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TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PESONALIDAD

1. Explicación del trastorno

Descripción general

El trastorno de personalidad antisocial, a veces llamado sociopatía, es una


afección mental en la que una persona no muestra ninguna consideración por lo
bueno y lo malo, e ignora los derechos y los sentimientos de los demás de manera
sistemática. Las personas con trastorno de personalidad antisocial tienden a
oponerse a los demás, manipularlos o tratarlos duramente o con una cruel
indiferencia. No muestran culpa ni remordimiento por sus comportamientos.

Los individuos con trastorno de personalidad antisocial suelen quebrantar las leyes
y convertirse en delincuentes. Pueden mentir, comportarse violenta o
impulsivamente, y tener problemas con el consumo de drogas y alcohol. Debido a
estas características, las personas que presentan este trastorno típicamente no
pueden cumplir con sus responsabilidades relacionadas con la familia, el trabajo o
la escuela.

Síntomas

Los signos y síntomas del trastorno antisocial de la personalidad pueden incluir lo


siguiente:

 Indiferencia en cuanto a lo que está bien y lo que está mal

 Mentiras y engaños constantes para manipular a los otros

 Ser cruel, cínico e irrespetuoso con los demás

 Usar la simpatía o el ingenio a fin de manipular a los otros para beneficio


propio o placer personal

 Arrogancia y aires de superioridad, además de ser extremadamente


obstinado

 Problemas continuos con la ley, lo que incluye conductas delictivas


 Violación constante de los derechos de los demás mediante intimidación y
falta de honestidad

 Impulsividad o falta de planificación

 Hostilidad, alto grado de irritabilidad, agitación, agresión o violencia

 Falta de empatía por los otros y de remordimiento al dañar a los demás

 Correr riesgos innecesarios o tener un comportamiento peligroso sin ningún


tipo de preocupación por la seguridad personal o de los demás

 Relaciones deficientes o abusivas

 Falta de consideración o aprendizaje de las consecuencias negativas del


comportamiento

 Ser sistemáticamente irresponsable y fallar de manera constante en el


cumplimiento del trabajo o de las obligaciones financieras

Los adultos con trastorno antisocial de la personalidad suelen manifestar síntomas


de trastorno de la conducta antes de los 15 años. Los signos y síntomas de los
trastornos de la conducta incluyen problemas del comportamiento graves y
persistentes, tales como los siguientes:

 Agresión hacia las personas y los animales

 Destrucción de la propiedad

 Engaño

 Robo

 Violaciones graves de las normas

Si bien el trastorno antisocial de la personalidad se considera una afección que


dura de por vida, en algunas personas hay ciertos síntomas, particularmente las
conductas delictivas y destructivas, que pueden disminuir con el transcurso del
tiempo. Pero no está claro si esta disminución es producto de la edad o de una
concientización mayor sobre las consecuencias de la conducta antisocial.

https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/antisocial-personality-
disorder/symptoms-causes/syc-20353928
El TAP es una condición psiquiátrica que causa un patrón en curso de manipular a
otras personas y violar sus derechos. Las personas con este trastorno no siguen
las normas de la sociedad y con frecuencia incumplen la ley. Es característico que
los sujetos con este diagnóstico sean completamente indiferentes a los
sentimientos y al dolor ajeno, y que muestren un patrón profundo de falta de
remordimientos junto con decisiones irresponsables (Rosenblum, 2011).

http://pepsic.bvsalud.org/pdf/reps/v25/a05.pdf

2. Criterios de diagnostico

A. Patrón dominante de inatención y vulneración de los derechos de los


demás, que se produce desde antes de los 15 años de edad, y que se
manifiesta por tres (o más) de los siguientes hechos:

1. Incumplimiento de las normas sociales respecto a los comportamientos legales,


que se manifiesta por actuaciones repetidas que son motivo de detención.
2. Engaño, que se manifiesta por mentiras repetidas, utilización de alias o estafa
para provecho o placer personal.
3. Impulsividad o fracaso para planear con antelación.
4. Irritabilidad y agresividad, que se manifiesta por peleas o agresiones físicas
repetidas.
5. Desatención imprudente de la seguridad propia o de los demás.
6. Irresponsabilidad constante, que se manifiesta por la incapacidad repetida de
mantener un comportamiento laboral coherente o cumplir con las obligaciones
económicas.
7. Ausencia de remordimiento, que se manifiesta con indiferencia o racionalización
del hecho de haber herido, maltratado o robado a alguien.

