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1. Se enfada frecuentemente
2. Contesta de malas maneras
3. Desafía con la postura y con la mirada
4. No obedece o se resiste a obedecer
5. Culpa a os demás de lo que hace él
6. Se muestra rencoroso y vengativo
7. Miente
8. Se muestra cruel con compañeros, animales…
9. Comete hurtos
Estos comportamientos desbordan. Que el niño conteste mal y se niegue a obedecer genera
sentimientos de malestar, de incompetencia, de pérdida de autoridad en los educadores y
éstos en un intento de recuperarse se imponen. El educador, entonces, grita más fuerte,
repite la orden de forma más severa, amenaza, recrimina la conducta de desafío… y a partir
de aquí habrá perdido las riendas y el control de la situación; podrá gritar más fuerte,
agredir o desobedecer de forma más manifiesta, y todo ello ante la presencia de otros hijos
o alumnos. El resultado es: educadores desolados y negativismo desafiante fortalecido
La evaluación del niño y la familia es necesaria para diferenciar entre un trastorno del
comportamiento y las posibles conductas dentro de la normalidad, conductas que pueden
ser transitorias y que pueden experimentar los niños, por ejemplo, en fases de cambio como
es el paso de la infancia a la adolescencia.
Las diferencias no siempre implican un trastorno
Antes de desesperarse, es importante tener en cuenta que los niños atraviesan por
diferentes fases críticas a lo largo de su desarrollo. Por ejemplo, entre los 2-3 años muchos
pequeños viven una etapa de negativismo y responden con rabietas cuando no satisfacen
sus deseos. Con las normas adecuadas y mucha paciencia, esta fase se supera sin
mayores complicaciones.