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Dignidad humana y aborto: ¿Son compatibles?

Como lo indica el artículo primero de la Constitución, la defensa de la


persona humana y su dignidad es el fin supremo del Estado.
el principio de la dignidad humana nos remite a una idea fundamental,
admirablemente expresada por Kant: la consideración del ser humano
como fin en si mismo, y nunca como medio; la distinción entre persona y
cosa, entre sujeto y objeto. Y, en consecuencia, el reconocimiento a todo
ser humano de derechos inherentes.

Si aplicamos al concebido lo anteriormente señalado, debemos


reconocerle una dignidad, intrínseca, lo que implica la necesidad de
tratarlo, no como un objeto –cuya vida puede quedar a merced de nuestra
voluntad-, sino como un sujeto, portador de derechos; asimismo, exige no
instrumentalizarlo, considerándolo como un fin en si mismo, merecedor
de respeto. Es evidente que el aborto niega todas estas exigencias, por lo
que, si somos congruentes con lo que significa el principio de la dignidad
humana, resuelta incompatible con ella.

Entonces, el “hombre con dignidad plena sería pues aquel en el que son
evidentes la capacidad de disfrute de sus derechos y el desenvolvimiento
total de sus potencialidades como persona”[8]; es decir, para el Tribunal,
promover la dignidad del hombre sería equivalente a proveerle las
condiciones mínimas necesarias para que despliegue su plan de vida (aquí
se evidencia el punto de contacto con nuestra postura). En suma, es esta
capacidad de autodeterminación de un plan de vida, que está
intrínsecamente ligada a la voluntad y la libertad, la que determina que la
vida sea valorada en sentido humano.

EL ABORTO Y LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

Las tensiones frente a la problemática del aborto son múltiples, y los aspectos que se deben
analizar recogen miradas antropológicas, filosóficas, de salud, políticas, de derechos humanos
y jurídicos, entre otros. Las mismas requieren realmente un estudio a fondo, plural pero no
neutral; plural, pero que acepte las posturas del respeto a la vida, porque las voces de respeto
a la persona humana en la sociedad actual son interpretadas como dogmáticas y
fundamentalistas; el pluralismo se agota hasta cuando tienen que oír al otro. El diálogo debe
ser razonado, que involucre a todos los actores, que permita buscar otras soluciones que a
conciencia comprometan a la sociedad y estén acordes con la dignidad humana, aún intangible
para muchos en esas circunstancias.

El concepto de persona humana y dignidad perdió sus fueros y bases filosóficas y


antropológicas, para tener una redefinición actual, basada en los intereses del momento, en
los intereses políticos. A la persona humana se le quita su categoría de persona porque aún no
ha nacido o porque tiene una enfermedad que le puede dificultar o impedir desplegar todas
las cualidades y características inherentes al ser humano. Se niegan los atributos propios de la
persona, independientemente de que en un momento u otro no se puedan explicitar.

También lo refirma cuando dice: “Si el ser persona fuera un estado, podría surgir poco a poco.
Pero si es persona es alguien que pasa por diferentes estados, entonces los supone todos”. [...]
“El ser personal no es resultado de un desarrollo, sino la estructura característica de un
desarrollo”(3).

Algunos hombres de ciencia ponen en duda que desde la concepción se tenga la noción de
embrión, para algunos a partir del día catorce, cuando se ha formado la cresta neuronal. En
muchos países con esta premisa y con un término errado y lejos de la embriología, los políticos
en jaque acuñaron el término de preembrión; de esta manera salvaguardaban la polémica
generada por las implicaciones éticas que trae el aborto y la manipulación de embriones. De
esta forma se usan desparpajadamente y sin bases científicas los términos, para favorecer los
intereses de una ciencia e investigación mal entendidas, donde prima la avidez científica, no
importa que se lleven por delante vidas humanas.