B. El individuo tiene como mínimo 18 años.

C. Existen evidencias de la presencia de un trastorno de la conducta con


inicio antes de los 15 años. D. El comportamiento antisocial no se produce
exclusivamente en el curso de la esquizofrenia o de un trastorno bipolar.

Características diagnósticas
La característica esencial del trastorno de la personalidad antisocial es un patrón
general de desprecio y de violación de los derechos de los demás que comienza
en la infancia o en la adolescencia temprana y que continúa en la edad adulta.
Este patrón también ha sido denominado psicopatía, sociopatía o trastorno de la
personalidad disocial. Debido a que el engaño y la manipulación son
características centrales del trastorno, puede ser especialmente útil integrar la
información adquirida en la evaluación clínica sistemática con la información
recogida de fuentes adicionales.

Para realizar este diagnóstico, el individuo debe tener al menos 18 arios de edad
(Criterio B) y debe haber tenido antecedentes de algunos síntomas de trastorno de
conducta antes de los 15 años (Criterio C). El trastorno de conducta implica un
patrón repetitivo y persistente de comportamiento en que se violan los derechos
básicos de los demás o las principales normas o reglas sociales apropiadas para
su edad. Los comportamientos específicos característicos del trastorno de
conducta se agrupan en estas cuatro categorías: la agresión a personas y
animales, la destrucción de la propiedad, los fraudes o los hurtos, o la violación
grave de las normas.
El patrón de comportamiento antisocial continúa hasta la edad adulta. Los
individuos con trastorno de la personalidad antisocial no se ajustan a las normas
sociales en lo que respecta al comportamiento legal (Criterio Al). Pueden perpetrar
reiteradamente actos que son motivo de detención (aunque no se les llegue a
detener), como destruir una propiedad, el hostigamiento o el acoso a otras
personas, robar o involucrarse en actividades ilegales. Las personas con este
trastorno desprecian los deseos, derechos o sentimientos de los demás.
Frecuentemente son mentirosos y manipuladores con el fin de sacar provecho
personal o por placer (p. ej., para obtener dinero, sexo o poder) (Criterio A2).
Pueden mentir repetidamente, utilizar un pseudónímo, estafar a otros o simular
una afección. El patrón de impulsividad se manifiesta por la incapacidad para
planificar el futuro (Criterio A3). Las decisiones se toman irreflexivamente según el
momento, sin premeditación y sin tener en cuenta las consecuencias para uno
mismo o para los demás, lo que puede dar lugar a cambios súbitos de puestos de
trabajo, residencia o relaciones. Los individuos con trastorno de la personalidad
antisocial tienden a ser irritables y agresivos, y pueden involucrarse en peleas o
cometer actos de violencia física (incluyendo el maltrato a la pareja o a los hijos)
(Criterio A4). (Este criterio no se refiere a los actos agresivos que se realizan en
defensa propia o de otra persona.) Estos individuos también muestran
despreocupación e imprudencia ante su seguridad o la de los demás (Criterio A5).
Esto se refleja en su comportamiento al conducir (el exceso de velocidad
recurrente, conducir en estado de ebriedad, accidentes múltiples). Pueden realizar
actividades de alto riesgo con consecuencias muy dañinas, como mantener
relaciones sexuales sin protección o consumir sustancias. Pueden ser negligentes
en el cuidado de los hijos, de tal manera que les pueden exponer a situaciones
peligrosas.

Por lo general, tienden a ser extremadamente irresponsables (Criterio A6). Este


grado tan elevado de irresponsabilidad se evidencia, en el contexto laboral, en que
permanecen largos períodos de tiempo desempleados a pesar de contar con
puestos de trabajo disponibles, o por el abandono de varios empleos sin un plan
realista para conseguir otro trabajo. También puede haber un patrón de
absentismo que no se explica por una afección propia o de un familiar. La falta de
responsabilidad económica se refleja en actos tales como el impago de las deudas
o en que no cubren habitualmente las necesidades básicas de los hijos o de otras
personas a su cargo. Asimismo, las personas con trastorno de la personalidad
antisocial muestran poco o ningún remordimiento por las consecuencias de sus
actos (Criterio A7). Pueden ser indiferentes o justificar de manera superficial los
daños, el maltrato o los robos a las personas (p. ej., "la vida es dura", "los
perdedores merecen perder"). Estas personas pueden culpar a las víctimas de ser
ingenuas, de estar desvalidas o de merecer su destino (p. ej., "se lo merecía de
todos modos" o "de todas formas le hubiese ocurrido"). Pueden minimizar los
efectos dañinos de sus actos o simplemente pueden manifestar indiferencia. En
general, no compensan o reparan las consecuencias de su comportamiento.
Creen que todo el mundo está para "ayudar al número uno" y que uno no se debe
detener ante nada para evitar que lo zarandeen. El comportamiento antisocial no
debe aparecer exclusivamente durante el curso de la esquizofrenia o del trastorno
bipolar (Criterio D).

