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1.-Cuerpo y feminismo.

Durante los últimos años, en Latinoamerica hemos asistido a un resurgimiento del


movimiento feminista. Esto debido a que desde muchos lugares militantes del feminismo se
han hecho esfuerzos por visibilizar las problemáticas que nos son propias a las mujeres y
disidencias sexuales. Así, en especial este año, hemos visto en el centro del debate público
la exposición de nuestras demandas, las cuales superan con creces los logros conquistados
en épocas anteriores, pero que no serían posible sin ellas: el reconocimiento del voto
femenino, la responsabilidad de los Estados de combatir la violencia contra las mujeres, la
mayor escolaridad de éstas, así como el incremento de su presencia en espacios laborales y
de toma de decisiones, son sin duda, un avance. En términos académicos, existe un mayor
reconocimiento de los estudios de género y feministas y en políticas públicas la igualdad
entre hombres y mujeres y la transversalización de la perspectiva de género han venido
ganando terreno. Para tener una idea rápida sobre los avances en la situación de las mujeres
basta con identificar las distintas oportunidades y posibilidades que tenían nuestras abuelas
y madres y compararlas con las que tienen las mujeres jóvenes hoy en día, esto es le
debemos al feminismo.
Pese a estos avances todavía quedan temas pendientes de abordar en los espacios
deliberativos y de opinión para que terminen de identificarse otras problemáticas que
vivimos las mujeres y que se deriven propuestas y medidas que nos permitan promover los
cambios que necesitamos. Sobre todo, urge un cambio cultural que lleve a cuestionar y
desnormalizar situaciones que nos hemos acostumbrado a ver como cotidianas, que
pensamos que “siempre ha sido” o que “tienen que ser así” o en donde la perspectiva más
común es la de culpabilizar, doblevictimizar y pasar por alto a las mujeres.

Situaciones que ejemplifican lo anterior, es que


nuestro máximo órgano jurídico se niega a revisar la penalización del aborto mas allá de
las tres causales , normativa que ha provocado el encarcelamiento
de mujeres indígenas que han sufrido un aborto espontáneo, la maternidad forzosa de
jóvenes y niñas que no se determina han sido víctimas de abuso sexual, y que se sigue
condenando a mujeres que optan por interrumpir su embarazo a hacerlo en sitios
clandestinos poniendo en riesgo su vida, salud y libertad. Otro problema que no ha sido
debidamente atendido es el de la violencia obstétrica que padecen miles de mujeres a
quienes en les han inducido a practicarse cesáreas innecesarias, que son maltratadas por
personal médico durante el parto, o a quienes se les niega atención por ser pobres o ser
indígenas y terminan por dar a luz en el patio de una clínica de salud.

Aunque los ejemplos arriba mencionados son mas bien chilenos , estas situaciones y otras
ocurren en todo el mundo. Hace unos días una nota periodística indicaba las molestias e
infecciones que han experimentado mujeres desplazadas en campos de refugiados al
carecer de instalaciones adecuadas para gestionar una higiene adecuada durante su periodo
menstrual. La nota se titulaba “la menstruación, la gran olvidada en las intervenciones
humanitarias.” En realidad lo que se olvida no es la menstruación –solamente- sino a las
mujeres, las particularidades de sus cuerpos y sus necesidades.

