Tutoría 3: Estado de las expresiones musicales y dancísticas regionales
Por: Natasha Arango Santiago Ausecha Ruber León
Semestre: VI
Docente: Carlos Andrés Gamboa R.
Universidad del Tolima Cread Cali.
2019 El departamento del Valle del Cauca tiene gran variedad geográfica, de allí se entiende la variedad cultural, étnica y musical como una expresión de heterogeneidad social y cultural con subregiones occidental Buenaventura, costa pacífica con grandes aportes a las festividades más renombradas a nivel municipal y nacional. La llegada de esclavos africanos trasladados por españoles produjo una pluralidad de expresiones que se fueron tramitadas paulatinamente en el tiempo, esta pluralidad sirvió de plataforma para la creación y evolución de las identidades musicales colectivas que han caracterizado a los pueblos surgidos a lo largo y ancho de la región vallecaucana La participación de músicos tradicionales y populares en la evolución de la música vallecaucana, especialmente los compositores que inspiraron en las voces y tradiciones de sus pueblos para armonizar los arreglos ganándose un emblema de “Vallecaucanidad”. El “mapa musical” del Valle del cauca tiene gran variedad, en algunos lugares de las cordilleras andinas que vigilan la planicie, se encuentra por ejemplo, comunidades signadas por el mestizaje; en otras, donde el poblamiento siguió el curso de la migración antioqueña y alberga las comunidades de este origen del centro y norte de sus dos cordilleras, predomina la población de ancestro español. A lo largo del Valle geográfico y al interior de las ciudades señoriales como Cartago, Buga y Cali, los afrocolombianos contribuyeron al surgimiento de comunidades mulatas. Y en la costa del pacífico hay predominio absoluto de población de origen africano. Sin duda una de esas expresiones musicales tradicionales en el Valle del Cauca es el bambuco, un tipo musical que está fuertemente arraigado desde comienzos del siglo XIX en las poblaciones que han habitado todo el largo y ancho del valle geográfico del río Cauca. En el Valle del Cauca, a comienzos del siglo XX, el Bambuco se tocaba y cantaba en las tertulias familiares, serenatas y conciertos de salón, que hacían parte de la cultura tanto de los círculos sociales más altos, como también de los más populares. Se fue transformando en canción estilizada y pieza instrumental que coexistía con ritmos criollos como el Pasillo y la Danza y con otros de origen europeo como el Vals, La Marcha, la Polka y la Mazurka. Estos ritmos musicales se tocaba en todos los pueblos y ciudades del Valle, pero principalmente en Buga, Cali, Cartago, Palmira, Zarzal, Guacarí, Toro, La Unión, Tuluá, Sevilla y tanto en las casas urbanas, como en las haciendas, en fiestas y paseos que frecuentemente tenían motivos musicales, También el Bambuco sonaba en los pueblos y veredas del sur del Valle, en los límites con el departamento del Cauca, como Jamundí, Quinamayó, Timba, Robles, etc., haciendo parte de las celebraciones de las comunidades negras y mulatas de la región, como son las adoraciones del Niño Dios, las fiestas de fin de año y también en los jolgorios del puerto fluvial de Juanchito y el paso de la bolsa, cerca de Cali. Otra expresión musical llamada el currulao, de creación afrocaucana. Los pobladores negros del litoral del Pacífico desarrollaron a lo largo de los años un nuevo folclor surgido al tenor de la lucha por la supervivencia y por construir identificaciones propias, en un mundo usualmente hostil. Los antiguos cantos que el amo obligaba a cantar en las minas para imprimirle ritmo al trabajo y en los que alternaba la voz del capataz con la respuesta grupal, se transformaron luego en cantos responsoriales en los que alternaban el “gloseador” o solista, con el coro o “respondedoras”. La función del canto cambió, evidentemente, en las comunidades libres cuando el canto y la danza empezaron a jugar un papel significativo como elementos de cohesión social y cultural, pero conservaron rasgos originales de fuerte inspiración africana. El alma de la música del litoral Pacífico es el currulao, con su marimba de ascendencia africana y con sus acompañantes de siempre: el bombo, el guasá y el conuno. Su zona de influencia cubre naturalmente al extenso municipio vallecaucano de Buenaventura donde juega notable papel en las fiestas populares colectivas y ceremoniales de bautizo y matrimonio. El currulao, con sus variedades aguabajo, agualarga, Aguachica, andarele, berejú y patacoré, se inscribe y arraiga fuertemente en las dinámicas cotidianas de la región, acompasándose con los roles asignados culturalmente a la mujer y al hecho de que los grupos familiares giren en torno a ella. El currulao, presente en bundes y chigualos, en fiestas patronales y en eventos comunitarios, ha sido por eso elemento fundamental de articulación social y conservación de tradiciones. A pesar de que el currulao es una de las músicas más hermosas de la tradición vallecaucana, permaneció relativamente cautivo de su matriz etnocultural, sin definir la personalidad musical de la región. En parte, porque históricamente lo “negro” ha ido marginado y por ende desdibujados los símbolos identificadores de “negritud”. Muchos de los migrantes llegados a Cali desde mediados de los años 50 procedentes de Buenaventura, Tumaco, Guapi, Micay, Saija, Timbiquí o Barbacoas, entraron en proceso de asimilación urbana donde el currulao junto con otras tradiciones ancestrales como el chigualo y el bunde, perdió importancia en la celebración de eventos familiares. La conservación y proyección del currulao y de otras expresiones musicales del Pacífico ha estado en manos de personas y grupos que se han preocupado por este fin. Hacia finales de los años 60 y principios de los 70, Enrique “Peregoyo” adaptó con éxito nacional el formato instrumental del currulao a uno que incluía saxofón, guitarra eléctrica y percusión cubana, pero su impacto no perduro en el tiempo. En Cali, la extensa comunidad guapireña ha jugado un papel muy importante en la conservación de la tradición musical del Pacífico y, el Festival Petronio Álvarez, que realiza cada año, juega un papel primordial significación para la conservación, adaptación a otros formatos y proyección de la música tradicional del litoral. Vale la pena anotar que entre la población negra urbana han aparecido durante las últimas décadas nuevas preferencias musicales. El Rap – con otrora lo hiciera la salsa- penetró la ciudad a través de jóvenes negros quienes han asumido como expresión de identidad propia, sin perder por ello la aceptación y el respeto por la tradición musical ancestral. Después de esto podemos afirmar que la riqueza musical y dancística del Valle del Cauca, se debe, como otros ámbitos de la cultura mundial, a la entrada y salida de la población desde diferentes partes del mundo que provocó el comercio indiscriminado de esclavos que llevaban consigo gran variedad de costumbres y creencias.