3. Conceptualización cognitiva
Si bien las perspectivas cognitiva e interpersonal subrayan los modelos internos
del sí mismo y de los demás, la cognitiva se centra a su vez, en las creencias,
expectativas, atribuciones, evaluaciones y en la forma única y muy subjetiva que
tienen los individuos de construir su mundo.

Shapiro (l965) expone el tema de la impulsividad considerándola un estilo


cognitivo, y presta especial atención a la falta de sinceridad y a las mentiras de los
psicópatas. Los contenidos que se exponen a continuación se basan en el trabajo
de este autor pero también aportan planteamientos más recientes dentro de la
tradición cognitiva, así como los avances que se han producido en el estudio de la
psicopatía. El estilo cognitivo del antisocial es desviado egocéntrico e impulsivo,
características que se derivan de la arquitectura mental de su maduración.
Una comparación seria; En los individuos normales los acontecimientos vitales
suelen sugerir posibilidades que requieren mayor deliberación.
Por ejemplo, En los individuos normales los acontecimientos vitales suelen
sugerir posibilidades que requieren mayor deliberación a la hora de decidir si uno
se matricula o no en una clase, hace falta valorar si ese clase podrá facilitar la
búsqueda de trabajo en el futuro y si afectará en el horario general de estudio,
además de tener en cuenta si será una clase interesante o aburrida y qué cantidad
de trabajo deberá realizarse para llevarla al día.
Sin embargo, en los antisociales estos niveles de objetivos de orden superior y las
limitaciones éticas, que constituyen los contenidos de lo que la perspectiva
psicodinámica denominaría el yo ideal y la conciencia, sólo se desarrollan de
forma vaga, o incluso no llegan a existir.
Después de todo dependen de la internalización de los valores derivados de
los modelos parentales. Como tales, es la relevancia egocéntrica del
momento lo que absorbe la mente del antisocial.
Al no tener objetivos de autorrealización ni valores éticos su curso de pensamiento
está poblado de asociaciones y fantasías relacionadas con posibles gratificaciones
inmediatas y con posibles frustraciones de estas gratificaciones inmediatas.

Pare los individuos normales la presencia de objetivos de orden superior da


sentido y continuidad a la vida. Sin embargo, para el antisocial el curso de
pensamiento está compuesto por una seria discontinua de fijaciones y
frustraciones (Shapiro, 1965) que tienen por único horizonte las consideraciones
del presente. De ahí su falta de introspección el escaso control conductual y las
acciones indulgentes hacia ellos mismos.
Los antisociales o bien son deficientes para la creación de modelos mentales que
relacionen los actos con las consecuencias. o bien dichos modelos son muy
vulnerables a la influencia de las recompensas y gratificaciones inmediatas.
Son incapaces de alejarse de sus propios deseos egocéntricos durante un tiempo
suficiente como para procesar sus posibles consecuencias. No pueden ser
personas consideradas y lo que es aún más importante, son incapaces de
acumular conocimientos lo que implicaría tener la capacidad de obtener provecho
de su experiencia. En lugar de eso, están a merced del momento.