La selección de problemas numerados arriba no es azarosa, en todos emerge como


categoría central el reconocimiento de las diferencias y de las experiencias corporales de las
mujeres. Un análisis con perspectiva de género tendría que abordar el cuerpo desde dos
vertientes: desde una lectura externa que dé cuenta de los discursos sociales que narran los
cuerpos de las mujeres y que inciden sobre él a través de la política, la moral, las
creencias, la socialización y las prácticas cotidianas y por otro lado, desde la manera cómo
nosotras mismas lo vivimos y nos lo apropiamos/ negociamos/ oponemos o confrontamos
desde nuestra propia perspectiva y praxis. Hablar sobre el cuerpo nos lleva de manera
natural a abordar el sexo y la sexualidad de los cuerpos de mujeres, ámbitos centrales de la
reflexión feminista, pero también implica que el feminismo debe entender la manera en la
que habitamos el cuerpo nuestro principal campo de acción política. La calle es nuestra,
cuando somos capaces de dislocar la mirada del orden dominante, esa posibilidad se juega
mas allá de ganadas jurídicas o institucionales, pues se trata de desmantelar los
componentes estructurales en los que sostiene la violencia de genero y comprenderlo
sociopoliticamnete a través de las lecturas sociales que los sustentan y que se incriben en
nuestros cuerpos.

La pregunta que sigue sería algo así : ¿cuáles son las lecturas sociales que se inscriben en el
cuerpo de las mujeres? Dado que el género es un producto cultural, está determinado por el
momento histórico y la sociedad que lo genera. Echemos un vistazo a algunas de las
construcciones vigentes en la sociedad occidental sobre el cuerpo femenino en donde
hemos seleccionado algunos aspectos que destacan por su crudeza: los feminicidios, la
violación, la prostitución y las exigencias actuales sobre belleza y juventud. Por supuesto,
estos aspectos no agotan por completo los discursos y lecturas sobre los cuerpos de las
mujeres, pero sí forman parte de las representaciones vigentes en el espacio geográfico que
habitamos.

En Latinoamerica, los últimos datos nos indican que cada día son asesinadas doce mujeres
¿cómo leer este asesinato y abuso que en nuestro territorio ocurre con alarmante impunidad
y en números crecientes? ¿Por qué se asesina a las mujeres? Rita Segato (2013) al analizar
la ola de feminicidios ocurridos en Ciudad Juárez nos dice que los cuerpos vejados,
destrozados y torturados de mujeres fueron los medios por los cuáles poderosos mafiosos
trataban de demostraban que eran dueños de ese espacio territorial. El asesinato de las
mujeres no tenía que ver con ellas como individuos, sino con ellas por ser mujeres y ser
tener un cierto perfil, que las constituía víctimas necesarias para que éstos se afirmen en un
diálogo que tiene como interlocutores a otros hombres: sus pares. Así estos asesinos a
través de la violencia física y sexual infringida a las mujeres hablaban a sus contrincantes,
aliados, a los familiares, a las autoridades para dejarles claros sus recursos, redes y poder.

Mas allá que lo descrito por Segato se situe en ciudad Juarez, la exposición del cuerpo
femenino se corresponde con la espectacularizacion de los medios de prensa oficial en
Chile u otros lugares de Latinoamerica, de lo que se trata es de entender que la lengua del
feminicidio utiliza el significante cuerpo femenino para indicar la posición de lo que puede
ser sacrificado en aras de un bien mayor, de un bien colectivo, como es la constitución de
una fratría mafiosa. El cuerpo de las mujeres es el índice por excelencia de la posición de
quien rinde tributo, de víctima cuyo sacrificio y consumición podrán más fácilmente ser
absorbidos y naturalizados por la comunidad (ibid.., 34)

Ante esta violencia descarnada y desde la imposibilidad que produce la impunidad de y el


anonimato de los agresores, las víctimas terminaron por transformarse, en el ideario de
autoridades y de la opinión pública en las culpables de su propia tragedia. Se volvieron
así mentirosas, prostitutas, fiesteras, adictas.

