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36 CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL MEDIO NATURAL EN ESPAÑA.

DIVERSIDAD GEOLÓGICA, MORFOLÓGICA, CLIMÁTICA E HÍDRICA.


NATURALEZA Y RECURSOS EN ESPAÑA. MATERIAS PRIMAS, FUENTES
Y RECURSOS ENERGÉTICOS

36.1 CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL MEDIO NATURAL EN ESPAÑA.


La Península Ibérica se caracteriza por una muy marcada originalidad geográfica. La
originalidad geográfica de la Península deriva fundamentalmente de:
- Su situación.
- Su configuración.
Y el rasgo esencial de esta originalidad radica en que ostenta violentos contrastes geográficos.
36.1.1 Caracteres derivados de la situación
La Península está situada: a) en la zona mediterránea, b) entre dos continentes (África y
Europa) y dos mares (Mediterráneo y Atlántico).
a) En la zona mediterránea: La Península está situada en el borde meridional de la zona
templada y cerca de los desiertos norteafricanos, es decir, en el área mediterránea. El
clima mediterráneo se localiza entre los climas templados y los tropicales desérticos.
Por esta situación España se encuentra en el límite entre las masas de aire tropical y
las de aire polar. La oscilación estacional de las presiones y vientos hacia el norte y
hacia el sur, que sigue el movimiento aparente del sol entre los trópicos, hace que
España, en verano, se vea invadida por las altas presiones subtropicales (anticiclón de
las Azores) y, en invierno y estaciones intermedias (teóricamente al menos) por las
perturbaciones del frente polar.
En la estación de verano el clima, muy seco, se parece a los desérticos, mientras que
en la de invierno, suave y húmedo, se asemeja mas a los templados oceánicos.
Por consiguiente, España es un país mediterráneo. Y así lo traducen el clima, la
vegetación,, los ríos, los suelos, los paisajes agrarios, etc. La vegetación natural, por
ejemplo, ha de adaptarse a estas peculiaridades climáticas y así se explica la pobreza
del sotobosque y de las formaciones herbáceas. Además cuando la vegetación se
degrada o destruye se recompone con gran lentitud o ya nunca lo hace.
Pero este factor geográfico general de situación será modificado, tanto horizontal
como verticalmente, de forma que la Península mostrará un muy rico muestrario de
paisajes.
Sólo el noroeste y la costa cantábrica disfrutan de clima oceánico o atlántico, con
lluvias frecuentes, densa vegetación de hayedos y robledales, landas, etc. En el resto
del país domina el clima mediterráneo pero, como se verá, en el interior se degrada
hacia la variante continental, con aparición de duras temperaturas invernales.
Estos fenómenos también dan caracteres especiales a la agricultura peninsular. Esta ha
de adaptarse tanto a los fríos invernales en las zonas del interior, en las que
desaparecen algunos cultivos típicamente mediterráneos, como a la aridez del verano,
que obliga a la implantación del regadío.
Los agricultores luchan contra la falta de agua en verano:
- cultivando especies cuyo ciclo concluye antes de la llegada de la sequedad,
- cultivando especies xerófilas (es decir que resisten bien la falta de agua), como
olivo, vid, almendra, etc ,desviando de los ríos, o de embalses, agua a los
campos, mediante acequias o canales.
El cultivo en regadío es genuinamente mediterráneo.
También los ríos, de caracteres mediterráneos, son distintos a los de otras áreas
europeas. Los españoles son espasmódicos, de caudal muy irregular: por lo general
llevan muy poco agua y, súbitamente, adquieren enormes caudales, que llegan a
producir incluso inundaciones con ocasión de las torrenciales lluvias de otoño.
b) Entre dos continentes y dos mares. La Península no está, como la itálica, en el centro
del Mediterráneo, ni bien adentrada en él, como la Helénica, sino que está situada
donde dos mares, de muy distintos comportamientos, se unen, y donde dos
continentes, igualmente muy distintos, están próximos. Esta localización entre dos
mares y dos continentes da lugar a importantes caracteres:
Consecuencias climáticas: El Océano Atlántico tiene temperaturas moderadas tanto en verano
como en invierno, por lo que las áreas próximas a el desconocen las altas temperaturas
estivales y ven atenuadas las bajas invernales. A su vez, el Mediterráneo es tibio en invierno y
cálido en verano, lo que explica que no mitigue los rigores estivales, mientras sí que suaviza en
invierno. De aquí que la costa mediterránea sea mas cálida que la atlántica.
Por esta situación y consecuencias España tiene una varia da gama de climas: abarca desde el
clima templado-oceánico del noroeste y cornisa cantábrica, hasta climas semiáridos o
subáridos, sea de inviernos fríos (Cuenca del Duero, Depresión del Ebro), sea de inviernos
suaves (Sureste murciano-almeriense), pasando por una gran variedad de climas intermedios.
Consecuencias humanas: Nuestro país, a lo largo de la historia, tanto geológica como humana,
ha sido una encrucijada de caminos terrestres y marinos, ha sido un puente entre África y
Europa y entre el Atlántico y el Mediterráneo. Plantas, animales, hombres han venido, tanto
desde África como desde Europa, generando diversidad. Ni el Estrecho de Gibraltar, ni la
Cadena Pirenaica han constituido obstáculos para su emigración. Otro efecto de esta situación
es que España ha representado un gran papel en las dos grandes rutas históricas de
colonización y de expansión: la mediterránea y la atlántica. En definitiva, esta situación entre
mares y continentes ha favorecido, y sigue favoreciendo, las mas diversas relaciones.
36.1.2 Caracteres derivados de la configuración
La configuración de la Península se caracteriza por cuatro caracteres esenciales:
- Carácter macizo, tanto en lo que se refiere al trazado general de las costas, muy
rectilíneas, como en cuanto al relieve;
- Elevada altitud media;
- Gran compartimentación del relieve;
- Disposición periférica de las cadenas montañosas.
Cada uno de estos caracteres da lugar a importantes consecuencias:
Carácter macizo: Las costas españolas son rectilíneas. Destaca la total ausencia de profundos
golfos: las aguas marinas apenas si penetran en el interior de las tierras. La longitud del litoral
es de 4.500 Km., cifra corta para una extensión de 580.715 Km2. El escaso recortamiento hace
que nuestro territorio sea un bloque macizo. De esta rectilineidad del litoral sólo hace
excepción el gallego en el que, no obstante, las rías penetran muy poco en el interior, de 30 a
40 Km., lo que es muy poco si tenemos en cuenta el tamaño de la Península. Así resulta que las
regiones centrales españolas están demasiado alejadas del mar.
¿A qué se debe este carácter macizo del contorno español? Fundamentalmente a que su
mayor parte corresponde a un trozo del zócalo herciniano. La mayor parte de este zócalo
forma una altiplanicie interior: la Meseta, de contornos cuadráticos.
Las consecuencias geográficas del carácter macizo esencialmente, no únicamente, son
climáticas: La linealidad de las costas dificulta la entrada de las masas de aire marinas Y, en
consecuencia, el que el interior pueda beneficiarse del influjo moderador (en temperaturas)
del mar. Así, el mar sólo modera los contrastes térmicos en las costas y, a pesar de la condición
peninsular (península = casi isla) del territorio, aparece un clima de tipo continental. España
tiene inviernos más fríos y veranos más fuertes de los que debieran corresponder por situación
latitudinal, como consecuencia de la degradación del clima mediterráneo.
Elevada altitud media: La altitud media es de 660 metros, casi el doble de la europea. Pero no
se debe a la presencia de grandes y numerosas montañas, sino a la presencia de una gran
altiplanicie: la Meseta. La altitud media de esta es de 600 m., es decir, el resto de las
superficies peninsulares, incluidas las grandes Cordilleras, sólo incrementan el conjunto de la
altitud media en 60 m.
Gran compartimentación del relieve: El relieve de la Península ha sido comparado a un castillo.
Este es, propiamente, la Meseta, surcada interiormente por cordales montañosas que la
compartimentan: Sistema Central y Montes de Toledo. El castillo tiene, lógicamente, murallas,
formadas por los rebordes montañosos: Montañas Galaicodurienses, Cordillera Cantábrica,
Sistema Ibérico, Sierra Morena, y también dispone de fosos: depresiones del Ebro y del
Guadalquivir. La fotaleza además está protegida por tres grandes murallones avanzados:
Pirineos, Cordilleras Béticas y Sistema Costero Catalán. Se deduce sin dificultad que el relieve
compartimenta mucho el territorio peninsular.
Disposición periférica de las cadenas montañosas: Observando un mapa pronto resalta que las
cordilleras adoptan una disposición periférica: la Península se halla rodeada por grandes
murallones: en el norte están el Macizo Galaicoduriense, la Cordillera Cantábrica y los Pirineos;
en el este aparecen el Sistema Ibérico y las Cordilleras Catalanas y, en el sur, las Béticas.
En resumen, el interior está aislado por todas partes, bien por el propio cinturón montañoso
de la Meseta, bien por el de las periféricas. Sólo el oeste de la parte meridional de la Meseta
aparece abierto.
Las consecuencias geográficas de estos caracteres son:
a) en la red fluvial: los ríos que nacen en estos rebordes montañosos tienen que salvar
enormes desniveles en recorridos cortos, por lo que tienen una gran torrencialidad;
b) en la climatología: el obstáculo de las cordilleras periféricas, conjuntamente con el carácter
macizo de las costas, reduce el influjo moderador del mar a una estrecha banda costera, pues
es detenido por los relieves periféricos. En consecuencia, los relieves periféricos contribuyen a
aislar aún mas a las áreas interiores del influjo marino directo, reforzando su carácter
continental, sus grandes contrastes térmicos. Así, en la depresión del Ebro y en la mayor parte
de la Meseta el clima mediterráneo se continentaliza;
c) En los aspectos humanos: la disposición periférica de las montañas dificulta las
comunicaciones entre los litorales y las regiones del interior. Contribuye a caracterizar a
España como un país de comunicaciones difíciles o costosas.
36.1.3 Los contrastes geográficos
De todo lo anterior se deduce una realidad que resume la original geografía peninsular:
presenta marcados contrastes geográficos. Muy pocos países ofrecen variedad mayor. Los
geógrafos suelen decir que nuestro territorio es un pequeño continente, no tanto por su
extensión, no grande, cuanto por la variedad de paisajes que encierra. Por ejemplo, desde
Cantabria hasta la Meseta hay una gran diversidad de paisajes, de contrastes acusados, en
distancias cortas. El paisaje de Galicia es similar al oceánico del occidente europeo; por el
contrario, el de Almería se parece mas al de las orillas del Sahara. Sería muy difícil encontrar
otro lugar en la Tierra con una geografía tan acumulativa como, por ejemplo, la de la provincia
de Granada: en ella puede practicarse esquí en las pistas de Sierra Nevada por la mañana y,
por la tarde, bañarse en las playas subtropicales de Almuñécar o de Salobreña.
Las causas de los contrastes paisajísticos son muy variadas: España es un mosaico de piezas
muy diversas, un rompecabezas geográfico.
A. Factores físicos de diversidad: la variedad, distribución geográfica y constitución del
roquedo es una importante causa de diversidad topográfica y paisajística. Eduardo
Hemández Pacheco estudió las grandes áreas litológicas y su repercusión en el paisaje.
Dividió a la Península en tres Hispanias: arcillosa, calcárea y silicea.
La Hispania caliza y la silícea son montañosas o semimontañosas, mientras que la
arcillosa es la de las llanuras.

