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EL CERTAMEN DE LOS PLATEROS EN LOOR DE LA INMACULADA

CONCEPCIÓN EN 1614

Bruno Álvarez Flores

INTRODUCCIÓN

Fueron cientos las manifestaciones en las que se quiso retratar a la Inmaculada: cuadros,

esculturas, poemas, templos, misas, representaciones…

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

En los primeros siglos en los que al cristianismo se establece en Roma surgió una

duda que causó polémica acerca de la pureza de la virgen María: ¿fue concebida en culpa?,

y de serlo así, ¿cómo puede ser María un instrumento perfecto para llevar al cabo la

encarnación habiendo sido concebida maculadamente?

Tenía que ser pura en todos los sentidos, ya que para los teólogos católicos era

inconcebible que el ser más perfecto de todos haya sido gestado en el vientre de una mujer

común y corriente, una pecadora. Es por eso que se comenzó a establecer el culto del

dogma de la Inmaculada Concepción, para poder proteger la imagen de Cristo.

Tardará más de un milenio1 para que se funde el dogma cuando el Papa Pio IX

publique la bula Ineffabilis Deus (1854) y entonces la Inmaculada Concepción será una

verdad irrefutable.

1 No se sabe con exactitud cuándo fue que comienza el dogma de la Inmaculada Concepción a constituirse
en la fe cristiana; sin embargo, se tienen registros de pinturas donde ya aparece la Inmaculada Concepción
en el siglo VII en las iglesias orientales. (Stratton: 1998)
Ahora, para poder entender mejor la polémica debemos preguntarnos: ¿qué es un

dogma? Ludwig Ott lo define como “la inmediata revelación de determinada verdad por

Dios, explícita o implícitamente, que se encuentra en la fuentes directas de la revelación, ya

sea en las Sagradas Escrituras o en la tradición; y que se propuesta por el magisterio

eclesiástico, ya sea por definición del Papa, de un concilio o por todo el magisterio de la

iglesia” y también como “una verdad [que…] aun cuando se contenga mediata o

virtualmente en las fuentes de revelación, es decir, cuando pueda ser deducida de una

verdad revelada con ayuda de otra verdad de razón natural” (1996: 30-31). En el caso de la

Inmaculada Concepción, como se mencionó anteriormente, comenzase a tratar como

dogma a través de la deducción para proteger la imagen del hijo de Dios, ya que ni en los

libros canónicos ni en los apócrifos se menciona que María es exenta del pecado carnal de

la concepción. Háyanse en las escrituras que la virgen era una muchacha sencilla, bella,

piadosa, en fin, virtuosa quien en su vida no cometió pecado alguno por decisión propia, es

decir, que jamás realizó un acto delictivo, deshonrante o vulgar, así como tampoco tuvo

pensamientos pecaminosos ni ideas obscenas; no obstante, no se encuentra respaldo que

valide el dogma en las escritura y entonces uno infiere que la virgen nació como todos los

demás seres humanos de esa época. Fue hasta el siglo XIII que los teólogos realmente se

concentraron en este problema cuya resolución no sería tan sencilla como el deducir que

María fue concebida inmaculada porque Dios vio en que ella podía servir como un

instrumento perfecto para encarnar a Cristo, ya que, a su vez, ella habría sido gesta en el

vientre de una mujer común quien de igual forma nació en pecado y así sucesivamente; esto

significa crear todo un linaje de mujeres totalmente puras hasta llegar a Eva quien pecó al

desobedecer a Dios en el paraíso y al reproducirse con Adán. Como podemos observar,

caería en contradicción.
Al pasar el tiempo (más de mil años) se puede justificar el establecimiento de dicha

creencia como el cuarto dogma de la fe católica, puesto que se convirtió en una creencia

popular a la que, incluso, se le estableció una fecha fija para conmemorar: 8 de diciembre.

EL SERMÓN DE UN FRAILE DOMINICO

La polémica entre cardenales y teólogos sobre la Inmaculada Concepción aparece

en el siglo XIII. En esta disputa se reconocen dos posturas en las que se organizaban las

diferentes órdenes cristianas: “los inmaculados”, donde se inscribían aquellos que seguían

la doctrina de Duns Escoto2, principalmente los franciscanos y los agustinos; y “los

maculados” quienes respaldaban la postura de santo Tomás de Aquino3, esencialmente los

dominicos.

