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ROJAS

Escrita Por: Laura Calderón

En algunos períodos del 2018, cuando la obra se quiso dejar escribir.

Ramón: 20-27 años, hijo de Remedios y Joaquín.

Manuel: 24 años, hijo de Remedios y Joaquín.

Josefina: 23 años, hija de Remedios y Joaquín.

Remedios: 27 años, mamá de Ramón, Manuel y Josefina.

Joaquín Rojas: 30- 44 años, papá de Ramón, Manuel y Josefina.

Elvira: 49 años, mamá de Remedios.

Isabelano: 52 años, papá de Remedios.

Clara: 20- 47 años Hermana de Remedios.

Ramón pequeño: 8 años.

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Acto I

Escena I

Entra Remedios al escenario, a continuación se sienta en una mecedora, coge un hilo y una

aguja, comienza a coser una camisa blanca.

Silencio.

Remedios: Son tan grandes las penas que cargamos algunos en estos tiempos de cólera,

que los umbrales de dolor carecen de un sentido propio. Hoy me pregunté a mi misma si

estaba viva, si algún respiro se asomaba por mi pecho, por si mi corazón latía.

Marginada por la sombra de un pasado tormentoso, despojada de un refugio, llena de

lamentos. De mis hombros cuelga un peso marginal que me cohíbe.

Obligada a abandonar mí sangre, sin techo, sin cama, sin derecho al calor humano. Me

siento déspota de una red de artificios viscerales. Mi carne es efímera, corrompida por el

tiempo, violentada por la ley del olvido, desgraciada por tus faltas.

Ni todos los santos que colgaban de mi cuello pudieron protegerme

¿Me miras? ¡Te burlas!, ¡Quita esa sonrisa de tu rostro! Harta estoy de tus habladurías, voz

de caramelo, palabra insensata. A oídos sordos caí yo en tu frío regazo.

No me duela mi frío ser, ni mi carne que se descompone bajo tierra. Me hieran tus

promesas rotas, tus pensamientos traicioneros, me duela el peso de tu amor maldito.

¿Estoy? ¿Existo? ¿O no soy más que un recuerdo tuyo?

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Escena II

Año de 1954, Ramón pequeño se encuentra jugando con un carro de juguete, es

acompañado por su abuela Elvira que se encuentra sentada a su lado en una mecedora,

Elvira teje una bufanda mientras Ramón juega. En el fondo se puede oír levente una

melodía acústica de guitarra, que va desapareciendo paulatinamente.

Ramón: ¿Mamá?…. ¿Cómo es vivir en Venezuela?

Elvira: ¿Por qué quiere saber eso mijo?

Ramón: Pues como mis papas viven allá.

Elvira: En Venezuela hay más oportunidades que acá.

Ramón: ¿Cuándo va a venir mi mamá?

Elvira: No sé.

Ramón: Quiero que me traiga muchas cosas, juguetes…carros.

Elvira: Le van a traer de todo, ¡Espérese y vera!

Ramón continúa jugando con sus camiones, imita el ruido de carros.

Ramón: ¿Abuela en Venezuela hay carros?

Elvira: Claro, si hay en este pueblo remoto, debe haber en allá.

Ramón: Cuando me vaya a vivir a Venezuela; ¿Usted se va a ir conmigo?

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Elvira: Yo me tengo que quedar en la finca con su abuelo.

Ramón: Voy a extrañar sus cuajadas.

Elvira: Yo voy a rezar todos los días por usted, lo voy a encomendar a la virgencita.

Ramón: En Venezuela nadie sabe hacer cuajadas como las suyas.

Elvira: Pero si en Venezuela comen mucha arepa, ¡Esa hasta es mejor!

En ese momento aparece Isabelano, trae el machete colgado en la espalda, sus botas llenas

de barro ensucian la casa. Elvira se levanta de la mecedora.

Elvira: (A Isabelano) ¿Se mojó mucho? Venga, quítese esas botas, se va a enfermar.

Isabelano: Pues como usted no hace más que estar al lado de ese mugre (señala a Ramón)

ya se le olvidó que tenía un esposo que atender.

Elvira: ¿Quiere algo caliente para el frío?

Isabelano: ¿No es acaso lógico? ¿Por qué no me tiene nada listo? Usted sí que no puede ser

más inútil.

Elvira: Yo no sabía cuándo iba a regresar y como a veces usted quiere una cosa y luego

quiere otra, yo no me puse a asumir nada. Con Ramoncito decidimos esperarlo.

Isabelano: ¡Deje de ponerle tanta atención a ese pendejo y atienda a su esposo!

Elvira: Si quiere…le hago un agua de panela.

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Isabelano: ¡Hágalo entonces! ¡No me pregunte! Silencio Usted debería poner a ese niño a

que me ayude en la finca.

Elvira: Está muy chiquito.

Isabelano: ¡Deje de mimarlo tanto! ¡Va a salir volteado!

Elvira: No diga esas cosas, ¡Dios nos libre!

Isabelano: Si ese niño va vivir en la casa ¡Qué trabaje y se gane el pan!

Elvira: Él se va a dedicar al estudio, cuando cumpla diez lo vamos a mandar a la escuela.

Ramón: Mamá cuando cumpla diez voy a estar en Venezuela.

Isabelano: Usted si es bien pendejo, por usted no van a volver, a usted le tocó quedarse acá

en el campo.

Elvira: No le diga esas cosas.

Ramón: Abuelo mi papá me va a venir a recoger.

Isabelano: Como si ese muérgano fuera a volver. ¡Ese no vuelve! De usted se olvidaron

mijito.

Elvira: Venga más bien le preparo el agua de panela.

En ese momento alguien golpea a la puerta.

Elvira: ¿Quién será a esta hora?

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Isabelano: Eso debe ser la pendeja de Clara que se quedó por fuera.

Elvira: Clarita está en el cuarto.

Vuelven a golpear la puerta.

Elvira: Ramoncito vaya y abra.

Ramón agarra su carro de juguete, se acerca a la puerta y abre.

Ramón: ¡Papá! (Suelta su carro de juguete)

Isabelano le muestra el machete a Joaquín.

Isabelano: ¿Usted que hace acá miserable?

Elvira: Isabelano no vaya a cometer una locura. ¡Guarde esa cosa!

Isabelano: ¡Venga y arreglamos las cosas como hombres!

Joaquín: No se preocupe doña Elvira yo hablo con don Isabelano. A Isabelano Vine por mi

hijo don Isabelano.