Pero la violencia física y sexual no sólo lastima y vuelve culpables a las mujeres que
la padecen, sino que tiene implicaciones severas para todas. La violencia sexual que se
ejerce contra algunas mujeres actúa como un “sistema de control que afecta el
comportamiento cotidiano de todas las mujeres” ( De Miguel 2015, 46). Como explica Ana
de Miguel, el miedo a sufrir una agresión sexual induce a las mujeres a ejercer un control
riguroso sobre sus acciones, movimientos y vestimenta en el espacio público, de modo que
se transforma en un instrumento eficaz para producir terror en los cuerpos de las mujeres y
para culpabilizarlas cuando son víctimas de una violación (2015, 46-47). De esta manera la
socialización de las niñas y jóvenes implica inculcar “dosis de miedo en el cuerpo”, en
donde sus progenitores le repiten constantemente que hay amenazas que se ciernen
constantemente sobre ellas y que las conduce a estar en una situación de miedo constante
de otros hombres conocidos o desconocidos quienes mediante el engaño o la violencia
pueden abusar de ellas (ibíd., 47-48). Es de esta maneras que las familias perpetuan la idea
de que somos nosotras, las principales responsables de la seguridad de nuestros cuerpos, al
tiempo que anula la posibilidad de que sea la sociedad en su conjunto quien garantice las
libertades sexuales de las mujeres.

Otro ámbito de esta violencia que se ejerce contra las mujeres tiene que ver con los
cuerpos de mujeres que se exponen en la industria de la moda, del cine, la publicidad y en
la pornográfica para su alquiler o venta con fines sexuales. La prostitución entendida como
una práctica mediante la cual los “varones se garantizar el acceso a los cuerpos de las
mujeres” (ibíd..., 48) lejos de desaparecer se ha intensificado, posibilitando que hoy el
tráfico de niñas y mujeres se posicione como el tercer negocio más lucrativo en el mundo.
Los clientes de estos espacios, en donde las mujeres arriesgan sus vidas y sufren malos
tratos, suelen ser hombres casados y padres de familia, aunque la población de jóvenes
“clientes” va en aumento. Baste recordar la práctica ampliamente aceptada en
Latinoamerica de que los varones jóvenes celebren su mayoría de edad en un burdel como
parte de su rito de iniciación a la adultez.

En su análisis sobre El neoliberalismo sexual, Ana de Miguel llama la atención al


recalcar que la práctica de la prostitución refuerza la concepción de las niñas y mujeres
como cuerpos y trozos de cuerpos que están a disposición, en donde no hay un deseo de
estas mujeres hacia los hombres y en donde éstos no llegan a preguntarse siquiera cómo o
por qué ellas están en estos espacios, ocupando esos lugares .

Las relaciones de dominación se inscriben en el cuerpo de las mujeres jóvenes


mediante el hambre, desde el dolor y enfermedad que acompañan los desórdenes
alimenticios, resultado de la pérdida de autoestima, de control sobre sus vidas, pero también
de los estereotipos que se ofrecen en la moda y en la televisión: la delgadez como norma
universal (Irun 2005). La misma imposición se presenta con la juventud y con la exigencia
de “remodelar” los cuerpos, en donde la belleza se vende como la receta para mejorar la
vida, la profesión y las relaciones (López 2005).

La reflexión y el análisis sobre el cuerpo desde la perspectiva feminista tiene sus raíces en
la problematización de la sexualización de los cuerpos, de donde se que la concepción de
sobre el cuerpo es un terreno político para trasceelnder la construcción social de las normas
que lo oprimen. Porque ¿Qué podría ser más político que el propio cuerpo para las mujeres
que han sido expropiadas del derecho a decidir sobre sus cuerpos y por tanto sobre sí
mismas?

2. Recuperando las categorías de sexo , raza y clase,


Para continuar , nos interesa explicitar que la practica d
el feminismo debe considerar los problemas que nos articulan, mas allá de la petición
expresa de una demanda o la ganada concreta de un derecho garantizado intitucionalmete,
de lo que se trata es de explicitar las manera en que es patriarcado articula las relaciones
sociales y de como el orden jurídico refuerza el estado de dominación y opresión hacia las
mujeres al no contar con una perspectiva de genero que garantice nuestras libertades
sexuales. De ahí que , desde Nueva Democracia, nos interese la practica de un feminismo
Decolonial

aquí voy a tomarme y parasitar del texto Porque es necesario un feminismo decolonial , que
está en el drive que me mandaste y quiero abordar aspectos ideológicos mas duros ,
mientras que el punto uno es mas un ejercicio practico de visibilizacion .

