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Juan Carlos Bisdorff

Profesorado en Letras
FFyL – UNT
biseas1994@gmail.com

I Jornadas del Centro de estudios Grecolatinos de la


región NOA
“Representaciones de las fronteras: debates y
proyecciones”

El eros catuliano: una experiencia


de amor fragmentada

Salta, Argentina, 1,2 y 3 de noviembre de 2017


Resumen:

A partir del siglo I a.C., se dan en Roma las condiciones necesarias para el
surgimiento de una poesía intimista e individualista, debido a la influencia del mundo
helenístico y a las circunstancias socio-histórico-políticas suscitadas a finales de la
República. La poesía erótica en la cultura romana es practicada por Catulo y su grupo,
los poetae novi, quienes desdeñaron las obligaciones cívicas y militares para dedicarse al
otium literario.

Este trabajo pretende indagar la concepción otorgada al amor en el liber catuliano1 y


establecer un diálogo entre los carmina seleccionados y algunas de las “figuras”
esbozadas por R. Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso2. Siguiendo esa línea,
se deslindarán y analizarán las etapas del proceso amoroso (el flechazo, la incertidumbre
y la ruptura) vinculadas a la relación de Catulo con Lesbia y Juvencio. Por último,
considerando al enamoramiento como una “psicosis transitoria”, será necesario recurrir a
la figura átopos para dar cuenta de ese estado de idealización que envuelve al objeto
amado y convierte al enamorado en un exclusus.

Palabras claves: Amor, otium, átopos, figuras.

La filosofía del amor

Se podría afirmar que en los poemas de Catulo el amor es el daimon3 que configura el
carácter de ese civis romanus. En una primera instancia, carecía de su sabiduría, es
decir, era un inexperto de la filosofía del amor, a tal punto que desconocía las
resonancias que ésta producía. Catulo es partícipe de sus propias vivencias amorosas
que repercuten en su interior de forma muy variada; en otras palabras, podemos observar
que el amor es el modus vivendi del poeta. No buscaba una relación ocasional y fugaz
que solo sirviera para canalizar ese impulso sexual, cuya práctica era ejercida
generalmente por prostitutas en los lupanares u en otros ambientes; tampoco deseaba un
vínculo conyugal, es decir, cumplir la función de marido que le otorgaba la institución del
matrimonio.

Lesbia, nombre que alude a Clodia, y con el que, por otro lado, es un homenaje a la
poeta Safo, es una mujer casada, de modo que Catulo no puede casarse a través de las
iustae nuptiae. Por eso surge con él un nuevo vínculo que aglutinará no sólo la
estabilidad y legitimidad que promovía el matrimonio, sino también la ardiente pasión que
el ciudadano romano sentía y practicaba ocasionalmente con las cortesanas. Se
establece así el foedus amoris, un pacto de amor que se concretiza por la fides, teniendo

1
Datos del libro que usás en el trabajo. Y e aclara que “las citas pertenecen a esta edición”
2
Datos….
3
Aquí el significado de la palabra daimon se asocia más a la cita de Heráclito, ἦθος ἀνθρώπῳ δαίμων, que
suele traducirse como el carácter del hombre es su destino.

2
como testigos a los dioses. En ese sentido, Catulo rompe con los cánones de su época,
al dedicarse al otium literario con el objeto de escribir principalmente sobre el amor,
desdeñando las obligaciones cívicas y militares. Era éste, un amor que se consagraba a
la musa tenuis, es decir, como asevera Fernández Corte (1997), al “poema breve y
refinado”4 y que requería “una intensa labor limae, un constante trabajo de acabado y
pulimiento de sus composiciones” 5 , y que, además, repudiaba los géneros solemnes
como la épica, la oratoria y la tragedia. También, como afirma Fernández Corte (1997),
Catulo creó un nuevo modelo de ciudadano que se contrapone al pensamiento de figuras
como Cicerón quien representaba ese espíritu conservador del mos maiorum; esto es,
Catulo, en vez de respetar esa tradición del uir gravis, su carácter contestatario tiende a
gestar la imagen de un individuo que manifieste la del uir lepidus, del que disfruta de los
placeres y dolores del amor, entre otros sentimientos.