Otros dos rasgos cardinales de los antisociales -la intolerancia al tedio y la


necesidad de excitación-
Para las personas normales, gran parte de su vida consiste en actividades que, en
última instancia, sirven a objetivos de orden superior, pero los antisociales sólo
conocen sus circunstancias y deseos inmediatos. Cuando el momento está vacío,
la vida está vacía, para las personas normales, el tedio se instaura cuando ya han
explorado los parámetros de una situación determinada ya sea en la profesión en
una relación o en un nuevo videojuego, en cambio para los antisociales el tedio
hace referencia a aquellos períodos de tiempo en los que no existe estimulación a
corto plazo. Esto puede explicar por qué el consumo de sustancias es tan atractivo
para la mente de los antisociales. Un «buen chute» es relativamente instantáneo y
proporciona fuentes de estimulación de generación interna que o bien les distrae
del vacío del presente o bien llena el presente con percepciones de origen
artificial.
Aunque la tradición del estilo cognitivo estudia la interacción entre la arquitectura
cognitiva y el estilo de pensamiento, la tradición da la terapia cognitiva sostiene
que el comportamiento esta mediado por el pensamiento. Para explicar el
comportamiento, es necesario atender a las verdaderas creencias de una persona.
Beck et al. (1990) Diferencian tres tipos de creencias: básicas, condicionales e
instrumentales, Las creencias básicas suelen funcionar por debajo del nivel de
conciencia con una valides absoluta y duradera que interviene en las
consideraciones del sí mismo, de) mundo y do) futuro, las creencias básicas
tienen una gran Influencia en la organización de las otras creencias, sobro todo en
la predicción de las consecuencias de varias líneas de actuación denominadas
creencias condicionales.
Las creencias instrumentales a su vez se refieren a la acción que debería
llevarse a cabo a partir de las creencias básicas y condicionales (Dock et al ..
1990). Las creencias instrumentales son creencias acerca de lo que la persona
debería hacer.
Coincidiendo con la perspectiva interpersonal expuesta con anterioridad. Beck et
al.(1990) afirman que las creencias básicas de los antisociales están organizadas
en torno a la necesidad de verse a sí mismos como fuertes e independientes.
Debido a que consideran que el mundo es un lugar intrínsecamente hostil la
supervivencia exige creencias básicas centradas en la supervivencia, tales como
«Tengo que cuidar de mí mismo» y «Si no soy el agresor, seré la víctima» (Beck
et al., 1990; pág. 55). Para justificar sus actos, los antisociales apelan a un sentido
mal desarrollado de la moralidad un ojo por ojo, diente por diente. Si alguien te
hace daño hazle daño también: si alguien pisa tu terreno, tendrá una batalla
campal. La represalia se convierte en un imperativo moral. Los antisociales
pueden percibir a las personas normales como enclenques que piden ser
explotados. Las creencias básicas son este caso son del tipo: «Está bien que te
aproveches de alguien que le lo permite».

Teoría cognitiva
Considera que las personas con trastorno antisocial constituyen la realidad e
interpretan las relaciones interpersonales de acuerdo con sus creencias y sus
valores morales heterodoxos. Beck y feeman (1999), refieren que estas
personalidades se ven así mismas como personas solitarias, autónomas y fuertes.

Algunos creen que han sufrido abusos y malos tratos por parte de la sociedad y
por lo tanto, justifican la victimización de los demás porque consideran que ellos
también fueron víctimas.

Su creencia central es “ necesito ocuparme de mí mismo y necesito ser el


agresor o seré la víctima”

4. Evaluación
A nivel clínico se presenta un desinterés por los trastornos de personalidad ya que
tienden a ser permanentes y son resistentes al tratamiento y ese solo se considera
cuando la evolución del trastorno mental en tratamiento es insatisfactoria (Esbec y
Echeburúa, 2011).

En el DSM-5 hay dos tipos de definición y de sistemas de valoración para los TP.

 Sección II: (clasificación oficial) se presenta una definición categorial que


abarca los diez trastornos específicos tradicionales, más algunos
especificados y otro no especificado.
 Sección III (trastornos que requieren más estudio) se propone una
definición basada en rasgos de personalidad y en el funcionamiento de la
misma, de valoración dimensional, que incluye seis tipos específicos de
personalidad (esquizotípico, límite, antisocial, narcisista, obsesivo-
compulsivo y ansioso-evitativo), cuya tipificación requiere la evaluación de
25 rasgos de personalidad incluidos en 5 dimensiones de orden superior
(Echeburúa, Salaberría y Cruz-Sáez, 2014).

Conocer cómo está el funcionamiento de la personalidad de un individuo y su perfil


de rasgos patológicos proporciona al clínico una información para la planificación
del tratamiento y predicción del curso de trastornos mentales y el de la
personalidad. Esta valoración es importante si una persona tiene un TP como si no
lo tiene.

La evaluación diagnóstica se enfrenta a si se realizan entrevistas abiertas o


exámenes estandarizados. Algunos profesionales basan su diagnóstico en la
información proporcionada por sus pacientes y en el examen directo en cómo
estos se muestran emocional y conductualmente, otros prefieren usar las pruebas
estandarizadas con preguntas directivas, es decir, no hay todavía ningún
instrumento completamente fiable para el diagnóstico de los TP.

La desaparición del Eje II en el DSM-5, lo que implica la consideración de los TP


como trastornos mentales de pleno derecho, obliga a una evaluación detallada de
los mismos.