Isabelano: ¿Se va a llevar al toche de una vez por todas? ¿Nos va a dejar de fastidiar?

Joaquín: Sí señor.

Isabelano guarda el machete

Elvira: Joaquín venga siga. Está todo mojado.

Isabelano: ¿Dónde está mi hija?

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Joaquín: Déjeme pasar y le explico.

Elvira: Mijo guarde esa cosa, mire que Joaquín viene de muy lejos.

Joaquín: Tranquilo don Isabelano.

Isabelano deja el machete a un lado.

Joaquín: Ya nos pudimos establecer en Venezuela, me voy a llevar a Ramón.

Isabelano: No me respondió, ¿Dónde está mi hija?

Joaquín: Josefina y Manuel están muy pequeños, no los podíamos traer y menos dejarlos.

Se quedó con ellos.

Isabelano: Usted sí que es bestia, ¡Cómo la va a dejar sola!, le puede pasar algo.

Elvira: Joaquín tiene razón, los niños están muy pequeños para traerlos.

Isabelano: ¡Cómo la va a dejar sola!, ¡Remedios es una niña!

Elvira: Mijo ella ya es una mujer casada y con hijos.

Isabelano: Muy pendejo yo que permití que se fuera con usted.

Elvira: Adonde el corazón se inclina, el pie camina.

Joaquín: Usted sabe que yo quiero a Remedios como a nada en esta vida don Isabelano,

nunca haría algo que la perjudicara.

Isabelano retrocede.

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Isabelano: ¡No parece!

Joaquín: Ramón recoja sus cosas, su ropa, sus juguetes, lo que sea que tenga que llevar.

¡Nos vamos ya!

Isabelano: ¡Llévese a ese mugre de una vez por todas!

Ramón: ¿Está triste mamá?

Elvira: ¡Qué voy a estar triste!, Mijo allá la vida es mejor que acá. Yo voy a rezar todos los

días por usted. No se preocupe.

Isabelano: ¡Va a ser tonta! ¡Más bien deme de comer!

Ramón: ¿Mamá nos puede dar cuajadas para el camino?

Elvira: Yo le doy todas las que usted quiera.

Isabelano: Bueno si se van a largar, ¡Lárguense ya!

Joaquín: Doña Elvira muchas gracias por todo.

Isabelano: ¡A mi mujer no se acerque!

Joaquin: No se preocupe que ya nos vamos.

Elvira: No señor, se van mañana, no me ira a sacar al niño así en pleno sereno.

Isabelano: No señora, en esta casa no se quedan. ¡Déjelo que se moje! Eso es pa´ hombres.

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Joaquín: Por el niño don Isabelano, le prometo que mañana temprano nos vamos. No nos

va a volver a ver.

Isabelano: Está bien, solo por el niño. Mañana temprano los quiero fuera de mi casa.

Elvira: No diga esas cosas, Ramoncito sigue siendo nieto suyo.

Isabelano: ¿Nieto?, Ese toche lleva viviendo con nosotros casi un año, me lo quisieron

meter fue de crío.

Joaquín: Con Remedios no hay día en que no pensemos en Ramón.

Isabelano: ¿Entonces pa´que nos encartaron?

Elvira: Nunca fue un encarte, Ramoncito es bienvenido a esta casa las veces que él quiera.

¡Él es un Rojas!

Isabelano: Hijo de un Rojas Bastardo. Eso es lo que es usted Joaquín ¡Un Rojas bastardo!

Silencio

Isabelano: Los únicos Rojas acá somos nosotros.

Elvira: Discusión tan pendeja, Ramoncito es Rojas y punto, más bien camine vamos a

comer.

Joaquín: Usted es un alma de Dios doña Elvira.

Isabelano: ¿También se va a llevar a mi mujer?

Elvira: No diga esas pendejadas y más bien camine.

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La luz se va apagando paulatinamente mientras todos van saliendo de escena. Se escucha

al fondo la voz de Ramón.

Ramón: Yo quiero un chocolate mamá.

Isabelano: Chocolate no hay, usted va a tomar lo que haya.

Elvira: Yo se la preparo mijo, no se preocupe.

Ramón: Papá… ¿Yo también soy un bastardo?

Blackout

Escena III

Oscuridad.

Remedios: Tendría yo unos dieciséis años cuando lo vi por primera vez. Era de esos

hombres que ya no se hacen hoy en día…alto, de una piel que se notaba había estado

expuesta al trabajo bajo el sol, un exquisito color canela, cabellos castaños y rizados,

semblante fuerte, barbilla en alto, espalda ancha. Una figura maravillosa dentro de una

sociedad monótona. Empecé a verle en repetidas ocasiones, que si en la iglesia, en el grupo

de oración, los viernes de mercado. Sí les contara… una vez lo vi en la tienda de doña

Fátima. Como de costumbre estaba yo trayéndole el pan a mi amá. Por supuesto no

esperaba encontrármelo en ese instante… yo estaba toda desarreglada, vuelta nada.

Pero bueno esa vez él me sonrió… nos miramos fijamente a los ojos, casi que ahí puedo

decir que comenzó todo. Lo demás usted lo asume como un cuento de esos que le cuentan a

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los críos para que sueñen bonito, pa’ que las muchachitas se hagan a la idea, de que la

bendición demás grande de nuestro señor cristo es ser esposa y madre. (Pausa) En fin… el

muchacho me hizo caso, me conquistó, nos casamos, nos cambiamos a una casa para los

dos, nos fuimos de Colombia y pues… ¿Qué le digo? A la larga éramos medio felices en

Venezuela.

Escena IV

Entran Ramón y Manuel ya adultos. Entran Vestidos de Negro.

Ramón: ¿Usted se puede llevar al hijo de Josefina para Medellín?

Manuel: Yo con ese chino no me encarto, podrá ser muy hijo de Josefina y todo lo que

usted quiera, pero eso es mejor que se quede con el papá.

Ramón: Es mejor que se quede con nosotros, nos necesita. Yo por ahí escuché que José ya

hasta se consiguió otra mujer.

Manuel: ¡A nosotros qué nos va a importar eso! El pobre tiene derecho a rehacer su vida, al

fin y al cabo ya Josefina muerta quién se lo va a impedir.

Ramón: Yo si me compadezco de ese niño Manuel, eso de vivir en un techo que no es de

uno y con una persona que no es la mamá de uno, vea, eso hace mucho daño.