Por otro lado, estamos frente a un amor que trasgrede los valores tradicionales al
contrastar con esa lógica aristotélica de la superioridad del hombre sobre la mujer,
convirtiendo a su amada en el eje vertebrador de su poesía. Invierte esa matriz
sociohistórica y cultural, degradando al poeta a una servidumbre que se mueve a merced
de los caprichos de Lesbia. Estamos ante una poesía intimista, influida por la cultura
helenística, gracias a la cual el poeta es consciente de su propia individualidad e
identidad, que, como confirma Fernández Corte (1997) “reflejan las condiciones políticas
e ideológicas de finales de la República” 6 . Sus versos danzan al ritmo de un amor
adúltero, ya que Clodia no era cualquier tipo de cortesana sino que pertenecía a una
familia de alta alcurnia, era independiente y liberal. Además estaba casada con un
miembro del senado y presentaba los rasgos de la hetaira griega, por lo que su docta
instrucción la hacía merecedora de esa poesía. En síntesis, su amada se desviaba del rol
social que debía ocupar la matrona romana de esa época.

El amor en Catulo podría interpretarse, en un primer momento, como una carencia,


como un deseo de aquello que no se posee. Por eso, el poeta es un ser vacío que anhela
conocer la experiencia suscitada por esa fuerza creadora de emociones; lo insta a
transitar por ese camino desconocido y a experimentar esa filosofía que se desprende de
uno mismo. Catulo es como el hombre del mito de la caverna, que una vez despojado de
las cadenas, se aleja de la mera opinión (doxa) en busca de la luz, de la epistéme, y en
ese descubrimiento conoce la verdad, la belleza en sí, está en presencia del amor con
sus múltiples resonancias. El eros aquí presente convierte al poeta en un exclusus, que

4
Codoñer, C. (Ed.). Historia de la literatura latina. Madrid, España: Cátedra, 1997. p.111.
5
Ibid., p.112.
6
Ibid., p.111.

3
deja atrás todos los deberes cívicos para emprender ese camino pedregoso donde será
dominado por un frenesí que se asocia al elogio ditirámbico. Es por esta razón por la que
Catulo sigue la tendencia de Meleagro, representando al amor como una enfermedad que
perturba su espíritu racional, ya que está subyugado por las catenae amoris, las cuales
están al servicio de su amada, quien es la que rompe ese pacto sagrado de amor. Aquí
pondera la lógica de la contradicción que estimula una disposición reflexiva de ese estado
maniático, en el sentido de que el poeta se desdobla a sí mismo para convertirse en
objeto de su propia poesía, instaurándose una práctica auto-examinadora. El amor, a
pesar de ser considerado como un mal encarnado en ese ser sufriente, no nos quiere
decir que debamos sortear esa experiencia que al final nos dará grandes bienes, ya que
Catulo logra vencer los aguijones del amor para convertirse nuevamente en un civis
romanus, pero con la ventaja de que adquiere la sabiduría proverbial de esa filosofía y se
constituye como un magister amoris, capaz de guiar al otro, no hacia la vía de la evasión,
sino más bien a ser partícipe del mismo destino, pero con la certeza de que ahora es un
conocedor de la verdad. No nos olvidemos que en Catulo hay un proceso de purificación,
debido a que el poeta intenta recuperar su potestas y, en ese intento, apela a los dioses
para que lo ayuden a desprenderse de ese furor. Esa Kátharsis consiste en habituar su
alma a través de la razón, pero ese conflicto psicológico lo lleva a comprender la
ambivalencia del amor.

En conclusión, el amor es el destino que elige Catulo para configurar el carácter de su


poesía, de ese individuo ingenioso que se opone a la moral de su época y que manifiesta
su propia experiencia amorosa como una forma de práctica filosófica.