La Sección II del DSM-5 propone que la valoración se base en conductas más que
en rasgos o disposiciones donde se deba conocer en profundidad la psicobiografía
y la historia clínica, así como los antecedentes del paciente. Adicionalmente busca
informadores externos y en documentos. No obstante, como pruebas
complementarias cuentan con buena fiabilidad y validez las entrevistas
estructuradas, tales como el SCID-II (Spitzer, Williams y Gibbon, 1989) y el IPDE
(Loranger, 1995). En este sentido, los test de personalidad pueden ser de alguna
utilidad, pero no sirve para efectuar el diagnóstico clínico sino para aumentar la
fiabilidad diagnóstica a través de la estandarización del proceso de evaluación y
para mejorar la validez diagnóstica mediante la aplicación de los criterios del DSM.

International Personality Disorder Examination (IPDE): instrumento diagnóstico


basado en un cuestionario de detección como una entrevista clínica
semiestructurada, que es compatible con los criterios de CIE-10 y del DSM-IV. La
entrevista es la más utilizada y la única sobre la base de pruebas de campo en
todo el mundo. Es una forma auto-administrada que contiene 77 ítems en la
versión para el DSM y 59 para la versión de la CIE-10. El paciente responde
Verdadero o Falso para cada elemento y puede completar el cuestionario en
menos de 15 minutos. De este modo, el clínico puede identificar aquellos
pacientes cuyos resultados sugieren, las preguntas están organizadas en
secciones (por ejemplo, información relacionada con el trabajo, uno mismo, control
de impulsos y relaciones interpersonales) que incluyen preguntas abiertas al
principio de cada sección. Al menos uno de los criterios debe haber estado
presente antes de los 25 años. El clínico registra las puntuaciones en la hoja de
respuestas y elabora el perfil de puntuación dimensional. El IPDE es una
herramienta fácil de usar y clínicamente significativa. Se ha demostrado la
fiabilidad inter-evaluadores y la estabilidad temporal, que es más o menos similar
a la de los instrumentos utilizados para el diagnóstico de psicosis, alteraciones del
estado de ánimo, trastornos de ansiedad y abuso de sustancias.

Structured Clinical Interview for Personality Disorders (SCID-II) La Entrevista


Clínica Estructurada para los Trastornos de Personalidad es una entrevista
semiestructurada que puede usarse para formular diagnósticos de forma tanto
categorial (presente o ausente) como dimensional (reseñando el número de
criterios) es instrumento eficiente y de fácil manejo, de tal forma que las ventajas
de la entrevista estructurada pudieran ser aplicadas en ambiente clínico.

Valoración del funcionamiento de la personalidad: El criterio del


funcionamiento es un criterio “llave”, es decir, debe haber una afectación
moderada o grave en al menos dos de ellos para poder efectuar el diagnóstico que
desde la escala de valoración del DSM-5, que establece 5 niveles, desde “no
menoscabo” (nivel 0) a “deterioro extremo” (nivel 4).

Cada paciente debe ser evaluado en los niveles de funcionamiento: personal


(identidad y autodirección) e interpersonal (empatía e intimidad).

 La identidad: está relacionada con la mismidad, la continuidad en el tiempo


del individuo y el reconocimiento de los otros de estas cualidades.
 La autodirección puede evaluarse con el Inventario de Temperamento y
Carácter revisado (TCI- R) (Cloninger, 2000), adaptado a la población
española por Gutiérrez-Zotes et al. (2004).
 la empatía puede medirse a través del Índice de Reactividad Interpersonal
(IRI) (Davis, 1983; versión española de Mestre, Frías y Samper, 2004) Otro
instrumento de interés es el Test de Empatía Cognitiva y Afectiva (TECA)
(López-Pérez, Fernández-Pinto y Abad, 2008)

Como la mayoría de las tendencias humanas, el funcionamiento de la


personalidad se distribuye en un continuo. El funcionamiento y la adaptación son
formas características de los individuos de pensar y entenderse a sí mismos y sus
interacciones con los demás. Así, una persona con funcionamiento óptimo tiene su
mundo psicológico bien integrado, lo cual incluye un concepto de sí mismo
básicamente positivo, una vida regulada emocionalmente y la capacidad de
comportarse con relaciones interpersonales recíprocas y satisfactorias. Por el
contrario, un individuo con una patología grave de la personalidad tiene un mundo
psicológico empobrecido, desorganizado y/o en conflicto, que incluye un concepto
de sí mismo mal adaptado, una propensión a las emociones negativas y una
deficiente capacidad para las relaciones interpersonales.