1. Hispania silícea 2. Hispania calcárea 3. Hispania arcillosa.

1. Hispania arcillosa: el roquedo está compuesto por arcillas y margas. Las formas del
relieve que se observan en estos terrenos arcilloso-margosos son muy suaves.
Como los materiales conservan su primitiva disposición horizontal, forman
extensas planicies.
2. Hispania calcárea: el roquedo de este sector está formado por caliza. Las formas de
relieve vienen dadas esencialmente por formas ásperas. Las calizas se cortan en
tajos, creando comisas, cantiles, cañones, etc. En otras ocasiones, la disolución por
agua acidulada ha modelado esos espectaculares relieves que llamamos cársticos.
3. Hispania silícea: en el roquedo predominan los compuestos de sílice: granitos,
gneiss, pizarras, cuarcitas, etc. Los granitos y gneiss dan formas de relieve
redondeadas, topografías suavemente onduladas, mientras que las más duras
cuarcitas resaltan como crestones en sierras o serrezuelas, entre las más blandas
pizarras.
En conclusión: la diversidad y regular distribución del roquedo imponen en la Península
una variedad paisajística de alto valor geográfico.
En nuestro territorio tenemos todos los tipos fundamentales de relieve:
a) una gran Meseta,
b) Montañas,
c) depresiones,
d) pequeñas llanuras costeras.
Como el aspecto de las montañas varía con su edad, la distinta antigüedad de estas es
otro factor de diferenciación paisajística. Aquí hay macizos hercinianos, montañas de
altitud moderada y de pendientes suaves: Montes de Toledo, Sistema Central. Aquí
hay también montañas alpinas, de elevada altitud, de cumbres agudas y pendientes
acusadas: Pirineos, Cordillera Cantábrica. Además están las depresiones del Ebro y del
Guadalquivir y las pequeñas llanuras costeras de la Comunidad Valenciana, por
ejemplo.
En conclusión, el relieve se caracteriza por sus contrastes, es decir, por la enorme
variedad de las unidades que lo conforman.
B) Factores biogeográficos. Con frecuencia generan contrastes muy fuertes, mayores que los
que crean la litología y el relieve.
a) Contrastes térmicos: En general contrastan las temperaturas de las regiones litorales,
poco extremadas, de corta oscilación, con las del interior, en las que el clima
mediterráneo se continentaliza, conociendo temperaturas contrastadas, debido a la
distancia al mar, a la linealidad de las costas, al cinturón periférico montañoso que
aumenta el aislamiento y, en el caso de la Meseta, también a la elevada altitud media.
El interior peninsular se caracteriza por netos rasgos continentales, es decir, por
elevadas amplitudes térmicas anuales. En cambio, las regiones periféricas disfrutan de
menores amplitudes u oscilaciones: casi de la mitad de los valores que se registran en
el interior.
b) Contrastes pluviométricos: La situación de la Península, hay que recordar, origina una
diversidad pluviométrica fundamental, traducida en la aparición de una Hispania Seca,
incluso Árida, y de una Hispania Húmeda, que crea dos grandes zonas climáticas, bien
diferenciadas. Cualquiera que penetre en Castilla y León, o en el Valle del Ebro,
procedente de Asturias o de Cantabria, captará que pasa de un paisaje a otro
totalmente distinto.
La Hispania Húmeda la forman las tierras que recogen más de 600 mm. de precipitación, con
un clima templado y húmedo similar al europeo.
La Hispania Seca es el resto, es decir, todas las regiones que reciben menos de 600 mm. de
precipitación. Es la Hispania puramente mediterránea.
C) Factores Humanos: También dan lugar a claros contrastes.
Los contrastes geográfico-humanos entre unas y otras regiones españolas no son menos
grandiosos que los geográfico-físicos. En su explicación a la Geografía se le une la Historia.
a) Contrastes por densidad de población: es un contraste que deriva casi
necesariamente de las distintas posibilidades que tiene cada región del territorio
español. Se distingue entre una España Interior y una España Periférica. La España
Periférica está más densamente poblada que la Interior. En aquélla se hallan las
provincias de más altas cifras de población por km2 con la excepción de Madrid; en la
Interior, las menos pobladas.
b) Contrastes en paisajes agrarios: son de origen climático. Vienen dados por el Secano
y el Regadío, así como por la agricultura de la España Seca y de la Húmeda. La España
Húmeda vuelve a presentar fuertes similitudes con la franja costera atlántica europea.
Por su parte, dentro de la España Seca hay una clara oposición entre las áreas de
regadío y las de secano.
Dos grandes tipos de paisajes agrarios se distinguen en los secanos, creados por el hombre
como efecto de su lucha contra la sequedad del verano: uno es de los cultivos herbáceos
(cereal, p. ej.) y otro el de los cultivos arbustivos y arbóreos (viñedo, olivar, etc.). Dentro de los
regadíos la variedad es muy amplia: a) huertas propiamente dichas en los litorales
mediterráneos, b) pequeñas franjas en las riberas de los ríos (Ebro, Tajo, etc.), c) cultivos
industriales de algodón (Campiñas béticas, vegas del Guadiana, etc.), caña de azúcar (hoyas
subtropicales andaluzas), remolacha azucarera (Duero, Guadalquivir, Tajo, Ebro), tabaco (La
Vera, p. ej.) d) vergeles de árboles frutales, con especial referencia a los naranjales y limoneros
valencianos y murcianos.
36.1.4 Las unidades del relieve
La evolución geológica de la Península Ibérica ha originado una importante variedad
morfológica del relieve español, caracterizado por una sucesión de alineaciones montañosas,
mesetas, llanuras y depresiones que compartimentan la península Ibérica. Este hecho ha
supuesto condicionantes históricos (aislamiento de regiones, dificultad de las comunicaciones,
dualidad centro-periferia, ... ) y es un factor de modificación climática, generando fuertes
contrastes termopluviométricos entre regiones próximas.
En el presente punto se exponen las principales unidades morfoestructurales y sus aspectos
geográficos más relevantes.
La evolución geológica ha generado tres grandes dominios geoestructurales: hercínico, alpino
y neógeno.
36.1.4.1 Domínio geoestructural hercínico.
El dominio geoestructural hercínico se corresponde con el denominado macizo Ibérico o
Hespérico (parte integrante de las antiguas cordilleras hercinianas europeas) sus roquedos
predominantes son de carácter cristalino y metamórfico (granitos, pizarras, cuarcitas, gneis,
esquistos ... ) y en menor medida calizas de edad paleozoica, afectadas, en algunos casos por
procesos metamórficos.
Estos materiales tienen como característica su rigidez y antigüedad (edad precámbrica y
paleozoica) y constituyen el armazón o zócalo primigenio de la península sobre el cual se
fueron adicionando nuevos roquedos a lo largo de la evolución geológica.
El carácter rígido de los materiales del zócalo ha supuesto que, ante los esfuerzos tectónicos
alpinos, éste respondiera fracturándose y fallándose configurando un relieve germánico de
bloques levantados y hundidos.
Su antigüedad y posición emergida a lo largo del Mesozoico Terciario y Cuaternario, ha
implicado que sus roquedos hayan estado expuestos, durante millones de años, a la acción de
los procesos erosivos, lo que ha motivado su arrasamiento y cepillamiento originando extensas
penillanuras.
Su afloramiento en la península coincide con el tercio occidental (Galicia, Extremadura, León,
Zamora, Salamanca, occidente de Asturias ... ) y de manera local aparecen materiales del
zócalo en el Sistema Ibérico, Béticas, Pirineos y Costero-Catalanas.
Dentro del macizo Ibérico se distinguen los siguientes conjuntos:
1. Macizo gallego
Se corresponde con el extremo noroccidental del macizo Ibérico y coincide,
prácticamente, con Galicia. La fracturación en bloques ha dado lugar a una sucesión de
mesetas, alineaciones montañosas, fosas o cuencas interiores y a las rías de La Coruña
y Pontevedra.
2. Macizo asturiano
Se localiza desde el límite de Asturias con Lugo, hasta los Picos de Europa. Estos
últimos constituyen un importante conjunto calizo de edad paleozoica altamente
karstificado y modelado por la acción glaciar cuaternaria.