Manuel: Pero igual tiene al papá, a la larga ni se va a acordar de Josefina.

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Ramón; Yo si le digo Manuel; Lo que yo viví con mi mamá no se lo deseo a nadie, yo me

voy a traer a ese niño. Siento que es un deber, necesito que ese niño tenga la imagen de

Josefina viva, presente.

Manuel: ¿Usted cree que José se lo va a dejar quitar? Mire no sea iluso, ¡Dejé que ese niño

afronte lo que les toca vivir!, A la larga ¿Quién nos impidió a nosotros no tener mamá? Así

pasaron las cosas, aceptarlas y seguir es parte de la vida misma.

Manuel sale. Se queda solo Ramón.

Ramón: Hay días en que me atormento a mí mismo tratando de recordar el rostro de mi

madre. La verdad no lo recuerdo, apenas si tengo un barato y construido recuerdo de su

existencia. Tengo sensaciones encontradas, recuerdo el olor de la comida que preparaba,

pero no me acuerdo de su rostro. Me acuerdo de sus abrazos, de sus caricias. A veces me

sueño con ella, la reconozco, me reconoce en mi adultez, no dice nada. Nunca dice nada,

siempre permanece callada, su rostro lo dice todo.

Entra Clarita

Clarita: Mijo, Manuel me dijo que el niño se iba a quedar con José. ¿Usted lo va a dejar?

Ramón: Tía pues yo honestamente no veo otra opción. No es algo que yo quiera, pero pues

usted sabe cómo es mi situación con Nora en la casa, no tenemos más espacio, con los dos

hijos que tenemos ya es suficiente, no podríamos ni siquiera con uno extra. ¿Por qué no se

lo lleva a vivir con usted a Bucaramanga?

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Clarita: ¿Vivir conmigo?, la superiora no me dejaría. Yo podría velar por el niño desde el

convento, no es mucho lo que le pueda ayudar, pero podría estar yo acá pendiente, más no

podrían vivir conmigo. Silencio. No estoy tan segura de que José sea tan buen papá, me

afana dejar al niño solo con él. Disque ya tiene nueva mujer y todo.

Ramón: Tía anoche me soñé con mi mamá.

Clarita: ¿Usted todavía se acuerda de su mamá?

Ramón: Era de esos sueños en donde uno no ve muy bien la cara de la persona, pero usted

sabe quién es. Silencio. Yo quisiera ir a la tumba de mi mamá.

Clarita: Vayamos nosotros a saber dónde está enterrada su mamá, si nosotros no vivíamos

en Venezuela cuando eso pasó. El único que le puede decir dónde está enterrada su mamá

es su papá, que fue el que la vio morirse, el que no la quiso ayudar, el que se la llevó lejos y

el mismo que los dejo a ustedes botados.

Ramón: Me dijeron que mi papá estaba en San Antonio. Tal vez si yo fuera y lo

convenciera, él me podría decir dónde está.

Clarita: Mire mijo, Silencio Yo pensé que eso ya había quedado superado para usted.

Ustedes nos tuvieron a nosotros. ¿Mejor familia? ¡Vaya usted a saber!, ¿Se imagina?

¿Ustedes viviendo con su papá? ¡Los hubiera criado otra mujer que no es de su familia! Su

abuela y yo cumplimos la función que su mamá no pudo cumplir. Usted no tuvo una sino

dos madres Ramón, ¡Agradezca!

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Ramón: Con el corazón siempre les voy a agradecer, pero ¿Madres mías? ¡Ustedes no son

Tía! Nosotros crecimos sin mamá Tía. Yo sé que usted nos crió y vea: ¡Dios la bendiga

todos los días que le quedan!, ¡Dios bendiga a mi abuela!, pero necesito respuestas. Yo no

me quiero morir sin saber dónde está mi mamá.

Clarita: ¡Usted que va ir a buscar a ese truan! Nada bien le hace a usted. Igualmente ¿Qué

le va a ir a llevar usted a su mamá? Ella ya es polvo, se encuentra al lado del señor, el amor

que ella no le terminó de dar se lo dimos yo y sus abuelos, su verdadera familia. Mijo usted

no necesita de nada más.

Ramón: ¿A usted le gustaría que los hijos de Josefina vivieran sin su recuerdo?

Clarita: No es lo mismo, yo quiero que usted deje de pensar en su papá, en Joaquín Rojas,

no en su mamá.

Ramón: Mi papá es la vía a mi mamá.

Clarita: Para sus restos, no para su memoria.

Ramón: Con Manuel hemos hablado de ir a buscar a mi papá.

Clarita: ¡Qué él los dejó! A él no le importó dejarlos botados mijo.

Ramón: Tía mi papá nos volvió a buscar.

Clarita: Vaya usted a saber, si el nunca volvió. Él se quedó viviendo en Venezuela.

Ramón: Hasta cartas nos mandó. Cartas que en su mayoría ustedes no nos dejaron leer.

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Clarita: ¡Ramón no friegue más! Me duele el alma que no valore lo que hemos hecho por

ustedes.

Ramón: Ustedes nunca nos preguntaron, decidieron por nosotros.

Clarita: ¡Fue por su propio bien!

Ramón: Es una decisión, queremos buscar a mi mamá con Manuel. No voy a discutir más

con usted, por respeto y por amor tía.

Clarita: ¡Juegue con candela que se va a quemar de lo lindo!

Ramón: ¿No quiere ni siquiera saber dónde está enterrada su hermana?

Clarita: Fin de la discusión Ramón.

Sale Clarita. Blackout

Escena V

Isabelano se encuentra en la sala de la casa descansando. En el fondo se puede escuchar

la radio.

Transmisión de Radio: Esta es su Radio Popular Santander, que le informa que en los

últimos meses la migración de compatriotas Colombianos a territorios Venezolanos sube a

medio millón. Las tierras Venezolanas prometen un brillante futuro para nuestros

compatriotas.

Isabelano: ¡Qué tontería! No hay nada como la tierrita de uno.

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Apaga la Radio.

Elvira: Mijo, mandaron telegrama desde Venezuela. Eso debe ser para anunciar el bautizo

del bebé.

Elvira empieza a abrir el sobre.

Isabelano: Misma vaina, si igual no podemos ir a ver al nieto eso es como no enterarse de

que nació.

Elvira: No diga esas cosas, mire que a ellos les ha ido muy bien allá en Venezuela.