Escala de Valoración del Funcionamiento de la Personalidad (LPFS) del DSM-


5, una personalidad adaptativa tiene la conciencia permanente de un yo único,
manteniendo roles apropiados (Identidad), aspirando a metas razonables basadas
en una evaluación realista de las capacidades personales (Autodirección),
comprendiendo con precisión las experiencias y motivaciones de los demás en la
mayoría de las situaciones (Empatía) y manteniendo relaciones satisfactorias y
duraderas tanto en la vida personal como en la comunitaria (Intimidad). En esta
escala, el clínico selecciona el nivel actual de deterioro en el funcionamiento de la
personalidad, que es utilidad para el diagnóstico de un TP en un momento dado El
LPFS también puede ser utilizado como un indicador global del funcionamiento de
la personalidad sin especificación de un diagnóstico de TP o en el caso de que el
deterioro de la personalidad sea subumbral para un diagnóstico de trastorno.

Valoración de los rasgos de la personalidad: La sección III del DSM-5 incluye la


valoración de 5 dimensiones generales de personalidad y de 25 dimensiones más
específicas (facetas-rasgo), que son variantes desadaptativas de los cinco
dominios ampliamente validados en el modelo de los “cinco grandes” o de “los
cinco factores” (tabla 2).

El MMPI-2-RF con 338 ítems, consta de 50 escalas organizadas conceptual y


jerárquicamente, vinculadas a modelos actuales de personalidad y psicopatología,
con mejores propiedades psicométricas de fiabilidad y validez que las versiones
anteriores. Consta de escalas de validez (8); dimensiones globales (3); escalas
clínicas reestructuradas (rc) (9); escalas de problemas específicos (23); escalas
somáticas/cognitivas (5); escalas de internalización (9); escalas de externalización
(4); escalas interpersonales (5); escalas de intereses (2); y escalas de
personalidad psicopatológica (5) (PSY-5).

El MCMI-III (Millon, Millon, Davis y Grossman, 2006; adaptación española de


Cardenal y Sánchez, 2007) consta de 175 ítems de respuesta dicotómica
(verdadero o falso), 4 índices que permiten evaluar la validez del protocolo
(sinceridad, validez, deseabilidad social y devaluación) y 24 escalas organizadas
en función de la severidad. Estas escalas incluyen 11 patrones clínicos de
personalidad de severidad moderada (esquizoide, evitativo, depresivo,
dependiente, histriónico, narcisista, antisocial, sádico, compulsivo, negativista y
masoquista), 3 patrones de personalidad graves (esquizotípico, límite y
paranoide), 7 síndromes clínicos de gravedad moderada (ansiedad, trastorno
somatoforme, trastorno bipolar, distimia, abuso de alcohol, abuso de drogas y
trastorno de estrés postraumático) y 3 síndomes clínicos severos (trastorno del
pensamiento, depresión mayor y trastorno delirante). El inventario tiene buenas
propiedades psicométricas, pero, sin embargo, las escalas por sí mismas carecen
de validez suficiente para hacer un diagnóstico de los TP (Rogers, Salekin y
Sewell 1999).

El PAI destaca por su claridad en la interpretación y la exhaustiva información que


proporciona, por aquellosítems críticos que requieren la atención inmediata del
profesional. La amplia cantidad de información clínicamente relevante que ofrece
lo convierte en una excelente opción para la evaluación de la psicopatología de
adultos en múltiples contextos.