El centro y occidente asturiano presenta una complicada orografía destacando la
presencia de yacimientos carboníferos asociados a la evolución geológica del
paleozoico.
3. Montañas galaico-leonesas
Se localizan en el límite de Galicia y León. Están integradas por numerosas sierras
(Segundera, Ancares) de alturas superiores a los 2000 m, que enmarcan fosas
colocadas a menor altura (Bierzo).
4. Penillanuras de Zamora y Salamanca
Los procesos erosivos actuaron sobre los materiales del zócalo en el sector occidental
de estas dos provincias castellanas. El resultado ha sido la formación de una extensa
penillanura labrada sobre materiales graníticos y pizarrosos, tan sólo salpicada por
pequeños relieves que han quedado en resalte.
5. Sistema Central
Esta alineación de unos 700 kilómetros se extiende desde Portugal hasta el límite de
Guadalajara con Soria, con una dirección SSO-NNE. Sus relieves dividen en dos el
centro de la Península Ibérica y constituye el límite natural entre Castilla y León al
norte y Castilla-La Mancha y Extremadura al sur.
Algunas de las sierras que integran el Sistema Central son de oeste a este: sierra de
Béjar, Gredos (donde se alcanza la máxima altura del Sistema Central -2.592 m-),
Guadarrama (2.430 m), Somosierra y sierra de Ayllón, ya en Guadalajara. Durante el
Cuaternario, en las cumbres de algunas de estas sierras, se instalaron glaciares que han
modelado el relieve.
6. Montes de Toledo
Se extienden desde Cáceres y con una dirección oeste-este llegan hasta Toledo.
Compartimenta la submeseta sur en dos cuencas: la del Tajo, al norte y la del Guadiana
al sur.
La altura máxima se alcanza en la sierra cacereña de Guadalupe en la que apenas se
superan los 1600 m. Las diferentes sierras, asociadas a los montes de Toledo, y que se
extienden por esta provincia, presentan alturas inferiores, entre 1100 y 1400 m.
Su relieve presenta una evolución típicamente apalachense, los procesos erosivos han
respetado los materiales cuarcíticos (más resistentes) y han actuado de manera más
eficaz sobre los roquedos pizarrosos. Los primeros dan lugar a las culminaciones
montañosas y los segundos han originado diferentes valles.
7. Penillanura extremeña
Su origen y evolución es similar a la presentada por la penillanura salmantino-
zamorana.
8. Sierra Morena
Constituye el límite meridional del macizo Ibérico. Se extiende desde el Algarve
portugués hasta los límites de Jaén con Albacete. Con una dirección general SSO-NNE
marca el límite natural entre Andalucía y el interior de España. Las vertientes
meridionales, en algunos sectores, forman un importante escalón altimétrico respecto
al valle del Guadalquivir, con desniveles que superan los 1000 m; este hecho ha
supuesto una tradicional dificultad de comunicación entre Andalucía y el interior de
España, aprovechando pasos naturales desde tiempos históricos como el de
Despeñaperros.
36.1.4.2 Dominio geoestructural alpino
Este dominio se corresponde con los territorios peninsulares cuyos materiales fueron
depuestos a lo largo del Mesozoico y principios del Terciario y posteriormente plegados por las
fases orogénicas alpinas.
La naturaleza del roquedo es, fundamentalmente, carbonática (calizas, dolomías, margas ... )
asociada a la deposición de sedimentos de origen marino. Un segundo grupo se corresponde a
materiales detríticos y químicos (areniscas, conglomerados, arenas, yesos ... ). El conjunto de
estos materiales se conoce como cobertera sedimentaria que, afectada y plegada por los
procesos orogénicos alpinos, ha dado lugar a la formación de numerosos sistemas
montañosos: Unos situados en el borde del macizo Ibérico y otros en posiciones más
periféricas. A los primeros se corresponden los Montes Vasco- Cantábricos y Sistema Ibérico, a
los segundos, las Cadenas Costero-Catalanas y las dos cordilleras propiamente alpinas (Pirineos
y Béticas).
- Montes Vasco-cantábricos
Esta unidad limita al oeste con el macizo asturiano y al este enlaza con los Pirineos. Su
altura máxima supera escasamente los 2000 m en Peña Labra (Cantabria) mientras que
los montes Vascos (Peña Gorbea, Aralar, Aitzaorri) tienen menor altura (1500 m). Sin
embargo, estas modestas alturas, no impide que los montes Vasco-cantábricos
desempeñen un importante papel de barrera climática e histórica entre la comisa
Cantábrica y el interior peninsular.
- Sistema Ibérico
Con una dirección NO-SE se extiende a lo largo de unos 400 kilómetros desde el norte
de Burgos hasta enlazar con las Béticas. Cierra la meseta en su borde oriental y supone
una barrera física entre ésta y el valle del Ebro.
El Sistema Ibérico está integrado por numerosas sierras entre las que cabe destacar:
Demanda (2.256 m Burgos-La Rioja) Cebollera (2.147 m Soria-La Rioja) y Moncayo
(2.316 m Soria-Zaragoza). En estas sierras y macizos se instalaron en sus cimas masas
glaciares que han dado lugar a un modelado asociado a la acción de los hielos.
Al sur del Moncayo el Sistema Ibérico se bifurca en dos ramales: occidental y oriental y
entre ambos la denominada fosa del Jiloca o Calatayud-Teruel.
En el primero las sierras más destacadas son Albarracín y Serranía de Cuenca. El ramal
oriental enlaza con la llanura costera valenciana. En esta alineación oriental del
Sistema Ibérico destacan las sierras del Maestrazgo, Gúdar y Javalambre.
- Cadenas Costero-Catalanas
Esta alineación montañosa se extiende desde Gerona hasta Tarragona y discurre a lo
largo de 200 kilómetros paralela a la costa mediterránea, con una clara dirección NE-
SO.
Las costero-catalanas presentan dos alineaciones paralelas, una próxima a la costa de
escasa altura (Garraf, Collserola, Tibidabo), y otra en posición más interiorizada y de
altura más elevada (Montseny) entre ambas, una serie de depresiones intermedias
(Vallés, Penedés, La Selva ... ) que coinciden con comarcas de acusada personalidad
geográfica.
- Pirineos
Desde el Golfo de Vizcaya hasta el cabo de Creus, a lo largo de casi 450 kilómetros, se
extiende la cordillera con una dirección dominante oeste-este.
Los inicios de esta cordillera se corresponden con las primeras fases de la orogenia
Alpina (giro de la microplaca Ibérica) y posteriormente fue reactivada por sus últimas
fases.
En realidad los Pirineos de norte a sur presentan tres grandes unidades
morfoestructurales .
· El denominado Pirineo Axial en donde se alcanzan las mayores alturas: Monte
Perdido (3.348 m), Aneto (3.404 m) etc. Sus materiales son los
correspondientes a un zócalo hercínico y sus cumbres sirven de frontera con
Francia. En este área se encuentran desarrolladas importantes formas
glaciares cuaternarias, e incluso, actualmente todavía quedan restos glaciares
activos.
· Prepirineo interior. Se sitúa inmediatamente al sur del Pirineo Axial. Sus
materiales son, predominantemente, de naturaleza caliza y sus alturas se
acercan a los 3.000 metros.
· Prepirineo exterior. Son las sierras pirenaicas más meridionales y que sirven de
límite con el valle del Ebro. Sus alturas son más modestas y no superan los
2.000 m.
Entre el Prepirineo interior y exterior se ubica la denominada Depresión Media.
- Béticas
Bajo esta denominación se incluve un complicado conjunto de alineaciones
montañosas que, desde el estrecho de Gibraltar, alcanzan el cabo de la Nao (Alicante),
con una dirección general OSOENE. Los 600 kilómetros que separan ambos puntos se
verían incrementados si se incluye la que por debajo del mar, enlaza las Béticas con el
archipiélago Balear. En las Béticas se alcanzan las mayores alturas de la Península
(Mulhacen 3.481 m) y es la que presenta mayor complejidad geológica. En las Béticas
se distinguen dos zonas: la externa, con predominio de los materiales carbonáticos y la
interna, en donde aflora el zócalo con roquedos cristalinos y metamórficos.
La externa incluye las sierras Prebéticas y Subbéticas. Las primeras (Cazorla, Alcaraz...)
sirven de límite al alto valle del Guadalquivir y a la Meseta. Las alineaciones subbéticas
(Grazalema, Mágina, Espuña ... ) limitan con el valle del Guadalquivir y continúan hasta
la costa mediterránea, y su prolongación en el archipiélago Balear.