Isabelano: ¿Le parece bien que ahora sean protestantes?

Elvira: Me refiero a la parte económica Isabelano.

Isabelano: ¿Viviendo en el lugar más apartado de Venezuela? ¡Maldito sea el día en que yo

dejé que ese vago se llevara a mi hija! Remedios se tenía que casar con un Vargas, para así

tener tierra. No se tenía que casar con ese vago que nada tenía que ofrecerle. Silencio. Ese

vago se la llevó, me la quitó.

Elvira: No diga esas cosas mijo, usted sabe que Remedios siempre lo ha querido a usted

mucho. A parte por la tierra no se angustie tanto, todavía tenemos a Clarita.

Isabelano: ¡Esa quiere ser monja! Nos quedamos sin tierras.

Elvira: No necesitamos más, Dios proveerá. Bueno vamos a leer la carta de Remedios, yo

sí quiero saber el nombre del nieto. Termina de abrir el sobre, lee el contenido de este.

Silencio.

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Isabelano: Bueno ¿Y…? ¿Cómo se llama el chino ese?

Silencio

Isabelano: ¡Hable Elvira! ¡Parece boba!

Elvira: Mijo…

Isabelano: Lea en voz alta que yo no sé leer.

Elvira: Es una carta, la mando Joaquín…

Isabelano. ¿Mandó una carta? ¡Les gusta gastar plata! ¡Con un telegrama diciendo el

nombre del chino ese bastaba!

Elvira: Es algo mucho más largo mijo.

Isabelano: ¡Están apretados de plata y gastan plata! ¡Qué bestias! ¿Qué dice la carta esa?

Elvira: Que el niño nació muy enfermo, que tuvo mucha fiebre.

Isabelano: ¿Y Remedios? ¿Cómo está mi hija?

Silencio.

Elvira: Remedios se murió de fiebre. Nadie la pudo ayudar.

Isabelano: ¿Pero de qué está hablando? ¿Si está leyendo bien? ¡Usted está prácticamente

ciega!

Silencio

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Elvira: Isabelano, no es un chiste, eso dice la carta.

Isabelano: ¡Mentirosa! ¡Usted está es ciega! No sabe leer.

Silencio.

Isabelano: ¡Responda! .Silencio. ¡Clara venga!

Silencio

Entra Clara.

Clara: ¿Qué pasó papá? ¿Por qué grita de esa manera?

Isabelano: Mija lea esta carta que mandó su hermana.

Clara: ¿Qué es? ¿Qué pasó? ¿Qué le paso a mi mamá? ¿Por qué está llorando?

Isabelano: La boba esta ¡No sabe leer!

Clara: ¿Mamá está bien?

Elvira: Mija su hermana…

Clara: Venga deme la carta.

Clara lee la carta en voz alta.

Clara: Querida Familia Rojas: La situación en Venezuela no ha sido fácil, el embarazo de

Remedios ha sido difícil. El conseguir un médico que la atienda en este territorio ha sido

casi que imposible. Confiando en que, al igual que el parto anterior, este se pudiera atender

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simplemente con partera, Remedios ha caído bajo unas severas fiebres que nadie ha sabido

tratar. Estas no solo han mando al crío recién nacido a un delicado estado de salud, sino que

también le han arrebatado la vida misma a Remedios. Sentidas condolencias desde el fondo

de mi corazón. (Silencio)

Se apaga la luz.

Escena VI

Blackout

Se vuelve a encender la luz, a continuación aparece una mesa y unas sillas en la mitad del

escenario. En ellas se encuentran sentados Manuel, Ramón y Josefina. Hay una botella

Whisky sobre la mesa.

Josefina: Ayer me soñé con mi mamá.

Manuel: ¿Usted se acuerda de ella?

Josefina: No, honestamente no, era uno de esos sueños donde uno recuerda las sensaciones,

las emociones, pero no ve rostros concretamente.

Manuel: Nunca me ha pasado en la vida. (Bebe de la botella). Es más siempre que me

preguntan, yo siempre respondo que la abuela es mi mamá.

Ramón: La abuela nos crío. Pero todos sabemos que no es nuestra mamá.

Josefina: Yo siempre quise ir a la tumba de mi mamá. Llevarle aunque sea unas florecitas.

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Manuel: ¿Y eso para qué? Uno no vive del recuerdo. Con saber que existió basta. Unas

flores no van a hacer la gran diferencia, no la van a traer a la vida.

Josefina: No, pero si podría ser un honor a su recuerdo.

Ramón bebe

Manuel: Detalles pendejos que no significan nada.

Ramón: Igual no sabemos dónde está enterrada. Nadie de la familia de nosotros lo sabe.

Eso solo lo sabe Joaquín Rojas.

Manuel: Pero como el condenado se perdió de la faz de la tierra, no le importó volver a sus

críos, pues no nos va a venir a decir a nosotros dónde está enterrada mi mamá, milagro

sería que se que acordara que nosotros existimos.

Josefina: Mi tía siempre dijo que se casó con otra mujer, que críos y hogar nuevo tuvo. En

esas cosas no hay que meterse puesto que el mismo tomó la decisión de dejarnos.

Manuel: Infeliz cobarde.

Ramón: Eso es algo que no podemos afirmar ciertamente, nunca volvió. Pero si nos buscó

años después.

Josefina: ¿Usted cómo va a saber eso Ramón? ¿Acaso usted lo volvió a ver?

Silencio.

Josefina: No hay que presumir de las cosas que no sabemos, no es prudente.

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Ramón: En la cantina del pueblo, hace como unos siete años… me lo encontré.

Manuel: ¿Y usted lo reconoció?

Ramón: No ha cambiado mucho, aparte se parece a usted Manuel.

Josefina: ¿Usted se acuerda de él? ¿Y por qué nunca nos dijo nada?

Ramón: No fui capaz.

Manuel: Ríe ¡Qué miserable!

Josefina: No puedo creer que no nos haya dicho nada Ramón. ¿Acaso no somos hermanos

suyos?

Manuel: ¿Y usted le habló?

Ramón: Me le senté al lado, no me reconoció.

Josefina: ¿Le dijo algo sobre mi mamá?

Manuel: Interrumpe a Josefina. No me importa qué le haya dicho. No me cabe en la

cabeza que todo este tiempo usted nos haya ocultado esto.