Otros puntos
En el debate del aborto, otro de los puntos que se argumentan a su favor es la autonomía que
tiene la mujer sobre su cuerpo. Solo diré, por lo pronto, que es debatible desde concepciones
antropológicas: la autonomía no podrá ir en contra de su propia vida, ni de la otra, que lleva en
este caso en su seno materno. Ese otro tiene su propia dignidad y derecho a una existencia.
Bien se dice que la autonomía es el señorío de la razón, esa es su verdadera dimensión. Una
razón respetuosa de la vida.

Así mismo, con frecuencia se esgrimen argumentos en casos límites para defender el aborto; la
mayoría se basan en fetos con grandes malformaciones, que normalmente no llegan a término
durante la evolución del embarazo, o que pueden morir dentro de las primeras horas después
de su nacimiento. En estos casos se pone a prueba el compromiso con el otro y la solidaridad
en su fragilidad extrema, para acogerlo el tiempo necesario dentro de los límites que tiene la
vida y bajo una atención médica razonable y en contra de cualquier intervención fútil. Es acá
donde se pone a prueba el sentido más profundo de nuestra humanidad. Pero no solo de casos
extremos se habla, se pretende con el aborto, a su vez, poner fin a vidas humanas que tengan
cualquier discapacidad generada por otras enfermedades, de manera totalmente
discriminatoria de la persona humana.

Las razones sociales de violación, pobreza, condiciones de vida infrahumanas, están muy
distantes de que sea justo y razonable pretender solucionarlas por la vía del aborto. Es deber
del Estado repensar sus políticas, por ejemplo, de educación sexual, donde lo que se promueve
a la juventud es un concepto de sexualidad lejano al respeto a su propia dignidad, a su cuerpo,
a su unidad como persona, al valor que tiene una sexualidad bien entendida. El Estado, ante
las consecuencias de su política de educación sexual, a todas luces erradas, y ante los hechos
consumados, genera entonces, como solución, políticas mal llamadas de salud, con la
aprobación, por ejemplo, de la “píldora del día después”, o en este caso aceptando que por ser
un problema de salud pública, es necesario aprobar el aborto. Nada más lejano del verdadero
papel del Estado y de lo que debe ser la política en salud.

son los juristas, en parte, quienes tienen la decisión en sus manos. Se requiere un debate que
considere todas las posiciones, razonadas, estructuradas, sin falacias. Es crítica su
responsabilidad, pero esperamos que la decisión trascienda, para que permanezca el respeto
de la vida humana.

¿cuándo comienza la vida humana?.

En una conferencia impartida en Acapulco por el Dr. Enrique Díaz Aranda, Investigador de la
UNAM y Doctor en Derecho Penal, sobre aborto y eutanasia, en la cual, estaba a favor de
ambas, decía que no se puede determinar el inicio de la vida humana aduciendo que para unos
era en el momento de la anidación en el útero, para otros que hasta los 3 meses, por tanto el
aborto antes de los 3 meses no sería un asesinato porque no se considera (la materia
abortada) ser humano hasta después de esta fecha y menciona que en vez de decir que hay
una vida humana es mejor decir que hay una posibilidad de vida. Tanto esta postura del Dr.
Díaz Aranda como la de tantos otros que están a favor del aborto que dicen que es, cuando
comienza a latir el corazón; cuando se corta el cordón umbilical; cuando hay un sistema
nervioso maduro y existe pleno uso de la razón, etc.; no son conscientes de que el avance
tecnológico actual de la ciencia ha demostrado que la vida humana comienza mucho antes de
las teorías apenas mencionadas. Hoy en día ya no existe duda de que el no nacido es un ser
humano; así lo declara la genética, la embriología, la inmunología, los estudios por ultrasonido,
etc.
El Profesor Jérome LeJeune Doctor en Medicina, Doctor en Ciencias, profesor de Genética
Fundamental en la Universidad de París durante 20 años, director de la Clínica Genética del
Hospital Pediátrico de París y descubridor de la causa genética del Síndrome de Down afirmó:

Cada uno de nosotros comienza a existir en un momento preciso en el que toda la información
genética necesaria y suficiente la recoge una sola célula, el óvulo fecundado; y éste es el
momento de la fecundación. No hay la menor duda de ello, y sabemos que esta información
está inscrita en un tipo de listón que llamamos DNA.