La zona interna discurre paralela a la Costa del Sol, desde Estepona hasta el Cabo de
Palos. En Sierra Nevada se ubica el Mulhacén y las formas glaciares más meridionales
de Europa.
Entre la zona interna y las Subbéticas se ubica la denominada Depresión Intrabética
que, en realidad, es una sucesión de fosas u "hoyas" (Hoya de Baza, Hoya de Guadix,
Hoya de Antequera...)
36.1.4.3 Dominio geoestructural neógeno
Este dominio incluye los espacios peninsulares que se configuraron en momentos posteriores a
los máximos esfuerzos alpinos, coincidente con los dos últimos periodos del Terciario o
Neógeno, de donde toma el nombre.
Las dos características principales de este dominio son:
- El origen continental de sus materiales, procedentes de la erosión de los relieves
formados en la orogenia alpina. Los roquedos predominantes son arenas, areniscas,
conglomerados y, también, calizas de origen fluviolacustre, compartiendo, todos ellos,
una cronología neógena.
- Estos materiales fueron depositados en las grandes depresiones que se formaron
simultáneamente a la elevación de los relieves del dominio geoestructural alpino.
Debido a la ausencia de fuertes convulsiones orogénicas, su disposcición inicial de
carácter horizontal o tabular, apenas fue modificada, por lo que, los sectores neógenos
presentan topografías planas y extensas y monótonas llanuras. Sólo el encajamiento
de la red hidrográfica en el Cuatemario ha podido incidir y crear desniveles
altimétricos en estos relieves horizontales- subhorizontales.
Dentro de este dominio se diferencian las cinco grandes cuencas peninsulares, tres ubicadas
en el interior de la Meseta (Duero, Tajo y Guadiana) y dos en posiciones periféricas
(Guadalquivir y Ebro).
1. Cuenca del Duero.
Ocupa la mitad septentrional de la Meseta, limita al norte con la Cordillera Cantábrica,
al este con el Sistema Ibérico, al sur con el Sistema Central y al oeste entra en contacto
con la penillanura zamorano-salmantina.
Su altura media se sitúa entre 700-800 m, lo que unido a su aislamiento orográfico
respecto al Atlántico, condiciona unos inviernos rigurosos y de bajas temperaturas.
La colmatación terciaria ha dado lugar a una diferenciación litológica de los materiales.
En la mitad oriental predominan los rellenos sedimentarios carbonatados (páramos
calizos). El motivo es la denudación del Sistema Ibérico (cobertera mesozoica) por lo
que los ríos transportaban aguas carbonáticas que dieron lugar a la formación de
dichas capas calizas. En la mitad occidental el predominio son los materiales detríticos
(páramos detríticos) procedentes de la denudación del Sistema Central y Macizo
Asturiano.
El río Duero y su red tributaria se ha encajado en estos materiales configurando valles
y páramos.
2. Cuenca del Tajo
Queda limitada al norte por el Sistema Central, al este por el Sistema Ibérico, al
sudeste enlaza con La Mancha, al sur con los Montes de Toledo y al oeste con la
penillanura extremeña.
Presenta una altura media de 600-700 m, y por tanto, menor que la Cuenca del Duero.
Al igual que en ésta, presenta en su mitad oriental un predominio de páramos calizos y
en la occidental están representados los materiales detríticos.
3. Cuenca del Guadiana
Limita al norte con los Montes de Toledo y al sur con Sierra Morena, al este enlaza con
La Mancha y al oeste entra en contacto con la penillanura extremeña.
La particularidad geográfica más relevante es la escasa capacidad de incisión que ha
mostrado el Guadiana a lo largo de su historia geomorfológica, lo que justifica la
planitud de la llanura manchega (drenada también por el Júcar) y de los territorios
avenados por este río.
4. Cuenca del Guadalquivir
La cuenca del Guadalquivir presenta una forma triangular, su límite sur queda fijado
por las diferentes alineaciones Subbéticas y el norte por Sierra Morena, con apertura al
Golfo de Cádiz y vértice entre la Sierra de Cazorla y Sierra Morena en la provincia de
Jaén.
Esta cuenca ha estado ocupada por el mar hasta fechas geológicas muy recientes, lo
que ha supuesto la existencia de un relleno sedimentario con predominio de margas
que alternan con roquedos detríticos procedentes de la erosión de los relieves que
enmarcan la cuenca. La naturaleza lábil de estos materiales ha facilitado la acción
erosiva de la red hidrográfica del Guadalquivir, dando lugar a un relieve alomado y
extensas "campiñas".
5. Cuenca del Ebro
Comparte con la fosa del Guadalquivir su forma triangular y posición periférica en el
contexto peninsular, sin embargo, la historia geológica y las actuales condiciones
climáticas suponen considerables diferencias entre ambas.
La cuenca del Ebro queda enmarcada por el Pirineo (prepirineo exterior), Sistema
Ibérico y Costero-Catalanas, quedando comunicada con la cuenca del Duero a través
de La Bureba (comarca del norte de Burgos).
Su evolución ha sido muy compleja lo que ha originado diversidad de materiales
(yesos, calizas, areniscas, conglomerados...) dando lugar a una gran profusión de
formas. Al quedar cerrada por los relieves enmarcantes la cuenca del Ebro presenta un
clima mediterráneo marcado por la amplitud térmica y la escasez de precipitaciones.
La cuenca del Ebro es drenada, no sólo por el Ebro sino también por el Ter y Llobregat,
cuyos cursos altos avenan su sector nororiental, lo que supone una diferencia con las
restantes cuencas.
36.1.4.4 El relieve de Canarias
La formación de Canarias está relacionada con la fisuración de la corteza oceánica atlántica,
correspondiente a la placa africana. El movimiento de ésta hacia el norte, durante el Terciario
y el desigual espesor de su corteza continental y oceánica favoreció la apertura de grietas en el
fondo oceánico del Atlántico.
La salida de material magmático por estas grietas ha ido configurando el relieve canario hasta
la actualidad, con una importante actividad volcánica que llega hasta nuestros días. El Teide es
un volcán que con 3718 metros de altura es el punto más alto de España.
36.1.5 El Clima de España.
Que en las regiones del norte español el clima conozca elevada nubosidad y frecuentes lluvias,
que en las del sur las temperaturas sean mas elevadas y que haya sequedad o aridez, que en
las bañadas por el Mediterráneo las temperaturas, incluso en invierno, sean suaves, que en las
del interior de la Meseta los contrastes de temperatura sean muy fuertes, etc. sólo habla de
los elementos, es decir, de las características que definen, diferencian e individualizan a
nuestros climas. Pero ¿por qué nuestros climas son así y no de otras características?, ¿por qué
no son como los de Alemania, o de China, o del Sahara?, ¿por qué son tan distintos? Es decir
¿cuáles son las causas de esos elementos?
Para poder contestar a esas preguntas hay que analizar los factores (recuérdese que factores
quiere decir hacedores, causas), es decir, hay que estudiar las causas que crean los climas de
nuestro territorio.
Los factores que dan lugar a los elementos, es decir a las concretas características de
temperatura, lluvias, presión, etc. de nuestros climas, son de dos tipos: dinámicos y
geográficos.
36.1.5.1 Factores Dinámicos
Son los más decisivos porque son los que realmente explican los caracteres climáticos de
nuestras regiones. Los factores geográficos sólo matizan, diferencian regionalmente las
características generales que impone la dinámica atmosférica.
La circulación atmosférica general hace que nuestras tierras sean recorridas por masas de aire
diversas, con mayor frecuencia de unas o de otras según la época del año, o que se enfrenten
entre sí creando frentes.
La Corriente en Chorro (Jet Stream) representa un papel esencial: dada la situación en latitud
de España, siempre se sitúa al norte de ésta, pero sus ramales meridionales siguen distintos
recorridos según las distintas estaciones del año.
En verano circula muy al norte de la región mediterránea, por lo que ésta es ocupada por el
anticiclón subtropical de Azores, o sea por la masa de aire tropical cálida. Además el anticiclón
no deja penetrar a las masas de aire húmedas y tibias del Atlántico. Esto explica que España
conozca en esta estación altas temperaturas y aridez, sólo interrumpidas por esporádicas
tormentas.
En otoño un ramal meridional de la corriente en chorro discurre por la vertical de España, lo
que permite la entrada de las borrascas y perturbaciones del Frente Polar, es decir, la
producción de precipitaciones. La alternancia de dorsales y de vaguadas en los niveles altos de
la troposfera explica la sucesión de días perturbados (mal tiempo) y de días estables (buen
tiempo), así como la producción de gotas frías.
En invierno dicha rama meridional del Chorro discurre por el sur del Estrecho de Gibraltar, lo
que significa que no aparece el anticiclón subtropical y pueden penetrar por el Valle del
Guadalquivir y por el Cantábrico las lluvias asociadas al frente polar. Los períodos fríos y secos
en esta estación se deben a la llegada de anticiclones atlánticos o a invasiones de aire polar,
que no dejan que las masas atlánticas penetren.
En primavera aún aparecen con frecuencia los anticiclones atlánticos, pero su permanencia es
corta. Al igual que en otoño, la subida del Chorro en latitud deja el camino abierto a la llegada
de las perturbaciones del frente polar y a una frecuente alternancia del tiempo.
En definitiva, la situación de la Corriente en Chorro según las distintas estaciones, situación
impuesta por la circulación atmosférica general, explica la evolución de nuestros climas a lo
largo del año.
Como factor dinámico hay que insistir en la gran importancia que tiene el anticiclón
subtropical de Azores que, bien fusionado con las altas presiones atlánticas, bien aislado, rige
nuestros climas durante largos períodos, explicando la escasez de lluvias.
También hay que resaltar las invasiones de aire frío en las capas altas. Se trata de un factor
dinámico, producido por roturas o por grandes incurvaciones de la Corriente en Chorro, que
sitúa al sur de ésta aire ciclónico y produce fuertes precipitaciones, con inundaciones con
cierta frecuencia como consecuencia.
Pero lo más normal es la mayor permanencia de altas presiones en altura que la de gotas frías
o de bajas presiones. Así es como se entiende la notoria penuria de precipitaciones.
Como se ha dicho antes, los factores dinámicos rigen los caracteres generales de nuestros
climas, pero estos son modificados por los factores geográficos.
36.1.5.2 Factores Geográficos
La situación en latitud coloca a nuestro territorio en una zona terrestre determinada, en
concreto lo sitúa en la zona templada y, dentro de ella, en el ámbito mediterráneo, común
también a otros países, pero los factores geográficos crean una importante diferenciación y
diversificación climáticas.
La situación en latitud, entre las zonas templada y tropical, explica la invasión de masas de aire
distintas según las estaciones, como acabamos de ver. Esto explica la amplia gama de tiempos,
diversos de una a otra región, según su mayor o menor lejanía o proximidad a Europa o a
África.
Simplificando mucho puede decirse que el anticiclón de las Azores bloquea la circulación
atlántica en verano, generando sequedad y altas temperaturas, mientras que en invierno su
ausencia permite la entrada de las borrascas atlánticas con su cortejo de lluvias. Pero las masas
de aire impulsadas por estos vaivenes afectan a nuestro territorio de forma desigual:
a) las masas de aire del Atlántico, húmedas frescas y atemperadoras de los excesos
térmicos, son nítidas en el Bajo Guadalquivir o en Galicia, regiones a las que casi no
llegan las masas de aire continental polar y, menos aún, las de procedencia ártica.
b) La masa de aire atlántica llega muy modificada a las Comunidades de Valencia y de
Murcia, puesto que, alejada de su origen, ha visto degenerarse muchas de sus
características.
c) Todo el Sureste está al resguardo de las borrascas del frente polar, protegido por
las cordilleras Béticas.
d) La masa mediterránea, siempre cálida, apenas llega a las Comunidades Gallega,
Asturiana, Cántabra y Vasca. Todo es efecto de la larga distancia que separa al
Atlántico del Mediterráneo.
La gran distancia entre estos mares, de características de temperatura bien contrastadas,
explica la variedad regional de los climas de los litorales y de sus zonas próximas:
a) Las áreas próximas al Atlántico conocen suaves temperaturas en verano y muy
moderadas en invierno y registran abundantes precipitaciones.
b) Las colindantes con el Mediterráneo tienen temperaturas agradables en invierno,
casi nunca se producen heladas, y elevadas en verano, porque este mar, siempre
cálido, no puede mitigar las temperaturas veraniegas.
La gran extensión de España, tanto de norte a sur, como de este a oeste, hace que, desde el
punto de vista climático, se comporte mas que como tierra casi totalmente rodeada por
mares, corno un continente, Este hecho, la gran amplitud de la Meseta, la disposición
periférica de las Cordilleras, pegadas a las costas y que impiden la llegada al interior del papel
moderador de los mares, son factores geográficos que, en conjunto, generan el carácter
macizo de la Península, es decir, el claro carácter continental de la mayor parte de los climas
de nuestras tierras.
La continentalidad se manifiesta:
- en fuertes diferenciaciones climáticas entre la periferia marítima y el interior,
- en fuertes amplitudes térmicas en éste último entre las distintas estaciones, originadas
por las muy bajas temperaturas que aportan los anticiclones invernales, por el
alejamiento de la influencia marítima, por elevada altitud y, en época estival, por la
elevada insolación que crea el anticiclón de las Azores, casi permanentemente
presente.
Sobre todo en verano, y en el sur durante buena parte del año, se dejan sentir los efectos en
las temperaturas de otro factor geográfico -la proximidad a África-, que envía los secos y muy
cálidos vientos saharianos.
36.1.5.3 Dinámica en superficie
Anteriormente se han visto ya los mecanismos de la circulación atmosférica en altura. Ahora se
va a estudiar los de superficie, analizando el comportamiento y efectos de los centros de
acción, de las masas de aire y de los frentes.
36.1.5.3.1 Centros de Acción
La localización de los centros de acción rige la circulación atmosférica en superficie al imponer
la dirección y trayectoria de las distintas masas de aire.
Los principales centros de acción en España son los siguientes:
- Anticiclón de las Azores. Es el nombre que reciben en esta área las altas presiones
subtropicales. En realidad produce aire cálido y húmedo, pero la subsidencia y la
estabilización que se crea al enfriarse sus capas bajas en su camino hacia latitudes mas
frescas hacen que ocasione un tipo de tiempo seco y estable. Como ya se vio sufre un
desplazamiento en latitud al ritmo de las estaciones: en verano se localiza mas al
norte, hecho esencial para entender las características de nuestros climas en esta
época, y mas al sur en invierno. Esta evolución estacional del Anticiclón de las Azores
es la principal causante de los contrastes verano-invierno. Es el centro de acción que
crea el tipo de tiempo de elevadas temperaturas, estabilidad y acusada sequedad.
- Anticiclones Polares Atlánticos. Pueden actuar durante todo el año, pero son mas
frecuentes en invierno y, algo menos, en otoño y primavera. Suelen ser de corta
duración y son los responsables de las situaciones del norte, del noroeste y de
bloqueo.