Evaluación de los TP en el contexto forense. Evaluación de la psicopatía [PCL-R


(Psychopathy Check List-Revised)La evaluación de la personalidad se utiliza en
un amplio rango de contextos legales y forenses como parte del proceso de toma
de decisiones legales, desde la responsabilidad criminal hasta la custodia infantil,
la evaluación del riesgo de violencia o la valoración del daño psíquico (Melton,
Petrila, Poythress y Slobogin, 2007). En el ámbito penitenciario, la evaluación de la
personalidad puede suponer un recurso crítico para detectar a los individuos
violentos, la conducta autodestructiva o la descompensación psicótica, así como
para decidir sobre la asignación del tratamiento y el lugar adecuado para los
internos. También puede desempeñar un papel importante en la toma de
decisiones sobre la libertad condicional o las condiciones específicas para control
y supervisión. Las entrevistas clínicas y la información colateral son una vía
adecuada para valorar la personalidad en el contexto forense, en donde es muy
habitual la simulación. Por ello, sólo es procedente aplicar pruebas psicológicas
cuando hay constancia de que un problema psicolegal pueda ser valorado por un
test determinado y de que éste tiene las propiedades psicométricas adecuadas, si
bien en la mayoría de los casos éstas se han puesto a prueba en poblaciones
clínicas (no forenses) (Heilbrun, 1992). En caso contrario, la administración
indiscriminada de instrumentos puede suponer malgastar el tiempo o, lo que es
peor, obtener unas conclusiones de dudoso rigor con consecuencias jurídicas más
o menos graves para el interesado. Las responsabilidades éticas comienzan con
una adecuada preparación y continúan con la selección, administración,
puntuación e interpretación de los resultados de las pruebas (Esbec y Robles,
2013). En el DSM-5 figura descrito el trastorno antisocial de la personalidad, que
está centrado fundamentalmente en las conductas antisociales (Esbec y
Echeburúa, 2010). La psicopatía va más allá de este constructo y está integrada
por indicadores conductuales (estilo de vida y faceta antisocial), pero también por
rasgos de personalidad (aspectos interpersonales y emocionales). Si bien la
psicopatía no figura como tal en el DSM-5, probablemente por una cuestión de
política criminal (perder peso como eximente o atenuante al no ser calificada de
trastorno mental), en las especificaciones del trastorno antisocial existe la
posibilidad de añadir si existen o no manifestaciones psicopáticas.

El instrumento más utilizado en contextos forenses es la Escala de Valoración de


la Psicopatía (PCL-R) (Hare, 2003; adaptación española de Torrubia, Poy, Moltó,
Grayston y Corral, 2012), especialmente para valorar el riesgo de conducta
criminal. La PCL-R organiza las veinte características definitorias del trastorno en
dos factores (rasgos de personalidad e indicadores conductuales). Los primeros
se agrupan en la faceta interpersonal y en la faceta emocional; y los segundos, en
la faceta del estilo de vida y en la faceta antisocial. Por último, hay dos criterios
adicionales que no saturan en ningún factor (Echeburúa y Fernández-Montalvo,
2007; Fernández-Montalvo y Echeburúa, 2008) (tabla 3). Utilizando criterios
específicos de ponderación, cada ítem se puntúa en una escala ordinal de tres
puntos (0-1- 2), dependiendo de la presencia e intensidad del mismo en el sujeto a
evaluar. El rango es de 0 a 40. Una puntuación superior a 30 sugiere la presencia
de una psicopatía y una puntuación superior a 20 sugiere la presencia de
tendencias psicopáticas. El procedimiento de evaluación en sí consiste en una
serie de pruebas, en la entrevista estructurada de 125 preguntas y en la
investigación sobre el pasado del paciente, incluyendo antecedentes penales,
historial médico, educativo y de trabajo, movimiento físico entre lugares y
domicilios, historia marital y otras relaciones y entrevistas con tantas personas
allegadas al sujeto (familiares, compañeros de trabajo, profesores, amigos,
terapeutas, etcétera) como sea posible. Por último, las personas con trastorno
antisocial, psicopatía o con el dominio de antagonismo acusado son propensas a
la simulación, siempre que exista un incentivo externo, lo cual suele ocurrir en
contextos forenses. Aunque la clave de la evaluación es la exploración clínica y los
signos de sospecha (Esbec, 2012), algunas pruebas psicodiagnósticas, como el
MMPI-2-RF o el PAI, pueden ser muy útiles para detectarlos.

Referencias: Esbec, E., & Echeburúa, E. (2014). La evaluación de los trastornos


de la personalidad según el DSM-5: recursos y limitaciones. Terapia
psicológica, 32(3), 255-264.

5. Intervención

En lo que se refiero a la terapia, los antisociales constituyen un grupo do


tratamiento muy frustrante. A menudo llegan a la consulta en contra de su
voluntad o como castigo por sus transgresiones contra la sociedad. A medida que
avanza la edad parecen aumentar las posibilidades de mejora en la terapia pero.
en general, los antisociales consideran que la terapia es un juego cuyo objetivo es
engañar y tener buen aspecto ante el terapeuta, con el fin de demostrar que han
mejorado para volver finalmente a sus comportamientos anteriores. Por esta
razón, el desarrollo de una alianza terapéutica es la mejor opción para conseguir
un verdadero cambio. Dado que los antisociales son incapaces do cambiar median
lo introspección. Es necesario incluir otras estrategias, como las técnicas
cognitivo-conductuales. En las que el terapeuta se vuelve un progenitor para el
paciente. Empleando técnicas de educación parental más efectivas desde una
posición de poder benévolo o colocando al antisocial en una situación que
requiera que cuide de otros.