3,-Desafios Militantes

Desde esta mirada, es necesario reconocer que el escenario del feminismo en chile es
diverso, una mixticidad de miradas y posiciones que algunas no comulgan entre sí, y desde
ahí nuestros desafíos:
Es necesario que las feministas militantes retomemos el carácter político ideológico,
transversalizando el debate y sacando la imagen de las políticas de género como practicas
feministas, es necesario potenciar los liderazgos feministas y construir estructuras
orgánicas, más allá de lo partidario, que logren hacer carne una mirada interseccional y de
colonial de las formas de organización.
Las últimas movilizaciones feministas nos dejan como lecciones a las feministas militantes
el generar espacios de coordinación y participación de la mayor cantidad de sujet-s,
potenciando la diversidad de miradas hacia las demandas existentes, entendiendo que hoy
es necesario profundizar políticamente la mirada y al mismo tiempo, expandir las fronteras
hacia distintos espacios que hoy, las organizaciones feministas no han logrado articular.
De esta forma se vuelve un desafío generar espacios sociales legitimados que cuenten con
una orgánica clara y que permita legitimar la organización como materia crucial para el
avance de las demandas en distintos aspectos, y que al mismo tiempo aglutine voluntades
políticas y sociales para los desafíos auto impuestos.
Trasnversalizacion del Feminismo, vocaciones feministas, potenciar el liderazgo de
mujeres y garantizar el acceso de ellas a espacios de deliberacion política ( lugares
adecuados para recibir niños, por ejemplo)
Dejar a un lado los cursos de sensibilización, e implementar formación política feminista
rigurosa y obligatoria.
Construir organización feministas en los distintos territorios , revindicar los espacios que
son levantados por ellas , de manera de facilitar el cambio espistemologico necesario para
una nuevas praxis política para y desde el feminismo.
NO SE QUE MAS PODRIA SER, AHÍ TE PLICAI TU.
CREO QUE ESTO DEBIESE IR EN EL POWER POINT , PERO METELE MANO A LO
QUE QUIERAS…

Luchas indígenas y feminismo comunitario


La lucha de los movimientos indígenas en la defensa de sus territorios es hoy a vida o
muerte, los territorios de las comunidades y pueblos indígenas están en el ojo del huracán
de los conflictos ambientales que se dan hoy en Abya Yala
La novedad principal en este contexto la constituye la emergencia del feminismo
comunitario, que desde diferentes expresiones y matices, nombrándose o sin nombrarse
como tal, vincula la lucha por el territorio y el “territorio” cuerpo; reivindica al mismo
tiempo el feminismo y las cosmovisiones indígenas; los derechos individuales como
mujeres y los derechos colectivos como pueblos originarios; denunciando también los
patriarcados, tanto el colonial como el originario, no solamente por una cuestión de análisis
histórico, sino por su pervivencia y sus consecuencias actuales. El feminismo comunitario
se situaría más bien en la corriente de los feminismos postcoloniales, en el reconocimiento
y la solidaridad con el feminismo occidental, pero, al mismo tiempo, en la reivindicación de
una vivencia autónoma y propia de sus aspiraciones emancipadoras.

La territorialización del capital y el despojo que representa se ha concretado a través de