Ramón: Puse en duda muchas cosas Manuel, mi tía dijo que si lo volvíamos a ver que no le

habláramos, que lo ignoráramos, que él ya había escogido otra vida, con otra persona. Dudé

muchas cosas, ¿Qué sacaba yo hablándole? ¿Me iba a decir acaso dónde estaba mamá? No,

es un miserable, se fue, se marchó, egoístamente decidió seguir.

Manuel. ¿Por qué hasta ahora nos viene a contar esto?

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Ramón: Porque en parte envidio a mi papá.

Josefina: ¿Qué le envidia? ¿El egoísmo?

Ramón: No, la oportunidad que él tuvo para dejar todo atrás.

Manuel: Un hombre sin responsabilidades que deja a su familia, es un cobarde miserable

sin bolas que no merece vivir.

Ramón: ¿No sienten el vacío?

Silencio

Manuel: ¡Que vacío ni que nada! ¡Debilidad pura hombre!

Ramón: Se fue, no se llena con nada, ni con alcohol, ni con otros brazos, no está.

Josefina: ¿De qué está hablando Ramón? ¿Es enserio que está diciendo eso? ¿No tuvo

usted a la abuela y a mi tía clara a su lado toda la vida? , No sea igual de miserable que

Joaquín Rojas, no sé olvide de las cosas que tuvo.

Manuel: ¡Usted me da vergüenza Ramón!

Ramón se levanta abruptamente agarra de la camisa a Manuel, lo sujeta bruscamente.

Ramón: A mí me da más pena un hermano que niega su propio pasado, a su propia madre.

Josefina: ¡Ramón suéltelo! ¡Manuel es su hermano!

Manuel: ¡Usted fue un débil que no fue capaz de dejar el pasado atrás! ¡Cobarde!

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Ramón suelta a Manuel

Josefina: ¿Qué le pasa Ramón? ¿No ve lo que está haciendo que usted hable de mi papá?

Ramón: ¡Yo no estoy hablando de ese malparido! Yo estoy hablando de mi mamá, y ni

siquiera les importa, ni siquiera quieren tener vivo su recuerdo, ni siquiera quieren buscarla.

Josefina: No se puede recordar algo que no se conoce Ramón.

Ramón: ¿No acaba de decir que soñó con ella? ¿Dónde quedó ese amor, esa sensación?

Josefina: Eso fue un sueño Ramón. No es real, no significa nada. Y si me soñé con ella es

porque he visto sus fotos, no significa que la conozca en carne propia, ni mucho menos que

la haya visto en persona.

Manuel: ¡Deje de vivir en fantasías Ramón!

Ramón: ¿Fantasías? Ayer volví a soñar con mamá y estaba triste. Nadie le ha llevado flores

a su tumba, nadie la ha visitado. Su cadáver descompuesto no ha recibido compañía. ¿Para

qué le voy a echar más tierra de la que ya tiene? Enterrada en un pedazo de tierra frío, sin

calor, sin presencia que la recuerde.

Josefina: Tiene que dejar de vivir en el pasado Ramón.

Manuel: ¡Tiene que madurar de una maldita vez!

Ramón: ¡Más cobardes son ustedes que ahogan el recuerdo de mi mamá!

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Josefina: ¿Ahogar? Yo ese recuerdo no lo tengo, no tengo nada que ahogar. El único que

conoció a mi mamá fue usted, el único que sufre es usted. ¡El del trauma es usted! Lo único

que yo tengo de Remedios Rojas es el apellido, de resto no me quedó nada de ella.

Ramón: ¡Se está pudriendo en un pedazo de tierra sola!

Manuel: El único podrido acá es usted.

Josefina: Yo no quiero volver a hablar del tema Ramón.

Ramón: Hace un momento me reclamaban por no contarles lo de Joaquín. ¡Les importa

tanto como a mí!

Josefina: Porque pensé que éramos una familia y hablábamos con la verdad. ¡No me

interesa!

Ramón: ¡Bien! ¡Qué mamá siga en las sombras!

Ramón sale

Josefina: No entiendo qué le pasa Manuel, me angustia verlo así.

Manuel: Déjelo, remordimiento es lo que tiene.

Josefina y Manuel Salen.

Silencio

Blackout.

Escena VII

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Continuación de la escena con Isabelano, Elvira y Clara, mismo escenario.

Elvira: Tenemos que traer a los niños Isabelano.

Isabelano: ¿Cómo los vamos a traer si ni quiera sabemos dónde están?

Elvira: Tenemos que buscarlos.

Clara: Mi mamá tiene razón, si algo hubiera querido Remedios hubiera sido eso. También

tenemos que darle cristiana sepultura a Remedios papá.

Isabelano: Yo ya estoy viejo como para ocuparme de esos asuntos.

Elvira: ¡Es su hija Isabelano!

Isabelano: Desde el día que se fue de esta casa, bien decidió qué hacer con su vida.

Clara: No puedo papá. No me cabe en la cabeza que usted sea tan insensible ante el asunto.

Isabelano: La procesión yo la he estado viviendo desde que su hermana se fue, mija.

Ninguna novedad es que usted me hable de dolor.

Elvira: Mijo, Remedios merece descansar en paz.

Clara: Mi hermana merece estar enterrada en campo santo, mi hermana merece que

cuidemos de sus hijos.

Isabelano: ¿Y eso me la va a devolver? ¿Traer a vivir a esos niños le va a devolver la vida?

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Clara: Papá, es honrar la memoria de Remedios.

Elvira: Esos niños necesitan una familia.

Isabelano: ¿Usted es la mama? ¿O Clara que se va a un convento? Aquí hay una verdad

absoluta y es que no tenemos velas en este entierro.

Elvira: Es mi hija Isabelano, llueve, truene o relampaguee yo voy a traer a vivir a esos

niños a vivir acá a la casa, le guste a usted o no.

Clara: Hay que mandarle una carta a Joaquín, o por lo menos un telegrama pidiendo una

explicación.

Isabelano: ¡Eso sale muy caro! ¡Plata no hay!

Clara: Entonces vamos a buscarlo a Venezuela.

Isabelano: ¡Pa’ tenerlo de frente y matarlo con mis propias manos!

Elvira: Con mayor razón hay que traer a los niños.

Clara: Él nos tiene que decir dónde está enterrada Remedios.

Elvira: Mi hija… mi pobre hija, quisiera llevarle flores a su tumba, prender una vela por su

alma. ¡Cómo quisiera abrazarla por última vez!

Isabelano: Lo único que queda de Remedios es un cuerpo bajo tierra que se están

comiendo los gusanos, no haga el problema más grande.

