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Colón agarra viaje a toda costa

Una obra de teatro de Adela Basch

Presentamos, por gentileza de la editorial Alfaguara, las dos


primeras escenas del primer acto de esta divertida obra.
Saludamos también, muy efusivamente, la decisión

Primer Acto
Escena 1

PRESENTADOR.
Estimado público,
hoy vamos a imaginar la historia
de un singular personaje,
de sus búsquedas y de sus viajes.
Para algunos, fue un hombre intrépido
y valeroso...

PRESENTADORA.
Para otros, fue solamente un ambicioso.

PRESENTADOR.
Para algunos, fue un gran navegante.

PRESENTADORA.
Para otros, fue sólo un farsante.

PRESENTADOR.
Para algunos, quiso ir más allá
de los límites del saber.

PRESENTADORA.
Para otros, sólo buscaba honores y poder.

PRESENTADOR.
Para algunos, fue un visionario.
PRESENTADORA.
Para otros, trataba de hacerse millonario.

PRESENTADOR.
Para algunos, fue brillante y generoso.

PRESENTADORA.
Para otros, fue avaro y codicioso.

PRESENTADOR.
Para algunos, fue un valiente.

PRESENTADORA.
Para otros, fue un demente.

PRESENTADOR.
Para algunos, fue un iluminado.

PRESENTADORA.
Para otros, un chiflado.

PRESENTADOR.
Para algunos, fue todo generosidad y grandeza.

PRESENTADORA (Está en babia)


¿Qué?

PRESENTADOR.
Dije: ¡generosidad y grandeza!
¡Grandeza! ¡Gran-de-za!

PRESENTADORA.
¿Grande ésa? ¿Grande ésa? ¿Grande esa qué?

PRESENTADOR.
¡Grande esa idea que se le apareció en la cabeza!
¡Salir de viaje!

PRESENTADORA.
¿Y que tiene salir de viaje?
Hay millones de personas
que salen de viaje todos los días...

PRESENTADOR.
Sí, ahora, pero en ese momento era otra cosa...
¡Salir de viaje hacia lo desconocido!
¡Encontrar nuevos caminos!
Para algunos, fue todo generosidad y grandeza.

PRESENTADORA.
Para otros, sólo quería riquezas.

PRESENTADOR.
Para algunos era... ¡Cristóbal Colón!

PRESENTADORA.
Y para otros también era... ¡Cristóbal Colón!

PRESENTADOR.
En el mundo hay muchas cosas
que llevan el nombre de Colón.

PRESENTADORA.
Teatros, ciudades, calles, avenidas.
Pero nadie sabe bien cómo fue su vida.

PRESENTADOR.
De colón se sabe poco.
Pero existe la certeza
de que se le encendió una idea
persistente en la cabeza.

PRESENTADORA.
Siempre sintió gran curiosidad
por saber qué había más allá.

PRESENTADOR.
Ustedes preguntarán: ¿Más allá de qué?

PRESENTADORA.
Pues bien, más allá de todo.
Quería saber si era posible
que las cosas fueran de otro modo.

PRESENTADOR.
Y tal vez, quién sabe,
se haya sentido reclamado
por un poderoso y fuerte llamado.

(Se escucha golpear a una puerta.)

Escena 2
(Mientras todo esto pasa,
Colón está sentado en su casa.
Escucha golpear a la puerta.
Si hubiera estado durmiendo,
seguro que se despierta.)

COLÓN.
¿Quién es?

PRESENTADOR.
¡Cartero!

(Colón abre la puerta y recibe


una botella con un mensaje.)

COLÓN.
Um, tiene fecha de hoy.
¡Qué bien anda el correo!
Si no lo veo, no lo creo.

(Colón está muy intrigado.


Abre la botella y saca el mensaje, enfrascado.
Lo lee en voz alta.)

COLÓN.
La vida sin riesgo ni aventura es aburridísima.
¿No te interesa conocer otras tierras,
ideas nuevas, posibilidades diferentes?
Buscá más allá del mar.
El mundo es más grande de lo que vos pensás.
Más allá del horizonte siempre hay algo más.

(Colón toma largavistas, telescopios, mapas, libros y se instala a mirar el mar... avilloso
mar:
Consulta todo lo que tiene a mano y se queda
extasiado contemplando las olas.)