Las etapas del proceso amoroso

Una vez indagada brevemente la concepción del amor en la poesía de Catulo, queda
establecer ese diálogo entre el poeta y el autor de Fragmentos del discurso amoroso.
Previamente, se había expuesto la innovación que Catulo forjó en su poesía al inaugurar
un nuevo tipo de relación, el foedus amoris, que en el carmen CIX7 aparece reflejado por
medio de la expresión sanctae foedus amicitiae, dando a entender un tipo de amistad
donde eclosiona un amor sagrado, que tendrá como testigos a los grandes dioses (di
magni) y que requiere principalmente de la fides8 (lealtad). El foedus amoris constituye un

7
Es saber compartido que la constitución del liber Catullianus, denominado por el mismo autor como
libellus, cuyas composiciones las califica como nugae, está dividido en tres partes (la primera va desde el I al
LX; la segunda, del LXI al LXVIII; y la última, del LXIX al CXVI),las cuales están agrupadas en ese orden porque
siguen el mismo criterio métrico-formal. El poema CIX es el último epigrama en dístico elegíaco dedicado a
su amada Lesbia y corresponde a la tercera parte del liber. Para más información, es recomendable el
estudio crítico de Codoñer, Carmen (1997:108), Historia de la Literatura Latina, Ed. Cátedra.
8
La palabra fides está presente en el carmen LXXXVII.

4
vínculo inexistente en el plano jurídico aunque sí en el ficcional, que aúna no sólo el
placer sexual sino también las características del foedus iugale, propio del matrimonio.
Por ende, se establece un nuevo código cultural que adquirirá mayor significación con el
reiterado empleo del término basium en coexistencia menor con el osculum que alude al
beso formal y público, perteneciente a la esfera del matrimonio y del ámbito público,
como con el savium que denota lo erótico y simboliza esa pasión sexual que se
desprende de una relación ocasional. Este tipo de beso aparece constantemente en la
relación de Catulo con Lesbia, mientras que en Juvencio podemos insertar además otro
tipo de afecto, presente en el poema XCIX: que es el uso del diminutivo suaviolum, que el
poeta pudo robarle a ese jovencito en un trato dulce y suave, en contraposición a esa
respuesta ofensiva por parte de Juvencio, en el que aquel besito más dulce que la dulci
ambrosia, se transformó en algo más amargo que el tristi elleboro.

Ahora bien, cabe aclarar que, en el psicoanálisis, el enamoramiento es considerado


una “psicosis transitoria”, debido a que la persona que lo experimenta se sale de la
realidad (Catulo es un exclusus) y transforma al otro en una imagen idealizada (átopos),
conforme a las exigencias del deseo.

Ese ser dispuesto a amar, al que denominados enamorado, transita por tres fases del
enamoramiento, desarrolladas por R. Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso
mediante las figuras de “lo intratable” y “esto no puede continuar”, las cuales nos
permitirán deslindar las etapas presentes en todo proceso amoroso: el flechazo, la
incertidumbre y la ruptura. Por último, se desarrollarán algunas de las otras figuras de
Barthes que no están subordinadas a ninguna lógica en específico, sino que resuenan en
cualquiera de esas etapas dejando sus huellas, que impregnan nuestra mente como
fragmentos de un recuerdo.

El flechazo9:

Es la etapa en que el enamorado queda hipnotizado ante la belleza de su amada,


como si Cupido le hubiese herido con su enarbolada saeta dorada para sumirlo en un
éxtasis divino, pues se erige una entronización del objeto amado, el cual queda exento de
toda crítica negativa. Hay, por lo tanto, un proceso de idealización que envuelve al objeto
con el fin de engrandecerlo. Esta fase aparece inserta en la obra de Barthes (1993)
dentro de la figura de “lo intratable”, en donde expone que la primera afirmación del amor
es que:

9
El flechazo es ante todo un rapto, tal como lo afirma Barthes (1993: 153), en el cual “el sujeto amoroso se
encuentra `raptado´ (capturado y encantado) por la imagen del objeto amado (flechazo, prendamiento)”.

5
(…) cuando el enamorado encuentra al otro, hay afirmación inmediata (psicológicamente:
deslumbramiento, entusiasmo, exaltación, proyección loca de un futuro pleno: soy devorado
por el deseo, por el impulso de ser feliz): digo sí a todo (cegándome). (p.25)

Siguiendo este fragmento, podemos inferir que el enamorado funda un imaginario


frente a ese objeto de deseo que le falta y, que una vez instaurado ese pacto de amor, lo
complementa hasta devorarlo, ya que según Freud (1992) “el objeto es tratado como el
yo propio” 10 y ha producido en el sujeto amoroso un enceguecimiento que puede
resumirse bajo la siguiente fórmula: “el objeto se ha puesto en el lugar del ideal del yo”11.
Esto quiere decir que el objeto se ha instituido en el interior del yo, de modo que el yo
lírico se ha investido de la esencia del tú.