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Clara: Papito… ¿No le gustaría que esos niños tuvieran una familia?

Isabelano: Ellos tienen un papá que los cuide.

Clara: ¿Usted cree que Joaquín no se va a volver a casar?

Elvira: Eso no, ninguna otra mujer que no sea Remedios va a ser la madre de esos niños,

ninguna otra mujer debe recibir el nombre de madre por parte de esos niños, ni siquiera

nosotros. Es nuestro deber alimentar su recuerdo, cuidarlo celosamente.

Isabelano: Haga lo que quiera Elvira. Aquí no hay en dónde tenerlos y le va a tocar trabajar

el doble para mantener a esos críos.

Elvira: Así sea con las uñas, con los dientes, yo voy a sacar a esos niños adelante Mijo.

Isabelano: No se queje entonces cuando no haya qué comer.

Elvira: Así pase hambre yo, así no vuelva a dormir yo, así me toque quitarme a mí el

propio pan de mi boca, esos niños no se van a criar lejos del recuerdo de Remedios. Si hay

algo que me queda en esta vida por cumplir, es criar a esos niños, se lo debo a mi hija que

en paz descansa. Pésele a quién le pese.

Blackout.

Escena VIII

Continuación escena III, Ramón y Manuel se encuentran vestidos de negro.

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Manuel: Ramón recuerda esa noche que estábamos bebiendo con Josefina, esa noche que

estábamos en la cantina.

Ramón: ¿Cuál de todas esas noches?

Manuel: La noche en la que usted casi me mata.

Ramón ríe.

Ramón: No hubiera sido capaz aunque quisiera.

Manuel: Nunca tuve los pantalones para encarar ese día lo que usted dijo.

Ramón: No es algo de lo que tengamos que hablar.

Manuel: Si vamos a buscar a mi mamá…

Ramón: Lo ha estado pensando entonces. ¿Qué quiere saber?

Manuel: Yo sé que usted recibía cartas de Joaquín Rojas.

Ramón: Un par, las demás las quemó la tía Clara, no quería que tuviera contacto con

nosotros.

Manuel: ¿Qué decían esas cartas?

Ramón: Que la culpa lo carcomía.

Manuel: ¿Culpa de qué?

Ramón: Habernos dejado.

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Manuel: ¿Qué decía de mi mamá?

Ramón: Nunca la mencionó, siempre habló de nosotros.

Manuel: ¿Podría algún día mostrarme alguna carta?

Ramón: Tengo guardada una acá en la billetera, ¿Quiere que la lea en voz alta?

Manuel: No sé si este listo en este preciso momento. Ríe. Me siento ridículo contándole

esto.

Ramón: Yo pensaba lo mismo, duré meses sin abrirlas, sin ser capaz de leerlas. No sabía si

recibirlas, no sabía si era algo positivo o negativo. No dormía, no comía, hasta que un día

decidí abrirlas. Siempre es bueno recibir una explicación, o al menos un intento de ello.

Manuel: ¿Sabe? Yo no quiero una explicación, yo no quiero que se justifique, quiero que

nos pida perdón, quiero eso.

Ramón: Nunca nos pidió perdón. En las cartas siempre habla de su culpa, de sus

remordimientos, pero nunca fue capaz de pedir perdón.

Manuel: Entonces no me interesa leerlas, no me interesa saber qué siente. Lo único que tal

vez le traería paz a mi vida, sería el hecho significativo de saber que se arrepiente.

Ramón: Nunca lo hizo.

Manuel: Cuando pensé que era el momento para exorcizarme, me doy cuenta que el

miserable ese no es capaz de agachar la cabeza… Me pregunto, ¿Qué clase de poco hombre

es Joaquín Rojas? ¿Sabe qué es lo peor Ramón?, que su sangre corre por sus venas, por las

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mías, por la de mi hijas, ¡Qué vergüenza!. ¡Qué inútil me siento! Así como ese canalla no

es capaz de pedir perdón yo no soy capaz de acordarme de mi mamá. Trato, lo juro. Cierro

los ojos casi todas las noches Ramón, trato de concentrarme, me masturbo la cabeza,

pienso, repienso, no me acuerdo, no me sale, ni una desagradecida imagen viene a mi

cabeza. Sé que existía, sé que su nombre era Remedios Rojas, que era bellísima, amorosa,

que se casó con un imbécil que la dejó morir, sé que vivimos en Venezuela, sé que nos

abrazaba antes de dormir. Todo lo que sé de ella no es porque lo haya vivido. Lo sé porque

es una fe ciega, no la veo, no la recuerdo, es como un mito. Sé que existo porque ella me

dio la vida, pero ni siquiera le puedo dar las gracias por qué no sé cómo luce, cómo se ve.

Si estuviera viva y la viera caminar por la calle, no la reconocería, sería una completa

extraña para mí. Todos estos años he permanecido fiel a una imagen que no existe en mi

cabeza. ¿Vacío? Me siento peor que vacío Ramón, no sé en qué creer, todos dicen que

existió pero yo no estoy seguro. Silencio. Cuando era niño siempre pensé que ella era

invención, una leyenda, uno de esos cuentos que les dicen a los niños para que se porten

bien. Con el tiempo me di cuenta de que su vacío era tan real que me asustaba el no creer

en ella.

Ramón abraza a Manuel.

Blackout.

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Escena IX

Se regresa al escenario de la cantina, que básicamente está conformado por unas

pequeñas mesas redondas, y unas sillas. En una de las mesas se encuentra Joaquín, quien

lleva un buen tiempo bebiendo Ron. Un Ramón un poco más joven aparece en el escenario.

Al entrar Ramón en el escenario, una luz tenue ilumina todo su cuerpo, el resto del

escenario en donde se encuentra Joaquín pasa a segundo plano. Ramón permanece un rato

en silencio.

Ramón: ¿Acaso es él?, Me sorprende que pueda reconocerlo, me sorprende. No puedo

respirar, siento que se me encalambran las piernas. Mierda, nunca me imaginé que

sucedería, nunca lo esperé, ni en mis pesadillas más disparatadas. No ha cambiado nada, su

imagen en viva, tal cual la recuerdo. ¿Acaso estoy soñando? ¿Me encuentro bajo los efectos

del alcohol?- No, no he tomado nada. Quiero golpearlo, quiero escupirle, quiero hablarle.

