963 escribió en el artículo del "Bulletin de Psycho-
logie" N° X V I I de la Sorbona que marcó su "entrada" en Francia
lo siguiente: "Escuché entrevistas grabadas de muy diverso origen.
Poco a poco elaboré algunas proposiciones teóricas, algunas hipó-
tesis relativas a la base de la eficacia terapéutica. Me he inte-
rrogado a fin de descubrir cómo personas, cuyos caracteres.
41
orientación teórica, métodos, eran tan distintos, podían resultar
eficaces en la situación terapéutica y cómo cada una de ellas
podía inducir a un cambio constructivo y una actualización de
la personalidad. De todo lo cual he concluido que todas aportan
a la relación terapéutica ciertos componentes de actitud. Es la
hipótesis que propongo para explicar la eficacia tanto del consultor
orientador, del psicólogo clínico o del psiquiatra.
¿Cuáles son entonces esos componentes de actitud, compo-
nentes experimentales, que hacen de la relación un clima pro-
picio para la actualización de la personalidad? " . . .
Esos componentes nos son familiares sin duda. Se resumirán
en la actitud básica por la cual el terapeuta vive al "paciente"
como una persona que tiene la capacidad de desarrollarse desde
sí mismo.
Podemos enunciar esos componentes de acuerdo al último
período de elaboración rogeriana, que comenzó en 1957, ert el
cual Carl Rogers destaca el elemento "experiencing" del proceso
relaciona I terapéutico:
realista
congruente
como: empático
con una consideración
Positiva Incondicional
42
El Terapeuta rogeriano cree en:
1) el valor del individuo
2) su dignidad de persona
3) su capacidad de autodeterminación
Obviamente se concluye que una interacción rogeriana
arrastra, por decir así, toda la persona del Terapeuta en el mo-
mento mismo de su concreción. Es por eso que Rogers remarca
tanto lo esencial del concepto de Congruencia en la Actitud,
sin ésta se hace imposible, se falsea, el sentido de la relación
en sus planos humano y terapéutico. El Terapeuta rogeriano,
por su particular/modalidad de encuentro, se halla desnudo, ex-
puesto a la mirada de ese Otro que llamamos "Paciente", jugando
en el acto terapéutico mucho más que una aproximación técnica.
Ciertos recursos intelectuales, una posición autoritaria, le están
vedados para "salvarse" en aquellas emergencias donde el diálogo
se torna para él amenazante, acusador o delator de sí mismo
ante sí mismo y ante ese Otro.
Desde un rol claro y determinado, él com-parte, aún para
su propio bien o mal, el riesgoso intento de un encuentro que
sea (las palabras se "gastan". . .) realmente personal y
personalizante.
En cuanto grupo de formación convendrá traer en relación
con todo lo anterior la siguiente afirmación de Rogers en el
"Bulletin" citado:
.. ."Esto implica que habría que tratar de elegir para la
formación de consultores y terapeutas a personas que en sus
relaciones habituales con los demás poseyeren ya en alto nivel
las cualidades descriptas.
Deberíamos desear personas cálidas, espontáneas, auténticas,
comprensivas, no enjuiciadoras. Habría que esforzarse también
por prepararles un programa de formación tal que progresivamente
lleguen a sentir la Empatia y el calor afectivo con respecto al
otro de modo tal que encuentren cada vez más fácil el ser ellos
mismos, el ser auténticos. Sintiéndose comprendidos y aceptados
en el curso de sus experiencias de formación, estando en con-
tacto con la autenticidad y ausencia de máscaras en sus instruc-
tores, se harían terapeutas cada vez más competentes. . .".
Sabemos que la definición de los componentes de Actitud
no son para Rogers postulación romántica de "buenas intenciones"
sino, como un cuerpo doctrinal, conclusión de las investigaciones
experimentales sistemáticas realizadas corroborando y verificando
hechos e intuiciones. A| respecto bastará con referirse a la lec-
43
tura de "Psicoterapia Centrada en el cliente", pág. 61 y sig. y
Carl Rogers de la psicoterapia a la enseñanza" (M. de la Puente),
pág. 155 y sig.
Para terminar consignaré aquí una especie de "Decálogo"
para la revisión de la Actitud terapéutica personal en concor-
dancia con lo más arriba expresado. Está hecho en base a las
afirmaciones de Carl Rogers en "El proceso de convertirse en
persona" (pág. 39 a 44) y un rogeriano francés G. Mury, en su
"Introducción a la no-directividad" (pág. 68 a 84).
1) ¿Puedo llegar a ser percibido por el otro como digno de
confianza, como seguro, como consecuente en el sentido
más profundo? (Carl Rogers).
Es necesario que yo sea percibido como siendo lo que soy.
(Gilbert Mury).
2) ¿Mi expresión de mí mismo es tal que podría comunicar
sin ambigüedad la imagen de la persona que soy? (C.R.).
Es necesario que yo me acepte para estar dispuesto a trans-
mitir esa indicación global de mí mismo (G.M.).
45