El objetivo final de la terapia con personas antisociales consiste en conseguir un


sentimiento de apego (Bonjamin. 1996). Desde un punto de vista técnico, el
objeto de apego os irrelevante. Sin embargo. El primer objetivo de la terapia es
encontrar algún modo de crear un vínculo con In persona antisocial, de
desarrollar una alianza terapéutica que trascienda el deseo de estafar al clínico. Al
estar coaccionados a someterse a una terapia. Muchos antisociales sienten una
hostilidad subyacente muy intensa que debe abordarse antes de que pueda
desarrollarse un sentimiento de confianza. Asimismo. si el terapeuta se percibe
como un policía, será imposible que algo llegue a ser auténtico en la terapia. En
consecuencia, el terapeuta puede señalar que la terapia ha sido impuesta por
fuerzas externas, que sería conveniente aprovechar el tiempo de una manera
constructiva, incluso aunque el terapeuta no esté implicado en el resultado. Otra
dificultad que surge al establecer este vínculo es el reto ante el que se enfrenta el
terapeuta respecto a su propia reacción hacia la persona antisocial. Los
antisociales. Debido a su voluntad de destruir la vida de los demás, son capaces
de suscitar sentimientos de repugnancia moral en el terapeuta, y saben muy bien
que si eligen esa forma de conducta pueden hacer fracasar cualquier intento de
intervención por parte del terapeuta. No se hace referencia de los tratamientos
psicodinámicos, dado que los antisociales no pueden cambiar mediante
Introspección.

Benjamín sugiere además algunos métodos que ayuden a los antisociales a


interiorizar valores. Un método especialmente eficaz en niños y adolescentes
consiste en utilizar figuras del deporto a fin de modelar actitudes cordiales y
benévolas. Otra estrategia consiste en utilizar al individuo antisocial como
educador. Al tener que hacerse cargo de une mascota o tener que enseñar
alguna habilidad o deporta a niños en un contexto supervisado. La esperanza,
según Benjamín, es que esto tipo do dependencia pueda despertar sentimientos
de afecto en el antisocial.

D. Davis describe el uso do la terapia cognitiva en la personalidad antisocial. En


lugar de intentar inducir vergüenza y ansiedad, estos autores defienden una
estrategia quo ayuda al paciente a pasar de las actuaciones concretas, propias de
un pensamiento primitivo a un razonamiento más abstracto de tipo moral. La
mayoría de los antisociales funcionan a un nivel inferior y construyen el mundo en
función de sus propios intereses inmediatos. El objetivo de la terapia es posar al
siguiente nivel, caracterizado por un interés a más largo plazo que incluya el
reconocimiento limitado do las consecuencias que tienen en los otros los
propios actos. Las áreas específicas de problemas pueden identificarse mediante
una exhaustiva revisión de la vida de cada sujeto. Deben identificarse las
distorsiones cognitivas relacionadas con cada área problemática. Los
antisociales piensan que el mero hecho de desear alguna cosa justifica su
comportamiento posterior, consideran que sus pensamientos y sentimientos son
siempre correctos. Al igual que sus acciones porque ellos las perciben como
adecuadas, y que la perspectiva que puedan tener otras personas es irrelevante.
El objetivo de la terapia es que el paciente reconozca las repercusiones que
su comportamiento tiene en los demás. y que estas repercusiones también
tiene consecuencias para ellos mismos.

Es más. estos autores sugieren que el comportamiento antisocial puedo


describirse como un trastorno caracterizado por causar consecuencias negativas a
largo plazo, como la reclusión en la cárcel, ataques físicos por parte de los demás
y la pérdida de contacto con los amigos y la familia. De esta manera se reduce la
posibilidad de que estos individuos se sientan acusados y, por tanto. Es más
probable que sigan en tratamiento. La intervención terapéutica consiste en
ayudar al paciente a clarificar las prioridades y examinar todo el abanico de
posibilidades y consecuencias positivas o negativas antes de elaborar una
conclusión sobre cuál es el comportamiento más adecuado. Estos modelos
demoran la gratificación y enseñan habilidades necesarias para que el interés total
que el antisocial tiene hacia sí mismo se convierta en un interés esclarecedor por
uno mismo.

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