- Anticiclones europeos continentales. De origen térmico (muy bajas temperaturas), se


crean en invierno en el norte y centro de Europa a partir de masas de aire polar. Dan
lugar a un tipo de tiempo seco y muy frío, habitualmente a heladas.
- Depresión de Islandia. Es el centro de acción que se corresponde con las bajas
presiones permanentes del área periártica, situadas entre las altas polares y las de
Azores. Envía masas de aire polar marítimo e impulsa las borrascas y perturbaciones
del frente polar hacia España, especialmente en invierno.
- Depresión térmica peninsular. Aparece en verano como consecuencia del fuerte
calentamiento del aire en contacto con el suelo, fuertemente caldeado por la intensa
insolación. A pesar de tratarse de una baja presión, las precipitaciones sólo se
producen cuando en niveles altos hay invasiones de aire frío (vaguadas o gotas).
- Depresión térmica sahariana. Suele enviar hacia el sur peninsular masas de aire a muy
elevadas temperaturas Y extremadamente secas. En verano, en ocasiones, pueden
cubrir la mayor parte de la Península ocasionando intensas olas de calor.

36.1.5.3.2 Masas de Aire


Como es ya bien sabido, los tipos de tiempo pueden ser muy diferentes según qué masa de
aire adviene al territorio enviada por los centros de acción.
Las principales masas de aire que afectan a nuestro territorio son las siguientes:
- Ártica marítima: Procede del Ártico y, por consiguiente, tiene bajísimas temperaturas y
es muy seca (recuerde la escasa capacidad del aire frío para contener vapor de agua).
Se infiere que aporta muy bajas temperaturas. Produce alguna precipitación sólida
sólo en el norte. No obstante aparece muy esporádicamente.
- Polar marítima. Viene desde el norte del Atlántico, habiendo recorrido un largo
camino por el océano antes de penetrar en España. Es una masa ya menos fría que la
ártica y ligeramente más húmeda. En situaciones de baja presión origina un tipo de
tiempo lluvioso, de temperaturas benignas, mientras que en las anticiclónicas da lugar
a un tiempo de cielos despejados y mas fresco.
- Polar continental. Es la masa que se crea en el corazón continental de Europa por
estancamiento prolongado del aire en invierno, por lo que es muy fría. Adviene casi
sólo durante el invierno, originando un tiempo muy estable, seco y netamente frío.
- Tropical marítima. Su origen se sitúa en la zona cubierta por el Anticiclón de Azores.
Llega en cualquier época del año, si bien es casi permanente su presencia en verano.
Es una masa cálida y húmeda, pero, por su carácter anticiclónico, muy estable,
generadora de buen tiempo.
- Tropical continental. Procede del anticiclón subtropical continental sahariano, por lo
que es extraordinariamente seca y cálida. Suele presentarse esporádicarnente en
verano. Aduce elevadísimas temperaturas, auténticas olas de calor.