¿Me recordara? ¿Sabrá quién soy?, Apuesto a que no, he cambiado mucho. Ya no soy el

niño que solía ser, ya no tengo la misma sonrisa, el me la arrebato. ¿Debería hablarle?

¿Debería reclamarle?, decirle que ha sido un miserable infeliz, que merece pudrirse en el

infierno. ¿Qué hacer?

Se ilumina todo el escenario con la misma luz.

Ramón se aproxima hacia Joaquín.

Ramón: Amigo. ¿Le molesta si me siento con usted?

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Joaquín ríe

Joaquín: Bien pueda joven amigo.

Ramón: ¿Lleva mucho tiempo tomando?

Silencio. Joaquín continúa bebiendo.

Ramón: Es un viernes en la noche. Amerita una copa.

Ambos ríen.

Ramón: Usted no es del pueblo ¿O sí?, Nunca lo había visto.

Joaquín: Nací aquí, me fui a vivir a Venezuela hace muchos años.

Ramón: ¡Allá la vida es más sabrosa! O eso dicen.

Joaquín: No se vive mal, hay trabajo, tengo buen techo y comida.

Ramón: ¿Qué lo trae por estos lares?

Joaquín: Si le cuento se reiría de mí.

Ramón: Si lo desea compartir adelante.

Joaquín: Necesitaría un par de tragos. Bebe

Ramón: Lo acompaño.

Joaquín: Bien pueda sírvase,

Ramón sirve Ron. Bebe

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Joaquín: Nada como el Ron de este pueblo. Ni en Venezuela hacen uno tan bueno.

Ramón: De las mejores cosas que hay.

Joaquín: ¡Y las mujeres amigo!

Joaquín permanece en silencio por un tiempo. Ramón lo mira extrañado.

Joaquín: Una mujer.

Ramón: ¿Cómo dice?

Joaquín: Una mujer me busca.

Ramón: ¿Para matarlo? Ríe

Joaquín permanece en silencio, en ese momento aparece alternamente una luz circular en

el escenario.

Joaquín: Mi ex mujer me busca.

Ramón: ¿Separado?

Joaquín: Viudo.

Joaquín permanece en silencio.

Ramón: Es muy joven usted para ser viudo.

Joaquín: Me casé muy joven, tendría yo 20 años.

Ramón: ¿Se volvió a casar?

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Joaquín: Con una Venezolana.

Ramón: ¿Qué tal?

Joaquín: Silencio. Ha sido buena mujer y buena madre, pero el primer amor siempre es el

primer amor.

Joaquín: Ríe. Amigo en este punto estoy bastante borracho, no sé qué es real y qué no.

¿Puede verla?

Ramón: ¿A quién?

Joaquín: Nadie, debe ser el licor

Ramón: Veamos hombre casado, que piensa en su ex mujer… ¿Tuvo hijos con ella?

Joaquín: No. Ella murió muy joven, el único hijo que tuvimos murió en el parto, y ella

murió a causa de ello.

Ramón: ¡Qué cosas hombre!

Joaquín: ¿Y… qué? ¿Usted es paisano?

Ramón: Nací acá, vivo en Bogotá, estudio.

Joaquín: Me alegra que la gente quiera salir del moridero que es este pueblo.

Ramón: Bueno… no todos somos tan afortunados de vivir en Venezuela.

Joaquín: No voy a negar que es agradable hermano.

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Ramón: Bueno ya que entramos en confianza, si quiere contarme lo de su esposa… lo

escucho. Se ve que lo tiene pensando.

Joaquín: Me soñé con ella.

Ramón: ¿Y le jalaba las patas?

Joaquín: ¡Ojalá! Me reclamó, me dijo que no tenía flores en su tumba.

Ramón: ¿Usted no le lleva?

Joaquín: No he sido capaz.

Ramón: ¿Por qué?

Joaquín: Me atemoriza.

Ramón: ¿No reza por ella?

Joaquín: Su recuerdo me pesa.

Mientras Joaquín y Ramón permanecen en silencio por un breve instante, un pequeño fade

out aparece.

Se cambia de espacio y tiempo, aparece una sala de estar sencilla, con una mesa redonda y

una silla. En la silla se encuentran Remedios y en sus brazos un bebé. Ramón permanece

en quietud sentado en una silla al fondo del escenario. Joaquín se encuentra de pie,

observando a Remedios. Joaquín tiene una botella de Ron en la mano. Al fondo se escucha

una transmisión de Radio.

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Transmisión de Radio: Esta es su emisora Radio Caracas, que le informa que la cifra de

migrantes Colombianos a territorio venezolano asciende a un millón en los últimos dos

años. Respecto a ello, Yo la verdad, desde el fondo de mi corazón, como compatriota que

soy, como buen bolivariano, no entiendo qué vienen a hacer esa manada de colombianos a

invadir nuestras amadas tierras. Robo, corrupción y hambruna es consecuencia inmediata

de la alta taza migratoria. ¡Nos estamos dejando invadir! ¡Nos están quitando nuestro

petróleo, nuestro espacio de vivienda, los colombianos son una peste! ¡Están acabando con

nuestros recursos! No se le haga extraño que el día de mañana se quieran apoderar de

nuestro petróleo! Vecino colombiano si está escuchando esto, deje nuestras tierras, nuestro

trabajo y nuestra patria, su presencia oportunista opaca a los buenos trabajadores

venezolanos, más bien, le recomendamos volver a su gobierno corrupto, quédese en su

casa, en su basura de sociedad y no contamine a nuestros muy nobles compatriotas, no viva

de la caridad del venezolano.

Remedios: Joaquín yo… yo como que he pensado en que nos devolvamos para Colombia.

Joaquín: ¿A qué Remedios? ¡Volver con el rabo entre las piernas!

Joaquín: Mire Remedios, yo me he aguantado muchas humillaciones en la vida, a mí ya no

me queda hombría para enfrentar más.

Remedios: ¡Si es bobo! ¿Prefiere que no tengamos qué comer?

Joaquín: Si usted bien sabe que Venezuela es el país de las oportunidades, en la Concia ya

no nos queda nada.

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Remedios: ¿Un tetero vacío le parece una oportunidad para sus hijos?

Joaquín: No me diga eso, mire que yo me he esforzado por trabajar.

Remedios: El tiempo está corriendo y no hay soluciones.

Joaquín: Venga Remedios….

Joaquín abraza a Remedios.

Remedios: Clara me mandó una carta…

Joaquín: ¡No se ira a venir para acá!