A pesar del debate, el pueblo español seguía conmemorando a la Inmaculada, tanto

en la península como en las colonias. En estas celebraciones era común que hubiera

desfiles, representaciones teatrales, concursos de poesía, música, danzas, corridas de toros,

juegos, disfraces, banderas; participaban cuatro cuadrillas: cirujanos y barberos,

mercenarios, mercaderes de seda, religiosos mercedarios, sederos y gorreros y los plateros.

En 1613 comenzó un gran alboroto respecto a la disputa por un sermón que un

padre4 Sevilla de la orden de dominico del convento Regina Angelorum se expresó de una

manera despectiva de Joaquín y Ana, lo que encendió la polémica en el resto de España y

en las colonias. Es de este escándalo que muchos inmaculistas decidieron hacer

apologéticas, poemas (sonetos, glosas, décimas…), sermones y discursos en defesa del

misterio, además de que se añadieron a este catálogo folletos de las fiestas religiosas y

2 “Supone que María fue exceptuada, sólo ella, del pecado original” (Tenorio: 2012)
3 “Sostiene que, como todo mortal, María fue concebida en pecado original” (Ibid)
4 Según Pablo Espinoza pudo tratarse de Cristóbal de Torres o Domingo Molina. No se sabe con exactitud.
profanas que se celebraron en diferentes partes. Tardaron varios años para que se superase

este tema, bueno, en 1616 Juan de Roelas elabora un cuadro donde se muestra al religioso

dominico y a la Inmaculada en la parte superior que anuncia y defiende el misterio (Sanz:

1995).

Para 1617 el Papa Paulo V emite la bula Sanctissimus Dominus Noster en donde

ordena que nadie disputara en público sobre la Inmaculada lo que hizo que el fervor de las

posturas maculista e inmaculista creciera.

EL CERTAMEN DE LOS PLATEROS

La noticia del sermón del fraile sevillano llegó hasta el continente americano, donde

yacían diferentes organizaciones religiosas que también se incluyeron en la disputa.

En 1618, en las fiestas de la Inmaculada, el régimen de los plateros organiza un

certamen poético en donde los concursantes debían dar una interpretación de la alegoría de

la virgen (“la pureza y brillo de la plata”) para presentarlos en el levantamiento del

monumento de plata que este gremio tenía preparado. De estos poemas no se tiene prueba,

a excepción de unos poemas del archivo inquisitorial. Un poema que Francisco Bramón

incluye en Los Sirgueros de la Virgen sin original pecado (1620), las composiciones

rescatadas por la inquisición y los sonetos de la controversia 5 es lo único que se tiene

registrado sobre aquel certamen.

LOS JILGUEROS DE LA VIRGEN

5 Sonetos que acometen al fraile sevillano y sus respuestas.


Poco se puede decir de los sonetos de la controversia y de los poemas recuperados

por la inquisición. De estos no hay más que los estudios que hace Martha Lilia Tenorio en

su antología Poesía hipanoamericana

CONCLUSIONES
Bibliografía

Tenorio, Martha Lilia. Poesía novohispana: antología. Tomo 1. COLMEX. México,

D.F. 2010.

Méndez Plancarte, Alfonso. Poetas novohispanos: primer siglo (1521-1621).

UNAM. México. 1964.

Bramón, Francisco. Los sigueros de la virgen [1620]. UNAM. México. 1994.

Íñigo Silva, Andrés. Los sonetos derivados de las predicaciones que en 1618

acompañaron a la fiesta de la Inmaculada Concepción y sus respuestas. Propuesta de

edición crítica. Tesis de pregrado. UNAM. México. 2012.

Sanz Serrano, María Jesús. “El problema de la Inmaculada Concepción en la

segunda década del siglo XVII. Festejos y máscaras. El papel de los plateros” en

Laboratorio del arte: Revista del departamento de historia del arte. No. 8. 1995. pp. 73-

101.

Stratton, Suzanne. “La Inmaculada Concepción en el arte español” en Revista

virtual de la fundación universitaria española. Cuadernos de arte e iconografía. Tomo 1-2.

1998. [Recuperado de http://www.fuesp.com/pdfs_revistas/cai/2/cai-2-1.pdf (revisado

25/05/16)].

Ott, Ludwig. Manual de teología dogmática. Herder. Barcelona. 1966.

Espinosa de los Monteros, Pablo. Segunda parte de la historia de las grandezas de

la ciudad de Sevilla. Sevilla. 1630.

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