Barthes hace referencia a esa construcción del átopos que entra dentro de la
categoría de lo indefinible o lo inclasificable. Esto está dado por el carácter de originalidad
del objeto amado que lo hace incomparable frente a los demás, tal es el caso del carmen
LXXXVI, en el que Catulo se enorgullece de los atributos de su amada, ya que Lesbia es
superior a Quintia 12 , cuya belleza no tiene ninguna gracia. Lesbia aglutina todos los
requisitos que conforman el canon de belleza, no puede ser descripta únicamente como
formosa, sino que es necesario intensificar esa virtud a través de un adjetivo superlativo,
pulcherrima. Además de candida, longa y recta es la única que pudo robarle a Venus la
venustas13. Como dice Freud (1992) hay una sobreestimación del objeto amado que se
mantiene por medio de una ilusión narcisista:

Y aun en muchas formas de la elección amorosa salta a la vista que el objeto sirve para
sustituir un ideal del yo propio, no alcanzado. Se ama en virtud de perfecciones a que se ha
aspirado para el yo propio y que ahora a uno le gustaría procurarse, para satisfacer su
narcisismo, por este rodeo. (p.106)

Teniendo en cuenta el flechazo correspondiente a la relación de Catulo con Juvencio,


comprobamos que esta relación homoerótica constituye una de las figuras más dulces del
enamoramiento, “la ternura”, que es descripta por Barthes (1993), en su primera
acepción, como una necesidad

10
Freud, Sigmund. Obras Completas: Más allá del principio de placer, Psicología de las masas y Análisis del
yo y otras obras (Etcheverry, José L. trad.). Amorrortu Ediciones: Volumen 18, 1992. p.106.
11
Ibid., p.107.
12
En el carmen XLIII, Catulo de nuevo establece otro contraste, a través de una invectiva con otra mujer, en
este caso, aludiendo a Ameana, decoctoris amica Formiani, quien tenía una relación con Mamurra. La
dicotomía se basa en enumerar los defectos de Ameana, por lo que, Lesbia será retratada en base a lo que
no es la otra, ampliando así el canon de belleza.
13
Las venustas hacen referencia a las gracias de Venus, compañeras inseparables de la diosa, donde
emanan todas las virtudes que ésta posee. En Lesbia, la venustas agruparía esos atributos en un todo
armónico, simbolizando así una belleza perfecta, inigualable.

6
(…) de ser tierno para el otro: nos encerramos en una bondad mutua, nos materializamos
mutuamente, volvemos a la raíz de toda relación, allí donde necesidad y deseo se juntan.
(p.182)

Catulo, en el carmen XLVIII, desea los besos de Juvencio, estableciéndose un


paralelismo con el carmen V que concierne al ciclo de Lesbia. Vuelve otra vez a evocar la
intensidad de los besos, con un gesto de ternura y plena sinceridad, pero con la
diferencia de que Catulo es quien los da, ya que estaba permitido, en Roma, las
relaciones homoeróticas, siempre y cuando el hombre desempeñara un papel activo. El
rol sexual dependía principalmente del estatus social al que pertenecía el sujeto.
Siguiendo este criterio de diferenciación social, podría considerarse una aberración que
un ciudadano romano experimentase placer siendo pasivo frente a un esclavo14.

Esta fase le corresponde a los poemas V, VII, XIII, XLIII, LI, LXXXVI, LXVIII, CIV y
CVII en su relación con Lesbia, y únicamente el poema XLVIII en su relación con
Juvencio.