Remedios: Se quiere volver monja.

Joaquín: ¡Quien la viera! Yo pensé que esa estaba detrás de las faldas de Antonio.

Remedios: Mi papá la debe estar obligando a que se case con alguien que no quiere. Con

un Vargas Joaquín, alguien con plata, con tierras, con un futuro bien bonito para los niños.

Joaquín: ¿Y si habla con su tía Eugenia?

Remedios: Desde que yo me vine para Venezuela, mi tía nos dejó de hablar.

Joaquín: Entonces es mi culpa, toda esa pendejada de Clara para decirme que la culpa de

todo la tengo yo.

Remedios: Yo no le he dicho eso.

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Joaquín: Lo está utilizando como pretexto para irse. ¿Para qué quiere volver a ese inmundo

pueblo? ¿A quién quiere ver?

Silencio.

Remedios: ¿Me va a pegar Joaquín? ¿A mí que soy su esposa? Ni se le ocurra ponerme un

dedo encima.

Joaquín: ¿Cómo se le ocurre que yo le voy a pegar Remedios?

Remedios permanece por un instante en silencio observando a Joaquín.

Remedios: Sírvame un trago Joaquín.

Joaquín: Usted está amamantando, le va a hacer daño al bebé.

Remedios: No le estoy preguntando, sírvame.

Joaquín: Los niños.

Remedios: ¡Qué me sirva!

Joaquín: ¡Jarte haber!

Joaquín le sirve, Remedios bebe

Remedios: Sírvame otro.

Silencio, Joaquín le sirve, Remedios bebe.

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Remedios: Yo creo que nos casamos muy jóvenes Joaquín. Yo me casé por amor Joaquín,

y no sé si eso sea suficiente.

Joaquín: ¿Qué quiere entonces?

Remedios: Un sustento, lo básico para sus hijos, comida, un buen techo, estudio. Son sus

hijos, esos niños no se merecen esta vida tan dura.

Joaquín: Váyase Remedios.

Remedios sale de la habitación.

Joaquín: ¡Remedios!, ¡Remedios!, ¡Remedios!

Blackout. Una luz roja cubre el escenario. Aparece únicamente Joaquín en el escenario.

Joaquín: Pude contar con los dedos de una mano, las veces en que estruje su cuello con

aún más fuerza. Se quería ir de mi lado, se quería separar de mí, llevarse a mis hijos, no

estar más en mi presencia. Egoísta. Entre más la apretaba más ganas me daban de que me

suplicara, que me dijera te amo. Cuento cinco, seis, siete pasos, un sonido tétrico que

ensordece mis oídos me hace entrar en un trance. Aun puedo sentir su olor, su piel aún está

caliente, sus ojos cerrados son cubiertos por esa fina capa de piel morena que son sus

parpados. ¿Y el bebé? ¿Dónde está el bebé?, cierto lo fue a dormir antes de mis pesadas

manos pudieran alcanzarla. Respiro profundamente, ella ya no respira más. ¡Los niños!

¡Mis niños! ¡Ramón, Manuel, Josefina! ¿Dónde están?

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La luz roja permanece encendida en el escenario, en ese momento Ramón camina a la

parte central del escenario, se sienta en la silla que en un momento ocupó Remedios.

Observa a Joaquín por breves instantes, en ese momento Joaquín comienza a caminar de

un lugar a otro desesperadamente.

Ramón: ¿De qué niños está hablando?

Joaquín: Nada, nada, mi esposa.

Ramón: ¿Hace cuánto murió?

Breve Blackout, se regresa al escenario de la cantina.

Joaquín toma asiento al lado de Ramón, sirve un poco de Ron. Bebe.

Joaquín: Doce años.

Ramón: Debería visitarla.

Joaquín: No puedo, no soy capaz.

Ramón: ¿Dónde está enterrada? ¿Acá o en Venezuela?

Joaquín: En Venezuela, de hecho fue por ella que me fui.

Ramón: ¿Entonces para qué volvió a este pueblo, si su misión está allá?

Joaquín: La familia de mi ex mujer no sabe dónde está enterrada. A lo mejor ellos le

puedan llevar flores.

Ramón permanece en silencio

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Joaquín: No sé si me reciban en esa casa.

Ramón: ¿Difíciles los suegros?

Joaquín: El papá de Remedios… mi mujer, casi me mata cuando me la llevé.

Ramón: ¿Hija única?

Joaquín: No, ya le tenían esposo. Yo me la llevé sin permiso.

Luz sobre Ramón

Ramón: Quisiera matarlo con mis propias manos, asfixiarlo, dejarlo sin respiración.

Tiene coraje para mentir, para negar su realidad, tiene coraje para ser un canalla. La

respiración en mi pecho se acelera, si me quedo un minuto más sé que voy a terminar

matándolo, ¿Cómo puede ser tan cruel en negar a sus propios hijos? ¿No tiene

remordimiento? ¿Cómo pudo haber dejado de llevarle flores a mamá?. Nadie le ha llevado

flores a su tumba en catorce años, me siento miserable. Sola en ese pedazo de tierra frío,

sin nadie que derrame lágrimas en ese suelo estéril, sin flores que acompañen su eterno

descanso. Nadie, absolutamente nadie ha estado allí. ¿Se acordara dónde está enterrada?

Apuesto a que es un pedazo de tierra en un terreno baldío, ni siquiera debe tener una señal

que de cuentas que su cuerpo reposa allí. Apuesto a que ni siquiera recibió la

extremaunción. Mamá todos estos años has estado sola, todos estos años sin nadie que te

visitara, nadie que te diera un beso de despedida en las mejillas. Te descompones sola e

infeliz bajo ese suelo.

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Joaquín: Tal vez pase mañana a la casa de ellos, o tal vez no, ni sé para qué vine. No creo

que la familia de Remedios me reciba… sí es el caso el papá me recibe con escopeta en

mano.

Ramón permanece en silencio.

Ramón: Disculpe amigo, tengo que partir, fue un placer compartir un trago con usted.

Joaquín: ¿Sabe una cosa?

Ramón: ¿Qué?

Remedios aparece en ese momento solo Joaquín puede verla. Joaquín observa a Remedios

por un momento.

Joaquín: Éramos medio felices en Venezuela.

Ramón: Un brindis por Venezuela entonces.

Joaquín bebe.

Joaquín: Adiós Ramón.

Joaquín sale.

Ramón: ¿Mamá?

Fin

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