COLON.
Me pregunto qué hay más allá del mar,
más allá de mi casa, mis ventanas, mi familia,
mis amigos, mis ojos, mi boca, mis vecinos;
me pregunto qué habrá más allá
de todo lo conocido...
PRESENTADOR.
Colón se preguntaba y se preguntaba.
Pero la gente le contestaba: ¡nada!

(Mientras Colón contempla el mar entra un hombre necio.)

COLÓN.
¿Qué hay más allá del mar? ¿Usted qué opina?

HOMBRE NECIO.
No hay nada. El mundo se termina.

COLÓN.
Más allá del mar tiene que haber algún camino.

HOMBRE NECIO.
Más allá del mar no hay ni un pepino.

COLÓN.
Más allá del mar puede haber otras ciudades, puertos, ríos.

HOMBRE NECIO.
Más allá del mar hay un vacío.

COLÓN.
Más allá del mar
puede haber gente enamorada.

HOMBRE NECIO.
No. Más allá del mar no hay nada.

COLÓN.
Más allá del mar puede haber alguien,
tal vez Juan, María, Vicente.

HOMBRE NECIO.
Más allá del mar no hay nada
y tampoco gente.

COLÓN.
Puede haber leones, águilas, rosales.

HOMBRE NECIO.
No. Más allá no hay vida,
ni plantas, ni animales.
COLÓN.
Más allá puede haber risas, luces y miradas.

HOMBRE NECIO.
No. Más allá no hay nada.

COLÓN.
Tiene que haber algo
aparte de nosostros mismos.

HOMBRE NECIO.
No. Solamente hay un abismo.
Más allá todo termina, todo desaparece.

COLÓN.
¡Basta! Me parece que dice estupideces.
Si usted nunca cruzó el mar,
¿cómo sabe que no hay nada más allá?

HOMBRE NECIO.
Siempre oí decir que no hay nada
y si siempre oí decir que no hay nada,
quiere decir que no hay nada.
¿Usted nunca escuchó esto?
En el cielo las estrellas,
en el campo las espinas
y después del mar
el mundo se termina.

COLÓN.
Usted me recuerda a mi tía Pirucha,
repite cualquier pavada que escucha.
¡Pucha!

HOMBRE NECIO.
Pucha.

COLÓN.
Mejor, vuélvase a su cucha.

HOMBRE NECIO.
¿Qué cucha?

COLÓN.
La que escucha.
Yo ya me cansé.
Váyase a dar una ducha.

(El hombre necio se va. Colón se pone a cantar esta canción.)

En el mundo hay mucho más


de lo que conocemos
hay secretos por develar
en caminos nuevos.

En el mundo hay mucho más


que el suelo que pisamos
más de lo que ven los ojos
y pueden tocar las manos.

En el mundo hay mucho más


hay cosas que ni soñamos
fronteras desconocidas
en horizontes lejanos.

En el mundo hay mucho más


que inútiles mapas viejos
que no saben de aventuras
y no conocen el riesgo.

Un cuento en tren de Laura


Devetach
El relato "Cuento un cuento" pertenece al libro Cuentos en tren (Buenos
Aires, Astralib Cooperativa Editora, 2004. Colección Huellas del caracol),
de Laura Devetach, y se reproduce con autorización de la autora y los
editores. Las ilustraciones que lo acompañan son de Roberto Cubillas.

Imaginaria agradece a Mariana López Aramburu, de Astralib Cooperativa


Editora, y a Laura Roldán las facilidades proporcionadas para la
reproducción de este texto.
Cuento un cuento
por Laura Devetach

Hace muchos años, cuando yo vivía en Reconquista, allá por el norte de Santa Fe, había
llovido muchísimo.

Tanto había llovido que los caminos de tierra parecían flanes, gelatinas, cintas de sopa
negra.

Nosotros teníamos que ir a otro pueblo y, como los colectivos se empantanaban en los
flanes, las gelatinas y las sopas negras, había que viajar en tren. Aquellos trenes comían
paladas de carbón, soltaban un humo negro que hacía bellos dibujos.

Empezaban las ruedas a traquetear sobre las vías

chu–cu–chú
chu–cuchú
chu–cuchú
chucuchú
cuchichú
chucuchú
chucuchú...

y un silbido largo acompañaba al humo que se desflecaba como una cabellera PFUIIiiii
PFUiiii...