La incertidumbre:

Al comienzo todo era deslumbramiento, gozo, sin ningún tipo de vaivenes. Ahora, el
enamorado recorre un camino incierto, colmado de inseguridades15 y contradicciones16,
provocando un cierto displacer al yo. Estamos asistiendo a la languidez del amor, a su
agonía ante ese duelo interno que se vive en el presente. La realidad que el poeta ha
creado se disloca ante la pérdida de su amada que lo abandona y vuelve reiteradamente,
haciendo de la espera un acto de tortura y soledad que convierte al sujeto amoroso en un
ser desdichado (miser), expresando así la magnitud de ese cuerpo dolido y desolado,
arrebatado por los celos, las dudas y el ardor. Ese estado de miseria fragmenta el yo y
su ideal del yo donde se ha internalizado el objeto, dando lugar al recurso de la
autoconmiseración17, al autoreproche que, siguiendo a Freud (1992), aunque es menos
evidente, es verosímil ya que:

14
Séneca solía decir que la impudicitia in ingenuo crimen est, in servo necessitas, in liberto officium.
15
En el carmen CIX, Catulo formula con cierta inseguridad que aquella promesa de fidelidad por parte de
Lesbia no es totalmente sincera. Es por eso que apela a los dioses para que la exhorten a decir la verdad,
con el fin de que el poeta no tenga dudas sobre ese pacto de sagrada amistad.
16
Un ejemplo clave para entender esa lógica de la contradicción es el carmen LXXXV que comienza y
termina con verbos de sentimientos, en el cual debemos destacar la oposición de los dos primeros verbos
pertenecientes al plano de lo sensible odi et amo que, a su vez, contrastan con dos verbos de pensamiento,
requiris y nescio. Para entender la complejidad de este poema, cuya estructura es anular, recomiendo la
lectura de J. Luque Moreno, Catull. 85 odi et amo, dispuesto en la web.
17
Este tipo de estrategia está presente principalmente en los poemas VIII y LXXVI donde el poeta se
apostrofa así mismo, convirtiéndose en objeto de su propia poesía, con el fin de autoreprocharse por ese
estado frenético en el que ha sucumbido, apareciendo abruptamente ese “yo” enamorado y dolido.

7
(…) la miseria del melancólico (da lugar a) una bipartición tajante de ambas instancias del yo,
en que el ideal, desmedidamente sensible, hace salir a luz de manera despiadada su condena
del yo en el delirio de insignificancia y en la autodenigración (…). Los reproches y agresiones
dirigidos al objeto salen a la luz como autoreproches melancólicos. (p.125-126)

Queda clara esta rebelión o furia del yo contra el ideal del yo reflejado en la
autoexhortación que forja Catulo en su poesía, en la cual se proyecta una autocrítica.

Esta contingencia es trazada por Barthes (1993) en “lo intratable” aseverando que esa
plenitud, que es fugaz, más adelante se tornará oscura donde el enamorado:

Sigue un largo túnel: mi primer sí está carcomido de dudas, el valor amoroso es


incesantemente amenazado de depreciación: es el momento de la pasión triste, la ascensión
del resentimiento y de la oblación. (p.25)

La idealización, puesta en tela de juicio, puede volver a constituirse en el interior del


poeta, por lo que ese objeto perdido al adaptarse nuevamente a ese yo puede alterarlo
parcialmente. En ese sentido, siguiendo los lineamientos de Barthes (1993:25), el
enamorado puede salir “de este túnel”, superándolo y diciéndole al otro: “recomencemos”.
Tal es el caso del carmen CVII, en el cual se logra esa reconciliación que se fija
principalmente en el verbo restituis18, restaurándose así el foedus amoris, por lo que se
altera ese estado anímico atormentado por otro en el que prevalece un ímpetu de
asombro y felicidad, expresado a través de la famosa frase Quis me uno uiuit felicior, aut
magis hac res/ optandas vita dicere quis poterit19.