En ningún momento el ser humano es un montón de protoplasma. En cuanto concierne a la


propia naturaleza, no veo ninguna diferencia entre la persona inicial que usted era en el
momento de la concepción y la persona que usted es ahora. Usted era y es un ser humano.

La vida humana en el ordenamiento jurídico peruano

El ordenamiento jurídico peruano identifica la muerte de la persona natural con la muerte


encefálica[9]. En este sentido, dicha normativa parece ser congruente con el concepto de
dignidad esbozado en los párrafos anteriores, pues la capacidad de autodeterminación para
formar un plan de vida es dependiente de la vida cerebral. Una persona seguirá siendo tal así
le corten un brazo, le extirpen órganos o le injerten un rostro; seguirá siendo ella misma en su
individualidad pese a cualquier cambio, a excepción de los acaecidos en el cerebro[10]. De la
misma manera, una persona dejará de serlo cuando padezca una muerte cerebral, más allá de
que el resto de su cuerpo esté perfectamente sano.

3. El sistema de plazos

Una de las sentencias más conocidas y criticadas en la jurisprudencia norteamericana es la


proveniente del caso Roe vs. Wade, en 1973. En ella, la Corte Suprema de Estados Unidos
concluye que los Estados no pueden prohibir el aborto en ningún caso antes del segundo
trimestre del embarazo, y que tampoco pueden prohibirlo antes del tercer trimestre, excepto
en esos casos en que el aborto pusiera en peligro la salud de la madre[11]. Los fundamentos
de la sentencia derivan en tres puntos: en primer lugar, identifica que las mujeres tienen un
derecho constitucional a la autonomía procreativa, dada la grave incidencia en el plan de vida
que supone tener un hijo (bajo el entendido que toda restricción de libertades debe
justificarse con una razón imperativa, la grave dimensión que supone una restricción en este
ámbito reclama una justificación especialmente minuciosa); en segundo lugar, concluye que
los Estados tienen un legítimo interés para regular el aborto en algún sentido, dado que toca
temáticas sobre la vida y la muerte, sensibles en toda sociedad.

La tercera conclusión a la que arriba la Corte es la que merece nuestro análisis. En ella, se
determina que ningún estado puede legítimamente prohibir el aborto por alguna razón ajena
al peligro por la salud de la madre durante los primeros seis meses de gestación. Una de las
razones esgrimidas por el juez Blackmun fue que este tiempo era suficiente como para que la
mujer reflexionara suficientemente acerca de la decisión de tener un hijo, pero tal vez el
argumento más fuerte fue que recién al fin de este término el sistema nervioso central de un
feto está desarrollado en medida suficiente como para permitir alguna forma de sensibilidad;

4. Reflexión final

Lo cierto es que en el Perú, hoy por hoy, el aborto constituye un problema social y de salud
pública. Por un lado, no existen políticas educativas suficientes como para que la ciudadanía
asuma la valoración negativa del aborto o prevengan embarazos no deseados; asimismo, la
normativa y la desigualdad social propician la discriminación: dado que el aborto es
clandestino y no tiene regulación estatal, las personas con mayor solvencia económica tienen
acceso a condiciones abortivas más seguras que a las que tienen acceso las personas más
pobres, quienes están más expuestas al peligro y, de tener que ser derivadas en consecuencia
a hospitales, son las únicas que son detectadas y procesadas. Paralelamente, el aborto
constituye la tercera causa de muerte materna en el Perú[15]. Dadas estas circunstancias
parece que la prohibición absoluta que promueven algunos únicamente perpetuará los
problemas antes que contribuir a solucionarlos.

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