políticas públicas de los estados centrales. Las poblaciones más excluidas históricamente
han visto cómo sus territorios eran destruidos, los ciclos de la vida alterados haciéndolos
inviables. Sociedades que ven su reproducción como tal limitada. Los circuitos del capital
fluyen y succionan en el mismo sentido que los cuerpos migran desposeídos. Pero a la vez
hay resistencias que se multiplican, en la vida diaria, en protestas frente a los estados, en
acciones contra el capital. La estructura patriarcal impone que quienes tienen menos que
ganar con los cambios son los cuerpos más oprimidos en la jerarquía de poder, las mujeres
de las clases bajas. A cada ciclo de despojo capitalista, las violencias específicas sobre las
mujeres se multiplican. En toda América Latina se han concretado en las últimas décadas
movimientos de mujeres que cuestionan esta lógica extractivista, que ante la desarticulación
de los movimientos sociales históricos han dado un paso adelante.
En el caso de Centroamérica se han generado movimientos de mujeres contra las mega
infraestructuras asociadas al Plan Puebla-Panamá, las vías y las hidroeléctricas asociadas a
la explotación minera, con una fuerte criminalización y una violencia creciente, que ha
llegado hasta el asesinato en Honduras de la activista Berta Cáceres del Consejo Cívico de
Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). En Guatemala fue
emblemático el caso de las ocho mujeres indígenas perseguidas por Unión Fenosa, o la
lucha de las mujeres xinkas en resistencia contra la minería en la montaña de Xalapán. En
el caso mexicano, Chiapas emerge como un territorio de resistencia, donde en el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tiene un creciente protagonismo político de las
mujeres, se suceden encuentros de mujeres en defensa de su territorio, que comienza en sus
cuerpos. Ecuador ha vivido en los últimos años manifestaciones de mujeres indígenas en
contra fundamentalmente de la explotación petrolera, con marchas desde la Amazonía hasta
la capital, con articulaciones inter-étnicas centradas en frenar el avance de proyectos
extractivos. Perú cuenta con fuertes organizaciones como FEMUCARINAP que unen la
lucha contra la minería y el patriarcado. En Bolivia la Red Nacional de Mujeres en Defensa
de la Madre Tierra han comenzado a alzar su voz contra el extractivismo minero, y Mujeres
Creando se han convertido en un icono respecto al combate contra un estado patriarcal, en
relación del avance capitalista y la criminalización de los cuerpos de las mujeres
combativas. En Uruguay las organizaciones campesinas de mujeres se están levantando
contra el modelo soyero que lleva al despojo de tierras y el empobrecimiento. En Brasil el
Movimento de Mulheres Camponesas se ha convertido en un referente de la Vía
Campesina, anudando el papel de las mujeres a la lucha por la tierra, globalizando las
alianzas a lo largo de la región y del mundo.
En los territorios urbanos, la crisis de la reproducción de la vida implica estrategias de
supervivencia que colocan a las mujeres en el cuidado cotidiano, en una sobrecarga de
trabajo diario, en medio de una multiplicidad de violencias de estos espacios de
aglomeración. Pese al incremento de las políticas sociales en estos años, las estructuras de
poder, de clase, patriarcales, raciales, no se han visto alteradas. Las ciudades continúan
siendo el espacio de segregación más absoluto, en especial las grandes urbes
latinoamericanas. No se puede observar el proceso de despojo vinculado a megaproyectos
extractivos sin ver el anverso de los espacios urbanos, cada vez más poblados, con una
crisis cada vez mayor de la vida en los mismos. En los últimos años, las contrarreformas
agrarias y la profundización de la liberalización del agro pese a los discursos
revolucionarios, han seguido sumando población urbana pauperizada procedente del
campo, mayoritariamente mujeres que también huyen de violencias patriarcales.
Migraciones que no se quedan únicamente en la escala latinoamericana, sino que se
desplazan a los centros del capitalismo en Estados Unidos, en Europa, donde la crisis de los
cuidados demanda cada vez más mano de obra barata femenina con la que paliarla, a través
del expolio de los afectos, cuerpos que cuidarán los cuerpos de quienes les explotan.