36.1.5.3.3 Frentes
A las consecuencias de la intervención de las masas de aire, hay que añadir las que producen
los enfrentamientos entre sí de las de características distintas, o sea, los frentes:
Frente Polar: Es, entre otros de menor importancia que no vamos a considerar aquí, el que
afecta principalmente a nuestro territorio. Dirigido en su dirección y trayectoria por las de la
Corriente en Chorro y, por consiguiente, por los centros de acción en superficie, de
localizaciones variables, puede penetrar en la Península por muy diversas rutas: norteñas,
centrales y meridionales.
36.1.5.4 Evolución anual
Si tenemos en cuenta la situación de la Península entre las zonas templadas y las tropicales, se
comprende que la evolución anual de la dinámica en superficie sea muy compleja y diversa de
unos años a otros.
- Verano: La subida del Chorro hacia latitudes más altas hace que el frente polar
también lo haga, con lo que la Península se ve invadida por el anticiclón de Azores. En
consecuencia, imperan las altas temperaturas y las altas presiones, que impiden la
producción de precipitaciones. El tipo de tiempo dominante es el anticiclónico:
estable, seco, soleado. Sólo las regiones del norte pueden verse afectadas por la
terminación meridional de algunos frentes, que aportan nubosidad y, en casos, alguna
precipitación. También pueden producirse invasiones de aire sahariano, que, como se
ha dicho, provocan olas de calor.
- Otoño: Al ir retirándose el anticiclón de Azores progresivamente hacia el sur, la
entrada del frente polar, con sus nubes y sus lluvias se ve facilitada. Así alternan los
días anticiclónicos, estables, secos y soleados, con los de tiempos perturbados,
inestables, frescos y húmedos. A ellos han de añadirse algunos días ya francamente
fríos, causados por la acción de los anticiclones atlánticos, que tímidamente inician su
aparición. En esta estación, por otra parte, y especialmente en los litorales levantinos,
suelen producirse con cierta frecuencia precipitaciones torrenciales, como
consecuencia de la generación de gotas frías en altura.
- Invierno: La corriente en chorro ha descendido en latitud y, por consiguiente, también
el anticiclón subtropical, con lo que se despeja el camino al frente polar y a su cortejo
de lluvias. Pero, en realidad, en esta estación predomina la presencia de los
anticiclones atlánticos, alternantes a veces con los centroeuropeos, que envían masas
polares o continentales, que dan lugar a tiempos fríos y frecuentes heladas.
- Primavera: Esta estación destaca por la gran variabilidad de los tipos de tiempo.
Tiempos de temperaturas suaves y bien soleados alternan con otros fríos, así como
con otros lluviosos y tibios, según estén presentes, respectivamente, el anticiclón de
Azores, los anticiclones atlánticos o el frente polar.
36.1.5.5 Situaciones y Tipos de Tiempo
La evolución del clima español en el transcurso de las estaciones, tal y como ha sido expuesta,
sólo supone una generalización excesiva; la realidad es mucho mas variada.
Para cada estación del año, los centros de acción presentan disposiciones muy diversas y
mayor o menor nitidez, lo que impone situaciones muy distintas y, por tanto, orígenes y
trayectorias a las masas de aire muy variadas, así como efectos bien diferenciados.
En consecuencia, las situaciones y los tipos de tiempo pueden ser numerosísimos. Por razones
de brevedad sólo se expondrán los mas habituales y significativos.
Los tipos de tiempo dados por situaciones anticiclónicas predominan, como se ha visto, en
verano (anticiclón de Azores). En invierno son ocasionados por anticiclones atlánticos o por
centroeuropeos.
Los tipos de tiempo que crean las bajas presiones aparecen más en invierno y, en especial, en
las estaciones equinocciales.
- Situación del norte. Un gran anticiclón sobre el Atlántico Norte y una baja presión
sobre Centroeuropa dirigen un flujo del norte que introduce una masa de aire polar,
que empuja a un frente frío. La ola de frío produce heladas de advección.
- Situación del noreste. Un anticiclón noratlántico, ligeramente inclinado, con la ayuda
de la baja presión localizada en Italia, dirige aire polar, de procedencia y caminos
continentales y por lo tanto, muy frio y muy seco. El tiempo será muy frío con fuertes
heladas.
- Situación anticiclónica. El borde sur de un anticiclón ocupa toda la península. Es la
típica situación de verano, con cielos limpios, elevadas temperaturas y ausencia de
precipitación.
- Situación de levante. Aparece con más frecuencia en otoño, verano y primavera. La
baja presión del sur peninsular envía aire cálido y húmedo del mediterráneo y, por lo
tanto, inestable. El tiempo es cálido. Si en altos niveles de la troposfera hay invasión de
aire frío (gota o vaguada) las lluvias adquieren gran intensidad, especialmente en
Levante y Sureste.
- Situación del Sur. La depresión del occidente peninsular y el anticiclón que cubre Italia
imponen una corriente del sur, o sea, de procedencia sahariana: la ola de calor es
inevitable. Con aire frío en altura las tormentas serán intensas y frecuentes.
- Situación del suroeste. Se trata de la típica situación de precipitaciones de temporal,
que afectan a la totalidad de España. El aire polar volteado por la baja presión del
norte peninsular choca con la masa cálida subtropical que emite el anticiclón de las
Azores, al noroeste de las Canarias, creando una modélica borrasca de frente polar. El
tipo de tiempo es el de una atmósfera húmeda y de gran suavidad térmica, debido al
origen atlántico de la masa de aire.
- Situación del oeste. Una gran baja presión atlántica dirige hacia la península una masa
de aire polar marítimo, a la que acompaña una perturbación de doble frente (frente
polar), que recorrerá el territorio de oeste a este. Sus consecuencias serán
precipitaciones copiosas, moderadas temperaturas y alta humedad.
- Situación del noroeste. La gran baja presión que ocupa todo el oeste y centro de
Europa envía una masa de aire polar marítimo. Las temperaturas descenderán, en un
ambiente desapacible.
- Situación de Gota Fría. La Gota supone la localización de una masa de aire frío a la
derecha de la trayectoria de la corriente en chorro. El tiempo será muy inestable, con
abundantes aguaceros y violentas tormentas.
Temperaturas. Las oscilaciones o amplitudes térmicas son escasas, entre 8° y 10°, en las
regiones atlántico-cantábricas. En las mediterráneas son algo mas elevadas, de 11° a 15°,
porque aquí el mar apenas modera en verano. En las dos Comunidades Castellanas, así como
en los valles del Ebro y del Guadalquivir, se aprecia ya claramente la continentalidad: la
oscilación se sitúa entre 18° y 20°.
En resumen, se oponen los valores medios y los regímenes de temperaturas de las regiones
costeras con las del interior, con valores más extremados y, por tanto, continentalizados. Las
fuertes amplitudes térmicas anuales se entienden por los factores geográficos. En el interior de
la Meseta hay que resaltar la larga duración y el rigor de los inviernos en Castilla y León, mas
suaves en Castilla-La Mancha que en compensación, ha de sufrir mas calurosos veranos. La
depresión del Ebro presenta caracteres intermedios a las anteriores, mientras que la del
Guadalquivir conoce veranos auténticamente tropicales.
Precipitaciones. Si las temperaturas establecen diferenciaciones regionales, son la cantidad y el
régimen de precipitaciones quienes establecen la más neta diversidad a nuestros climas. Las
precipitaciones originan regiones bioclimáticas muy contrastadas.
Recuérdense los efectos de la disposición periférica de las montañas, responsable de la gran
desigualdad en las cantidades y reparto regional y estacional de las precipitaciones.
Las lluvias van decreciendo según una componente oeste-este y otra norte-sur: las mayores
cantidades se registran en el ángulo noroeste y las menores en el sureste, área esta la mas
seca de toda Europa (Cabo de Gata).
La España Húmeda no tiene ni un solo mes seco, aun cuando las precipitaciones registran sus
más bajos valores en verano. El número de días de lluvia siempre rebasa los 160, normalmente
más. Cubre las Comunidades de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco, así como las grandes
cadenas montañosas.
La España Seca ofrece infinidad de matices en la gama de precipitaciones comprendida entre
los 800 y los 300 mm. Por lo genetal registra valores inferiores a los 550 mm. y cubre la mayor
extensión del territorio.
El verano es prácticamente seco en todos los lugares, si bien de distinta duración según zonas:
en Andalucía puede prolongarse hasta seis meses. También varía mucho, según regiones, el
número de días lluviosos: unos 120 en el norte de la España Seca, en torno a 70 en Castilla y
León y muy bajo en Castilla-La Mancha, unos 55.
Las mayores cantidades de precipitación caen en las estaciones equinocciales, excepto en las
costas mediterráneas, que lo hacen en otoño, y en Andalucía que las registra en otoño-
invierno.
La España Árida ocupa la región al resguardo de la Cadena Penibética, o sea el sureste español:
Almería y Murcia. También están en el dominio de la España Árida el centro del valle del Ebro,
determinadas áreas de las provincias de Albacete y de Alicante, las hoyas de Guadix, Baza, etc,
la casi totalidad de la isla de Ibiza, así como el Archipiélago Canario, en especial sus islas
orientales. Los días con precipitación oscilan entre 35 y 70 al año, por lo general mas
concentrados en el otoño. La estación seca se prolonga por la mayor parte del año. La escasez
de lluvias se comprueba con los siguientes datos: Almería recoge 225 mm., el Cabo de Gata tan
sólo 140 mm.
La variedad de los climas españoles. Ya ha ido viéndose la gran variedad y matizaciones
regionales que presentan los elementos del clima español; en consecuencia no parece
adecuado hablar de clima, sino de climas españoles.
Sintetizando excesivamente puede decirse que hay un clima mediterráneo, que ocupa la
mavor parte del territorio, continentalizado en mayor o menor grado en las regiones del
interior, y un clima oceánico-templado en los litorales del noroeste y del norte.
Sin embargo, la ralidad es bastante más compleja, pudiéndose establecersa la siguiente
tipología
- Templado húmedo. También puede denominarse templado oceánico y atlántico.
Ocupa las zonas costeras septentrionales del Cantábrico y del Atlántico. Las situaciones
y tipos de tiempo atlánticos explican sus características básicas: frecuentes cambios de
tiempo, alta nubosidad, reducida insolación, humedad relativa elevada, lluvias
frecuentes y abundantes (superiores por lo común a 1000-1200 mm) y bien repartidas
a lo largo del año, precipitaciones nivosas esporádicas y poco intensas, temperaturas
moderadas, suaves en invierno, sin apenas heladas, y moderadas en verano, que se
traduce en corta amplitud térmica anual.
- Templado mediterráneo. Su rasgo climático esencial viene dado por la profunda sequía
veraniega. Teniendo en cuenta el comportamiento de las temperaturas en el invierno,
ofrece numerosos matices: hay un mediterráneo de invierno suave y un mediterráneo
de invierno frío. El límite entre ambos lo establece la temperatura superior o inferior a
6° en enero.
- Mediterráneo de invierno suave: Es el clima mediterráneo puro. Su área es la
Comunidad de las Baleares y las fachadas este y sur bañadas por el Mediterráneo.
- Mediterráneo de Continental o de invierno frío. Es el tipo de clima del interior de la
Península.
- Seco o Árido. Es el tipo de clima que deriva de una muy profunda degradación del
clima mediterráneo y que se caracteriza por una intensa penuria de precipitación.
Abarca desde el sur de Alicante hasta las hoyas subtropicales granadinas. Especial
referencia es el clima del Archipiélago de las Canarias. Todas sus características
derivan de la omnipresencia del anticiclón de las Azores, de la persistencia del alisio
que de él emana y, en menor grado, de la corriente fría de Canarias.
36.1.5.6 LA ESPAÑA INSULAR
Las islas introducen importantes correcciones a las generalidades, sobre todo climáticas y
biogeográficas, definidas para el conjunto peninsular, y, asimismo, participan de unas
peculiaridades biogeológicas, por lo que resulta interesante considerarlas de forma
individualizada.