Barthes (1993:34) trabaja con la figura “el ausente”, marcado por la partida de ese
objeto amado que produce en el enamorado una sensación de vacío y una parálisis de
sus miembros. Lo invade el sufrimiento y su cuerpo se encuentra sumido en una
postración psíquica, esperando el retorno de su amada. Lo normal, haciendo un
revisionismo historicista, es que

(…) el discurso de la ausencia lo pronuncia la Mujer: la Mujer es sedentaria, el Hombre es cazador,


viajero; la Mujer es fiel (espera), el Hombre es rondador (navega, rúa). Es la Mujer quien da forma a la
ausencia. (p.34)

Lesbia no es pintada miméticamente como Penélope, que esperó durante 20 años el


retorno de su esposo Ulises, siéndole fiel por amor y evadiendo las incesantes
propuestas de sus pretendientes mediante la estratagema del telar. Lesbia se aparta de
la norma social y es ella la que decide abandonar al poeta, dándose una inversión de los
roles, por lo que el discurso de la ausencia es pronunciado por Catulo, específicamente
en el carmen XXXVII donde menciona: puella nam mi, quae meo sinu fugit, (…) consedit

18
Este verbo aparece dos veces, conjugado en el tiempo presente del indicativo (apela a la actualidad) y la
desinencia –s, nos indica la segunda persona del singular, dándonos a entender que ese tú se refiere a
Lesbia.
19
“¿Quién vive más feliz que yo? o ¿Quién podría decir que hay algo más deseable que esta vida mía?”

8
istic.20. En ese poema, Lesbia es retratada como una mujer lasciva, pero en el carmen
LVIII se la exhibe obscenamente como una prostituta que, en los callejones y en las
encrucijadas, se la pela21 a todos los nietos del magnanimi Remi. La hipérbole funciona
estratégicamente para degradar la imagen de lo que antes definíamos como átopos.

Por otro lado, también está presente un tópico muy recurrente en la literatura, el
morbus amoris, explícitamente en el carmen LXXVI; en él Catulo refuerza su propia
fidelidad, ante ese lealtad sagrada que ha sido violada por su amada, y busca la moción
de ánimos, en el sentido de que pretende obtener la commiseratio de los dioses para que
pueda curarse de esa horrible enfermedad (taetrum morbum). También, desde otra
perspectiva, esa resistencia a olvidarla se debe a que él está encantado por ese hechizo
que emana de sus atributos, de modo que yace todavía, como señala Fernández Corte
(1997),

(…) una atracción física residual hacia alguien al que debería odiar, vive la intensidad de sus
contradicciones como un malestar físico tan violento que se siente en los umbrales de la
muerte. (p.120)

Corresponde a esta fase los poemas II, III, VIII, XXXVI, XXXVII, XXXVIII, XL, XLVI,
22
LVIII, LXX, LXXV, LXXIX, LXXXIII, LXXXV, LXXXVII , XCI, XCII, CVII y CIX
pertenecientes al ciclo de Lesbia, mientras que en su relación con Juvencio nos
encontramos con los poemas XV, XXI, XXIV y LXXXI donde aparece la figura del rival, los
celos y las quejas.

La ruptura:

Finalmente el poeta se libera de ese miasma y adquiere de su experiencia amorosa un


saber que lo legitima como un magister amoris, capaz de poseer la filosofía del amor. A
Catulo se le cae la venda de los ojos y recupera la razón, por lo que, simultáneamente, se
acciona un proceso de des-idealización del objeto amado, imponiéndose paulatinamente
la realidad que lo insta a ver la imagen realista del objeto idealizado. El enfermo vence

20
“Pues mi niña, que ha huido de mi regazo, (…) se sienta ahí”. El lugar al que refiere es a una taberna de
mala fama, salax taberna, en la cual concurre su amada, quien ha preferido, entre todos los ahí presentes, a
Egnacio. Catulo lo ataca insultándolo por aquella costumbre de lavarse los dientes con orina, cuyo defecto
será caricaturizado en el carmen XXXIX con mayor amplitud.
21
La traducción de González Galicia (2001:34) del verbo glubo es muy acertada. Según el diccionario
ilustrado latino – español Vox, una de las traducciones es “mondar”, definida por la RAE, en su primera
acepción, como “Quitar la cáscara a las frutas, la corteza o piel a los tubérculos, o la vaina a las legumbres”.
Pelar, posee también ese significado, pero vulgarmente, agregándole los pronombres enclíticos se la, hace
referencia a la práctica de la masturbación, al lenguaje sexual.
22
Este poema está inserto en esta etapa por la razón de que el solo hecho de que el enamorado refuerce su
fidelidad ante ese pacto significa que la otra parte no ha cumplido con las reglas de ese contrato. El adjetivo
indefinido nulla que modifica primero a mulier y luego a fides, recaen en la acción del sujeto, en el cual se
legitima como el único que ha respetado ese acuerdo y que Lesbia es la única que ha sido amada de verdad.