Las políticas públicas han generado un despojo de manera ampliada. Megaproyectos


extractivos, espacios urbanos segregados y violencias contra los cuerpos de las mujeres se
entretejen en distintas escalas: globales, nacionales, locales, comunitarias, íntimas y
corporales. La subsunción de los territorios y de los cuerpos al capital trasnacional ha
encontrado en la fase de los gobiernos progresistas en América Latina una explosión ligada
al auge de las materias primas. Las resistencias unen de forma creciente la lucha contra la
violencia capitalista, patriarcal y colonial, generando nuevos sujetos políticos. La respuesta
a la agresión ha cambiado de forma, de protagonistas, en cada territorio-cuerpo con
particularidades específicas.
. De allí que la expropiación de los territorios suponga, entre otras cosas, la expropiación de
los medios de vida y, por tanto, de las formas en que emerge y se recrean las formas de
vida. Uno de los aspectos destacables de esta perspectiva es la visualización de una serie de
sentimientos y emociones como prefigurativos de acciones de resistencia y sentimientos de
esperanza o utopía. Por ejemplo, Mirna Navarro y Oliver Hernández (2010) señalan: “Es en
la experiencia del sufrimiento y negatividad, producida de manera antagónica por el capital,
donde el cuerpo entendido en términos fenomenológicos implica el terreno más propicio
para la articulación de los distintos NO´s al proceso de reificación y despojo” (mayúscula
en el texto) (Navarro Trujillo & Hernández Lara, 2010, pág. 83).
Es necesario subrayar que los procesos de despojo y violencia han estado configurados por
jerarquías raciales y de género que siguen prevaleciendo en nuestras sociedades. Esta
embestida de violencia y despojo de los territorios afecta los cuerpos de las mujeres
directamente. Parafraseando a Rita Segato (2008), la extrema violencia utiliza los cuerpos
de las mujeres como parte de la “apropiación” de los territorios, puesto que indica la
posesión de lo que puede ser sacrificado en “aras” del control territorial. Silvia Federicci
(2004) muestra cómo la acumulación originaria se benefició (beneficia) de la explotación
del cuerpo de las mujeres para la acumulación. Hernández Castillo (2014:81 citando a
Andrea Smith: 2005), argumenta “cómo se ha dado la construcción del cuerpo de la mujer
indígena como territorio y ha sido parte de la etimología del lenguaje de la colonización
desde sus orígenes”.

La carga de significados que tiene el cuerpo de las mujeres como territorios en disputa,
lugares controlables y epicentro del honor masculino debe ser desestructurada, para que las
mujeres logremos vivir sin menos violencia en nuestros cuerpos y territorios.
“entender la vida con el cuerpo, puesto que es hacer carne a la forma en que vivimos, ello
implica la apropiación del mundo exterior, ya sea como sentido de vida o como su
medio” Lisset Coba 2015

Hernández Castillo Rosalva Aída. (2014). “Algunos aprendizajes en el díficil reto de


descolonizar el
feminismo”, en: Más allá del feminismo caminos para andar. Millán Margara
(coordinadora). Creative
Commons. México. Pp. 183- 212.
Hernández Castillo Rosalva Aída. (2014). “Cuerpos femeninos, violencia y acumulación
por
desposesión”, en: Des/POSESIÓN: Género, Territorio y luchas por la autodterminación

“Todos los movimientos son incompletos y, por tanto, pueden ser enriquecidos por el
diálogo y la confrontación con otros movimientos”
Boaventura de Sousa Santos

Reconoce la interrelación entre capitalismo, heteropatriarcado y colonialidad que impacta


en las mujeres; menciona que la forma de sustentar la vida ha sido resuelta con la
explotación del trabajo de las mujeres, en favor de la acumulación de los mercados
capitalistas y no para las necesidades de la vida, y manifiesta que la defensa de los cuerpos
de las mujeres como sujetos portadores de derechos y la defensa de los territoritos como
espacio de vida material, cultural, histórica y simbólica, es una lucha central en los
feminismos de América Latina y el Caribe. En palabras de las jóvenes feministas asistentes
al encuentro: “El patriarcado le hace a nuestros cuerpos lo que las economías extractivistas
y capitalistas le hacen a nuestros territorios”.

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