36.1.5.6.1 Islas Baleares


Localización y geomorfología
El archipiélago de las Baleares (excepto Menorca) es una continuación del relieve del Sistema
Bético, y está constituido por las islas de Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera.
Participa, por consiguiente, de la misma formación geológica y geomorfológica alpina, e
incorpora restos paleozoicos.
En la isla de Mallorca, la de mayor extensión, se localiza hacia poniente la sierra de
Tramontana, donde se sitúa el pico más alto (Puig Major) a 1.445 m de altitud. Al este, la sierra
de Levante es más baja, no supera los 500 m, pero en ella se localizan importantes fenómenos
kársticos muy interesantes en las cuevas del Drach, Manacor o rutas costeras. La llanura
central, el Pla, desciende suavemente hasta acabar en las bahías de Alcudia, al norte, y de la
Palma, al sur; es la región más fértil.
El suelo y la vegetación
Las islas Baleares participan de los rasgos termopluviométricos del ámbito mediterráneo
propiamente dicho y, por tanto, sus suelos y vegetación se identifican con las formaciones ya
definidas. Tan sólo cabría señalar la presencia de algunas especies vegetales, autóctonas,
ligadas a endemismos propios de su carácter insular.

36.1.5.6.2 El archipiélago Canario


El archipiélago Canario está formado por siete islas agrupadas en dos provincias: Lanzarote,
Fuerteventura y Gran Canaria pertenecen a la provincia de Las Palmas; y las islas de Tenerife,
La Gomera, El Hierro y La Palma, a la de Santa Cruz de Tenerife.
Estas islas ocupan el territorio más meridional de España. Están localizadas en el océano
Atlántico, frente a la costa occidental africana, en las proximidades del trópico de Cáncer.
El relieve
Se trata de unas islas de carácter montañoso, menos Lanzarote y Fuenteventura, y de origen
volcánico, que han surgido como consecuencia de las fracturas de la plataforma africana. Su
génesis se inicia en la Era Terciaria y aún continúa la actividad volcánica. Sus formas de relieve
asociadas a este fenómeno son los malpaíses o coladas volcánicas, roques o pitones de lava,
que la erosión ha puesto al descubierto, tubos volcánicos, calderas, cráteres y coladas. Sobre
ellas la erosión pluvial y eólica ha configurado su fisonomía actual.
En las Canarias está el pico más alto de España: el Teide, un volcán de 3.718 m de altura.
Calderas destacables son las de Taburiente, en La Palma, o la de Tejeda, en Gran Canaria.

36.1.5.6.3 El clima
Tiene un carácter casi subtropical como consecuencia de su situación en una baja latitud, y
donde la influencia de los vientos alisios es muy importante. En las islas de mayor altitud, estos
vientos aportan humedad, que en contacto con el aire influido por la corriente fría de Canarias,
origina el característico «mar de nubes» que puede provocar lloviznas.
Las temperaturas son suaves, llegando a los 17,5° en invierno en Santa Cruz, y los veranos
moderadamente cálidos: 24,7°, si bien en las islas más próximas a la costa africana se
constatan en verano algunas «olas de calor».
Las precipitaciones están muy condicionadas por la altitud. Así, en las zonas más bajas son muy
escasas (en torno a los 250 mm), mientras que hacia los 600 m de altura se pueden superar los
1.000 mm al año. En la montaña, de acuerdo con su exposición a los distintos vientos, existen
microclímas muy diversos.

36.1.5.6.4 La vegetación
La peculiaridad del clima canario y su disposición orográfica explica los contrastes entre la
vegetación de las islas orientales y occidentales. En estas últimas, en las zonas bajas, se
encuentran las plantas xerófilas (cardón o tabaiba), junto con árboles aislados tales como
palmeras o drago; en el piso intermedio se localizan los bosques de pinos y laurisilva; a mayor
altura aparecen especies subalpinas endémicas, como la violeta del Teide.
Las islas orientales, mucho más áridas y de menor altitud, y constituidas por un material
volcánico relativamente reciente, cuentan con una vegetación de carácter estrictamente
xerófilo.