9
esa resistencia que proviene de uno mismo, es decir, cancela los síntomas patológicos
que derivan de esa pasión, por lo que no retorna a esa experiencia traumática sino que la
clausura y supera. Hemos visto que, en la segunda etapa del enamoramiento, el
enamorado es un enfermo que se aferra al pasado, no intenta superarlo, se resiste a la
cura de su enfermedad.

El camen XI es considerado como el poema que desarrolla el motivo de la renuntiatio


amoris, ya concluyente del amor; el sujeto acusa a la amada de adulterio, aludiendo a su
condición de fellatrix. Aquí, en un sentido irónico, exhorta a sus “amigos23” Furio y Aurelio
para que actúen como emisarios de este último mensaje a Lesbia, en el cual se le
informará una noticia para nada agradable, acusándola de ser ella misma, debido a sus
acciones, la causante de esa separación formal que extinguió la llama del amor, a través
de los últimos versos de este carmen:

Nec meum respectet, ut ante, amores,


qui illius culpa cecidit uelut prati
ultimi flos, praetereunte postquam
tactus aratro est.24

Este fragmento pone fin a la peripecia sentimental, articulándose con la figura “esto no
puede continuar” de Barthes (1993:122), donde el enamorado ante esa “acumulación de
sufrimientos amorosos explota” en un grito que exclama “¡Esto no puede durar!”. De la
misma manera, procede con Juvencio, pues, ante su ingratitud, que ya he mencionado, le
dirá: quam quoniam poenam misero proponis amori,/ numquam iam posthac basia
surripiam25, cerrando así este ciclo homoerótico.

Conclusión:

A lo largo de este trabajo, hemos indagado sobre el carácter revolucionario de la


poesía en Catulo. El amor surge encarnado en su propia experiencia lo que contrastó
firmemente con el pensamiento conservador del ciudadano romano apegado al mos
maiorum en cuanto al cumplimiento de sus funciones cívicas. Pudimos esbozar algunos
conceptos sobre la mentalidad romana de fines de la república y ser partícipes de la
filosofía que subyace en todo enamoramiento, desde la construcción del átopos que
conforma el canon de belleza de ese objeto idealizado, pasando por la etapa donde el
sujeto amoroso padece la enfermedad del amor o es abatido por las constantes dudas

23
Ambos son atacados constantemente en sus poemas.
24
La traduzco del siguiente modo: Que no vuelva a mirar, como antes, mi amor, que por su culpa murió
como la flor del más alejado prado, desde que fue herida por el arado al pasar.
25
Se traduciría como: Puesto que propones este castigo a mi desdichado amor, nunca ya en adelante te
robaré besos.

10
respecto de las promesas de su amada, hasta que finalmente su paciencia termina por
romper definitivamente ese foedus amoris.

También los aportes de R. Barthes nos guiaron para entender esta experiencia
fragmentaria, ya que el enamoramiento es de por sí un estado transitorio. Catulo no sólo
marcó el ritmo de sus versos en sintonía con ese yo que desnuda todos sus sentimientos
frente a ese objeto amado del cual sucumbe sino que nos hace reflexionar que su poesía
no está tan distante de lo que vivimos nosotros, como lectores, cuando somos abatidos
por la ardiente pasión.

Bibliografía: Fuentes
- Barthes, Roland. (1982). Fragmentos de un discurso amoroso (Eduardo Molina, trad.).
España: Siglo veintiuno editores, 1993.
- González Galicia, Rosario. (2001) Catulli Carmina. Madrid, España.

Bibliografía específica:

- Fernández Corte, J. C. (1997).”Catulo y los poetas neotéricos”. En Codoñer, C. (Ed.),


Historia de la literatura latina. (pp.109-122). Madrid, España: Cátedra.
- Freud, Sigmund (1920-1992). Obras Completas: Más allá del principio de placer,
Psicología de las masas y Análisis del yo y otras obras (Etcheverry, José L. trad.).
Amorrortu Ediciones: Volumen 18.

11

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