Primero era lindo, novedoso, vertiginoso. Pero después...

Venían largas paradas misteriosas. El tren se empacaba en medio del campo, como si
obedeciera al capricho de algún Dios.

Las vacas de los campitos se cansaban de mirarnos y el guarda contestaba "¿Quién sabe?" a
cualquier pregunta que se le hiciera.
Después de un montón de tiempo el frío era más frío y empezaba a faltar el agua y la
comida. Y eso que siempre llevábamos una caja de zapatos con pollo, pan y manzanas. O
milanesas y dulce de membrillo. Pero había que convidar y éramos muchas personas.

Los grandes comentaban sobre el estado de los caminos, la creciente del Paraná y si habría
o no cosecha de algodón.

Después rezongaban, qué barbaridad, el gobierno.

Después se iban quedando callados.

Y a mí empezaba a darme sueño, tristeza y una rabia...

De pronto el tren caminaba de nuevo.

La gente se miraba sonriendo, acomodándose, menos mal.

Y yo escuchaba el lenguaje de las ruedas.

A veces decían:

Che–qué–chica
che–qué–chica
chequechica
chequechica
chequechi...

Otras veces decían:

Cinco pesos
poca plata
cinco pesos
poca plata
cincopesos
pocaplata
cincopesos
pocapla...
Pero un día espantoso y embarradísimo las ruedas no dijeron nada a pesar de ir rodando, la
lluvia entraba por las ventanillas y yo pensaba que nunca más iba a salir el sol.

Entonces, una viejita de pañoleta que venía con una canasta me dijo, como leyéndome el
pensamiento:

—¿Sabés lo que dice el tren hoy? dice:

Tres–pre–gun–tas
tres–pre–gun–tas
tres–pre–gun–tas...

A ver, a ver, preguntemos tres preguntas de ésas que no se preguntan nunca.

Y yo:

—¿Los perros quieren decir que no, cuando mueven la cola?

Y ella:

—¿Quién habrá inventado el agujero del mate?

Y yo:

—Cuando los trenes silban, ¿quién les contesta?

Entre las dos hicimos más de tres preguntas.

Después escuchamos de nuevo las ruedas del tren, y


decían:

Cuento un cuento
cuentouncuento
cuentoun...

También decían:

Mecontaron y te cuento
mecontaronytecuento
mecontarony...

Y ella me contó más de un cuento y yo le conté los


cuentos que sabía.

Y salió el sol.
Por suerte conocí muchas viejas preguntonas, muchos trenes, hice viajes, y resultó lindo eso
de escuchar y a veces callar, sólo callar para que las voces de algunas cosas llegaran.

Ahora, como mi vieja de pañoleta, cuando viajo, escucho qué cosas dicen las ruedas, la
gente. Y si se da la ocasión cuentouncuento, cuentouncuento, cuentoun...

Selección de Chistes de elefantes y otras bestias. Buenos Aires, Altea, 2003 (en prensa)

-¿Cómo matarías un elefante azul?


- Con un rifle para matar elefantes azules.

- ¿Cómo matarías un elefante rojo?


- Lo estrangulás hasta que se ponga azul y entonces le disparás con el rifle para matar
elefantes azules.

- ¿Como matarías un elefante verde?


- Le contás chistes ídem hasta que se ponga rojo, le estrangulás hasta que se ponga azul y
entonces le disparás con el rifle para matar elefantes azules.

- ¿Cómo matarías un elefante amarillo?


- ¿Y quién te dijo que hay elefantes amarillos?

Selección de Coplas de amor y de risa. Buenos Aires, Altea, 2003.

Ayer pasé por tu casa


estabas en lo de Paula;
mi corazón quedó triste
como pajarito en jaula.

Ayer pasé por tu casa,


me dieron ganas de llorar,
al ver las puertas abiertas
y yo sin poder entrar.

Ayer pasé por tu casa,


me tiraste un limón;
el limón cayó en la calle,
el jugo en mi corazón.

Ayer pasé por tu casa,


me tiraste agua sucia.
Yo me agaché y te dije:
-¡No contabas con mi astucia!

Ayer pasé por tu casa


y me tiraste un cepillo…
¡me vino al pelo!

Ayer pasé por tu casa


y me di un tropezón,
ni siquiera me dijiste
levantate, corazón.

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