36.2 NATURALEZA Y RECURSOS EN ESPAÑA. MATERIAS PRIMAS, FUENTES Y


RECURSOS ENERGÉTICOS.
Fuentes de energía y materias primas minerales constituyen en el momento actual un
importante soporte de la actividad económica y de numerosas manifestaciones de los grupos
sociales, sobre todo en los espacios que han alcanzado un grado de desarrollo, significativo.
Las primeras se alzan como elementos clave de la mecanización, de algunos procesos
industriales y agrarios, y a su vez se han introducido progresivamente en ciertos aspectos de la
vida del hombre, que han contribuido a diversificar sustancialmente la demanda, siendo sus
expresiones más notables, el confort material del hogar, los desplazamientos humanos y de
mercancías, las actividades propias del ocio y la organización de los asentamientos.
Las materias primas minerales son el punto de partida de las transformaciones industriales, a
través de las cuales se obtienen productos semielaborados y elaborados, utilizados en el
conjunto de la actividad económica y por los nuevos esquemas de vida de las sociedades,
resultantes de la revolución industrial. Por consiguiente, cabría señalar que su demanda es
tanto más importante, cuanto mayor sea el grado de evolución socioeconómica y el nivel de
vida de una población, que son, de hecho, los dos factores que la condicionan. A su vez han
tenido tradicionalmente un papel trascendental en la ordenación espacial, determinando su
existencia, la localización de ciertas actividades, sobre todo industriales, de tal manera que se
consideraban factores fundamentales a la hora de confeccionar ciertos modelos explicativos.
Este carácter se ha ido perdiendo, a medida que se facilitaba su transporte e iban surgiendo
otros aspectos de mayor peso en la ubicación de las instalaciones. De hecho en el momento
presente cada vez se ha desligado más, desde un punto de vista espacial, la coexistencia de
consumo y producción.
Son recursos que se encuentran en el medio natural y presentan, de acuerdo con sus
diferentes manifestaciones, un carácter dual: renovable y no renovable, lo cual introduce un
elemento de gran trascendencia que tiene relación con su capacidad de agotamiento,
determinante de acciones de control en la explotación y en el consumo, tanto de cara al
momento actual, como al futuro, con objeto de asegurar el suministro. Dada la gran variedad
de caracteres fisicos presentes y pasados que tiene la superficie de la tierra, existe un abanico
muy importante de fuentes de energía y materias primas, por lo que no parece peligrar el
abastecimiento, máxime considerando que no se explotan todas las conocidas y que todavía
no se han llegado a descubrir las máximas posibilidades.
Existen problemas de dependencia externa en relación con estos recursos, sobre todo si se
tiene en cuenta que no son los espacios productores los que soportan el grueso del consumo,
con las consiguientes implicaciones negativas de tipo económico. Este hecho ha sido básico
para potenciar la investigación que conlleve a la posibilidad de explotar otros recursos que,
siendo importantes, todavía no han entrado en el ciclo productor, con objeto de sacar el
máximo partido de sus propios espacios naturales, diversificar el suministro y aumentar el
grado de autoctonía. Desarrollo socioeconómico, desconexión espacial entre producción y
consumo y dependencia externa, son quizás los rasgos que definen en la actualidad la
utilización de estos recursos naturales; las características del medio fíisico en su génesis
pasada y en su realidad presente son los que confieren la personalidad de su producción.
España ha ido intensificando el consumo de fuentes de energía y materias primas, en la
medida en que ha ido asumiendo una transformación socioeconómica, presentando un
panorama poco halagüeño en razón a su aprovisionamiento. Si históricamente nuestro país
tuvo una gran trascendencia en relación con estos recursos, hoy acusa déficits que alcanzan
cifras realmente alarmantes en algunos de ellos; las causas de este cambio estarían vinculadas
a la introducción de nuevas fuentes de energía y materias primas minerales, inexistentes en
nuestro suelo y subsuelo, a las deficiencias de explotación, a los caracteres físicos que definen
alguno! yacimientos y por supuesto a la creciente demanda. Ello determina un desequilibrio
entre producción y consumo con un grado de autoabastecimiento realmente bajo; este hecho
ha condicionado buena parte de las acciones políticas en materia energética y minera, origen
de planes que definen, con un objetivo temporal, el comportamiento de ambas con objeto de
ir subsanando los problemas planteados.
36.2.1 Fuentes de energía y materias primas minerales
Se ha señalado que estos dos recursos intervienen en numerosos aspectos de la actividad
socioeconómica y de hecho tienen aplicaciones muy diversas. Ahora bien, realmente juegan un
gran papel en el desarrollo Industrial, de ahí que individualicemos esta actividad productora,
máxime teniendo en cuenta que a la hora de explicar algunos asentamientos industriales,
tradicionalmente se han manejado estos recursos. Por otra parte, hay que considerar que a.
raíz de la industrialización se han producido otras manifestaciones económicas y sociales que
exigen para su funcionamiento energía o materias primas minerales, revolucionándose
numerosas facetas de la vida del hombre; por ello cabe señalar que fue la industria la primera
en utilizarlas y a partir de ella se ha desencadenado un proceso que reclama estos recursos,
incrementándose sustancialmente su consumo.
De hecho, la energía es el motor de funcionamiento de la industria y las materias primas el
elemento clave de la transformación, de ahí que generalmente se vincule el desarrollo de este
sector secundario con su existencia. Ahora bien la experiencia mundial ha demostrado que su
presencia en exclusiva no motiva la industrialización.
Atendiendo a las energías que mayormente se utilizan en España y por consiguiente
constituyen el grueso de los abastecimientos, se puede partir de la diferenciación entre
energía primaria y secundaria o final considerando dentro de ellas sus diferentes
componentes.
Por energía primaria se entiende aquella procedente del medio natural que no es susceptible
de un aprovechamiento directo y por consiguiente exige un proceso de transformación; es el
caso en el momento presente de la hidráulica, petróleo, carbón. gas natural y uranio.
Las energías secundarias son ya las formas de energía útil y pueden considerarse como tales el
trabajo mecánico, luz, calor, energía magnética y química; la transformación de una energía
primaria en secundaria lleva consigo una pérdida energética, tanto más importante según sea
el proceso realizado; es por este motivo por lo que las cifras de energía primaria no coinciden
con aquéllas de la energía final.
Al mismo tiempo se individualizan las fuentes de energía en razón a su proceso de formación
en el medio natural y por consiguiente a su disponibilidad y capacidad de explotación.
Es así como es frecuente diferenciar energías renovables y no renovables; las primeras están
vinculadas al medio natural y tienen un ciclo de regeneración continuado, sometido en
ocasiones a fluctuaciones de intensidad; son por consiguiente inagotables. Las más
características son: la solar, en su triple componente pasiva, térmica y fotovoltáica; la eólica, la
biomasa, la hidráulica, la geotérmica; por último otras energías renovables se relacionarían con
la utilización de las mareas, olas o gradiente térmico de los océanos. Como energías no
renovables se consideran aquéllas cuyo proceso de formación exige un tiempo importante, a
veces no medible a escala humana y sí geológica; por consiguiente, su explotación estará
sometida a las disponibilidades de un yacimiento, a sus reservas y a sus recursos, considerando
que su génesis en absoluto es correlativa a su extracción. Entre ellas están el carbón, petróleo,
uranio y gas natural, principalmente.
A tenor de estas clasificaciones generales cabe decir que no todas las fuentes de energía
mencionadas tienen una significación productora, ni por consiguiente abastecen un grueso de
la demanda, de tal forma que la estructura actual aparece formada realmente por un número
escaso, sobre todo en relación con las posibilidades conocidas, si bien estas últimas tendrán
sentido en un futuro. De hecho el mundo actual ha conocido una serie de cielos energéticos,
predominando una u otra forma de, producción según el conocimiento científico y tecnológico
dominante; primero fue la madera el combustible clásico, posteriormente el carbón, siendo la
fuente básica de la primera revolución industrial, experimentando un retroceso progresivo en
la medida en que se fue introduciendo el petróleo sobre todo a lo largo del siglo xx. Asimismo,
en este siglo fue ganando terreno la energía hidráulica, actualmente en decadencia, sobre
todo a raíz de la producción nuclear. Por ello, si en menos de un siglo ha habido sustituciones
parciales de fuentes de energía, y tres nuevas fuentes, el petróleo, hidráulica y nuclear se han
ido introduciendo en la actual estructura productora, es lógico pensar que nuevos cielos
energéticos vengan definidos por aquellas fuentes que hoy todavía forman parte del capítulo
de recursos y no han pasado al de reservas, porque su explotación actual no se realiza en
condiciones económicas óptimas. La investigación tecnológica es fundamental en este sentido,
ya que recursos energéticos existen en abundancia, si bien su integración en la cadena
productora no es por el momento demasiado rentable. De este modo, en España la producción
de energía primaria actual, aparece integrada por cuatro fuentes consideradas como no
renovables, es decir, carbón, petróleo, gas natural y nuclear junto a una renovable, la
hidráulica, que va perdiendo significación en los últimos años.
España es un ejemplo, en el conjunto europeo, de dependencia energética; casi cabría señalar
que desde que se produjo en nuestro país la revolución industrial apenas se han conocido
períodos de autoabastecimiento. Primero fue el carbón inglés el que contribuía a satisfacer la
demanda, porque sus precios eran más favorables que aquellos resultantes de nuestra
producción minera; posteriormente se diversifican los aprovisionamientos y otros centros,
principalmente europeos, serían nuestros suministradores. A continuación, ya en los años
sesenta, cuando se intensificó el uso del petróleo como consecuencia de la demanda de
energía, de su facilidad de empleo, de la crisis del carbón en España o por la aparición de
consumos específicos, tales como motorización, mecanización del campo o incremento de la
flota pesquera, la práctica inexistencia de recursos, al menos en razón al conocimiento
presente, hizo que esa dependencia se incrementara; a su vez, la incorporación más tardía del
gas natural en los años setenta, en parte por problemas de transporte, cuando nuestro país
desconocía sus posibilidades productoras, añadió un nuevo elemento de suministro externo,
de tal forma que con el transcurso del tiempo el porcentaje de autoabastecimiento energético
ha ido disminuyendo sensiblemente.
Nuestro país no es un espacio rico en fuentes de energía, o al menos las prospecciones
realizadas hasta el momento no han dado unos resultados eficaces. Es cierto que tampoco ha
existido una gran preocupación por la investigación energética en España y ello hay que
achacarlo a varios factores. En principio cabría señalar la escasa demanda de energía hasta los
años sesenta; el crecimiento industrial había sido poco significativo y el sector terciario estaba
escasamente desarrollado, por otra parte, el nivel de vida era bajo, lo cual se traducía en un
consumo energético muy débil. Cuando se produjo el despegue económico apoyado en un
proceso de industrialización clásico, de fuerte demanda de energía y se alcanzó un mayor nivel
de vida, las necesidades energéticas aumentaron sensiblemente, tanto en relación con los
diferentes sectores de la actividad, cuanto con los usos domésticos. El alza de la demanda
coincidió con un momento óptimo respecto del abastecimiento externo de fuentes de energía,
preferentemente del petróleo, porque sus precios eran por lo general bajos. La crisis de 1973
coincidió con un momento político interno poco realista con los acontecimientos
internacionales, aparte de encontrarse ya en una situación inoperante en política nacional, El
cambio político posterior, la transición democrática, exigió una mayor atención a temas
concernientes al reajuste político interno que a asuntos propios de materia económica. Sólo a
partir de 1980 se empieza a tener conciencia de la situación nacional energética de forma más
realista y todavía nos encontramos en un momento crítico. Quizás la propia inercia anterior y
el hecho de que en España los temas inherentes a la investigación hayan despertado poco
interés, hace que en la actualidad no sea demasiado significativo este aspecto, y las
prospecciones en materia energética no son objeto de atención.
Por materia prima mineral se puede considerar el material en bruto que proporciona la
explotación minera siendo su uso muy diverso, pero preferentemente industrial. Su variedad
es grande, acostumbrándose a integrarlos en cuatro conjuntos: minerales energéticos,
metálicos, no metálicos y productos de cantera. Entre los primeros cabe individualizar el
carbón y el uranio, si bien en este capítulo obviaremos el primero por haberlo considerado
entre las fuentes de energía. Como metálicos, estarían la bauxita, cinc, cobre, cromo, estaño,
hierro, manganeso, mercurio, níquel, plomo, titanio y wolframio; entre no metálicos,
atapulgita, asbestos, baritina, bentonita, caolín, cuarzo, espato flúor, esteatita, estroncio,
feldespatos, glauberita, magnesita, sales, sepiolita, thenardita y trípoli, por citar algunos de los
más significativos. Por último, estarían los productos de cantera, enormemente heterogéneos,
destacando como los más utilizados, arcillas, areniscas, basalto, calizas, creta, cuarcitas,
dolomías, granito, margas, mármol, ofitas, pizarras, serpentina, sílice y yeso.

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